Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Colonia Dignidad
Los chilenos Joaquín Cociña y Cristóbal León crean en 'La casa
lobo' una fábula inmersiva en el horror del asentamiento nazi en
su país
Otros
Conéctate
Enviar por correo
Imprimir
GREGORIO BELINCHÓN
MÁS INFORMACIÓN
Cómo animar una pesadilla
Colonia Dignidad, la secta alemana que llevó el infierno a Chile
PUBLICIDAD
inRead invented by Teads
En el inicio del proyecto, cuenta León, está Colonia Dignidad, un pueblo a 350
kilómetros al sur de Santiago de Chile, que se utilizó como centro de tortura y
exterminio de presos políticos durante la dictadura del general Augusto Pinochet,
entre 1973 y 1990. Fundada en 1961 por el exmilitar nazi Paul Schäfer -su voz es la
recreada al inicio del metraje y la del lobo-, el alemán instauró allí una secta en la
que hubo violaciones a menores, esclavitud... "Hace una década nos enteramos de
que había un archivo fílmico en la Colonia, material rodado allí por Schäfer. Nos
planteamos: ¿Qué pasaría si Schaefer hubiera sido una especie de Walt Disney?
¿Qué películas habría contado?", recuerda León (Santiago de Chile, 38 años), que
está en Madrid para acompañar las primeras proyecciones de su largometraje, que
podrá verse en la Cineteca hasta el jueves 4 de abril. León y Cociña tienen un sólido
currículo como artistas visuales, y sus piezas comparten ciertos tonos terroríficos.
"Nos salen así. Lo tenemos incorporado. También creo que la animación stop
motion conlleva ese terror, con objetos que se mueven solos, materia que cobra vida.
Yo disfruto mucho con esta técnica, me concentro con el personaje".
La casa en la que entra María es una casa, no un hogar. Los cerditos devienen en
niños, las paredes mutan, los ojos del lobo acechan. Todo es terror en esos 73
minutos en los que no deja de moverse la cámara -la película la compone un único
plano secuencia- y la materia y los personajes se transforman y construyen y
destruyen conforme avanza la pesadilla. "Teníamos un guion muy básico, un
decálogo con reglas para la animación y una escaleta visual en la que cada secuencia
tenía asignado un dibujo. Después, empezamos a crear"; asegura el artista. "Nuestra
tarea era improvisar entre un dibujo y otro, luchando contra la mecanización
habitual de la animación". Deseaban reaccionar ante "la materia" con la que
trabajan, fuera cual fuera. De fondo, no traicionar al corazón de La casa lobo: que el
escenario fuera a su vez el espacio mental de María. "En realidad, uno nunca está del
todo cómodo con su estado mental, ¿no?".
El proceso de creación tampoco ha seguido los cauces habituales. Cociña y León recibían
numerosas invitaciones para exhibir su obra: "Decidimos aprovecharlas, mostrar cómo
hacíamos nuestra película, y proseguir con una indagación con la que ya llevamos mucho
tiempo, desde el corto Lucía: hacer obra sobre hacer obra; cómo se construye y se destruye".
Así que la pareja se instaló en distintas galerías y museos de Santiago de Chile, Ámsterdam,
Ciudad de México, Buenos Aires y Hamburgo, usando en parte material con el que viajaban y
en parte elementos reciclados de esas ciudades. "La casa lobo habla mucho de ese hacer y
deshacer del arte", recalca León, aunque también confiesa: "Trabajamos todo el rato de cara al
público. Al principio nos distraímos un poco y tuvimos que tirar lo filmado los primeros cuatro
meses. Después ya nos daba lo mismo la gente que nos miraba, es más, aceptamos
colaboraciones".