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Ejercicios de percepción espiritual 2: recuerda constantemente 2
Ejercicios de percepción espiritual 2: recuerda
constantemente
Por: Alejandro Martinez Gallardo - 05/05/2016

La tradición budista hace disponible una serie de recursos para meditar sobre la irrealidad del
mundo --con base en una profunda lógica filosófica-- y acercarnos a la liberación a través del
entendimiento de la naturaleza mágica y onírica que tienen todas las cosas

En la segunda entrega de los ejercicios de percepción espiritual --un acercamiento práctico a la


espiritualidad basado en el desarrollo y purificación de la percepción, tomando el ejemplo de
grandes maestros de la filosofía, el arte y la religión-- indagaremos la noción budista de que la
realidad como la conocemos --sólida, fija y estable-- es una ilusión. En esto no se hace
distinción: tanto la vigilia como los sueños son irreales, son fabricaciones mentales
interdependientes. Para llevar a la mente a la lucidez de darse cuenta de que "esto es un
sueño", los budistas practican diversas meditaciones y ejercicios de autoobservación.
Intentaremos aquí brindar un poco de contexto, esbozar la parte simple --y no por ello menos
poderosa-- del ejercicio y entender la filosofía que sustenta esta noción, la cual es fundamental
para que podamos llegar a la realización de una conciencia despierta, la cual es la esencia del
estado de la budeidad: el término buddhi significa justamente despertar, una conciencia lúcida y
despierta. Finalmente consideraremos que este ejercicio va más allá de una práctica para tener
sueños lúcidos, si bien puede tener ese beneficio como un efecto añadido, su
perfeccionamiento hace de la vigilia y el sueño un mismo contínuum, un único estado de
conciencia libre de apegos, fijaciones y dualidad perceptual. Un paso esencial para el gran
cometido de hacer la mente como el espacio: luminosa vacuidad que se da cuenta de sí misma.

La metáfora de la existencia ordinaria como un sueño aparece en innumerables sutras y


comentarios en las diferentes escuelas del budismo. Una de las más famosas menciones
ocurre en el Sutra del Diamante:
Debes ver este mundo como algo pasajero,

como una estrella en la mañana, una burbuja en un arroyo,

un relámpago o una nube de verano,

un destello parpadeante, un espectro y un sueño.

Esta serie de imágenes que encontramos en el budismo mahayana nos llegan a través del gran
maestro tibetano Lonchenpa como ocho símiles que ilustrarán diferentes principios filosóficos de
la irrealidad. Longchenpa nos dice que el mundo se parece a un reflejo en un espejo, a la luna
en el agua, a un eco, a un arco iris, a un sueño, a una ciudad de gandharvas, a un espectro y a
una ilusión óptica creada por un mago. En uno de sus Siete preciosos tesoros, se dice:

La felicidad o el sufrimiento del nirvana o el samsara son como sueños o pesadillas. Desde
el momento de su aparición, su naturaleza está libre de elaboración. A partir de esta
[naturaleza libre de elaboración], la causalidad del surgimiento y la cesación aparecen
como un sueño, como maia, como una ilusión óptica, una ciudad de gandharvas, un eco, un
reflejo, sin ninguna realidad.

Es por esta noción de la irrealidad e insustancialidad del mundo que los budistas practican
diferentes técnicas para establecer en su percepción lo que llaman "la perspectiva correcta", que
en este caso consiste en ver que el mundo es irreal, por impermanente e interdependiente. En
su conferencia sobre el budismo, parte de un ciclo de Siete noches, Borges hace un comentario
sobre esta práctica:

En los monasterios budistas uno de los ejercicios es este: el neófito tiene que vivir cada
momento de su vida viviéndolo plenamente. Debe pensar: "ahora es el mediodía, ahora
estoy atravesando el patio, ahora me encontraré con el superior", y al mismo tiempo debe
pensar que el mediodía, el patio y el superior son irreales, son tan irreales comoél y como
sus pensamientos.

Borges añade que para poder acercarnos a erradicar el sufrimiento "debemos llegar a
comprender que el mundo es una aparición, un sueño, que la vida es sueño. Pero eso debemos
sentirlo profundamente, llegar a ello a través de los ejercicios de meditación".

En la traducción de uno de los textos preliminares para la práctica de la Gran Perfección de


Longchenpa (el cual Keith Dowman traduce como Maha Yoga), se dice:

Como práctica principal medita de la siguiente forma:

El mundo exterior, sus montañas y valles, pueblos y ciudades y seres vivientes,

compuestos de tierra, agua, aire, fuego y espacio, todas las formas, sonidos, olores,
sabores y sensaciones,

los cinco objetos sensoriales y el mundo interno de la mente-cuerpo y su conciencia


sensorial, toda la experiencia,

deben ser atendidos incesantemente como un sueño.

Longchenpa dice que esta conciencia del sueño que es la realidad tiene los beneficios de que
"el intelecto se relaja y el aferramiento inmediatamente cesa --el aspecto objetivo es refutado, y
el sujeto se retira", esto después de un tiempo permite que cuando la mente se acerca a las
situaciones "como si fueran un sueño", sin poder encontrar algo sustancial a lo cual adherirse,
entonces se "sumerge en un espacio todopenetrante como el cielo... desprovista de toda
actividad mental compulsiva, emerge como espontánea y simple cualidad vacía". Esto nos lleva
a una prístina conciencia no dual, lo que se conoce como rigpa. La mente se vuelve como el
espacio en toda su vastedad y vacuidad, el único fundamento constante y real. Esta realización,
nos dice Longchenpa, tiene numerosos otros beneficios, como los que pueden ocurrir en un
sueño lúcido: al descubrir que estamos soñando podemos viajar inmediatamente a paraísos de
la mente --a todas las Tierras Puras-- y ejercer todo tipo de poderes supernaturales y "alcanzar
e l jnana, el samadhi y una multitud de dakinis" y, sin embargo, el beneficio supremo es la
liberación de la ilusión consustancial de la existencia reificada.

Thinley Norbu Rinpoche, uno de los más recientes grandes maestros del linaje budista
Nyingma, el más antiguo del Tíbet y del cual también forma parte Longchenpa, dice en su libro
Magic Dance: "los fenómenos no tienen existencia verdadera pero aparecen a todos. Ver todas
las apariciones como mágicas, y así abandonar el apego a la existencia como real, entonces,
tiene la habilidad de lograr la liberación". Así el sueño y los fenómenos de los cuales está
compuesto se vuelven sabiduría pura, la delicia del espacio libre que conoce el gran
espectáculo de la existencia sin formar ninguna relación objetificante; libre de la alucinación de
creer en su realidad, el arco iris se puede disfrutar como lo que es. Para establecer este
delicioso modo de percepción, en el cual nada se cristaliza, nada se coagula --el modo del
contemplativo puro, es sumamente útil repetirnos todos los días cada vez que descubrimos que
nos estamos enmarañando con una situación, que nos identificamos con un fenómeno o un
concepto o que simplemente creemos en la solidez irreversible de las cosas: "esto es un
sueño". ¡Y que alivio que lo sea!

* * *

Para entender por qué los budistas consideran que el mundo es como un sueño, debemos
explorar la noción del surgimiento dependiente o pratityasamutpada.

Padmasambhava ("el nacido del loto"), el gran patriarca del budismo tibetano, inicia sus
instrucciones sobre el yoga de los sueños: "Es así: todos los fenómenos son inexistentes, pero
aparentan existir y son establecidos como varias cosas". Con esto no se refiere a los fenómenos
de los sueños solamente, los fenómenos de la vigilia también son inexistentes. Alan Wallace
comenta sobre esto en su texto Dreaming Yourself Awake: Lucid Dreaming and Tibetan Dream
Yoga for Insight and Transformation: "Nos está sugiriendo que nuestra experiencia despierta es
tan ilusoria y fantástica como nuestros sueños. Esta es la perspectiva de la vacuidad". Lo que
significa que "los fenómenos no existen por su propia naturaleza, ni subjetiva ni objetivamente...
existen interdependientemente". En los sueños esto nos queda muy claro, una montaña, una
persona, un evento que sucede en el "drama onírico" es claramente dependiente de nuestra
imaginación, de nuestros recuerdos, de eventos que vivimos anteriormente. Tiene una
existencia interdependiente, no una existencia inherente. Todo lo que aparece en el sueño son
formaciones de la mente; el budismo nos dice que también todo lo que aparece en la vigilia son
formaciones de la mente y tienen una existencia interdependiente. Y, de la misma manera que
e s útil cobrar lucidez durante los sueños para no sufrir por los eventos que ocurren --aunque
estos se esfumen cuando llega el amanecer, algunos de los cuales nos pueden llevar al más
puro terror, es igualmente necesario obtener un estado de lucidez en la vigilia para que así no
suframos por los eventos que ocurren, los cuales también se desvanecerán un día.

Es importante mencionar que vacuidad no debe entenderse en términos nihilistas, como una
ausencia absoluta de toda existencia, sino como un "no encontrar algo". Ya que las cosas son
interdependientes, si trazamos las causas de cada una y vemos de qué dependen, tendremos
que hacer una regresión infinita y nunca encontraremos una esencia independiente. Los
budistas han hecho una épica pesquisa a lo largo de los siglos para encontrar el yo y no lo han
hallado, justamente porque todos los candidatos dependen de una u otra cosa y no parecen
tener una esencia inherente en la cual se pueda apuntalar ese yo. Dice Wallace:

¿Qué o quién es este yo? Si apuntas a tu cuerpo, bueno, pues eso es el"cuerpo", no el
"yo". Usualmente pensamos que somos más que sólo nuestro cuerpo, por lo que podemos
decir que el "yo" o está en el cuerpo o el "yo" es superior al cuerpo... Pero si el "yo" está en
el cuerpo, ¿en dónde en el cuerpo es que está? Si apuntas a tu pecho y dices "está en mi
corazón" puedes estar seguro que ningún cirujano del corazón ha visto un "yo" ahí. Si dices
que tu "yo" está en tu cerebro --el centro donde se asume yace el pensamiento y el espacio
centralizado entre tus órganos sensoriales principales-- tampoco ningún neurocirujano ha
visto el "yo" ahí.

Es posible que entonces sostengas que esto es una reducción muy simplista y que
existimos como algo más complejo y sofisticado --algún tipo de patrón o colección de partes
corporales y pensamientos producidos neuronalmente, memorias y emociones. Pero al
afirmar esto hemos regresado a la idea budista de la interdependencia.

Wallace añade que este mismo proceso puede llevarse a cabo con todos los objetos y
fenómenos; en todos los casos existe una interdependencia. Es por ello que el ífsico Werner
Heisenberg dijo sobre las observaciones de la mecánica cuántica: "lo que observamos no es la
naturaleza en sí misma, sino la naturaleza expuesta a nuestros métodos de interrogación".
Dentro de este mundo (sueño) no podemos ir más allá de la interdependencia.

Así el átomo se vuelve, como el yo individual, una entidad interdependiente cuya naturaleza
recae en causas previas y condiciones, componentes y atributos del fenómeno observado y,
sobre todo, en una designación conceptual --la medición, la experimentación y el etiquetado
que involucra a una lista creciente de partículas subatómicas y sus comportamientos, los
cuales nos llevan a la perplejidad. Si los átomos no tienen existencia absoluta... entonces
todo el universo es puesto en duda.

Y la estocada final: "si estás reificando estás soñando", es decir, si percibes una realidad de
objetos separados, que se mantienen fijos y estables, es seguro que estás dentro de un sueño.

Esto nos puede llevar a la conclusión de que el yo, o más aún de que el ser, no está en ninguna
parte o que de existir, necesariamente, debe de estar en todas partes, debe de ser no-local,
debe de estar distribuido equitativamente sin un centro y desafectado de todos los cambios y
sucesos que ocurren. Es por esto que algunas corrientes budistas, como el dzogchen, hablan
del espacio base de los fenómenos como la mente y como la realidad absoluta, el cuerpo
unitario de todos los fenómenos, el dharmakaya, el cual es vacuidad-sabiduría inmacualda. Y es
que el espacio es la metáfora de lo único constante, lo único que permanece, la simiente o base
de todos los fenómenos. Como dice D. T. Suzuki: "La vacuidad, conceptualmente susceptible a
confundirse con la nada, es de hecho el reservorio de infinitas posibilidades". Es este vacío la
fuente ubicua de la cual surgen todos los fenómenos como estrellas fugaces, y a la cual todos
regresan. Y es por todo lo anterior que se dice que el espacio es la esencia de "vajra", lo único
indestructible.

Por último, quiero terminar esta segunda parte de losejercicios espirituales de percepción con
unos breves fragmentos de un texto de Dudjom Lingpa, otro de los grandes maestros Nyingma.
En el libro traducido como Buddhahood without Meditation, Dudjom Lingpa narra cómo es
visitado por algunas de las emanaciones de los budas de su linaje. Como en sueños, estos
seres iluminados le revelan que el mundo es un sueño:

En una ocasión cuando me encontré con Orgyan Tsokey Dorje, la encarnación de las
ilusiones mágicas de la conciencia intemporal, me dio algunos consejos sobre cómo refinar
mi percepción para que pudiera notar que las cosas son ilusorias (gyu-ma) . "Para que te
introduzca directamente a la interdependencia de causas y condiciones aviniendo de
manera conjunta, considera lo siguiente: la causa es el fundamento del ser como espacio
base, el cual es prístinamente lúcido y está dotado de la capacidad de que cualquier cosa
surja de él. La condición es una conciencia que concibe de un 'yo'. Al juntarse estas dos,
todas las apariencias sensoriales se manifiestan como ilusiones.

Dudjom Lingpa nos empieza a revelar el secreto para lograr percibir el sueño como lo que es:
sueño, ilusión. La identificación con un yo es lo que impide que notemos la irrealidad de las
cosas, puesto que al concebir un yo estamos necesariamente también construyendo un edificio
mental que nos separa de todas las demás cosas: ser un yo individual es no ser todo lo demás.
Es el yo el que crea el mundo de los objetos. Y para seguir existiendo, desesperadamente en un
instinto de subsistencia, nos hace creer que esos objetos, de los cuales obtiene su identidad por
diferenciación, son reales. Sólo asíél también es real. Continua Dudjom Lingpa:

Todos los fenómenos, que se manifiestan como lo hacen, son inefables, y sin embargo
aparecen debido a la influencia de concebir un yo. Este proceso es como un espejismo
apareciendo por la sincronicidad del espacio vívidamente claro y la presencia del calor y la
humedad. Todas las apariencias sensoriales de la conciencia despierta, los estados
oníricos, el bardo, las vidas futuras son aparentes y sin embargo inefables. La confusión
nace de nuestra fijación en su aparente realidad. Es esto como un sueño que uno no
considera una ilusión. En vez de decir "Esto es un sueño", se solidifica y reifica como un
objeto persistente del ambiente. Debido a la predominante condición de la percepción de un
"yo" interno, el reino de los fenómenos se manifiesta como un algo que es un otro. Esto es
como la aparición de un reflejo a través de la conexión interdependiente de un rostro y un
espejismo juntándose.

Todas las apariencias sensibles no son más que el espacio base del ser, y son una con el
espacio base en sí mismo, como los reflejos de todos los planetas y estrellas en el océano
que no son otra cosa más que el océano, son uno y el mismo sabor que el agua misma.

Creo que tenemos aquí una buena plantilla para trabajar con este ejercicio cuyo fin es liberarnos
del sufrimiento que genera la percepción de una realidad estable, obtusa y onerosa y de una
relación de identidad fija con las cosas, con los fenómenos y con el yo mismo. La inspiración
viene por parte de este tesoro de conocimiento que nos ha legado el budismo. Como señala
Borges:

Gautama que llegó a ser el Buddha, es decir, el Despierto, el Lúcido --a diferencia de
nosotros que estamos dormidos o que estamos soñando ese largo sueño que es la vida.
Recuerdo una frase de Joyce: "La historia es una pesadilla de la que quiero despertarme".
Pues bien, Siddharta, a la edad de 30 años, llegó a despertarse y a ser el Buddha.

Y el mismo escritor argentino alcanza a atisbar que:

Nosotros (la indivisa divinidad que opera en nosotros) hemos soñado el mundo. Lo hemos
soñado resistente, misterioso, visible, ubicuo en el espacio y firme en el tiempo; pero hemos
consentido en su arquitectura tenues y eternos intersticios de sinrazón para saber que es
falso.

Estemos atentos a percibir esos "tenues y eternos intersticios", esos "glitches" en la


construcción relativa de la realidad, esos túneles radiantes en el cuerpo de Maya, para en un
acto de conciencia lúcida y relajada encontrar la salida de esta casa de los sueños que, como
alcanzó a percibir el Buda, está siendo consumida en este mismo momento por un devorador
incendio.

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