Está en la página 1de 4

La novela picaresca en el Siglo de Oro español

De los tres arquetipos de la tradición literaria – el caballero, el pastor y el pícaro


– sólo el tercero goza de un favor especial en el siglo XVII: el caballero medieval se
vuelve obsoleto, sobre todo después de la arremetida de Cervantes, el pastor
renascentista sobrevive apenas en la Arcadia de Lope, en cambio el pícaro cobra una
importancia extraordinaria, debido al “redescubrimiento” de Lazarillo por Mateo
Alemán. Es un fenómeno único el de la forjación del género picaresco, en la cual
participan autores, público lector, editores que captan la demanda y publican las obras.
Hay que recordar los rasgos principales del relato picaresco (Lázaro Carreter):
- relato pseudoautobiográfico
- servicio a varios amos
- linaje vil y carácter picaresco (astuto, versátil etc.)
- perspectiva única del narrador
- memorias por episodios
- vaivén de la fortuna
- explicación por el pasado de un estado final de deshonor, aceptado y
superado
Se debe sin embargo observar, con Lázaro Carreter en un artículo de 1970, que estos
rasgos no definen la poética de la novela picaresca (una poética no escrita – R. Poggioli)
sino si están concebidos como un proceso dinámico. Prácticamento hay dos niveles en el
ámbito de la picaresca: 1. El surgimiento de determinados rasgos; 2. La fecundidad de
aquellos rasgos que son deliberadamente repetidos, anulados, modificados o combinados
de otro modo. Esta existencia de dos niveles de formación de la picaresca determina la
aparición del género: “la novela picaresca surge como género literario, no con el
Lazarillo, no con el Guzmán, sino cuando éste incorpora deliberadamente rasgos visibles
del primero, y Mateo Alemán aprovecha las posibilidades de la obra anónima para su
particular proyecto de escritor”.
Se pueden aducir explicaciones diversas acerca del nacimiento de este género
(cambio de la sociedad, interés por lo real, enfoque individualista, pesimismo etc.), pero
es importante observar la novedad que introduce Lazarillo, que es un relato complejo, ni
mítico ni caballeresco, que no tenía antecedentes en la literatura, excepto el cuento
popular y la novella, en sus diversas formas europeas. Otra novedad asombrosa está
relacionada con la conciencia del narrador: Lázaro decide tomar su historia desde el
principio, para explicar su “caso”, dándose cuentra que lo que es uno es el resultado
simultáneo de su sangre, su educación y su experiencia. Guzmán igualmente explica su
decadencia debida a la herencia familiar, los malos ejemplos y los hábitos adquiridos
durante su vida. Como consecuencia de este “descubrimiento” se avanza hacia la novela
moderna, porque el personaje cambia de edad y experiencia (en la novela “primitiva” el
héroe permanece en una edad constante). La “causalidad” viene vislumbrándose: igual
que Lázaro que descubre una profecía acerca de su destino en el puente de Salamanca,
Guzmán intenta entender por qué de sus nobles padres salió un hijo como él (en general,
este rasgo, relacionado con el linaje vil, es facultativo). Otro elemento importante está
relacionado con el punto de vista: los pertenecientes a la briba (o sea, vida y mundo de
vagabundos y pícaros; hampa) dan su propia versión sobre los hecho, no adhieren a un
punto de vista omnisciente, como en las novelas anteriores.
Mateo Alemán (1547-1615?) había descubierto Lazarillo en un momento en que
esta obra anónima había sido olvidada. La primera parte de La vida de Guzmán de
Alfarache (1599), así como la segunda (1604), determinada como El Quijote por una
continuación ajena debida a Sayavedra, ponen de manifiesto un cambio marcado
respecto al mundo evocado por la obra de 1554. Su personaje es un pícaro de mala
conciencia que representa la crisis social de su época, encarnando la transgresión, la
estafa, la despreocupación por el honor y un egoísmo sin límites. Guzmán está propenso
al didacticismo cuando, preso en galeras, revé toda su vida pasada desde la perspectiva
de su arrepentimiento. Se puede notar también que el horizonte de Guzmán es mucho
más amplio: conoce varios pueblos y ciudades de España e Italia y da unas descripciones
muy variadas de sus viajeros, sus caminos, sus ventas; conoce además el ambiente
universitario y el mundo carcelario (que tan bien conocía el autor). Se destaca también su
particular visión de la libertad, a caballo entre el determinismo moral (la bondad o
maldad de las personas viene dado por su origen) y el libre albedrío (concepto de la
moral católica).
En comparación con Lazarillo, los pícaros del siglo XVII no retroceden ante
transgresiones mucho más graves que pequeños robos y varias traiciones menores. Pero
se debe hacer la diferencia entre los creadores que comprenden la estructura interna del
personaje de los que toman de la poética del género sólo los rasgos superficiales: “La
vida de unos personajes, aunque sea extraña y azarosa, no constituye una novela en el
sentido actual del término, si esos personajes no asumen su vida anterior y obran
condicionados por ella en todos y cada uno de los momentos sucesivos de su existencia.
Los relatos posteriores al Guzmán abandonan la trayectoria de la novela para desviarse
hacia un límite, el de la memoria o recuerdos de lances peregrinos, enristrados casi con
técnica de Floresta. [...] La incapacidad para estimar novedades es típica de epígonos:
suelen reducir a su sistema de ideas, por inercia, lo que no cabe en ellas por pertenecer a
otro sistema” (Lázaro Carreter).
Es interesante por ejemplo observar como Alemán renuncia en la segunda parte
del libro al servicio a varios amos. Este rasgo, prestado de Lazarillo, está incluso
magnificado en la primera parte: Guzmán tiene amos mucho más importantes que Lázaro
(un ventero, un cocinero, un capitán, un cardenal, un embajador); conoce medios más
destacados (incluso la Corte); la continuación de Sayavedra lo hace abandonar su
esquema habitual, lo que representa una innovación fructífera del esquema monocorde
del Lazarillo. Alemán hace que Guzmán acepte sólo el señorío de sus propias pasiones,
lo que no es menos exigente. Se delata entonces un rasgo mucho más profundo que niega
el superficial (servicio a varios amos): el pícaro se caracteriza por la falta de ocupación y
por lo tanto su disponibilidad para cualquier oficio que se pudiera improvisar y que no lo
sujetara. Se así una síntesis de “la ociosidad de María” y el “trabajo de Marta”. Lázaro
no respeta este esquema (una vez alcanzado cierto nivel de vida, se establece, aunque
con el precio del deshonor familial). En cambio, la inclinación hacia el mal y la
bellaquería irrefrenable de Guzmán, otorga al pícaro unas características más claras, que
luego serán imitadas y reelaboradas. Un cambio psicológico importante se da con la
novela de Alemán Lázaro actúa hostigado por los malos tratamientos ; Guzmán por una
atracción innata hacia lo rufianesco. “No parece que con ello, el personaje haya ganado
en complejidad; por el contrario, se ha hecho mecánico, previsible, imitable e incapaz de
los delicados sentimientos [de] Lázaro” (Lázaro Carreter). Pero es cierto que, aun
perdiéndose algunos rasgos, con Guzmán se edifica el género picaresco, porque Alemán
incorpora todos los rasgos distintivos que la posterioridad convierte en opción.
Prueba de ello es la obra maestra del género escrita por Quevedo en hostilidad
clara contra Alemán, quien intenta aunar el sermón y la picardía, resaltando el primer
rasgo). Quevedo restituye la pureza épica, presentando sin reparos su crítica acérrima,
dejando de lado la hipocresía moralizadora. Pero la pureza se opone al carácter de novela
moderna, que es el propio fruto de la impurificación, y desata la capacidad de imitación
y variación llevada a cabo por los epígonos. Quevedo escribe una novela que, juzgada
desde el punto de vista de la poética genérica, ha sido tildada de “novela timorata” si no
mero “libro de burlas” o “discurso moral”. El Buscón respeta las pautas tradicionales del
género picaresco (autobiografía retrospectiva en orden cronológico etc.), pero llega a
simplificarlas al extremo, despojando incluso a los personajes de toda interioridad y
afecto: lo que queda es entonces un mundo grotesco, inhumano, que se adelanta al
“esperpento” de Valle-Inclán.
La oposición más neta a Guzmán fue la de Cervantes, quien, aunque tratando de
pícaros, no escribió picaresca. Él confía a unos perros, trabados en un coloquio de ironía
lucianesca, su crítica más sutil: “Advierte, Berganza, que no sea tentación del demonio
esa gana de filosofar que dices que te ha venido; porque no tiene de murmuración mejor
velo para paliar y encubrir maldad disoluta, que darse a entender el murmurador que
todo cuando dice son sentencias de filósofos, y que el decir mal es reprehensión y el
descubrir los defectos ajenos buen celo” (El coloquio de los perros).

Volviendo a Guzmán de Alfarache es preciso poner de relieve un trasfondo


filosófico distinto del que animaba al autor de Lazarillo. La visión pesimista, la
impotencia del hombre ante el poder divino, hace que la crítica social se mezcle con el
tema religioso. Hay muchos rasgos comunes (la listeza a servicio del robo y la burla, la
indiferencia marital, el artificio de servir a varios amos, incluso hay una escena casi
calcada – la caja de frutos secos vs. el arca del cura), pero estos rasgos están siempre
enfocados de forma distinta, lo que pone de relieve la diferencia de visión, que existe en
el nivel de profundidad, entre el autor del Lazarillo y el del Guzmán.
Los críticos más avezados del Guzmán ponen de relieve de forma a veces
contradictoria esta visión de profundidad.
A) Moreno Baez (1945) considera la obra de Alemán como típica de la Contrarreforma,
surgida de los planteos del Concilio de Trento que establece : 1) la maldad radical del
hombre (debido al pecado original) y por consiguiente la igualdad de todos los hombres ;
2) la posibilidad de redención ( por la gracia suficiente) ; 3) Dios quiere salvar a quien
excede de trabajos (Guzmán enfatiza mucho los trabajos que le envía Dios y en sufrir y
atribularse intenta leer un plan divino más feliz) ; 4) la importancia del libre albedrío.
B) Jonas Andrias Van Praag (1954) lee completamente al revés esta obra, vista como
libro anticristiano escrito por un judío converso quien está en contra del clero, no hace
alusiones a la Trinidad, a Virgen y Jesús pero elogia los valores judíos (la ciencia, la
moderación (por ejemplo Guzmán no consume alcohol), la bufonería en tanto oficio
tradicional de algunos judío)
C) Bjornson pone de relieve el interés de Alemán en mostrar la igualdad de cristianos
viejos y de conversos
D) Gonzalo Sobejano lee el libro como uno escrito por un reformista laico, quien remite
lo religioso al segundo plano. Igualmente E. Cros y M. Cavaillac resaltan el interés
reformista de Alemán, el elogio por el trabajo (enseñar a los pobres trabajar remendaría
los males de la sociedad del siglo XVII).

Independientemente de la versión crítica aceptada, se debe destacar la influencia


que tuvo Guzmán en Europa: Se hicieron tres traducciones al francés, una traducción al
latín a partir de la cual Grimmhausen (autor de Simplizimus Simplizissimus) hace su
traducción al alemán. Asimismo, se observa el florecimiento del género que tiene su
origen en Guzmán: en 1605 se publican Guitón Honofre de Gregorio González
(desaparecida, reaparecida en Perú y republicada por fin en los años ’60; obra acribillada
de refranes, donde el pícaro no es de origen infame sino hijo de campesinos y cristianos
viejos, lo que pone de manifiesto que la limpieza de la sangre no prueba nada), La pícara
Justina de Francisco López de Úbeda. Siguen El Buscón de Quevedo, Segunda parte de
Guzmán de Alfarache de Mateo Luján, Lazarillo de Manzanares de Juan Cortés de
Tolosa, Segunda parte del Lazarillo de Juan de Luna, Vida del escudero Marcos de
Obregón (1618) de Vicente Espinel, Alonso, mozo de muchos amos de Jerónimo de
Alcalá Yánez (protagonizada por un yo exterior, portador de una ideología conformista y
aburguesada, que toma lo superficial del género e inserta aventuras bizantinas), La vida y
hechos de Estebanillo González, hombre de buen humor, compuesta por él mismo (la
autobiografía de un bufón apicarado entre personajes y hechos históricos que introduce
el género autobiográfico).
Si en España el género decae prácticamente en el mismo siglo XVII, es en
Latinoamérica donde su impacto se revelará de importancia fundamental en la formación
de las letras del Nuevo Mundo.

Vínculo:
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/12604282009040405209624/index.
htm

También podría gustarte