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POSTMODERNIDAD, CONSTRUCTIVISMO Y PSICOTERAPIA -

POSTMODERNIDAD, CONSTRUCTIVISMO Y PSICOTERAPIA

“Es imprescindible ser uno y mil para sentir las cosas en todos sus matices.”

Constructivismo

Para empezar, podemos decir que uno de sus presupuestos básicos es que
cuanto sabemos y creemos es fruto del lenguaje con que comprendemos y
transmitimos nuestras percepciones y que, sobre una misma realidad, pueden
darse diferentes puntos de vista, todos ellos igualmente válidos.

Al hablar, vamos creando la realidad junto con nuestros interlocutores (Berger y


Luckmann, Maines, etc.) Así es como, sobre la base de nuestra biografía, creamos
y modificamos nuestra identidad, que retocamos permanentemente en virtud del
contexto, de las circunstancias de nuestra interacción y de las características y
expectativas de nuestro interlocutor.

Un antecedente filosófico del constructivismo puede enraizarse en Kant, cuyas


ideas a priori, juicios sintéticos a priori, analítica y dialéctica trascendentales
reflejan el carácter sistematizador y unificador del espíritu humano (dotamos a
todas nuestras percepciones de las categorías específicamente humanas de
espacio y tiempo).

El constructivismo posmoderno considera que el cerebro no es un mero recipiente


donde se depositan las informaciones, sino una entidad que construye la
experiencia y el conocimiento, los ordena y da forma. Este es un planteamiento
netamente kantiano (la psicología cognitiva también comparte este presupuesto).

El constructivismo se caracteriza, entre otros rasgos, por la crítica a los mitos de la


modernidad aún imperantes en las puertas del siglo XXI. La psicología, la
psiquiatría y la psicoterapia han venido compartiendo la idea ilustrada del siglo
XVIII de que el conocimiento se concibe como un plan progresivo de adecuación y
representación de la realidad mediante la razón y la ciencia empírica. Conocer
algo equivaldría a representarlo adecuadamente a nivel mental. Mientras más
correspondiera la representación mental a la realidad, mayor y mejor sería el
conocimiento.

De la anterior visión modernista han bebido las psicoterapias conductistas (valor


de lo empírico), cognitivas (ajuste cognición - realidad), psicoanalíticas (principio
de realidad y el yo) y humanistas (autenticidad del sujeto). También la psiquiatría
moderna de raigambre biologicista pretende clasificar con precisión la enfermedad
mental y descubrir las verdaderas bases biológicas del trastorno mental
(enfermedad mental para ellos).

Pues bien, las psicoterapias constructivistas cuestionan todos los enfoques


anteriores por basarse en mayor o menor medida en los mitos de la modernidad. A
saber, el mito de la representación, el mito del objeto, el mito de la realidad
independiente y el mito de la verdad. Los cuatros mitos conforman el síndrome del
modernismo.

El mito de la representación mantiene que el conocimiento es válido en la medida


en que se adecua o corresponde con la realidad. La crítica es que para conocer la
realidad hay que acceder a esta sin el conocimiento previo que tenemos de ella, lo
cual es imposible. El sujeto siempre está presente. El conocimiento es una
cuestión de utilidad contextual. El conocer depende de la propia estructura de los
humanos, de cómo estamos constituidos.

El mito del objeto mantiene que para acceder al conocimiento hay que borrar las
variables extrañas a la observación, al sujeto, para distinguir con claridad al objeto.
Nadie ha podido demostrar hasta el momento cómo se puede observar sin sujeto.
La propia definición de objeto, realidad, materia, etc. está constituida por nuestra
tradición cultural, no por la aprehensión absoluta de algo ajeno a nosotros.

El mito de la realidad independiente mantiene que la realidad (el mundo) existe


con independencia de lo que podamos pensar y experimentar de ella. Los
constructivistas no niegan que esa realidad exista. Lo que se niega es que exista
de manera independiente a las prácticas sociales, culturales e históricas de los
humanos. La realidad tal como la conocemos, la conoceremos, y la conocimos,
depende de nuestra propia constitución biopsicosocial.

El mito de la verdad se basa en que se pueden encontrar unos principios


universales (científicos, religiosos, psicológicos, etc.) fuera de la contingencia, la
subjetividad y las culturas humanas de tipo trascendente. La verdad no estaría
sujeta a las contingencias del vivir humano. Si la verdad dependiera de la
contingencia humana no sería verdadera (se pueden rastrear los orígenes de este
planteamiento modernista en Platón). Los constructivistas apuntan a que este
criterio de verdad es axiomático y arbitrario, y que está mantenido por criterios de
utilidad y de poder social (Fue Foucault quien subrayó la relación entre la
producción de discursos y el Poder, que no sólo reprime formas de vida
“inadecuadas” sino que ante todo y sobre todo, construye formas de vida
“adecuadas”) El conocimiento y la verdad no son independientes de la
contingencia humana. La verdad se transmuta en utilidad.

El constructivismo no se postula a sí mismo como más verdadero que sus


opuestos, ya que él mismo está sujeto a la contingencia humana. Los humanos
nos limitamos a contar historias y relatos sobre nuestro conocimiento, a través de
nuestra capacidad lingüística. Estas historias pueden ser más o menos atractivas
o útiles.

El constructivismo ve a las otras psicoterapias y la psiquiatría como narrativa de


historias que pueden ser viables en determinados sujetos y contextos; distintas
historias pero no unas más verdaderas que otras. La psicoterapia constructivista
es una de tantas historias, consciente de serlo sin embargo.

Características del Constructivismo

Narrativo

Uno de los teóricos del movimiento narrativo en psicología es el psicólogo Jerome


Bruner (1991). Este autor propone que hay dos modalidades de pensamiento en la
mente humana, en el sistema cognoscitivo (conocimiento) de las personas. Cada
uno de estos sistemas origina maneras diferentes de construir la realidad. Por un
lado estaría el modo de "pensamiento paradigmático" y por el otro el "modo
narrativo".

La modalidad paradigmática o lógico científica tiene que ver con las capacidades
humanas de razonamiento, explicación y análisis lógico-empírico o científico. La
metáfora para representar a este estilo o tipo de pensamiento es la computadora
que procesa información. La finalidad de este sistema está vinculada a la
resolución de problemas prácticos de la vida diaria. La abstracción que produce es
el sistema de pensamiento paradigmático que está relacionada con los aspectos
más universales o generales del conocimiento (nomotético). La mayoría de las
personas suelen creer que es el único sistema de pensamiento existente.

La modalidad narrativa de pensamiento es menos conocida. A pesar de ello es la


modalidad más antigua del pensamiento humano. Consiste en contar historias a
otras personas y a nosotros mismos. Al contar o narrar estas historias vamos
construyendo los significados en que nuestras experiencias adquieren sentido. De
esta manera el significado surge de la narración, actividad constante en nuestra
vida. La modalidad de abstracción que produce el modo de conocimiento narrativo
se relaciona con el interés por lo particular (ideográfico). Se ocupa de las
intenciones de las acciones humanas en su acontecer histórico. La historia suele
surgir de aquello que es particular, de lo inesperado y sorprendente. Cosas que no
deberían pasar y pasan, que se alejan de lo establecido. Este pensamiento
narrativo no sigue una lógica lineal y de razonamiento verbal o matemático. Se
fundamenta en imágenes, es analógico. Funciona por la analogía de las
semejanzas. Las imágenes se combinan y juntan en la trama narrativa por la
semejanza de sus contenidos y por las similitudes de las tonalidades emotivas que
despiertan.

Cada uno de nosotros tiene para sí un relato de su propia vida y además cuenta
historias, todas verídicas, que extrae de su biografía. Al trasladar estas
narraciones, fijamos recuerdos, eliminamos ciertos desgarros internos, creamos
nuestra identidad, la retocamos de forma sucesiva, vamos dando consistencia al
sentimiento de nuestra existencia, nos otorgamos significación, porque
justificamos y cargamos de congruencia nuestras actuaciones pasadas y vamos
perfilando nuestro sentido teleológico, lo que nos da razón de ser.
Nuestra representación del mundo, y aun nuestra propia identidad, no se
corresponden con una descripción estática y fija, sino que son una historia viva o
dos o más versiones de la misma historia, que se desplazan evolutivamente al
ritmo y compás con que el propio narrador se desplaza por el tiempo.

Plural

Los discursos, tanto los teoréticos como los relativos al individuo, son múltiples,
diferentes, y todos válidos, ya que parten de puntos de vista, prácticas e historias
distintas.

En el plano teorético, este sentido plural quiere decir que ningún cuerpo teórico
abarca en sí mismo todos los puntos de vista que son pertinentes respecto a un
conjunto de fenómenos concretos. Son saberes acumulativos, complementarios.
Así pues, en el plano teorético, el constructivismo se sitúa en un plano
interdisciplinar. Los diferentes enfoques sobre el ser humano, las teorías
psicológicas, biológicas, sociológicas, antropológicas, etc., aún siendo irreductibles
entre sí, son complementarias. Y, dentro de cada uno de los encuadres posibles,
ha de mantenerse este mismo respeto mutuo entre las diferentes aportaciones de
cada escuela, porque cualquier conocimiento sobre el hombre sigue siendo una
construcción mental, individual o colectiva, realizada desde una perspectiva
peculiar.

En el plano individual, las historias acerca de nosotros mismos que fabricamos con
nuestra familia son muy diferentes entre sí, no es el mismo relato el que
mantenemos con nuestra madre que el que mantenemos con nuestros hermanos,
y, a su vez, estas historias familiares son distintas de las que fabricamos con
nuestros jefes sucesivos o con nuestros vecinos.

Radical
El movimiento constructivista defiende que, puesto que no hay un criterio válido
para discernir si una teoría es mejor que otra, hay que refrendar aquellos
planteamientos que sean útiles, coherentes con su contexto, no excluyentes y
facilitadores del cambio. Esto no tiene nada que ver ni con el relativismo, que
consagra cualquier punto de vista como equivalente a cualquier otro, ni con el
mero pragmatismo que se desinteresa por el valor de la verdad para centrarse en
lo que funciona..., sin más pretensiones.

Ortega y Gasset llegó a afirmar que toda realidad es perspectiva, porque las cosas
sólo son reales en tanto que "son para mí", un punto de vista para el yo. El ser
definitivo del mundo no es la materia, ni el alma, ni cosa alguna determinada, sino
una perspectiva que organiza la realidad. El perspectivismo de Ortega es también
un importante antecedente constructivista.

Este perspectivismo quizá permita congregar la pluralidad de enfoques que


convergen en las ciencias humanas y el carácter mudable de cada uno de ellos.
Hay muchas teorías, quizás demasiadas; pero, además, cada una de ellas muta
constantemente y prolifera generando nuevos aportes, porque el hombre viene
debatiéndose, hasta ahora, entre la búsqueda de la verdad y la imposibilidad de
encontrar certezas absolutas (o en palabras de Linares, una sucesión de etapas
alternantes de subjetivismo y realismo). Los enfoques constructivistas de la
psicoterapia consideran que mediante el lenguaje es posible configurar múltiples
realidades. Los seres humanos no pueden acceder a la realidad inmediata más
allá del lenguaje, definido ampliamente como el repertorio de expresiones y
acciones simbólicas que nos proporciona la cultura.

A pesar de lo dicho, no se defiende el subjetivismo solipsista de que todas las


construcciones son igual de válidas o útiles. Hay construcciones que encajan peor
o mejor en las experiencias subjetivas e intersubjetivas. Cuando el encaje de las
construcciones (cómo nos explicamos las cosas, cómo nos lenguajeamos como
dijo Maturana) y las experiencias del sujeto (lo que nos pasa) es inadecuado,
aparece el síntoma. El síntoma es un mensaje a elaborar, una posibilidad
experiencial inadecuadamente construida (explicada) o pobremente percatada

Postmoderno
El enfoque constructivista no pretende conseguir una descripción única de la
realidad, que sea a la vez objetiva, independiente del observador y que contenga
toda la verdad y sólo la verdad.

“¿Tú Verdad? No, la Verdad, y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela.”

Antonio Machado

El hombre se ha visto arrastrado con fuerza por la esperanza, o la utopía, de


conseguir un conocimiento objetivo, incontestable, radicalmente independiente
tanto del observador como del teórico, y no contaminado por los instrumentos
lógicos y metodológicos de la investigación. Sin embargo han ido surgiendo
múltiples pruebas confirmatorias de que los sueños de la razón producen
monstruos, o, de forma menos apocalíptica que el pintor, simplemente entelequias
positivistas (principio de incertidumbre de Heissenberg, Teoría del Caos,
Cibernética de segundo orden1, etc…)

El postmodernismo ha inspirado varias teorías en psicología, desde una psicología


basada en la deconstrucción, pasando por una psicoterapia inspirada en la física
cuántica hasta un amplio conjunto de teorías deconstructivo-constructivas entre
las que sobresale por su pretensión radical de novedad el llamado
construccionismo social.

En palabras del propio Kenneth J. Gergen (El yo saturado, Dilemas de identidad


en el mundo contemporáneo, Paidós 1992)

“[…] Las prácticas terapéuticas tradicionales, regidas por el romanticismo y el


modernismo, situaban al terapeuta en el papel del experto que evalúa el estado de
la mente del individuo, discrimina sus represiones, conflictos, falsas ideas o
aberraciones cognitivas, y corrige tales fallos a través de la terapia. Con el
posmodernismo, no sólo corre peligro la pericia del terapeuta para tratar la
enfermedad mental, sino que pierde credibilidad la propia realidad de un “paciente”
cuya mente debería ser “conocida y modificada”. El individuo es considerado, más
bien, como participante en múltiples relaciones, y su “problema” sólo es problema
a raíz de la forma en que es construido en algunas de ellas. El desafío para el
terapeuta es facilitar la reinterpretación del sistema de significados en el cual se
sitúa ese “problema”. Debe entablar un diálogo activo con los que sustentan la
definición del problema, no en calidad de clarividente, sino como copartícipe en la
construcción de nuevas realidades. El acento puede recaer en los nuevos
argumentos y metáforas para la comprensión de la propia vida y para mejorar la
capacidad de interpretar los significados” (Pag. 341)

Constructivismo y postmodernidad en psicoterapia

El continente constructivista tiene muchos puertos de acceso. El Grupo de Palo


Alto, junto con Bateson, Bandler, Grinder, Watzlawick y muchos representantes de
la terapia familiar sistémica, hablan del "mapa de representación del mundo",
fabricado por cada persona, a partir de la percepción de su propia experiencia.
Toda experiencia es VAOS; es decir, una señal visual, auditiva, olfativa o
somestésica, que constituye nuestra percepción de dicha experiencia. Estas
percepciones sufren una serie de transformaciones, antes de configurar la
estructura profunda de representación del mundo, algo así como el archivo secreto
de nuestra experiencia. Cuando hablamos de nuestra experiencia, recurrimos a
este archivo y, en el proceso de extracción de la información, ésta sufre otra serie
de transformaciones o arreglos, tras los cuales se configura lo que Bandler Y
Grinder llaman "la estructura de superficie", el relato que hace la persona sobre
qué fue lo que vivió. En terapia, es importante tener en cuenta este largo e
intrincado proceso, porque lo que nos cuenta el cliente, a pesar de él mismo, no
responde exactamente a su experiencia real.

Las psicoterapias constructivistas se definen en general como relaciones cliente-


terapeuta que tienen como finalidad la revisión de las construcciones del cliente
sobre su experiencia a fin de facilitarle otras más útiles o viables (el tránsito a la
terapia sistémica de familia es sencillo: preguntas circulares, redefiniciones,
esculturas y tantas otras técnicas y prácticas con un fundamento epistemológico
constructivista)
El terapeuta se ocupa de la interfaz experiencia/construcción del sujeto cliente. No
se trata de una visión exclusivamente cognitiva del ser humano (sus
construcciones) ya que destaca la relevancia del afecto (la experiencia como
forma de conocimiento). La formación de los significados subjetivos y sus
disfunciones en el interfaz experiencia/explicación se constituye en el objetivo de
las psicoterapias constructivistas.

En palabras de J.L. Linares (Family Process, Vol.4º, nº4, Winter 2001) los grandes
aportes de la postmodernidad a la psicoterapia son los siguientes:

“[…] El primero a destacar es el cuestionamiento del objetivismo ingenuo, de la


posición de experto sin fisuras que la cibernética de segundo orden ha convertido
en imposible. El experto psicoterapeuta no puede desplegar las mismas actitudes
básicas ante el mundo de las relaciones entre sujetos que ante el mundo de las
cosas. El segundo es el escenario de la acción instrumental, mientras que el
primero contempla la acción interpersonal, estratégica o comunicativa. Habermas
(1981) dixit.

Se deriva de ello otro punto de interés, que es la legitimación de diferentes


abordajes terapéuticos a una misma realidad psico-relacional. La complejidad
hace imposible el dogmatismo; o, mejor dicho, el dogmatismo surge de la
ignorancia de la complejidad. En este terreno habrá que ser, probablemente, más
post-moderno que los post-modernos, quienes a menudo olvidan tan sano
precepto para dictar lo que es y lo que no es correcto en terapia […]

Por último, y no por paradójico menos importante, la terapia familiar deberá


conservar algunas preciosas aportaciones técnicas del post-modernismo.

Valgan como ejemplo las preguntas circulares que, descritas inicialmente por
Selvini y su equipo milanés antes de su división y del giro constructivista de
Boscolo y Cecchin, fueron luego desarrolladas exhaustivamente por éstos y por
otros autores como Tomm. Se trata de un precioso recurso técnico que se adapta
muy bien a la naturaleza circular de la relación y que puede enriquecer,
añadiéndose a otras modalidades comunicacionales, la conversación terapéutica.
Si las preguntas circulares constituyen un interesante aporte técnico
constructivista, la externalización es otro recurso procedente del socio-
construccionismo. Acostumbrados a pedir a los pacientes la internalización de
conflictos y dificultades, los terapeutas no habían reparado en que, a menudo, el
movimiento de signo contrario podía resultar una muy útil maniobra. White (1993)
inventó la manera de que los pacientes pusieran fuera sus problemas,
estimulándolos así a luchar mejor contra ellos. Un terapeuta relacional, consciente
de que las narrativas de los pacientes están parasitadas por poderosos relatos
ajenos y de que, a su vez, también ellos pueden parasitar con sus relatos las
narrativas de otros, enriquecerá notablemente su práctica si aprende a trabajar
con la internalización y con la externalización, configurando entre ambas uno de
los ejes por los que puede discurrir la danza terapéutica.

1Las ideas cibernéticas han sido divididas en tres periodos, a saber, la cibernética
de primer orden (1948): centrada en la comunicación y relaciones que se
establecen al interior de un sistema y entre el sistema y su medio, considerando
que los procesos de corrección de la desviación (feedback negativo) permitían
mantener la organización del sistema y que los procesos de ampliación de la
desviación llevaban a la desorganización del mismo. La segunda cibernética (a
partir de 1963): reformula la idea de la primacía necesaria de los mecanismos de
control y homeostasis señalando que la ampliación de la desviación (feedback
positivo) son favorecedores del cambio y son esenciales para la evolución de los
sistemas vivientes; y la cibernética de segundo orden (1972): que se define como
la “cibernética de la cibernética” o “cibernética de los sistemas observantes”,
planteando que las observaciones no son absolutas, sino relativas al punto de
vista del observador y que el acto de observar influye sobre el objeto observado
anulando cualquier expectativa de predicción por parte del observador (Jutorán,
1994)

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