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¡Beba Genoveva y Chupe Guadalupe!

Por: Alejandra Lissa Diaz Granados

“Nunca me imaginé que terminaría convirtiéndome en una persona enferma”

El pueblo Ataco ubicado al sur del departamento del Tolima era el hogar de
Belisario, un niño de tan solo 8 años de edad quien poseía una contextura
delgada, cabello castaño, nariz respingada y ojos azules. Su apariencia física era
como la de cualquier otro niño de su edad, a diferencia que sufría de una timidez
extrema la cual le impedía relacionarse adecuadamente con otras personas. “uno
de mis temores era ir a la escuela, eso iba obligado y llorando porque no
sabía cómo relacionarme con los otros niños, solo iba porque me gustaba
cantar y los demás decían que era muy talentoso, pero yo era muy penoso”.

Un día el padre de Belisario decidió llevarlo a la emisora la voz del Tolima para dar
a conocer su talento, pero la timidez era un obstáculo bastante grande, es por eso
que antes de entrar a la emisora su papá lo llevaba a una cafetería que quedaba
cerca y destapaba una botella de aguardiente tapa roja. “Mi papá me daba unos
traguitos para quitarme la timidez y así poder cantar”. Esa fue la primera vez
que Belisario probó el alcohol, siendo tan solo un niño el sabor del licor no parecía
desagradarle ya que al acabarse la copita le suplicaba a su papá por más. Las
idas a la emisora eran cada vez más frecuentes, Belisario sabía que la única
forma de poder cantar era tomándose unos tragos antes de entrar a la emisora.

Con 11 hermanos mayores, 7 tíos y numerosos primos, las reuniones familiares


eran muy seguidas.” Yo me ponía bastante ansioso con esas fiestas
familiares porque sabía que siempre había trago”. No había celebridad familiar
en la que Belisario no ingiriera alcohol y como era costumbre ver a su padre y
otros familiares borrachos para él dicho comportamiento no era inapropiado. “En
plena reunión mi papá me sentaba al frente de mis tíos, me servía una copita
de trago y yo con ese gusto me la tomaba, mi papá decía ¡miren a ese hijo
mío como bebe!, ¡ese es todo un varón!.
A los 14 años de edad para Belisario el canto había quedado en el olvido ya que la
bebida y encuentros sexuales con prostitutas se habían convertido en su actividad
favorita. Los fines de semana se iba con sus hermanos a la cantina a jugar tejo y
beberse cuanto trago se le atravesara, no había ningún sentido de mesura y la
meta era beber hasta la inconsciencia. “Me di cuenta de que cuando tomaba la
timidez se me quitaba, ahí fue donde empecé a tener novias, pero solo podía
estar con ellas cuando estaba hincho, pero esas al poquito tiempo me
dejaban porque tomaba mucho y les fastidiaba”.

Belisario tenia habilidades para las manualidades es por eso que empezó a
trabajar fabricando muebles de mimbre. El dinero que ganaba por su trabajo era
suficiente para aportar en los gastos de la casa y suplir su más grande necesidad,
el consumo de licor. Con el paso de su adolescencia las “cantaletas” de su madre
eran cada vez mayores por verlo llegar en el peor estado de alicoramiento a la
casa, le causaban tristeza, vergüenza y preocupación ya que esa forma de beber
traería problemas a la vida de su hijo.

“Cada vez tenía menos control con el trago, pero yo no le veía problema”. A
la edad de 22 años Belisario conoció al amor de su vida, quien hoy en día sigue
siendo su esposa y la madre de sus hijas. Carmen era una joven de tan solo 15
años, ella sabía de los malos hábitos de Belisario pero no le importaba porque
estaba muy enamorada de él y pensaba que el algún día controlaría la bebida. Al
cabo de un año de relación quedo embarazada. “Eso para mí fue como un
baldado de agua fría, mi mama si me lo había dicho ya hace un tiempo que a
mí me faltaba una mujer para coger juicio y mire que al poquito tiempo me
pasó eso”.

Belisario se mudó con Carmen a la casa de uno de sus hermanos, donde les fue
alquilado un cuarto a la joven pareja. “Yo fui un borracho responsable, nunca
le falto nada a mi mujer y a mi hija”. Después que su hija nació, las borracheras,
peleas he infidelidades eran más constantes en la vida de Belisario. Agredir a su
esposa física y verbalmente se convirtió en otro de sus oscuros hábitos. “yo me
emberracaba cuando mi mujer se me enfrentaba y yo como veía que mi papá
le daba trompadas a mi mamá cuando estaba borracho yo también lo hacía,
eso era lo normal para mí”.

A los 30 años de edad, Belisario recibió una oferta de trabajo en la ciudad de


Barranquilla y pensó que esta podría ser una nueva oportunidad para comenzar
de cero y dejar atrás sus malos hábitos que poco a poco iban destruyendo no solo
a él sino a su familia. Al poco tiempo de llegar a la ciudad las cosas no fueron
como Belisario lo había planeado. “Los borrachos tenemos una maldición, a
donde vamos las malas amistades y el trago nos encuentran”. En su nuevo
trabajo la paga era mucho mayor que la de su anterior empleo, es por eso que su
adicción al alcohol se volvió más intensa. El consumo ya no era únicamente
durante los fines de semana, los lunes y martes pasaron a formar parte de la
maratónica rutina de bebida.

“Mis amigos y compañeros del trabajo empezaron a criticar cada vez más mi
manera de tomar, pero yo los mandaba a la porra a todos y decía que yo
bebía lo normal y podía manejar el trago”. Las lagunas mentales fueron la
primera alerta para Belisario que el alcohol se estaba convirtiendo en un problema.
Se presentaron numerosos episodios de peleas en cantinas las cuales le dejaron
diversas cicatrices en su rostro y cuerpo .En varias ocasiones persiguió a su mujer
con un cuchillo por toda la casa y le causo severas cortadas en distintas partes de
su cuerpo y encuentros sexuales con prostitutas eran cada vez más frecuentes.
“La peor de esas borracheras que yo me acuerde fue llegar a la casa y
reventar a mi mujer a trompadas porque me dijo que yo era un borracho que
ya estaba enfermo, a mí eso me daba rabia cuando me criticaban mi forma
de tomar, por eso le di tan duro a mi mujer que la deje inconsciente en el
piso del cuarto. Al otro día me despertó el llanto de mi niña, eso estaba la
sala vuelta nada, lleno de botellas y una película porno en el televisor, me
desperté todavía borracho y sin saber bien que había pasado anoche”.

Belisario había tocado fondo, se encontraba en la peor etapa del alcoholismo


aunque él no lo reconociera, el control sobre el alcohol se había perdido por
completo. En ciertos momentos de lucidez que eran cuando estaba enguayabado,
Belisario realizaba promesas para dejar de consumir alcohol, pero en el fondo
sabía que no podría lograrlo. “Esas promesas me duraban 5 días, apenas
llegaba el viernes se me olvidaban”.

Dos años después de vivir en Barranquilla uno de los hermanos de Belisario se


trasladó a la ciudad, Alfredo también compartía el mismo vicio de alcohol que
Belisario, a diferencia que él utilizaba “ayuditas” (cocaína) para quitarse rápido la
borrachera. “Ese hermano mío si andaba con gente peligrosa, me quería
meter en negocios torcidos pero nunca me dejé porque yo le decía que era
un borracho responsable”.

A las 8:00 de la mañana de un martes Belisario tenía cita en el bienestar familiar


para una consulta sobre terapia de parejas, pero para variar por motivos de un
fuerte guayabo le pidió a su hermano Alfredo que lo reemplazara, este acepto y se
dirigió al lugar. Allí mientras esperaba su turno inicio una conversación con un
hombre que estaba sentado a su lado y le conto de su historia, aquel hombre le
dijo que usted sufre de alcoholismo, Alfredo sorprendido intento negarlo al
principio ya que él al igual que su hermano decía que tomaba lo normal y solo los
fines de semana y de vez en cuando lunes o martes, pero luego de 12 preguntas
que le hizo el misterioso hombre, si respondía si a más de 4 de ellas indicarían
que él sufría una dependencia al licor. De las 12 preguntas 8 fueron respuestas
con el sí, Alfredo quedo sin palabras. El hombre se estiro al mostrador que estaba
junto a él y le paso un folleto a Alfredo, la portada eran dos letras AA azules
grandes y el hombre procedió a explicarle a Alfredo sobre este centro de ayuda
que no le cobraban un centavo por asistir, Alfredo no dudo ni un segundo en
regresar a casa para mostrárselo a su hermano.

“Ese día le confesé a mi hermano que ya estaba aburrido con mi vida, que
me quería suicidar, ya no aguantaba más las cosas que hacia borracho, y
esos arrepentimientos al otro día después de tomar me deprimían mucho”

Alfredo fue el primero en ingresar a AA, después de un mes de estar sobrio,


Belisario tomó la decisión de ingresar al grupo de apoyo. “Ese fue el primer paso
para comenzar a vivir”. Lo más fácil de ingresar a AA para Belisario fue dejar de
tomar, lo complicado del asunto era mantenerse sobrio porque después de haber
consumido alcohol de una manera desmesurada durante 24 años el organismo de
Belisario estaba acostumbrado a los efectos que producía el desgarrador vicio.
“Los primeros años fueron bien difíciles porque me volví una persona
obsesiva, mi cuerpo estaba acostumbrado a los extremos”.

Así es como Belisario empezó a experimentar una realidad completamente


diferente para él, había un vacío el cual no sabía cómo llenar, sus emociones
estaban descontroladas en todo momento, lujuria, celos y la ira controlaban su
vida. “Es como si el trago me hubiese tenido en una nube todos estos años”.
Belisario frecuentaba cada vez más seguido AA ya que comprendió que no era
una organización únicamente enfocada para que las personas alcohólicas dejaran
de beber, sino para que aprendieran a llevar una vida mejor sin el alcohol. “Con el
paso del tiempo aprendí a lidiar con mi enfermedad”. El alcohol mantenía a
Belisario en un mundo de fantasías, donde la timidez no existía y le permitía ser lo
que siempre quiso aparentar, un hombre seguro de sí mismo. “Yo le doy gracias
a la vida por haberme dado otra oportunidad, porque tras de haber
maltratado tanto a mi esposa y a mi hija ellas siguieron a mi lado”.

18 años es el tiempo que lleva Belisario asistiendo a la comunidad AA, no le


queda duda de que el infierno si existe y él ha sido de los pocos que ha tenido la
oportunidad de ir a sus profundidades y regresar de ellas. “El trago es un
demonio, yo vivo con la tentación todos los días, no es fácil pero lo intento”.

Crisis de ansiedad, depresiones y disfunción hepática (fallas en el hígado) son las


consecuencias de 24 años de bebida descontrolada que afectan la vida diaria de
Belisario. Actualmente vive con su familia en la ciudad de Santa Marta, tiene un
pequeño negocio de muebles de mimbre y dirige uno de los grupos de AA, donde
ayuda a otras personas que hace varios años atrás eran como un reflejo de su
oscura juventud la cual parece que hubiese ocurrido en una vida pasada.
Así como Belisario existen miles de personas las cuales sufren de alcoholismo y
viven en un estado constante de negación ya que desconocen o no aceptan
padecer de esta enfermedad. El concepto que se cree de una persona alcohólica
es que bebe todos los días lo cual está errado. Según la Organización Mundial de
la Salud, “determinan el alcoholismo como una enfermedad y lo precisa como
"...toda forma de embriaguez que excede el consumo alimenticio tradicional y
corriente o que (...) sobrepasa los linderos de costumbres sociales..." Enfermedad
que afecta no sólo al adicto sino también la vida de todo aquel que se encuentre a
su alrededor”.

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