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El hermano de Uma Thurman: un yogui con


alma de artista
Juana Libedinsky

27 de enero de 2019  

Hijo de un exmonje tibetano, Dechen Thurman se instaló en las playas de San Ignacio para ofrecer un servicio
holístico
Fuente: LA NACION ­ Crédito: Santiago Hafford

S i alguien quiere señalar que José Ignacio hoy se volvió tan top como dicen los
medios, hay una prueba elocuente: el masajista del pueblo es el hermano de Uma
Thurman. Y, mejor aún, luce exactamente como Uma Thurman pero en varón. "Una
nariz grande, boca grande y esa clase de ojos separados en los que parece que tuvieras
dos peces nadando entre las ojeras", se autodefinió la actriz, y lo mismo vale para el
hermano.
Por supuesto, unido a su talento, esas particulares características sirvieron para que la
mayor de los Thurman se convirtiera en uno de los rostros más potentes y
espectaculares de la pantalla. Para Dechen Thurman, unos años menor, sirvió para un
comienzo como modelo ("me dedicaron tres páginas en la Vogue en la que por primera
vez tenía en tapa a Gisele Bündchen??", explica a modo de subrayar cuanto tiempo atrás
fue).

También confiesa, en diálogo con LA NACION revista, que fue, en los tempranos 90, "el
cliché de actor de Nueva York que, o bien trabajaba de mozo esperando que apareciera
algún productor en el restaurante y entregarle una foto y el CV junto con el menú del
día, o bien daba clases de yoga pensando que sería algo temporario hasta que le llegara
el gran papel".

Finalmente, Dechen Thurman se convirtió en un yogui de cuerpo y alma -si bien


continúa con la actuación-, y en Nueva York, sus clases fueron de rigor para socialites,
celebrities, popes de Wall Street y de internet, pero también para la gente seriamente
involucrada en los estudios orientales. Su padre, Robert Thurman, con un doctorado en
Sánscrito de Harvard y profesor de cultura Indo-Tibetana en la Universidad de
Columbia, fue el primer monje occidental ordenado por el Dalai Lama. Para quienes
buscan el camino a la iluminación según filosofías orientales, toda la familia Thurman
heredó las credenciales más respetadas y celebradas.

"Crecí en una especie de comuna en Woodstock donde si aparecías con una toga bordó o
naranja, más o menos tenías garantizado dos semanas de alojamiento y comida en casa
-recuerda Dechen sonriendo-. Cuando iba a dormir a lo de mis compañeros de escuela
preguntaba ¿y ustedes dónde guardan a los monjes? ¿En el sótano o en el altillo? Para lo
que los demás era exótico, para mí era lo normal".

En este momento, Thurman se dedica a dar un servicio holístico de bienestar. "Mis tres
pilares son el yoga de la India, el shiatsu japonés y el budismo tibetano pero todo según
la perspectiva americana", subraya. Y en los días de diciembre y enero, en los cuales
suele coincidir la mayor parte del turismo del hemisferio norte, sus clases de la mañana
temprano reunían al quién­es­quien de la Gran Manzana.

Pero el paso de Dechen Thurman por José Ignacio este verano, es, principalmente, para
cristalizar su particular mezcla de las visiones de oriente y de los EE. UU. en un nuevo
tipo de yoga, del cual está escribiendo un glosario desde su casa en La Juanita. "Se llama
Graha Yoga y significa el yoga del planeta, de la conexión entre la gente", sostiene
Thurman quien, a pesar de crecer en un ambiente muy alternativo, hizo su secundario
en Phillips Exeter Academy, una de las escuelas pupilas más tradicionales de Nueva
Inglaterra, seguido por las universidades de Nueva York y Columbia.

Sus tres pilares son el yoga de la India, el shiatsu japonés y el budismo tibetano
Fuente: LA NACION ­ Crédito: Santiago Hafford

"El Graha se basa en la gravedad y trabaja con la neurociencia y astrofísica, pero


también con la psicología irracional y el arte de la narración -explica-. Es una mezcla de
todo lo que aprendí. Solo porque esté lanzando algo hacia el futuro no quiere decir que
esté abandonando mi pasado".

El pasado de Dechen -cuyo nombre quiere decir "alegría indescriptible" en tibetano- es


sin duda interesante. Tanto es así que cuando sus padres cumplieron 50 años de
casados, la revista dominical de The New York Times publicó una gran nota sobre los
orígenes de la que es considerada algo así como la royal family de toda la movida
mindfulness que vino después y, ni que hablar, emblemas de los 60.

La madre de Dechen, Nena von Schelbrugge era una modelo que fue descubierta a los 14
años por el fotógrafo Norman Parkinson en Estocolmo y que fue la mejor paga de su
época. Su primer matrimonio fue con Timothy Leary, el profesor de Harvard propulsor
del LSD para expandir fronteras mentales. Menos de un año después, Von Schelbrugge
dejó a Leary por un alumno suyo muy serio, Robert Thurman, pero todo fue en tan
buenos términos que Leary fue el padrino de su primera hija, Uma.
Robert estaba casado con la heredera de una de las grandes fortunas norteamericanas,
Christophe de Menil y con una bebé, pero cuando perdió la visión en un ojo decidió
abandonar todo e irse a la India. Volvió convertido en monje, aunque luego abandonó
los votos y se dedicó a la carrera académica. Tres décadas atrás fundó, con Richard Gere
y Philip Glass, el centro cultural tibetano de Nueva York, Tibet House. Robert y Nena
tuvieron cuatro hijos, Ganden (1967), Uma (1970), Dechen (1973) y Mipam (1978),
todos con nombres indo-tibetanos.

­Leí que su hermana Uma quería que la llamaran Diana en la escuela.

-Sí, por suerte mamá insistió en que nos pusieran segundos nombres occidentales por si
no teníamos la misma pasión por el budismo. Fue una especie de póliza de seguro. Mi
segundo nombre es Karl, por mi abuelo que era un famoso oficial de la caballería
alemana en la Primera Guerra. Luego, por oponerse a Hitler, fue encarcelado y luego se
exilió en México donde nació mi madre. ¡Pero en las clases de español siempre fui
Carlos!

Según los libros de historia, el coronel barón Friedrich Karl Johannes von Schelebrugge
fue encarcelado por los nazis por negarse a unirse a su ejército y proteger amigos judíos,
y pudo escaparse gracias al pasaporte sueco de su novia, quien se casó con él en prisión.
La novia, Brigit Holmquist, fue la modelo en la que se basó la escultura de una mujer
perfecta desnuda que recibe a los barcos en el puerto de Smygehuk en Suecia.
Aunque nunca dejó la actuación, en Nueva York sus clases son requeridas por socialites, celebrities y popes
de Wall Street y de internet, y también por los seguidores y estudiosos de las disciplinas orientales
Fuente: LA NACION ­ Crédito: Santiago Hafford

­¿Cuánto de peso y cuánto de bendición es tener una familia en la que todos
parecen tener historias de fama, belleza, heroísmo o éxito intelectual?

-Lo que uno ve desde adentro siempre es distinto. Por ejemplo, yo arranqué como actor
inspirado por el éxito de mi hermana. Pero aunque desde afuera se ve como una curva
en ascenso, en la familia lo vemos como una vida llena de picos y caídas, con mucha
incertidumbre y decepciones. Aunque estés establecido en la profesión, siempre estás a
punto de conseguir un gran papel, pero luego cometes un error, eliges mal, y ese papel
convierte a otro en la estrella del momento. El éxito va y viene, pero de lo que más
agradecido estoy a mi familia es que con ellos siempre aprendí que el único verdadero
éxito es la felicidad.

Claro que a veces las relaciones con el cine y la realidad se vuelven complejas. Justo
cuando su hermana estrenaba la película de Lars von Trier Ninfomaníaca, una amiga de
Dechen declaró que él le había contado que había tenido relaciones sexuales con
múltiples mujeres de la clase de yoga. Nunca hubo denuncias y el tema no pasó de los
tabloides, pero la coincidencia hizo las delicias, naturalmente, de estos.

La entrevista con Dechen se realiza en el "Yoga Shack", cuya dueña, Isabella Channing
es parte de las famosas Channing Sisters del viñedo homónimo en los Hamptons y que
tiene una ya tradicional institución de yoga allí también. "Estoy muy contento de haber
llegado aquí antes de la temporada", subraya Dechen, mientras impecables rubias de
largas túnicas blancas que flotan con las brisa y sombreros de paja extra-large curiosean
la delicada ropa de algodón a la venta que nos separa de la entrada. Por un lado, dice
Dechen que le gustó llegar temprano "porque pude así dar clases en grupos muy chicos a
la gente que trabaja y vive aquí todo el año, que fue muy estimulante y en línea con lo
que creo". Por el otro porque el shack está frente a la polémica ruta de acceso de doble
vía y estacionamiento que se construyó después. They paved Paradise, and put up a
parking lot, me dice cuando le pregunto su opinión al respecto, citando la letra de Big
Yellow Taxi, la célebre canción de Joni Mitchell que dice "pavimentaron el paraíso y
pusieron una playa de estacionamiento".

­¿Cómo terminaste en José Ignacio?

-Mi clientela es internacional en Nueva York, y el último año me llevaron a dar clases de
yoga y masajes en Barcelona, Berlín, Zurich, Moscú, Praga y Londres. Desde hace
tiempo que hago esta especie de gira y quería algo nuevo -e idealmente con sol- para
terminar de escribir. Isabella Channing me dijo que había estado pensando en traer
alguien creativo dentro del yoga para su clientela tan especial de José Ignacio, y todo
cerró perfecto, me quedó hasta los Yoga Games, el Nordic Yoga Conference que se hace
en Estocolmo y donde presentaré el Graha.

­¿Qué opinás respecto de toda la industria del wellness? Gwyneth Paltrow,
quien creó un imperio económico en base a la búsqueda de bienestar,
últimamente fue muy criticada.

-Soy muy positivo respecto de la industria. Creo que debe existir un espacio entre la
medicina y el fitness, entre la psicología y la religión, entre el deporte y la educación. No
creo que la revolución del wellness sea puramente superficial. Es fácil burlarse cuando
una celebrity como Gwyneth Paltrow da consejos sobre cómo vivir mejor. Pero aunque
ella sea de lo más visible, el wellness es un fenómeno que involucra a millones de
personas. Sería muy bueno y justo que tuvieran más legitimidad quienes brindan esos
servicios y que hubiera nexos más fluidos con las prácticas tradicionales de occidente,
por ejemplo, entre el campo de la medicina y los masajes. Y que sea algo inclusivo, no
solo para gente relativamente rica, que pueda servir para todos. Eso es un poco el
espíritu del wellness que se debe transmitir, y yo creo que lo demás es básicamente
anecdótico.

Por: Juana Libedinsky

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