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El Orden de Palabras en Latín PDF
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pragmática
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TEMA XXIII
ISBN: 978-84-9822-837-3
José Miguel Baños Baños - Concepción Cabrillana Leal
(jmbanos@filol.ucm.es / concepcion.cabrillana@usc.es)
De acuerdo con el carácter lineal del signo lingüístico, las palabras —unidades
léxicas— se disponen necesariamente en ‘sucesión’ en la cadena hablada. Esta
sucesión no es arbitraria sino que se plasma en un ‘orden de palabras’ regulado de
modo más o menos estricto, y con el objeto último de hacer posible la comunicación.
De forma general, en el orden de palabras hay dos aspectos que confluyen de
modo sistemático en todas las lenguas del mundo (Moreno Cabrera 2000: 715):
(i) aspectos estructurales o sintácticos, en cuanto que un tipo de orden
determinado refleja unos principios reguladores de las relaciones (dependencia,
determinación, etc.) de los constituyentes de la oración. Se habla así (Greenberg
1963) de lenguas que presentan como orden sintáctico regular de la oración S(ujeto)
O(bjeto) V(erbo), frente a otras SVO, y que este orden general tiene un reflejo paralelo
en el sintagma nominal —A(djetivo)-N(ombre) o N-A—, en el tipo de estructuras
comparativas, en las oraciones de relativo, etc.
(ii) aspectos informativos o pragmáticos, en el sentido de que la disposición
de los constituyentes de una oración concreta está determinada en gran medida por
su mayor (Foco) o menor (Tópico) aporte y relevancia informativos y por la cohesión
de dicha oración en el [con]texto en el que se inserta, es decir, “por el deseo de los
usuarios de la lengua de dejar claro cómo se relaciona una oración con la precedente"
(Pinkster 1995: 330).
La importancia y prelación de cada uno de estos aspectos no tiene por qué ser la
misma en todas las lenguas. En lenguas flexivas como el latín, ricas en marcas
gramaticales que señalan la función de los constituyentes de una oración, el orden de
palabras resulta, desde un punto de vista sintáctico, menos relevante (y, por tanto, es
más variable) que en lenguas modernas como el inglés o el español, donde el propio
orden relativo de los constituyentes es un elemento de caracterización sintáctica.
De forma general, puede decirse que el orden sintáctico se ve modificado o
condicionado por razones pragmáticas y textuales. Pero estas últimas, al depender de
las intenciones comunicativas del hablante en cada momento concreto, no se dejan
reducir a frías estadísticas.
De ahí la dificultad de establecer normas estrictas para el orden de palabras en una
lengua textual y literaria como el latín.
De ahí también, como veremos a continuación, las controversias que el tema ha
suscitado y sigue suscitando entre los estudiosos.
2. Perspectivas de análisis.
Como punto de partida, un aspecto interesante es determinar hasta qué punto los
hablantes latinos tenían conciencia de la existencia de un orden de palabras, su
naturaleza y alcance. A este respecto, puede resultar revelador, entre otros, el
testimonio de los propios escritores latinos. Rubio (1972 [1982: 191-199]) llama la
atención sobre el tema, comentando diversos pasajes de Cicerón, Quintiliano o
Séneca, que, aunque no siempre transparentes en cuanto a su interpretación (cf.
Gutiérrez Galindo 1989) o al alcance de determinados términos, dan a entender que
los autores latinos tenían conciencia de un orden natural o lógico, pero que dicho
orden podía subvertirse por razones estilísticas.
Ahora bien, ¿cuál es la naturaleza de ese ordo rectus o naturalis? ¿Gramatical o
lógica? A este respecto, Luque (1978: 386) recuerda acertadamente que el orden de
palabras “no ha llamado prácticamente la atención de los gramáticos latinos”, ya que
“los latinos adscribían conscientemente todos estos problemas al terreno de lo
expresivo y no al terreno de lo gramatical”. Y es que, frente al silencio absoluto de los
gramáticos, son los rétores los que se ocupan sistemáticamente de los problemas del
ordo uerborum y los que se refieren al ordo rectus u ordo naturalis, pero “natural, no
(1a) In coniunctis plus ambiguitatis est. Fit autem per casus, ut “aio te, Aeacida, Romanos
uincere posse” (“En la unión de las palabras es donde hay más ambigüedad. Se da por el
empleo de los casos, como “digo, Eácida, que tú puedes vencer a los romanos / que los
romanos pueden vencerte”, Quint. inst. 7,9,6)
(1b) Sed auctores frequentissime hyperbatis, id est transitionibus, utuntur, ut Aio, te,
Aeacida, Romanos uincere posse. Est enim ordo, [te Aeacida] «Romani te possunt vincere»,
quod et naturaliter passiones secundae sunt actionum et actio in Romanis, passio vero in
Pyrrho significatur (“Pero los autores emplean con mucha frecuencia hipérbaton, es decir,
desplazamientos, como aio, te, Aeacida, Romanos uincere posse. El orden es ‘los romanos
pueden vencerte’, pues, por un lado, las pasiones siguen a las acciones y, por otro, se
entiende que los romanos son los agentes y Pirro el paciente”, Prisc. inst. 3,134,10 Kiel)
Los hechos no son, sin embargo, tan simples como se presentan. Buena prueba de
ello es que el autor dedica la mayor parte de su exposición a señalar “excepciones al
ordo rectus” (Rubio 1972 [1982: 203-217]): secuencias fijas y, sobre todo,
desviaciones libres o estilísticas, razones métricas, búsqueda de figuras retóricas, etc.
Sin llegar al extremo de afirmar que “el profesor Rubio cae… en el mismo vicio que
censura en sus predecesores: sus reglas son tanto más buenas cuanto más
excepciones presentan” (Segura 1979-1980: 124), lo cierto es que (como se verá a lo
largo del capítulo) ni el orden de palabras en latín se deja reducir a “reglas” tan
simples, ni cabe incluir en el debe de las motivaciones estilísticas muchas de las
“transgresiones” de esas normas previamente establecidas.
Así, por ejemplo, una lengua cuyo orden dominante sea SVO, presenta además, de
forma implicativa, la posposición del adjetivo, del Genitivo o del Relativo con respecto
al Nombre (N-A, N-G, N-Rel), la existencia de preposiciones, etc. En cambio, las
lenguas SOV serían posposicionales, presentarían el orden A-N, G-N, Rel-N, etc. En
definitiva, y dejando a un lado las críticas posteriores a algunos planteamientos
metodológicos de Greenberg, es indudable la existencia de un “principio de armonía
intercategorial” (Hawkins 1983): con gran regularidad, la posición de los elementos
regidos en una categoría sintagmática se generaliza a otras categorías sintagmáticas.
Tovar (1979) intenta poner en relación los universales de Greenberg (éste no
incluía el latín entre las treinta lenguas analizadas) con las reglas del orden de
palabras formuladas por Rubio, tal como se refleja en el Cuadro 1 (cada cifra del
cuadro significa el número de lenguas que combinan unas características
determinadas):
(2a) de Tadiana re,Tema mecum TadiusTópico locutus est te ita scripsisse, nihil esse iam quod
laborareturFoco (“con respecto al asunto de Tadio, él me ha comentado que le escribiste
diciéndole que no hay razón para preocuparse”, Cic. Att. 1,5,6)
(2b) priori Remo auguriumtérmino especificado por el Apéndice uenisse fertur, sex uolturesApéndice (“se
cuenta que el augurio vino primero para Remo: seis aves”, Liv. 1,7,1)
(ii) Orden estructural (sintáctico) y orden informativo (pragmático) no tienen por qué
coincidir. Por lo general, el orden informativo prevalece sobre el orden sintáctico.
Pues bien, especialmente en una lengua flexiva y textual como el latín, cabe pensar
que los condicionamientos pragmáticos y discursivos juegan un papel fundamental del
orden de palabras.
Que ello es así se comprueba al analizar un texto cualquiera. Tomemos como
ejemplo el comienzo de la Guerra de las Galias:
(3) Gallia est omnis diuisa in partes tres, quarum unam incolunt Belgae, aliam Aquitani,
tertiam qui ipsorum lingua Celtae, nostra Galli appellantur. hi omnes lingua, institutis, legibus
inter se differunt. Gallos ab Aquitanis Garunna flumen, a Belgis Matrona et Sequana diuidit.
horum omnium fortissimi sunt Belgae, propterea quod a cultu atque humanitate prouinciae
longissime absunt minimeque ad eos mercatores saepe commeant atque ea, quae ad
effeminandos animos pertinent, important proximique sunt Germanis, qui trans Rhenum
incolunt, quibuscum continenter bellum gerunt. qua de causa Heluetii quoque reliquos Gallos
uirtute praecedunt, quod fere cotidianis proeliis cum Germanis contendunt, cum aut suis finibus
eos prohibent aut ipsi in eorum finibus bellum gerunt. eorum una pars, quam Gallos obtinere
dictum est, initium capit a flumine Rhodano, continetur Garunna flumine, Oceano, finibus
Belgarum, attingit etiam ab Sequanis et Heluetiis flumen Rhenum, uergit ad septentriones
(“toda la Galia está dividida en tres partes, de las que una habitan los belgas, otra los
aquitanos y la tercera los que en su lengua se llaman celtas... Todos estos se diferencian entre
sí por el idioma,... De todos ellos los más fuertes son los belgas, porque... son vecinos de los
germanos con los que están continuamente en guerra. Esta es la razón también de que los
helvecios aventajen en valor a los demás galos, ...”, Caes. Gall. 1,1,1-5).
Los términos señalados en negrita, con los que se inicia cada parágrafo, además
de remitir a entidades ya conocidas (Tópico) en el contexto comunicativo previo,
tienen la función de garantizar la cohesión del texto, y esa función textual prima sobre
su función sintáctica a la hora de explicar su posición inicial de frase. Si desde la
perspectiva estrictamente sintáctica de Rubio frases como horum omnium fortissimi
sunt Belgae o qua de causa Heluetii... praecedunt se consideran una transgresión del
orden de palabras (el Sujeto no encabeza la frase), tales disposiciones resultan en
cambio normales desde una perspectiva textual sin que haya que buscar motivaciones
estilísticas o de énfasis para justificarlas.
Precisamente, la posición inicial de frase es un buen ejemplo de hasta qué punto
son razones pragmáticas y textuales las que condicionan el orden de palabras. Ello es
evidente en el caso de los “conectores de frase” (Pinkster 1995: 327-8), por lo general
conjunciones (autem, ergo, igitur, nam, etc.) que garantizan la cohesión textual al
poner en relación (aditiva, adversativa, causal, temporal, etc.) una oración o párrafo
con el contexto precedente. Por su parte, los anafóricos, tanto adverbios (ideo, ita)
como pronombres (is, idem, hoc, el relativo de “liaison”, etc.) cumplen también una
función cohesiva. Pero, a diferencia de los conectores de frase, además de su función
sintáctica, desempeñan por lo general la función pragmática de Tópico, ya que, por su
propia naturaleza anafórica, remiten a una entidad conocida en el contexto.
Por otra parte, aquellos constituyentes que crean el marco en el que una
predicación se interpreta (Tema), ocupan por su propia función pragmática, la posición
inicial de frase: sintagmas con de + abl. —como en (1)— oraciones de quod + ind.
(4a), construcciones de infinitivo (4b), el nominatiuus pendens (4c) o los denominados
anacolutos o “dislocaciones a la izquierda” (4d), son disposiciones pragmáticas
comunes a muchas lenguas y no fenómenos agramaticales, como se considera en
ocasiones. Se trata de ejemplos como los siguientes:
(4a) quod ad me scribis de sorore tua, testis erit tibi ipsa, quantae mihi curae fuerit... (“en
cuanto a lo que me escribes de tu hermana, ella misma es testigo de cuánto me he
preocupado...”, Cic. Att. 1,5,4)
(4b) cur amem me castigare, id ponito ad compendium (“el reprocharme mi
enamoramiento, eso puedes ahorrártelo”, Plaut. Casin. 517)
(4c) plebes incredibile memoratu est quam ea intenta fuerit (“la plebe, resulta difícil de
creer lo voluntariosa que se mostró”, Sall. Iug. 40,3)
(4d) uerum meam uxorem, Libane, nescis qualis sit? (“pero mi mujer, Líbano, ¿no sabes
cómo es?”, Plaut. Asin. 60)
Dadas las incoherencias entre las teorías explicativas y los datos lingüísticos
parece necesario dedicar un espacio a la descripción y análisis de los mismos, tanto
en el nivel de la oración (§ 3.1) como del sintagma nominal (§ 4). No nos vamos a
detener en otras ordenaciones más estrictas (adverbio-verbo, preposición-elemento
regido o conjunción-predicado) que presentan una regularidad muy elevada —en Cic.
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XXIII. El orden de palabras en latín; sintaxis y pragmática 11
Att.1 las dos últimas disposiciones se dan en el 96% de los casos— y en donde son
factores estilísticos e informativos los que explican puntualmente las desviaciones a,
en este caso, reglas.
Vistos los datos más y menos generales que pueden aportarse en el análisis de un
fenómeno tan complejo como el orden de palabras en latín, resulta útil presentar una
relación no exhaustiva de factores que inciden en mayor y menor medida en dicho
orden. Se presenta, pues, una especie de ‘abstracción’ de algunos de los datos
ofrecidos hasta el momento.
Así, si el análisis de los datos recogidos en el Cuadro 2 mostraba que, desde un
punto de vista tipológico, el latín presenta desde sus primeros testimonios un orden
básico OV, es evidente que el problema del orden de palabras no se reduce a esta
mera caracterización tipológica. De forma general, los estudios descriptivos se limitan
a ofrecernos datos globales de una disposición determinada, pero no un análisis
puntual, pongamos por caso, de por qué una ordenación como VOS es excepcional,
señalando —como hacen, en cambio, Bolkestein (1995, 1996b) o Spevak (2005a)—
qué tipo de ejemplos, y en qué contextos comunicativos concretos, presenta dicha
disposición. De esta forma, se pondría de manifiesto que los factores que determinan
el orden de palabras en latín son de naturaleza muy diversa y es esta diversidad la
que provoca la apariencia de un orden de palabras más o menos libre. En realidad, la
falta de acuerdo entre los diversos estudiosos radica, en gran medida (Cabrillana
1993a: 250), en que se ha puesto el acento de forma exclusiva en una perspectiva
concreta: estilística (Marouzeau), sintáctica (Rubio), tipológica (Adams) o pragmática
(Panhuis), cuando sólo una consideración conjunta de todos estos niveles permitirá
alcanzar una “teoría integrada” del orden de palabras en latín (Molinelli 1986: 495).
Si, en la actualidad, está cada vez más extendida esta idea de que el análisis del
orden de palabras ha de ser “multifuncional” (Cabrillana 1996a), el problema reside en
concretar cada uno de esos factores, su alcance y prelación en un texto determinado,
que ya presenta en sí mismo características propias del género al que pertenece, sin
olvidar las figuras o hechos de estilo (quiasmo, paralelismo, prolepsis, anástrofe,
aliteración, etc.) que, con mayor o menor intensidad, dependiendo del estilo mismo del
autor, “distorsionan” la regularidad de una disposición determinada. Al fin y al cabo, el
principio de la uariatio (evitar la repetición monocorde de esquemas y disposiciones)
es, en mayor o menor grado, consustancial a los textos literarios latinos.
Por otra parte, el orden de palabras excede el ámbito concreto de la oración como
unidad sintáctica (que es el marco de análisis habitual) y no pocas de sus
características se explican en el ámbito más amplio del texto y de la cohesión textual
(Pinkster 1995: 211-243). De alguna manera, habría que integrar y explicar los datos
de un autor y obra en un análisis puntual y global de tipos de texto concretos. Sólo de
esta forma podrá establecerse qué factores realmente determinan de forma general el
orden de palabras en latín y cuáles son reflejo de un tipo de texto determinado.
Con todo, más allá de estas generalizaciones, de la relevancia del tipo de texto
(género literario, registro, etc.), de los condicionamientos pragmáticos (intención
comunicativa) de cada contexto concreto o, en fin, de factores estilísticos (búsqueda
intencionada de determinadas figuras retóricas), es posible aislar algunos de los
factores fundamentales que han de tenerse en cuenta a la hora de analizar el orden
de palabras de un texto latino concreto.
“encabeza la frase”. Puesto que en muchos textos no hay Sujeto explícito, la primera
posición estará ocupada por otro constituyente de la oración. Pero, aun en el caso de
que el Sujeto aparezca explícito, éste no tiene por qué ocupar de forma constante ni
necesariamente la posición inicial de la oración. De hecho, la posición inicial está
condicionada fundamentalmente por razones textuales y pragmáticas: el Sujeto
encabezará la frase en la medida en que se le asigna una función pragmática (Tópico
o Foco contrastivo) determinada, pero no por el hecho mismo de ser el Sujeto.
También la naturaleza semántica del Sujeto (no es lo mismo un anafórico que un
nombre propio) condiciona su posición.
Conjugando ambos hechos, habría que decir que el Sujeto no ocupa una posición
absoluta (inicial) en la frase pero que, cuando aparece explícito, precede
habitualmente al Objeto y éste al Verbo, salvo que razones pragmáticas o semánticas
condicionen un orden distinto.
Por lo que respecta a la posición del V(erbo) y dejando a un lado las oraciones
subordinadas con verbo personal —que sí parecen presentar una tendencia clara a la
posición final del V—, en el caso de las oraciones principales no se puede convertir en
norma la afirmación de Rubio de que “el predicado cierra la frase”. Los datos clásicos
de Linde (1923), básicamente coincidentes con estudios más recientes (Panchón
1986: 215-217), son suficientemente significativos: los porcentajes del V en posición
final absoluta oscilan entre el 84% en César al 25% en la Peregrinatio; pero autores
contemporáneos de César, como Varrón (33%) o Cicerón (con variaciones entre el
35% y el 54% según el tipo de obras), ponen de manifiesto diferencias notables entre
autores, géneros y tipos de texto.
(5a) est, est illa uis profecto (“existe, existe sin lugar a dudas ese poder”, Cic. Mil. 84)
(5b) uidi enim, uidi penitusque perspexi in meis variis temporibus et sollicitudines et
laetitias tuas (“Y es que he visto, he visto y comprobado a fondo en las distintas etapas de mi
vida no sólo tus inquietudes sino también tus alegrías”, Cic. Att. 1,17,6)
(6) intercedit M. Antonius, Q. Cassius, tribuni plebis (“Interpusieron su veto los tribunos de
la plebe Marco Antonio y Quinto Casio”, Caes. civ. 1,2,1)
En los dos ejemplos de (5), la focalización del concepto verbal se ve acentuada por
la repetición léxica (est... est / uidi... uidi... perspexi), mientras que el Sujeto es en
ambos casos claramente Tópico. En (5a), el orador acaba de hablar (illa) de la
existencia de un poder y providencia divinos. En (5b), en el contexto precedente,
Cicerón ha comentado ya la forma de vida que Ático ha elegido para sí y quiere
enfatizar el hecho de que él mismo ha sido testigo de la trayectoria vital de su amigo.
En (6) es el veto mismo de los tribunos cesarianos la información más relevante, que
supone además una ruptura en la narración de una sesión del senado que hasta ese
momento parecía decantarse hacia los intereses de Pompeyo.
(7a) Est in carcere locus, quod Tullianum appelatur, ubi... (“hay en la prisión un lugar,
llamado Tuliano, donde...”, Sall. Catil. 55,3)
(7b) Relinquebatur una per Sequanos uia, qua... (“quedaba una única ruta, a través de los
secuanos, por donde...”, Caes. Gall. 1,9,1).
Muy importante resulta también el nivel sintáctico en que se insertan los satélites
a la hora de justificar su posición relativa en la oración.
Como es sabido (cf. II.2), determinados satélites (Adjuntos) complementan al
conjunto de la predicación (V + argumentos + otros satélites) sitúando, por ejemplo, un
estado de cosas en unas coordenadas temporales, espaciales, etc. Es el caso de
interim y Romae en (8a). No es casual (y no hay que buscar en ello razones
estilísticas) que sintagmas similares como eo die, illo tempore, etc., las construcciones
de ablativo absoluto (8b) y “cum histórico”, o subordinadas con dum + ind. (8c)
aparezcan con frecuencia al comienzo de frase condicionando, por tanto, el orden
relativo de los términos de la oración a la que complementan:
A su vez, otro tipo de satélites (Disjuntos) aportan información sobre la actitud del
hablante respecto al contenido (veracidad) de una oración en su conjunto, sobre el
(9a) sine dubio, iudices, in hac causa ea res in discrimen adducitur (“sin duda, jueces, en
este proceso se presenta a debate esa cuestión”, Cic. Verr. 2,1,6)
(9b) secundum te nihil est mihi amicius solitudine (“según tú, nada me gusta más que la
soledad”, Cic. Att. 12,15)
Así, de forma general habría que decir que la primera de las categorías
adnominales (cuantificadores y pronombres) precede habitualmente —en
ocasiones por una escasa diferencia— al N, a excepción de los posesivos, partitivos o
gerundivos (Lisón 2001: 107-155). Este hecho, ya señalado por las gramáticas
(Hofmann-Szantyr 1965: 406-409) es importante a la hora de ofrecer datos globales:
así, por ejemplo, en las leyes latinas del s. II a.C. la frecuencia de demostrativos
determina, en gran medida, el orden predominante A-N.
suave) > (4) Velocidad (lento) > (5) Propensión humana (feliz, amable) > (6) Edad
(joven) > (7) Color (blanco) > N. El trabajo de Risselada (1984), que se comenta e
ilustra en IX.3, es un buen ejemplo de la pertienencia de estudios en esta dirección.
(10) nam nos ex omnibus molestiis et laboribus uno illo in loco conquiescimus (“pues yo,
de todos mis trabajos y fatigas, sólo en ese lugar descanso”, Cic. Att. 1,5,7)
En el caso del Genitivo los datos del Cuadro 3 muestran claramente que salvo en
textos vulgares tardíos (Peregrinatio) las dos disposiciones posibles (G-N ó N-G) son
igualmente frecuentes, en contra lo señalado por Rubio (1972), para quien GN era la
disposición no marcada, o por Adams (1976a), que propugnaba un orden para el latín
NG. Tal vez por ello se trata de uno de esos aspectos del orden de palabras menos
estudiado en latín (Lisón 2001: 157).
Al igual que en el caso del adjetivo, resulta poco operativo hablar de un orden no
marcado o habitual a partir de unos datos globales en los que da la impresión de que
todos los genitivos se comportan de forma similar en cuanto al orden de palabras. En
griego clásico, por ejemplo, parece que diferencias semánticas se corresponden con
un orden determinado: los genitivos posesivos o pertinentivos preceden al nombre (G-
N), mientras que los genitivos ablativos o partitivos lo siguen (N-G).
Cabe pensar que también en latín sean pertinentes las diferencias semánticas, del
mismo modo que en el caso del adjetivo. En realidad, ya en los estudios descriptivos
se apuntan algunos criterios de distribución. Así, Marouzeau (1922), por ejemplo,
señala que la disposición G-N no se cumple en el caso de genitivos partitivos (dato
confirmado por Moreno Hernández 1989: 526 en textos de Terencio), posesivos y
gerundios. En este mismo sentido, el reciente estudio de Devine-Stephens (2006: 352-
356) advierte del orden habitual prepuesto de algunos términos en genitivo que —
como caso de posesión inalienable— designan parentesco (filius), mientras que otros
(uxor, auunculus, patruus) tienden a aparecer postpuestos al término que
complementan. Con todo, faltan datos estadísticos y un estudio que no se
circunscriba, de nuevo, a la obra de un solo autor (Cicerón).
También los ejemplos de “secuencias fijas” que aporta Rubio, tanto de la
disposición G-N como N-G, parecen indicar que se está ante genitivos de naturaleza
distinta. Así, por ejemplo, los ejemplos de orden N-G que considera secuencias fijas
(pater familias, ius civitatis, mos maiorum, tribunus plebis, Forum Iulii, etc.) están muy
próximos a los adjetivos determinativos. Señala Rubio (1972 [=1982: 204]) que en
estos casos "la fijación del orden inversivo puede ser debida a una preocupación
definidora". En efecto, en estos casos el G puede determinar, restringir o definir el
ámbito del N, pero no por ello hay una inversión de un orden previamente establecido,
sino que éste es el orden habitual de aquellos genitivos que presentan esta
característica semática.
Junto a su naturaleza semántica, la posición de un G respecto al N puede estar
condicionado por la estructura, más o menos compleja, del sintagma nominal. Se trata
de sintagmas en los que el N aparece determinado, a la vez, por un A y un G, del tipo
ab extremis Galliae finibus (A-G-N) o ad inferiorem partem fluminis Rheni (A-N-G)
(Caes. Gall. 1,1,7). En tales casos, cabrían, a priori, diversos órdenes y, sin embargo,
al menos en la prosa clásica, hay disposiciones claramente prohibidas.
(11a) lectionem sine ulla delectatione neglego (“no me gusta una lectura sin placer”,
Cic. Tusc. 2,7)
(11b) Africa ac legiones in ea... contenta qualicumque principe (“África y las legiones de
esa provincia... se conformaba[n] con cualquier príncipe”, Tac. hist. 1,11,1)
(12) de collegio quis tandem adfuit? (“Procedente de ese colegio, ¿quién se presentó al
final? / ¿Quién del colegio se presentó al final?”, Cic. dom. 117)
(ii) En casi la mitad de los ejemplos analizados (Wharton 1998: 170), y con una
frecuencia de nuevo mayor que los adjetivos, un SP aparece con SNs que presentan
ya otros determinantes: propter defectionem ab Romanis ad Hannibalem (13a),
aduentu in Galliam Caesaris (13b), etc. En tales casos, el SP sigue a su núcleo y,
cuando lo precede, aparece siempre “encerrado” por otro atributo: nullus umquam de
Sulla nuntius (14a), magnae inter Gallos auctoritatis (14b):
(15a) tantus amor in bonos omnis, tantum in rem publicam studium (“un amor tan
grande hacia todos los hombres de bien, una dedicación tal hacía la república", Cic. Flac. 105)
(15b) si bonos et utiles et e republica ciues [uis] (“si realmente quieres como
ciudadanos a gente de bien, valiosos y dignos de la república”, Cic. Phil. 8,13)
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