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Pérez Montes 1

Ideas anti-alcohólicas y representaciones de los sujetos alcohólicos antes y durante la

Prohibición en Puerto Rico1

de José Enrique Pérez Montes

Dedicado a los estudiantes universitarios arrestados

“por venta de marihuana” el 21 de diciembre de 2015

Jamás sobre la piedra nació el rosal


Y jamás sobre el organismo degenerado
y enfermo de un pueblo
se produjo con todo su esplendor la civilización.
~Manuel Zeno Gandía (65)

Introducción

Las relaciones entre el individuo y el Estado en el Puerto Rico del siglo XIX sufrieron

unas modificaciones normativas que hicieron reventar la vida social acostumbrada. La influencia

del Estado fue cada vez mayor en los sujetos y el territorio, poniendo así en desbalance las viejas

autoridades municipales y las autoridades rurales de estirpe señorial como la de los hacendados.

La actitud normativa del Estado reglamentó hasta las formas más tradicionales de convivencia.

Estas nuevas normas implicarían la criminalización de ciertos sujetos con hábitos de producción

y diversión diferentes (y en conflicto) con las nuevas relaciones constituidas (Picó 47-48).

Estos individuos criminalizados no podemos leerlos como agentes pasivos de las

modificaciones normativas. Mediante su ‘autogestión’ estos sujetos subalternos promueven y

1
Publicado el 29 de marzo del 2016 en la Revista Trasunto del Departamento de Estudios Hispánicos, UPR, Río
Piedras.
Pérez Montes 2

participan en la conformación de los ideales modernos2 característicos de esta compleja relación

(Cubano 15). Astrid Cubano lo ejemplifica de la siguiente manera:

Cuando los hombres y mujeres de clase trabajadora acuden a las autoridades en busca de

justicia, en seguimiento de sus propios objetivos modernizantes, entran en contacto con

instancias legales similarmente modernizantes que se encuentran en el Puerto Rico de las

últimas décadas del siglo XIX, […] visto lo moderno como un objetivo en movimiento.

(Cubano 16)

La relación no se reduce a opresión y resistencias bidireccionales; una mirada a las

producciones neopositivistas de la ‘Nueva historia’, donde la narrativa la protagonizan el Poder y

la Resistencia, observamos que se desatienden los sujetos subalternos, sacándolos de la narración

como no tan importantes, sustituyéndolos por estos o aquellos otros que presentan problemas

importantes. Los subalternos son despojados de toda consecuencia histórica; una historia “desde

abajo” quizás no es suficiente para estudiar a los vagos, alcohólicos, perturbadores de la paz y

gangrena del Progreso social, pues estos quizás nunca fueron transgresores notorios, ni

presentaron resistencias abiertas contra el Poder.

En esta investigación exploro las representaciones que se hicieron de los sujetos

criminalizados por ser alcohólicos desde el siglo XIX hasta las primeras tres décadas del siglo

XX. En la primera parte trabajo el desarrollo de ideas antialcohólicas dividiéndolas en tres

tiempos, los cuales no pretenden ser leídos como una consecuencia lógica ni determinista. Estos

tres tiempos presentan tres mentalidades fragmentadas, es decir, no puede hallarse un deslinde

2
Entiéndase los gestos performáticos que denotan una supuesta sociedad moderna: la colectivización de individuos
en sujetos constituyentes de una nación; la capacidad de poder de un estado dentro de su territorio designado y las
instituciones y micropoderes que fuerzan la norma entre los mismos sujetos; el biopoder con relaciones estado-
sujeto, sujetos-sujetos, sujeto-consigo mismo; constitución de identidades hegemónicas; capitalismo y democracia.
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que determine su duración temporal o el contenido bien definido de cada una, e incluso pueden

pensarse como coetáneas.3 En la segunda parte trabajo mecanismos, confusiones, personajes y

resistencias que ocurren durante los tiempos de la Prohibición. Construyo una narración que no

pretende ser, ni está cerca de ser una Historia de la Prohibición. Esta investigación no espera

ofrecer una verdad absoluta, pero sí espera que aguante múltiples lecturas.

Ideas antialcohólicas en tres tiempos

I.

El consumo de alcohol estaba generalizado a través de la isla y formaba parte de la dieta

de los isleños abarcando “casi todas las esferas de su vida cultural” (Rosario Urrutia, Hacia un

mundo “abstemio” 89). A excepción de algunos ruidos provenientes de instituciones como la

Iglesia y la milicia, el alcohol no se consideraba un problema social. Incluso, bajo la dominación

española el mismo Gobierno lo obsequiaba en fiestas y suministraba una porción diaria a los

presidiarios (Rosario Urrutia, Hacia un mundo “abstemio” 90). Debido a la escasez de

medicinas y los pobres conocimientos médicos el alcohol se utilizaba como panacea (lo cual el

discurso médico de finales del siglo XIX condenaría).

Desde los tiempos de la dominación española el consumo de alcohol se ligó a la clase

trabajadora. Se denominaba el ‘vicio del pobre’, según Francisco Zeno: “…el jíbaro no pasaba

un día sin ron para aliviar los males de su vida” (Rosario Urrutia, Hacia un mundo “abstemio”

12). En el siglo XIX el trabajo se había vuelto en el instrumento de las políticas de reforma y

3
Comparto las ideas de John Arnold respecto al concepto desarrollado por La Escuela de los Anales ‘mentalité’, al
cual me refiero cuando hablo de ’mentalidades fragmentadas’: “…el problema de la mentalité como un concepto es
que puede allanar toda diferencia, moldear la complejidad de la idiosincrasia humana en una sola visión de lo que se
considera ‘normal’ para una época y un lugar’’ (Arnold 156, 158).
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progreso económico del Gobierno español. A falta de mano de obra y las resistencias al trabajo,

la metrópoli desarrolló “mecanismos de control para someter al campesino a una rutina de

trabajo. A la vez que el Estado intenta reglamentar su vida, va creando una ideología negativa

sobre el carácter del jornalero…” (Rosario Urrutia, Hacia un mundo “abstemio” 93). La

vagancia (el resistirse a trabajar para las autoridades) se vuelve en la cuna de todos los males

incluyendo la embriaguez; las autoridades en nombre del Progreso condenaron aquellas faenas

bárbaras que emprendían los trabajadores e intentaron obligarlos, enderezarlos para formar la

base instrumental de su proyecto modernizador.

En 1847 un Bando del Gobernador Juan Prim ataca directamente el problema de la

embriaguez, vinculándolo a la invasión de ebrios en espacios públicos: el que se encontrara

haciendo escándalo en estado de embriaguez se arrestaba y se obligaba a trabajar quince días en

la composición de los caminos vecinales de su pueblo (Rosario Urrutia, Hacia un mundo

“abstemio” 95). El ebrio era (o es) un sujeto sin cabida en la vida comunal: daría la impresión

que por la cantidad de casos que existen en el cual el alterador de la paz está fichado como

ebrio4, esto era una categoría que mezclaba su hacer con su ser (ebrio como un tipo de persona y

no como un estado). El ebrio se vuelve en una identidad esencial la cual es antisocial y hay que

castigarla para enderezarla, la élite progresista lo tomaría como objeto de crítica haciéndose

múltiples representaciones de él y asumiendo un rol paternal sobre ellos.

II.

A finales del siglo XIX la retórica y la razón guiadas por el liberalismo y el

intelectualismo que hacía eco en Puerto Rico tomarían la vanguardia de la lucha contra el

4
En el proceso investigativo consulté someramente una cantidad relativamente grande de casos ante el Tribunal
Supremo de la primera mitad del siglo XX relacionados a la ‘alteración a la paz’ e ‘invasión de espacios públicos’.
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alcohol (Rosario Urrutia, Hacia un mundo “abstemio” 97). La élite intelectual de la Isla,

constituida por los hijos de la incipiente burguesía hacendada, había sido educada en el

extranjero estando en boga la visión organicista de Herbert Spencer, el positivismo de Augusto

Comte, el darwinismo social y la eugenesia (Rosario Urrutia, “La génesis…” 185).

“De Martín Peña para allá, todos son jíbaros.


Y lo decían los de capital dando a la frase un sentido peyorativo…
Venir ‘de la isla’ era algo así como venir del limbo”.
~Antonio S. Pedreira (5)

Los ‘de la isla’ son el conjunto de seres inferiores a ‘los de la capital’, categorizados de

tal manera por los que mantienen el control de la palabra. Lo curioso del extracto de Pedreira es

que no sólo se homogenizan los sujetos ‘de la isla’ de forma peyorativa, se añade además su

procedencia como un no lugar: aquello que no constituye completitud en sí mismo, su estancia

es transitoria, no tiene importancia discursiva, pero sobre todo, es espacio para la especulación

arrogante. El territorio baldío de la ‘isla’ fue objeto de contemplación y condenación por

numerosos intelectuales. La ‘isla’ se equipara al espacio de desarrollo de las subalteridades

infértiles y enfermas que obstaculizan el Progreso. Según Juan Gelpí la Generación del ‘30 une

la literatura con la enfermedad: “[e]n la visión de la trayectoria literaria de Pedreira abundan las

metáforas patológicas. No hay que olvidar que Puerto Rico es, en Insularismo, un país

infantilizado y enfermo” (18).

El discurso intelectual, especialmente el literario, tendría como objetivo sanar las gentes

enfermas. En la visión de mundo enfermo de Manuel Zeno Gandía, este nos recita los síntomas y

sus efectos de la ‘barbarie rural’: “[e]n este grupo humano son prácticas frecuentes la

promiscuidad sexual temprana o el abuso del alcohol, que a su vez son causas directas de

enfermedades y comportamientos violentos” (Ortiz 502). Una de las tareas del médico es ofrecer
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un tratamiento o la cura, en este caso Zeno Gandía receta aculturación y mucha educación para

deshacerse de la barbarie intrínseca (Ortiz 502).

Los esfuerzos del proyecto eugenésico de las élites intelectuales desembocaron en las

creaciones de Sociedades de Temperancia, las cuales promovían un consumo moderado y

consciente del alcohol. Apostaban al devenir histórico y al progreso social. Otros ideales como la

abstención quedaron sin suficiente respaldo, contrariados por intereses económicos y por las

tradiciones populares.

III.

A partir de la invasión norteamericana en el 1898 el proceso de la criminalización del

alcohol aceleró. El alcoholismo se discutía en los foros públicos y en la prensa como una

enfermedad mental y como la causa de la criminalidad. Las voces contra el consumo de alcohol

aumentaron y se volvieron más feroces, pues ahora llegarían a esta isla con el nuevo gobierno

norteamericano los grupos protestantes, los cuales llevaban años luchando contra el alcoholismo

en E.E.U.U. Entre 1898 y 1915 los temperancistas se contaminaron con los ruidos

prohibicionistas; los discursos emitidos desde variadas posiciones radicalizaron la

criminalización y la escisión de las partes purulentas.

El protestantismo formó parte de los mecanismos de influencia cultural y educativa de la

americanización de principios del siglo XX y además era aliado de la implantación capitalista

norteamericana. Se presentaba como organismo de reforma social y de regeneración moral del

Pueblo, la cual había sido degenerada, según los protestantes, por la barbarie y esto a su vez a

causa de que la Iglesia católica había desatendido a esta gente que eran categorizados como la

‘barbarie rural’ (Rosario Urrutia, Hacia un mundo “abstemio” 148). Sus métodos incluían la
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prensa, la circulación de revistas, el establecimiento de escuelas dominicales y salir a predicar a

cualquier rincón. Las reformas del protestantismo encontraron apoyo en las élites criollas, los y

las profesionales, la élite del movimiento obrero y demás personas que no necesariamente

profesaban la doctrina (Rosario Urrutia, Hacia un mundo “abstemio” 149).

En 1915 las misioneras protestantes Mary y Margaret Leitch hicieron la primera petición

al Presidente de los Estados Unidos solicitando una enmienda prohibicionista para Puerto Rico.

Éstas alegaron “que la mayor parte del consumo de licor en la Isla, que estimaban en una insólita

inversión de 14 millones de dólares, se concentraba en los trabajadores de la ruralía que

componía más de 2/3 partes de la población” (Rosario Urrutia, Hacia un mundo “abstemio”

194). El argumento esencialista presentado por las Leitch responsabilizan y criminalizan los

sujetos que rasgan la línea inferior de la pirámide social. El trabajador pobre era la mula de todos

los vicios y los males sociales, mientras que los estratos dominantes eran símbolo de la

conciencia pura y la sobriedad.

A causa de varios reclamos directos al Congreso y al Presidente por parte de los grupos

prohibicionistas, finalmente en 1917 se le añadió una cláusula a la Ley Jones, la cual lee así:

“Un año después de la aprobación de esta Ley y en lo sucesivo será ilegal importar,

fabricar, vender, o ceder, o exponer para la venta o regalo cualquiera bebida o droga

embriagante; Disponiéndose, que la Asamblea Legislativa podrá autorizar y reglamentar

la importación, fabricación y venta de dichos licores y drogas para usos medicinales,

sacramentales, industriales y científicos únicamente. La penalidad por infracciones de

esta disposición con referencia a las bebidas o drogas embriagantes será una multa no
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menor de $25 por la primera vez, y por la segunda y subsiguientes, una multa no menor

de $50 y prisión por un término mínimo de un mes y máximo de un año…”.5

La cláusula quedó a merced de un referéndum. El país quedó dividido entre el Coco y la Botella.

El Coco era el símbolo de los prohibicionistas, los “secos”, los cuales intensificaron su campaña

en la prensa y agitaron el debate público durante los meses de mayo y junio del 1917 (Naranjo,

Pug-Samper y García 593). Y la Botella la llevaban los sectores anti-prohibicionistas, los

“mojados”, los cuales, según Mayra Rosario, defendían “sus intereses económicos” y rechazaban

“la intromisión del Congreso en los asuntos locales” (Rosario Urrutia, Hacia un mundo

“abstemio” X). El Coco ganó el referéndum con una avasalladora mayoría. Fue un día árido, de

muy altas temperaturas; los paladines de la sociedad pura y civilizada lo declararon como el día

del advenimiento del Progreso. Al fin acababan con esas ‘viejas costumbres’ ‘bárbaras’, después

de ese día lo demás era un quita’o.

La Prohibición emitió “la sentencia de divorcio definitiva entre los agentes del orden y

los sectores populares” (Picó 52). La nueva relación entre el Estado y sus sujetos estableció el

espacio para las resistencias colectivas contra las autoridades centralizadas.

Tiempos de Prohibición

A. Los mecanismos autoritarios acotados y ¿confusos?

La Prohibición comenzó oficialmente el 2 de marzo de 1918. Su implantación además de

encontrar resistencias y desobediencias de las gentes, encontró problemas administrativos

(Rosario Urrutia, Hacia un mundo “abstemio” 317). Se designaban agentes encargados de hacer

5
Acta Jones, Carta Orgánica de 1917 de Puerto Rico. Aprobado el 2 de marzo de 1917, Capítulo 145, 39 Stat. 951.
L.P.R.A. Documentos Históricos. Art. 2 párrafo 20.
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cumplir la ley por tierra y mar, pero su efectividad no lograba lo esperado. La actividad policíaca

era obstaculizada por su corrupción interna: las bebidas confiscadas desaparecían mágicamente

de los almacenes; el mapa de los puntos de vigilancia estaba limitado por cuánto dinero pagaban

los señores de fincas con capacidad de albergar alambiques, con estas y otras formas se burlaba a

la autoridad desde la autoridad misma.

A partir del 1920, cuando se hace efectiva la enmienda número 18 a la Constitución de

los Estados Unidos, conocida como el Acta Volstead6, se asignó un Director Federal de la

Prohibición, lo que llevaría a la presencia de agentes federales en los pueblos de la Isla (Rosario

Urrutia, Hacia un mundo “abstemio” 321). El ojo del Águila vigilaba las gentes (potencialmente

criminales) y los agentes de orden por igual; las garras del Águila agarran las presas por ser

presa, nada más. Así divisiones policíacas especiales se hacían y deshacían, el policía terminaba

en los mismos presidios que el delincuente.

La desobediencia colectiva emergió con un furor no visto en los años de relación que

llevaba Estados Unidos con Puerto Rico, la desobediencia trascendía las barreras de clase y

género. Las clases altas socializaban con vinos y bebidas finas en mano en sus clubes privados,

los cuales a las autoridades se les hacía más difícil acaparar ya que estaban protegidos por la

misma Prohibición —al no poder determinar si se había hecho compra ilegal, no tenían

jurisdicción en estos lugares—y estos señores y señoras estaban consciente de ello y lo

aprovechaban (Rosario Urrutia, Hacia un mundo “abstemio” 314). Otros no tenían la misma

6
Parecida a la cláusula prohibicionista que se había implementado con el Acta Jones, el Acta Volstead prohibía la
manufactura, el transporte, la exportación, la venta o la posesión de bebidas alcohólicas. El Acta definía la bebida
alcohólica como aquella bebida que tuviera más de .5% de alcohol. (Tomado de: http://www.u-s-
history.com/pages/h1086.html 5/13/2015)
Es importante notar que a diferencia de la cláusula prohibicionista de la Ley Jones, el Acta Volstead prohibía la
posesión.
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suerte con las autoridades, pues parece que había mucha confusión acerca de los límites de la

Prohibición, tanto para algunos de los sujetos sometidos a ella como para las autoridades que la

forzaban.

En un caso del Tribunal Supremo de Puerto Rico del 1926 (35 D.P.R. 767) según el

denunciante Félicot García: mientras se encontraba junto al Jefe de Distrito y del guardia Tomás

Díaz intentando ocupar un licor en la casa de los denunciados, éstos últimos “voluntariamente

resistieron, demoraron y estorbaron la acción de las autoridades allí presentes, sujetando al

denunciante, derribándolo al suelo, dando tiempo a que la señora de la casa cogiera el licor y lo

botara”. El Tribunal falló a favor de los denunciados, se acentuó la ilegalidad de las autoridades

en haber entrado a la propiedad sin una orden de allanamiento, demostrando una vez más que la

simple posesión no era delito. Esta imagen llena de movimiento y sonido nos da a entender la

ignorancia y/o confusión de ambas partes. Los muchachos que resistían las autoridades a la

entrada tenían que estar gritando y apresurando a la señora de la casa para que avanzara a

desaparecer la evidencia que los incriminaba, mientras que las autoridades con un aliento de

adrenalina forcejeaban su entrada sin obedecer los debidos procesos de ley. Asustados y

sudorosos los muchachos aguantaban la puerta dócil que le arrebataban las patadas, los gritos y

los cabezazos extasiados. Pensando en la cárcel que les esperaba, quizás en el delirio del escape,

achocaron a uno de los agentes de orden. El arresto de los muchachos debió haber sido un

momento catártico para la gente envuelta en aquel berrinche.7

B. Resistencias, burlas y la complejidad político-legal

7
Investigando casos similares a éste que atendió el Tribunal Supremo de Puerto Rico, puedo inferir que la
frecuencia de este juego pillo-policía con sus reglas transgredidas era más frecuente de lo que se puede imaginar.
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El 2 de marzo de 1918 (día que oficialmente comenzó la Prohibición), el periódico El

Águila publicó un artículo donde se condenó aquellos con “recursos bastantes” que habrán

“guardado no poca cantidad del artículo prohibido, pudiendo así durante algún tiempo, satisfacer

su intemperancia…” (2). El periódico le daba importancia al daño a la salud y el daño a las

“criaturas para lo porvenir” que podía causar el alcohol. Recelaba la constitución física y “la

moralidad del pueblo”. La prensa es el reflejo de una cultura del saber que influye las

participaciones éticas de sus lectores. Se enmascara como instrumento pedagógico y transfigura

la democracia en demagogia. A la siguiente página del mismo número de periódico hay un

anuncio de cerveza sin alcohol “ni ninguna otra sustancia tóxica” que pone en mayúscula lo

siguiente: “SALUDABLE-DELICIOSA”. El mercado ha tenido éxito añadiéndole a sus

productos lo saludable y beneficioso que pueden ser para nuestros cuerpos hasta nuestros días.

Equiparar al alcohol con otra(s) “sustancia(s) tóxica(s)” y condenar a los que habían guardado

bebidas alcohólicas nos habla de la demonización que este periódico hacía del alcohol y sus

consumidores. El discurso de la salud de la prensa encontró paralelos con el discurso del

Gobierno, ambos ideaban políticas que sirvieran el bienestar de los cuerpos.

La Prohibición, como se ha evidenciado en otras partes de esta investigación, tuvo sus

ambigüedades, sus fragilidades, incluso tenía la capacidad de contradecirse a sí misma. Entre las

disposiciones que contenía con potencial de revertir en su contra quiero discutir una, esta es la

que facultaba a los médicos a recetar bebidas alcohólicas si era médicamente necesario. En esta

zona política conflictiva participaron médicos en contra de la Prohibición que recetaban alcohol

como hermanitas de la caridad e intereses económicos hipócritas del Gobierno. El Gobierno

aumentó la dosis que podían recetar los médicos grandemente en transcurso de un año a cambio

de 1$ por receta (Rosario Urrutia, Hacia un mundo “abstemio” 322). Fue la causa de que las
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salas de médicos fueran abarrotadas por ‘enfermos’ en busca de licores.8 Los periódicos y los

sectores prohibicionistas criticaron fervorosamente el descontrol de la dinámica borracha

médico-paciente, obteniendo la victoria en febrero del 1926 eliminando la disposición que

facultaba a los médicos tratar y curar con alcohol (Rosario Urrutia, Hacia un mundo “abstemio”

323).

Los sujetos transgresores se encontraron asediados por políticas e instrumentos

autoritarios que le dificultaron el acceso al alcohol. Los que no podían hacerse de alcohol

fabricado ilegalmente se bebían los que eran fabricados legalmente con propósitos industriales

como los perfumes, los tónicos y los alcoholados (incluso hubo alcoholados que se volvieron

populares como el “San Antonio”) (Rosario Urrutia, Hacia un mundo “abstemio” 323-324). Las

intoxicaciones por ingerir alcohol industrial provocó el mecanismo federal de retirar productos

del mercado para que fueran reconfigurados y luego puestos a la venta nuevamente (Rosario

Urrutia, Hacia un mundo “abstemio” 325). A pesar de todas las intoxicaciones y los males

atribuidos al consumo del alcohol, muchos individuos y no solamente los trabajadores pobres

como enfatizaban las autoridades, las élites y los medios, se resistieron a la Prohibición,

consumiendo alcohol de la forma que pudieran. Burlaron la ley estableciendo nuevas geografías

de producción e intercambio del alcohol y encontraron los flancos débiles de la Ley y los

explotaron.

En 1925 se celebró el primer Congreso de la Criminalidad, donde se constató el fracaso

de la implantación de la Prohibición y se mostró la pobre gobernabilidad que tenía el Estado

(Rosario Urrutia, “Al margen...” 1). Eran los manglares, los montes y las arboladas cerca de los

8
Hasta el veterinario podía recetar alcohol para el ganado.
Pérez Montes 13

ríos la geografía conveniente para el establecimiento de alambiques para la producción de

alcohol y su contrabando. Para Pedreira, el jíbaro de su tiempo, además de retratarlo como un

ignorante, trabajador inquebrantable que se le podía ver por las calles fumándose un cigarrillo

americano, asistiendo al cine o al hipódromo, bailando foxtrot, mascando goma, boxeando, ahora

también se habría “convertido en químico por obra y gracia de la prohibición” (15). La astucia de

estos “químicos” junto con la conveniente localización de sus actos criminales impedía la

eficiencia de las funciones policíacas. “De esa forma, los vigilados asumían la función de

vigilantes, ganando tiempo para escaparse y evadir los arrestos” (Rosario Urrutia, “Al

margen…” 6). Las bebidas alcohólicas fabricadas en lóbregos laboratorios por pseudo-químicos

se convirtieron en las nuevas marcas del pueblo, nombradas según su procedencia geográfica—

entre éstas: Agua del monte, Aguardiente, Cambrai, Cañita, Córreme Guardia, Cuasimodo,

Divino Néctar, Mamplé, Pitorro, etc. (Rosario Urrutia, Hacia un mundo “abstemio” 332). La

Prohibición fue un obstáculo que retó a los malabaristas alcohólicos, las maromas no siempre le

salieron bien, pero nos legaron un performance del cual hablar.

Reflexiones finales

La Prohibición no aguantó su propio peso y colapsó en el 1934. Pero la lógica binaria

modernista que justificaba, nutría y reproducía la institución no cesó. Las categorizaciones

rígidas que producen estos mecanismos de poder los podemos ver hoy día. Diferente contexto,

pero los mismos lenguajes. Hoy, las leyes no nos prohíben el consumo del alcohol (hasta cierto

punto), pero sí el consumo de otras sustancias como el cannabis. Estamos en constante lucha

contra las categorizaciones de los cuerpos y las violencias que producen su racionalización. La

criminalización y marginalización de los subalternos, los ‘otros’, los inmigrantes, las tecatas, las

putas, etc. es problema del presente, nos seguimos haciendo representaciones esencialistas de los
Pérez Montes 14

subalternos. Son tantas las luchas y los problemas que podríamos continuar mencionando hasta

tener un copioso manifiesto de represiones y racionalidades.

Esta investigación histórica trata sobre el presente, el pasado como objeto es una

perífrasis para manifestar preocupaciones contemporáneas. La “sentencia de divorcio” que nos

dice Fernando Picó, sigue vigente, con la adición de que las relaciones y los problemas se han

complejizado. A la historia se ha examinado, pero esta no ha vomitado sus soluciones, y no lo ha

hecho porque no las tiene en el estómago. De lo que se trata es de construir (nos) narraciones que

piensen los problemas, sin pensar que éstas se comprometan a servirnos como modelos

pragmáticos.
Pérez Montes 15

Referencias:

Fuentes Primarias

Acta Jones, Carta Orgánica de 1917 de Puerto Rico. Aprobado el 2 de marzo de 1917, Capítulo

145, 39 Stat. 951. L.P.R.A. Documentos Históricos.

El Águila, 2 de marzo del 1918.

Pueblo v. Santiago, 35 D.P.R. 767 (1926)

Fuentes Secundarias

Arnold, John. Una brevísima introducción a la historia. Trad. Laura Emilia Pacheco.

México: Oceano, 2003.

Cubano, Astrid. “Siete estrategias metodológicas para estudiar la violencia del siglo

XIX en Puerto Rico: narraciones en los tribunales de justicia”. OP. CIT. Centro de

Investigaciones Históricas, UPR, Río Piedras, núm. 22; 2013-2014.

Gelpí, Juan. Literatura y paternalismo en Puerto Rico. Río Piedras: Editorial de la

Universidad de Puerto Rico, 1993.


Pérez Montes 16

Naranjo Consuelo, Miguel Ángel Pug-Samper y Luis Miguel García Mora. La nación

soñada. Cuba, Puerto Rico y Filipinas ante el 98. Aranjuez: Ediciones Doce Calles,

1996.

Ortiz, Javier. Crónicas de un mundo enfermo: la Mirada crítica de Manuel Zeno Gandía. La

literatura hispanoamericana con los cinco sentidos. V Congreso internacional de la AEELH,

2005: 501-155, ISBN: 84-9749-136-x.

Pedreira, Antonio S. “La actualidad del jíbaro”. Boletín de la UPR, Río Piedras, 1935, 7 serie

VI, no. 1.

Picó, Fernando. Los gallos peleados. Río Piedras: Ediciones Huracán, 1983.

Rosario Urrutia, Mayra. “Al margen (y al amparo) de la ley: transgresiones de la época

prohibicionista del alcohol en Puerto Rico (1918-1934)” academia.edu. 3 de abril del 2015.

—– . Hacia un mundo “abstemio”… la prohibición del alcohol en Puerto Rico. Tesis HV

5091. P7 R66 1993 v.1 v.2.

—– “La génesis de la conciencia anti-alcohólica bajo el dominio hispánico”. OP. CIT.

Centro de Investigaciones Históricas, UPR, Río Piedras, núm. 8; 1994-1995.


Pérez Montes 17

Zeno Gandía, Manuel . La charca. Edición Crítica de Miguel Ángel Náter. Río Piedras:

Ed. UPR, 2013.

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