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JUAN CARLOS FERNANDEZ SERRATO

CODIGO: 79995481

Ingeniería Industrial I semestre

REFLEXIÓN SOBRE

LA GUERRA DEL FUEGO


Jean Paul Sartre en alguna ocasión dijo “no hay necesidad de fuego, el
infierno son los otros”, de ello podemos estar seguros, tan seguros como
que en la citada película La guerra del fuego se juntan armoniosamente las
dos; tan grandioso fue el surgir del fuego, como el infierno que les cobijaba
a quienes del querían recibir sus beneficios. Este caos que empezaron vivir
nuestros antepasados como lo muestra la cinta, era tan radical y tan
sangriento, que por el fuego perdían la vida decenas de trogloditas que se
negaban a compartir su magno descubrimiento.

Que primitivo era ver matarse entre sí a los pocos pobladores por unas
cuantas cenizas para generar fuego, que irónico, pues, si tan solo se les
hubiera dotado de un par de fósforos, cuantas muertes se hubieran
ahorrado. Sin embargo esta lucha tarde o temprano llegaría a dejar buenos
resultados, frutos que quizás cosecharon inconscientemente, porque la
guerra del fuego los llevó a conocer el mundo y con él las maravillas de las
nuevas costumbres y los avances tecnológicos de aquellos tiempos.

Valerse de rústicos trozos de árbol para golpearse era estar


subdesarrollado, ahora la civilización les demostraba que era más practico
usar flechas para desangrar a sus retrasados enemigos, humanos que
agonizaban asombrados y porque no felices por su civilizada manera de
morir. Así entonces cada paso que daban los guerreros encargados de
recuperar el fuego, eran años de crecimiento, pues cada problema era una
oportunidad de evolucionar pero también eran años de incertidumbre.

Como no vivir en incertidumbre si cada paso de su andar era un nuevo


mundo por conocer, hasta el sentir era ajeno a su voluntad, si la risa es
parte fundamental del lenguaje del alma, con el dolor de mi ser me atrevo a
decir que estos eran desalmados, hasta el reír era extraño para aquellos
seres primitivos que no mostraban el colmillo más que para gruñirse cual
perro arraigado a su presa. Bien aventurados los civilizados porque ellos
serán dueños de su risa y por ende de su sentir.

No menos importante es resaltar la evolución del acto sexual, pasar de las


primitivas formas de abordar a su pareja, tan fría y tan sobria manera de
hacerlo en las incivilizadas tribus, al profundo sentir de de la piel, de las
caricias y del goce de estar vivos, quizás por aberración o por perversión,
pero el mundo hoy agradece por evolucionar de esta peculiar manera.

También los raros remedios surgieron con cada ataque a su integridad,


hiervas, agua, piedras, saliva y otros ingredientes llegaban al mismo
menjurje apoderado de los dolores. De esta forma no solo se consiguió el
fuego, que por cierto más fácil que atropellarse por conseguirlo aprendieron
que era mejor frotar dos palos y así crearlo, consiguieron también
herramientas, armas, risas, el sentir del sexo y curas a sus dolencias, sin
embargo con ello no culmina todo, pues dieron evolución a mi parecer a uno
de los más sublimes actos de sentir de la humanidad; el amor, que hermoso
es ver como en el trasfondo de la Guerra del fuego se desarrolla toda una
historia de amor, ver como un hombre y una mujer (el de tribu atrasada y
ella de tribu adelantada) pero que sin saber hablar comunican su
sentimiento cual dos enamorados del siglo veintiuno, como germinan,
adoran y se dejan envolver por los destellos de la luna sobre las tardes de
su horizonte incivilizado.

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