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Curso de capacitación para

educadores cristianos infantiles

PATROCINADO POR IMPARTIDO POR

C e ib i 

Centro Superior
de Teología

Tema 1. El Alumno.

1.1. Razones e importancia de la enseñanza


de la Palabra de Dios a los niños

PROFESOR

Dr. José Luis Fortes Gutiérrez


Curso de capacitación para educadores cristianos infantiles Profesor: Dr. José Luis Fortes Gutiérrez

Curso de capacitación para educadores cristianos infantiles

Introducción

Debemos hacernos dos preguntas antes de comenzar este estudio.


Primera:

1. ¿Es necesaria la educación cristiana de los niños?

Algunos piensan que la enseñanza de los niños debe hacerse sólo para
que no molesten en los cultos o para proveerles de algunas normas de
comportamiento que los hagan parecer hijos de padres cristianos. Pero
es importante recordar lo que nos dicen algunos estudios estadísticos:

Del número
total de
cristianos

Un 80% de los que llegan a


servir a Dios de forma fiel y
Más del 50% creyeron
constante creyeron en
en Jesucristo
Jesucristo
antes de los 14 años
antes de los 14 años

Esto tendría que hacernos meditar. Pero es que, además, Dios ha dado
promesas e instrucciones precisas sobre los niños que debemos tomar
en consideración.

(Mateo 19.14)
Jesús dijo:

“Dejad a los niños porque de los tales


venid a mí, y no se es el reino de los
lo impidáis; cielos.”

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Curso de capacitación para educadores cristianos infantiles Profesor: Dr. José Luis Fortes Gutiérrez

Este estudio pretende analizar en detalle las razones que nos da la


Palabra para instruir a los niños en los caminos de Dios y llevarnos a ser
consecuentes con ello.

La segunda pregunta es:

2. ¿Hace falta prepararse para enseñar a los niños?

También en esto hay diversidad de opiniones. Algunos creen que


cualquier creyente adulto puede enseñar a un niño. Otros piensan que
la capacidad de entendimiento de un niño no precisa una gran
preparación por parte del educador infantil. En muchas iglesias los
maestros de Escuela Dominical son designados sin cumplir ningún
requisito espiritual y sin recibir una formación mínima sobre la labor a
realizar. Es por ello que es muy importante lo que vuestra iglesia está
haciendo con vosotros al organizar este curso de capacitación para
educadores cristianos infantiles.

Para enseñar a los niños es necesario conocer cómo piensan y cuáles


son sus actitudes vitales en sus diferentes edades; hay que conocer
cuáles son sus posibilidades de atención y de aprendizaje; y hay que
saber cómo preparar e impartirles la lección que necesitan según las
características de la etapa de la vida en que se encuentran. No tomar
en cuenta esto es como llevar a los niños al ginecólogo o a una
embarazada al pediatra; es como tratar de la próstata a una mujer o
hacerle una prueba de cáncer de mama a un hombre; es como poner
las primeras vacunas a una señora de ochenta años o pedirle a un niño
de cuatro años que evite moverse demasiado.

También es importante que sepamos por qué les enseñamos, qué


esperamos conseguir cuando les impartimos enseñanza. Es importante
que sepamos si lo que nos preocupa es lucirnos como maestros
empleando palabras rebuscadas, que muestren lo mucho que creemos
saber; o emplear gran despliegue de medios audiovisuales, para dejar
claro que estamos al día; o que el alumno conozca a Cristo como
salvador y le siga como modelo de vida.

No menos importante es que el maestro se pregunte a sí mismo por qué


quiere enseñar a los niños. ¿Lo hace por necesidad, porque no hay otro
que se ocupe de esa responsabilidad? ¿Cree que es un medio de
promoción social dentro de la iglesia, un paso previo para ocupar otros
cargos a los que aspira en el futuro? ¿Es algo vocacional de parte de
Dios?

En este estudio contestaremos todas y cada una de las cuestiones


planteadas, para ello comenzaremos hablando del alumno, después
del maestro y por último de la enseñanza.

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Tema 1. El alumno

Lección primera

1.1. Razones e importancia de la enseñanza de la Palabra de Dios a los niños

1.1.1. Los niños son pecadores y están necesitados de salvación


1.1.1.1. Los niños proceden de padres cuya naturaleza es pecadora.
1.1.1.2. Los niños tienen una naturaleza pecadora e inclinada a obrar el mal.
1.1.1.3. Los niños también merecen la muerte y condenación eterna por sus pecados.
1.1.1.4. Los niños también necesitan el perdón de sus pecados y la vida eterna.
1.1.1.5. Los niños también necesitan vivir vidas de rectitud y obediencia a Dios.

1.1.2. Los hijos de los creyentes están incluidos en las promesas de Dios
1.1.2.1. Cuando Dios anunció el Evangelio a Abraham le dijo que quería ser el Dios de
sus hijos.
1.1.2.2. Dios se presenta ante los hijos de los creyentes como el Dios de sus padres.
1.1.2.3. Para asegurar el cumplimiento de sus planes Dios incluyó a los hijos de los
creyentes en su promesa del derramamiento del Espíritu Santo.
1.1.2.4. Jesús confirmó que los niños están incluidos en los planes salvadores de Dios.
1.1.2.5. Los apóstoles proclamaron que los niños están incluidos en las promesas de
salvación.

1.1.3. Dios manda a los creyentes que instruyan a sus hijos en sus caminos
1.1.3.1. Este es un mandamiento explícito para los padres.
1.1.3.2. Los padres deben enseñar a sus hijos la Palabra de Dios.
1.1.3.3. Los niños deben ser congregados con el pueblo de Dios para escuchar la
Palabra, servir y alabar a Dios y orar por ellos.
1.1.3.4. Los padres deben dar ejemplo de fe y obediencia a sus hijos.
1.1.3.5. Los padres deben cumplir el mandato de Dios de instruir a sus hijos en sus
caminos confiando en sus promesas y no en la carne.

1.1.4. Los niños en general tienen unas condiciones privilegiadas que hace que
sean “buena tierra” para sembrar la semilla del Evangelio.
1.1.4.1. La niñez tiene sus limitaciones o desventajas.
1.1.4.2. Pero la niñez también tiene sus ventajas que son muy importantes.
1.1.4.3. Los niños tienen una disposición natural a creer que la gracia de Dios puede
transformar en fe por el poder de su Palabra.
1.1.4.4. Los niños pueden dar respuestas de entendimiento, obediencia y alabanza
excepcionales.
1.1.4.5. Los niños son modelables en su carácter y conducta.

1.1.5. La iglesia tiene que ministrar la Palabra de Dios a los niños.


1.1.5.1. Los pastores han recibido el mandato de dar el alimento espiritual a los niños:
deben apacentar a los corderos.
1.1.5.2. Los líderes deben conocer las promesas y el mandato de Dios sobre los niños.
1.1.5.3. Los líderes deben compartir con la congregación lo que Dios ha dicho sobre los
niños.
1.1.5.4. Los líderes deben promover el ministerio de educación cristiana infantil.
1.1.5.5. La iglesia debe tener un proyecto y un presupuesto para la educación cristiana
infantil.

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1.1. Razones e importancia de la enseñanza de la Palabra de Dios a los


niños.

Veamos algunas razones por las que consideramos que es importante


enseñar la Palabra de Dios a los niños:

1.1.1. Los niños son pecadores y están necesitados de salvación.

1.1.1.1. Los niños proceden de padres cuya naturaleza es pecadora.

“He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi


madre.” (Sal 51.5).

Los leones engendran leones

1.1.1.2. Los niños tienen una naturaleza pecadora e inclinada a obrar el


mal.

“Como vuestros padres, así también vosotros.” (Hch 7.51b)

Los cachorros de leones parecen tiernos

“Como está escrito: no hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no
hay quién busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles;
No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.” (Ro 3.10-12,23).

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Pero su instinto es devorar, como sus padres

“…vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros


padres…”
(1 P 1.18)

Sólo necesitan tiempo para mostrar el feroz león que llevan dentro

“… Porque el intento del corazón del hombre es malo desde su


juventud…” (Gn 8.21).

He aquí algunos de los pecados que los niños manifiestan desde muy
temprano:
desobediencia = ante los padres, profesores, autoridades…
soberbia = al ser reprendidos, al negarles un capricho…
ira = cuando se les lleva la contraria
violencia = pegando a otros niños
rencor = sobre todo al ser reprendidos
celos = cuando se atiende al hermanito menor
homicidio = por rabia o celos
mentira = para negar algo mal hecho
envidia = por algo que codician
glotonería = si algo les gusta mucho
egoísmo = no compartiendo sus juguetes
hurto = cogiendo juguetes u otras cosas ajenas
calumnia = acusando falsamente a otros
crueldad = con otros niños o con los animales
tozudez = negándose a hacer algo
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necedad = haciendo estupideces para llamar la atención


etc.
“Hallo esta ley; que el mal está en mí…” (Ro 7.21)

… por tanto

1.1.1.3. Los niños también merecen la muerte y condenación eterna por


sus pecados.

“… cada cual morirá por su propia maldad…” (Jer 31.30)

“… por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios.”


(Ro 3.10-12,23).

“La paga del pecado es muerte…” (Ro 6.23)

A los niños también les ronda la muerte y la condenación

“Cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí” (Ro 14.12)

1.1.1.4. Los niños también necesitan el perdón de sus pecados y la vida


eterna.

“Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura.” (Mr


16.15).

El mandamiento del Señor incluye a los niños porque como pecadores


que son también necesitan su salvación.

“Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños /…/ así que no


es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos,
que se pierda uno de estos pequeños.” (Mt 18.10,14)

1.1.1.5. Los niños también necesitan vivir vidas de rectitud y obediencia


a Dios.

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“Cuando Josías comenzó a reinar era de ocho años… e hizo lo recto


ante los ojos de Jehová… sin apartarse a derecha ni a izquierda...” (2 R
22.1-2)

El propósito de la salvación es restaurar en el ser humano la imagen de


Dios distorsionada por el pecado. Esa imagen se perdió en Adán y se
recupera en Cristo (1 Co 15.49) cf (Ef 4.13). Él es el modelo al que
tenemos que parecernos, él es maestro que nos enseña y la lección que
tenemos que aprender al mismo tiempo: “Llevad mi yugo sobre vosotros
(venid a mi escuela) y aprended de mí, que soy manso y humilde de
corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas.” (Mt 11.29).

En los niños se produce un comportamiento malo que la Biblia califica


de necio: “La necedad está ligada al corazón del muchacho...” (Pr
22.15), porque es consecuencia de la mezcla de las tendencias e
inclinaciones pecaminosas personales con la ignorancia y falta de
experiencia propias de la edad.

Los niños también necesitan librarse de su mal


obrar y mostrar el carácter de Cristo en sus
vidas. Para ello tienen que estar bajo la acción
santificadora de la Palabra de Dios (2 Ti 3.15-17)
que, cual “espada del Espíritu” (He 4.12), les
quebranta el corazón para limpiarlo y purificarlo
de maldad: “¿Con qué limpiará el joven su
camino? Con guardar tu palabra.” (Sal 119.9).
“Hijo mío, no te olvides de mi ley, y tu corazón
guarde mis mandamientos…” (Pr 3.1).

El conocimiento de las Escrituras no sólo les hará “buenos y rectos” ante


los ojos de Dios, sino que evitará que sean engañados por aquellos que
viven de espaldas a Dios: “Hijo mío, si los pecadores te quisieren
engañar, no consientas…” (Pr 1.10).

“Y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras… inspirada por
Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en
justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto,
enteramente preparado para toda buena obra.” (2 Ti 3.15)

1.1.2. Los hijos de los creyentes están incluidos en las promesas de


Dios.

1.1.2.1. Cuando Dios anunció el Evangelio a Abraham le dijo que quería


ser el Dios de sus hijos.

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“Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti


en sus generaciones, por pacto perpetuo,
para ser tu Dios y el de tu descendencia después de ti.”
(Gn 17.7)

1.1.2.2. Dios se presenta ante los hijos de los creyentes como el Dios de
sus padres.

“… estaré contigo, y te bendeciré… y confirmaré el juramento que hice


a Abraham tu padre.” (Gn 26.3)

“Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre… he aquí yo estoy


contigo, y te guardaré por donde quiera que fueres…” (Gn 28.13,15)

“… Así dirás a los hijos de Israel: Jehová el Dios de vuestros padres… me


ha enviado a vosotros… Yo os sacaré de la aflicción de Egipto…”
(Ex 3.15,17)

“… el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús…” (Hch 3.13)

“Cristo Jesús vino… para confirmar las promesas hechas a los padres…”
(Ro 15.8)

1.1.2.3. Para asegurar el cumplimiento de sus planes Dios incluyó a los


hijos de los creyentes en su promesa del derramamiento del Espíritu
Santo.

“Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice
Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y
vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones…”
(Hch 2.16-17).

Por esta obra del Espíritu se produce el llamamiento eficaz a la


salvación que hace que Dios cumpla sus promesas redentoras:

“Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas


vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré.
Os daré un corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros;
y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón
de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en
mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra…
me seréis por pueblo, y yo seré a vosotros por Dios.” (Ez 36.25-28)

“… el que no naciere de agua y del Espíritu,


no puede entrar en el reino de Dios.” (Jn 3.5)

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1.1.2.4. Jesús confirmó en muchas ocasiones que los niños están


incluidos en los planes salvíficos de Dios:

“Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños /…/ así que no


es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos,
que se pierda uno de estos pequeños.” (Mt 18.10,14)

“Dejad a los niños venid a mí, y no se lo impidáis;


porque de los tales es el reino de los cielos.” (Mt 18.14)

“De cierto os digo, que el que no reciba el Reino de Dios como un niño,
no entrará en él.” (Mr 10.15)

1.1.2.5. Los apóstoles proclamaron que los niños están incluidos en las
promesas de salvación de Dios:

"Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos..."


(Hch 2.39).

“Él te hablará palabras por las cuales serás salvo tú, y toda tu casa.”
(Hch 11.14)

“Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa”


(Hch 16.31)

“Por la fe Noé preparó el arca… en que su casa se salvase…”


(He 11.7)

1.1.3. Dios manda a los creyentes que instruyan a sus hijos en sus
caminos.

1.1.3.1. Este es un mandamiento explícito para los padres.

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“a tus hijos.” (Dt 6.7)

“Y vosotros padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos,


sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor.” (Ef 6.4)

1.1.3.2. Los padres deben enseñar a sus hijos la Palabra de Dios.

“Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón, y las


repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando
por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes.” (Dt 6.6-7).

“Instruye al niño en su camino…” (Pr 22.6).

1.1.3.3. Los niños deben ser congregados con el pueblo de Dios para
escuchar la Palabra, servir y alabar a Dios y para que se ore por ellos.

“Vosotros todos estáis hoy en presencia de Jehová vuestro Dios; los


cabezas e vuestras tribus, vuestros ancianos y vuestros oficiales, todos los
varones de Israel; vuestros niños, vuestras mujeres…”
(Dt 29.11)

“Harás congregar al pueblo, varones, mujeres y niños…”


(Dt 31.12)

“Mientras oraba Esdras y hacía confesión, llorando y postrándose


delante de la casa de Dios, se juntó él una muy grande multitud de
Israel, hombres, mujeres y niños…” (Esd 10.1)

“Reunid al pueblo, santificad la reunión, juntad a los ancianos,


congregad a los niños y a los que maman…” (Jl 2.16)

1.1.3.4. Los padres deben ser ejemplo de fe y de obediencia a sus hijos.

Los padres debían amar a Dios de todo su corazón para poder ser
instrumentos eficaces y constantes en la transmisión con poder de la
palabra de Dios a sus hijos. La palabra vivida por los padres impacta a
los hijos.

“Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y


con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán
sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando
en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te
levantes.” (Dt 6.5-7)

Loida y Eunice, madre y abuela de Timoteo, fueron ejemplos de fe


genuina para él desde su más tierna infancia (2 Ti 1.5), no es de extrañar

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que Timoteo manifestase esa misma fe desde una edad muy temprana
(2 Ti 3.14-15).

1.1.3.5. Los padres deben cumplir el mandato de Dios de instruir a sus


hijos en sus caminos confiando en sus promesas y no en la carne.

Dios ha dicho:

“Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia…


para ser tu Dios y el de tu descendencia” (Gn 17.7)

Los padres deben proceder con obediencia y fe en las promesas de


Dios:

“Yo se que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden
el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio, para que haga venir
Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él.”
(Gn 18.19)

“Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará


de él." (Pr 22.6).

“… porque de los tales es el Reino de Dios.” (Mr 10.14).

“Cree en el Señor Jesucristo, y será salvo, tú y tu casa.” (Hch 16.31)

Pero no deben confiar en nada que no sea las promesas de Dios…

“No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los
que son hijos según la promesa son contados como descendientes.”
(Ro 9.8)
“… Nosotros, como Isaac, somos hijos de la promesa.” (Gá 4.28)

Pues la salvación es una obra enteramente de Dios (Jon 2.9)…

“A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio
potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de
sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.”
(Jn 1.12-13)

1.1.4. Los niños en general tienen unas condiciones privilegiadas que


hace que sean “buena tierra” para sembrar la semilla del Evangelio.

1.1.4.1. La niñez tiene sus limitaciones o desventajas:

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A los niños les falta el discernimiento del bien y del mal:

“… vuestros hijos que no saben hoy lo bueno ni lo malo…” (Dt 1.39)

Sus comportamientos suelen ser viscerales:

“… no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales,


como a niños en Cristo.” (1 Co 3.1)

“Cuando éramos niños, estábamos en esclavitud…” (Gá 4.3)

Su manera de pensar está caracterizada por la inmadurez:

“No seáis niños en el modo de pensar…” (1 Co 14.20)

“… para que ya no seamos niños fluctuantes…” (Ef 4.14)

“… todo aquel que participa de la leche es inexperto


en la palabra de justicia, porque es niño…” (He 5.13)

1.1.4.2. Pero la niñez también tiene sus ventajas que son muy
importantes.

Los niños carecen de malicia, no piensan en las consecuencias de lo


que dicen o hacen porque no tiene prejuicios y condicionamientos
culturales…

“… sed niños en la malicia…” (1 Co 14.20)

El corazón de un niño es como una página en blanco que está por


escribir… esta es una condición ideal para recibir el evangelio.

“El que no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él.”


(Lc 18.17)

1.1.4.3. Los niños tienen una disposición natural a creer que la gracia de
Dios puede transformar en fe salvífica por el poder de su Palabra y la
obra del Espíritu Santo.

Los niños tienen una especie de fe que les permite creer cualquier cosa
sin cuestionarla y sin resistirla. Confían ciegamente en sus padres y en lo
que estos les dicen... y aunque éstos les mientan ellos les creen = (el
ratoncito Pérez, los reyes magos, papal Noel, etc.).

La fe que salva es un don de Dios:

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“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe;


y esto no de vosotros, pues es don de Dios.” (Ef 2.8)

… obrado por del Espíritu Santo:

“Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os de


espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él,
alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es
la esperanza que él os ha llamado… y cuál la supereminente grandeza
de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del
poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos
y sentándole a su diestra en los lugares celestiales…” (Ef 1.17-19)

... que aplica la Palabra de Dios con poder a la vida de las personas:

“Así que la fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios.” (Ro 10.17).

La actitud crédula de los niños no es fe que salva, pero si es mejor que la


actitud incrédula de los adultos. Es una predisposición que facilita la
tarea del Espíritu Santo. Por eso si hablamos a los niños del Evangelio con
la Palabra de Dios y el aval de nuestras vidas el Espíritu de Dios puede
llevarles a una fe salvadora genuina… No olvidemos que, según Jesús,
hay “pequeños” que creen en él:

“Y cualquiera que haga tropezar a alguno de


estos pequeños que creen en mí…” (Mt 18.6a)

Este fue el caso de Timoteo:

“Y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras...”


(2 Ti 3.15)

Y este no es el único caso. En la Historia hay ejemplos de otros creyentes


que lo fueron desde muy temprana edad: Isaac, José, David, Jeremías,
Daniel… De uno de ellos dice la Biblia:

“Cuando Josías comenzó a reinar era de ocho años… e hizo lo recto


ante los ojos de Jehová, y anduvo en el camino de David su padre…
(2 R 22.1-2)

La dependencia que los niños tienen de sus padres les facilita entender
a Dios como un padre del que dependen también sus padres y a
quienes cuida amorosamente.

“Tú eres el que me sacó del vientre; El que me hizo estar confiado desde
que estaba a los pechos de mi madre. Sobre ti fui echado desde antes
de nacer; Desde el vientre de mi madre, tú eres mi Dios.” (Sal 22.10)

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Es por eso que la actitud de los niños acerca de las cosas de Dios es el
modelo de la actitud que tendrían que tener los adultos para con Dios.

“Si no os volvéis y hacéis como niños, no entraréis en el reino de los


cielos.” (Mt 18.3).

“De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño,
no entrará en él.” (Mr 10.15)

1.1.4.4. Los niños pueden dar respuestas de entendimiento, obediencia y


alabanza excepcionales… porque la obra es de Dios.

Los niños pueden llegar a entender por el poder y la gracia de Dios


verdades profundas acerca de la salvación y la vida eterna que los
grandes sabios no pueden entender a pesar de sus muchos
conocimientos terrenos:

“En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu, y dijo: Yo te


alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas
cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Sí, Padre,
porque así te agradó.” (Lc 10.21) (Mt 11.25)

Los niños pueden mostrar compromiso y entrega a la causa del Señor


entregando sus bienes con generosidad y desprendimiento:

“Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos


pececillos… Y tomó Jesús aquellos panes… y los repartió… asimismo de
los peces…” (Jn 6.9-11)

Los niños pueden llegar a hacer cosas que los adultos no hacen en
momentos en los que éstos se dejan llevar por prejuicios o miedo. Los
niños alabaron a Jesús en el templo de Jerusalén cuando muchos de sus
discípulos callaron por temor a los fariseos:

“Los principales sacerdotes y los escribas, viendo las maravillas que


hacía, y a los muchachos aclamando en el templo y diciendo:
¿Hosanna al Hijo de David! Se indignaron, y le dijeron: ¿Oyes lo que
éstos dicen? Y Jesús les dijo: Sí; nunca leísteis: De la boca de los niños y
de los que maman perfeccionaste la alabanza?” (Mt 21.15-16)

Esto último nos muestra que los niños no sólo son capaces de alabar a
Dios, sino que lo pueden hacer de forma excepcional.

“…a sus niños quitasteis mi perpetua alabanza.” (Mi 2.9)

¿Fue esto lo que hizo Juan el Bautista desde el vientre de su madre?

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“Y aconteció que cuando oyó Elisabet la salutación de María,


la criatura saltó en su vientre… ” (Lc 1.41,44)

En las Escrituras tenemos constancia de que algunos grandes siervos de


Dios fueron llamados al ministerio cuando todavía eran unos niños. Este
fue el caso del profeta Jeremías:

“Las palabras de Jeremías… que le vino… diciendo: Antes que te


formases en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di
por profeta a las naciones. Y yo dije: ¡Ah! ¡ah, Señor Jehová! He aquí no
se hablar porque soy niño. Y me dijo Jehová: No digas: Soy un niño;
porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande.”
(Jer 1.17)

1.1.4.5. Los niños son modelables en su carácter y conducta.

Para mal…

“Y anduvo en todos los pecados que su padre había cometido…”


(1 R 15.3)

O para bien…

“Y anduvo en el camino de Asa su


padre, sin desviarse de él,
haciendo lo recto ante los ojos de
Jehová…” (1 R 22.43)

“Y que desde la niñez has sabido


las Sagradas Escrituras…”
(2 Ti 3.15a)

El árbol se endereza de chico… y


un niño es como un árbol pequeño,
que por lo general es modelable y
fácil de llevar a un lado u otro y es posible colocar algo recto junto a él
de modo que pueda crecer rectamente.

Un adulto, en cambio, es como un árbol grande que ya ha tomado su


forma definitiva y no se mueve. Si ha crecido torcido, ninguna fuerza lo
podrá enderezar salvo la traumática poda. ¡Cuán importante es
entonces enseñar a los niños en los caminos de Dios para que crezcan
“rectos”! Cambiar la vida torcida de un adulto no sólo es mucho más
difícil sino que la mayoría de las veces sólo se consigue mediante
experiencias traumáticas (2 Cr 33.2-13).

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1.1.5. La iglesia tiene que ministrar la Palabra de Dios a los niños.

1.1.5.1. Los pastores han recibido el mandato de dar el alimento


espiritual a los niños: deben apacentar a los corderos.

“Jesús dijo a Simón Pedro… apacienta mis corderos.”


(Jn 21.15)

Como todos sabemos, los corderos son las crías de las ovejas. En este
texto los “corderos” representan a los hijos de los creyentes, que son
mencionados en el mismo como las “ovejas”.

Los pastores tienen el deber de procurar que los niños de la grey reciban
un alimento adecuado a su edad para que el propósito salvífico de Dios
y sus promesas se cumplan en ellos.

“La palabra a su tiempo, ¡cuán buena es! (Pr 15.23)

1.1.5.2. Los pastores deben conocer las promesas y el mandato de Dios


sobre los niños.

Dios no quiere que los suyos ignoren ninguna cosa que él ha revelado:

“Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de…”


(1 Tes 4.13)

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No conocer las promesas y el mandato de Dios sobre los niños implica


menoscabar y menospreciar sus planes y propósitos sobre una parte
importante del rebaño (las crías o corderos), a las que también hay que
poner en contacto permanente con la herramienta o instrumento
salvador del Espíritu Santo: la Palabra de Dios. El Señor tuvo cuidado en
advertir a sus discípulos para que no cayesen en este pecado cuando
les dijo:

“Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños…”


(Mt 18.10)

Conocer las promesas y obrar en consecuencia con ellas implica estar


en armonía con la voluntad de Dios y no ser tropiezo a los niños para
que conozcan a Cristo como salvador y le sirvan desde la infancia.

“Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis…”


(Mt 18.14)

1.1.5.3. Los pastores deben compartir con la congregación lo que Dios


ha dicho sobre los niños.

Los pastores deben enseñar a la iglesia todo lo que Dios ha revelado,


esto incluye lo que se dice con respecto a los niños.

“No he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios” (Hch 20.27)

También deben fortalecer el concepto de “familia cristiana” en la


iglesia enseñando a los padres de familia lo importante que es que éstos
procuren una educación cristiana para sus hijos. ¡Recordemos que el
mandato de enseñanza a los niños se dirige en primer lugar a los padres!

“Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres…


Y vosotros padres… criadlos en disciplina y amonestación del Señor.”
(Ef 6.1,4)

Los pastores y la iglesia deben promover eventos donde la familia


participe al completo para que la fe y obediencia de los padres pueda
trabajar en la consecución de las promesas de Dios y para que todos
sus integrantes puedan experimentar el poder y la gracia de Dios de
forma conjunta y formen una unidad en el Señor.

“Saludad a Aquilas y Priscila… saludad también a la iglesia de su casa…


Saludad a los de la casa de Aristóbulo… Saludad a la casa de Narciso.”
(Ro 16.3,5,10-11)

1.1.5.4. Los pastores deben promover el ministerio de educación


cristiana infantil.

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Los pastores deben procurar que esta responsabilidad sea


desempeñada por personas idóneas:

“Lo que has oído… esto encarga a hombres fieles


que sean idóneos para enseñar también a otros.” (2 Ti 2.2)

Los pastores deben procurar que se reconozca adecuadamente el


ministerio de los educadores infantiles de la iglesia:

“os rogamos hermanos que reconozcáis a los que trabajan entre


vosotros… y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su
obra.” (1 Tes 5.12-13)

Los pastores deben dar oportunidad a los educadores infantiles de


compartir el fruto de su trabajo, de hacer peticiones de oración y de
presentar proyectos, manteniendo una comunicación permanente con
aquellos que desarrollan la labor de enseñar a los niños.

1.1.5.5. La iglesia debe tener un proyecto y un presupuesto para la


educación cristiana infantil.

Un proyecto permite tener claro cuáles son los objetivos que queremos
alcanzar a corto, medio y largo plazo. También nos permite saber los
medios que nos hacen falta para alcanzar dichas metas.

Un presupuesto supone situar nuestros objetivos a la altura de la realidad


de nuestras posibilidades y no dejar que ninguna cosa proyectada deje
de hacerse por falta de previsión de la infraestructura o medios
necesarios.

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BIBLIOGRAFÍA:

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Complutense, Madrid, 2004.

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 GARY COLLINS, Hombre en transición, Ed. Caribe, USA, 1978.

 H. HENDRICKS, Enseñando para cambiar vidas, Ed. Ed. UNILIT, USA, 2003.

 INA S. LAMBDIN, El arte de enseñar a los intermedios, Ed. CBP, USA, 1969.

 JAY E. ADAMS, Capacitado para orientar, Ed. PE, Barcelona, 1981.

 JILL MASTERS, Enseñanzas para toda la vida, Ed. Peregrino, USA, 2006.

 J. M. PRICE, Jesús el maestro, Ed. CBP, USA, 1973.

 L. SANDERSON, Usando la Escuela Dominical en el Evangelismo, Ed. CBP,


USA, 1958.

 LUISA JETER DE WALKER, Métodos de enseñanza, Ed. Vida, USA, 1975.

 P. SÁNCHEZ DELGADO, El proceso de enseñanza y aprendizaje, Ed.


Universidad Complutense, Madrid, 2004.

 TEDD TRIPP, Cómo pastorear el corazón de su hijo, Ed. SP, USA, 2004.

 VVAA, Curso para la obtención del CAP de la Universidad Alfonso X el


Sabio, Ed. ICSE, Gran Canaria, 2005.

 VVAA, Educación cristiana, Ed. CITE, USA, 1992.

 VVAA, Libro blanco de la enseñanza evangélica, Ed. FEREDE, Madrid, 1990.

 VVAA, Llamados a enseñar, Ed. Caribe, USA, 1969.

 W. V. GRITTER, Los principios de la enseñanza cristiana, Ed. CITE, USA, 1990.

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EJERCICIOS DE AUTOEVALUACIÓN

NOMBRE:

1. ¿Hace falta prepararse para enseñar a los niños?

2. Enumere las razones por las que es importante enseñar la Palabra de Dios a los niños

3. Cite un versículo que demuestre:


Que los niños proceden de padres cuya naturaleza es pecadora.
Que los niños tienen una naturaleza pecadora e inclinada a obrar el mal.
Que los niños merecen la muerte y condenación eterna por sus pecados.
Que los niños necesitan el perdón de sus pecados y la vida eterna.
Que los niños necesitan vivir vidas de rectitud y obediencia a Dios.

4. ¿Qué Dios haya hecho promesas sobre los niños significa que ya son salvos sin más?

5. Cite un versículo que demuestre:


Que Dios manda a los padres que enseñen la Palabra a sus hijos.
Que los padres deben dar ejemplo a sus hijos.
Que los padres deben confiar en las promesas de Dios y no en la carne.
Que los pastores deben procurar que los niños reciban alimento espiritual.
Que los educadores infantiles deben ser reconocidos por la iglesia.

6. ¿Cuáles son las desventajas y las ventajas de la niñez?

7. ¿Por qué es necesario que la iglesia tenga un proyecto de educación cristiana


infantil?

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