Está en la página 1de 2

El quehacer docente, el arma revolucionaria de la sociedad.

Así como la tecnología, la educación ha sido participe de diferentes procesos que la han ayudado
a evolucionar a fin de que cada vez más sea considerada como un proceso ideal que instruye al
individuo para transformarlo en un ser idóneo. Durante las últimas décadas, se han conocido
prestigiosos estudiosos sobre los temas de la pedagogía y la didáctica, que han propuesto teorías
adoptadas durante cierto periodo de tiempo, hasta que una mucho más innovadora aparece
vuelve y se posiciona como la “ideal”. La educación hoy en día, no para de evolucionar;
constantemente enfrenta numerosas reformas gubernamentales que buscan hacerla más
incluyente, más accesible, con resultados extraordinarios. Los docentes, por otra parte,
evolucionan conjuntamente con ella, y son quienes deben tomar decisiones y realizar acciones
que rompan paradigmas y revolucionen desde las aulas el yugo de leyes y pruebas impuestas por
los gobernantes.

Si analizamos a el autor Henry Giroux (1990) en su frase “[…] si los profesores han de educar a
los estudiantes para ser ciudadanos activos y críticos, deberían convertirse ellos mismos en
intelectuales transformativos.” podemos resaltar que hace énfasis en la importancia que tiene el
dar testimonio de lo que se enseña. Con el trascurrir del tiempo hemos podido notar que las
reformas impuestas tienen cada día menos interés en la calidad de trabajo del docente, pues
buscan aumentar profesores catedráticos, y de esta manera evitar la participación de ellos, pues
algunos consideran que el participar en dichas actividades ponen en juego su trabajo
convirtiéndolo cada día en un ente pasivo y pobre de participación.

Lo anteriormente mencionado incita a que el Docente debe tener muy en claro que para generar
cambios en el mundo de cada persona y para que haya una repercusión transformadora “efecto
dominó” en los demás, debe salir de las cuatro paredes de las aulas y convertirse en un ser visible
capaz generar ideas transformativas convirtiéndose en líderes y formando a otros como líderes a
través de la organización colectiva, la participación en los debates públicos, teniendo siempre en
cuenta autocriticas sobre lo que se hizo, cómo se hizo, en que se puede mejorar. De esta manera
se evitaría un papel pasivo y te motivaría a realizar actividades transformativas.

Un ejemplo sería, si yo como docente quiero transformar el maltrato verbal que existe en el
entorno donde trabajo, debo empezar a ser un ejemplo a seguir, utilizando la calma, la templanza
para así encontrar las palabras correctas quizás en momentos de ofuscación cualquier persona no
las tendría; que más de que mis estudiantes aprendan el proceso de descomposición del plástico,
se concienticen a no botar plástico a los ríos y quebradas y motiven a otros a tener conciencia. Si
seguimos nombrando ejemplos, el tener sentido de pertenencia, velar por la integridad de las
cosas, cuestionar las irregularidades cuando una injusticia ocurre serían otros de ellos.
Realizando este tipo de acciones los docentes saldríamos del canon de ser simples transmisores
de conocimientos y transformaríamos la educación impartida a una integral, aquella que motiva a
los estudiantes a cambiar su percepción conformista de la vida y formar al alumno como un
individuo doliente que se hace escuchar.

Quisiera concluir haciendo una citación de Henry Giroux (1990) que dice: “La reflexión y la
acción crítica se convierten en parte de un proyecto social fundamental para ayudar a los
estudiantes a desarrollar una fe profunda y duradera en la lucha para superar las injusticias
económicas, políticas y sociales y para humanizarse más afondo ellos mismos como parte de
esta lucha”

También podría gustarte