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El marxismo es el modelo teórico explicativo de la realidad compuesto

principalmente por el pensamiento desarrollado en la obra de Karl


Marx, economista, filósofo y periodista revolucionario alemán de
origen judío,1 quien contribuyó en campos como la sociología, la economía,
el derecho, y la historia; y así como también la serie de pensadores que
complementan o re-interpretan este modelo, tradición que va desde el coeditor de
Marx, Friedrich Engels, hasta otros pensadores como Lenin, León Trotski, Rosa
Luxemburgo, Antonio Gramsci o Georg Lukács. Por lo tanto es correcto hablar de
marxismo como una corriente del pensamiento humano.
Erradamente se asocia la palabra "marxismo" al conjunto de movimientos políticos
y sociales que surgieron durante el siglo XX, entre los que destacaron
la Revolución rusa, la Revolución china y la Revolución cubana. Para estos
movimientos sociales el nombre correcto es "comunismo" o "socialismo". Es
incorrecto plantear estos movimientos como sinónimo de "marxismo", porque ni
todo su componente humano ni todo su doctrina política se basó en el marxismo
como tal.
Los componentes centrales del modelo teórico explicativo marxista son
esencialmente cuatro elementos: En primer lugar el concepto de «lucha de
clases», que es formulado por primera vez en el Manifiesto comunista y que
progresivamente se va transformando en el método de análisis de la historia
humana en torno al concepto de «clase social», «contradicción» y «división social
del trabajo», este método está a la vez basado en la mecánica hegeliana
comúnmente llamada como «dialéctica» (aunque en términos estrictamente
hegelianos se trata de una «lógica ontológica», modelo que a la vez sobrepasa al
concepto hegeliano de dialéctica). Curiosamente, Marx nunca especificó en una
obra en particular cuáles eran los límites globales de este método, ni cuál era el
concepto que él tenía de dialéctica, sin embargo se cita el prólogo de la Crítica de
la economía política de 1859 como su formulación más precisa.
El segundo punto central del modelo teórico marxista es la crítica a la economía
capitalista, el cual es desarrollado extensamente en su obra El capital, compuesto
por tres tomos oficiales y un cuarto tomo editado de manera póstuma bajo el
nombre de Historia crítica de la teoría de plusvalía; en esta obra Marx desarrolla
un modelo alternativo para calcular el concepto de «valor» de la economía
capitalista, basado en el «tiempo de trabajo socialmente necesario» para la
producción de «mercancías». Esta investigación tiene directas consecuencias
políticas, pues la hipótesis marxista probaría que en realidad la sociedad
capitalista se funda en torno al robo del trabajo humano a través del concepto de
«plusvalor», legitimado en el estado de derecho a través de la propiedad privada
sobre los medios de producción y el libre usufructo de esas ganancias.
El tercer punto central es el concepto de «ideología», que es desarrollado por
Marx en sus primeros libros como La ideología alemana y que intenta explicar las
formas de dominación mental de la sociedad capitalista y su relación con la
composición económica de esta. Este concepto es abandonado por Marx para
centrarse por años en el análisis político, sin embargo vuelve a aparecer con
fuerza en su libro El capital bajo el concepto de fetichismo de la mercancía, que
sería una forma de explicar la incapacidad psicológica de una persona de percibir
el «valor de uso» de una mercancía. Este concepto es extremadamente
importante porque describe todas las consecuencias de las formas de producción
de la vida dentro del capitalismo.
El cuarto punto central del modelo teórico marxista es el concepto de
Comunismo
El cual es una teórica y utópica sociedad humana que puede sobrepasar los
límites de la sociedad capitalista formada en la explotación humana. Marx utilizó
muchas veces la palabra, pero jamás explicó cuáles eran sus alcances y
características. Un análisis crítico de la obra de Marx demostraría que él no
hubiera estado dispuesto a describir algo que todavía no existe, por lo tanto el
significado de comunismo se encuentra en una síntesis, tanto como de los
problemas económicos fundamentales encontrados de manera explícita en El
capital, como un análisis de la crítica política-jurídica hecha por Marx a las
instituciones capitalistas.

Engels acuñó el término socialismo científico para diferenciar el marxismo de las


corrientes socialistas anteriores englobadas por él bajo el término socialismo
utópico. También se emplea el término socialismo marxista para referirse a las
ideas y propuestas específicas del marxismo dentro del marco del socialismo.

El objetivo que se propone es que los trabajadores tengan un acceso a los medios
de producción en forma institucionalizada; es decir, utilizando las instituciones
públicas del Estado para que los trabajadores obtengan medios de producción y
evitar que: La burguesía vaya concentrando cada vez más los medios de
producción, la propiedad y la población del país. Reúne a la población, centraliza
los medios de producción (principalmente, las fábricas) y concentra en pocas
manos la propiedad.

Marx no propone la abolición de la propiedad privada, lo cual es un mito


largamente extendido; lo que propone es la abolición del sistema de propiedad
burguesa; claramente mencionado en su Manifiesto comunista:

Lo que caracteriza al comunismo, no es la abolición de la propiedad en general,


sino la abolición del sistema de propiedad burgués. Ya que la burguesía viola la
ley, corrompe las instituciones u otros mecanismos legales para apropiarse de la
propiedad de los trabajadores; por ejemplo, el robo de tierras a indígenas.
Con el acceso a los medios de producción a los trabajadores, el marxismo
concluye que se logrará una sociedad sin clases sociales donde todos vivan con
dignidad, sin que exista la acumulación de propiedad privada sobre los medios de
producción por unas cuantas personas, porque supone que ésta es el origen y la
raíz de la división de la sociedad en clases sociales. Esto implicaría una enorme
competencia y eficiencia en la economía; además, el trabajador no se puede
explotar a sí mismo ni tampoco puede explotar a otro trabajador, porque tiene
también su medio de producción; lo que ocasionaría es que los trabajadores se
organizarían para crear empresas más grandes a través de asociaciones justas;
por tal motivo.
Marx expresa que El precio medio del trabajo asalariado, es el mínimo posible. Es
decir, el mínimo necesario para que el obrero permanezca vivo. Todo lo que el
obrero asalariado obtiene con su trabajo, es pues, lo que estrictamente necesita
para seguir viviendo y reproduciéndose. Nosotros no aspiramos en modo alguno,
a impedir los ingresos generados mediante el trabajo personal, destinados a
adquirir los bienes necesarios para la vida. Y recalca en su Manifiesto Solo
aspiramos, a destruir el carácter ignominioso de la explotación burguesa, en la que
el obrero solo vive para multiplicar el capital. Así entonces, el trabajador o
trabajadores serán dueños de sus propios negocios, iniciando un elevado
comercio; por esa razón en el Manifiesto especifica que El comunismo no priva a
nadie del poder adquirir bienes y servicios.

Marx considera que cada país tiene sus particularidades y por tanto las medidas
para proveer a los trabajadores de medios de producción pueden ser diferentes y
que al principio parecerán que no son suficientes. Marx tiene en claro la ley de la
escasez, y por ende, la distribución de medios de producción en forma
institucionalizada y legal se dará poco a poco en una transición lenta pero efectiva;
por tal motivo concluye en su Manifiesto. Por medio de medidas, que aunque de
momento parezcan económicamente insuficientes e insostenibles, en el transcurso
del movimiento serán un gran resorte propulsor, y de las que no puede
prescindirse, como medio para transformar todo el régimen de producción
vigente".

En conclusión, Marx propone el uso de las instituciones del Estado, como por
ejemplo, el uso de los impuestos para financiar la compra y distribución de los
medios de producción a los trabajadores, que al paso del tiempo formará un
mercado de competencia perfecta.
Las raíces filosóficas del marxismo

Primera edición del Manifiesto del Partido Comunista.


Marx tuvo dos grandes influencias filosóficas: la de Feuerbach, que le aportó y
afirmó su visión materialista de la historia, y la de Hegel, que inspiró a Marx acerca
de la aplicación de la dialéctica al materialismo. Aunque para su trabajo de
disertación doctoral eligió la comparación de dos grandes filósofos materialistas de
la antigua Grecia, Demócrito y Epicuro, Marx ya había hecho suyo el método
hegeliano, su dialéctica. Ya en 1842 había elaborado su Crítica de la filosofía del
derecho de Hegel desde un punto de vista materialista. Pero a principios de la
década de 1840, otra gran influencia filosófica hizo efecto en Marx: la de
Feuerbach, especialmente con su obra La esencia del cristianismo. Tanto Marx
como Engels abrazaron la crítica materialista de Feuerbach al sistema hegeliano,
aunque con algunas reservas. Según Marx, el materialismo feuerbachiano era
inconsecuente en algunos aspectos, idealista. Fue en las Tesis sobre
Feuerbach (Marx, 1845) y La ideología alemana (Marx y Engels, 1846) donde
Marx y Engels ajustan sus cuentas con sus influencias filosóficas y establecen las
premisas para la concepción materialista de la historia.
Si en el idealismo de Hegel la historia era un devenir de continuas contradicciones
que expresaban el autodesarrollo de la Idea Absoluta, en Marx son el desarrollo
de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción las que determinan el
curso del desarrollo socio-histórico. Para los idealistas el motor de la historia era el
desarrollo de las ideas. Marx expone la base material de esas ideas y encuentra el
hilo conductor del devenir histórico.

Influencias intelectuales en Marx y Engels


Marx y Engels se basaron en la filosofía alemana de Hegel y de Feuerbach,
la economía política inglesa de Adam Smith y de David Ricardo, y el socialismo y
comunismo francés de Saint-Simon y Babeuf respectivamente, para desarrollar
una crítica de la sociedad que fuera tanto científica como revolucionaria. Esta
crítica alcanzó su expresión más sistemática en su obra más importante dedicada
a la sociedad capitalista, El capital: crítica de la economía política.
Además de las raíces mencionadas, algunos pensadores marxistas del siglo XX,
como Louis Althusser o Miguel Abensour, han señalado en la obra de Marx, el
desarrollo de temas presentes en la obra de Maquiavelo o Spinoza. También
diversos sociólogos y filósofos, como Raymond Aron y Michel Foucault, han
rastreado en la visión marxista del final del feudalismo como comienzo del
absolutismo y la separación del Estado y la sociedad civil, la influencia
de Montesquieu y Tocqueville, en particular en sus obras sobre el bonapartismo y
la lucha de clases en Francia.
Karl Marx.

La concepción materialista de la historia


Marx resumió la génesis de su concepción materialista de la historia
en Contribución a la crítica de la economía política4 (1859):
El primer trabajo emprendido para resolver las dudas que me azotaban, fue una
revisión crítica de la filosofía hegeliana del derecho, trabajo cuya introducción
apareció en 1844 en los Anales franco alemanes, que se publicaban en París. Mi
investigación me llevó a la conclusión de que, tanto las relaciones jurídicas como
las formas de Estado no pueden comprenderse por sí mismas ni por la llamada
evolución general del espíritu humano, sino que, por el contrario, radican en las
condiciones materiales de vida cuyo conjunto resume Hegel siguiendo el
precedente de los ingleses y franceses del siglo XVIII, bajo el nombre de
“sociedad civil”, y que la anatomía de la sociedad civil hay que buscarla en la
economía política.
En Bruselas, a donde me trasladé a consecuencia de una orden de destierro
dictada por el señor Guizot, proseguí mis estudios de economía política
comenzados en París. El resultado general al que llegué y que una vez obtenido
sirvió de hilo conductor a mis estudios puede resumirse así: en la producción
social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e
independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una
fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto
de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad,
la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que
corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción
de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en
general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el
contrario, el ser social es lo que determina su conciencia.
Al llegar a una fase determinada de desarrollo las fuerzas productivas materiales
de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes
o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de
propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de
desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas
suyas, y se abre así una época de revolución social.
Al cambiar la base económica se transforma –más o menos rápidamente– toda la
inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian esas
transformaciones hay que distinguir siempre entre los cambios materiales
ocurridos en las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse
con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas,
religiosas, artísticas o filosóficas, en una palabra las formas ideológicas en que los
hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo. Y del
mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de sí, no
podemos juzgar tampoco a estas épocas de transformación por su conciencia,
sino que, por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las
contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas
productivas sociales y las relaciones de producción.
Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las
fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más
elevadas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para
su existencia hayan madurado dentro de la propia sociedad antigua. Por eso, la
humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar,
porque, mirando mejor, se encontrará siempre que estos objetivos sólo surgen
cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales
para su realización. A grandes rasgos, podemos designar como otras tantas
épocas de progreso en la formación económica de la sociedad el modo de
producción asiático, el antiguo, el feudal y el moderno burgués.
Las relaciones burguesas de producción son la última forma antagónica del
proceso social de producción; antagónica, no en el sentido de un antagonismo
individual, sino de un antagonismo que proviene de las condiciones sociales de
vida de los individuos. Pero las fuerzas productivas que se desarrollan en la
sociedad burguesa brindan, al mismo tiempo, las condiciones materiales para la
solución de este antagonismo. Con esta formación social se cierra, por lo tanto, la
prehistoria de la sociedad humana.

La economía marxista

Los economistas burgueses criticados por Marx.


La economía política es esencial para esta visión, y Marx se basó en los
economistas políticos más conocidos de su época, los economistas políticos
clásicos británicos, para ulteriormente criticar su forma de pensar. La economía
política, que es anterior a la división que se hizo en el siglo XX de las dos
disciplinas, trata las relaciones sociales y las relaciones económicas
considerándolas entrelazadas. Marx siguió a Adam Smith y a David Ricardo al
afirmar que el origen de los ingresos en el capitalismo es el valor agregado por los
trabajadores y no pagado en salarios. Esta teoría de la explotación la desarrolló
en El capital, investigación dialéctica de las formas que adoptan las relaciones de
valor.
En su labor política y periodística, Marx y Engels comprendieron que el estudio de
la economía era vital para conocer a fondo el devenir social. Fue Marx quien se
dedicó principalmente al estudio de la economía política una vez que se mudó
a Londres. Marx se basó en los economistas más conocidos de su época, los
británicos, para recuperar de ellos lo que servía para explicar la realidad
económica y para superar críticamente sus errores.
Vale aclarar que la economía política de entonces trataba las relaciones sociales y
las relaciones económicas considerándolas entrelazadas. En el siglo XX esta
disciplina se dividió en dos.
Marx siguió principalmente a Adam Smith y a David Ricardo al afirmar que el
origen de la riqueza era el trabajo y el origen de la ganancia capitalista era el plus
trabajo no retribuido a los trabajadores en sus salarios. Aunque ya había escrito
algunos textos sobre economía política (Trabajo asalariado y capital de
1849, Contribución a la Crítica de la Economía Política de 1859, Salario, precio y
ganancia4 de 1865) su obra cumbre al respecto es El capital.
El capital ocupa tres volúmenes, de los cuales sólo el primero (cuya primera
edición es de 1867) estaba terminado a la muerte de Marx. En este primer
volumen, y particularmente en su primer capítulo (Transformación de la mercancía
en dinero), se encuentra el núcleo del análisis marxista del modo de producción
capitalista. Marx empieza desde la «célula» de la economía moderna,
la mercancía. Empieza por describirla como unidad dialéctica de valor de
uso y valor de cambio. A partir del análisis del valor de cambio, Marx expone
su teoría del valor, donde encontramos que el valor de las mercancías depende
del tiempo de trabajo socialmente necesario para producirlas. El valor de cambio,
esto es, la proporción en que una mercancía se intercambia con otra, no es más
que la forma en que aparece el valor de las mercancías, el tiempo de trabajo
humano abstracto que tienen en común. Luego Marx nos va guiando a través de
las distintas formas de valor, desde el trueque directo y ocasional hasta el
comercio frecuente de mercancías y la determinación de una mercancía como
equivalente de todas las demás (dinero).
Así como un biólogo utiliza el microscopio para analizar un organismo, Marx utiliza
la abstracción para llegar a la esencia de los fenómenos y hallar las leyes
fundamentales de su movimiento. Luego desanda ese camino, incorporando
paulatinamente nuevo estrato sobre nuevo estrato de determinación concreta y
proyectando los efectos de dicho estrato en un intento por llegar, finalmente, a una
explicación integral de las relaciones concretas de la sociedad capitalista
cotidiana. En el estilo y la redacción tiene un peso extraordinario la herencia de
Hegel.
La crítica de Marx a Smith, Ricardo y al resto de los economistas burgueses reside
en que sus análisis económicos son a histórico (y por lo tanto, necesariamente
idealista), puesto que toman a la mercancía, el dinero, el comercio y
el capital como propiedades naturales innatas de la sociedad humana, y no como
relaciones sociales productos de un devenir histórico y, por lo tanto, transitorias.
Junto con la teoría del valor, la ley general de la acumulación capitalista, y la ley
de la baja tendencial de la tasa de ganancia, son otros elementos importantes de
la economía marxista.
Análisis de clases

Los marxistas consideran que la sociedad capitalista se divide en clases sociales,


de las que toman en consideración principalmente dos:

 La clase trabajadora o proletariado: Marx definió a esta clase como «los


individuos que venden su mano de obra y no poseen los medios de
producción», a quienes consideraba responsables de crear la riqueza de una
sociedad (edificios, puentes y mobiliario, por ejemplo, son construidos
físicamente por miembros de esta clase; también los servicios son prestados
por asalariados).
 La burguesía: quienes «poseen los medios de producción» y emplean al
proletariado. Constituyen la clase mercantil por excelencia: su riqueza proviene
de la administración intelectual de los negocios. Se apropian del excedente
económico de toda la sociedad por el mecanismo de la plusvalía, capaz de
confiscar de forma no coercitiva (mercantil, racional) el valor trabajo, pilar de
todo valor y riqueza.
Existen otras clases que integran aspectos de las dos principales, o que estando
asociadas a alguna, manifiestan nuevos rasgos propios particulares.

 El lumpen proletariado: los que viven en pobreza extrema y no pueden hallar


trabajo con regularidad. Abarca desde la amplia masa de indigentes
desocupados y/o con trabajos precarios, hasta sectores en extremo marginales
como las prostitutas y los soldados del crimen organizado, etc.
 La pequeña burguesía: forma parte del pueblo trabajador, pero en menor o
mayor medida su trabajo crea capital y encuentra en él su sostén, aunque en
niveles de acumulación siempre muy inferiores al de la gran burguesía. Este
capital genera los más diversos segmentos sociales, según sea principalmente
intelectual (profesionales), o mercantil (pequeños comerciantes), o inmobiliario
(pequeños y medianos campesinos, rentistas urbanos) o financiero (pequeños
especuladores) o directamente industrial (pequeños empresarios).

El marxismo y la religión
El marxismo ha sido tradicionalmente opuesto a todas las religiones. Marx escribió
al respecto que "«el fundamento de la crítica irreligiosa es: el ser humano hace la
religión; la religión no hace al hombre» y la frase cuyo final se haría célebre:
La miseria religiosa es, por una parte la expresión de la miseria real y, por la otra,
la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el
corazón de un mundo sin corazón, así como es el espíritu de una situación carente
de espíritu. Es el opio del pueblo.
La referencia al opio ha prestado a una interpretación vulgar ya que éste no es
como suele suponerse, un estupefaciente ni tampoco un alucinógeno, sino un
narcótico analgésico. Este equívoco del lector contemporáneo ha derivado en una
confusión frecuente respecto de la sentencia marxista, según la cual parecería que
Marx despreciaba la religión.6 La cita completa revela el porqué de la referencia a
un opiáceo: jamás pretende que la religión se considere una forma de degradación
intelectual ni tampoco una mera ilusión generada por las clases dominantes
(interpretación no marxista que suprimiría la idea que éste tenía de la ideología,
esto es, la ilusión de universalidad dentro de cada clase), sino que la religión sea,
por el contrario, el anestésico necesario de la sociedad entera frente a la
alienación social y de las clases oprimidas frente a sus condiciones materiales de
existencia.
En Marx, la crítica de la religión no es una defensa del ateísmo, sino la crítica de la
sociedad que hace necesaria a la religión. La supresión de estas condiciones y la
realización plena de la comunión humana se desvincula de la condición biológica,
proyectándose «al cielo» como intervención divina en una parusía futura,
particularmente en el especial caso del cristianismo,7 en vez de construirse
políticamente mediante la abolición de la propiedad privada y la división del
trabajo. El fundamento filosófico del rechazo marxista de la religión ha estado
vinculado al desarrollo del materialismo dialéctico por parte de Engels y Lenin.
En cualquier caso, ha habido diversos teóricos que consideran que ser marxista y
religioso es compatible. Dentro de ellos se puede señalar al irlandés James
Connolly y a diversos autores dentro de la teología de la liberación como Camilo
Torres y Leonardo Boff. Pero la crítica teórica hacia cualquier religión se basa en
que ésta es concebida como el resultado de la producción de la superestructura
de la sociedad, es decir, de la fabricación de ideas ideológicas que se hace una
sociedad sobre sus propios modos de producción económicos. Así, la religión
siempre es una concepción de ideas políticas que tienden a reafirmar la estructura
económica existente. Los textos marxistas donde se puede encontrar información
sobre la concepción marxista de la religión son: La ideología alemana de Marx y
Engels, y La filosofía como arma de la revolución de Louis Althusser. Marx
describe a la religión como un ente alienador, el cual le pone como meta alcanzar
a Dios, situación imposible para un humano pues Dios es la esencia humana
deificada, es decir: la humanidad le ha dado sus mejores características a Dios. La
religión haría conformista al hombre y lo obligaría a no luchar en este mundo, pues
este es solo un preludio del verdadero. La síntesis cristiano-marxista de los
teólogos de la liberación replica que el marxismo no implica este aserto y que, de
ser así, también las clases dominantes impregnadas de espíritu religioso serían
conformistas respecto de su existencia material e incluso serían pasivas frente a
un conflicto con otras clases sociales. Para estos, en cambio, la religión –y en
particular la cristiana– siempre exige una lucha en este mundo en función de una
comunidad religiosa: sea con o sin clases dependiendo de cómo se la entienda
políticamente. Debe recordarse que para el catolicismo la resurrección es el
regreso al edén en la tierra y que, aunque dependa de Dios, ningún esfuerzo
individual tendría sentido si estuviera coronado por una muerte sin retorno (incluso
si la realización plena de la humanidad pudiera hacerse sólo socialmente y no
biológicamente como en la resurrección cristiana), ya que la salvación de cada
hombre de acuerdo a su esfuerzo dentro del alienado mundo presente sólo puede
ser asegurado con la eternidad y la participación en el mundo venidero. Esto es
igualmente cierto tanto para el ideario de autorrealización personal de la derecha
cristiana (calvinista o al menos reconciliada con la burguesía), como para la lucha
de clases de la izquierda cristiana (marxista o no), como para las originarias
posiciones ascéticas y apolíticas del cristianismo primitivo. Estas últimas en
particular dieron forma estamental a la dicotomía interna entre la vida económica y
la religiosa del occidente medieval extramundano y a su peculiaridad histórica de
fusión entre «sociedad civil» y «sociedad política» descrita con atención por Marx
en su obra Sobre la cuestión judía, cuya visión llegaría, junto con la opuesta
de Nietzsche, a Max Weber, y que entroncaría en el debate marxista-weberiano
sobre la influencia económica de la religión.
En su versión más ortodoxa, la interpretación marxista de la religión sería la de
una forma de alienación cuya consecuencia para el hombre sería perder sus
virtudes para adjudicárselas a un inventado ser supremo. Según Karl Marx, esto
es lo que ocurriría en particular con la religión monoteísta: el hombre toma toda
virtud que posee y toda idealización metafísica posible, y se la atañe a un ser
supremo de su propia creación, devaluándose a sí mismo y dedicando su ser y
propio destino a su voluntad y una trascendencia irreal posibilitada por su
existencia.

Partidos, movimientos y gobiernos inspirados en el marxismo

Desde la muerte de Marx en 1883, varios grupos del mundo entero han apelado al
marxismo como base intelectual de sus políticas, que pueden ser radicalmente
distintas y opuestas. Una de las mayores divisiones ocurrió entre los reformistas,
también denominados socialdemócratas, que alegaban que la transición
al socialismo puede ocurrir dentro de un sistema pluripartidista y capitalista, y
los comunistas, que alegaban que la transición a una sociedad socialista requería
una revolución para instaurar la dictadura del proletariado. La socialdemocracia
resultó en la formación del Partido Laborista y del Partido Socialdemócrata de
Alemania, entre otros partidos; en tanto que el comunismo resultó en la formación
de varios partidos comunistas; en 1918 en Rusia, previo a la formación de la Unión
de Repúblicas Socialistas soviéticas, dimanan dos partidos del Partido Obrero
Social Demócrata de Rusia: el Partido Comunista, formación comunista, y el
Partido Social Demócrata de Rusia.
En la actualidad sigue habiendo muchos movimientos revolucionarios y partidos
políticos en todo el mundo, desde el final de la Unión Soviética, aunque el
internacionalismo obrero ha sufrido una grave crisis. Aunque hay partidos
socialdemócratas en el poder en varias naciones de Occidente, hace mucho que
se distanciaron en aspectos relevantes de sus lazos históricos con Marx y sus
ideas. En la actualidad en Laos, Corea del Norte, Vietnam, Cuba, la República
Popular China y Moldavia hay en el poder gobiernos que se autoproclaman
marxistas.
Muchos gobiernos, partidos políticos, movimientos sociales y teóricos académicos
han afirmado fundamentarse en principios marxistas. Ejemplos particularmente
importantes son los movimientos socialdemócratas de la Europa del siglo XX,
el bolchevismo ruso, la Unión Soviética (Lenin, Trotsky, Stalin) y otros países del
bloque oriental, Mao Zedong, Fidel Castro, Ernesto "Che"
Guevara, Santucho, Kwame Nkrumah, Julius Nyerere, Thomas Sankara y otros
revolucionarios en países agrarios en desarrollo. Estas luchas han agregado
nuevas ideas a Marx y, por lo demás, han transmutado tanto el marxismo que
resulta difícil especificar el núcleo de éste. Actualmente las transformaciones
socio-económicas han obligado a repensar al marxismo en una línea
llamada posmarxismo en la cual se encuentran autores como Ernesto
Laclau y Chantal Mouffe.
La Revolución de octubre de 1917, encabezada por los bolcheviques (cuyas
figuras principales eran Vladímir Lenin y León Trotsky) fue el primer intento a gran
escala de poner en práctica las ideas socialistas de un Estado obrero.
Se suceden otra serie de gobiernos o dobles poderes obreros de relativamente
breve duración, impulsados por revueltas proletarias con activa participación de
los partidos comunistas locales, inspirados en el modelo de república de consejos
obreros. La mayoría de estos son aplastados por las fuerzas de la reacción
capitalista de las distintos gobiernos y potencias burguesas y fracasan. Son el
caso de la Revolución de noviembre de 1918, encabezada por
los espartaquistas en Alemania, la República Soviética Húngara de 1919,
la República Soviética Bávara de 1919, el bienio rojo o movimiento de consejos de
fábrica del norte de Italia de 1919 a 1920, el Sóviet de Nápoles, la República
Socialista Soviética Galiciana en 1920, la República Popular Soviética de
Bujará de 1920 a 1925, la República Socialista Soviética de Persia o República
Soviética de Gilan, de 1920 a 1921, etc.
Tras morir Lenin, Iósif Stalin se había hecho con una gran concentración de poder
en sus manos en el seno del Partido Comunista y del Estado soviético, el cual fue
fortaleciendo en detrimento de los propios soviets (ya de por sí debilitados durante
el hambre, la bancarrota económica y las masacres ocasionadas por la Guerra
Civil Rusa). Hasta su muerte, numerosas purgas se vivieron en la URSS, bajo
consignas tales como la "lucha contra el trotskismo", "los sabotajes", o "los
agentes del fascismo", en las que se logró inhabilitar a los principales elementos
críticos del PCUS y la sociedad soviética, muchos de ellos comunistas, testigos
directos de la Revolución y opositores en mayor o menor medida a la deriva
burocrática y la concentración de poderes que se estaba generando en seno de la
URSS, encarnada en una casta de funcionarios y burócratas del partido, cuya
divergencia de intereses respecto a la clase trabajadora y el peligro que
entrañaban para la revolución obrera comienzan a manifestarse desde la primera
mitad de los años 20, aún en vida del propio Lenin. Dichas purgas sólo logran
fortalecer el poder de la nueva dirección del PCUS, encabezada ahora por Stalin,
y pronto se extenderán a las secciones nacionales del Komintern, que, a nivel
internacional, comienza a ser dirigido desde el comisariado de asuntos exteriores
en Moscú.
Aunque llevaron a cabo pequeñas aportaciones teóricas al marxismo, Stalin y sus
seguidores se caracterizan por haber dado cobertura ideológica a sus métodos y
posicionamientos tácticos y políticos, encaminados al fortalecimiento del control
sobre los medios de producción y administración del Estado por parte de la
burocracia y dirección central del partido, a través de la falsificación o la
adaptación de los principios ideológicos del marxismo y del leninismo a sus
propios fines. Esto derivará en un sistema de gobierno y pensamiento formulado
bajo el nombre de marxismo-leninismo (si bien sus críticos dentro del leninismo
rechazan que se lo denomine de esta forma y reclaman para sí esta
denominación) y la teoría del socialismo en un solo país, también
llamado estalinismo, considerado por sus críticos marxistas como un alejamiento o
distorsión de los postulados y principios de la tradición marxista y pensadores
como Marx, Engels o Lenin; particularmente insistentes en esta postura son
aquellas corrientes basadas en los planteamientos de Trotsky y Lenin (trotskismo)
y las del denominado comunismo de izquierda, el marxismo libertario o
el comunismo de consejos, también críticos en este sentido con la denominada
corriente del leninismo (y por ende el trotskismo). A raíz de la muerte de Stalin,
esta burocracia termina por acaparar el poder y afianzarse en la
llamada nomenklatura. Ésta comenzará a medio plazo un proceso de progresiva
liberalización de la economía, que culminará con la perestroika.
Al final de la II Guerra Mundial se produjo una expansión, por la vía militar, del
poder político de la URSS, que se consolidó mediante el establecimiento de los
llamados Estados satélites o del Pacto de Varsovia, en los países del Este que
quedaron bajo su zona de influencia tras los acuerdos de Yalta y de Potsdam.
Estos Estados reprodujeron estructuras políticas y sociales y tipos de economía y
de gobierno muy similares a los de la Unión Soviética. Fueron gobernados
mediante la formación de Partidos Comunistas, encuadrados en la Komintern, y
adscritos a las fórmulas del marxismo-leninismo oficial. Algunos de los partidos
adscritos a la Internacional Comunista que llegaron a formarse por sí mismos,
lograron a la postre tomar el poder a través de insurrecciones guerrilleras y, en
algunos casos, con bastante apoyo popular, y establecer un estado que seguía el
modelo marxista-leninista oficial. Estas naciones comprendían a la República
Popular China, Vietnam, Corea del Norte, Yugoslavia, Albania, Etiopía, Yemen del
Sur, Angola, y otros. Después de la invasión militar por parte
de Vietnam de Kampuchea Democrática, gobernada por el Jemer Rojo, un
gobierno de estructura similar a aquél será establecido en Camboya.
En Chile, el gobierno de la Unidad Popular, encabezado por Salvador Allende, que
duró desde 1970 hasta el golpe de estado de 1973, tenía una fuerte inspiración
marxista. Si bien cambió radicalmente las formas de lucha conocidas al concretar
un gobierno por la vía electoral, la revolución a la chilena buscaba la
transformación de la sociedad hacia el socialismo. Al mismo tiempo, la coalición
que llevó a Allende al gobierno estaba construida por la unión del Partido
Comunista y el Partido Socialista, ambos declarados marxistas-leninistas en ese
tiempo.
En 1991, la Unión Soviética se disolvió y el nuevo Estado ruso ya no se identificó
con el marxismo. Otras naciones del mundo siguieron el mismo camino.
Actualmente el socialismo científico ha dejado de ser una fuerza política
prominente en la política mundial. China, donde gobierna el Partido Comunista,
relajó su concepción económica del marxismo en 1978 avanzando
progresivamente hacia un sistema económico más cercano al libre comercio. Este
proceso continúa hoy en día.
Desde el comienzo de la democracia en España, en 1975, el PSOE se presentó a
las elecciones como un partido marxista, proclamándose primera fuerza de
oposición en el gobierno. Posteriormente, en 1982, con Felipe González a la
cabeza, el PSOE abandonó su postura marxista; ese mismo año el partido ganó
las elecciones.

Corrientes surgidas del marxismo

Durante el siglo XIX y sobre todo en el siglo XX, el marxismo se divide en varias
corrientes, algunos se alejan con fuerza:

 El Auto Marxismo.
 El leninismo o marxismo-leninismo (incluyendo el trotskismo, el estalinismo y
otras corrientes relacionadas).
 La izquierda comunista (incluyendo luxemburguismo y el comunismo de
consejos).
 La socialdemocracia
 El marxismo libertario
 El marxismo autónomo (incluyendo el operaismo, que consiste en un análisis y
movimiento político heterodoxo y antiautoritario cuyo análisis empieza por
observar el poder activo de la clase obrera para transformar las relaciones de
producción).
Criticas al marxismo

El marxismo, tomado como cosmovisión, implica por su propia naturaleza un


sistema de pensamiento y un sistema de organización política dirigido a la
realización particular y socialmente consciente de un orden social mediante la
planificación central de la economía (un socialismo políticamente establecido) que
según éste es un necesario paso de la historia del hombre. El marxismo funciona,
según su propia doctrina, a manera de catalizador e impulsor de la transición para
la clase que de otra manera no podría ver edificado para sí el socialismo y la
realización posterior del comunismo. Es por esto que es difícil de separar a sus
más importantes críticos en categorías, siendo que estos se han confrontado por
separado o a la vez con los regímenes marxistas instaurados por
diferentes partidos únicos, usualmente comunistas, con los movimientos que los
llevaron al poder y con la teoría marxista del mundo (i.e., el materialismo dialéctico
y el materialismo histórico), sin que nunca termine de quedar suficientemente claro
si estos tres aspectos del marxismo son verdaderos corolarios.
En términos generales se puede, sin embargo, diferenciar a efectos prácticos las
críticas al marxismo por las disciplinas de estudio más comprometidas en ellas.
Antropológicamente, el marxismo se confrontaría con el darwinismo quien
rechazaría que dicha teoría se analogara con el materialismo histórico 8 y
con Sigmund Freud quien llegaría decir que "las obras de Marx, como una fuente
de revelación, han tomado el lugar de la Biblia y el Corán, a pesar de que éstas no
están más libres de contradicciones y oscuridades que aquellos antiguos libros
sagrados"9 En contraposición a la antropología del americano Lewis H.
Morgan que Marx y Engels hicieran suya en El origen de la familia y según la cual
todas las economías primitivas serían de carácter comunista, la antropología
contemporánea de autores como Bronisław Malinowski y Fustel de
Coulanges entre otros, presenta una visión casi opuesta del origen de la propiedad
privada, que es resumida en la obra del historiador Richard Pipes Propiedad y
libertad. Respecto de la noción marxista de "ideología de clase", el autor liberal-
conservador Kenneth Minogue fue uno de los primeros en invertirla en La teoría
pura de la ideología, volviendo contra las propias doctrinas sistémico-clasistas
(que tratan de "ideológico" a todo pensamiento) la acusación de reificación
ideológica por parte de intereses revolucionarios en una lucha de clases cuya
existencia no puede ser puesta en duda sin apelar a una instancia neutral.

El sociólogo clásico Max Weber continuaría la afirmación de Engels acerca de la


evolución propia, autónoma e interactiva de cada uno de los factores
determinantes del progreso histórico, pero insistiría en que no podría haber
entonces un determinante económico-tecnológico de última instancia: si se acepta,
con Engels, que la historia es la suma de todos estos factores entonces
necesariamente la influencia recíproca de fuerzas en un todo debe implicar que, si
la religión y la cultura no se adaptan necesariamente a la producción económica,
la economía como producción debe adaptarse a estas. Implícitamente en su
obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo se demostró la
independencia de la superestructura ideológica respecto a la infraestructura
tecnológica, tesis usualmente malentendida como una suerte de reverso del
marxismo, como sí sería el caso del espiritualismo histórico de Werner Sombart.
Esta exposición weberiana creó un cisma dentro de la sociología académica
respecto del marxismo más dogmático, y la apertura a posiciones más complejas
como la del historiador Eric Hobsbawm o las amistosamente separadas del
marxismo como las esbozó el sociólogo analítico Charles Wright Mills.
El economista y sociólogo austríaco Joseph Schumpeter revisó los orígenes del
capitalismo y rechazó la noción marxista de acumulación originaria como una
contradicción autorreferente que requiere capital inicial para la actividad de una
supuesta burguesía violenta originaria. A su vez, el institucionalista Douglass
North ha ofrecido en sus estudios una revisión paralela de la historia del
capitalismo que ha sido tenido muy en cuenta entre los historiadores marxistas.
La deontología marxista respecto de la praxis revolucionaria se enfrentaría a
serios problemas filosóficos que intentarían ser resueltos por pensadores
como Sartre desde una vía existencialista. Éticamente Marx llegó a considerar que
"un fin que requiere medios injustificables no es un fin justificable",11 sin embargo
dentro del marxismo como sistema la moral es en sí misma consecuencia ya que
en éste los fines juzgan a los medios, luego toda justificación depende de su
funcionalidad para un fin determinado (fin que tampoco es juzgado desde un set
de principios morales salvo el interés "históricamente determinado" de un grupo de
pertenencia: en su caso, una clase social). Contra este historicismo
predeterminado (con sus contradicciones éticas para un interés individual
enfrentado al interés del progreso histórico), el epistemólogo y filósofo Karl
Popper realizaría sus más agudas críticas en La sociedad abierta y sus enemigos,
obra que podría considerarse a su vez una de las principales réplicas globales al
marxismo, y que junto con las objeciones de Bertrand Russell sería la más
representativa de entre las críticas epistemológicas al marxismo como un "dogma
reforzado" imposible de ser puesto a prueba mediante falsación, lo que llevaría a
muchos marxistas a volcarse a una posición epistemológica en las ciencias en
general cercana a la de Thomas Kuhn por la cual las contradicciones del
marxismo deberían ser probadas dentro de la misma teoría, y no frente a hechos
que serían en sí expresiones de una carga teórica previa.
En lo económico, V. K. Dmitriev en 1893, y Ladislaus von Bortkiewicz en 1906-
07 y subsecuentes críticos expusieron que la teoría del valor de Marx y su ley de
tendencia a la baja en la tasa de beneficio eran internamente inconsistentes.
Como contrapropuesta, los más importantes economistas marxistas y/o sraffianos,
tales como Paul Sweezy, Nobuo Okishio, Ian Steedman, John Roemer, Gary
Mongiovi y David Laibman, propusieron sus propias versiones correctas de lo que
debería ser la economía marxista abandonando como inadecuado el intento de
Marx.
El capital para el mismo fin, confrontándose así con los marxistas que defienden a
aquel y que en respuesta se apoyan en una segunda teoría desarrollada a fines
del siglo XX para interpretar, según ellos en forma más adecuada, las últimas
obras de Marx.
En el ambiente académico las críticas a la teoría económica de Marx derivaron
principalmente de su incompatibilidad (nunca resuelta por ninguna de las partes)
con los descubrimientos microeconómicos del marginalismo. El conflicto con la
visión marxista de la producción tomó forma en la obra de dos de los más
importantes sistematizadores del marginalismo, representantes de las variantes
austríaca y británica: primero Eugen von Bohm-Bawerk, que dirigiría las más
conocidas críticas a la teoría del valor-trabajo y con ésta la explotación por
adquisición de plusvalía, tanto dentro de la teoría marxista ,como desde el
subjetivismo austríaco (por el cual incluso los costos dependen de la demanda); y
luego Alfred Marshall que insistiría en la utilidad del capital y la gestión en la
creación del valor, así como la consideración de la demanda como autónoma de la
oferta aunque ésta se reconozca determinada por los costos.
Desde la macroeconomía, John Maynard Keynes llegaría a decir que El capital era
"un manual obsoleto" al cual no sólo encontraba "científicamente equivocado sino
además sin interés o aplicación para el mundo moderno", consideración que Joan
Robinson criticaría como consecuencia de una pobre lectura de Marx, así como
de Say. Una aproximación macroeconómica compatible con el marxismo fue
esbozada por el economista polaco Michał Kalecki.
Respecto a la aplicación práctica del método marxista y a sus resultados políticos,
las críticas usuales han sido menos a la doctrina marxista y más a los aspectos
empíricos contra el movimiento Comunista y sus regímenes. Estas críticas se
sostienen en términos humanistas y objetan el sacrificio en vidas humanas en
persecuciones sociales y políticas, y además sólo se han dirigido al
fenómeno totalitario como una situación circunstancial impuesta deliberadamente
por los dirigentes marxistas, o sea, como un fenómeno aislado o al menos aislable
de la teoría. Sin embargo algunas de estas críticas han tenido una dimensión
teórica (especialmente por parte de liberales clásicos como Mises, Hayek, Isaiah
Berlin y Raymond Aron, y anarquistas como Proudhon, Bakunin, Piotr Kropotkin y
Noam Chomsky),según las cuales el fracaso político del totalitarismo, la
interdependencia entre la falta de propiedad personal y libertad personal, el
colapso de la planificación centralizada de la economía y la doctrina marxista-
leninista serían elementos inseparables y codependientes, por lo cual, o la teoría
marxiana del progreso histórico debe de estar equivocada y la dictadura científica
pasaría a ser una profecía autocumplida con resultados perjudiciales para la clase
obrera, o bien la noción de un "necesario progreso histórico" puede ser
mayormente verdadera pero sin embargo el marxismo la habría malinterpretado a
su favor: esta última opción sería planteada por el heredero de la crítica hegeliana
al marxismo de Alexandre Kojève, el neoconservadorFrancis Fukuyama.
Finalmente, diversos autores de orientación centrista y socialdemócrata han hecho
profundas reflexiones críticas de las bases filosóficas del marxismo, a
saber Jürgen Habermas Hannah Arendt Anthony Giddens, y particularmente –por
recordar las implicancias de que las relaciones sociales de producción no pueden
determinar la superestructura jurídico-política ya que la presuponen– el jurista y
pensador político Hans Kelsen quien, en su libro La teoría comunista del derecho y
el Estado, realizaría la que tal vez pueda considerarse la objeción más incisiva a
casi todos los aspectos relevantes de la doctrina marxista, tanto en sus facetas
políticas, su teoría jurídica e institucional, social y económica.

Conceptos y nociones abstractas principales de Karl Marx

Marx, observador de la evolución de las sociedades humanas


El concepto de clase social no fue inventado por Karl Marx, sino por los fundador
de la economía política ](Adam Smith), los fundadores de la tradición de la historia
política francesa (Alexis de Tocqueville), y de la historia de la revolución
francesa (Guizot, Mignet, Thierry). Para los teóricos ingleses, los criterios de
identidad de una clase social, se encuentran en el origen de los ingresos: los tipos
de ingresos, la renta de la tierra, las ganancias y los salarios. Estos tres grupos
son los principales para la nación; terratenientes, trabajadores y empresarios.
Entre los pensadores franceses, el término de “clase” es un término político. Por
ejemplo para autores como Tocqueville, existen diferencias entre clases cuando
los diversos grupos sociales compiten por el control de la sociedad.
Por lo tanto, Marx toma prestado de los economistas clásicos la idea implícita de
clases como un factor de producción, la historia de las clases y el conflicto como
productor de la historia. A todas estas teorías, Marx aporta el concepto del estado
de la clase social como su lucha intrínseca: sin lucha no hay clases. Las clases
sociales se consiguen con las luchas perpetuas históricamente determinadas.
Marx señaló su contribución a la comprensión de las clases sociales:
Ahora, para mí, que no soy yo quien merece el mérito por el descubrimiento de la
existencia de las clases en la sociedad moderna, al igual que de la lucha que se
dedica a ella. Los historiadores burgueses habían puesto delante de mí, el
desarrollo histórico de esta lucha de clases y, algunos economistas burgueses me
describieron la anatomía económica. Lo que yo aporto es: la demostración de que
la existencia de las clases sociales sólo va unida a las fases históricas a través del
desarrollo de la producción, que la lucha de clases conduce, necesariamente, a la
dictadura del proletariado y que esta misma dictadura no representa sino una
transición hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases.
Carta a J. Weydemeyer. 5 de marzo de 1852.
Para Marx, las clases sociales son parte la realidad social. Las luchas de estas
clases sociales, señalan el cambio social como un fenómeno duradero. Estas
clases son el resultado de un mecanismo de división del trabajo, que se desarrolló
al mismo tiempo que la privatización de los medios de producción. Las clases
sociales surgen cuando la diferenciación de las tareas y las funciones dejan de ser
cosa del azar para convertirse en una herencia. Hay una tendencia hacia la
polarización entre las dos clases más antagónicas entre sí. Este antagonismo es
la base de toda transformación que afecte al funcionamiento de la organización
social y que modifique el curso de la historia. Para Marx, el proceso de producción
capitalista crea dos posiciones: la de los explotadores (empresarios) y los
explotados (trabajadores). Los comportamientos individualistas y colectivos se
explican a través de estas posiciones en la reproducción de un sistema. El
conflicto de clase es un rasgo cultural de la sociedad. Estos conflictos son el motor
de los grandes cambios sociales. Marx se interesa por los cambios endógenos, es
decir, aquellos que nacen del funcionamiento de la sociedad.
Las fuerzas productivas, relaciones sociales de producción y el modo de
producción
Cada etapa de la sociedad que se ha dado a lo largo de la historia se puede
caracterizar a través de un modo de producción diferente.
Un modo de producción se basa en el conjunto formado por las fuerzas
productivas y las relaciones sociales de producción que se dan en la sociedad. En
cada una de las etapas de la evolución, el modo de producción demuestra un
estado de la sociedad. Este es tomado como algo social, ya que sin fuerzas
productivas, no puede haber ninguna duda sobre la falta de producción. Dichas
fuerzas productivas son: los instrumentos de la producción, la fuerza de trabajo de
los hombres, los objetos de trabajo, los conocimientos y las técnicas, la
organización… Con motivo de todas estas actividades de producción y a través de
ellas, los hombres entran en las relaciones sociales. El modelo de producción no
puede ser reducido a un simple aspecto técnico, ya que es uno de los conceptos
más importantes para Marx.
La sucesión de modos de producción a lo largo de la historia se puede resumir de
la siguiente manera: se pasa de un comunismo primitivo al modo de producción
esclavista, de este al feudal, después al capitalista y finalmente al
socialista/comunista (ambos son sinónimos). En la sociedad comunista/socialista,
la contribución productiva será aplica al principio resumido en la frase: “de cada
cual según su capacidad, a cada cual según su necesidad”.
Sin embargo, Marx forma parte de un pensamiento dialéctico, en contraposición al
mecanismo que está presente en el materialismo anterior, ve la convivencia entre
clases, como un papel determinante en el desarrollo de la historia. A través de
esta visión, el proletariado se transforma en una clase en sí y para sí, se vuelve
consciente de sus intereses de clases, que son: socializar los medios de
producción (socialismo) con el fin de maximizar las fuerzas productivas, la
extinción de las diferentes clases sociales y la existencia de un estado político
(comunismo). La historia sigue siendo la suma de las contingencias sujetas a los
vaivenes de las luchas sociales de clases. La historia no es una evolución lineal
entre los modos de producción, sino que es una transformación dialéctica de
tomar conciencia de clases que experimentan fluctuaciones de lucha de clases en
determinados momentos de la historia. En este desarrollo, las fuerzas productivas
son cada vez más contradictorias con respecto a las relaciones sociales de
producción, ya que no evolucionan al mismo ritmo.
Más allá de un cierto nivel de producción, los sistemas sociales se bloquean. Una
época de revolución social que comienza a funcionar, permite eliminar las viejas
relaciones de producción para dar paso al desarrollo de relaciones más
coherentes al nivel alcanzando por las fuerzas productivas.

La acumulación de capital, trabajo, mano de obra excedente y la alienación

La acumulación primitiva de capital está definida como: proceso de creación de las


condiciones para el nacimiento del capitalismo.
La creación del capitalismo supone el uso de dos condiciones anteriores: la
existencia de un grupo social (formado por hombres desprovistos de medios de
producción y obligados a vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario) y la
acumulación de la riqueza indispensable para crear negocios capitalistas. Esta
creación requiere de la unión de las condiciones necesarias para el nacimiento de
dos clases fundamentales de la sociedad capitalista: explotados (trabajadores) y
explotadores (empresarios).
La distinción entre trabajo y fuerza de trabajo es central para el análisis de la
distribución. La retribución del obrero se establece en un nivel correspondiente a
los gastos socialmente necesarios para asegurar su renovación. Es una
mercancía cuyo valor está determinado por la cantidad de trabajo social que pide
la producción de cada obrero.
Lo que afirma Marx se basa en la teoría aristotélica de la materia prima que,
distingue el valor de uso (utilidad del objeto) del valor de cambio (lo que el objeto
nos permite conseguir). En el proceso de intercambio se produce tanto, una
inversión en el valor de cambio como, una inversión en el valor de uso.
El diagrama de Adam Smith: ley de la oferta y la demanda, informa de la
existencia de un valor añadido al producto en el que los beneficios son obtenidos
por los capitalistas, pero no por el trabajador. Los salarios a partir del valor social
del producto (el valor social del objeto producido es una función de las materias
primas, las herramientas de producción y la mano de obra necesaria para la
producción).
El valor de cambio de un producto es el valor social que se aplica a una ganancia
como resultado de un exceso de trabajo. Es en torno a los beneficios del valor
agregado, que está emergiendo la lucha de clases, como proletarios capitalistas.
Marx va a demostrar que el trabajador está en su derecho de reclamar el beneficio
de este valor añadido, ya que este es un valor del mismo uso. Lo que hará el
empresario capitalista, es hacer del trabajo un producto que cueste menos que el
que utiliza, o dar más trabajo del que se requiere en la mano de obra. La ganancia
es el valor añadido producido por el empleado, que el capitalista se apropia
gratuita y legalmente.
El aumento de la producción, por parte del capitalista se puede obtener mediante
la ampliación de la jornada laboral, aumentando la intensidad de trabajo o
reduciendo los salarios de desempleo, el cual es la presión a la baja sobre los
salarios. Esta ganancia es la forma de expoliación del proletariado en el
capitalismo. Es la ganancia modificada que se produce como una forma
excedente, es la búsqueda del beneficio, es el motivo principal del capitalismo.
Una actividad se desarrolla si es rentable, y esta rentabilidad es la tasa de
beneficio obtenido (relación entre las ganancias y el capital total invertido). La
acumulación de capital conlleva una disminución a largo plazo de la tasa de
beneficio y una bajada en la tendencia de la tasa de provecho. Es un índice de los
límites históricos del capitalismo.
Si la modernización se incrementa, se trata de una sustitución creciente entre el
"trabajo muerto" y "trabajo vivo”. En este momento sólo existe el trabajo vivo, que
está creando valor, el trabajo muerto no anima al capital por medio de la fuerza de
trabajo. La acumulación excesiva de capital dará como resultado el
empobrecimiento de la clase obrera.
El capitalismo es víctima de su propia lógica. Hay cada vez menos capacidad de
manejar sus contradicciones y avances hacia una crisis inevitable.

La teoría marxista del trabajo


El trabajo no se trata solo de la transformación de una persona física (puesto que
también podemos encontrarlo en los animales), esto implica una facultad de
representación por parte de las personas.
La razón por la que Marx se dio cuenta de que esta actividad es
totalmente aristotélica (ya que comienza por la representación de un fin), fue
mostrando por lo que el fin es un mismo principio. El trabajo es principalmente una
representación comprensiva que comprende la finalidad del objeto y difiere a este
respecto al caso de los animales. El producto del trabajo humano debe existir en la
representación ideal del trabajador, es decir, el trabajo deseado es un objeto que
cumple perfectamente una de las funciones de la vida humana. En el capítulo VII
de El capital, Marx toma el esquema aristotélico en el que, es el trabajador el que
está subordinado al mismo fin que el mismo da. El trabajo es tal, que el individuo
se identifica y se reconoce con lo que hace: al realizar el trabajo, el hombre
también lleva a cabo su propio poder, su poder de conceptualización y puede
mejorar, por lo tanto, su capacidad de producción. La Inteligencia, puesto que es
relevada a través de la realización del trabajo, en tanto que el hombre actualice en
su trabajo las facultades que le son propias, será conducido a un proceso de
identificación: en el producto del trabajo, el individuo una parte de su identidad.
Como el trabajo participa en la identidad de la persona, podemos decir que, el
trabajo no es solamente tener (la producción), pero igualmente debe de ser una
dimensión ontológica adecuada al trabajo.
Por eso Marx acusa al modelo de producción industrial capitalista de alienar a los
trabajadores. En efecto, el trabajador ya no se encuentra en este caso, en el de la
representación comprensiva, ya que se ignora el producto final y por lo tanto, la
razón de su actividad. La cuestión relativa a la identidad es entonces anulada
porque el único problema es el de la remuneración. Lo humano se convierte en
animal, revelando un reflejo del automatismo mecánico (véase la película
"Tiempos modernos" de Charlie Chaplin).En este sentido, se puede entender la
abolición de la esclavitud, no como una cuestión ética, sino más bien como un
cuestión de interés económico, ya que cuesta más mantener a la gente en la
servidumbre bajo el marco de la esclavitud que en el del trabajo bajo marco del
asalariado (véase la película “Queimada” de Gillo Pontecorvo con Marlon Brando).

La lucha de clases
Para Karl Marx y Friedrich Engels, "La historia de todas las sociedades humanas
hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases” (aunque sea en una nota
posterior Engels califica esta afirmación).
La posición del individuo en las relaciones de producción (trabajador o explotador)
es según él, es el elemento que permite la definición de la clase. Marx considera
que, para que no haya una clase social, debe haber una conciencia de clase: la
conciencia de tener un lugar común en la sociedad. Marx señaló que no basta con
que muchos hombres estén del lado de un solo plan económico para que se forme
el espíritu de clase. Según Marx, los personajes principales en la lucha de clases
son, en la época capitalista, la burguesía y el proletariado.
El comunismo constituye para él, el estado de la sociedad sin divisiones de clase
y por lo tanto, es una sociedad sin lucha de clases.
Según el análisis marxista, la clase social dominante organiza la sociedad
mediante la protección de sus mejores privilegios.

Para ello, se instaura el Estado, instrumento político de dominación: “policía y


ejército responsable de mantener la seguridad y el orden público, el orden
“burgués”. Marx también habla de "la ideología dominante". En cualquier sociedad,
hay ideas, creencias y valores que dominan la vida social y cultural. Estas ideas
dominantes son producidas por la clase dominante, es decir, la burguesía. Por lo
tanto, estas ideas expresan la opinión de estas clases, es decir, la justifican y se
esfuerzan en perpetuarse. Estas ideas penetran la mente, y a menudo funcionan
como una visión del mundo en contra de sus intereses reales. Karl Marx no
"inventó" el concepto de la lucha de clases. En realidad, la lucha de clases se ha
teorizado mucho antes que él, por historiadores de la restauración, como François
Guizot y Augustin Thierry.
La contribución fundamental de Marx en este concepto, en relación a estos
historiadores, es haber demostrado que la lucha de clases no se extingue en la
Revolución Francesa, sino que se prolonga en oposición burguesía/trabajadores
en la de era capitalista. Así, al final de la lucha de clases se llegaría a una clase
única, una vez extinguidas las clases sociales en el comunismo.

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