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Índice de Capítulos

Prólogo: Prologo
Capítulo 1: Mi nombre es Leinad
Capítulo 2: soy un hombre
Capítulo 3: espacios abiertos, mis preferidos
Capítulo Extra
Capítulo 4: la noche
Capítulo 5: Encrucijada, un guardián
Capítulo 6: Alma, encanto y lagrimas
Capítulo 7: Retorno
Capítulo 8: el fin y el principio de todo mal
Después
Índice de libros/otras publicaciones
Prologo
Las antorchas se apagaban entre la oscuridad de la
caverna, el eco de los pasos de Aster resonaban en la
profundidad, fue el azahar el que le llevó a pisar un cofre
abandonado por los antiguos y dejado a su suerte
escondido en las profundidades de aquel lugar.
El cofre contenía un medallón, el joven minero Aster se lo
puso al pecho. Y el pecho le fue quemado para contener
un ente demoniaco en su interior.
Aster, levito y salió de la cueva con aquello que no había
entrado: valthier

¿Lidrehill? Ahh, que isla tan maravillosa…. Kilómetros de


montañas, prados, valles, ríos, lagos…. En el centro la
llanura de la gran meseta, con la ciudad de Deloshin,
capital, hogar del rey Min …. Al norte las llanuras
norteñas, con una gran fortaleza llamada Milethin, hogar
del príncipe Crinll, al sur los puertos Grantos, hogar del
alcalde real Santur, al servicio del reino. Al Oeste la
extinta ciudad de Marmol, destruida por una rebelión,
que tenía como objetivo destituir al rey Min por su
hermanastro, el rey Dun, ya dado muerte durante las
revueltas. Al Este, el palacio de cristal que gobernaba la
gran llanura Boira, los lagos gemelos rojos y el rio de
azulinos.
- Menudo bodrio de videojuego - me dije a mi mismo-
siempre lo mismo, de mazmorra en mazmorra,
conseguir mil estupideces para invocar a no sé quién
y salvar al mundo del monstruo final que justamente
tendré que matarlo yo… en fin.
Ciertamente ya estaba muy arto de tanto videojuego,
¿qué me costaba tener un videojuego en condiciones?
Cada vez que compraba uno siempre pasaba lo mismo.
Eras un tío mega musculoso que salvas al mundo de un
payaso mago.
Ahh, como odiaba esos videojuegos… estoy arto de
todos.
Aunque aún había una esperanza para mí, tenía algo de
dinero ahorrado y justo aquella tarde la tienda de
videojuegos cercana a mi barrio quebraba, así que
vendían los videojuegos a precios bajísimos.
Solamente tenía que terminar…. ¡oh, no!... tenía que
terminar la tarea de la escuela. Por suerte, solo tenía
algo de historia, que terminaría pronto.
Enseguida me puse a ello, tan solo era un folio con
unas cuantas preguntas, diez, para ser exacto.
Comencé a responder:
1 ¿Quién fue Viriato?
Viriato fue un pastor lusitano que dirigió a un ejército
rebelde de iberos contra la soberanía de Roma
2 ¿Qué tres personas fueron las primeras en el proceso
de unificación de Japón?
Nobunaga Oda, Hideyoshi Hashiba (conocido como
Hideyoshy hasiba o por su nombre real, Tokichiro
kinoshita) y por ultimo Ieasu Tokugawa, que fue el
primer Shogun de la longeva familia Tokugawa
3 ¿Qué nacionalidad tenia Napoleón Bonaparte?
Francesa
4 ¿Cuáles dos grandes fuerzas se enfrentaron en la
segunda guerra mundial?
La fuerza del Eje y la de los Aliados
5 ¿Cuál es la capital de cuba?
La habana
6 ¿en qué país fue más fuerte la santa inquisición?
España
7 ¿Qué tres dioses eran los principales en la Grecia
clásica?
Zeus, Hades y Poseidón
8 ¿en qué año pisó el hombre por primera vez la luna?
(ups, esta no la sabia)
9 Enumera todos los reyes visigodos
(eh, si claro….)
10 ¿Quién fue Gengis Kan?
(¿un señor?.... paso, voy a la tienda de videojuegos
ahora mismo ¡antes que se lleven todos los buenos)

Y con la tarea terminada pegué un salto de la silla y salí


corriendo hacia la tienda, crucé un par de calles y me
presenté.
Entré dentro y busqué, la tienda estaba llena de gente,
los juegos volaban y se vendían rápidamente, entonces
lo vi:
¨El torneo del dragón¨ el videojuego de artes marciales
mas nuevo que habían sacado para la videoconsola
VRDx5. ¡tenía que ser mío! ¡El último ejemplar! Corrí
hasta él y lo tome… pero justo cuando las yemas de
mis dedos tocaron la caratula también lo hicieron los
de Adrián, mi eterno rival.
Cada cual tiró de su extremo del videojuego, el que
primero soltara se quedaría sin él.
Nuestras miradas se entrelazaron durante largo rato,
cada cual tiraba con fuerza del videojuego, pero en un
abrir y cerrar de ojos, un chico enormemente grande,
enormemente gordo y enormemente ancho, metió la
mano entre medias del conflicto, y con gran agilidad se
hizo con el juego.
- ¡mierda! - exclamo Adrian marchándose a buscar
otro juego nuevo
- ¡porras! - exclamé yo
Y me di la vuelta en busca de un juego, pero las
estanterías ya estaban vacías.
No quedaba ni un solo juego en toda la tienda, me
deprimí bastante, salí de da tienda cabizbajo y me
senté en un banco que estaba justo al lado de la puerta
de entrada a la tienda de videojuegos.
Metí la mano en mi bolsillo para buscar la cartera,
pero no estaba hay… lo que significaba que aunque
hubiera conseguido el juego, no hubiera podido
pagarlo, aunque ahora, ya daba igual.
Pasaron apenas unos minutos, y el dueño de la tienda
salió con una gran caja, la puso al lado del contenedor
de basura y cerró con llave la puerta de la tienda; para
siempre.
Esperé que se marchara completamente y tomé la caja
de al lado de la basura, pensando que estaría llena de
juegos y la llevé corriendo a mi casa.
Una vez en mi cuarto, la abrí, para nada era lo que yo
esperaba.
Había una vieja VRDx1 y tres pack de 30 videojuegos
para esa consola, pero no eran videojuegos diferentes,
cada pack tenía 30 ejemplares del mismo juego. Así
que tenía una vieja VDRx1 y tres juegos, seguramente
inaguantables…. ¨Crónicas de fantasía onírica¨ se
llamaba el primer título, el segundo era ¨Crónicas de
fantasía onírica 2: desencuentro ¨ y la tercera era
¨Crónicas de fantasía onírica 3: Némesis¨
¡Al menos tenía todos en orden!
Coloqué la vieja VRDx1 en el televisor y tomé el primer
juego, lo tomé y lo leí
¨Crónicas de fantasía onírica¨
Vive una aventura con nuestro nuevo sistema de
entretenimiento mental, creado por el doctor
Masamune Kitano en el año 1993.
Embárcate en una aventura que se ajustará a tu
mente, vence a los monstruos de cada nivel, en cada
videojuego habrá tres grandes monstruos, haciendo un
total de diez monstruos.
Anímate y juega en una aventura aleatoria, creada de
forma aleatoria y totalmente inesperada
Solo tendrá que responder a unas cuantas preguntas y de
forma aleatoria se creará la aventura

Advertencia:
Este juego puede producir graves trastornos, heridas,
contusiones o envenenamientos, la empresa no se hace
cargo de los daños ocasionados durante su uso.

-¡LOL!- exclamé - pues menudo juegazo de…. Bueno,


vamos a probarlo.
Metí el CD en la vieja consola y tomé el mando.
La pantalla se puso negra unos instantes, después
empezó a funcionar:

Programa interno….. Cargando……… load completed


Saludos:
1-¿Cómo se llama?
La primera pregunta, era el nombre, algo normal….
Bueno, tenía ganas de llamarme Leinad, y asi lo escribí,
Leinad
2-¿es hombre, mujer u otro?
-¿otro?.... definitivamente soy hombre
3- ¿le gustan los espacios abiertos o cerrados?
-Abiertos, por supuesto
4- ¿te gusta más el día o la noche?
-La noche siempre me atrajo
5- ¿si te dieran fuerza o inteligencia cual pedirías?
-La inteligencia, por descontado
6- ¿crees en la magia?
-No
7- ¿crees en la ciencia?
-Si
8- ¿usarías un hacha, una espada, un escudo o un cetro?
-seguro que si selecciono un escudo me darán mayor
defensa
9- ¿comes carne?
-si
10 -¿te gusta el clima cálido mucho o poco?
-mucho
11- ¿te gusta el frio poco o mucho?
-poco
12- ¿yu ho ni mao te kinguo GAETA? Hi/Ho
Esta pregunta era extraña, solo podía poner como -
respuesta, Hi o Ho ¿Cuál seleccionar?.... me decante por
¨Hi¨
13- ………+*codificando*+………… ¿listo? Si/no
-si
14- ADN confirmado………. Humano…… si/no
-si ¿pero qué tontería es esta?
13- ¿estás listo/a?
-siiii, basta ya de tonterias
Aviso: una vez confirmada la siguiente acción no podrá
volver atrás…. Presione cualquier tecla para continuar
-¡presiono cualquier tecla! - dije enfadado -¡venga ya!
14 - ¿estás listo/a?
-¡que si¡
15- Yen mao te shu, vienen tras de ti, te han localizado, ya
estas seleccionado. Pulse cualquier tecla para crear su
avatar
- ¡Al fin!

Al acabar salió un menú de creación, aparentemente, el


personaje se parecía a mí: era un chico joven, bajito, con
el pelo corto, moreno, más bien escuchimizado de
complexión, tenia únicamente ropa de lana, unos
pantalones largos y una camisola de estilo medieval,
también unas zapatillas de tela y una espada de madera.
El perfil no se podía editar en lo más mínimo,
simplemente estaba ese personaje tan parecido a mí, allí,
en pié, inmóvil, debajo de el nombre de Leinad.
Eché un ojo a los parámetros:
Nivel: 0
Fuerza: 0
Magia: nulo
Resistencia: 1
Fortaleza: 1
Técnica: 0
Vida máxima: 20 (de 10000)
¿Qué juego era este? ¿Cómo podría alguien jugar a un
juego con los parámetros tan bajos? ¡Con razón no habían
vendido ni un solo ejemplar!
Di al botón de empezar la partida. La pantalla se puso
negra durante casi dos inaguantables minutos
De repente salió como una cara, unas decimas de
segundo y el televisor se apagó.
-¡porras! -exclamé
Fui a dormir totalmente cabreado, me tumbé en la cama
y cerré los ojos lentamente, sumergiéndome en un fácil y
profundo sueño.
Capitulo 1: Mi nombre es Leinad

Abrí los ojos, desperté poco a poco con la luz del sol, que
daba más luz y calor como de costumbre. Miré a mi
derecha, en busca de mi reloj despertador con forma de
coche, pero no estaba allí. Tampoco lo estaba la mesita
de noche, ni las paredes pintadas de blanco mármol, ni mi
televisor con videoconsolas, ni mis posters de series de
anime, ni mi armario con ropa, ni mi suelo, ¡ni mi cama!
Estaba tirado en un suelo de tierra, cubierto de paja
cortada, el techo de la estancia era de madera, las
paredes igual, pero había rendijas por todas partes, por
donde se colaba la luz del sol.
Me levanté con dificultad, tenía los huesos molidos, no
sabía cómo avía llegado a esta especie de granero,
simplemente estaba aquí, sin ninguna explicación.
Afuera sonaba un tumulto de gente, quizás ellos fueran
mis secuestradores, intenté mirar, afuera por una de las
rendijas para ver a mis secuestradores, pero no fue así.
Por la gran rendija se podía ver todo, todo lo que había
fuera de un modo perfecto, aquella especie de granero
estaba en una calle concurrida, una calle de ambiente
medieval, lleno de tenderetes, olores y productos.
- ¡compren aquí su pan del día! - gritaba un hombre
orondo, con un mandil blanco y una cesta de mimbre
cargada de barras de pan - ¡el pan de ayer a mitad
de precio!
- ¡espadas, compren espadas! - gritaba el armero -
espadas y escudos de acero!
- Aquí le ponemos herradura a su mula, pague una
herradura y la ponemos gratis ¡solamente para hoy!
Los reclamos de los comerciantes sobresaltaban por
encima del barullo general de la muchedumbre.
Ya lo entendí, miré mi cuerpo, y en efecto, estaba vestido
con unos pantalones largos marrones de tela, y una
camisola ancha de tela, igualmente marrón. Y a mi
cintura, un cinturón, seguramente de algún tipo de cuero,
con una espada de madera. ¡Ese estúpido juego! ¡Anoche
lo puse! ¡Se bloqueó! ¡Y ahora estaba soñando que me
metía en el juego!
A sabiendas de que esta cosa que estaba pasando era un
Juego-sueño, decidí salir a explorar, así que crucé la
especie de granero y Salí por un portón doble.
La luz casi me deslumbra al salir, pero no lo hizo, el sol
del sueño no hacía daño a los ojos, ni mucho menos, al
contrario, podrías seguramente quedarte fijo en él
durante horas sin resentirte lo más mínimo.
Las calles eran cortas, estaban empedradas, y entre las
piedras, de vez en cuando te podías encontrar alguna
hierbecita o espiga intentando abrirse paso entre las
piedras del camino. Las casas eran, en su mayoría, de dos
pisos, parecían mono-familiares, generalmente, tenían
algún tipo de comercio en la parte de abajo, y se vivía en
el piso superior. Su estilo era el típico estilo de las
películas medievales antiguas, de la época inglesa
Victoriana, y muchas de ellas poseían macetas cargadas
de flores y fragancias de todos los olores y colores.
No podía ver tampoco ningún tipo de chimenea, lo que
significaba que el ambiente era generalmente cálido por
aquellos sitios.
Los tejados de las casas tenían una teja artesana
magnífica, de colores claros u oscuros, dependiendo del
estilo de cada casa.
Todas las casas tenían la misma altura, a excepción de
tres edificios, si las casas de altas, medirían unos ocho
metros de altas, a estas las superaba una torre sencilla
con una campana encima, seguramente sería alguna torre
de vigilancia, o contra incendios… el caso es que esa torre
le sacaba un metro más a todas las casas, según mis
cálculos, esta torre mediría sobre los nueve metros, y por
encima de ella, la torre de una pequeña iglesia, que le
sacaba como un metro mas, sobre los diez metros, la
verdad es que la torre era altísima, pero la iglesia era más
bien una ermita, pintada en su totalidad de blanco, era
difícil saber con qué material había sido construida,
simplemente era de piedra, pero no se podía conocer el
tipo de roca.
Y por último, una casa inmensa de cuatro pisos de alta,
parecía más bien una pequeña fortaleza, no tenía torres
ni ningún signo que indicase alguna fijación militar en el
edificio. Mediría seguramente unos veinte metros de alto,
construido en piedra oscura, saltándose el estilo
victoriano del resto del pueblo, aquella construcción
estaba cubierta de banderines de colores y cuatro
banderas enormes en las esquinas, banderas con un ojo
amarillo en un fondo verde olivo. En la puerta de esa
edificación, un letrero de madera donde ponía
simplemente ¨ayuntamiento¨.
Por lógica, sabiendo que esto es un sueño que emula un
videojuego, me dirigí al ayuntamiento.
Pasé por una callé que me llevaría recto a aquel lugar,
pasando al lado de los puertos de mercado. Y fue al pasar
por un puesto de mercado, una frutería, que me entró
hambre, tan solo quería una manzana. Pero no tenía
dinero. Me acerqué al puesto y pregunté al frutero.
- Disculpe amable señor, me gustaría adquirir una de
sus jugosas manzanas. No tengo dinero alguno, pero
podría ofrecerle mi espada de madera a cambio. Que
seguramente cueste más que el precio que vale una
única manzana ¿desea hacer el trato?
- Mira caballerete, tengo un trato, yo le doy una
monedita al señor remilgado y a cambio no vuelve
por aquí, que me espanta los clientes - y el frutero se
saco una moneda gris pequeña y me la lanzó al
pecho.
Anonadado, y sin esperármelo, tomé del suelo la
moneda y me la guardé en un pliegue del pantalón,
seguí con paso firme hacia el ayuntamiento mirando
hacia detrás, para comprobar una y otra vez que el
frutero seguía como si nada hubiera pasado.
Mientras seguía andando, salió un juglar de no sé
donde, y entre la gente empezó a entonar un cantico
que rayaba los oídos.
- Cuando yo era pequeñito - cantaba el juglar - me
contaban los viejos, que el trasgo Benitum, se me
llevaría si no duermo
Tenía que darme prisa en llegar al ayuntamiento para
no escuchar a aquel idiota cantando.
- Y yo quise conocer, a Benitum el trasgo, y el viejo del
barrio, me metió un puntapié,
Nada mas decir puntapié, el juglar comenzó a tocar su
laúd
- puntapié, puntapié, puntapié, puntapiéééé,
puntapié, me dio dio, punta, punta, punta, punta
puntapié….
Al fin pude llegar a las puertas del ayuntamiento,
empujé la puerta y entré, allí dentro deje de escuchar
al juglar y su estúpida canción absurda.
El ayuntamiento no era tan grande por dentro, había
un plano donde explicaba que en el cuarto piso estaba
la residencia del alcalde, en el tercer piso el despacho
del alcalde, en el segundo piso los despachos de los
concejales, y en la planta baja la sala de reuniones y el
recibidor, y aunque no venía en el plano, deduje, (al ver
a un señor salir con una botella de vino añejo de una
escotilla de el suelo de la planta baja ) que había un
piso subterráneo, el despacho del vino, al parecer.
Un señor bien vestido, con un gran bigote, ropa oscura
de seda fina, y cuero, con una capa elegante y un
sombrero de alas con pluma se dirigió hacia mí.
- ¿a que ha venido, escoria? - me preguntó
- E escuchado que tenéis una misión importante para
un aventurero - dije suponiendo que el sueño jugaría
con migo de ese modo - ¿matar un dragón quizás?
¿recuperar alguna porquería milenaria?
- ¡pues claro que sí! - dijo el hombre eufórico -
¡guardias, acompañad a este aventurero a su trono
de heroicidad!
Un par de guardias, con chalecos de cuero y afiladas
espadas me agarraron por los brazos, me inmovilizaron
y me arrastraron con fuerza hacia fuera.
- ¿A dónde me lleváis? - pregunte dolido -¡puedo ir yo
solo!
Pero los soldados me sacaron arrastras del
ayuntamiento y pasaron por la calle, donde por ir
arrastrando perdí mi calzado; mientras estos hombres
seguían arrastrándome, pude ver como la gente de la
calle ni se fijaba en mi, o al menos no lo hicieron hasta
que el juglar empezó a seguirnos cantando.
-un cerdo llegó al pueblo, pidió dinero al alcalde y
ahora va a verlo - empezó a cantar eufórico, como si le
divirtiera - ojala le apaleen o le tiren por un puente,
¡que le dejen encadenado! Para tirarle tomates.
Los guardias rieron, y cuando me sacaron del pueblo, me
echaron con fuerza a un montón de excremento de cerdo
y se marcharon dando risas, junto con el juglar.
Me levanté como pude de aquel apestoso montón de
mierda. Apestando, vi un rio, así que decidí lavarme.
Me quité la ropa y la metí en el rio, la froté fuerte y la
tendí en la rama de un árbol para que secara cuanto
antes, después, me metí yo mismo al rio.
Mientras me bañaba caí en la cuenta que aún me dolía la
marca de las manos apretando de los guardias y si sentía
dolor, hambre e incluso nauseas del olor a excremento de
cerdo. Solo podía significar que el videojuego era real,
pues recordé las letras de su carátula:
Vive una aventura con nuestro nuevo sistema de
entretenimiento mental, creado por el doctor Masamune
Kitano en el año 1993.
¡Pues claro! ¡Entretenimiento mental! Crónicas de
fantasía onírica ¿Cómo no se me había ocurrido antes? .
Aquel juego se metió en mi mente, en mis sueños… y
todo se ajusta a mis sentidos… tenía que recordar el resto
de la advertencia de la caratula…
Embárcate en una aventura que se ajustará a tu mente,
vence a los monstruos de cada nivel, en cada
videojuego habrá tres grandes monstruos, haciendo un
total de diez monstruos.
Eso significa que tendría que derrotar a tres enemigos
para salir de este estúpido estado mental.
Anímate y juega en una aventura aleatoria, creada de
forma aleatoria y totalmente inesperada
¡Inesperada! No sabría cuánto puede durar esto, quizás
solo sea cosa de horas. Pero recordé una última cosa, al
final de la carátula…
Este juego puede producir graves trastornos, heridas,
contusiones o envenenamientos, la empresa no se hace
cargo de los daños ocasionados durante su uso.
Por usarlo… ¿quizás podría incluso morir?, tendría que
andarme con mucho cuidado si no quería salir mal parado
de toda esta historia…
Respiré hondo y me dispuse a salir del rio.
Pero pisé algo extraño y esférico que estaba en el fondo
del rio. Lo tomé en la mano, era una perla rosa brillante la
que parecía emitir luz propia. Seguramente costara
bastante dinero, así que me dispuse a véndela en el
mercado para obtener una espada mejor, o quizás un
escudo.
De cualquier modo, podría hacerme con algunos
artículos, seguro que era valiosa.
Me puse la ropa, ya seca, y me encaminé de nuevo hacia
la aldea.
Al entrar, nadie me miró, al parecer nadie se percató de
que yo era la persona a la que hace un rato sacaron por la
fuerza, lo cual era excelente, ya que no tendría que dar
explicación alguna.
Me dirigí hacia la armería, que era el puesto donde el
hombre guitaba -¡compre espadas de metal y escudos de
acero!
Al llegar me presenté.
-¡buen día- me saludo el armero
-buen día para usted también - contesté - me preguntaba
si podría obtener alguna de sus armas.
-¡por supuesto, joven! Tenemos una gran variedad de
Espadas, lanzas, escudos, mazas y martillos, ¡también
tenemos hachas de batalla!
- pues depende, ¿Cuánto podría obtener con esto? ¡es
una perla muy valiosa!
Y saqué la perla para mostrársela al armero, esperaba ver
una cara atónita ante tal belleza, pero por el contrario, el
armero mostró cara de asco.
- ¡¿una perla valiosa dice?! - dijo el armero extrañado
y furioso -¡eso lo has cogido del rio!
- Cierto - confesé - lo encontré mientras me aseaba en
las orillas…
- ¡asqueroso!¡nauseabundo! - gritó el armero aun más
furioso - ¿Por qué tratas de comprarme armas
pagando con excremento de pez Luckhoi?
- ¡¿excremento de pez?! - pregunté confuso - ¡es una
genuina perla del rio!
- ¡vivo desde hace sesenta y tres años en este lugar, y
puedo diferenciar una perla de un excremento de
Luckhoi, y no hay duda, si lo cogiste del rio… es un
excremento, y ahora si no te importa, márchate de
mi tienda.
Estaba algo avergonzado, aquel lugar era realmente un
videojuego, pero no tenía ninguna guía a la que
pudiera acogerme, simplemente tenía que aprender
por mí mismo. Confundí una boñiga con una perla,
había que admitirlo pero ya era hora de despertar, me
estaba cansando, quería volver a casa.
Mientras añoraba mi hogar, a mis espaldas, sonó un
alboroto y varios gritos.
- ¡al ladrón! ¡al ladrón! - gritaba una señora - a robado
los panes del día
Un hombre bastante enorme, que mediría cerca de dos
metros, había tomado la cesta de una señora, la gente,
en vez de ayudar se distanciaban, temerosos de que el
fornido gigante los atacase, el gigante, se puso a comer
el pan allí mismo; tenía que actuar.
Y entonces saqué mi espada de madera y apunte a la
cara del gigante.
- Alto malandrín - grité - deja en paz a esa señora y
devuelve lo robado.
El gigante ni se inmutó, así que con todas mis fuerzas
corrí hacia él con intención de asestarle una estocada
en el hombro a modo de aviso, pero al impactar la
espada con su hombro, esta se hizo astillas, y al parecer
aquel gigante estaba molesto, pues tiró la cesta contra
el suelo y tenía sus ojos clavados en mí. Sentí miedo y
corrí velozmente.
El gigante me perseguía, no cesaba en su empeño, da
igual cuanto corriese, tuve una idea, podría
esconderme en el granero donde desperté, y corrí
hacia él.
Pero no resultó, el gigante también entró y me
acorralaba contra la pared.
- ¡quieto! - grité - ¡soy un mago! Si te acercas mas… te
fulminaré
El gigante se limitó a gruñir, yo muerto de miedo, vi
que en mi mano aun tenía la ¨perla¨ y se la mostré a el
gigante.
- ¿quieres un excremento de yoquesé? - pregunté -
pues … ¡tómalo!
Y se lo arrojé con fuerza, apuntando a la cabeza, pero
este lo esquivó, lo esquivó moviéndose con
brusquedad hacia la izquierda y chocando con la pared,
tal fue la dureza del golpe que todo el granero crujió y
empezaron a caer tablas del techo.
Tan mala suerte tuvo el gigante, que una gran viga
desencajada por el mismo, calló del techo y le golpeó la
cabeza, dejando al gigante inconsciente.
El estruendo atrajo a algunos curiosos, que justo en el
momento que entraron por la puerta del granero para
ver lo que había pasado, encontraron a el gigante
inconsciente, tendido en el suelo, y a mí de pié, justo al
lado.
Uno de los hombres que entró a curiosear, me miró
seriamente y preguntó:
- ¿Cuál es tu nombre, joven?
- Me llamo Leinad, caballero, Leinad… el aventurero.
Capítulo 2: Soy un hombre

- ¡viva Leinad el caza gigantes - gritaba el alcalde


- ¡Viva!... ¡Viva!... ¡Viva!... - respondían los campesinos
- ¡Viva Leinad el Justo! - Volvió a decir el alcalde
gritando aún mas
- ¡Viva! ¡Viva! ¡Viva! - vitoreaba la muchedumbre
- ¡Viva! ¡Viva Leinad el héroe del pueblo!
- ¡Viva! ¡Viva! ¡Viva!
- ¡Viva Leinad, el bravo! - seguía gritando el alcalde
- ¡Viva! ¡Viva! ¡Viva!
¨Leinad¨ se aburrió de tanto vitoreo, pero para el
pueblo, parecía que era algo importante, al parecer el
gigante siempre venia y hacia lo que le venía en gana,
ocasionando disturbios, desperfectos, robos,
extorsiones, incendios, inundaciones… Contaba el
juglar en alguna de sus canciones que el Gigante se
metía en casas ajenas y dormía en la cama que le venía
en gana, pasaba la noche y a la mañana robaba toda la
comida y se marchaba a otra casa, eso sí, venia tan solo
una vez por semana.
La fortuita victoria de Leinad, al ser un videojuego, le
abría dado lo menos quinientos puntos de experiencia,
lo que significaba que estaría lo menos en el nivel uno,
y que todos sus parámetros habrían subido, a
excepción del de magia, que era nulo, seguramente
porque en las preguntas de el principio contestó que
no creía en la magia, mala jugada, pues ahora no le
vendría nada mal expulsar alguna bola de fuego, o
alguna técnica de sanación, quizás un escudo mágico
¿o quién sabe? Quizás hubiera podido invocar algún
tipo de monstruo que acudiera en su auxilio. El caso
era que no había magia, una mala noticia, pero
también había una buena noticia, en el juego ponía que
había diez enemigos, y en este juego abría solo tres de
esos diez, ya de por sí, eso era una buena noticia,
cuanto más al saber que el gigante era el primer
enemigo, lo que quería decir que quedaban solo dos
enemigos, seguramente tendría que viajar un poco. o
quizás adentrarse en una cueva.
- ¡Viva! ¡Viva! ¡Viva! - seguían gritando las personas
reunidas en torno a Leinad y el Alcalde
- Y para obsequiar a nuestro salvador, le aremos unos
regalos…. Si, se que solo a pasado apenas una hora,
pero me gustaría colmar de elogios y regalos cuanto
antes a nuestro venerable, querido, amigo y
honorable anfitrión. ¡Seño Leinad!
- ¡Viva! ¡Viva! ¡Viva! - seguía diciendo la
muchedumbre.
- Señor Leinad, el pueblo se a unido para donar todas
estas cosas para usted ¡tráiganlas!
Una persona salió de entre la muchedumbre con un
escudo metálico, redondo, perfectamente pulido, de
unos cuarenta centímetro de radio, ochenta
centímetros en total, con unos acabados magníficos, y
ligero a simple vista
- Le obsequiamos con este escudo para que recuerde
como nos defendió del gigante, tómelo - dijo el
alcalde.
El hombre me entregó el escudo y volvió rápidamente
hacia donde estaba antes.
Tomé el escudo, era liviano y parecía fiable.
Otro hombre salió con una espada corta de acero
envainada, era una espada con las mismas
características del escudo.
La tomé y la ajuste en mi cinturón, donde llevaba la
espada de madera justo antes que esta quebrara en la
trifulca con el gigante.
Después salió el frutero con un zurrón cargado de
manzanas y me lo entregó sin mediar palabra, lo tomé,
el sonrió e hizo una gran reverencia mostrándome su
respeto y arrepentimiento.
Y por último, salió el armero, con una pequeña bolsa
llena de eso que creía que eran ¨perlas¨ y me lo
entregó.
- Toma un montón de excremento de Luckhoi, lo he
recogido para ti, como ya tienes espada y escudo, te
daré estas zapatillas de cuero con refuerzos
metálicos, espero que sean de su agrado.
Le di las gracias, ciertamente, lo único que necesitaba
eran unas zapatillas nuevas, pues las antiguas se
perdieron mientras la guardia del alcalde me arrastraba
por las pedregosas calles del pueblo.
- ¡Viva! ¡Viva! ¡Viva! - seguían vitoreando las personas
allí reunidas.
Pero los vitoreos pararon de seco, fueron extinguidos
por los pasos de una decena de caballos negros,
montados por jinetes acorazados, eran soldados, Todas
sus monturas eran negras, sus corazas, de color rojo
plateado, brillantes al sol, con un casco integral de
macero, del mismo color que el resto de la armadura.
Ocho de los caballeros, portaban alabardas en su mano
derecha, en la izquierda, los arreos del caballo.
El noveno soldado únicamente portaba un estandarte
en lugar de alabarda, un estandarte con un fondo de
color azul cian y un torreón de castillo en verde.
El décimo caballero, era el único que tenia espada
enfundada y capa de terciopelo grisácea. Sin duda
alguna era el líder.
- ¡Leinad! - dijo el caballero de la capa - ¿Dónde esta?
- ¡es este joven! - señaló el alcalde - ¡este es el caza
gigantes ¡
No tenía idea alguna de que iba aquello, pero no sería
nada bueno, en los videojuegos el protagonista viajaba de
problema en problema, de trifulca en trifulca, y mi
destino no sería otro distinto a este.
- Leinad el caza gigantes, te vienes con nosotros, es
una orden - dijo el caballero de la capa - ¡preparen
su caballo!
- No se preocupe, general Trevill - contestó el alcalde -
ya le preparemos el mejor de nuestros caballos para
que entre a su servicio. Ahora, Leinad, acompáñame
a tu nuevo caballo.
El alcalde me tomó de la mano y me llevó entre la
muchedumbre, lejos de la misma, a una calle ancha,
solitaria, con unas casas más cuidadas, sin duda, era
una calle de personas pudientes; entre unas casas
había unos establos con un caballo preparado,
seguramente para mí.
El caballo era negro, pero no tan negro como el
azabache de los otros soldados, tenía un tono más
claro que los otros. Las crines las tenia recogidas en
largas trenzas, trencas que si midieran un poco mas
podrían arrastrarle hasta el suelo. Realmente no era un
caballo alto, era de raza percherón. Y se podía montar
en el fácilmente con un simple salto. De echo, ni me
hizo falta, cuando el alcalde me invitó a subir,
únicamente tuve que poner un pié en el estribo sin
dificultad alguna y sentarme.
Encima de aquel percherón pude comprobar su
resistencia y fortaleza, me sentí alguien importante, me
sentí poderoso, era fantástico estar allí arriba. ¨al fin un
golpe de suerte¨ pensé, Pues me miré a mi mismo
encima de ese fastuoso equino, con mis nuevo calzado,
un chaleco de cuero, un escudo y una espada; y bueno,
una bolsa llena de excremento de aquel extraño pez
que nunca pude ver con mis propios ojos.
- Su nombre es Lawrence - informó el alcalde - en
honor al explorador del ártico, es un buen caballo,
no te preocupes, era propiedad del ayuntamiento,
únicamente lo usábamos para tirar de carros, pero
ahora tenemos unas mulas jóvenes y este percherón
se echara a perder,
- Le agradezco mucho todos sus regalos, pero hay algo
que no entiendo ¿Por qué e de ir con esos hombres?
- pregunté - Ni siquiera sé por qué reclaman mis
servicios.
- Es muy sencillo, joven Leinad, se acerca una guerra -
se apenó el alcalde - veras, el rey tirano, eliminó a su
propio tío hace doce años para hacerse con el
control del reino, entonces estalló una batalla entre
sus seguidores y sus detractores.
- No, entiendo, ¿Qué tiene que ver esto conmigo?
- Ahá, como te he dicho, el rey es un tirano, y a
hartado a la población de manera desmedida en
innumerables ocasiones - explicó el alcalde en un
tono solemne - y ahora el pueblo se ha hartado de
sus ofensas, organizaciones planean atacarlo.
- Entiendo, tiene miedo del pueblo ¿pero donde entro
yo en todo esto?
- El rey tirano mandó espías, algunos espías, han sido
encontrados, por ejemplo, en el pueblo de al lado, la
esposa de Venancio el panadero resultó ser espía,
los campesinos la eliminaron, y el pobre Venancio se
quitó la vida por vergüenza. En el pueblo al sur, fue
un simple vendedor ambulante, y bueno, en el
nuestro todos sabíamos quién era…. El señor
Gutiérrez, ese gigante al que mataste, él era el espía.
- ¿en… entonces el rey quiere mi cabeza? - pregunté
asustado - ¡me niego!
- ¡no, no! ¡no te apures! - me intentó tranquilizar el
alcalde - el rey ahora estará en su castillo reclinando
los dientes de odio, si, pero su forma de actuar es
cobarde. Ya ha pasado otras veces. (La batalla contra
el rey -y esto te lo digo en secreto- comenzara en
menos de una semana) el rey habrá dejado una carta
a alguno de sus representantes para hacerte una
misión, una misión para alejarte por un tiempo de la
zona de conflicto, por ejemplo, a mi primo Enrique,
que es uno de los mejores herreros, por temor a que
crease corazas o fundiese un metal mejor que el
suyo para la batalla, le mandó la misión de llevar un
saco de cebada a un gallinero recóndito y
abandonado en un monte de fácil acceso, pero que
con el saco a cuestas tardará en su viaje más de siete
días. Pero no as de preocuparte, no formas parte de
la resistencia, cumple órdenes y todo estará bien.
Ponte en marcha, a los soldados del tirano.
Y de una palmada en los cuartos traseros de mi
montura el alcalde hizo que este corriera por las calles
empedradas del precioso pueblo.
Desde el caballo, una vez más, cualquiera se sentía
superior. Se podía ver mejor y con todo lujo de
detalles el interior de las casas, se veía más color, se
notaba mas la brisa, e incluso parecían apreciarse
nuevos y agradables olores, seguramente con origen en
las plantas de los alfeizares de las ventanas de los
segundos pisos.
El caballo pasó junto a una muchedumbre que me
rodeó, pero dejando un caminito con personas
alrededor, esa muchedumbre aún gritaba eufórica.
- ¡Viva Leinad! ¡el caza gigantes ¡
Los caballeros del rey contemplaban la situación desde
justo fuera del pueblo, inmóviles en sus caballos, pero
algo rompió su inmovilidad.
Tras de mí, entre los ¨viva Leinad¨ surgió una voz de
mujer que por encima de todas las otras recitó un
¨muerte al rey¨.
No pude hacer nada, todo pasó tan rápido… no pude
reaccionar… no supe cómo hacerlo.
Uno de los soldados, se adelantó con su alabarda en
mano, seguido de otros tres, y empezaron a acuchillar
con las alabardas a la mujer. Yo no miré, simplemente
seguí con mi caballo sin perder el paso, tampoco quise
mirar atrás. Simplemente escuchaba, las voces chillando
de dolor de la gente, pues parece que los guardias,
acuchillaban a cualquier persona presente, sin mirar a
quien. Yo, no miré en ningún momento, hasta que llegué
a la altura del soldado de la capa.
- Buenas, soy Leinad - me presenté - estoy listo
- Mira detrás de ti joven - ordenó el señor de la capa -
contempla el escenario de la contienda.
Tragué saliva y miré, por suerte, la trifulca había
terminado, los cuatro soldados volvían a reunirse con los
demás a paso ligero. También fue una suerte que la
distancia no me permitiera ver bien la sangre derramada,
o los rostros de las personas yacientes en el suelo, que
rondaban las dos docenas.
Los heridos corrían por todas partes, los soldados del
pueblo, recién salidos del ayuntamiento, recogían los
cuerpos del suelo, cuerpos que a veces estaban vivos, a
veces inertes.
- ¡Hora de partir muchachos! - ordenó el hombre de la
capa gris.
Y todos los soldados marcharon al galope fuera del
pueblo.
Pasemos por un camino entre dos montañas, montañas
cargadas de animales como conejos, águilas, buitres,
tordos, estorninos, algún búho posado dormido, palomas,
ciervos, venados, linces, topos, erizos, algún que otro
sapo en alguna charca, libélulas y unos escarabajos
verdes bastante interesantes. Y llegó un momento que
creí ver un trasgo oculto tras una piedra, pero solo creí
verlo, pues a la velocidad que iba mi caballo, no pude
mirarlo bien.
El trayecto solo duró unos cinco minutos escasos, quizás
diez, el caso, es que se me hizo más corto de lo esperado.
Lleguemos a una gran llanura tras esas colinas que nos
separaban ahora del pueblo, y en esas llanuras, se
extendían cientos de tiendas de campaña.
El señor de la capa me guió hasta una en concreto, bajé
de mi montura y entré.
Dentro había un hombre con la misma pinta que los
soldados que me escoltaron, solo que este hombre, tenía
una capa dorada
- Con que tu… eres el hombre - dijo mirándome de
arriba abajo, pues pude ver sus ojos tras su yelmo -
sin duda esperaba encontrarme con alguien más
fornido, más curtido en batalla más…. Mas hombre…
¿podrás cumplir la misión que te encomendemos?
- ¡Mi lealtad está con el rey! - mentí, para intentar
librarme de cualquier mofa, castigo o intento de
tortura - mándeme lo que desee y yo lo cumpliré, se
lo juro, por el rey ¡viva el rey!
- Ya veo - rió el hombre de la capa dorada - tengo una
misión para ti, tienes que regresar al pueblo donde
has venido y asesinar a su alcalde, y a la gente que
encuentres en el camino ¿Qué me dices?
- Acepto, acepto todo, mataré al que se ponga en mi
camino, sea hombre o niño, mujer o niña, anciano o
anciana - llegado el momento, podría escapar, o
matarlos, lo que me placiera, el caso es que no me
convenía oponerme a ese soldado, en un
campamento que tendría cerca de mil soldados
- Ahá - se alegró el hombre de la capa dorada - me
gusta tu arrojo, pero temo que esa misión sería
demasiado para un joven, en fin, me temo que
debería limitarte a cumplir la carta del rey. Tu misión
el llevar una carreta llena de armas a la ciudad de
Alma…. Esta a unas 17 horas de camino. Esta es tu
misión oficial, la carreta te espera ya acoplada en tu
percherón, la acoplan mientras hablamos, pero por
supuesto, si quieres acabar también con las personas
de ese asqueroso pueblo al otro lado de las colinas,
no te lo impediré, al contrario, será un servicio
magnífico a la corona mi querido ¨héroe del pueblo¨
¨Leinad el caza gigantes¨
Capitulo 3: espacios abiertos, mis preferidos
Dejé tras de mí el campamento, iba subido en el carro
de madera, que estaba cargado de alabardas, espadas
y escudos envueltos perfectamente en trapos,
algodones y sedas, para evitar ralladuras. Lawrence
tiraba de el carro tranquilamente, pero en sus ojos se
notaba un enorme desanimo, seguramente él preferiría
estar trotando o galopando en vez de tirando de un
carro lleno de armas. Aun así quise disfrutar el paisaje.
Pero entonces, a un lado del camino, encontré a un
señor con un laúd, llamando mi atención.
Irónicamente, estaba haciendo autostop a una carreta
tirada por un caballo. Pero por muy lento que fuera,
seguro que ayudándole recibiría una recompensa.
- ¿A dónde se dirige? - le pregunte
- ¡a la ciudad del Rokit - dijo el señor - ¡soy un
juglar!¡puedo pagarle con música y cánticos!
- Yo me dirijo a Alma… ¿pilla de paso?
- Ahá, a solo unas horas de camino, se encuentra un
cruce, el de la derecha conduce a Alma, el de la
izquierda a Rokit, si pudiera dejarme allí me evitaría
casi un día de camino
- Adelante ¡sube al carro!
El juglar se sentó en una especie de banco que había
en la parte trasera de la carreta, era un banco para
pasajeros que había en la parte exterior, era tan largo
que podía tumbarse una persona. Al contrario de el
banco de delante de la carreta, donde estaba yo
sentado, que era solo para el conductor: eso si, al lado
había un clavo donde colgaba una bota de vino…
desgraciadamente estaba vacía.
El juglar comenzó a entonar canciones, al contrario
que el juglar del pueblo, la voz de este personaje era
bastante agradable.
-cuenta la leyenda - decía cantando - que en la antigua
Iberia, la sacerdotisa Nimua viajó a la Atlántida, con sus
semejantes hechiceros, se reunieron, y al Teslao,
demonio alado invocaron, para destruir Roma, pero el
demonio alado destruyo toda Atlántida y después se
sumergió en el tiempo, dicen los sabios, que algún día
volverá, y a todo el mundo, el precio cobrará.
- ¿Qué es eso que cantas? - Pregunté interesado - me
suena de algo…
- no es más que una vieja canción que habla de una
vieja leyenda que sucedió en la primera edad, antes del
imperio Orgxis, en años de números negativos de
menos de tres cifras. ¡ah, que tiempos serian aquellos!
Los tiempos del primer milenio…. Son siempre tan
románticos.
No entendí nada en absoluto, únicamente entendí que
aquel juglar tenía una idea muy extraña del
romanticismo.
- ¿consideras romántico que un monstruo destruya
todo un continente y aún hoy esté por aquí,
esperando a atacar cualquier día a cualquier hora?
- Cierto es, caballero, pero la historia continúa. Cuenta
que en el Tercer milenio, en los años del dos mil a él
año tres mil, un malvado hechicero llamado Leinad
invocó a la bestia
- ¿un hechicero llamado Leinad? - pregunté, pues me
hacía gracia huir mi propio nombre en el cuerpo de
otro
- Si, leinad…. Puaj, no me hables de ese nombre, si
conociera a una persona con ese nombre… la
entangaría de un solo golpe mi laúd en su cabeza…
por cierto yo me llamó trovador Julián de ordáz
¿Cuál es su nombre, caballero?
- Mi nombre… mi nombre es Perico - inventé - Perico
de los palotes, encantado de conocerle, señor Julián
de Ordáz
- El placer es mío, señor de los palotes…, pues bien,
volviendo a la historia… dicen que ese hechicero de
mal nombre, invocó a la bestia en tiempos antiguos
del segundo milenio…. Hace más de siete milenios de
nuestra edad de eso, pues bien, la bestia descendió,
y Leinad la cabalgaba como si de una mísera
montura se tratara. Cuenta la leyenda, que las
fuerzas del mundo combatieron a la bestia
cabalgando con unas mitológicas y mágicas criaturas
con piel de hierro, que se mantenían vivas gracias a
un líquido negro y mágico, que existía en aquella
época. Pero Teslao destruyo todo y arrasó toda la
tierra. Entonces, de la nada, apareció Danus, un
hombre de antes del primer Milenio y junto con un
poderoso héroe anónimo, destruyeron al Teslao.
- ¿un héroe anónimo?¿y un hombre del primer
milenio? - las historias son bastante bobas, no te
parece.
- Mmm, no, para nada - negó el juglar - más bien ha
sido mi emoción al contar la historia, que me he
saltado algunas cosas que me parecieron mundanas,
pero que cobran su necesario sentido de ser…. Con
la sacerdotisa Nimua, viajaba Danus, un guerrero, y
bien… Nimua le traslado en el tiempo para
derrotarle, por otra parte, el héroe anónimo, no se
sabe mucho, solo que tenia la fuerza de mil
hombres, o al menos eso dicen. Pues al derrotar a
semejante bestia, debía ser fuerte.
- ¿y qué paso con Leinad? ¿le derrotaron?
- Ese bribón… pretendía tener el mundo para él, si
bien, tiene el nombre de hechicero, pero su magia
era nula, no obstante, dicen que poseía los
conocimientos del futuro, de dentro de cincuenta
milenios, y tal fue su conocimiento que dominó a la
bestia como quien doblega para sí una barra de pan
recién hecha. Tras la lucha, el Teslao calló, y el
hechicero Leinad le lloró, pero sin darle mucho
tiempo, Danus, luchó contra él, pero no se conoce
con exactitud que pasó, unos dicen que ganó Danus
y luego volvió a su época, Otros dicen que ganó
Leinad y ahora está oculto por algún lugar tenebroso
engendrando una nueva criatura monstruosa…
aunque hay una leyenda que dice que Leinad venció,
y tras eso, luchó contra el héroe anónimo, siendo el
héroe anónimo el que le derrotó. Después de esto el
anónimo héroe volvió a su lugar en el mundo.
- Una historia interesante, sin duda… espero que no
salga hoy dicha bestia.
El carro seguía su curso, Lawrence ni siquiera aminoró
el paso, simplemente seguía por el camino, con algún
bache, en el camino que hacia rebotar y resonar las
armas.
- Ya se nos ha pasado el tiempo volando, en menos de
una hora, estaremos en el cruce de caminos, y
nuestros destinos, dejaran de estar unidos - dijo el
juglar.
- Pues si la verdad - afirmé - gracias a ti el viaje a sido
entretenido, se ha hecho bastante ameno, pues
habrán pasado ya seis horas.
- Le agradezco sus halagos, en el tiempo que llegamos,
quizás quede tiempo para la poesía del marinero y la
del cuervo.
- Proceda - contesté - practique su verso o prosa a
placer.
- Así será- dijo el juglar mientras tocaba notas con su
laúd
El día lluvioso el árbol lloró,
Con mi pena, perdí tu amor,
Lloro cual condena, con esencia de jazmín
Tengo falta en alma, de tu amor, en mi
Porque la fe del alma nunca quiebra,
Pero tus sentimientos, me queman,
No puedo odiarte, ni aunque tú me odies,
Pero puedo amarte, sin verte odiarme,
A sabiendas de todo, cuento al viento,
Que tu amor, es uno de mis sentimientos,
Y cortarlo no puedo,
De tu espina clavada en un ojo de cada…
- ¿una espina clavada en un ojo de cada? - dije
asqueado -puaj ¿Qué clase de rima, canción o cosa
es esta?
- Es una poesía del cuarto milenio, ya hace a de ello -
respondió el juglar, si no te gusta, puedo contarte
otra, una poesía, de un cuervo, de un poeta Daniel
llamado, frustrado en sus poesías, si, pero es una de
las que en los años ha perdurado.
- ¡proceda con dicha poesía! - le permití al juglar -
pero como salgan espinas en ojos, le mandaré callar.
La verdad quería mucho escuchar algo en el camino,
pero aquella canción era tan burda, que hasta el
percherón Lawrence parecía asqueado.
El juglar comenzó a cantar, de nuevo, una nueva canción:
la del cuervo

¿A dónde fue el negro cuervo?


¿A dónde fue el sonido de la trompa? Que llamaba las
tropas, del auxilio.
De los pobres nobles que lucharon por la vida, contra
bestias, y mal tiempo.
Por lo alto de la colina subía el sonido, que traía de vuelta
el espíritu de amor,
Mente lista, mente capitalista;
Mente honrada, bajo su estacada.
Que son mis amores, libres.
Todo ello es un único foco, una luz, en un teatro.
Un gran pez en el mar, menudo, pequeño.
Un gran guerrero, participe de una cobardía, en una
batalla.
¡Un sentimiento! Que es amor, no, puedo resistir.
Te miro cada dia, en secreto, hace tiempo, me enamore
de ti.
Tu no te enteraste, pues ni me conocías en persona.
Hoy sigues sin conocerme, y he visto, que somos dispares.
Te sigo queriendo, creo; quizás un simple
encaprichamiento.
Olvidarte por tercera vez, sin hablarte jamás en la vida.
Y me pregunto; si supieras lo que pienso…
¿me querrías?

Tras terminar su poesía vi el lugar indicado, el cruce de


caminos, que ¨separaría nuestros destinos¨, era hora
de separarse.
Pare la carreta, Lawrence descansó, el juglar bajó de la
carreta y con mucha pena, se despidió de mi.
- Cuídese señor de los palotes - dijo - te deseo un
buen viaje, que en tu camino no encuentres
problemas y llegues sano y salvo, ahora, desde este
punto nos separamos, a mi me queda una hora a pié,
pero tu pasarás diez horas por el camino que se
interna en el bosque, ten cuidado, no hay ladrones,
pero los baches del camino podrán dañar seriamente
tu carro. Suerte, y adiós.
- Buena suerte, amigo juglar, que llegues bien a tus
destinos allá donde vallas, ¡y qué triunfes con tus
espectáculos!
Y el juglar se marchó lentamente por el camino de la
izquierda, yo, tomé el de la derecha. Un camino que se
introducía en un sinuoso bosque de coníferas.
Lawrence echó a correr un poco más rápido, el peso del
juglar se había liberado y ahora la carreta era algo más
ligera.
-¡animo Lawrence!- animé a mi compañero equino -
¡llegaremos pronto!
Lawrence pareció entender, pues fue aun más rápido, casi
al galope, pero limitado por los arreos del carro. Pero
quizás en vez de entender, aumentó la velocidad por que
el bosque donde había entrado daba un poco de miedo y
quería ir mas presto.
Cuanto más avanzaba, más se extendía el bosque de
coníferos, que se alargaba tanto que parecía no tener fin.
Tampoco era que me quejara, pues el camino estaba en
muy buen estado, pero era un bosque de un videojuego,
era de entender que nada más entrar, hordas de lobos,
goblins, criaturas oscuras o cosas de cualquier tipo me
impidieran el paso, aunque fuera un árbol caído tapando
el camino, nada, no me impedía el paso absolutamente
nada, todo lo contrario a mi imaginación, era un bosque
tranquilo, una ruta placida, y compartida con Lawrence, la
mejor compañía que podía pedir.
Mi calma se rompió de inmediato, pues observé como
una criatura humanoide, de apenas medio metro de alta
caminaba fuera del camino, se disponía a cruzar el
camino, era un ser de piel oscura y escamosa, sin duda
era un goblin. Acerqué mi mano a la espada
sigilosamente, sin desenvainarla, esperando el momento
de defenderme, cuando dicha criatura cruzó el camino
mirándome durante unos segundos, y luego perdiendo la
vista en el bosque, donde se dirigió sin mediar palabra.
No lo entendía, un juego de rol de última generación sin
acción alguna, era algo estúpido, con razón en la tienda
los tiraron, no venderían seguramente un solo ejemplar.
Pero la verdad le tome cierto gustillo al juego,
simplemente quería saber cómo era la ciudad de Alma y
terminar la misión de inmediato. Lo que me hizo
preguntarme qué hubiera pasado si hubiera exterminado
al pueblo donde aparecí; quizás el juego hubiera
terminado y yo estaría comiendo un delicioso sándwich
de queso fundido en la vida real.
Capitulo Extra: Fuera de línea.
Si Leinad hubiera destruido el pueblo donde apareció.
- Si insistes tanto en ir… - dijo el hombre de la capa
dorada - ve, ordenaré a mis hombres que te
acompañen, bastará con una docena.
Leinad se preparó, montó a lomos de Lawrence seguido
por doce soldados de armadura negra, diez de ellos
armados con alabardas como arma principal, y con
espadas como arma secundaria; a diferencia de los dos
últimos, que tenían un arco y flechas, además de un
garrote tosco para defenderse a corta distancia. Leinad
también tenía una alabarda.
-¡adelante! - ordenó Leinad - a la batalla
Y los trece caballeros galoparon durante casi diez minutos
hasta llegar al pueblo. La pequeña tropa paró a unos
metros de la primera casa del pueblo.
-Arqueros - ordenó Leinad - fuego a los tejados
Los soldados arqueros a caballo, prendieron fuego a unas
flechas y las dispararon al tejado de la primera casa.
- Mas flechas incendiarias - ordenó leinad - no paréis,
los demás… ¡matad! ¡adelante!
Los soldados se adentraron en las calles perdiéndose de
vista, unos segundos más tarde los gritos de los
campesinos resonaron entre los sonidos metálicos y
cascos de caballo. El fuego empezaba a arder en la
primera casa, Lawrence se puso de manos y tiró a Leinad
de su lomo, después, salió corriendo hacia el norte,
perdiéndose de vista, Leinad encontró una antorcha en el
suelo y la tomó, se levantó y encendió la antorcha con el
fuego de la casa.
- separaos y prended el resto de las casas - ordenó a
los arqueros a caballo
Leinad se adentró en el pueblo, antorcha en mano, lo
cierto es que tenía muy mentalizado que hacer con la
antorcha, y cuando llegó al granero donde había
aparecido lanzó la antorcha desde fuera. La antorcha
entró y la paja quemó con rapidez.
Leinad contemplaba desde fuera, el granero ardía con
fuerza, por todo el pueblo se escuchaba el fragor de la
batalla, era increíble lo que una docena de hombres
armados podía hacer en un pueblecito.
De repente, mientras Leinad contemplaba el granero
quemándose, se percató que algunos chillidos venían
de dentro del granero, alquilen estaba muriendo
quemado en ese mismo instante.
Pero no le importó en absoluto y en ese momento,
perdió todo.

Y fue Leinad, el desgraciado.


Capitulo 4; La noche
No era hora de que anocheciera, pero leinad se
internó en el bosque, tanto que los arboles no dejaban
pasar ni un poco de luz, ahora agradecía llevar la bolsa
de excremento, pues las ¨perlas¨ emitían un poco de
luz.
Sin saber cómo, me había desviado del camino, pero
seguía adelante, pues seguramente, el bosque acabaría
pronto.
Los sonidos de las ramitas crujiendo tras el carro, se
hacían cada vez más comunes, signo de que había
salido del limpio camino, algo normal, pues con tanta
oscuridad llegó el momento que no podía ver mis
manos siquiera, todo lo que veía lo alumbraba con las
perlas.
Me las ingenié un poco y con algunos pedazos de
cuerdas y clavos hice algunos inventos con las perlas,
que resultaban ser fácilmente perforables.
Primero tomé cuatro perlas, y atravesándolas con un
clavo, las clavé en las cuatro esquinas de la carreta, así
podía tener una buena visibilidad de esta, aunque las
perlas emitían luz, era muy liviana, es decir, no
alumbraban más que algo fluorescente, simplemente
emitían un poco de luz.
Tomé una pequeña cuerda y la deshoje hasta obtener
un fragmento de cuerda no más ancho que un hilo, y
perforé de lado a lado tres perlas, y el hilo le metí entre
medias, para hacer un collar de tres perlas brillantes
que le puse a Lawrence, cosa que el parece que
agradeció. Yo también me hice uno de esos collares,
solo que con una perla, también Lawrence agradeció
eso, pues de vez en cuando echaba una ojeada para ver
si yo seguía tras él, sentado en la carreta. Aún me
quedaban perlas en la bolsa, pero opte por tomar una,
bajarme del caballo, y con la perla iluminar por delante,
para guiar mejor a Lawrence, que estaba bastante
desesperado.
Pasemos algo más de diez minutos andando, poco a
poco lleguemos a zonas donde la luz fue empezaba a
entrar en el interior del bosque, pero antes de que
entrara del todo se podía ver a lo lejos la luz de una
fogata, una fogata bastante considerable,
seguramente, abría alguien cerca, tenía que andar con
cuidado, pues quizás fueran ladrones, contrabandistas,
asesinos o algo peor.
Con delicadeza me acerqué, seguido por Lawrence y la
carreta, poco a poco fui viendo con claridad la hoguera,
estaba sola, abandonada en un pequeño claro, lo
mejor, para mí, fue ver que unos metros más atrás la
espesura del bosque desaparecía para dar a un largo
prado. Cuando llegué a la hoguera, vi huellas
recientes, parece que el creador de ese fuego, se había
marchado no hace mucho; no me detuve a mirar,
descansar o calentarme, seguí junto a Lawrence fuera
del bosque.
La luz me cegó, por unos instantes no pude ver nada,
pero la ceguera fue amainando poco a poco para
dejarme ver un extenso prado cubierto de espigas.
Pero el paisaje, en este momento era lo de menos,
justo cuando llegué a este punto, encontré a tres
hombres con un arco tensado cada uno; no, no me
apuntaban a mí, apuntaban hacia un gran oso, o mejor
dicho, una gran osa, una osa que protegía a su cría de
los cazadores, poniendo su cuerpo entre la cría y las
flechas.
No me dio tiempo a hacer o decir nada; los cazadores
me vieron, pero no los importó mi presencia, eso
quería decir que no eran ningún tipo de furtivos o
maleantes, simplemente cazadores, cazadores que
acababan de cazar a una gran Osa.
El cuerpo del noble animal calló inerte al suelo con un
ruido seco, la cría aterrada, corrió justo hacia donde
estaba yo, siendo perseguida por las flechas de los
cazadores, pero la cría, del tamaño de un perro grande
más o menos, llegó a mi vera y se refugió bajo la
carreta tirada por Lawrence.
-Danos ese osezno - Dijo uno de los cazadores, el más
alto - no sé si quieres protegerle, o fue mera
coincidencia que se metiera bajo tu carreta.
Abrí la boca para decir que el oso que quedaba
conmigo, de hecho, no lo pensé bien, pero me callé
cuando vi a los otros dos cazadores tensar sus arcos,
sin apuntarme, pero con la vista clavada en mi.
- El oso es tuyo - dije al fin - ha sido mera coincidencia
que se metiera en mi carreta, no tengo intención
ninguna de robar o luchar por el oso.
- Ah, disculpe - se disculpo el cazador alto - pero por
estas tierras nunca se sabe, somos cazadores, y ya
sabe que la carne de osezno es la más codiciada por
esta zona.
Aunque por el osezno nada pudiera hacer, no iba a perder
la oportunidad de preguntar al cazador como seguir mi
camino.
- ¡es usted de la zona! disculpe que le moleste, pero
me separé de el camino y no sé cómo llegar a la
ciudad de Alma, ¿sabría usted indicarme?
- ¡por supuesto! - contestó el cazador mientras sacaba
al osezno y le ponía una argolla de metal en el cuello
- hay dos maneras, regrese al bosque, camine diez
minutos en línea recta y luego una hora hacia la
derecha; o puede seguir el camino rumbo noroeste,
por la llanura, pero dicen que el camino es solo para
inteligentes, y ningún tonto puede entrar por la
llanura…
- ¿un camino para listos? - pregunté - ¿Qué tontería es
esa?
- Pues lo cierto es que no tengo idea, por esa llanura
no hay oseznos, no me interesa, simplemente tomo
el camino del bosque cuando tengo que viajar a
Alma.
- Muy bien, gracias, tomaré el camino de la llanura.
Me acerqué a la carreta y levanté la lona para ver las
armas, tomé un arco y dos flechas; tensé la primera
flecha y disparé a un cazador, acertándole de lleno; lo
mismo hice con el segundo.
¿Cómo? ¿Por qué?....yo no…. No quería…. ¿Por qué hice
algo tan malvado?... estaba asesinando hombres
inocentes, no podía controlar mi cuerpo, no sabía qué
hacer, únicamente un sentimiento de ira hacia el ultimo
cazador era lo que podía sentir, con mi propia espada, le
atravesé de una estocada, maté a tres hombres sin que
estos pudieran reaccionar, de hecho, los dos primeros no
se enteraron de nada, solo fue el tercero, que lo vio todo,
y tomó su arco para dispararme (demasiado lento) pero
yo le maté de una estocada.
Me eché al suelo y lloré, lloré y lloré. Lawrence se acercó
aun tirando de la carreta, me lamió la parte derecha de la
cara, llamó mi atención, yo le miré, y cuando él vio que
tenia la atención puesta en el, Lawrence dirigió la mirada
hacia un punto, inconscientemente, yo miré hacia donde
el miraba, al cuerpo de la gran osa siendo velado por el
osezno, entre sollozos y lagrimas. Se me encogió el
corazón. Entendí que esa osa y su osezno penetraron en
mi corazón como luz, y el sentimiento de venganza tomó
mi cuerpo y mi alma, aunque no mi consciencia, en ese
momento no me arrepentí de nada, al contrario, me
repuse, busqué entre los cadáveres de los ladrones y
encontré monedas, las cuales tomé y arrojé por el campo,
algo de comida, en concreto, zanahorias, las cuales comió
Lawrence de buen grado, y también tomé las llaves de la
argolla del cuello del osezno; al cual liberé.
De ese modo, el osezno, Lawrence y yo nos llevemos algo
cada uno.
Ciertamente, ya no me daban pena aquellos hombres,
pues recordé que se trataba de un videojuego, me
emocionaba tanto que a veces me olvidaba.
- ¡vamos Lawrence! - anime a mi compañero - ¡hemos
derrotado a tres enemigos, ya habremos subido de
nivel, seguro que ahora te puedes desplazar más
rápido.

No se desplazó más rápido, al menos, que yo notase, pero


volvió a su paso veloz de carreta, sin prisa ni pausa, se
puso en marcha.
Yo andaba justo al lado de Lawrence, fuera del carro,
andando a la misma velocidad que mi compañero pero al
echar a andar, noté demasiados pasos.
Era el osezno, siguiéndome.
-Es un videojuego- dije en voz alta mirando al osezno - tu
serás mi mascota ¿no? Todos los juegos on-line que
conozco tienen una montura y una mascota que ayudan
al héroe a que gane tesoros y experiencia, muy bien,
osezno, tendré que hacer como todos los juegos de este
tipo, bautizarte, pero elegiremos tu nombre mientras
volvemos al camino, quiero deshacerme de esta carreta y
viajar directamente a lomos de Lawrence.
Empecemos a andar por el camino de la gran llanura
Pensé un nombre para el osezno, durante unos minutos.
- ¿Qué te parece Sansón? - le pregunté a él osezno
Pero el osezno no se inmutó, seguía el paso justo entre
Lawrence y yo. Haciéndome caso omiso
- Pues creo que Sansón es un buen nombre ¿no te
parece Lawrence ¿
Lawrence relincho estridentemente y negó con la cabeza,
como si me hubiera entendido cada palabra; cosa con la
que llegué a dos conclusiones, que Lawrence no era un
caballo normal y que Sansón no era el nombre adecuado
para el osezno.
- Bueno… que tal…. Seamus… ¿Seamus te gusta?
El mismo comportamiento de Lawrence y el Osezno se
repitió una vez más. Dejándome pasmado.
- ¿iker? … ese nombre no está tan mal ¿verdad?
De nuevo, la ignorancia del osezno y la negativa de
Lawrence.
- Bien… a ver, tú te llamas Lawrence en honor a un
antiguo explorador del ártico, ¿no es así?
El percherón asintió con la cabeza, y me dejó sorprendido
por última vez, pues ahora comprendía que me podía
entender completamente todas y cada una de mis
palabras. ¡Este videojuego es genial!
- ¿y te gusta tu nombre?
Lawrence volvió a asentir con la cabeza.
- ¿ponemos al osezno un nombre en honor a alguien?
De nuevo, Lawrence asintió.
- ¿Qué te parece Cristóbal? … en honor a Cristóbal
colón
Lawrence se paró en seco unos segundos, miro al osezno,
negó con la cabeza mientras relinchaba de desgana y
siguió andando.
- Veo que no te gusta, pero casi, nos estamos
acercando al nombre.
Seguí pensando en todos los exploradores que conocía,
pero no quería ponerle de nombre Pizarro o algo
parecido, tenía que ser un nombre que le pegara para un
oso.
Andemos unos minutos y me acordé de un personaje de
la historia, Aníbal barca, el nombre perfecto, pero antes
de precipitarme lo consulté con Lawrence.
- ¿Qué te parece Aníbal?
Lawrence tardó unos segundos en responder, al fin,
relinchó y asintió con la cabeza tres veces.
Así que Lawrence, Anibal y yo seguimos juntos por el
camino de la llanura.
Caminemos animosamente por el camino, viendo como
las espigas de ambos lados se mecían con la cálida brisa,
como los pájaros sobrevolaban los sembrados,
intentando alcanzar el grano sembrado y tras algo más de
media hora, topemos con un muro de roca natural, con
un túnel pequeño.
No era angosto, era un túnel ancho por el cual cabrían
dos carretas una al lado de la otra; el túnel mediría de
largo alrededor de unos cien metros, lo mismo que el
grosor del la pared de roca natural. Al contrario que el
resto del camino, el camino del túnel estaba asfaltado,
con el mismo asfalto que se le echa hoy en día a las
carreteras; pero estaba bastante desgastado.
En las paredes había restos de hierro incrustado,
seguramente, en el pasado, habría habido una puerta de
hierro o madera que impediría el paso; en otras palabras,
el muro abría servido de muralla en otro tiempo. Antes de
entrar al túnel, me percaté que en la pared del lado
derecho había una pequeña placa, como de medio metro
cuadrado, en mármol, donde rezaba un texto que decía:
¨La puerta que separa lo viejo de lo nuevo, Los listos
podrán pasar a la ciudad de Alma, los estúpidos e inútiles
no¨
Y más abajo había una inscripción:
¨estas fueron las crueles palabras de la antigüedad para
defender la ciudad de Alma de la ignorancia de los
humanos; pero hoy, el uso de las máquinas está
permitido, por derecho, a todos los habitantes; pero los
antiguos aún custodian este camino; cuidado caminante,
si es usted ignorante de media vuelta y siga por el camino
del bosque¨
Pero no tenía tiempo de volver, quería completar la
misión cuanto antes, la verdad, la mención de los
¨antiguos¨ me causo una sensación muy grande de
interés y miedo. Aun así debía seguir adelante, hacia la
ciudad de alma, a la cual sería ya cuestión de minutos
llegar.
La verdad, quería ver esa ciudad, leyendo la placa,
supuse que habría algún tipo de máquinas, algo
seguramente impresionante.
Capítulo 5: Encrucijada, un guardián

Lawrence, Aníbal y yo, crucemos el túnel; sorpresa la


nuestra lo que pasó nada más cruzarlo, pues al salir,
tras nosotros, se cerró una puerta de hierro caída
desde arriba, que tapó la entrada al túnel, por el cual
acabábamos de pasar, así se nos bloqueó el paso.
Estábamos atrapados, a nuestra espalda teníamos el
túnel cerrado y más adelante, una gran fosa, sin
puente alguno para cruzar.
Estábamos en un saliente de tierra, había esqueletos
de todo tipo, esqueletos humanos, uniformados,
desnudos, con armaduras, con partes cibernéticas…
incluso había algún robot oxidado.
- ¡¿Qué aremos ahora?! - dije asustado mientras
miraba a Lawrence, como buscando una respuesta
en sus ojos.
Lawrence parecía tan desconcertado como yo, al igual
que Anibal, el osezno, que se había subido encima de la
carreta.
- Buen día - saludó una voz femenina desde debajo del
kilométrico foso - esta es la ruta de los valientes, la
de los inteligentes, pero la tumba de cobardes y
estúpidos.
- ¿Quién eres? - pregunté -¡muéstrate!
- Me llamo Assia - dijo la voz femenina - antiguo
guardián de este sitio, ahora el ultimo que queda.
- ¿Pero dónde está, señora Assia? - volví a preguntar -
¿Por qué no se presenta ante mi?
- Ahora mismo estoy ante ti, Leinad - respondió la voz
- ¿Cómo sabes mi nombre? - pregunté desconcertado
- Soy una encrucijada de respuestas, no intentes
entenderme, pues solo conseguirás confundirte.
- ¿Por qué no te puedo ver? - insistí - ¿eres acaso un
hada?
- No, no lo soy
- Quizás… eres tan pequeña que no te puedo ver
- ¡guarda silencio, Leinad! - dijo la voz enfadada - soy
una Encrucijada, lo que tú, persona del segundo
milenio, conoces como una Esfinge mítica.
- ¿una esfinge? ¿por qué no te dejas ver?
- Como ya he dicho, estoy justo en frente de ti; no
puedes verme, porque tu inteligencia es limitada,
tienes que abrir tu mente. Me verás tras la primera
pregunta, en el caso de que acertaras.
- Cierto, cierto, las esfinges hacéis preguntas y
acertijos, y al que los falla no destruís ¿no?
- No, jamás una esfinge mata a ningún humano; pero
si de las tres preguntas fallas una sola, yo me
marcharé y tú te quedarás atrapado hasta morir.
- Muy bien, hazme la primera pregunta.
- Aquí viene: oro parece, plátano es, y no me lo
adivinas en un mes. ¿Cuál es la respuesta?
No la sabia, me puse a pensar; Oro parece…. Debía de ser
un objeto, pues es algo físico… y a demás de un color
amarillo, anaranjado o dorado….. Plata no es…. ¿Por qué
confundir oro con plata? ¡Era absurdo!.... y no me lo
adivinas en un mes… eso era más absurdo aún.
- ¿te rindes ya? Leinad - dijo la esfinge en un tono de
mofa - se acaba el tiempo.
- ¡¿va por tiempo?! - me sorprendí - espera un
momento.
Oro parece, oro parece, poro parece…. ¿Qué podía
parecer de oro?; plata no es, plata no es, plata no es…. Un
momento… plata no es….. Plátano es, ¡plátano! El plátano
es amarillo, como el oro; oro parece, plata no es.
- ¡es el plátano! - respondí eufórico
- Correcto - dijo la voz entre risitas
- ¿quedan dos preguntas no?
- No, siguen quedando tres… esto no era un acertijo,
era porque me aburría - la esfinge se echo a reír
nuevamente.
- No te rías de mi - dije molesto
- Está bien, Leinad. Dime… aquel que va, viene y libra,
aquel que conoce sin conocer, aquel quien su
destino está escrito y lo vive cada vez que se le mira,
hombre, mujer, animal, da igual su condición,
siempre es el mismo, del principio al fin en el bien y
en el mal. ¿de quién habla?
Era bastante fácil, la respuesta fue delatada en la misma
frase de ¨ aquel quien su destino está escrito y lo vive
cada vez que se le mira ¨ pero antes de precipitarme, lo
repasé para ver si mi respuesta cumplía todos los
requisitos:
aquel que va, viene y libra, Estaba claro, era algún tipo d
acción, historia o aventura. Aquel que conoce sin
conocer, también quedaba claro, el destino de la persona
esta conocido, el personaje lo vive todo al mismo tiempo,
pero va ocurriendo parte por parte, es decir, aquel quien
su destino está escrito y lo vive cada vez que se le mira,
hombre, mujer, animal, da igual su condición…. siempre
es el mismo, del principio al fin en el bien y en el mal, tal
como sospechaba, cambie o no cambie sigue siendo la
misma única persona. ¿De quién habla? Estaba claro.
- La respuesta… - me preparé a decir - es…
- ¿sí?
- Es el protagonista
- Correcto, ahora me dejare ver.
A unos siete metros de mi, apareció al figura de la
esfinge, un cuerpo de león de unos tres metros de alto,
parecía ciertamente pertenecer a un león del tamaño de
un elefante, unas enormes alas de halcón de unos diez
metros cada una, una cola, como si fuera de un zorro
enorme, con cabeza y busto de mujer. Cubierto su pecho
con una armadura plateada. Su rostro de mujer era
bastante anguloso, aunque tenía el borde de la barbilla
muy redondeado, sus facciones estaban bien definidas.
Unos labios de un color rojo desgastado, bien definidos,
pero desgastado, una nariz pequeña y chata, que
embellecía su cara, unos ojos negros con la vista puesta
en mí, sus pestañas con mucho volumen y color brillante,
como si acabara de pintarse las pestañas, unas cejas
extremadamente finas, su cabello despeinado, rubio y
rizado se mecía furiosamente con el aire.
- Ahora el segundo acertijo - dijo la esfinge
¿Quién es el que vive sin vida, el que puede y no hace, el
que funciona de otros y puede destruir la roca pero no a
su creador, el que dispone pero no propone, el de piel
muerta y fría, pero repleto de vida en su interior?
Esta también era sencilla; contando que estábamos en
un videojuego ambientado en un futuro pero con cosas
medievales…
¿Quién es el que vive sin vida?... es decir, es un robot,
está vivo, decide que hacer, el que puede y no hace,
puede hacer muchas cosas, pero está programado para
hacer algo concreto, …el que funciona de otros… es
necesario que alguien lo construya y recargue… y puede
destruir la roca pero no a su creador, puede destruir lo
material, pero no lo inmaterial, el que dispone pero no
propone, solo sigue ordenes….el de piel muerta y fría, su
piel es de acero o metal, pero repleto de vida en su
interior, aun siendo vida artificial, sigue siendo vida.
El dilema es que era un juego; tampoco sabía que
nombre podía adoptar, ¿sería un robot? ¿Androide?
¿ciborg? … no podría decidirme por ninguno
- ¿y bien? - preguntó la esfinge
- No lo sé aún… ¿Qué tiempo me queda?
- El tiempo es ilimitado, puedes tomar todo tu tiempo
- Gracias.
Pero quería salir de ahí cuanto antes, ciborg, el ciborg es
un humano con algún complemento mecánico, como una
mano biónica, así que ciborg quedaba descartado, pues
no dependía de otros … Un androide es un robot
autómata, en cierto modo, no debería cumplir ningún
tipo de orden
- ¡un robot!
- ¿esa es tu respuesta?
- Si
- Es correcta.
- Genial, ahora solo dime cual es la última pregunta
- El tercer acertijo: haz la pregunta correcta
- ¿Cómo? - pregunté confuso
- El tercer acertijo: haz la pregunta correcta - volvió a
contestar la esfinge
- ¿debo hacer una pregunta?
- El tercer acertijo: haz la pregunta correcta -
respondió una vez más - adelante, contesta.
El tercer acertijo: haz la pregunta correcta, un acertijo
difícil ¿Qué pregunta debería hacer?
La pregunta correcta…. ¨ El tercer acertijo: haz la
pregunta correcta¨ ¿quizás la respuesta está en la
pregunta?... o más bien, al ser la última respuesta… la
pregunta sería ¿Cómo puedo salir de este lugar? Aunque
yo mismo me podría responder… no puedo salir a menos
que la criatura me ayudara… ¿Dónde está la salida?... esa
pregunta era estúpida, al otro lado de la gran fosa podía
ver la salida, pero no podía llegar a ella a no ser que ella
me ayudaba…. Y…. ¿podría sacarme de aquí? … no, la
respuesta seria ¨si¨ y no me sacaría… malgastar la ultima
respuesta era arriesgarse a morir en aquel lugar. Pero me
decidí.
- ¿Cómo puedo salir de aquí? - pregunté tragando
saliva.
- ¿esa es tu respuesta?
- Si, es mi respuesta: ¿Cómo puedo salir de aquí? ¿es
correcto o no?
- No hay pregunta correcta o fallida, Solo tienes que
cruzar, solo tienes que ser valiente y cruzar el
abismo
Y la gran esfinge extendió sus alas, las agitó y emprendió
el vuelo, descendiendo hacia el abismo hasta que se
perdió en la oscuridad del abismo.
¿Cómo podría salir con esa información? solo tienes que
ser valiente y cruzar el abismo... había perdido ya toda
esperanza; la puerta del túnel no se abría, no tenia
víveres, no tenia ánimos, no podía descender por el
abismo y volver a subirlo, pues al mirar abajo no pude ver
el fondo, solo oscuridad.
Solo tienes que ser valiente y cruzar el abismo, tan fácil
lo dijo la esfinge… y tan imposible de hacer…
Me desesperé aun mas, intente forzar la puerta del túnel,
para regresar al otro lado del gran muro de piedra
natural, pero fue en vano, la pesada puerta calló de
abajo, y estaba bien atascada, pues no podía ni moverla
un solo milímetro.
Pasaron más de veinte minutos, ya, por puro cansancio,
me senté apoyándome en la rueda derecha de la carreta.
Lawrence aún seguía de pié, tampoco es que se pudiera
tumbar, pues aún tenía los arreos del carro colocados
sobre él.
Aníbal vagaba de un lado para otro, pasando por el borde
de la tierra, explorando cada palmo de terreno del
saliente.
- ¡ten cuidado! - dije a Aníbal - vas a caerte…
Pero el joven Aníbal hacía caso omiso de mis palabras.
- ¡ven aquí Aníbal ¡ - le volví a ordenar.
Pero el osezno se quedó fijo en el camino al otro lado del
abismo, parado justo en el borde.
Temeroso de que pudiera caer al vacío me levanté para
agarrarlo y alejarlo.
Pero cuando apenas faltaba un metro para llegar a tocar
a Aníbal, este saltó, como queriendo precipitarse al vacío,
pero paso algo extraño, Aníbal quedó como suspendido
en el aire, unos segundos permaneció quieto, después
empezó a correr por el aire metros y metros, hasta que
llego levitando hasta el otro extremo del camino.
-¡es un oso mágico! - exclamé - quizás el pueda sacarnos
de aquí.
Lawrence tiró de la carreta y se acerco al mismo punto
donde Aníbal había saltado, olfateó un poco donde el
osezno había estado y continuó andando hacia el vacío,
primero lento, luego rápido; también levitaba, podría
pensar que era un caballo mágico, pero la carreta seguía
rodando; en un minuto llegó al otro extremo del camino.
¡Todo el mundo en este estúpido juego podía volar!
Estaba enfurecido, pegué una fuerte patada al suelo,
levantando un montón de piedrecitas y polvo, que se
precipitaron hacia el vacio, pero también levitaron;
entonces lo comprendí del todo.
Me repuse, respire hondo y cerré los ojos, empecé a
andar hacia el abismo, con los ojos cerrados, esperaba
caer, pero no fue así, seguí andando, ya debería haber
caído, y al abrir los ojos estaba ahí, justo en mitad del
abismo, pero no levitaba, era cristal, estaba cruzando un
puente de cristal, así que, trague saliva y fui algo rapidito
hacia el otro lado, es decir, si fuera magia, confiaría, pero
al ser cristal no podía dejar de pensar en que quebraría y
caería al suelo.
Pero no fue así, llegue al otro lado sano y salvo, y de
nuevo, nos pusimos en camino hacia Alma, que ya podía
divisarse a unos pocos kilómetros.
Antes, miré atrás, para retener ese lugar en mi mente, y
me apiadé de la esfinge, pues ella, verdaderamente
estaba atrapada en aquel lugar, custodiándolo por
siempre desde hace mucho tiempo.

Capítulo 6: Alma, encanto y lagrimas

Las casas de colores pastel… bueno, no eran casas, eran


altísimos rascacielos como los de cualquier ciudad
céntrica, para mi sorpresa, vi coches y motos circulando
por todas partes, eso sí, no emitían ruido alguno,
tampoco tenían ruedas, sino que levitaban a unos doce
centímetros del suelo; eran coches y motos (por llamarlos
de alguna forma) futuristas, muy lentos, funcionaban a
una velocidad similar a una persona correteando, tenían
un acabado redondeado, pintados en tonos pastel, a
juego con los edificios y banderines que colgaban de las
calles.
Las gentes vestían con atuendos dispares, a veces con
atuendos disparatados o como si vivieran en la edad
media, me fijé en varias personas al azahar, en concreto,
a un señor con un gran bigote que vestía con un mono
rosa y una capa negra, una chica bajita que bestia con
unos zapatos de tacón, de unos doce centímetros, pero
iba en ropa de deporte, un señor anciano que mas que
vestido parecía disfrazado de payaso heavy metalero,
tenía una nariz roja de payaso, unos pantalones de
payaso, una camiseta negra de un grupo heavy al que no
conocía.
Pintoresca era la ciudad, abarrotada de gente que
parecía salida de comic, del futuro, del pasado, de libros y
películas.
La verdad pasar con la carreta no destacó en la ciudad
para nada, pues había también mas carretas… incluso
barias carrozas tiradas por caballos o camellos. Incluso
creí ver un pequeño carro tirado por un par de
avestruces.
Lo extraño, es que en una tierra tan avanzada, usaran
espadas, arcos y escudos, supuse que habría cañones
laser grandes naves y súper tanques.
Bueno, la cuestión era que había llegado a Alma, la ciudad
moderna y ahora tenía que ir a un almacén a soltar todas
estas baratijas. ¿Dónde quedaría el almacén?.
Justo en ese momento pasaba por la calle un señor
vestido como con un pijama con dibujos de murciélagos y
jirafas, leyendo un libro titulado ¨Iberos: la caída de
Numancia¨ con una portada oscurecida, con alto
contraste, de un señor bastante feo,
- Disculpe señor - traté de llamar su atención - tengo
que entregar un pedido para el rey podría
indicarme…
No me dejo terminar, directamente me indicó el camino,
señalo a un edificio con una enorme puerta de madera
abierta.
El edificio en cuestión estaba rodeado de otras carretas,
ya vacías.
Le di las gracias al señor, pero este ya había marchado
lejos. Así que me dirigí hacia el edificio en cuestión con
paso firme, tras de mi Lawrence y Aníbal, que
correteaban un poco para llegar cuanto antes.
Al fin entré al viejo y desaliñado edificio, estaba lleno de
gente descargando carretas con armas y corazas.
- Aquí viene otro cargamento - gritó un señor fornido
y tosco - vamos a descargar, quiten al caballo….
Joven, pasa a la oficina con el jefe para contrastar el
pedido.
Entré en una pequeña oficina, dentro del edificio,
dejando a Lawrence y Aníbal en aquel lugar, mientras los
operarios liberaban a Lawrence y se llevaban la carreta.
Dentro de la oficina había un pequeño despacho, con un
señor tras una mesa, este señor, de aspecto afable me
invitó a sentarme en una silla frente a el.
- ¿Cuál es su nombre? - me preguntó
- ¿eres tonto o esnifas pegamento? - sonó un grito
desde algún lugar fuera de la oficina
- Leinad, me llamo Leinad - contesté intentando no
echar una risa
- Leinad- el señor buscó entre los papeles, hasta
encontrar uno - aquí esta, Leinad, paquete de armas
numero 232.
El señor puso un sello sobre el papel y lo guardó en
otro montón. De un cajón sacó una bolsa.
- A ver, tendría que a ver trescientas monedas de
plata
La bolsa la colocó en una báscula, y esta al pesar la
bolsa marcó trescientos gramos.
- Todo correcto, aquí tiene - dijo entregándome la
bolsa
- Puede recoger su caballo y marchar donde guste, si
le interesa tenemos una carreta que enviar a Diva…
- No gracias, basta de carretas
- Bien… quizás sea usted un hombre de fortuna,
tenemos un trabajo para aniquilar a unos espías
contrarios al rey… están aquí al lado.
- No, no me interesa -dije convencido
- Quizás sea más un hombre de acción, en ese caso el
el castillo hacen falta guardias extra para la batalla
- ¿una batalla? - Pregunté interesado - hábleme de
esa batalla.
- Bien, unas fuerzas rebeldes atacarán mañana el
castillo, en un rato enviaremos tropas a defenderlo…
no puedo dar más detalles…
- Parece peligroso - respondí - me mantendré al
margen
Realmente me quería mantener fuera de la batalla,
solo quería que este juego terminase de una vez.
- Me marcho - dije
- Muy bien joven Leinad, No digas nada de lo que se a
hablado aquí
- Tranquilo - le apacigüé - nadie me tomaría enserio y
nada podría hacer
- Más le vale, tiene una apariencia y nombre muy
interesantes… cuídese..
Mientras salía, el señor se puso a leer un ejemplar de un
libro llamado ¨el torneo del dragón¨ con una portada
similar al libro que leía el señor de antes, se trataba de
una portada con el mismo hombre feo y grotesco, con el
mismo matiz de colores oscurecidos, solo que esta vez el
hombre sostenía una espada.
Salí del edificio y me encontré con una escena, Lawrence
se retorcía y coceaba a todo aquel que se le acercara.
Me asusté al verlo así. Lawrence no parecía ser de ese
tipo de caballos, no tendría un comportamiento tan
banal.
Pero vi lo que pasó.
Aníbal estaba tendido en el suelo, inerte, ensangrentado,
ensartado en una espada, una espada que aun estaba
siendo empuñada por uno de los jornaleros.
No dije nada, Lawrence me miraba, como con odio, no le
gustaba mi actitud pasiva ante la situación, pero
realmente no era pasividad, el alma se me cayó al suelo;
mi furia fue incontenible de un segundo a otro, como si
algo explotara en el interior de mi pecho; agarré una
lanza cercana y la arrojé a la cabeza del asesino de Aníbal;
le maté al instante.
Los jornaleros echaron a corren en todas direcciones,
temiendo ser los siguientes. Los odiaba a todos, recordé
a los cazadores hablar sobre el manjar que era la carne de
osezno, pero Aníbal ya no era un osezno, si no un amigo.
Lawrence corrió hacia mí, monte en su lomo, desenvainé
mi espada, preparé mi escudo; Lawrence y yo nos
volvimos uno; el corría de jornalero en jornalero, yo
segaba con mi espada todo lo que podía; fue tan rápido…
no podría decir con exactitud, si además del hombre de la
lanza, habría conseguido matar a alguien más, pero
afirmare que muchos quedaron malheridos y alguno que
otro llegó a casa sin brazo, o sin algún que otro dedo.
Aunque cierto era que ese era el camino de la venganza.
Sonó una campana de alarma y acudieron guardias
uniformados con la misma armadura que los primeros
soldados del rey, pero estos no iban a caballo, iban a pie,
tenían alabardas. Y sin miedo alguno, se abalanzaron
contra mí.
Pero las alabardas rebotaron en mi escudo fácilmente,
aquellos soldados acorazados eran difíciles de dañar,
pues no lo conseguí, así que tuve que escapar.
- ¡escapemos Lawrence! - grité.
Lawrence relinchó y emprendió la huida, abriéndose paso
por los guardias y curiosos que había en la calle.
- Atrápenlo - gritaba la muchedumbre
- ¡allí viene un guardia a caballo!
Efectivamente, un guardia a caballo nos empezó a seguir
con toda velocidad, pero este, recibió un impacto directo
de una flecha entre las ranuras de los ojos del yelmo.
Seguí corriendo sin preguntarme de donde salió la flecha.
Pero en mi huida, se producían unos disturbios por los
que era totalmente ajeno, se ve que la gente, cansada de
la guardia, espero la mínima oportunidad para revelarse
contra ellos.
Salí de la ciudad, atrás quedaron cientos de ruidos de un
combate creciente. Y delante de mí, el bosque, en llamas,
la lucha final, estaba al llegar, era el fin del juego.
No podía volver por el camino del bosque, tenía que
tomar, de nuevo, la ruta de la esfinge, esperando
que la puerta del túnel se abriera.
Pero me costaría llegar; tenía compañía, un soldado
a caballo salió de la ciudad y me siguió sin yo
enterarme hasta que le vi galopando a unos
doscientos metros.
Mientras se acercaba, vi su porte, su armadura
completa de color cobre, con una espada envainada,
y en la mano derecha un gran escudo romboidal, y
en la izquierda una adarga con la punta recortada.
Su porte, no obstante era bastante temible.
Preparé mi escudo, era lo único que podía hacer,
pues su adarga era bastante larga, lo
suficientemente como para no acercarse con la
espada al ataque.
El caballero me arroyó con su adarga, golpeó mi
escudo con fuerza, tanta, que caí de los lomos de
Lawrence.
Lawrence corría alrededor del caballero, intentando
distraerle mientras yo me levantaba y me reponía
del golpe.
Pero el caballero esquivó a Lawrence y acometió
una segunda embestida con su adarga, por suerte,
puede pararla con mi escudo, pero fue tan fuerte el
golpe, que mi brazo se resintió completamente.
El caballero se alejó con su caballo y se preparó para
dar una tercera envestida, debía pararlo cuanto
antes. Debía perder el miedo.
Aunque si resultaba vencido ¿moriría en la vida real?
Era curioso que no hubiera hecho esa pregunta
antes; y tampoco es que tuviera mucho ánimo en
morirme para comprobarlo.
El caballero se acercó velozmente, con su adarga
adelantada, esta vez me defendí con mi escudo y
golpeé con mi espada, fallé, pero gané, en vez de dar
un golpe al caballero, mi espada cortó la brida del
caballo y este se desbocó tirando al suelo al
caballero.
El caballo desbocado, corrió coceando al aire, el
caballero de pesada armadura se puso en pie
fácilmente, y de su propia ira contenida arrojó su
escudo y adarga al suelo, Pensé que sacaría su
espada, pero no fue así, en su lugar, saco de su
espalda un pequeño rompecabezas, aquel aparato
medieval, se trataba de una bola de acero muy
pesada, del tamaño de una manzana, atado a un
mango con unas pesadas cadenas; en sí, este arma
no era muy exagerada, pero era más peligrosa que la
propia espada.
El caballero empezó a andar hacia mí, agitando su
arma en círculos. Para demostrar su fuerza, colisionó
la bola con el suelo, haciendo que las pequeñas
piedrecitas y rocas se convirtieran en polvo. Y a su
vez, creando pequeños surcos en la tierra de
considerable profundidad, más bien parecía que
esos surcos estaban hechos con un sacho y no con
un rompecabezas.
Levanté mi escudo preparándome para lo peor.
Capítulo 7: Retorno

Agarraba mi escudo con todas mis fuerzas, pese a


que mi brazo se resentía del primer asalto, el
caballero cada vez estaba más cerca, blandiendo el
rompecabezas en forma circular en un ritmo
constante.
Apenas se hubo acercado lo suficiente, me precipité
a él sujetando mi escudo, como era de esperar su
maza rompecabezas voló hacia mí, resonó en el
escudo, el cual se partió por la mitad en un sonido
tan agudo y estridente que hizo que me pitaran los
oídos, pero mi otra mano sujetaba una espada, una
espada que se introdujo por la ranura del cuello del
caballero.
Había atravesado su cuello con la hoja de mi
espada; lentamente la saqué.
El caballero quedó de rodillas, giró su yelmo y me
miró; volvió a levantarse y a agitar su maza
rompecabezas.
¡¿Cómo era posible?!
Con cuestionable facilidad propiné una estocada en
su yelmo, el cual voló varios metros, entonces vi el
verdadero rostro de mi enemigo, el caballero.
Aquello no era un ¨caballero¨, no era hombre,
tampoco mujer, ni un monstruo, ni un ciborg, ni
nada que hubiera visto antes; era una armadura
vacía, que luchaba y se defendía a placer, en cierto
modo era una perfecta máquina de guerra.
¿y de donde se controlan las maquinas?, era
evidente, no podía ¨matar a esa cosa¨.
Lawrence, que permanecía alejado de la batalla
desde que logré derribar al caballero empezó a
correr hacia nosotros, y antes que el caballero
agitara su arma una vez más, Lawrence le coceó
fuertemente, haciendo que el brazo con el que
sostenía su arma, saliera disparado unos pocos
metros.
Pero la armadura no se resintió, con la mano
izquierda, tomó su espada y de nuevo se abalanzó
contra mí.
Nuestras espadas chocaron fuertemente, desde la
punta de la hoja hasta el protector de nuestras
empuñaduras, provocando que de la fricción salieran
unas pocas chispas de color plata y amarillo.
Pero él tenia más fuerza, apretaba y yo quedé
prácticamente inmovilizado y sometido por aquella
armadura que ya carecía de la cabeza y el brazo
derecho.
Lawrence lo volvió a hacer, coceo por la retaguardia
a la armadura caballero y la tiró al suelo;
rápidamente subí a espaldas de Lawrence.
- ¡Vamos Lawrence! - grité - a el Puente
Lawrence relinchó y se encaminó al galope hacia el
abismo por donde habíamos entrado
Al mirar atrás, pude ver como la armadura había
recuperado sus miembros perdidos y ahora se dirigía
a toda velocidad hacia nosotros.
Galopemos y cruzamos rápidamente el puente de cristal,
sin miedo alguno, pues lo que nos perseguía era aun más
de temer; La puerta estaba cerrada.
Lawrence la coceó mientras yo seguía subido en él, la
coceó una y otra vez, pero la puerta no se movió lo más
mínimo.
Desde el fondo del abismo, apareció volando la esfinge
con una actitud tranquila y desinteresada.
- Buenos días, de nuevo, Leinad - saludó - ¿Estás
preparado para las tres cuestiones?
- ¡No tengo tiempo! Una armadura viene en nuestra
busca
- Eso son estupideces - dijo la esfinge - sea quien sea,
no podrá usar violencia en mi presencia.
- ¡déjanos pasar! - pedí a la esfinge - ¡tenemos que
huir!
- ¿Cuál es la solución que a las preguntas se dio, en
única forma de pedir ayuda, que en acertijos,
preguntas y hechos reside, aunque se desconozca su
presencia? ¿qué es?
¿Otro acertijo? Este le conocía de antemano, no era
muy difícil, y respondí de inmediato.
- Es la respuesta
- Correcto…. ¿Qué es lo que no es sentimiento ni
necesidad de presteza, que todo el mundo tiene
alguna vez, y a veces, es enemigo de la paciencia?
- No tuve que pensar mucho, esfinge - dije cabreado -
es la prisa, lo que tengo yo ahora mismo, pero ya es
tarde, hay esta la armadura.
La armadura estaba cruzando el invisible puente de
cristal, la esfinge, al verlo, voló a su altura impidiéndole
el paso.
- Mis disculpas, en estos momentos este joven está
pasando la prueba, usted debe esperar su turno al
otro lado de la…
La armadura clavó su espada en el pecho de la esfinge,
hiriéndola mortalmente; esta calló al abismo, no supe
decir si ya muerta o inconsciente.
La armadura continuó acercándose, ahora si estaba
acorralado; pero antes que la armadura llegara al
saliente, la esfinge regresó por debajo, quebrando el
puente de cristal, haciendo que saltara en mil pedazos.
La armadura calló al abismo, y la esfinge, malherida
a mis pies, derramando sangre por su pecho
- Esfinge Assia - dije preocupado - estas malherida
- No te preocupes - respondió - las esfinges no somos
mortales, vivimos para encontrar el corazón de las
personas. Deja que te cuente una cosa Leinad.
- Cuéntamelo, pero estoy algo aturdido - confesé
- Leinad, mi padre te trajo a este sitio
- ¿Qué?... no…. No entiendo
La esfinge suspiró.
- Hoy es el año 8727; Masamune Kitano, mi creador,
te trajo aquí para ayudar al mundo, en un viaje en el
tiempo.
No, no podía ser… no era un videojuego, me habían
teletransportado en el tiempo y espacio asta otra
época remota. ¿Cómo podría ser?
- Tus preguntas serán saciadas pronto, pero no ahora -
dijo la esfinge como si me leyera la mente -
Masamune Kitano te seleccionó, tu misión es
derrocar al rey tirano, has sido elegido.
- ¿he sido elegido? - dije enfadado - ¿por quién?
¿Quién juega a los soldaditos conmigo?
- Yo - confesó la esfinge - no eres el primero que llegó,
ni serás el ultimo, yo soy la encargada de decidir
quién vive, quien sigue y quien vuelve, y tu as
demostrado que tu corazón es la semilla del nuevo
nacimiento, al destruir el puente, pensaste antes en
ver si estaba bien, antes de pensar, que ya no
podrías salir de este saliente.
La esfinge se puso en pié. Totalmente sana, sin rastros
de la estocada de la armadura.
- Querrás volver a casa, yo te abriré un portal, en
estos momentos, el castillo del rey está siendo
atacado, el rey tiene un cetro creado por el propio
Masamune Kitano, ese cetro es mío, tiene el poder
de viajar en el tiempo; recupéralo, dámelo, y
volverás a tu época. No hay más que añadir, pero
antes un aviso, esta armadura, no morirá jamás, por
lo que irá en tu búsqueda allí donde estés, por eso as
de salir de esta época cuanto antes, para que esta
armadura, que no puede viajar en el tiempo, no te
mate.
- ¿tú qué dices Lawrence? - pregunté
Lawrence relinchó enérgicamente
- Assia… ¡abre el portal!
- ¿consultas las cosas con tu inútil caballo? - preguntó
la esfinge
- Por supuesto - dije ofendido - y no es un inútil ¡es mi
amigo! ¡mi hermano!
- Ya veo - rió la esfinge - eso será divertido para mi

La puerta del túnel se levantó, yo miré dentro del


túnel, pero en lugar de salir a la explanada, daba a
un castillo.
- Este es el portal, una vez dentro, no podrás regresar,
la guerra a empezado, pero no lo cruces aún, deja
que los soldados afines a Masamune Kitano derriben
las defensas, después cuando entren, tu irás en tu
inútil…
- ¡ni se te ocurra llamar otra vez inútil a Lawrence!
La esfinge se quedó boquiabierta por mi contestación y
Lawrence relinchó agradeciéndome el defenderle.
- Dices que no es inútil… ¿de qué sirve un ser que no
puede hablar?
- Tu dices que eres inteligente, que eres poderosa…
¿Por qué razón no eres inútil tu también?
- Masamune Kitano, el creador, me creó
directamente, me hizo perfecta con sus propias
manos
- ¡y te confió un cetro! ¿Dónde está?
- Lo robó el rey tirano - contestó la esfinge llena de
odio
- Me cuentas que ese tal Masamune Kitano te
encomendó vigilar un puente por el que nadie cruza
y vigilar un puñetero palitroque y vas y dejas que te
lo roben, encima rompes el puente… ¿Quién es
inútil?
La esfinge retiró sus ojos de mí y los colocó en el portal.
- Pronto será la hora - dijo como si nada hubiera
pasado - yo entraré antes de ti, de todas formas mi
gloria de hoy será doblemente gloria.
Capítulo 8: el fin y el principio de todo mal

En el portal se podía ver la escena de la batalla.


Pude distinguir entre los rebeldes al alcalde del
pueblo donde aparecí, pueblo del que aún desconocía
su nombre. El alcalde iba rodeado por cinco guardias,
entre los que se encontraban el par de guardias que
me echaron al estiércol.
Había cañones de pólvora, catapultas y ballestas;
grandes morteros de roca y otras grandes maquinas
que desconocía hechas con madera.
Estas máquinas comenzaron a lanzar rocas que
impactaron contra el castillo, el cual estaba
desprovisto de muros o murallas.
Así las rocas empezaron a desencajar los ladrillos del
castillo. Y a más de un soldado del castillo le llevó por
delante.
Las ballestas empezaron a arrojar lanzas que
intentaban impactar en los arqueros apostados en
los ventanucos; pero desde el castillo empezaron a
lanzar flechas y lanzas incendiarias que prendieron
fuego a los alrededores del castillo, impidiendo la
entrada durante horas. Horas que se podían definir
fácilmente como un vaivén de flechas cruzadas entre
el castillo y los asaltantes.
Durante ese rato, más que excitación por la batalla
sentí aburrimiento. Un aburrimiento abrumador, pues
solo podía ver flechas, sabía que la gente estaba
muriendo, pero no podía ponerme nervioso en aquel
momento tan tenso e importante. Al contrario, me
debía mantener frio ante aquella situación.
También estaba asumiendo que todas aquellas
personas que maté eran reales, y que lo hice porque
pensaba que estaba soñando con un juego mental,
algo inútil e inimaginable, aunque más inimaginable
era viajar en el tiempo gracias al doctor nosequé.
Al igual, increíble era el estar al lado de una gran
esfinge viva. Ver a una criatura mitológica en directo.
O ser perseguido por una armadura vacía con ansias
de darte muerte.
Un día bastante completo…. Un día; miré al cielo, y el
sol, más cercano que de costumbre no se había
movido un ápice desde que pisé por primera vez el
granero de aquel pueblo de nombre desconocido.
Era increíble el vorágine de sentimientos que podía
sentir una persona en un solo segundo.
Al otro lado del portal, el castillo ya había agotado
sus flechas, una ballesta rebelde disparó una lanza
incendiaria que impactó con el portón, de madera,
empezando a chamuscarlo.
- El portón a caído - dijo la Esfinge - ahora será
incinerado, después, las tropas saldrán; pero aún
habrá que esperar, dejemos que las fuerzas rebeldes
penetren en el castillo.
Y así fue, miré de nuevo con total atención el portal,
contemplando el panorama; aquel que fuera el alcalde
de aquel pueblo, pareció tomar el mando de un grupo
de sublevados, claro, que no era el único cabecilla, el
castillo estaba rodeado por miles de personas, y había
varios ¨lideres¨. Pero yo me centré en ver al alcalde de
aquel pueblo.
Valiente, agitaba su espada, no podía escuchar que
decía, pero animaba a cientos de hombres y mujeres
malamente armados, con algún horquillo, alguna oz,
espadas, lanzas de madera, arcos, azadones incluso;
todo tipo de instrumentos del campo; también había
cuadrillas con espadas decentes. Pero ninguna espada
en el grupo dirigido por el alcalde, si bien, había
escudos maltrechos, que a menudo no eran más que
tapas de barriles de madera.
La puerta del castillo estaba en las últimas, las llamas
casi la habían consumido. Prácticamente, ya se podía
pasar por el hueco de la puerta.
El alcalde dio una orden, algunos arqueros tensaron
sus arcos y comenzaron a disparar justo por el hueco
de la puerta; seguramente para matar los soldados que
se preparaban al salir.
En ese momento fue cuando cientos de soldados del
rey salieron con sus armas y armaduras corriendo hacia
sus enemigos.
El alcalde dio una señal, y en un momento, los
rebeldes y las fuerzas leales al rey se mezclaron en una
feroz batalla.
- Observa, Leinad, como los que intentan ser mejores,
perecen ante la justicia - dijo la esfinge - retén esto
en tu mente
- Para ello hace falta que mueran inocentes - conteste
- mira también como los injustos exterminan a los
justos
- No es eso lo que yo veo, la perfección llega a la
perfección, el futuro está escrito.
- ¿Qué futuro está escrito? ¿sabes a caso el futuro?
- Conozco todo, soy uno de los antiguos, por eso
puedo ver el final de esta batalla. Mira, entraremos
en breve
Los soldados del rey ya estaban por el suelo, el alcalde
y los demás, entraban por el portón, exterminando
todo lo que podía encontrar, y se perdieron de vista
dentro del castillo.
- ¿es la hora? - pregunté al ver el gran avance de la
batalla
- No, observa ahora… justo ahora.
los soldados que rodeaban el castillo dieron la espalda
a el castillo para defenderse de algo externo, perecían
nerviosos, algunos incluso intentaron huir, pero
explosiones salidas de la nada empezaron a surgir.
- ¿Qué ocurre? - pregunté a la esfinge
- Armas de esta época, maquinas prohibidas.
En efecto, aparecieron a la vista gentes con armaduras,
sujetando unas especies de armas extrañas, se trataban
de morteros de mano, estas armas disparaban granadas
muchos metros hacia arriba y hacia adelante, causando
bastantes bajas en los rebeldes. Pero estas tropas fueron
neutralizadas, no sin causar miles de bajas.
- Se acerca la hora, leinad, prepara tus armas.
Mi escudo fue ajado y roto por la armadura, y mi espada
estaba mellada, miré a mi alrededor, en el saliente había
muchos cadáveres, como ya vi antes; también había
viejas armas, desmonté de Lawrence y rebusque entre los
esqueletos; vi algo perfecto para mí y para Lawrence,
Encontré un escudo, de latón, no muy fiable, pero era el
único que había, los demás escudos eran de madera,
tenían seguramente varios siglos en aquel saliente, así
que estaban ajados, podridos o directamente se
desintegraban al tocarlos; por otra parte las espadas
estaban oxidadas, pero encontré un hacha de batalla en
buen estado, lo guardé, pero también tenía mi espada,
que aunque mellada, aun me era servible.
Entre unas viejas telas, había una parte de armadura
equina; se trataba de un casco para caballos, que le entró
a Lawrence como anillo al dedo.
Equipados… más bien optimizados con lo mejor que
pudimos, Lawrence y yo nos preparemos frente al portal.
Los últimos morteros se apagaron, apenas quedaban
en los alrededores del castillo unas cien personas en
pie.
- Solo un poco mas - dijo la esfinge - adentro aún hay
personas enemigos.
- Un puñado de enemigos, no deben quedar más…
- Sí, pero hay que esperar.
- ¿Por qué razón deberíamos esperar más rato?
- Para no encontrar enemigo alguno…
- No será…. ¡¿Qué eres una cobarde?! - pregunté a la
esfinge - en ese caso, yo entraré sin ti.
- Nada podrías hacer, aunque te adelantaras - explicó
Assia - el rey tirano tiene en su salón del trono un
conjuro que solo yo puedo romper, por eso debemos
esperar.
- En ese caso, Assia, me adelantaré y esperare tu
llegada desde el otro lado.
La esfinge me miró sin mostrar sentimiento alguno,
asintió con la cabeza y con toda calma dijo:
- Ve, leinad, y no te olvides llevarte a Lawrence
contigo, yo me reuniré con vosotros cuando lleguéis
al salón y no se muestre señal de enemigos
cercanos, tras eso, yo volaré, destruiré el escudo
mágico, derrotaremos al rey tirano, y nos
divertiremos.
- Encuentras divertido cosas muy extrañas - dije a la
esfinge - matar nunca es bueno.
- Yo solo mato injustos, y en este momento, hay tres
- ¿tres injustos? ¿Quiénes son?
- Los conoces, Leinad, Los tres están ligados a tu
destino, pero a uno de ellos no podré matarlos.
- Dime quienes son - de reté a la esfinge
- No puedo, aunque puedo otorgarte tres preguntas, y
sin son correctas, sabrás quienes son los tres
abominables, que merecen muerte.
- Dijiste que uno no podías matar ¿es la armadura
vacía uno de ellos? - pregunté usando mi primera
pregunta
- En efecto - confirmo la esfinge - Aquellos que matan
sin motivo aparente no son más que maldad, han de
ser erradicados, a este no podré destruirlo, así que
reniego, únicamente me quedan dos por eliminar, y
hoy perecerán.
- ¿el segundo es el rey tirano? - pregunté usando mi
segunda pregunta
- Correcto, aquellos que se creen más que otros, o
que los maltratan y los oprimen, merecen perecer.
Me temía lo peor, el comportamiento de la esfinge lo
encontraba muy nocivo para mí mismo, aunque
siempre mantenía ese tono y comportamiento neutral;
pensé que yo sería el tercero; había matado y vengado
sin problema alguno. Con una mano tan ágil que
parecía normal hacer lo que hice. Y si yo era el tercero,
ya sabía cómo se las gastaba la esfinge, esta era
indestructible, seguramente me mataría en un solo
instante.
- ¿soy yo el tercero? - pregunté usando mi tercera
oportunidad
- Negativo, si bien el que debo matar esta afín a ti,
puede ser alguien del pasado, presente o futuro;
pero tú no eres, esto no quiere decir, que si en
alguna ocasión te rebelaras contra mí, yo no luchara
contigo.
- En ese caso, marcharé confiando en ti
- Buena suerte.
Crucé el portal, estaba en el patio del castillo.
- Ve con cuidado Lawrence - dije
Lawrence iba muy despacio, todo aquello era bastante
tenso, Lawrence tenía suficiente trabajo con evitar
pisar alguno de los miles de cuerpos tendidos en el
suelo.
Poco a poco lleguemos a la puerta, la cual crucé a
lomos de Lawrence, el suelo del castillo estaba cubierto
por una alfombra de cuerpos, las paredes, teñidas de
sangre, mesitas tiradas, bustos rotos, algunos maderos
en llamas, también algún herido retorciéndose de
dolor, saqueadores aprovechados en alguna de las
habitaciones, llenando sacos con objetos de todo tipo.
Algún hombre o mujer que salía del castillo a toda
prisa, seguramente, escapando de aquel escenario,
pues no se veía ni un solo soldado del rey vivo.
Tampoco señal de batalla activa en el resto del castillo.
Subí largas escalinatas sin bajarme de Lawrence, con mi
espada desenvainada, preparado para cualquier cosa,
De repente un soldado del rey salió tambaleándose de
una habitación, estaba desarmado, al verme, levantó las
manos y se arrodilló.
- ¡Piedad! - dijo -¡piedad!
Mi espada mellada apuntaba a su cuello
- ¿Por qué debería dejarte con vida? - le pregunté
amenazadoramente
- Tengo mujer e hijos - dijo el soldado entre sollozos -
acepte este puesto por el dinero, ni siquiera he
matado a nadie… todo pasó tan deprisa.
- Explícate - decidí escuchar su historia - mas te vale
convencerme…
- Sí señor, los rebeldes entraron y mataron a varios
compañeros, yo vi la sangre y me desmallé ¡jamás
podría matar!... perdóneme la vida
- Genial - me había convencido y le di una
oportunidad - deshazte de tu armadura y quédate en
paños menores, toma esa cadena que está en el
suelo y átatela a las muñecas, sal corriendo, y si un
rebelde te pregunta, dile que eras prisionero y yo te
rescaté.
- Que la diosa le bendiga, noble caballero.
Seguí a lomos de Lawrence por el pasillo, dejando atrás
al soldado, que hacia lo que yo le dije.
Al fin, en la parte más alta del castillo, di con la cámara
del rey, El alcalde y la guardia de aquel pueblo estaban
allí en pié, parece que el escudo mágico se había roto,
o bien no se llegó a activar
- Bien majestad - decía el alcalde - ahora su reinado va
a terminar… hoy
- ¡alto! - grité - ¡antes tengo algo que decir!
- ¡leinad! - exclamó el alcalde - ¿Qué haces aquí?
- Vengo a recuperar el cetro de la esfinge ¿Dónde
está?
- Le tengo en las manos - dijo el rey tirano
El rey tirano era en realidad un anciano canoso y
greñudo, bien peinado, pero menudo de estatura. Que
sostenía el cetro en su mano derecha, ese cetro era
metálico, de un color platino casi blanco, para nada
parecía una máquina del tiempo.
- El cetro - dijo el rey de forma apacible y taimada-
nada más que desgracias a traído, dicen que posee el
poder de viajar en el tiempo, pero mi corazón no es
lo suficiente para controlarlo, tal vez, la esfinge dará
un uso mejor de él, pero más repugnante a mi gusto.
El techo de la estancia cedió encima del rey, las piedras
desprendidas le aplastaron y mataron, la esfinge
descendió por la brecha en el techo y se tumbó encima
del cadáver del rey, sosteniendo el cetro con su pata
derecha.
- Victoria… ¡victoria- dijo el alcalde - ¡lo comunicaré a
los demás!
El alcalde salió eufóricamente de la estancia,
dejándonos a los tres solos
- Aquí termina todo, Leinad, Ven, te llevaré a tu
época.
Descabalgué de Lawrence y me acerqué a la esfinge
- ¿Lawrence vendrá conmigo?
- La pregunta es incorrecta; él es el tercero - rió la
esfinge, y de un movimiento ágil se abalanzó sobre
Lawrence y le masticó hasta matarlo - el tercero ya
está, ahora con el cetro volverás a tu época, Leinad.
- ¡Furcia asquerosa! - embestí a la esfinge en el
estomago, atravesándola el pecho, haciendo añicos
la armadura de su torso con mi espada ajada.
- Ni puedes vengarte de mí, escoria, yo poseo
inmortalidad.
- As matado a mi amigo - le reproché lleno de odio -
no existe inmortalidad que pueda sobrevivir a eso…
- Mis heridas se regeneran, puedes trocearme, y
viviré, no puedo decir lo mismo de ti.
Saque mi espada y ataqué su mano derecha, haciendo
que dejara el bastón, rápidamente, tomé el báculo.
- El báculo no resucita, nada puedes hacer.
- No pensaba cambiar el pasado; se que no se puede,
podría destruirlo todo, pero realmente amaba a
Lawrence, y será vengado; Tu estarás completa pero
en tiempos distintos, yo aré que desees la muerte, te
juro que preferirías la muerte.
- ¿Cómo aras eso? - preguntó riendo - ¿Cómo puedes
destruirme de ese modo? Mi cuerpo se unirá cada
vez que me cortes
- Siento el poder del báculo, puedo viajar en el
tiempo… se cómo hacerlo.
- Tu corazón es fuerte, no dudo tus palabras, pero con
eso no podrás destruirme.
Rápidamente saqué mi hacha y lo lancé a su cuello,
decapitándola, su cabeza rodó a mis pies.
- En unos minutos mi cuerpo y mi cabeza se unirán -
dijo la cabeza cortada.
- Me temo que se unirán algún día, dentro de miles de
años - tomé la cabeza del suelo - ¿lo entiendes
ahora?
- Si, has sido inteligente, llevándome al pasado
contigo, tendré que esperar miles de años a que
llegue este día, y poder reconstruir mi tiempo
- Y ahora, ¿no te sientes una ramera?.
Después.
Aquel día llegué de mi paseo matutino, Me duché,
desayuné y arrojé mi videoconsola a la basura, junto
con todos los juegos, ahora poseía el báculo, me eran
inútiles. También las consolas me aburrían. Pasaba mi
tiempo planeando como cambiar el mundo, un mundo
futuro, donde Lawrence y Aníbal nacieran y vivieran,
sin conocerme, sin quererme, sin saber de mi
existencia, pero vivos, debía cambiar el mundo y tenia
lo necesario, Un cetro que contenía el tiempo en sí
mismo, y una cabeza que contenía la historia.
La historia de un mago llamado Leinad.

Continuará…
Índice de libros

Crónicas de fantasía onírica


Crónicas de fantasía onírica: el desencuentro (parte 2)
Crónicas de fantasía onírica: Némesis (Parte 3)
Crónicas de fantasía onírica: Guía y curiosidades

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