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Reseña Hugo Del Campo, Irene Iturri
Reseña Hugo Del Campo, Irene Iturri
-Analice a partir del pronunciamiento que se detalla abajo, ¿cómo fue la relación que
mantuvo Perón con el sindicalismo desde sus inicios en el DNT hasta su llegada a la
presidencia considerando los cambios, si es que los hubiera, y cuáles fueron las
estrategias de las distintas vertientes sindicales en esta coyuntura?
“La nuestra hasta ahora había sido una dictadura del capital –hay que reconocerlo– y
nosotros queremos dar a esa estructura una nueva forma, creando una verdadera
democracia en el medio, donde ni el capital ni el proletariado actúen sobre las decisiones
del gobierno. Esta democracia consistiría, en nuestro concepto, como concepción integral,
que el Estado, el poder absoluto del poder político, sea el que gobierne sin presiones y sin
interferencias (…) El gobierno lo ejerce el Estado por su poder político y nadie le sale al
cruce para decir cómo se debe gobernar”.
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políticas con ambigüedad. El nuevo panorama mostraba que se hacían cumplir las legislaciones
laborales, reconociéndose los delegados de fábrica y obteniendo garantías sobre su trabajo. Frente a
esto ciertos gremios, como los ferroviarios, adhirieron con rapidez a Perón y su gestión, mientras que
otros de raigambre comunista y socialista comenzaron a identificar al líder como un dictador fascista,
entendiendo que todas las nuevas conquistas de los trabajadores eran meramente artilugios para atraer
su apoyo y después utilizarlos como base legitimadora de su actividad política. Entendían que al
hablar de prescindencia política como algo fundamental en la organización sindical, Perón
evidenciaba una concepción instrumental de los trabajadores, usándolos para su provecho propio.
Ahora, si bien estas discusiones sobre actitudes políticas y formas de organización fue permanente en
los círculos obreros, lo real y evidente era que los reclamos de los trabajadores encontraban nuevo eco
y respuesta en las políticas oficiales. La elocuencia de las mejoras parecía difícil de negar: el obrero
entendía realidades.
Pero mientras muchos gremios satisfacían sus demandas, otros dirigentes eran perseguidos y
encarcelados, no prosperando sus reclamos en la STP. La discriminación se centraba en los
comunistas y socialistas principalmente, que se resistían a colaborar con la Secretaría y cuyo tono de
denuncia a Perón era cada vez mayor, acusándolo que trabaja solo para conseguir “la adhesión del
movimiento obrero a su propia persona”.
Además de estas resistencias y discusiones en el seno de la clase obrera, crecía también la oposición
de los sectores capitalistas que coaligados con el departamento de Estado yanqui inundaban en críticas
acerca del perfil fascista del director de la secretaría, remarcado que no se había declarado la guerra al
Eje.
La estrategia de Perón entonces, para con la clase obrera fue el apoyo en sus reclamos, a la vez que las
ungía de la necesidad de organización. A su vez, esta ayuda era selectiva, lo que suscitó grandes
discusiones y divergencias en los sectores obreros sobre las estrategias que debían tomarse frente a la
novedosa oferta estatal. A algunas organizaciones se les daba reconocimiento oficial, mientras que no
a otras, creándose sindicatos paralelos que eran beneficiados y sindicatos nuevos. A través de la STP
se ganó la confianza de vastos sectores obreros, quedándose sin el apoyo de los sectores capitalistas,
que veían amenazados sus privilegios y el orden social que legitimaban. Esta confianza con los
sectores obreros a través de los sindicatos fue clave para su llegada a la presidencia y para los sucesos
del 17 y del 18 de Octubre.
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recibiendo cantidad de dirigentes sindicales, cumpliendo con sus reclamos y otorgándoles beneficios
concretos a los trabajadores. El decreto que fijaba los precios máximos para los artículos de primera
necesidad es el primero de una serie de beneficios sociales que el gobierno militar otorgaría a los
trabajadores. De la misma forma, la primera gran prueba para el organismo fue la catástrofe en San
Juan, terremoto que prácticamente destruyó la ciudad en 1944. La STP se había convertido en un
factor de organización y apoyo para la clase obrera.
Del Campo argumenta que la estrategia original de Perón de hacer entender a los sectores del capital y
del trabajo no había funcionado, dado que solamente la clase obrera se volcó a apoyarlo. Esto
implicaba la progresiva redefinición discursiva de una alteridad política, es decir, la identificación de
un enemigo, en consonancia con el sector social que le brindaba su apoyo.
La elocuencia de los hechos producidos a través de la STP hizo que las circunstancias cambiaran: la
influencia peronista en el campo sindical había neutralizado ya la acción de las “ideologías extrañas”,
fortaleciendo la oposición de los sectores capitalistas. La redefinición de Perón apuntó a estos grupos,
puntualizando su egoísmo injustificado y sus intereses mezquinos, implicados como valores propios
de la “oligarquía”. Se comenzaba a configurar dos polos antagónicos en el escenario económico,
político y social que establecía la forma de la disputa por el poder: los trabajadores identificados con
la conducción de Perón por un lado, enfrentados a la coalición de partidos políticos, patrones,
profesionales y universitarios que contaban con el apoyo de los yanquis.
De esta forma es como la relación de la STP con las masas cambia, dado que ya no se apela solamente
a su adhesión y agradecimiento, sino que frente a la nueva correlación de fuerzas se hacían inminentes
las necesidades de organización y movilización.
El papel de Perón y de la STP había adquirido nuevas definiciones, dejando de lado el arbitraje de los
conflictos laborales, comenzando a ponerse claramente del lado de los obreros: “nosotros dividimos el
país en dos categorías: una, la de los hombres que trabajan, y la otra, la que vive de los hombres que
trabajan. Ante esa situación, nos hemos colocado abiertamente del lado de los hombres que trabajan”.
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las masas obreras se volcaron a las calles e impusieron de hecho la huelga general sin esperar la fecha
fijada por la CGT, implicó la liberación de Perón y el mantenimiento de las conquistas sociales, pero
también un vuelco decisivo en la situación política. Del Campo resalta que por primera vez en la
historia de nuestro país una movilización de clase determinaba una nueva etapa política, pero también
una nueva y desconocida situación en la historia del movimiento obrero, que adquiría peso político y
una identidad de clase y conciencia de su poder. Desde la prescindencia política de los primeros años
había operado una transformación sustancial, que convirtió al movimiento obrero en un actor político
indiscutido, que buscaba reafirmar sus conquistas sociales, políticas y culturales.
El hostigamiento yanqui seguía haciéndose sentir, calificando a Perón como “la influencia nazifascista
en la Argentina” y al gobierno como “no representativo de los sentimientos del Pueblo”.Eestas
declaraciones se sustentan en la caracterización liberal de ese entonces sobre la ciudadanía, en la que
los trabajadores no son considerados sujetos políticos aptos para tomar decisiones, destacándose la
irracionalidad de su comportamiento y por lo tanto su facilidad de caer en engaños de líderes nazis.
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contabilizándose entre las principales dificultades la desigualdad económica, el latifundio, la
especulación capitalista, la falta de organización política de la clase obrera, el fraude electoral y la
represión del movimiento sindical. A todo esto se sumaba el flagrante falseamiento de la libertad y la
democracia. Contrariamente a lo que se piensa comúnmente, la dirigencia sindical que acompaño a
Perón en las elecciones no era una “clase obrera nueva” sin ninguna relación con la constituida
anteriormente. Luis Gay, presidente del Partido Laborista, explica que “quienes integraban el comité
directivo central eran hombres que tenían veinte o veinticinco años de actuación en el movimiento
obrero…”. Entre estos confluían viejas tendencia tradicionales en el mundo del trabajo, no solamente
sindicalistas, sino también comunistas, trotskistas, socialistas, forjistas, etc.
La oposición nucleaba a los partidos políticos tradicionales en la Unión Democrática, coincidiendo
además los sectores sindicales antiperonistas con las entidades patronales, la prensa, la reacción
capitalista, la SRA, los sectores universitarios en el perfil nazi fascista del nuevo movimiento, noción
avalada por los Estados Unidos a través de su embajador Spruille Braden. La campaña de 1946 dejaba
de lado las formas institucionales, develando el contenido clasista de las instituciones mismas y
expresando la lucha entre trabajadores y la reacción oligárquica en la contienda electoral.