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Te quería tanto.
(Ovación perpetua
que adobó hasta llagarse)
Te quería tanto.
Tanto
que probó hasta diez veces la magnitud
de su peso
Tanto, tanto
que se ahorcó.
Lázaro, levántate
Evoluciona, difuso, hacia el absurdo,
hasta la algarabía de tener hambre
hasta la puntuación
decepcionante
de cada costilla propia sin chupar
Lázaro,
narciso estrábico, concrétate,
llega al drama del oráculo
que adivinó el compacto guiso de que Casio diga
que son las ocho
y cuarto
en tu inempapable reloj calculadora
resígnate a morir,
con sencillez:
harto de oxígeno
Taló Copérnico el pasado
y ahora
enroscado, giras y giras sobre ti mismo
Le puedes ver
con belleza hipnótica y sonrisa comodín
coleccionando camadas de infantes
saltarines
y miríadas
de padres y madres cefalópodos,
idolatrándolo, espiándole músculos
con el sexo a la altura de la frente
Más tarde,
cuando la feria acabe, hiera el pestañeo,
para impulsar
tu caimanera biomasa de los dientes
Y así
encontrar
en el sobaco la mandíbula
y en la nuca, miasmas de los roedores boticarios de tu cuerpo
Una, vacía,
hasta que tradujiste en cansancio
la tormenta
inexistente
Polos
que ni atraen ni son capaces de repeler.
Más bien se ignoran.
Acompasados,
trazados a compás,
como por un alevín de pez
espada
Atravesaron
la ventana
para comerte mejor,
escandalizados
por tu dolomítica corporación autolesiva
Quedaste dormida
en tu esqueleto
Galería botánica de amantes
Turbios familiares
siendo
simultáneamente herida
escalando
desde Liliput tu pantorrilla
hasta enterrarte
para siempre
entre migrañas
No resulta nada fácil
prescindir del suelo
en este plenilunio sin amaestrar
que te aconteció
siendo burbuja
Cansaste de mirar
la precipitación insomne de esa horda
cilíndrica
de hombres imán
Hienas esperando
ser la pieza encajante en el mosaico,
apurando, sorbo a sorbo,
su intensidad
de omnivorar,
aún así
en la poemática
erguida
de las vísceras
Se hernia,
criptógama, la vida.
Y él se encoge,
como batiburrillo,
en la esquina
Y sangra
absuelto,
en el Alimerka
No estoy aquí. Soy otra parte del camino.
cuando, confitada,
nocturna y constructora, muy Finn McCool
me escabullía de refilón, zancadilleando,
para creer que no existíais
cuando,
enfermera y granadina,
plateé el hocico
con la munición de mi mirada abierta
e ignoré
unívocamente necia
a quien me hubiera querido hasta sangrar encías
No estoy aquí. Tu nombre famélico tatuó manos.
cuando
alámbrica en espino supe retorcerme
incrustada
en el poema más largo de esta tierra
que se despertó,
y angustiada, recé
sintiendo ovejas
cuando sabía
que en los días se moría siempre
y las enfermeras temen
que se queje el techo
y como la mujer de Lot
dibujaba condecorada mi curiosidad
de esos rebaños de eternidad enferma
Digiriendo costas
cual marejada
trituras mis huesos, ortigando
Anclé.
Encanece cualquier lucha contundente
pero nada
el amor
al inodoro
Bajo las alas cabrá olvido
mordisqueado
en el óxido de los muelles
del somier
Fuera,
a sabiendas hechos,
imitarán otras náuseas, serán
animales come concursos,
hebras,
simples sátiros odiando empalmarse,
ninfas repudiando empalación
Puramente antropomórficos,
sin gel,
subastando chispazos de
me corro con dedos largos
en las cincuenta y ocho pulgadas del presidente
Lacadas, trajeados,
asistirán a toda lápida nueva
sin su aliento pecador
cuando se ajen
Paseando su miedo
de cinco a siete,
se adivinan
Tiemblan
y se queja el suelo
Se cura la tarde
desviándoles, después, abatida. No dejan huellas
cuando vuelven a casa
sabiendo que ya deberían estar muertos
cuando mutan
el aria de vértigo maltratador
de esta tarde de navidad minuciosa
Analfabeto instante
en que
interrumpidos
Escarba la tierra
en sus muñecas de tres lustros
buscando volcanes, lombrices
o energía cinética
Acaba de nacer,
para matarse
No cupiera más dolor
dentro de un cuerpo,
Descarga voltios
en cada ranura,
en la cúspide
de cada poro incluso muerto.
Tú,
mujer,
terrible ser
que me secó el extrarradio,
que embalsamó
tacto, oído, olfato y precipitación
y a la larga,
la carga de estos dos ojos,
entumecidos
al unísono
Piden tregua a sus gozos.
Mas no hay indulto para el tuétano.
se derrumban
metódicamente
a los pies de la necesidad
convertido todo
en una cuestión de carrerilla
ya
desde el bendito orujo de las seis y media
Merodean encajados.
Superpuestos,
devorando
mis manos de habitante
No, Mediamarkt.
Yo no soy tonto.
evidencia plúmbea
del estadista acantilado,
deleite ovular.
Auxiliado
en el origen de tanta fecundidad,
brutal,
viniste afuera
a desprestigiar la tierra:
ese latifundio
fundado por la sangre
copiosa
que vertió la primera virgen
en la experiencia
de una saliva
triturada
envejeciendo a lo largo
de esta franqueable piel externa
La consciencia
es ahora la peor pesadilla.
Ella,
iconoclasta neurotransmisor,
se ha ido
dejando
decepción
en cada cicatriz de esa mirada
y la alergia monotemática
de
todo eso que,
hincado de hinojos,
me transforma
el cuerpo
Pensar es impensable,
improbable
como quitarse uno mismo las ganas,
recientes,
de llorar
Y al final,
después del crimen,
Acolchar el hígado
en su vacío de agua potable
Activar el alma entumecida
Pedirle a dios,
al muy cabrón,
que el frío no maltrate su cama,
en el pre-interior
del banco herrero.
Se acuerda,
entonces,
de sus hijos
y de que le gustaría
afeitarse
para parecerse a ellos
Al amanecer,
moverse
bruscamente,
sin saber la dirección de la corriente
antes de que ingresen,
por la puerta,
los normales
Dialogo con el resto de la piara humana,
especie inverosímil
en regresión evolutiva. Alguna vez
con gafas
Argumentan
que la decepción viene de fuera,
para eludir su culpa nuclear
de vivir difuntos
Relamen
con las voces,
su calvario
de faringe, laringe, nuez y tráquea
de sinceridad
Desayunando desbarajuste.
Hoy ya no duermo.
Desbocado,
disimulo
encontré
siete
Caeré,
Me agujereo,
para desestimar
tanta mecánica pisada
pero soy
un tumbado ánimo
que amenaza aunque no sepa
Ya oscurecí
manchado
de que mañana,
sí o sí,
amanezca
de derrumbarme,
y que no sea
definitivo
El primer niño probeta
hubo de sentirse
incómodo,
llegando sin saber de dónde
Por ello,
condensó su crecimiento
en ser hostil
Mas la vida,
negociando
terapéutica,
a sus espaldas
le hace extasiarse
con un taxista
en un taxi
Con la miel en los labios,
soporta los picotazos
de amar
desde el puto talón, hasta el fijador de pelo,
se acabó el viaje
Y paga
su cariño de retrovisor
a once cincuenta
Y advierte
que vivir
sólo es un quejica experimento
Punza.
Desgarra el filial ano.
Una lágrima,
molida,
se hace gota
Yo,
incómodo,
orbito
Paralítico y espongiario,
no sé hacer más
al bulto
Pero nadie
me sugiere
a qué estrella
estricta
debo de rezarle
para,
deconcertado y hegemónico
proseguir
inenarrable
de soñarte
Se llevará tu peso un minuto
de silencio,
Gregario y pendular,
con tanto aplomo,
que dislocarán,
leprosas,
tu cuerpo,
las muñecas
Ahora que los auné,
y ya todos los sentidos me detestan
Yo,
birria,
me excreto.
Un coherente raticida
me merienda las venas
y me sumerge,
crónico,
en el asco
de que flotar
ya no sirva para nada