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Los caminos para la oposición: lecciones desde el sectarismo religioso

L
os resultados electorales de 2018 consumaron un hecho sin precedentes en la
política mexicana. Por primera vez en la historia, la izquierda llegó al poder. Es
natural que los reflectores se centren por ahora en los vencedores. Sin embargo,
no es menos interesante analizar el nuevo rol de los dos partidos que ya tuvieron la
oportunidad de gobernar a México; a saber, su papel como oposición minoritaria.
Es cierto que ambos ya conocen la experiencia de ser segunda fuerza política en el
país. Con sus bregas de eternidad, el PAN incluso fue tildado de partido testimonial durante
casi la mitad de sus años de existencia. Sin embargo, el tricolor y el albiazul nunca habían
estado simultáneamente en la misma condición. Lo que es más, el PRI jamás había contado
con tan poca representación en el Congreso, ni en los estados y municipios.
Tal situación no impacta solo a los miembros de dichos institutos políticos. Sus
votantes —un sector que, al menos desde los años ochenta, se alinea más hacia la derecha y
la centro-derecha— se encuentran en una inédita situación de escasa identificación con sus
futuros gobernantes. Ahora, el momento les obliga aprender a ser oposición.
En este sentido, considero que la vida sectaria puede resultarles un modelo útil para
comprender los caminos que pueden seguir ante dicho predicamento. Sociológicamente, las
sectas religiosas se definen como minorías cognoscitivas que se enfrentan a un medio
hostil; un entorno donde su definición de la realidad es apenas compartida por algunos
(Berger, 2006b: 231).
Para entender a lo que me refiero, sirva de referente lo que ha ocurrido con las
religiones en el mundo secular. Durante la mayor parte de la historia de la humanidad, estos
sistemas de creencias, junto con sus instituciones y autoridades, fungieron como el pilar
sobre el cual se desarrollaron las sociedades. De hecho, ser adepto de una comunidad
religiosa dominante era una condición que prácticamente se daba por descontada.
No obstante, como explica Taylor (2014: 22), en la era secular, ser creyente no solo
ha dejado de ser un axioma incuestionable. Ahora, las creencias religiosas son solo una
opción entre muchas otras. Inclusive, en algunos contextos, es frecuente que resulten la
alternativa más difícil de sostener.
Y es que la secularidad y la modernidad vienen aparejadas de un ineludible
pluralismo (Berger, 2006a: 20-22). A diferencia de otras épocas, el creyente de hoy en día
no puede garantizar la certeza de su fe apelando a su sociedad. Su comunidad, lejos de ser
ideológicamente homogénea, alberga una multiplicidad de visiones del mundo, y no es
poco frecuente que varias de estas perspectivas confronten, velada o abiertamente, las
interpretaciones religiosas de la realidad.
Ante estos cambios, los grupos religiosos con condiciones sectarias han adoptado
dos actitudes típicamente identificables: por un lado, están quienes se acomodan o adaptan
a las nuevas condiciones; por el otro, están los que se resisten o atrincheran (Berger, 2006b:
218-220).1 A los primeros se les distingue por su disposición a entrar en el juego del laissez
faire et laissez passer propio del mercado pluralista de creencias. Ellos moldean su
interpretación de la realidad a las necesidades de los tiempos, pues asumen que solo así sus
sistemas religiosos pueden seguir siendo viables. (Taylor M. C., 2011: 47).
En contraste, los segundos se rehúsan a pactar con el cambio y pretenden vivir como
si nada hubiera sucedido hasta donde el contexto se los permite. Lo hacen segregándose en
grupúsculos que comparten y reafirman sus creencias. Tales agrupaciones pueden
resignarse a vivir como minorías, o bien, combatir beligerantemente todo aquello que
cuestione su modo de ver la vida, con la esperanza de reinstaurar un nuevo orden social que
les sea favorable.
En la literatura teórica, este segundo grupo es al que recientemente se le ha
calificado de “fundamentalista”. Entre otras características, destaca su actitud intransigente,
y su visión simplista y binaria, que reduce todos los asuntos a cuestiones de blanco o negro.
Mark C. Taylor (2011: 47) considera que, en un mundo cambiante y con problemas
complejos, este tipo de visiones conllevan una inherente amenaza de violencia, destrucción
y división.
Tales son los dos caminos que han tomado las sectas y que, considero, pueden servir
de modelo a la nueva oposición minoritaria. Me imagino la incomodidad por la que deben

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Vale la pena aclarar dos cuestiones. Primero, el sectarismo es una condición que, en algunos contextos,
incluso ha alcanzado a iglesias mayoritarias, tales como la católica. Segundo, los tipos ideales descritos
difícilmente se presentan de forma pura en la realidad. Más bien, las religiones presentan distintos grados de
atrincheramiento y de acomodación. Inclusive, una comunidad religiosa puede transitar de un polo hacia otro.
Nuevamente, el catolicismo es buen ejemplo de ello con el cambio de actitud hacia la Modernidad que mostró
entre el Concilio Vaticano I y el Vaticano II.
estar pasando: su concepción sobre cómo debería funcionar la sociedad está siendo
confrontada por las prácticas que emprende y los fenómenos que visibiliza el nuevo
gobierno, todo lo cual es respaldado por la mayor parte de la sociedad.
Ante este desafío, pueden erigirse como un grupo que, aunque se sabe distinto de la
mayoría y del gobierno que ésta eligió, reconoce que es necesario dialogar con ellos. Su
interlocución crítica y vigilante puede ser sumamente beneficiosa a la democracia. La otra
opción es que se mantengan reacios a entender el reclamo que se hizo sentir en las urnas,
radicalizándose, polarizando y descalificando a priori cualquier acto o idea de los futuros
gobernantes y de quienes los respaldan.
Temo lo peor, dada la proliferación en redes de memes clasistas; de
generalizaciones burdas bajo el calificativo “chairo”, y de argumentos que legitiman la
violencia y la discriminación bajo una distorsionada lógica del “ojo por ojo, diente por
diente”. ¿Estaremos atestiguando el germen de un bloque radical que en el futuro sirva de
base a líderes y discursos de extrema derecha como los que hoy viven un auge en Europa y
EE.UU.?
Aún así, desde los medios de comunicación y la sociedad civil, también se han
hecho escuchar voces críticas, pero dialogantes, con demandas razonables. Algunas de sus
posiciones ya han obligado al equipo de transición a rectificar sus decisiones en algunos
puntos delicados. Por el bien del país y de la solidaridad de la que depende la democracia,
espero que sean estos últimos quienes tomen la batuta de la oposición.

Referencias
Berger, P. (2006a). Cuestiones sobre la fe. Una afirmación escéptica del cristianismo.
España: Herder.
Berger, P. (2006b). El dosel sagrado. España: Kairós.
Taylor, C. (2014). La era secular. España: Gedisa.
Taylor, M. C. (2011). Después de Dios: La religión y las redes de la ciencia, el arte, las
finanzas y la política. España: Ediciones Siruela.

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