mis hermanos mayores, mis tíos y mi abuela comprendieran , por fin que a mí me encantan los cuentos ? Claro que todos piensan que los niños de ahora, como yo, no basta con la televisión, con el Play Station o con las maquinitas. Pero en mi caso se equivocan. Que bello sería que por la noche, antes de acostarme alguien sacara un libro y dijera: ¡Bueno hoy te voy a leer este cuento! Adoro los cuentos de enanos, de piratas, de fantasmas de monstruos, de princesa y príncipes encantados. Algunos de mis amigos me hablan de esto y yo me muero de envidia de que a ellos les haya leído historias mientras que a mí solamente me olvidan frente a la tele y nada más. ¡Ah, con lo que me gustaría dormirme oyendo aventuras bellísimas tantas cosas lindas que lo ponen a uno a soñar, a volar por otros mundos, por otros planetas, en compañía de seres extraños y maravillosos que solo viven para la alegría! ¡ Y cómo hay de cuentos bonitos! Cuentos viejos como el mundo, escritos con pluma de ganso por señores espelucados y cuentos nuevos, de ahora mismo, pensados por poetas que tienen el mismo son metido adentro. Por desgracia los míos no piensan en nada de eso. ¡Cómo ni siquiera leen ellos! En los libros que la gente mayor lee a los niños casi siempre gozan por igual. ¡Pero quien va a leer un cuento para mí! Miren, en este mismo momento todos están embobados con la tele. Por lo visto, otra vez deberé irme a mi cuarto solo, después de lavarme los dientes y dar buenas noches. Deberé pero no lo haré ¡Hoy tendrán que leerme algo! ¡Si señor ¡ Tendrán que hacerlo porque voy a gritar. O mejor dicho. Estoy gritando ya, en este momento.