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Crónicas de Fantasía Orinica
Crónicas de Fantasía Orinica
Prólogo: Prologo
Capítulo 1: Mi nombre es Leinad
Capítulo 2: soy un hombre
Capítulo 3: espacios abiertos, mis preferidos
Capítulo Extra
Capítulo 4: la noche
Capítulo 5: Encrucijada, un guardián
Capítulo 6: Alma, encanto y lagrimas
Capítulo 7: Retorno
Capítulo 8: el fin y el principio de todo mal
Después
Índice de libros/otras publicaciones
Prologo
Las antorchas se apagaban entre la oscuridad de la
caverna, el eco de los pasos de Aster resonaban en la
profundidad, fue el azahar el que le llevó a pisar un cofre
abandonado por los antiguos y dejado a su suerte
escondido en las profundidades de aquel lugar.
El cofre contenía un medallón, el joven minero Aster se lo
puso al pecho. Y el pecho le fue quemado para contener
un ente demoniaco en su interior.
Aster, levito y salió de la cueva con aquello que no había
entrado: valthier
Advertencia:
Este juego puede producir graves trastornos, heridas,
contusiones o envenenamientos, la empresa no se hace
cargo de los daños ocasionados durante su uso.
Abrí los ojos, desperté poco a poco con la luz del sol, que
daba más luz y calor como de costumbre. Miré a mi
derecha, en busca de mi reloj despertador con forma de
coche, pero no estaba allí. Tampoco lo estaba la mesita
de noche, ni las paredes pintadas de blanco mármol, ni mi
televisor con videoconsolas, ni mis posters de series de
anime, ni mi armario con ropa, ni mi suelo, ¡ni mi cama!
Estaba tirado en un suelo de tierra, cubierto de paja
cortada, el techo de la estancia era de madera, las
paredes igual, pero había rendijas por todas partes, por
donde se colaba la luz del sol.
Me levanté con dificultad, tenía los huesos molidos, no
sabía cómo avía llegado a esta especie de granero,
simplemente estaba aquí, sin ninguna explicación.
Afuera sonaba un tumulto de gente, quizás ellos fueran
mis secuestradores, intenté mirar, afuera por una de las
rendijas para ver a mis secuestradores, pero no fue así.
Por la gran rendija se podía ver todo, todo lo que había
fuera de un modo perfecto, aquella especie de granero
estaba en una calle concurrida, una calle de ambiente
medieval, lleno de tenderetes, olores y productos.
- ¡compren aquí su pan del día! - gritaba un hombre
orondo, con un mandil blanco y una cesta de mimbre
cargada de barras de pan - ¡el pan de ayer a mitad
de precio!
- ¡espadas, compren espadas! - gritaba el armero -
espadas y escudos de acero!
- Aquí le ponemos herradura a su mula, pague una
herradura y la ponemos gratis ¡solamente para hoy!
Los reclamos de los comerciantes sobresaltaban por
encima del barullo general de la muchedumbre.
Ya lo entendí, miré mi cuerpo, y en efecto, estaba vestido
con unos pantalones largos marrones de tela, y una
camisola ancha de tela, igualmente marrón. Y a mi
cintura, un cinturón, seguramente de algún tipo de cuero,
con una espada de madera. ¡Ese estúpido juego! ¡Anoche
lo puse! ¡Se bloqueó! ¡Y ahora estaba soñando que me
metía en el juego!
A sabiendas de que esta cosa que estaba pasando era un
Juego-sueño, decidí salir a explorar, así que crucé la
especie de granero y Salí por un portón doble.
La luz casi me deslumbra al salir, pero no lo hizo, el sol
del sueño no hacía daño a los ojos, ni mucho menos, al
contrario, podrías seguramente quedarte fijo en él
durante horas sin resentirte lo más mínimo.
Las calles eran cortas, estaban empedradas, y entre las
piedras, de vez en cuando te podías encontrar alguna
hierbecita o espiga intentando abrirse paso entre las
piedras del camino. Las casas eran, en su mayoría, de dos
pisos, parecían mono-familiares, generalmente, tenían
algún tipo de comercio en la parte de abajo, y se vivía en
el piso superior. Su estilo era el típico estilo de las
películas medievales antiguas, de la época inglesa
Victoriana, y muchas de ellas poseían macetas cargadas
de flores y fragancias de todos los olores y colores.
No podía ver tampoco ningún tipo de chimenea, lo que
significaba que el ambiente era generalmente cálido por
aquellos sitios.
Los tejados de las casas tenían una teja artesana
magnífica, de colores claros u oscuros, dependiendo del
estilo de cada casa.
Todas las casas tenían la misma altura, a excepción de
tres edificios, si las casas de altas, medirían unos ocho
metros de altas, a estas las superaba una torre sencilla
con una campana encima, seguramente sería alguna torre
de vigilancia, o contra incendios… el caso es que esa torre
le sacaba un metro más a todas las casas, según mis
cálculos, esta torre mediría sobre los nueve metros, y por
encima de ella, la torre de una pequeña iglesia, que le
sacaba como un metro mas, sobre los diez metros, la
verdad es que la torre era altísima, pero la iglesia era más
bien una ermita, pintada en su totalidad de blanco, era
difícil saber con qué material había sido construida,
simplemente era de piedra, pero no se podía conocer el
tipo de roca.
Y por último, una casa inmensa de cuatro pisos de alta,
parecía más bien una pequeña fortaleza, no tenía torres
ni ningún signo que indicase alguna fijación militar en el
edificio. Mediría seguramente unos veinte metros de alto,
construido en piedra oscura, saltándose el estilo
victoriano del resto del pueblo, aquella construcción
estaba cubierta de banderines de colores y cuatro
banderas enormes en las esquinas, banderas con un ojo
amarillo en un fondo verde olivo. En la puerta de esa
edificación, un letrero de madera donde ponía
simplemente ¨ayuntamiento¨.
Por lógica, sabiendo que esto es un sueño que emula un
videojuego, me dirigí al ayuntamiento.
Pasé por una callé que me llevaría recto a aquel lugar,
pasando al lado de los puertos de mercado. Y fue al pasar
por un puesto de mercado, una frutería, que me entró
hambre, tan solo quería una manzana. Pero no tenía
dinero. Me acerqué al puesto y pregunté al frutero.
- Disculpe amable señor, me gustaría adquirir una de
sus jugosas manzanas. No tengo dinero alguno, pero
podría ofrecerle mi espada de madera a cambio. Que
seguramente cueste más que el precio que vale una
única manzana ¿desea hacer el trato?
- Mira caballerete, tengo un trato, yo le doy una
monedita al señor remilgado y a cambio no vuelve
por aquí, que me espanta los clientes - y el frutero se
saco una moneda gris pequeña y me la lanzó al
pecho.
Anonadado, y sin esperármelo, tomé del suelo la
moneda y me la guardé en un pliegue del pantalón,
seguí con paso firme hacia el ayuntamiento mirando
hacia detrás, para comprobar una y otra vez que el
frutero seguía como si nada hubiera pasado.
Mientras seguía andando, salió un juglar de no sé
donde, y entre la gente empezó a entonar un cantico
que rayaba los oídos.
- Cuando yo era pequeñito - cantaba el juglar - me
contaban los viejos, que el trasgo Benitum, se me
llevaría si no duermo
Tenía que darme prisa en llegar al ayuntamiento para
no escuchar a aquel idiota cantando.
- Y yo quise conocer, a Benitum el trasgo, y el viejo del
barrio, me metió un puntapié,
Nada mas decir puntapié, el juglar comenzó a tocar su
laúd
- puntapié, puntapié, puntapié, puntapiéééé,
puntapié, me dio dio, punta, punta, punta, punta
puntapié….
Al fin pude llegar a las puertas del ayuntamiento,
empujé la puerta y entré, allí dentro deje de escuchar
al juglar y su estúpida canción absurda.
El ayuntamiento no era tan grande por dentro, había
un plano donde explicaba que en el cuarto piso estaba
la residencia del alcalde, en el tercer piso el despacho
del alcalde, en el segundo piso los despachos de los
concejales, y en la planta baja la sala de reuniones y el
recibidor, y aunque no venía en el plano, deduje, (al ver
a un señor salir con una botella de vino añejo de una
escotilla de el suelo de la planta baja ) que había un
piso subterráneo, el despacho del vino, al parecer.
Un señor bien vestido, con un gran bigote, ropa oscura
de seda fina, y cuero, con una capa elegante y un
sombrero de alas con pluma se dirigió hacia mí.
- ¿a que ha venido, escoria? - me preguntó
- E escuchado que tenéis una misión importante para
un aventurero - dije suponiendo que el sueño jugaría
con migo de ese modo - ¿matar un dragón quizás?
¿recuperar alguna porquería milenaria?
- ¡pues claro que sí! - dijo el hombre eufórico -
¡guardias, acompañad a este aventurero a su trono
de heroicidad!
Un par de guardias, con chalecos de cuero y afiladas
espadas me agarraron por los brazos, me inmovilizaron
y me arrastraron con fuerza hacia fuera.
- ¿A dónde me lleváis? - pregunte dolido -¡puedo ir yo
solo!
Pero los soldados me sacaron arrastras del
ayuntamiento y pasaron por la calle, donde por ir
arrastrando perdí mi calzado; mientras estos hombres
seguían arrastrándome, pude ver como la gente de la
calle ni se fijaba en mi, o al menos no lo hicieron hasta
que el juglar empezó a seguirnos cantando.
-un cerdo llegó al pueblo, pidió dinero al alcalde y
ahora va a verlo - empezó a cantar eufórico, como si le
divirtiera - ojala le apaleen o le tiren por un puente,
¡que le dejen encadenado! Para tirarle tomates.
Los guardias rieron, y cuando me sacaron del pueblo, me
echaron con fuerza a un montón de excremento de cerdo
y se marcharon dando risas, junto con el juglar.
Me levanté como pude de aquel apestoso montón de
mierda. Apestando, vi un rio, así que decidí lavarme.
Me quité la ropa y la metí en el rio, la froté fuerte y la
tendí en la rama de un árbol para que secara cuanto
antes, después, me metí yo mismo al rio.
Mientras me bañaba caí en la cuenta que aún me dolía la
marca de las manos apretando de los guardias y si sentía
dolor, hambre e incluso nauseas del olor a excremento de
cerdo. Solo podía significar que el videojuego era real,
pues recordé las letras de su carátula:
Vive una aventura con nuestro nuevo sistema de
entretenimiento mental, creado por el doctor Masamune
Kitano en el año 1993.
¡Pues claro! ¡Entretenimiento mental! Crónicas de
fantasía onírica ¿Cómo no se me había ocurrido antes? .
Aquel juego se metió en mi mente, en mis sueños… y
todo se ajusta a mis sentidos… tenía que recordar el resto
de la advertencia de la caratula…
Embárcate en una aventura que se ajustará a tu mente,
vence a los monstruos de cada nivel, en cada
videojuego habrá tres grandes monstruos, haciendo un
total de diez monstruos.
Eso significa que tendría que derrotar a tres enemigos
para salir de este estúpido estado mental.
Anímate y juega en una aventura aleatoria, creada de
forma aleatoria y totalmente inesperada
¡Inesperada! No sabría cuánto puede durar esto, quizás
solo sea cosa de horas. Pero recordé una última cosa, al
final de la carátula…
Este juego puede producir graves trastornos, heridas,
contusiones o envenenamientos, la empresa no se hace
cargo de los daños ocasionados durante su uso.
Por usarlo… ¿quizás podría incluso morir?, tendría que
andarme con mucho cuidado si no quería salir mal parado
de toda esta historia…
Respiré hondo y me dispuse a salir del rio.
Pero pisé algo extraño y esférico que estaba en el fondo
del rio. Lo tomé en la mano, era una perla rosa brillante la
que parecía emitir luz propia. Seguramente costara
bastante dinero, así que me dispuse a véndela en el
mercado para obtener una espada mejor, o quizás un
escudo.
De cualquier modo, podría hacerme con algunos
artículos, seguro que era valiosa.
Me puse la ropa, ya seca, y me encaminé de nuevo hacia
la aldea.
Al entrar, nadie me miró, al parecer nadie se percató de
que yo era la persona a la que hace un rato sacaron por la
fuerza, lo cual era excelente, ya que no tendría que dar
explicación alguna.
Me dirigí hacia la armería, que era el puesto donde el
hombre guitaba -¡compre espadas de metal y escudos de
acero!
Al llegar me presenté.
-¡buen día- me saludo el armero
-buen día para usted también - contesté - me preguntaba
si podría obtener alguna de sus armas.
-¡por supuesto, joven! Tenemos una gran variedad de
Espadas, lanzas, escudos, mazas y martillos, ¡también
tenemos hachas de batalla!
- pues depende, ¿Cuánto podría obtener con esto? ¡es
una perla muy valiosa!
Y saqué la perla para mostrársela al armero, esperaba ver
una cara atónita ante tal belleza, pero por el contrario, el
armero mostró cara de asco.
- ¡¿una perla valiosa dice?! - dijo el armero extrañado
y furioso -¡eso lo has cogido del rio!
- Cierto - confesé - lo encontré mientras me aseaba en
las orillas…
- ¡asqueroso!¡nauseabundo! - gritó el armero aun más
furioso - ¿Por qué tratas de comprarme armas
pagando con excremento de pez Luckhoi?
- ¡¿excremento de pez?! - pregunté confuso - ¡es una
genuina perla del rio!
- ¡vivo desde hace sesenta y tres años en este lugar, y
puedo diferenciar una perla de un excremento de
Luckhoi, y no hay duda, si lo cogiste del rio… es un
excremento, y ahora si no te importa, márchate de
mi tienda.
Estaba algo avergonzado, aquel lugar era realmente un
videojuego, pero no tenía ninguna guía a la que
pudiera acogerme, simplemente tenía que aprender
por mí mismo. Confundí una boñiga con una perla,
había que admitirlo pero ya era hora de despertar, me
estaba cansando, quería volver a casa.
Mientras añoraba mi hogar, a mis espaldas, sonó un
alboroto y varios gritos.
- ¡al ladrón! ¡al ladrón! - gritaba una señora - a robado
los panes del día
Un hombre bastante enorme, que mediría cerca de dos
metros, había tomado la cesta de una señora, la gente,
en vez de ayudar se distanciaban, temerosos de que el
fornido gigante los atacase, el gigante, se puso a comer
el pan allí mismo; tenía que actuar.
Y entonces saqué mi espada de madera y apunte a la
cara del gigante.
- Alto malandrín - grité - deja en paz a esa señora y
devuelve lo robado.
El gigante ni se inmutó, así que con todas mis fuerzas
corrí hacia él con intención de asestarle una estocada
en el hombro a modo de aviso, pero al impactar la
espada con su hombro, esta se hizo astillas, y al parecer
aquel gigante estaba molesto, pues tiró la cesta contra
el suelo y tenía sus ojos clavados en mí. Sentí miedo y
corrí velozmente.
El gigante me perseguía, no cesaba en su empeño, da
igual cuanto corriese, tuve una idea, podría
esconderme en el granero donde desperté, y corrí
hacia él.
Pero no resultó, el gigante también entró y me
acorralaba contra la pared.
- ¡quieto! - grité - ¡soy un mago! Si te acercas mas… te
fulminaré
El gigante se limitó a gruñir, yo muerto de miedo, vi
que en mi mano aun tenía la ¨perla¨ y se la mostré a el
gigante.
- ¿quieres un excremento de yoquesé? - pregunté -
pues … ¡tómalo!
Y se lo arrojé con fuerza, apuntando a la cabeza, pero
este lo esquivó, lo esquivó moviéndose con
brusquedad hacia la izquierda y chocando con la pared,
tal fue la dureza del golpe que todo el granero crujió y
empezaron a caer tablas del techo.
Tan mala suerte tuvo el gigante, que una gran viga
desencajada por el mismo, calló del techo y le golpeó la
cabeza, dejando al gigante inconsciente.
El estruendo atrajo a algunos curiosos, que justo en el
momento que entraron por la puerta del granero para
ver lo que había pasado, encontraron a el gigante
inconsciente, tendido en el suelo, y a mí de pié, justo al
lado.
Uno de los hombres que entró a curiosear, me miró
seriamente y preguntó:
- ¿Cuál es tu nombre, joven?
- Me llamo Leinad, caballero, Leinad… el aventurero.
Capítulo 2: Soy un hombre
Continuará…
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