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Ciertas sombras, sobre todo uniéndose


Habitando por última vez, hacen un esfuerzo desespe-
rado por «ser en su sola unidad». Mal les va.
(astutamente) Yo encontré una.

en las Ruinas Henry Michaux2


del Mapa: el Aleph,
la nación,
los cronopios
y las modalidades
P artiré de una conjetura: en ciencias
sociales, los supuestos teóricos, ex-
plícitos e implícitos, las prácticas
analíticas y las estrategias de acercamiento a
débiles los objetos de investigación, se desarrollan en
de la identidad exacta correspondencia con el mirar, acción
respecto a la que son isomorfos. Conceptos y
colectiva1 nociones, pero, más que eso, técnicas y dispo-
siciones se hacen, en sociología, partiendo de
la retórica de la mirada ~. Abordando, con sus
mapas y sus estrategias de batida, las cosas
«desde lejos», conociendo «de vista» y situan-
do los objetos en representaciones construidas
«a vista de pájaro», los sociólogos han levan-
tado —de eso no queda ya duda— modelos efi-
Gabriel Gatti caces, pero modelos que, paradójicamente, son
aptos sólo para conocer o bien lo que es cons-
titutivamente visible o bien aquello que lo
deviene a través del mirar sociológico.
Obsesionada en la consecución del mapa
perfecto del campo que le fue correspondiendo
dentro del Gran Reparto de las ciencias
(Latour, 1997), la sociología ha ido despejando
un residuo, estrechado y compactado por años
y años de proyección de mapas: lo que la socio-
logia no ve, una zona de socialidad invisible,
un territorio en el que esta ciencia «nada tiene
que ver». Por allí, es la hipótesis de este texto,
se desplazan las «modalidades débiles de la
identidad colectiva», monstruos identitarios no
naturalizados, habitantes de las zonas límite
entre las condiciones de identidad firmes e ins-
tituidas, sujetos-objeto astutos que han hecho
de los restos de la crisis de nuestros mecanis-
mos de representación su hábitat y de su invisi-
bilidad a los ojos de nuestros dispositivos, y de
otros de geometría y potencia similar, la base
sobre la que construir sus estrategias.
Para acercarse a esa zona vacía y a sus ocu-
pantes y, así, en cierto sentido, alcanzar la
posibilidad de «verlo invisible» (Barel, 1994 a:
468) y, con ella, probar a salir de la celda en la
que se han visto encerradas unas ciencias
sociales presas de lo que con gran habilidad

Gabriel Gatti. Universidad del País Vasco.


Política y Sociedad, 30 (1999), Madrid (Pp. 39-52)
Melucci ha llamado «la miopía de lo visible» do de cosas del mundo exterior» (Livet, 1994:
(1989), sujeto y objeto de la observación 194) pasa a ser postulado científico, de suerte
sociológica deben pasar por un doble ejercicio, tal que es en términos del ajuste o desajuste
de deconstrucción primero y de reconstrucción respecto a esas representaciones que lo que
después. Para lo primero, se propone aquí rea- sucede fuera de nosotros es enfocado. Jean-
lizar una maniobra a estas alturas ya clásica, Pierre Dupuy remata el apunte de Livet: si la
culpar al Estado y a su hijo mayor, el indíví- ciencia nace con la pretensión de comprender
duo-ciudadano, entidades cuya geometría la naturaleza y construye para ello modelos
soporta aún hoy la práctica, el discurso y, que la imiten, termina —paradójico resultado—
acaso lo primordial, las pulsiones fundamenta- exigiéndole a aquélla que se ajuste a los mode-
les de la sociología, de los males más perni- los que había inventado para entenderla. Dice
ciosos que arrastra consigo esta disciplina del Dupuy:
saber. Modelo el primero de lo que entende-
mos por «colectivo» y el segundo de lo que «El modelo es como una forma abs-
entendemos por «sujeto», ambos soportan el tracta que viene a encarnarse o a reali-
imaginario de lo que llamo en este trabajo las zarse en los fenómenos <...). Ocupa una
«modalidades fuertes» de la identidad, prismas posición de sobrepeso, como una idea
desde los que, sostengo, vemos en sociología platónica, de la que la realidad no es
toda pertenencia. Pero bajo ellas hay otras más que un pálida copia. Pero el mode-
estrategias de identificación, aquellas que lo, en ciencias, es el hombre quien lo
hacen de su invisibilidad desde la mirada que hace. He aquí como el encabalgamiento
tiene al Estado y al ciudadano como lentes la del imitador y del imitado se realiza. El
fuente en la que se sustentan sus disposiciones modelo científico es una imitación
ante las cosas, y de la implicación, vicaria y humana de la naturaleza que el sabio
astuta, en las identidades ya existentes, aque- toma rápidamente como modelo —en sen-
llas mismas que no alcanzan a verlas, la raíz de tido ordinario [lo que se imita o merece
sus estrategias. Estas son las «modalidades ser imitado]— de ésta» (1994 a: 16).
débiles» de la identidad, hilo conductor del
ejercicio de reconstrucción del objeto observa- Este «encabalgamiento entre el imitador y el
do y del sujeto observador que aquí quisiera imitado» comparece cuando la sociología
proponer
4
piensa al sujeto y a la acción a través del indi-
viduo y del Leviatán, del ciudadano y del Esta-
do-nación: ambos, de artefactos para hacer
pasan a ser artefactos para conocer Alzados,
1. Los límites de la ~.

respectivamente, como grado cero de la identi-


identidad: el Aleph, dad individual y colectiva, la coherencia y la
lo visible y la nación indivisibilidad se buscarán en el sujeto aislado
mientras que se indagará por la permanencia y
1.1. DEL MODELO: EL ALEPH la duración al pensar en lo colectivo. Todas
estas cualidades son a mi parecer las cualida-
des de las que en sociología de la identidad se

D
puede hacer abstracción (no pueden ser enun-
ando nombre a un objeto, el analis- ciadas como principios) al tiempo que nos son
lo objetiviza y lo fija en un espa- totalmente indispensables para construir
cio que sólo desde entonces toma nuestros objetos (para que sean «sociológi-
analizable. Cierto: nada hay de nuevo en la cas», nuestras argumentaciones dependen de
observación que antecede. Sólo apunta a ellas). «Individuo» y «Estado-nación», como
recordamos el poder del paradigma en el que en antropología «cultura», son las armas de las
estamos aún inscritos, representativo de lo que que la sociología se vale para perseguir unida-
con acierto el epistemólogo Pierre Livet ha lla- des bien recortadas de su entorno, coherentes
mado la «filosofía de la representación». Bajo en el tiempo y en el espacio. Augé ha sabido
su protección, explica Livet, un supuesto «iso- descifrar la lógica de esta práctica, indicativa
morfismo entre mis representaciones y el esta- de lo que denomina la «tentación culturalista»:
Habitando (astutamente) en las Ruinas del Mapa: el Aleph, 41

«Los etnólogos —dice Augé— han tra- obviarlo, la identidad no se entendería como se
bajado a veces como si su objetivo álti- entiende sin estos puntos de apoyo de los que
mo fuese el de levantar el censo de las deducir las demás propiedades del «fenómeno
islas culturales inscritos en el espacio de conciencia»: del centro se deriva la perife-
del mundo, exentos desde entonces de ria, de la socialización primaria la identidad
preocuparse por los fenómenos de cir- adulta, de los contenidos de la conciencia la
culación susceptibles, al mismo tiempo, forma que adoptan las fronteras de lo social. Y,
de ligarlos, de conectarlos y de afectar a partir de ciertos limites, los monstruos.
su supuesta pureza originaria» (1994 a:
155).
1.2. DE LO VISIBLE: PANOPTISMO
De la misma manera que los antropólogos DEL SUJETO Y SINOPTISMO
se valieron del concepto de cultura, con los de DEL OBJETO
individuo y de nación, la sociología encontró,
como hiciera Borges, su Aleph. Recuerdo el La performatividad de la filosofía de la
relato (Borges, 1976): Borges, en una ocasión representación tiene un corolario: en ciencias
en que visita una vieja casa de la calle Garay, sociales la identidad entre ver y saber alcanza
en Buenos Aires, experimenta el placer de el rango de axioma (dice Yves Barel: «es la
encontrar un Aleph. Allí, asiste estupefacto a mirada la que crea la ilusión de una sociedad
un espectáculo extraño y sobrecogedor: ver visible...» (1982: 18)), al tiempo que por la
uno de esos raros lugares en los que, dice, aplicación de este axioma estas ciencias des-
«están, sin confundirse, todos los lugares del pejan fuera de su radio de observación y de
orbe, vistos desde todos los ángulos» (Ibídem: acción otras realidades («...y crea del mismo
166). Emoción de la que se sabe en sociología, golpe de vista la sospecha de la existencia de
el Aleph, mejor, el viaje en su búsqueda, seña- la sociedad invisible» (ibídem)). Dicho de otro
la con nitidez cuál es la inquietud que preside modo, si los útiles analíticos y metodológicos
las ciencias sociales: atrapar el patrón que de las ciencias sociales poseen alguna eficacia
regula las acciones de un sistema y de sus pie- ésta es posible gracias a la expulsión de lo
zas. Dar con el Aleph es encontrar, completa invisible fuera del ámbito de lo sociológica-
Borges, «uno de los puntos del espacio que mente observable, al tiempo que es esta misma
contienen todos los puntos» (Ibídem: 165): una distinción la que vela la posibilidad de ver las
vez que logramos dominar estos artefactos de modalidades del ser social que se agitan bajo
visualización de lo social, todo la arquitectura las que la sociología entiende responden a sus
de un objeto, fenómeno o sujeto puede ser prescripciones: las formas visibles de lo social.
reconstruida en referencia a él. Como en otras Un principio, esencial para la constitución de
disciplinas científicas el punto arquimédico, un campo propio para la sociología y para el
punto «a partir del cual, en cuanto es inicio diseño de un método y de unas reglas de traba-
absoluto, se pueda construir el edificio cohe- jo, se ha levantado: es la búsqueda de puntos
rente y compacto de los conocimientos» de visibilidad de la identidad como impulso
(Ceruti, 1994: 35-36), con el Aleph alcanza- constitutivo de las ciencias de lo social en este
mos en ciencias sociales el grado cero de nues- área. Tal búsqueda se escinde en dos momen-
tro objeto: desde él se traza el mapa donde tos: uno, ubicar un lugar para ver; dos, reparar
convergen todos los momentos y todos los en formas visibles de ser. Localizar el Aleph
lugares, la representación que sintetiza las cua- realiza lo primero, y sólo una vez hecho, puede
lidades de todos los escenarios de la vida iniciarse lo segundo, que se traduce en una
social. máxima: existir = ser visto = participar de la
Del Aleph emanan los criterios que definen lógica del modelo. Despejar una de las incóg-
las condiciones de perteneciente, el área en la nitas de la ecuación nos abre la puerta al cono-
que esos criterios son legítimos, así como los cimiento de las restantes; conocido el centro
limites que acotan el momento y los procesos del sistema, los sujetos se hacen visibles, socio-
hasta los que y a partir de los que puede lógicamente existentes desde entonces.
hablarse de identidad, de alteridad y de las for- Provisionalmente puede concluirse, si acep-
mas no completas de pertenencia. No podemos tamos estos presupuestos, que la visión sopor-
ta la gramática del saber científico, cuando la posición y las prácticas del observador de
menos en lo que se refiere a los criterios que acuerdo a lo que podría llamarse el «postula-
éste aplica a la selección de objetos, así como do de la exterioridad» y la calidad y naturale-
a los criterios con los que practica sus clasifi- za de lo observado en términos de lo que
caciones. El proceso comienza en el Renaci- podría denominarse el «postulado de la uni-
miento: el ojo define lo representado y las dis- dad». Lo primero responde a lo que, desde
tancias al ojo, las reglas a seguir para su Foucault, tiene el nombre de panoptismo y
construcción. Aquí empiezan a verse los pri- determina el lugar desde el que se mira; lo
meros síntomas de un fenómeno —constitutivo segundo, a lo que podría ser llamado sinoptis-
para la redacción, no muy posterior, del acta mo, y nos dice de acuerdo a qué entendemos
de nacimiento de la sociología— que definirá lo mirado:

PUNTO DE VISTA DEL SUJETO SOBRE EL OBJETO


1) búsqueda de plataformas para aplicar una observación correcta
2) el observador se emplaza en el centro de lo representado disimulando sin embargo esta
centralidad, haciendo invisible esta posición6
PANOPTISMO O POSTULADO DE LA EXTERIORIDAD DEL OBSERVADOR
1) se admite la visión si es desde fuera y sobre el conjunto
2) lo parcial [localizado, no total] funda (por negación) la visión científica
CALIDAD Y ORGANIZACIÓN DEL OBJETO SELECCIONADO POR EL SUJETO
1) configuración de un campo de observación homogéneo («coherencia óptica»), de objetos
intercambiables, clasificables y tipologizables
2) el objeto, lo representado, se construye de acuerdo a sus relaciones exteriores, obviando,
de una parte, sus movimientos interiores y, de otra, lo que constituye el fundamento últi-
mo de la representación: lo que lo pone en relación con el sujeto que realiza la represen-
tación7

SINOPTISMO O POSTULADO DE LA UNIDAD DE LO OBSERVADO


1) se niega/expulsa lo no visible
2) lo invisible funda (por negación) el ámbito de lo científicamente observable

Ambos principios suministran a sabios y co, el que perfila la lógica de la coherencia


vigilantes lo que necesitan para desarrollar sus óptica, el observador.
respectivas tareas, la visión con perspectiva
suficiente para representar paisajes y la «cohe-
rencia óptica» (Latour, 1985: 15) del territorio 1.3. DE LA NACIÓN:
por el que se mueven sus objetos: todos los LAS MODALIDADES FUERTES
elementos pertenecen a un mismo espacio DE LA IDENTIDAD COLECTIVA
óptico, de donde procede su potencial inter-
cambiabilidad, de donde procede, también, la Correlato empírico evidente, ya se ha dicho,
posibilidad de establecer con ellos clasifica- de la idea de sociedad, la construcción de la
ciones y jerarquías, tipologías y listados. noción de nación responde a las exigencias
¿Todos los elementos? No. Uno queda exclui- con las que realizar estos principios: es exte-
do: el que traza los límites del orden panópti- rior y modeliza, permite que el sujeto vea

~gbtIab
desde ella y que el objeto se comprenda desde social que lo genera, designa los límites y las
ella. No obstante, su nacimiento parte de una áreas de influencia de las otras esferas en que
paradoja, fundante para la modernidad: el se subdivide el sistema social. Encarna la uni-
diseño de autonomía, nodo de su proyecto, se dad y, como la divinidad a la que sucede en su
trastoca en heteronomía ~. Las figuras fuente función, es inefable: regula sin ser regulado,
que la soportan —el Estado-nación y el indivi- crea lo social y no se ve afectado por lo que
duo— pasan de realidades tangibles e inmanen- crea.
tes a modelos, exteriores y transcendentes al Se dispone, pues, como punto de visibilidad
cuerpo social que los generó. Dupuy explica de lo social situado, paradójicamente, al exte-
perfectamente esta transformación: rior de lo social. Como en el Aleph de Borges,
es el lugar en donde convergen todos los luga-
«A la pregunta: ¿Cómo hacer una res y todos los momentos, el vínculo compar-
unidad de una multiplicidad de indivi- tido no afectado por el programa del cual es
duos independientes y separados?, la generador Un politólogo razona:
modernidad responde de distintas mane-
ras, pero respetando todas la misma «A partir de ese centro, será posible
condición: el operador de integración ver la difusión de las influencias en todo
debe ser situado en el seno mismo de la el cuerpo social, e, inversamente, cons-
comunidad <½.).La paradoja es que el tatar como todas las influencias conver-
lugar que se quiere que sea interior a la gen hacia él» (Baechíer, 1974: 125).
sociedad se reencuentra nuevamente
expulsado, como por necesidad, fuera Este artefacto de hipostatización, relevante
de ella» (1992: 1O)~. en la cosmogonía de la modernidad, ocupando
el centro, define, distingue y clasifica lo que
A partir de entonces, sociedad se conjuga pertenece y lo que no pertenece al conjunto,
como nación y sujeto como individuo. Las que ordena lo incorporado, lo jerarquiza y le otor-
podrían llamarse «modalidades fuertes de la ga su lugar. Y clasifica, distingue y otorga
identidad» comparecen desde entonces como lugares a los sujetos, que, para ser entendidos
modelo de la identidad, siendo las que siguen como sujetos-parte, se ven
las reglas básicas de su gramática:
1) un centro (del que emana la definición «obligados a pasar por una exteriori-
legítima de la condición de identidad); dad, una trascendencia, pero una exte-
2) unas formas periféricas (definidas en rioridad y una trascendencia que ellos
función de su distancia al centro); mismos han constituido. Estos se orga-
3) la afirmación y reproducción de este nizan alrededor de un centro que consis-
conjunto en el tiempo (a través de un relato te en (...) una singularidad: el Leviatán
que explica la fundación, el mantenimiento y es el único a conservar aquello a lo que
la evolución del núcleo del sujeto) y en el todos han renunciado, el derecho ilimi-
espacio (un territorio propio, simbólica y físi- tado sobre todas las cosas» (Dupuy,
camente delimitado); 1992: 9-10).
4) unos sujetos (cuya identidad es función
del grado de competencia y cercanía respecto Exteriorizándose un vínculo (lo político)
a los elementos constitutivos del centro). que transciende la unidad, ésta (lo social) se
El establecimiento de las reglas de esta gra- hace posible porque se hace visible, y de esa
mática es sobre todo una operación política instancia unificadora emana la condición de
(Pérez-Agote, 1996: passim): desde un centro miembro. Las entidades que de esta época
político lo social se totaliza y se unifica, devie- heredamos son las que encarnan la gramática
ne monocefálico e insular «La sociedad soña- de las modalidades fuertes: el Estado-nación y
da [por la modernidad] se traduce política- el Derecho de Estado, sus productos más cris-
mente en una utopía unitarista» explica talizados; la identidad política (con su figura
Patrick Tacussel (1984: 62)10. Ciertamente, lo maestra, el sujeto revolucionario), la identi-
político moderno, conformándose como punto dad cultural y el individuo, los rostros de la
de visibilidad de lo social situado fuera de lo acción.

PRbEflb
2. La representación (ibídem: 103). Sólo lo visible existe, lo invisi-
ble —que no ocupa lugar “—carece de estatuto.
y sus restos No cabe pues representarlo: «el artista renun-
cia a pintarlo»(ibídem). Lo mismo sucede en
2.1. LA MIRADA
Y EL CONOCIMIENTO la cartografía: sólo los objetos estables y fijos
en un espacio, comparables, mensurables y
calificables adquieren el estatuto de objetos

Y a Simmel había constatado la fir-


me asociación de la mirada y del
conocimiento, llegando incluso a
pertenecientes a alguno de los órdenes en los
que se empieza a clasificar el mundo. Lo
demás, es ruido, inútil:

afirmar que «solamente lo que es visible puede «La misión de los mapas es normal-
ser poseído [mientras que] lo que solamente mente impartir información sobre los
puede ser escuchado desaparece en el momen- aspectos importantes de una zona, lo
to mismo en el que surge» (1986: 684). Una que significa que dejan a un lado las
idea en la que el propio Gaston Bachelard tra- «apariencias» (...). No sería bien acogi-
bajó, sabiendo intuir cómo la cualidad de lo do un mapa que provocase sensaciones
visible arrastra para cualquier objeto o sujeto visuales inesperadas, tales como el par-
que la ostente la disociación de su entorno: lo padeo. Cuando manejamos un mapa,
visible está siempre, reflexionó el filósofo estamos atentos a la percepción verídica
francés, bien pertrechado por sólidas fronteras, de lo que hay en el papel, y si no lo
siendo éste el rasgo que permite, precisamen- vemos bien lo acercamos a la luz o utili-
te, que sea cognoscible a los ojos de un obser- zamos una lupa. Hablamos de leer un
vador exterior (1994, cap. IX: passim). El mapa, y su requisito principal es que sea
argumento se puede rematar: es la visibilidad fácilmente legible en una sucesión de
la cualidad que admite que a los ojos del soció- fijaciones. No debe haber interferencias
logo tal objeto devenga objeto-parte del campo de unos símbolos con otros y deben ser
que es propio a esta ciencia. Esto es: se cono- tan independientes como sea posible. Si
ce viendo y sólo lo que es visible se conoce: esa diferenciación falla su utilidad está
en peligro» (Gombrich, 1991:103).
«La geometrización de la relación
con el mundo —argumenta Anne Sauva- Y otro tanto en ciencias sociales. Imponien-
geot— encuentra en la organización de la do el mapa sobre el mundo, lo que queda fuera
materia terminada su objetivo. En cuan- torna patología: si hablamos de la identidad
to a la mirada —continúa—, es el vector, del individuo—ciudadano, el secreto, la falta de
el hecho sagital que admite al hombre la transparencia; si hablamos de la identidad del
objetivación y el dominio de lo visible sujeto nacional, la «ausencia social» (Barel,
(...). La vista es la panacea para lafigu- 1982: 100 ss.), la falta de faz política. El indi-
ra geométrica, excelente en la detección viduo secreto es opaco a los ojos de otros; ais-
de los contornos y de los límites de los lado entonces, incompleto, dependiente de
cuerpos. La vista procede por recorte y («la esperanza que la persona sea algún día
análisis de la materia estática (...). capaz de emerger del secreto para ser encon-
Diseca, compara, retiene, ajusta» trada y devenir así una persona completa que
(1994: 113). compartirá su vida con los otros» (Masud-
Kahn, 1976: 53). Lo social invisible, si existe,
Las identidades están escritas (visible = es siempre una situación provisional, incom-
existente); las jerarquías fijadas (visible> mvi- pleta, arriesgada. Debe pues superarse para
síble). Sauvageot lo ha sabido ver en las prác- alcanzar una posición del espacio social donde
ticas de representación que ella estudia, las de la permanencia y la unidad, rasgos caracteriza-
los pintores renacentistas, interesados «sola- dores de las modalidades fuertes, encuentren
mente por lo que ocupa un lugar (...), por las sus condiciones de posibilidad. Así, los que
cosas que puedan reducirse a una medida, viven a resguardo de las miradas exteriores,
cognoscibles por medio de la comparación» privados de existencia social pues invisibles,
se verán empujados, como por necesidad, inversión de la lógica de la representación: «El
hacia la búsqueda de visibilidad, constituyen- territorio ya no procede al mapa (...). Desde
do esto un «poderoso móvil de sus comporta- entonces, es el mapa quién procede al territo-
mientos estratégicos identitarios. A riesgo de rio» (1981: 10).
verse sancionados, individuos inexistentes se ¿Hay otra manera de hacerlo? No desde que
hacen visibles fundando sus identidades en los la visión se ha situado en la cúspide del saben
aspectos de su diferencia que son juzgados Expulsadas otras estrategias del ámbito del
negativamente» (Kastersztein, 1990: 39). conocimiento científicamente construido,
Desde más allá de los límites del mapa —lo desaparecen hasta como posibilidad la pers-
invisible— hacia la periferia; desde ésta, quizás, pectiva interior (que niega al panoptismo) y el
hacia el centro. Es esa la lógica de las identi- campo disgregado (que niega al sinoptismo).
dades políticas. Con la visión y sus artefactos como armas
Al final lo «a representar» queda al margen, hemos de resignarnos a que conocer equivalga
y el paisaje es el mapa 12• El objeto del conoci- a aplanar, escribir, hacer visible/legible el
miento deja de ser aquello para pasar a ser el objeto recogido. Y renunciar, también, a lo no
resultado de la aplicación del instrumento a visible como campo del conocimiento.
través del que se ve: el economista mira los A no ser que se lo haga visible.
datos del INiE antes que las prácticas de con-
sumo, el sociólogo los del último «sociobaró-
metro», y deduce, agregando fijaciones, los 2.2. TEOREMAS DE BURKE
movimientos de los agentes; el politólogo Y DE SERRES
observa los desplazamientos de los agentes por
los caminos del «mapa electoral». Sólo des- Centrados sobre lo sólido y sobre lo visible,
pués mirará hacia afuera. ¿qué queda fuera? Dos teoremas (uno debido a
De ahí esa curiosa patología de los científi- Burke y otro que formula recurrentemente
cos: la «obsesión por la huella inscrita» Michel Serres) explican la práctica de las cien-
(Latour, 1985: 10). Patología que ya marcaba a cias sociales respecto a este resto. El primero
los expedicionarios del Renacimiento: el obje- da cuenta de lo que produce la aplicación de los
tivo del viaje era volver al punto de partida con procedimientos de la sociología; el segundo, de
una representación visible del trabajo realiza- la gestión que las ciencias sociales hacen de ese
do. Sin esa huella, sin ese registro, el viaje resto y de la utilidad que le extraen.
pierde sentido: no deja inscripción ni en los Burke —recuperado por Merton al estudiar
anales del saber ni en los de la historia. Mate- las profecías reflexivas— traduce en parte a
riales que se ven: cuadernos de viaje, relacio- Heisenberg para la sociología: ver algo proce-
nes e informes, álbumes fotográficos o cuader- de de una selección que trae como corolario
nos de dibujo, registros magnetofónicos o privilegiar una entidad -que nace como objeto
cuadernos del trabajo de campo, grabaciones aislado gracias a esa mirada— y desechar otra,
de grupos de discusión o tablas de frecuencias, cuya ausencia brota, también, de esa operación
fetiches y esencia de la vida del viajero o del de selección 13• Cabría añadir un apunte: lo que
científico: «Si pierde su cuaderno de viaje la sociología descuida, lo que nace de las ope-
todo el viaje está perdido» (Ibídem). raciones de selección de los sociólogos, queda
Sólo se mira el mapa: lo que era modelo es siempre dentro de parecidos parámetros: es el
ahora objetivo; los desajustes respecto a ese tiempo sin historia (el no acontecimiento, o
modelo, materia de sorpresa. La atención se hecho separado de su sentido (Barel, 1982: 8 y
desplaza desde el espíritu a sólo lo que el espí- ss.)) y el territorio sin marca (el no lugar o
ritu ve; solamente lo visible es susceptible de espacio sin marca de identidad, de duración y
ser científicamente estudiado. Más tarde, sólo de historia (Augé, 1994 b: passim)). Lo que la
los resultados de la mirada serán los observa- sociología desatiende es, entonces, lo que
dos. Consecuencias: 1) que practicar ciencia queda fuera de las modalidades fuertes de la
supone dotarse de dispositivos de visualiza- identidad colectiva.
ción; 2) que argumentar científicamente equI- Se trata de recuperarlo. De esa recuperación
vale a acumular objetos visibles, mostrables. habla al que aquí doy nombre de Teorema de
Baudrillard, en un texto ya clásico, reconoce la Serres, que encadena tres axiomas:

~1bE5E&b
1) sobre el resto de las operaciones de que antes quedaron fuera del espacio del cua-
conocimiento del saber reglado éste aplica dro) I4~ Se reducen (en la hipótesis del reflujo
nuevas operaciones de conocimiento que individualista) o se aumentan (en la de la mun-
generan, a su vez, nuevos restos; dialización) los contornos y el área del espacio
2) el resto de las operaciones de conocí- social observado, pero eso no parece exigir un
miento del saber reglado es efecto de esas ope- cambio de la lógica de observación. El prisma
raciones de conocimiento, a la vez que su de comprensión permanece idéntico: unidades
causa; recortadas de su medio, una lógica central,
3) el resto de las operaciones de conoci- duración. Unidad, permanencia, coherencia y,
miento del saber reglado es un stock que en la cúspide, el Aleph. La lógica del Estado-
garantiza la pervivencia de las operaciones de nación y del individuo-ciudadano, la de las
conocimiento que lo producen y que su exis- modalidades fuertes de la identidad, de la que
tencia justifica. estas salidas son sus sustitutos funcionales.
Regreso, al final de la cadena, al primer
axioma. El mundo es una gran muñeca rusa de
la que la ciencia dispone la llave, una unidad
que se reproduce por bipartición: cada conocer 3. En las Ruinas del Mapa:
es un viejo desconocer hecho visible, que, a su lo invisible y las modalidades
vez, viene acompañado por un nuevo descono-
cer, un nuevo mundo invisible que una vez débiles de la identidad colectiva
desvelado (hecho visible) produce un nuevo
desconocer. Y así. 3.1. EL PRINCIPIO DE BAREL
Los restos de la aplicación del modelo son la
garantía, pues están siempre como reserva
inexplorada, como «stock en espera. Espacio
por el que campear en el caso de accidente»
(Senes, 1973: 96). Así se reservan una parcela
que asegura la supervivencia de la forma de
L as sucesivas hipótesis con las que la
sociología se esfuerza en acercarse a
las caras ocultas y escondidas de su
objeto indican, es bien cierto, que a sus ojos
ver del sujeto y del sujeto mismo como instan- éste no varía en lo sustancial. Podría sin
cta que mira desde arriba, desde fuera y desde embargo pensarse que acaso estemos delante
lejos, amén de asegurar la supervivencia de las de una realidad de orden distinto a los supues-
coordenadas en las que encuadra a su objeto: tos empíricos básicos de las ciencias sociales y
«Elfuturo está abierto si y sólo si existen luga- que, en esa medida, requiere de formas de
res fiera del que ahora preocupa. De donde hacer acopladas a sus singularidades.
adviene toda posibilidad» (ibídem). La exis- Cabe entonces pensar en ese resto de las
tencia de un invisible es la garantía de la equi- prácticas de teorización y de conocimiento de
valencia entre lo visible y lo existente, y, sobre las ciencias sociales, lo social invisible, en tér-
todo, la garantía de la legitimidad de la bús- minos casi opuestos a los que indican los teo-
queda de lo visible como pulsión fundamental remas de Burke y de Senes. En relación a esa
del conocimiento científico. invisibilidad social, de la que siempre intui-
En nuestro terreno hay no pocos ejemplos mos su presencia —molesta— como resto no
de la aplicación del Teorema de Senes: toma- analizado de nuestros estudios, la actitud no
da conciencia de lo que la macrosociologia tiene entonces porque ser la de procurar verla,
deja fuera, se añade la microsociologia; sabida la de crear útiles para hacerla visible. ¡Si el
la disolución y crisis del centro político, se problema se redujese a eso no hubieran demo-
habla del policentrismo; conocido el desvane- rado mucho las ciencias sociales en encontrar
cimiento del sujeto político y del ciudadano, se medios para hacerla aprehensible! El problema
propone la hipótesis del retorno del individuo no es el de acomodar nuestra mirada, sino,
al refugio doméstico. En suma, ante la con- dice Yves Barel «el [del] estatuto de objeto de
ciencia de la crisis del objeto, el sujeto se la sociedad invisible» (1982: 18).
repliega sobre si (es la apuesta fría de la mcta- Cuando el modelo se toma por lo que mode-
teoría) o se intenta acoplar al objeto (creando liza, la cartografía y la sociología entran en cri-
mapas que encajen con las caras de la realidad sis. Pero la búsqueda del mapa y del modelo,
del grado cero de todas las cosas, provoca con- tuirlos. Pero el cuento de Borges, aunque
secuencias imprevistas: a resultas de la aplica- breve, tiene dos partes: la primera explica lo
ción de la máxima con la que obran sociólogos absurdo de un representante que no se diferen-
y cartógrafos («no podemos conocer racional- cia de lo representado. La segunda lo que suce-
mente más que aquello de lo que somos la de después:
causa, lo que hemos fabricado» (Dupuy, 1994
a: 16-17), comparecen al mapa irónicas conse- .en los Desiertos del Oeste perdu-
-

cuencias. De ellas habla el Principio de Barel. ran despedazadas las Ruinas del Mapa
El primer paso es sacar al objeto de las cien- habitadas por Animales y por Mendi-
cias sociales de esa red en la que ha sido ence- gos» (1986: 136).
rrado, capaz sólo de atrapar aquello que los
instrumentos de estas ciencias pueden ver y También Simmel escribió del calor de los
que niega para lo que dejan «fuera de campo» restos: «Son las ruinas un lugar de vida de
el estatuto de objetos observables: de una donde la vida se ha retirado» (¡987: 116). Lo
imposibilidad práctica se pasa a una negación decadente se constituye en lugar de vida pese
ontológica. Para hacerlo, el que aquí llamo a que, aparentemente, la vida ya no está en él.
Principio de Barel, que puede enunciarse así: Ahí está su peculiaridad como ámbito de
lo social invisible es aquel resto de las opera- socialidad: de esos edificios en ruinas los suje-
ciones de las prácticas de conocimiento sus- tos se valen, pero el programa y los fines con
tentadas en la retórica de la mirada que hace de los que fueron diseñados no determinan las
ésa su condición de invisible el rasgo desde el prácticas que se desarrollan dentro de ellos. En
que inventa sus estrategias de identidad. Así: otros términos: son continentes de la vida
social cuya forma no explica sus contenidos, si
1) es creado por las prácticas (de conoci- bien son estas formas las que posibilitan su
miento y otras) que se sostienen en la retórica despliegue. A partir de la crisis, remata Sim-
de la mirada; mel, «un nuevo sentido se apodera de esos
2) no es un objeto social que va en paralelo accidentes» (Ibídem: líO).
a lo «ya conocido» esperando para ser desve- Para el caso, tales accidentes están consti-
lado a que se de forma a un mapa adecuado tuidos por lo que queda fuera de la representa-
para su visualización; ción que la modernidad construye de la identi-
3) es un área de socialidad que en su doble dad: los tránsitos entre las cuadrículas de su
condición de creada por otros (en tanto que mapa y los cruces por encima de sus limites.
resto de sus operaciones) y de invisible para Allí se ubica lo invisible: en lo que pasa entre
esos otros, encuentra la condición de posibili- un lado y otro de las fronteras entre distintas
dad de su peculiar existencia. identidades fuertes (lo que forma parte de dos
Lo social invisible es, entonces, lo que no se o más categorías a la vez), lo que está o habi-
puede ver y lo que habita en esa zona que no se ta en los límites de esas identidades fuertes (lo
puede ver haciendo de esta negación la guía que que hace de las fronteras un lugar donde resi-
orienta sus prácticas. Nace de la crisis de la repre- dir) y lo que, finalmente, está más allá de los
sentación y hace de tal crisis su espacio vital. límites del mapa con el que se representan esas
identidades fuertes (los monstruos). Los no
man’s land, los bosques y los desiertos, los
3.2. EL ESTATUTO DE LO SOCIAL límites interiores y exteriores del territorio
INVISIBLE acotado por las prácticas de cartografía de la
sociología de la identidad colectiva, deshechos
Se ha recurrido con profusión al hablar de ¡a de la persistente aplicación del Teorema de
crisis de la representación al cuento que Bor- Burke y, de acuerdo al de Serres, garantía para
ges llamó «Del rigor de la ciencia»: era tan la supervivencia de la ciencia, asientan las
perfecto el Mapa del Imperio que coincidía condiciones de posibilidad para la emergencia
punto por punto con el propio Imperio. La de las que podrían ser llamadas «modalidades
metáfora de Borges permitía denunciar la cri- débiles de la identidad colectiva».
sis de nuestros dispositivos y alertar sobre la Modalidades de las que es relativamente
necesidad de recurrir a otros con los que susti- fácil decir lo que no son pero para las que es
48 Gabriel Gatti

complicado acertar a describir una ontología. dad nacidas bajo el paraguas protector de la
De eso da precisamente cuenta el Principio de unidad y de la estabilidad.
Barel: no es posible definir una ontología para Habitan en las fronteras, puntos ciegos para
algo, el deshecho de la representación y de la las sociologías de las modalidades fuertes de la
obsesión por el encuentro del modelo, de suyo identidad colectiva, en esas zonas clandestinas
evanescente. Barel cierra el argumento que da donde se juega con las categorías clásicas de la
forma a su Principio: sociología en este campo (identidad/alteridad,
Nosotros/Ellos, orientación macrosocial/orien-
«Si el residuo aparece y si tomamos tación microcomunitaria...) y donde se hace de
conciencia de ello, no es quizás sola- la ambivalencia una estrategia: como muy grá-
mente a causa de la debilidad de nues- ficamente lo ha expresado Ramón Ramos, «el
tros métodos, sino también y sobre todo sujeto ambivalente define su problemática
porque, en cierto modo, lo social invisi- identidad de forma deslizante, sobre elfilo: es
ble no existe o, más exactamente, existe una contrabandista que cruza continuamente
de otra manera» (Barel, 1982: 7). lafrontera» (1996: 179), es un sujeto que cons-
truye sus implicaciones en lo social «aprove-
chándose del hecho de habitar en lo intermedio
3.3. LAS MODALIDADES DÉBILES (.. .) para asumir todas las identidades disponi-
DE LA IDENTIDAD COLECTIVA: bles» (García Canclini, 1990: 302)15.
CONSECUENCIAS NO PREVISTAS Se enfrentan dos caras: una visible y otra
DE LA BÚSQUEDA DEL ALEPH que no; una cristalizada y otra que no lo está.
No por eso la segunda deja de ser real («lo
Si acordamos para quienes habitan en esos social invisible es tan real como lo social visi-
accidentes —las minas del edificio de las iden- ble, salvo que su realidad no puede, por defi-
tidades construido en la modernidad— el nom- nición, aprehenderse del mismo modo» (Barel,
bre de modalidades débiles de la identidad 1982: 14). Bien al contrario: su ausencia de la
colectiva, se convendrá que lo que éstas cons- «representación de la realidad» es su cualidad
tituyen es, más que una nueva forma de identi- característica. Y es en esa ausencia donde está
dad, una estrategia de implicación en las iden- la clave:
tidades ya existentes. No son pues un objeto,
sino una disposición ante los objetos. Con «Todo sucede como si la vida social
ellas, se trata de reparar en las astucias que se se desarrollase a menudo en dos planos
inventan para atravesar los mapas de las moda- a la vez, estrechamente entremezclados
lidades fuertes y no tanto de establecer nuevos pero de los que sólo uno es claramente
mapas con los que detectarías. Se trata, en visible para el observador e incluso
definitiva, de ver cómo se abstraen las formas para los participantes. Es de esta visibi-
sociales cristalizadas (Simmel, 1986: 19 y ss). lidad que se alimentan las teorías que,
¿Cuáles son esas socialidades a las que les desde entonces, incluso cuando son per-
atribuyo la cualidad de ser invisibles?; ¿cuál es tinentes (quizás habría que decir que
el nombre por medio del que podemos anali- sobre todo cuando son pertinentes)
zarías? Cabe afirmar, de entrada, que las expulsan a la oscuridad el otro plano, y
modalidades débiles son lo que las fuertes no crean lo que podría llamarse una clan-
son, lo opuesto a la caracterología que define destinidad social» (Barel, 1994 b: 194).
su ontología. Esto es: invisibles, transfiguran-
do el centro, capaces de jugar y de desplazarse Las fronteras, decía, lugares de la paradoja,
por los limites, actuando en cuadros espacial y del absurdo y de la ambivalencia (cf Ramos,
temporalmente muy delimitados. Pero no 1996: passim), son las zonas donde se desarro-
puede bastar con reducirlas a la pura negativi- lía esa dialéctica entre lo visible y lo invisible.
dad, pues poseen rasgos característicos de los Hablando de las fronteras del Imperio, los
que el más destacable es quizás la capacidad limes, E. Trías (1991) señala los dos distintos
de desplazarse entre distintos territorios crista- hábitats que estos cercados hacen posible: uno,
lizados, entre los distintos espacios que repro- firme y estable, nominado y afirmado en la
ducen la arquitectura de las formas de identi- duración, el espacio del Imperio que el limes
delimita, otro precario y flexible, ontológica- estas identidades desprovistas de una caracte-
mente inseguro, el espacio del propio limes. rología propia: es sólo en los nichos donde
De la génesis y de la gestión del primero dan hacen uso de los nombres que otros poseen
cuenta los teoremas de Burke y de Serres: el donde pueden aprehenderse. Son, así, invisi-
limes es la primera línea del resto del imperio, bIes, salvo en esos momentos y lugares donde
al tiempo que la garantía de la pervivencia del parasitan las identidades fuertes disponibles.
dispositivo de reproducción de la identidad del Modalidades fuertes y modalidades débiles;
territorio imperial: parásitos y huéspedes: «la relación con el
huésped —sostiene Michel Serres— supone un
«Más allá de esa circunscripción se contacto permanente o casi permanente con él
hallaba la eterna amenaza de los ex- (...). No sólo vivir de, sino también vivir en»
tranjeros, o extraños, o bárbaros [quie- (1980: 13). Habitan, pues, en las zonas nacidas
nes], a su vez, se sentían atraídos por de otras pertenencias y de otras fidelidades.
esa franja habitable y cultivable que les Zonas que habilitan su existencia o que, al
abría el posible acceso a la condición menos —y esto no es baladí si se tiene en cuen-
cívica, civilizada, del habitante del im- ta cómo se ha ido construyendo el objeto y
perio» (Ibídem: 15). cómo se ha ido fraguando su observación—,
habilitan la posibilidad de ser vistas por obser-
El segundo hábitat se explica por el Princi- vadores exteriores. No hay sujetos que las
pio de Barel: la ambivalencia y la doble condi- encarnen (no responden a los rasgos de las
ción de creado por otros y de habitante en los identidades-individuo); no hay, tampoco, códi-
restos de esta creación son sus rasgos más gos que reproducir (no son identidades comu-
característicos. Zona media, contradictoria y nitarias). Tan solo estrategias y disposiciones.
ambigua, habitada por personajes extraños: Las aparentes solidaridades irrompibles, los
observados (por «bárbaros» y por «civiliza- vínculos comunitanos, las ligazones políticas
dos», pues para ambos constituyen un peligro), están, también ellas, atravesadas de dobleces y
pero también observadores (pues son los limi- de simulaciones. La ciencia social ha pensado
tanei los responsables de mantener los limites que lo visible, el habla y lo serio constituían el
del imperio: vigilan los accesos a su zona y la grado cero de la comunicación, olvidando por
preservan); ni extranjeros ni ciudadanos, eso lo invisible, los silencios y lo lúdico. De
«peligrosos amigos—enemigos que habitaban igual modo, pensarongue la adhesión clara era
el limes» (Ibídem: 16). el punto de partida, el nivel normal de solida-
En esas zonas limítrofes surge una nueva ridad, pasando por alto que todos nos sustrae-
arquitectura de la identidad. Pero una arqui- mos a esa «disciplina dramática» (Fabbri,
tectura que no se propone como alternativa a 1995: 105) que son para muchas sociologías
la de las modalidades fuertes de lo colectivo, nuestras sociedades. Las modalidades débiles
sino que, al contrario, comparece como una de la identidad colectiva, «mercenarios de la
estrategia que se aprovecha de ésta sin sub- tradición [y] profesionales de la traición»
vertiría. El de modalidad débil, más que indi- (Ibídem: 104), revierten las apariencias y
ce de una nueva condición, es el nombre de transforman las lealtades. Con ellas, el edificio
una astucia y de una adaptación. Puede por de las adhesiones corre peligro serio de des-
eso decirse que estas formas de implicación moronamiento.
son modalidades vicarias o parasitarias de las Transcribiendo a sus cronopios, Julio Corta-
modalidades fuertes: se evitan el duro trabajo zar dijo:
que implica crear límites distintivos para habi-
tar en otros previamente existentes. No hay «Tenemos un defecto: nos falta origi-
momento fundacional en este género de impli- nalidad. Casi todo lo que decidimos
cación; no hay, tampoco, conmemoración de hacer está inspirado —digamos franca-
los orígenes; no hay, incluso, operaciones de mente, copiado— de modelos célebres. Si
diferenciación que persistan en el tiempo y en alguna novedad aportamos es siempre
el espacio activadas por cualquier mecanismo inevitable: los anacronismos o las sor-
de reproducción en el que, literatura socioló- presas, los escándalos. Mi tío el mayor
gica mediante, podamos pensar Están pues dice que somos como las copias en papel

~RbE5Uab
carbónico, idénticas al original salvo que de las dos realidades empfricas. Y ello nos plantea la cri-
• otro color, otro papel, otra finalidad» sis de nuestras categorías transhistóricas» (1996: 12).
6 «El espíritu se vuelve científico viendo el mundo en
(1979: 27).
perspectiva» (1985: II) dice Bruno Latour reflexionan-
do sobre ello.
Da en el clavo: al calor de las Ruinas del O, como sostiene Anne Sauvageot (1994: 83) «la
Mapa de Borges viven los cronopios, identida- mirada vincula y coordina los objetos en el seno de un
des que no son objetos sino desplazamientos espacio-sistema».
8 Ciertamente, el proyecto de la modernidad se funda
entre objetos, que no toman el centro de las
identidades fuertes sino que subvierten sus en la pretensión de anular toda dependencia y de fundar
las entidades que la encaman en la emancipación respec-
fines. Para ellas no disponemos de nombre con to a cualquier poío de referencia exterior. Ofrece por eso
el que identificarlas, puesto que, astutas, no las tres órdenes de emancipación: 1) emancipación de todo
vemos más que en los escenarios donde asu- polo exterior a lo social (de ahí, la propuesta de emanci-
men los nombres que otros han creado, allí pación de la religión); 2) emancipación de todo lugar de
donde se acogen a fronteras de identidad pre- regulación central (por eso, la búsqueda de emancipa-
ción del Estado); 3) emancipación de toda interiorización
viamente gestadas. Carecen de origenes, care- por los individuos de reglas coercitivas de coexistencia
cen de mecanismos propios de diferenciación. (o lo que es lo mismo, la emancipación de la ética) (Cf
Para verlas, no hay más que un truco: tén- a este respecto Dupuy, 1994 b: passim).
ganse en cuenta, primero, los Teoremas de En el mismo texto, añade Dupuy:
Burke y de Serres; búsquense, segundo, las «[En] la historia de los Estados occidentales, lo sabe-
mos (.4 el puntofijo endógeno se ha vuelto Estado admi-
ruinas de alguna identidad grande y considére- nistrativo, más exterior quizás a lo social que lo sagrado
se, tercero, el Principio de Barel. Seguro que mismo por su pretensión de instituir totalmente la socie-
habrá cronopios. dad desde el lugar separado del poder» (1992: 251).
lO La imagen de lo «social monocefálico» procede

asimismo del trabajo de P. Tacussel (1984: passim).


NOTAS La localización de lo visible y, por el contrario, la
falta de lugar de lo oído ha sido también materia de refle-
Los comentarios que Jesús Arpal, Andrés Davila y xión para Senes, quien, mucho tiempo más tarde que
Elixabete Imaz hicieron al texto del que éste es una pro- Simmel, escribirá:
fundización (Gatti, 1997), así como las conversaciones «Un acontecimiento visible se localiza, a distancia y
mantenidas con líiaki Martínez de Albéniz mientras angulado, coordinado con los acontecimientos de alre-
redactaba este trabajo me han ayudado a rellenar algunas dedor; ocupamos un punto de vista, percibiendo perfiles.
lagunas y, sobre todo, a problematizar algunas certezas. La vista define un lugar (.. 4. Panoptes integra los pun-
2 En Nouvelles de létranger, Mercure de France,
tos de vista de un cuerpo. adiciona los sitios desde donde
1952. Tomado de Bachelard, ¡994: 255. ve (...). Un acontecimiento sonoro, sin embargo, no tiene
En términos de Anne Sauvageot, en cuya obra en un lugar» (1985: 46).
parte me baso, podría enunciarse así una primera forma- 2 En fórmula de E. Von Foerster según Peter Krieg

lización de esta conjetura: (1994: 125).


«La construcción del saber toma de la organización ‘> Tomado de R. Ramos (1993: 439) quien enuncia

del ver sus principios estructurantes, de manera tal que así el Teorema de Burke: «Una forma de ver constituye
la evolución de los esquemas perceptivos lleva con ella también una forma de no ver: la concentración en el
la evolución de las racionalidades» (1994: 9). objeto A implica el descuido del objeto fi».
Ejercicio, debe decirse, aún inacabado, como todo lo Cf Pérez-Agote, 1996:14. Considerando que la dis-
procede de ese engranaje difícil de mover que son las tesis tinción entre una dimensión social micro y otra dimensión
doctorales. Para mover ésta, también debe decirse, llevo social macro recubre, en el fondo, la más vieja diferencia-
desde 1994 beneficiándome de una beca de Formación de ción entre «individuo» y «sociedad» y que, de esa suene,
Personal Investigador del Departamento de Educación, su invención responde al esfuerzo de algunas corrientes de
Universidades e Investigación del Gobierno Vasco. las ciencias sociales por mantener intacto lo sustancial de
No hace mucho, reflexionando sobre la crisis de la su edificio teórico y metodolégico, Pérez-Agote introduce
sociología, A. Pérez-Agote concluía que ésta procede no un argumento que, aunque situado en una tradición de
tanto de la crisis de un procedimiento sino de la de los pensamiento evidentemente distinta, abunda en lo sustan-
límites y contenidos de «individuo» y «nación», eviden- cial de lo que he llamado el Teorema de Senes:
cias no cuestionadas de las ciencias sociales. Argumen- «Se suele considerar confrecuencia que lo micro y lo
tando sobre ello, decía: macro son ópticas o enfoques de una misma realidad
«Lo sociología es hasta ahora la reflexión no histórica social. Al final lo micra y lo macro se entienden como
de la aparición. sí histórica, de la sociedad y del individuo. dos caras de una misma moneda, cuando puede ser que
Sociedad e individuo, como categorías, se han pensado constituyan realidades empíricas distintas» (1996: 14).
como transhistóricas. Sociedad e individuo, como realida- ‘> El acercamiento a las identidades ambivalentes ha
des, son históricas, y la sociología en este momento devie- sido materia de preocupación para vados científicos
ne autoconsciente de ello, porque estamos frente a la crisis sociales considerados ya como clásicos. Para ellos, el

~PbEuJ5A6
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que atraviesan la fase liminar de los ritos de paso, cons- en Aux origines des sciences cognitives, pp. 15-33,
tituyó una de las vías por donde escapar de los constre- París, La Découverte.
ñimientos de la retórica de la mirada y de la lógica de las Dupuv, J.-P., 1994 b, «L’auto-organisation du social dans
modalidades fuertes de la identidad colectiva. Prototípi-
la pensée libérale et économique», en Dumouchel-
cas son en este sentido la noción de «forma-extranjero»
Dupuy (eds.), op.cit., pp. 377-84.
en Georg Simmel (1986: 7 16-40) ola figura del foraste-
ro tal como aparece caracterizada por Alfred Schiitz FABBRi, R, 1995, «Somos todos agentes dobles», en Tác-
ticas de los signos, Pp. 101-19, Barcelona, Gedisa.
(1974: 95-108), ambas reflejo de vías de reflexión que
GARCÍA CANCLINI, N., 1990, Culturas híbridas. Estrate-
permitían pensar en combinaciones complejas difícil-
gias para entrar y salir de la modernidad, México
mente aprehensibles desde los ojos de las identidades
estabilizadas. Si el forastero, «híbrido cultural que —en DF, Grijalbo.
palabras de Schtitz— vacila entre dos pautas diferentes Gxrri, 0., 1997, «Les socialités invisibles: l’Aleph et la
de vida grupal sin saber a cuál de ellas pertenece» liniite dans la construction sociologique des identités
(1974: 106), acompailó a la sociología a conocer cómo collectives», Sociétés, n.0 57, Pp. 71-80.
eran los pasos por encima de las fronteras del mapa y GOMBRICE, E. G., 1991,Lo imagen yel ojo. Nuevos estu-
cómo se construían las estrategias identitarias en situa- dios sobre la psicología de la representación pictóri-
ciones donde se conjuntan pertenencias a priori exclu- ca, Madrid, Alianza.
yentes, por su parte, los iniciandos, las convertidas, las KASTERSZTEIN, J., 1990, «Les stratégies identitaires des
traidoras o, incluso, los espias (cf Turner, 1980: passim, acteurs soclaux: approche dynamique des finalités»,
o, desde otra perspectiva, más cercana a los propósitos en AA.VV., Stratégies identitaires, Pp. 27-42, Paris,
de este trabajo, Abril, 1995: passim, y Fabbri, 1995: PUF-
passim), indicando el juego que se establece entre la Kamo, P., 1994, «Puntos ciegos y agujeros negros. Los
desadhesión y la adhesión, habilitaron la tematización medios como intermediados de las realidades», en P.
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