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Fragmento obra andanzas y malandanzas.

Capitulo I
Donde el autor hace la debida presentación del héroe de esta verídica historia y
levanta un curioso inventario.
Nadie supo jamás en el rancho de dónde había salido aquel calamitoso
representante de la raza canina. Verdad es que nadie se tomó el trabajo de
averiguarlo.
Cierto día, al caer la tarde, cuando volvía el indio del pueblo, el pobre "chucho" se
le pegó y lo vino siguiendo quién sabe desde dónde por el camino vecinal y, casi
pisándole los talones, hizo su entrada en el patio de tierra blanca que se cobijaba
todo entero bajo la ramazón del amate indispensable.
Los cipotes recibieron al intruso de mala manera, arrojándole palos y piedras y
enrostrándole calificativos tan denigrantes como gratuitos. Toribio, que oyó la bulla,
con un golpe seco clavó por el pico en un horcón la cuma relumbrosa y se volvió
para averiguar la causa, pudiendo ver todavía a su voluntario acompañante, que
había adoptado un trotecito lento y saltón y, con la cola entre las patas, se alejaba
borroso entre las sombras de la noche cerrada. Había cantos de grillos y olor a
flores de chupamiel.
Cuando amaneció, el animalejo estaba hecho una rosca bajo el amate. Los chicos lo
volvieron a espantar, pero no se fue. No hizo más que rondar por las cercanías del
rancho para volver cuando consideró pasado el peligro. Y así muchos días seguidos,
hasta que al fin la gente se acostumbró a su lastimosa presencia y no lo volvió a
molestar.
Era una triste ruina perruna que dejaba de tener pelos por tener pulgas. Matusalén
canino que según todas las apariencias, en un tiempo indefinidamente remoto fue
negro parchado de blanco, con dos lunares amarillos arriba de los ojos, y que ahora
no se dejaba ver la piel a fuerza de pura sarna.
A la fecha, se le puede considerar como miembro de la familia. El más humilde, el
más resignado, el menos exigente de todos. Hasta nombre tiene: los muchachos le
han adjudicado el pomposo de Nerón, ante cuya afrenta, fiel a sus principios y
consecuente con su modo de ser, no ha pronunciado una palabra de protesta ni ha
tenido la más pequeña manifestación de desagrado.

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