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VIII.

la misma plebe desaliñada en el paraíso


Devuelve al container lo que es
del container
Pepe Sales
Te quería.

(Génesis turbulento de este espectacular


apaño)

Te quería tanto.

(Ovación perpetua
que adobó hasta llagarse)

Te quería tanto.

Tanto
que probó hasta diez veces la magnitud
de su peso

Tanto, tanto

que se ahorcó.

El amor, ahora sí, está en el aire


Lázaro, no me jodas:
levántate y anda

Reabre meritoriamente los dos ojos


Ya tu madre se durmió
y soñó que no era madre de nadie

Lázaro, levántate
Evoluciona, difuso, hacia el absurdo,
hasta la algarabía de tener hambre
hasta la puntuación
decepcionante
de cada costilla propia sin chupar

Lázaro,
narciso estrábico, concrétate,
llega al drama del oráculo
que adivinó el compacto guiso de que Casio diga
que son las ocho
y cuarto
en tu inempapable reloj calculadora

Lázaro, me cago en dios,


rompe tu epitafio,

resígnate a morir,
con sencillez:

harto de oxígeno
Taló Copérnico el pasado
y ahora
enroscado, giras y giras sobre ti mismo

Follando en una C-15

Damnificado por la mala suerte,


mascullando tu fabricación en plomo,
vendes tickets
en el castillo hinchable

Le puedes ver
con belleza hipnótica y sonrisa comodín
coleccionando camadas de infantes
saltarines
y miríadas
de padres y madres cefalópodos,
idolatrándolo, espiándole músculos
con el sexo a la altura de la frente

Más tarde,
cuando la feria acabe, hiera el pestañeo,

y se coloree el contorno del precipicio; las caligrafías de urinario


cambiarás tu estructura, ribosomas, ano y crema
por medios de farlopa

para impulsar
tu caimanera biomasa de los dientes

Y así
encontrar
en el sobaco la mandíbula
y en la nuca, miasmas de los roedores boticarios de tu cuerpo

Follando en una C-15. Gris.

Mientras las madres y padres,


(antes órganos descolocados), ya se unieron
por la línea de puntos

inventando en las vaginas nuevos nombres

Follando en una C-15. En la cuneta.

A las seis de la mañana ya nadie se merece monumentos


La nueva casa tenía dos habitaciones.

Una, vacía,
hasta que tradujiste en cansancio
la tormenta
inexistente

Polos
que ni atraen ni son capaces de repeler.
Más bien se ignoran.

Acompasados,
trazados a compás,
como por un alevín de pez

espada
Atravesaron
la ventana
para comerte mejor,
escandalizados
por tu dolomítica corporación autolesiva

_Quiero morir en paz. Sin que me asusten.

Sentados junto al padre, resbalados,


mutilando
Negándole a Virginia las piedras.
Cerrando la espita a Sylvia.
Pelando sogas de Marina.

Pervertidos desfilando por una tierra


lastrada de coleópteros

Quedaste dormida

Abres los ojos


Y me descubres en las manos
Comprimido yo
Píldora yo
En caja de diez, veinte, cuarenta, yo

Engendrado en un prójimo sin placenta


Testado transcontinental
Yo

me ofrezco a entregarte luz

a que no entres coja al hormiguero

porque aunque no lo creas


yo
estoy aquí
para cuidarte

para saciar los valores del mercurio


para
pestañear
profundamente

en tu esqueleto
Galería botánica de amantes

Turbios familiares
siendo
simultáneamente herida

La manera misma de crecer


de esos gigantes

escalando
desde Liliput tu pantorrilla

Traqueteando, juntándote los dientes, lactando

hasta enterrarte
para siempre
entre migrañas
No resulta nada fácil
prescindir del suelo
en este plenilunio sin amaestrar
que te aconteció
siendo burbuja

Cansaste de mirar
la precipitación insomne de esa horda
cilíndrica
de hombres imán

Hienas esperando
ser la pieza encajante en el mosaico,
apurando, sorbo a sorbo,
su intensidad
de omnivorar,

aún así

no quieres que te despierten temprano,


porque madrugar
es una aborregada hilera
de coches
teñida con la piel del participio
y de nuevo no hay salida

en la poemática
erguida
de las vísceras
Se hernia,
criptógama, la vida.

Y él se encoge,
como batiburrillo,
en la esquina

para no hacer publicidad de su sangre

Y sangra
absuelto,

perdonado ya por dios,


no por su madre,

que a esa hora


estará

en el Alimerka
No estoy aquí. Soy otra parte del camino.

cuando era subalterna y encogida


programándome opaca
como secretaria
de los párpados cogidos a tridente

No estoy aquí. Tronco, cabeza, ni extremidades.

cuando, confitada,
nocturna y constructora, muy Finn McCool
me escabullía de refilón, zancadilleando,
para creer que no existíais

No estoy aquí. Caótico cual perro de la lluvia.

cuando,
enfermera y granadina,
plateé el hocico
con la munición de mi mirada abierta
e ignoré
unívocamente necia
a quien me hubiera querido hasta sangrar encías
No estoy aquí. Tu nombre famélico tatuó manos.

cuando
alámbrica en espino supe retorcerme
incrustada
en el poema más largo de esta tierra
que se despertó,
y angustiada, recé
sintiendo ovejas

No estoy aquí. Sobre esta piedra edificaré estornudos.

cuando hay un montón que se rindieron


porque los gigantes
se hicieron marcianos y dominaron el mundo
promulgando
una verdad vacía de esperanza

No estoy aquí. Inválido, como si fumar sin ti fuera calibrable.

Cuando, cadavérica, transparentabas


y reprendido
esperé que fueras noche
para sujetarnos con cargadas zarpas
al tumulto
del amanecer
sin tener prisa

No estoy aquí. Imantado en el espejo, temo.

cuando sabía
que en los días se moría siempre
y las enfermeras temen
que se queje el techo
y como la mujer de Lot
dibujaba condecorada mi curiosidad
de esos rebaños de eternidad enferma

No estoy aquí. Trato de flotar en Panthalassa.

cuando vendé tu casa


y fundé
Burkina Faso
y pude, por fin, dormir
ilimitada
Llegas, deslavazada hasta el timbre
Una nueva hipnosis
felicita
tu cabeza maciza

Digiriendo costas
cual marejada
trituras mis huesos, ortigando

Anclé.
Encanece cualquier lucha contundente

El último ingrediente que te ama


es el dentífrico

Con la frustración intacta


del metrónomo,
fracasado en el despiece,
me estrujo
deforme y retorcido
con los gemelos monoteístas de Ginger Rogers,

pero nada

Mastico, mudo, el reloj del ayuntamiento


Arrugado el equilibrio,
abandonado,
cae, insectívoro

el amor

al inodoro
Bajo las alas cabrá olvido

mordisqueado
en el óxido de los muelles
del somier

Fuera,
a sabiendas hechos,
imitarán otras náuseas, serán
animales come concursos,

hebras,
simples sátiros odiando empalmarse,
ninfas repudiando empalación

Puramente antropomórficos,
sin gel,
subastando chispazos de
me corro con dedos largos
en las cincuenta y ocho pulgadas del presidente

Lacadas, trajeados,
asistirán a toda lápida nueva
sin su aliento pecador

sin su sabor circunstancial como pared labiada


Volverán a la vida a cualquier precio
al roído anonimato
como genuina y silente carpocasa

las estrellas del porno

cuando se ajen
Paseando su miedo
de cinco a siete,
se adivinan

Tiemblan
y se queja el suelo

al oír a Eurídice adjudicando


algo con que afrentar
la simple horrible posición de los hombros

Se cura la tarde
desviándoles, después, abatida. No dejan huellas
cuando vuelven a casa
sabiendo que ya deberían estar muertos

Hervir, de nuevo, en la cópula.


Amor deforme
paladeado
en los extremos opuestos de la cama

cuando mutan
el aria de vértigo maltratador
de esta tarde de navidad minuciosa
Analfabeto instante
en que
interrumpidos

se decúbitan los yonquis

en el jardín sonámbulo de sus liendres


Desordena, una vez más,
los órganos del rostro
intentando
perturbar el himen
de la virgen a que se abocó la mancha,
conformista en la pared

Prepara su clase magistral


de histeria
sobreviviendo horas descabezada, cual cucaracha

Escarba la tierra
en sus muñecas de tres lustros
buscando volcanes, lombrices
o energía cinética

Acaba de nacer,

para matarse
No cupiera más dolor
dentro de un cuerpo,

pero no me deja demostrarlo.

Descarga voltios
en cada ranura,
en la cúspide
de cada poro incluso muerto.

Tú,
mujer,
terrible ser
que me secó el extrarradio,
que embalsamó
tacto, oído, olfato y precipitación

y a la larga,
la carga de estos dos ojos,
entumecidos

al unísono
Piden tregua a sus gozos.
Mas no hay indulto para el tuétano.

Los hombres de dentellada plana


oprimidos,
rácanos en su caminata
medida a palmos

se derrumban
metódicamente
a los pies de la necesidad
convertido todo
en una cuestión de carrerilla

ya
desde el bendito orujo de las seis y media
Merodean encajados.
Superpuestos,

devorando
mis manos de habitante

a lo largo del aparcamiento.

No, Mediamarkt.
Yo no soy tonto.

Yo, directamente, soy imbécil.


Primero era la oscuridad,
alforja inmune
de tu propio orgasmo,

evidencia plúmbea
del estadista acantilado,

deleite ovular.

Auxiliado
en el origen de tanta fecundidad,
brutal,
viniste afuera

a desprestigiar la tierra:
ese latifundio
fundado por la sangre
copiosa
que vertió la primera virgen

a la que obligaste a ser tu madre


A la mañana siguiente,
al despertar,
hay un hombre que nada.
Pero nada de nada. (No, nada de nadar)

El silencio dura largo rato,


atosigado en una desagradable sequedad

en la experiencia
de una saliva
triturada
envejeciendo a lo largo
de esta franqueable piel externa

La consciencia
es ahora la peor pesadilla.

Ella,
iconoclasta neurotransmisor,
se ha ido
dejando

decepción
en cada cicatriz de esa mirada

y la alergia monotemática
de
todo eso que,
hincado de hinojos,
me transforma

el cuerpo

en mil dolores pequeños


El amor me desubica,
con su paisaje debilitado
a cuestas

Pensar es impensable,

improbable
como quitarse uno mismo las ganas,
recientes,
de llorar

Si te vas a marchar, parará el hambre.

Y al final,
después del crimen,

sólo queda el criminal


Año cero después del año cero

Acolchar el hígado
en su vacío de agua potable
Activar el alma entumecida
Pedirle a dios,
al muy cabrón,
que el frío no maltrate su cama,
en el pre-interior
del banco herrero.

Se acuerda,
entonces,
de sus hijos
y de que le gustaría
afeitarse
para parecerse a ellos

Al amanecer,
moverse
bruscamente,
sin saber la dirección de la corriente
antes de que ingresen,

como un enjambre congénito de respiración idiota,

por la puerta,

los normales
Dialogo con el resto de la piara humana,
especie inverosímil
en regresión evolutiva. Alguna vez
con gafas

Argumentan
que la decepción viene de fuera,
para eludir su culpa nuclear
de vivir difuntos

Relamen
con las voces,
su calvario
de faringe, laringe, nuez y tráquea

de toda escama que se hizo polvo


a regañadientes

de su manual de suplantar con cólera


cualquier hemorragia
inepta

de sinceridad
Desayunando desbarajuste.

Hoy ya no duermo.

Desbocado,
disimulo

con mi camisa hecha a rayas

que buscando las seis diferencias,

encontré

siete
Caeré,

de tantas veces que intenté, hoy, fallar

después de haber inundado


de supervivientes disecados
hasta el último hueco
de este embalse

Me agujereo,
para desestimar
tanta mecánica pisada

para superar mi honda parálisis

pero soy
un tumbado ánimo
que amenaza aunque no sepa

Ya oscurecí
manchado

de ver llorar, aunque no llore

de que mañana,
sí o sí,
amanezca

de derrumbarme,
y que no sea

definitivo
El primer niño probeta
hubo de sentirse
incómodo,
llegando sin saber de dónde

Por ello,
condensó su crecimiento
en ser hostil

como una glaciación,


como una flor cadavérica,

como si estuviera muerto

Mas la vida,
negociando
terapéutica,
a sus espaldas

le hace extasiarse
con un taxista

en un taxi
Con la miel en los labios,
soporta los picotazos

de amar
desde el puto talón, hasta el fijador de pelo,

de basarse en hechos reales:

se acabó el viaje

Y paga
su cariño de retrovisor
a once cincuenta

Y advierte
que vivir
sólo es un quejica experimento

Y tranquilos, que llorar, ya llora en casa


Cristo, en la pared, guiñando un ojo.

Punza.
Desgarra el filial ano.

Una lágrima,
molida,
se hace gota

Los caminos del señor,


sí señor,
son insondables
Se orienta

y luego, pausada, sin especular,


dice:
lo siento

desde su pletórico polo norte.

Yo,
incómodo,
orbito

Paralítico y espongiario,
no sé hacer más

Sólo soy la unión


de dos
gametos
Abro,
ya deshidratados,
los aparatos de llorar

al bulto

Prostituyo mi alma aciaga


esperando que,
como meteoro,
caiga del cielo la sabiduría

hacia este mundo malabar


necesitado de química
y revólver

hacia esta excursión infanticida


de insuflar miembros
en la especie

Pero nadie
me sugiere
a qué estrella
estricta
debo de rezarle

para,

deconcertado y hegemónico

proseguir

con este derecho

inenarrable

de soñarte
Se llevará tu peso un minuto
de silencio,

falto de variedad, como lexema

Gregario y pendular,
con tanto aplomo,

que dislocarán,
leprosas,
tu cuerpo,

cuantas palabras hagan falta


para acercar
a otra postura

las muñecas
Ahora que los auné,
y ya todos los sentidos me detestan

Yo,
birria,
me excreto.

Un coherente raticida
me merienda las venas
y me sumerge,
crónico,

en el asco

de que flotar
ya no sirva para nada

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