Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Sabemos que el primer y gran mandamiento es «Amarás a Jehová, tu Dios, con todo tu
corazón, de todo tu alma y con todas tus fuerzas» (Deuteronomio 6:5). Y el segundo es
semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Mateo 22:39.
Esta es una orden divina: ama a Dios, pero ámate también a ti. Si no te amas tú mismo, no podrás
amar a los demás. Pero, amarse a sí mismo con equilibrio resulta difícil, después de la entrada del
pecado en este mundo. ¡Necesitas sentirte digno de ser feliz y de realizarte como persona! Parece
fácil, pero no lo es: implica reconocerte en condiciones de ser querido tal como eres.
El pecado hace dos cosas terribles: o te lleva a creer que eres el centro del universo o hace que te
sientas sin ningún derecho de ser feliz. Existe mucha gente que, cuando se mira en un espejo, no
puede evitar compararse con los demás y cree que no vale nada y que no sirve para nada. Eso es lo
que aprendió, desde niño, con la ayuda de padres exigentes que, a veces, le enseñaron a compararse
con los demás.
Lo triste de todo esto es que el cuerpo expresa constantemente lo poco que te quieres con malestares
y enfermedades. Los problemas de relación también son una evidencia de falta de autoestima,
porque lo que haces contigo mismo lo haces también con los demás. Gente querida, que vive a tu
lado, termina siendo víctima de tu frustración y tu descontento.
Con este pensamiento en mente, sal para enfrentar las luchas de este nuevo día. Por donde vayas,
valoriza a las personas, reconóceles la dignidad, enséñales a crecer. Quiere decir, ámate a ti mismo
y proyecta, en los demás, la gratitud que sientes en tu corazón porque Dios te amó primero. No te
olvides, ama a tu prójimo, pero como a ti mismo.
Dios te bendiga,
cielo77014@hotmail.com