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Con el mundo entero llorando la pérdida de Nelson Mandela, la última leyenda del

siglo XX, repasamos cuál fue el comportamiento que le permitió ascender a la


presidencia de su país y afrontar la adversidad, y que hoy en día debería ser
ejemplo para los directivos y profesionales del siglo XXI.
1. Empatía para conectar
Un verdadero líder no tiene que intimidar, sino que acoger. La verdad es que era
bien conocida la capacidad del ex presidente sudafricano de recordar los nombres
de todas las personas que conocía y que tenía que conocer (una habilidad
también asociada al ex presidente Bill Clinton). Sin duda, siempre es un plus
añadido saber hacer sentir importante a la persona que se tiene en frente. Un
ejemplo de este saber acoger y conecta se reflejó en 1994, cuando fue elegido
presidente de Sudáfrica y reunió a la clase política mundial en los Edificios de la
Unión en la capital del país, en el mismo lugar que 84 años había sido la sede del
gobierno blanco, que había privado a la población negra de sus derechos.
2. Inmensa paciencia
Mandela supo rebelarse contra la tiranía y soportar los casi 30 años de encierro
con paciencia y a su liberación era consciente de que quedaba mucho camino por
recorrer para acabar con la división racial. Cinco años después, se convirtió en
presidente de todo el país, consiguiendo así su objetivo de unir al país.
3. Capacidad para perdonar
Cuando salió elegido presidente de la nación, fue sabio al saber perdonar a
aquellos que le habían encerrado. Se rodeó, sin resentimiento alguno y con
máximo respeto, de colaboradores que habían trabajado con el anterior gobierno.
Ese respeto, que se manifestaba de forma natural, tuvo como resultado una
fidelidad absoluta de todos aquellos que trabajaron a su lado.
4. Mandato con caducidad
Nada más salir elegido presidente, le puso fecha al momento de su salida. Un
mandato de cinco años y nada más. Un líder tiene que saber cuándo irse,
seguramente para poder hacerlo por la puerta grande. Esta decisión supone un
ejercicio absoluto de las fortalezas y de las debilidades de cada uno. Sabía que no
era imprescindible y era conocedor de sus limitaciones. Cuando finalizara su
primer mandato, en 1999, ya tendría 81 años y sus capacidades ya no serían
óptimas para desempeñar el cargo.
5. Aprender de los errores
Es bien conocido que la vida de Nelson Mandela estuvo plagada de fracasos y
errores, sobre todo a nivel personal, pero supo aprender de ellos en vez de hacer
que se volviesen en su contra. Supo afrontar los errores con transparencia e hizo
aflorar su integridad, coraje, además del encanto, el poder de persuasión y su
cautivadora sonrisa.
6. Cautela y generosidad
Fue siempre cauteloso y respetuoso con los afrikáner, los seguidores del gobierno
anterior. Siempre tuvo cuidado con los cambios, sobre todo en lo que respecta a la
modificación de símbolos, monumentos y nombres de calles del anterior régimen
de apartheid. No quiso a pesar de todo lo que le había ocurrido, humillar a sus
compatriotas blancos.
7. Un gran visionario
Como bien refleja la película Invictus de Clint Eastwood, supo aprovechar un
momento clave en su mandato para unir a negros y blancos del país: el
campeonato del mundo de rugby, el deporte de los blancos, en el verano de 1995,
celebrada en el Johanesburgo Ellis Park. Mandela fue un visionario, ya que fue
consciente del potencial unificador y patriótico que genera el deporte. Decidió
organizar el campeonato para que los seguidores afrikáners del rugby lo fueran
también del nuevo gobierno. Y consiguió que los negros, que rechazaban el rugby
por ser el deporte de los enemigos, apoyaran al equipo nacional, los Springboks.
8. Seductor nato
Todos los que le conocían caían rendidos ante sus encantos. Es algo habitual
entre los grandes líderes. Hasta la reina de Inglaterra le permitía que le llamara
Elizabeth. Es más, ningún encargado de protocolo se atrevió nunca a reprenderle
la familiaridad con la que trataba a la más soberana de todos los monarcas. Nunca
nadie pensaba que fuera una falta de respeto. Mandela sabía tratar a todo el
mundo, al margen del estatus social que tuvieran.
9. Habilidad para negociar
El deseo de alcanzar acuerdos que satisfagan a todas las partes tiene que ser
innato de un líder. Siempre hay que tener muy presente que para que todos
salgan ganando, todos tienen que ceder. Además, el líder tiene que saber trabajar
en equipo, y nunca querer todo el protagonismo. Como llegó a escribir el ex
presidente, “tengo tantos fallos como el que más. Se agradecen los cumplidos,
siempre que no se presente al presidente como un superhombre…”.
10. Ejemplo y constancia
Quienes le conocieron decía que no tenía dobleces; se presentaba como un
hombre íntegro que tenía los objetivos claros. Uno de los periodistas que más
tiempo pasó con él, John Carlin, corresponsal de The Independent en Sudáfica,
cuenta que sacaba tiempo para asistir a la fiesta de cumpleaños de un viejo
camarada en un momento en el que sus obligaciones en la presidencia
acaparaban todos los minutos del día, o era capaz de viajar al otro lado del país
para visitar a un antiguo carcelero cuyo hijo acababa de fallecer. Un empresario
irlandés, Tony O’Reilly, lo definió así, “tenía la nobleza verdadera de la naturalidad
y no era consecuencia de un esfuerzo mental consciente. Mandela es un líder
natural”.

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