Está en la página 1de 6

Culturas escolares ll: Control n°2

1- El texto “CHICOS DE BANDA” en su capítulo 4 “las instituciones en la pendiente” propone


algunas categorías para analizar la relación de la identidad cultura juvenil, la familia y la
escuela considerando estas, elije un personaje de la serie “EL REEMPLAZANTE” y analiza
considerando las categorías estudiadas.

R: El capítulo 4 “Las instituciones en la pendiente” del texto Chicos en Banda esta subdivido en
dos ejes principales donde se profundiza sobre -Las figuras de autoridad familiar- y -La escuela
entre la destitución y la invención-. En este sentido, el personaje de la serie “El reemplazante” que
analizaré corresponde a Maicol, donde abordaré las categorías propuestas en cada una de las
subdivisiones del capítulo 4 (Desubjetivación-Resistencia-Invencion), es decir, analizare el
personaje de acuerdo a la correspondencia en que se puede clasificar su entorno familiar, y su
relación con la escuela, y como ambas aportan en la construcción de la identidad juvenil de
Maicol.
El reemplazante es una serie pensada en la sociedad chilena, su cultura escolar juvenil, y que
representa la realidad de los sectores más populares del país. Muestra desde lo más íntimo de los
jóvenes populares, e incluso, va atreviéndose a ir más allá del contexto escolar.
Maicol no es la excepción, la serie muestra un joven que habita un entorno familiar que rompe
con el modelo de una estructura familiar tradicional que mantiene un referente estable que
transmite a sus hijos una escala de significaciones que aporten a la autonomía integral del
niñx/joven. Con esto quiero decir, según mi análisis, que a lo largo de las 2 temporadas de la serie,
Maicol habita 2 de las 3 modalidades subjetivas de habitar la familia y las figuras de autoridad en
éstas.
En una primera instancia, la “Desubjetivación” responde a la realidad que se muestra sobre
Maicol, ya que es un joven que compone un núcleo familiar algo “disfuncional” cuando el
referente familiar moralmente aceptado en la sociedad es burgués.
En el transcurso de la primera temporada su entorno familiar se compone por su madre que bebe
alcohol todos los días, y una hermana menor, que observa todas estas situaciones de violencia y
vulnerabilidad que transcurren a lo largo de la serie. Viven en un hogar precario, donde además la
figura materna se ve disuelta, ya que existe ausencia en su rol protector, el cuidado único y
tradicional que se atribuye a las madres, en este caso, se ve disuelto por su condición de
alcoholismo y precariedad; en este sentido, se entiende la cultura juvenil en la que se ve inmerso
el personaje de Maicol, ya que se ve anulado aquel proceso de crear la posibilidad y condiciones
de subjetivación en la figura familiar, tampoco de crear un sistema de significados que permitan a
Maicol discernir de aquello que es bueno, malo, peligroso, etc.
Durante la segunda temporada se transita por dos categorías, en un principio de reproduce la
desubjetivación , ya que pese a que se integra como autoridad familiar un padrastro, no logra
revertir la situación de vulnerabilidad en Maicol y su hermana, muy por el contrario, este suma
con un factor de riesgo que Maicol percibe, tras sospechar abusos ejecutados por el padrastro
hacia su hermana menor; la madre pasa la mayor parte del tiempo trabajando y se somete a la
agresividad de su pareja, ya que éste constituye parte importante como sostén económico de la
familia. Es en ese preciso momento, en que Maicol habita en la “Invención”, ya que no permite
que el padrastro siga incurriendo en abusos y violencia intrafamiliar.
En el límite de la imposibilidad de salir de la desubjetivación familiar, Maicol hace lo posible por
revertir lo que acontece en su entorno familiar, asume el desafío y la responsabilidad de construir
una nueva familia donde su prioridad es la hermana, a quien intenta trasmitir un rol paterno y
materno a la vez, creando posibilidad de subjetivación, además asume el rol de autoridad ante
ésta, asumiendo todos sus cuidados pese a que las condiciones materiales no le permitan generar
un lugar de total comodidad para ambxs.
En este sentido, el vínculo que se puede establecer con la identidad juvenil de Maicol, es que
desde el hogar se entrega la responsabilidad de la construcción de la niñez y la infancia a las
estructuras escolares, por lo tanto, ante una carencia en la subjetividad entregada por la familia, la
escuela toma una importancia fundamental. En la escuela, Maicol, al igual que sus compañerxs y el
conjunto de sujetxs que componen la cultura escolar, también habitan la “Posición escolar
desubjetivante” ya que se ven desde la imposibilidad de hacer algo distinto con que se tiene, los
estudiantes son y se auto clasifican como sujetxs que no tendrán futuro, los rezagados, aquellos
que pasan por el colador y quedaran abajo.
En definitiva, creo que Maicol se desenvuelve parte importante del tiempo en torno a la escuela y
en las calles del barrio, donde podemos ver que se encuentran parte significativa de los valores y
significaciones que éste adquiere, que lo lleva a meterse en líos de drogas, “choreza” y robo en el
transcurso de toda la serie.

2- “La escuela como frontera” habla de la experiencia escolar juvenil en sectores excluidos de
argentina. Explica cómo el texto muestra la relación simbólica entre los/as jóvenes y la
escuela y a que se refiere la idea de escuela como frontera.

R: Para comprender de mejor manera la relación simbólica que existe entre lxs jóvenes y la escuela
es necesario entender primeramente los planteamientos fundacionales respecto del sistema
escolar moderno. Se planea como aquella que tiene capacidad de integrar a lxs jóvenes bajo la
idea de construir ciudadanxs que aporten al proyecto nacional de determinados territorios, en
este sentido, es importante no desconocer el carácter ideológico de la escuela, ya que se presenta
como un símbolo de progreso, pero no individual, sino más bien como un progreso global que
asegura la permanencia y reproducción de un sistema social totalmente desigual.
Paradójicamente la escuela incluye a jóvenes, pero al mismo consagra una cultura que se asume
como la única legitima, pero que justamente no es propia de lxs jóvenes populares.
La relación simbólica que establece la escuela con lxs jóvenes retrata una relación dicotómica, por
un lado la podemos entenderla como autoritaria, jerárquica y arbitraria, y por otro lado, como
símbolo de expectativas, esperanzas y posibilidades para lxs jóvenes populares.
En primera instancia los sistemas de significación resultan autoritarios y arbitrarios en el sentido
que se presenta la cultura dominante como natural e inalterable, donde lxs jóvenes deben
asumirse y aspirar a ser como algo que no les es propio. Es jerárquica, ya que anula y no considera
los saberes propios de lxs jóvenes escolares de las clases populares, se presentan como saberes
únicamente correctos aquellos que son seleccionados desde referentes de autoridad y únicos
poseedores de saberes legítimos para ser trasmitidos en la escuela, es decir, que despoja a lxs
jóvenes de los saberes previos que poseen y además los vuelve ilegítimos. En este sentido, el
sistema escolar implícitamente ejerce violencia simbólica sobre los y las jóvenes, ya que inculca
arbitrariedades culturales, e impone el “habitus” como método para resguardar la reproducción
del orden social hegemónico.
Por otro lado, la escuela abre la posibilidad y permite a lxs jóvenes construir una nueva trama de
significaciones donde puedan incorporar nuevos elementos a los ya establecidos en su imaginario.
No se puede desconocer que una pequeña parte de los pilares fundacionales del sistema
educacional moderno puede operar en algunas situaciones, ya que según los testimonios de
jovenes, la escuela da esperanzas y genera expectativas de surgir en lxs jóvenes que han vivido la
expulsión social, ven en la escuela la posibilidad de ascenso.
La escuela como frontera avanza en esta misma dirección, por un lado nos encontramos con
jóvenes que viven la expulsión social, que se ven inmersos en los límites experienciales del barrio
dadas las condiciones desiguales de la sociedad, y por otro, pero en la misma línea, es qué
representa la escuela para jóvenes que viven esta realidad.
Según el texto, la escuela como frontera es aquella que recoge e introduce nuevos y previos
significantes que componen la identidad de lxs jóvenes, es aquella que acepta la variación
simbólica. Es entenderla desde una significación propia, y no necesariamente con el carácter social
con que se construye inicialmente. De este modo permite que lxs jóvenes conozcan nuevas
significaciones posibles de complementar con aquellas adquiridas desde el entorno que lxs rodea,
el barrio, la familia, etc.
La escuela como frontera permite a lxs jóvenes tomar poder sobre la palabra cuando la
supremacía es la del “cuerpo”, es decir, cuando la violencia es aquello que prima en el barrio; da la
posibilidad de identificarse como sujetxs de derecho, en este sentido, permite construir
simbolismos que incluso pueden irrumpir las racionalidades asumidas por la cotidianeidad,
otorgando sueños y proyecciones a cambio de la demanda de tiempo y responsabilidad en lxs
jóvenes de las clases populares.

3- Explica cómo se configura la cultura juvenil desde la cultura escolar.

R: Las escuelas que adhieren, o más bien, que son parte de una cultura escolar tradicional llevan a
cabo un conjunto de reglamentaciones y tradiciones que homogeniza a lxs jóvenes en la categoría
de “ser alumnos”, se propaga la idea de que todxs son iguales y deben cumplir las mismas reglas y
estándares de exigencias, además, al homogeneizar se dificulta el reconocimiento de los saberes
propios que posee cada joven, ignorando las cualidades y diferentes realidades que poseen y vive
cada uno de lxs estudiantes.

Para lxs jóvenes no ser vistos como personas soberanas dignas de ser consideradas en la cultura
escolar, influye de forma significativa en el límite que establecen para producir lazos de
socialización que resulten significativos dentro del contexto escolar, en este sentido, lxs
estudiantes mantienen vínculos alejados de lxs adultos, ya que se no los consideran personas
autónomas y responsables de si mismxs, por el contrario, son infantilizados y se les mantiene en
constante vigilancia. Lxs estudiantes se aburren de no ser interperlaxs como sujetxs, provocando
su no interacción con el espacio escolar, es decir, que en su mayoría no participan de talleres o
Centros de estudiantes, ya que no les parecen instancias realmente participativas que entreguen
una relativa autonomía juvenil/estudiantil, no son del interés real de lxs estudiantes, ya que
tampoco se les consulta, y se asume que éstos deben acatar y disfrutar de aquello que lxs adultxs
les imponen como lo “correcto” o “incorrecto” . En este sentido, lxs jóvenes se niegan a los
discursos moralizantes de lxs profesorxs, pues para ellxs pierde sentido, ya que la moral impuesta
no tiene que ver con sus vivencias, por tanto, resultan poco relevantes para la construcción de su
identidad. Podemos decir que la cultura juvenil tiende a generar barreras frente a una cultura
escolar que los anula, homogeniza, infantiliza, y que por sobre todo, opera y juzga bajo una moral
que difiere drásticamente a la de lxs estudiantes.

En una cultura escolar que a toda costa busca la homogeneización, podemos observar que de igual
modo el estudiante se resiste, por lo que de alguna manera u otra logra diferenciarse, parecer
único dentro de lo que permite la escuela, por ejemplo , con las marcas de zapatos y vestimenta,
cortes de pelo, piercing, colores de pelo, etc. son detalles que resultan significativos para ellxs. En
ocasiones lxs jóvenes buscan diferenciarse frente a sus pares incluso fuera de las escuelas
asumiendo distinciones como “volaos”, hinchas, “choros”, o socialmente por “rotos” o
“quebraos”. Esto aporta a la construcción de identidades en el espacio extra escolar, pero que, sin
embargo, operan y buscan legitimarse dentro de la escuela.

La cultura escolar influye en la configuración de la cultura juvenil , en tanto, a través de las


particularidades sociales, políticas, económicas o culturales que diferencian a cada escuela, les
incentiva y proporciona condiciones para llevar a cabo ciertas acciones y proyectos, como el
trabajo a temprana edad en el caso de estudiantes de las escuelas técnicas profesionales donde
el/la joven estudiante pertenece a los sectores populares, y que por esta condición socio-
económica se ven motivados a generar recursos para sostenerse ellxs y sus familias; como
proponerse la obtención de un título que les proporcione estatus y seguridad social en el caso de
escuelas y familias de sectores altos. Para éstos últimos la cultura escolar proporciona las
condiciones para una cultura juvenil que en estos casos predomina la seguridad en sí mismos, alta
autoestima, etc.

4- “Quiltras” con sus cuentos nos muerta historias que hablan sobre los/as jóvenes y
episodios de dan cuenta de la cultura juvenil. Escribe un relato de tu vida, en la forma
narrativa que quieras, que de muestra de la cultura juvenil.

R:

“Era el año 2010, primer año estudiando en el Liceo Amunátegui y mi estadía en ese lugar era
incierta. El temor a volver a fracasar tras la repitencia de primero medio en un colegio con más
prestigio abundaba cuando intentaba establecer lazos para sentirme cómoda en el lugar que me
acogería los siguientes 4 años, y que sin saberlo, entregaría un nuevo propósito a mi futuro.

Llegue a un liceo muy distinto al anterior y a todos los que estudie en toda mi vida, o quizás fue
que me mostró una realidad que siempre estuvo, pero ignoraba. El consumo de alcohol, drogas y
cigarros a temprana edad era algo normal, ver a mis compañerxs a la salida de clases haciendo una
“vaca” para tomarse algo y estar hasta tarde en la plaza fue algo cotidiano durante el primer año.
Muchas veces me sentí distinta a ellxs, sentía que tenía una responsabilidad mucho más grande
que seguir a la masa, yo tenía que cumplir con los ramos, pues ya había repetido y no podía darme
el lujo de tener malas notas, quería volver a recuperar la confianza de mis padres y la única forma
de hacerlo era destacarme por sobre lxs demás, y así fue, logre tener el primer lugar en mi curso y
distinguirme con creces, los profesores reconocían mis actitudes y habilidades y mis padres
estaban orgullosos de eso.

Por otro lado, había otras motivaciones que llamaron por completo mi atención, éstas me
diferenciaban de mi numeroso grupo de amigxs. Me gustaba ir a las marchas estudiantiles,
siempre incentivaba que participen de las tomas y “CODECU” (Consejos de Curso), creo que a raíz
de eso fue que a principios del año 2012 un grupo de estudiantes que se organizaba en un
colectivo del liceo por lo menos hace 3 años consecutivos, me invitaron a participar y organizarme
con ellxs, lo que yo acepte con entusiasmo e incluso invitamos a participar a un compañero de
curso que siempre me acompañaba en todas estas cosas que me gustaban.

El liceo amunategui es un liceo de jornada completa, por tanto, pasábamos la mayor parte del
tiempo en este espacio, pero al aceptar participar del colectivo, asumí otras responsabilidades y
deberes que debía llevar a cabo incluso fuera del liceo, es decir, que lxs integrantes del colectivo
debíamos juntarnos a conversar, discutir y proponer cosas por lo menos una vez a la semana,
exceptuando periodos en que debíamos estudiar mucho, ya que siempre asumimos que para
organizarnos teníamos que ser buenos estudiantes y ayudarnos entre nosotrxs cuando fuese
necesario.

El año 2013 había muchos estudiantes nuevos que encontramos “motivadxs”, por lo que
empezamos a buscar nuevos posibles integrantes que nos ayuden en todos los propósitos que
habíamos establecido para el año. Nosotrxs solíamos preparar boletines mensuales y era lo
mínimo que nos proponíamos, era casi como una tradición. A propósito de eso, un estudiante que
venía del liceo Borgoño preguntaba por nuestro colectivo, y casualmente, una de las integrantes
del colectivo era su compañera de curso, y como éste demostró interés en organizarse con
nosotrxs lo integramos. El compañero tenía varixs conocidxs en otrxs liceos y nos invitó a
participar de una Coordinadora de Colectivos secundarios llamada “Secundarios en Rebeldia”
(SER), y en conjunto decidimos “cachar qué onda”.

Ahí fue que conocí en profundidad a Camila, una compañera de colectivo que vive en la población
la Victoria, con la que nos comprometimos a participar de forma fija en las dos reuniones
semanales que se realizaban en el SER. Las dos compartimos muchos momentos extra escolares,
después de clases teníamos que hacer la hora para irnos a la reuniones de SER, para capear el
hambre ya que las reuniones terminaban cerca de la 20 o 21 hrs. en el mejor de los casos, nos
íbamos a comer un completo con bebida de $500 a Gorbea, ya que era lo que nos permitía
nuestro presupuesto de jóvenes estudiantes. En algunas ocasiones Camila no llevaba dinero, y yo
le pagaba su completo, y en peores ocasiones, sólo alcanzaba para uno, y Camila “macheteaba”
dinero hasta que lográramos juntar el dinero para ambas.

Camila fue, y es, parte importantísima de mi vida para comprender lo escaso y precario de la vida
de nosotrxs lxs pobres, lxs que estudiamos en colegios municipales. Pese a que el Amunategui es
un liceo del Centro, sigue acogiendo estudiantes pobres, vulnerables, con entornos barriales y
familiares con círculos de drogadicción, abuso y violencia normalizada. Camila y yo no somos la
excepción, lo que sí, marcamos la diferencia al elegir un camino distinto hasta el día de hoy, el
camino de la lucha y la organización desde las distintas trincheras que se nos han puesto en el
camino. Chiquillas con sueños, muchas veces no cumplidos, pero hasta el día de hoy seguimos
siendo compañeras, en la calle, en la población, y sin imaginarlo, en la universidad, lugar que
superficialmente suelen tildar de “privilegio”, pero que para nosotras fue conseguido a punta de
mucho esfuerzo y sufrimiento, incluso nuestra permanencia no ha estado exenta de
discriminación, como sucedió cuando Camila estuvo a punto de abandonar la universidad, porque
ésta no era compatible con ser mamá, al menos así lo hizo saber la secretaria de la sede central
“es que entonces, vas a tener que pensar tus prioridades, porque parece que no te funciona ser
mamá y estudiante”.

Hasta el día de hoy agradezco y considero bastante la invitación a organizarme en el colectivo del
liceo y en el SER, ya que me permitió conocer no sólo lo que pensaba cada uno de los integrantes
de éstos espacios respecto del liceo, la organización y de la sociedad en general, sino que me dio el
pie inicial para conocer la realidad de otros liceos y compañerxs que se organizaban, me permitió
romper el límite de lo estudiantil, y ver que existían relaciones de clase que nos diferenciaban
enormemente de otrxs jóvenes, de otros barrios, de otras escuelas, viviendas, etc. Es aquí donde
doy real importancia a mi estadía en el liceo, tomé conciencia de mi existencia y el lugar que
ocupo en la sociedad. Conocí una gran amiga que ayudó mucho en mi construcción personal y
colectiva, y espero, ella y su familia “Victoriana” sigan estando en este largo camino de
construcción infinita.”

También podría gustarte