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LA Metafísica de las Costumbres

La Filosofía antigua Kant la divide en tres ciencias: la física, la lógica y la ética,

Todo conocimiento Racional es o bien material o lógico. La filosofía formal es la lógica


y la filosofía material se divide en dos:

Filosofía material

Leyes de la Leyes de la
libertad
Naturaleza

Ética
Física

Teoría de
Teoria de la
las
naturaleza
costumbres
La lógica no puede ser empírica, ya que contradeciría su definición de que es
Universalmente válida y necesaria.

La filosofía natural como la filosofía moral, puede tener cada una su parte empírica,
porque tanto las leyes de la naturaleza como las leyes de la libertad se dan en objetos
de la experiencia, la primera en los fenómenos y la segunda según determinados
fenómenos.

Filsofía empírica: se basa en el fundamento de la experiencia

Filosofía pura: es exclusivamente de principios a priori, cuando es de formal se llama


lógica y cuando se limita a objetos del entendimiento se llama metafísica.

De esto se saca una doble idea de la metafísica, una metafísica de la naturaleza y una
metafísica de las costumbres. Por lo tanto, la física tendrá su parte empírica, pero
también su parte racional. La ética por su parte tendrá su parte racional que la
llamará moral.

Ética= parte racional= Moral.

Kant pretende formar una moral racional, sin fundamentos empíricos.

Capítulo primero

Tránsito del conocimiento moral común de la razón al conocimiento filosófico.

Nada puede ser pensado como bueno, sino es por la restricción de la buena voluntad. Lo
dicho anterior lo fundamenta diciendo que tanto, el entendimiento, el deseo, el valor pueden
ser buenos, pero también malos, lo mismo sucede con los dones de la fortuna, el poder, la
riqueza, la salud y la alegría. En última instancia llega a la felicidad, que puede dar valor,
pero también arrogancia, sino se hace con una buena voluntad. Entonces la buena
voluntad es lo que al parecer nos hace ser dignos de ser felices.
La buena voluntad no es buena por sus efectos, o por alcanzar un determinado fin, sino que
es buena por sí misma y es la suma de todas las inclinaciones que se consideran
buenas. La buena voluntad brilla por sí misma, como algo que posee un valor en sí mismo.
Pero ha esto Kant le parece como una forma ilusoria de la voluntad y que quizás hayamos
entendido mal el propósito de la naturaleza al haber dado a nuestra voluntad la razón como
directora. Por esto se intentará examinar esta idea.

Kant empieza a dar argumentos a favor de los instintos, ya que la naturaleza habrá de
considerar mal que una criatura tomara la razón como una guía. Dirá que en realidad en
cuanto más se preocupa una razón cultivada del propósito de gozar de la vida y alcanzar la
felicidad, el hombre más se aleja de la verdadera satisfacción, y esto traerá para algunos un
odio hacia la razón. Pero en verdad la razón está destinada a ser la suprema condición
que deben inclinarse casi todos los fines particulares del hombre.
Razón práctica: es una facultad que debe tener influjo sobre la voluntad. es nuestra
razón la que nos indica cómo debemos comportarnos, es decir, la ley moral( que está
en nuestro interior)
El destino de la razón es el de producir una voluntad buena, no como medio, sino como fin
en sí misma. Esta voluntad debe ser el bien supremo, por lo tanto voluntad buena es
igual al bien supremo. La razón práctica es solamente por la misma razón, es algo a
priori, carente de experiencia. Aunque algunas veces se vea unida a perjuicios para las
fines de la inclinación.

El concepto del deber. El concepto del deber contiene el de una buena voluntad. Debemos
ver si las acciones del hombre se hacen por el deber o son producto de una intención
egoísta. Leer ejemplo del comerciante en la pág. 59, ya que él no obra por el deber,
sino por el egoísmo.

Conservar la propia vida es un deber y además todos tenemos inclinación a esto. El


hombre por naturaleza y todo lo que hay en la natura siempre tiende a la
autoconservación. Pero esto es más por inclinación y es un deber, pero no es por el deber,
no contiene un valor interno, la máxima que rige no tiene un contenido moral. Por lo tanto,
el conservar la vida es conforme en el deber, pero no por el deber. En cambio cuando un
hombre vive desdichadamente, con tristeza, y aun deseando la muerte, pero conserva su
vida si amarla sólo por el deber y no por su inclinación o miedo, entonces su máxima si
tiene contenido moral. Al parecer el hombre que quiere su conservación por la vida
misma, tiene contenido moral y es por el deber, en cambio en hombres que quiere la vida
en el deber, no es por la vida en sí misma, sino por cosas externa a ella, como el sufrimiento
o los miedos, la quiere conservar por eso y no por la vida.

Lo mismo se puede decir que un ser sea benéfico, lo quiere más por los honores, obra en el
deber. También cuando un hombre se preocupa de su propia felicidad no por alguna
inclinación, sino por el deber, esto tiene contenido moral.

Una acción hecha por el deber no tiene su valor moral en el propósito que por medio
de ella se quiere alcanzar, sino en la máxima por la cual ha sido resuelta. Por lo tanto,
la acción contiene su valor moral, no por lo que se quiere alcanzar, sino por el deber mismo
de la acción. Si nosotros hacemos acciones y los efectos de estos, los consideramos
como fines de la voluntad no podemos decir que están fundamentados en el valor
moral. Para que tenga valor moral la acción deber estar en el principio de la voluntad.
En conclusión en la moral, tengo un deber que cumplir. Esto no lo dicta la naturaleza,
simplemente lo hago por mi voluntad.

Kant también dirá lo siguiente: el deber es la necesidad de una acción por respeto a la
ley. El objeto del respeto y en consecuencia su mandato, solamente puede serlo aquello
que se relaciona con mi voluntad sólo como fundamento y no como efecto (si fuera como
efecto sería un inclinación) aquello que no está al servicio de mi inclinación sino que la
domina, o al menos la descarta por completo en el cómputo de la elección, esto es, la ley en
sí misma. Lo que determina la voluntad es la ley práctica y por lo tanto la máxima
debe obedecer esta ley. Por lo tanto, ninguna otra cosa, sino sólo la representación de
la ley en sí misma (que desde luego no se encuentra más que en un ser racional) en
cuanto en ella, y no el efecto esperado, es el fundamento determinante de la voluntad,
puede constituir ese bien tal excelso que llamamos bien moral, el cual está ya presente en
la persona misma según obra en la ley, y que no es lícito esperar de ningún efecto de la
acción.

La máxima mala no puede ser una ley universal.

Son los principios prácticos subjetivos que describen el modo de conducirnos dadas
tales y cuales circunstancias. Las máximas de conductas pueden ser buenas y malas.
Según Kant, son malas aquellas que no pueden universalizarse, por ejemplo, la máxima de
conducta “cuando en un examen necesito copiar porque no recuerdo las respuestas
verdaderas, copio” no puede universalizarse pues en tal caso el examen carecería de
sentido, luego la máxima es mala. Dado que el examen es para medir conocimientos,
entonces si decimos que “todos deben copiar en los exámenes”, no sería necesario que
existieran lo exámenes y por lo tanto también la máxima tendría que dejar de existir.

Kant : ¿ cuál puede ser esa ley que determina la voluntad para que esta pueda llamarse con
suma propiedad absolutamente buena?

No queda más que la legalidad universal de las acciones en general( debe ser el único
principio de la voluntad) ; es decir, yo no debo obrar nunca más que de modo que
pueda querer que mi máxima se convierta en ley universal. La ley general es la que sirve
de principio de la voluntad, no la ley particular( máxima) ya que esta puede ser buena
o mala. Si hacemos que nuestra máxima sea universal debe ser buena. A través de
todo esto Kant se hace preguntas y responde:

¿Me daría por satisfecho si mi máxima (salir de apuros por medio de una promesa
mentirosa) debiese vales, tanto para los demás como para mí, como ley universal?, ¿ podría
yo decirme a mí mismo: cada cual puede hacer una promesa falsa cuando se halla en un
apuro del que no puede salir de otro modo?

Respuesta: bien pronto me convenzo de que bien puedo querer la mentira, pero no puedo
querer, sin embargo, una ley universal de mentir, pues, según esa ley, no habría ninguna
promesa propiamente hablando, porque sería inútil hacer creer a otros mi voluntad con
respecto a mis futuras acciones, ya que no creerían mi fingimiento, o si, por precipitación
lo hicieran, me pagarían con la misma moneda. Por lo tanto, tan pronto como se
convierta en la ley universal mi máxima se destruye a sí misma.
Uno puede querer que su máxima se convierta en universal, pero no puede ser
perjudicial para los otros, y de ser así no podría incluirse como un principio
universal posible. La necesidad de las acciones tiene que tener un respeto por la ley
práctica que es lo que constituye el deber, pues es la condición de una voluntad buena
en sí, cuyo valor está por encima de todo.

Capítulo segundo

Tránsito de la filosofía moral popular a la metafísica de las costumbres

El concepto de deber que hemos tomado hasta entonces ha salido de nuestra razón práctica,
no debemos tomarlo como salida del concepto de la experiencia. La realidad es imposible
determinarla por medio de la experiencia, en la máxima de una acción deber ser conforme
la deber y su asentimiento en la moralidad, y por medio de la representación del deber.

La mayor parte de la acciones se hacen un conformidad al deber, pero muchas veces las
acciones son egoístas y no se guían sobre el estrecho fundamento del deber, que muchas
veces exige la renuncia y el sacrificio.

La razón por sí misma e independiente de todo fenómeno, ordena lo que debe suceder y que
algunas acciones no deben ser mandadas por la experiencia, sino por la razón. Por ejemplo
la lealtad en la amistad del hombre que aunque no haya existido ningún amigo leal, pero es
un deber general, este deber reside antes que en toda la experiencia, en la idea de una razón
que determina la voluntad por fundamentos a priori.

La validez de la moralidad no debe ser para algunos hombres, sino que debe ser para todos
los seres racionales en general, y no bajo condiciones contingentes, sino bajo una
condición necesaria. Con lo cual queda claro que la experiencia nada tiene que ver con la
moralidad, ya que es contingente. Ejemplo de Dios “¿por qué me llamas bueno? Nadie es
bueno (prototipo del bien) sino sólo Dios, a quien no podéis ver. Mas ¿de dónde tomamos
entonces el concepto de Dios como bien supremo? Exclusivamente de la idea que la
razón a priori bosqueja de la perfección moral y vincula inseparablemente al concepto
de una voluntad libre. Por lo tanto, no hay ningún verdadero principio supremo de la
moralidad que no descanse en la razón pues independiente de la experiencia. Y este
principio de la moralidad que descansa en la razón se llama metafísica de las
costumbres.

Con relación a lo anterior, debemos buscar los conceptos puros de la razón, libres de lo
empírico y completamente a priori, pero sería lícito llamar a la filosofía práctica pura,
metafísica de las costumbres. Esta metafísica que es aislada de cualquier otra disciplina
(teología, antropología) es la mayor determinación para los preceptos, que es la
representación pura del deber y de la ley moral sin mezcla de atractivos empíricos, y sólo
guidad por el camino de la razón (que por medio de ella se da cuenta que es una razón
práctica) y saca a todo lo empírico y se convierte propiamente en la maestra del hombre.

Investigación de la facultad práctica de la razón

En la naturaleza todas las cosas actúan según ciertas leyes, leyes que se deben cumplir.
Sólo el ser racional posee la facultad obrar por la representación de la leyes, y esto es, por
principios, pues posee una voluntad. Para derivar las acciones a partir de las leyes es
necesaria la razón, resulta que la voluntad no es otra cosa que la razón práctica. La
voluntad es una facultad de no elegir nada más que lo que la razón reconoce como
prácticamente necesaria (de ahí razón práctica) es decir, como bueno, independiente
de las inclinaciones.

Pero la razón por sí sola no determina suficientemente la voluntad, porque si la voluntad se


halla sometida a condiciones subjetivas, no siempre coincidirá con las condiciones
subjetivas, si la voluntad no es conforme plenamente con la razón (esto sucede con los
hombres) entonces las acciones consideradas objetivamente necesarias son subjetivamente
contingentes y la determinación de tal voluntad en conformidad con la leyes objetivas se
denomina constricción. La constricción es cuando la relación de la leyes objetivas para con
una voluntad no enteramente buena se representa como la determinación de la voluntad de
un ser racional por medio de los fundamentos racionales, pero a los cuales esta voluntad no
es por su naturaleza necesariamente obediente

Imperativo

Todos los imperativos se expresan por medio de un deber ser y muestran así la relación de
una ley objetiva de la razón con una voluntad que, por su constitución subjetiva, no está
determinada necesariamente por tal ley. A la voluntad siempre se le dice que represente lo
que es bueno, podemos hace tal y cual cosa, pero siempre siguiendo lo anterior. Pero es
bueno aquello que determina la voluntad por medio de representaciones de la razón y
en consecuencia no por causas subjetivas, sino por objetivas, que son fundamentos
válidos para todo ser racional. Una voluntad perfectamente buena se hallaría bajo las
leyes objetivas (del bien), pero no podría representarse como coaccionada para
realizar acciones simplemente conformes al deber. Los imperativos constituyen
solamente fórmulas para expresar la relación entre las leyes objetivas del querer en general
y la imperfección subjetiva de la voluntad de tal o cual ser racional, por ejemplo, de la
voluntad humana.

Imperativo hipotético e Imperativo categórico

Una ley moral siempre se expresa en forma de imperativo, es decir, de obligación,


orden (“Debes hacer esto o lo otro”), y son de dos tipos:
Imperativo hipotético: La obligación moral está condicionada “Si me devuelves el
libro, te pago la deuda”. Esta manda a representar la necesidad práctica de una acción
posible como medio de conseguir otra cosa que se quiere. Señala solamente que la acción
es buena para algún propósito posible o real.

Imperativo categórico: La obligación moral no tiene condición. (Se debe cumplir) “No
matar a una persona humana”. Es la que representa una acción por sí misma, como
objetivamente necesaria, sin referencia a ningún otro fin. Es sin referencia a ningún
propósito, es decir, sin ningún otro fin, declara la acción objetivamente necesaria en sí
misma, tiene el valor de un principio Apodíctico (necesario y válido en sí mismo) –
práctico. Este imperativo sin poner como condición ningún propósito a obtener por medio
de cierta conducta, manda esa conducta inmediatamente. Se refiera al principio que
gobierna la acción y lo esencialmente bueno de tal acción. Esta también se puede llamar el
imperativo de la moralidad. El imperativo categórico es prácticamente necesario

Todos los imperativos son fórmulas de la determinación de la acción que es necesaria según
el principio de la buena voluntad. Pero si la acción es buena solo como medio, es un
imperativo hipotético, en cambio si la acción es buena en sí, en conformidad de la voluntad
con la razón, o sea, como principio de la tal voluntad, entonces el imperativo es categórico.

El imperativo categórico, cuyo principio es la moralidad, pertenece a la conducta libre en


general, es decir, a las costumbres.

¿Cómo es posible que se dé el imperativo categórico?

El imperativo de la moralidad, o sea le imperativo categórico, no puede representarse en


una suposición previa. Este imperativo no puede tener ejemplo ni forma de decidir
empíricamente su hay semejante imperativo.

El imperativo categórico es el único que se expresa en una ley práctica, que los demás
imperativos pueden llamarse principios de la voluntad, pero no leyes de la voluntad. ya que
el principio es contingente en sí mismo y en todo momento podemos quedar libres, en
cambio el mandato incondicionado no deja a la voluntad ninguna libertad con respecto al
objeto, y por lo tanto, lleva en sí misma aquella necesidad que siempre exigimos de la ley.

En el imperativo categórico se lo que contiene. Puesto que el imperativo no contiene, aparte


de la ley, más que la necesidad de la máxima de adecuarse a esa ley, y esta no se
encuentra limitada por ninguna condición, no queda más que la universalidad de una
ley general a la que ha de adecuarse la máxima de la acción, y esa adecuación es lo
único que propiamente representa el imperativo categórico como necesario.
Por consiguiente sólo hay un imperativo categórico: obra sólo según aquella máxima
que puedes querer que se convierta, al mismo tiempo en ley universal.

Pero además existe otra definición: obra como si la máxima de tu acción debiera
convertirse, por tu voluntad, en la ley universal de la naturaleza.

Ejemplos

El del hombre frente al suicidio

Un hombre frente a la desdicha de su vida tiene suficiente razón como para preguntarse si
no será contrario al deber para consigo mismo quitarse la vida. Pruebe a ver si la máxima
de su acción puede convertirse en ley universal de la naturaleza. Su máxima es:

Me hago, por el egoísmo, el principio de abreviar mi vida cuando está, a la larga, me


ofrezca más males que bienes

Se trata de ver si este principio egoísta puede ser una ley universal. Se ve que una
naturaleza cuya ley fuese destruir la vida misma mediante el mismo impulso de
encargada de conservarla sería, sin duda alguna una naturaleza contradictoria (toda
la naturaleza tiende a la conservación) y que no podría subsistir. Por lo tanto, aquella
máxima no puede realizarse como ley natural(universal) y, en consecuencia,
contradice por completo el principio de todo deber.

Nosotros podemos querer que una máxima nuestra se convierta en una ley universal. Pero
algunas máximas no pueden ni si quiera ser pensada sin contradicción como ley natural
universal, y mucho menos se puede querer que deba hacerlo. Entonces hallaremos que no
queremos que realmente nuestra máxima se convierta en la ley universal, pues es
imposible, sino que es más bien lo contrario lo que debe mantenerse como una ley
universal, pero nos tomamos la libertad de hacer una excepción. Puesto que nosotros
algunas veces consideramos nuestras acciones desde el punto de vista de la voluntad
completamente adecuada a la razón, y en otras la de una acción desde un punto de
vista de la voluntad afectada por las inclinaciones, resulta que aquí no hay ninguna
contradicción real, sino una resistencia de la inclinación contra el precepto de la
razón( antagonismo) por donde la universalidad( universalitas) del principio se
convierte en mera validez común(generalitas) por la que el principio práctico de la
razón debe coincidir con la máxima a mitad de camino.???

Entonces hemos demostrado que el deber es un concepto que ha de tener significación e


influencia auténticamente legisladora sobre nuestras acciones no puede expresarse más que
en imperativos categóricos. Pero Kant dirá que aún no hemos llegado a demostrar a
priori que tal imperativo existe realmente, que hay una ley práctica que manda por sí
misma y que la obediencia a esa ley constituye un deber.
El deber ha de ser practico-incondicional de la acción y debe valer, por consiguiente,
para todos los seres racionales (que son los únicos seres a quienes puede referirse un
imperativo), y sólo por eso ha de ser una ley para todas las voluntades humanas. Pero
en cambio todo lo que se derive de la naturaleza humana, en el sentido de pasiones e
inclinaciones y que no valga para todos los seres racionales, se llama máxima, pero no es
una ley. Esta no es un principio objetivo que nos haga a actuar de tal manera, sino un
principio subjetivo lo cual tendremos inclinación y tendencia a obrar de cierta
manera.

El imperativo categórico nos hace libres, ya que no es empírico, sino a priori. Porque
todo lo empírico representa un añadido al principio de moralidad y resulta altamente
perjudicial a las costumbres y en la cual el valor propio de una voluntad
absolutamente pura consiste justamente en que el principio de la acción se halla libre de
todos aquellos influjos contingente (que lo da lo empírico).

Ahora Kant se hace la siguiente pregunta: ¿es una ley necesaria para todos los seres
racionales juzgar siempre sus acciones máximas que ellos mismos puedan querer que
sirvan, a la vez, de leyes universales? Sí es así, entonces se halla vinculado de una manera
absolutamente a priori, al concepto de la voluntad de un ser racional en general. Para
descubrir tal vinculación se ha de entrar en la metafísica, aunque en una esfera distinta,
es decir a una metafísica de las costumbres. En una filosofía práctica que no se debe
admitir fundamentos de lo que sucede de hecho sino de lo que debe suceder, aun
cuando ello no suceda jamás, de admitir leyes objetivas prácticas. Se trata de estas
leyes objetivas y de la relación de una voluntad consigo misma en cuanto que se determina
por la razón, porque si la razón por sí sola determina la conducta ha de hacerlo
necesariamente a priori.

La voluntad es la facultad de determinarse a sí mismo a obrar conforme a la representación


de ciertas leyes. Y esto sólo puede hacerlo los seres racionales. El fin se entenderá como
aquello que sirve a la voluntad como fundamento objetivo de su autodeterminación y
cuando es puesto por la razón tal fin debe valer para todos los seres racionales.

Si hay algo que cuya existencia posee un valor absoluto, algo que , como fin en sí mismo,
puede ser fundamento de determinadas leyes, entonces sola ella estaría el fundamento de un
imperativo categórico, es decir, de una ley práctica.

El hombre vale como un fin en sí mismo y no como medio. Por lo tanto, si ha de haber
un principio práctico supremo y un imperativo categórico con respecto a la voluntad
humana, habrá de ser tal que, por la representación de lo que es necesariamente fin
para todos por ser un fin en sí mismo, constituye un principio objetivo de la voluntad
y pueda servir, en consecuencia, como ley práctica universal. El fundamento de este
principio es así: la naturaleza racional existe como fin en sí misma. Entonces podemos
hacer la siguiente afirmación: obra de tal modo que te relaciones con la humanidad, tanto
en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin, y nunca como un medio.

El principio de la humanidad y de toda naturaleza racional en general como fin y no


como medio constituye la suprema condición limitada de la libertad de las acciones de
todo hombre, pero no se deriva de la experiencia. Porque a causa de su universalidad,
puesto que se extiende a todos los seres racionales y no la experiencia que alcance a
cubrir a todos los seres. Y el fin del hombre subjetivamente no es representable, sino
como un fin objetivo, sean cuales sean los fines que tengamos, constituye una ley
suprema condición limitativa de todos los fines subjetivos, y por lo tanto, debe
originarse en la razón pura.

Importante

Si hay un imperativo categórico(es decir una ley para la voluntad de todo ser
racional), sólo se pondrá mandar que se haga todo por una máxima de la voluntad
que pueda considerarse al mismo tiempo universalmente legisladora con respecto al
objeto, pues sólo entonces el principio práctico y el imperativo al que obedece son
incondicionados, ya que no puede tener ningún interés como fundamento. Entonces
El imperativo categórico significa que: cuando quiera hacer algo, piense siempre si lo
que voy a hacer es bueno para toda la humanidad.

Pero esa legislación debe hallarse en todo ser racional y ha de poder originarse en su
voluntad, cuyo principio, en consecuencia, es el de no hacer ninguna acción por otra
máxima que ésta: que tal máxima puede ser una ley universal y, por tanto, que la
voluntad, por su máxima, pueda considerarse a sí misma, al mismo tiempo,
universalmente legisladora. Este principio como deber, no descansa en los
sentimientos, impulsos o inclinaciones, sino sólo en relación con los seres racionales
entre sí, relación en la que la voluntad de un ser debe considerarse al mismo tiempo
legisladora, pues no podría pensarse como fin en sí mismo. Y esto también nos hace
dignos, porque el ser racional no obedece a otra ley que aquella que se da a sí mismo,
la que tiene un valor interno. Así pues, la moralidad y la humanidad en cuanto que es
capaz de moralidad es lo único que posee dignidad, la fidelidad en las promesas, la
benevolencia por principio (no por instinto), tienen un valor interior.

El concepto de voluntad como absolutamente buena.

La voluntad es absolutamente buena cuando no puede ser mala y, por consiguiente, cuando
su máxima no puede contradecirse al ser transformada en ley universal. Este principio es
también su ley suprema: obra siempre según una máxima que puedas querer al mismo
tiempo que su universalidad sea ley. Ésta es la única condición bajo la cual una voluntad
no puede estar en contradicción consigo misma, y este imperativo es categórico. El
imperativo categórico también puede fundamentarse de la siguiente manera: obra según
máximas que, al mismo tiempo, puedan tener por objeto presentarse como leyes naturales.
Así está constituida la fórmula de una voluntad absolutamente buena.

También se podría decir esto de las máximas: obra como si tu máxima debiera servir al
mismo tiempo de ley universal para todos los seres racionales.

La autonomía de la voluntad como supremo principio de la moralidad.

La autonomía de la voluntad es el estado por el cual ésta es una ley para sí misma,
independiente de cómo están constituidos los objetos del querer. Esto es elegir de tal
manera que las máximas de la elección del querer mismo sean incluidas al mismo tiempo
como leyes universales.

La heteronomía de la voluntad como origen de todos los principios ilegítimos de la


moralidad

Es cuando la voluntad busca la ley que ha de determinarla en algún lugar distinto a la


aptitud de sus máximas para su propia legislación universal y, por lo tanto, dale fuera de sí
misma a buscar la ley en la constitución de algunos de sus objetos, es ahí donde se da la
heteronomía. Pero la voluntad no es al que se da a sí misma la ley, sino que es el objeto por
su relación con la voluntad, el encargado de dar con la ley. Entonces no es la voluntad la
que da con la ley para sí misma, sino que es el objeto el que busca la ley para la voluntad.
Esto tiene que ver más con los imperativos hipotéticos, tales como debo hacer esto o lo
otro porque quiero alguna otra cosa. En cambio el imperativo moral (categórico), sostiene:
debo obrar de este o de aquel modo al margen de lo que yo quiera. El primero es de la
forma no debo mentir porque debo conservar la honra (se condiciona el mentir, no por
el mentir en sí mismo, sino porque si miento seré alguien deshonroso), mientras que el
segundo no debo mentir aunque el mentir no me acarree la menor vergüenza (no se
miente por el simple hecho del mismo mentir, aunque el mentir me acarree o no
problemas). En esto último debe hacer abstracción por completo del objeto al punto de que
no tenga ningún influjo sobre la voluntad, y ello para que la razón práctica (voluntad) no
sea una simple administradora de unos intereses extraños, sino para que demuestre su
propia autoridad imperativa como suprema legislación.

División de todos los principios posibles de la moralidad según el concepto


fundamental ya admitido de la heteronomía.

Kant empieza haciendo una distinción en los principios. Dirá que todos los principios que
pueden adoptarse pueden ser o empíricos o racionales. Los primeros se derivan del
principio de la felicidad, tienen su asentimiento en los sentimientos tanto físico como
moral. Los segundos, derivados del principio de perfección, se asientan en el concepto
racional de dicha perfección como motivación posible (una voluntad absolutamente buena
debe recibir toda su motivación precisamente de la representación ideal del deber moral,
sin añadir nada exterior en términos de refuerzo psicológico), o bien también en el
concepto de una perfección sustantiva (la voluntad de Dios) como causa determinante
de nuestra voluntad.

Los conceptos empíricos no sirven nunca como fundamentos de las leyes morales,
porque la universalidad de que le debe valer para todos los seres racionales desaparece
cuando el fundamento de dichos principios se deriva de la constitución de la naturaleza
humana o de las circunstancias contingentes en que se coloca. El principio de la felicidad
resulta ser el más rechazable porque reduce la moralidad a resortes que más bien derriban y
aniquilan su elevación, juntando en una misma clase de cosas las motivaciones que
impulsan a la virtud con aquellas que empujan al vicio enseñando solamente hacer bien los
cálculos y borrando, en suma, la diferencia especifica entre virtud y vicio. Se puede ser
feliz haciendo el bien como haciendo el mal. En cambio el sentimiento moral ( ese supuesto
sentido especial) está más cerca de la moralidad y su dignidad, pues tributa a la virtud el
honor de atribuirle inmediatamente satisfacción y aprecio, es el provecho es que nos
vincula a ella.

Capítulo tercero

Último paso de la metafísica de las costumbres a la crítica de la razón pura practica.

El concepto de libertad es clave para explicar la autonomía de la voluntad.

Por voluntad se entiende una especie de causalidad de los seres vivos en cuanto son
racionales, y la libertad sería la propiedad de esta causalidad por la que puede ser eficiente
independientemente de causas ajenas que la determinen, a diferencia de la necesidad
natural (seres irracionales) cuya propiedad de la causalidad es el de ser empujados a la
actividad a causas ajenas a ellos.

La citada definición de la libertada es un tanto negativa, pero de ella se deriva un concepto


positivo, que es rico y fructífero. El concepto de una causalidad lleva consigo el
concepto de ley, según el cual, por medio de algo llamamos causa, ha de ponerse algo,
la consecuencia, de donde resulta que la libertad, aunque no es una propiedad de la
voluntad según las leyes naturales, no por eso carece de ley, sólo que se trata de una
causalidad según leyes inmutables, aunque de distinta especie, pues de otro modo una
voluntad libre vendría a ser algo absurdo. ¿ Que puede ser entonces la libertad de la
voluntad sino autonomía, es decir, propiedad de la voluntad se ser una ley para sí misma?
La voluntad en todas sus acciones, como ley para sí misma es aquella según el principio de
actuar según la máxima que puede presentarse como una ley universal. Justamente ésta
es la fórmula del imperativo categórico y el principio de la moralidad. En
consecuencia, voluntad libre y voluntad sometida a las leyes morales son la misma
cosa.
La libertad como propiedad de la voluntad de todos los seres racionales debe ser
presupuesta.

No basta con que atribuyamos nuestra voluntad con la libertad, sino tenemos la capacidad
de atribuirlo a todos los seres racionales. Porque la moralidad nos sirve como ley para todos
los seres racionales, tiene que valer también para todos los seres racionales y puesto que se
deriva de la libertad, está tiene que ser demostrada como propiedad de la voluntad. Habrá
que demostrarla no por la experiencia, ya que esta es a priori, sino que hay que demostrarla
como perteneciente a todos los seres racionales y dotados de voluntad. Entonces todo ser
que obra bajo la idea de la libertad, es por sí mismo, verdaderamente libre en sentido
práctico, es decir, que para tal ser valen todas aquellas leyes que están unidad a la
libertad, igualmente como si su voluntad fuese definida como libre en sí misma . Pero
todo ser racional poseedor de voluntad necesita que la idea de la liberad este en la
obra, pues debido a la razón práctica introducimos una autentica causalidad con los
objetos. La razón práctica o voluntad de un ser racional, debe considerarse libre.
Entonces la voluntad no puede ser voluntad propia más que bajo la idea de libertad,
con lo que, en consecuencia, ésta ha de ser atribuida a todos los seres racionales.

Del interés que reside en las ideas de moralidad.

Se ha dado una conciencia de que las máximas, siempre tienen que ser tomadas de modo
que valgan también como leyes universales y que también puedan servir para nuestra
propia legislación. Ahora bien ¿por qué debo someterme a tal principio precisamente por
ser yo un ser racional, y por ello también todos los seres dotados de razón? Debo tomar
algún interés en ello y comprender cómo tiene lugar esto. Si la razón es absolutamente
práctica en un ser racional, su deber es que es querer que esto también valga para todos los
seres racionales, pero para nosotros que somos seres afectados por la sensibilidad con
estímulos de otra especie, que no siempre ocurre lo que razón haría por sí sola, esa
necesidad de la acción se llama <<deber>>, lo que hace que deba distinguir entre necesidad
objetiva y necesidad subjetiva.

Parece que la idea de la libertad nos limitamos a suponer sin más la ley moral, o sea, el
principio de autonomía de la voluntad, pero sin poder demostrar su realidad por sí misma y
con necesidad objetiva, que sin duda con esto habremos ganado la legitimidad de tal
principio.

Debemos separar la idea de la libertad con el ámbito de lo empírico. Nos consideramos


libres en el orden de las causas eficientes para pensarnos como sometidos a leyes morales
en el orden de los fines, y luego nos consideramos sometidos a fichas leyes porque nos
hemos atribuido la libertad de la voluntad. Pero aquí Kant dirá que hay un círculo vicioso,
pues la libertad y la autolegislación de la voluntad son amabas autonomías y estos son
equivalentes, en consecuencia uno de ellos no puede utilizarse para explicar el otro y
establecer su fundamento, sino a los sumo para reducir a un único concepto, en sentido
lógico, representaciones aparentemente diferentes de un mismo objeto.

El sentimiento. Todas aquellas representaciones que nos ocurren sin la intervención de


nuestro albedrío (como los sentidos) nos dan a conocer los objetos tal y como nos afectan
permaneciendo desconocido lo que ellos son en sí mismo y por lo tanto sólo podemos
llegar a conocer el fenómeno, nunca las cosas por sí mismas. Se da sentado que por detrás
del fenómeno hay algo que no es fenómeno (noúmeno) o sea las cosas en sí. Estos nos
proporcionan una distinción entre el mundo inteligible y el mundo sensible. El primero
siempre permanece idéntico y el segundo depende de la sensibilidad de los distintos
géneros del espectador. el hombre sólo se conoce por su ser fenoménico, ya que no tiene
un concepto a priori de él, sino que se conoce a través de si sentido interior y de forma
empírica como también en que su conciencia es afectada, aunque debe asumir que en su
composición de fenómenos, debe existir una base, su yo tal y como es en sí. En resumen el
hombre debe contarse siempre en el mundo sensible con respecto a la percepción y
recepción de las sensaciones, pero también pertenece al mundo inteligible respecto a que él
sea pura actividad, que no llega a través de los sentidos, sino de forma inmediata, pese a
que quizás este mundo no pueda llegar a conocerlo.

El hombre tiene que creer que detrás de las cosas sensibles existe algo invisible y activo por
sí mismo. Ahora, el hombre encuentra en su interior una facultad por la que se
distingue de todas las demás cosas, e incluso de sí mismo en cuanto es afectado por
objetos, y esa facultad no es otra que la razón. La razón muestra una espontaneidad tan
pura a través de las ideas, que excede en demasía a la que da la sensibilidad, ya que su más
principal tarea consiste en distinguir el mundo sensible del mundo inteligible,
señalando así al entendimiento sus propios límites.

El ser racional debe considerarse en sí mismo una inteligencia, así también reconocerse no
en mundo sensible, sino inteligible. Por lo tanto, tiene dos puntos de vista desde los cuales
puede considerarse a sí mismo y conocer las leyes del uso de sus fuerzas y, en consecuencia
de todas sus acciones: el primer punto de vista es porque el hombre pertenece al mundo
sensible y está sometido a las leyes naturales (heterónoma) y el segundo en cuanto
pertenece al mundo inteligible y se halla sometido a las leyes independientes de la
naturaleza, leyes fundamentadas solamente en la razón.

El hombre sólo puede pensar su propia voluntad más que por la idea de la libertad, pues
ésta no es otra cosa que la independencia de las causas determinantes del mundo sensible
(independencia que debe admitirse a través de la misma razón). A la idea de libertad debe
vincularse necesariamente el concepto de autonomía , y con esta, el principio universal
de la moralidad que sirve de fundamento a la idea de todas las acciones de los seres
racionales, exactamente igual que la noción de ley natural sirve de fundamento a todos
los fenómenos. De esta manera que descartada la idea del círculo vicioso. La libertad es
una petición de principios, algo que con gusto admitimos nosotros, almas dispuestas
moralmente, pero que no podemos establecer como una proposición demostrable. Cuando
nos pensamos como seres libres nos incluimos en el mundo inteligible como miembros
suyos, así como que conocemos la autonomía de la voluntad. Sin embargo, si nos
pensamos como seres obligados nos consideraremos pertenecientes tanto al mundo
sensible como al inteligible.

Pd: faltan como diez páginas, pero no las hice porque me contuve por lo que el profesor
pasó en las clases y por ende lo que sale en los apuntes. Ahora en los siguientes puntos
explica cómo es posible el imperativo categórico, cosa que tiene que ver con la ética de
Kant (es evidente jajaj) pero no para lo dictado en el curso. Y lo otro son consideraciones
finales.

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