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Una novela de suspense

Contracara

Nunca a la obra de una escritora le calzó tan bien el adjetivo “profusa”. Es que,
cada año, la bibliografía de la norteamericana Joyce Carol Oates (Lockport, Nueva
York, 1938) crece un poco más, teniendo al día de hoy dimensiones descomunales:
decenas de novelas, cuentos, poesía, obras de teatro, ensayística. Tras ese intensísimo
libro de cuentos que es Mágico, sombrío, impenetrable (Alfaguara, 2015), un nuevo
título viene a publicarse en menos de un año. Rey de Picas (Alfaguara, 2016), novela
que cuenta la historia de Andrew J. Rush, un exitoso y atormentado autor con casi una
treintena de novelas de suspenso que, por las madrugadas, se desdobla y escribe como
Rey de Picas, heterónimo con el que firma otro tipo de libros repletos de violencia, en lo
que constituye una carrera literaria paralela y secreta, incluso para su propia familia.

El esquema psicológico del protagonista, de larga tradición literaria (el ejemplo


canónico es, sin dudas, el propuesto por Stevenson en El extraño caso del Dr. Jekyll y
Mr. Hyde), refleja la profunda escisión de un sujeto en cuyo interior se debaten el bien y
el mal, lo apolíneo (equilibrio) y lo dionisíaco (exceso), para decirlo en términos
nietzscheanos. Este carácter dual, que en Andrew J. Rush se personifica en dos perfiles
de escritor ―el “superventas” aclamado por el gran público y su enigmático álter ego,
reflejo de su costado ominoso―, permite a Joyce Carol Oates indagar los engranajes del
campo literario y sus tensiones con el mercado. En cuanto al protagonista, no queda
mucho más que decir, resultando en este sentido mucho mejor logrados algunos de los
personajes secundarios que circulan por la novela.

A lo largo de su obra, Joyce Carol Oates ha confeccionado una variadísima


galería de personajes femeninos, en un arco que va desde Connie, la frívola quinceañera
del cuento “¿Dónde vas? ¿Dónde estuviste?” (1966) que recibe en su casa a un
sospechoso visitante (vale la pena leer el texto, que presenta interesantes similitudes con
A sangre fría, de Truman Capote, publicado ese mismo año), hasta Rebecca Schwart, la
trabajadora fabril de origen judío alemán de La hija del sepulturero (2008) que carga
con una historia familiar signada por la tragedia. En Rey de Picas también hay mujeres
con perfiles temperamentales bien delineados: están, por ejemplo, la señora Haider,
quien parece salida de una obra de Faulkner y con la que el protagonista tiene un pleito
al ser acusado de plagio (a la relación de escritura y mercado se suma la de escritura y
delito), Julia, la hija del escritor, que, luego de estudiar Lingüística y Teoría Literaria, se
dedica a la asistencia social (y a criticar las novelas que su padre escribe). Y, un poco
más acá, ensombrecida por los dilemas narcisistas y la indiferencia de su marido,
también está Irina, la “querida y frágil esposa”, según palabras del propio Andrew. Ella,
que abandonó una promisoria carrera literaria para terminar dando clases en un centro
privado por un sueldo miserable, resulta decisiva para entender el drama doméstico que
late de manera subterránea a lo largo de la historia. De algún modo, es posible leer la
novela desde el dolor de Irina.

Sin embargo, y al margen de cualquier hermenéutica que se pueda ensayar, algo


en la novela hace ruido. En una trama que, digámoslo de una vez, resulta bastante
pobre, Joyce Carol Oates, mediante un narrador esquizoide en primera persona que
cuenta desde Andrew, pero que por momentos se ve interferido por “otra” voz, muestra
las encrucijadas del escritor en su proceso creativo, las posibilidades y las restricciones
que presupone escribir según las reglas de un género (en este caso el thriller), develando
así las costuras de su propia novela. Rey de Picas se desliza por esa delgada línea de
una literatura de género que piensa el género, pero sin salirse nunca de él, sin incomodar
sus estatutos: una lúdica conciencia metanarrativa que no pasa de eso. O, quizá, el error
sea pedirle a la novela algo que nunca se propuso ser, ya que el subtítulo de la obra es
contundente: “Una novela de suspense”. Y es que, sin ánimo de ser despectivos, podría
decirse que Rey de Picas es una típica lectura de verano, con una fuerte apuesta al
manejo de la intriga, capítulos cortos por los que se transita sin mayores problemas, la
manida figura del escritor con trastornos de la personalidad, crímenes y continuos
guiños literarios (que los conocedores de la obra de Poe y de Stephen King disfrutarán
especialmente).

Mathías Iguiniz

Rey de Picas, Joyce Carol Oates, Alfaguara, Madrid, 2016, 229 págs.

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