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NUEVA ARISTOCRACIA

Si entendemos que la palabra tiene su origen en el gobierno de los mejores, que luego
históricamente se extendió a las clases nobles, comprenderemos que la aristocracia implica
nobleza. Lo cual, según el apotegma francés: noblesse oblige. No debemos olvidar que obligeance
significa amabilidad, espíritu de servicio, deseo de complacer, etc.

Creer que se es aristócrata cuando nos comportamos ásperamente o adoptamos actitudes


despreciativas, con ritmo de petulancia, en nuestro trato con quienes creemos que nos son
inferiores o que están obligados a servirnos humildemente, es propio de individuos que, por
mucho dinero que hayan habido, por fama o poder que ostenten, no alcanzan a superar su
ignorancia. Resulta chocante o al menos desagradable, presenciar escenas de arrogancia por parte
de éstos que se sienten educados en planteles que presumen de formar la élite cuando tratan con
un subalterno y hasta con un servidor público utilizando palabras y gestos que no se compadecen
con su pretendida posición social.

Hay un afán de darle sentido de aristocracia a la simple posesión del dinero (que no siempre es
bien habido ni señal de distinción por laboriosa tradición familiar) o al poder político (que casi
todas las veces es azaroso) o bien a la fama exigua de un buen éxito comercial o profesional (que
en muchas ocasiones es coyuntural).

Cuando se iba a fundar una importante universidad local me permití, mediante cartas extensas,
fundamentadas y concretas que pasé a varios de los fundadores - meritorios dueños de la
iniciativa - y que nunca tuvieron la atención de una respuesta, señalar que Barranquilla ya tenía
universidad - bien que abandonada pronto por las clases altas que la dejaron en manos de quienes
la politizaron y corrompieron después de tener importancia continental, que lo deseable por su
trascendencia social y económica era fundar un verdadero colegio de bachillerato, con un plan de
estudios dirigido no sólo a la instrucción (que debía incluir al menos tres idiomas extranjeros) sino,
y sobre todo, a la formación de gentlemen y ladies , de personas, en el verdadero sentido de la
palabra, que captaran desde la infancia que es más importante ser señor que doctor .

Como todas mis ideas pedagógicas, quizá por su alta exigencia, aquellas sugestiones cayeron en
saco roto. Se prefirió establecer una fábrica de líderes como si estos pudieran hacerse a la medida
igual que la ropa. Cuanto mejor hubiera resultado apoyar social, ética y económicamente a la
universidad establecida y dedicar a la infancia toda la atención para fomentar los sentimientos de
honor, respeto a los demás, lealtad, firmeza de carácter, porque entonces, con esa formación, los
bachilleres preferirían el prestigio a la fama y alcanzarían luego a ser profesionales realmente
capaces de guiar (eso es liderar) hacia ideales industriales, comerciales, políticos, artísticos, etc. De
esa manera, las clases altas no hubieran necesitado, como ha sido hasta ahora, enviar a sus
retoños a Suiza, Inglaterra o Francia, donde pierden contacto con su realidad nacional y en muchas
ocasiones aíslan, en su interior, esa cultura extraña y adoptan posiciones desubicadas para
tratarla.

Un campus escolar, con residencia de buenos profesores en su cercanía para estimular la relación
maestro-discípulo, hubiera llevado a nuestros jóvenes a un ambiente de análisis de la realidad
urbana, regional y nacional con los naturales buenos resultados en el gobierno, en la vida social y
económica.

Parece mentira lo que me hace escribir haber presenciado el triste comportamiento de una señora
muy elegante al salir de un gran establecimiento comercial, recientemente inaugurado, cuando se
dirigió a su chofer, así: Mire, ...venga y traiga ese carrito porque esta gente, encima de que no
tienen bolsas ni empacadores, cree que una es sirvienta para que lleve la compra hasta el
automóvil.

Pobre señora, ni sabe entender formas novedosas de mercadeo, de uso internacional, ni le han
enseñado en su casa ni en su colegio ni en su universidad, que llevar uno su mercado hasta su
vehículo es costumbre ya universal que no desdora sino a quienes, por carecer de una cultura
humana, creen pertenecer a una nueva aristocracia.

LA OLIGARQUÍA REGIONAL

Con la circunscripción nacional única para Senado, la Constituyente está a punto de cometer una
injusticia y un error. Si en la segunda y breve vuelta de la plenaria esa equivocación no se corrige,
la de 1991 será, a pesar de todas las apariencias, y de las mejores intenciones, una Carta
centralista a más no poder. En efecto, la circunscripción nacional única va a producir una
consecuencia inevitable, que es dejar a las regiones más pobres y desvalidas del país sin
representación ninguna en una de Cámaras en que se divide el Congreso Nacional. Los
departamentos pequeños o despoblados no tendrán ya capacidad para elegir un solo Senador. Las
listas nacionales favorecidas, serán las que se elaboren en los departamentos grandes y ricos. Solo
ellos, y sus gentes, disponen de la capacidad electoral y económica que se requiere para salir bien
librados en la elección senatorial. Los demás tendrán que resignarse a elegir Representantes, nada
más, y no muchos si se considera lo baja que es su

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Por: ARCHIVO PARTICULAR 19 de mayo 1991 , 12:00 a.m.

Si se mantiene la norma aprobada por una mayoría, para mí inexplicable, de constituyentes, habrá
regiones enteras que posiblemente no volverán a tener un Senador. Y departamentos que en el
peor de los casos, antes elegían cuatro o cinco, ahora difícilmente lograrán llevar uno al Capitolio,
si es que les va bien. Regiones con una larga y gloriosa historia pero pobres como el Cauca, Nariño
y el Magdalena, o jóvenes y pujantes pero no muy pobladas como el Meta, la Guajira, Sucre o
Cesar, corren el riesgo de quedarse sin Senador. Es más: los nuevos departamentos, salidos de las
Intendencias y Comisarías, probablemente jamás conocerán Senador propio. Serán regiones que,
en cierta forma, nacerán hemipléjicas. Les vamos a dar en la Constituyente una mayoría de edad,
pero a medias. No gozarán de plenitud en la representación.

Todo esto va a conducir a que se forme una cerrada oligarquía regional. Frente a los
departamentos proletarios, se alzarán los ricos y poderosos para quienes, en este reparto
arbitrario e inequitativo, será la parte del león. A los que ya tienen mucho, se les va a dar más. A
los que poco tienen, hasta eso se les va a quitar. Es lo contrario de la democracia participativa, que
se suponía iba a inspirar todas las normas de la nueva Constitución. Porque en vez de
participación, habrá restricción y en vez de amplitud, concentración.

Pero si este proyecto se aprueba, va a producirse otro fenómeno que será otra flagrante
contradicción de la democracia participativa. Y ese es el de la ocupación perpetua, por parte de los
barones electorales, de los pocos espacios que deja abiertos la nueva disposición. Efectivamente,
al reducirse el número de Senadores y al quedar eliminada en la mayor parte de los
departamentos la posibilidad de elegir siquiera un Senador, los jefes políticos que hoy ocupan esos
renglones, se bajarán a la Cámara. Y la consecuencia de ese desplazamiento forzado será cerrarles
el paso a los políticos jóvenes, que ya no podrán aspirar a formar parte del Congreso, porque los
más veteranos estarán posesionados, y quizás a perpetuidad, de la franja que tradicionalmente se
destinaba para la iniciación de una carrera política.

Esta norma, entonces, también va a obstaculizar el relevo generacional en el Congreso. En


adelante, tendremos una clase política más vieja y resabiada que nunca y más difícil de
reemplazar.
Pero hay algo más: una lista nacional implica una campaña también nacional. Y eso multiplica los
costos, que se harán imposibles para los aspirantes pobres y probos. Eso quiere decir, por lo tanto,
que al lado de un Congreso dentro del cual se va a producir una indebida concentración territorial,
tendremos un Senado al cual solo podrán llegar los políticos opulentos o los que hagan alianzas
con quienes, por disponer de un gran poder económico, los puedan financiar.

Y una última observación. No es exagerado decir que, en un mundo en donde, por razones étnicas,
culturales o económicas, cada día cobran más fuerza ciertas corrientes segregacionistas, es
tremendamente peligroso crear resentimientos regionales como los que esta norma sin duda va a
producir. Muchas, casi todas, las secciones del país, especialmente las periféricas, se sentirán mal
tratadas y no faltarán quienes busquen sacarle oscuros dividendos a ese sentimiento de justificado
malestar. Cuando tanto se habla de repúblicas independientes y de aspiraciones regionales
irredentas, establecer normas tan antipáticas e imprudentes como la que comento, equivale a
encender una antorcha en un pajar.

Queda, sin embargo, la esperanza de que en la segunda vuelta el error se pueda enmendar. Y se
reemplace la norma por la que en una reunión en Hatogrande, a instancias del doctor Jaime
Castro, pareció acoger la representación liberal. Vale decir, combinar en el Senado la
circunscripción nacional con la regional. Y elegir un número idéntico de Senadores por cada
sección del país, para que todas las regiones estén ahí en condiciones de igualdad, pero
permitiendo que otra parte de la corporación, que podría ser la mitad, fuera escogida por votación
nacional. De esa manera, todas las minorías las étnicas, las religiosas, las políticas y, desde luego,
también las regionales quedarían representadas en el Senado que entonces sí adquiriría un
verdadero carácter nacional.

Pero en esto, como en tantas cosas más dentro de la Constituyente, es difícil anticipar qué se
impondrá al fin, sí el sentido común o el nudo interés electoral.

Ganó Duque, pero también ganaron la democracia y la paz

No recuerdo en la historia reciente de Colombia otro momento en que tanto el ganador —y


próximo presidente de Colombia, Iván Duque— como el perdedor —Gustavo Petro— tuvieran
razones para celebrar. Hoy ambos celebran, y ambos tiene razones para hacerlo.

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Duque fue el ganador. Por primera vez en la historia electoral del país un candidato presidencial
sacó más de 10 millones de votos. Petro perdió, pero también por primera vez un candidato de
izquierda obtuvo más de 8 millones de votos. Duque celebró insistiendo en las bondades de su
programa de gobierno, entre ellos destacó su apoyo a la consulta anticorrupción y a la educación.
Petro aceptó la derrota, pero sostuvo que no había espacio para la tristeza, anunció que era
tiempo de fiesta y celebración. Con más de 8 millones de votos, acá se cumple la máxima de
Maturana: “perder es ganar un poco”. Petro notificó que irá al senado y encabezará la oposición al
gobierno de Duque. Pero desde ya hay acuerdo con Duque, su primer trabajo será apoyar la
consulta anticorrupción, que en su momento convocaron los verdes.

Están dadas las condiciones políticas para que se consolide la democracia y el control político a
través del binomio gobierno y oposición, con lo que el gran ganador de estas elecciones podrían
ser todos los colombianos. No hay duda, se requiere seguir avanzando en fortalecer las
condiciones institucionales y políticas para garantizar el ejercicio de la oposición tales como: paz,
seguridad, justicia, cero corrupción con los recursos públicos y más y mejor educación en
ciudadanía. Destaco el hecho de que las dos campañas se comprometieron con la paz, Duque
afirmó varias veces que no haría trizas los acuerdos y que la paz es del interés de todos los
colombianos.

Le recomendamos: Fajardo: la ética y la educación sí mueven a los electores

El bono de la paz es otro hecho que empieza a fortalecer la democracia y a futuro incidirá en
mejores condiciones para el ejercicio de la oposición. El bono de la paz mostró sus bondades:
elecciones sin sobresaltos y con todos los puestos de votación funcionando, alta participación
electoral (53% del total) y, lo más importante, aparecieron nuevos temas, más allá de la muerte y
la destrucción, en el escenario de la disputa política que pueden generar mayor desarrollo y
calidad de vida, tales como: la protección al medio ambiente, la economía naranja, el desarrollo
agrícola e industrial y la necesidad de fortalecer o no un modelo económico de desarrollo asociado
a economías de extracción. Además del tema ya mencionado: una apuesta social y política contra
la corrupción.

Agrego otro motivo para soñar con una mejor democracia. Hay que reconocer que Duque
representa una nueva generación de personas jóvenes que él se ha comprometido a llevar al
gobierno, además de afirmar que el 50% de su gabinete serán mujeres. Petro, a través de las
encuestas demostró que el voto joven lo acompañó, este es un hecho extraordinario, una
juventud con mayor participación y politización puede cambiar a futuro la ecuación política y la
discusión programática.

Así mismo, para la salud de la democracia, la participación política y el ejercicio de la oposición, es


notable que exista financiación estatal para las campañas presidenciales, basta anotar que Petro,
según la Revista Semana recibió por los 4,8 millones de votos de la primera vuelta, cerca de
$27.283 millones.

Lea también: El profesor Fajardo se la juega por la educación

Duque ganó, pero quizás la mejor garantía para su gobierno y para el seguimiento de los
programas a los que se comprometió a llevar a cabo como presidente, es la existencia de una
oposición sería y coherente que, aunque minoritaria en el Congreso, demostró con 8 millones de
votos su capacidad de movilizar opinión pública. Esta oposición será muy importante por quienes
la encabezan: Petro, Mockus, Robledo, Ángela Robledo, Angélica Lozano, entre otros.

Duque y su gobierno tendrán un gran reto, en medio de estas circunstancias, pero también lo
tendrá la oposición si de verdad quiere convertirse en alternativa de poder y de gobierno. El país y
millones de jóvenes educados les reclamará una oposición sin populismo, con estudios e
investigación de por medio.

Por último, el desarrollo de la democracia y de la oposición política, más una mayor cultura
ciudadana son el camino para encontrar la solución a los problemas de un país dividido en lo
político y fracturado en lo social, donde ha imperado la polarización y el insulto; ahora se requiere
reconciliación y decencia política de unos y otros. El desarrollo de la democracia y de la oposición
política debe permitir acuerdos mínimos sobre temas de interés general como el ya alcanzado
contra la corrupción. Por ejemplo, un punto de reconciliación y de acuerdo puede ser el pacto por
la educación que propusieron los verdes en la primera vuelta, dada la importancia del sector en el
desarrollo del país, el número de colombianos involucrados (más de 13 millones de personas) y los
recursos que se requieren del presupuesto nacional (más de $50 billones por año).

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