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Mitos Acerca de los Reformados….

Tienen que ver con algo nuevo ¿Verdad? ¿Es una moda contemporánea? ¿Es un método
evangelistico de jóvenes? ¿Es un concilio eclesiástico extranjero? ¿Los reformados que
es lo que quieren reformar? Seguramente muchas de estas inquietudes son las que
continuamente debemos enfrentar a la hora de confesarnos reformados. Es algo incomodo
pues la verdad no queremos ser considerados bajo un apellido un tanto desconocido y
más bien quisiéramos ser considerados como cristianos bíblicos solamente, pero es
prácticamente imposible que no lleguemos a hablar de ‘ser reformados’ en vista de la
variedad de conceptos que la gente se da cuando se habla de cristiano Bíblico.

Algunas miradas incrédulas nos impulsan a dejar bien en claro que ¡Somos cristianos!,
que pretendemos sostener las verdades Bíblicas acerca de Dios en Trinidad, la salvación
por gracia mediante la fe, la Biblia como palabra de Dios, la segunda venida visible y
corporal de Cristo, el juicio venidero…. Sin embargo, otras miradas nos impulsan a
declararnos con más precisión como confesionales e históricosi. Es decir, contrario a lo
que comúnmente piensa la gente cuando escucha la palabra ‘reforma’, no hacemos
referencia a algo nuevo, más bien queremos señalar con esto, nuestra identificación con
los postulados doctrinales bíblicos que se derivaron de la llamada Reforma Protestante
del siglo XVI, a saber, dieciséis.

Aun así, no queremos dar la impresión de nuestra adhesión indiscriminada a todo lo que
se presentó en este periodo de tiempoii, sino solo a aquello que ha sido patrimonio
doctrinal de la iglesia bíblica en su historia, pues creemos que en la reforma se puso
nuevamente como algo visible, aquellas doctrinas que desde los apóstoles la iglesia ha
sostenido en su seno. La reforma no fue algo nuevo, su virtud fue hacer valer las doctrinas
históricas (antiguas) sostenidas en general por los padres apostólicos, apologistas y
sinnúmero de movimientos que no se rindieron a la manipulación romana ni mundana
durante siglos. Por lo cual también hoy, ser reformado no significa para nosotros algo
nuevo, una moda contemporánea, un método de evangelismo, ni un apodo que nos de
prestigio (aunque a veces y en algunos parece que esto fuera ser reformado) sino
identificación histórica doctrinal.

Ha sido tal vez la ‘explosión’ del internet lo que ahora último ha permitido que como en
la antigüedad, la reforma vuelva a ser conocida por mas personas ¡y por mas evangélicos!
Sin embargo déjeme precisar que pequeñas comunidades y la nunca muy bien estimada
literatura (un medio no tan apetecido por el latinoamericano común), pueden testificar
que siempre hemos estado allí, que nunca habíamos desaparecido del mapa ‘cristiano
evangélico’, solo que los medios masivos de comunicación nos eran esquivos y nuestros
libros estaban confinados al último escalón de las estanterías ocupadas por los maestros
de la felicidad temporal. Es hasta ahora que nos estamos reconciliando cuidadosamente
con el internet, adaptándonos con mucho discernimiento al fecebook, entrando en
puntillas a los blogiii, y nuestros libros ya están escalando con esfuerzo las estanterías
nuevamente. Pero nunca abandonando ni queriendo reemplazar nuestra mayor manera de
avanzar con el reino de Dios: La predicación expositiva, semanal, incansable, como ha
sido nuestra costumbre en siglos.

Así que el aparente resurgimiento de la reforma en nuestro medio nos ha hecho objetos
de algunas inquietudes de muchas personas especialmente hermanos cristianos, que al
escuchar de ‘los bautistas’ o de Calvino o la reforma ya les salta a la mente una imagen
que no hace justicia a lo que realmente somos o a no toda la verdad. Por ello en próximas
entradas deseo responder a los más conocidos mitos generados en torno a la reforma de
una forma honesta y responsable, mitos que a veces nos perjudican y a veces nos
convienen, incómodos mitos que algo tiene de verdad, pero mucho de mentira….juzgue
usted mismo.

P. Jorge Castañeda

Mito N° 1
Los Reformados no creen en el Espíritu Santo.

En la primera entrada hacíamos ver cuál es nuestro propósito general al escribir de este
tema el cual es responder de una forma honesta y responsable a los más conocidos mitos
generados en torno a la reforma. El propósito no es controvertir sino aclarar, no es
meramente argumentar como sí traer luz sobre los temas. A la vez que pretendiendo ser
justos en las apreciaciones ajenas, me limitaré a ser general. Y he aquí está uno de los
temas más frecuentes con que somos abordados y quizás uno de los más delicados, a
saber, que los reformados no creemos en el Espíritu Santo.

Es delicado pues ciertamente si hay una comunidad que no cree en el Espíritu Santo, no
es una comunidad Trinitaria, por lo cual no Bíblica y por lo tanto una herejía. El no creer
en alguna de las divinas Personas de la Trinidad, pone a un individuo o grupo en el lado
sectario y herético de la religión. Por supuesto no es el caso de los reformados quienes
han creído y siempre creerán en Dios y su existencia Trina. Miles de documentos podrán
comprobar esto mismo y las declaraciones formales de su fe, lo enseñan con claridad
evidenteiv.

No solo creemos en el Espíritu Santo sino que cada reformado lo necesita, como todo
cristiano. Según las Escrituras es el Originador de una nueva vida (regeneración), es el
Agente de la santificación del creyente, el Iluminador de los hijos de Dios, su Ayuda en
la oración, su Consorte (Paracletov) en este peregrinar, es por Su divino poder que hemos
creído, creemos y perseveraremos creyendo en Cristo nuestro Señor, quien genera el fruto
espiritual tan necesario para todo hijo de Dios. Creemos que infunde donesvi para la
edificación de la Iglesia de Cristo y lo hará hasta que la iglesia alcance la estatura perfecta
según Cristo. Le reverenciamos con amor por ser Dios y porque le consideramos
absolutamente como el Vicario (Quien está en lugar de) de Cristo en la tierra. Si algún
individuo no cree esto no solo no es reformado, ¡No es cristiano en absoluto!

Es por ello que nos preguntamos ¿De dónde ha salido este mito? Seguramente las
múltiples corrientes de cristianismo que coexisten hoy han hecho parecer que los
reformados no creemos en el Espíritu Santo. De tal manera que si no se apoya o enseña
que el Espíritu de Dios sigue dando dones apostólicos a las personas, que las
manifestaciones del Espíritu en una vida son las lenguas, las caídas al piso, el éxtasis y
andar guiado por sueños, corazonadas y sentires, muchos dicen: ¡Ellos no creen en el
Espíritu Santo! Pero el mito es infundado cada vez que nosotros apelamos a las Escrituras
para definir quién es el Espíritu Santo y cuál es la obra para la cual fue enviado. Así, solo
la Biblia nos puede definir con claridad que esperar hoy del Espíritu Santo y que no y no
nuestras corazonadas o experiencias.

En vano nos amedrentan quienes nos hacen considerar que quizás no le estemos dando el
crédito al Espíritu Santo de todas las cosas anteriormente dichas, pues podríamos usar el
mismo argumento para hacerles considerar que quizás ellos le estén atribuyendo al
Espíritu Santo obras que no hace. Así, para evitar subjetivismos, volvemos a las
Escrituras, nuestra ancla infalible de doctrina y vida para conocer a Dios en sus tres
Personas. Como reformados sabemos que solo por la influencia del Espíritu Santo, el
reino de Dios avanzará y es tal vez uno de los más poderosos estímulos para seguir
remando, muchas veces contra la corriente.

Mito N° 2
Los Reformados no le dan libertad al Espíritu Santo.
En el primer mito que abordábamos en la entrada anterior aclarábamos que efectivamente
los reformados creemos en el Espíritu Santo y aunque buscamos una mayor influencia en
nuestras almas de Su parte, encontramos que como todo hijo de Dios, debemos luchar y
exponernos a los medios de gracia con diligencia para vernos cada vez mas llenos del
Espíritu Santo, en lo cual, debemos aceptar que aun fracasamos. Aun así seguimos
clamando en nuestro interior por el mismo Espíritu: Abba Padre.

El segundo mito a tratar, viene muy ligado al anterior y lo recibimos de amables hermanos
que nos consideran cristianos, pero que nos llaman la atención por no darle libertad al
Espíritu Santo en nuestras vidas e iglesias. A juzgar por lo que ven, muchas veces señalan
que las vidas de los cristianos reformados no gozan de rebosante alegría, de dones
espirituales, que sus iglesias carecen de abundancia de ministerios, y ni que decir de los
cultos desprovistos de toda espontaneidad y libertad, más parecidos a un velorio que a
una celebración. De esto, en parte, seguramente debemos aceptar un tanto la exhortación,
pues infundadamente, muchos cristianos reformados intuyen que mientras más
desprovistos de gozo enfrentemos la vida, siempre con el rostro semejante a un busto de
Beethoven y mas displicencia en la adoración a Dios, mas reformado es. Es otro error,
pero no es mi punto ahora.

Sin embargo, creo entender esto. Si alguien ha venido al evangelio en los anteriores 30
años, lo más común y casi que el estándar autorizado es encontrar el marcado énfasis en
las expresiones externas sea individuales o eclesiásticas y con la cual se califica si alguno
está rebosante en el Espíritu Santo o novii. Tal vez muchas personas lo único que conocen
es el evangelio desarrollado en medio de algarabía, expresiones ruidosas, evidencias
bullosas y más. Demasiados cristianos han sido enseñados a buscar la evidencia de la
presencia del Espíritu Santo en los dones y no en el frutoviii, se les ha instruido en palmas
e instrumentos y no en salmos, himnos y canticos espiritualesix, se les ha entretenido para
hallar felicidad como un sustituto de la instrucción que lleva al verdadero gozo. Así que
entiendo, si una comunidad de creyentes no presenta tales evidencias, debe ser porque no
le dan libertad al Espíritu Santo.

Pero nuevamente, no es el caso de los reformados. De hecho al reconocer por las


Escrituras cual es la obra que el Espíritu Santo vino a realizar (Regenerar, santificar,
vivificar, guiar, influenciar, etc.), pretendemos no ponernos como los primeros tropiezos
para que Él haga su obra x. Así cuando predicamos – por ejemplo-, no presionamos a las
gentes con métodos humanos para sacarles una decisión por Cristo sino que le damos
libertad al Espíritu para que regenere quien quiere. Cuando exhortamos o guiamos a
alguien en la palabra de Dios, le damos libertad al Espíritu que obre en la vida de cada
creyente convenciéndolo de pecado y guiándolo a toda verdad y no lo amedrentamos con
amenazas de la pérdida de su salvación. No estandarizamos qué dones son los que
deberían tener los cristianos sino que reconocemos la libertad al Espíritu Santo para dar
dones a quien quiere y el que quierexi. No presionamos a que todos los creyentes deben
manifestar su gozo de determinada forma unificadaxii, más bien les guiamos por medio
de la Palabra de Dios que es la herramienta que usa el Espíritu Santo para ello para que
pueda presentar una adoración bíblica que glorifique a Dios.

Creo que sin ‘haberlo ya alcanzado’, nos extendemos a no impedir que el Espíritu Santo
obre en medio nuestro como Él quiere, siempre buscando nosotros mismos no ser los
primeros tropiezos para ello. Y en esta búsqueda hemos llegado a la antigua conclusión:
Es cuando olvidamos la Palabra de Dios o la tratamos con ligereza, es cuando nos damos
a nuestras propias opiniones, sentires e ideas que el Espíritu Santo de hecho si encuentra
tropiezos en nosotros. De esa forma no vemos en conflicto la Biblia y el Espíritu Santo
sino que vemos en ello la más rigurosa armonía en el que la divina Persona del Espíritu
Santo, ha querido obrar.

Mito N° 3
A Los Reformados les hace falta amor.

En el ambiente evangélico parece que desde hace ya mucho existe y crece el concepto
que el amor es lo mas importante mientras que la verdad doctrinal divide, lo cual bajo
este punto de vista lo uno excluye lo otro. Es en verdad bien confuso que cada vez más
se presente el amor como antónimo de la verdad y se exhorte el amor a expensas de la
verdad. No es raro encontrar este concepto de amor versus verdad en el mundo, lo
verdaderamente despistante es que sea ese el clamor que se escucha de iglesias que están
puestas como columna y baluarte de la verdadxiii.

Lo otro también es verdaderamente injusto, ese concepto que lo más importante es la


verdad a costa del amor y si algo debemos aceptar de muchas maneras es que en ocasiones
como reformados al parecer celamos más la verdad que el amor. Luego ¿Por qué escoger?
¿Debemos hacerlo? ¿No dice la Biblia que debemos hablar la verdad en amor? Se
empieza a ver como algo común que muchas personas afines a la reforma, toman fuerza
tras ver cortos videos por internet para andar vociferando de cualquier manera el mensaje
del evangelio, todo por la verdadxiv. Se ha pasado del extremo amplitudista de decirle a
todo aquel que repita una oración: Ahora eres salvo, al extremo reduccionista de decirle
a cualquier creyente: Nunca has sido salvo. En esto, creo, debemos escuchar
humildemente las voces que nos exhortan al amor y crecer.

Pero la lucha difícilmente se da en este aspecto, pues cuando se nos critica de falta de
amor, es porque hemos vuelto a poner en circulación palabras que para una generación
consentida, hedonista, amante de la comodidad, poco sufriente, les parecen inoportunas
y crueles. Seguramente muchas generaciones de creyentes se han levantado con la idea
que lo más importante que Dios hizo es el hombre, que Dios se desvive por el ser humano,
que Dios es siervo del hombre, que el mayor problema del hombre es que es muy valioso
y no lo sabe. Estas generaciones lógicamente nos tildarán de faltos de amor cuando
hablamos del pecado y de pecados con nombre propio, de la mortificación del mismo, de
cargar la cruz o negarse a sí mismos, cuando hablamos de un cielo e infierno literal,
cuando hablamos de verdades absolutas y de combatir por la fe una vez dada a los santos.
Así cualquier cosa que no vaya con la unidad antropocéntrica, es visto como falto de
amorxv.

Es verdaderamente complicado ver comunidades que nunca antes habían escuchado las
palabras: Disciplina eclesiástica y mucho menos: Excomunión. Ellos nos miran con
compasión y nos dicen haber superado estas cosas porque ellos si tienen amorxvi. Se
incomodan verdaderamente cuando escuchan que algo está mal y les incomoda la
corrección, pues en su mente, verdad y amor se excluyen. Estos conceptos tienen que ver
más con psicología y humanismo que con Biblia y lamentablemente el verdadero amor y
unidad, dados por Dios a través de la verdad doctrinal, han sido casi mutilados de la
practica y jerga de muchos.

Tal vez en un mundo posmoderno y relativista sostener verdades absolutas y hablar de


doctrinas o puntos innegociables parece absurdo y radical y mucho más cuando el mundo
no cesa de gritar: tolerancia y convivencia. Pero cualquiera que no se haya dejado minar
la mente por las filosofías mundanas sabrá que en la Biblia no hay verdades relativas sino
absolutas, las cuales se nos mandó predicar para hacer discípulos, imitadores y
sostenedores de las mismas verdades. Es una muestra de verdadero amor al mundo y a
otros creyentes, el hablar la verdad del evangelio tal cual es, sin quitarle peso a la cruz ni
gloria a lo santo. Es una verdadera muestra de amor detener en el camino que lleva a la
perdición a muchos mostrándoles el camino verdadero, el poco popular, el camino
estrecho. Es verdaderamente amoroso encontrar hermanos que invierten sus vidas y
recursos para que otros conozcan el evangelio Bíblico cada vez con más claridad.

Los reformados seguramente tenemos que mantenernos firmes en la verdad a toda costa
y no retroceder en el encargo divino de guardar el depósito del evangelio que se nos
encomendó por Cristo mismo. Nunca olvidando que la verdad se dice en amor, pero
atentos a la práctica del amor Bíblico no el que nos enseña el mundo y sus filosofías. Pero
atendamos que sin quitarle peso a otras cosas, la mayor muestra de amor que hemos
aprendido de Dios es anunciar el evangelio de Jesucristo a una generación maligna y
perversa y porque no a muchos cristianos que hoy están bien confundidos.

Mito N° 4
Los Reformados no evangelizan.
Uno de los distintivos de la doctrina reformada es el creer radicalmente en las llamadas
‘Doctrinas de la Gracia’, lo que significa que creemos en que Dios en la obra de salvación
actúa según el propósito de su voluntad hacia pecadores que solo merecen la condenación
eterna. Eso implica que si alguien llega a ser salvo, fundamentalmente no lo fue por
iniciativa propia o gracias a su gran determinación de elegir a Cristo. Si bien el hombre
es quien cree en Cristo para salvación, el punto es que creyó por el designio soberano de
Dios, pues en su estado natural se encuentra muerto en delitos y pecados y así solo merece
ira y condenación de divina.

Estas doctrinas nos hacen reconocedores del testimonio Bíblico de la existencia de un


grupo de personas al que le llama elegidos, predestinados o llamados. Este grupo de
personas no están allí por algún merito propio, esencialmente no son distintos a los que
se pierden, pero soberana y eternamente Dios les ha elegido para mostrar en ellos la
gloriosa gracia que tiene al no pagarles conforme sus pecados y en algún momento del
transcurso de sus vidas, los atrae por el evangelio a Cristo para ser salvos. De forma que
creemos que solo los elegidos serán finalmente salvos por la gracia soberana de Dios de
principio a fin.

Ahora bien, muchos nos preguntan: - ¿Así que solo ellos serán salvos verdad? -Sí, así es,
es lo que decimos. - De manera que si alguno no es elegido de Dios y se le predica el
evangelio nunca creerá ¿Verdad? Oh, así es, sus propios pecados le oscurecerán y no
vendrá a Cristo. - ¿Entonces porque predicar el evangelio si finalmente el elegido creerá
en Cristo y por mas que se le predique al no elegido, nunca creerá?. De esa forma muchos
han llegado a la conclusión que los reformados no vemos la urgencia de evangelizar al
perdido, que desalentamos a las personas a la predicación indiscriminada del evangelio y
que hasta nos ponemos en una posición arrogante al solo predicarle el evangelio a los que
son elegidos – cómo si supiéramos quienes son-.

Creo que aquí está el mito y lo responderé en varias etapas. Lo primero que hay que decir
es que como cristianos que pretendemos mantener en alto nuestra plena adhesión a las
Sagradas Escrituras, reconocemos el claro mandato de Dios de predicar a todo ser humano
el evangelio, claro está, según nuestras posibilidades. No podemos ser bíblicos y pasar
por alto las claras exhortaciones bíblicas acerca de anunciar el evangelio. Así que sí
creemos y procuramos obedecer la ordenanza de Dios de predicar el evangelio. Segundo,
la doctrina de la predestinación no anula, antes anima la predicación del evangelio, porque
es el medio establecido por Dios para atraer a sí mismo los que ha elegido para salvación.
Así que por medio de dicha predicación, Dios llama a los suyos, los atrae a Él y los salva.
Si no predicáramos el evangelio estaríamos negando de cierta manera, la misma doctrina
de la predestinación de Dios quien no solo predestinó los fines (la salvación de los
elegidos) sino que predestinó los medios (la predicación del evangelio) para alcanzar
dichos fines.

Tercero, predicamos el evangelio porque a diferencia de lo que se piensa, ningún


reformado conoce quienes son los elegidos, es más, nadie aparte de Dios mismo les
conoce. Esto hace que nuestra predicación sea indiscriminada, es decir, a todo hombre y
a toda clase de hombres, por cuanto los elegidos están velados a nuestros ojos, los cuales
solo Dios conoce y solo Dios los traerá a Cristo según su voluntad. Cuarto, predicamos
el evangelio y solo el evangelio como medio para la salvación de los hombres y de hecho
no verás que adelantamos eventos mundanos para atraer a los elegidos. Seguramente es
cuando los demás ven que los reformados no hacemos conciertos, recreaciones o shows
con el fin de atraer al perdido, que imaginan que no evangelizamos. Sin embargo, es tal
nuestra confianza en el poderoso evangelio que voluntariamente hemos renunciado a
envolver el evangelio con el dulce del mundo para que sea más atractivo. Creemos que
solo el evangelio es poder de Dios para salvación y que no necesita métodos ni ayudas
del mundo para lograr su fin, que es salvar.

A juzgar por la historia de la iglesia, encontrarás que fueron los reformados los pioneros
de las misiones ‘modernas’ alrededor del mundo, pero eso te lo dejo a tu investigación.
Pero a juzgar por nuestras reuniones semanales, es allí donde principalmente develamos
que este mito carece de fundamento. Para el reformado la predicación del evangelio no
es aquello que en un culto viene después de cantar. Si algo distingue a los reformados, es
la perseverante costumbre de semana tras semana sin faltar una de ellas, de predicar el
evangelio y darle el lugar central en nuestras reuniones. Bajo esta realidad más bien
aceptaría que se nos criticara por una abundante exposición a las Escrituras y no el viejo
y falso mito que los reformados no predicamos el evangelio.

Mito N° 5
Los Reformados adoran a Calvino.
Con el tiempo, después de la reforma protestante, la palabra ‘calvinista’ y ‘reformado’,
parecieron identificar al mismo grupo de personas. Y ¿De dónde este apelativo? En la
reforma protestante, surgieron hombres a los que Dios uso para volver a traer al frente las
doctrinas históricas de la iglesia verdaderamente Bíblica, los que sin duda no fueron
perfectos, pero del gran aporte de sus estudios, el cristianismo evangélico aún bebe así no
lo sepa, y de hecho, creo que la mayoría de evangélicos no saben su propia historia. Entre
estos hombres destacan Lutero y Calvino y un sinnúmero de hombres que fueron usados
por Dios para sistematizar las doctrinas que entre la iglesia, han sido verdaderamente
ciertísimas.

Pero reconocemos que entre ellos, fue Juan Calvino a quien Dios uso para sistematizar de
una manera sobresaliente dichas doctrinas, nada novedoso, nada distinto al evangelio,
pero ordenado y concreto. Fue así como la figura de este hombre ganó la reputación que
hoy le acompaña. Lamentablemente al pasar del tiempo, este enemigo de la iglesia
romana, también se ha vuelto enemigo de los evangélicos quienes muchas veces sin
conocerle y sin haber leído ni uno de sus escritos, se aventuran a criticarle de mundano,
asesino, libertino, legalista y hasta demoniaco. Seguro que sus escritos ahora son más
conocidos y solo un vistazo a ellos puede dar de primera mano la información debida que
deja sin fundamento tales ideas.

Pero mi punto aquí no es defender a Calvino, es desmitificar lo que muchos sostienen al


creer que quien se confiesa reformado es porque ha sustituido la Biblia por los escritos de
este hombre, que en todo culto rinde homenaje a la Trinidad y a Calvino, que cada
predicación tiene que ver con Calvino, cada comentario tienen que ver con él y que
podríamos aceptar no ser llamados cristianos pero nunca soportar que no se nos llame
calvinistas. De esta manera se ha creado un mal ambiente en torno a los reformados al
calificarles de idolatras, seguidores acérrimos de hombres más que de Dios y avaladores
de los errores que Calvino cometió como ser humano que era.

¿Es eso verdad? Para nada lo es. Es mejor dejar en claro que honramos a Calvino como
honramos a nuestros maestros a los que Dios mismo nos manda a ‘reconocer entre
vosotros a los que los presiden en el Señor’. Le honramos por su entrega y esfuerzo y
acogemos la manera como, en general, interpretó las Sagradas Escrituras. Sin embargo
también hay que decir que somos críticos con respecto a algunas de sus interpretaciones
y no avalamos sus errores personales, aunque tampoco lo satanizamos. Aun así no
queremos ponernos en una posición pretenciosa de pensar que el cristianismo evangélico
empezó en el siglo XX y más bien, reconocer agradecidos que la obra del Espíritu Santo
en la iglesia puede ser rastreada muchísimo antes de nosotros.

Los reformados creemos que hemos recibido una gran herencia bíblica que viene desde
los apóstoles y ha pasado por el desarrollo de la iglesia y de mentes brillantes de pastores
y maestros en cada época. Hemos recogido y aprovechamos cada cosa que nos ha sido
heredada, siempre bajo la luz de la Palabra de Dios la cual consideramos como la Única
e Infalible revelación divina. Calvino es un punto prominente en la historia evangélica,
pero es solo parte de esta historia, donde hemos visto peregrinar otros hombres con
capacidades intelectuales excepcionales y espíritus verdaderamente piadosos, como él y
todos tratando a la vez de imitar a nuestro Señor Jesucristo. De esa manera no nos disgusta
que se nos llamen ‘calvinistas’ o ‘reformados’ si con eso se hace referencia al amable
reconocimiento de reconocernos como herederos del desarrollo doctrinal de la iglesia por
los siglos y sistematizado con maestría en la reforma y posterior a ella. Pero huiríamos si
esos apellidos los dispensan contra nosotros para señalar que somos un grupo seguidor
de hombres y no de Dios.

En épocas de ‘conciertos’, ‘artistas cristianos’, ‘shows de predicaciones televisadas’,


‘lideres autónomos’, sí que vemos en otros lo que se nos critica. Seguidores de hombres,
de fama, fortuna, reconocimiento, nos hace pensar si es que el mito que nos atribuyen a
nosotros no es más bien un reflejo propio. Si algo hemos aprendido por los siglos y a
través de tales maestros, teólogos, pastores y hermanos antiguos es que ni ellos mismos
reclamaron gloria para sí mismos pues vivían para un fin mayor, que vivieron
austeramente, esforzados intelectualmente, grandes en oración y servicio, pero por
sobretodo nos enseñaron a ver la vida y a escribir en cada cosa que hagamos: Soli Deo
Gloria, Solo para la Gloria de Dios.

Mito N° 6
Los Reformados sí que son bien estudiosos.
Este, debo decir con franqueza, es uno de esos mitos donde la fama nos precede y porqué
no, un mito conveniente aunque no siempre real. De cierto, en nuestro medio
reconocemos la bondad de Dios al habernos otorgado hombres verdaderamente dotados
por el Espíritu Santo de dones para estudiar, analizar y exponer las Sagradas Escrituras
con notoria precisión. Podemos encontrar hombres expertos en idiomas bíblicos, eruditos
teólogos, excelentes intérpretes bíblicos, hábiles comentaristas bíblicos, grandes
predicadores expositivos, los fascinantes puritanos, fieles pastores y maestros idóneos en
las diferentes iglesias locales –qué aunque sus nombres nunca se conozcan-, hacen parte
de un gran ramillete de hombres confesos reformados que han mostrado su esmero al
estudio esforzado de las Escrituras.

De algunas de sus laboriosas manos también han surgido serias universidades y


seminarios que han hecho su aporte a los intereses del reino dándonos hombres muy bien
dotados en el servicio cristiano. Reconocemos también que, aunque con lucha, cada vez
mas podemos acudir a sus escritos en nuestro idioma, de tantas materias bíblicas que en
profundidad estos maestros no han dejado de producir diligentemente. Ni que hablar de
fuertes y maduras iglesias locales que incansablemente toman en serio el preparar a
hombres idóneos para enseñar también a otros, lo que ha producido un verdadero ejército
de hombres y mujeres preparados bíblicamente para el reino de Dios. Desde este punto
de vista, oh si, los reformados sí que son bien estudiosos.

Pero debemos aceptar un poco ruborizados que no siempre es así. Muchos confesos
reformados solo pueden esgrimir el estudio bíblico de sus maestros y ganar reputación a
costa de la historia que les acompaña, pero personalmente no se entregan al estudio de las
Escrituras con la diligencia que se esperaría al tener tan bastas herramientas a su lado.
Con mucho dolor se puede ver que mas individuos se ven atraídos a adoptar el nombre
de ‘reformados’ mientras a la vez, jamás han leído su Biblia ni una vez en toda su vida
de pasta a pasta. Individuos que solo se empapan de ciertos ‘tips’ reformados por internet,
pero jamás se han zambullido en obras de teología sistemáticamente. Podéis encontrar
entre nosotros quien hable con propiedad de la reforma y aun desconocer su propia
Confesión de Fe. Más aun, hombres que esgrimen su ‘carnet calvinista’, pero que no son
miembros de ninguna iglesia local con responsabilidad.

Lamento desencantar la visión de muchos al bajar la cabeza en franco reconocimiento


que la filosofía posmoderna ha empezado a carcomer nuestras férreas costumbres en
algunas de nuestras congregaciones. De hecho muchas comunidades antes confesas
reformadas, han ido tras el entretenimiento, tras las experiencias, lo novedoso y los
pulpitos que hasta hace no mucho era sagrados para la exposición Bíblica, ahora una gran
orquesta o la filosofía moderna les ha desplazado. Creyentes cuyas agendas electrónicas
les han quitado el gozo de disfrutar de un sermón sistemático y pausado y de sentarse a
leer una obra cristiana para ser mejores obreros. Nuestros seminarios reflejan que muchos
de sus alumnos, no gozan de la pasión de conocer a Dios mediante las Escrituras, pasión
propia de nuestros maestros y más bien afanosamente interesados por acreditaciones y
diplomas que lejos de hacerles útiles, les confinará a la seguridad propia y al
estancamiento, en muchos casos.

Nuestra intención de ser más conocedores de Dios a veces es mayor que nuestra realidad
y creo que estamos en deuda en esta generación en detener la avalancha de mediocridad
y nunca acostumbrarnos a ella. Mas bien, alentados por la gran cantidad de hombres que
han invertido su vida para proporcionarnos herramientas para cada vez ser más útiles,
avanzar más decididamente y recuperar el terreno perdido, con paciencia urgente, pero
con determinación. Aun así debemos reconocer que generación tras generación, Dios no
se deja sin testimonio fiel y que ha preservado a fieles obreros que no han doblado su
rodilla al Baal de la comodidad personal y autocondescendencia y nos han animado con
su ejemplo, conocimiento y piedad a llevar en alto el evangelio Bíblico. A ellos gracias
por recordarnos que al que más se le da, más se le demandará.

Mito N° 7
Los Reformados creen que una persona es salva no importa
como viva.
¡Cuidado, ellos son los que enseñan ‘salvos siempre salvos’! Seguro que tras esa
advertencia muchos verdaderos cristianos se estremecen al pensar que personas que se
confiesan como cristianos estén a la par enseñando que una persona que ha confesado a
Cristo como Señor y Salvador, nunca perderá su salvación haga lo que haga, viva como
viva y crea lo que crea. De hecho, como todo mito algo tiene de verdad, aunque planteado
así en esos términos, se aleja bastante de la realidad que como reformados profesamos.

El punto central es más sencillo de lo que parece y sin embargo siguiéndolo hasta sus
últimas consecuencias, afirmará lo que el reformado ha venido creyendo. ¿Quién salva?
Seguro que todo aquel que conozca las Sagradas Escrituras afirmará que Dios es quien
salva. ¿Alguno es salvo por las obras, es decir, su obediencia a la ley? Claro que no, toda
persona que es salva lo es por la fe en Cristo, según se enseña en la Biblia y no por obras
para que nadie se jacte. ¿La fe es algo que surge del hombre o es algo que el individuo
recibe de Dios? Sin duda que por gracia somos salvos mediante la fe y todo esto es don
de Dios quien da a cada cual como quiere. ¿El sacrificio de Cristo cubre parcial o
temporalmente el pecado o es un sacrificio en extremo poderoso de repercusiones
eternas? Claro, la sangre del pacto eterno es suficiente para dejar limpio y salvo a todo
aquel que se sumerja en ella. ¿Recibe el creyente vida eterna o temporal? El don de Dios
es de vida eterna. Así que si usted ha afirmado cada una de estas preguntas, debo decir
que creemos lo mismo.

Es la enseñanza reformada de la salvación creer que los que hoy están en Cristo, lo están
por una obra sobrenatural de Dios operada en sus vidas al proveérseles del don de la fe y
arrepentimiento, pues su estado natural es de muerte y condenación. Así, un individuo
que antes estaba muerto espiritualmente y ha recibido la gracia de Dios, ahora vive, vive
eternamente y no perecerá jamás y nadie le arrebatará de la mano de Cristo. Creo que no
hemos ido por encima de la Biblia al hacer estas afirmaciones. Pero, ¿Podemos afirmar
que una persona que ha sido objeto de esta obra se salvará viva como viva? Y es esta la
cuestión porque la pregunta plantea una contradicción y le voy a decir porqué.

La obra de Dios en la salvación, no solo asegura la salvación final de los individuos que
creen sino que se dirige a la salvación presente de sus pecados. La obra de Dios abarca
que aquellos que han sido objeto de la obra de Dios en su nuevo nacimiento, también son
objeto de Dios para ser santificados. O para decirlo de otra manera, Dios al que regenera
lo santifica, o si prefiere, al que Dios escoge para salvarlo, también lo va liberando del
poder del pecado. Así que al plantearnos la posibilidad de una persona que ha sido objeto
de la obra de Dios y aun así quiera vivir deliberadamente en pecado, es un planteamiento
contradictorio ya que si el tal hubiese sido objeto de la obra de Dios, no quisiera vivir
deliberadamente en pecado. Una persona que al presente se incline sin control, se deleite
y gratifique en la carne y justifique su actuar de esa manera, aunque diga creer en Cristo,
seguro no tiene el Espíritu que nos lleva a la santidad. Más bien, el cuadro que nos enseña
la Biblia es que Dios, al escoger individuos para salvación, los atrae por el evangelio, los
santifica por su Espíritu y los lleva a la vida eterna, sin posibilidad que este proceso se
vea efectivamente frustrado.

No, no alentamos al libertinaje, pero tampoco amedrentamos con incredulidad a los


creyentes. En la cruz del Calvario, el Señor Jesús pagó efectivamente por los pecados,
pasados, presentes y futuros de aquellos que creen en Él y ningún pecado se sobrepondrá
y triunfará por sobre la obra perfecta de Cristo. Mas bien, por esta misma obra, todo hijo
de Dios cuando peque, recibirá de Él la ayuda para volverse a arrepentir, seguirá creyendo
en la todo suficiente obra de Cristo a su favor, corregirá más y más su andar y confiará
que nada ni nadie logrará separarlo del amor de Dios que es en Cristo y todo esto por la
gracia de Dios obrada a su favor.

¿Salvo por siempre salvo? ¡Sí!, pero el salvo que es siempre salvo, se purifica a sí mismo,
así como él es puro, por la misma obra lograda y consumada por Cristo en el cruel madero.

Mito N° 8
Los Reformados son machistas.
Si de algo estamos seguros es que tanto el machismo como el feminismo son una abierta
distorsión pecaminosa de los roles que Dios le dio al ser humano y que no corresponden
ni a las enseñanzas bíblicas ni a lo que pretendemos en el desarrollo de nuestro
cristianismo. De otro lado el pretender y forzar que en todo sentido hombres y mujeres
seamos iguales es otra distorsión del mismo plan de Dios, plan que nos imposibilita
colocar nuestro criterio por encima del criterio mismo de Dios nuestro creador.

Creo que el remedio para el machismo no es el feminismo, ni que la solución a ambos sea
un igualitarismo absoluto. Estas son posturas subjetivas, pecaminosas, culturales,
humanistas, pero no bíblicas y por ende no divinas. Por ello solo podemos apelar a la
única base y regla infalible que como cristianos podemos tener, a saber, las Sagradas
Escrituras y aceptar con fe gozosa la evidencia de la sabiduría infinita de Dios puesta
sobre hombres y mujeres hechos a imagen y semejanza suya con la diversidad que esto
implica.

La confusión ha venido, tal vez, de no diferenciar entre lo que hombres y mujeres somos
como seres creados a imagen de Dios y nuestra participación en el evangelio de Cristo y
lo que hombres y mujeres somos a la luz de nuestros roles (palabra que el machismo,
feminismo e igualitarismo absoluto odian). Reconocemos que tanto hombres y mujeres
somos creados a semejanza divina y que tanto cuerpo como alma reflejamos esa imagen
de Dios. Hombres y mujeres por igual no solo tenemos sino que somos imagen de Dios.
Además, Dios no ha permitido ninguna restricción ya sea de hombres y mujeres en cuanto
a ser recibidos en Cristo ni en su iglesia. En este sentido no hay esclavo o libre, judío o
gentil, hombre o mujer, pertenecemos por igual al mismo Cristo y al mismo cuerpo. En
este sentido básico y fundamental hombres y mujeres cristianos estamos en pie bajo el
mismo sacrificio, por la misma sangre y se nos dio un mismo Espíritu de adopción.

De otro lado, Dios imprimió en el ser humano roles distintos que quiso que se expresaran
en la familia, la sociedad y claro, la iglesia misma. Estos roles no vienen como producto
de una maldición pecaminosa sino que también los tenemos producto de ser portadores
de la imagen de Dios. De hecho, no podemos reclamar ser imagen de Dios y desatender
a las distintas funciones propias que hombres y mujeres tenemos por esta causa y que no
solo nos reflejan la sabiduría del Creador sino su orden y belleza. Debe ser así que de la
misma forma que Dios es uno en esencia, también existe en tres Personas distintas que
comparten los mismos atributos y poder, sin que esto signifique igualdad de roles. Cristo
siendo igual a Dios y no menor a Él en el sentido de deidad, se sometió al Padre en el
plan de salvación. Este es solo un ejemplo que los roles no deberían ser vistos como algo
malo ni perjudicial ni como producto de la entrada del pecado a este mundo, sino como
el más sabio orden divino.

Además de esta realidad, por preceptos positivos y negativos, la misma Biblia exhorta a
la observancia de dichos roles como una manera de evidenciar la obra de Cristo en un
alma que restaura las cosas a su prototipo original. Es aquí donde se nos critica con rudeza,
pues tomamos sin vacilación las exhortaciones claras de las Escrituras en la definición y
expresión de cada rol. Como creyentes que la Biblia es Palabra de Dios infalible e
inspirada, no podemos más que ser consecuentes y tomar como Palabra de Dios mismo,
lo que nos señala a través de ella. Así reconocemos que el marido es cabeza de su esposa,
es decir, líder, guía, proveedor, etc. Reconocemos que Dios ha llamado a varones
calificados para el ministerio eclesiástico de predicación pública y pastorado y no a
mujeres quienes no deben ejercer dominio o liderar la iglesia del Señor. Pero
reconocemos que salvo roles de dirección, guía, enseñanza eclesiástica, la mujer siendo
parte de la iglesia, tiene como responsabilidades ¡El resto de la Biblia! Y no por el hecho
que el pulpito o la dirección de su hogar le sean vetados, se deba anular pecaminosamente
o celar el único árbol que está cercado, mientras tiene todo un millar de arboles de los
cuales puede disfrutar.

No es cierto pues, que los reformados somos machistas, honramos nuestras mujeres,
honramos la maternidad, su rol dentro de los hogares e iglesias, su participación diligente,
sus oraciones, sus aportes y honramos la manera humilde en que han sabido ocupar su
lugar, procurando glorificar al Señor antes que gratificar sus deseos pecaminosos. En una
época bien feminista, es costoso hablar así, pero asumimos el costo en aras de la mayor
gloria de Dios al hacer las cosas de acuerdo a su voluntad, única y real garantía de hallar
nuestra verdadera felicidad.

Mito N° 9
Los Reformados creen que solo ellos tienen la verdad
No quisiera pasar por alto esta crítica que recibimos continuamente ni tampoco esquivarla
confundiendo con argumentaciones demasiado elaboradas. Seguro que deseo mantener el
equilibrio y el propósito de estos escritos que es responder clara pero francamente.

Para comenzar permítaseme decir lo siguiente, quienes aseveran que: ‘los reformados
creen que solo ellos tienen la verdad’, ¿No están creyendo como verdad eso que dicen?
Es decir, quien emite este juicio está aseverando algo que cree que es la verdad.
Precisamente, la verdad que está proclamando como cierta es que: ‘los reformados creen
que solo ellos tienen la verdad’. Así que una persona que realiza tal aseveración podría
ser criticada de hacer precisamente lo que está criticando al creer que es verdad lo que
está diciendo. Pero aún más, permítaseme decir que todos los creyentes pertenecientes a
tal o cual iglesia, denominación o confesión, si así se quiere expresar, ¿No estarían allí si
no creyesen que su interpretación bíblica es mejor que otras? Lo que quiero demostrar
con esto – y espero no haber sido engorroso- es que eso es lo que hacemos todos de alguna
manera al expresar una opinión o reconocer un dogma dentro del cristianismo.

Pero el asunto no es tan fácil de dilucidar a la hora de reclamar tener la verdad en cualquier
interpretación doctrinal. Es bien difícil, si no imposible, sostener convicciones que se
procuran extraer limpias de la Biblia y no hablar de ellas convencidos, pero el punto es
que no es solo una costumbre de los reformados. Debemos advertir que no hacerle frente
a los asuntos doctrinales y desechar las discusiones interpretativas con facilidad en
nombre del amor, puede arrojarnos al agnosticismo, es decir, llegar a la conclusión que
seguramente hay una verdad pero que ninguno de nosotros podrá reconocerla, así que
¿para qué perder el tiempo? De otro lado no reconocer la influencia del mundo temporal
y la realidad del remanente de nuestro propio pecado, hará que nos asentemos en nuestras
opiniones de la verdad y las dogmaticemos obstinadamente al creernos únicos
depositarios de ella.

Pero seguramente habrá quien decida ahorrar los esfuerzos que el desarrollo teológico
bíblico nos impone, situándose en un área neutra planteándonos la solución del equilibrio
o la integralidad. Hablo de aquellos que no pretenden reclamar tener la verdad de un lado
u otro de las discusiones, sino que afirman que un poco de cada punto es lo más sano. Así
- solo como un ejemplo-, nos propondrán que la solución a la sesgada doctrina de la
prosperidad no es el voto de pobreza sino una institucionalización de la clase media para
todos. ¿No es una vía muy facilista? Debemos afirmar –siguiendo el ejemplo-, que la
solución a ambas no es el equilibrio subjetivo o pragmático sino la elaboración de una
teología que haga justicia a las realidades y doctrinas bíblicas de soberanía, providencia,
responsabilidad y trabajo según la biblia y no según nuestro criterio.

No me mal entienda, no estoy diciendo que como cristianos no creamos que Cristo sea la
Verdad o que la Palabra de Dios sea la verdad, hablo que, en la cristiandad sin excepción,
se habla de estar en la verdad excluyendo a los demás solo basados en opiniones
subjetivas o legados denominacionales. Creo que el problema fundamental es que
mientras nuestras discusiones sigan dándose en desigualdad de condiciones, acercarnos
al reconocimiento más preciso de la verdad solo va a ser un ideal y no una realidad
concreta a la que como cuerpo universal de Cristo somos llamados a perseguir (Ef.4:13),
además que nos polarizaremos en opiniones caprichosas y todo resultará vano.

Lo que propongo es precisamente una teología que sea justa con una base en común, la
Biblia, ya que muchas controversias doctrinales no encuentran un piso uniforme sobre la
cual deberían plantearse, porque mientras unos alegan lo que la Biblia dice, otros muy
convencidos alegan con argumentos de: ‘me parece’, ‘creo que’, o ‘el Señor me dijo
que…’. Mientras que no tengamos bases iguales la discusión es desierta, mientras nuestras
fuentes de autoridad no sean las mismas, la discusión se planteará con elementos
desiguales. Por el contrario, parados en un mismo terreno y por qué no decir, el terreno
infalible de la Palabra de Dios, las discusiones serán más provechosas pues se plantearan
más por una sana hermenéutica que por igualdad en la fuente de nuestras doctrinas.

Como dije anteriormente, es bien difícil no tener un cuerpo de doctrina histórico,


confesional, por supuesto extraído con esfuerzo de las Escrituras, procurando una sana
hermenéutica, y no dar la impresión cada vez que hablamos, que creemos estar más
cercanos a lo que Dios quiso revelar. Sin embargo, desearíamos que nuestras doctrinas
reformadas no se miren bajo la óptica de: ‘ellos creen que solamente tienen la verdad’,
pues como he demostrado todos lo hacemos, además que nos confinan al silencio injusto.
Más bien desearíamos responder bíblicamente a nuestros postulados doctrinales y no
simplemente darnos a la ingrata tarea hacerle el quite cada vez, al incomodo presupuesto
que ‘creemos siempre tener la razón’ solo porque nos hemos afirmado con convicciones
bíblicas y profundas a nuestros sistema de creencias.

Mito N° 10
Los Reformados creen que entre más viejo mejor
Seguro que no hemos podido evitar el escalofrío que recorre nuestro cuerpo cada vez que
la palabra ‘contemporáneo’ antecede o sigue a la palabra ‹‹doctrina››; o si esta suspicaz
palabra está acompañada de un concepto eclesiológico. No piense que manejamos nuestro
auto reformado solamente mirando por el retrovisor, sino que hemos aprendido, muchas
veces con dolor, que la mezcla entre estas sustancias no es buena para conducir, más que
gasolina y alcohol. En realidad no es nuestro interés volvernos a los carruajes, las
lámparas y satanizar cada invento de la tecnología o ciencia, ese no es el punto. Tampoco
suspiramos melancólicamente repitiendo que ‘todo tiempo pasado fue mejor’, ni
apelamos a la historia como un rechazo caprichoso a la modernidad.

Es cuando lo contemporáneo empieza a socavar la doctrina y se empieza a involucrar


oronda como el empuje que una iglesia adormecida necesita. Es falso que creemos que
entre más antigua sea una doctrina o practica sea mejor, nuestro parámetro no es lo arcaico
de algo sino lo bíblico de ello. Lo añejo no necesariamente le recomienda como algo que
la reforma se comprometa a comportar, pero nuestro acercamiento con el desarrollo
histórico doctrinal no es algo que estemos dispuestos a enfrentar con rapidez o pasarlo
arrogantemente por alto a expensas del desarrollo o la contextualización. Teniendo pues,
una sola fuente de la que extraemos lo referente a doctrina y práctica, manifestamos
nuestra lealtad a las Escrituras al procurar rastrear en la historia de la iglesia, la manera
en que las doctrinas bíblicas se han sostenido a través de los siglos y han hallado su
aplicación precisa a una sociedad siempre cambiante. Que esto es una fuente permanente
de guía, estimulo y protección, esto no lo negamos, cuanto más sabiéndonos como parte
de esta línea histórica.

Eso tiene implicaciones directas en el desarrollo de nuestras comunidades. Ciertamente


estaríamos dispuestos a innovar en aspectos periféricos o que nada tengan que ver con la
doctrina o sus necesarias implicaciones. Sea en doctrina, adoración, evangelismo,
gobierno eclesial (y otras por el estilo), andamos con pies de plomo a la hora de
implicarlas en nuestro tiempo, pero tal vez nunca nos damos a la tarea de reevaluar sus
definiciones esenciales. Realmente no vemos como poder estar ‘casados’ con mantener
las doctrinas bíblicas y llevarlas hasta sus últimas consecuencias y al mismo tiempo
‘flirtear’ con la seductora innovación y seguir siendo fieles. Pensamos que es cuando la
iglesia cae en despropósito, lentitud, arrogancia, que se vuelve insípida y que le urge echar
mano de modas actuales para parecer viva, pero solo es algo cosmético y nada tiene que
ver con el poder del Espíritu fluyendo en su medio.

Preferimos deliberadamente seguir contando, -como diría el célebre predicador- la vieja,


vieja historia. Hemos optado por seguir mirando nuestra conformidad con la obra de Dios
en su iglesia a través de los siglos y evitar la arrogancia histórica de pensar que la última
generación dejó atrás y sin remedio a las demás. Esto sin duda, puede ser verdad con
computadores y teléfonos móviles, pero no con la iglesia. El evangelio es el mismo, la
predicación sigue siendo la manera en que Dios salva a su pueblo, el canto sigue siendo
extraído de la Biblia, el congregarse no pasará de moda, el gobierno eclesial no sufre con
los vaivenes de las formas de gobierno de los países, nunca los shows y el entretenimiento
‘eclesial’ van a ser parte de la nutrición del creyente y más.

Pero con el mismo celo, procuramos que esta generación cristiana prosiga el mismo
rumbo, ya que definitivamente toda generación que al presente es la ‘contemporánea’
hace parte de la misma historia eclesiástica que pretendemos honrar. Definitivamente
daremos un legado a la próxima y deseamos que ‘las cosas que hemos oído y entendido,
que nuestros padres nos contaron, no las encubriremos a nuestros hijos, para que lo sepa
la generación venidera y los hijos que nacerán; y los que se levantarán lo cuenten a sus
hijos, a fin de que pongan en Dios su confianza’.
i
Confesional hace referencia a haber adoptado una Confesión de Fe escrita, un credo que resume de manera
- lo más bíblica posible- su cuerpo de creencias o doctrinas que sostienen.
ii
Si alguno desea seguir andando en carruajes, o distinguido por un atuendo especial, lo es por gusto propio
no por ser reformado.
iii
Digo “cuidadosamente”, “con discernimiento” y “en puntillas” no como una crítica sino como una virtud,
pues vemos como estos medios pueden tender a eclipsar la comunión eclesiástica, el evangelismo personal,
y la predicación expositiva en las comunidades locales, ah, y la buena lectura de libros.
iv
Puede ver la Confesión de FE de Westminster (1647 d.C), Capitulo 2 y la confesión Bautista de Fé (1689
d.C), Capitulo 2, para comprobar que estas confesiones de fe reformadas sustentan Bíblicamente la doctrina
de la Trinidad siguiendo el credo Niceno del año 325 d.C.
v
Cuando el Espíritu Santo es llamado Consolador, la palabra original usa ‘Paracleto’, el cual puede ser
traducido como Consejero, Asistente, Auxiliador y en fin, ese oficio de estar al lado del creyente en su
peregrinar.
vi
Si bien es un punto controversial, la discusión cesacionista no se encuentra en la pregunta ¿El Espíritu
Santo otorga dones a la iglesia?, ya que esto es obvio que sí. Más bien la pregunta que se aborda en
cesacionismo es ¿Qué tipo dones son los que el Espíritu otorga a la iglesia?.
vii
No quiero dar a entender con esto que la obra del Espíritu Santo en la vida de los creyentes no vaya
acompañada de expresiones externas, pero creo que poner la evidencia de la obra del Espíritu Santo en un
individuo en su exterior es un error y mucho mayor error, el sobreenfatizar sobre ello.
viii
Note que el fruto o la evidencia del Espíritu Santo es fundamentalmente a nivel del carácter Ef.5:29.
ix
Mire el énfasis de la frase cantar con gracia en los corazones y salmos espirituales (Col. 3:16), lo que
nos deja ver que si bien hay expresiones externas, fundamentalmente enfatizan lo interno.
x
Seguramente debemos diferenciar que hay un sentido en que nadie se coloca como un tropiezo efectivo a
los planes (decretos) de Dios. Pero en otro sentido, los creyentes podemos hasta entristecer al Espíritu Santo
y apagarlo (Ef.4:30; 1 Tes.5:19), dando a entender con esto que por el pecado no confeso, el Espíritu Santo
aparata temporalmente algunas de sus influencias santificadoras como corrección a sus hijos (Confesión
Bautista de Fe de 1689, Cap. 5 Párrafo 5).
xi
En algunas comunidades, por ejemplo, se presiona a que todo cristiano verdadero debe hablar en lenguas
como evidencia de un cristianismo vivo. Sin embargo lo que quiero resaltar aquí es que reconocemos la
libertad del Espíritu para dar dones a los creyentes, sin embargo los dones a los que hacemos referencia
aquí no son los dones apostólicos sino aquellos dones de continuación.
xii
Encontramos que en las reuniones de algunas comunidades muchas veces los creyentes son exhortados
a: “Si tienes gozo aplaude al Señor” o “Ahora levanta tus manos para adorarle” y hasta la desafortunada
arenga: “El que no brinque no es cristiano”.
xiii
Lamentablemente esta forma de ver la verdad como algo adverso, ha sido un buen terreno donde el
ecumenismo está cosechando sus buenos frutos. Algo que debe llamar la atención a la iglesia para poner
las cosas en su justo orden.
xiv
A veces encontramos personas que piensan que predicar con poder el evangelio es asumir una forma
confrontacional cada vez que hablan. Sin quitarle valor a la manera confrontacional de algunos predicadores
reformados, se deja a un lado que el evangelio debe ser explicado, enseñado y no solo confrontado.
xv
Unidad antropocéntrica le llamamos a la unidad basada en postulados meramente humanos como la
convivencia pacífica, tolerancia, etc, que difiere a la unidad Bíblica, la cual se da a través de la verdad, no
sin ella.
xvi
Es el mismo argumento de la psicología infantil que lleva a muchos padres a decir: Yo amo tanto a mis
hijos que nunca los castigo. Pero la psicología en general es antropocéntrica, mundana y un falso maestro.

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