Está en la página 1de 5

UNIVERSIDAD SIMON BOLIVAR

PRESENTADO POR: VANESSA


RODRIGUEZ UTRIA

PROFESOR: JAIRO LOZANO

LA ILUSTRACION DE KANT

GRUPO 1C

2019
INTRODUCION
Arthur Schopenhauer escribió si bien exagerado un tanto su profecía que que el paso del
tiempo revelara toda la potencia e importancia de la doctrina kantiana, cuando un algún día
el propio espíritu de la época se transforme poco a poco mediante el influjo de esa doctrina
y, al cambiar en lo más importante e íntimo, de vivo testimonio del poder de este espíritu
colosal.
CONCLUSION
El periodo de la ilustración fue el despertar del conocimiento basado en el razonar humano
ante el mundo que lo rodea. Can tenía como objetivo lograr que todos los humanos
entendieran y trabajaran juntos para maximizar su felicidad.
LA ILUSTRACION DE KANT
La Ilustración es la salida del hombre de su auto culpable minoría de edad. La minoría de
edad significa la incapacidad de servirse de su propio entendimiento sin la guía de otro. Uno
mismo es culpable de esta minoría de edad cuando la causa de ella no reside en la carencia
de entendimiento, sino en la falta de decisión y valor para servirse por sí mismo de él sin la
guía de otro. [¡Atrévete a saber!] ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento!, he aquí
el lema de la Ilustración

La pereza y la cobardía son las causas de que una gran parte de los hombres permanezca,
gustosamente, en minoría de edad a lo largo de la vida, a pesar de que hace ya tiempo la
naturaleza los liberó de dirección ajena; y por eso es tan fácil para otros el erigirse en sus
tutores. ¡Es tan cómodo ser menor de edad! Si tengo un libro que piensa por mí, un director
espiritual que reemplaza mi conciencia moral, un médico que me prescribe la dieta, etc.,
entonces no necesito esforzarme. Si puedo pagar, no tengo necesidad de pensar; otros
asumirán por mí tan fastidiosa tarea. Aquellos tutores que tan bondadosamente han tomado
sobre sí la tarea de supervisión se encargan ya de que el paso hacia la mayoría de edad,
además de ser difícil, sea considerado peligroso por la gran mayoría de los hombres

Por tanto, es difícil para todo individuo lograr salir de esa minoría de edad, casi convertida
ya en naturaleza suya. Incluso le han tomado afición y se siente realmente incapaz de
valerse de su propio entendimiento, porque nunca se le ha dejado hacer dicho ensayo, Por
eso pocos son los que, por esfuerzo del propio espíritu, han conseguido salir de esa minoría
de edad y proseguir, sin embargo, con paso seguro.

Pero, en cambio, es posible que el público se ilustre a sí mismo, algo que es casi inevitable
si se le deja en libertad.

¿Recuerdan a Kant el metódico, el hombre-reloj de quien hablamos en la entrega anterior?


¿Recuerdan su paciente y minuciosa dedicación a temas de la más alta teoría? ¿Recuerdan
que nació y vivió en una ciudad del frío Báltico? Recordarán también, entonces, que pese a
todo lo anterior Kant era también un hombre de mundo: un hombre que disfrutaba de la
amistad y de la conversación; un hombre que con pasión se mantenía al tanto de las ideas
de su tiempo, y que con similar ansiedad quiso no perderse un detalle de los sucesos que
ocurrían en su época. Y vaya época la que le correspondió vivir.

Kant, recordemos, nació en 1724 y murió en 1804. Es decir, atestiguó el fascinante siglo
XVIII: atestiguó la Revolución Francesa; observó el desarrollo de aquella revolución
científica que siguió a la obra de Newton; vivió en tiempos de grandes escritores y
polemistas, como Voltaire y Diderot; en su tiempo se consolidaron las libertades inglesas; la
filosofía tuvo protagonistas como Humé y Rousseau; y empezó a agitarse por toda Europa
el proyecto de la liberación intelectual del hombre: el proyecto de saber para liberarnos,
para dejar atrás las supersticiones y los engaños, para desafiar a la autoridad, para
cuestionar el poder de reyes y clérigos. Se escribían con entusiasmo en Europa libros para
llevar el conocimiento al hombre: por ejemplo, para poner la ciencia de Newton al alcance de
todos; en Francia se confeccionó la colosal Enciclopedia bajo el liderazgo de hombres como
D’Alembert y Diderot. Fue, en fin, la época que conocemos como Ilustración.

Las raíces de este fenómeno venían de dos siglos atrás. Cuando los comerciantes de
Venecia reclamaban libertades e intercambiaban con hombres de otras culturas; cuando en
Italia empezó a redescubrirse la Antigüedad Clásica; y cuando un monje desconocido se
atrevió a clavar unas tesis en la puerta de una iglesia, en desafío de la autoridad papal, y con
la bandera de que cada hombre tenía la capacidad de ser intérprete de las Escrituras. Siglos
de constante despertar habían transcurrido, pero fue en la época de Kant cuando la
Ilustración se manifestó de manera más acabada. Y él, hay que decirlo, fue uno de sus
grandes protagonistas en Filosofía: al fin y al cabo, la Crítica de la razón pura constituyó un
abandono de tradiciones anteriores, y un viraje radical para la filosofía en un mundo en el
cual, en adelante, el conocimiento de la realidad vendría de la mano de la observación, la
experimentación y la matemática aplicada a ambas.

Kant, que como dijimos en la entrega anterior, fue autor de extensos tratados de Filosofía,
fue también autor de ensayos cortos, especialmente en temas de política. Y no por cortos
son menos significativos. Entre ellos, tal vez el más famoso por su importancia, y por la
bella y entusiasta manera como está escrito, es un artículo breve publicado en 1784 en la
Revista Mensual de Berlín (Berlinische Monatsschrift) con el título “Respuesta a la pregunta:
¿qué es la Ilustración?”.

El ensayo fue motivado por una pregunta formulada por otro intelectual de su tiempo. La
pregunta pedía definir la Ilustración, vocablo que parecía estar poniéndose de moda. Varios
autores asumieron la tarea, pero la más importante de las respuestas es la ofrecida por
Kant.

También podría gustarte