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LOS DERECHOS HUMANOS EN EL CONTEXTO DEL

CONSENSUALISMO
Faustino da Rosa Júnior

1. Introducción

Es indiscutible que el nacimiento de la noción de derechos humanos tuvo su inicio en


el iusnaturalismo en la Escuela Moderna del Derecho Natural. Pero, después de la década de sesenta,
han surgido un gran número de autores que tienen intentado fundar los derechos humanos por medio
de una perspectiva claramente no-iusnaturalista. De entre ellos, los principales son: Chaim Perelman,
Norberto Bobbio, Jürgen Haberlas y Antonio Pérez Luño. Todavía, se muestra necesario, según Carlos
Ignacio Massini Correas, verificar si realmente obtuvieron éxito.

Mas, anticipadamente, conviene decir que no se presenta posible basar la construcción


de los derechos humanos en la existencia de un cierto consenso. Tal concepción se muestra
contradictoria, entre otros motivos, teniendo en vista la constante violación que se sucede actualmente
con los derechos humanos, así como la gran diversidad de proposiciones filosóficas y jurídicas que
intentan fundamentarlos.

Así, no hay cualquier consenso acerca de los derechos humanos, ni sobre su contenido,
ni sobre su fundamentación, lo que se demuestra claramente con el hecho de que, en los días actuales,
ellos son constantemente violados.

2. El consenso como fundamento de los derechos

Cómo deja claro Carlos Ignacio Massini Correas[6], es un hecho que los autores de esta
concepción, que intenta basar los derechos humanos en algún tipo de consenso, tienen propuestas que
se diferencian drásticamente, principalmente acerca de la definición del que viene a ser el propio
“consenso”.

Chaim Perelman rechaza tanto el positivismo como la idea de buscar un fundamento


absoluto para los derechos humanos[7]. Es decir, según Carlos Ignacio Massini Corras[8], él rechaza
tanto el relativismo, que es la consecuencia directa del positivismo[9], bien como la búsqueda de basar
esos derechos en algo objetivo y definitivo que, para él, sería arbitraria.
Así, Chaim Perelman se propone a traer una solución intermedia, es decir, sostiene que
el único fundamento viable para los derechos humanos sería el “suficiente”, pero que sería capaz de
dar solamente una justificación provisoria[10]. Así, para él, su fundamento para construir una teoría de
los derechos humanos permitiría que esta no fuese fruto de una “irracionalidad arbitraria”[11].

En verdad, como apunta Carlos Ignacio Massini Correas[12], tal concepción presentada
por Perelman está basada en su teoría de la argumentación – “Nueva Retórica” –, donde, teniendo en
vista su relativismo, hace la defensa de que es imposible encontrar la verdad para la solución de juicios
prácticos, razón por la cual trae en discusión técnicas de persuasión para la mera promoción del
convencimiento de los interlocutores y no para la búsqueda de la verdad práctica[13].

Norberto Bobbio, como bueno positivista asumido, por su vez, defiende que no hay
motivos para que se haga la búsqueda de un fundamento absoluto para los derechos humanos.
Cualquier intento en este sentido se muestra innecesario, pues, independiente de sus razones, todos los
gobiernos de las naciones del mundo llegaran a un acuerdo acerca de estos derechos en la
Declaración Universal de 1949.

En verdad, según Carlos Ignacio Massini Correas[14], para Bobbio, lo que importa son
los efectos prácticos que la presente declaración desencadena y es acá justamente donde queda, para el
jurista italiano, evidente el único fundamento posible para los derechos humanos que “es consenso
general existente en torno de su validez”[15].

Jürgen Habermas también basa en el consenso su teoría ética. Aún que con muy poca
claridad, cuándo habla de la temática, en su ensayo “Derecho natural y revolución”, dice que los
derechos humanos no son solamente pretensiones negativas contra el Estado más también exigencias
positivas[16]. Todavía, para muchos, es en su “teoría consensual de la verdad” que se encuentra el
fundamento teórico para los derechos humanos[17].

Para Habermas, la validez de una norma[18], es decir, la verdad práctica, sólo puede ser
alcanzada cuando exista un consenso universal que haya venido de un diálogo caracterizado por la
utilización de un discurso racional libre de cualquier coacción y por la posibilidad de que todos los
participantes tengan la misma condición de serien oídos[19].
Basado en esto, Antonio Pérez Luño también intentó fundamentar los derechos
humanos de modo no-iusnaturalista. Para eso, hace, equivocadamente, fuerte crítica a las corrientes
éticas objetivista y subjetivista, adoptando una posición que denomina de intersubjetivista[20].

3. Análisis critico de la tesis consensualista

Para Carlos Ignacio Massini Correas[21], es posible hacer tres grandes críticas al que
es común a estos autores, es decir, a la pretensión de fundar los derechos humanos sobre el consenso,
renunciando expresamente a la búsqueda de una base teórica objetiva para estos mismos derechos.

La primera hace referencia a contradicción inmanente tan evidente en las proposiciones


de Chaim Perelman y de Antonio Pérez Luño contra la arbitrariedad y el subjetivismo. Sucede que es
indudable que fundar los derechos humanos en el consenso es una forma clara de relativismo[22].

Aún que no se trate de un relativismo a ultranza y de carácter individualista, el consenso


exprime claramente un relativismo de tipo sociológico, pues el reconocimiento de la autenticidad de
los derechos humanos se da meramente por su aceptación de un dado grupo social, sea por el “auditorio
universal”, como sostiene Perelman, sea por los “participantes del discurso práctico”, como pretende
Habermas[23].

Sucede que no es posible otorgar un fundamento sólido a los derechos humanos en el


ámbito de la perspectiva relativista. Esto ocurre porque “la relatividad de su fundamento se transfiere,
por necesidad lógica, a los derechos fundados”[24], es decir, no hay fundamento fuerte bastante capaz
de impedir que, en el momento de la realización de estos derechos, en el caso de la misma concreción
contrariar intereses de aquellos que deban concretarlos, los mismos derechos dejen de ser
observados[25].

Así, para esta perspectiva relativista, hay que tener consenso incluso acerca de los
destinatarios de los derechos humanos. De esta manera, es perfectamente posible, así como hay
diversos ejemplos en la historia, que se pueda obtener cierto consenso acerca de que determinadas
personas, sea por su raza, sexo, color, etc., no tendrán derecho a no ser torturadas[26]. Por lo tanto,
habiendo consenso, se puede todo, sin cualquier límite, y tales personas no tendrán como exigir el
cumplimiento del respectivo derecho.
Luego, la tentativa de estos autores de fundar los derechos humanos en el consenso
significa relativizarlos por completo y ponerlos, tanto su existencia, contenido, así como sus
destinatarios, a la disposición del simple “consenso ocasional de una mayoría de la opinión pública o
de los gobiernos de un grupo de Estados”[27].

La segunda dice respeto al hecho de que el consenso no tiene condiciones de erigir una
concepción de dignidad intrínseca al ser humano, supuesto este necesario para el intento de fundar una
teoría de los derechos humanos adecuada[28]. Además, el problema acá hace referencia al sujeto que
hace el consenso: el hombre.

Para el nacimiento del consenso, es necesario que seres racionales, por medio del
discurso, produzcan conocimiento y asentimiento. Pues bien, para esto, es indispensable que tales seres
tengan, de pronto, una cierta “dignidad”.[29]

Como enseña Carlos Ignacio Massini Correas, la idea especial de dignidad humana es
“uno de los presupuestos centrales de la noción de derechos humanos”[30]. Así, sin la idea de “dignidad
de la persona humana”, es ininteligible la propia noción de derechos humanos[31].

La tercera hace referencia al hecho de que todas estas doctrinas son autocontradictorias,
como todas las proposiciones asumidamente relativistas. Todas las doctrinas referidas suponen, como
esencial, algo más allá del consenso, es decir, defienden ciertas premisas que no se someten al consenso
y que tienen validez por su propia naturaleza[32].

Sobre eso, Carlos Ignacio Massini Correas[33] recuerda que Bobbio presupone, como
se fuese evidente, que los derechos humanos son algo “deseable” y, así, naturalmente bueno[34]. El
presente magíster también apunta que Perelman acepta el valor de las reglas de la retórica como un
presupuesto para la obtención de lo asentimiento de lo “auditorio universal”[35], y que Habermas, por
su vez, supone el valor de las leyes del “discurso libre de dominio” no sujetas al asentimiento del
consenso[36].

Por lo tanto, estas concepciones, que son abiertamente relativistas, acaban adoptando
como forma de basar sus teorías acerca de los derechos del hombre, al menos una asertiva como no
relativa y presupuesta. Es justamente por eso que, con total acierto, Carlos Ignacio Massini Correas
hace fuerte crítica a esta concepción, ya que si tales doctrinas son autocontradictorias, ¿como pueden
servir para basar una noción de derechos humanos con solidez?
4. Una explicación de la actitud “consensualista”

Los autores consensualistas, en general, tienen un gran temor de apelar para un


fundamento absoluto que no diga respeto directamente al hombre mismo o a algunas de sus
dimensiones, que sea realmente capaz de basar, con seguridad, una doctrina de los derechos humanos.
Sobre eso, Carlos Ignacio Massini Correas, habla que estos autores acaban siempre basando todo el
fundamento de ciertos derechos, que tienen como absolutos, en cosas extraordinariamente relativas
como el mero consenso[37].

En verdad, el temor de estos mismos autores centrase en la necesidad de no reconocer,


o mismo apelar, a una actitud intelectual que admita, racionalmente, la existencia de una trascendencia
divina. Es decir, como todas las teorías consensualistas están basadas en categorías relativas a la
lenguaje y al discurso, que son formadoras del consenso, no hay necesidad, suponen, con error, tales
autores, de apelar, lo mismo de reconocer, la existencia de una causa primera.

Todavía, como niegan la existencia de las causas eficientes, y, por consecuencia, de la


primera causa eficiente de todas, Dios, toda la realidad objetiva, y, en ella, los propios derechos y la
dignidad de las personas, son consideradas como meras creaciones del intelecto humano[38].

Y, si relativas a los hombres, teniendo en vista que son creadas sólo por ellos y para
ellos, por los mismos pueden tener su contenido cambiado al placer del su creador: el consenso. Así,
tal consenso permite que fácilmente los derechos humanos puedan ser dejados de lado, cuando intereses
económicos, políticos, religiosos, o cualquiera otra dimensión de la persona humana en su vida social,
sean contrariados.

5. Dos breves conclusiones

Ante todo, Carlos Ignacio Massini Correas[39], con absoluta corrección y dentro de la
tradición de la filosofía realista fiel a la tradición del iusnaturalismo clásico de origen aristotélico,
procura resaltar dos conclusiones, que juzga principales acerca de las tesis consensualistas de
fundamentación de los derechos humanos.

La primera, que por sí propia mostrase evidente, es la de que la pretensión de los autores
consensualistas de concebir una fundamentación para los derechos humanos en el simple consenso,
acaba, ipso facto, relativizándolos y, por consecuencia, debilitándolos de tal forma que no sería posible
hablar más de derechos “humanos” propiamente, mas sí de derechos de los cuales hay un cierto
consenso en una determina época y en una determinada comunidad[40].

La secunda es que “el horror a un fundamento incondicionado y absoluto y la


consiguiente búsqueda de un fundamento relativo de los derechos humanos, no es sino una
manifestación más del fenómeno llamado de la ‘muerte de Dios’[41], que aparece como llevando
inevitablemente a la muerte del hombre, de su dignidad y de sus derechos.”[42]

Así, se muestra acertada las críticas hechas por Carlos Ignacio Massini Correas a la
tentativa de se fundar los derechos humanos en un mero consenso. En verdad, como el respectivo
magíster desarrolla en el capítulo V de su respectiva obra, solamente es posible concebir objetivamente
una noción de persona humana y construir una teoría satisfactoria de los derechos humanos dentro la
tradición del iusnaturalismo clásico, basado en la filosofía realista aristotélica y en la filosofía cristiana
(y también realista, por supuesto) tomista.

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