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Crecimiento o barbarie1

Latouche afirma que es necesaria una transformación cultural para la solución de


los problemas socioculturales y ecológicos de la modernidad. Por eso su
propuesta al respecto va mas allá de una solución jurídica, técnica o económica.
El filósofo expone una solución en la que debe ocurrir un cambio en la estructura
mental de los sujetos que ha sido impuesta desde la historia y los imaginarios de
occidente.

Latouche desarrolla dos ideas principales a favor de la anterior afirmación. Primero


hace una crítica a la economía occidental, a sus pilares fundamentales sus valores
e imaginarios. Y por otra parte propone la visión del decrecimiento como resultado
de esta crítica y como solución a los problemas de la crisis financiera y la crisis
ecológica. (Es necesario anotar que esta no es una propuesta desarrollada por él
exclusivamente, sino que son un grupo de pensadores los que desarrollaron la
idea y la respaldan).

Su crítica a la economía parte de la experiencia que tuvo en África de 1966 a


1967, donde pudo evidenciar la existencia de pueblos a-desarrollados, es decir,
personas que viven extrañas al sistema económico y que aun así mantenían un
orden o un grado de autorganización técnico y cultural. En los años posteriores se
dedicó a estudiar antropología económica, filosofía de la economía, críticas a la
economía política, etc. Pero es en el 2001, en un coloquio al que asistieron
organizaciones de activismo social y ecológico, cuando empieza a tomar cuerpo
el proyecto del decrecimiento. Basándose en posturas teóricas como las de Ivan
Illich, de quien fue discípulo, que criticaba el concepto de desarrollo y a su vez las
ideas de progreso y crecimiento.

1Esta es una entrevista realizada a Serge Latouche, un economista y filósofo francés


que se opone a la occidentalización del planeta, y un gran crítico de las teorías
utilitaristas en la economía.
Latouche sostiene que los valores que fundamentan el crecimiento, el desarrollo y
progreso, tienen su génesis en la historia de occidente. Por lo cual, estos
conceptos no tendrían ningún significado para la sociedades no occidentales si no
fuera por la imposición y aculturación que sufrieron, por ejemplo, los pueblos del
África que él conoció. Estos conceptos y los imaginarios que de ellos devienen,
producen otros conceptos esenciales para el desarrollo occidental: estos son, la
economía y la técnica. En síntesis, este conjunto de conceptos estrechamente
relacionados fundamentan la visión progresista del mundo que nace, se desarrolla
y se impone desde occidente.

De acuerdo a lo anterior, el filósofo expone la solución a los problemas planteados


por el desarrollo, el progreso, el crecimiento, etc., con el proyecto del
decrecimiento. Primero advierte, como se dijo más arriba, que el decrecimiento es
un proyecto que apunta a una sociedad autónoma y serena, esto implica una
descolonización de los imaginarios impuestos, para después empezar a construir
una nueva sociedad del decrecimiento. Y para esto es necesaria una
desintoxicación de la educación. En este sentido, retoma a Marcel Mauss y su
visión de que las experiencias alternativas y divergentes (sindicatos,
cooperativas.) Éstas constituyen laboratorios pedagógicos para la construcción de
un nuevo sujeto que permita la construcción de un nuevo mundo. El filósofo pone
como ejemplo la creación de nuevas experiencias organizativas (ONG, sistemas
de intercambio locales etc.), que son universidades populares que tienen como
objetivo promover la resistencia y descolonizar el imaginario.

Por otro lado afirma que el proyecto debe apuntar a lo que Iván Illich llamó “La
economía convivial”, es decir, la sociedad del decrecimiento debe necesariamente
organizar su producción de tal manera que no esté transversalizada por la
escasez, la necesidad, el cálculo económico y, por consiguiente, no debe existir el
homo economicus. En ese sentido los imaginarios de la economía occidental
deben ser refutados y superados.
Finalmente, Latouche afirma que este es un proyecto político de izquierdas por
que está fundamentado en una crítica a la sociedad de consumo o, dicho de otro
modo, es una crítica al sistema capitalista y al liberalismo como valor de éste,
puesto que el crecimiento y la acumulación son las principales fuentes de injusticia
y desigualdad. El objetivo no es pues desacelerar la acumulación, sino objetar el
concepto para invertir el proceso de descomposición social y planetaria que
genera dicha acumulación.

El proyecto también implica el ejercicio de las 8 R: “Reevaluar, reconceptualizar,


restaurar, redistribuir, reutilizar y reciclar.” La redistribución, específicamente, es
lo que permitiría la superación del capitalismo según Latouche, ya que implica el
reparto de las riquezas y el acceso al “patrimonio natural” por parte del norte hacia
el sur, pero también en el interior de cada sociedad. Es menester advertir también
que los que apuestan al proyecto del decrecimiento encuentran indispensable la
superación del capitalismo no solo en sus practicas sino también y principalmente
en sus imaginarios. Es decir, es necesario derrocar el espíritu del capitalismo en el
sentido weberiano.

Comentario
El aspecto más interesante, al menos para mí, de las ideas expuestas en la
entrevista es la sugerencia de que el sistema económico global es un
consecuencia de la imposición de una visión de la sociedad humana que fue
construida por el occidente europeo. Esto me parece interesante porque revela
hasta qué punto las historias convencionales de la ilustración, la modernidad, el
liberalismo, las democracias modernas, etc., son profundamente ideológicas en el
sentido de que reproducen una suposición no examinada, a saber: que toda la
humanidad debe convergir hacia el proyecto democrático, liberal, desarrollista, etc.
Esto me parece importante porque, a mi juicio, la ideología imperante (que ni
siquiera se percibe porque trabajan en el trasfondo, en las suposiciones
esenciales no examinadas) ha configurado una serie de relatos en los cuales la
democracia liberal aparece como la única opción decente o siquiera posible.
Aprender a ver dicha visión como el resultado de contingencias históricas permite
comenzar a ver, en primer lugar, que existe y han existido otras formas de
organización y colectividad que no producen los problemas que sí a producido la
implantación y expansión del modelo liberal. Y, en segundo lugar, ayuda a ver que
dicho modelo liberal es apenas la cristalización histórica de unas soluciones a
unos problemas concretos, y que dichas soluciones no tienen porque funcionar de
manera universal en el espacio (en todo el planeta) y en el tiempo (en todas las
épocas). Con respecto a las propuestas, en realidad lo único que puedo decir es
que parecen muy interesantes y que sólo si se llevan a la práctica podrá saberse
si funcionan y hasta qué punto.

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