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Desde el momento en que las ciencias sociales adquirieron una identidad diferenciada de la
filosofía, su desarrollo se vio marcado por una tensión entre dos concepciones
epistemológicas. Por una parte, la concepción positivista, que asume un método común
parta todas las ciencias y por otra parte la tradición idealista, que defiende la especificidad
del objeto de estudio de las ciencias sociales y propone una concepción epistemológica
propia.
Esta tensión entre objetivismo y subjetivismo se observa en un primer momento cuando la
psicología social psicológica se inclinó mayoritariamente por el modelo científico-natural.
Con la influencia de la Gestalt y el neoconductismo, se aceptó el modelo de ciencia
impuesto por el positivismo y el empirismo lógico. El rasgo esencial de este modelo en la
psicología social fue la investigación hipotético-deductiva que busca la comprobación
experimental de las hipótesis. Esto se mantuvo hasta la crisis de la psicología social
producida en la década del 60.
La tesis de la unidad de la ciencia comenzó a ser cuestionada, planteándose dudas sobre la
adecuación del modelo científico-natural para abordar el objeto de estudio de las ciencias
sociales.
La crisis más relevante fue la que ocurrió en la psicología social debido al uso que esta
hacía de experimentos en laboratorio y por el uso de técnicas de investigación cuantitativa
o cualitativa.
Como es lógico, en un primer momento los psicólogos sociales trataron de aplicar la
metodología tradicional a los problemas sociales, generando un largo número de
investigaciones que trataron de diferenciar aquellos aspectos de la metodología clásica que
eran específicos de la aplicación social. Así un distinguido autor en el campo de la
Psicología Social Aplicada, Bickman, al enfocar el tema de las distinciones entre la
Psicología Social Básica y la Aplicada (Bickman, 1981), y bajo la idea de un continuo entre
ambas, establece los ejes de distinción según los aspectos siguientes: propósito, contexto, y
metodología. Como es lógico suponer, en el aspecto metodológico se señala cómo la
investigación básica se centra en la validez interna, en los constructos de causación, en un
nivel de análisis simple, en el empleo de métodos aislados, en una perspectiva
experimental, en métodos de alta precisión, y en una orientación fundamentalmente
conductual.
Críticas a la experimentación.
Si bien el uso experimental en la psicología social se mantuvo principalmente en la
psicología social psicológica, la crisis fue mayor en la década del 70. La principal crítica
fue hacia la falta de validez interna y a la falta de ética en muchos de los experimentos
utilizados.
La falta de relevancia del conocimiento generado junto con el excesivo uso del experimento
fueron los principales detonantes de la crisis en la psicología social. La artificialidad de la
situación experimental donde se obliga al sujeto a hacer conductas que no realizaría en
situaciones cotidianas; el uso de definiciones operacionales de los conceptos; el aislamiento
de variables que en el mundo social se encuentran estrechamente relacionadas daban cuenta
de la imposibilidad de reproducir en el laboratorio la complejidad de la vida social. Además
variables como personalidad, artificialidad en la relación investigador investigado, tipo de
muestras utilizadas basadas en estudiantes universitarios, no reflejaban la vida social
heterogénea.
Desde el relativismo epistemológico que caracteriza a la psicología social postmoderna,
autores como Gergen rechazan la idea que la psicología social deba avanzar
autocorrectivamente, mediante la confirmación o falsación de hipótesis derivadas de una
teoría. De este modo, la investigación hipotético-deductiva realizada en los diseños
experimentales, es considerada desde el construccionismo social como una forma ingenua
de representacionismo. Por otra parte, Billig, un representante del enfoque retórico, señala
que se puede cuestionar la utilidad de la experimentación, porque no existen criterios
objetivos para resolver las contradicciones que se presentan en la experimentación. De este
modo el conocimiento obtenido a través de la investigación experimental no ha demostrado
ser superior al obtenido mediante la retórica.
Asimismo, los analistas del discurso critican a los experimentos de laboratorio porque
imponen una consistencia artificial en las conductas de sujetos observados, lo que dificulta
la posibilidad de analizar la variabilidad de sus discursos.
En otro extremo surge el nuevo paradigma, representado por Harré y Gergen, que
desarrollan sus propias y coherentes posiciones. Ambos autores coinciden en su rechazo al
modelo hipotético-deductivo como a la creencia en mecanismos internos causales y a la
idea de que las leyes de la psicología social solo pueden ser descubiertas a través de
rigurosas investigaciones empíricas.
La propuesta planteada es más bien partir de una epistemología en la cual la teoría y
verdad adquieren distintos estatus.
Teoría y verdad devienen de formas de discursos que reflejan la influencia en la práctica
social de aquello que hablan y que invitan a otros a practicar formas similares de vida
social. Las teorías no serán juzgadas por su exactitud con respecto a un mundo antes
escondido, sino por su inteligibilidad y poder para acercarse a formas de conducta que
ponen en acto la verdad que ellas proyectan al mundo. Según esto, entonces se redefinen
los tópicos de a psicología social y los significados de la investigación sobre ellos.
La conducta social que proponen debería ser vista como una actividad discursiva, tendiente
a la construcción de significados. En este sentido, el estudio en la psicología social se
orientaría a las reglas de conversación, configuraciones del contenido, entre otros.
En este sentido, la práctica de investigación apropiada no se confina a la experimentación.
Harré considera que estudios basados en el nivel individual como es el caso de la psicología
cognitiva puede ser entendido como privatización de lo social.
Si es cierto que la crítica al método experimental se ha utilizado como uno de los
principales indicadores de una (situación de crisis), siendo estrictamente rigurosos,
debemos admitir que esta crítica (exclusivamente reducida a la experimentación) no ha
puesto en peligro en ningún momento el pacífico desarrollo de la disciplina. De hecho,
salvo en la crítica efectuada por HARRE y SECORD (1972), inicialmente, no se estaba
cuestionando la experimentación, simplemente se planteaba el problema de su
perfeccionamiento técnico.
A medida que las distintas versiones derivadas del positivismo fueron imponiéndose como
concepciones epistemológicas dominantes, la investigación fue adquiriendo un carácter
predominantemente cuantitativo, mientras que la utilización de técnicas cualitativas fue
quedando relegada a ámbitos minoritarios de la psicologia social. Después de un período de
cierto eclecticismo metodológico, en el que la coexistencia de ambas formas de
investigación apenas fue motivo de tensión, a finales de la década de los 30 el
enfrentamiento entre los partidarios y detractores de ambos procedimientos dio lugar a una
fuerte polémica que, tras un periodo de colaboración durante la Segunda Guerra Mundial,
ha continuado hasta el momento actual.
En general, se puede decir que han sido tres las posturas a las que este debate ha dado
lugar: las dos primeras suponen la utilización exclusiva de un determinado tipo de técnicas
de investigación, ya sea cuantitativas o cualitativas, mientras que la tercera implica la
articulación de ambas.
Se suscitaron una serie de debates cuyo objetivo no era ya discutir la idoneidad de las
técnicas de investigación cualitativas como formas de conocimiento científico, sino
cuestionar la existencia de cualquier forma privilegiada de acceso a la realidad. La
expresión de estas polémicas se vio enormemente favorecida por la fragmentación que se
produjo en el ámbito de la filosofía de la ciencia y por la irrupción de nuevas corrientes
dentro de la sociología de la ciencia. En psicología social, tenemos un claro ejemplo de esta
postura en el construccionismo social de Keneth Gergen, quien se inspira en el
neopragmatismo de Richard Rorty para negar que haya una correspondencia entre el
conocimiento generado por las ciencias sociales y la realidad a la que dicho conocimiento
dice representar.
Sin embargo, esta es una reflexión que no carece de fundamento, pero que puede ser
aplicada igualmente a cualquier técnica de investigación, ya que el sometimiento de la
investigación científica al poder se deriva del carácter institucional de la ciencia más que de
las técnicas de investigación utilizadas. Sería ingenuo pensar que el mero hecho de utilizar
técnicas de investigación cualitativas garantiza la independencia de la actividad científica.
De forma inversa, podemos cometer el error de pensar que desde planteamientos
cuantitativos no puede elaborarse una psicología social crítica. En este sentido, baste con
recordar las investigaciones de Martín Baró (1998), en las que la utilización de la
metodología de la encuesta y su análisis cuantitativo sirvió para reivindicar la función del
psicólogo social como desenmascarador de la ideología y para que los propios salvadoreños
tomaran conciencia del estado de opresión en el que vivían.
Frente a estas posiciones extremas, cada vez son más los autores que abogan por una
superación de esta dicotomía, y por la adopción de una postura metodológica que nos
permita articular elementos de ambas tradiciones. Una idea que tan sólo podrá mantenerse
si se asume que un determinado tipo de técnicas investigación puede ser utilizado sin que se
acepten todos y cada uno de los supuestos epistemológicos a los que tradicionalmente ha
estado vinculado.
No hay ningún motivo por el cual la investigación cualitativa no pueda ser utilizada para
confirmar hipótesis derivadas de una teoría (véase Brymann, 1988), del mismo modo que
no hay razón para que los procedimientos cuantitativos no puedan formar parte de una
investigación exploratoria e inductiva. Tampoco hay una necesaria asociación entre los
procedimientos de investigación utilizados y la concepción de la persona de la que
partamos. El reconocimiento de la capacidad de agencia y del carácter simbólico de la
acción no es un patrimonio exclusivo de la investigación cualitativa, ni el análisis de datos
cuantitativos implica necesariamente una concepción mecanicista de la persona.
La elaboración de una estrategia metodológica conciliadora, en la que se articulen
elementos de las dos concepciones que tradicionalmente han estado enfrentadas, es
probablemente el camino más adecuado para lograr un conocimiento sustantivo sobre la
realidad social. La elección de los métodos y técnicas de investigación debe estar
supeditada a la naturaleza del objeto de estudio, y no al contrario.
RESUMEN
Tras la crisis del conductismo, el modelo más aceptado dentro de la psicología para
abordar el estudio de los procesos mentales fue el paradigma del procesamiento de la
información. Un enfoque que fue importado, casi sin modificaciones, por la psicología
social durante la década de 1970. A pesar de que la emergencia de la investigación sobre
cognición social coincidió con la crisis de la psicología social, esta área de estudio
permaneció relativamente inalterable ante la misma. Tanto teórica como
metodológicamente, sus postulados son herederos del individualismo metodológico y el
experimento de laboratorio sigue siendo el procedimiento de estudio fundamental. Su nivel
de análisis es claramente intraindividual. Aquí podríamos situarla gran mayoría de los
estudios sobre atribución, sesgos en la atribución y procesamiento de la información de la
psicología social cognitiva, básicamente de origen norteamericano. Cabe destacar que
durante este período los estudios sobre actitudes también fueron realizados desde esta
perspectiva gracias al desarrollo de las teorías de la acción razonada y de la acción
planificada de Icek Ajzen y Martin Fishbein.
En segundo lugar, podemos mencionar el desarrollo de la psicología social europea de la
mano de autores como Serge Moscovi y Henri Tajfel, así como Willem Doise, cuyo
impacto se debe al énfasis que dieron a la dimensión social del conocimiento psicosocial y
a la relevancia de los estudios e investigaciones realizadas. La teoría de la identidad de
Tajfel, las teorías de las representaciones sociales y las minorías activas de Serge
Moscovici, o los desarrollos sobre el desarrollo cognitivo de Willem Doise y sus
colaboradores de la Escuela de Ginebra, han abierto un campo de investigaciones cada vez
más influyente en la psicología social contemporánea. Desde un nivel de análisis social -
interpersonal e intergrupal—, sus respectivas teorías reflejan un claro intento por relacionar
el desarrollo de la identidad individual, el conocimiento de sentido común, el cambio social
y el desarrollo cognitivo con el contexto social.