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Unidad 2.

3 La revolución de los precios

MORINEAU. Increíbles gacetas y fabulosos metales. Los arribos de los tesoros americanos según las gacetas
holandesas (siglos XVII y XVIII)

VS. Esquema Hamilton: inflación de siglo XVI por llegada de metal americano (utiliza fuentes españolas).

Morineau: utiliza fuentes erróneas (contrabando español, metales no declarados), llegó más metálico durante siglo XVII y
no aumentaron los precios. La inflación es por no recuperación de cosechas aún desde crisis del XIV (suben los precios).

Palabras preliminares. Utilizando informes publicados en gacetas holandesas de siglos XVII y XVIII se trata de
reconstruir la flota de arribos de oro y plata americanos llegada a Europa. Otro objetivo: precisar cuál había sido la
coyuntura de la época, de lo cual se desprende el interés de comprender los fenómenos económicos puestos en juego por
la noria de los buques de un extremo al otro del Atlántico. Influencia del modelo de Hamilton: Lucien Febvre y Annales.
Simiand será el economista de Annales y contribuye a establecer valor de los trabajos de Hamilton. El sentido crítico
queda abolido. El momento es de correlaciones poderosas. Los metales preciosos americanos llegan en cantidades
crecientes en el siglo XVI, los precios suben en Europa; la flota se agota en el siglo XVII, los precios bajan; el impulso se
restablece en el siglo XVIII y simultáneamente vuelve a tomar impulso. Nadie profundiza el problema de la transmisión
de un movimiento que afecta un sector preciso de la economía (los metales americanos) a otro sector (los precios, y sobre
todo los precios cerealeros en toda Europa). Ni el de la legitimidad de transferir a una economía muy predominantemente
agrícola un mecanismo (los ciclos) reconocidos y convalidados en una economía predominantemente industrial y/o para
las actividades industriales precisamente. La monocausalidad, las fallas documentales, la presentación compacta de las
cifras por Hamilton no se sostiene en indicaciones detalladas de fuentes. El detenimiento, en 1660, de la información con
la afirmación asestada, sin prueba alguna, acerca de un debilitamiento perdurable de los tesoros. Pierre Chaunu
sistematiza esta ciclología. ¿Por qué no haber abierto la bodega de esos navíos y no haber reconstruido el tráfico real, el de
los comerciantes y ver en su detalle anual el regreso de metales? ¿Por qué contentarse con un análisis tan estrecho de las
condiciones de validez de la documentación? Soñamos para la historia económica moderna una apertura múltiple y una
exploración, en armonía con las otras ciencias de la vida, según un triple acceso analítico, experimental e integrador. Es
decir, sin a priori. Tampoco negamos que los tesoros extraídos de América hayan tenido un efecto sobre la vida
económica de Europa, de lo que se trata es de mensurar el impacto real. Hay que resolver el problema de la difusión y las
etapas ulteriores de la circulación monetaria. Hacemos privar la observación por sobre la teoría. El propósito inicial era
extraer parte de una documentación original (las gacetas holandesas) intentar establecer mejores parámetros de la
coyuntura y ubicar el objeto de estudio: Amsterdam y Provincias Unidas.

Artículo liminar. Se retoman las series de precios para Países Bajos elaboradas por el profesor Posthumus elaborada en
los ’50. Para tres ciudades: Utrecht, Leyden y Amsterdam (material comparable al que había utilizado Hamilton para
España). Las series van del siglo XV al XVIII. El movimiento de precios de las instituciones tomadas siguen los declives
y tendencias de los precios de lista. El nivel de los precios de las instituciones se mantenía por debajo de los niveles de
precios de la Bolsa. Posthumus identifica 4 ciclos de precios

1. 1450-1550. Estancamiento
2. 1550-1660. Alza brusca de precios (inflación)
3. 1660-1820. Alza moderada, declinación
4. 1820-1914. Alza vigorosa

En 1. y 2. la evolución de los Países Bajos del Norte se empalma con la de los Países Bajos del Sur y de Alemania,
integrándose en el concierto europeo. El análisis representa una interpretación de los datos brutos de la curva y nop su
explotación inmediata. Por un lado, deriva de las investigaciones personales de Posthumus: la elección de 1550 como
fecha para marcar el inicio de la segunda fase, de alza. Por otro, el consentimiento razonado a una tradición: que
interviene para legitimar el bloqueo de los años 1660-1820 en la grisalla de la declinación que sucede al siglo del Oro. La
reflexión sobre la periodización propuesta por Posthumus debe tener en cuenta dos elementos: la curva de precios, y el
esquema interpretativo.

La curva de precios a veces ofrece base precaria para la interpretación. ¿Puede decirse que la curva de precios es el
reflejo, a muy largo plazo, la expresión de “tendencias” de la economía? La significación no es automática ni unívoca.

La delimitación de la tercera fase tropieza con obstáculos de otro género. La curva de los precios holandeses entre 1660 y
1820 no ofrece un perfil particularmente original, que contraste con el de los otros países. La periodización adoptada por
Posthumus no se justifica intrínsecamente según la curva, ésta reposa únicamente sobre la perspectiva dada por los
historiadores holandeses a la época considerada y sobre todo al siglo XVIII perspectiva de retraso. Ahora, la idea de una
declinación generalizada en la economía de las Provincias Unidas en el siglo XVIII ha sufrido recientemente, duros
ataques. De Vries ha demostrado que las bases de la fortuna holandesa permanecieron sólidas, gracias a las operaciones
financieras exteriores, a la reconversión industrial y al desarrollo de la agricultura. Los intercambios con Francia hemos
constatado que aumentan sensiblemente en cantidades y valores al menos hasta 1775-1780. En conjunto, las Provincias
Unidas habían seguido el movimiento general de los negocios del siglo XVIII. La interpretación tradicional ha
transformado dificultades momentáneas en depresión permanente, sin interesarse en restablecimientos intermedios o
ulteriores. El argumento de la declinación desaparece, la necesidad de una periodización particular a los Países Bajos del
Norte cae. A partir de 1730 deja de desentonar y adhiere a la perspectiva del siglo XVIII, la baja precedente no se ajuste
con lo que sabemos de la economía holandesa de 1660 a 1780 y también más allá. Es igualmente en función del esquema
interpretativo que se retendrá o se rechazará la fecha de 1550 para el comiendo de la fase 2. La curva de los precios no
impone aquí la necesidad. El alza es perceptible en el Hospital Saintr Catherine de Leyden desde del comienzo del siglo
XVI. Posthumus pone de relieve no el alza propiamente dicha, sino su aceleración. Pero se podría discutir la intensidad de
esta aceleración también, ya que los precios se triplican de 1554 a 1599 pero se habían duplicado anteriormente. También
su significación, ya que desaparece cuando se sustituyen los precios nominales en los equivalente en plata. Y por último
su duración. Los matices que separan la evolución del Norte y del Sur, en cuanto a la curva de precios, no comportan
indicación suficiente para distinguir sus evoluciones económicas respectivas. El alza ha sido más fuerte en el Sur que en el
Norte. Si se intentase distinguir cuáles son las influencias que explican este comportamiento, será necesario descartar
ciertas causas calificadas habitualmente de determinantes. Ni la despoblación del Sur, ni los golpes sufridos por su
economía, ni el desarrollo de la industria, del comercio y del número de habitantes en el Norte, nivelan el desfasaje. Es
necesario, pues, hacer un recuento más extenso de factores más locales, más inmediatos. Quizás la presencia del ejército
español y el paso de la guerra sobre Amberes; ciertamente la proximidad a Leyden de un mercado regular de granos
(Amsterdam). La evolución secular de la economía tanto en el Norte como en el Sur es poco legible en la curva de
precios.

No se trata solamente del esquema interpretativo adoptado por Posthumus. Este esquema parece ya traicionar la realidad,
ya ser traicionado por la curva de precios. Es la significación de la curva en sí misma la que no resulta evidente. La
interpretación clásica que asocia alza y expansión económica, baja y contracción, obliga contantemente a elegir para
encontrar verificación a muy largo plazo: elección de una serie (los precios de un producto) elección de un criterio de
intensidad (la aceleración con preferencia a la simple alza, retenida para el siglo XVI y desechada para el XVIII) la
elección de una forma (precios nominales de Leyden y no de Utrechtm o precios en plata). Estas elecciones no terminan
por hacer más seguras las correlaciones. Se impone la discusión sobre el motor del movimiento de precios en Holanda. La
escuela clásica deriva principalmente de la observación de los precios del siglo XIX. Vinculan las crisis a los ciclos de
precios. Se desprendió una concordancia entre los ciclos de precios, cuya periodicidad fue decenal, la fase de alza que
precede a la crisis fue clasificada de fase de prosperidad o de expansión, la fase baja fue de depresión o de contracción. Se
ha tomado el hábito de definir un siglo según el trend se sus precios. El siglo XVI, el XVIII son considerados como
períodos de expansión. El siglo XVII y el XV como períodos de estrechez. Es una transposición frágil. Se apoya en un
consenso sobre el esquema general de evolución económica de Europa. Lo que a menudo provocaba distorsiones: el
ascenso de las Provincias Unidas se habría cumplido en un mundo en pleno retroceso.
Buenos o excelentes, malos o muy mediocres, los años se encadenan lo unos a los otros según asociaciones originales que
determinan oscilaciones características de la curva de precios. En las frágiles condiciones de la agricultura antigua, en una
época en que los rendimientos por simiente o por unidad de tierras eran extremadamente bajos, el menor déficit
engendraba una tensión sobre los precios, y la abundancia una baja o un detenimiento del alza. El ciclo no es a menudo
más que un arco irregular, sin ser la recaída tan fuerte como el lanzamiento. Bastará para esto que el alza de los años
malos haya sido particularmente acentuada o permanente o incluso que el número de años buenos sucedáneos a los malos
hayan sido insuficientes para que los precios retornen a su nivel de origen, antes del nacimiento de un nuevo ciclo.
Entonces el movimiento secular se eleva. Este fue el caso del siglo XVI y del XVIII. Esto no significa que la producción
media normal haya bajado, pero sí que esta medida ha sido alcanzada un número de veces normalmente bajo, y que la
distribución de los malos años ha creado las condiciones de un desnivelamiento de precios. El alza de precios corresponde
pues a un proceso natural que, en los límites de nuestra observación, ha sido conmovido al menos en dos oportunidades en
toda Europa (siglos XVI y XVIII) quizás tres si se pudiese seguir la evolución del siglo XV.

Las fluctuaciones de las cosechas constituyen la ratio última del movimiento de precios para todos los siglos anteriores al
siglo XIX. Ninguna otra explicación tiene carácter tan general y se presta tan fácilmente a la demostración de la
transferencia del impulso a los precios. En cuanto a la correlación con la actividad general, ésta es por sí indiferente y
susceptible de “signos” opuestos según la estructura del país. La escasez aprovecha a Amsterdam (como a Marsella y a
Livorno), desarrolla en los dos sentidos, los intercambios con el Báltico, etc. También ella agota la plata de España y de
Portugal. Una baja en los precios de los cereales no excluye una actividad industrial acrecentada. Generalmente se tiende a
buscar grandes correlaciones entre los precios y un fenómeno más profundo o más prestigioso: crecimiento demográfico,
llegada de metales preciosos. Pero la correlación positiva de base entre el alza y la expansión no se ha probado jamás
antes del siglo XIX. Las correlaciones secundarias establecidas enseguida pecan por su falta de universalidad y por la
dificultad de sus mecanismos. Se debe explicar por qué cuando el oro y la plata siguen arribando en grandes masas, no
desencadena, en una economía saciada de pan, la gran alza dinámica que prometían. Examinemos las causas clácias de los
movimientos de precios:

1. Aumento de la población
2. Declinación en la agricultura
3. Guerra (o temor a ella)
4. Disminución de la liquidez
5. Política monetaria (autoridades)
6. Saldo en balanza de cuentas
7. Incremento de stock metálico

Es una causa bien general la que se debe investigar en el movimiento de precios, cuando este presenta grosso modo los
mismos aspectos sincrónicos en la mayoría de los países. La explicación demográfica adelantada por Hammarström. Para
la Suecia del siglo XVI, no parece que se pueda mantener, ya que el alza prosigue en Brabante y en el Delfinado, entre
otros ejemplos, a pesar de una baja de la población, Todo incremento demográfico exige ser confirmado, y no entraña
necesariamente una tensión sobre las producciones. La hipótesis cuantitativista fue asumida por Posthumus, para quien la
subida de precios de 1550-1660 acompañó el desarrollo económico de las Provincias Unidas, y pensaba en la llegada de
los tesoros americanos en la progresión establecida por Hamilton y corroborada por los trabajos de Chaunu sobre el
comercio sevillano. Nosotros debemos dirigirnos a la curva de precios-plata para juzgar la influencia de los metales
preciosos en los Países Bajos. El alza existe todavía claramente en el siglo XVI, pero menos intensa que la de los precios
nominales, porque la unidad de cuenta había decaído. La ligazón entre el fenómeno de alza de los precios de plata y el
incremento del stock de metales parece, pues, incontestable en la escala del siglo entero. Pero la ligazón es menor en el
detalle. El alza de los precios de plata se manifiesta muy pronto, desde fin del siglo XV, un poco demasiado rápido para
que los arribos bastante modestos de América hayan podido producir sus propios efectos bajo el cielo holandés. Por otra
parte, a causa de la firmeza del florín en la primera mitad del siglo XVI (disminución del 5% solamente) la aceleración
elegida por el profesor Posthumus como criterio del comienzo del ascenso según los precios nominales queda eliminada.
Los precios holandeses, expresados en plata, se habían casi duplicado desde 1550. A pesar de los ajustes que podrían
haber sufrido a causa de la crisis cerealeras a mediados del siglo y de las fuertes aceleraciones pasajeras, los precios no se
duplicaron otra vez hasta 1600.c El paralelismo con los precios españoles y la llegada de metales preciosos se torna más
incierto. La divergencia sería inversa en la primera mitad del siglo XVII, a causa de la depreciación de las monedas
españolas. Existe una relación pero imprecisa. No es de causa-efecto en lo que concierne al alza propiamente dicha, ya
que ha habido igualmente alzas de precios plata en el siglo XV, aparte de toda atribución posible del origen del metal. El
motor del alza común al Siglo XV y al XVI es la influencia de las “series” de cosechas. La moneda responde a esto. En el
siglo XV la debilidad del stock monetario favorece las devaluaciones y la proliferación de piezas monetarias de mala
calidad (que se eliminarán con los años). En el siglo XVI, la llegada de metales “sostiene” la moneda, provocando la
devaluación, no tanto de la moneda como del metal. Los metales preciosos son responsables, entonces del alza de los
precios-plata pero no del alza propiamente dicha. Por otra parte, no ha de exagerarse el “sostén” aportado por la moneda
ni el alza de los precios-plata. Fuera de los Países bajos, la importancia de estas devaluaciones subrepticias es
considerable. Episódicamente la propia península ibérica estaba amenazada por esta inflación de mala moneda (la moneda
de Vellón, en Castilla, acuñada en 1497 con un título aceptable, perdió continuamente su peso y su metal fino adquiriendo
un valor monetario doble. En Inglaterra y en Rusia, las devaluaciones se producen en la primera mitad del Siglo. La
limitación del papel desempeñado por los metales preciosos de justifica finalmente por una última consideración. Se
producen aumentos en el stock metálico sin alza. Las Provincias Unidas han recibido oro brasileño entre 1690 y 1749. La
proporción favorable a las monedas de oro en Holanda eran mayor que en el siglo XVII. El arribo de metales brasileños,
fenómeno de cuya influencia habría debido ser general en Europa en la primera mitad del siglo XVIII época de su apogeo,
corresponde a un período de precios deprimidos o de alza débil. También es notable la correlación negativa de la segunda
mitad del siglo XVII. Se sabe que los acontecimientos no permitieron a Hamilton elevar los arribos de metal americano
después de 1660. Su convicción, sin embargo, adoptada por la mayor parte de los historiadores, era que el nivel
permanecía aquí muy bajo. Es posible, en efecto, encontrar independientemente de una investigación en los Archivos
españoles que muy bien podría realizar algún día, indicaciones válidas sobre los regresos de las flotas españolas después
de 1660. Estas informaciones se encuentran en los reportes consulares, del mismo modo en las noticias publicadas por las
gacetas de la época. Podemos adelantar que los valores de los arribos para el período 1661-1700 no fueron inferiores
valores que indican que estamos lejos del agotamiento de metálico de América y de España ya que son batidos los records
del siglo XVI. Recuperación neta después de la depresión de los años 1640-1660, aún cuando ésta ha sido menos acusada
de lo que las cifras de Hamilton permiten suponer. Ahora bien, la tendencia de los precios ha permanecido baja, negando
una relación causa-efecto entre el arribo de metales preciosos y los precios.

Constatamos la dificultad de hacer coincidir un esquema interpretativo basado en la historia económica de las Provincias
Unidas, tomada en cierto estado, con las indicaciones de la curva de precios. Por su parte, la teoría basada sobre la
observación de un siglo determinado (XIX) y de una estructura económica dada, se prestaba mal a la transposición de
otros tiempos y de otras estructuras. El carácter dominante de la coyuntura cerealera, su papel en el movimiento de precios
aparecen con toda su fuerza. Las explicaciones anexas han perdido su peso porque no eran bastante generales. La
influencia de los metales preciosos ha sido reducida a la de sostén de la moneda. Los documentos producidos para la
segunda mitad del siglo XVII y la primera mitad del XVIII han confirmado la incapacidad de los tesoros de relanzar los
precios. Las buenas cosechas eran más fuertes.

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