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Ejercicio: 1 NORA RUSSO

Este libro constituye la narración más completa escrita hasta la fecha sobre una

organización notable que, de un puñado de personas decididas, ha llegado a convertirse

en una red internacional, con más de 3 millones de adherentes.

Greenpeace empezó con el alquiler de un barco maltrecho y en la actualidad

posee una avanzada flota fluvial y de ultramar. Comenzó oponiéndose a una prueba

nuclear y ha extendido su campaña hasta abarcar un abanico de problemas como los

deshechos tóxicos, la lluvia ácida, la matanza de canguros, el empleo de armas

nucleares en el mar, la caza de ballenas, la contaminación de los océanos y demás, a

medida que se multiplicaron las amenazas al ambiente natural. Firmemente arraigada en

Europa y Estados Unidos, se está instalando ahora en América Latina y se encamina

hacia Europa oriental. Incluso, cuenta con una pequeña base de investigación en la

Antártida.

Los últimos veinte años han sido testigos, no sólo de la transformación de

Greenpeace, sino del mundo en el que opera. Los temas ecológicos, alguna vez

considerados menores, se han transformado en los planteos centrales de nuestro tiempo,

con un lugar destacado en los temarios e internacionales, además de un asunto de gran

preocupación en el público.

La trayectoria de Greenpeace no es prolija, ni ordenada, sino que se desparrama,

se enrosca, se retuerce y se extiende en todas direcciones como si desafiara todo afán

por resumirla o definirla. Se trata de historia escrita sobre la marcha. Las noticias
seguían llegando al tiempo que recopilábamos el libro. Aquí no termina la historia. Con

el tiempo, comprenderemos el accionar de las fuerzas históricas operantes y

constantemente habrá que agregar más capítulos, a medida que se sumen nuevos

episodios.

En este libro tan sólo se ha intentado presentar una reseña interesante y amena

de la imagen pública de Greenpeace, aquella que resulta más conocida: la acción

directa. Es éste el método que lo ha diferenciado en forma constante de los demás

grupos ecologistas y que le ha valido las primeras planas de todo el mundo. [...]

La acción directa sigue siendo el lema central del modo de operar de

Greenpeace. Hay que aclarar suficientemente este punto, porque en los medios circula el

clisé de que Greenpeace está dejando de lado dicha táctica y se está volviendo más

burocrática y moderada que la organización combativa del principio. No es cierto y

existen pruebas de lo contrario: la cantidad de acciones directas sigue aumentando. Sin

embargo, en los últimos tiempos, esas acciones se han visto respaldadas por habilidosas

gestiones políticas e investigaciones científicas que refuerzan el dramático llamamiento

a un cambio que realiza la organización. La continua insistencia de Greenpeace en que

se utilicen tácticas no violentas, aun cuando les respondan con violencia, reflejan tanto

sus orígenes ideológicos, como sus lazos con los demás grandes movimientos para el

cambio social del siglo veinte.

El bombardeo del Rainbow Warrior (Guerrero del Arco Iris) transformó la

organización, la llevó a los titulares de los periódicos de todo el mundo, recordando a

todo el mundo acerca de las fuerzas que se le oponen. Con un trabajo incesante a pesar
del peligro, Greenpeace mantiene la línea de conducta ecológica. Busca transformar de

cuajo, tanto nuestra compresión del mundo, como la dirección en la cual va. Su mensaje

es simple y efectivo: todos nosotros tenemos derecho a gozar de agua limpia, aire puro y

un futuro sin sobresaltos.

Greenpeace nos alienta a ver el mundo como un todo indivisible, a valorar la

vida sobre la Tierra, a reconocer que los límites nacionales son falsas divisiones del

paisaje natural, a ponerse de pie y decir ¡Basta! Al interponerse entre el mundo natural y

las fuerzas que intentan destruirlo, Greenpeace actúa en nombre de todos nosotros.

Como toda organización humana, Greenpeace tiene errores y falencias. No

obstante, la suma de sus acciones, realizadas para lograr el bien común, a menudo,

dejando de lado desinteresadamente la seguridad de sus integrantes es admirable.

Greenpeace ya ha efectuado un gran aporte para limitar las pruebas nucleares, proteger

la vida silvestre y alertar sobre los daños realizados a la urdimbre del planeta.
Ejercicio: 2 NORA ANAHÍ
RUSSO

Muere la Belleza

El rostro de Diana expresaba las cualidades que la hicieron merecer


la corona más que la Corona misma

La muerte repentina de un personaje público admirado siempre parece imposible.

Solemos considerar invulnerables, casi inmortales a las personas que concitan nuestra

atención. Muere John Kennedy, y es imposible. Muere John Lennon, y es imposible.

Elvis y Grace Kelly y, así, un golpe tras otro/. Y ahora la muerte de una mujer joven que

cautivó al mundo desde su primera aparición, cuyo nombre contenía la sombra de su

fin: Lady Di. (en inglés Di suena “dai” como “morir”)

¿Quién lo hubiese creído? La gente concibió toda clase de pensamiento

concebible sobre Diana, menos la muerte. Encarnaba la belleza: la antítesis de la

muerte. A la belleza no sólo se le da un lugar de honor en el mundo, sino también cierta

clase de permanencia, como si se tratara de un ejemplo de la tendencia de la naturaleza

a autoperfeccionarse, y, por ende, algo que una vez alcanzado vive para siempre.

Su vida no fue nunca tan trágica como con frecuencia se la pintaba: apenas triste

y un tanto inusual. Se casó con el hombre equivocado. Puede que su familia política

fuera vengativa. Por cada fotógrafo deseoso de captar su imagen con uno de esos

deslumbrantes vestidos de fiesta o sombreros, otro se ocultaba tras los arbustos listo

para derrumbarla.

No se le recuerda ninguna declaración que haya sido muy brillante o ingeniosa.

Era más ingenua que lista; hasta la confesión de un romance a un periodista sonó

infantil. Si se insiste, pocos podrían precisar qué la hacía tan importante, en especial los

que no viven en Inglaterra, salvo por el hecho de que no podían despegarse los ojos de

esa mujer.
Lo que no es poco decir. Diana era alguien a quien había que mirar y un tipo de

persona que se presenta muy de tanto en tanto. Tenía un gran corazón, eso era evidente.

Poseía el don de ayudar a los que sufren. Y todas esas virtudes se manifestaban en un

rostro que a todos les complacía mirar.

En cierto modo, era más soberana que los soberanos. Poseía un estatus superior

al de la Reina de Inglaterra, era la joven monarca nominal de su país y de cada lugar del

mundo. Era la figura decorativa preferida en materia sentimental, sin autoridad para

firmar tratados, comandar ejércitos, ni declarar la guerra. Todo su poder se basaba en su

manera de mirar, hablar y conducirse. Ninguna modelo, ni actriz le llegaba a la suela de

los zapatos. Representaba la imagen que todo niño tiene de una princesa: la que puede

sentir una arveja debajo de numerosos colchones, la que se anima a besar a un sapo o

aquella que deja caer sus largos cabellos desde la ventana de la torre.

Su matrimonio había acabado mucho antes de su muerte. A medida que pasaran

los años, es probable que hubiese tenido otros romances después de Dodi al Fayed para

excitar a la multitud. Resulta difícil imaginar el curso que habría tomado su vida. No

habría dejado de ser una buena madre, ni de trabajar por los enfermos y necesitados; de

tanto en tanto aparecería en fotos de una cena o a bordo de un yate. A una edad más

avanzada, pasaría a ser la madre del rey y sería aceptada nuevamente en la familia real

en una etapa de la vida a la que automáticamente se le reconoce cierta categoría. ¿Qué

aspecto tendría? El pelo más cano, la piel un tanto más arrugada, pero los ojos

conservarían esa mezcla dulce de bondad y anhelo. Para ese entonces su historia con

Carlos, los escándalos y los reproches se habrían desvanecido.

Sin embargo, si nos preguntaran como la recordaremos, que imagen entre tantas

conservaremos en la memoria, no sería la de Diana en una ceremonia oficial, ni con

alguno de sus novios, ni siquiera con sus hijos, sino que sería la del día de su boda,
cuando todo el mundo se mostró feliz de convertirse en súbdito suyo y cuando

cualquiera que la miraba percibía la improbable idea de que la vida es bella.


EJERCICIO 3 NORA ANAHÍ

RUSSO

La historia que deseo brindarles es la de una tigresa preñada y medio muerta de hambre.

Se encuentra con un rebaño de cabras y, con el esfuerzo que realiza al abalanzarse sobre

ellas, provoca el nacimiento de su cría y su propia muerte. Muere al dar a luz a su

cachorrito. Entre tanto, las cabras que se habían dispersado, vuelven a su lugar de

pastoreo y hallan al tigre recién nacido y a su madre muerta. Como poseen un fuerte

instinto protector adoptan al pequeñito, quien crece creyéndose cabra. Aprende a balar y

aprende a comer pasto, pero el pasto no le cae bien a su aparato digestivo. No puede

asimilar la celulosa. Al llegar a la adolescencia, es un representante bastante lastimoso

de su especie.

Cierto día, un tigre adulto ataca el rebaño, que una vez más se dispersa. Pero ese

pequeño que es un tigre, no una cabra, se queda ahí plantado. El animal más grande lo

mira y le pregunta:

--¿Cómo? ¿Qué hacés viviendo acá con las cabras?.

Una cabrita bala y el tigrecito bala y comienza a mordisquear el pasto no sin

cierta vergüenza. El tigre más grande se siente mortificado, como el padre que al llegar

a casa, ve a su hijo con el pelo largo; algo por el estilo. Le da un par de sacudones,

porque el pequeño sólo sabe balar y mordisquear el pasto. Entonces lo toma del

pescuezo y lo lleva hasta un estanque. No sopla ni la más leve brisa: una quietud total.

Ahora bien, los hindúes dicen que el yoga es el arte de aquietar la mente, la

interrupción voluntaria de la actividad natural de la mente. Como si se aquietara un

estanque. Cuando hay viento, el agua se mueve y todos esos quebrados reflejos van y

vienen, van y vienen, van y vienen... Y así es como actuamos en la vida. Nos
identificamos con uno de esos reflejos fugaces y pensamos: “¡Por Dios! Aquí vengo,

allá voy”. Si logramos que se aquiete el estanque, lograremos detener la imagen, y

entonces podremos ver la presencia eterna. Al identificarnos con ella, podemos

desapegarnos del mundo.

Así es como el tigrecito comienza a conocer los principios del yoga. El tigre

adulto le indica:

--Ahora mirate en el estanque --. El pequeño va y hace lo que le dicen Y por

primera vez en su corta vida descubre su verdadero rostro. El otro se coloca al lado y le

dice:

--¿Ves? Tenés cara de tigre; sos como yo, no como las cabras esas. No sos cabra.

Sos como yo. ¡Tenés que ser como yo! --(Eso sí que suena a lo que dicen los gurúes: te

voy dar mi retrato para que lo llevés colgado, y así sabrás quien sos).

Parece que, de todos modos, el tigrecito está empezando a captar el mensaje. El

siguiente paso del tigre más grande consiste en levantarlo y llevarlo a su guarida, donde

quedan algunos restos de una gacela que cazó no hace mucho. Toma un trozo de esa

carne sanguinolenta y le ordena :

--¡Abrí la boca!

: --Soy vegetariano – retrocede el tigrecito.

--Bueno, basta de tonterías --le contesta el adulto y, acto seguido, le mete la

carne en la garganta. El tigrecito se atraganta y según dice el texto: “Como le sucede a

todos con la verdadera doctrina”.

Entonces, aunque se atraganta con la verdadera doctrina, ésta se introduce en su

cuerpo y como se trata de la comida adecuada, se activa su verdadero sistema nervioso y

demás funciones. En forma espontánea, impulsado por el alimento adecuado, emite un

pequeño rugido, una especie de rugido básico. El otro lo alienta:


--¿Viste? Ya te está saliendo. Ahora vamos a comer comida de tigre.

Por cierto que hay una moraleja. Todos somos tigres que vivimos como cabras.

La función de la sociología y de la mayoría de nuestra educación religiosa es la de

enseñarnos a ser cabras. Pero la función de la correcta interpretación de los símbolos

mitológicos y de la meditación es presentarnos nuestra verdadera cara de tigre. Ahí

surge el problema. Descubriste tu cara de tigre, pero seguís viviendo con las cabras... y

ahora, ¿cómo te las vas a arreglar?

Los textos prosiguen indicando que tenemos que aprender a vivir con las

vestiduras externas del mundo y las vestiduras internas del camino místico. Lo que

habrás aprendido entonces es que, en todas las formas del mundo, se manifiesta el

resplandor único de la eternidad. Podrás observar entonces la aparición del milagro de la

vida en todas sus formas.

Pero, ¡qué las cabras no se enteren de que sos tigre!


EJERCICIO 4 NORA ANAHÍ

RUSSO

The Millstone

Como las tareas domésticas con Lydia funcionaban bastante bien, al cabo de dos

semanas sentí que debía dar otros pasos con respecto a poner mi casa en orden. Ya hacía

tiempo que me había propuesto escribirle a mi hermana para contarle lo que pasaba. No

tenía la más ínima intención de informar a mi hermano, porque mi proceder lo habría

enfurecido muchísimo, y, como ya dije, no me parecía justo molestar a mis padres

innnecesariamente. Sin embargo, estaba segura de que mi hermana se mostraría

comprensiva, dado que siempre había elogiado ante mí la maternidad y la vida

doméstica. Solía acusarla de proclamar el principio inverso al de “las uvas están

verdes”, de que quería hacer caer a los demás en su propia trampa enalteciendo los

placeres de la reclusión, ya que no cabían dudas de que ella no estaba felíz con su

suerte. Como yo, era digna hija de nuestros padres: educada para ser independiente y

para no sentirse inferior a nadie, poseía un rasgo de formalidad pragmática que me

recordaba mucho a mamá. Ella también había ido a la universidad: a Oxford, no a

Cambridge, y había frecuentado círculos un tanto más intelectuales y comprometidos de

/ los que yo había descubierto jamás. Allí conoció a su futuro marido, un científico

llamado Hallam que en ese entonces era un investigador becado. Ella, a su vez,

estudiaba economía, por lo que tenían cierto terreno en común. Se casaron al poco

tiempo que ella salió de la universidad, por lo que Hallam consiguió rápidamente un

empleo en un centro de investigaciones atómicas y se la llevó a un desolado lugar de

Midlands, habitado sólo por otros científicos, sus mujeres, comerciantes e ingenieros.

Poco después Beatrice tuvo tres hijos y aprendió a hacer de la necesidad virtud. Sin

embargo, a menudo creo que sufrió mucho debido a un sentimiento de estudiante


avanzada consciente de que no estaba sacando el mayor provecho a su título. Su

desagradable vida social y lo arduo de criar a tres niños pequeños apaciguaban su

conciencia. Después de todo, no había dejado sus estudiod para pasarse la vida en la

peluquería.

En el plano de la ideología, la pobre Beatrice se hallaba en una posición

infortunada: a diferencia del resto de la familia, era una pacifista confesa, o, al menos,

lo había sido en sus épocas de Oxford. Para ella debió de haber resultado en extremo

díficil vivir en una planta de investigaciones atómicas: por suerte, Hallam compartía sus

ideas políticas y constantemente le recordaba que el conocimiento era el único camino

hacia la seguridad y que el seguía promoviendo la causa de la paz mundial al máximo

de sus posibilidades. Puede que tuviera razón, aunque se veía a las claras que ése no era

su motivo para trabajar allí. Después de tragarse eso, Beatrice adoptó una conducta de

concesión realista.y se contentaba con fruncir ligeramente el entrecejo ante la

intransigencia de nuestros padres. No obstante, la cuestión del pacifismo todavía la

rdaba vueltas por la cabeza. En cierta oportunidad me escribió para contarme que su

hijo mayor, Nicholas, que se encontraba en la edad de la violencia, se pasaba el día

entero jugando con armas, a los soldados y vaqueros y, para colmo de males, a tirar

bombas. “Cada vez que le digo que termine la comida”, se lamentaba en la carta, “me

hace frente, emite un sonido horrible y me dice: ¡ Bang! Estás muerta.”. Una vez,

furiosa hasta decir basta por esa respuesta inevitable y exasperante, le dio una fuerte

bofetada cerca de la oreja, “algo totalmente en contra de mis principios y que echa por

la borda toda la doctrina de la resistencia pasiva, ¿no? Parecía una guerra en miniatura/

en pequeña escala, vos me entendés...” El pequeño sinverg:üenza se quejaba de que ese

ataque tan inesperado le había provocado dolor de oído; ella se retorcía del

remordimiento hasta que se comprobó que no era nada, sólo lo hacía para desquitarse.
De todos modos, cuando le escribí a Beatrice para contarle del bebé, lo hice con

toda la esperanza de recibir comprensión y buena voluntad a vuelta de correo. Lo

ansiaba porque sentía que ya hacía demasiado que vivía sin ser comprendida. Me sentía

bastante orgullosa del modo en que me las había arreglado e incluso llegué a esperar

algún tipo de felicitación por mi reserva. Sin embargo, la carta que recibí decía lo

siguiente:

Querida Rosamund:

No te imaginás cómo nos preocupó y afectó tu carta. No salgo de mi

asombro de que no nos hayas contado esto antes. Por lo que decís,

deduzco que el bebé va a nacer dentro de cuatro meses. En realidad

creo que
EJERCICIO 5
El vertiginoso ritmo de los avanes tecnológicos ha sido aceptado en numerosas
industrias fabricantes desde hace cierto tiempo, pero para los empleados de oficina, que
en comparación llevaban una existencia protegida, los cambios radicales son una
experiencia nueva. Con el advenimiento de las técnicas electrónicas de procesamiento
de datos y, especialmente, con las computadoras, esta situación se ha modificado
rápidamente. Los oficinistas se encuentran de pronto expuestos a las consecuencias
traumáticas del progreso científico.
La mayoría de las oficinas, por la naturaleza misma de su estructura y función,
están engranadas para la estabilidad o el cambio lento. Cambios acelerados como los
que traen aparejados las computadoras, suelen ser y perturbadores. Eso se debe a
que la gente en las organizaciones estables tienden a esperar una continuación pareja de
las situación existente y porque las áreas no acostumbradas a los cambios frecuentes
descubren que se han tornado demasiado inflexibles y no pueden asimilarlo sin estrés.
Por lo tanto, los factores sociales, además de los técnicos son especialemente pertinentes
para una exitosa adaptación a las nuevas técnicas.
EJERCICIO 7 NORA ANAHÍ RUSSO

[Por la derecha entra WILLY LOMAN, el Viajante, con dos grandes valijas con

muestras. Se oye una flauta. Aunque la oye, no se da del todo cuenta. Tiene más de

sesenta años y está vestido con sencillez. Ya al atravesar el escenario hacia la entrada

es evidente su cansancio. Abre la puerta cerrada con llave, entra a la cocina y,

aliviado, baja su carga, sintiendo el dolor en las palmas de las manos. De sus labios

escapa una palabra como un suspiro – podría ser “¡Ay, Dios mío! ¡Dios mío!” Cierra

la puerta y, tras cruzar la cortina que sirve de separación, lleva las valijas al líving.

A la derecha, LINDA, su mujer, se mueve en la cama. Se incorpora y se echa una bata

sobre los hombros y presta atención. Generalmente de buen humor, ha desarrollado

una férrea represión de sus objeciones a la conducta de WILLY – no sólo lo ama

muchísimo, sino que lo admira, como si su carácter inconstante, su mal humor, sus

sueños grandiosos y pequeñas crueldades para con ella, le sirvieran de agudo

recordatorio de los turbulentos anhelos en su interior, anhelos que ella comparte,

aunque carece del temperamento necesario para manifestarlos y seguirlos hasta sus

últimas consecuencias.]

LINDA (oye a WILLY en otro lugar de la casa, lo llama asustada): ¡Willy!

WILLY: Está todo bien. Ya estoy de vuelta.

LINDA: ¿Por qué? ¿Qué ocurrió? (Breve pausa) ¿Pasó algo, Willy?

WILLY: No, no pasó nada.

LINDA: ¿No habrás chocado con el auto, no?

WILLY (con fastidio pasajero): Ya te dije que no pasó nada. ¿No me oíste?

LINDA: ¿Te sentís bien?


WILLY: Estoy muerto de cansancio. (El sonido de la flauta se pierde. Se sienta a su

lado en la cama, algo aturdido). No pude. No pude hacerlo, Linda.

LINDA (con mucha delicadeza y tacto): ¿Dónde estuviste todo el día? ¡Qué mal se te

ve!

WILLY: Apenas pasé de Yonkers. Me detuve a tomar una taza de café. Quizás fue el

café...

LINDA: ¿Qué?

WILLY (tras una pausa): De pronto no pude seguir manejando. ¿Sabés que? El auto se

me iba para la banquina.

LINDA (tratando de ayudarlo): ¡Ah! A lo mejor es otra vez la dirección. No creo que

Angelo entienda mucho de estos autos.

WILLY: No, soy yo. Soy yo. De repente me doy cuenta de que estoy yendo a 90 y no

consigo recordar qué hice en los último cinco minutos. Yo... parece que... que no

pudiera concentrarme...

LINDA: Tal vez son los anteojos. Todavía no te hiciste los nuevos.

WILLY: No, veo perfectamente. Regresé a 15. Tardé casi cuatro horas desde Yonkers.

LINDA (resignada): Bueno, Willy, vas a tener que descansar un poco. No podés seguir

así.

WILLY: ¡Si acabo de llegar de la Florida!

LINDA: Pero no descansaste la mente. Tu mente trabaja mucho y eso es lo que cuenta,

querido.

WILLY: Voy a salir mañana, bien temprano. Puede que mañana me sienta mejor. (Ella

le quita los zapatos). Estos malditas plantillas me están matando.

LINDA: Tomate una aspirina. ¿Querés que te la traiga? Te va a aliviar.


WILLY (asombrado): Estaba manejando ¿entendés? Me sentía bien, incluso miraba el

paisaje... ¿te imaginás? Yo, mirando el paisaje, cuando he estado en la ruta cada

semana de mi vida. Pero está todo tan hermoso ahí... Los árboles tan frondosos y el

sol tan tibio... Bajé la ventanilla y dejé que me bañara el aire tibio. Y, de pronto, ¡me

estoy yendo! Te digo más, me olvidé por completo que estaba manejando. Si

hubiese cruzado la raya blanca, hasta podría haber matado a alguien. Así que seguí,

y cinco minutos después estoy soñando de nuevo y casi... (Se oprime los ojos con

dos dedos.) Se me ocurre cada cosa... se me ocurre cada cosa más extraña.

LINDA: Willy, querido. Volvé a hablarles. No veo por qué no podés trabajar en Nueva

York.
LEAVES OF GRASS

EPÍGRAFES

Canto al Propio-Ser

Al Propio-Ser le canto, una sola persona singular separada

Mas pronuncio la palabra Democracia, la palabra Masas.

A la fisiología de la cabeza a los pies le canto,

Ni la fisonomía/ aspecto sola ni el cerebro solo son dignos para la Musa,

Digo que la Forma completa vale mucho más,

A la Mujer igual al Hombre le canto.

De vida pletórico con/de pasión; pulso y poder,

Alegre, por la acción más libre formada bajo las leyes divinas,

Al Hombre Moderno le canto.


EJERCICIO: 6 NORA ANAHI RUSSO

La facultad a la que los grandes novelistas populares apelan en el lector es primero y

principal la curiosidad. Si bien no suena demasiado emocionante, estoy seguro de que

ése es uno de los principales motivos para leer novelas: el simple deseo de obtener una

comprensión nueva sobre la vida de otras personas. Es el mismo motivo por el que nos

resulta imposible no mirar dentro de las casas con ventanas iluminadas cuando pasamos

con el tren.. Es eso lo que hace la amonestación contra la lectura de la correspondencia

ajena tan extremadamente fuerte: tiene que estar condenada con severidad porque con

frecuencia querríamos hacerlo. Desde luego que es también eso lo que se encuentra trás

el a menudo despreciado, pero universalmente popular entretenimiento del chisme.

Todos somos conscientes de lo limitado de nuestra experiencia, de que estamos

rodeados por otros individuos y de que queremos saber más acerca de ellos. El

novelista, en parte debido a su imaginación y en parte por un conocimiento de la

humanidad más profundo de lo que la mayoría de nosotros puede llegar a adquirir,

puede satisfacer nuestra curiosidad. Si lo hace, podemos con razón sentir una buena

dosis de satisfacción con su trabajo, tanto si nos brinda algo más, como si no.
EJERCICIO:8 NORA ANAHÍ RUSSO

La fogata

... hasta que, por último, se tambaleó, se derrumbó y cayó. Cuando intentó ponerse de

pie, no pudo. Decidió que debía sentarse a descansar y que la próxima vez se limitaría a

caminar y a seguir adelante. Mientras estaba sentado recuperando el aliento, notó que no

tenía tanto frío y que se hallaba cómodo. No temblaba y hasta le pareció que le subía un

calorcito entre el pecho y la espalda. Sin embargo, cuando se tocaba la naríz o las

mejillas, no sentía nada. Correr no le iba a servir para descongelarlas. Tampoco le

descongelaría las manos ni los pies. Entonces se le ocurrió que se le irían congelando

otras partes del cuerpo/las partes de su cuerpo congeladas tendrían que estar en

aumento. Trató de apartar ese pensamiento, de olvidarlo, de pensar en otra cosa; se daba

cuenta de que le causaba pánico y tenía miedo del pánico. Pero esa idea se afirmaba y

persistía, hasta que llegó a tener una visión de su cuerpo todo congelado. Era demasiado

y se lanzó a otra alocada carrera por el sendero. En cierto momento disminuyó la

velocidad y siguió caminando, pero la idea del congelamieto que crecía lo llevó a correr

de nuevo.

Y durante todo ese tiempo el perro corría con él, a sus talones. Cuando se cayó

por segunda vez, enroscó la cola sobre las patas delanteras y se sentó frente a él,

curiosamente ansioso y atento. El calor y la seguridad del animal lo enfurecieron y lo

insultó hasta que bajó las orejas para apaciguarlo. Esta vez, el hombre coenzó a sentir

escalofríos más rapidamente. Estaba perdiendo la batalla contra el frío. Se le estaba

introduciendo en el cuerpo desde todas partes. La sola idea lo hizo seguir adelante, pero

sólo pudo correr unos treinta metros, cuando tropezó y cayó de cabeza. Ése fue su

último estado de pánico. Cuando recuperó el aliento y el control, se sentó y acarició en

su mente la posibilidad de enfrentar la muerte con dignidad. Sin embargo, no le vino a


la cabeza de ese modo. La idea que él tuvo fue que había portándose como un tonto,

corriendo como una gallina sin cabeza: ésa fue la imagen que se le ocurrió. Bueno, de

todos modos, estaba destinado a congelarse y podría al menos aceptarlo con cierta

decencia. Con la nueva serenidad mental que había hallado vinieron los primeros

atisbos de somnolencia. Pensó que sería bueno quedarse dormido hasta morirse. Sería

como tomarse un anestésico. Congelarse no era tam malo como la gente creía. Había

muchísimas maneras peores de morirse.

Se imaginó a los muchachos cuando dieran con su cuerpo al día siguiente. De

pronto, se vio junto a ellos, caminando por el sendero y buscándose a sí mismo. Y,

todavía con ellos, al dar la vuelta a una curva del sendero, se topó con su cuerpo que

yacía en la nieve. Ya no estaba consigo mismo, dado que inclusive en ese momento se

encontraba fuera de su cuerpo, parado con los muchachos, mirándose en la nieve. Acá sí

que hace frío, pensó. Cuando volviera a los Estados Unidos le podría contar a lodos

como era el frío de verdad.

Luego, el hombre se hundió en lo que le pareció el sueño más reconfortante y

placentero que había tenido jamás. El perro, sentado frente a él, esperaba. El breve día

se estaba acercando a su fin en un largo y lento crepúsculo. No había indicios de que

alguien estuviera por encender una fogata y, además, en su experiencia perruna, no

había conocido nunca a un hombre que se sentara así en la nieve y no encendiera una. A

medida que avanzaba el anochecer, su gran deseo de calor lo dominó y con un gran

movimiento de patas delanteras, comenzó a gemir despacio, luego bajó las orejas en

espera de un reto. Sin embargo, el hombre permanecía callado. Más tarde el animal

volvió a gemir con fuerza. E incluso, un poco después se arrastró hasta el hombre y

pudo sentir el olor de la muerte, ante lo que se le erizó el pelo y retrocedió. Se quedó un

poco más, aullando bajo las estrellas que se amontonaban, brincaban y resplandecían en
el cielo gélido. Entonces, dio media vuelta y salió trotando camino arriba en dirección al

campamento que conocía, donde se hallaban los otros provedores de comida y de calor.
EJERCICIO: 9 NORA ANAHI RUSSO

La sala de espera del médico era muy pequeña y ya se encontraba prácticamente llena

cuando llegaron los Turpin. La señora de Turpin, que era muy corpulenta, la hacía

pareer aún más pequña con su sola presencia. Se paró imponente ante la mesa con

revistas colocada en el centro de la sala, la prueba viviemte de que esa habitación era

insuficiente y ridícula. Sus vivaces ojitos negros recorrieron a todos los pacientes,

mientras evaluaba los asientos disponibles. Había una silla vacía y un lugar en el sillón,

que ocupaba un niño rubio vestido con un sucio enterito azul, a quien tendrían que

haberle dicho que se corriera y le dejara lugar a la dama. No tenía más de cinco o seis

años, pero la señora de Turpin advirtió de inmediato que nadie iba a decirle que se

moviera. Estaba repantigado en el asiento, con los brazos ociosos a los costados y los

ojos ociosos en la cabeza; la naríz le goteaba sin control.

La señora de Turpin le colocó la mano en el hombro Claud con firmeza y le dijo

en un tono que alcanzaba todos los que quisieran oír:

-Claud, andá a sentarte en aquella silla -y lo empujo en dirección al asiento

vacío. Claud era rubicundo, calvo y macizo, algo más bajo que su mujer, pero se sentó

como si estuviera acostumbrado a hacer lo que ella le mandaba.

Ella permaneció de pie. El único hombre en la sala además de Claud era un

viejo, enjuto, pero todavía fuerte, con las manos curtidas apoyadas en las rodillas; tenía

los ojos cerrados commo si estuviera dormido o muerto o fingiéndolo para no tener que

pararse y cederle el asiento. La señora de Turpin miró con amabilidad a una dama bien

vestida de cabellos canos que le devolvió la mirada y cuya expresión parecía decía: “Si

ese chico fuera hijo mío, tendría mejores modales y se correría. Hay espacio suficiente

para usted y para él.”


Claud alzó los ojos con un suspiro e hizo ademán de levantarse.

-Sentate –le ordenó su mujer -. Sabés que no podés estar parado con la pierna

así. Tiene una úlcera en la pierna –explicó.

Claud colocó la pierna sobre la mesita y se levantó el pantalón para mostrar unza

hematoma morada en su fofa pantorrilla blanca como la leche.

-¡Ay! ¿Cómo se hizo eso? –preguntó la dama agradable.

-Lo pateó una vaca –comentó la señora de Turpin.

-¡Por Dios! –se horrorizó la dama.

Claud se bajó la pierna del pantalón.

-A lo mejor este chico se puede correr un poco – sugirió la señora, pero el niño

no se inmutó.

-Ya se va a desocupar un lugar –señaló la señora de Turpin. No comprendía

como un médico, con todo lo que ganaban cobrando cinco dolares por día, sólo por

asomar la cabeza por la puerta del hospital y mirar a los pacientes, no podía pagar una

sala de espera de un tamaño decente. Ésta era apenas más grande que un garage.
Lenguaje indirecto

Alcé los ojos con un suspiro, resignado a levantarme /e hice ademán de

levantarme. Mi mujer me ordenó que me sentara recordándome que yo ya sabía no

podía estar parado con la pierna así. Luego explicó que tengo una úlcera en la pierna.

Coloqué la pierna sobre la mesita y me levanté el pantalón para mostrar la inflamación

morada que tenía en la pantorrilla. La dama agradable me preguntó cómo me había

hecho eso/me lo había hecho. Mi mujer le contó que me había pateado una vaca, ante lo

que la mujer se horrorizó. Después me bajé la pierna del pantalón. Entonces, la dama

sugirió que el chico podría correrse un poco, pero el niño no se movió. Mi mujer señalö

que seguramente se desocuparía un lugar pronto. Ella no podía comprender cómo un

médico, con todo lo que ganaban cobrando cinco dolares por día, sólo por pasar la

mano/cruzar la puerta del hospital y mirar a los pacientes, no podía pagar una sala de

espera de un tamaño decente. Ésta era apenas más grande que un garage.
EJERCICIO: 11 NORA ANAHÍ RUSSO

Carl y Carrie no parecían estar hechos el uno para el otro/tener nada en común.

Él estaba vestido con ropa informal, daba vueltas en torno al consultorio y me trató con

familiaridad. Cuando entré a la sala de espera, estaba masticando un cigarro apagado y

sacándose el barro de las botas. Como constructor, estaba acostumbrado a tratar con

soltura a/con toda clase de personas, en cualquiier situación/ todo tipo de lugar/en

cualquier lugar. Carrie debía de haber imaginado la visita como una reunión ocasión

social/bastante especial. Estaba demasiado arreglada para la ocasión, llevaba ropa

dominguera y estaba recién salida de la peluquería, con el pelo cargado de rocío fijador.

Sólo le faltaban los guantes blancos. Debajo del maquillaje y la sonrisa de compromiso,

podía advertirse la tensión de los músculos faciales. Su postura denotaba la

inconfundible rigidez que provoca la fenotiazina.

Después de un relajado ntercambio de frivolidades conmigo, Carl se puso alerta

y concentró toda su atención en cuidar a Carrie. Era obvio que eso la complacía. Con

grandes aspavientos (de revoloteo) la ayudó a ingresar al consultorio, la acomodó en la

silla y se puso a recitarme la lista de dolencias/síntomas de su mujer. Traté de controlar

esa enumeración, pero no parecía dispuesto a hacerse a un lado y dejarme que tratara

con ella. Estaba convencido de que había que internarla para darle un tratamiento de

electroshock, dado que la medicación que tomaba no le servía. Le aseguré que hacía

veinte años que no tenía necesidad de emplear ese tratamiento con paciente alguno.

Intenté transmitirle el siguiente mensaje: “Mira, me doy cuenta en que estado está, pero

probablemente podría manejarlo si me dieras una oportunidad. Baja la guardia/Quédate

tranquilo.” Así lo hizo y retomó su trato/acercamiento informal, somnoliento. Me

hallaba confundido por su breve demostración /acto de revoloteo y se lo comenté.


Carl comenzó a describir como había sido su vida durante el año de la depresión

de Carrie y lo mucho que deseaba que volviera a ser como antes (cuando se pasaba gran

parte de la noche limpiando, cosiendo, prepando conservas y dirigiendo organizaciones,

como cualquier mujer “normal”). Reconoció que ella ya había sufrido varios

episodios/crisis parecidas con anterioridad, pero como le pasaba lo mismo que a la

madre, no se preocupó demasiado En las oportunidades anteriores él estaba muy

ocupado con su trabajo y no le prestó demasiada atención; además venía su suegra para

ayudarla. Pero, esta vez su suegro estaba enfermo y su suegra no podía venir; su

negocio marchaba tan bien que decidió quedarse a cuidarla. Fue horrible. No podía

salir / dejar la casa.” Como no entendí ese punto, me explicó: “Cada vez que iba a salir

sin ella, empezaba a gemir y hasta parecía que se echaría a llorar, entonces me quedaba

en casa con ella. La única vez que me habló su psiquiatra, ya hace un año, me dijo que

no la dejara sola, que la hiciera descansar y que le diera Melanil cada vez que se pusiera

/ ponía mal. En realidad,/La verdad es que/ de algún modo, disfrutaba quedarme en casa

con ella, pero surgieron algunos problemas en mi empresa y estoy desesperado: Tengo

que arreglar /manejar mis negocios y ella no se mejora.” Ella sonrió y me contó lo

maravilloso que había sido con ella.


EJERCICIO 12 NORA ANAHÍ RUSSO

Los inconvenientes de la prensa

Si la cobertura periodística de la invasión a Panamá fue débil en varios puntos críticos,

no puede echarse toda la culpa al gobierno del presidente Bush, ni a los jefes militares

en la zona de operaciones. Dado el éxito inicial de la invasión y la imposibilidad de la

prensa de informar sobre algunos de los aspectos más horribles, tal vez no cause

sorpresa que la cobertura general en los primeros días fuera abrumadoramente favorable

para el gobierno. El Congreso y la población, que en general apoyan al presidente

durante una situación de conflicto internacional, se unieron en esa oportunidad con

extraordinario fervor y unanimidad. El patrioterismo alcanzó niveles insospechados. Sin

embargo, es más difícil explicar la reacción de los periodistas. Ante el amplio y franco

apoyo, la prensa parecía reacia a plantear algunos puntos vitales, aunque problemáticos.

Ciertos periódicos, de los que podría haberse esperado que cuestionaran la intervención

de los EE.UU. en el hemisferio, tales como el New York Times o el Los Angeles Times,

publicaron editoriales sumamente elogiosas. Un corresponsal en la Casa Blanca

comentó algunos días después en forma privada que los medios sentían que ya habían

criticado con demasiada severidad al presidente Bush por su pusilanimidad durante el

fallido golpe del mes de octubre en Panamá y que ahora no les quedaba más que

reaccionar en forma favorable. La gran hostilidad del pueblo hacia Noriega y su

presunta conexión con el tráfico de drogas también sirvieron para definir el tenor de la

primera fase de la cobertura de los medios.

La mayoría de las agencias de noticias también se colocaron anteojeras durante

la invasión: con los recursos limitados/debido a un presupuesto reducido, enviaron a los

mejores corresponsales a Panamá, pero no asignaron periodistas al resto de América

Latina. Por lo tanto, no advirtieron la reacción intensa y amarga que se produjo en las
capitales del hemisferio. Se daba por sentada la hostilidad de América Latina y se la

relegaba a las últimas páginas de los diarios. Sólo más adelante, después de que Noriega

se entregó, los periódicos comenzaron a concentrarse en las repercusiones

internacionales más profundas de la invasión. El presidente Bush admitió públicamente

que podría haberse provocado cierto daño diplomático y envió al vicepresidente Quayle

a visitar a los jefes de estado latinoamericanos; un gesto que creyó inequívoco, pero que

recibió comentarios encontrados por parte de la prensa, que en su mayoría desestima la

actuación del vicepresidente. Cuando Colombia, Perú y otros países empezaron a

demostrar cierta resistencia al empleo de las fuerzas estadounidenses para la

intervención en el tráfico de drogas, los periodistas comenzaron a cuestionar algunos

aspectos de la invasión. Para ese entonces, ya era tarde para una revisión de la opinión

inicial: aparentemente el pueblo se había convencido de que la invasión era un triunfo

absoluto de los EE UU., allá de toda crítica.

Enseñanzas

Al gobierno del presidente Bush casi se le podría perdonar por creer que la invasión a

Panamá fue un caso ejemplo típico sobre como manejar un conflicto bélico: El combate

debe ser corto y lo más leve posible; la fuerza a aplicar tiene que ser aplastante, las

metas tienen que ser claras y alcanzables y a la prensa hay que mantenerla a raya hasta

que cese el fuego y no corra más sangre. Se combinan todos esos elementos, y como

decía de Panamá el presidente del comité nacional del partido republicano, Lee

Atwaker, se puede obtener un resonante triunfo político. Incluso puede servir para

reelegir a un presidente, como creyeron algunos republicanos como resultado de

Panamá. ¿A quién le importa que los periodistas se quejen? Eso son minucias y, además,

todo el mundo sabe lo quisquillosos que son.


En síntesis, la invasión a Panamá constituyó una victoria militar innegable y un

triunfo para el presidente Bush dentro de los Estados Unidos, pero en lo que se refiere al

periodismo, no hay ningún premio Pulitzer a la vista. Más aún, el control enérgico del

gobierno sobre el flujo de información de salía de Panamá dejó sentimientos heridos

entre los periodistas y un insistente reclamo para que se reformen una vez más las reglas

que rigen la cobertura de los combates en los que intervienen los EE UU. Y ante el

triunfo sólo cabe preguntarse si el público estadounidense recibió un informe completo

y equilibrado de la mayor movilización de tropas norteamericanas después de Vietnam.


EJERCICIO 13 NORA ANAHÍ RUSSO

Poder para el Presidente

El presidente de Argentina ha forzado al Congreso a otorgarle autoridad sin

límites sobre la economía.

¿Qué más podría desear un presidente? A comienzos de año, el presidente argentino

Carlos Saúl Menem se encontraba en el sexto mes de su segundo período, un retorno al

mando sin precedentes, que se había procurado con los cambios a la Constitución que

impulsó. Años antes ya había llenado la Corte Suprema con jueces que no cuestionarían

sus decisiones. Era el monarca indiscutido del Partido Peronista, con amplia mayoría en

ambas cámaras del Congreso. En suma, no había área del gobierno argentino donde

Menem no pudiese hacer de su palabra ley.

Pero el insaciable Menem quería más. El mes último consiguió la aprobación del

Congreso de la ley que le otorgaría lo que la prensa calificó de “superpoderes” sobre la

economía argentina durante un período de 12 meses. Ahora tiene poder para eliminar,

desmembrar o privatizar cualquier organismo de gobierno o empresa estatal. La semana

pasada ganó una medida de control sobre la recaudación impositiva cuando se aprobó

una ley que le permite decidir qué empresas estatales o privadas estarán exentas de

impuestos.

Primero el gobierno propuso las leyes de los superpoderes en noviembre último,

después de que Menem y su ministro de Economía, Domingo Cavallo, alegaran que se

necesitaban medidas tan extraordinarias para detener la crisis fiscal creciente. El

crecimiento de la economía argentina no llega del 5% previsto por Menem para este año

al presentar el presupuesto. Si no se alcanza esa meta, no se reunirían los $4 mil


millones de recaudación impositiva por mes necesarios para equilibrar el presupuesto. Y

hay que equilibrar el presupuesto si Argentina pretende obtener/calificar para el crédito

de $800 millones del FMI, que se halla bajo análisis / se está analizando en Washington.

Las leyes de los superpoderes recibió una rígida resistencia no sólo por parte de los

partidos de la oposición, sino también de los dirigentes sindicales peronistas, que temen

que más privatizaciones y el plan de austeridad del gobierno profundicen la recesión

que ha llevado al desempleo a cifras exorbitantes. La tasa de desocupación alcanzó un

máximo de 18,6% el año pasado y se encuentra en la actualidad en el 16,4%. Según los

cálculos oficiales, el cierre y la fusión de varios organismos estatales dejarán a otras 20

mil o 30 mil personas sin trabajo en 1996. Los dirigentes sindicales planean un paro

nacional para el 26 de marzo como protesta ante dichas medidas.

Parte de la legislación de la semana pasada prolonga durante doce meses el

aumento del impuesto al valor agregado. El IVA se había aumentado del 18 al 21% el

pasado abril ante la crisis del peso mexicano, cuando miles de millones de dólares en

inversiones extranjeras abandonaron el país. A fin de prevenir una catastrófica

devaluación del propio peso argentino, Cavallo negoció un crédito de $7 mil millones

ante el FMI y otros organismos multilaterales después de acordar un marcado

incremento impositivo y la reducción del gasto público.

Se dice que todo el paquete de nuevas leyes autoritarias pretende ser

principalmente una señal para los mercados extranjeros. “No sé si era necesario o no,

pero lo que sí sé es que las acciones y títulos argentinos subieron muchísimo cuando el

gobierno presentó la ley en noviembre,” dijo el analista político argentino Rosendo

Fraga. “Se pensó como una señal para los mercados internacionales de que Argentina

mantendría el modelo económico”.


Dicho modelo consiste en la privatización de las empresas estatales, la reducción

de aranceles y una mayor liberalización del comercio internacional y la conexión del

peso argentino con el dólar estadounidense como parte del “plan de convertibilidad” de

Cavallo. Entre 1990 y 1994 el plan puso fin a la hiperinflación y alcanzó un éxito que

expandió la economía un 34%, pero provocó la pérdida de 300.000 empleos. Ese

resurgimiento finalizó en 1995, cuando la producción cayó 3% y comenzó un período

de recesión. El crecimiento pronostica 1996 apenas llegaría al 1,5%: el “milagro”

argentino ya no reluce.

Menem espera utilizar los nuevos poderes de privatización para recrear la magia

de los últimos años. Sin embargo, los economistas señalan que la mayoría de las

grandes empresas estatales (Aerolíneas, ENTEL, YPF, Gas del Estado, inclusive las

autopistas) ya se han privatizado, por lo que sólo quedan en manos del Estado algunas

empresas, como las represas hidroeléctricas y las plantas nucleares.

Aun así, los dirigentes de la oposición se quejan de que la legislatura Peronista

ha cedido demasiado poder a su jefe. “El poder que el Congreso le ha delegado para

disolver los organismos estatales es excesivo, casi sin control”, comentó Federico

Storani, presidente del bloque de la Unión Cívica Radical en el Congreso. “Han dejado

la puerta abierta para que haga lo que quiera”.

Si la acción se llevó a cabo para complacer al FMI, señaló Carlos (“Chacho”)

Álvarez, jefe del partido de centro-izquierda Frepaso, el Fondo acepta implícitamente el

debilitamiento de las instituciones democráticas. “Resulta preocupante, y por cierto

poco saludable, que a esos organismos internacionales de crédito no se interesen por los

métodos empleados para alcanzar sus objetivos”, manifestó Álvarez. “Parece que

hubiera un divorcio entre la economía y las instituciones democráticas”.


Sin embargo, el hecho es que los crecientes poderes económicos de Menem han

sido un regalo de la legislatura; el Congreso ya le había otorgado facultades parecidas

en 1989, que empleó para emitir 300 decretos de necesidad y urgencia (más que todos

sus predecesores juntos) para reorganizar la economía. El hecho de que la legislatura le

otorgue los nuevos superpoderes podría interpretarse como la graciosa aceptación de las

prerrogativas del ejecutivo.


EJERCICIO 14 NORA ANAHI RUSSO

ACUERDO MUTUO:

Tácticas para la Negociación

“Aquél que se conforma con lo que tiene, siempre tendrá suficiente” Lao Tse

Tengo un postulado y una premisa.

Usted es bueno en lo que hace, pero no siempre consigue lo que quiere y desconoce el

porqué. Eso le molesta. Le gustaría poder hacer algo al respecto.

Ha intentado copiar el estilo de aquellos que siempre parecen salirse con la suya. No le

sirvió. Probó el dinamismo, la sutileza, el humor. Probó con un enfoque serio, probó con

uno más ligero. Tampoco funcionó nada de eso.

Cuando cada mañana se mira al espejo, la imagen que ve le causa una buena impresión.

Sabe que sus virtudes son más que sus defectos. Cree tener habilidad para las relaciones

personales, se lleva bien con la mayoría de la gente y si bien no carece de astucia, al

menos no hay maldad en su corazón.

Sin embargo, hubo ocasiones en las que creyó que tenía razón y en verdad pensó que los

demás estarían de acuerdo, pero no fue así. Y no tenía la menor idea por qué.

El motivo es que no fue un buen negociador. No hubo nunca nadie que le enseñara

cómo hacerlo.

Mi premisa es que en toda interacción humana exitosa (pacífica) se requiere una

negociación: el intercambio en busca del acuerdo.


Para vivir en soledad, hay que seguir a Thoreau. Para vivir en guerra, a Sun Tse. Pero

para coexistir satisfactoriamente en el terreno emocional, social y/o profesional, con los

demás, que tienen percepciones y objetivos diferentes, a veces conflictivos, se debe

negociar. Ni Thoreau ni Sun Tse fueron negociadores.

Lo que necesita es estrategia. La táctica consiste en los medios que se emplean para

obtener lo que se desea alcanzar.

Deberá basar su estrategia en lo que considere que usted necesita, las tácticas tendrán

que basarse en lo que Ud advierta que necesita el otro.

A continuación figuran, sin un orden específico, ciertas tácticas para negociar de manera

exitosa. La lista no es completa, se la ha numerado para que resulte más práctica y,

también por practicidad, se utiliza la palabra “interlocutor” para referirse a toda persona

con la cual se va a negociar.

Estas tácticas son morales, éticas y legales. No conozco ninguna otra, ni las emplearía si

las conociera. Desde un punto de vista práctico, que a uno lo atrapen aplicando tácticas

inmorales, poco éticas y/o ilegales es, en el mejor de los casos, contraproducente y, en el

peor, peligroso. Además, si uno sabe lo que hace, no las necesitará y podrá dormir

mucho más tranquilo.

Dejando los principios de lado, si aquellos con quienes negocia cambian todo el tiempo,

o sea, que nunca tiene que llegar a un acuerdo con la misma persona dos veces, podría

recurrir con impunidad a tácticas inmorales o poco éticas. Pero, eso no suele suceder.
Por lo general negociamos con las mismas personas una y otra vez: amigos, familiares,

socios, incluso, a menudo sobre los mismos temas. Es más productivo conservar la

credibilidad.

Las negociaciones suelen ser con un adversario, si bien no es un requisito, ni tendría por

que serlo. Independientemente de ello, el resultado óptimo de cada negociación exitosa

tendría que ser un triunfo general: que todos ganen y no haya enemigos.

1. Hay un momento para escuchar, uno para hablar, otro para pensar, uno para decidir

y un momento para actuar. Haga cada cosa en su debido momento.

2. Mientras escucha al otro, suspenda todo juicio crítico.

3. No trate de cambiar el punto de vista del otro; mas bien concéntrese en las ventajas

del propio.

4. En ocasiones, un interlocutor hostil, necesita expresar su mal humor. Déjelo, ya no

serán tan hostil después.

5. Suspenda el pensamiento cuando el interlocutor presenta objeciones; sírvale sus

razonamientos cuando él lo requiera. Si le da las respuestas antes de conocer sus

preguntas, podría indigestarlo.

6. Pregúntele sobre sus ideas más profundas, para que el otro sepa que desea conocer

mejor su posición. Lo que busca en el fondo es que el otro examine con sumo

cuidado su manera de pensar.

7. Se necesita mucho tacto para objetar las ideas del otro. Preludie esas objeciones

reconociendo que hay algo de cierto en lo que él piensa; formule preguntas y luego

dele una razón por la cual pregunta. Por ejemplo: “Es cierto que hay muchos otros

temas y, por eso, éste resulta especialmente difícil. ¿Podrías explicarme aquello que
crees nos está faltando para resolver esto? A lo mejor se nos ocurre alguna manera

de solucionarlo”.

8. Es mejor exagerar que minimizar. Cuando se minimiza se puede transmitir al

interlocutor el sentimiento de que se lo está manipulando.

9. Retráctese de un error rápida y completamente. Deberá tener un lugar seguro a

donde dirigirse (su próximo punto) pero tape el agujero. Si un dato no es exacto,

remplácelo por otro que sí lo sea. Si una analogía no sirve, busque otra que sirva.

10. Si puede, elija el terreno para la negociación. Si no puede, elija un sitio neutral. Si

no puede, elija el momento. Si no puede, llegue tarde pero con una buena excusa.

11. Estamos tentados a ignorar al sector más hostil de los interlocutores y de dirigirnos

al menos hostil. Pero si emplea con el más hostil un planteo franco y directo, podría

servirle para ganar el respeto y apoyo de los menos hostiles. La agresividad del

sector más hostil aumentará el respeto y apoyo de los menos hostiles.

12. Conviene hacer caso omiso de los agravios.

13. Busque un punto, cualquiera en el que pueda coincidir. A su interlocutor le resultará

más fácil decir que sí después de la primera vez.

14. Nunca pierda el eje del tema. Nunca permita que otro se lo cambie... menos usted.

15. La paciencia es la táctica de negociación más eficaz. El tiempo es el arma de

negociación más poderoso.

16. Hay que buscar en primer lugar el acuerdo en los asuntos de escaso riesgo

17. Para que confíen en uno, hay que confiar.

18. Nunca inicie un ataque, ni participe de él, ni responda de igual modo/con la misma

moneda un ataque personal.

19. Pero tampoco acepte nunca que lo insulten. Váyase/Márchese.

20. Empiece con lo más fácil, para ir a lo más difícil.


21. Conecte los puntos más controvertidos con los que pueden resolver sin problema.

22. Transmita primero un mesaje positivo y después los negativos./las buenas

niticias...las malas.

23. Presente todos las postura frente a un asunto, no solamente loa suya.

24. Para que puedan entender su punto de vista, demuéstreles primero que entiende el

suyo.

25. Con una audiencia débil, hay que ser predecible. Con una fuerte, impredecible.

26. A fin de vender su punto de vista:

a. hable menos, escuche más

b. no interrumpa

c. no sea agresivo/belicoso; hable en forma suave, moderada, controlada

d. no se apure para presentar sus puntos

e. restate la posición y los objetivos de los demás en cuanto los conozca

f. identifique el punto clave y no se separa del mismo; no abrume/exagere con los

argumentos

g. no se distraiga/disgrege, ni deje que los demás lo hagan

h. tiene que estar a favor de un punto de vista y no, en contra de uno

27. Cuanto más inviertan en un proceso, más importante les resultará llegar a una

conclusión exitosa. Haga que inviertan tanto tiempo y energía en el proceso como

usted.

28. Evite las sorpresas porque bloquean la comunicación. Si el sorprendido es usted,

trate de ganar tiempo.

29. Si está en juego el prestigio del otro, ofrezca un modo de salvarlo, pero nunca lo

encare/mencione de esa manera.


30. Evite negociar por teléfono cuando sea posible. Recuerde que es más fácil decir que

no por teléfono. Si no fuera posible:

a. si lo llaman, escuche; haga preguntas y diga que va a volver a llamar

b. hable menos

c. si usted llamó, agote su tema primero

d. confeccione una lista antes de llamar

e. confirme lo hablado por escrito a la brevedad

f. prepare el terreno para la conversación con una llamada o carta previa

31. Si se halla en un punto muerto, recurra a un tercero como intermediario.

32. La verdad y el candor son activos/puntos valiosos; pero no tiene que usar todos los

recursos de una vez.

33. “Las cartas sobre la mesa/hablan” es una característica/rasgo estadounidense: se cree

que las cartas hablan por sí mismas. No todos se rigen por ese principio operativo.

Verifique las reglas de entrada.

34. No realice concesión alguna hasta que conozca todas las exigencias/demandas.

35. Nunca premie un pedido exageradamente alto/exagerado con una

contraoferta/propuesta

36. Nunca consienta con un punto con el que no pueda comprometerse. Todos los

asuntos son negociables.

37. Las fechas/Los plazos también se pueden negociar.

38. Trate de no ser el primero en ceder en un asunto importante.

39. Las concesiones tienen que acercarlo a su objetivo

40. Nunca trate un asunto para el cual no se preparó


41. No deje que lo intimiden nunca: ni por los enojos, las amenazas, los juegos de

poder, ni haciendo valer el rango. No se retire, ni contraataque. Siga su propio

camino.

He sugerido que gana/gana es la negociación óptima. Sin embargo, no es el único

resultado posible cuando se negocia. Puede perder. Uno puede hacer todo bien y aun así

no llegar a un acuerdo mutuo. No hay lista de tácticas que puede garantizarle el éxito. El

obrar bien le asegura la no culpa. La verdadera medidad de toda negociación no consiste

en ganar, perder o empatar, sino si ha hecho todo lo que estaba a su alcance. Si no,

hágalo la próxima. Si lo consiguió, sonría de día y duerma tranquilo de noche.


EJERCICIO 16 NORA ANAHÍ RUSSO

The Nignt I Became the Son of my Father

Volví una noche, después de estar fuera durante dos o tres semanas. Mi mujer no

estaba en casa.

Entré en silencio. Afuera llovía. Mi hijo se hallaba sentado ante la mesa de la

cocina leyendo un libro.

Había estado caminando bajo la lluvia y estaba empapado. Me senté y miré a mi

hijo. Lo miré durante largo rato, en silencio. Luego me puse de pie.

-Ven, ven conmigo –le dije.

Recorrimos una calle hasta salir del pueblo. Nos detuvimos a la orilla de un

estanque/laguna. Seguía lloviendo fuerte y cada tanto se veían rayos seguidos de

truenos.

-Quítate la ropa –le indiqué. Yo ya me había sacado la mía.

Lo tomé de la mano, lo llevé hasta la orilla/el borde y lo metí/jalé hasta en el

agua Luego coloqué su mano en mi hombro y comencé a nadar en la oscuridad. Seguía

lloviendo y soplaba el viento. Había rayos, seguidos por los peals de truenos.

Continuamos nadando con la lluvia en la cara. Cuando nadaba de espalda,

tomaba la mano de mi hijo/su manito y la colocaba nuevamente en mi hombro.

Después de nadar un rato, volvimos a casa por el mismo camino/al pueblo y a

casa.

Se veía una luz en la cocina y cuando entramos, empapados, allí se hallaba mi

mujer. Con una sonrisa nos preguntó:

-¿Qué estuvieron haciendo, chicos?

No le respondí, sólo miré a mi hijo y me dirigí arriba, a mi cuarto, a cambiarme

la ropa mojada.
EJERCICIO 16 NORA ANAHÍ RUSSO

The Nignt I Became the Son of my Father

Vino cierta noche/Hubo una noche. Mi madre no estaba en casa cuando llegó mi

padre, solo. Había estado fuera durante dos o tres semanas.

Entró en silencio. Afuera llovía. Puede ser que mamá se hubiera ido a una

reunión de la iglesia. Tenía un libro en la mesa frentea / ante mí y estaba sentado solo en

la casa, leyendo en la cocina.

Mi padre hbía estado caminando bajo la lluvia y estaba empapado. Se sentó y me

miró. Me sorprendió, dado que aquella noche, podía verse en su cara la

expresión/mirada más triste en una persona que haya visto en mi vida. Se quedó sentado

un largo rato mirándome, sin decir palabra.

Se lo notaba / Estaba triste y el solo hecho de mirarlo me puso triste. Se quedó

sentado un rato sin decir nada / sin hablar, con la ropa chorreándole. Debe de haber

estado caminando bajo la lluvia durante bastante tiempo. Se puso de pie/Abandonó la

sills

-Vení, vení conmigo –me indicó.

Me embargaba el asombro/No salía de mi asombro pero, a pesar de que se habia

convertido en un extraño para mí, no sentí miedo. Caminamos por una calle, hasta salir

del pueblo.

Por último, llegamos a un estanque. Nos quedamos de pie a la orilla. Habíamos

llegado en (absoluto) silencio. Todavía llovía mucho /.a cántaros / fuerte y se veían los

rayos seguidos de truenos. Mi padre habló y en la oscuridad y la lluvia, su voz sonaba

extraña. Era la primera vez desde que salimos de casa que me hablaba.

-Sacate la ropa –me ordenó. Aún lleno de asombro, comencé a desvestirme. Con

el resplandor de un rayo, pude ver que él ya estaba desnudo.


Y así, desnudos, nos metimos a la laguna. No dijo ni me explicó nada. Me tomó

de la mano, me condujo a la orilla y me jaló hacia el agua. Tal vez estaba tan

atemorizado, tan lleno de un sentimiento de extrañeza que no podía hablar. Antes de

aquella noche, aparentemente mi padre no me había prestado mucha atención.

“¿Y ahora con qué se va a salir?” me preguntaba una y otra vez. Era como si ese

hombre, mi padre al que yo no quería como padre, de pronto tuviera / ejerciera / hubiese

cobrado cierto poder sobre mí.

Tenía miedo y luego de repente, no sentí más miedo/se me fue el miedo. Era una

laguna bastante grande y yo no sabía ndadr muy bien, pero él había colocado mi mano

en su hombro. Aunque / Seguía sin pronunciar palabra, de inmediato se puso a nadar/dar

brazadas en la oscuridad.

Era un hombre de gran espalda/ con una espalda muy desarrollada y nadaba muy

bien/con fuerza. En la oscuridad podía sentir como se le movían los músculos. La lluvía

seguía cayendo a cántaros sobre nuestras cabezas/ sobre nosotros. El viento soplaba. Se

veían destellos de rayos, seguidos por el retumbar de los truenos.

Así nadamos. No voy a saber nunca durante cuánto tiempo. A mi me parecieron

horas. La lluvia nos daba en la cara. Cada tanto, mi padre se daba vuelta y nadaba de

espalda, y cuando se ponía de esa manera, me tomaba la mano con la suya, tan grande y

fuerte y la colocaba de nuevo sobre su hombro. De ese modo podía verle el rostro.

Cuando caía algún rayo, podía verlo con claridad.

Era igual que cuando, más temprano, había entrado a la cocina donde yo estaba

leyendo un libro. Era un rostro lleno de pena/tristeza. A mí, me embargaba un

sentimiento que no había experimentado nunca antes. Era un sentimiento de

cercanía/intimidad. Era algo extraño; era como si de pronto me hubiesen arrancado de


mí mismo, del mundo de un chico de escuela/un escolar, de ese sitio desde el que

juzgaba/criticaba a mi padre.

Se había convertido en sangre de mi sangre. Él, el gran nadador, y yo, el niño

que se le colgaba/de él en la oscuridad. Volvimos al pueblo y casa por el mismo camino.

Se había tornado en una casa extraña / desconocida para mí. Tenía un pequeño

porche de entrada, donde tantas noches mi padre se había sentado con otros hombres.

Había un árbol junto al arroyo y un galpón al fondo/atrás En la cocina había una luz

encendida y cuando entramos, chorreando agua, allí estaba mi madre. Nos sonrío y

recuerdo que nos llamó “chicos”.

-¿Qué estuvieron haciendo, chicos? –nos preguntó, pero mi padre no le

constestó. Del mismo modo que había comenzado la experiencia de esa noche conmigo,

en silencio, así la terminaba/concluía. Se dio vuelta, me miró y luego, con una dignidad

desconocida, se me ocurrió / pensé, abandonó la cocina.

Subió a su cuarto a cambiarse y yo subí la escalera para ir a mi cuarto. Me

desvestí en la oscuridad / sin encender la luz y me metí en la cama. Aún me hallaba bajo

la influencia del sentimiento de extrañeza que se había apoderado de mí en la oscuridad

de la laguna. No podía dormirme y no quería dormirme. Por primera vez me había dado

cuenta de que era el hijo de mi padre y de que sería un contador de cuentos/historia

como él. Allí, en la oscuridad de mi vama en el cuarto supe que nunca volvería a desear

tener otro padre.

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