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Que Dios la tenga en la gloria de Carlota Martínez

PERSONAJES

• La señora Clara. Anciana señorita de aproximadamente 75 años de edad.

• Rosaura. Dama de confianza que acompaña a la señorita Clara. 35 años de edad aproximadamente.

• Francia Misericordia. Vieja amiga de la señorita Clara.

La escenografía hará referencia al lugar de habitación de la señorita Clara con muchos objetos que den una atmósfera de antigüedad y
calidez.

En el escenario deberá haber un espejo escaparate, radio Motorola antigua y otros objetos más de acuerdo a lo que se trate.

ESCENA I

Entra la señorita Clara del brazo de Rosaura. Ambas lucen vestidas de luto: la señorita Clara de negro cerrado y Rosaura de medio luto.
Regresan del cementerio. Cabo de año de Francia misericordia.

La señorita Clara.- (Protestanndo). Pero Rosaura ¿cuándo se había visto esto? Pero, ¿no te fijaste como ese loco nos pasó por un
lado? Yo creo que el mismísimo demonio se queda frío con una cosa así. (Se hace la cruz). Cuando se nos acercó yo sentí que me
estremecía de pies a cabeza, como una barajita, asimismo es, como barajita. ¡Qué horror!

Rosaura .- Ay señorita Clara yy pensar que eso que le pasó hoy a usted, en este país al desafortunado peatón le pasa a cada rato y todos
los días. Ahora yo digo: ¿no cree usted que eso es falta de gobierno?

La señorita Clara.- Ah, eso sí, porque si en mis manos estuviera (blandiendo el bastón) al que no sepa cómo se conduce un aparato de
esos, pues nada, se le quita inmediatamente de las manos. Y al que cometa un acto tan grave como ese de destrozarle los oídos a la
pobre humanidad, pues recluido con pico y pala en esas manos y a echarle pichón a las carreteras y a los huecos de Caracas que son
bastantes.

Rosaura.- Eso sí es verdad. Lo que pasa es que aquí las cosas van todas al revés: los meten a la cárcel un día y no han pasado unas
cuantas horas cuando ya los ve usted por esas calles cortando oreja y rabo. Y uno a llorar al valle, con un par de tapones en los
oídos. (Pausa).

La señorita Clara.- (Nostálgica, visiblemente entristecida). Un año ya que murió la pobre Francia. (Pausa) Pensar que ella me lo decía:
“Los tiempos han cambiado tanto Clarita, ya las cosas no son como antes, lo mejor es ir recogiendo su cachachá.(Pausa) Y mira que lo
recogió. Yo que pensé que iba a ser la primera. Francia siempre tan animosa. Le pegó tanto cuando me tuve que venir para acá de la
casa de Leonardo y Guillermina… (Pausita) Ahora, estará feliz en ese silencio de campo santo en donde uno es capaz hasta de oír el
aletear de las mariposas.(Repentinamente) ¿Las visite Rosaura?

Rosaura.- Sí señorita, mariposas blancas y amarillas. Deteniéndose aquí y allá, rápido, apurando, como si el tiempo en que dejaran de
volar se les convirtiera en una eternidad.

La señorita Clara.- Viéndolas recordé que cuando era muchachita, mi papá alto y fuerte, con una sola mano me levantaba en vilo y me
llevaba con él en su caballo.Yo me agarraba duro, duro de la montura y el camino se nos venía encima como una gran serpiente que
“Manchas” devoraba velozmente. Había una época del año en que al paso de la bestia se levantaban cientos de esas mariposas blancas
y amarillas. (Pausita). Nunca he podido olvidar la sensación del aire de esos animalitos ingrávidos rozándome las mejillas. (Pausa). Pobre
Francia Misericordia.Amigas como ella ya no se encuentran: espirituales y afectivas. (Se sume en sus recuerdos).

(Rosaura sale de la habitación).

ESCENA II

15 años hace. La señorita Clara recuerda a Francia viniendo por una calle el día que se va a venir de la casa de Guillermina a la actual
casa.
Francia.- Cuando esta mañana al verme me dijiste Francia Misericordia, y yo sé que tú a mí nunca me dices por los dos nombres por la
consideración que me tienes… Yo dije, a Clara le pasa algo terrible. Sí, claro que sí.

La señorita Clara.- Y no es para menos. ¿No te parece Francia? (Pausita) Cuando pongo la cabeza en la almohada me empieza a dar
vueltas y vueltas como un carrusel. Cuando al fin puedo medio conciliar el sueño, se me llena la cabeza de fieras y demonios. Y de allí
en adelante me estoy con los ojos como dos paraparas hasta el amanecer. Yo te digo Francia que no me canso de pensar en Leonardo,
que Dios lo tenga en la gloria, se le ocurrió morirse en muy mal momento. Pero todo sea por la voluntad de Dios.

Francia.- Es que si Don Leonardo hubiera estado vivo “umju”, otro gallo cantaría. No quiero ni imaginarme lo que hubiera pasado.

La señorita Clara.- Porque ése sí que tenía los pantalones bien apretados. Yo me recuerdo que si para la hora de la comida venía de
algún disgusto en el negocio, bueno, ni el ruido de una mosca. Y a pesar de toda lo consentida que fue la nena, dentro de ese respeto
fue que se crió.

Francia.- ¡Pero los tiempos han cambiado tanto!

La señorita Clara.- El día que se le ocurre morirse a Guillermina. ¡Mi adorada sobrina, que Dios me la tenga allá con Él!, Con lo
caprichosa que era, se le mete en la cabeza llevarse a Leonardo, chica.

Francia – No pasaron los dos años ¿Y segurito que el requerimiento no fue con ninguna mala intención?.

La señorita Clara.- (Extrañada) ¿Mala intención?

Francia – Digo yo, eso de dejarla a usted sola con la carga de la niña.

La señorita Clara.- A no, claro que no, ni pensarlo. Si es que la nena siempre había sido un angelito; y como en vida de Guillermina ¡Qué
Dios la tenga en la gloria!,Ella veía a la niña tan compuestica y obediente, sobre todo conmigo. (Sollozos) ¡Ay Francia!, (Arranca en
llanto) que se iba a imaginar Guillermina lo que pasó.

Francia.- Pero no se ponga así. Cómo decía mi Gloriecita, ¡qué Dios la tenga en la gloria también!, Una tiene que imaginarse siempre lo
peor, para que nada lo agarre a uno sorprendido, como quien dice con la boca abierta.

La señorita Clara.-Pensar ¿tanto arrumacos y apurruñaderas para qué sirven? Al final. ¿Adónde van a parar?, Digo yo. (Pausita). Bien me
recuerdo como si fuera hoy, cuando Guillermina me fue a buscar con toda la frescura de su juventud, porque se iba a casar con
Leonardo y ella quería que yo estuviera muy cerca cuando viniera su primer hijo. Estaba alegre, florecida por tantas ilusiones que hasta
me contagié y confieso que no tuvo ni que insistirme mucho. Aunque reconozco que estaban de por medio mis hermanas, me decidí
por un futuro que me hacía útil. Al fin y al cabo cuando Dios no la ha tenido a una para casada, hasta los hijos del vecino se convierten
en tus propios hijos.

Francia – Créeme Clara que lamento lo sucedido. Sobre todo porque te conozco y sé cómo has sido tú con esa niña. Me vas a hacer
mucha falta, por que yo siempre lo he dicho, amigas como Clara no se encuentran a tres por locha o al voltear de la esquina. Me llena
de tristeza pensar que ahora que te vas tan lejos y con lo difícil que están los traslados para todas partes en esta ciudad, se nos va a
hacer cada vez más dificultoso vernos. No te olvides de llamarme cuando puedas. Yo por mi parte te aviso de cada viernes de oración a
ver si puedes venir. El padre Agustín cuando sepa que te fuiste en estas condiciones no dudo que pensará ha perdido a una de sus más
fervientes colaboradoras.

La señorita Clara.- ¿Perderme? Nunca, porque en todo lo que yo pueda colaborar desde allá, encantada. (Besándose afectuosamente,
se despiden). Bueno Francia, si no fuera por ti no sé qué haría. Me llegó el momento y esto no se lo puedo permitir a Cándida.

Francia.- Adiós Clara, no te olvides de llamarme.

ESCENA III

La señorita Clara se encuentra dormida en el sillón del dormitorio. Rosaura abre sigilosamente la puerta; trae unas gotas o frasquitos de
medicina en las manos. Hay un ruido pequeño. La señorita Clara se despierta sobresaltada.

La señorita Clara.- Ah, ha, ¿qué pasa?, ¿Qué pasa?, ¿Quién está allí?

Rosaura.- Soy yo señorita Clara, vengo a traerle sus medicinas.


La señorita Clara – Pisas tan suave como un gato. (Pausa). (Desconcertada). Fue todo

como tan real. Cuando entraste no sabía dónde estaba. Si en el cielo caminando con Francia, sí en San José o aquí
contigo (Pausa). Rosaura, ¿No me han llamado?(Pausita) Porque me prometieron venir hoy.

Rosaura.- (Como sino quisiera detenerse mucho en lo de la llamada). Sonó el teléfono, corrí a contestar y cuando no más levante la
bocina, click, colgaron.

La señorita Clara – Paulina dice que uno cuando llega a estos estados en que ni ve, ni oye, ni entiende, como una marmota, y que nadie
lo quiere.

Rosaura.- No hombre, seguramente vienen, si dijeron que venían hoy…

La señorita Clara – Verdad que Paulina habla tonterías. Es que en estos tiempos Rosaura la gente está muy ocupada. Será Paulina que
con su actitud ha ahuyentado a todo el mundo. Pero, algo me dice que hoy aparecerán. Ese sueño es muy significativo (Pausa) ¿Rosaura
no te fijaste qué le pasa al pájaro que cantó raro?

Rosaura.- ¿Y qué era eso que estaba soñando la señorita Clara?

La señorita Clara – Con Francia. Estoy por pensar que era el cielo. (Pausita). Pero era todo tan real. (Pausa). Siempre he sido demasiado
cobarde como para pedirle a nadie que venga a contarme, o al menos a darme alguna señal de cómo se mueven las cosas por allá. Todo
se ha quedado en proyectos: que si cuando tú te vayas si no me he muerto, venirme a avisar. No, que mejor no me avises nada. Se
murió Teresa y hasta los momentos ninguna señal. Seguramente, se puso a pensar que a la mejor dejarlos así como están. (Pausita).
Además, le voy a decir una cosa, por estar usted con eso últimamente, en esta casa se han empezado a sentir cosas muy extrañas.

La señorita Clara.- Yo no he sentido nada malo. (Pausa). De un tiempo a esta parte Rosaura he empezado a reconciliarme con el más
allá.

Rosaura – (Visiblemente temerosa). Señorita Clara perdóneme usted, pero ahora no voy a poder dormir tranquila esta noche.

La señorita Clara.- Antes también era como tú. Pero poco a poco me he ido convenciendo de que estar allá debe ser como el mundo de
los sueños de una. (Pausita). Muchas veces pienso en Teresa…

Rosaura – Murió casi de inmediato a que yo empezara a trabajar en esta casa, ¿Verdad? Bueno, eso fue lo que me dijeron, Marina que
la conoció un poco más, dice que una vez que había peleado como una fiera, la descubrió a los pocos minutos muerta de la risa.

La señorita Clara – A veces la imagino con su vestido rosa lleno de volantillos de organdí y sus manos delgadas como cerbatana.
Siempre me decía (Imitando): “Mi pobre hermana, nunca podrá lucir elegante porque no te gusta el organdí con eso de que te
pica”. (Pausita). Me pregunto ahora ¿Se sentirá tan libre como ella quería?Me la imagino toda vestida de organdí azul, montada sobre
un caballo blanco, paseándose por los caminos del cielo. Su peor castigo era que la retrataran, porque decía que en cada relampagón
de la cámara se le iba un poquito del alma. En eso tenía algo de india. (Pausa). (Apurada). Rosaura agáchate ahí y pásame esa caja de
galletas que está debajo de la cama.

Rosaura.- (Agachándose). ¿Va a comer dulce señorita Clara? El médico le prohibió el dulce.

La señorita Clara -Pásamela, que aunque están viejas te puedo dar una. (Guiñando el ojo).

Rosaura – (Entregándoselas recelosa). ¿Quién se las dio?

La señorita Clara – (Abriendo la caja) Esto es un regalo.

Rosaura.- Con sorpresa. ¡Son fotos!

(Inmediatamente después Rosaura se colocará en una posición que le permita ver cada fotografía en detalle. Comenzará un diálogo
muy vivo.)

La señorita Clara.- Esta es Cristina, Cristinita.

Rosaura – ¿Su hermana?


La señorita Clara.- (Extrañada). ¿Cómo lo supiste?

Rosaura -Era bella. Además yo se la he oído nombrar mucho a usted, y a la señorita Paulina también.

La señorita Clara – Parecía una espiga. Con su sombrerón de paja.

Rosaura.- ¿Y ese era su caballo?

La señorita Clara.- Creo que sí. Era de la hacienda. Las mujeres llevaban las piernas terciadas sobre la cabalgadura. ¡Pobre
hermana! Venirse a morir tan pronto.

Rosaura – Se le olvidó decir que Dios la tenga en la gloria.

La señorita Clara.- Es que ella estoy segura.

Rosaura.- Bueno, pero sígame diciendo.

La señorita Clara.- (Señalando otra fotografía). Esta es Cristina y mi papá.

Rosaura.- Aquí está con ese sombrero bello ¿Se lo regaló su papá?

La señorita Clara.- No. Un chino..

Rosaura.- (Extrañada). ¿Un chino?

La señorita Clara.- Cristina, como mi papá no la dejaba salir, así cuando ella lo disponía, pues al atardecer se asomaba al postigo que
daba a la calle Independencia y allí esperaba a que pasara el chino que lavaba la ropa, cuando venía de la bodega regreso a la
lavandería. Al pasar el chinito Cristina se le quedaba mirando la pava que llevaba sobre la cabeza como anonadada y tanto dio hasta
que un buen día la vimos con el sombrerón. Parecía una lamparita. Cuando papá le preguntó de dónde había sacado la pava esa, ella le
dijo que se la había ganado en una rifa de la beneficencia que habían hecho las monjas. Papá murió y nunca supo de aquel gran secreto
de Cristinita con su chino en el postigo que daba a la calle Independencia.

Rosaura.- (Sorprendida señala otra fotografía). ¿Y éste quién es?

La señorita Clara.- Este es Rafael. (Pausa) (Recordando). Rafael (Pausita) Rafael quería llegar a las estrellas.

Rosaura.- (Señalando, sorprendida) ¿Son alas?

La señorita Clara.- Alas. (Pausita). Con ellas se subía a la colina más alta y las batía con toda la fuerza. Se ponía rojo y las gotas de sudor
le caían como cascada desde la coronilla hasta la punta del pie. (Pausa). Fue justo en mayo que era cuando venteaba de verdad verdad.
De repente, se lanzaba. Con el sol parecía un caballito del diablo, de allá para acá, de acá para allá. Hasta que caía por su propio peso.
¡El gran avispón! Serían sólo unos pocos minutos, pero yo que lo veía a la distancia creía que aquello era una eternidad.

Rosaura – (Admirada). ¿Volaba?

La señorita Clara.- Volaba. (Volviendo a las fotografías).

Rosaura.- ¿Y ésta es usted?, Señorita.

La señorita Clara .- Sí, ésta soy yo.

Rosaura.- Mire usted, qué buena moza

La señorita Clara.- Ja, ja, ja.

Rosaura.- Qué lindo el vestido. Seguramente iba para alguna parte muy especial. Ande, cuente, cuente.

La señorita Clara.- Para ver… era de tarde. Después que me bañaba con jabón de olor, me empolvaba toda y me ponía jazmín. Esperaba
a Teresa, a Cristina y a veces a Paulina también, para hacernos en el porche. (Súbitamente) ¿Qué hora es Rosaura?
Rosaura.- Son las doce, casi la hora del almuerzo. Cómo se ha pasado el tiempo.

La señorita Clara.- Déjame que me prepare que deben estar por llegar. Quizás hasta nos sorprendan y vengan a almorzar aquí.

(Rosaura recoge los frascos y bandejas de medicinas, alguna ropa para lavar y sale rápidamente de la habitación)

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