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¿Cómo mantener la esperanza en épocas de crisis?

Unas ideas a propósito de


la lectura de El país de las últimas cosas.
Arturo Navarro

La novela El país de las últimas cosas desata un cúmulo de posiciones,


cuestionamientos, incredulidades, incomodidades… que parece que lo único que
queda es reconocer el fracaso de la modernidad, con lo que eso implica para la vida
humana desarrollada en medio de las tensiones que Paul Auster parece
engolosinarse en señalar. Sin embargo, en el horizonte, como si se tratara de un
espejo o de juego de contrastes es posible vislumbrar lo opuesto. La resistencia
aparece como la posibilidad –desfallecida pero no inerte- de encontrar esperanza en
épocas de crisis.

Destaca en el país de las últimas cosas, la figura del Dr. Woburn, que fue “de
los primeros en advertir el creciente número de gente sin hogar” y el surgimiento de
nuevos problemas, abandonando “su consulta privada para dedicarse a la
administración de «residencias temporarias», como se las llamaba; y cada mañana,
salía a visitarlas en su coche conducido por un chofer, hablaba con los residentes y
les ofrecía sus servicios como médico. Se convirtió en un verdadero mito en la
ciudad, conocido por su bondad e idealismo, y siempre que la gente hablaba de la
brutalidad de aquellos tiempos, se mencionaba su nombre como prueba de que las
acciones nobles aún eran posibles”.

El Dr. Woburn es ejemplo de la resistencia por varios rasgos, a mi juicio, que


reflejan el sentido del otro: mirar que existe el otro, el desposeído, el sin hogar, al
que hay que acoger al menos con una morada provisional, no porque deseara
echarlos después a la calle, sino por mantener la resistencia esperando que los sin
hogar volvieran a su condición de seguridad en su propio hogar. La tercera actitud
del Dr. Woburn es la capacidad de cambiar de trinchera sin dejar la guerra: deja el
ejercicio cómodo y estable de la medicina privada para dedicarse a atender a los
refugiados. Así, la reorientación de la acción en función del más alto ideal, permite a
Woburn radicalizar el juramento hipocrático, que señala el uso del poder y del saber,
cuando en la juventud pronunció, después de invocar a Apolo, Esculapio, Hygeia y
Panacea y a todos los dioses y diosas: “Llevaré adelante ese régimen, el cual de
acuerdo con mi poder y discernimiento será en beneficio de los enfermos y les
apartará del perjuicio y el terror”. De este modo, salud, curación, limpieza y sanidad
(Hygeia, Esculapio); junto con la capacidad de ofrecer la medicina adecuada, -aquella
que cura todas las enfermedades (cataplasma)-; la protección y el cuidado
representados por Apolo; serán referentes simbólicos del estado de cosas deseables,
que permiten mantener la esperanza en tiempos de crisis. El cuarto elemento de
resistencia es la recuperación del valor de la palabra. El doctor no sólo visitaba a los
desposeídos, sino que hablaba con ellos. Este hecho –hablar con ellos- es reconocer
la humanidad de los desposeídos. La novela tiene su quiebre aquí, la ciudad o país de
las últimas cosas se convierte en tal cuando se desconoce el carácter humano de los
otros, que dejan de ser interlocutores. Por eso me parece que los personajes no
hablan, han dejado de ser humanos, excepto aquellos que tienen un tipo de lenguaje
–escrito, oral, mímico-, los demás son sombras que vagan entre sombras.

Pero lo que verdaderamente permite mantener la esperanza en épocas de


crisis, no es la acción del doctor, sino la capacidad de las personas de hacer memoria
de lo que el médico hacía. El texto dice “siempre que la gente hablaba de la
brutalidad de aquellos tiempos, se mencionaba su nombre como prueba de que las
acciones nobles aún eran posibles”. Memoria y esperanza son dos pilares de la
resistencia, que hacen posible que el país de las últimas cosas no sea el país de las
últimas personas.

Aquí están algunas claves de mi resistencia ante el texto.

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