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Hablar en público y conectar con la audiencia es una experiencia altamente gratificante que, además, fortalece el

reconocimiento de nuestras capacidades a nivel personal y profesional. Ha de cumplirse, no obstante, que nuestras
presentaciones resulten atractivas, convincentes, persuasivas e impactantes.
Comenté en otro post los principios que rigen el proceso atencional humano y la importancia de su conocimiento para
preparar ponencias exitosas (“Por qué las Charlas TED duran 18 minutos“).
A los resultados de lo investigado sobre nuestra capacidad cognitiva para seleccionar y procesar información relevante,
debemos sumar ahora los datos que, referidos a nuestra memoria, explican los límites de nuestra capacidad para retener
información.
Efectos de primacía y de recencia

Si analizamos qué cantidad de


información se recuerda del total de la exposición del ponente, descubrimos que la atención y capacidad de recuerdo es alta
al principio, decrece durante el tiempo intermedio y vuelve a crecer al final.
El efecto de primacía indica que la información que se aporta en primer lugar tiene más posibilidades de ser recordada.
La explicación parece encontrarse en la tendencia natural a repetir mentalmente lo visto o escuchado: nuestro pensamiento
se centra en los datos iniciales, los rumia para memorizarlos, y consecuentemente se merman nuestras capacidades para
atender y recordar los siguientes (Ver “Malingering, coaching, and the serial position effect“, Suhr JA).
A su vez, el efecto de recencia indica que la información facilitada al final es la que mejor se recuerda, posiblemente por su
presencia y almacenamiento en la Memoria a Corto Plazo (MCP).
Para más información: “La memoria desde el procesamiento de la información“, de Garzón y Seoane.
La conclusión de lo anterior es sencilla: lo primero y lo último de nuestras exposiciones es lo que mejor se recuerda.
Cuando hablamos en público debemos crear historias coherentes y poderosas para facilitar un mejor recuerdo,
articulando la información que facilitamos para que lo más relevante, el mensaje básico que nos interesa transmitir,
quede contenido en el principio y el final de nuestra ponencia (muchos oradores optan por repetir al final el contenido
del principio, lo que a mi parecer supone una buena práctica).

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