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Adiós al proletariado

(Más allá del socialismo)

André Gorz

Traducción: Miguel Gil


l•cd.ic:ión:abril 1911
1•..sidon:mar:ui 1912

• F.dlt101111 GaliWe,ParC. 1910


CI de ata edidáa: l:dk:lona 2001, S.A.
f.cUta: Edk:io-,2001,S.A.
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PROLOGO A LA SEGUNDA EDICION FRANCESA

TEMAS PARA UNA IZQUIERDA FUTURA

Este libro es un ensayo en el sentido literal del término. Intenta po­


ner de relieve orientaciones y temas en tomo a los que podría renacer
una izquierda portadora de íuturo y no de nostalgias. No pretende
ofrecer respuesta a todas las cuestiones que plantea.
l. Su tema central es la liberación del tiempo y la abolición del tra­
bajo. Este tema es tan antigu o como el trabajo mismo. El trabajo no
ha existido siempre en el sentido en que lo entendemos en la actuali­
dad: apareció con los capitalistas y los proletarios. Hoy designa una ac­
tividad que se ejerce: 1 ° ) por cuenta de terceros; 2°) a cambio de un
salario; 3 ° ) según formas y horarios fijados por el que paga; 4º ) orien­
tada a fines que no ha elegido por sí misma. El obrero agrícola ejecuta
un "trabajo"; el minero que culliva sus puerros en el patio de su casa
ejerce una actividad libre.
En la actualidad, "trabajo" (que, como es sabido, viene de "tripa­
lium"(l)), no designa prácticamente más que una actividad asalaria­
da. Los términos "trabajo" y "empico" se han hecho intercamhiahles:
el trabajo no es algo que se hace sino algo que se tiene. Se dice "buscar
trabajo" o "crear trabajo" en lugar de "buscar empleo", "crear em­
pleos".
Actividad forzada, hctcrodcterminada, heterónoma, el trabajo es
percibido por la mayoría de los que lo buscan y de le• que lo· "tie­
nen", como una venta de tiempo en el que el objeto poco importa: se
trabaja en Peugeot o en Boussac, no "par.i. fabricar" coches o telas.
Se "tiene" un buen o un mal trabajo, en primer lugar, según lo que se
gane, a continuación solamente según la naturaleza de las tareas y la.s
condiciones en que éstas han de realizarse. Se puede tener un "buen''
trabajo en la industria de armamento y un "mal" trabajo ('n un 1.:enlro
asistencial.
Por esta razón, para el yalariado como para el patrón, el trabajo no
es más que un medio de ganar dinero, no una actividad que tiene en sí
misma su propia finalidad; no es la libertad.
En efecto, todo trabajo, incluso en las cadenas de montaje, supone
una aportación de los obreros: si lo rechazan, todo se detiene. Pero.es-
ta libertad necesaria para el funcionamiento del taller, es negada al
mismo tiempo, reprimida por la organización del trabajo. Es por esto
que la idea de que es necesario Liberarse en el trabajo y no solamente
del trabajo, del trabajo y no solamente en el trabajo, es tan antigua
como el salario. Abolición del trabajo y abolición del salario eran si-
nónimos en la C:poca heroica del movimiento obrero.

2. Entre trabajo asa1ariarlo y actividad autodeterminada existe la


misma diferencia que entre valor de cambio y valor de uso: el trabajo
es hecho fundamentalmente en función de un salario que consagra su
utilidad a la sociedad y da derecho a una cantidad de tnhajo social
equivalente a la que se ha proporcionado. Trabajar a cambio de un sa-
lario es, por tanto, trabajar para poder comprar a la sociedad en su
conjunto tanto tiempo como el que se le ha proporcionado.
La aclividad autodeterminada, por el CótHrario, no tiene como fina-
lidad principal el cambio de mi tiempo por el de los demás: tiene en sí
misma su propia finalidad cuando se trata de actividades estC:ticas (co-
mo los juegos, induídos los amorosos) o artísticas; cuando se trata de
actividades productivas, crea objetos destinados al consumo o a la uti-
lización de las personas que las producen o de sus vecinos.
La abolición del trabajo sólo c·s una liberación si pcnnite el desarro-
llo de actividades aulónomas.
Abolir el trabajo no significa por tanto abolir la necesidad del es-
fuer.t.o, el deseo de la actividad, el amor a lo que uno hace o la necesi-
dad rle cooperar con los demás y de ser útil a la colectividad. Al con-
trario: la abolición del trabajo es solamente la supresión progresiva,
que nunca será total, rle la necesidad que tenemos de comprar nuestro
derecho a la vida (prácticamente sinónimo del derecho al salario), alie-
nando nuestro tiempo, nuestra vida.
Abolir el trabajo y liberar el tiempo; liberar el tiempo para que los
individuos puedan convertirse en tluci'los de sus cuerpos, de sus pro-
pios empleos, de escoger sus actividades, de sus fines, de sus obras, son
exigencias de las que F.I derecho a la pereza ha dado una traducción
desgraciadamente reductora. La exigencia de "trabajar menos" no tie-
ne como sentido y objetivo el "descansar más .. sino el "vivir más", lo
que quiere decir: poder hacer por sí mismo mucha.s cosas que el dine-

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ro no puede comprar e incluso una parte de las que actualmente com-
pra.
Nunca esta exigencia ha sido tan actual, y ello por una serie de razo­
nes, cada una de las cuales retroactúa sobre las demás, las rduer:ta y
las le�tima.
3. La razón más inmediatamente perceptible es que la abolición del
trabajo es un proceso en curso y que parece llamado a i�c acelerando.
Institutos independientes de prevlSión económica han estimado para
cada uno de los tres principales países industriales de Europa Occiden­
tal, que la automatización suprimirá, en el espacio de diez años. cuatro
o cinco millones de empleos, a menos que se lleve a cabo una rrofun­
da revisión de la duración del trabajo, de los fines de la actividad y de
su naturaleza. Keyncs ha muerto: e� el contexto de la crisis y de la re­
volución tecnológica actuales, es rigurosamente imposible restablecer
el pleno empico a través de un crecimiento económico cuantitativo. (2)
La alternativa está más bien entre dos formas de gestíonar la abolición
del trabajo: 1,1na que conduce a una sociedad dd paro, otra que condu­
ce a una sociedad del tiempo libre.
La sociedad del paro es la que progresivamente se sitúa ante nues­
tros ojos: de una parte una masa creciente de parados permanentes, de
otra una aristocracia de trabajadores protegidos, y entre ellas un prole­
tariado de trabajadores en una situación precaria realizando las tareas
menos cualificadas y más ingratas.
La sociedad del tiempo libre solamente se esboza en los interslicios
y como contrapunto de la sociedad presente: se basa en el principio de
''trabajar menos para trabajar todos y activarse más por sí mlSma". Di­
cho de otra manera, el trabajo socialmente útil, repartido entre todos
los que quieren trabajar, deja de se.- la ocupación exclusiva o principal
<le cada individuo: la ocupación principal puede ser una acfr.-idad o un
conjunto de actividades autodeterminadas, cícctuadas no por dinero
sino en r.1zón del interés, del placer o de las ventajas que se encuentra
en ellas.
La forma de gestionar la abolición del trabajo y su dominio social
son los desafíos políticos centrales de las próximas décadas.

4. La gestión social de la abolición del trabajo supone que se pone


fin a la coníusión que, bajo la in8uencia del keynesianismo, se ha
instalado entre "derecho al trabajo" y:
1 ° derecho a un empleo asalariado;
2<> derecho a una rctribuciOn;
3" derecho a la creación de valores de uso;

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4º derecho a acceder a he1Tamientas que peqnitan crear valores de
"'º·
La necesidad de disociar el "derecho a un empleo" del derecho a
una retribución ya fue subrayado en los inicios de la segunda revolu-
ción industrial (la del taylorismo}. Al igual que en la actualidad, en
aquella época parecía que la disminución del tiempo de trabajo reque-
rido para la producción de lo necesario, exigía nuevos mecanismos de
distribución, independientes de las leyes del mercado, .uí como, por
otra parte, de la "ley del valor": si los productos fabricados con canti-
dades mínimas de trabajo debían poder ser comprados, era necesario
distribu,ir entre la población medios de pago sin relación con el precio
de venta de un trabajo. Ideas como las de Jacques Duboin, especial-
mente, relativas a una moneda de distribución y a un ingreso social ga-
rantizado para toda la vida, siguen evolucionando bajo diferentes for-
mas, principalmente en la Europa del Norte.
La distribución social de la producción, en función de las necesida-
des y no en función de la demanda solvente, ha sido durante mucho
tiempo una exigencia central de la izquierda. Y progresivamente está
dejando de serlo. Por sí misma, en efecto, no puede conducir más que
a que el Estado se haga cargo de los individuos. El derecho a la "retri·
bución social" (o "salario social") no hace más que abolir parcialmen-
te el "trabajo for.tado asalariado" en beneficio de un sistema salarial
sin trabajo. Sustituye o completa, según los casos, la explotación por
asistencia, perpetuando la dependencia, la impotencia y la subordina-
ción de los individuos frente al poder central. !-:sta sub,..rdinación no
será superada más que si la autoproducción de valores de uso se con-
vierte en una posibilidad real para todos.
Más que sobre d "salario social", la separación entre "derecha" e
"izquierda" se producirá en el futuro en tomo al derecho a la auto-
producción. El derecho a la autoproducción es fundamentalmente
el derecho de cada comunidad de base de producir ella misma una par-
te al menos de los bienes y servicios que consume, sin para dio tener
que vender su trabajo a los detentadores de los medios de producción
ni tener que comprar bienes o servicios a terceros.
El derecho a la autoproducción supone el derecho de acceso a las
heTTamientas y su convivencialidad (3). Es incompatible con mono-
polios industriales, comerciales o profesionales, privados o estatales.
Tiene como consecuencia hacer retroceder la producción mercantil
y la venta de trabajo en beneficio de la producción autónoma, basada
en la. cooperación voluntaria, d intcrcamhio de servicios o la actividad
pcrsonal (4).

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La autoproducción se desarrollará en todos los dominios en que el
valor de uso del tiempo se revele superior a su valor de cambio: es de·
cir, en donde lo que se pueda hacer por sí mismo en un tiempo deter-
minado sea mejor que lo que se podría comprar si se hubiese trabaja·
do durante ese tiempo a cambio de un salario.
Sólo acompañada de efectivas posibilidades de autoproducción la
liberación del tiempo iniciará la superación de la lógica capitalista, la
desaparición del sistema salarial y de las relaciones merc,¡ntiles. Evi·
dentemente, no puede haber posibilidades efectivas de autoproducción
para todos sin una política de equipamientos colectivos que tenga su
existencia como objetivo.

4 bis. No debe confundirse la actividad autónoma con el "trabajo


doméstico". Como ha demostrado lvan lllich (5 ). la noción de "tra·
bajo doméstico" no aparece más que con un tipo de división sexual del
trabajo propia del industrialismo: la civili,:ación industrialista ha en·
cerrado a la mujer en las tareas domC'Sticas no directamente producti·
vas con el fin de que el hombre pueda emplear todo su tiempo de vigi·
lancia y gastar toda su energía en la fábrica o en la mina. De esta ma·
nera la actividad doméstica de la mujer dejaba de ser autónoma y auto·
determinada: era a la vez la condición y el aµéndice subalterno del tra·
bajo asalariado del hombre, que era considerado como esencial.
La idea de que conviene "descargar" al trabajador asalariado de las
tareas domésticas y de que éstas son viles mient~as que el trabajo asala·
riado sería noble, es propia de la ideología caµitalista que la ha llevado
hasta el absurdo: toma en consideración no el objetivo, el sentido .y la
naturaleza de una actividad sino solamente su rcmunernción asalaria·
da. Ueva a considerar como vil la actividad del "ama de casa" y como
noble esta misma actividad cuando es realizada por terceros y a cam-
hio de un salario en.una guardería, un avión o un club nocturno.
A medida que el tiempo de trabajo disminuye en beneficio del
tiempo libre, el trabajo heterodetenninado tiende a devenir accesorio
y las actividades autónomas preponderantes. Una revolución de las
costumbres y una transformación del sistema de valores tienden a con·
ferir entonces una nueva nobleza a las actividades familiares o domés-
ticas y a abolir la división sexual de tareas. F..sta abolición se halla en
buen camino en los países protestantes. La liberación de la mujer no
pasa por la remuneración asalariada del "trabajo doméstico"(6) sino
por una a:.ociación y una cooperación igualitaria que, en d seno de la
familia o de la familia ampliada, reparta todas las tareas, tanto en el in·
terior como en el exterior de la casa, turnándose en caso de nece!idad.

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5. La abolición dd trabajo no es ni aceptable ni deseable para todos
aquéllos que se idcntií1ean con su trabajo, haciendo de él el centro de
su vida, y que pueden o esperan poder ttalizanc en él. El "sujeto so-
cial" de la abolición del trabajo no será por tanto la capa de los traba·
jadores proíesionalcs, orgullosOI de su proícsión, conscientes del poder
real o virtual que ésta les confiere. Para esta capa, que ha sido siemptt
hegemónica en el movimiento obrero organizado, la apropiación del
trabajo, de los medios de trabajo y del poder sobre la producción con·
tinúa siendo el objetivo estratégico central. En la medida en que la au-
tomatización mina el poder de clase de los trabajadores sobre la pro-
ducción y la posibilidad de identificarse en el trabajo (o incluso de
identificar el trabajo), es percibida por la capa de los trabajadores cua-
lificados como un ataque directo contra su clase. Su preocupación
principal es rechazar este ataque, no el desviar los medios hacia objeti>
vos contrarios a los de los atacantes. La dcíensa del trabajo y de la cua·
lificación, no e! control del modo de su abolición, será. por tanto, la
preocupación cenual del sindicalismo tradicional.
Por esto mismo es por lo que se condena a estar a la defensiva.
La abolición del trabajo es en cambio un objetivo central para los
que, independientemente de lo que hayan a.prendido a hacer, 1icnten
que "su" trabajo jamás podrá ser para ellos una íuente de realización
personal ni el contenido principal de su vida --al menos mientras que
"trabajo" sea sinónimo de horarios fijos, de prcdetenninación de ta·
reas y de limitación de competencias, de asiduidad durante meses o
años, de imposibilidad de realizar paralelamente varias actividades, etc.
Estas "alergias al trabajo", según la expresión del doctor Roussclot (7),
no deben ser consider.adas marginales. No es una franja, sino la mayo-
ría actual o virtual de los "activos" quien considera "su" trabajo como
una fa1tidiosa necesidad en la que es imposible implicarse plenamente.
1':sta no implicación es debida en gran parte a la evolución divergen·
te del nivel cultural, por un lado, y al tipo de cualificación requerido
por la mayoría de los empleos, por otro: los empleos tienden a "inte·
lectualizarse" (es decir, a recurrir más a operaciones mentales quema·
nuales) sin estimular ni desarrollar por ello las capacidades intelectua-
les. De ahí la imposibilidad para los "trabajadores" de identificarse en
"su" trabajo y de sentirse parte de la clase obrera.
A esta capa que vive el trabajo como una obligación exterior por la
que "pierde su vida al ganarla", la llamo una "no-clase" de "no-traba·
jadorcs": su objetivo no es la apropiación sino la abolición del trabajo
y del trabajador. Y por esto es portadora de futuro: la abolición del
uabajo no tiene otro sujeto social posible que esta no-clase. No deduz·

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co que ya sea capaz de tomar bajo su control el proceso de abolición
del trabajo y de producir una sociedad del tiempo libre. Pero sí digo
que está no podrá ser producida sin ni contra ella, sino solamente por
o con ella. La óbjeción según la cual no se ve como esta "no-clase"
"tomaría el poder" no es pertinente: su incapacidad manifiesta para
tomar el poder no prueba ni que la clase obrera sea capaz de tomarlo
(si fuese el caso, se sabría) ni que el poder deba ser tomado en lugar
de reducido y controlado, si no abolido.

6. Considerar la ''no-clase" de los "no-trabajadores" como el sujeto


social potencial de la abolición del trabajo no plantea más que una op-
ción ideológica o ética: la alternativa no está entre abolir el trabajo o
hacer renacer oficios completos en los que cada uno pueda realizarse.
l..a alternativa está entre la abolición liberadora y socialmente contro-
lada del trabajo o su abolición opresiva y antisocial.
En efecto, es imposible invertir la evolución general (a la ve:t social,
económica y tecnológica) con el fin de hacer renacer, en todo y para
todos, oficios completos, asegurando a los equipos autónomos de tra-
bajadores el control de la producción y de lo producido, al mismo
tiempo que una realización personal. El carácter personal del trahajo
se borra necesariamente a medida que el proceso de producción se so-
cializa. Su socialización entraña necesariamente una división del tr.a-
bajo, una normalización y una estandarización de las herramientas, de
los métodos, de las tareas y de los conocimientos. Aun cuando, si-
guiendo la tendencia actual, las unidades de producción relativamente
pequeñas y descentralizadas están sustituyendo a los mastodontes in-
dustriales del pasado; aun cuando las tareas repetitivas y embrutecedo-
ras están siendo abolidas o, en caso de no poder serlo, repartidas entre
toda la población, el trabajo socialmente necesario nunca será compa-
rable a la actividad del maestro-artesano o del artista: una a(·tividad
autodeterminada en la que cada penona o equipo define soUerana-
rñente las modalidades y el objeto, y da el toque personal, inimitable,
imponiendo su marca particular al producto. La socialización de la
producción implica necesariamente que los microprocesadores o los
rodamientos a bolas, las planchas metálicas o los carburantes sean in-
tercambiables independientemente del lugar en que hayan sido pro-
ducidos, y que tanto el trabajo como las máquinas tengan en todas
partes características intercambiables.
F.sta intercambiabilidad es, por otra parte, una condición funda·
m<'ntal para la reducción de la duración del trabajo y para la distri
buc1ón entre toda la población del trabajo social necesario. La pro·

I!',
puesta, tan antigua como d movimiento obrero, tendente a -conse·
guir una reducción del 20 por ciento de la duración del trabajo, gra·
cias al empico de un número correspondiente de trabajadores suple·
mentarios, supone implícitamente la intercambiabilidad de los traba-
jadores y de sus trabajos. Si 1.000 personas trabajando !12 horas tie-
nen que poder hacer el trabajo para el que serían suficientes 800 per·
sonas trabajando 40 horas, esle trabajo no debe exigir de los que le ha·
ccn cualidades personales insustituibles. Son, por el contrario, los ad·
versarios entre la patronal de una reducción de la duración del trabajo
los que consideran ésto técnicamente imposible bajo el pretexto de
que no hay bastantes trabajadores que posean las cualidades requeridas.
La despersonalización, la estandarización y la división del trabajo al
mismo tiempo son, por tanto, lo que permite la reducción de la dura-
ción del trabajo y lo que la hace deseable: el trabajo de cualquiera pue-
de ser reducido porque los demás pueden hacerlo en su lugar, y debe
ser reducido para que cualquiera pueda tener actividades diferentes,
má.~ personales. Dicho de otra manera, la heteronomía del trabajo,
consecuencia de su socialización y de su productividad multiplicada,
es también lo que hace posible y deseable la liberación del tiempo, la
expansión de las actividades autónomas. Creer que la "autogestión"
puede hacer el trabajo complejo, personal y realizante para t'Jdos es
una peligrosa ilu~ión.

7. En toda sociedad compleja, la natur.i..leza, las modalidades y el


objeto del trahajo están, en gran medida, determinados por necesidades
sobre las que los indiviciuos y los equipos no tienen más que una débil
incidencia. Pueden, efectivamente, lograr "autogestionar" los talleres
de producción, autodctcnninar las condiciones de trabajo, codctermi•
nar la concepción rle las máquinas y la definición de las larcas. Pero és•
tas. no ,Icjan de estar menos hclerodeterminadas en conjunto por el
proceso social de prociucción, es decir, por la sociedad en tanto que
ella misma es Una gran máquina. El control obrero (abusivamente cali·
ficado de "autogestión" obrer.i) consiste en realidad solamente en aU·
todeterminar las modalidades de la hetcrodeterminación: los trabaja-
dores repartiéndose y definiendo sus tareas en el marco de una pre·
establecida división del trabajo a escala de toda la sociedad. Ellos mis·
mos no definen esta ciivisión del trabajo ni las normas de fabricacióh
de los rodamientos a bolas, por ejemplo. Pueden eliminar el carácter
castrante del trabajo pero no conferirle un carácter de creación perso·
nal. Se trata de una alienación inherente no solamente a las relaciones
de producción capitalistas, sino a la socialización del proceso mismo

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de producción: al funcionamiento de una sociedad-máquina compleja.
Esta alienación puede ser atenuada en sus efectos pero no puede ser
suprimida.
Por otra parte, no tiene mú que consecuencias neptiva1, con la
condición de reconocer su insuperable realidad. Y reconocer su n:ali-
dad, quiere decir ante todo: reconocer que no puede haber coinciden-
cia plena del individuo con su trabajo social y que, inversamente, el
trabajo social no puede ser siempn: una actividad penonal en la que el
individuo se realice plenamente. La "moral socialista" a opresiva y
totalitaria de raíz al exigir que cada uno se entregue completamente en
su trabajo y le confunda con sus fmes penonales. Es una moral de la
acumulación, 1imétrica de la moral burguesa de la edad heroica del ca-
pital. Identifica la moralidad con el amor al trabajo, despenonalizando

:!n~:b:jr.p::.~~~nodn':~!~~~ ~~:.T.=~~e;~r::=~~~
opone a la idea del "libre desarrollo de cada uno como objetiJo y con-
dici6n del libre desarrollo tk todos". (Marx) Va en contra de la moral
de liberación del tiempo que. originalmente, dominaba en el movi-
miento obrero.
La reconciliación de los individuos con el trabajo pasa por el m;;o-
nocimiento de que, incluso sometido al con.trol obrero, el trabajo no
es ni debe ser lo ese¡ncial en la vida. No debe ser más que uno de IOI
polos. La liberación de los individuos y de la sociedad, así como la re-
gresión del sistema salarial y de las relaciones mercantilel, pasan por la
preponderancia de las actividades autónomas sobre lu heterónomas.

8. Cuando hablo de la ''no-clase" de los "no-trabajadores" como su-


jeto social (potencial) de la abolición del trabajo, no pretendo sustituir
a la clase obrera de Marx por otra clase investida del miamo tipo de
"misión" histórica y social. La clase obrera, en Marx o entre los mar-
xistas, tenía (o tiene) un carácter teológico por el hecho de que es un
sujeto trascendente a sui miembros: hace la Historia y la Sociedad fu-
tura a través de ellos, pero sin que se enteren.. Es el pensamiento-sujeto
por el que los obreros son pensados en su realidad: es impensable para
ellos en su unidad.-sujeto. de la misma fonna que el organiamo es im-
pensable para las miles de células que le componen o as( como DiDI es
impensable para sus criaturas. Por esta razón a por lo que ha podido
tener sus sacerdotes, aus profetas, sus mártires, sus iglesias, sus papas y
sus guenu de religión.
La no-clase de los refractarios a la sacralización. del trabajo, en cam-
bio. no es un "sujeto social". No tiene ni unidad ni misión traseenden-

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te, 11.i por tanto concepción de conjunto de la Historia y de la Socie-
dad. Está, por uí decirlo, sin religión ni Dioa, sin otn realidad que la
de las penonu que la componen: en re9Ufflen, no es una clue, sino
una no-clue. Y es precisamente por esto por lo que no tiene ninguna
virtud prorética: no anuncia una Sociedad-sujeto por la que los indivi-
duos serán integrad01 y aalvados; al contrario, remite a IOI individuos a
la necesidad de 1alvane a sí mismo, y de definir una sociedad compati-
ble con su existencia autónoma y sus objetivos. En esto reside lo espe-
cífico de los nacientes movimientos sociales: como el movimiento
campesino, el movimiento protestante y posteriormente el movimien-
to obrero, el movimiento de las personas que rechazan el no ser más
que trabajadores, tiene un rugo dominante libertario: es la negación
del orden, del poder, del sistema social, en nombre del derecho im-
prescriptible de cada uno sobre su propia vida.
9. Este derecho, por supuesto, no puede afinnane más que si corres·
pande a un poder que los individuos extraen no de su integración en la
sociedad sino de su propia existencia, es decir, de su autonomía. Es la
construcción de ese poder autónomo lo que define, en su rue presen-
te, el naciente movimiento.
Fragmentado, compuesto, es por su naturaleza y objetivos refrac-
tario a la organización, a la programación, a la delegación de íuncio·
nes, y a la integración en una ruerza política constituida. En esto re-
side su ruerza y su debilidad.
- Su füerza, puesto que una sociedad direrente, que suponga nue-
vos espacios de autonomía, no puede nacer más que si los individuos
han inventado y puesto en práctica previamente una autonomía y nue-
vas relaciones. Todo cambio de sociedad supone en primer lugar un
trabajo extrainstitucional de cambio cultural y ético. Ninguna liber-
tad nueva que no haya sido ya asumida y practicada por los ciudada-
nos miamos puede ser concedida desde arn"ba, por el poder institucio-
nal. En la rase naciente del movimiento, la desconfianza respecto a las
instituciones y IOI partidos constituidos refleja esencialmente su rccha·
zo a plantear 101 problemas en las formas habituales y a considerar úni·
camente como decisivos los ~bates sobre la mejor gestión del Estado
por los partidos, y de la sociedad por el Estado.
- Su debilidad, no obstante, puesto que los C9pacios de autonomía
conquistados sobre el orden existente scnín marginados, encerrados o
subordinados a la racionalidad dominante a menos que se lleve a cabo
una transformación y reconstrucción de la sociedad, de sus institucio-
nes, de su Derecho. La preponderancia de las actividades autónomas

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sobre el trabajo heterónomo e1 inconcebible en una sociedad en que
la lógica de: la mercancía, de la rcntabilización y de la acumulación de:
capital continúa 1iendo dominante.
Esta preponderancia es, por tanto, no sólo un reto ético y exilten·
cial 1ino también político. Su realización supone que el movimiento
no solamente abra. por la práctica de: las penonu, nuevos espacios de
autonomía, sino que la sociedad, sus in1tituciones, sm tecnologías y
su Derecho sean hechos compatiblel con esta expansi6n de la e1fen.
de la autonomía. La transformación de la sociedad de: acuerdo con los
objetivos dd movimiento será de alguna manen un efecto automático
de la expansión del movimiento milmo. Supone un pensamiento, una
acción y una voluntad específic:01, es decir, políticos. El hecho de que
la sociedad p01tcapitaliata, postindustrial, poat1oc:ialista (8) aquí con·
templada, no pueda ni deba ser integrada, ordenada y programada al
mismo nivel que las que le han precedido, no exime de que se plantee
la cuestión dc:I funcionamiento, de: las bases jurídicas y del equilibrio
de poderes de este tipo de sociedad. No integrada, diversa. compleja,
pluralista, libertaria, no es menos imaginable que cualquier otra socie•
dad y exige el ser realizada por una acción consciente.
No sé qué fonna puede tomar esta acción ni qué fuerza poUtica
puede ser capaz de desarrollada. Solamente K que esta fuerza política
es necesaria y que sus relaciones con el movimiento serán y deberán
ICI' tan conflictivas y temu como lo han sido las relaciones entre el
movimiento sindical (anarc01indic:alista) y loa partic:IOI obreros. La su-
bordinación del primero a los segundos siempre se ha saldado con la
esterilización burocrática de ambas partes, aobrc todo cuando los par-
tidos han confundido su acción política con el control del aparato del
Estado.
Deliberadamente he dejado esta cuestión abierta y en suspenso. En
la fase actual, es necesario atreverse a plantear cuestiones pan las que
no se tiene respuesta y poner de maniílCsto problemas cuya solución
está por hallar.

Diciembre de 1980.

19
Notu

~ 1 0 proMO de im aípode cuya s,mtta ea. !lllldoaamkinto ~ al opendor a la

(2) Vermú adelante el AMxo U 1).


(l)Por opoddóa a lu benunlmw propuu,du, hm IJlich llama conri-cllla I lu hura-
mtenw que ía'fOIOCeDlaaptituddecadaa:aopuacoAllflllr,usS-,1 .. mamra,lleunmo-
dolnim.ltable.
(4) Sobro la lmportanda de la uodaclóa. YOtunwt,. en el pemamlionto comunista llbcrtarlo,
O.ude kpr, Mtsn, l.taodotion ouwUrr, l'anff-Ltnbtt, Yrnl'obollrton di11..J11rill1, Pa·
"OeJ"
)'Ol,1974,
(S) "!A Trobli>M dlmo,tfon ,kt,, tttlt,aalo&U"enCoE.-oluti<>n,n.o l. Primu11n.de 1980. B.
P.43,75661Parísc.edexl4.
(6)Que únicunate condudrúi. 1 sutltlllr la alieudón del "a,na du:a•Mp0rladela sirYien-
ta, d ''ien:ldo 111:ual" de la esposa por la prmtitudón.
(7)Je.n Rouael.ot,l'Allff'fk,11, m,,aB, Le Seull..
(8) En la deflnld6n matldlta, d 90dali9,no • la etapa de tran,k:ión al comunbmo. Durante a-
to período de tramici6n • condaye d deanoll.o y la lOdalizadón de lu fllenu produethu,
y • n'Wldene e lnduo • amplía el listema alari:aL La abolk:ión cid Alario (al me:n,. en tan-
to que fonna dominante de mbajo) y de Ju relac:ionea mercantila M atbn, que se r.U:tará
máa tarde. con el comWUllllo.
En Ju IOdedadel lndmtrialmente de:surolladu. d IOdalhmo esLÍ hislórlc:amente .upna-
do: ea,comoamtenían raen 19691utemdeffMa11f/,sro,almáaalli.del,oeblinno,e1d&-
cir, al comUIIUIIIO -bll como fue orlpnalmente definido- al que co1n111POnde la tuea política
actual.
La utilización deetw IIOQO?la • ha connrtidoenaJ&opeD010enraziondelaper,fflioo
y de la deftl.udi,a del 'wdllismo" y del "c:omwtilmo" por lOI rqúnena y pa,Udoo q1,1e pre-
tenden ~wloa.. U ffllÍI del manismo, q1,1e alcuza huta fil lnpaje, DO debe, di\ ,;m-
bu¡o, hacer renundar • ~ e l <:apltalimlo, el lOCialllmo, su. cri.ia y ru mú lllá. t.o. lntuu-
mauos c:ooc,eptuala, del mu:dlmo condnÚln a&IDdo UIIIUCitui'Wea y rechuwoa ea bloque
1111 el resuludo de um. actlflld ild&atil oo- la de cam6dau El O,plllll, a pesar de III apaiato.d-
dld y dc ru lnconc:bai.ém, (l)mO la Verdad~.

20
l. ADIOS AL PROLETARIADO
JNTRODUCCION

El marxitmo está en crisis porque hay una crisis del movimiento


obrero. En el cuno de los veinte últimos años se ha roto el hilo entrr
desarrollo de las fuerzas productivas y desarrollo. de Las contradiccio-
nes de clase. No es que no hayan devenido espectaculares las contra-
dicciones internas del capitalismo: nunca lo han sido tanto. Nunca el
capitalismo ha sido tan poco capaz de resolver los problemas que en·
gendra. Pero esta incapacidad no le es mortal: ha adquirido la facultad,
poco estudiada y mal comprendida. de dominar la no solución de sus
problemas¡ sabe sobrevivir a su mal funcionamiento. Incluso obtiene
una nueva fuerza: ya que sus problemas no solubles lo son intrínseca-
mente. Continuarán siendo insolubles aún cuando el poder del Estado
pertenezca a los partidos de la clase obrera. Continuarán siendo inso-
lubles en tanto que el modo, las fuerzas y las relaciones de produc-
ción no hayan cambiado de naturaleza.
¿Qué eslo que les hará cambiar? Esta es la cuestión de fondo que se ha-
lla en el origen de la presente crisis del marxismo. Esta se basa, en efec-
to, en una conexión de la que sabemos en la actualidad que, asf como
no se ha venficado en el pasado, tampoco tiene probabilidades de ve-
rificarse en el futuro. Esta conexión e1 la siguiente:
1 ° El desarrollo de las fuerzas productivas engendra la base mate-
rial del socialismo. ..
2° El desarrollo de las fuerzas productivas hace surgir la base soci.al
del socialismo, a saber: una clue obrera capaz de apropiane colectiva-
mente y de dirigir la totalidad de las fuerzas productivas cuyo desarro-
llo la ha hecho nacer.
Ahora bien, la realidad es muy diferente:
l O El de1111Tollo de las fuerzas productivas del capitaJ.ismo es fun·
cional W\icamente con relación a la lógica y a lu necc:1idades del ca·
pitalismo. No solamente ese desarrollo no CTea la base material del so·
cialismo: la obstaculiza. Lu fuerza productivas dcsarrolladu por el
capitalismo llevan su marca huta tal punto, que no pueden ser dirigi·
du ni aplicada según una racionalidad socialista. Si tiene que haber
socialismo, deberán ser replanteada, reconvertidas. Razonar en Función
de las fuerzas productivas existentes, es colocanc en la imposibilidad
de elaborar o incluso vislumbrar una racionalidad socialista.
2° El desarrollo de lu Fuerzas productivas del capitalismo se ha
opcnu:lo de manera que ést• nO se prestan a una apropiación directa
por parte del trabajador colectivo que las aplica, ni a una apropiación
colectiva por parte del proletariado (1).
En efecto, el desarrollo del capitalismo ha producido una clase obre·
ra que, en su mayoría, es incapaz de hacerse con el dominio de los me·
dios de producción y cuyos intereses directamente conscientes no con·
cucrdan con una racionalidad socialista.
Aquí es donde nos encontramos. El capitalismo ha hecho nacer una
clase obrera (en un sentido más amplio: un asalariado) cuyos intereses,
capacidades y cualificaciones están en Función de las fuerzas producti·
vu, funcionales a su vez con relación a la única racionalidad capitalista.
La sup~6n del capitalismo, su negación en nombre de una racio·
nalidad diferente, ya no puede proceder más que de las capas que re·
presentan o prefiguran la disolución de todas las clases, incluida la mis·
ma clase obrera.

24
l. EL PROLETAR1AD0 SEGUN SAN MARX

La teoría marxista dd proletariado no se funda en un estudio em·


pírico de los antagonismos de clase ni en una experiencia militante
del radicalismo proletario. Ninguna observación empírica ni cxperien·
cia militante pueden conducir al descubrimiento de la misión históri-
ca del proletariado, misi6n que es, según Marx, constitutiva de su ser
de clase. Mux ha insistido en ello muchas veces; no es la observación
empírica de los proletarios lo que permite conocer su misión de clase.
Es, por el contrario, el conocimiento de su misión de clase lo que per·
mite discernir el ser de los proletarios en su verdad. Poco importa, por
lo tanto, el grado de conciencia que los proletarios tengan de su ser; y
poco importa lo que ellos crean hacer o querer: importa tan sólo lo
que son. Incluso si, actualmente, sus conductas son mistificadas y los
fines que creen perseguir contrarios a su misión histórica, tarde o tem-
prano el ser triunfará sobre las apariencias y la Razón sobre las mistifi-
caciones. l>icho de otro modo, el ser del proletariado es trascendente a
los proletarios; constituye una garantÍil trascendental de la adopción
por parte de los proletarios de la justa línea de clase. (2)
Un pregunta surge de inmediato; ¿Quién es c"apaz de conocer y de
decir lo que el proletariado es, cuando los mismos proletarios no tie-
nen de este ser más que una conciencia incierta o mistificada? Históri-
camente, la respuesta a esta pregunta es: _sólo Mane: ha sido capaz de
conocer y de decir lo que el proletariado y su misión histórica son de
verdad. Su verdad está inscrita en la obra de Marx. Este es el Alfa y
Omega¡ él es el fundador.
t:videntcmente, esta respuesta no es satisfactoria. En efecto: ¿Por
qué y cómo el ser trascendente del proletariado ha sido accesible a la
conciencia de Marx? f,sta pregunta exige una respuesta filosófica. Po·

25
demos sorprendemos de que Marx no la haya formulado. Vamos a
t:omprender enseguida porque él no pudo hacerlo. La teoría marxista
del proletariado es una sorp~dente condensación sincrética de las
tres conientC!I dominantes del pensamiento occidental en la época de
la burguesía heroica: el cristianismo, el hegelianismo y el cientificismo.
El hegelianismo contiene la clave de la cuestión. Para Hegel, efectiva·
mente, la Historia es la progre,ión d~aléctica y mediante la cual c:l es·
p{ritu, antes ajeno a sí mismo, toma conciencia y posesión del mundo
-el cual, en verdad, no era sino el Espíritu mismo existiendo afuera y
separado de si- huta retomarlo completamente en sí y ser uno con él.
Los avatares de esta progresión son otras tantas etapas que, en razón
de su contradicción interna, cttán necesariamente abocadas a ''pasar
a" la etapa siguiente, hasta la realización de: la síntesis final que es a La
vez el sentido de toda La Historia anterior y la finalidad de La Historia.
Así, el sentido de cada momento no es legible más que: a la luz de la
síntesis fmal. 'lLegible para quién? Evidentemente, no para los indivi-
duos particulares que hacen realidad un momento particular del cual
no saben aún que deberán 1obrepasar en razón de su contradicción in-
terna insostenible¡ sino legible únicamente para el filósofo F. G, W.
Hegel, quien tuvo la intuición genial de la Historia como desenvolvi-
miento de un sentido inherente a sí misma al final de los tiempos e in·
citando a 1u1 maniícttaciones históricas alienadas, mistificadas, falli·
du y mutiladas a supcranc hasta coincidir con El. La fdosofía de
Hegel es, en profundidad, la teología cristiana igualándose a si misma
como teofanía: la Historia es ncatología, es, al final de los tiempos, el
reino de Dios apelando a su advenimiento por mediación de hombres
históricos que no comprenden aún el sentido de la obra trascendente:
que llevan a cabo. Pero su conciencia importa poco, ya que la obra es·
tí garantizada por Una dialéctica que les trasciende. (3)
Aquí se reconoce la matriz de la dialéctica marxista. De la dialécti·
ca hegeliana, Marx conserva lo esencial, a saber: la idea de un sentido
de la Historia independiente: de la conciencia que tienen de ella los in-
dividuos y que se realiza, en la medida en que la tengan, a través de sw
.i.ctividades. Pero este sentido, en lugar de "caminar con la cabeza", co·
mo en la obra de Hegel, caminará en Mane: con las piem!,S del proleta-
riado: el trabajo del Espíritu izando al mundo a la conciencia de sí
hasta la unificación final, no fue sino el delirio idealista de un teólogo
adherido al racionalismo. No es el Espíritu quien trabaja sino Los tra·
bajadore:s. La Historia no es la progresión dialéctica del Espíritu to-
mando poscsibn del mundo, es la toma de posesión progresiva de la
Naturaleza por el trabajo humano. El mundo no es inicialmente el Es·

26
píritu extraño a sí, es primeramente la exteriori~~ de una N_aturalez:,.
ho!ltil a 1a vida de 101 hombres y en la que 1us act1vidade1 no benen all·
dero. Pero, progrc1ivamente, amoldarán la Naturaleza a su• nece1ida-
des huta el momento en que, dominándola toda, 1e reconocerán en
ella como en su obra.
El ob1táculo a este reconocimiento es doble: es, por una parte, el
poder todavía insuficiente de las herramimtas empleadas en la obra;
y es, por otra parte, la separación de los individuos con respecto. a las
herramientas pero también con rc1pecto a los resultados de con¡unto
de su trabajo colectivo. Esta scpanción (la alienación resultante) no
podrá llegar a su fin sino con el advenimiento de una clase que realice
la producción integral de la Naturaleza por medio de una totalidad de
herramientas que le es completamente alienada y que, por esto mismo,
deberá recuperar apropiándose nuevamente de eUa colectivamente.
"Deberá" y ''podrá", según Marx, por la razón de que esta totalidad
de herramientu no puede ser tomada y realizada por ningún individuo
particular sino por todos actuando conjuntamente en vistas de un re-
sultado común. El hombre ''volverá a encontrar" (sería preciso decir:
creará) su unidad con la Naturaleza cuando la Naturaleza se haya con·
vertido en la obra del hombre y, por implicación, el hombre sea su
propio gmitor. El comunismo, advmimiento del proletariado en tan·
to clase universal, es el sentido de la Historia.
Vemos el paralelismo. Lo que toma el lugar del Espíritu es la activi-
dad de producir del mundo. Primeramente disimulada a sí misma, to-
ma progresivamente conciencia de sí misma a medida que las fuerzas
de producción se- desarrollan, hasta la auto-afirmación prometeica del
trabajador colectivo como autor, en la cooperación de todos con to·
dos, del mundo y de sí mismo. El resorte de 1:,. Historia, no es la pre-
~enc:ia en sí del Espíritu al fm de los tiempos, sino la imposibilidad que
hay para un ser que es producción del mundo, de aceptar que esta pro-
ducción le sea robada y que sus productos, vudtos contra il, sirvan a
la sujeción de "finalidades exteriores". Est.1 imposibilidad es a la vez
esencial e histórica: no se hace manifiesta y operante sino a partir del
momento en que la naturaleza de las técnicas y de las relaciones socia-
les de producción haga que el mundo, despojado de su "velo místico",
aparezca como producto del trabajo social y los individuos, liberados
de sus "actividades limitadas" gracias a la socialización del trabajo, co·
mo los productores del mundo.
El capitalismo, según Marx, satisface estu dos condiciones: sus fuer-
zas productivas, al desarrollarse, hacen surgir, en lugar del mundo na-
tural y de sus misterios, el univcno t~cnificado de la fábrica automáti-

27
ca, de su entorno y 1u1 riquezas fabricados; y este universo industrial a
su vez hace surgir uAa clase cuyos miembros no trabajan en su interés
individual particular ni con los medios individuales particulares: son,
por el contrario, despojados de toda individualidad particular e, inter-
cambiables, realizan una totalidad de capacidades y medios técnicos
inmediatamente sociales para producir de una vez efectos globales.
Tal es el proletariado: con él, el trabajo como auto-producción del
hombre y del mUJl(lo tiene, por primera vez, la oportunidad históri-
ca de igualarse a sí mismo y de hacer advenir el reino de un universal
humano. El hecha: notable es que esta teoría partió, no de una ob-
servación empírica, sino de una reOexión crítica sobre la esencia del
trabajo, llevada a cabo en reacción contra el hegelianismo. Para el jo-
ven Marx, no era la existencia de un proletariado revolucionario lo
que justificaba ,u_ teoría. F.s, por el contrario, su teoría lo que permi-
tía predecir la aparición del proletariado revolucionario y establecía
su net.csidad. La primacía pertenecía a la filosofía. La filosofía anti-
cipaba el curso de las cosas, establecía que la Historia tenía por sen-
tido hacer surgir, con el proletariado, una clase universal única capaz
de emancipar a toda la sociedad. Era preciso que esta clase surgiera y,
de hecho, empezaban a poder observane los signos de su advenimien·
to. Estos signos eran sólo legibles para el filósofo. Pero el filósofo, en
tanto concienda st!parada del proletariado en su significación históri-
ca, estaría destinado a desaparecer a medida que el proletariado toma-
ra conciencia de su propio ser y lo asumiera en la práctica. Entonces
la filosoí{a se encamaría en el proletariado. El filósofo en tanto con-
ciencia filosófica separada debía aspirar a su auto-supresión y, en con-
secuencia, a la supresión de la filosofía como actividad separada.
La dialéctica materialista según la cual la actividad productiva de·
be rccobrane como fuente del mundo y del hombre mismo, para abo-
lir, fo1almente, en la unidad de la aulo-produceión integral "todos 101
poderes exteriores", deberá pues acompañanc de una dialéctica po-
lítico-rdosófica según la cual el proletariado deberá interiorizar la con-
ciencia de sí que, en principio, no existe más que en el exterior de sí
mismo, en la penona de Karl Marx y, más tarde, en la vanguardia mar-
xista-leninista.
Esta lectura de Marx que propongo (4) es la que han hecho, asa-
biendas o no, las generaciones de militantes rcvolucionariOI de antes y
después del mayo de 1968. Es evidentemente una lectura histórica, he-
cha con los medios y las referencias intelectuales de hoy, y que no pre-
lende restituir con fidelidad el proceso lustón"co del pensamiento del
rnismu Marx. Esto no le impide ser vndadl!7"tl: traspone y reproduce el

28
ca, de su entorno y sus riquezas fabn"cadas; y este universo industrial a
su vez hace surgir una clase: cb.yos miembros no trabajan en su interés
individual particular ni con los medios individuales particulare1: son,
por el contrario, despojados de toda individualidad particular e, inter-
cambiables, realizan una totalidad de capacidades y medios técnicos
inmediatamente sociales para producir de una vez efectos globales.
Tal es el proletariado: con él, el trabajo como auto-producción del
hombre y del mundo tiene.. por primera vez, la oportunidad históri·
ca de igualane a sí mismo y de hacer advenir el reino de un universal
humano. El hecho notable es que esta teoría partió, no de una ob-
servación empírica, sino de una reflexión crítica sobre la esencia del
trabajo, llevada a cabo en reacción contra el hegelianismo. Par.t el jo-
ven Marx, no era la existencia de un proletariado revolucionario lo
que justificaba su teoría. Es;, por el contrario, su teoría lo que permi-
tía predecir la aparición del proletariado revolucionario y establecía
su necesidad. La primacía pertenecía a la filosoíía. La filosofía anti·
cipaba el curso de las cosas, establecía que la Historia tenía por sen-
tido hacer surgir, con el proletariado, una clase universal única capaz
de emancipar a toda la sociedad. Era preciso que esta clase surgiera y,
de hecho, empezaban a poder observarse los signos de su advenimien-
to. Estos signos eran sólo legibles pan el filósofo. Pero el filósofo, en
tanto conciencia separada del proletariado en su significación históri-
ca, estaría destinado a desaparecer a medida que el proletariado toma·
ra conciencia de su propio ser y lo asumiera en la práctica. Entonces
la filosofía se encarnaría en el proletariado. El filósofo en tanto con-
ciencia filosófica separo1da debía aspirar a su auto-supresión y, en con-
secuencia, a la supresión de la filosofía como actividad separada.
La dialéctica materialista según la cual la actividad productiva de·
be recobrarse como Fuente del mundo y del hombre mismo, para abo-
lir, finalmente, en la unidad de la auto-producción integral "todos los
poderes exteriores", deberá pues acompañanc de una dialéctica po-
lítico-filosófica según la cual el proletariado deberá interiorizar la con-
ciencia de sí que, en principio, no existe más que en el exterior de si
mismo, en la persona de Karl Marx y, más tarde, en la vanguardia mar-
xista-leninista.
Esta lectura <le Marx que propongo ( 4) es la que han hecho, a sa-
biendas o no, las generaciones de militantes revolucionarios de antes y
después del mayo de 1968. Es evidentemente una lectura histórica, he·
cha con los medios y las referencias intelectuales de hoy, y que no pre-
tende restituir con fidelidad el proceso histórico del pensamiento del
mismo Marx. Esto no le impide ser verdadera: traspone y reproduce el

28
proceso marxista según nuestro presente sistema cultural de referen·
ci.as. Para los jóvenes militantes revolucionarios de antes y después de
mayo de 1968, como para Marx, no se milita en el movimiento revolu-
cionario ni se establece uno en las fábricas porque el proletariado ac-
túa, piensa y siente de manera revolucionaria, sino porque es revolu-
cionario por destino, lo que quiere decir: debe serlo, debe "devenir lo
que es".
A partir de esta posición filosófica se am.mcia la posibilidad de todas
las desviaciones: vanguardismo, sustitucionismo, elitismo, y su negati-
vo: espontancísmo, seguidismo, trade-unionismo. La imposibilidad de
toda verificación empírica de la teoría no ha dejado de pesar sobre el
marxismo como un pecado original.
Inversión de la dialéctica hegeliana, la filosofía del proletariado no
puede, efectivamente, esperar su legitimación de los proletarios empÍ·
ricos ni dd curso de los acontecimientos: a ella corresponde, por el
contrario, legitimarlos y expresar su significación verdadera. La matriz
hegeliana hace del filósofo el profeta y de la ftlosoría la Revelación del
Sentido del Ser. Los discípulos de Hegel no podían ser sino sacerdotes
del hegelianismo: se les ha olvidado porque creyeron neciamente reco-
nocerse en los funcionarios de la Razón del Estado. No se ha olvidado
a los discípulos de Marx porque el proletariado conserva todavía el
misterio de su trascendencia: no se ha igualado aún a sí mismo y a su tan:a
histórica; no ha interiorizado todavía la conciencia de sí mismo a la que
la vanguardia marxista (leninista) le remite. Esta vanguardia permanece
pues necesariamente separada en virtud de la misma misión histórica
de la que está, a sus propios ojos, investida. Y pofque permanece sepa·
rada, nadie -sobre todo, no el proletariado- está capacitado para .:an-
jar los debates que conjeturdll los marxistas. A falta de una posible ve-
rificación empírica, sus divergentes tesis político-teóricas no pueden
extraer su legitimidad más que de la fidelidad al Libro.
El espíritu de la ortodoxia, el dogmatismo, la religiosidad, no son
fenómenos accidentales del marxismo: son ncccsiaramente inherentes
a una filosofía de estructura hegeliana (incluso si esta estructura ha si-
do "enderezada") cuyo profetismo no tiene otro fundamento que la
revelación que fue transmitida al espíritu del profeta. Podéis buscar,
cienamente, el fundamento de la teoría marxista del proletariado. (5)
El único fundamento que sus diferentes Defensores os ofrecerán, es la
obra de Marx y la palabra de I.enin: es decir, la autoridad de los funda-
dores. La filosofía del proletariado es religiosa. No retiene de lo real
más que los signos que la confonan: "Habiéndose establecido que el
proletariado es y dCbe ser revolucionario, veamos las razones sobre las

29
que se apoya y los obstáculos ante los que ac rompe su wluntad revo-
lucionaria."
El modo de exponer el problema determina las búsquedas para re-
solverlo. Estas búsquedas, y su resultado, serían sin duda bastante di-
ferentes si yo formulara el problema como sigue: "Habiéndose estable-
cido que el proletariado no es revolucionario, veamos si e1 posible aún
que lo devenga y por qué se ha podido creer durante largo tiempo que
lo era ya." 9

30
2. LA IMPOSIBLE APROPlACION COLECI'IVA

La sustitución del "trabajo general abstracto" en lugar del trabajo in­


dividual del artesano es la clave, en la teoría muxista, de la necesidad
histórica del comuniamo. En la medida en que es propietario de sus
útiles y de sus productos, el artesano conservaba una identidad indivi­
dual, imponía a su producción su sello particular y vivía su trabajo co­
mo el ejercicio inmediato de su autonomía. En efecto, es solamente
en la medida que sus productos eran mercancías, fabricadas con el úni­
co fin de ser vendidas en el mercado, que el artesano vivía la experien­
cia de su alienación: no era dueño del valor de cambio de su produc­
ción; ésta dependía en gran medida de corrientes comerciales que es­
taban bajo su control, luego, más tarde, de innovaciones técnicas accesi­
bles tan sólo a lu fábricas. Pero si bien estaba alienado como propie­
tario y comerciante de productos, permanecía soberano en el seno de
su trabajo en tanto proyector y productor, transformando y transfigu­
rando la materia segÚn unos métodos y un ritmo que, dentro de cier­
tos límites, le eran particulares.
Soberano como productor, alienad(. como propietario y comer­
ciante, el artesano tenla pues un interé1 particular limitado: el de ase­
gurar a su producción un valor de CJmbio máximo y estable, lo que
suponía asegurar una posición de monopolio o, cuando esto resultara
imposible, unine a otros arte.anos, obteniendo de la ciudad una limi­
tación de su número y una reglamentación de la duración del trabajo,
condiciones de venta., etc.
Lo que permitía la soberanía del artesanado -el ejercicio autónomo
de un oficio particular- constituía asimismo la limitación de su campo
dr. soberanía: como especialista de una producción particular, no tenía
interés ni vocación en ejercer su soberanía más allá del campo de su

31
oficio. E1te le confería una identidad y un lugar propios en 1~ socic·
dad. Tenía interés en defender este lugar y mejorarlo en lo posible, no
en poner en cuestión radicalmente a la sociedad entera y pretender su
reconstrucción sobre nuevas bases.
Por el hecho mismo de poseer "su" oficio y "sus" herramientas, el
artesano -o el libre trabajador produciendo a domicilio para el merca-
do- permanecía sujeto a formas particulares de trabajo, a una habili-
dad particular, perspectiva individual, ejercidas durante toda su vida, a
intereses profesionales, comerciales y locales particulares. Su proletari-
zación, pensaba Marx, iba a liberar su individualidad de los límites par-
ticulares: desposeído de sus herramientas y de su oficio, separado de
su producto, forzado a realizar una cantidad predeterminada de traba-
jo según una habilidad banaHzada y socializada que hacía a los proleta-
rios intercambiables, el obrero iba a tomar conciencia de si mismo
como potencia universal y desnuda del trabajo general abstracto: de
un trabajo despojado de sus determinaciones particulares hasta el pun•
to de no ser m~ que la esencia misma del trabajo social trascendente a
todo interés individual, toda propiedad personal, toda necesidad de un
objeto determinado, toda relación con un producto.
Dicho de otro modo, la proletarización debía reemplazar producto-
res particulares y "limitados" por la clase de los productore1 en gene-
ral, inmediatamente consciente de su poder sobre el mundo entero, de
su poder de producir, de recrear el mundo y el hombre. Entre los pro-
letarios, la suprema pobreza del poder sin objeto debía tener como re-
verso la virtual omnipotencia: puesto que no tiene ya un oficio, el pro-
letario es capaz de todos los trabajos¡ puesto que no tiene ya cualifica-
ción especifica, tiene una cualificación social universal para adquirirlas
toda.s; puesto que no está atado a trabajo alguno, a producto determi-
nado alguno, está preparado para abrazar la totalidad de las produccio-
nes, es decir, el sistema de producción industrial del mundo entero;
puesto que no tiene nada, es capaz de quererlo todo y de no contener-
se con menos que la apropiación de la totalidad de las riquezas.
Mant no ha cesado, a lo largo de toda 1u vida, de insistir en esta vo•
cación de los proletarios de ser y poder todo, no solamente en tanto
clases sino también individualmente. Y el gran problema que Marx y, a
continuación, los marxistas han tenido para resolver, ha sido el de la
encarnación de la clue en cada uno de los individuos que la compo-
ne~. E_n el primer desanollo que dedicó a esta cuestión, el problema
esta leJos de resolverse: Marx afirma que, por el hecho de estar despo-
seídos de todo y despojados de toda humanidad, los proletarios, ''para
asegurar su existencia", deben (Marx escribe a veces "deben y pue-

32
::len") reconquistar el ser-hombre en su totalidad y cambiar el mundo
radicalmente. Pero de e1ta primera afirmación, que ,e encuentra en 101
primeros de su, escrito, fi101ófico1, Marx se delliza sin otra explic..
ción a una afirmación de un alcance bien distinto: es porque no son
nada que ..los proletarios del tiempo pracnte ion capacea.. de devenir
todo, a titulo colectivo pero también a titulo individual. He aquí el
puaje entero:
"Las cosas han llegado pues aclMalmmte al punto en que los indiui-
duos deben apropiarse ,ú la totlllidotl existente de las fuerzas producti-
uos, no solamente para poda mtmifestllr su '"tirndad personal, sino
también, finalmente, para asegurar su existencia. Esta apropiaci6n tie-
ne como primera razón el objeto a apropiar -las {unzas producliuos
conuertidas en totalid4d no e.xisten sino m el marco ,ú un comercio
uniuer:ral. ( ...) La apropiación ,ú estas fuerzas no es ella misma más
'fue el tusarrollo tu las capaddades individuales c~ondientes a los
instrumentos materiales de produCCión. La opropiacion tu una totali-
dad de instnimentos de producción es por esto mismo el desoff'OUO de
una totalidad de capacidatks en los indiuiduos mismos. Esta apropia-
ción está además condicionad.a por los indiuiduos apropiadores. Sólo
los proletarios del tiempo presente, totalmente e.xcluidos de toda acti-
vidad pnsonal, son capaa:s U realizar sw '"lividatl personal completa,
no conociendo más límites, la cual consiste en la apropiación tu una
totalidad de fuerzas productivas y en el desarrollo conexo de una to.
talidad de capacidades. "(6)
¿cómo pua pues Marx de la afirmación de una necesidad objetiva
("los individuos deben apropiane de la totalidad existente de las fuer-
zas productivas para asegurar su existencia") a la afirmación de una
posibilidad existencial: "sólo los proletario• del tiempo presente son
capaces de realizar su actividad personal completa( ... ) en el desarrollo
de una totalidad de capacidades"'? La pregunta sigue sin respuesta. E1
porque Ja capacidad del proletariado de convertirse en todo en cada
uno de sus miembros no es del mismo orden que la nec:elidad de apro-
piarse de todo: la primera es de orden fi101ófico¡ resulta de la ciencia
del proletariado tal como Marx la derivó de Hegel: es el poder univer-
sal del Trabajo tomando conciencia de sí como fuente del mundo y de
la historia. Por el contrario. la afirmación de la necesidad de apropiane
de todo resulta (o pretende rc1ultar) de un análisis del proceso históri-
co de proletarización. Efectivamente, este análilis no consigue fundar
el postulado fil.osófico.
Examinándolo más de cerca. en efecto, IC le distingue sin dificultad:
en la obra de Marx, la convicción (nlosófica) primera es que el prolcta•

33
riado en general y cada proletario en t>articular debe poder devenir
dueño de una totalidad de fuerzas productivas con el rm de desarrollar
una totalidad de capacidades. Esto es necesario si el proletariado debe
igualarse a su esencia. El análisis del proceso histórico se hará en (un-
ción de esta convicción primera. Marx describió la proletarización de
modo que demostrara que produce un proletariado consciente de su
ser, es decir, que le obliga, «para asegurar su existencia", a convertirse
en lo que debe ser. El análisis histórico es sin embargo tan pobre que
es incapaz de deducir del examen de los hechos, la tesis que se le repu-
tó haber fundado. Marx encuentra a su término tan sólo lo que había
en su comieni;o, sin que su análisis haya enriquecido sustancialmente
su idea primera.
Porque nada, en los hechos, garantiza esta idea en la época en que la
emitió. El proletariado está compuesto en su mayoría por campesinos
y artesanos arruinados, desposeídos de sus útiles y de su oficio. En las
fábricas, las minas, los talleres, el trabajo era reali'Zado por una mayo-
ría de niños y de mujeres. Adam Smith pone de relieve que muchos
patrones de fábrica prefieren emplear obreros ''medio imbéciles" y el
mismo Marx, en "El Capital", describirá el trabajo obrero en las ma-
nufacturas y en las fábricas llamadas automáticas, como una mutila-
ción de las facultades intelectuales y corporaJes de los obreros. La fá.
brica produce ''monstruos", individuos "incapaces de hacer algo inde-
pendiente", hombres "subdesarrollados", "empobrecidos", sometidos
a una ''disciplina militar"(7): en pocas palabras, todo lo contrario del
proletariado ideal dominando a "una totalidad de instrumentos de
producción" y realii;ando su perfeccionamiento personal en "una acti-
vidad que no conoce ya límites" ("La ideología alemana").
No es sino hasta unos diez años má, tarde, en presencia de una nue-
va clase de· obreros de oficio, polivalentes, los que serán protagonistas
del anarcosindicalismo, que Marx, en los "Grundriase", cree poder des-
cubrir el fundamento material de la capacidad de auto-emancipación
de los proletarios y de su vocación autogestionaria: prevé entonces que
el desarrollo de las fuerzas productivas reemplazará al ejército de los
trabajadores manuales y de los obreros cspecialfaados militannente
encuadrados, por una clase: de obreros politécnicos, a la vei; manuales e
intelectuales, que dominarán el proceso de fabricación en su conjunto,
ejercerán su control sobre la totalidad de técnicas complejas, pasarán
fácilmente de un trabajo al otro, de un tipo de producción a otro. El
despotismo de la fábrica, los oficiales y sub-oficiales de la producción
serán suprimidos, los mismos patrones aparecerán como superfluos

34
parásitos y los "productores asociados"' cjercerin 1u poder autogcstio-
nario en las rábricu y en la sociedad:
''Pa.sipientlo ffll trepa lG forma gfflfftll de la riqtill!'za, 11!'1 capital
nnpuja al trabajo mú all4 de 101 la'mitll!'I detammado1 por la fnulrtl-
ci6n naturul de la, neceritlatu1, y Cf'ff u,· ll!'lemmto1 materiale, para 11!'1
desarrollo dll!' la indioidtullidad rit:a, intll!'grolmentt! e1tpll'llllida en la pro-
ducci6n tanto como m 11!'1 con.rumo y en la que 11!'1 lrtlbajo no aparece
ya, por consipientll!', como trabajo mismo sino como plena e1epansión
dt! la misma tu:tir,idad de la que ha dll!'N/14-ncido la necesidad natural
bajo ,u forma inmediata; pues en el lugar dll!' la neceridad naturul ,e ha
instalado una necesidad producido. hist6ricamentll!'. "(8)
Marx rcemprcndió muchas veces este tema. en particular en la ''Crí-
tica del propama de Gotba". Creyó tener por fin en el obrero politéc-
nico la figura del proletario reconciliado con el proletariado, del sujeto
de la historia encarnado en un individuo de cune y hueso. Según esto,
Marx se cquivoc6. Y a continuación se equivocaron todos aquellos
que (9) pensaron que el perreccionamiento de lu técnicas de produc-
ción y su automatización iban a suprimir el trabajo no cualif1eado y no
dejarían subsistir mú que trabajadores técnicos de nivel relativamente
elevado, teniendo una visión global de 101 procesos técnico-económi-
cos y capaces de autogcstionar la producción. Sabemos que es exacta-
mente lo contrario lo ocurrido: la automatización, junto con la infor-
matización, suprimen los oficios y las posibilidades de iniciativa y con-
vierten en un nuevo tipo de obrero especializado a lo que queda de obre-
ros y empleados cualificados ( 10). El ascenso de 101 obreros profesio-
nales, de su poder en la íábrica, su proyecto anarcosindicalista, no ha-
brán sido más que un paréntesis que el taylorismo, después "la organi-
zación científica del trabajo" (0.C. T.) y finalmente la informática y el
robotismo, habr;Ín cerrado.
El capital ha coitseguido, más allá de todo lo que podía preverse, re-
ducir el poder obrero sobre la producción. Ha sabido combinar la gi-
gantesca exapanaión de 101 potenciales de producción con la destruc-
ción de la autonomía obrera. lla sabido confiar maquinarias cada vez
más complejas y poderosas a la vigilancia de trabajadores de capacida-
des cada vez mis limitadas. Ha conseguido que incluso aquellos que
debían dominar máquinas gigantes fueran dominados en y por el tra-
bajo de dominación que debían ejecutar. Ha hecho crecer a la par el
poder técnico del proletariado en su conjunto (del ''trabajador colec-
tivo") y la impotencia de 101 proletarios como individuos, equipos y
grupos. ( 11)

35
La unidad del proletariado, el trabajo como poder univenal. han
caídO de este modo fuera del alcance de la conciencia de los proleta-
rios. La omnipotencia colectiva de una clase productora del mundo y
de la historia es totalmente incapaz de convertirte en sujeto consciente
de sí en sus miembros. La clueque, colectivamente, desarrolla y pone
en acción la totalidad de lu fuerzas productivas, es incapaz de apro-
piane de esta totalidad: de someterla a sus propios fines y de conside-
rarla como la totalidad de sus propios medios. En pocas palabras, el
trabajador colectivo ha pennanecido como exterior a los proletarios.
El desarrollo capitalista le ha dado una estructura tal que es imposible
que los proletarios de carne y hueso se reconozcan en él, se identifi-
quen con él, lo interioricen como su realidad y potencia propias.
Porque, estructurado por la división capitalista del trabajo, ajustado
a lu exigencias inertes de las maquinarias a las que sirve, el trabajador
colectivo funciona él mismo a la manera de un mecanismo: a la manera
y bajo el modelo de los ejércitos. Desde su origen, el lenguaje indus-
trial es un lenguaje militar: "IA subordinac:ión téc:nka del obrero al rit-
mo uniforme del medio de trabajo )' la c:omposkión pa,tic:ular tkl me-
dio tk trabajo, Mc:ha tu indiuiduos de edad y sexo diferentes, c:rean
una disc:iplina completamente militar, qw se c:onvierte en el rigimen
completo de las /tibric:as )' desa.rrolla, en toda su amplitud, el trabajo
ya mencionado tk los uigilantes )' la distinción de los obreros m tra-
bajadores y vigilantes, en soldados y sub-oficiales de la indwtria. "( 12)
Pero lo propio del ejército, es precisamente que cada unidad y el
conjunto de las unidades son totalmente externas a cada uno de 101
soldados. Tanto como "la fuerza de ataque de un escuadrón de caba-
llería" o la "fuen.a de resistencia de un regimiento de infantería",(13)
la fuerza del trabajador colectivo no es la fuerza propia de ningun in-
dividuo, Tanto peor: la organización del trabajador colcc:livo, trascen-
dente y forjada por el exterior, do es ya dominable por los trabajado,
res individuales o agrupados, así como el plan de marcha de un ejército
no es dominable por los miembros de una escuadra.
De esta manera, los proletarios son y no son a la ve,1. el trabajador
colectivo, del mismo modo que los soWados son y no son el ejército
que maniobra, avanza tenazmente y penetra por soq,rcsa. Lo son a los
ojos del general del ejército cuyo plan estratégico se despliega en cen-
tenares de órdenes parciales destinadas a centenares de jefes de unida·
des más pequeñas. Visto desde la cumbre de una colina, el ejército se
conduce como un animal inteligente cuya cabeza única 1;obiema milla·
rc11 ,It- brazos y picinas;pero este animal no existe para 11: los soldados
y lor. jdes de unidad no conocen ni el plan estratégico de conjunto ni

36
las maniobras de su ejército. No conocen más que las órdenes y los
movimientos locales, parciale1, cuyo 1entido 1e les escapa.
Del mismo modo que los soldado1 no pueden interiorizar el "1olda-
do colectivo" que es el ejército y -cualesquiera que sean los fines a los
que sirve- someter su funcionamiento interno a su voluntad común,
igualmente los trabajadores no pueden interiorizar el trabajo colectivo
y someter a su control directo el proceso social de producción. El obs-
táculo, insistiremos en ello, no es la estructura jerárquica del trabaja-
dor colectivo, sino lo que necesitaría esta estructura jerárquica, a sa-
ber: la dimensión de las unidades de producción, su dependencia, la
división del trabajo territorial, social y técnico que encaman, en resu-
men, la imposibilidad de tener una visión de conjunto y de actuar de
modo que allí donde los fines inteligibles que todos habrían, por hi-
pótesis, asignado a este aparato gigantesco, se reflejaran en el trabajo
de cada uno. Imposibilidad, por otra parte, deliberadamente provoca-
da por la patronal como medio de asegurar su dominio.(14)
La exterioridad del trabajador colectivo respecto a los trabajadores
individuales es pues inherente a la estructuración material del aparato
productivo, a la naturaleza de los procesos y de los flujos físicos que
ordena. Y no es simplemente en razón de circunstancias históricas par-
ticulares que Lenin fue partidario del taylorismo y Trouky (cuando
estaba en el poder) de la militarización del trabajo. A sus ojos, no ha·
bía incompatibilidad alguna entre la división parcelaria y jerárquica del
trabajo, por una parte, y el poder sin división del proletariado, por
otra, tan acostumbrados estaban a concebir a éste como una entidad
diferente -distinta hasta devenir separada- de los proletarios.
La teoría marxista, efectivamente, no ha precisado nunca quién, jus-
tamente, efectúa la apropiación colectiva, en qué consiste, quién ejer-
C<', y dónde, el poder emancipador conquistado por la clase obrera;
qué mediaciones políticas pueden asegur.i.r a la cooperación social su
carácter voluntario; cuál es la relación de los trabajadores individuales
con el trabajador colectivo, de los proletarios con el proletariado.
l\larx no trató estos problemas más que a nivel filosófico, en sus obras
de juventud. Y sobre aquel plan pudieron parecer solubles en un prin-
cipio: bastaba considerar al Proletariado como 1.ma entidad existente en
sí y para sí, a la manera del Espíritu hegeliano; y afirmar que la inte·
riorización de su ser alienado, es decir, del trabajo social colectivo, es
el "movimiento de lo real". Pero al hacerlo suponía arriesgarse al mis-
mo tipo de fallos que había conducido a Hegel a ver en el Estado pru-
!>Íano el cumplimiento de la Historia: se corría el riesgo de confundir
el Estado de los teóricos del proletariado con el poder de da.se de los

37
proletarios, la institucionalización estática del trabajador colectivo con
la a'propiación colectiva de los medios de producción en manos de los
productores asociaclos.(15)
De hecho, la ideología de los regimenct apelando al socialismo no
ha dejado de ser dominada por el culto cuasi-místico del Proletariado,
del Trabajo social y de la Producción como entidades exteriores sepa-
radas. La ideología de las relaciones entre los individuos y una socie-
dad totalmente estatal hace pensar más bien en la ideología del hormi-
guero (es decir, del hiper-organismo regulando las actividades de los in-
dividuos en virtud de una inteligencia que les rebasa) o en la ideología
militar más que en el comunismo. No es necesario llegar a la conclu-
sión de que esta ideología no tiene nada de proletaria ni de marxista.

:uª:~itir ~oebr: ; ~0 r!i;r:~~~7;:~~:s :i~;;a:~~~~~~s~~J~~:~~~~


titud, desinterés, cspítitu de sacrificio y adhesión a los jefes domina-
ron desde muy temprano las relaciones internas de las organizaciones
obreras que apelaban al marxismo. Sus dirigentes se consideraban como
los funcionarios del Proletariado -en el sentido que Hegel habla de fun-
cionarios de lo Univenal y Marx de funcionarios del Capital- y el Pro-
letariado era considerado como una entidad mística con la que los pro-
letarios no podían tener otro tipo de relación que la de los soldados
con el ejército: la de servicio.
Servir a la producción, a la revolución, al Estado proletario, al Pue-
blo: la tenacidad y la universalidad de esta ideología no se explicaría
ni por desviaciones histórica.s determinadas en relación al marxismo, ni
tan sólo pOr las lagunas de la teoría marxista y su sello hegeliano. Es la
resistencia de esta huella y la longevidad de estas lagunas que es preci-
so explicar. Y esta explicación, bien mirado, la tenemos ante nuestros
ojos: d proletariado mismo, como parte integrante del "trabajador co-
lectivo", refleja la disposición social de los medios de pYoducción que
pone en acción. Estos medios de producción no son simplemente ma-
quinarias neutras: las relaciones capitalistas de dominación se inscri-
ben en ellos y se vuelven contra los trabajadores bajo la apariencia de
exigencias técnicas inflexibles. El hecho de que la máquina producto-
ra exija una organizaciónjerárquiea cuasi-militar, numerosos.servieio1
de estado-mayor y de intendencia, este hecho emplaza al movimiento
obrero ante la alternativa siguiente:
lº) O bien, en virtud de una ideología productivista, se mantiene c:I
desarrollo de las fuerzas productivas como la condición primordial
de: toda liberación. No se trata, entonces, de poner en cuestión las
fuerz~ productivas introducidas por el capitalismo: no se trata sino

38
de gestiona1Jas y mejorarlas con mayor eficacia.. o incluso de acelerar
su ritmo de crecimiento. La apropiación colectiva de los medios de
producción no puede entonces consistir más que en esto: los trabaja-
dores son incitados a someterse: voluntariamente a las necesidades de
la producción social que, hasta entonces, habían suúido; legitimarán
así, mediante sus representantes in1titucionales, las estructuras orga-
nizativas cuasi-militares que el proceso de producción exige. El poder
de la das«!' obrera aparece como un dominio ejercido sobre los obreros
en nombre de su clase:.
2° ) O bien es reconocido que los medios de producción y una parte
importante: de la producción misma no se prestan a una apropiación
colectiva real y concreta por parte de los proletarios reales. Se trata
entonces de cambiar los medios y la estructura de la producción de
modo q1:1e se conviertan en apropiables colc:ctivamc:nte. Esta tarea, sin
embargo, no es ni simple ni inmediatamente realizable: no puede, efec-
tivamente, ser emprendida por el trabajador colectivo tal como ha sido
formado por el desarrollo de las fuerzas productivas del capitalismo.
Supone una transformación interna de la clase obrera, de la naturaleza
de las cualificaciones, de la división de tareas, de la definición de los
profesionales y de sus competencias, en función de criterios esencial-
mente políticos y culturales. Supone que en lugar de ser calco del pro-
ceso de producción, la clase obrera se desliga, se define según sus exi-
gencias autónomas y emprende la tarea de forjar los medios correspon-
dientes a estas exigencias. El poder político de la clase: obrera aparece
entonces no como una solución sino como una condición entre otras
de las transformaé:iones a emprender.
:3. EL PROLETARIADO COMO CALCO DEL CAPITAL

La proletarización, entre los obreros, no está consumada más que


con la destrucción de toda capacidad autónoma de producir su subsis-
tencia. En tanto que el obrero posea una caja de herramientas que le
permita atender sus propias necesidades; en tanto que disponga de un
pequeño jardín en que cultivar legumbres o criar gallinas, su proleta-
rización le parecerá accidental y remediable, ya que convencido por la
experiencia existencial de una autonomía posible: debe ser posible sa-
lir de ella, establecerse un día por su cuenta, comprar con sus ahorros
una vieja granja, bricolar para atender sus propias necesidades una vez
jubilado. En resumen, la "verdadera vida" está en otra parte, se es pro-
letario por mala suerte, en espera de algo mejor.
Mientras tanto, el sueño (o el proyecto generalmente irrealizable) de
una "existencia indi:pendiente" de artesano o campesino, o la autono-
mía, por parcial que sea, hace de banc:ra u obstáculo a la "conciencia
de clase", es decir a la identificación consciente del proletariado en
tanto que destino social de sus miembros. Por esta razón es por la que
la burguesía, conscientemente o no, ha dispuesto en la vida obrera (en
Gran Bretaña y Alemania, especialmente) estos islotes de autonomía
marginal que son, detrás de la casa del obrero o en la zona entre ciu-
dad y fábrica, las minúsculas parcelas de jardín-huerto. Por esta ruón,
por otra parte, es por la que los militantes proletarios han generalmen-
te combatido el deseo de autonomía individual como un residuo, en el
obrero, del individualismo pequeño hurgué,. La autonomía no es un
valor proletario. El deseo de autonomía es una "nostalgia del pasado",
un ·•engañabobos": os impide ver que el proletariado es necesario para
el capitalismo, que es imposible volver a la rueca y al molino de viento
y que cada proletario que espera salir individualmente mina la capad·

40
dad· que tendria el proletariado, solamente con que todos sus miem-
bros se uniesen, de expulsar a la burguesía del poder y de poner ím a
la sociedad de clases.
Los imperativos políticos de la lucha de clases han impedido así al
movimiento obrero interrogarse sobre la eventual legitimidad del de-
seo de autonomía en tanto que exigencia espedficamente existencial.
Que esta exigencia fuese políticamente molesta no prueba nada en
cuanto a su irreductibilidad: une. necesidad puede existir por razones
diferentes de las políticas y pcnistir a pesar de los imperativos políti-
cos que actúan en su contra. Este es el caso de las necesidades exis-
tenciales (estéticas, eróticas, relacionales, aíectivu) y más particular-
mente de 1a necesidad de autonomía. No reconocer la autonomía re•
lativa de las necesidades existenciales y pretender subordinarlas a un
imperativo político, es obligarse a reprimir indefinidamente las me-
nores manifestaciones como desviaciones o traiciones políticas.
Esta represión es tan antigua como la organización político-sindi-
cal, sobre una base de clase, de un proletariado desposeído en su ma-
yon'a de capacidades autónomas de trabajo. Existía mucho antes que
Stalin y continúa existiendo después de él. Tiene su raíz en la imposi-
bilidad de vivir el ser proletario y, a fortiori, la unidad del proletariado,
como una realización y una liberación individual. El ser de clase, en
efecto, precede a su realización individual como el conjunto de lími-
tes insuperables que el sistema social impone a la libertad de los pro-
letarios. Nunca se es libre en tanto que individuo sino en los Umites de
un ser de clase que se realiza necesariamente hasta en los intentos de
salirse. El ser de clase del proletariado ieside en el hecho de que es ex-
plotado en tanto que fuerza de trabajo indefmidamente intercambia-
ble, y que solamente como ser indefinidamente intercambiable -es de-
cir como uno cualquiera entre otros, al igual que él completamente
alienados- es como, con todos los demás proletarios, puede influir so-
bre sus explotadores. Debe hacer un arma de su ser en tanto que está
alienado como una cantidad de trabajo cualquiera. Y el militante ejem-
plar es el que interioriz~e necesidad: no existe como individualidad
autónoma¡ representa a clase que, como hemos visto, no puede ser
sujeto por deímición. echaza por tanto su propia subjetividad para
convertirse en el pensamiento objetivo de la clue pensándose en él; ri-
gidez, dogmatismo, materialismo, lengua de palo y pasión autoritaria
son las cualidades inherentes a este pensamiento que se vive sin sujeto.
Como el de todo clero, este pensamiento reOeja y prolonga una ac-
titud escatológica-religiosa: la fe en el cambio total, en el más allá dt:
la historia que es el fm y el comienzo de la Historia, del Todo y de la

41
Nada. Estando cOll)pletuncnte negado el proletario por un siltema so-
cial basado en su perpetua alienación, bastará que se acepte en au dea-
poacaión y se niegue completamente como individuo, para recuperar,
como clue, la totalidad de lo que le es alienado: debe perderse como
individuo para encontranc, como clase, dueño del sistema que aliena.
La rdfn0Piaci6n (concepto marxiano que proporciona la matriz de
todu las perversiones estatistaa) de este sistema de nivelación y dca-
poseaión de los individuos, no es posible máa qu.e con individuos que
renuncien a ser algo por ellos mismos para devenir en tanto que agen-
te colectivo, unificado exteriormente en cada uno de ellos, de proce-
sos que les producen. La clase como unidad es el sujeto imaginario que
opera y asegura la rcapropiación del sistema, pero este sujeto es exte-
rior y trucendente a cada individuo, a todos los proletarios reales.( 16)
El poder del proletariado es el inverso simétrico del poder del capi-
tal. Esto no debería sorprender a nadie. Marx demostró muy bien co-
mo el burgués está alienado por "su" capital, como es funcionario de
ese capital. Pues bien, el proletario, igualmente, estará alienado por el
proletariado, que se "apropiará colectivamente" ese mismo capital.( 1 7)
Así, la ideología del movimiento obrero tradicional, valoriza, perpe-
túa y, llegado el caso, remata la obra iniciada por el capital: la destruc-
ción de lu capacidades de autonomía de los proletarios. El proletaria-
do perfecto e1 aquel cuyo trabajo, enteramente heterónomo, no tiene
utilidad más que combinado con el trabajo de un gran número de tra-
bajadores. Ese trabajo es purammte social. El conocimiento que, llega-
do el caso, implica, está totalmente desprovisto de valor de uso para el
que lo ejecuta: el obrero de ninguna de las maneras puide 1ervirsc de
él para fine, pcnonalcs, domé1ticos, o privados.
El proletariado perfecto trabaja. por tanto, exclusivamente para la
1ocicdad; ca simple swninistrador de trabajo general abstracto y en
con1ecucncia, simple consumidor de bienes y servicios mercantiles. La
forma totalmente alienada de su trabajo tiene como anvcno la forma
totalmente mercantil de la expreaión de sus necesidades materiales: ne-
cesidades de comprar, necesidades de dinero. Todo lo que el proleta-
rio consume debe ser comprado, todo lo que produce es para ser ven-
dido. Entre consumo y producción, compra de bienes y prestación de
trabajo, no existe ning6n vínculo visible.
E1ta ausencia de vínculo tiene como corolario la indiferencia del
proletario ante el producto de "su" trabajo, incluso ante el dcatino
del milmo. El capital le ha desposeído de toda capacidad autónoma
para reducirle a que funcione con "la regularidad inmutable del gran
autómata". La mecanización ha recurrido a la parceli.zación y a la des-

42
cualificación y ha permitido estandarizar la medida del trabajo como
cantidad pllrL Haz tu trabajo y no te ocupes de nada: la calidad del
trabajo y del producto están ueguradas por controles autom,ticos, el
proceso de fabricaci6n ha sido pensado de una vez para siempre por es-
pecialistas cuya inteligencia se ha petrirtcado en el aneglo y di,posi-
ción de máquinas. El miamo sentido de la noción de trabajo cambia:
no es el obrel'O el que trabaja la materia y ajusta sus esfuerzos según
los efectos de lo que debe producir. No: ahora es mú,ltien la materia
quien trabaja al obrero: los efectos están ya ahí, rigurosamente pre-
determinados, demandando ser producidos, la m.áquina ha sido pre-
viamente regulada para producirlos y espera del obrero una sucesión
de gestos simples, a intervalos regulares. Es el sistema mcdnico quien
trabaja; tú le prcstu tu cuerpo, tu cerebro y tu tiempo para que se ha-
ga el trabajo.
La baza está jugada: el trabajo ha caído fuera del trabajador; el tra-
bajo se ha rei6cado y devenido proceso inorgánico. El obrero asiste y
se presta al trabajo que se hace: él ya no lo hace. La indiferencia del
trabajo engendra la indiíerencia ante el trabajo. El salario se cobra a
fin de mes, es todo lo que cucntL Sobre todo que no se me pida poner
más de mi parte, ni el tomar decisiones e iniciativas. Son ello1 lo1 que
han construido este sistema en el que cada uno es un engranaje empu-
jado por el vecino de la izquierda y que empuja al vecino de la dere-
chL De manera que nada de regalos: haz lo que digan y que se las arre-
glen como puedan. De esta forma es como el obrero, el empicado, el
funcionario, encuentran un placer insano, a través de una estricta apli-
cación de las consignas jerárquicas, en desviar el trabajo del objetivo
al que se supone debe servir: es el caso del empleado de hospital que
se niega a ingresar al hombre sin conocimiento que han llevado en un
taxi; es la actitud de todos aquellos funcionarios que se vengan en el
público de la opresión jerárquica que sufren, rechazando hacer, decir
o saber nada que no esté expresamente previ1to por su1 atribuciones¡
es (célebre ejemplo británico) el caso del sindicato de obrero, de la
madera que se niega a que los obrero1 del metal ajusten tablero, de
aglomerado, mientras que los obrero, del metal contestan a los obre-
ros de la madera negándole, el derecho de ajustar esos mi,mos tableros
con y sobre metal¡ es el trabajo que se para y se apila cuando suena la
hora, agravando en lo posible el despilfarro que resulta de ello.
F.sta actitud de resentimiento es la única forma de libertad que le
queda al proletario en "su" trabajo. iLc han querido hacer puivo?
Pur1 bien, se hará puivo. Más exactamente, de la pasividad que le
imponen, él hará un arma contra los que se la imponen: se ha que-
43
rido actividad pasiva, el hani. pasividad activa. Esta libertad de re-.
sentimiento que, enriqueciéndose sobre la negación de que es obje-
to, roba a los opresores el efecto que esperan de sus órdenes, es el
último refugio de la "dignidad obrera": hago lo que queréis que ha-
ga, y por la misma razón, me escapo de vuestras manos. Se incordia a
los patronos; los patronos pueden pagar; nosotros abajo; a salario de
mierda, trabajo de mierda: lenguaje de resentimiento proletario, len-
guaje cte impotencia. •
Se está lejos de la abolición del "trabajo forzado asalariado", lejos
de los "productores asociados que someten al control colectivo sus in-
tercambios con la naturaleza". La negación de la negación del trabaja-
dor por el capital, no tiene lugar y no produce ninguna afirmación. Se
queda en un univeno de una dimensión: contra el capital, el proleta-
riado se afirma de la misma fonna que lo hace el capital. En lugar 'de
interiorizar su desposesión total conquistando, sobre las ruinas del
mundo burgués, la sociedad proletaria univenal, lo:; proletarios inte-
riorizan su desposcsión para afinnar su dependencia total y reclamar
una asistencia total: porque se les ha privado de todo, todo debe serles
dado; porque no tienen ningún poder, todo debe llegarles desde el po-
der; porque su trabajo sólo tiene utilidad para la sociedad pero no para
ellos mismos, la sociedad debe poder atender todas sus necesidades, y
asalariar todo trabajo. En lugar de la abolición del salario, el proletaria-
do exige la abolición de todo trabajo no asalariado.( 18)
La reivindicación de una clase se convierte así en reivindicación de
masas: lo que quiere decir en reivindicación de consumo de una masa
atomizada, serializada, de proletarios que reclaman el recibir de la so-
ciedad, es decir del poder, es decir, en realidad del aparato del Estado,
lo que les es tan imposible de tomar como de producir. La lucha rk la
clase obrera por la conquista del poder se reduce entonces a acciones
de masas orientadas a instala.e representantes obreros en las posiciones
de poder; la dictadura del proletariado como fase de transición al co
munismo se reduce a una asistencia estatal de las necesidades obreras,
gracias a la presencia, en las palancas de mando del Estado, de partida-
rios de una redistribución fiscal de la renta nacional. El proyecto de un
poder "popular" o "socialista" se confunde con un proyecto político
en que el Estado lo es todo, la sociedad nada, y donde una masa ato-
mizada de trabajadores, siempre completamente desposeídos de sí mis-
mos, están ligados por una relación de clientela a los partidos que diri-
gen el Estado y que devienen partidos de Estado: es decir, partidos
que, dada la ausencia de un tejido social, de una difusión capilar del
poder, representan al Estado central y sus imperativos tecnocráticos
ante la masa, y no a la invenL
No se ve, por otra parte, como podría ser de otra forma en una so-
ciedad en que el desarrollo de las ruerzu productivas hace que toda ac-
tividad sea socializada, es decir parcelizada, eapecializada, normalizada
y combinad.a con otru actividades por mediación del aparato del Es-
tad.o: no existe ni consumo, ni producción, ni comunicación, ni trans-
porte, ni enfermedad, ni salud, ni adquisición de conocimientos, ni in-
tercambio que no pase por la mediación de administraciones centrali-
zadas y de cuerpo, de runcionarios. La concentración capitalista ha
dcstru(do el tejido social de raíz destruyendo, tanto para los indivi-
duos como para los grupo, o las comunidad.e,, toda posibilidad de pro-
ducción, de conswno y de intercambio autónomo,.
Nadie produce lo que consume, ni consume lo que produce. Ningu-
na unidad de producción, aún suponiendo que 101 "productores asocia-
dos" la tomen bajo su contTol, produce ni es capaz de producir según
las necesidad.e• o 101 de1eo1 de la ciudad en que está implantada. Nin-
guna ciudad, aún suponiendo que 1us habitantes se reagrupen en for-
ma de comunidad., puede producir en sus fábricas lo que es necesario
para vivir, ni procurane lo necesario intercambiando su producción
con las comunidad.es rurales circundante,. t. división del trabajo se
hace a escala de espacios económico, transnacionale,. Las "líneas de
productos", la localización y la dimensión de las íábricas se deciden
sobre la base de cálculos de beneficio óptimo. Se producen tales ele-
mentos en tale, cantidades y en tal sitio para combinarlos cien kilóme-
tros más lejos con otros elementos procedentes de otras fábricas y dis-
tribuir el producto acabado en un radio de mil kilómetros. El mismo
tipo de Estado mayor cuasi militar que se impone al nivel de la fábri·
ca, coordina entre s( a lu diferentes fábricas, asegura el envío de sus
semiproductos, la distribución de los productos acabados, el financia-
miento de las exportaciones y de los stocks, la adaptación de la de-
manda a la oferta, cte.
A ningún nivel, ningún trabajador o colectivo de trabajadores reali-
za la experiencia práctica del intercambio recíproco ni de la coopera-
ción en €unción de un resultado útil para todos. A todos los niveles, en
cambio, cada trabajador experimenta su dependencia ante el Estado:
para su aprovisionamiento en productos necesarios, el poder adquisi-
tivo de su salario, la seguridad de su empleo, la duración del trabajo,
el alojamiento y los transportes, cte.
Asimismo, la tendencia e1pontánca de la clase obrera es la de recla-
mar que esta dependencia ante el Estado sea reconocida recíprocamen-

••
te en tanto que obligación del Eltado ante los trabajadores. Porque la
clase obrera nada puede por sí misma, es necesario que el Estado acep·
te el deberle todo; porque tiene una necesidad absoluta del Estado, es
necesario que el Estado le reconozca un derecho absoluto. La toma del
poder del Estado por la clase obrera se transforma en realidad en asis-
tencia de la da.se obrera por parte dd poder del Estado. Todo lo que
se interpone entre la clase y el Estado tenderá a ser absorbido, y la co-
sa será fácil: las mediaciones políticas que subsisten aún, las institucio-
nes propias de la sociedad civil en el sentido gramsciano, la.1 relaciones
sociales y los medios de comwlicación autónomos ya han sido vacia·
dos de toda realidad por el capitalismo monopolista.
El Estado de los monopolios ya no es, como lo era el Estado bur-
gués clásico, la emanación de un poder que la burguesía ejerce en la so-
ciedad -al nivel de las relaciones de producción y de intercambio, de
la ideología y de los modelos culturales, de los valores familiares y de
las relaciones interindividuales- y que asciende a las instituciones po-
líticas locales bajo la apariencia legítima de la delegación y de la re-
presentación electoral. No: el "Estado de los monopolios" es, canfor·
me a la naturaleza del capital monopolista mismo, un aparato de do-
minación y administración automatizado, cuyo poder sin trabas des-
ciende a una sociedad en vías de dislocación, ordenándose según las
exigencias del capital que, por su concentración y por la dimensión
de sus unidades económicas, escapa al alcance y al control de sus pro·
pietarios jurídicos, hace estallar los marcos del derecho burgués y exi-
ge para su gestión racional una dirección central por parte del Estado,
acompañada preferentemente (pero no necesariamente) de la propic·
dad estatal.
Ya no hay, en esta sociedad dislocada, espacio y flexibilidad sufi-
cientes para el ir y venir de las iniciativas dcscentralizarlas ascenden-
tes y de las proposiciones centrales descendentes. Asimismo, tampoco
hay vida política en la base ni, a falta de ésta, fuerzas políticas capa-
ces de aspirar a una democratización del Estad.o y de la sociedad. La
"vida política" se reduce a debates centralmente orquestados acerca
de la manera de ejercer el poder central y de administrar el Estado.
Esos debates, necesariamente, ponen en dificultades a los detentadores
del poder· del Estad.o y a los que aspiran al mismo, siendo reducido el
pueblo, por unos y otros, al papel de "supporter". La alternativa está
entre la dominación del "Estado de los monopolios" y la dominación
sobre todas las cosas del monopolio del Estado. El paso del Estado de
capitalismo monopolista al capitalismo de Estado se franquea rápida-
mente. Lenin lo había previsto: ya que el segundo no es más que la

46
conclusión. sobre los escombros de la 1ociedad civil, de la estataliza-
ción realuada por el primero. Y esta e1tatalización consuma, raciona-
liza y perpet6a. en una forma superior, lu relac:ionea de producción
capitalista que se supone iba a abolir la toma del poder por parte de
la clase obrera.
Para que fuese de otra forma, sería necesario que hubiese ruptura.
Y para que hubiese ruptura. seria necesario que la clase obrera se pre-
sentase como fuerza de ruptura, rechazando con 1u propio ser-de-cla-
se la matriz de las relaciones de producción capitalistu de las que ese
ser-de-clase lleva la huella. Pero lde dónde le vendrá la capacidad de
esta negación de sí misma? Esta es la cuestión que el marxismo como
"ciencia positiva" nu puede resolver: si la clue obrera es la que es, si
su 1er-de-clue es positivo, no puede dejar de ser lo que ha hecho de
ella el capital más que por una ruptura en el seno de la estructura del
capital milmo. Esta ruptura al producir una nueva estructura, produ·
eirá también, por la misma razon, una clase obrera transfigurada. Tal
es la concepción cstructural-determinilta que exponía, entre otros,
Mauñce Godelier. En ese esquema no hay sitio ni para la negación del
proletariado por si mismo ni para la soberanía de los productores uo-
ciados: se pasa de una saturación de ser a otra, sin que ese puo {el pa-
so del capitalismo al "comunilmo"J sea el producto consciente de los
"individuo, peniguicndo sm propios fines" y sin que haya por tanto
apropiación y liberación.
Para Marx inicialmente todo iba de otra manera. El proletariado
debía ser capaz de negane porque su ser-de-clase era en realidad una
negación disfrazada de positividad: el proletañado es el productor uni-
versal y soberano en tanto que es negado por el capital, desposeído de
"su" producto y alienado en su propia realidad. Sólo porque el ser-de-
clase del proletariado es negación, el acto por el que el proletario le ne-
gará en reciprocidad puede y debe ser afirmación soberana: emancipa-
ción. .
E1ta idea inicial, que aún ocupa un lugar central en La Ideología ale-
mana, no fue sin embargo ni fundada ni conscientemente desarrollada
por el mismo Marx. Habría sido necesario para ello una fenomenología
critica de la alienación proletaria, mostrando como el trabajador es ne-
gado en todas: las dimensiones de su existencia individual y 1ocial de
tal manera que siempre le son ocultadu la negatividad de su ser-de-cla-
se y la positividad posible de la negación de éste. Dicho de otra mane-
ra: no puede ser él mismo mál que si niega lo que es en tanto que pro-
letario.
Ahora bien esta posibilidad de negar, aunque en Marx {como por

47
otra parte en Sartre) esté ontol6gicament• dada, no está de entrada
culturalmnte dada: la facultad que tiene un trabajador de percibir la
diferencia de lo que es objetivamente como engranaje del proceso de
producción y lo que es virtualmente como productor asociado sobera·
no, no es inherente a la condición obrera.
Toda la cuestión está en saber en qué condiciones aparece y se des-
pliega.. Y a ella cuestión huta ahora la teoría marxista no ha ofrecido
respuesta. O lo que es peor: sus anticipaciones han sido damentidu
por los hechos.

48
4. lPODER OBRERO?

Según la teoría marxista, el proletariado está destinado a tomar con·


ciencia tarde o temprano de su ser: él es fuerza de trabajo y trabajador
productivo colectivo, lo que quiere decir, para Marx, que encarna la
capacidad del hombre de producir mucho más de lo que es necesario
para su subsistencia. La capacidad productiva del proletariado supera
esencialmente, según Marx, la esfera del trabajo necesario para la sim-
ple reproducción de la vida: es de entrada capacidad de producir un
excedente, es decir de proporcionar un sobretrabajo que no viene im-
puesto por ninguna necesidad natural ni ninguna necesidad imperiosa.
Anuncia por tanto el acontecimiento íuturo, más allá del reino de la
necesidad, del reino de la libertad en el que el trabajo tendrá en sí
mismo su propio fin: sus objetivos y sus productos trascenderán las
necesidades de la subsistencia y reflejarán al productor (al obrero) su
virtual soberanía de creador libre.
La contradicción se hará insostenible entre la finalidad del trabajo,
que es la de producir lo no necesario, y la condición del proletario,
mantenido en la esfera de la necesidad por el hecho de que su fuerza
de trabajo no está remunerada más que cori un salario de subsistencia.
Tarde o temprano el proletariado debe tomar conciencia de que tiene
en sus manos las llaves del reino de la libertad. Para que este se inicie,
bastará con que los proletarios unidos sometan a su control la inmensa
fuerza productiva de la industria. Está: toma de conciencia se verá Favo-
recida por las crisis cada vez más graves que conoccni un sistema (de
explotación) que paga un salario de subsistencia a los productores de
excedentes crecientes.
En realidad, la -toma de conciencia no se ha realizado como estaba
previsto. Al margen de las capas proletarias y de períodos bien delimi·

49
tados, el proletariado no se ha percibido y no se percibe como el agen·
te soberano de la libre creación de riquezas. La contradicción entre su
sujeción en la esfera de la necesidad y el hecho de que esta esfera ya
está trascendida por la gratuidad (la no necesidad, la no utilidad) de
la.s riquezas producidas, no ha sido percibida teóricamente tan amplia-
mente como, en teoría, debería serlo.
Lo que la burguesía ha logrado destruir de raíz es la conciencia que
debía tomar el proletariado de su soberanía creadora. Para ello ha has·
tado con eliminar del proceso de trabajo la posibilidad del trabajador
de vivir el trabajo como una actividad al menos virtualmente creadora.
La división parcelaria del trabajo, luego el laylorismo, posteriormente
la O.C.T. (Organización Científica dd Trabajo), y finalmente la auto·
matización han abolido, con los oficios, a aquellos obreros de oficio
que tenían, con "el orgullo del trabajo bien hecho", conciencia de su
soberanía práctica.
La idea de una clase-sujeto de productores a.saciados, de una toma
revolucionaria del poder, surgió de la prolongación directa de la expe-
riencia de estos obreros. Ya que de hecho, los obreros de oficio ejer-
rían el poder en el seno de la producción. Tenían la destreza y los co-
nocimientos prácticos insustituibles que les colocaban, en el seno de
la fábrica, en la cumbre de una jerarquía inversa de la jerarquía social:
patrón, jefe de taller, e ingeniero dependían de la capacidad del obrero
de oficio, complementaria y a menudo superior a la suya. Ellos tenían
necesidad de su cooperación, de sus consejos, de su estima personal, ele
~u fidelidad, mientras que el obrero de oficio no tenía necesidad ni del
patrón, ni de los "oficiales de la producción", para a.segurar ésta.
Había por tanto en la fábrica un poder obrero de orden técnico, pa-
r~elo al poder social y económico del capital, capaz de oponerse al
nusmo y de proyectar su supresión. Ese poder no era d de todQS los
o_hreros agrupados, ni el del "trabajador colectivo": era e~ de los profe-
s_1onales que, ayudados y asistidos por los peones y los obreros especia-
lizados, ocupaban eri el serio de la clase obrera la cumbre de una jerar-
quía ~spec~ficamenle obrera, independienle y competidora de la je-
rarqu1a social en que se hallaba englobada: había una cultura, una éti·
e~ Y una tradición obreras que poseían su propia iutonomía y su pro-
pia escala de v:itores. Cuando se llegaba a la cumbre de la jerarquía
obrera, no habia nada que envidiarle al mundo burJ.,rués, a.l contrario:
~e er-<1 e! representante de una cultura especifica y se hacía frente, de
igual a igual, al representante de la burguesía, con orgullo, resuelto a
no cooperar con él en el seno de la producción más que en la medida

50
en gue éste cooperase con aquél, es decir, reconociese su supremacía
y su soberanía en lo que era su terreno.(19)
La idea del poder obrero, de la toma revolucionaria dd poder, te-
nían por tanto un sentido práctico muy diferente del que recibieron
en la época postaylorista. La clase obrera que aspiraba a llegar al po-
der no era una masa miserable, oprimida, ignorante y desarraigada: era
una capa virtualmente hegemónica tanto en el seno de la masa obrera
cerno en la sociedad en general, con sus tradiciones, sw élites, su cul·
tura y sus organi:'4Ciones. Pan ella, tomar el poder no significaba ocu·
par el lugar de la burguesía e instalarse al mando del Estado; sino que
significaba, al contrario, suprimir todo lo que obstaculizaba el ejerci-
cio del poder obrero, a saber: la burguesía, clase parasitaria, que vivía
de la explotación del trabajo obrero; y el 1-:stado cuyo aparato rcpresi-
'YO permitía a la burguesía hacer frente a las revueltas populares.
Todo ello contenido implícitamente en el eslogan: "la fábrica para
los obreros". Este eslogan en. la réplica exacta de una reivindicación
que venía de lejos: "la tierra para el que la trabaja". A los ojos de los
obreros anarcosindicalistas existía una similitud y un paralelismo entre
la tierra que el campesino que la hace fructificar disputa al señor-pará-
sito, y la fábrica que el obrero, ''que la hace funcionar", disputa al ca-
pitalista, también asimilado a un señor-holgazán.
l.o que retrospectivamente sorprende en ese eslogan, es la identifica-
ción que pone de manifiesto del obrero con ..su" trabajo y con "su"
fábrica. La opresión aún no es percibida como inherente a la naturale-
:¿a misma del trabajo de la fábrica. En principio parece posible que los
obreros tOmen posesión de los medios de producción y los hagan servir
.i sus fines sin cambiar fundaJnentalmentc la naturaleza de sus produc-
tos, ni la de aquello que no deja de aparecer como su trabajo.
Como muy bien ha visto Adriano Sofri (20) el consejismo habría si-
clo la ex.presión más avanuda de esta clase de obrcro_s que se sentían
capaces de ejercer, en el seno de la producción, un poder sin interme-
diarios y de extender ese poder a la organi;¿ación de la sociedad en su
conjunto. Los obreros que pueden 1.-cstionar la. producción, pueden
gestionar la sociedad: tal es la seguridad sensible, vivida, que subyace
en la concepción de los consejos obreros coino órganos permanentes
de poder popular. l~sta seguridad reposaba sobre una evidencia que
posteriormente se ha desvanecido: el proceso social de producción tic·
ne el mismo tipo de intcligilidad y de transparencia que el proceso de
Lrahajo de cada taller y de cada fábrica. Basta con dominar Cstc, para
dominar aquél. Los lugares de produccic)n son lugares ele trabajo.
En la actualidad nada de eso es ya cierto (suponiendo que alguna

51
vez lo haya sido). En primer lugar, como ya hemos visto, la fábrica ya
no es unidad ecbnómica: es una unidad de producción integrada con
otras unidades de producción a menudo alejadas varios cientos de kiló·
metros, y que depende para sus aprovisonainicntos. sus salidas, su Jí.
nea de productos, etc., de una dircccibn ccntr;il que coordina y admi-
nistra decenas de unidades de produccilm 1¡uc 1lcpenclcn ele varias ra-
mas de producción. Dicho de otro mudo. los lugares y;1 no son centros
de decisión ni .:¡edes de un poder económico.(21) El proceso social de
producción es opaco y esta op,1cidad contamin;1 lmst.a el proceso Je
producción de cada taller: el destino final de los productos, e incluso
frecuentemente su naturaJeza, son dnconocidos. A excepción ele los
cuadros dirigentes, a los que por otra parte, les da lo mismo, nadie sa-
be con exactitud para que sirven las cosas que se fabrican.
~I mismo .proceso de especialización técnica y de concentración
económica que ha destruido la autonomía de las unidades de produc-
ción, ha destruido los oficios obreros, fuente de autonomía obrera.
t:n lugar de una jerarquía y de un orden obrero de la producción, el
taylorismo ha colocado una jerarquía y un orden patronal, concebi-
dos e impuestos por la dirección de la fábrica. Los obreros de oficio
eliminados después de luchas encarnizadas, eran sustituidos por "sub·
oficiales de la producción" que, aunque de origen proletario, fonna-
ban parte de la jerarquía patronal: eran formados y escogidos por la
dirección e investidos por ella de poderes disciplinarios y de policía.
El trabajo de producción no estaba asegur.t.do más que por una masa
atomizada de obreros sin autonomía ni poder técnico.
Para esta masa, la idea de "tomar el poder" sobre la producción no
tiene sentido, al menos no en la fábrica tal cual es. El consejo obrero
que era el órgano de esta toma de poder en la época en que la produc-
ción estaba en las manos de equipos obreros técnicamente autónomos,
se convierte en un anacronismo en la fábrica gigante con sus departa-
mentos y sus cadenas compartimentadas. El único poder obrero allí
imaginable es un poder de control y de veto: el poder de rechazar al-
gunas condiciones y algunos tipos de trabajo, de definir nonnas acep-
tables. y de controlar el respeto de esas normas por parte de la jerar-
quía patronal.
Pero ese poder es, evidentemente, negativo y subalterno: se ejerce
en el marco de las relaciones de producción capitalistas, sobre un pro-
cc:50 de trabajo definido en su conjunto (si no al detalle) por lajerar-
qula patronal. Impone límites al poder patronal, pero no le opone un
poder obrero autónomo. Por esta r~n, como se ha visto en Italia, el
mtento de hacer nacer consejos (al nivel del taller o <le la cadena) en

52
tanto que órganos de pod,r obrero en la base, desembocó bastante
rápidamente en la reabsorción de los consejos por la estructura sindi-
cal y en la institucionalización en tanto que órganos sindicales de ne-
gociación y discusión.
No se ve como podría ser de otra manera. El grupo o consejo obrero
de base no tiene poder ni sobre el producto ni sobre el proceso de fa-
bricación. Su producto no es en realidad más que un componente, ri-
gurosamente predeterminado por la oficina de estudios, de la produc-
ción del conjunto de la fábrica o del grupo. E] modo de fabricación de
ese componente está rigurosamente predeterminado por la concepción
de las máquinas especiales que, a menudo, están prerreguladas de ma-
nera que no dejen al obrero libertad de apreciación o de iniciativa. El
obrero, y el grupo de producción, no puede por tanto hacer uso autó-
nomo ni de las máquinas, ni de los componentes que fabrica. Su mar-
gen de autonomía solamente alcanza a la organización y a la velocidad
de ejecución de las operaciones exigidas, al número y a la duración de
las pausas, los efectivos del equipo y la duración del trabajo. También
es sobre estas variables sobre las que los obreros plantearán sus reivin-
dicaciones de poder y su poder. No es que necesariamente estas varia-
bles sean las más importantes a sus ojos: simplemente, son las únicas
variables sobre las que se puede ejercer la iniciativa autónoma del gru-
po obrero, las únicas que le permiten afirmar un poder.
Esto se ha visto tanto en Francia como en Italia: significa más para
los obreros esta afirmación de poder que las mejoras que les permite
obtener. En la huelga ejemplar de las fábricas Jaegcr, en 1972, en
Caen, la reivindicación inicial se ideria a la autodeterminación de los
obreros en los ritmos de trabajo. Pero cuando les fue provisionalmente
concedido el derecho del trabaja<lor a seguir "su ritmo natural'', llega-
ron rápidamente a la conclusión de que "nuestro ritmo natural, es el
de no trabajar" al menos en las condiciones técnicas y sociales exis-
tentes. De idéntica manera ocurrió en la t'iat, en Turín: cuando los
obreros obtuvieron el derecho a formar consejos por cada grupo de
producción homogéneo y a elegir delegados (los "delegati di cottimo")
con el fin de autodeterminar las variables en su poder, no d~jaron, en
numerosos casos, de poner en cuestión las normas que ellos mismos
habían fijado y negociado con la dirección.
En efecto, desde el momento en que una norma es fijada por los
obreros y aceptada por la jerarquía, se convierte en un nuevo yugo
para el obrero. Puco importa que desde los puntos de vista físico y
nt-rviosn 5ea tolerable: desde el momento en que la direcci6rr la re-
conoce y la aprueba contraclualmente, la nueva norma deja de re-
flejar el poder autónomo del grupo obrcrp para convertirse en la ex-
presión del poder coactivo de la jerarquía patronal. Esta, en efecto,
no puede admitir en ningún caso la soberanía real del grupo obrero
sobre las variables que se encuentran en su poder. La fábrica no pue·
de funcionar más que si la producción de los diferentes talleres y de
las cadenas o islotes de montaje está coordinada y asegurada. La coru-
titución d~ stocks-tapón permite, efectivamente, conceder una mayor
flexibilidad a los ritmos de trabajo pero no permite su elasticidad ilimi-
tada. Es por esto por lo que la dirección (sea cual sea, por otra parte,
el tipo de propiedad de la empresa) pide a los grupos obreros, a cam·
bio de su poder de autodeterminación, el compromiso de que respeta-
rán las normas que han definido.
Los "delegati di cottimo" se encuentran entonces en una situación
extremadamente incómoda: elegidos de manera revocable por el grupo
de base, son mandatados por él para imponer sw exigencias a la direc-
ción. Desde que la negociación ha concluído, esas exigencias, incluso
cuando la dirección las ha aceptado íntegramente. se convierten en un
compromiso del grupo obrero de respetar las normas que él mismo ha
definido, y los delegados se convierten a los ojos de la dirección, en los
garantes de que este compromiso será atendido. De golpe, he aquí a
los delegados tran.sformadoi, a los ojos de los obreros (y a sus propios
ojos) en delegados de la dirección. Si rechazan jugar ese papel de lla-
mar a los obreros al "respeto de sus compromisos", se echan atrás en
tanto que mandatarios autorizados de la base: nunca más podrán vol-
ver ante la dirección para llevar una negociació_n. No les queda otro
remedio que dimitir, Y esto es lo 4ue hicieron, a fin de cuentas, lama-
yoría de los delegados representativos de la "autonomía ohrera". Los
que no dimitieron se convirtieron en representantes sinrlicales clásicos:
mcrliadorcs institucionales entre las a~piraciones de la base y las exi-
gencias inertes del aparato de producción (exigencias que la dirección
representa pero no inventa).
El poder obrero en la ba.~e se revela así como una imposibilidad ma•
terial, en el marco de las estructuras de producción dadas. Ahí sólo es
posible d poder sindical, es decir, el poder del aparato institucional en
el que los obreros han delegado el poder de representarles. Pero el po-
der sindical no es el poder obrero, como tampoco el poder del Parla·
mento es el del pueblo soberano. 1·:J sindicato tiene un poder en tanto
que instilución autunomizada frente a sus mandantes; se autonomiza
frente a sus mandatarios por el ejercicio mismo del poder de media-
ción que le constituye en institución. El fallo no está en los sindicalis·
tas tomados individualmente que, a veces, viven esta contradicciím con

54
aOicción o malestar¡ está en una división técnica y social del trabajo,
en un modo y en unas relaciones dc: producció'n., en la dimenaión y
en la inercia de: la máquina industrial que, al predeterminar rígidamen·
te el producto uí como las fases del proceso de trabajo, no dejan sub-
sistir más que un espacio marginal para el ejercicio de una soberanía
obrera en y sobre la producción.
También es la ampliación de este espacio lo que interesa conquistar
para que el poder exista. Lo cual no es una cuestión sin importancia.
Puesto que el obstáculo ante el poder, la aulonomía y la autogestión
de los productores no es simplemente jurídico o institucional. El obs·
táculo es material: está en la concepción, en la dimensión y en el fun-
cionamiento de las fábricas. Y no solamente en éstos: sino también en
el "capitalismo colectivo" que administra el conjunto de lu fábricas.
Ya que el secreto de la gran producción industrial, como por otra par-
te de todas las grandes máquinas militares o burocráticas, es que nadie
detente el poder. El poder allí no está sujeto; no pertenece a hombres
soberanos definiendo libremente las reglas y los fines de la acción CD·
lectiva. De abajo a arriba de la jerarquía industrial o administrativa, só-
lo existen ejecutantes plegándose a los imperativos categóricos e iner-
tes dc:I sistema material del que son servidores. El poder penonal de
los capitalistas, de los directores, de los jefes de todo tipo es una ilu-
sión óptica: ese poder no existe más que a los ojos de los que, situa-
dos jerárquicamente más abajo, reciben las órdenes de "los de arriba"
y están personalmente a su merced.
En realidad, "los de arriba" no son los autores soberanos de sus ór-
denes: son también ejecutantes. Una ley superior, que nadie ha formu-
lado, se impone a ellos, y a la que se pliegan so pena de ir a la ruina.
Esta les manda: "es necesario que el capital crezca", "es necesario que
llegutn más pedidos", "es necesario que los competidores sean derro-
tados", "es necesario que las máquinas continuen Cuncionando"••• Más,
más deprisa, más grande, más harato ... Tal es la ley del capital.
Marx decía que los capitalistas eran funcionarios: a la vez opresores
y alienados, sufren y transmiten una ley sellada en las cosas. Adminis·
tran el funcionamiento del capital, no le mandan. No poseen el poder,
son poseídos por él. KI poder no está sujeto: es sistema de relaciones,
es decir estructura. Es administrado, no poseído por el capitalista co-
lectivo. Y es esta dilución hasta el infinito del poder en el orden de las
cosas la que da a sus detentadores su legitimidad. En cualquier instan·
te, cualquiera de ellos puede decir: "No hago lo que quiero, hago lo
que e11 necesario. No impongo mi voluntad, es la necesidad la c¡ue, a tra·
vés de mí, impone 11u ley de bronce. No soy duei\o del juego, soy ser-
55
vidor como todos vosotros. Si véis algún medio de administrv esta ca-
sa de otra manera, a vuestro gusto, decídmelo, os cederé el sitio".
Todos los poderes modernos son de este tipo. No tienen sujeto: no
son llevados ni asumidos por ningún soberano, y se reivindican como
la fuente de toda ley y el fundamento de toda legitimidad. En el Esta-
do moderno, ningún jefe, ningún tirano, manda a los hombres en vir-
tud de su '<yo quiero", ni exige fidelidad y sumisión a su persona. Los
portadores del poder, en el Estado moderno, mandan a lc,s hombres
en nombre de una sumisión a un orden de cosas dado y del que nadie
se reconoce autor. El poder tecnocrático presenta una legitimidad
esencialmente funciono./: pertenece no a una persona-sujeto sino a la
función, al lugar que un individuo ocupa en el organigrama de la em-
presa. de la institución, del Estado. El individuo "en su puesto" es
siempre contingente, contestable y contestado: no tiene ni majestad
ni autoridad moral. Sórdidas historias circulan a su cuenta, se ríen a
sus espaldu, no es mejor que cualquier otro y puede ser sustituído
de un día para otro. El poder no le pertenece en propiedad, ni ema·
na de él: es un efecto del sistema. Resulta de la estructuración de un
sistema material de relaciones en el que una ley de cosas esclaviza a los
hombres por intennedio de otros hombres.
Poco importa aquí si ese sistema material ha sido deliberadamente
colocado para pennitir esta esclavitud. Lo que es decisivo, es que ésta
no puede ser abolida sin la abolición de aquél. El sistema industrial
tal como le conocemos tiene como efecto la servidumbre ante las gran-
des maquinas técnicas y burocráticas, y el poder del capital por m~-
diación de sus funcionarios. Echar a éstos sin poner fin a aquél en la
totalidad de su funcionamiento y de sus relaciones, es sustituir esta
burguesía por otra.

56
Now
m Entlhdo pcu puletadado • 1a11 ~ q1U1, en IUÓa de III polld6n ea 111 ¡noduc-
d6n Y mi la IOdedad, QO pmdm pana 0.. a SIi aplatamn 1 a IU lmpolllllda IIIÚ q- ~
.._., n . i . ~ . - d a e , d p o d a y allldcnaluclóndeladae ........
Entiendo por ~ . . . . - d ''flmdonldah col&lcdYo del capital.• 4ecir al oonjvnta
delolq. . . . . . . . . ,...,.__,..._ .. Clqlital.,1- ...........
(l)P...r- t. &Mtt _,.,,,.,., cap{tala IV, [V (Proadhon) dOlld9 Man: .:dbe: "'Na• a.-
ta .S. abn lo qua tlll o cal prole,lado, o ind.- el proletulaclo enlfla, • praponen momea·

~n::.~:===~:-::r:-..:t=:!!•=-..~.:
albJII e llnwombl9. 1111 111 p:a:a¡u ll1iaadón de uldenda, CDIIIO en toda la orpnlzad6n de la
lodldad b.....-KCUII'",
(]) EII IWndplor dtl,. l'lloNfá dtl Ddecho, pudcularmente, ata r- caractaúliQ; ""Ya
q11a • tn.tll de la Hbertad, DO a predio partl:r del lndMd110, de la condenda iadM1hal de IÍ,
lino 6alcunen19 de la CNnda de la cam:lenda de 11, JNN lo tepa o no elhambn, ata e-·
ria • .-ltza por m propu
d6n".
r.ra y Jm tndlwl- ao - ano lot momc:atal de • tedlza·
.
(4)Cf. Errlror /fltn6flcor de 11411 18S2.
(S) Lo qu. PJOJIOIIIO llldalamlate aquí conaponde a 111111 woda chl la allcnadón dlll traba-
jo qu • ~ mn:oalnr en MuJl CDn la condkláa de b111a1rla, pero ele III que lau,llnlsnta •
paede conlellu la llpdaidad IIIUXilta, cr. A. Gan, LII Mo,r,111 dtl 17i~tow. cap. 11 y ID.
(Exitltl edld6li en callelluo: ll&tontl:, ~ . Foodo da Cultura Ecoll6mica, 1964,
Miixko).
(6) "'L. id,oiopl '*-", tnd. MoUtor, p. 241-142, de la edlci6n A, Co1ce1. El mbrayado
amia.
(7) ·w, 0,plttll", libro ~ . IV pule, cap XII y XUI de la edidón A. Coaea. Ea la ffllnll•
l'am&ni, ..:ribll Marx, 111 oblao cokcthro y por comi¡wmle el capltlll no puedtln enrlquo-
- en fuerza psoducdwa IOdll n,ú qua d d. obfuo M mipollrec:e en fucnu producttvu
indtridalea. Y Man dla el adnunbk cCNIHRlarto de A, F-.a-, "Hlslo,y o/ Cllltl Sock-
ry ": "111 lponnda a la mlllbe ele la indUlbll. como lo n de le 111pultldón. Le reOexián
y la l m ~ ea:iD. ~ al uror;plfOlaCDttumbrcdemanrdpHolafflUlOno
depmde de UIII III da Oln. Atí podríe dedne que, por lo q1a11 IIO rea.re e les memarectoru.
la pmf-=lón COJllllde • poder prllClndlr de la inletipadl, de ..._, q1a11 d teDcr puede
ser c::iondda.do como uae lUl¡ldna euyu pertel ICl'Íln loll hombrn."
~8Jo~· "Gnl"'*-''', Bmln, 1'-'3, p. 231. Ver wnblén p. 312..JU. p. 3Íl7-388, p. 599.
(9) Pertlculenncn.111 Redoqn Rlch&a,, Serp Mdlet y yo mla.no en DI cap. (YO do ''Stnl~ OII•
mir.-c,_,,,,.._.'.(1964),rcedltedocn ''Rcfon,u,yfffDiudón''(LoSluil, 1969).Exia-
to edld6n ena1telleno,Bl1r111~0M!Ny~,EdidonCII En. Mllldco 1969.
(10) Ver e eatc "'PICla "Le• dqa11 el, l"ro#Q" e io, que ,e dedlce un comentuto en Clll
m ..... obm, eMKO l. "Lt# coacr thl pra,c,o" on la edición on castellano, H. Bh1m1 Edldo-
..._ lleddd, 1971.
(11) cr. Men, "61 c.p,r.,", cap. XIII, S4: '"En lupr de ..car apedelizado dunnlC tode •
vide en II maa.ejo de u• henamiCJlte pualede. el obrero lo 11tará en le COM.ucdán de une

=~~-~=-==~=;.elQo=:-_m:.:,::.!.~~
o,a el lllplldo, DD t1Ue IIIÚ que aepir el JDOY!mlmto" y ae convlezte 111 el ''compleJnonto
'1Yo do UD. memllilmo m11erto".

57
( U) Mux, op111 dt., ca el IIUlmO parápafo.
(U) Marx, opus dt., ea ,1 nia.no puqrafo.
(14) V•m"uribllladtacltA, Forsu-,

~.==.:.:.:~==~:i,~~==o:.
cad6n ea ~ l o . que "'el bclmltm.. pn,letarlo, .., deado 1111 CODCCPIO, cuece de esta-
111to Olol6&co,qlll'clpc,da'deladaaolnen.nolieDeplll8'...S.q1111nrcoalauperle1t-
cla semlble ('1o wMdo") de lall tmbajado,91 ni el comunlmlo con la reJiddad de ... gen•
1e1, pan expubu del ,;ampo a 1a 11oaorla toda pollble edlica del sllllnbmo, u clcclr,
d,lldlcl.ldllraatatalllelbabajadorcolecdvolObielollnblljadoretrivlenlC1,delapo·
licia del J::lll.ldo apelando a - olcrecho1 IObN 101 pni1el.lrtllll chld, el Pf(llel.lriado.
(16) Se campnnde qua - mjllto • milla de Jefe, Guía o ~1111arca: tiene la mlana •WCIII•
raqueDtol.
(11J Pu,1e ser q1111 • dlpq•noesclmtnnocapll.ll,pue1toquenopcrteuceyaapropiel.l·
rio, prlvailoa en competenda. rert-e, en erti:10, a 1111 proplel.lrio ,;,oieclivo único y ablcnc-
:o. Pero ¿ded6nda N dtd-quecl-.p.ital-polbtaya llO ncaplt.11!
(18) 1:1 colmo de la alianación • alcanza cundo,. MQ9 lmpenabk q1111 una actividad pueda
ICIMI 0110 objetivo qm no - w Sllulo y buane aobfe ou. raladonn que no .eaa lal ""r·
C&11tllet. La relvlndlc:ad6n pm parte da una rrM:c16n del RNmDUmto reminlltl europeo del un
salarlo soc::ia1 pan. lol troaloa: dmMdicol • inleribe ea ellll líaea. Sesún una kÍgic:a uutcuo·
mente capilllista-aMICIIIW, las aujelel RDlndlcan Al pn,1ci.1ae,o,, como 1111 praar- con
telael6n a Al ada.trutl; redluaa....:,, palllitarMate a1 macho, redumndo la 1adaliudón
do) a uavél de 1111a nm-rwión IDdal,......
,le ese •rwieio (su reeonodal6eato como •rrieio rendido I toda la sodedad y no IÓlo al mui•
pm el F.atlllo.
Yendo hala el nnaa da uta ~ . • proclaman que ta prosd1udón proreNOnal • un
protff,lo coa reladón a la paeja ll'ldlelonal y que la Ubcradón da la. mujer pua por la tJ1m•·
rorenc;la .a Mnicioa públklo1 del conjunto de car- ttadldonalnMntc uepradal por la mujer
en el marco de la ramilla. La Alpllllión de Cita, y por tanto la 1uprea!Ón de loa último• YCIJIJ·
¡p.. dl!ilal0dadaddwll,enbeneftdodclaastatallzadónln'-9raldelalrelaeio11111.smí.plan·
tcada como la ronna ac:alNda de la emaadpadón.
Ella líaea reivincHcadwa CIIIÍ ..-iealemtate en can1!Wdkclón c:on la lucha por 1111 nuevo
reputo del rola en la pU.ija y wiadla1rilrudoo equilibrada y YOblallN de las tu-.. dom1hti·
cu entre la JlllljU y III homM GOaVerddol e11 oompulerot II miaino ni~.
(19) Le 111~da: ylacalidacldcldesarrolloiadmtrialalemán1euplicancngranpartcporlas
relKiona (]lanuda mú t.u!Sc "palemalltlu") que los pa1mno1 iad011riales demlllllel e1tabJe.
e{1n con ns otiran,1 pto(Nlonalel. La dlferea.dll de la hiltonll del moYlrniei,10 ot>rem en Ale-
mania, en Gran Dmalla y en Fnrda,m-ú. ta:atadlacla ca función deCIII reladÓa. Loa
o)bftrot profaioaalel, mcdd.. de entrada por la patronal a1nnana e.a su Jucll), han uumido.
en una medida mú llllponan.111 que en otros alticn, el papal de ··oDc:ialet'" o dt "suboftdala"
de la pl0ducció11. fl -rcmindkalilmo, por •te hacho, ao ... podido to_, an Alemania la
mbma a:umdón q ... aa l'rancia, mientnl qua el lindlc:albmo d11 maMS. apoyánd- en los
obreros espedallzado, y 11n 1.. peones, r blllClllldo an poder de nqodlldón ln1dludonallm-
"º· se ha cleNr1ollado nllÍI dapriM y mú pronto.
(20) ''Sur ta COIIUI& th dll~1", en I.t11 Tflffllll Modtn1e1. junio de 1974.
(211 AmtereapeelO-Anexo l.

58
11. PODER PERSONAL Y PODER FUNCIONAL
El movimiento obrero muy pronto fue conducido a diferenciar en-
tre poder personal y poder funcional. El primero es el resultado de una
superioridad no de posición sino de capacidades y de saber: el obrero
profesional domina las maniobras por medio de su habilidad y las di-
rige en su trabajo. El obrero reivindica esta superioridad y exige su re-
conocimiento: el anarcosindicalismo iba emparejado con el espíritu
corporativista y el elitismo profesional.
En cambio, se enfrentaba a la patronal en la medida en que ésta de-
bía su dominación no a un conocimiento superior sino solamente a la
posición dominante que le confería la propiedad del capital y el con-
junto de instituciones y relaciones jurídicas que la consagraban. Cual-
quier imbécil podía ser patrón con la condición de haber heredado de
su padre una empresa, una fortuna y el nombre al que estaban puestas
las relaciones jurídicas, la posición social y el sitio en el tablero insti·
tucional.
Pero en la misma propurci6n que en el plano ideológico el anarco·
sindicalismo combatía a la patronal en tanto que clase y en tanto que
función, la élite obrera eia capaz de entenderse con los empresarios de
tipo schumpeteriano, es decir, con los creadores de empresa que tic·
nen la pasión de la realización técnica y el gusto por el trabajo bien he-
cho. El poder personal de este tipo de empresario residirá por otra par·
te, en gran medida,-en su capacidad de hacer reconocer a los obreros la
superioridad de su saber en el ámbito que es de su competencia y, so-
bre esta hase, establecer en el seno de la empresa un condominio de to-
dos aquellos que son susceptibles, en razón de su cualificación, de in-
vertir en ella una parte de sí mismos. El antagonismo de clase ha en-
contrado frecuentemente su límite en las relaciones entre obreros pro-

61
fesionalcs y patronos que ejercían un poder personal; es a través de su
carácter pcnonal por donde los fines del emprcsari0 schumpetcriano
trascienden su naturaleza de clase y pueden ser comunicados al colec·
livo obrero ·-O sea, por él asumidos.
El peor poder no es por tanto el poder personal del jefe que impo·
ne su voluntad soberana y exige de los demás que persigan los fines
que él libremente ha escogido. f:jerccr este tipo de poder personal es
ponerse personalmente en juego: proclamando sus objetivos, reivin-
dicándose como único responsable de sus empresas, d jde se expone
a la contestación. Será admiralile u ocioso según que consi~a o no ha·
ccr que sus subordinados se adhieran a sus fines. Trabaja sin protec-
ción ni gar4lltÍa, en su propio nombre. Oidcndo "yo quiero" no pue-
de refugianc detrás de las necesidades exteriores ni de las l.'ausas que le
liUperan: el po4er, en él, es sujeto y, por eso mismo, él puede ser com-
batido, cuestionado y rechazado por aquellos sobre los r¡uc ese poder
es ejercido. Ejercer un poder personal, es necesariamente aceptar el
conflicto en su forma más directa, de penona a persona. Afirmar su
propia voluntad, es exponerse a que los otros le opongan la suya.
Así como el empresario schumpeteriano, d jefe visionario vive ge-
ncralme-ntc en un clima de vehemencia y de drama. Sus relaciones con
su entorno están cargadas de afectividad y de pasión. Cada antagoni.~·
ta de estas relaciones sabe que puede ser llevado al fracaso. Si bien es
tas relaciones continúan siendo, evidentemente, relaciones de dase,
ninguno de los antagonistas está enteramente predctenninado en sus
conductas por las reglas jurídicas e institucionales que las rigen. El po-
der personal del misn10 patrbn puede ser destnaído y, con él. rsrt" tipo
rle empresa. Otras cmvrcsas ocuparán, sin duda, su lugar, en las que la
dorninación del capital tendrá bases mcn~ frágiles qm: la autoridad
persurHJ rld e1npresario. (.Pero, ,¡ué bases?
F._I. fundamento de la legitimi~.Mi rlcl poder ,·s una d<' la.~ grandes
~Ucsttoues, no rcsu~lta.~ e.le la sve1cdad capn,dista. Sc\,,rún su idcologí, 1,
esta rleh1:na garanuza.r siempre a los más aplos d acct·so a las posido-
nes dominantes. La 1deolo¡.;Ía liberal implica la meritocracia y ésta
· siendo las aptitudes y los méritos in<lividuales por naturaleza intrans-
misibles y solamente i1npl..ltahles a los esfuerzos de cada persona- su-
pone una íluide:.o: y una habilidad perfectas de las relaciones de poder:
1\inguna inercia material ni institudonal debe obstaculizar la movilidad
social. El triunfador de ayer tiene que poder ser rlesaloja<lu por el que
hoy 1;s más capaz que él. P~tronos y proletarios, banqueros y campesi
nos tienen c.iue poder pennuta~ permanentemente sus respectivas posi-
doncs. f .a idcolog{a liberal pos.!Ula que el ixito en lo~ negocios jamás
62
procura a los ganadoff:s los medios de perpetuar su poder, o mejor
aún: que el poder que procura el éxito de los negocios no comporta,
por naturaleza, el cemar el camino a recién llegados más capaces y el
transmitir, por herencia o delegación, sus prc1Togativas o privilegios.
Esta visión ideal de la sociedad de hombres libres_e iguales podía
tener una parte de verdad en la época heroica del capitalismo. que fue
también la de la coloni:ución de América del None. Suponía, cfccti·
vamente, que las oportunidades de emprender algo y de triunfar eran
prácticamente ilimitadas, es decir que a nadie le impediría triunfar el
éxito de los que le habían prccedidü. Hasta enunciar esta condiciém pa-
ra apreciar que no puede existir más que de manerd excepcional y du-
rante un tiempo limitado. 1-:1 númeru de posiciones de pnder está, en
efecto, limitado en on momento y en una sociedad dados. Ademó, con:
trariamente al postulad1> implícito del liberalismo, no hay poder que'
no sea, por naturaleza, poder de perpetuane y transmitirse. RI poder
es, por definición, confiscación de una posiciém dominanlC y las posi-
ciones dominantes son necesariamente privilegiadas y escasas. Qcupar
una de ellas, es prohibirle el ac:ccso a los demás. l..a única cuestión po-
líticamente importante es la siRtJiente: il.a posición dominante ha si-
do creada por el que la ocupa y el poder que confiere está destinado
a desaparecer con la persona <¡ue la ha for_jado? O, por el contrario, lcl
poder es inherente al lugar prerxisterile llllC su detentador ocupa en el
sistema de relaciones sociales y, en consecuencia, independiente de la
persona de: su titular?
El envejecimiento de una sociedad, y partic:ularmcnte de la sociedad
cllpitalista, es la predeterminación creciente y, finalmente total, de las
posiciones de poder y de hu modalidades cie su cjcrcic:io, Tocios los lu-
M.UCS a ocupar están pn!delinidos, al igual que la., c:ualiciadcs requeridas
dr. sw Litularc:s. Nadie podrá, por medio de su audac:ia, triunfar al mar·
gen de los c:aininos tra;f.ado,;; ron anterioridad, es decir al rn1irgc:n de las
instituciones cstablec:idas. 1.a dominación nunc:a será. ejercida por per
sonas ni dependerá de sa autoridad personal. Se ejercerá por la vfa
institucional, según un procedimiento l)rcviamcnte definido, y los
que tienen como función perpetuarla, serán ejecutantes dominados,
no jefes: estará.u al servieio de un "aparato" de dominación (los
americanos dicen de una "machine", los británicos de un "establish·
rnent"). Prestarán su persona a un poder impersonal que les supera.
l::,;;ta esclerosis institucional de la dominación forma un todo único
con la burocrati:r.ación del poder. Nadie podrá conquistarla por y para
sí mismo; solamente se podrá intento/ el elevarse a una de esas pn11icio-
nes a las que es inherente una paKcla de poder. De esta manera, yano

63
son los hombres los que tienen poder, son las funciones de poder las
que tienen a los hombre1. Ya no están creadas a su medida por podero-
sas individualidades para exaltar la singularidad de su "yo"; modelan
a su medida las individualidades que las atienden. Los aventureros, los
conquistadores, los empresarios schumpeterianos ya no tienen sltio en
esta sociedad: el éxito pertenece a los carreristas: a los que han segui-
do el escalafón y terminado los estudios que adaptan la penonalidad,
el lenguaje, las maneras y el saber a las [unciones que esperan sus hom-
bres.
Esta evolución fue inscrita en las cosas a partir del momento en que
el capitalista individual íue sustituído por la sociedad anónima, el em-
presario por el Banco, el patrón por el capital y sus íuncionarios: los
managers. Todo el aparato de dirección y de gestión polilica y econó-
mica está estructurado de manera que satisfaga las exigencias de renta·
bilización y de circulación del capital. Es necesario que la lógica de és-
te prevalezca independientemente de la inteligencia de los individuos
que le sirven; es necesario que le sea uegurada la supremacía indepen-
dientemente de la autoridad y de las capacidades individuales de sus
íuncionarios. Lo mismo puede decirse, naturalmente, del aparato de
dominación política: debe garantizar la dominación sobre la pobla-
ción sin permitir a nadie ejercerla en su nombre y por su cuenta. El
Estado será esa máquina de poder a la que se subordinan todos los
ciudadanos y que no permite el poder personal.
l.a figur11. fundamental de r.11ta sociedad será por tanto el burócrata.
F.ste asegura al Estado su poder sin detentar él mismo ningunu. Es el
ejecutante parcelario que asegura el funcionamiento del aparato de do-
minación aplicando un reglamento del que no tiene que responder,
11ustituyendo una función en la que no puede identificarse personal-
rncnt,e. ~I poder del funcion~o es impotente: asegura la integridad de
la maquma de poder, renunciando él mismo a tener poder alguno. En-
granaje de un mecanismo, es el instrumento de un poder sin sujeto: en
el aparato del Estado, como en la gran empresa, el pode¡. es el organi-
grama.
Se observará con razón que ese organigrama ha sido inventado por
h?m~res para garantizar con una cuasi-automatic!dad la sumisión je-
r~~ca de otros hombres. El organigrama ha sido concebido por esos
tecmcos del pod~r ~ue son los "consultores en organización" (o, lle-
gado el cuo, los Junstas): predefine el íuncionamiento de un conjun-
to, le divide en lareas especializadas y predetermina los nudos de co·
municadón transversal y vertit:al entre los ejecutantes de esas tareas.
Una red de [unciones, de coordinaciones, de controles, etc., regula la

64
circulacjón de Ju informadones y de las decisiones fragmentarias y
prevé poderes parciales que 1e equilibran y se excluyen de manera
que se impide la supremacía de un individuo o de un grupo. El hecho
de haber sido inventado por un hombre no significa que el organigra•
ma sea la materialización del poder de ese hombre. El consejero en
organización (o el especialista de derecho constitucional) no tiene, per-
sonalmente, más poder que los otros funcionarios: él e1 el eapccialista
de una dominación que se ejen:e sobie todos a través del no-poder de
cada uno de ellos.
La eliminación del poder pcnonal en beneficio del poder funcional
inherente a un organigrama. anónimo, ha cambiado profundamente los
envites de la lucha de clases. El poder en la sociedad y en la empresa es
ejercido desde ese momcntc;, por hombres que ni lo detentan, ni res·
panden de sus conductas, que más bien se descargan en la función que
les es atribuida para responder de ellos. Por el hecho mismo de ser eje-
cutante y servidor, el burócrata nunca es responsable. Insensible a la
rebelión, parapetado detrás de las obligaciones predefmidas de su fun·
ción, desarma toda protesta: '"Nosotros no hacemos lo que queremos.
Aplicamos el reglamento. Ejecutamos órdenes". lOrd.enes de quién?
¿ Reglamento inventado por quién? Por mucho que se ascienda, nunca
se descubrirá, en su origen, una persona afirmando: "Soy yo". Por
muy sistema de clue que sea el sistema dominante, el resultado no
e, que los individuos que componen esa clase sean individuos domi•
nantes. F.llos mismos están dominados hasta en el poder que ejercen.
El sujeto de ese poder es ilncalizable y precisamente por ello es por lo
que las ma,ai subalternas reclaman implícitamente un soberano al que
puedan pedir cuentas, presentar sus rcivindic;u;ione1 n sus 1í1plicas:
"Mande quien mande, los patronos siempre tienen dinero y, mientras,
rl pueblo est& cada ve:,; más harto".
Se ve la trampa: imputar lus efectos de un sistema a un tupucsto so·
berano que será personalmente responsable, e, implícitamente esperar
la salvación de un soberano real que se declararía personalmente garan•
te de efectos diferentes. Recurrir a un jefe prestigioso (a un "'salvador
supremo") contra los efectos de un sistema de dominación burocráti·
cu, no es más que una conducta particular de la pequeña burguesía.
Cuando las masas dominadas no tienen medios ni teóricos ni ptácticos
de atacar al sistema de dominación como ilegítimo e insoportable, el
rcnnso al poder personal puede aparecer como una salida deseable.
Por el mero hecho de decir "yo quiero, yo decido, yo proclamo" el je-
fe libra al pueblo de caer en la impotencia. Frente a un sistema de hu{.
d;1 ante la responsabilidad, de burocracias anónimas, de dominantes

65
ejerciendo un po<ler sin ser asumido, y todo el año quejándose de que
no hacen lo que quieren ni quieren lo que hacen, el jefe, el Führer, es
ante todo ese "gran individuo" que osa decir "yo". El poder, todo el
poder, es él. El lo asumirá personalmente. El será el recurso, la salva-
ción de todos los que buscaban vanamente a los responsables de sus
humillaciones. El señalará a esos responsables: son los pequeños bur-
gueses pusilánimes y "embrutecidos"; los plutócratas y otros "cosmo·
politas" que, emre pasillos, tejen su tela de araña de combinaciones,
de especulaciones y de ententes ocultas por encima de las fronteras;
son los políticos corrompidos e impotentes, vendidos a una clase di-
rigente indigna que antepone sus mezquinos intereses a los de la na·
ción. Pueblo, despierta: en lugar de los fines miserables de la burgue·
sía, el Führer te anuncia sus objetivos grandiosos. El te: libera de la
opresión de procesos que nadie: ha querido, de los efectos de un sis-
tema de:! que nadie quiere responder. El someterá la Historia a su vo-
luntad, sustituirá las oscuras leyes de las cosas por su "/14.t". Desde es·
te momento todo lo que se haga, será hecho por su voluntad. "Führer,
manda, te: obedecemos" y en la obediencia encontramos nuestra hu-
manidad y nuestra grandeza.
Tal es el discurso del fascismo. Trasciende las fronteras de clase y
moviliza las necesidades que ha engendrado, sin poderlas satisfacer,
un sistema de dominación impersonal, basado en la impotencia de to-
das y cada una de las personas que bajo el mismo conviven. El desa·
rrollo del fascismo tiene: como condición indispensable la existencia
de un jefe ligado a las masas, a la vez prestigioso y plebeyo, capaz de
a.sumir al mismo tiempci la majestad del Estado y la individualidad del
"hombre de la calle" llevada a su máxima expresión (l). A falta de este
tipo de jefe carismático puede haber dictadura militar, monarquía re·
publicana, o l::stado policial, pero no fascismo.
La especificidad del fascismo estriba en la idcntificaciOn del jefe to-
dopoderoso y del pueblo. El poder del FüMer es el poder por reprC:·
sentación de: cualquiera y de todo el mundo. El Führer es el hombre
del pueblo que ha tenido la fuerza y el valor de expulsar a todos los
aprovechados, explotadores, parásitos, burócratas y políticos que man-
tenían atrapado al pueblo en el sistema y que le impedían tener una
voluntad. El íascismo abolió el poder funcional a todos los niveles para
sustituirle en todas partes por el poder personal de los más fuertes y de
los más capaces. Abolió el sistema. Desde ese momento, todo poder re-
flejará la capacidad superior del que lo detenta. La sociedad, como el
Partirlo único, tendrá a su cabeza a "los mejores" y la jerarquía social,
como la de las organizaciones de masas Uóvenes, Mujeres, Trabajado-

66
rc1. Corporaciones, cte.) estuá basada en el valor de los individuos. Se·
rá imposible subir escalones graciu a "'pi1otones", a relaciones, a arp·
cias, o a tráficos de inOuencias. Lo que precisamente 1c reprocha ~ la
francmuoncr(a, a la burguesía y a 101 judíos, es el haber monopoliza·
do Lu posiciones de poder por medio de su sistema de protecciones.
La antipa '"élite: decadente:". "'degenerada", ••corrompida", estaba
compuesta por estafadores que se asignaban los mejore• puestos uti-
lizando sus "amistades" e "'inRucncias" sin, por supuesto, ser "'los me-
jores", salvo en el despreciable arte de la intriga.
Toda esta podredumbre sería hurida por la nueva élite plebeya, que
velaría por que en todas lu cosas coincidieran la jerarquía de las fun-
ciones y la de los hombra. El fascismo utiliza un gran lujo de medios
-y en particular de decorados, insignias y uniformes- para medir y
denotar esta jerarquía de los hombres. Deportes de competición y
competiciones deportivas tendrán un papel eminente en la determina-
ción de los "más capaces". La potencia corporal será un valor cardinal:
la superioridad física del más fuerte sobre el más débil cs. de todas lu
superioridades, la menos contestable, la más facilmcntc mcsurable, la
más evidentemente ontológica: el que tiene una potencia muscular,
una habilidad corporal superior, es potente en y por si mismo. El poder
que obtiene de esta potencia no debe nada a la posición social, a las
relaciones o a las mediaciones culturales. El fascismo será una revolu-
ción cultural viril: liquidará los valores burgueses (propiedad, ahorro,
cultura, familia, casa, vida privada, buenas maneras, caridad, toleran-
cia, etc.) para 1ustituirlo1 por valo¡"CS vitales (2). Exige sobresalir de
todos sus jefes (al mena. en apariencia) según estos valores (de ahí las
numerosas reminiacencias que toma de la sociedad feudal). Será. una
liberación bárbara y brutal, y la promoción de todos aqucUos cuya
ÍU<:r.l.id. ha sido hasta entonces mantenida a raya por las combinaciones
de los aprovechados emboscados. En el lugar del antiguo F.stado, apa-
rato de dominación que nadie dominaba, máquina de poder en la que
nadie tcn{a el p'bder, el nuevo Estado será una pirámide de poderes
penonale1 animados por una única y misma voluntad, la de "nuestro
Jefe adonu:lo".
Tal e1, al menos, la práctica ideológica del fascismo. Esta práctica re-
chaza los partidos políticos y el ..sistema de partidos" no solamente,
como no ha dejado de decir, porque ninpna mediación puede ser to·
lcr,u!~ ~ntrc la ~oluntad del Führtfr y la de su pueblo: ésta debe ser
una uruca y misma voluntad, una comunión permanente. Sino que
ex(slc una razón aún más fundamental: el fascismo sustituye una: má-
quma de podtt por el poder de un hombre. Ahora bien, lo específico

67
de los partidos políticos es el reclamac.para sus hombres !os p~c:;tos
de mando de la máquina de poder estatal. Todos los partidos vtenen
a ser lo mismo desde este punto de vista: todos son réplicas ~el ~.pa.ra-
to del Estado que ambicionan controlar. Todos son una asoc1a~on de
personas que codician un poder íuncional y se disponen a repartirse, a
íuerza de combinaciones. de intrigas, de traiciones y chalaneos, las po-
siciones estatales de poder donde manifestarán, conforme a las leyes
del sistema, su impotencia personal. Para el fascismo, la abolición de
los partidos forma parte de la abolición del Estado en tanto que apara-
to de pockr impersonal, exento de voluntad.
Lejos de nuestro ánimo las explicaciones simplistas que presentan t:l
fascismo como una in,..ención del gran capital al tratar de desviar la cri-
sis del sistema económico apoyándose para este fin en la rebelión reac-
cionaria de las clases medias amenaz"adas de proletarización. t:n reali-
dad, la ideología fascista expresa y moviliza un conjunto de nccesida·
des, de frustraciones y de aspiraciones nacidas rlel sistema de domina-
ción propio de las sociedades industrializadas. Los temas de la ideolo-
gía fascista están permanentemente presentes de manera difusa, en to-
das las capas y clases sociales de estas sociedades, muy especialmente
en las clases popu1ares (y, en Francia, en los discursos de los Jirigentes
comunistas). Pero sólo circunstancias excepcionales (en particular el
bloqueo de las posibilidades de promoción social bajo el efecto de la
crisis económica) y la existencia de un jcíe carismático penniten la fu.
sión de esos temas y de las masas que los propagan espontáneamente,
en un movimiento radicalizado. _
Sustituir un sistema de dominación funcional por la promoción per·
manente de los más capaces, el poder de una clase monopoli<'!a.Jldo las
posiciones clave por el poder personal del Führer, t'I Estado y su bu-
1 ocracia por las organizaciones de masas animadas de un pensamiento
y de una ,¡oluntad únicas: la reali<!ación de este programa supone una
transformación radical de la suciedad y del Estado, una refundición to-
tal de todas las instituciones, próxima, en ciertos puntos, de la que
propone el movimiento socialista. Ahora bien, el conjunto de estas
transformaciones supondría la transformación del sistema de produc-
ción, la supresión de los grandes aparatos técnicos, de las grandes uni-
dades económicas y administrativas, en suma, de todos los conjuntos
institucionales que, en razón de su dimensión y de su complejidad,
no pueden ser dominados por el poder personal de una persona ·y exi-
gen una división funcional de las tareas, incluidas las tareas de direc-
óón. El fascismo no prc,¡é nada de eso. Por el contrario, el "Führer-
pn·nzip" -el principio según el cual el poder personal del Führer y su

68
voluntad única se: c:je(ccn sohre todas las cosas y a todos los niveles-
exige que el aparato de dominación sea reorganizadb en el sentido de
un reforzamiento de la centralización con el fin de que ningún poder
personal pueda ejercerse excepto el del jefe supremo. La máquina de
poder deberá por tanto estar calcada del modelo de la máquina mili-
tar, con sus escalones, sus sucesivos controles jerárquicos, y sus reglas
estrictas de obediencia y disciplina. Al margen del poder absoluto del
Führer sólo podrán existir los poderes delegados qve los jefes subalter-
nos ejercerán "por la voluntad del Fü.hrer" y en su nombre, siendo re-
vocables por él. 1-:n lugar de una promoción de: los más capaces, la se-
lección de los jefes subalternos se hará según criterios de lealtad y de
fiabilidad: la demagogia en el confoTTT1ismo y la adulación servil ante el
"jefe adorado" y sus emisarios serán las c-ualidadcs principales que de-
berá mostrar el que quiera hacer carTera.
1-'.n resumen, el poder penonal del Fü.hrer será la coartada ideológi-
ca de una burocrati:1.:ación total de la vida pública. 1:-:l Estado fascista
presentará, empeorándolos, todos los defectos y todas las perversiones
del ESlado del capitalismo burocratizado; pero estas perversiones ya
no podrán ser designadas ni nombradas: la propaganda oficial demos·
trará incansablemente: que han sido suprimidas y ningún medio subsis-
tirá para contradecir la propaganda oficial. 1::1 Fü.hrer y su camarilla se·
rán presentados como los héroes permanentes de la historia en curso y
los autores personales de todas las decisiones. La transmisión y la apli-
cación de éstas exigirá una militarización de la práctica administrativa
y económica, con todo lo que comporta dt" líos, de protecciones, de
nepotismo, de tráficos clandestinos, dt" irresponsabilidad, -etc. Los Es-
tados policíacos hitleriano y estalinista eran de una notable similitud
en este aspecto. La abolición dd poder funcional en beneficio del po·
dcr personal se salda, en definitiva, en las sociedades modernas, con la
dictadura de los detentadores del poder funcional y la personalización
de una dominación del aparato.
Esta digrt"sión nos peTTTlite situar mejor la problemática del poder.
Ene, en las sociedades modernas no tiene sujeto: sólo es personal en
apariencia. Su realidad es estructural: se deriva de la existt"ncia de un
aparato de dominación que confiere un poder funcional a los que ocu-
pan los puestos, cualesquiera que sean, por otra parte, slli: capacidades
y su color político. En tanto que el aparato de dominación permane·
n: intacto, es políticamente indiícrente el saber quién ocupará los
p\U:stos de poder: es el apar.1Lo quien determinará la naturaleza del po·
der y el mudo de gobierno. las rdacioncs entre la sociedad civil y la so·
..:icdad política. y entre la sucicclad política y el Estarlo. La necesidad

69
de apodenne dd apuato de dominación con el fm de cambiarle a
continuación es la ilusión constante del reformUlmo. No niegO que és-
te haya efectuado reformas; pero no ha cambiado la naturaleza del po-
der ni el modo de gobierno, así como tampoco las relaciones entre la
sociedad civil y el Estado. Sus reformas, por el contrario, han servido
para legitimar y refol'Zar el aparato de poder, la dominación sobre las
masas y su impotencia..
El proletariado es constitutivammte incapaz de devenir el ,1ujeto del
poder. Si SWI representantes se apoderan del aparato de dominación
instalado por el capital, reproducirán el tipo de dominación de éste y
devmdrán a su vez una burguesía de función. Una clase no puede cli-
mll\ar a otra tomando el sitio de ésta en el aparato de domll\ación. Ha·
ciendo e10 no obtiene más que una permuta de los titulares de los
puestos de poder, no una transferencia de éste. La idea de que la do-
mutación dd capital pueda ser transferida al proletariado y "colectivi·
zada" gracias a esa transferencia, es tan descabellada como la idea de
que las centrales nucleares serían democráticas gracias a la transferen-
cia a la C. G. T. (3), de los puestos de dirección, control y gestión.
La idea de la toma del poder es de nuevo considerada fundamental.
El poder no puede ser tomado más que por una clase de hecho ya do-
mll\ante. Tomar el poder es arrebatárselo a los que lo ejercen, no to-
mando su lugar sino colocando a éstos ante la imposibilidad duradera
de hacer funcionar el aparato de su dominación. La revolución es ante
todo la destrucción irreversible de este aparato, y supone una práctica
colectiva que desplaza a este aparato desan-ollando una red de relacio·
nes de nuevo tipo. Cuando un nuevo aparato de domll\ación es engeri·
drado por esta práctica y se garantiza un poder funcional a los dirigen·
tes, la revolución ha tennll\ado: un nuevo orden institucional ha sido
puesto en pie.
La., revoluciones pasadas han tratado generalmente de suprimir todo
poder funcional con objeto de suprimir toda forma de dominación.
Generalmente han fracasado: el poder funcional renace inevitablemen·
te de los aparatos de producción social a gran escala y de la división de
tareas a ellos subyacente. Querer hacer depender la supresión de las re-
laciones de dominación de la supresión del poder funcional, es tanto
como trazarse una tarea insoluble. La única posibilidad de abolir las
relaciones de domUlación, es el reconocer que el poder funcional es
inevitable y el hacerle un espacio árcunscn"to, previamente determi-
nado, de manera que se disocie poder y dominación, y se proteja las
autonomías respectivas de la 1ociedad civil, de la sociedad política y
del Estado.

70
Notu
(l)Lu~qaepennltatil...,..._uide . . . t l p o d e j c f ' e - ~ t i a n -
cepdoaaJa. Ea álcunaii. • 1-.da la qllfl a:plk:a la deblidad del tucumo en Franda. h.
WD o De GU&lki uan ~ plllO no e.taban lipdoa ,1u-. Dorlo10 Paujadeenn
plobeyot pero no eran pruUp,eoa al tenían d -tldo del Eltado.
(2) He d-n.do tltlM upectoa en F~ent, p,,Jflr u1tt tffONh (Gllll.4e, 1977).

. ,.......
(l) N. de T.: Co#t/«lostlolr Gnwr1I tltt n...a, c:entnl aindk:11 próxbna al Putido Comunif..

71
111. MAS ALLA DEL SOCIALISMO
1. MUERTE Y llEStllUU!CCION DEL SUJETO IUSTORICO,
LA NOCLA.SE DE LOS PR.OLETARIOS POSTINDUSTIUALES

La crisil del socialismo ea. ante todo, la crisis del proletariado. Con
el obrero profesional polivalente, sujeto pol.iblc de IU tnbajo producti-
vo, y, por consiguiente, sujeto posible de la transformación revolucio-
naria de las relaciones sociales, ha desaparecido la clase capaz de tomar
a su cargo el proyecto socialiata y de incorporarle a la realidad. La de-
generación de la tcon'a y la práctica socialistas procede fundamental-
mente de ahí.
En efecto, para Marx, el 1ociafü1mo "científico" tenía un doble fun-
damento: era uumido por la clue virtualmente: mayoritaria de los pro-
ductores 1ociales prolctarizadoa¡ y esta cluc se dcrmía en su naturale-
za por la imposibilidad consciente de aceptar su ser-de-clase. Cada pro-
letario, en tanto que individuo de clase, era la viva contradicción entre
la soberanía de su praxil productiva y el estatuto de mercancía que la!
relaciones sociales capitali1tu conferían a esta praxis, reducida a una
cantidad indiferenciada de trabajo y explotada en tanto que tal. El
proletarjado tenía que sc:r sujeto posible de la n:volución 1ociali1ta
porque en cada proletario había una contradicción inevitable entre la
soberanía de .ru trabajo y de 1u1 relacione, de trabajo, por una parte, y
la negación de esta soberanía por el capital, por otra. La unidad y la
conciencia de clase tenían 1u fundamento en la necesidad inevitable de
que cada proletario encontrase en su propia actividad individual la ne-
gación general de la soberanía de todos los proletarios.
El ser-de-clase era el límite externo globalizador e in1oportable de la
actividad de todos y cada uno de clloa. El proletariado era la única e,
hi1tóricamente, la primera clase que no tenía otro inteff:1 de clase que
el 1uprimir su sc:r de clase destruyendo lu detcrminacione1 cxtemu
que le constituían. Dicho de otra manera, el proletariado de Marx era,
,.
en su ser, la negación de su ser. V el "'socialismo cientírlCO" pretendía
únicamente explicitar cómo esta negación podía ponene en positivo,
en unas condiciones bajo las que podía devenir efectivamente operante.
Ahora bien, como hemos visto, la división capitalista del trabajo ha
destNído el doble fundamento del "socialismo cientínco":
- El trabajo obrero ya no comporta poder. Una" clase para la que su
actividad social no es una fuente de poder no tiene la posibilidad de
llegar al poder, ni de poner a prueba esta vocación.
- El trabajo ya no es una actividad propia del trabajador. Ya sea
ejecutado en la fábrica o en el 1cctur seivicios, es, en la inmensa mayo-
ría de los casos, una actividad pasivizada, preprogramada, totalmente
sometida al funcionamiento de un aparato y que no deja lugar a la ini-
ciativa penonal. Para el trabajador ya no es pue1 cuestión de identifi-
carse en "su•• trabajo o en su función en el proceso de producción. Todo
parece pasar al margen de él. El "trabajo" mismo es una cierta canti-
dad de actividad reificada que va al encuentro del "trabajador", 1ome-
tiéndole.
Ahora bien, con la posibilidad de identificarse en el trabajo desapa-
rece el sentimiento de pertenencia a una clase. lle la misma forma que
el trabajo queda exterior al individuo, también le queda su ser-de-clase.
De la misma forma que el trabajo es una tarea más que se ejecuta sin
invertir en ella nada de uno mismo y que se abandonará por otro em-
pleo también contingente, la pertenencia a la clase es vivido como un
hecho contingente, carente de sentido.
Para el trabajador ya no es cuestión por tanto de liberanc: na el se-
no del trab~jo ni de hacerse dueño del trabajo ni de conquistar el po-
der en el marco de ese trabajo. A partir de ahora ya no es cuestión más
que de liberarse del trabajo rechuando a la vez la naturaleza, el conte-
nido, la necesidad y las modalidades. Pero rechuar el trabajo, e1 tam-
bién rechuar la estrategia tradicional del movimiento obrero y sus for-
mas de organización: no se trata ya de conquiatar el poder como traba-
jador, sino de conquistar el podCr de no funcionar como trabajador.
No se trata ya del mismo poder. La clase misma ha entrado en cri1is.
Esta crisis es sin embargo mucho más la crisis de un mito y de una
ideología que la de una cl~e obrera realmente existente. Durante más
de un siglo, la idea del proletariado ha logrado disimular su irrealidad.
En la actualidad esta idea está tan acabada como el mismo proletaria-
do, porque en el lugar del trabajador colectivo productivo nace una
no-clase de no-trabajadores que prefiguran, en el seno mismo de la 10-
ciedad existente, una no-sociedad en la c1ue las clases serian abolidas
al mismo tiempo que el trabajo y que todu las formas de dominación.

76
Esta no-clase, a diferencia de la clase obrera, no es producida por el
capitalismo ni está marcada por el sello de las relaciones capitalistas de
producción, sUlo que es producida por la crisit del capitalismo y por la
disolución, por efecto de las nuevas técnicas de producción, de las re-
laciones sociales capitalistas de producción. La negatividad de la que,
según Marx, la clase obrera debía ser portadora, no ha desaparecido
por tanto en absoluto; se ha desplazado y radicalizado en un nuevo lu-
gar. Ha tomado, al desplazarse, una forma y un contenido que niega a
la vez y de manera directa la ideología, la base material, las relaciones
sociales y la organización jurídica ( o Estado) del capitalismo. Tiene so-
bre la clase obrera de Marx esta ventaja suplementaria de ser de entra-
da consciente de ella misma, es decir, una existencia indisolublemente
objetiva y subjetiva, colectiva e individual.
Esta no-clase engloba, de hecho, al conjunto de individuos que se
ven expulsados de la producción por el proceso de abolición del traba-
jo, o subcmpleados en sus capacidades por la industrialización (es de-
cirla automatización y la informatización) del trabajo Ultelectual. Englo-
ba al conjunto de esos supernumerarios de la producción social que
son los parados actuales y virtuales, permanentes y estacionales, to-
tales y parciales. Es el producto de la descomposición de la antigua so-
ciedad, basada en el trabajo: en la dignidad, la valorización, la utilidad
social y el deseo del trabajo. Se extiende a casi todas las capas de la so-
ciedad, mucho más allá de aquellos a los que los Panteras Negras, a fi.
nales de los años sesenta, llamaban, en Estados Unidos, los "lumpen"
y que con una notable clarividencia se oponían a la clase de los obre-
ros estables, sindicados y protegidos por un contrato y un convenio
colectivo.(l)
Esta clase obrer.t. tradicional no es más que una minoría privilegiada.
I.a mayoría de la población pertenece a ese proletariado postindustrial
de los sin-estatuto y de los sin-clase que ocupan precarios empleos de
auxiliar, de suplencias, de obreros ocasionales, de interino, de empica·
do a tiempo parcial; empleos que en uÍl. futuro no muy lejano serán
abolidos en gran parte por la automatización; en los que la cualifica·
ción, determinada por tecnologías en rápida evolución cambia conti-
nuamente, y en cualquier caso, c~rece de relación con los conocimien-
tos y los oficios que se pueden aprender en escuelas o Facultades. El
neo-proletariado está generalmente supcrcualificado con relación al
cmplC'o que encuentra. Está condenado al paro de sus capacidades, es-
perando encontrarse realmente parado. Para él, todo empleo tiene un
cará.tl"r accidental y provisional y todo trabajo una forma contingen·
te. Le es imposible emplearse a fondo en "su" trabajo, identificarse en

77
"su" empleo. Para él, el trabajo deja de ser una actividad o incluso una
ocupación principal para devenir un tiempo muerto al margen de la vi-
da, en el que se "desocupa" para ganar algún dinero (2).
A diferencia del proletariado de Marx (3), el ncoprolctariado no se
define ya por "su" trabajo y no puede ser dcfini.do por su posición en
el seno del proceso de producción. La cuestión de saber dónde empie-
za y dónde acaba la clase de los obreros productivos; en qué categoría
hay que encuadrar al k.incsitcrapcuta, al empicado de una oficina de
turismo, al "animador" de un campo de vacaciones, al programador-
analina, al empicado del laboratorio de análisis biológicos, al técnico
de telecomunicaciones, deja de tener la menor importancia y el menor
interés a partir del momento en que una masa creciente, virtualmente
mayoritaria, de pcnonas, pasan de un "trabajo" a otro, aprenden ofi-
cios que jamás ejercen de una manera regular, hacen estudios sin sali-
das y sin utilidad práctica posible, abandonan los estudios ya empeza-
dos o suspenden el bachillerato "porque de todas formas no sirve pa-
ra nada", y después trabajan como auxiliares de Correos en verano, co-
mo vendimiadores en otoño, como vendedores en diciembre, como
obrero especializado en primavera, cte.
La única cosa cierta para cUoJ es que no se ,icnten miembros de la
clase obrera ni de ninguna otn:I. No pueden rcconocenc en la denomi-
nación de "trabajador" ni en la simétrica de "parado". Ya sea que
trabaje en un banco, la administración pública, un servicio de limpie-
zas o una fábrica, el neoprolctariado es más bien un nc:rtrabajador pro-
visionalmente empicado en una tarea indiferente. El hace "cualquier
cosa" que "cualquiera" puede hacer en su lugar. Es el ejecutante pre-
cario y cualquiera de un trabajo precario y cualquiera. Para él, el tra·
bajo ya no es una contribución individual a una producción social que
se-ría el rcndtado de las actividades de los individuos. Por el contrario,
es la producción social lo que es ahora lo primero y d trabajo es el
conjunto de actividades precarias y aleatorias que resu,ltan de ella. Los
trabajadores ya no "producen" la sociedad por medio de las relaciones
de producción: es el aparato de producción social en su generalidad el
que produce el "trabajo" y le impone bajo una forma contingente a
individuos contingentes e intercambiables. En otras palabras, el traba-
jo no pertenece a los individuos que lo ejecutan ni es su propia activi-
dad; pertenece al aparato de producción social, es distribuido y pro·
gramado por él, y queda exterior a los individuos a los que se impone.
En lugar de ser el modo de inserción del trabajador en la cooperación
univcnal, el trabajo es el modo de servidumbre del trabajador al apa·
rato de dominación univcnal. En lugar de engendrar un trabajador

78
ij_Ue, trascendiendo su limitada particularidad, se concibe de entrada
como trabajador social en general, el trabajo e, percibido por los indi-
viduos como la forma: continsentc: de la opresión social en general. El
proletario en el que el joven Mux veía una potencia universal libre de
toda forma particular, no a más que una individualidad particular en
lucha contra la potencia univenal de 101 aparatos (4).
La invenión con relación a la idea marxiana del proletariado es
completa. No solamente el nuevo proletariado postindustrial no en·
cuentra ya en el trabajo social la fuente de su poder posible: allí ve la
realidad del poder de los aparatos y de su propio no-poder. No sola-
mente no es ya el sujeto posible del trabajo social de producción; sino
que se plantea como sujeto a través del rechazo del trabajo social, a
través de la negación de un trabajo percibido como negación (es decir
como alienación). Nada permite predecir que esta total alienación del
trabajo social pueda ser invertida. La evolución tecnológica no marcha
en el sentido de una apropiación posible de la producción social por
parte de los productores. Va en el sentido de una abolición de 101 pro·
ductores sociales, de una marginación del trabajo socialmente necesa·
rio bajo el efecto de la revolución informática (5 ). Cualquiera que sea
el número de empleos, en la industria y el sector servicios, que subsis-
tan cuando la automatización haya alcanzado su pleno dcsarTollo, esos
empico, no podrán ser fuente de identidad, de sentido y de poder para
los que los ocupan. Ya que la cantidad de trabajo necesario para la re-
producción no de esta sociedad y de sus relaciones de dominación, sino
de una.sociedad viable que disponga de todo lo que es necesario y útil
para lá" vida, está en rápida disminución. Esta sociedad podría requerir
no más de dos dos horas de trabajo al día, o una docena de horas a la
semana, o incluso quince semanas al ai\o, o una decena de años en la
vida.
El mantenimiento de una elevadísima duración del trabajo social en
el marco de la sociedad actual acelera la desvalorización (en sentido
ético) de todo trabajo en lugar de retardarla. Duración de trabajo y
nivel de empico son, efectivamente, mantenidos artificialmente altos
por medio de actividades en las que la producción de lo superfluo y
de lo necesario, de lo útil y de lo inútil, de riquezas y ~spilfanos, de
cosas agradables y desagradables, de destrucciones y de reparaciones
están inextricablamcnte mezclados y en donde una buena parte de la
actividad económica tiene como única función el "dar trabajo", es
decir el producir para hacer trabajar. Ahora bien, cuando una sociedad
produce para trabajar en lugar de trabajar para producir, es el trabajo
en general lo que se "t'C afectado de no-sentido, A partir de este mo-

79
m~.nto no tie!'e otra fm~idad prin~ipal que la de "dar trabajo a la gen-
te Y perpetuar por ah1 las relaciones sociales de subordinación de
comi:ietición, y ~e disciplina aobre la.s que descansa el funcionami~nto
de! sistema ~om!i_tazi:te. (~). Todo trabajo deviene sospechoso de no ser
?'1~ 9ue obligac1on inutil por la que la sociedad trata de ocultar a loa
md1vi~uos su paso, es decir su. posible liberación del trabajo social, y
e! caracter ~~~uco de l._u relaciones sociales que hacen del trabajo so-
cial la cond~1o_n de los ingresos y de la circulación de las riquezas.
La espec1fic1dad del proletariado postindustrial es el resultado de
lo anteriormente expuesto. A diferencia de la clase obrera tradicional,
esta no-clase es subjetividad liberada. Mientras que el proletariado in-
dustrial obtcnia de la transformación de la materia un poder objetivo
que le llevaba a considerarse como una fucr.~a material, base de todo
el devenir social, el nuevo proletariado es no-fuerza, desprovisto de im-
portancia social objetiva, excluído de la sociedad. No tomando parte
en la producción de ésta, asiste a su devenir como a un proceso extra-
ño y a un espectáculo. Para él no es por tanto cuestión de apropiarse
la disposición de aparatos a que esta sociedad, a sus ojos, se reduce, ni
de someter cualquier cosa que éso sea a su control. Para él se trata so-
lamente de conquistar, al lado y sobre la disposición de los aparatos,
espacios crecientes de autonomía, sustraídos a la lógica de la sociedad,
que la contrarrestan y que permiten a la existencia individual desarro-
llarse sin trabas.
F.n esta falta de una concepción global de la sociedad futura, el nue-
vo proletariado postindustrial difiere fundamentalmente de la clase in-
H'Stida, según Marx; de una misión histórica. El neoproletariado no
tiene nada que esperar de la sociedad existente ni de su evolución. Esta
c\·olución -el desarrollo de las fuerzas productivas-- ha desembocado
.-n hacer el trabajo virtualmente 11upcrfluo. No puede ir má.-. allá. J.a ló-
gica del capital que ha conrlucido a este resultado al cabo de ilos siglos
de ·•progreso", es decir de acumulación de medios de producción cada
vez más eficaces, no puede dar más ni mejor. Más exactamente, la so-
ócdad industrial-productivista no puede perpetuarse a partir de este
momento más que dando a la ve;t más y peor: más destrucciones, más
despilfarros, más reparaciones de las destrucciones, más programación.
de los individuos hasta en la intimidad. El "progreso" ha llegado a un
umbral pasado el cual cambia de signo: el futuro está cargado de ame-
nazas y vacío de promesas. El progreso del productivismo conduce al
de la barbarie y de la oprC!óiÓn.
Ya no se trata por tanto de saber a donde vamos ni de adaptan.e a
Ju leyes inmanentes del desa:rrollo histórico. No vamos a ninguna par·

so
te; la Historia no tiene sentido. No hay nada que esperar de ella y me-
nos que sacrificarle. Ya ·no se trata de consagrarnos a una Causa tras·
cendente que compensaría nuestros suírimiento1 y no, reintegraría
con intereses el precio de nue1tra.1 renuncias. A partir de ahora se tra-
ta, por el contrario, de saber lo que deseamos. La lógica del capital n011
ha conducido al umbral de la liberación. Pero ese umbral no será Íran·
queado más que por medio de una ruptura sustituyendo la racionali-
dad productivista por ..una racionalidad diíercnte. Esta ruptura no pue·
de proceder más que de 101 mismos individuos. El reino de la libertad
nunca será el ttsultado de procesos materiales: éste no puede ser in1·
taurado más que por el acto fundador de la libertad que, reivindicán·
dose como subjetividad absoluta, se toma a sí mismo como fin supre-
mo en cada individuo. Sólo la no-clase de 101 no-productores es capaz
de ese acto fundador; ya que sólo esa clase encama a la vez el más allá
del productivismo, el rechazo de la ética de la acumulación y la dilo·
lución de todas las clases.

81
2. LA REVOLUCION POSTINDU&,TRIAL

La debilidad, al mismo tiempo que la fuerza del proletariado postin-


dustrial, está en que no tiene una concepción de conjunto de la socie-
dad venidera. Ningún mesianismo, ninguna teoría global le aseguran
su cohesión ni la continuidad de su acción. No es más que una nebulo-
sa de individuos cambiantes para los que la gran tarea no es el tomar el
poder con el fin de construir un mundo sino el recuperar, cada uno de
ellos, el poder sobre su propia vida sustrayéndole a la racionalidad pro-
ductivista y comercial.
No puede ser de otra manera. La reconstrucción de una sociedad no
se decreta y una concepción global queda sin significación ni alcance
si no prolonga un desarrollo en curso. Ahora bien, la crisis de los siste-
mas industrialc,i no anuncia ningún mundo·nucvo. Ninguna superación
salvadora está inscrita en ella. El prc,icnte no recibe ningún sentido del
futuro. Este silencio de la Historia convierte a los individuos en ellos
mismos. Reintegrados a su subjetividad, es a ellos a quien corTesponde
tomar la palabra, en su solo nombre. Ninguna sociedad futura habla
por su boca, ya que la sociedad que se descompone ante nuestros ojos
no supone la gestación de ninguna otra.
La no-da.se engendrada por la descomposición de esta sociedad sólo
puede tener concepción de la no-sociedad que ella misma prefigura. Y
llamo no-sociedad, por supuesto, no a la ausencia de todo tipo de rela-
ciones y de organización social, sino a la extracción de la esfera social
de una esfera de soberanía individual sustraída a la racionalidad econó-
mica y a las necesidades exteriores.
Esta primacía dada a la soberanía individual enlaza con el pensa-
miento de una burguesía revolucionaria que la burguesía misma ha re-
chaJ.ado desde que se hizo con el poder. Choca con el pensamiento so-

82
ciafuita dominante, cuyo postulado implícitQ era hasta ahora que los
individuos deben encontrar su realización penonal en la apropiación
de la realidad colectiva y en la producción en común enteramente so-
cial. Para Marx, este postulado tenía una apariencia fundamental en la
medida en que era considerado que d pleno desarrollo de las fuerzas
productivas iba a engendrar individualidades plenamente desarrolladas,
capaces de apropiarse de la totalidad de las fuerzas productivas. Se su-
ponía que se podía dar sin ruptura en la cofttinuidad el paso de la acti·
vidad personal al trabajo social (e inversamente); la personalización de
la actividad social y la socialización de la actividad personal eran consi-
deradas como lu dos caras del desarTollo comunista.
Pero lo que íue postulado por Marx nunca ha podido recibir una ve-
rificación práctica. Las íuerzas productivas o, más exactamente, las
técnicas de producción no se han dcsarroHado de manera que el traba-
jo social (o socialmente necesario) pueda devenir una actividad peno-
nal realizadora, ni, sobre todo, de manera que la organización y la di-
visión del trabajo a escala de la sociedad en su conjunto puedan ser do-
minadu, pensadas y vividas por cada individuo como el resultado de-
seado por todos de su cooperación voluntaria.
En la actualidad, todo no1 induce a pensar que no es posible produ-
cir una sociedad altamente industrializada (y, por encima de ella, un
orden mundial) que aparezca ante cada individuo como la resultante
deseada de su libre cooperación con los demás. Entre la comunidad
de vida y de trabajo y la sociedad en su conjunto exiate una diferencia
no sólo de escala sino también de naturaleza. Mien~ru que la comuni-
dad puede ser dirigida y muy conscientemente creada por la entrega
total de cada individuo en su cooperación, sw conflictos y sus relacio-
nes afectivas con los demás, considerándol" como "suya" y velando
por su cohesión, la sociedad en su conjunto es un sistema de relaciones
grabadas en y dirigidas por una organiz.ación instituciomJ, infraestruc-
turas de comunicación y de producción, y una división terri.orial y so-
cial de las tareas, cuya inercia garantiza la continuidad y el funciona-
miento. En tanto que sistema estructurado, la sociedad es por tanto
necesariamente exterior a sus miembros. No es el resultado de und li-
bre colaboración voluntaria. Los individuos no la producen partiendo
cada uno de ellos de sí mismo; la producen partiendo de laa exigencias
inertes a ella, ajustándose a los enipleos, a !U funciones, a las cualifica·
dones, a los medios y a las relaciones jerárquicas que la sociedad pre-
establece para asegurar su funcionamiento integrado.
F.ste preestablecimiento de actividades "socialmente necesariiu" r,o
es la obra de ningún sujeto -de ningún jefe genial, de ningún guía su-

83
premo- en las sociedades de economía de mercado. Comisiones de
planificación, administraciones centrales, tecnocracia pública y priva·
da, gobiernan y efectúan los trabajos de programación, de regulación,
de previsión y de ajwte pero esos trabajos colectivos, anónimos, con·
flictivo1, múltiples, fragmentarios, nunca se encaman en un proyecto
global que el jeíe del ejecutivo o del partido en el poder pudiera to·
mar penonalmente en sus manos. Dicho de otra manera, la integración
del funcionamiento social, está asegurada mal que bien flor un cuasi-
sujeto, el Estado, pero este Estado no es un sujeto real: no es nadie. El
mismo es una maquinaria administrativa en la que nadie es el amo, in•
capaz de formular una voluntad general de la que todos estarían llama-
dos a hacerse portadores. Los límites, los di.sfuncionamientos y las im·
potencias del Estado capitalista aseguran a la sociedad una integración
siempre imperfecta y, por lo mismo, dejan subsistir en ella espacios de
indeterminación, espacios de libertad, má.s o menos importantes.
En la medida en que preconiza una integración social que ya no es
el resultado del juego aleatorio de iniciativas y de conflictos múltiples,
sino de una programación o una planificación consciente y voluntaria
de las actividades sociales, la teoría política socialista plantea implíci-
tamente la primacía de la sociedad sobre el individuo y su común su-
bordinación al Estado. Este es promovido a la categoría de coordina-
dor de un proyecto global de desarrollo, cuyos fines imperativos de-
berán ser interiorizadrui por todos y cada uno de los individuos como
su voluntad común y su cemento social. La superioridad teórica de la
sociedad socialista está en que el resultado de las actividades múltiples
no es, como en las sociedades de economía de mercado, la resultante
aleatoria de una multiplicidad incontrolada de iniciativas individuales
-resultante que sólo es cotTegida a posten"ori por medio de la interven-
ción estatal y la retracción correctiva de los mismos individuos·- con
i<1S pérdidas, los despilfarros, los retrasos, duplicaciones y trastornos
que comporta. Lo específico del socialismo es que el resultado de las
actividades sociales está previa.mente determinado, como el objetivo
que la colectividad se propone alcanzar, y que la actividad de cada in-
dividuo está regulada, ajustada y programada en función de ese objeti-
vo colectivo.
Ahora bien, la dificultad consiste precisa.mente en definir ese objeti·
vo colectivo. De ello trataremos má.s ampliamente en el capítulo si-
guiente: cualquiera que sea el proceso de elaboración del o los objeti-
vos colcctivo1, de la o de las alternativas de sociedad y de civilización
que implican, esta elaboración siempre exige mediaciones y mediado-
No podría ser asegurada por los individuos en tanto que tales, ni

84
incluso por 101 ..productores uociad01 11 , las comunidades o los conse-
jos (soviets). Supone una concepción de conjunto de lo que la 1oci~-
dad tiene que devenir -e incluso el pluralismo, la multiplicación de 101
centros de decisión, la exparuión de 101 espacios de b"bertad, la desa·
fiante limitación de la esfera del Estado dependen de una concepción
de conjunto- por mucho que esta concepción sea el resultado de un
debate democrático propiamente político desarrollado en partidos y
movimientos sociales, exigirá en su aplicación práctica una planifica-
ción y esta planificación exige un Estado.
Por supuesto, que la puesta a punto del mismo Plan puede rodearse
de précauciones democráticas: amplias consultas sobre las posibilida-
des y las prcCerencias de cada colectivo de productores, de cada mu·
nicipio, región, etc.; o un ir y venir entre la instancia de coordinación
y las comunidades de base para permitir la retroacción correctiva de es-
tas sobre aquella e inversamente. Pero por abierto y sinceramente de-
mocrático que sea el proceso de consulta, jamás el Plan en el que de'
sembocará será en su calendario y en cada uno de sus objetivos, la cx-
presion común de los ciudadanos o de las prcCerencias de las comu-
nidades de base. Las mediaciones que habrán permitido la integra-
ción de las opciones relativaa a la orientación de conjunto de la so-
ciedad por una parte, y las alternativas de las comunidades de bue por
otra, son tan complejas y numerosas que ninguna comunidad podrá
reconocerse en el resultado. Este resultado, el Plan, será inevitable-
mente la obra de una tecnocracia de Estado utilizando para sus elabo-
raciones modelos matemáticos y material estadístico que 1ólo domina
perfectamente en razón del elevado número de entradas, variables e
imprevistos. El Plan nunca será pnr tutto la "fotografía" del conjun-
to de las preferencias, 1ino la co1TCCción de cada subconjunto de pre-
ícrencias por todos los demás subconjuntos y por las exigencias téc-
nico-económicas de su coherencia. Finalmente, por mucho que la
"elaboración democrática" del Plan permita devenir a todos y cada
uno de los individuos el sujeto de la colaboración social voluntaria
por la que los ''productores asociados" someterían a su voluntad co-
mún la sociedad que se proponen producir, el Plan continúa siendo
el ''resultado autonomizado" que nadie puede desear y que todos
afrontan como un conjunto de exigencias extcrion::s.
A fin de cuentas, desde el punto de vista del individuo, el Plan no
liene superioridad alguna sobre el mercado. Al igual que este último,
expresa una mf!dia de preferencias heterogéneas, pero esta media, no
menos deducida de las encuestas de mercado que el "consumidor me-
dio" o el "individuo tipo", no n::prcscnta la preferencia real de nin¡u-

85
na penona real. El individuo tipo nunca existe como sí mismo, sino
solamente como '1o1 demás"(B).
En estas condiciones, resulta abusivo exigir de cada individuo como
un deber a la vez patriótico, civil y político, que se adhiera a los obje-
tivos del Plan y confunda la realización del mismo con el cumplimien-
to de sus tareas pcnonalc1. Exigirlo viene a ser como exigir la unidad
incondicional del individuo con el Estado, la renuncia a la autonomía
y a la eapecificid.ad de todas lu actividades y valores dUerentc1 de 101
político-económicos. De ,.soldado de la producción" que era en la eco-
nomía capitalista, el individuo deviene entonces soldado permanente:·
rnc:nte movilizado al servicio de un Plan que le es presentado como "la
voluntad general". En la misma medida en que los partidarios del 10·
cialismo hapn de la planificación central (aunque Cuera demultiplica-
da en planes regionales y locales) la pieza maestra de su programa y de
la adhesión de todos a 101 objetivos "democráticamente elaborados"
del Plan el centro de su doctrina poHtica. el socialismo continuará
siendo una propuesta de opo1ición en las sociedade1 industriales.
Lo que teóricamente supone la superioridad del socialismo represen-
ta ui su inferioridad en la práctica. Plantear que la sociedad debe ser
la resultmte programada y dominada de la interacción de 1u1 miem-
bros, es exigir que cada individuo regule su conducta en función del
efecto social global que se trata de producir. Inversamente, no sería
entonces admisible toda aquella conducta cuya generalización no con-
dujera al efecto social programado. Las doctrinas socialistas clásicas,
por tanto, admiten difícilmente el pluralismo social y político, por el
que yo entiendo no solamente la pluralidad de partidos y sindicatos,
sino la presencia a su lado de varias mmeras de trabajar, de producir y
de vivir, de varios campo• culturales y de varios niveles de existencia
social no integrados entre sí.
vid>;;r; 1:e~~:n~1pt=.!:i:;:.~::~: :rc~~i:1;
mayor parte de la cluc obrera tradicional. Este es el pluralismo que
no dejan de preconizar y de defender verbalmente lu sociedades de
economía de mercado y con el que logran atraerse a la mayoría de la
población; y por no hacerse cargo del millno y enriquecer su contenido
es por lo que el movimiento socialista continúa siendo minoritario bas-
ta en el seno de lu clases trabajadoru.
La "libertad'' que, en su mayoría, la población de 101 paísrt 1upcr-
de5atrolladoa entiende defender contra el "colectivismo" y el peligro
totalitario. es fundamentalmente la posibilidad dada a cada individuo
de construir un nicho que ponga su vida personal al abrigo de toda prc-

86
sión y obligación social exterior. Este nicho será especialmente la vida
en familia, la casa individual, el huerto, el taller de bricolage, el barco,
la casa de campo, la colección de objetos antiguos, la música. la gastro-
nomía, el deporte, la vida amorosa, cte. EJtc nicho tiene una impor
tanda tanto mayor en la vida de cada individuo, cuanto menos gratifi-
cante es el trabajo y más fuertes son las presiones sociales que sufre.
Representa el espacio de soberanía conquistado sobre (o a conquistar
sobre) un mundo regido por el principio del rendimiento, la agresivi-
dad, la competición, la disciplina jerárquica, cte. El capitalismo debe
su estabilidad política al hecho de que, a cambio de la desposesión y
de las crecientes exigencias que los individuos sufren en su trabajo,
concede la posibilidad de construirse fuera del trabajo una esfera apa-
rentemente creciente de soberanía individual.
Se puede, como ya hiciera Rudolf Bahro, considerar esta esfera in-
dividual como una "compensación" ofrecida a los individuos para
"despenalizarles" de la represión y de la frustración de sus "necesida-
des de emancipación"(9) y concluir que sus "necesidades de compen-
sación" desaparecerán con la "supresión general del estado de subordi-
nación" ligado a la "división vertical del trabajo". Pero ésta es una
concepción peligrosamente simplificadora ( 1O). La esfera de la sobera-
nía individual rao está basa.da. sobre simples deseos de consumo ni sola-
mente sobre actividades de diversión y recreo. Esta esfera está consti·
tuída más en profundidad por actividades sin objetivo económico que
tienen su finalidad en sí mismas: la comunicación, la entrega, la crea-
ción y el placer estéticos. La producción y la reproducción de la vida,
la ternura, la realización de las capacidades corporales, sensoriales e in·
tl"lectuales, la creación di" valores de uso (objetos o servicios mutuos)
sin valor comercial y de los que a falta de rentabilidad sería imposible
la producción comercial --en resumen un conjunto de actividades que,
constituyendo el tejido mismo de la vida, tienen en ella derecho a un
lugar pl"m_ordial y no subordinado. La inversión del orden de priori·
dades, con la subordinación del trabajo social con fines económicos
a la expansión de las actividades de la esfera de la autonomía indivi-
dual, está en curso en todos los tipos de sociedades superdcsarroUadas,
particularmente entre el neoproletariado postindustrial (14): La "ver-
dadera vida" comienza fuera del trabajo, el trabajo deviene un medio
para ampliar la esfera del no-trabajo, es la ocupación temporal por la
que lo~ individuos adquieren la posibilidad de proseguir sus actividades
principales. Se trata de una mutación cultural que inicia el tránsito a la
,u.-iedad postindustrial. Implica una subvenión radical de la ideología,
de la escala de valores, y de las relaciones socia1es instauradas por el ca·

87
pitalilmo. Pero sólo sustituirá a é1te li su contenido latente es explici-
tado a través de una alternativa al capitalismo que se anticipe a la mu-
tación cultural en cuno y la prolongue políticamente.
La idea de que el trabajo social con fines económicos debe servir a
la ampliación de la esfera de 1~ autonomía individual --e1 decir, a la
extensión de las actividades de tiempo libre- era ya una idea central
para Marx. Su realización es lo mismo que la realización del comunis-
mo como extinción de la economía politica(l2). El paneconomismo,
la subordinación a la economía de todas las demás actividades es, por
el contrario, propia del desarrollo capitalista. Solamente con el capita-
lismo el trabajo en tanto que producción heterónoma de valores de
cambio deviene una actividad a tiempo completo y la autoproduc-
ción (comunitaria o familiar) de objetos y servicios destinados a los
que los producen, deviene una actividad subordinada. La inversión
de esta relación de subordinación marcará el fin de la economía po-
~~:~s!.o~l accelO de un "10cialismo postindustrial'~: es decir, del co-

Esta inversión está ya inscrita en la realidad de los hechos pero en-


cubierta mal que bien por el sistema dominante. En efecto, la domi-
nación de la racionalidad económica nunca ha sido tota1. Como han
puesto de manifiesto las teóricas del movimiento de liberaciOn de la
mujer, el sector de la producción con fines económicos no habría po-
dido existir jamás sin el sector de la producción doméstica que no es-
taba, por su parte, sujeto a la racionalidad económica. Todas las acti-
vidades relativas a la reproducciOn de la vida, carecen de racionalidad
económica, al igual que la mayor parte de las actividades estéticas y
educativas. Criar los hijos propios (o ajenos), el mantenimiento y la
decoración de la casa, reparar o fabricar objetos, preparar sabrosos
platos, recibir invitados, cscuchai- o tocar música, etc., y tantas otras
actividades que _no tienen objetivo económico ni de consumo. F.J sec-
tor extraeeonOmieo (que por otra parte no cuenta con ninguna razón
para estar limitado a la domus y a la familia nuclear) ha tenido siem-
pre de hecho una importancia tan grande como el sector de la produc•
ción económica y no ha dejado de formar en ella la base material ocul-
ta: esta base era, sin la menor objeción, el trabajo no remunerado y no
contabilizado de la inujer y, en menor medida, de los niños y de los
abuelos.
Este trabajo se ha quedado sin estatuto en la sociedad capitalista.
Por no producir ningún excedente susceptible de ser acumulado o ven·
dido en el mercado, no ha sido considerado como un trabajo, sino asi-
milado a un servicio personal sin valor económico ( 13 ). luí, según la

••
interpretación de algunas teóricas del movimiento feminista, el trabajo
doméstico femenino sería un enclave de economía esclavista en el seno
de la economía capitalista. La sociedad burguesa solamente habría
abolido la esclavitud en las relaciones de patrón a obrero y no en las de
hombre a mujer. Según esta interpretación convendría por tanto am•
pliar sus relaciones mercantiles al trabajo doméstico e integrar éste en
el sector de actividades con fin económico: el trabajo doméstico de la
mujer, en la medida en que no puede ser industrializado, debería estar
remunerado con un salario.
El único interés de esta teoría inútilmente simplificadora y regrcsi·
va, es que demuestra por reducción al absurdo que las actividades au-
tónomas de la esfera extraeconómica escapan a toda posibilidad rle ra·
cionalidad económica. La economía política encuentra en ellas sus lí-
mites. Suponiendo que el trabajo doméstico fuese remunerado al pre-
cio marginal de la hora de trabajo -es decir dando derecho al volumen
de bienes y servicios comerciales que podrían ser producidos en un
mismo número de horas trabajadas en el sector de la producción mer·
cantil- el costo de las prestaciones domésticas sería tan elevado que
superaría las posibilidades de la sociedad más opulenta ( 14 ).
Esta demostración vale más por sus implicaciones no económicas
que por su significación económica. Si las actividades tradicionalmente
realizadas sin fin lucrativo por la mujer tuvieran que tener un salario
como sanción y como objetivo, ya no serían completamente realizadas
o no lo serían de la misma forma. Todo lo que implican de "entrega
de uno mismo", de inversión afectiva personal, de perfeccionamiento
y de escrúpulo, no solamente se convertiría en algo "impagable", sino
que de ninguna fonna podría ser exigido a una trabajadora o a un tra·
bajador asalariado que trabajan fundamentalmente para intercambiar
sus horas de trabajo por productos y servicios comerciales de valor
equivalente.
Por otra parte, la búsqueda de la productividad conduciría a estan·
darizar e industrializar las actividades en cuestión, especialmente la ali-
mentación, las asistencias, y la atención y educación de los niños. El
último enclave de autonomía individual o comunitaria sería así supri·
mido. La socialización, la_"comercialización" y la programación se ex·
lenderían a los últimos restos de vida autodeterminada y autogcstiona-
da. La industrialización, en medio de programas informáticos consumi-
ble-~ a domicilio, de asistencias y de hibriene física y psíquica, de la edu-
cación de los niños, de la cocina, de las técnicas sexuales, tiene precisa·
mente- por racionalidad la rcntabilización capitalista de las actividades
aún abandonadas a la fantasía de cada individuo (15) y esta forma de

89
trivialización social (16) de los comportamientos individuales más ínti-
mos que Jacques Attali ha denominado "sociedad de la autovigi-
lancia"(l 7).
Esta socialización informática de la esfera de las actividades autóno-
mas chocaría directamente contra las aspiraciones ptesentes en la so-
ciedad postindustrial. En lugar de ampliar la esfera de la autonomía in-
dividual, sometería las actividades constitutivas de esta esfera a los cri-
terios productivistas de rendimiento, celeridad y conformidad a la nor·
ma. En el mismo momento en que la disminución del tiempo de traba-
jo socialmente: necesario aumenta el tiempo libre y las posibilidades de
realización en las actividades no económicas, la socialización informá-
tica tendería a reducir el tiempo que se puede dedicar a éstas: ''libera-
ría" a los individuos de sus actividades libres, para reducirles a no ser
más que, hasta en su esfera doméstica, consumidores y usuarios pasi·
vos de objetos, infonnaciona y programas comerciales.
El movimiento feminista participa de la racionalidad capitalista
cuando se plantea como objetivo el liberar a la mujer de las actividades
sin fin económico, consideradas como actividades subordinadas y servi-
les que hay que abolir. Ahora bien, estas actividades no son subordinadas
y serviles más que en la medida en que las actividades con fines económi-
cos continúan siendo dominantes (y son consideradas como "noblcs'jen
la sociedad y en la misma comunidad doméstica. Y es precisamente es-
ta dominación la que ahora es puesta en cuestión. Solamente en la me-
dula en que radicaliza esta puesta en cuestión planteando como funda·
mentales las actividades autónomas y los valores no económicos, y las
actividades y los valores económicos como subordinados, el movimien-
to feminista deviene una componente motriz de la revolución postin-
dustrial y, en muchos aspectos, su vanguardia. Entonces no tiene ya
como objetivo el liberar a la mujer de:: las actividades domésticas sino el
ampliar la racionalidad no-económica de esas actividades más allá de la
domu.s, de ganarse a los hombres tanto en el hog-ar como fuera del mis-
mo, de subvertir la tradicional división sexual del trabajo y de abolir
no solamente: la hegemonía de los valores viriles, sino los valores mis-
mos, tanto en las relaciones entre los sexos como en las rc:laciones so-
ciales. Como ha demostrado Herbc:rt MarCuse (18), c:I socialismo post·
industrial, es decir el comunismo, será femenino o no será. Presupone:
una revolución cultural que, tanto al nivel de los comportamientos in-
dividuales como al nivel de los comportamientos sociales, extirpe el
principio del rendimiento, la ética de la competición, de la acumula-
ción y de la lucha por la vida, para afirmar la supremacía de los valores

90
de reciprocidad, de ternura, de gratuidad y de amor a la vida en todas
sus formas.
Bajo este aspecto, como ha dicho Alain Touraine, el movimiento fe-
minista es "un movimiento de liberación no de las mujeres sino de los
hombres por las mujeres. En efecto, uno de sus aspectos más impor-
tantes, es que se opone a los modelos financieros y militares, al poder
del dinero y de los grandes aparatos, y que reivindica en nombre de
una voluntad el organizar su propia vida, de trabar relaciones penona-
les, de amar y ser amada, de tener un hijo.
"De todos los morn·mientos, es el movimiento feminista el que me-
jor resiste la creciente influencia de las grandes empresas sobre nuestra
vida cotidiana. Sólo las mujeres han preservado en ellas lo que el poder
machista dominador aplasta entre los hombres. Debido a que han sido
totalmente exclua'das del poder poHtico y militar, las mujeres han lo-
grado mantener rn'vos las capacidades relacionales que han sido ampu-
tadas a los hombres por los aparatos -o que los hombres mismos se
han amputado en beneficio de éstos.
''Gracias al movimiento feminista, los hombres hemos ya recupera-
do algunos derechos en Jo que se refiere o los sentimientos, a '4s rela-
ciones con el hijo, etc. Y esto que es ante todo una defnua cultural
puede devenir una lucha propiamente social y polúica contra este
mundo de managers y empleados, contra esta vida en la que uno se
pregunta finalmente si siroe para algo más i¡ue para "hacer funcionar"
la má.qu.ina "( 19).
Así, lejos de ser una reliquia del precapitalismo, las actividades y
Cualidades femeninas prefiguran por d contrario una cultura y una ci-
vilización postcapitalistas y postindwtriales, si bien, en d conjunto de
los países superdesarrollados, ya ejercen su hegemonía ética en el se-
no de la pareja. Particularmente pero no exclusivamente en el proleta-
riado postindustrial, las cualidades y valore, femeninos devienen co-
munes a las mujeres y a los hombres: ocuparse a tiempo completo de
los hijos pequeños ha dejado de ser una tarea reservada: a la mujer, y
"mantener a la familia" por medio de un trabajo social a tiempo com-
pleto ha dejado de ser una tarea reservada al hombre. La permuta cada
vez más frecuente de las tareas y de los roles en el seno de la familia
nuclear o ampliada produce la abolición no sóIO de la jerarquía de
sexos sino también de las actividades: el trabajo asalariado deja de ser
ronsiderado como más "noble" que las actividades voluntarias y autó-
nomas en el seno de la familia nuclear o ampliada; el individuo siente
,.¡ cumplimiento de éstas más completamente que el de aquél.
Y por mucho que el carácter secundario que reviste al trabajo asala-

91
riadi, y a los fines económicOI lleve a los individuos a aceptar sin pro·
testar cualquier trabajo y cualesquiera condiciones de trabajo, es todo
lo contrario lo que se produce: su realización penonal deviene un íac-
tor de exigencias y de combatividad incrementadas, no de indiíerencia
resignada. Cuanto más capaces devienen de una autonomía práctica y
afectiva, más refractarios devienen a la disciplina jerárquica y exigentes
CJ\.CU&nto a la calidad así como al contenido del trabajo a realizar (20).
Es por esto por lo que la tarea prioritaria de una izquierda postin•
dustrial debe ser li.. extensión máxima, en y sobre todo fuera de la fa.
milia, de las actividades autónomas que llevan su ímalidad y su recom·
pensa en si mismas, y la restricción al mínimo estrictamenlc necesario
de las actividades asalariadas y mercantiles efectuadas por cuenta de
~n tercero (aunque ese tercero sea el Estado). l.a reducción de la du-
ración del trabajo es una condición necesaria, pero no suficiente. No
contribuye a la expansión de la esfera de la autonomía individual si el
tiempo liberado continúa siendo el tiempo vacío de "ocio" cubierto
mal que bien por las divenioncs programadas de los mass media, los
vendedores de evasión, y el repliegue de cada individuo en la soledad
de la esfera privada.
Más aún que del tiempo libre la expansión de la esíera de la autono·
mía depende de la densidad de las herramientas convivenciales a las
que los individuos tendrán libre acceso para hacer y producir todo
aquello que gana en valor estético o de uso cuando lo hace uno mismo:
talleres de reparación y de autoproducción de los inmuebles, barrios o
municipios, en donde cada uno pueda fabricar e inventar según su fan-
tasía: bibliotecas, salas de música y de video; radios y televisión "sal-
vaje1"; espacios librcs de circulación, de comunicación y de inter-
cambio, etc.(21 ).
El extraordinario Cxito (en Alemania) de la obra de Rudolf Dahro,
La Alternativa, se debe muy particularmente al hecho de que analiza
con una dimensión del pensamiento marxiano (22) lo que los polít.icos
y los grandes socialistas o "comunistas" (a excepción de los grupos
italian01 disidentes, de 11 Manifestu a las diferentes conientes "autóno-
mas"(2S) han ignorado: el comunismo como extinción de la economía
política y medida de la riqueza no en términos de cantidad.de valor de
cambio sino de posibilidades autodeterminadas de felicidad.
"Una de las condiciones mú importantes de una política económica
revolucionaria, señala especialmente Bahro, es la formulación de una
teoná del desarrolla de la personalidad, que na se deje influenciar ni
por el fetichüma de las "necesidades objetivas" ni par la impresionan·
te facultad de adaptación de la psiquis, y que ose enunciar las reglas
92
nonnatiEHU. JU GOmunismo reclama aa suma que el conjunlo del proce-
so de produccWn y de reproducción materiales sea concebido de ma-
nera que el hombre en tanto que indwidualidad .se desarrolle aa él "•
swe:c~as".
"Cuando ai- .sociedad está indrulrializada hasta el painto de poder,
en su estadio de civilización. GSt!JllOYU' má.r o menos convenientemente
la satisfacción de las nece.sid4des elementales de sru miembros(... ) dr-
be conceder fá pn"oridad al desarrollo completo del hombre, y a lp
multiplicación de .sus posibüidades po.sitiEHU de felicidall.( ..• ) Por lo
demás, hay ejemplos históricos que mue.rtran que es pos1"ble esperar los
mismos resultados en el plano del tksaff'Ollo de la personalidad y de la
felicidad pe.re a la e:ci.stencia de una diferencia relativamente importan-
te en el plano de la canh"dad de productos disponibles. /.as condiciones
de la libertad no podrían medir.se en dólares o rublos per cápita. Lo
que necesitan los hombres de los pai'.ses desarrollados no son nuevas
nece.sa"dades, sino la oportunidad de realizarse a través de la actividad
individual: el placer de la accWn, el placer de la comunicación, la vida
concreta en su sentido mÁs amplio. La reorientación del proceso de
socializacWn desde esta óphºca tOffl4. al nivel de la base económica, la
forma de una redefinición de las proporciones y de las estructuras del
trabajo vti,o y de la acumulación, en beneficio de las condiciones favo-
rable.r para el desarrollo de la s~bjetividad." Entre estas condiciones:
"restablecimiento de la proporcionalidad entre la gran producción (in-
dustrial) y la pequeña producción (•tesana) ".
"Es necestnio forzqr activamente la producción hasta entonces es-
pontánea de un excedente de conciencia. Es necesan"o provocar con
perfecto conadmiento de causa un excedaate de cultura. F..ste debe ser
tan importante cuantitativa y cualitativamente que las presentes es-
lrut"turas de trabajo y ocio puedan absorberlo. Sru contradicciones .se-
rán agudizadas y su transformación ineluctable"(21).

95
3. POR UNA SOCIEDAD DUALISTA

a) Imperativo técnico y exigencia moral

Contrariamente a lo que pensaba Marx (25), es imposible q\le el in-


dividuo coincida totalmente con su ser y que el ser social integre to-
das las dimensiones de la existencia individual. Esta no es integralmen-
te socializable, comporta parcelas esencialmente secretas, íntimas, in-
mediatas y no mediatizables, que escapan a toda posibilidad de colecti-
vización. No existe socialización posible de la ternura, del amor, de la
creación y del gozo (o del éxtasis) estéticos, del sufrimiento, del luto,
de la angustia (26). E, inversamente, no existe penonalización posible
de las necesidades derivadas para los individuos de su coexistencia en
un mismo campo material en el que sus actividades se componen según
leyes físicas (27).
En la medida en que han postulado un individuo que se confunde
n1 su ser social, e invenamcnte, un ser social que realiza toda la rique-
za de las capacidades humanas, las teorías, utopías o ptácticas políti-
cas del socialismo han desembocado en la negación pura y simple del
sujeto individual: en la negación de la singularidad, de la subjetividad,
de la duda, de la parte de silencio y de incomunicabilidad propia a la
vida afectiva¡ en la represión de todo lo que -del deseo de soledad a la
c-n:ación artística e intelectual- permanece refractario tanto a la uni-
vcrsali:z:.ación como a cualquier otra norma; en la per1ecución y, en los
casos extremos, en el exterminio de los que se resisten a la socializa-
ciém integral de la individualidad, o de los que son conscientes de su
fracaso.
La moral socialista tenía este carácter represivo, inquisidor, nórma-
lizador y conformista, en el mi.uno grado que lu morales aociales de

••
las comunidades eclesiásticas, del in~grismo católico, o de las socie-
dades militares o fascistas. Toda moral que pretende pan.ir de lo uni-
versal (y del Bien) así como de lo que se realiza, y deducir lo que los
individuos deben hacer y ser, es necesariamente opresiva y dogmática.
Tiene como consecuencia un amoralismo, es decir, una pasión del or-
den en que, como ya señalaba Hegel, "el objetivo absoluto es que la
acción moral no esté presente"(28). No hay moral posible que no par-
ta del sujeto, es decir, de la conciencia individual. Si ésta no es la ins-
tancia determinante de lo que puedo y debo ser o hacer, entonces la
moral será función de las exigencias del orden social y cada uno debe-
rá ser o hacer lo que la sociedad necesite.
Ahora bien, la sociedad en tanto que tal es un sistema material de
relaciones, tiene leyes de funcionamiento y exigencias materiales cuya
conformidad o compatibilidad con la exigencia moral no e1tá garanti·
zada por ninguna armonía preestablecida. Particularmente, en una so-
ciedad compleja, industrializada, con relaciones sociales mediadas o es-
tructuradas por grandes aparatos administrativos y técnicos, los traba-
jos socialmente necesarios son necesarios no a los individuos partiendo
de si mismos, sino al funcionamiento de un sistema material que de-
pende en todo momento de la gran máquina, Es en función de las exi-
gencias práctico-inertes de funcionamiento de la sociedad en tanto
que sistema y no en virtud de reglas estéticas, como se determinan
funciones y trabajos como los del agente de la circulación, del basure-
ro, del controlador fiscal o de la mecanógrafa, del clasificador de car•
tas o del ordenanza, actividades todas heterónomas, determinadas por
las ''necesidades exteriores" y no por los objetivos que los individuos
se dan a sí mismos. Cada una de estas funciones está regida por reglas
(o reglamentos) estrictos. Estas reglas o reglamentos pretenden garan-
tizar que los individuos funcionarán como mecanismos elementales
y que sus actos se encajarán para producir el resultado previsto.
Las reglas, reglamentos y leyes de una sociedad compleja, dominada
por grandes aparatos, dependen de imperativos técnicos y definen con-
ductas técnicas, no conductas morales. Su efecto y su fmalidad es
objetivar y codificar la acción esperada de cada uno como algo que le
precede y que le es exterior. Estas acciones predeterminadas no son im·
putables a los que las ejecutan: sólo les es imputada la buena o mala
ohservación de las reglas o reglamentos. ~í, es abolida la responsabi-
lidad personal, o sea (en los militares, en los funcionarios, todos ellos
ejecutores subalternos) prohibida: las reglas ''no se discuten" y los
"buenos" ejecutores dirán; "sólo ha&emos nuestro trabajo", "yo sólo

95
obedezco órdenes", que es una forma de declinar tpda responsabili-
dad personal en lo que hacen.
Ahora bien, todo orden social, y particularmente los socialismos de
la escasez, tienden a confundir la moralidad con la obediencia a las re-
glas y reglamentos como si fueran imperativos éticos y no medios téc-
nicos, a menudo provisionales e improvisados, de asegurar el funciona-
miento de un sistema material, él mismo contingente. La moral de Es-
tado socialista, así como las morales militares y tccnocráticas, ha con-
sistido hasta hoy en exigir a los individuos que se identifiquen con fun-
ciones y conductas heterónimas cuya naturale:t:a es definida por el fun-
cionamiento de la suciedad en tanto que sistema material o "aparato".
El imperativo técnico es así, pura y simplemente el sustituto de la exi-
gencia ética. Bajo el imperio de la urgencia, toda crítica y transforma-
ción de los aparatos está prohibida; la materialidad de las relaciones
técnicas así determinadas se convierte en la medida de lo que "deben
ser" las relaciones sociales e inter-individuales. El fundamento de la
''moral" es finalmente la maquinaria social¡ el Estado es el ingeniero
supremo (y la policía política, el clero).
Es inútil que se busque en este sistema el lugar de la moralidad: au-
sente de las relaciones entre los individuos, está igualmente ausente de
un orden estatal que, postulado como el Bien supremo, no es en rea-
lidad más que un conjunto de mecanismos y de aparatos que funcio-
nan mal que bien, y escapan, con sus perversos efectos, a toda volun-
tad y a todo control político, social o individual.
Es en este contexto, que es el de los Estados totalitarios, en el que
la conciencia individual se descubre clandestinamente comú el único
fundamento posible de una moral; la moral comien;z;a siempre por una
rebelión. Aparece en el momento preciso en que el individuo rechaza
obedecer proclamando: "Ya no puedo más".l::stc non possumus es el
acto fundador de la exigencia moral, su cogr."to. F.s la revuelta contra la
"moralidad objetiva" y su realismo, en nombre de un realismo de otro
orden que aíirma la imposibilidad de que el hombre sea imposible en
tanto que juez autónomo de lo que debe y lo que no debe hacer,
La toma de conciencia moral se puede resumir en la siguiente pre-
gunta: "i,puedo querer eso?". Es decir: ipuedo en mi propio nombre
querer esta acción en sus modalidades tanto como en sus consecuen-
cias? iPodría, actuando de esta fonna, decir: soy yo, así lo he querido?
Lo específico de la ''moralidad objetiva" es que dispensa a los indi-
viduos de este tipo de preguntas. Se les asegura que no tienen que pen-
,-ar ni dudar; bastará que obedezcan para estar en el Bien; las Autori-
dades, u la Historia, o el Partido, o la Iglesia responden. Dicho de otra

96
manera. el hombre. acgún la moralidad objetiva. no tiene quc.,conver-
tine en mjeto. Y con el mjeto, la moralidad misma desaparece, la pre-
gunta de la 1ignir1eación de 101 fines y de su valor ya no se plantea: ya
no IC trata de saber si puedo querer aquello, sino solamente "si es ne-
cCArio". Siempre en nombre de necesidades ineluctables es como los
hombres se convierten en contrahombres. Yo llamo alienación a la im-
posibilidad de querer lo que se hace y de producir acciones que se pue-
dan tomar por fines tanto en sus resultados como en las modalidades
de su desarroll~. A la pregunta moral de "&puedo quera eso?", el in-
dividuo alienado responde siempre: "No soy yo quien •.. Era necesan·o
que••. No hay otra altnflOtiva. .. " etc.
No puede haber moralidad ni moralización de las relaciones más que
si existe una esíera de actividades autónomas en la que el individuo es
el autor soberano de sus actos, sin necesidad ni coartada ni excusa, y si
esta esfera no está 1ubordinada sino que ea preponderante en la pro-
ducción de cada uno por sí mismo y del tejido de sus relaciones con
los clcmás (29).
Sin embargo, como veremot, la esfera de la autonomía no puede en-
globar todo. Solo lo podría hacer si la comunidad de base, fundada
sobre la autodeterminación y la reciprocidad de las relaciones, com-
prendiese a todo el mundo o si el mundo tuviera la dimensión de la
comunidad y estuviese desprovisto de escaseces, de fuerzas hostile1 a la
vida humana y de obligaciones. Ambos casos son imposibles. l'ara
Marx, la reapropiación de todo el mundo. hecha transparente para y
por cada uno, supone no solamente la abundancia, sino incluso c:011)0
ha demostrado Pierre Rosanvallon (30), una comunidad inmediata
y limpie, de tipo familiar, coextensiva a toda la humanidad. Inversa-
mente. para los neo-utopistas de la "retribalización ", así como de las
microsocicdadcs ideales de la Baja F.dad Media, y del Renacimiento,
se trata de construir al margen del mundo y de la Historia una comuni-
dad autosu(iciente, protegida por el aislamiento físico contra lu per-
versiones procedentes del exterior.
Ambas tentativas desembocan en un pscudomoralismo que, preten-
diendo suprimir todo lo que no puede ser producido, dominado y con-
trolado por 101 individuos soberanos, les obliga a querer lo que no de-
pende de eUos y les supera o incluso les niega (es lo especifico de lapa-
sión comunilta). y más tarde a sufrir como efectos externos lo que re-
chazan tener en cuenta: es decir la articulación de su comunidad ideal
con el orden social dominante.

97
b) Autonomía y hetcronomía práctica.a: laa do1 esferu

Ahora bien, la moralización no exige necesariamente la supresión de


la esfera de la hetcronomía; 1olamente exige su subordinación a La es-
fera de la autonomía. E,ta subordinación estará asegurada en la medi-
da en que la realización integral de los individuos en y por sus activi-
dades y sus relaciones autónomas sea el objetivo al que las institucio-
ne1 sociales y su núcleo incompresible de actividades heterónomas
1irvan de soporte.
E1to ya fue intuido por Marx al final del tomo III de El Capital,
cuando afirmaba que la "esfera de la libertad" (es decir de la autono-
mía) sólo comienza más allá de una "esfera de la necesidad" (es decir
de la heteronomía) que se trata de reducir, pueno que es imposible
suprimir. Haciendo su parte, no negando la realidad, es como se redu-
cirá esta parte tanto como sea posible y se le impedirá dominar con su
racionalidad el conjunto de las actividades individuales: "El reino de la
libertad, efectwamente, sólo conu'.en.za cuando no existe obligación de
trabajo impuesta por la miseria o por fines exten·ores; se encuentra,
pues, por lo naturaleza de las cosas, al margen de la esfera de la pro-
ducción material propiamente dicha. Al igual que el salvaje, el indivi-
duo civilizado está oblí'gado a luchar contra la naturaleza para satisfa-
cer sus necesidades, conservar y reproducir su vida; y ésto es así en to-
das UU formas sociales y en todos los modos de producción. Al mismo
tiempo que las necesidades, el imperio de la necesidad natural se am-
pl{a, y con él las faerzas productivas que darán satisfacción a estas
necesidades. En este estado de cosas la libertad únicamente consiste en
lo s1"guiente: el hombre soci4l, los productores asociados, regulan de
forma racional sus intercambios con la naturaleza y los someten a un
control colectwo, en lugar de dejarse inútilmente dominar por ellos:
estos intercambios son realizados con el menor esfaerzo posible y en
las condiciones más dignas y más adecuadas a la naturaleza humana,
Pero la necesid4d no subsiste por eso menos. Y el reino de lo. libertad
no puede edificarse más que sobre el reino de la necesidad. La reduc-
ción de la jornada de trabajo es la condiciónfundamental"(31).
Se constatará que, contrariamente a una interpretación extendi..ia,
Marx no afirma que la autogeatión, por los productores asociados, de
la producción material realice el reino de La libertad. Al contrario, él
afinna que la producción material está sometida a las necesidades na-
turales (de las que forman parte las leyes físicas de funcionamiento de
In~ J.'(randes aparatos) y que, en el dominiD de la producción material,
la libertad se reduce a trabajar lo más digna y dicazmentc, y por tanto

98
el menor número de horas posible. A esto es a lo que debe tender la
autogestión. En cuanto al reino de la libertad, se desarrollará gracias a
la reducción de la duración del trabajo y de los esfuerzos requeridos
por la producción de lo necesario.
En restimen, no hay otra solución que la dualista, con la organiza-
ción de un espacio social discontínuo, comportando dos esferas distin-
tas y una vida acompasada por el tránsito de una c:sfera a otra.
El mismo tipo de intuición está presente en Ivan lllich cuando, lejos
de preconizar la abolición de la producción y del trabajo industrial,
llama, al contrario, al establecimiento de una relación de sinergia entre
los modos de producción heterónomo y autónomo, en la perspectiva
de una expansión má,r.ima de la autonomía. Esta puede sc:r servida por
herramientas complejas y técnicas avanzadas que, para ser puestas a
disposición de los individuos, exigen trabajo heterónomo. Este no pue-
de ser rechazado si pone a disposición de cada uno "herramientas con•
uivenciales", es decir que "cada uno pueda utilizar, sin dificultad, todo
lo regular o esporádicamente que desee, para fines que él mismo deter-
mine" sin que "el uso que cada uno haga, usurpe la libertad de los de-
más de hacer otro tanto".
"El carácter convivencial o no de la herramienta, cc.1tinúa Illich, no
depende en principio de su nivel de complejidad. Lo que se ha dicho
del teléfono (instrumento de comunicación cuyo contenido no puede
ser fijado previamente por ningún burócrata), podri'a repetirse punto
por punto respecto al sistema de correos, o al de transportes fluviales
en Indochina. Cada uno de esos sistemas es una estn.i.ctura institucio-
nal que maximiza la libertad de la persona, aún cuando pueda ser des-
viada de su finalidad y pervertida en su uso".
"Es posible que ciertos medios de producción, no convencionales,
u¡,arezcan como deseables en una sociedad postindustrial ( ... ). F:s casi
seguro que durante el período de transición la electn'cidad no será en
todas partes el resultado de una producción doméstica ( ... ). En reali-
dad no hay ninguna razón para proscn'bir de una sociedad convivencia/
t·,da herramienta potente y toda producción centralizada( .•. ). Lo que
importa es que una sociedad de ese tipo logre un equilibn·o entre, por
una parte, el utillaje concebido para satisfacer la demanda que produ-
ce, y, por otra, las herramientas que estimulen la realización personal.
Lo primero materializa programas abstractos concernientes a los hom-
bres en general; los segundos favorecen la aph·tud de cada uno para
perseguir sus fines, a su manera personal "inimitable". (32).
En c>tra parte he intentado ilustrar a qué se podría parecer la orga-
nización dualista del espacio social en una esfera de heteronomía sub-
99
ordinada a 101 finca de la autonomía (33). La primera uegura la pro.
ducción programada, planificada, de todo lo que es nccc:sario para la
vida de los individuos y para d funcionamiento de la sociedad, lo mais
eficazmente y, por tanto, con el menor consumo de esfuerzos y de re-
cuno1. En la segunda, loa individuos producen de forma autónoma, al
margen del mercado, 1olos o libremente asociados, los bienes y servi-
cios materiales e inmateriales, no necesarios, pero conformes con los
deseos, los gustos y la fu.tasia de cada uno. La riqueza de la sociedad
estando satisfechas las necesidades primarias, se mide por la variedad y
la abundancia de las herramientas convivenciales de todo tipo que cada
uno puede utilizar pcrmuientemente, en los talleres instalados en los
municipios, los barrios y los inmuebles.
La posibilidad de puar de un trabajo social heterónomo, asalariado,
de interé1 general, que requiere poco tiempo y no exisc una inversión
penonal intensa, a una actividad autónoma que tenga su fin en sí mis-
ma, hace evidentemente a los individuos extremadamente exigentes
y críticos en cuanto a la naturaleza y a las finalidades del trab3:jo 10-
ciahnente necesario, pero al mismo tiempo les dispensa de tener que
buscar en ese trabajo, a menudo heterónomo, su identidad social o su
realización personal. Dicho de otra manera, el dominio de la exigencia
ética está virtualmente desligado del de las necesidades objetivas, de
orden material y técnico. Los individuos devienen libres de ver en su
trabajo sociahnente determinado una necesidad exterior, circunscrita,
ocupando un lugar marginal en su vida. Pero quedan libres, igualmen-
te, de buscar su realización penonal en y por el trabajo social. Nada les
impide, en fin, atribuir una importancia semejante a su trabajo social·
mente determinado y a su actividad autónoma, y de encontrar en la
alternativa de ambos un equilibrio que será tanto más placentero cuan·
to mayor sea la diferencia entre loa dos. Esta alternancia podrá ade-
más, marcar el ritmo vital de cada uno según ciclos diarios o semana·
les, estacionales o plurianualcs (34).
li.sta concepción dualista es la únicamente realista y operativa hoy.
Es posible reducir considerablemente el tiempo de trabajo requerido
de cada uno pan. producir lo necesario; pero es imposible, en cambio,
hacer gratiítcantcs y agradables para los que los realizan, cada uno de
los trabajos socialmente necesarios. Es posible ampliar el campo de las
actividades autónomas, auto-rcguladu, no mercantiles, portadoras en
sí mismas de su finalidad, facilitando la autoproducción y el autoa-
prcndizajc y reemplazando por la ayuda mutua, la cooperación y la co-
lectivización, una parte de los servicios proporcionados en la actuali·
dad por empresas comerciales o administraciones burocráticas; pero no

IUO
es posible auto-regular el proceso social de producción en su conjunto
ni incluso laa gTandcs unidades técnicas que lo componen.
Estas imposibilidades tienen varias razones, siendo la fundamental la
siguiente: la socialización de la producción y de las fueaas productivas
va acompai\ada inevitablemente por la decadencia de los antiguos ofi-
cios individuales en provecho de lu cualincacioncs sociales más estre-
chamente especializadas. Esta evolución es irreversible, y acelerada y no
frenada por la automatización. Sin duda, la autogestión técnica del
proceso de trabajo a escala de talleres, de islas de montaje, de oficinas
y de obras, permite m~jorar las condiciones, las modalidades y las rela-
ciones de trabajo; puede impedir que éste siga siendo castrante, agota-
dor y embrutecedor; puede dar a los trabajadores el poder de determi-
nar ellos mismos su ritmo, el poder de arbitrar entre variables tales
como la duración, la intensidad, la complejidad y el atractivo del tra-
bajo (no siendo necesariamente el trabajo más fatigoso, el más comple-
jo ni el más largo). Pero la autogcstión técnica no harájamás de todos
los trabajos sociabnente determinados, actividades en las que el indivi-
duo pueda volcarse y realizanc completamente: no puede invertir la
tendencia a abolir los antiguos oficios en la esfera de la producción
social.
Los antiguos oficios, en efecto, eran más un arte que una cualifica-
ción social transmisible. El saber-hacer del maestro-anesano era una
capacidad personal que, a partir de unos conocimientos aprendidos,
"el hombre del arte" desarrollaba a lo largo de su vida. El oficio era
evoluti110: no se cesaba de aprender y de progresar adquiriendo nuevas
habilidades y perfeccionando sus herramientas. Era necesaria "toda
una vida" para aprender el oficio, lo que quiere decir que cada uno de-
bía, a partir de técnicas de base, reinventarle por su propia cuenta y
que el saber-hacer que implicaba no estaba nunca completamente co-
dificado y por tanto jamás era enteramente transmisible.
La cualificación socia.1, al contrario, consiste en la adquisición de
una cantidad determinada de saber socializado y estandarizado. F.ste
saber, virtualmente accesible a cada uno en un tiempo limitado, es un
principio riguroaamente idéntico al del resto de personas del mismo
oficio. Hace sus .prestaciones equivalentes e intercambiables. Es, en
principio, íntegramente aprendido y transmisible. El saber hacer espe-
cífico, autónomo y evolutivo del trabajador no está por tanto nunca,
al mismo nivel que en los antiguos oficios. Su cualificación social no le
pertenece en tanto que persona: ésta está prrdctcrminada tanto en su
naturaleza como en su extensión, de manera que en lugar de pertcne-
cerle a él mismo gracias a su "oficio", es, al contrario, por éste por el

101
que pertenece a un sistema socioc:conómico en el que es impotente en
la determinación de la división del trabajo y de la evolución tecnoló-
gica. Dicho de otra forma, el "oficio" no tiene valor de uso personal
para quien lo ha aprendido, le resulta algo externo. En lo fundamental,
no es otra cosa que su modo de inserción en el sistema heterónomo de
grandes aparatos científicos, técnicos, administrativos, etc., cuya com·
plejidad supera el entendimiento de una penona y que no pueden fun.
donar más que gracias a la articulación de saberes parciales, comple-
mentarios y predeterminados en íunción de un resultado que les supe·
ra a todos.
La cualificación social puede, pues, difícilmente ser evolutiva: a me-
nos que se trabaje a un alto nivel en la investigación o en sectores que
han quedado como artesanales, no se progresa en el "oficio", es nece·
sario poder perfeccionar las herramientas o inventar nuevas formas de
hacer las cosas. En lugar de enriquecer de forma acumulativa, como en
los antiguos oficios, la cualificación social queda generalmente: deter-
minada del principio al fin de una "vida profesional" por la evolució1.
de los stocks de saber social anteriores y posteriores. Esta evolución,
llamada "innovación", sólo es excepcionalmente obra de una persona:
en general no es el resultado del trabajo creador del "hombre de ofi•
cio" preocupado en mejorar las herramientas que maneja. General·
mente procede de oficinas de estudio donde la casi totalidad del perso-
nal cumple un trabajo parcelario.
La división del trabajo es,por tanto,despenonalizante.Hace del tra-
bajo una actividad heterónoma y limita su capacidad de autogestión
para autogobemar las consecuencias de los cambios y de las decisiones,
interviniendo con anterioridad. I::stos cambios y estas decisiones pue-
den sin duda ser orientados de forma indicativa por los trabajadores
con posterioridad¡ pero no pueden ser enteramente determinados por
dios. La autogestión de un combinado, de una gran fábrica o de un
centro administrativo no puede ser efectiva: tropezará siempre con la ri
gidez de las exigencias técnicas y de las numerosas mediaciones presen-
tes entre los de "los de abajo" y los resultados obtenidos por la oficina
de estudios y de métodos.
Es por tanto imposible abolir la..despenonalización, la banalización,
mejor aún, la trivialización del trabajo socialmente determinado a me-
nos que se logre abolir la división del trabajo, lo que quiere decir; a
menos que se retome al artesanado y a la economía ciudadana. No se
trata de ésto (incluso, como hemos visto, para Illich, contrariamente a
una opinión generalizada entre sus no-lectores). La división del trabajo
y tld saber-hacer en cualificaciones fragmentarias pero complementa·

102
rios, permite únicamente realizar y poner en man:ha e10, inmenso•
stocks de abera materializado, que son las máquinu, li1temu y pro-
cesos industriales, cualquiera que 1ea III dimensión. Nada ju1tifica la
creencia de que lu herramienta convivenciales, 1u1ecptible1 de uesu-
rar la producción autónoma de valores de u10, puedan o deban ac:r pro-
porcionadu por la propia esfera de la producción eutónoma. Al con-
trario, la esfera de la autonomía será tanto m.ú amplia cuanto mayor
ac:a el rendimiento de sus herramientas y cuanto mayor sea la densi-
dad de saberes complejos que incorporen en forma y volumen maneja-
ble para el individuo. Ni rl teléfono, ni el video, ni 101 microprocesado-
re1, ni las biciclctu, ni las fotopilas -todas ellu herramientas poten-
cialmente convivencialc1 y 1usceptible1 de servir a actividades autóno·
mu- pueden ser producidas a escala familiar, de equipo o de una co-
munidad.
No ac: trata por tanto de auprimir el trabajo heterónomo; sino sim-
plemente de utilizarle para la ampliación de la esfera de la autonomía
tanto por la naturaleza de sus productos como por las modalidades de
su producción. Servirá tanto mejor a esta ampliación: 19 proporcio·
nando al sector autónomo un máximo de herramientu a la vez eftca-
ces y convivenciales, y 29 reduciendo al mínimo la duración del ua-
bajo heterónomo que cada uno deba realizar. La existencia de un sec-
tor de producción socializado es indispenaable para satisfacer e1tas dos
condicione,. En efecto:
-Sólo la aocialización del saber, de su almacenamiento y de su
tranamisión permite la concepción y la realización de una situación de
herramientas muy evolucionadas.
-Las m4quinu de alto rendimiento capacea de proporcionar a bajo
coito lu herramientas deaeables (ya 1ca de tubos catódicos o de roda-
mi1:nto1 a bolas) superan generalmente los medios de una comunidad
o de un municipio.
-Para que el tiempo de trabajo heterúnomo realizado por cada in-
dividuo pueda ser reducido al mínimo, es neceSario que todos traba-
jen. Pero todos no pueden Uabajar eficazmente en el sector de la pro-
ducción heterónoma más que si los saberes complejos necesarios para
la eficacia de su trabajo están incorporad91 en los proceso• industria-
lea y almacenados en máquinas sofuticadu de manera que la cualifica-
ción (social) requerida por cada trabajo pueda ser adquirida en poco
tiempo. Sólo la banalización de la mayor parte de loa trabajos social-
mente necesarios permite que sean repartidos entre toda la población
y reducir uí su duración a una media de algunas horas por día. Unica-
mcnte é:ata permite a cada individuo efectuar 1ucelivamente diversos

10:i
tsabajos o compartir su tiempo entre varias actividades heterónomas.
La expansión de la edera de la autonomía tiene. pues. como con-
dición la existencia de una producción heterónoma, industrializada, pe-
ro limitada a los bienes y servicios socialmente necesarios que no pue.
den ser realizados con la misma eficacia por las actividades autóno-
mas (35). La mayoría de los objetos de uso corriente tendrán así pre-
ferencia para ser producidos indust~almente y en serie; la mayoría de
los objetos no utilitarios serán producidos con una eficacia superior en
la esfera autónomL La producción heterónoma proporcionará, por
ejemplo, una gama limitada de trajes y zapatos robustos y funciona-
les, ofreciendo un valor de uso óptimo. Una variedad ilimitada de mo-
delos correspondiente con los gustos de cada individuo podrá ser au-
tuproducida al margen del mercado en los taUeres comunitarios (36).
Inversamente, sólo lu atenciones de una tecnicidad excepcional ten-
drán posibilidad de ser dadas en esos centros de atenciones industria-
lizadas que son los hoapitales. Las afecciones sin importancia que cons-
tituyen la inmensa mayoría de las eníermedades, serán atendidas más
eficazmente a domicilio. con la ayuda. en caso necesario, de padres,
amigos o vecinos.
Esta organización dualista del espacio social en una esíera de la he-
leronomia, con tareas socialmente predeterminadas y relativamente
impersonales, y una esfera de la autonomía en que "todo marcha", no
puede ser de ninguna de las manera, compartimentación. Cada una de
lu dos esferas, efectivamente, repercute sobre la otra. Las posibilida-
des de !Calización personal. de creatividad y de actividad comunita·
ria que ofrece el sector autónomo. harán a los individuos refractarios
a la división jerárquica del trabajo, así cuma a las producciones de
dudosa utilidad. Inversamente, el trabajo socialmente determinado de
la t:sícra heterónoma protege a los individuos contra las presiones y las
tensiones de una comunidad fucrtt:mente integrada, Ya sea la familia o
cualquier otra comunidad de vida y trabajo.
De momento lo importante es que la existencia de un sector socia-
lizado de trabajos banalizados permita a cada individuo salir del espa-
cio estrecho de la comunidad e impida pretender la autarquía. la auto-
suficiencia. La autarquía comunitaria, en efecto, es sit:mpre empobre-
cedora: la comunidad abre a sus miembros un abanico de actividades
y de alternativas tanto más restringido cuanto más: autosuficientc
y numéricamente reducida cs. A íalta de una abertura sobre un espa-
cio de actividades. de saberes y de producciones exógenaa. la comu-
nirl;u\ deviene prisión. "Odio a las íamilias"; '1a explotación fami-
liar es la explotación de la familia". Unicamcntc la circulación de 101

104
miembsos de la comunidad en un espacio que ofrezca posibilidades de
aprendizaje, de descubrimientos, de experimentación y comunica-
ción continuamente renovadas, evita empobrecerse: en la vida comuni-
taria por una especie de entropía y de devenir asfixiante. El trabajo
socialmente determinado, en razón de su misma heteronom ía. es ese
espacio de circulación en el que la comunidad recibirá los estímu•
los íecundantes. Es por esta misma razón que el "ama de casa" vive
como· una liberación la posibilidad de trabajar fuera del hogar, a pesar
del carácter opresivo y castrantc de la mayor parte de los empleos
que se ofrecen.
Toda actividad es empobrecedora si no se alterna con actividades
que movilizan otras energías del cuerpo y del espíritu. El trabajo hete·
rónomo es empobrecedor cuando se realiza a tiempo total, con la ex-
clusión de cualquier otra actividad, y lo mismo pasa con la actividad
autónoma. Como señalaba Guy Aznar (3 7), nada puede ser creativo
doce horas al día y trescientos días al año. El vaivén entre actividades
que exigen una inversión personal intensa y los trabajos que dejan va-
cantes al espíritu o la afectividad, es una fuente de equilibrio y de rea•
lización.
La imposibilidad de abolir el trabajo heterónomo no es por tanto un
mal en sí misma a condición de que nadie sea obligado a cumplir du·
rante su vida con plena dedicación un mismo tipo de trabajo no evo.
lutivo.
Nada debe impedir que el trabajo socialmente necesario sea una
ocasión de fiesta, de comunicación, de placer. La cultura no es otra
cosa que esta sobredetenninación de lo necesario por lo facultath,o y
lo superfluo, esta inversión del imperativo material por un sentido es-
tético que lo supera.
El mismo trabajo que es un incordio cuando es efectuado diaria-
mente y con plena dedicación, (clasificación y codificación electro-
magnética del co1Teo¡ la recogida y clasificación de basuras¡ trabajos de.
mantenimiento y de limpieza, etc) deviene un tiempo vacío entre
otros cuando, repartido entre toda la población, es efectuado sólo
4uincc minutos aJ día; puede devenir incluso una diversión bien recibi-
da y una ocasión de riesta cuando, como e1 actualmente el caso de
ciertos trabajos agrícolas y silvícolas, es efectuado durante aJgunos
dias al año o durante algunos meses en la vida.
La liberación no puede consistir en eliminar el trabajo socialmente
determinado ni en abolir la obligación exterior para hacer interiorizar
por cada individuo, como un deber ético, e1 cumplimiento de torio lo
que es objetivamente necesario. La liberación consiste al contrario en

105
reconocer que la etfera .de la necesidad. impone tan:u heterónomas
cuyos imperativos técnicos no tienen nada que ver con la moral, y en
circunscribir estas tareas mediante reglas preci.u, en un espacio social
específico. La separación de la esfera de la neceaidad. y de la esfera de
la autonomía es una condición para la máxima expansión de ésta.

106
·4. LA ESFERA DE LA NECE51DAD: EL ESTADO

La esfera de la necesidad engloba dos tipos de actividades heteróno-


mas: las requeridas para la producción social de lo necesario, y las re-
queridas pan. el funcionamiento de la sociedad en tanto que IUtema
material. El modelo de desarrollo capitalista se caracteriza por una ex·
pansión simultánea de estos dos tipos de actividad. A medida que la
producción comercial se concentra en unidades cada vez mayores y
que progresa la división territorial así como la social y técnica del tra·
b11:jo, el funcionamiento del aparato económico exige un rapidísimo
crecimiento de la red de servicios estatales: redes de transportes, de
telecomunicaciones, de recogida y centralización de informaciones,
de formación (escolarización) y de mantenimiento (medicalización)
de la fuerza de trabajo, de control fiscal y policial, etc. Dicho de otra
manera, el trabajo de administración y reproducción de las relaciones
sociales cn:cc más rápidamente que el trabajo directo de producción
material (38), y es la condición del aumento ele eficacia de éste. El apa-
rato de produc.:ción exige para su íunc:ionamicnto un importantr apa-
rato de administración y de servicios públicos (el aparato de Estado)
y, por medio de .este último, transforma la sociedad en un sistema de
relaciones de exterioridad en el que los individuos no son los agentes--
sujeto sino los objetos-actuantes: los administrados. La 11:ociedad se
degrada en beneficio del Estado, y las opciones, libertades y poderes
políticos en beneficio de imperativos tecnocráticos.
La reducción de la esfera de la necesidad no puede consistir por tan-
to en reducir únicamente la cantidad de trabajo requerido para la pro-
ducción material de lo que es necesario para la vida. Exige igualmente
una reducción de las deseconomíu externas y de lu actividades c;sta-
tales requeridas por la producción directa. F.sta reducción sólo puede

107
ser obtenida si son modificados el aparato milmo de producciOn y la
división del trabajo que determina.
La cuestiOn ha sido ampliamente demostrada (S9): la concentración
técnica de la producción en unidades de gran tamaño entraña deseco·
nomías y en especial costos sociales que pueden superar holgadamen·
te los ahorros de escala que aparentemente permite. Euos consisten
esencialmente en un mejor rendimiento del capital fijo: wi mismo
quantum (por ejemplo un mil!On) invertido-en una gran unidad pro·
porciona un volumen de producción y wi beneficio proporcionalmen·
te más elevado que si hubiese sido invenido en varias pequen.as unida·
des. Este calculo de rentabilidad hace, sin embargo, abstracciOn de las
inversiones y de los costoi;. sociales que la concentración de capital en·
traña: construcción de vías de transporte para abstecer las grandes uni·
dades y evacuar su producción; necesidad de alojar la mano de obra y
por tanto de urbanizar nuevos espacios; costos urbanos de funciona-
miento y de administración que crecen más rápidamente que la dimen·
siOn de las ciudades; presupuestos de transporte más elevados para la
mano de obra, etc.
A estos costos sociales inducidos y que soporta la colectividad, con·
viene añadir los "costos invisibles": crecimiento más que proporcional
de los ruidos y de los efectos destructivos sobre el medio ambiente;
crecimiento de la morbilidad de la población; mayor rigidez de gestión
y de funcionamiento de la gran unidad que, en razón de su elevadísi·
mo costo, e:,i:ige un plan de encargos y un programa de amortización
muy estrictos. La gran unidad tenderá por tanto a íupcionar día y no·
che, lo que implica desgaste físico y nervioso de la mano de obra. Su
producción será difícilmente adaptable a las variaciones cualitativas y
cuantitativas de las necesidades, y tratará, en consecuencia, de produ-
cir y mantener para su producción una demanda constante (o sea cre-
ciente): de ahí la subordinación de la demanda a la oferta, y de las ne-
cesidades de la población a las e:,i:igencias técnico-fmancieras del capi-
tal. De ahí la estrategia comercial· orientada a producir el consumidor
correspondiente al producto que se ofrece. De ahí también, la tenden-
cia a cubrir las necesidades por medio de la venta de un má:,i:imo de
mercancías y, correlativamente, a la maximización del consumo de
energía, de materias primas, de equipamientos y de servicios estatales.
En resumen, la búsqueda del menor costo de producción por unidad
de producto y del máximo del beneficio para el capital, entraña una
maximización de los costos sociales indirectos. El costo total (directo
e indirecto) de la pro1ucción centralizada es frecuentemente más ele-

108
vado que el de las producciones descentralizadas de menores resulta-
dos en apariencia.
Sobre la base de todos estos aspectos, empieza a manifestarse una
inversión de la tendencia a laqueSmall lll Beautiful (40) proporciona su
leitmotiv; sólo la pequeña o mediana unidad de producción puede ser
subordinada a las necesidades de la población, controlada por ésta, y
adaptada a los recursos y aspiraciones locales; sólo ella permite la
búsqueda del menor costo total, del óptimo en 111ateria de condicio-
nes de trabajo y de impacto sobre el medio ambiente; sólo ella puede
ser administrada por los que allí trabajan y contribuir a la autonomía
del municipio, de la región, de las comunidades de base. I.a decadencia
del Estado y la autogestión no son posibles más que en un espacio so-
cial en el que las pequeñas unidades restablezcan la relación directa, si
no la unidad, entre los productores y los consumidores, la ciudad y el
campo, la esfera del trabajo y la dd no trabajo. En suma, la reducción
de la esfera de la hcteronomía exige la descentralización y un cierto
grado de autosuficiencia local.
iPero hasta qué punto pueden ser reducidas la esfera de la hetero-
nomía, o la esfera del Estado? iNo existe un umbral pasado d cual
la transferencia de funciones del Estado a las comunidades de base de-
ja de ser generador de autonomía creciente? iExiste alguna venta,ja, y
en caso afirmativo hasta qué punto, en abolir la esfera de la necesidad
en tanto que esfera distinta, dictando reglas y obligaciones exteriores
para que cada comunidad de ha.se y cada miembro de la comunidad
asuma e interiorice las necesidades?
Todas las experiencias comunitarias contemporáneas se -han encon-
trado con estos interrogantes; y la mayoría han fracasado antes de
poder responderlos. Es por esto por lo que las teorías libertarias, o co-
munitarias, o autogcstionarias, pancn siempre del postulado implícito
de que la heteronomía (las necesidades y obligaciones exteriores) no
procede, en los individuos, de las leyes físicas del campo material en el
que se inscriben sus acciones, sino solamente del modo de articulación
de estas acciones: del tipo de organización y de cooperación sociales.
Siempre se postula que tiene: que ser posible englobar y disolver la es-
fera de la heteronomía en la de la autonomía; que el desarrollo de las
comunidades a escala humana tiene que poder hacer inútiles las fun-
ciones que sólo pueden ser asumidas por una instancia central exterior
a la!i comunidades, es decir, por el Estado. En este sentido, tiene que
ser posible el eliminar los "instrumentos" (incluidos equipamientos e
i11stituciones) que, en razón de su dimensión, no puedan ser domina-
dos y administrados por las comunidades a escala humana sin exigir

109
una jerarquía y una división del trabajo cuasi-militar: grandes fábricas,
grandes equipamientos (autopll'tas, embalses hidráulicos, redes ferro-
viarias y de telecomunicación, sistemas centralizados de producción de
energía, etc.). Gracias a que tiene que ser posible que las necesidades
de la producción dejen de ser exigencias exteriores y sufridas obliga-
ciones: el trabajo necesario tiene que poder ser concebido y distribui-
do de manera que no se diferencie de las actividades libres, creadoras
y realizadoras; tiene que convertirse en ocasión de comwticación y-de
fiesta. En resumen, los trabajos necesarios "tienen que poder" realizar-
se de manera que a través de la producción de lo que es indispensable
para la vida, se realicen los fines ideales (éticos) de un modo de coope-
ración y de existencia libremente escogidos.
A esta wtidad postuláda de las necesidades materiales y de las exi-
gencias éticas corresponde de hecho un solo tipo de comunidad: l.i co-
munidad monacal en sus diversas variantes: de los Cistercienses a los
Ashrams, de las sectas ncobudistas o neomusulmanas a las "comunas"
agrícolas y artesanas. Pero lo específico de estas comunidades, es, pre-
cisamente, que los trabajos necesarios no son cumplidos en ellas en ra-
zón de su necesidad ni únicamente en función de su fin primario. U
conjunto de las actividades y de las relaciones de la comunidad de tipo
monacal está mediado por su sentido religioso: el trabajo allí es una
forma particular de la oración, es decir, de la comunidad con un or-
den trascendente; no tiene como objetivo primario el producir lo nece-
sario sino el permitir la manifestación de Dios en el seno de lo cotidia-
no. Asimismo, las relaciones de los miembros de la comunidad no son
relaciones de reciprocidad directa y de comunicación horh:ontal, sino
relaciones de reciprocidad mediada en las que el objetivo no es los
demás -la comunicación con los demás, el darse a los demás- sino la
cooperación de todos con miras a realizar su comunión en Dios (41).
Poco importa que la religión que media las relaciones sea cristiana,
panteista, maoista, neobudista o animista. Lo importante, en este ti-
po de comunidad, es la sacralización de los trabajos cotidianos cuya
banal finalidad primaria desaparece detrás del m~y elaborado ritual
que regula su manera de ser cumplidos.
En este tipo de comunidad, la unificación de las esferas de la ne-
cesidad y de la libertad, de la heteronomía y de la autonomía es rea-
lizada mucho más por desplazamientos simbólicos que por una supre-
sión de las exigencias y necesidades exteriores: estas no son libremente
escogidas más que en tanto que lo que cada individuo ve en ellas de di-
lc,c11te respecto a lo que en realidad son. Los trabajos más humildes
de la producción material son considerados como una forma de ejerci-

110
cio espiritual y la necesidad de su realización no como una carga que
se ejecuta ''porque es nece1ario" sino como un deber moral y religio-
so de mortificación y de entrega.
Dicho de otra manera, el reino de la necesidad no es abolido sino su·
blimado, y bajo su forma sublimada regula cada instante de la vida co-
munitaria: horarios, reglas y obligaciones estrictas,jerarquía y discipli·
na, división de tareas, y deberes de obediencia, de abnegación y de
amor(42).
Estas características son inevitablemente las de una comunidad en
la que las necesidades de la vida comunitaria tienen que ser asumidas
e interiorizadas por cada individuo, siendo cada uno de ellos responsa·
ble de la comunidad entera, de su supervivencia y de su cohesión. Nin·
guna contestación de las necesidades y de las exigencias prácticas de la
vida del grupo está entonces permitida. Por otra parte, la contestación
ya no es posible, al no estar estas necesidades administradas en un lu·
gar y por una institución distintos de la comunidad misma: la cantes·
tación tendría que tomar la comunidad como blanco y excluiría al
contestatario. La cohesión de la comunidad está fundada por tanto en
la interiorización de las exigencias prácticas como deberes éticos, y en
la prohibición de la rebelión o del rechazo de la obediencia bajo pena
de expulsión, de inhabilitación o de retirada del amor. Fines individua·
les y obligaciones colectivas, vida personal e interés del grupo son con-
fundidos, el amor de cada miembro de la comunidad corresponde a
todos los demás (y no a cada uno de ellos), siendo el deber primera:
este amor es debido, efectivamente, en reconocimiento del hecho de
que la comunidad -personificada en su unidad por el Padre o la Ma·
dre. superiores, el Hermano mayor o el Jefe bien amado- es para cada
uno de sus miembros la fuente de su identidad y de su vida. Las obli-
gaciones exteriores han sido ,1parcntemente abolidas sólo a través de su
transformación en obligaciones interiores, la Ley can sus exigencias y
sanciones ha sido abolida sólo para ser sustituida por la ley más tiráni·
ca: el Deber del Amor.
Por todos estos aspectos, la comunidad de trabajo y de vida repro·
duce de hecho el gru¡)o originario que continúa siendo la matriz de to·
das las experiencias comunitarias: la familia tal como existía en La épo-
ca en que la comunidad doméstica era fundamentalmente una comuni·
dad de producción que aseguraba la subsistenci,1 de sus miembros. To-
rla sociedad o micro-sociedad abolida por el Estado -o si se: prefiere, el
aparato del Derecho- en tanto que lugar espedfico, distinto de ella
mi:mrn, en donde las necesidades del funcionamiento y de la produc·
ción comwiitarias son objetivadas en leyes y obligaciones exteriores,

111
impide al mismo tiempo toda posibilidad de contestar las necesidades
materiales de su funcionamiento. Tal sociedad o micro-sociedad está
inexorablemente abocada al "Deber del Amor": sus miembros deben
obedecer por amor al Padre o al Jefe, cuya omnisciencia genial, ilumi-
nada voluntad, innata sabiduría y bondad resplandeciente, hacen de
él una autoridad incontestable. Para él, la esfera de la necesidad está
personificada y sublimada en voluntad subjetiva; las exigencias
materiales son sublimadas en deberes éticos; la objetividad de la Ley y
de las nccesidade1o prácticas es abolida en beneficio de la autoridad per-
sonal, del poder carismático, de la tiranía.
Lo específico del Padre, en efecto, como por otra parte del jefe de
la comunidad o del (buen) tirano, es el exigir y obtener la sumisión a
la necesidad como sumisión a su persona. El Padre dicta la ley, es decir
el Deber. A través de su mediación, lo que debe ser hecho en interés de
la vida y de la 5upervivencia del grupo, será exigido de cada individuo
no como una prestación de trabajo totalmente técnica {porque es ne-
cesaria) sino como un reconocimiento de la autoridad del jefe, un acto
de fidelidad a su persona y de amor por ella. La hagiografía hitleriana
es inequívoca a este respecto. El jefe es quien, por amor (paternal) a la
comunidad, toma las necesida<les de su funcionamiento y las traduce
en órdenes y exigencias personales. Consigue así que los miembros del
grupo hagan, por amor a él, lo que apenas harían por ellos mismos. De-
fine y distribuye las tareas, las censuras y alabanzas, los castigos y re-
compensas. En su persona, son unificadas la ley moral y las leyes físi-
cas, la exigencia ética y las necesidades materiales, de manera que de-
viene imposible contestar a unas sin contestar las otras: toda crítica es
subversión, toda discusión es negación de la obediencia o, en las micro-
sociedadcs, negación del amor.
L.1 disyunción de la esfera de la necesidad y del espacio de la auto-
nomía; la objetivación de las necesidades del funcionamiento comuni-
tario en leyes, prohibiciones y obligaciones; en suma la existencia de
un Derecho distinto de la costumbre, de un ~stado distinto de la socie-
dad, son por tanto la condición misma en la que puede existir una
esfera en la que rija la autonomía de las personas y la libertad de su
asociación y cooperación orientadas hacia fines que les sean propios.
Sólo esta disyunción de las esferas de la heteronomía y de la autono-
mía permite circunscribir las necesidades y obligaciones objetivas en
un e~pacio bien delimitado y separar de la autonomía Wl espacio com-
pletamente sustraido a sus imperativos.
J'.sto es válido tanto para las sociedades como para las micro-socie-
dades que son las comunidades de producción y de vida. Súlo consi·

112
guen ser duraderas las "comunidades" en las que la esfera de la necesi-
dad (es decir el conjunta de trabajas necesarias y obligaciones) ha sido
claramente codificada y programada (43). Sólo esta definición objetiva
de lo que necesariamente debe apartar cada individuo permite distin-
guir el tiempo de trabaja necesario del de las actividades libres. Sólo
esta distinción permite a cada individuo saber cuando sus relaciones
con los demás son relaciones objetivamente determinadas por las nece-
sidades materiales (es necesario que las basurdS sean recogidas; que las
máquinas sean engrasadas; que los trenes partan a su hora; que la fruta
sea recogida antes de las heladas, etc.) y cuando, por el contrario, son
el resultado de una elección autónoma, subjetiva. Sólo esta segunda ca-
tegoría de relaciones es competencia del juicio moral y de la ética: la
moral existe sin necesidad, y la necesidad existe sin moral. Sólo la ob-
jetivación de un conjunto de obligaciones exteriores a cada individuo
y comunes a todos ellos sustrae los miembros de la comunidad al po-
der personal de los jefes, a su chanlaje en nombre del amor (o retirada
del amor) y su arbitrariedad (44).
La existencia de un Estado distinto de la sociedad civil, capaz de
modificar las necesidades objetivas en fonna de Derecho y de garanti-
zar su aplicación, es por tanto la condición sin la que no puede haber
autonomía de la sociedad civil ni de expansión, al margen de la esfera
de la heteronumía, de un espacio en donde una pluralidad de modus
de producción, modos de vida y formas de cooperación pueden ser
experimentados según el capricho de cada uno. El Estado en tanto
que lugar específico en donde el Derecho es elaborado y donde las
exigencias materiales del funcionamiento social son traducidas en
reglas objetivas universalmente aplicables y conocidas por todos, y
dispensa a la sociedad civil y a los individuos de un conjunto de ta-
reas que no podrían ser asumidas sin c¡ue las relacciones sociales e
individuales se viesen alteradas. I.a existencia de una moneda y de
un sistema de precios, por ejemplo, nos dispensa de las negociaciones
y del recelo que acOmpañan a los intercambios salvajes o al trueque a
falta de todo sistema de equivalencias (45)¡ la existencia de una poli-
cía (cuyas funciones, por otra parte, no tienen necesidad de ser ejerci-
das como un~ profesión a tiempo completo), nos dispensa de tener ca-
da uno un guardia en la cabeza¡ la existencia de un código de la circu-
lación nos dispensa de tener que negociar en cada cruce con los otros
usuarios, etc. Las reglas del Derecho, tienen como íunción esencial de-
finir las conductas que en razón de su predeterminación notoria, pue-
den ser imputadas personalmente a los que las observan; cada indivi-
duo entiende esas conductas como impersonales, anónimas, determina-

113
das por leyes e,cteriores y las observa sin reivindicar en ellas la respon-
sabilidad ni considerar a los demás como responsables. Cuando mantie-
ne esas conductas preestablecidas, el individuo funciona socialmente
como constituyente del sistema social por el que su modo de funcio-
namiento está determinado (46). El hecho de pagar un objeto en un al-
macén, por ejemplo, es un acto anónimo que nadie sueña en imputar
al comprador. El intercambio comercial no es una donación recíproca;
es, en los centros comerciales institucionalizados, una awencia total de
relaciones entre vendedor y comprador.
Todas las codi.ficaciones y reglamentaciones de las conductas tienen
por efecto sustituir las relaciones humanas recíprocas por no-relacio-
nes o por relaciones no-humanas en las que los individuos funcionan
como constituyentes de un mecanismo prerregulado. Es.tas no-relacio-
nes son el resultado de las e,cigencias inertes de la sociedad en tanto
que "máquina" -en tanto que sistema trivial, por hablar como von
Foerster- o en tanto que conjunto de máquinas: fábricas, administra-
ciones, redes de telecomunicación y de transporte, etc. Las relaciones
entre los individuos están en ellas mediadas por las relaciones entre las
cosas o sometidas, o sea reducidas a éstas: son relaciones triviales,
esencialmente heterónomas.
La trivialización de las relaciones que rigen la esfera de la necesidad
es sólo susceptible de abolir la "lucha por la vida", es decir la lucha
entre individuos y grupos para asegurar lo que es necesario a la vida
y/o para acaparar los bienes necesarios. Es en este sentido que la pla-
nificación social de las producciones necesarias para la vida de cada in-
dividuo y de todos, es una condición fundamental de la pacificación
de las relaciones sociales y de la autonomía de las relaciones humanas.
Esto ya fue intuído por Marx. La existencia de un sector de produc-
ción y de distribución centralmente planificado, capaz de asegurar a
cada individuo y a todos, todo lo necesario y de definir la cantidad de
trabajo socialmente necesario que debe aportar cada uno para estar al
abrigo de la necesidad, hace de la esfera de la necesidad una esfera a-
parte, claramente circunscrita, en la que prevalecen conductas técni·
cas trivializadas y al margen de la cual se extiende el espacio de la to-
tal autonomía.
Sólo la delimitación rigurosa de esta esfera centralmente planifica-
da y trivializada permite separar de ella una esfera completa de auto-
nomía, en la que los individuos se asocian según su capricho para crear
lo superfluo. Si la planificación social se amplía al conjunto de activi-
dades y de intercambios, la esfera de la autonomía es asfi,ciada y nega-
da. Si, en cambio, la ausencia de planificación central deja en manos

114
de los determinadores de los medios de producción y de distribución
la cuestión de producir y distribuir según su interés, entonces, con la
desigualdad y el miedo a la escasez, la lucha por lo necesario así como
por lo superfluo continúa marcando las relaciones sociale9: la sociedad
continúa dividida en una clase enteramente dependiente y una clase en
la que el control de lo9 medios de producción y de intercambio le ase-
gura la dominación sobre el conjunto de la sociedad.
No trivializar, por medio de una planificación central en demultipli·
cadores regionales y locales, la csíera de lo necesario no conduce por
tanto a un aumento de la autonomía sino a un aumento de la domina·
ción y de la heteronomia. Inversamente, no limitar la trivialización so-
cial a la esfera de lo necesario, no es más que abolir la dominación de
una clase en beneficio de una generalizada dominación de aparato. Es
en este sentido que el liberalismo económico induce una demanda de
estatalización y la estatalización una demanda de liberalismo. No se
trata por tanto de elegir entre uno y otra, sino de determinar el campo
en que uno y otra pueden aplicarse con pertinencia. El campo del libe·
ralismo puede ser el de las actividades socialmente necesarias. El cam·
po de la trivialización social puede ser el de las actividades socialmente
sin necesidad. La creación de lo superfluo y la producción de lo nece-
sario no han de estar sometidas a las mismas reglas sociales.
El problema que deberá resolver un "socialismo postindustrial" es
por tanto no el de la abolición del t:stado sino el de la abolición de la
dominación. Derecho y dominación, aparata de Estada y aparato de
dominación están par disociar mientras que hasta ahora han estada
siempre confundirlos ( 4 7). Los aparatos estatales, en efecto, no son la
fuente de toda dominación ni su causa última. Ellos mismas son re-
queridos por las relaciones sociales de dominación (por la dominación
de una clase sobre toda la sociedad) que prolongan y consolidan aña-
diendo sus propios efectos do dominación a los que existen en la sacie-
dad. La dominación de la sociedad por los aparatas del Estado es una
consecuencia así como una condición de su dominación a través de las
concentraciones técnicas y económicas del capital. Los grandes apara·
tos capitalistas (fábricas y almacenes, grandes inmuebles y grandes co-
mercios, etc.) engendran una demanda de servicios estatales cuya satis-
facción da lugar a gigantescos apiratos de Estado reforundo el poder
.-le dominación del capital por medio de su propio poder. La sociedad
es C"ntonces aplastada por las aparatos cuyas leyes de funcionamiento
le imponen sus exigencias inertes: la esfera de la heteronamía engloba
!<>da la vida social.
La reducción de esta esfera no puede por tanto consistir en reducir

115
solamente el dominio del Estado; no puede tener como objetivo prio-
ritario las desnacionafü:acioncs, las transferencias de servicios públicos
al sector privado, los ahorros presupuestarios, etc. La reducción del
dominio del Estado y de sus aparatos sólo reducirá la esfera de la hete-
ronomía si va emparejada con una reducción simultánea de todos los
demás instrumentos o aparatos que, constituyen los medios de domi-
nación. El Estado continúa siendo el instrumento indispensable de es-
ta doble reducción: sólo él es capaz de sustraer la sociedad a la domi-
nación de los grandes instrumentos; sólo él es capaz de impedir que los
medios para producir lo necesario sean acaparados con fines de domi-
nación por una clase; por la eficacia de los medios de coordinación y
di" reguJación central, sólo él es capaz de reducir al mínimo el tiempo
de trabajo socialmente necesario; sólo él, en fin, está en condiciones de
reducir ~u poder y su esfera en beneficio de la expansión de la esfera
de la autonomía.
Es evidente que el Estado no hará nada de todo eso por sí mismo.
Instrumento indispensable de la coordinación y de la regulación; de la
limitación de los instrumentos¡ de la trivialización de las tareas y con-
ductas socialmente necesarias, no producirá esos resultados más que si
es organizado en función de ellos por una sociedad que se sirva de él
para camhiarse y que le ponga al servicio de sus objetivos. La transfor-
mación del Estado es una condición de la transformación de la socie·
dad; no es el objetivo previo al que todo lo demás pueda ser subordina-
do. Al contrario, el Estado no podrá dejar de ser aparato de domina-
ción sohre la sociedad para convertirse en el instrumento por el que la
Sociedad ejerce su poder sobre sí misma, en función de su modifica-
ción, más que si la sociedad está ya trabajada por luchas sociales que
abren en ella espacios de autonomía teniendo en jaque a la clase domi-
nantf" y a la dominación del aparato del 1-,;stado. El establecimiento de
nuevos tipos de relaciones sociales, de nuevas maneras de producir, de
asociarse, de trabajar y de consumir es la condición primera de toda
transformación política. La existencia de un movimiento de luchas
sociales es la palabra que pone a la sociedad en condiciones de actuar
sobre ella misma y de fundar libertades, un Derecho y un Estado
nuevos.
Sólo el movimiento mismo puede, a través de -su práctica, crear y
amp'iiar la esfera de la autonomía donde nacerán nuevas libertades.
En camhio, el movimiento no puede, por su sola práctica, fundar un
Uerecho y un F.stado nuevos. El puede, y sólo puede, romper y
reorganizar el tejido de las antiguas relaciones sociales; pero no tie-
ne ni vocación ni medios para reorganizar y hacer funcionar material-

116
m.ente la sociedad en tanto que sistema, de manera que la esfera de la
heteronomia relllltante de su funcionamiento ocupe el mel1tlr espacio
posible.
Delimitar la esfera de la necesidad, sus codificaciones y por tanto
las atribuciones del Estado; elaborar las orientaciones y los medios de
la planificación central; arbitrar entre las diferentes prioridades posi-
bles y entre los diferentes tipos de exigencias resultando opciones por
"Otra parte equivalentes, cte., así como entre los diferentes tipos de ta-
reas sin cuyo cumplimiento los objetivos del movimiento no pueden
encontrar su traducción práctica a escala de la sociedad en su conjun-
to, ni desembocar en la modificación constante de su organización.
Ahora bien, esas tareas no pueden ni ser dejadas al t:nado ni ser asu-
midas por el movimiento. Son el dominio específico de la política. La
política es el Jugar de la tensión y de la mediación siempre conflictiva
entre la ampliación de la esfera de la autonomía, cuya exigencia orga-
niza el movimiento a través de la sociedad civil, y las necesidades, ad-
ministradas por el Estado, que resultan del funcionamiento de la so-
ciedad en tanto que sistema material. La política es el lugar específi-
co en donde la sociedad toma conciencia de su producción como pro-
ceso de conjunto, en el que intenta dominar los resultados y contro-
lar las exiRencias.
Es por esta razón por la que la política no puede ejercer su función
más que si no se confunde con el f.stado, ni con las aspiraciones ascen-
dentes de la sociedad civil. No puede ser el lugar de la mediación, de la
reflexión, del arbitraje entre las exigencias de autonomía y los impera-
tivos técnicos, entre la subjetividad y las exigencias objetivas, más que
si evita el identificarse con alguno de los dos polos entre los cuales se
sitúa. Uebe ser, por el contrario, el lugar de máxima tensión: d lugar
~n donde el debate sohre los fines, sus condiciones de posibilidad y las
vía:. que allí conducen está siempre explícito y abic~o.
l.a finalidad esencial de la política no es por tanto el ejercicio del
poder. Su función es, por el contrario, la de delimitar, orientar y codi·
ficar las acciones del poder, de asignarle sus medios y sus objetivos, y
de vigilar de que éste no se salga del marco de su milión. La confusión
entre la política y el poder, o entre la lucha política y la lucha por el
poder (es decir por el derecho de administrar el Estado) significa la
muerte de la política. Ya que en lugar de ser la mediación entre el mo-
vimiento que incide sobre la sociedad civil y la gestión de la sociedad
en tanto que sistema, la política deviene entonces lugar de una media-
ción en sentido único, transmitiendq a la sociedad civil las exigencias
técnicas de la gestión estatal y canalizando todo principio o veleidad

117
de movimiento P<?,r los caminos abiertos por el Estado.
Los partidos, tanto si están en la oposición como si están en el po-
der, se convierten en correas de transmisión del poder del Estado que
ejercen o desean ejercer. Los partidos, en lugar de ser el espacio de la
reflexión y contestación de las necesidades técnicas (de sistemas) por
medio de las aspiraciones a la autonomía así como de éstas por aque-
llas, combaten, reprimen preventivamente o recuperan para luego as-
fixiar los movimientos autónomos que les complican o que pueden
complicarles el ejercicio del poder del Estado. l laciendo esto, están
cavando su propia tumba. Ya que la politica no puede existir como
espacio específico y d partido político como fuer.ta específica más
que si sobre la sociedad civil continúan incidiendo movimientos, as-
piraciones, luchas, deseos y negaciones autónomas que obstaculizan
su total administración por el Estado y no dejan de swlraerlc espacios
de autonomía, Si se desligan de los movimientos sociales, los partidos
quedan reducidos a máquinas cleclorales alabando los méritos de sus
respectivos candidatos al poder tecnocrático (48), es decir a la ges-
tión estatal de la esfera de la necesidad.
Abandonado por los partidos, el lugar de la política tiende enton-
ces a transferine a todas partes. t:n todo c:I Occidente capitalista se
reproduce la evolución que, en Estados Unidos, ha desplazado los de-
bates de fondo sobre la producción y la transformación de la socie-
dad civil hacia las asociaciones, iglesias, univenidades, clubs y movi-
mientos marcándose como objetivo no el ejercer sobre la sociedad el
poder del Estado sino de sustraer aquélla de éste con el Ílll de ampliar
el espacio de la autonomía y de la autodeterminación, que es también
el espacio de las relaciones éticas.
Con la creencia en el ''progreso" a través del desarrollo de las indus-
trias, las ciencias y las técnicas, ha muerto una concepción positivista
que asimilaba el t:Stado al Bien Supremo y la política a la religión e
incluso a la moral. A partir de ahí sabemos que no hay "buen" gobier-
no, ni "buen" Estado, ni "buen" poder, y que la sociedad nunca será
"buena" por su organización sino solamente en razón de los espacios
de autoorganización, de autonomía, de cooperación y de intercambios
voluntarios que esta organización ofre-zca a los individuos.
El principio de la sabiduría está en el descubrimiento de que existen
contradicciones cuya tensión pennanente es necesario vivir y que so-
bre todo no es preciso tratar de resolver; que la realidad tiene niveles
distintos que es necesario tener en cuenta en su especificidad y sobre
todo no reducir a una "media" de ellos. Que la necesidad existe sin
moral, y la moral existe sin necesidad. Que las leyes Físicas que rigen el

118
íuncionamiento de los sittemas no se pueden trasponer en reglas éticas
ni las reglas éticas en lefes físicas: mal que nos pese no hay sistema
que pueda liberamos, hacemos felices o "morales" 1in que nos entere·
mos. Ya que la felicidad, como la moralidad, consiste siempre en po-
der realizar los fines que libremente han sido marcados y en poder to-
mar como fin las acciones que son realizadas.
La política no es moral ni la moral política. La política e1 el lugar
de enfrentamiento entre.la exigencia moral y las necesidade:i exteriores.
Este enfrentamiento deberá continuane hasta que, según la expresión
de Hegel, la conciencia no encuentre el mundo "como un jardín plan·
tado para ella". Sólo la permanencia y la sinceridad de este enfrenta·
meinto podrán hacer de la esfera de la necesidad el menor, y de la es-
fera de la autonomía el mayor, espacio posible.

119
Nota,

(1) Los Panteras Negras le dan a la palabra "lumpen" un sentido mucho más amplio que el q1111
llene en aleltWI y que Man; retorna al hablar de '1umpenproletad.lt" (proletariado andrajoso).
Los Pantens consideraban I la dase obren tradicional, estab111,slndica.da,protegldaporcon·
veníos colectivo, como una minoría de privilegiados reaec:lonarios: UN supeJVlvenda de la
economíalndu1trial.
La noción de ei;onomía poslindustrial y drproletariado postindustrial ak:anzo \In pan
favor hacia 1969-1970, entre 10$ ¡ównes revolucionario• marxistu de la.s dos Amérieas. Uno
de los más destacados teóricos de aqucilaépoc::a, Lad151as Oowbor, alias Jamil, uno delos Íllll•
dadores de la V.P.R. (Vanguardia Popular kevoluc1onarla) en Brasil, declaraba espedalmen•
111: "I::n el ucror moderno. pueden encontrane [en Bnuil)flibri.:.u rutif4nte, que npreseman
u1111 tan importante inmo11/1i¡tteiÓII 1h capitales que seria contrtlproductil'O el pag11r mal a los
obreros. Puo el nú-ro de obrero, n«11St1rlos dl,minuye y 14 parte correspondiente il los sat,,.
rlo, en to, costos de pro<b,cci6n baja. Son pagadm "1/arios rozonable, a un níunoo decrecitm-
te de obre,os."
..El de"1"ollo del ieclr.,, moderno p,ow,ca fa criiis de 14, industrial tradicionales. Le, es
necesario modtmizane o de$tlparecer. De eira manero. ú, cúu.e obren1 es p,ogreliw,mente ex·
pul,ada del proceso de producdón hacÍll fa clase margiNJf, y no queclil mil, que uno cúut obre-
ra caclil r,,ez mds reduddll. cadll r,,ez mejor paxada y relatiw,mentt s.n·,¡echa. en abioluto t.111~
nlble paro la revolución··. La V.P.R .• así como los Panteras Negras y. más tarde, algunos com-
ponenles del.a corriente "au1ónoma"'en Italia, creíanencambloenladisponibilldadrevolu-
ci.onaria de las "dues marginales'" que "re encuentran en un estado pennanente de vlo/encÍll
tn rotón de las pe~ecuciones policiales. de la usurpación de rus rtenas. de la pirdidll de su em•
pleo y de la ilegalidad a la que 1nn condenados c1111ndo apuyen a las grande1 ciudades. Estas
ma1111 de gente son e1</rernJ1dllmente sensibles a nueitro forma de acción: la acción ª'""'""·
violenta". ("Llvn to gfve", declaraciones recogidas por Sanche de Gn.mont en The New York
Tlmes,dell5denoviembredel970,•uplemcntodominical.)
De hecho, contrariamente a lu teoría, en favor en aquella época, la acción annada, vio-
lenta, no ha conducido en ningún país a la '"guern popular" sino solamente a una contra-
suerrllla que. en lod11:11 partes. ha liquidado a los protagonistas y simpatizantes de la acción ar-
mada, 115( como tod.a forma de oposición polilica a ta 1,rpresiOll. lncvitablemonte, la policía or-
p.nizada en grupos tenoristu clandestinos oegú.n d mismo modelo de los gnips revoluL-iona-
rios, ha aniquilado a estos sin dificultadc1 sobre cl tcneno que ello1 milm.os habían escoglilo,
a partir ilel momento en que lodos lo~ obstáculos jurídicos y politico• al tenorismo polieial
habían sido suprinudos. Incluso en países de tr.dici.Ón democrática como Uruguay. ha tenido
uícomocíectgprincipal.la•upresión.endetrimentop10pio,<l~las1cglas<leOerccho<leW
que la acción armada se habí:11 aprowchado pan. combatblos.

(2) En este aspe,;10 e1 sipificativa l:11 pr.Í~tica. cada ve.i mú uten<li<la en Elitados Unitlos y
en los pa{sescscandinavos,del "fob1harlnt"que consialecn compa:rlircnlrcvarillspenonas
(especialmente enlre parejas) un único y mismo empleo con el fin de disponer de más tiem-
po libre. l,l ''job 1haring" no está limitado a los empleos no cualincados. 9ino que se extien•
det.ambiénala1"'profesione1liberales":.
())Aunque Marx acertadammte previera que la socialización <lelaproduc:ciónconducía a la
"'indiíerencla frente al tnbajo determinado~ y conelall.vammte a ••una sociedad en la que/01
lndl~ldu.os pasan con fat::llldad d11 un rrabafo o otro y dondf/ el Ira bajo determinado leo: aparece
como accidental. y par tanto Indiferente, Et trvba/o (... ) ha dejado aqui de atar confundido
con el indi~iduo como determinación en una particularidad". Grundrlsse. Berlín, 1953, p. 25.
I'xiate edición en castellano: Elemento,1 fundamenta/a para la critico de la econom,D poll'ri·
ca(bom1dorJ 1857-1858.Sl¡loXXldeEspañ:11editores,Madrid 1972.p.25.

120
(4)o.p... de ui,a MICdtD coa - dul...._.
lmpnalo. .1e la leplndóA d9I uaba,iador
deladlDc:iayla....,_Nlflcadat_eaphalftjoenbmedioldeproducdón,Mara.
en lol GninctuN (1857) pndlce no -°'
q111, paclu 111 dempo libre, el lncl.Mduo pkna-
m.111 .s-rdlado d-.ndmÍ el IUjela del procao imnediato: "E1u a• la WI dlldpll"" 11
n __,... - ~ al hoMbN en f-dó,r, J' qllt:«#6,r, dfflda '",...,_,,,.,_ J'
nCltdl cretltloN -nr1a1 en evno ff objetlNdim da nruldffflda co,r rd«i6lf al llonr~
fOfWMdo a la arllrna dd a.l mde d •bu acumulado por la 1/0Ckflad". (p. 59!MOO, el
lllbnpdo • niío). El de.nollo po!ltaico y cieadDco dll lacliwld• pada a la automedón
• paedlamallll la illlll6a comin I Mux y a los "Jnodanbta" de lol p1'8e1 del El.te d11r1nte
lolalCll-tL
(5)Ver AncllOI I y 11.
(6)VttAIIIXOII.
(8) Et lo que Sarue llamaba .ne.Kián 1erial, en la Cridquc de la llDOII dialecdque.
(9)Rudolf Bahra, rAn.rn11lve;S1odc 2, 19711, p. 254-ZSS. Existe edición en cutdla!IO, La
Ahoruttn, Ed. Malcdalea, 1979 y A.llama f.d. y !:AJ. Materiales, 1980.
(10) La 4e labro .. por om parte mucho fflQ 11nll ya que él hace. por d wnuanu, de la n:e.-
llzad6n dd. lnd.Mduo huta en el tnbl.jo soeial y dal desarrollo d• 1P ec:dftdades lndiYidudel
a11t6aomu el ilnp,aadwo C11nlral d• la rewoludón eulturaJ eomunlste. Mu ..iebnlc voln,rcmos
tollnaqudlo mquell esatdctuncnte mar:iiluio. ,·r.
Dahro,op. clt.p 382·l90.
(11)VerAn11tollb.
(12) "Dntk q,,11 d INIM,/o n 1111- lnmcdl,,t• "'1 dqado de 111, ft,flflll rh riqwur, d rlem-
po de trflbtr#o 4$ y 11cnf/qvedeJ¡lrrlfllflf"lanwdidildeñ1e ypu, MntodNlorrhaambfo<k
fflt lil mcdid,r dfl 111to,d11 wro. Pornro. t. produttlón btlmdi, cn d Nlor de camblu u hunck y
d ,-no ,.,,._.lo df/ 111 p,v,111«16n .,.lflrilll 111 dapoJt,do d11111 P,,,,,. p1ltldt, y anrqónl-
ar. EIHbre"-nollofklul~. ypo,1t111ro {... J III rcd'uttló,rlll "'inúno,hlrtc,,,.
po rhl tre-,0 IOdtliMffltt n«IINrlo I ffiiflflfl d ob/11IIPO / a nNtd.-:i6n df/,. tw,,,,,cló11 ar-
lúdca. fllcnl(/kd, etc., rh lor hldlJ/ldMos [ff'flCku III rlempo qllfl ha tddo Hbosdo y• la, mNlol
que """lldo-""' ,-. todw dios': Gna..._, p. 593. Y Man dlalldo 1UI ,orprendeMe
texto lllÓJllmo, publlcado en 1821, Thc Souree Uld llamedy: ··u,,. ""'611 n Htadotltn11ntt
rlor cwsndo rn,,_,. lf/& lrtwr e11lqardedou. Wealth 11oe1nterlfón dedfrpolte,deu1111xC11-
dei,e de dempo ,k trebt,Jo drro de 1111 dirpoMbl~ dJftfledellllU dd m,rq>o qllf/"8 iltdMdao
y,. rodedtld n "' cofl/llnlo n«nllWII para ,. p,odr,crldn fnmflflltrltl". (Cf. K. Man., OeuYftll
--iq-11.edldon del• !'Miad", p. 306-301).
(ll) l::n La Condhlon h11111aiaie (Galllmard) llannllh Arendt ha demostrado excdentl!ffll!ntc
lacon1Ullelaclelconcep1odl!lr11b1jop,od11ctiwo,111",dcldelaa11daüedad¡piephastanua-
tTG1 dlu, exduye todos 101 lrahajol (di: ,nantenimiento, de limpleu, de prepar.ieiO,a d" loa ali·
meatos. 4e atmder a kll lllllol, ate.) cuyo resultado no pitede 1H co.-n:ado ni aeumlllaolo.
Ellos nabajm q1111 han sido hcdlo, una y otra n,z L-otldinamente sia d•jar a,iperlenc:ía enn an·
lipaammlwtnbajo1del!ldffo.

(14) En Tnivdler dt11Jt heura par jour CLc Seuil, 1917), Adrct dalas propordone1 ligllimleli
pua el ..trabajo atado'" (Mllluiado) y el "lraNjo libre'" (Htnieconómlco): 60 por CNlnlo de
"lraba,to libre", 40 por denlo de "uabajo atado", La distribucióa del númeto 1otal d111101111
.S. ll'lbajo ellldo y de trabajo libn= a muy dai¡ual 11111 n.zóa de la divldón 1exual di! tarcu.
24.500 millones de horari de trabajo atado pano los hombMS, 12.100 millones pan lu mlQcrer.
lnnnamente, 9.000 milloneii de horas di! trabajo no remunendo son reallz:adu por hol'Rbm
ÍRlnle a 40.000 por lu mujeres.
i'.. Jo rnilmo que decir que el trabajo no rcm11a11rado de las mujem esen bu1111a pane un
trabajo (clomálic:o) íorxado y q• no dnanclni. una acllvillad ftftbdnamenie libre mu q1111
cuamlo lal mu;erc1 he)'an dejado de asumir las a.tro qllÚIC&a partes de lu tareu donx!1dcu:

121
"/in 1"111 wcl~d en la que cada lndi~i,#uo tenW"IO ,u tiempo y en la que habria adquirido
la cmtvmbre de urlm,,r d hombro, e$ta111cti11idada domhtfau 10(1111 oomp1Utfdia flor todo,.
R«uptror(1111 ,u untido: sfmbolo de intuaimblo mutuo de afecto. 11,undón coltttllltl de lo$
a1pttto1 concretos de la comunldlld II la que u pn-unue; ocatión de hai:n- llg>"llddblc una se·
rle de tllll41 que, ,_¡¡z.,J,,s todos len d,~ por u1111 rola persona. devíenm pro{Mnddmente eno-
/0•1". (Adret,op.ciL,p.11.. 11.S)
(IS) Cf. "S,:dalhmo oecol"ucillno" en Ecologieel Politique (Le Seuil, 1978) p. 98 y sa. EJU$-
te edidón en cutellulo: Ecolopll y Polílica (Libros de El Viejo Topo, 1980), p. 32 y a.
(16) En d ,cntído en que Hdnz von Foenter Uama "'triviales" a W respuestas perfeclamenle
previsibles que un sistema (viYO o mecánico) da ante un estimu.lo determinado. ..
(17) En La Nouvelle Ecoolomie fnno;ailc, Fb.mmanon, 1978.
(18) Ver Huben Mucuse, "Sociafümo et femuusme"'en Acluels,Gablée, l97S.

(19) "la revolutioneul1urelleque nou1'ffllons",en 1.eNouvelObeeiv.reur,de8deenerode


1978.
(20) Ver a este respec:10 e.l testimonio deChu!y BoyadjanenTrawaillerdeuxheuretparjour.
En él se ve devenir la monotonía y la estupidez de los obreros tanto mis insoportable para los
obreros cuanto más con. es la semana de trabajo, y cu.anto mú pueden reuiune la vida íap:il-
liu y los in1uc:ambios .Cectivo1, gr-1clu al paro parcial. La serie de 1utimonios del libro dtado
ilustra W palabras de Sirnone Well: ''Nadie aeeptar:í. ..,, ocb.vo dos horas al día".
Ver también los estudios c1Úico1 de Komhauser demostrando que la anomia ert.í m rela-
ción inwna a b. posibilidad de emplearse penonalmente a fondo en su actividad; A. Komhau-
ser, MentaJ Health or the lndu11rlal Worker, John Wiley, New York, 1965.
(21)Ver1.esterespectolo1Ancxo1rvyv.
(22) PartlcuJAnnente evidente en los Grundriue, pero red111zado por los ortodoxo1 dol marxis-
mo f¡-an,;:és como propio de la "lzquicrda american.a",
(23) Espe,i;:ialmenle TonJ Negr:i que comentando los Grundrhs eseribe: ''El oomunltmo rolo
es pltmi/icac/OII en III medld11 en que es abolición dd trlllHl/o. (..•) Cl,ando no exl.tten las"º"·
dic/oneJ y el ob;etfl'O de III plimi/kación del tTllbojo, la planlfit:11dón no eJ m6s que U/111 nuei-'11
form11 e11p/t11/itra de m/lMO -JU form11 sodllfhta ". Mar,i au deli de Mux, traducaón rrance-
sa de Roxane Silbennan.Ouistian Boursois, 1979, p. 288-289.
(24) RudolrBahJo, L'Altemative (Stock, 1978),p. 387 y )81 alB4.(p.428a424dclaedl-
ción cutc:Uana de Alianza Ed. Y Ed. Materiales, 1980). Bahro que no es un "disidente", era
;::::,~sabk de la formaciÓJI de los cuadros económicos en la República Demoer,Ítica de AJe-

{25) 1'11 sut obras fllosóflc:u de juventud, especialmente en 101 Mulu11:ritoa de 1844, la
Crílk.a.,., la FIiosofía cid Derecho de llepl (1842) y en La ideolo¡ía Alem.,..,
(26) l...u formas socialiu.das do todas esw relaciones son siemp1e la swtituciiin de rela-
eione1 eonvencionale1 o ritualet en su subjetividad, eon un objelo de consuelo, eomponsa..
ción o replQIÓn. Ver A.Gorz Fondementl pouru..., monle (Galille, 1911) p. S4l..S55 y S89.
(27) Piénsese especialmente on W loye11 que ri&en todo, los procesos seriadOI, uk1 como
la ctrculadón automovilútk:a y monetaria, el mantenimiento de lo1 granda aparato, indua-
triab:1 y Uibanos, on 101 que lot lndtviduo1 entran en tanto que mlSII de molécula,. regklu por
la dinámica de fluídos. E"J ullW'{o del uen de primera hora de la mal\ana, el caje¡-o o el conta-
ble, no !;On jamÚ perwnu en tanto que usuario, cajero, cte., sino solamente mú acá o má1
alláderusersocial11:riado.
(28) La Phénomenologie de !'Esprit (Aubler, trad Hyppollle), p. IS9 dd toino 11, "L'e1-
v1it ccrtaln de solmme".

122
(29) A. Gon:. op. dt.
(lO) P. Roaanllaa, Le0ipilalllme11topil¡ue. Le Swl, 1'79,p. 204 J'-.

~111,dela~~T=c:·ii::~;,::: ~;;:,•t11. ato -sane1 tomo XIV,p. 114-


(]2) Jvaa IWdl, Laeo..trillllé,LeSWU,1973,p.45ala48. VertamblénN--múl-
e*, p. t19-93, 1.e 8elill,-ms-. tVenion -'e11ana= u ~.... Banal, Barce1mu
1976 J' Nemelllmidk:a, Banal.~ 1975).
(33) Ver '"Una utopía podbSe entre otras'". aparecido ea Ecolope at polidque. Le -*'wl,
1978.(Ver"frandri6ilnúmero4).
(]4) VeraestempecloGuy Aznar,N- ..:i.; Lolaln.-ialan,tahe,Galllée, 1978.
(]5) Eficacia debe ser lomada aquí en d doble sentido de lo que en illalÚ • ded¡na por
erf"ldeney (eficiencia o rmdaDMn1oda ung&1loenur.'l:lco) J' poren'ec~ (arado de con-
tOffflldad del resallado con al fin peneguldo).
(]6) Para mú detallu vu "'Una uiopú. poli.ble entre oUN"". lbld.
(37) Op.eil.
(38) A e11e re.pecio 1m economidu hablan de ""lerdarizlldón'",
(39) Ver espocJalmenle Jean-Marie Qnalier, l"liconomle lnduatrldle en q•eation (Calmm-1.é-
YJ', 1977). Exine wni6n en cutellano: La ecoaomía inc:1111111'1111 ea cuelti6•, (H. Blume Ecl.
1979) J' AmOI)' LoYin1, Soft Enei¡y Padtl, PeUcan Bootl, London, 1977.
(40) E. F. Schumac:her, Sni•ila-tiflal, Blond A Brips Lid. London. Exisleven!Ónen cu-
1ellano: Lo pequeilo a llannom, H. Blwne Ed., 1978. Desde hace cuidM:r.dosealelibro es
uno de lo1 más leído1 en el mundo anaJoajÓn.
(41) Lu milmu obsenadone1 J' análidJque lipen puedenaplicarsea lulOCiedadeso comuni-
dadea lin hilloria. Lu acllvidadu necesarias para la Yida de pupo son allí 111blimadu en obli·
pelones reljposu, las rorm:u de III realización son eodiflcad.u por riluales sagrado• J' los
raultados de loa lrabajo1 fClllir.ados conronne a tu rqlu riluale& son ln1e:rpre1ados como la
recompen• que recibe de loa diosa el que cumple i:an IIWI deberes .-ra con ello1. No " -
mucho • llamaba "'mentalidad prelósicaª a etta subllmaclón de leyes J' necelidades fíñca• en
exipnciu de una penona lr:uccndcnle (la d.ivinklad) J' la confusión corrapondienle de lo•
lmperall.vosdaOfdeniócnkoydcoldenmoral-rc:llglosu.
(41) IMdcntemenle no hq silio en lal comumdad para la pasión amorosa y la pareja: IN decir,
pan la cnlrep 101al, reciproca J' exdllllva de dos penon:u Nlehar.ando 1oda med.lacioll de
rus reladonell J' vdoníndoae muluamenlc en su dngularid.ad ebsoluta e incompar,1bla ( ..solo
1ú""). Al estar l'lllldaduen la ldendficaclón J' la cn1rep IOlal.delindividuo a la comunldad,lu
comunldade1 de llpo momcal llenen que o bien reprimir J' e11duU' lada rorma de relaciollN
sexuales en tanlO que impollblel de mediar por d grupo, o btm por el conlrario colecliwizu
111 Yida sexual prohibiendo la fonnación de parejas para exipr 111. sexualidad del srupo J' la ro-
lación de compai\Wos.
En uno J' olro c:uo, el ,rupo reprime el amor de una penona hacia olra, riendo en ello una
amenar.a: la nepGión de 111. coheliÓn J' de la sob'llranía comunitarias. Acel'ca de la repreJIÓn
ejer,;ida por oomunidadeJ revolucionari:u sobre la JiqUl.uidad de lu reladonu amorosu ver
KezlmiN BlllldJ'S, 0 . , - deGrnade,en La Mire del roil (Galllmard, 19S7) J' Daniel Cohn·
Bandll, Le GIMd Buu (Belíond, 1976).
(43)Como es el (UD, entre otros, de IDI klbbou11.

123
(44) Lo, que han l'recuenlado - COPlllll.ld.ad de invedlpdón y llllp11rim1ntadón que era el
Qdoc en Cu.e:nuivaca, han conrtatado (con asombro, tntmdmo de izquierdblQ fruic11e1) que
la eornpleta autOJ1cmía de lal acd~dades IDdMdualt:I y ixüc:tl,,_ 1e desurollaba IPl d Interior
de re....._ que no admhían macana exc:epdón; eataa resta afec:taban particularmente • las
cuow, los hoiarto1 y la in~olabiüdad de deftal npa.dot,. La nep.tha d• lwan Dllch de conce-
der, por f'avor espedal, derapdoneaa - re,lu era la neptlva aJUltit\lU"laobjetMdad im-
penon.al y la codificación de W neco.klade1 de (Unclorwnlmto dd. Cidoc, por la 1ubjet1vtdad
delaarbluariedaddesupoclerperaonal.
(4S) Según palabru de E...en Retmer que guata dtar lnn lDlch, "Woney II the chnpeat ,;u-
:nncy" (tl dinero II la moneda mú barata).
(46) El arquetipo de e,te tipo de conchactQ ea la edueaclón. ObteJYmdo lu r1&1a1 de wi,, 11tric-
1a etiqueta,la conductaeducada11 la nep.tln.a ntablccer relaclon11penonalcscon lol de-
rruú. En ella lo1 lndMduo1 se abstienen de toda on,inalldad e imitan el papel todalmente pre-
·Jetemdnado por la dreluistanet. ("atú hoy muycorús'',scledlcealamlgoalquescrepro-
cha su rrialdad). Sui, cambias'°" ejemplo de.,~,• dcdr de autonomia. lnRl'Mmenll
el que, pro1111ando cont111 un psto dc:ma&iado familiar o dcmuiado perSOna.l de otro, exda-
m, ...,. educ:ado" tndk:aconello,u ncptln.a ,boUrel &11onbn110 y la neutPlidad bnper-,nal
de lu conducw codifkadu que &lrveft a cad1 Individuo de múc:an y de eacudo. En ,urna, la
educación permite , los indhiduc,s enlrv en r*dones sin coAJllcto, en unto qm individuos
punmen.te sociales. sin el.ar nada de ellos milmos y sin comprometa: d futuro.
(47)Cf.eJJlnaldeJcapítuloll.
(4R) file es uno de 101 temu centrales con111n•1 • AJal.n Tour&lne, pvtlclllarmente en Mort
d'une Gaudle (Galllée, 1979) y a Plene RoanYl.llon y Patrlc:lr. Vlwrel: en Pour une nouveUe
cultuNpolltique(LeSeuil,1977),

12-1
EPILOGO
CRECIMIENTO DESTRUCTIVO Y DECRECIMIENTO
PRODUCTIVO

iDe qué tenemos necesidad? iQué deseamos? lQué nos falta para
que podamos realizarnos, comunicarnos con los demás, llevar una vida
más relajada, y establecer relaciones más fraternales? La previsión eco-
nómica, la economía política, no tienen nada que hacer ante estas pre-
guntas. Preocupadas solamente de hacer funcionar la máquina, de ha-
cer circular el capital, de mantener un cierto nivel de empico, nos fa-
brican las necesidades concspond.icntcs a las exigencias, en un momen-
to dado, dc1 aparato de producción y de circulación. Nos inventan
deliberada y sistemáticamente nuevas escaseces y carencias, nuevos lu-
jos y nuevas pobrezas, confonnc a las necesidades de rentabilidad y de
crecimiento del capital. Este tiene a su servicio estrategas que saben
manipular nuestros más secretos resortes para imponer sus productos
a través de los símbolos de que están cargados.
Hace veinte anos, uno de esos estrategas enseñaba su juego con can-
dor: su nombre es Stanlcy Resor, presidente de la J. Walter Thomp-
son, una de las mayores agencias de publicidad de Estados Unidos. Pa-
ra Resor, "cuando auinentan los ingresos, la creación de nuevas necesi-
dades es lo más importante. Cuando se pregunta a la gente: "iSabe us-
ted que su nivel de vida aumentará en un 50 por ciento en los próxi-
mos diez años?~', no tienen la menor idea de lo que eso quiere decir.
No reconocen la necesidad de un segundo coche a menos que se les re-
cuerde con insistencia. Esta necesidad tiene que ser creada en su ánimo
y es preciso hacerles ver las ventajas que les procurará el segundo co-
che. Yo considero la publicidad como la fuerza de educación y de acti-
vación capaz de provocar los cambios de la demanda que nos son pre-
ciso,. Mostrando a mucha gente un nivel de vida más elevado, aumen-

127
tamos el consumo al nivel que nuestra producción y nuestro. recunos
justifican"( 1).
lle aquí lo que está claro: el consumidor está al servicio de la pro•
ducción, y tiene que asegurar a ésta las salidas que reclama; el consu-
midor tiene que tener adaptadas las necesidades a las produccionc1 que
los cambio1 tecnológicos hacen máa rentables en un momento dado.
Esto es indispensable 1i la sociedad tiene que perpetuarse, reproducir
sus desigualdades jerárquicas y permanecer sus mecanismos de domi-
nación.
Las previsiones de consumo que orientan la actividad económica se
basan siempre en la siguiente hipótesis: la sociedad no cambiará pro-
íundamente ni la 1nanera de producir, ni la de consumir, ni la de vi-
vir; siempre habrá pobres y ricos, personas que mandan y otras que
obedecen, colas en el Metro y ..Concordes" medios vacíos. Continua-
remos viviendo con prisas, sin tener tiempo ni ganas de realizar activi-
dades autónomas. No tendrc-mos ni el deseo ni el poder de reDexionar
de acuerdo con nuestras necesidades, debatir con los demás los mejo-
res medios de satisfacerlas y de definir soberanamente las opciones
colectivas correspondientes.
La idea de que producciones y consumos pueden ser decididos a
partir de las necesidades es, por sus implicaciones, una idea política-
mente subversiva. Supone, en efecto, que los que producen, los que
consumen, pueden reunirse, interrogarse y decidir soberanamente.
Supone que sea abolido el monopolio que detentan, en materia de
decisiones, de inversión, de producción innovación, el capital y/o
el Estado. Supone un consenso sobre la naturalC'.4:a y el nivel de
consumo al que todos deben poder aspirar, y también por tanto
sobre lo que conviene proscribir, sobre los límites que no deben
ser superados (2). Supone, en fin, una gestión económica orienta·
da a satislaccr el máximo dt.: necesidades con la mayur eficacia po-
sible, es decir, con d mínimo de trabajo, de capital y de n:cunos
naturales en suma, con el mínimo de producción comercial.
Ahora bien, tal objetivo es la negación radical de la lógica capi·
talista. La alternativa de la máxima eficacia y del mínimo despil-
farro es tan contraria a la racionalidad del sistema que la teoría
macrocconómica no disponC, incluso, de instrumento, para dar
cuenta de ella. Eíectivamente, los ahorros, que para el sentido CO·
mún, sun gastos que hemos evitado, y por tanto ganancias realiza-
das gracias a una gestión más dicaz, aparecen como pérdidas en los
cuadros estadísticos nacionales como descensus del P.N.B., y descen-
sos del volumen de bienes y servicios de que dispone la población.

128
En esto se descubre lo sesgados que están los métodos oficiales de
previsión y de cálculo. Estos cuentan como enriquecimiento nacional
todo crecimiento de la producción y de las compras, incluídas las can·
tidades crecientes de envases perdidos, de aparatos y de metales arro•
jados en los vertederos, de papeles quemados con las basuras, de uten-
silios rotos y no reparables, de prótesis y de asistencias para mutilados
del trabajo y de la carretera. Las destrucciones aparecen uí como
fuentes de riqueza, ya que todo lo roto, tirado a la basura, o perdido,
deberá ser sustituido y dará lugar a producciones, a ventas de mercan-
cías, a Oujos de dinero, y a beneficios, Cuanto más deprisa se rompan
las cosas, se usen, se pasen de moda, o se tin:n, más importante será el
P.N,8. y más dirán que somos ricos las estadísticas nacionales. Incluso
las heridas corporales y las enfermedades son consideradas como fuen-
tes de enriquecimiento en la medida en que hacen crecer el consumo
de medicinas y asistencias.
Pero si se produce lo inverso: que la buena salud nos evita los gastos
médicos¡ que las cosas que utilizamos nos duran toda una vida, qm: no
se pasan de moda ni se deterioran, que se reparan e incluso se trans1or-
man íácilmente sin que haya necesidad para ello de recurrir a los servi-
cios de profesionales pagados, entonces, por supuesto, el P.N.B. des-
cenderá, trabajaremos menos horas, consumiremos menos, y habrá me-
nos necesidades.
iCómo se sustituye un sistema económico basado en la búsqueda
del despilfarro máximo por un sistema basado en la búsqueda del des-
pilfarro mínimo? La pregunta cuenta ya con más de un siglo de anti-
¡,rüedad. Equivale a preguntarse cómo sustituir una economía en que la
producción está subordinada a las exigencias de beneficio del capital,
por una economía (originalmente llamada socialismo) en que la pro-
ducción está subordinada a las necesidades (y donde las necesidades
son libremente determinadas por .el pueblo mir.roo con conocimiento
de las modalidades y de los costos de su posible satisfacción). Sólo
un modo de producción desligado del imperativo de la acumulación y
del crecimiento puede invertir hoy con objeto de economizar mañana,
es decir: con objeto de cubrir todas las necesidades con un menor vo-
lumen de produÍ:tos más duraderos en los que el beneficio, tal como es
concebido en la actualidad, será también menor. La superioridad del
"socialismo postindustrial" sobre el capitalismo, consiste en que en lu-
gar de que la imposibilidad del crecimiento eterno sea sufrido como
crisis y regresión del nivel de vida, el decrecimiento de la producción
social será el resultado de la alternativa del decrecimiento productivo:
es decir de la alternativa de hacer más y de vivir mejor con menos.

129
Por otra parte es impropio utili:tar aquí la expresión "socialismo
postindustrial". La terminología marxista preferiría que se hablase
abiertamente de "comunismo": es decir del estadio en el que el "pleno
desarrollo de las fuerzas productivas" está consumado y en el que la
tarea principal no es ni la máxima producción ni el pleno empleo, sino
una organización diíerente de la economía un la que el pleno trabajo
deja de ser la condición del derecho a un pleno ingreso o, si se prefiere,
en donde la satisfacción de las necesidades es asegurarla a carla indivi-
duo a cambio de una cantidad que no ocupa más que una pequeña
fracción de su vida.
Virtualmente hemos alcani.:ado ese estadio. La satisfacción integral de
todas las necesidades mediante una pequeña cantidad de trabajo, no se
opone al desarrollo insuficiente de los medios de producción, si.no, por
el contrario, a su superdesarrollo. El sistema sólo ha podido crecer y
reproducirse acelerando al mismo tiempo la destrucción y la produc-
ción de mercancías; organizando nuevas escaseces a medida que crecía
la masa de rique:ias; devaluando éstas amenazaban con devenir accesi-
bles para todos; perpetuando la pobrc:ia al mismo tiempo que los privi-
legios y la frustración al mismo tiempo que la opulencia.
Dicho de otra manera, el desarrollo de las fuerzas productivas en el
marco del capitalismo no conducirá jamás a las puertas del comunis-
mo, ya que la naturaleza de los productos, las técnicas y las relaciones
de producción excluyen la satisfacción duradera y equitativa de las ne-
cesidades al mismo tiempo que la eslabilización de la producción so-
cial a un nivel comunmente aceptado como suficiente, La idea misma
de que un día pueda haber bastante para todos y de que la búsqueda
del "más" y del "mejor" puede ceder su lugar a la búsqueda devalo-
res extraeconómicos y no comerciales, es ajena a la sociedad capitalis-
ta. Es, por el contrario, esencial al comunismo y éste no podrá tomar
fonna como negación positiva del sistema exist~te más que si las
ideas de autolimitación, de estabili:iación, de equidad, de gratuidad, re-
ciben una ilustración práctica -es decir si demuestra en la práctica que
no solamente se puede vivir mejor trabajando y consumiendo menos y
de otra forma, sino que esta limitación voluntaria y colectiva de la es-
fera de la necesidad permite desde ahora mismo, y sólo permite, una
expansión de la esfera de la autonomía. ·
De ahí la importancia de la "experimentación social" de nuevas for-
mas de vivir en comunidad, de consumir, de producir y de cooperar.
De ahí también la importancia de las tecnologías alternativas que per-
miten hacer má.s con menos ampliando la autonomía de los individuos
y de las comunidades de base.

130
El h.ccho de que estas tccnologíu estén íundamcntalmcnte dcsarro-
lladu por grupos militantes, como instrumentos indispe:ruiablcs de una
alternativa de sociedad, no significa, sin embargo, que puedan cumplir
su objetivo al margen de la política, ni prefigurar una sociedad en la
que el Estado habría sido abolido por medio de la transferencia de to-
das sus funciones a las comunidades autogcstionadas. Si el tiempo que
empican los individuos en producir lo necesario tiene que ser reducido
al mfnimo, al igual que su dependencia del azar y de las circunstancias
de orden local, la socialización de la producción de lo necesario y la re-
gulación central de la distribución y de los intercambios continúan
siendo indispensables. La esfera de la necesidad, y con ella, el tiempo
de trabajo socialmente necesario sólo pueden ser reducidos al mínimo
por medio de una coordinación y una regulación lo más eficaces posi•
bles de los flujos y de los stocks, es decir, de una planificación demul-
tiplicada. El ingreso social asegurado a cada individuo a cambio de
veinte mil horas de trab3:jo socialmente útil, a aportar en tantas frac-
ciones como ae desee, de manera continua o discontinua, en uno o en
varios sectores de la actividad, sólo es posible si existe un órgano de
regulación y de compensación, es decir un Estado.
La alternativa al sistema no es por tanto ni el retomo a la economía
doméstica y a la autarquía de aldea, ni la socialización integral y pla-
nificada de todas las actividades: por el contrario, consiste en reducir
al mínimo en la vida de cada individuo lo que necesariamente tiene
que ser hecho, nos guste o no, y ampliar al máximo las actividades
:~~::~as, 1:olectivas y/o individuales, que tienen su finalidad en sí

Hay que rechazar igualmente la asunción integral del individuo por


parte del Estado así como la asunción por parte de cada individuo de
l.,~ nn:r.sidadcs inherentes al funcionamiento de la sociedad en tanto
que sistema material. La identificación del individuo con. el Estado y
de las exigencias del Estado con la felicidad individual son las dos car~
del totalitarismo.
La esfera de la necesidad y la esfera de la libertad no se solapan,
como ya señalaba Marx al final del Libro Ill de El Capital. Es por esta
1<Ll.Ón por la que la expansión de la esíera de la libertad supon~ que la
rsfera de la necesidad está netamente delimitada y codificada. Esta de·
limitación y esta codificación son esencialmente las tareas de la políti·
ra. Esta no tiene como vocación el ejercer el poder sino el asignar al
Estado las misiones y las modalidades de gestión que mejor conduci-
r(1.11 a una reducción de la esfera de la heteronomía y a una ampliación
de la de la autonomía.

131
Pero la política n'? tiene objeto ni realidad propia si la 1ociedad no
se halla afectada por movimientos de lucha social que tienden a sus-
traer espacios crecientes de autonomía a los aparato• de dominación
del capital y del Estado. A fuerza de rechazar o de someter d movi-
miento de las luchas para identificarse en el poder del Estado, presen-
te o futuro, los partidos políticos han entrado en decadencia. Preocus
pados por conservar el monopolio, intentan impedir ahora que la po-
lítica se desplace y renuca bajo otras formas y en otros terrenos. El
descrédito de los partidos se ha incrementado. No hay por qué ale-
grarse de su suicidio. Con la muerte de la política se anuncia el na-
cimiento del Estado total.
Now
(l)Cltado por Alldni Gor:z. La Monie de l'hl9coire, (Le SeuD., 1959).
(l) Lo1 que o;:onddenn bnpollible un con.n.o 10bre lo9 linúta y 101 nhdn de consumo
q"" no deben ser 1uperadof, mcontntáa. en la Sodolop PaUdque de kopr.Genni Schwar-
uenbera; (Montchietim. 1977. p. 391) el ejemplo idg'lúcate: ''Según 11n 10ndeo realizado m
J97S por el Instituto pberrwnental de la .ilmentación de Noruega, el 76 por denlo de los
nonaeaos no e-stán •tWedl.OII: consideran prec:bammte que d ntNI de ..t.1.- de .. pal$ "'
"'dem11t111do elr,crkl ", LI ,na mayoría de lu penonu eneucatndu pnsreruían 'Una 11ida
•nc/RJJ y m1'1qu0,,, con lo, obJetornectllllrlo," y desearían que 'To1in~-)lelc,urerl$mo
fuennlimitadcn".

132
ANEXOS
l. "LOS ESTRAGOS DEL PROGRESO'""

Nacionalizar las grandes empresas está bien. Pero, les que eso cam-
bia algo en la vida de los asalariados? lSe es más feliz en la Renault.Sa-
viem que en la Peugeot o la 1-"iat? lEs más afortunada una mecanógra-
fa del Crédit Lyonnais (nacionalizado) que una mecanógrafa de la Ban-
que Lazare (privada)? lLos empleados de un servicio público como
Correos y Telégrafos tienen algo que decir sobre la naturaleza y las
condiciones de trabajo? ¿y los empicados de la Seguridad Social?
No, responde la C. F.D.T. a todas estas preguntas que se hallan en el
centro de sus trabajos actuales. Nacionalizar no basta. Y añade: "El re-
to está en otro sitio". lEn dónde entonces? Ya os figuráis: el reto, es
el lograr un poder real de los traba,jadorcs sobre su trabaio y sus fines.
El reto es la "autogestión".
Pero, una vez dicho esto, surgen nuevas preguntas, abordadas por
una serie de encuestas realizadas entre trabajadores de las diferentes
feclcraciones de la C. t'.D.T. lAutogestionar qué? lQué queda para au-
togestionar en la gran planta <(UÍmica cuando vuestro "traba,jo" consis-
te en ''Permanecer toda la noche a solas detrás del cristal ahumado de
la cabina y no tener otra cosa que hacer que vigilar"? lQué se puede
autogestionar en la central nuclear en donde vuestro "trabajo" consis-
te en no quitar ojo de una mesa de control y, en caso de incidente, eje-
cutar al pie de la letra las consignas previstas? lQué significa la auto·
gestión en una fábrica de vidrio o de plástico donde "el trabajo de eje-
cución se reduce a verificar que todo funciona nonnalmente" y donde
"al sentimiento de impotencia. ante la 1ien-amienta de trabajo, viene a
añadirse el aislamiento y la soledad"?
(Puede autogcstionarse una empresa que no es más que una "encru-
cijada de actividades subcontratadas", en la que el mantenimiento y

135
las reparaciones están aseguradas por una empresa exterior, reduc,ién-
dosc los aJTeglos a la colocación de elementos concebidos y fabricados
en otros lugares, en la que las tareas peligrulllll o insalubres son confia-
das a trabajadores eventuales, obligados a aguantar lo que les echen e
indefinidamente sustituibles, que no tienen derecho ni a las ventajas
sociales ni a loa baremos contractuales, ni incluso a la cantina?
lExiste todavía la empresa cuando el patrón se ha eaíumado en pro-
vecho de un director financiero que gobierna de lejos las íábric:u de
toda una rama y cuando las decisiones son tomadas, también de lejos,
sin consulta ni debate, según las recomendaciones de sociedades de in-
geniería, consejos de gestión, constructores de ordenadores y servicios
informáticos?
La autogcstión, cuando se observan las cosas un poco más de cerca,
ino sería acaso un sueño trasnochado que convenía a una clase en
trance de desaparición: la clase de los obreros profesionales, orgullosos
de una destreza transmitida por los veterano, a los novatos, sin injeren-
cia posible de los jefes, puesto que éstos, o el mi.amo patrón, nada po-
dían sin la voluntad y la conciencia profesionales de los obreros? La fá-
brica, entonces, pod{a prescindir de patronos y de cuadros pero no de
los trabajadores experimentados cuya destreza aseguraba el buen fun-
cionamiento ele la máquina del papel o cuya mirada advertía de la ca-
lidad de la fundición. De aquí se desprendía el proyecto político de
una sociedad sin patronos.
Hoy el obrero está desposeído de todo: del saber técnico al mismo
tiempo que del poder 1obre la producción. El empicado no es más
afortunado. Ea el proceso de esta desposesión el que describen, sobre
la base ele testimonios colectivos, Jean-Phillippe Faivret, Jcan-Louis
Misai.k.a y Dominique Wohon, autores del libro "Les Dlgats du ¡,ro-
;rrds". A cada paso, surgen lu preguntas: lQué es lo que debe cambiar
para que los obreros y también los empicados recuperen el poder sobre
su trabajo? iSon posibles estos cambios? CPor qué la técnica evolucio·
na en el sentido de la de1cualificación de las tareas? CPodría evolucio-
nar ele otra manera? lPor qué la técnica niega al trabajador la iniciati-
va, la responsabilidad y la inteligencia, tomando la máquina el relevo
icl cerebro humano y sometiendo a los operadores a sus imperativos
inertes?
En. efecto, la automatización. y la informática, contrariamente a las
profccíaa, no liberan a los trabajadores de las tareas fastidiosas y repe-
titivas. Al contrario: la automatización descualifica el trabajo. Su fina-
lidad es siempre doble: 1uatituir una parte de los obreros por máquinas
más complejas y más eficaces, y por tanto reducir la.cantidad de traba-

136
jo para una misma producción; pero también, y al mismo tiempo, sus-
tituir la intervención inteligente del tmbajador a través de regulaciones
y controles automáticos que, más que nunca, convierten en "operado·
rc1" a esu personas abrumadas que ven cómo se les impone inexora-
blemente, por medio de la máquina. un número de gestos precisos exi-
giendo la mayor atención y la más completa vacuidad de espíritu.
Leed por ejemplo la de1eripción del nuevo tren de hilo de la Meta-
lúrgica de Normandia: la automatización y la mecanización han pcr·
mitido elevar la velocidad de salida del hilo de acero hasta 216 km/h,
y al mismo tiempo, reducir d personal, aligerar el trabajo y disminuir
el número de accidentes. Pero si. bien e1 cieno que "el trabajo es me-
nor, también es verdad que es más pesado, más rutinario, menos varia-
do y menos interesante". La reorgani;¿ación ha permitido suprimir los
"tiempos muertos", es decir los momentos de de1CU110 en el trabajo;
ha "eneadnuulo II los obreros a sv puesto de trabajo" "compGrtimen-
tando las tareas", destruído "ese tejido frágil de conversaciones" y de
pcqudios intercambios que permite a los obreros "construir cotidia-
namente su autonomía con respecto al trabajo, a la jerarquia y al o,.
den de las cosa.,".
En la siderurgia como en la química, en Correos y Telégrafos como
en la banca, el sector de la electrónica o el del automó·,il, la automati-
zación incorpora a la máquina el saber y la iniciativa que quita al hom·
brc: desde ahora, es la máquina quien manda. Y no hay oficio. Y, si,
en un primer momento, los "operadores" continúan clasificados como
"profesionales", su cualificación no corresponde ya a ninguna reali-
dad. Esta les es reconocida sobre el papel para evitar las movilizaciones
o recompensar la rcspomabilidad con que el trabajador es investido: el
menor error o desatención puede conducir al desastre. Pero "el aumen-
t" de la responsabilidad respecto a los productos y las máquinas cada
uez más costOMU no aporta nada desde el punto de uista del interés del
trabajo". "El divorcio cada ~z mayor entre las capaddad~s creadoras
de ~da uno y el trabajo que se le propone engendra desasosiego y cÓ•
lera.". Esta ha sido una de las raíces profundas de las memorables
huelgas de Correos y Telégrafos y de la B.N.P. en 1-'rancia.
¿Qué: se puede hacer contra esta evolución? lEn qué medida es in-
herente a los imperativos tecnológicos? iPuede plegane la técnica a las
aspiraciones de los trabajadores? iO es acaso, en conjunto, la única
f'e!JPUesta posible a la naturaleza de los problemas que se trata de re•
solver?
l..a patronal, la "tecnoestructura", habitualmente arguyen que "no
¡¡e puede hacer otra cosa". Pero sabemos el por qué este argumento de·

137
ja escépticOJ a lru trabajadores. En primer lugar, los patronos tienen el
monopolio de la infonnación. Son ellos los que deciden los problemas
que hay que resolver y los criterios a los que las soluciones deben res-
ponder. Con demasiada Frecuencia la necesidad técnica no es más que
una coartada: la "innovación" técnica tiene como fin real aplastar el
poder de los obreros de oficio, estrechar el control, intensificar el tra-
bajo, hacer ejecutar a trabajadores no cualificados e intercambia·
bles las tareas que, precedentemente, requerían trabajadores de cua·
lificación diferente, etc. En el taller "GG" de Renault-liillancourt, una
reestructuración de tareas que, en principio, tenía que servir para ha-
cer el trabajo más interesante que en la cadena de montaje acabó, en
realidad, haciendo los ritmos un 10 por ciento más rápidos que en la
cadena y haciendo más apremiante lo que, según los obreros, continúa
siendo un "traba/o de idiotas".
La tecnología no es, pues, simplemente una "exigencia objetiva": es
el reto de una lucha por el poder. La patronal exige a la tecnología la
eliminación del factor humano del proceso de producción haciendo
todo previsible, programable, controlable y calculable. La descualifi·
cación de la mano de obra no solamente se investiga acerca de la des·
cualificación de la mano de obra por razones de economía, sino por·
que la cualificación es, esencialmente, un poder que el obrero ejerce
en su trabajo, y por tanto una fuente de incertidumbres para la pa·
tronal. Asimismo, como claramente se desprende de los testimonios
sobre Correos y Telégrafos, por ejemplo, la automati:.t.ación no es sola·
mente un factor de mayor productividad, sino que sirve también para
aislar a unos trabajadores de otros y hacer más difíciles las acciones cu·
lectivas.
El capítulo sobre las "consolas de visualización" del servicio tek
gr.ífico internacional tiene, a este respecto, algo de alucinante: esta.!
consolas, que combinan un casco de escucha y una pantalla sobre h
que aparecen las infonnaciones solicitadas y el mensaje a transmitir
limitan a quince segundos el descanso entre dos mensajes a que tiene11
derecho las operadoras. A las órdenes de la máquina, solicitadas en trei
planos simultáneamente, las operadoras no han tardado en "estallar":
crisis de lágrimas, vómitos, problemas digestivos, insomnios, problemm
de fa vista en más de la mitad del personal; aunque el trabajo en lm
consolas ha tenido que ser reducido a cuatro horas y media consecuti
vas, intern1mpidas con tres pausas de diez minutos. La lucha continúa
Los tecnócratas que, al instalar estas costosas consolas, han decididc
multiplicar por siete la productividad de las operadoras, jamás se har
prem:upado de comprobar previamente si el trabajo es soportable.

138
La tccnologia, en suma, 1t11uclve los problemas que se pide que re-
suelva. Por el momento, la patronal, la "tecnoestructura" es la iínica
en pedirle soluciones. Cuando los trabajadores tengan el poder de pe·
dirle un trabajo interesante, agradable, que les permita comunicarse,
ayudarse mutuamente:, variar su ritmo, ampliar sus conocimientos, de·
sanollar sus facultades, ete., la tecnología, la mayoria de las veces, po·
dría darlc:s satisfacción.
i/\ qué precio? Habrá que verlo y negociarlo. J::se precio no seri ne·
cesariamente más elevado. En efecto, en la actualidad iquién se preo·
cupa de evaluar el costo de los accidentes mortales, de las vidas acorta·
das por la usur.i. nerviosa y fisica, de las enfermedades debidas al me·
dio y a la naturaleza del trabajo, de las familias desuuídas por el traba·
jo fijo, de los niños privados de cariño por el cansancio de sus padres?
iPor qué, por otra pane, nadie se preocupa de evaluar el costo real
del gigantismo industrial del que generalmente se asegura que pemlitc
··econom{as de escala", mientras que también es cierto que engendra
enormes costos indirectos? Como señala Jean-Marie Chevalier ( 1 ), el
gran tamaño, que evidentemente obstaculiza la autogestión, responde
ante todo a la voluntad de una empresa de centralizar y de monopoli·
zar una producción. El tamaño óptimo, desde el punto de vista de los
precios de costo, es frecuentemente inferior al tamaño real. En su li-
bro, Jean-Marie Chevalier indica que una fábrica que tuviese un tama-
ño equivalente a un tercio del tamaño óptimo, estaría gravada con un
sobrecosto del 1,5 por ciento en la industria del calzado, un 4 por
ciento en la de pinturas, un 6,5 por ciento en la de aparatos electrodo·
mésticos, etc., sobrecostos que podrían ser muy aceptables teniendo
en cuenta las ventajas sociales. políticas y logísticas de la descentra·
lización.
,'. Pero quién se preocupa? ¿Y quién sabe que existen máquinas·
transferencia en miniatura que permiten emprender en cualquier pe-
queña localidad fabricaciones de serie competitivas con las de la gran
industria? ·
En pocas palabras, el rechazo de la C.F.D.T. de la actual organiza·
ción del trabajo, así como de las exigencias que se derivan del progra-
ma nuclear y de las otras técnicas ultrapesadas, no tiene nada de utÓ·
pico: fre-cuentemente, si no siempre, son posibles técnicas alternativas;
su acceso es mucho más una cuestión política que técnica.
lQué hacer, sin embargo, cuando la técnica es impotente para hacer
el trabajo atractivo en las tareas socialmente necesarias? Se puede ima-
i...;nar rntonces diversos arreglos e incluso, en última instancia, la modi-
ficación o la supresión del producto. Tomemos el ca.so de la clasifica-

139
ción postal, por ejemplo. Jamás ha sido un trabajo muy estimulante:
con la automatización se convierte en una ocupación totalmente ..des·
cerebralizada" que aniquila al hombre que se ocupa de ella. lQué ha-
cer, ya que el tráfico postal se dobla cada quince años y que, para cla-
sific.,1 manualmente unos cientos d~ miles de objetos al año, sería ne-
cesario emplear unos seis mil agentes en cada uno de los grandes cen-
tros parisinos de clasificación?
Pero, de hecho, ipor qué esta creciente marca postal? iEs que acaso
los franceses se comunican preferentemente entre ellos por correo?
No, es evidente: el correo sirve cada vez menos para la comunicación
entre los ciudadanos y cada vez más para la comunicación a los ciuda-
danos de los "mensajes de muas" -tales como los prospectos, circula-
res publicitarias, muestras comerciales, notificaciones administrativas-
enviadas por las empresas y las instituciones.
Ahora bien, ipor qué es necesario a toda costa que esta masa de en-
vios institucionales sc:a centralizada y que su clasificación sea la ocupa-
ción a tiempo completo de: miles de empleados de: Correos? iPor qué
cada empresa no clasifica su correo (si es que es tan útil), operación
que consiste en imprimir un código en lenguaje apropiado para las má·
quinas y para operaciones de clasificación automática? ¿y por qué es-
ta operación, embrutecedora a la larga, no podría ser cíectuada por to-
do el personal (director incluído) por tumo, durante un cuarto de ho-
ra? El director de un centro de cálculo parisino ha instituido la distri-
bución entre todo el personal del trabajo de lu perforadoras, consta-
tando los estragos que causaba entre lu personas que lo efectuaban a
tiempo completo.
Como ha escrito Jeanette Laot en su conclusión a Les Dégits du
progris: "Sólo a través de profundlsimas acciones de ruptura con los
hábfto,t de pensamiento del movimiento obrero francés crearemos las
verdaderas condiciones de cambio".

Nota,
• Comentario a la obn. de laC.F.D.T., La Dfp.tadu propia, Le S.ull, 1917 (exbte cdldón
Dll cutellano, Lot coe•okil PfflllNOo H. Blumeedieion~. 1978) tpanddoen LeNouvel Ob-
lftTalnrdd 11 de julio de 1977.

(1) L'&:-,;,m,e iattutridle n questkirl de J.,.n-Marie Qevalil,r, Calm&n•UV)' (coll. "Perspec-


tivo de l'econornique'1. 1977. (eüte edición en ,;astellano, La EconOfflia hldllllrial ea e_.
ciñn,H.Rlumeedidones, 1979).

140
lla. LA EDAD DE ORO DEL PARO•

En las fábricas de automóviles Toyota, de Japón, una cuarta parte de


los obreros de la sección de montaje han sido sustitui,los por robots. En
la fábrica CitroCn, de Aulnay-sous-Bois (Francia), la soldadura de las
carrocerías del coche "CX ", está asegurada por un robot que realiza el
trabajo de treinta obreros. En la misma fábrica, los cincuenta carristas
y sus carretillas elevadoras, han sido reemplazados por cinco progra-
madoras. Los almacenes de piezas sueltas están automotizados y las ca-
rretillas que buscan y distribuyen las piezas son dirgidas por un orde-
nador.
En la empresa IBM, un robot capa;.,; de ''ver" puede montar, con la
ayuda de sus brazos mecánicos, ocho componentes de máquinas de es-
cribir en cuarenta y cinco segundos. En la industria relojera el reloj
electrónico, compuesto por tan sólo cuatro piezas, suplanta al cronó-
metro clásico, compuesto por cien. En algunos años, los efectivos se
han visto Kducidos en un 50 % y los obreros de precisión han desapa-
recido de los ta11crcs de montaje.
En las artes gráficas, las nuevas máqulllas electrónicas componen sus
ocho millones de signos por hora, mientras que una máquina clásica
sólo con1eguía componer, en el mejor de los casos veinticinco mil.
Si ustedes creen, a pesar de todo, que siempre harán falta numero-
sos mecánicos, montadores, i:lcctricistas y dibujantes para fabricar
los nuevos robots y las nuevas máquinas automáticas, desengáñese: en
Japón, íuncionan actua1mentc setenta mil robots, y se están terminan-
do los planos de una fábrica sin obreros que producirá máquinas-herra-
mienta de precisión, automatizadas.
Los mismos dibujantes se ven progresivamente eliminados por "plot-

141
tc:rs", o m.iquinas de dibujar, pudiendo realizar cada una de ellas el
trabajo de unos veinticinco o treinta técnicos cualificados.
"Es dif{cil hallar un sector industrial donde el número de empleos no
tenga tendencia a contraerse", afirmaba recientemente el "Financial
Times". Y el Instituto Dattcllc, de Frankfurt, proporciona-los siguien-
tes datos, después de una minuciosa encuesta realizada sobre los pro-
yectos de las industrias mecánicas del Land de Bade-Wurtcmberg, las
máquinas-herramienta automáticas permiten prescindir del 30 % de los
obreros de producción, que significa en total, un 13 % de los efectivos de
una empresa tipo. La entrada en escena de los robots de montaje per-
mitirá ir más lejos aún: de un 80 a un 90 % de los obreros de produc-
ción, o sea, del 50 al 60 % de todo el personal actual, podrá quedarse
en casa.
Y iqué pasa con los empleados?, se puede preguntar. iNo es cierto
que su número ha aumentado tan rápidamente en los últimos veinte
años, que se han convertido en la capa numéricamente más importante
:le la población activa?. Hoy mismo, no faltan los economistas oficia-
les que afirman que el crecimiento de los efectivos del sector "tcrica-
rio"" compensará o, incluso, sobrecompcnsar.i la disminución del nú-
mero de obreros. Pues bien; se equivocan. Las más recientes encuestas
y estudios, privados o públicos, sobre la "revolución de los micropro-
cesadores", llegan a la conclusión de que la automatización reducirá el
número de "cuellos blancos" (empicados), al menos en forma tan im-
portante como el de los "cuellos azules" (obreros).
El más detallado estudio realizado sobre la automatización de los cm·
picos de oficina, ha sido redactado por el grupo Siemens, en noviem-
bre de 1976. Sajo el titulo de "Project Burcau 1990", dicho estudio ha-
"r. una valoración del impacto que la mini-informática podrá tener a
parlir de hoy y ha1ta 1990, sobre los empleos de oficina en las grandes
casas comerciales, en la administración pública, en las grandes, media-
nas y pequeñas empresas y entre las profesiones liberales. La conclu-
sión de Siemcns es la siguiente: del 25 al 30% de los trabajos de ofici-
na podrán ser automatizados. Un ejemplo: de los dos millones de me-
canógrafas alemanas que, cada año, escriben 4,4 miles de millones de
páginas un 40 % resultarán superfluas gracias-a las máquinas de escri-
bir automáticas que la casa Siemcns construye actualmente. Ello sig-
nifcará una economía de un 32 % •
Comentando d impacto de lamicw-electrónica,µnviceprcsidcntede la
Siemens declaraba: "Los cambios serán dramáticos, y los reajustes ne-
ce.wJTios causarán graves dificultades". El inglis Alex Agapeycff, presi-
dente de una de las mayores sociedades mundiales de mini-informáti-

142
fª• emite, por su lado, el siguiente pronóstico: en el cuno de los tres
próximos años, desaparecerán un millón de empleos en la industria bri-
tánica, y un millón y cuarto en los servicios. Además de ello, otros tres
millones di asalariado• deberán cambiar de trabajo.
No se trata de valoraciones particularmente pesimistas: en un infor.
me redactado por la Univenidad de Sussex, por encargo del ministerio
de industria británico, se prevé que la micro-electrónica será la causa,
desde ahora hasta 1990, de cuatro o cinco millones más de parados bri-
tánicos a menos que el reparto dd trabajo y la duración del tiempo del
mismo sean radicalmente modificados. Por su parte, el ministro ale-
mán de Investigación, Volker Hauff, declaraba recientemente en el
Bundestag que, ''a plazo medio, de un 40a un 50%de la población ac·
tiva se verá afectada" por la revolución micro-electrónica. El mismo
Hauff precisaba en otra ocasión lo siguiente: "La unidad de memoria
de un ordenador que. hace quince años, costaba veinte mil francos, no
cuesta hoy más que doscientos. Dentro de unos diez o veinte años. só--
lo costará unos dos francos. No es dificil prever Jo.s posivi/idades de ra-
cJonalizaci6n que esta evolución representa en el sector del trabajo de
oficinas. Desde el punto de vista del empleo, sus consecuencias equi-
valen a una verdadera catástrofe".
Aún así, el estudio de prospección más interesante, sobre el cual ten.
dremos ocasión de insistir, es el que ha realizado la sociedad Prognos
de Hile (Suiza), a petición del ministro de Economía de Badc-Wur-
temberg. Según dicho estudio, la revoluciim micro-electrónica podría
enviar al paro, desde hoy hasta 1990, a unos cuatro millones de alema·
ncs, salvo si el tipo de desarrollo y los objetivos de la actividad econó-
mica obedecen a nuevas orientaciones, que es tanto como decir a una
nueva lógica.
Todos estos estudios extranjeros contrastan, de forma sorprendente,
con las posiciones que ddicnde el gobierno francés. F.fcctivamente, se·
gún éste, el paro será finalmente reabsorbido gracias a la reactivación
del crecimiento económico. El primer ministro, Raymond Harre, de-
claraba últimamente que los que pretenden reducir la duración de la
jornada de trabajo, "no pueden más que desencadenar la hilaridad ge-
fleral". Según los rc1ponsables oficiales, el desarrollo de las nuevas in•
dustrias exportadoras debe dar trabajo a "cientos de iniles de perso-
nas".
Los propios hechos ac encargan de desmentir tales pronósticos. Para el
período comprendido entre 1973 y 1980, las previsiones oficiales apun-
taban, entre otras varias cosas, a la creación de cien mil nuevos em-
pleos en el sector de telecomunicaciones. ¿No se iban a invertir cien

143
mil millones de francos (nuevos) en su desarrollo?. La realidad fue
muy diferente: en lugar de cien mil empleos se crearon tan solo tre1
mil, y la propia industria de telecomunicaciones anuncia ya, para l979,
quince mil despidos.
Este ejemplo no es ninguna excepción. En la edad de la automatiza.
ción, el crecimiento ya no supone creación de puestos de trabajo sino,
más bien, la destrucción de los mismo. En efecto, la mayoría de las in-
dustrias "pueden ya, o podrán, producir más, al mismo tiempo que re·
ducen personal. En Alemania (y no existen en Francia estadísticas
comparables), cerca de la mitad (46 % ) del total de las inversiones in-
dustriales persiguen, justamente, dicho objetivo: "economizar mano
de obra".
Estamos llegando, pues, al fin de una época: aquella en que el trabajo
humano era la fuente de toda riqueza. La tercera revolución industrial,
cuya gestación ha durado veinticinco años, ha comenzado. Y promete
-o amenaza, según el punto de vista que se adopte- extenderse a cier-
tas esferas, como la enseñanza y la medicina, que hasta hoy, no han si-
do afectadas por la industrialización. Rompe, además, el vínculo entre
el crecimiento de la producción el del empico, y pone en entredicho
uno de los dogmas de la economía política keynesiana: el que afirma
que la reactivación de la inversión reduce el paro.
Keynes ha muerto y,con él,ha perecido también la política del "ple-
no empleo". El problema que está planteado ahora es el siguiente:
iconducirá la tercera revolución industrial a la sociedad del paro o a la
socidad del tiempo libre? iConseguirá liberar a los seres humanos de
los trabajos mutiladores, o los mutilará aún más, reduciéndolos a la
inactivad íor..t.osa? ¿conducirá a una nueva edad de oro, en la que tra.
bajaremos cada vez menos disponiendo, el mismo tiempo, de una cre-
ciente masa de riquezas, o condenará, más bien, a unos al paro y a
otros a la hipcrproductividad?.
Estos interrogantes están planteados hoy en todos los países industria-
lizados. Tanto en Bélgica como en Alemania, en Italia, en Inglaterra o
en Estados Unidos, la reducción progresiva. de la jornada de trabajo a
treinta, treinta y cinco o treinta y seis horas, sin disminución de sala·
rio, naturalmente, está a la orden del día o ya se ha conseguido. Traba-
jar menos produciendo más: repartir mejor los frutos del progreso téc-
nico; crear un nuevo equilibrio entre el tiempo de trabajo obligatorio y
el tiempo disponible; permitir a todos una vida más sosegada y activi.
dades más enriquecedoras: tal es el nuevo envite de las luchas sociales
y ¡wlíticas. ·
Si usted sostiene, en Francia, la opinión de que va a !oer posible ga•

144
nar más y trabajar menos, a la ve.i:, se le tratará fácilmente de demagogo.
En la derecha y¡ a vec~s, en la izquierda, se considera que debe ser lo
uno o lo otro. Y, sin embargo, es ya lo uno y lo otro, desde hace varias
decenas de años.
En Alemania, en los últimos veinticinco años, el poder de compra por
habitante se ha cuadriplicado mientras que la duración del trabajo ha
disminuido en un 23 % .
Es posible que estas cifras puedan mejorar mucho en el futuro. Vemos
efectivamente, que en el mismo momento en que la automatización
permite producir más en un menor número de horas, la necesidad de
producciones en crecimiento se agota; los niveles de producción alcan-
zados actualmente comportan ya un tal derroche que hay serias dudas
sobre la utilidad del crecimiento en algunas esferas productivas.
Se puede objetar a esto, naturalmente, que, en la sociedad actual, sub-
sisten aún zonas de pobreza e, incluso, de miseria; que todos los boga·
res no están equipados con todos los bienes de confort necesarios¡ que,
en consecuencia, es impre,cindible un crecimiento de la producción
que borre las desigualdades sociales y mejore el nivel de vida de las cla-
ses populares. A veces se añade, incluso, que bastaría aumentar el po-
der de compra popular para "relanzar" la industria de bienes de con·
sumo creando, inmediatamente, numerosos puestos de trabajo
Tal argumentación, tipicamentc keynesiana, es muy seductora en una
perspectiva a corto plazo, pero se revela ilusoria a medio y a largo pla-
zo. Efectivamente, para casi todos los productos industriales que han
alimentado el crecimiento de los últimos veinticinco años, las necesi-
dades aparecen ya saturadas'; o casi: el índice de equipamientos de los
hogares se sitúa entre un 85 y un 95% para los diversos "bienes de con-
fort"; el índice de motorización es muy próximo al nivel americano, y
-<osa poco conocida-, si aparece más débil en las grandes ciudades
que en las pequcr1as, se debe a que las dificultades de circulación y de
estacionamiento urbano alcanzan tal nivel, que conducen a que los
transportes colectivos conserven o recuperen sus evidentes ventajas.
El mercado de vehículos y de bienes de confort es y seguirá siendo,
esencialmente, un "mercado de sustitución". Dicho de otra fonna: la
producción sirve principalmente para reemplazar los equipamientos
usados y no para dotar a los hogares aún no equipados.
Estos hechos permiten comprender un fenómeno denunciado a menu•
do por los movimientos de consumidores, y que consiste en la dismi-
nución del tiempo de vida de los productos. Cuando el "mercado de
su!ttitución" es la principal salida para los industriales, el único medio
que tienen ésto! para vender más es obligar a los usuarios a reemplazar

145
su1· bienes de equipo dentro uno, plazos cada vez mú cercanos. Este
objetivo conduce no 1ólo a lanzar modelos nuevos, sino a "fragilizar"
101 productos, para que sean irreparables. Si 101 bienes de equipo de
los hogares y los coches actuales durasen tanto tiempo -unos quince
años- como los modelos de los años 50 (lo que según las ramosas en-
cuestas de Vanee Packard, no comportaría ningún 1obrccostc) 0 todas
las necesidades podrían ser cubiertas sin ningún crecimiento de la pro-
ducción e, incluso, con producciones decrecientes.
Si las indwtrias de bienes de consumo exigen actualmente menos tra·
bajo, no es porque la población no esté en condiciones de comprar to-
do lo que necesita, sino porque tales industrias se autoniatlzan. Podrían
incluso reducir mucho más el trabajo, mejorando a la vez el valor de
uso y el tiempo de vida de los productos. En resumen, y tal como lo
ha demostrado, por vez primcÍ'a., el economista británico Ezra Mishan:
la producción ha sobrepasado ya el nivel en que era socialmente últil y
económicamente eficaz. En una gran mayoría de sectores, como trans-
portes, medicinas, alimentación, bienes de equipo del hogar, cte. el cre-
cimiento del volumen de los productos ofrecidos no sirve par~ satisfa-
cer mejor las necesidades a un costo decreciente para el usuario, sino
para imponerle a éste gastos crecientes, para un nivel de satisfacción
que tiende a disminuir. La conclusión de todo ello es esa verdad bien
conocida por los movimientos de consumidores y por una parte del
movimiento obrero, y que dice que es posible producir más y mejor
trabajando menos.y que es posible,.también, satisfacer todas las necesi-
dades con una menor producción.
"'Ha llegado el momento en que los hombres ya no harán aquello que
las máquinas pueden hacer", escribía Marx, en 1857, anunciando ya
que el capitalismo tendía inexorablemente hacia la abolición del traba-
jo, lo que, a su vez, arrastraría su propia muerte. Esta teoría, retomada
en 1932 por Jacques Duboin y, en Italia, recientemente, por los
marxistas "autónomos", corresponde finalmente a hechos observables.
Por ello mismo, el tema de la abolición -o de la rcducc::ión- del tiempo
de trabajo obligatorio, es más subversivo que nunca. Si todo el mundo
tomase conciencia de que ya no exite, virtualmente, ningún problema
de proudcción sino tan sólo un problema de distribución -o sea, de re-
parto equitativo de las riquezas producidas y de reparto, equitativo
también, entre toda la población, del trabajo socialmente necesario-,
el actual sistema social tendría serias dificultades para mantenerse.
iEn qué acabría la.disciplina en el trabajo, la ética del rendimiento, la.
ideología de la competenecia, si cada uno supiese que es técnicamente
posible vjvir cada vez mejor, trabajando cada vez menos, y que el dcre-

146
~~º.;:=: ·;r;::o~fta" ya no debe sc:r rc:se!Yado a los que: suministran
Para que: el orden c:xistc:ntc: no se: vc:a socavado c:n sus cimientos ideoló-
gicos, c:s mejor que estas cosas no se: sepan. No se le: va a decir, pues, a
la población que: ya no tendrá necesidad de trabajar tanto, sino que: se
le dirá, al contrario, que "va a faltar trabajo"; no se: le dirá que vamos
a disponer de: más y más tiempo libre, sino que: "habrá cada vez meno1
pue1to1 de: trabajo". Se presentarán las psomesas de la automatización
como amenazas: se: hará lo necesario para que los trabajadores lkguen
a pelearse entre sí por los raros puestos de trabajo existentes, en lugar
de: lucha conjuntamente por otra racionalidad económica. Es evidente
que: c:I paro no c:s sólo una consecuencia de la crisis mundial, sino tam-
bién un urna para restablecer la obediencia y la disciplina en las
empresas.
Sin embargo, tal anna es de doble: filo, sobre todo en relación con los
jóvenes y cuando el paro sobrepasa un cierto nivel. Esa es la situación
que existe en Francia actualmente: según los sondeos de SOFRES, el
62%de los adolescentes y el 72%de los jóvenes comprendidos entre los
dieciocho y los veinticuatro años, cuentan ya con pasar por la expe-
riencia dc:l paro. La sociedad no les necesita realmente, como tampo-
co la fábrica ni la oficina, donde si, a veces, se les emplea es únicamen-
te con el fin de "ocuparlos" y de reducir las estadísticas del paro. Un
tercio de los diplomados en estudios superiores, en Alemania, y más de
un quinto de: los mismos en Francia, se encuentran en paro al cabo de
poco más de un año de haber terminado sus estudios. Cualesquiera que
sean los diferentes canales de formación, todo lo que es enseñanza está
en crisis: en Alemania hay, actualmente, ll.170 ingenieros sin empleo.
La única cosa segura es que nadie hará ya carrera en el oficio que ha
,1prendido, ya que éste va a ser tranformado, simplificado, descalifica-
do o, francamente, suprimido por la micro-electrónica. t:n potencia,
lodos somos supernumerarios.
No es de extrañar, pues, que si 'la ética del rendimiento" se viene:
abajo, los dos tercios de los patronos estimen que los obreros de hoy
sou ''menos dlslplinados" y '"menos concienzudos" (1 ). Al convertirse:
en una ocupación precaria, el trabajo deja de ser una cosa seria. Mu-
chos jóvenes lo sienten como una disciplina vejatoria, impuesta por la
sociedad con el único fin de perpetuar sus estructuras jerárquicas y de
r11c.onder a la gente el hecho de que el trabajo, tal como se ha practica-
do hasta hoy, ya no es nece1ario.
R\ número del mes de octubre de la revista "RepCres" (revista del
Ct:R~S) (2) y bajo el título: "Rechazo al trabajo",publica una serie de:

147
testimonios de militantes, sobre citos obreros llamados.de la "bof-
generación"(3). Según dichos testimonios: "Son el puro boicot, el re-
chazo bajo todas sus formas. Lo que les gusta es Irse de juerga, coger
una mona y cachondearse del Jefe cuando bte les da un primer aviso'',
o bien, simplemente quedarse en casa.. Un trabajador de la fábrica
Peugeot, Jean U.le declara: "Para mt, el absentismo es una forma de
expresión". Los autores del reportaje se preguntan fmahnente, "si el
rechazo, el ras-le-bol(4) general, el pasotismo no constrtuyem a la lar-
ga, un profundo movimiento de masas que contribuye a cambiar la so-
cidad", o "que pacida incluso llegar a roer y a hundir toda la sociedad
capltallsta bien tambaleante".
El paro conduce a una actitud de abandono hacia una vida de trabajo,
que aparece cada vez más precaria y sin sentido, covirtiéndose, final-
mente, en un peligro para el orden establecido. Los partidarios de este
orden, estén del lado que estén, aparecen reclamando inmediatamente
la "creación de puellos de trabajo" como un fin en sí, independiente-
mente de los objetiso al servicio de los cuales estén dichos empleos.
Aunque se trate de armas de guerra, de bienes de equipo de superlujo,
de "gadgets" desechables o del tratamiento de los residuos radioacti-
vos del mun~o entero, todo sirve con tal de "crear trabajo".
Hasta aquí hemos llegado: en el lenguaje oficial, ya no es el trabajo
quien crea los productos, sino la producción quien crea el trabajo. Ya
no se trata de trabajar para producir, sino de producir para trabajar.
Los mismos "natalistas" nos incitan a hacer más niños con el fin de
asegurar la existencia de consumidores para nuestros productos: Al fi.
nal de este razonamiento se halla la economía de guerTa y la guerra
misma: la una y la otra siempre han sido los medios y métodos más
eficaces para segurar el pleno empleo de los hombres y de las máqui·
nas, cuando la capacidad de producción sobrepasaba la capacidad de
consumo.
Los teóricos de la sociedad infonnatiu.da aseguran, sin embargo,
que, en los años venideros, otros métodos menos bárbaros podrán
"crear ttabajo". Dichos métodos consisten, csenciahnente,en hacer ha-
cer a profesionales especializados y pagados lo que la gente hacía hasta
ahora, por cuenta propia y según su imaginación. La salud, la belleza,
la sexualidad, el cuidado de los bebés, la educación de los niños, etc.:
todo ello podrá ser normalizado y confiado a profesionales, responsa-
bles del bienestar (y del conformismo) de todos y cada uno de noso-
tros. En el mismo momento en que la automatización "amena.za" con
facilitar a la pobla.-::ón la posibilidad, y el tiempo, de asumirse más a
sí misma, los ejércitos de profe!rionales del nuevo terciario son rcque·

148
ridos para disuadir a la gente de que no haga nada por sí misma ni -eara
sí misma: alimentar a los bebés, preparar las comidas, cuidar el prOpio
cuerpo, hacer ejercicio, consolar a un compañero que está de luto, aco-
ger las confidencias de un amigo ...
Para todo esto, habrá especialistas. Es posible crear millones de
puestos de trabajo, abrir espacios inexplorados para los intercambios
comerciales transformando a cada uno en servidor de un único servicio
especializado, y en consumidor pasivo de los servicios suminist.-ados
por otros especialistas, para todo el resto.
lSerán productivos estos nuevos empleos? En absoluto: van a redu·
cir la autonomía de la gente y a aumentar su alienación y su dependen·
cia. Su única función es la de hacer pagar lo que hasta ahora no se pa·
gaba, y asegurar, en consecuencia, la circulación de grandes cantidades
de dinero. Nos hacen pensar en el Famoso ejemplo citado por Butrand
de Jouvcnel: una madre guarda los niños de otra madre, y recíproca·
mente, y ambas se pagan mutuamente por tal servicio¡ para los econo·
mistas, esto significa que el PNB aumenta con dos nuevos salarios
cuando, de hecho, nada ha sido producido, muy al contrario. Enteras
franjas de nuestra economía responden ya a este tipo de intercambios y
se nos promete algo peor todavía, siempre "para aumentar el empleo":
cada persona podrá ejecutar, a tiempo pleno, tareas sin ningún interés,
al servicio de otras personas, con el fin de poder pagarse los servicios,
igualmente fastidios, que otros ejecutaran para ella.
lNo se sentiría mejor la gente si cada uno tuviese, ya no más dinero,
sino más tiempo para asumir mejor su propia vida, así como la de su
comunidad y la de su propio municipio? Podríamos, así, disminuir
aquellos trabajo que nos son indiferentes o que nos pesan, y trabajar
más en los que nos movilizan, nos permiten expresi,,mos y desarrollar-
nos. Podríamos convertirnos en esas "ricas individualidades", plenas
de capacidades diversificadas de que hablaba Marx con respecto a la
sociedad comunista, en la cual, "la verdadera medida de la riqueza"
será el tiempo de que se disponga cada uno para realizar las activida-
des por él libremente escogidas.
Y no será el tiempo vacío del ocio y de la jubilación, sino un tiem·
po liberado para una vida mucho más activa y diferente. No será el
paro, sino un "paro creador", según la expresión de Ivan lllich. Con-
viene leer, sobre este tema, el libro de Guy Azoar: Non au loisir, non
fa tttraite (5), y, particularmente, todo aqucUo que se refiere a las po-
sibilidades de un "nuevo reparto del tiempo", entre el trabajo anóni-
mo que se ejecuta automáticamente para ganar un sueldo, y aquél en
el que se entrega lo mejor de uno mismo para obtener un resultado en

149
el que se tiene interés. iQué impide organizar "sistemasjlexibles de
tiempos parciales. donde se pueda fácilmente trabaiar media jornada,
o tres cuartos de jornada, o salir dos horas antes del trabajo cada día"?
lPorqué no sería posible, sugiere Aznar, trabajar "en días alternos, o
en semanas o en meses alternos"? iPor qué no se ganaría lo suficiente?
El "nuevo reparto del tiempo" supone, naturalmente, que los salarios
obreros franceses alcancen el retraso de un 40% que tienen en relación
con los salarios holandeses, belgas y alemanes, y que la mitad más po-
bre de la población cese de no disponer más que del 20%de la renta
nacional, cuando el 5% de los más ricos disponen del 25%.
lSe pondrá como objeción que, incluso con salarios alemanes o sue-
cos, los trabajadores preferirán ganar más que trabajar menos? Tanto
la experiencia como los sondeos realizados demuestran lo contrario.
De un 20 a un 30%de la producción están asegurados, en los países de-
sarrollados, por trabajadores que trabajan a tiempo parcial, y la propia
reivindicación de la disminución del tiempo de trabajo va en cabeza,
ya desde 1969, entre los trabajadores de la fábrica Renault-Billancourt.
lSc buscará objetar, entonces, que el trabajo a tiempo parcial es in-
compatible con un "verdadero oficio", con una carrera profesional o
con una cultura del trabajo? También en esto la experiencia demues-
tra lo contrario: lo que se opone hoy a la cultura del trabajo es, preci-
samente, la obligación de hacer, a tiempo pleno, un trabajo rutinario
o, incluso, idiota. Los oficios han sido destruí dos por la "organización
científica del trabajo"(OCT), y el poco trabajo calificado e inteligente
que queda seci, en gran parte, abolido por la automatización. Un 70%,
como mínimo, de los empleos no enseñan nada a los que los realizan,
y les hacen olvidar lo poco que han aprendido antes de realizarlos.
La tesis de Aznar como, por otra parte, la formulada hace poco por
Georges Friedmann, dice que la liberación y el desarrollo de los indi·
viduos serán favorecidos de la mejor manera alternando los trabajos ru-
tinarios, por un lado, con actividades en las que, al contrario, se pueda
uno entregar completamente. No se trata de n1primir los primeros para
beneficiar a los segundos, sino, tan solo, de reducirlos a una fracción
de nuestro tiempo. Nadie puede ser creador trabajando ocho horas por
día o, incluso, cuatro. La alternancia se ajusta a la propia respiración
de la vida.
La proporción de trabajadores a tiempo parcial sería ya, hoy mis-
mo, mucho más elevada si la población dispusiese, en los grandes in-
muebles, en los barrios y en los municipios, de talleres que permitiesen
montar, reparar, e incluso, fabricar por sí misma los productos cuyo
ensamblaje en las fábricas constituye un trabajo insoportablemente re-

150
petitivo y embrutecedor para los q'-'.e están obligados a realiz.arlos mes
tras mes. Si dupwiésemos de talleres por barrio o por edificio, b1en
equipados y accesibles a cualquier hora del día, podríamos puar varias
horas por mes montando o cuidando nuestros bienes de equipo de uso
corrriente, varias horas cosiendo piezas de ropa cortadas y preparadas
ya, montando o modificando nuestros muebles, etc. Tal como lo sub-
raya el colectivo Adret en un libro lleno de ideas y que lleva por títu-
lo, "Trabajar doa horas por día": "Recobraríamos así el domini.o de
los objetos que nos rodean". E, incluso, como lo hace notar también
Guy Aznar, podríamos economizar mucho tiempo montando nosotros
mismos nuestra casa a partir de elementos prefabricados, en lugar de
tener que ganar, con nuestro trabajo asalariado, el precio e.le una casita
construida por otros.
Más aún: las máquinas inteligentes y los microprocesadores, permi-
ten hoy que el pequeño taller produzca tan eficazmente al menos co-
mo la gran fábrica, sin tener que soportar los mismos gastos de trans-
porte, de encuadramiento, de administración. La distancia entre la
producción y el consumo puede acortarse, mientras que los derroches
y las pérdidas que comporta la centralización, pueden ser reducidos.
Gracias a la microelectrónica, el productor polivalente, "omnilate·
ral", de ilimitadas capacidades, con que soñaba Marx, se convierte,
así, en una posibilidad real. Será a través de la combinación de activi-
dades muy variadas, de la autoproducción, de la cooperación, de la au·
toasistencia, y no a través de la planificación y del reparto autoritarios,
que lo· intercambios comerciales y el 1-:stado empezarán a languidecer.
" ! rogreso de las sociedades humanas pasa también por un retroceso
del poder en beneficio de la autonomía de las personas... De aquí a fi-
nales de siglo. será necesario la existencia de empresas en las que una
fracci6n creciente de lus trabajadores tenga la posibilidad de trabajar
sólo seis meses por año.··
¿ Utopía? No: es una previsión de l\fichcl Albert, comisario general
del Plan. Es un porvenir posible. t:1 problema consiste, únicamente, en
saber cómo lo posible se hará realidad. Y, una vez mú, lo que es pro-
blema no es tanto el objetivo en sí, sino la transición. Esta, depende,
ante todo, de la capacidad del movimiento obrero para negociar, a to-
dos los niveles, la naturaleza y el reparto de los frutos del progreso téc-
nico: el primer imperativo es la disminución, a escala de todo el Mer-
cado Común, del tiempo anual de trabajo.
Oiversos sectores preconizan otras medidas: la nivelación de las ren-
tas; la garantía de un "mínimo vital" para todo ciudadano (bajo for-
mas de "subsidio de vida" o de ''impuesto negativo"), independiente-

151
mente del empico¡ la completa reforma del sistema educativo, pero ya
no en el sentido de la formación de diplomados-parados, sino forman-
do a individuos autónomos capaces de desarrollar una amplia gama de
actividades; el desarrollo del sector de la autoproducción a travá de
talleres comunitarios, de coopcn.tivu de barrio, de redes de ayuda mu-
tua, cte.
Dicho de otro modo: la transición supone una acción consciente
que 1e efectúe, a la vez, a nivel de la sociedad civil (uociacioncs, mú-
tuas, familias, cooperativas), dd movimiento obrero organizado, de las
fuerzu políticu y del Estado. Y uno de los peligros existentes reside
en que los individuos no hallen, en 1í mismos y a su alrededor, los rc-
cunos culturales que les permitan sacar provecho de su tiempo libre.
De ahí surge la necesidad de prever actividades ambivalentes, situadas
entre la autoproducción y el servicio público, que cada cual pueda es-
coger, o bien como empleo pñncipal, o bien como un trabajo que se
hace para sí mismo y en el tiempo libre.
Entre las proposiciones hechas al gobierno de Badc-Wurtcmberg por
el Instituto Prognos, de Bile, existe una que responde a esta defini-
ción: la lucha contra las pérdidas de energía. Graciu a un mejor aisla-
miento, el consumo de calor en los hogares, en las oficinas y en las íá-
bñcas puede rcducinc en un 50%. Generalizando a Francia 101 cálcu-
los hccho1 para Alemania, sería ncce1año invertir alrededor de 600 mil
millones de írancos en veinte años, lo que supondría el equivalente de
350.000 pue1tos de trabajo a tiempo completo. Para los U1uarios sig-
nificaría, dado el p~o actual del carburante, una economía de cerca
de 400 mil millones; por su lado, la sociedad economizaría el costo so-
cial de 550. 000 parados, valorado en 280 mil millone1.
En el mismo orden de ideas, se ha propuesto tarribién el desarrollo
de actividades de reparación y de conservación tanto de los bienes de
equipo mecánicos corrientes, como de los viejos barrios y edificios.
lQué ob1táculo se opone a esta reoricntac:ión? El de aícctar los más
proíundo1 resorte, del capitalismo. Si se aplicase, conduciría a invertir
no para vender más sino para consumir, es decir, para vender menos;
reduciría la gran producción comercial en lugar de aumentarla: reem-
plazarla el capital por trabajo humano, y el valor de cambio por valor
de uso, y terminaría por sustraer zonas crecientes a la lógica de la acu•
mulación capitalista. Es por esta razón que la sociedad del tiempo li-
bre corresponde, fundamentalmente, a un proyecto anticapitalista, a
un proyecto ..de izquierda", inclU10 si una parte de la izquierda clási-
ca tarda en dane cuenta de ello.

152
Notas

• Effll teato ha lido orial,lalment• pablkado ea Le N-.e! ot.nallmr del 4 de didlmlml


de 1971.
(1)$epllun~dlola lFOP('1' Noll'l'l!:I &onombte",del 23/10/1971.
(2) Sectm del PS rrancéa, • la Izquierda de la actual dlrccd&n (N. de T.).
(4) ~ b o l : E11pret6ón 111rpda, panicularmmle delp,aá del "mayo 61", enue la j-Nd.
mada de .. ¡Eitoy llarto!".Y de .. ¡a.ca!- (N. de T.).
(S)Galilée, 1971.

153
lib. VIVIR SIN TRABAJAR*

lTrabajar para qué? ¿Es una necesidad trabajar? ¿o solamente un


medio de ganarse la vida? iO la única manera -por imperfecta que sea
a menudo-- de incorporanc a la sociedad, de estar en relación con los
demás, de escapar al aislamiento y al sentimiento de inutilidad? lO to·
do eso a la vez?
¿Tememos al paro porque nos gusta trabajar o solamente porque,
bien mirado, nos coloca ante una dependencia peor aún que la de ese
trabajo que maldecimos cuando es obligatorio? Pero supongamos que
podemos vivir sin trabajar; qué elegiríamos: ¿seguir trabajando igual,
o administrar de una manera completamente diferente nuestras ocupa·
dones y nuestro tiempo?
Algunos de los datos del sondeo que sigue a continuación intenta
explorar en torno a estas preguntas y relacionar unos datos con otros
para disipar las reacciones de defensa que pudieran provocar por su ca·
ráctcr insólito. Ya que cuando se pasa lo mejor de la vida trabajando
sin obtener ningún placer, puede ser preferible no preguntarse si eso
tiene sentido, o si sirve· para algo. Trabajo-sacrificio; trabajo-coartada;
trabajo-droga; trabajo-justificación; trabajo-maldición; trabajo-sufri-
miento; trabajo·abufflmiento, todo eso se entremezcla. Desde hace mi·
les de años está ~scrito "ganarás el pan con el sudor de tu frente". Se-
ría impío poner en cuestión esta necesidad.
Así, cuando se pregunta si todas las pcnonas en edad de poder tra·
bajar deberían ser obligadas a ello, los franceses responde "sí'" en una
impresionante mayoría: 75 por ciento. Sin darse cuenta se pronuncian
a favor del trabajo de la mujer, del trabajo de los mayores de sesenta
años, por la incorporación de los jóvenes a la vida activa a lo.s dieci-

154
ocho años o incluso a los dieciséis -----cuestiones todaa ellas que, en res·
puestá. a otras preguntas, los franceses apenas desean.
El principio del trabajo obligatorio para todos es defendido con una
fuerza panicular por los más mayores (89 por ciento), los trabajadores
independientes (86 por ciento) y los que tienen un nivd de instrucción
más bajo (88 por ciento). Las motivaciones respectivas no son cierta·
mente las mismas. Los trabajadores independientes encuentran en su
trabajo una satisfacción real y una higiene de vida. Los menos instruÍ·
dos, en cambio, que son generalmente los más pobres, juzgan sin duda
que vivir sin trabajar, es vivir del trabajo de los demás y agravar su pro·
pio trabajo. En cuanto a las penonas de más edad, como veremos más
adelante, padecen su inactividad forzada como una maldición peor que
el trabajo.
Entre los más instruídos, en cambio, a.sí como entre los más jóve-
nes, el principio del trabajo obligatorio está fuertemente contestado:
el 4 7 por ciento de los jóvenes, e incluso el 54 por ciento de los que
tienen una instrucción superior, se pronuncian en contra (cuadro l ).
Pero aún no han acabado las sopresas. Cuando se pregunta a los
franceses si, a titulo penonal, les gustaría poder vivir sin estar obliga·
dos a trabajar, sus principios se desmoronan: es como si el trabajo obli-
gatorio fuese sobre todo para los demás. No menos del 43 por ciento
de los adultos, el 44 por ciento de los obreros, el 51 por ciento de los
más jóvenes, el 55 por ciento de los electores comunistas, muy bien
prescindirían de la obligación de trabajar.
lle cho notable: si la preferencia por una vida sin obligación de tra·
bajar es particulannente fuerte entre los asalariados del sector privado
(47 por ciento) baja hasta un 30 por ciento entre los mayores de sesen-
ta y cinco años para los que sensiblemente, la inactividad y la soledad
pesa lo suyo. Entre los trabajadores independientC9, la preferencia por
una vida sin trahaja obligatorio cae hasta un 29 por ciento y tiende a
desaparecer completamente entre los agricultores (si se les diferencia
de los obreros agrícolas) (Cuadro 2).
Moraleja: se acepta la disciplina que comporta todo trabajo con la
condición de elegir la profesión y de saber lo que se hace. Lo que se re-
chaza es el trabajo impuesto, con su jerarquía y sus horarios.
Por otra parte, esto eslo que confirman las respuestas a otra pregun·
ta del sondeo (1 ). Un 69 por ciento de los más jóvenes, el 74 por den-
to de los que han pasado por la univenidad e incluso el 63 por ciento
de los que tienen un nivel de instrucción secundario conceden más
importancia al interés que presenta un trabajo que a su remuneración.
Esta preferencia, por supuesto, decrece con los ingresos: solamente un
CUADRO]
lCon1idera Usted que todo, lo, france,cs en edad de trabajar
debcnan estar obligado, a hacerlo?

SI N,¡>
Total: 100 %
Conjunto de la población 75 24
Edad
18a24,nos ..... . .52 47
25 a34allos ... . ..... 67 32
35 a49 anos .. . ... 81 17
50a64anos ... . .... 79 20
Mú de 65 anos . ... 89 10
Profesión
Agricultor, asalariado agrícola . .. 88 12
Pequeno comerciante, artesano .. ..... 76 22
Cuadro superior, gran comerciante . ... 48 50
Cuadro medio, empleado . ...... 60 39
Obrero . . . . . . . . . 84 14
Inactivo, jubilado 81 18

Secror de actividad
Asalariado del sector público .. . . 63 36
Asalariado del sector privado .. . . ... 68 30
Por cuenta propia . . . 86 13
"Viveldeinstrucción
Primario .. . . 88 11
Secundario . . . . . . . . . 72 26
Técnico o comercial .. . ... 66 33
Superior . 46 54

:ercio de ob1cros (lo que por otra parte no es una proporción despre-
:iable) la hacen suya. -
Pero lo más sorprendente es que los más jóvenes no dudan ante el
entido de la pregunta: solamente un l por ciento de ellos responde
'no sé". Así, los mismos q1,1e más masivamente contestan el trabajo,
on también los que más decididamente reclaman un trabajo intere-
1ante.

56
CUADR02
lLe guatuia vivir ,in citar oblipdo a trabajar?

Total: 100 ~ N~

Conjunto de 11 población 43 S7
Sao
Hombre ....•.. , .• , , .•...............• 3S 6S
Mujer, ... ,., •..•. ,, .....•..... , ..... SO SO

Edad
18a24aAo1......................... SI 49
2S a 39 a11o1.. .. • .. .. . • . • .. .. . • . 47 53
35 a 49 afias. . . .. .. . . . . . . . . . 44 56
50 a 64 ano,. . . . . . . .. .. .. . . . . .•. . . . . 43 S7
Mlfs de 65 aflOI • ..
.. .. .. • .. • .. • . 30 70
Profesión
Agricuhor, alllariado agrícola . . . . . . . . . . . . . 22 78
Pequello comerciante, arteano ..... , . . . . . . 38 62
Cuadromperior,gnncomerciante.......... 4S SS
Cuadro medio, empleado • . . • . . • • . . . . . . . . 46 S4
Obn:ro • • . . • • • • • • • • • • • • . . • • • . . . • • . . 44 S6
lnac:tivo,jubilado . • . . • • • • • . • • . • • . . . • • . 44 S6

La actitud respecto al trabajo cambia completamente según que


~a impuesto o que se deje libertad de elección; 1cgún que se obligue,
que, al contrario, se prohiba. En su gran mayoría, los jóvenes abor-
an la vida activa aspirando a un trabajo "intefeuntc" en el que poder
1vertir lo mejor de 1u1 energías. Pero, progresivamente, a rucrza de ser
cfraudada cita aspiración se apaga. El uabajo tiende a convertirse en
n sustento. Ante todo, e incluso solamente, se le pide que proporcio-
c dinero, ya que a partir de los veinticuatro años se trata también de
ma11tcncr una íamilia ". La idea misma de que el trabajo pueda ser

15i
gratificante se esfuma: la pregunta planteada carece de sentido para el
16 por ciento de los franceses de edad madura.
Valorización, pues, de lo que el trabajo podr{a ser; desafección res·
pecto de lo que es en realidad. Dos maldiciones inversas nos acechan
y es imposible decidir cuál de ellas es peor: tener que vivir sin poder
trabajar, o tener que hacer un trabajo que impida vivir.
lNo sería posible reconciliar el trabajo y la vida? iLa automatiza·
ciñn y la informática no podrían ser los medios? Más allá de la socie-
dad del paro, ino permiten imaginar una sociedad diferente, en la que
estando mejor distribuido el trabajo, todos tendrían más tiempo libre?
Más allá de la sociedad del trabajo obligatorio, lno permitirían vislum-
brar una sociedad del trabajo voluntario, y de la actividad libre?
Estos temas encuentran visiblemente un gran eco entre los francesc9
de meno9 de cincuenta año9: solamente entre el 3 y el 4 por ciento
( ver el cuadro 3) no tienen opinión sobre lo que podrían ser sus vidas
y sus actividades libres si trabajasen menos de treinta horas a la serna·
na. Todos, cualquiera que sea su edad, su sexo, su tendencia política,
su profesión (con la única excepción, al parecer, de los enseñantes,
cuyos horarios son ya, frecuentemente, más flexibles) privilegiaron an-
te todo, su vida en familia. Era previsible. Esta preferencia, como es ló-
gico, es particularmente acusada entre los veinticinco y los treinta y
cuatro años: es la edad en que se construye una pareja y en que gusta-
ría pasar más tiempo con los hijos.
El elemento más sobresaliente e inesperado es sin embargo la fuerte
proporción de franceses que les gustaría hacer más cosas por sí mismos
en lugar dC comprar todas ya fabricadas: el 39 por ciento del total de
los adultos, el 42 por ciento de las !"'1-ujeres, y el 45 por ciento de los
obreros expresan esta preferencia. Y el 25 por ciento de los franceses,
el 36 por ciento de los electores comunistas, el 39 por ciento de los
instruidos, y el 43 por ciento de los sindicados desearían participar
en la geuión de su municipio.
Aproximadamente sobre todas las preguntas que implican un jui-
cio de valor, dos Francias se hacen frente: de una parte, una mayoría
dr jóvenes, de mujeres, de sindicados, de personas con un nivel de ins·
trucción elevado o un trabajo no subalterno; de otra, una mayoría de
no sindicados, de personas que han superado los cincuenta años y de
trabajadores poco cualificados, asalariados o no.

l!iR
CUADR03
li la duración del traba/o }uese reducida a mmw.r de treinf4 hortu :semandle:,.,
fedicaria su tiempo libre a. ..

11 :1 Ji~
1: t h ª ¡H
~ "d H • ih t
Conjunto de la población % 32
.1: hHHd
25
HI ¡
22 39 S3 32
llombre.. . . . . . . . 29 29 26 35 so 28
Mujer. . .. 34 20 18 42 S7 36
Edoi
18a24aftoa.. . ...... 37 20 JI 40 49 33 J
25 a 39 anos . . . . . . . . . . . . . . . . 38 26 24 39 61 41 4
35 a 49 af\oa. . . . 35 JI 17 43 54 33 4
50a64aiios.... . .... 29 26 22 40 54 25 7
Más de 65 anos . .. . 20 16 18 JO 46 19 17
Profesión
Agricultor, asalariado agricola . . . 17 20 14 42 52 23 12
Pequef\o comerciante, artesano ... 22 JI 24 33 56 33 11
Cuadro superior gran comerciante. 52 45 32 26 42 35 5
Cuadro medio, empleado . . . . . . . 49 33 27 42 52 36 J
Obrero . 21 23 19 45 55 41 2
Nivel de imtrucció11
Primario .. .... 20 18 19 39 54 27
Secundario . . . . . . . . ... 42 24 22 37 S9 37
Técnico o comercial . . ... 38 JI 21 4S S8 39
Superior . . 52 39 33 29 41 36
Sindicalización
Sindicado ... . . . . . 42 43 18 32 57 34
No sindicado .. 32 24 26 44 50 36
Preferencia politica
Partido Comunista . .. . .. 35 36 21 43 56 JO 2
PartidoS¡,cialista .. . . .. 32 20 23 43 S3 3S 6
U.D.F... . . . . .. 35 JI 24 35 56 JO 7
R.P.k .... .... . 33 22 23 38 57 36 4
No se pronuncian . 22 18 18 34 S3 27 ll
• El total es superior a. 100, habiendo podidodu 11..S penonas pre,entadas varias r<:spuestu

159
La frontera entre estas. dos Francias no coincide mú que en raras
ocasiones con la frontera entre la derecha y la izquierda. Por el contra-
rio, corta a partidos y clases sociales, estando a menudo el ekctorado
de izquierda más dividido que el de derecha.
A partir de esta división 1e puede concluir que las preguntas están
mal plU1teadas o sin darles la importU1cia que realmente tienen. Pero
éste es precisamente el error a evitar. Más bien es necesario reconocer
la existencia de una crists cultural, la emergencia de una nueva sensibi-
lidad y de nuevos valore1 que, trascendiendo las antiguas fronteras en-
tre las clases, no siempre encuentran la expresión política que les
conviene.

Notu
• Comentario de un -deo S.O.F.R.E.S. pubüeado pD1' .. N_,.¡ o--...., del 4 de dl-
clnabn de 1978.
(1) La prepnta en.: J.QIMI neopr.LI Ud. entre un traba.lo intereante pero md plpdo y un
tnbajo poeo intereA!lte peJO b1ea. ~ .

160
111. iSOCIEDAD INFORMATICA?t'

En wia decena de años, ya nada será igual. Una sociedad pro[unda·


mente diferente, "capaz de aportar lo mejor o lo ptor", se está asen·
tanda. Nuestros ojos aún no saben discernir los signos de la transfor-
mación en cuno, pero nuestras inteligencias ya están desbordadas y
perplejas, cálculos económicos, programas políticos, doctrinas sociales,
y los acostumbrados criterios de decisión -todo lo que formaba
nuestros esquemas mentales "se han convertido en algo inopernale pa-
ra describir un mundo que progresivamente se les escapa. El nuellD de-
saf(o es el de la Incertidumbre: no hay buenas previsiones sino sola-
mente buenas pregunta".
Mientras este lenguaje era cosa de ftlósC?fos o de sociólogos no pro-
vocaba más que irritación en la alta 3dminiatración o los medios poli·
ticos. Ahora bien, he aquí, que el diagnóstico no emana de alguno,
"visionarios", v{ctimas de "temores milenaristas", sino del muy oficial
"lnforme sobre la Informatización de la Sociedad" que, en nombre de
la Inspección General de Finanzas, han redactado Simon Nora y Alain
Mine por deseo y a petición del presidente de la República ( l ).
La mutación que intentan medir cuenta con tres dimensiones: la
crisis económica, el encarecimiento de la energía y una revolución téc-
nica que permitirá, sin duda, 1uperar la cri1is pero que, en un primer
momcno, va a hacerla más aguda: la revolución de los microprocesa-
dores. Algunos de los hechos citados en el Informe Nora-Mine dan una
idea de ello.
Un ordenador, que hace veinticinco años, habría ocupado una habi-
tación entera, es en la actualidad tan pequeño como una pastilla, el
"C~ip", del tamañ.o de la mitad de la uña del dedo meñique. Hace
quince ai\os, la potencia del cálculo de un microprocesador habría

161
costado ciento cincuenta mil írancos. En la actualidad cuesta menos
de tres mil quinientos francos. "A Igual potencia, Ün componente que
hace diez ailos 1'fllla trescientos cincuenta francos, vale en la actuaUdad
un dntlmo. SI el precio del Ro/Is Royce mlÚ lu/oso hubiera conocido
una nolucl6n comparable, en estos momentos costarí'a un franco" (2).
Asimismo, potencias y velocidades de cálculo no hace mucho reser-
vadas a las grandes administraciones y a las sociedades más ricu se en-
cuentran ahora al alcance de pequcñu cmprcsu, e incluso de simples
individuos. '"Todo empleado, de ahora en adelante, podrd utilizar un
pequeif.o ordenador o una "terminal" después de un breve periodo de
aprendizaje". Y cualquier individuo particular podrá, con una simple
llamada, obtener instantáneamente en su pantalla de televisión, una
masa prácticamente ilimitada de informaciones.
De las posibilidades de esta tele-informática,- o '"telemática", lama-
yor parte de los autores -con la notable excepción de Jacqucs Attali,
cuya obra (S), fundamental, es complementaria del Informe Nora·
Mine- no habían retenido más que el aspecto "gadgct" que, veniade-
ramente, es muy espectacular.
La transmisión ele informaciones, así como las comunicaciones a
distancia, se hará por televisión en la próxima dCcada. El periódico se-
rá inscrito en la pequeña pantalla. Lu cartas también,
El material impreso, incluso el libro, tenderá a desaparcr.er: las bi-
bliotecas serán eclipsadas por los bancos de datos que, a petición de
los abonados (iquién no estará abonado?) presentarán en la pantalla
de televisión la lista de las obras susceptible, de interesar al solicitante,
y a continuación los capítulos, las páginas, y los párrafos que contie-
nen la información o el conjunto de informaciones buscadas.
"Correo electrónico. servicio de mensajeros te/evlsua/, acceso a bara-
cas de datos, periódico a domicilio, videoconferencias"', la telemática
transformará la enseñanza así como la medicina y, en un sentido más
amplio, la cultura: para conversar con los ordenadores, consultarles,
así como para proporcionarles informaciones, se impondrá un nuevo
tipo de lenguaje, el lenguaje-máquina, que condicionará la forma de
pensar y de comunicane con los demás. "Codificador y sumarlo", fa.
vorecerá una cultura clasincatoria y íragmentada. Las clases cultas le
opondrán ante todo la mayor resistencia, pero serán también las más
dispuestas a apropiarse y sacar partido del nuevo lenguaje.
Por otra parle, le telemática tenderá a hanalizar algunos conoci-
mientos especializados y a devaluar a los especialistas, en medicina,
especialmente. El doctor de medicina general podrá por medio de un
banco de datos, hacer interpretar un clectrocanliogr.una, por ejemplo,

162
y él mismo será sustituido para las cosas más corrientes.por auxiliares
médicot, es decir, máquinas que permiten el autodiagnóstico y el auto-
tratamicnto • ..Todo el malestar mela/ IIO a ser tramferfdo a la medicina
en el momento en que sus estructuras tradicionales 110n a ser puestas
en cuestión".
Asimismo, la naturaleza, la estructura y los valores de la enseñanza
escolar serán transformados por las máquinas de autoenscñanza: las
ideas de programa, de cuno, de asignatura, y la tare;[' de los mismos
enscii.antes serán pue1tas en crisis "por esta revolución copemtcana de
la Pedaaorfa".
iEl rc1ultado será una ..democratización" de la cultura o, por el
contrario, una jerarquización aún mayor, aunque diferente, de la
actual? El informe Nora-Mine deja la pregunta abierta, sin excluir por
tanto la respuesta que ofrece Jacques Attali en la NouvcUc Economic
fran~: las máquinas de autocnseñanza y de autodiagnóstico servi-
rán, en las sociedades capitalistaa, para in1talar la "sociedad de la au-
to11lgtlancla": una sociedad en la que cada uno e1tá dotado de los me-
dios para verificar su conformidad con la norma y para dcatruir en sí
mismo tocio lo que se aparte de ella.
Paralelamente a la crisis de la cultura y de las profe1iones culturales,
la telemática provocará temibles transformaciones en la administración,
que el Estado, actualmente desbordado por la rapidez de 101 cambios,
no sabrá ni coordinar ni dominar. En banca, según el Informe Nora-
Minc, las supn:siones de empleo podrían representar hasta un !O" del
personal en el plazo de diez años. .
Por otra parte, bajo el efecto de la tclecopia y de la teleimpresión,
después de la edición de los periódicos a domicilio, las telecomunica·
clones (automatizadas) sustituirán a los servicios postales, cuyos efecti-
vos se reducirán inevitahlc:mente.
Las reducciones "seguramente ma.sillas" son también prcvisiblc:s "en
ese enorme sector que constltufen las ochocientas mil sectetarlas" o
los dos millones de oficinistas. La incorporación de 101 microprocesa·
dores a las máquinas de escribir permite, en efecto, la redacción semi·
automática del correo administrativo: dos máquinas de escribir con
memoria, pueden hacer c:I trabajo de diez secretarias y una máquina de
diseño el de veinticinco diseñadores indu1triales.
En 101 servicio,, como en la industria, el número de empleo1 dccrc·
cerá, disminuyendo máa rápidamente que el resto del número de cm·
picos cualificados. El Informe Nora-Mine no se extiende sobre estos as·
pcctus, ampliamente evocados en el libro de Jacques Attali que escribe
especialmente (página 151): "La actllltdad industrial de11tene un espec-

163
/dado en el que un obrero, él lambUn vigilado, JJ/glla la producción de
herramlenltu de ""loJJ'6llancla. Tale, funcione,, que suponen u1111 con-
1lderable i:uall/lcael6n con poca oCtlllone, de ser ullllzada, cnan las
condlcloMI de una fonnldable ft,ulradón"".
Pretender oponerse a la automatización o ralentizarla sería, sin em-
bargo, vano y ruinoto. Se trata más bien de aprovechar y. para empe-
zar, de dominar y de orientar la mutación en CW'SO- Aún se está lejos
de llegar a cDo en Francia. El lnfomie Nora-Mine señala que, a falta de-
un proyecto y de una visión de conjunto, la informatización de los ser-
vicios administrativos del Estado se está llevando a cabo en medio de
la incoherencia y el despilfarro, según los medios y los apetitos de po-
tencia de las administraciones respectivas. Así, por ejemplo, los hospi-
tales han desarrollado un servicio de facturación independiente del de
la Seguridad Social, dotada a su vez de tres servicios informáticos dis-
tintos y desligados entre sí. Siendo técnicamente imposible toda co-
municación entre estos sistemas, cada una de las tres ramas de la Segu-
ridad Social está obligada ..a la toma manual de los dato, producidos
por los ordenadore1 de la, otnu ramas".
Asimismo, la Dirección General de Impuestos y la de Ordenación in-
mobiliaria, igualmente celosas de su autonomía, han establecido cada
una de ellas un banco de datos inmobiliarios que, "durante 11arias dé-
cadas", obstaculizará la formación de una administración única del
sucio.
Finalmente, ..lo, sen,tcios coerclti11os: Franzas, ejérctto, policía" en-
cuentran y encontrarán siempre medios para equiparse y para inter·
conectar su1 redc1. En cambio ''los servicios orientados al público:
ensellanza, colecti,,td4des locales", desprovistos de medios, ven "de-
gradarse la calidad de su.s pre1taclones". La desigualdad de los medios
presupuestarios juega a favor del reforzamiento de las aclminislracioncs
centralizadas y jcnirquicas, y por tanto, del poder central del ütado.
"Lo, efectm de la informática sobre el funcionamiento de la sociedad
pueden 1er temlble.s". ·
Puede serlo aún más, en un país como Francia que utilizando la in·
formática para reforzar su dominación de la sociedad, corre el Estado
el riesgo, por incomprensión de los dcsaííos reales, de perder los me-
dios de su soberanía. Ya en la actualidad, la institución o la empresa
que busca datos económicos o comerciales sobre Francia, los obten-
drá mú rápidamente de un "banco de datos" americano que del
I.N.S.E.E. en París. El stock de informaciones coherentes, fiables, es-
tructuradas, inmediatamente utilizables de los bancos de datos amcri-

164
canos supera en calidad, incluso para un utilizad_or europeo, a todo lo
que podría encontrar en Europa.
E1ta superioridad americana se acentuará aún más con el lan;¿amicn-
to en los próximos ai\os, de satélites de telecomunicación "el más pe-
que,to de len cuaks dirigirá Nrtcn mU/ones de sellaks por se,undo, con
lo que se podrá ase,urar un enorme Irá/leo telefónico, cualro o cinco
cadenas de le/e11lsl6n o la transferencia de los mayores ficheros infor-
máticos". A diferencia de las redes terrestres de transmisión, estrecha-
mente limitadas en su radio de acción, los satélite• podrán "Inundar
con el mismo rendtmlenlo paf.es y contlnen1es", '"hacer lnúliles los
otros modos de transmisión" y, como verdaderos "lnst"'mentos Im-
periales", reducir a la nada el monopolio de telecomunicaciones que
el Estado consideraba hasta ahora como esencial pan su soberanía.
Los satélites polivalentes, en particular el que va a lanzar la 1.8.M.,
permitirán incluso a los usuarios de menor importancia conectarse a
lot bancos de datot y a los ordenadores americanos. Numerosas empre-
sas e instituciones francesas, y no las más pequef\as, se declaran incluso
dispuestas ''a /ransferlr a Estados Unidos una parte de sus ln/ormacl<r
nes contables y financieras": la gestión del personal, el planning finan·
ciero, el movimiento de stocks, ctc.,sc harían en Estado5 Unidos -y
serían transmitidos por satélite- a un costo más ventajoso, y benefi-
ciándose de la incomparable riqueza (que incluso se verá incrementada)
de los bancos de datos americanos.
lPor qué, se preguntan loa partidarios de estas transferencias, hacer
en Europa lo que los americanos, pueden proporcionamos a mejor pre-
cio? El Informe Nora-Mine reacciona vivamente ante este tipo de
razonamiento: "La Información, se lec allí, es ln;separable de su modo
de almacenamiento. El mber terminará modelándose, como ha hecho
siempre, a parllr de los sloclcs de in/onnaclán. Detar a los bancos ame--
ricanos lu. responsabllidu.d de organizar ellta "memoria colectiva" para
contentarse con .su utUizaclón equivale a aceptar una allenaelón cultu-
ral. La instalación de bancos de CUJ.tos constituye un Impera tiro de ser
beran{a".
Imperativo del que parecen poco conscientes, de momento, ''los
grandes ser11lclos instalados en las dependencias del Estado". Las em-
presas más potentes de la informática, por su parte, tratan más bien
de fragmentar el saber y sus respectivas clientelas en reinos de taiías:
cada uno de ellos tiende a constituir su propia red de almacenamiento,
tratamiento y transmisión de datos, de manera que impedirá su comu-
nicación con las redes concurrentes. Esto se llama "bloquear la cliente--
fu", que se halla cautiva de una sola red, sin acceso posible a las otras.

165
Lu mismu naciones corren uí el riesgo de ser balcanizadas por lu
empresas de la iníonnática.
Uno de los objetos del Informe Nora-Mine es el subrayar cuan nece-
saria es la acción dd Estado para impedir el de1membramiento de las
naciones y de las culturu y su transformación en satrapías de empre-
sas multinacionales. Esta también es necesaria para favorecer, por una
parte, d desarrollo de lu industrias de punta, fuertemente automati-
ndas y orientadas hacia la exportación, y, por otra, los servicios colec-
tivos con una productividad naturalmente débil, sólo capaces de pro-
porcionar empleos que no influyan en la "competitividad" de las
nuevas industrias.
Pero, para el resto, los autora son extremadamente circW11pectos
en cuanto al papel del Estado: la misma tecnología que puede permi-
tir a 101 grupos de base prever -y por tanto dominar y escoger- los
cfecto1 colectivos de los comportamiento• y de las preferencias indi-
viduale1, puede pennitir, invcnamente, al Estado, vigilar y condicionar
permanentemente huta el comportamiento privado de las personas.
La informatización puede servir para la autogestión generalizada. para
la "autovigilancia" teledirigida o incluso para la centralización a ultran-
za del ''Todo Estado... E.ta última posibilidad tiene de po1itivo el no
contar con partidarios declarados en Francia, pero "exlsle el acuerdo,
lmp/(cllo, para empujar a m realización. El suello de la racionalidad
de una capa de técnicos y el dueo de igualdad de la mayor(a se con-
jugan para ampliar lt» podere11 del Estado y de su11 salélltes".
Para impedir esta evolución, 1erá necesario que "el Estado organice
s:u propia Incompetencia" y que "la sociedad civil tome a su cargo ne-
cesidades satlsfechtU hQ/lta ahora por la potencia pública. Es necesario
solamente centralizar lo que deba ser centralizado, fragmentar todo lo
que pueda ser fragmentado, lratar lo esencial sobre el terreno y tan ser
lo de manera excepcional elevarlo al nl11el superior o tratarlo a WJrlos
nlvele.J. ·
Las últimu páginu del libro esbozan el tipo de sociedad, "el nueJIO
modelo de de.ftUTOllo" que podría resultar a partir de una dcsccntrali·
z.ación. En materia indu1trial, en primer lugar, microprocesadores y te·
lemática permitirán "a la pequeffa organización alcanzar en eficacia a
la grande: .. El taller .Je pondrd por delanle de la fábrica, y la filial por
delante del conglomen,do. Además, la sociedad exigirá una cantidad
decreciente de trabajo productiJIO".
iEste trabajo estará reservado a una nueva capa de parias y a algu-
nas neurótiCOII fabricados en las grandes lncubadora11 de la tecnocra-
cia? iO, por el contrario, citará repartido entre toda la población? En

166
este último caso -como preven desde hace cui cincuenta años los
discípulos de Jacques Duboin, teórico de la economía distributiva, y
como en la actualidad sugiere el economista sueco Adler-Karlsson- se
garantizará a cada individuo un "ingreso social" no acumulable a cam-
bio de un poco del trabajo que continúa siendo socialmente necesario?
lCada individuo podrá distribuir su tiempo entre el trabajo social, las
actividades lúdicas y la creación libre, al margen de los circuitos co-
merciales, de objetos y prestaciones deseables por sí mismas? iPasa·

;t:.ee?n~~~:e'as~,~ :~~~::::~Jnrodei~:':;Ja ~°.:1i'fcr:t:~:c1':


nal: siendo la sociedad el lugar de una infinidad de conflictos descen-
tralizados. no articulados. incompatibles con un análisis unificador''...
"reconociéndose (los individuos) en grupos múltiples y móviles"?
iCómo, en fin, se articularán los tres sectores de una economía di-
ferenciada en sumo grado: el de las grandes empresas exportadoras¡ el
de las pequeñas unidades que (como en Estados Unidos) realizarán la
mayor parte de las innovaciones; y, por último, el de las cooperativas,
asociaciones, y servicios públicos descentralizados que ofrecerán la
principal salida a las necesidades de actividad, de entretenimiento y de
convivencialidad de una población expulsada -lo hay que decir libe·
rada?- del trabajo productivo?
Habría sido inoportuno que un inspector general de fmanzas se diri·
giera al presidente de la República para exponerle sus soluciones y los
medios de llegar a ellas. Además, pudiera ser que plantease las pregun·
tas adecuadas, sugiriendo que no son tan sencillas ~orno parecen las
respuestas correspondientes. Eso es lo que precisamente ha hecho Si·
mon Nora, con la colaboración de Alain Mine. Ambos nos advierten
que, a falta de una voluntad política y de protagonistas para orientar
y dominar los cambios sociales devenidos ineluctables, las oportunida·
des que ofrece la tdemálica pueden fracasar y sólo hacerse realidad sus
amenazas: "La telerrui,tica puede facilitar 14 llegada de una nueva socie-
dad: que no construirá espontáneamente, nl en solitario... Sería iluso-
rio esperar de ella una inversión de la pirámide de los poderes que ri-
gen la sociedad / .. ./ El futuro ya no es competencia de la prospectiva
sino del proyec.Jo y de la aptitud de cada nación para dotarse de la or-
ganización apropiada para realizarlo."

167
No""
• Comentario dt l1nfor,r,attlatlo,i de l1rSode1,, Slmoo Non y Allill Nillc(Hamettll, 1978.
Eldtte edidón en c:uteUa.no, L,, l11/onn,,tlud6,i th ,. Sod~, Fondo do Cu1tma f!amómt-
c:a, Madrid, 19111) aparecido en U Nouwl Oburvoteur del 22 de mayo de 1971.
(l)'"L'lnronnadadoa de la Sodété.., stmon Non. y Alaln Mhac, la o-mentadón ínn¡alae,
163 pp., 22 l'rancoa.
céntimo (o - tnlala y dai.o mil)
(2) La dlflllClllda entre trcaicsltot cincuenta lnncoll y WI
csd calculada 10bre el pn,do dd componente deetrónieo "lnedJo". En ol Q90 del ..Roaa .., los
autora han tomado ona dlfermda de tleldenlot cincuenta mil (diez - mayOf) "°'""POI\·
dkndo a la di!erenda rnhdma entre el precio dd mejor c.ompoamte adual y el dd peor de
hacedlHaflOI.
(3) UI Nou~ale EconomJt,fn,"f"lu, Jacquea Attall, Flammadon, 2S2 pp., 36 &anoo..

168
IV. TRABAJAR MENOS ... Y VIVIR MEJOR"'

MICHEL ROLANT: Si se suman las horas de trabajo que exigen todas


las actividades socialmente útiles se constata que esta suma está en vías
de una rápida disminución. Un conjunto de nuevas técnicas, ligadas a
la "revolución informática", permite producir un volumen creciente
de bienes y servicios en un número decreciente de horas de trabajo.
Los trabajos preparatorios del VIII Plan, por ejemplo, preven para
los cinco próximos años un descenso anual aproximado de cien mil en
el número de penonas empleadas, a pesar de que la producción conti·
nuará aumentando cada año a un ritmo del 3 por ciento. Como la po-
blación joven en busca del primer empleo crece, por su parte, en unas
cien mil penonas al año, el aumento previsto del número de parados
será, un año con otro, de doscientas mil personas.
- iCon lo que alcanzan:mos 101 do1 millones y medio de parados en
1983?
M.R.: Oficialmente, se ''espera'' n.o superar la cifra de un millón ocho-
cientas mil: los inmigrantes serán incitados a regresar masivamente a
sus países, los jóvenes a incorporarse más tardíamente a la vida activa,
las mujeres a quedarse o a volver al hogar y por tanto a rer..mciar a su
independencia económica.
Cualquiera que sea la eficacia de estas argucias, nos dirijimos hacia
una situación insostenible. Un crecimiento más rápido de la produc-
ción y sin duda posible, pero no hay que pensar que pueda resolver el
problema. Los empleos manuales están hoy en vías de automatización.
A menos que se produ:t.ca para nada, con la única finalidad de ocupar
a la gente -lo que supondría el tipo de militarización de la sociedad

169
que instauró el n.u:ismo- la industria no tiene ni tendrá necesidad de
tantas horas de trabajo como en el pasado. En cuanto al sector tercia·
rio, que hasta ahora era la principal salida para los jóvenes, parece te-
ner que conocer transformaciones técnicas e incrementos de producti-
vidad aún más rápidos que la industria.
l.a única solución es, pues, distribuir el trabajo que queda sobre el
conjunto de la población capaz y deseosa de trabajar. De ahí, nuestro
lema: '"Trabajar menos para trabajar todos --y vivir mejor".
- Por parte de la patronal se plantean tres objeciones a esta rediltribu·
ción del trabajo: realmente no seria creadora de empleos; sería ruino-
sa para las empresu, a menos que fuesen reducidos los salarios en las
mismas proporciones que los horarios; y finalmente, plantearía proble-
mas de organización difíciles de resolver.
M. R.: Nosotros hemos respondido a estas objeciones en un estudio
muy detallado:
1º Los economistas serios admiten actualmente que cuando se n:·
duzca la duración del trabajo en un 10 por ciento, por ejemplo, el nú-
mero de puestos de trabajo puede aumentar por tCrmino medio en un
5 por ciento. El resto de las horas trabajadas de menos es compensado
por un fuerte aumento de la productividad, debida a la disminución de
la fatiga, de las enfermedades, de los accidentes, etc.
2º Reducir los horarios en un 10 por ciento entraña pues, para la
empresa, un gasto salarial suplementario del 5 por ciento. Nosotros he-
mos dicho, y lo repetimos, que estamos dispuestos a negociar, sector
por sector y empresa por empresa, la mejor forma de integrar ese 5
por ciento. El cual, es necesario que se comprenda, no representa más
que el incremento de productividad de un solo año. Si nos damos dos
:i.fio,. de plazo para llegar a las treinta y cinco horas. aún queda aproxi-
madamente un incremento del 5 por ciento de" la productividad para
distribuir en forma de aumento de salarios reales. Por tanto .no es cues-
tión de reducir ni de bloquear los salarios, sino solamente de aumen-
tarlos más lentamente, dando prioñdad a los que ganan poco sobre los
que ya se encuentran en lo alto de la escala salarial. Las cuestiones de
duración del trabajo, del nivel y de jerarquía de salarios son indisocia-
bles y deben ser discutidas y negociadas en un mismo paquete.
30 Finalmente, no existe una respuesta válelo todo para para la
pregunta: "iCómo trabajar menos horas y ser más personas para ha-
cerlo?" La solución hay que encontrarla caso por caso, y empresa
pnr rmpresa. Para nosotros, este Cs incluso el gran interés de esta rei-
vindicación: la aplicación de los acuerdos-marco negociados a nivel de
170
sectorL exigirá necesariamente acciones y negociaciones a nivel de em-
presa sobre cuestiones muy concretas q~e dependen de la competen-
cia, la imaginación y la iniciativa de las secciones sindicales -carga de
trabajo por puesto, equipo suplementario, condiciones de trabajo, ho-
rarios, pausas, vacaciones, cualificaciones, organización del trabajo, cte.
- En EstadOI Unidos, donde se ha rc~ado a treinta y cinco hmas Kma·
nales la media nacional, se uiste al daanollo espectacular de lo que
allí llaman "moonshinging", es decir, al hecho de acumular dos em-
pleos y dOI salari.OI una misma pcnonL
M.R.: Es un problema real. llacc un siglo que se habla en el movimien-
to obrero del '"derecho a la pereza" pero, en el mismo momento en
que la evolución técnica hace de ese derecho una posibilidad, se descu-
b~ que, para muchos trabajadores, el tiempo libre es tiempo muerto,
tiempo en el que no saben qué hacer.
La razón de esta situación es cultural. Para la gran mayoría de los
asalariados, incluidos los "cuellos blancos'', el trabajo ha sido vaciado
de toda autonomía. En la industria tradicional, aún había un saber
obrero del que los trabajadores eran los orgullosos detentadores inclu-
so cuando no tenían ninguna cualificación reconocida. Este saber le1
servia tanto en casa como en la íábrica. Casi todos los obreros y, por
supuesto, los campesinos eran gente mañosa que tenia un sentido y
una imaginación técnica, que le gustaba hacer cosas con sus manos, y
que modelaba su "cuadro de vida".
Esta cultl,!ra del trabajo ha sido destruida. lQué quieres que haga
con sus conocimientos, una vez en su casa, un cablista, un programa·
doro una mecanógrafa?
Matando la autonomía en el trabajo, se ha debilitado la capacidad
d,: la gente de ser autónoma al margen del trabajo. De ahí la importan·
c:ia de las luchas por una rccualificación dd trabajo y en. contra de las
formas actuales de su división jerárquica -y sexual.

- iPor qué sexual?


M.R.: Porque, actualmente, la mujer realiza una doble jornada de tra-
bajo: una en la íábrica o en la oficina, y otra en casa. Por es~ hecho,
las mujeres suelen ser las mayores partidarias de la reducción de la jor·
nada -y no de la semana o del año- de trabajo; mientras que el hom·
bre, que descarga sobre su mujer las tareas domésticas y la educación
etc los niños, tiende a preíerir una semana.más corta, y vacaciones más
l,1rgas. Esta división sexual de tareas obstaculiza tanto la realización

171
de las mujeres como la de los hombres y los niños. En esto, hay que
tener en cuenta que" si la comunicación, el placer de hacer las cosas
juntos tiene un lugar cada vez más reducido en las relaciones entre la
gente, y especialmente en las relaciones familiares, es porque han sido
completamente desterrados de las relaciones de trabajo.
- En resumen, ilagentenosabrálibcrane del trabajo masque sial mis-
mo tiempo se libc~n en el trabajo?
M. R.: Si. Es en la experiencia del trabajo y de la lucha donde la gente se
forma y deviene capaz. -o incapaz- de realizar..e y de lograr la auto-
nomía en su tiempo libre. fo:s necesario, por tanto, no separar la lucha
por la reducción del tie_mpo de trabajo de la lucha contra la división
capitalista del trabajo, contra la cadena, los ritmos, el rendimiento, la
descualificación y-esta desintegración de los individuos y de la.s relacio-
nes sociales que trata de organi7.ar actualmente la patronal. La cual se
lleva a cabo de manera que todo tenga un carácter inestable: no sola-
mente el empleo, sino también la cualificación, el oficio, el contrato
de trabajo, el nivel salarial, los horarios, etc. Hace nacer una inmensa
masa flotante de eventuales, marginales, gente contratada para algunos
meses, excluidos de los beneficios de los convenios, sin esperanza de
progreso o de titulación.
Sólo una acción colectiva que parta de esta extrema diversidad de si-
tuaciones, puede por medio de un debate democrático, definir los ob-
jetivos comunes de la lucha y superar las divisiones. Pero en la actuali-
dad es necesario preguntars~ si no se puede dar un paso más allá: si la
lucha no puede tomar nuevas fonnas y convertirse en la experiencia
y aplicación de los cambios que quen;:mos imponer.
Hasta el presente se ha concebido siempre la huelga como una abs-
tención: sobre todo se decide lo que no se hard. Pero· ¿por qué la huel-
ga no puede tomar formas positivas? ¿por qué no va a poder consistir,
para los trabajadores, en utilizar el tiempo libre para hacer cosas que li-
bremente decidirían y que serían su respuesta a la lógica patronal: po-
nerse en plan de juerga, hacer deporte, o una producción diferente.
- En una palabra, quiere decir reaccionar contra la idea de que trabajar
es necesariamente trabajar para un tercero y a cambio de un salario. Se
puede también hacer cosas por el simple placer de actuar y de estable-
cer relaciones con los vecinos, con la gente del barrio, etc.
M.R.: Si, es necesario luchar contra la idea de que trabaj~r menos ho·
ras en la fábrica o en la oficina, es pasar más tiempo sin hacer nada. Al

172
contrario, es tener más tiempo pan hacer las cous que más inciden en
la vida individual y colectiva. Pero también es necesario contar con lu-
gares, espacios, en donde pueden encontrarse las personas durante su
tiempo libre y hacer lo que les plazca: e1paci01 para el juego, el depor-
te, la jardinería, el encuentro; tallerc1 vecinales para la creación, los
trabajo, manuales, la reparación, la construcción de nuevo, equipa-
mientos, etc.
Sobre todo no me digal'que esto es competencia de los ayuntamien-
tos, y no del sindicato. Puesto que luchamos por la disminución de la
duración del trabajo, los sindicalistas debemos también Juchar para
que los trabajadores encuentren, al margen del trabajo, un medio ur-
bano que les permita desarrrollar 1us actividades libres. NosotroA no es-
catimamo1 medio• para luchar en este sentido. Pién1ese en el 3-4 por
ciento de la masa salarial que cada empresa debe dedicar obligatoria-
mente a "'obras sociales", o alojamiento, a "educación permanente",
ele. En teoría son los comité, de empre1a los que disponen de esos
fondos. En la práctica son los patronos los que conservan la iniciativa
en su utilización. ¿por qué no arrebatánela? lPor qué las secciones
sindicales de un mismo barrio, de un mismo municipio no podrían ela-
borar un plan de equipamientos colectivos, urbanos, culturales, íman-
ciadas gracias a las cotizaciones de todas las empresas?
La realización de este plan podrá ser negociada por la intersindical
con las municipalidades, sobre todo cuando éstas son de iu¡uierda. Po-
dríamos transformar el cuadro de vida, hacer surgir guarderías, trans-
portes, equipamientos culturales._ etc., conforme a las necesidades de
los trabajadores y de la población. Haríamos salir la lucha obrera de
los límites de la empresa para llevarla también al tem:no de la socie-
dad. Puesto que no es solamente el trabajo, sino también la vida, la
dudad, y la 1ociedad, lo que hay que cambiar. Los trabajadores tienen
los medios. Es necesario que sepamos util~arlos.
• Declandc,madeMkhd.Rolant,IICl'liulonadonaldelaC.F.D.T., ~porelautory
publlmdu ea Le Nou,,.. Ob--r, dd. 21 de rnayo ele 1979.

173
V. UNA UTOPIA DUALISTA•

Aquella mañana, al despertarse, los francesn se preguntaron qué


nuevos trastornos les esperaban. En el intervalo entre las decc:iones y
el traspaso de poderes, lu ocupaciones de empresas se habían multipli·
cado. Un número cada vez mayor de obreros despedidos, de jubilados
y de estudiantes se unían a los jóvenes en paro que, desde hacía ya dos
años, venían ocupando fábricas cerradas para organizar en ellas la
..producción salvaje" de todo tipo de bienes de consumo. Edificios
vados habían sido transformados en comunu, en cooperativas de pro·
ducción o en "escuelas salvajes". En las escuelas, los alumnos empieza·
ban a introducir sus nuevos conocimientos y, con o 1in la ayuda de loa
ensei\antes, a instalar criaderos de conejo1, de carpas, de truchas, así
como máquinas para trabajar el metal y la madera:
Al día siguiente de la transmisión de podere1, quiene:s se dirigían al
trabajo tuvieron una primera sorpresa: durante la noche, en todas lu
grandes ciudades, la calzada de todas las calles principales había sido
pintada con líneas blancas que delimitaban carrile1 de uso exclusivo
para los autobuac:s, mic:ntru que las calles paralelas ostentaban carri-
lc1 reservados pua bicicletas y ciclomotores. A la entrada de las ciu-
dades, centenan::s de bicicletas se halllaban a dispo1ición del público
y numerosoa vehículos azules de la policía reforzaban el servicio de
autobUICS. No había venta ni control de billetes de transporte.
Al mediodía, el gobierno hizo saber que había decidido la gra·
tuidad de los transportes y la prohibición progresiva, escalonada a
lo largo de doce meses, de la circulación de coches particulares en las
ciudades. Setecientas líneas de tranvías iban a ser creadas o puestas
de nuevo en funcionamiento en las principales aglomeraciones, y vcin·
tiséis mil autobUJCs construído1 en los siguientes doce meses. El im·

174
puesto de tráfico de empresas quedaba suprimido para las bicicletas y
ciclomotores, decretándose asimismo una reduccióh del 20%en el pre·
cio de estos productos.
A la noche, el presidente de la República y el primer minUtro expli·
caron el proyecto global en el que se irucribían esas medidas. Desde
1972, dijo el presidente, el producto nacional bruto francés por habi·
tante había alcanzado un nivel cercano al nivel estadounidense: la di-
ferencia se situaba tan sólo entre un 5 % y un U>% , según la cotiza·
ción del franco: "Sí, francesas y franceses, casi hemos alcanzado a los
americanos". Y añadió: "Pues bien, no hay motivo alguno para estar
orgullosos de ello".
El presidente recordó la época en que el nivel de vida americano pa·
recía un sueño inalcan;,;able. Hace tan sólo diez años, recordaba, los
hombres de progreso afirmaban que el día que los obreros franceses
tuviesen salarios americanos se habría acabado con las protestas anti·
capitalistas y los movimientos revolucionarios. Se equivocaron grave-
mente, observó el presidente. Una gran parte de obreros y empicados
franceses recibían ahora salarios de nivel americano sin que ello impi·
diera su radicalización: "Al revés. Pues en Francia, como en los Esta·
dos Unidos, pagamos cada vez más caro un bienestar cada vez más du·
doso. Experimentamos costos crecientes para satisfacciones decrecien-
tes. La expansión económica no nos ha aportado ni mayor igualdad,
ni mayor tranquilidad ni alegría de vivir. Creo que hemos equivocado
el camino y que hay que cambiar de dirección". Así pues, el gobierno
había elaborado un programa para "un crecimiento distinto y una eco-
nomía distinta, con estructuras distintas". l..a filosofía de ese progra·
ma, dijo el presidente, se resumía en tres puntos fundamentales.
1."Vamos a trabajar menos". Hasta entonces, el objetivo de la acti·
vidad económica había sido el incrementar el capital para incrementar
la producción y las ventas para incrementar los beneficios que, rcinvcr·
tidos, permitirían incrementar el capital y así sucesivamente. Tal pro·
ceso toca necesariamente a su fin. Más allá de un cierto punto, sólo
puede subsistir a condición de destruir sus crecientes excedentes: "No·
sotros habíamos alcanzado ese punto, dijo el presidente. Tan solo mal·
gastando nuestro esfuer;,;o y nuestros recursos hemos podido ofrecer,
en el pasado, la apariencia de una plena utilización de los hombres y
de las capacidades productivas".
1-:n lo sucesivo, sería cuestión de trabajar menos y de forma distinta.
El primer ministro ofrecería posteriormente algunas propuestas en .ese
!,c·ntido. De modo inmediato, pero, el presidente creía necesario afir·
mar el siguiente principio: "Todo adulto tendrá derecho a todo lo ne-

175
cesario, ocupe un empleo o no", Pues, cuando el aparato productivo
ha alcanzado una eficacia técnica tal que una fracción de la fuerza de
trabajo disponible basta para cubrir todas las necesidades de la pobla·
ción, '"ya no es posible hacer depender d derecho a unos ingresos sufi-
cientes de un empleo a tiempo pleno". Hemos conquistado, concluyó
el presidente, "el derecho al trabajo libre y al tiempo libre".
2. "Vamos a consumir mejor". Hasta entonces, los productos eran
concebidos para procurar d máximo posible de beneficios a las empre-
sas que los fabricaban: "En lo sucesivo, dijo el presidente, serán conce·
bidos pa:ra aportar la máxima satisfacciim posible tanto a quienes los
utilicen como a quienes los produzcan".
Con este objeto, las empresas dominantes de cada sector iban a
transformane en propiedad social. Las empresas tendrán como objeti·
vo proporcionar en cada ámbito un número reducido de modelos stan-
dard, de calidad homogénea, en cantidad suficiente para cubrir las ne·
cesidades de todo el mundo. La concepción de estos modelos obedece-
rá a cuatro criterios fundamentales: durabilidad, facilidad de repara-
ción, carácter agradable del proceso de fabricación y carácter no con-
taminante.
La durabilidad de los productos, expresada en el número de horas
de uso, figuraría obligatoriamente junto al precio del producto: "De-
bemos prever una fuerte demanda extranjera para estos productos, oh·
servó el presidente, pues serán únicos en el mundo".
3. "Integraremos la cultura en la vida cotidiana de todo el mundo".
Hasta entonces, el desarrollo de la escuda había ido a la par con el de
la incompetencia generalizada.
Tanto es así, dijo el presidente, que hemos des-aprendido a educar
a nuestros hijos, a cocinar nuestras comidas y a cantar nuestras cancio-
nes. Trabajadores asalariados nos proporcionan comidas y canciones
en conserva. "Ilem03 llegado a un punto, enfatizó el presidente, en
que los pad~ consideran que sólo los profesionales diplomados por el
Estado están cualificados para educar correctamente a sus niños". Y
luego encargamos a profesionales del entretenimiento que nos amue-
blen electrónicamente el tiempo que hemos ganado, al mismo tiempo
que maldecimos la mala calidad de los bienes y servicios que consumi·
mos.
Es urgente, dijo el presidente, que los individuos y los grupos recu-
peren el poder sobre la organización de su existencia, de su medio de
vida y de sus intercambios. "En la recoriquista y la extensión de las au-
tonomía., individuales y comunitarias radica nuestra única oportuni-
dad de evitar la dictadura de los aparatos de Estado".

176
El presidente cedió entonces la palabra-al primer ministro para la
expo,ición del programa de cambios. El primer ministro empezó enu·
merando una lista de veintinueve empre1as cuya socialización pedía.
Más de la mitad se situaban en el sector de bienes de consumo, pues se
trataba de iniciar la aplicación inmediata de los principios "trabajar
menos" y "consumir mejor".
Para concretar esos principios, dijo el primer ministro, era necesario
remitinc: a los trabajadores mismos: a ellos les correspondía reunirse
en asambleas generales y en grupos de trabajo especializados, según el
método, desanollado por los trabajadores de I..ip, de la división del tra·
bajo de elaboración y de la toma en común de todas las decisiones. El
primer ministro estimaba que los trabajadores deberían darse W1 mes
para definir, con la ayuda de asesores externo~ y de comités de usua-
rios, una gama reducida de modelos, de nonnas de calidad y de objeti·
vos de producción. Un nuevo método de gestión había sido ya prepa·
rada por un equipo semi-clandestino del Instituto Nacional de Esta·
dística.
Durante el próximo mes, dijo el primer ministro, habrá que asegurar
la producción sólo por las tardes, mientras que las mañanas se dedica-
rán a la elaboración colectiva. El objetivo que deberían fijarse los
trabajadores sería el de cubrir con 1u producción todas las necesidade1
de bien.es de primera necesidad. La duración semanal del trabajo debe-
ría reducirse hasta veinticuatro horas. Evidentemente, habría que au·
mentar 101 efectivo1 de las empresas, pero no faltarían hombres y mu·
jeres dispueltos a incorporane. Los trabajadorca, destacó el primer mi·
nistro, serían por lo demás libres para organizarse de modo que cada
uno podría trabajar ya sea más ya sea menos de vienticuatro horas se-
manales en la misma empresa. Tendrían libertad para ocupar durante
ciutos períodos dos o tres empleos simultáneos a tiempo parcial, o pa-
ra trabajar en la agricultura. a finales del verano y en la construcción en
primavera: en suma, para aprender y ejercer di.venos oficios. En este
sentido, correspondería a los trabajadores organizar una bolsa de inter·
cambio de empleOJJ, en el bien entendido de que habría que tomar co
mo base media de pago de dos mil francos por vcntincuatro horas se·
manales de trabajo.
Dos pcnonas, dijo el primer ministro, deberán poder vivir muy de
centemente con dos mil francos al mes, teniendo en cuenta las facili
dadcs y servicios colectivos a su disposición. Pcro nadie scrá obligad<.
a auto-limitane. "El lujo no será prohibido. Ahora bien, habrá que ga
narlo con el trabajo". En este aspecto, el primcr ministro dio los si
guientes ejemplos: una rcsidcncia secundaria represcnta, aproximada

177
mente, tTes mil horas de trabajo. Aquel que quiera una, deberá traba-
.iar, además de IUS veinticuatro horas semanales, tres mil horas en 101
oficios o industrias de la construcción. Mil de eau horas, como mini·
mo, deberán ser trabajadas por adelantado. Otros productos cluifica-
dos como no ~ece1ario1, tales como los automóviles particulares (que
representan, aproximadamente, unu seiscientas horas de trabajo), po-
drán ser adquiridos según el mismo principio. "El dinero no confiere
derechos, hizo observar el primer ministro. Tenemos que aprender a
evaluar el precio de las cosas en horas de trabajo." Este precio-trabajo,
añadió el primer ministro, disminuirá rápidamente. Así, a cambio de
quinientas horas de trabajo, pronto será posible adquirir todos los ele-
mentos necesarios para que un profano algo mañoso pueda construir-
se, por sí mismo, en mil quinientas horas, una gran variedad de fonnas
de vivienda.
F.l objetivo, precisó el primer ministro, sería el de suprimir progresi-
vamente la producción y los intercambios mercantiles, desconccntran-
do y miniaturizando las unidades de producción, de modo que cada
unidad de base produzca por lo menos la mitad de todo lo que consu-
me. Pues la causa de todos los males y de todas las frustraciones, ob-
servó el primer ministro, radica en que "nadie consume lo que produ-
ce ni produce lo que consume".
Para dar un primer paso en la nueva dirccc:ión, el gobierno había
acordado con las cmprcas productoras de bicicletas y ciclomotores
un aumento inmediato de la producción 4,0 un 30%, así como que la
mitad de los productos fuesen entregados a piezas, para su montaje
por los propios usuarios. Detallados folletos de instrucciones habían
sido impresos. Aaimismo, bancos de montaje, con todo el utillaje ne·
cesarlo, serían instalados sin demora en los ayuntamientos, escuelas,
comisarías, cuarteles, parques y aparcamientos públicos ...
El primer ministro se mostró descoso de que en el futuro las comu-
nidades de base desarrollasen iniciativas de este tipo: cada barrio, cada
ciudad, iilcluso cada gran edificio, debería dotarse de sus talleres de
creación y de producción libre donde la gente, durante su ocio, pro-
dujera según sus deseos, con una gama de herramientas cada vez más
perfeccionadas, incluidos el video y la televisión en circuito cerrado.
La- semana laboral de veinticuatro horas y la garantía de unos rccunos
suficientes permitirían a la gente organizanc entre sí para prestane
servicios (cuidado de los niños, ayuda a los ancianos, transmisión de
conocimientos) y adquirir, en común, los equipamientos colectivos de·
scablcs. "Dejad de preguntar a cada momento: "iQué hace el gobier-
no?", exclamó el primer ministro. Este gobierno tiene como vocación

178
la de abdicar en manos del pueblo."
La clave de bóveda de la nueva sociedad, prosiguió el primer minis-
tro, radica en la transformación de la educación. Es indi.9pensable que,
durante su escolarización, todos los niños se familiaricen con el tra-
bajo de la tierra, del metal, de la madera, de los tejidos y de la piedra,
y que aprendan historia y ciencias, matemáticas y literatura, en rela·
ción con estas actividades.
Después de su escolarización obligatoria, siguió el primer mlltistro,
cada uno desarrollará, simultáneamente, veinte horas de trabajo so-
cial -lo que le dará derecho a unos ingresos completos- y los estudios
o aprendizajes de su elección. El trabajo social deberá ser realizado
en uno o varios de los cuatro sectores siguientes: agricultura; siderur-
gia y minas; construcción, trabajos públicos e higiene púhlica¡cuidado
de enfermos, ancianos y niños.
Nlltgún estudiante-trabajador, precisó el primer ministro, puede ser
emplazado a realizar más de tres meses consecutivos las tareas más in·
gratas, como las de basurero, auxiliar sanitario, peón de la construc·
ción ... Por otro lado, hasta la edad de cuarenta y cinco años cada lltdi-
viduo deberá asumir estas tareas durante unos doce días al ado. "En
este país no habrá más parias", exclamó el primer ministro. En el pla-
zo de dos años, seiscientos ochenta centros de pluridisciplinarios de
auto-ensci\anza y auto-aprendizaje, abiertos a todo el mundo día y no·
che, serán puestos al alcance de las poblaciones atrasadas, de modo
que nadie quede encerrado en un oficio contra su voluntad.
Durante su último año de trabajo-educación, corresponderá a los
trabajadores-estudiantes agruparse en pequeños equipos autónomos
para realizar, desde el principio hasta el fmal, una iniciativa original
que previamente habrán discutido con su comunidad local. El primer
ministro manifestó su esperanza de que muchas iniciativas tendieran
a dar nueva vida a las regiones desertizadas del centro de Francia y a
reintroducir en ellas una agricultura respetuosa para con el ecosistema.
Mucha gente, dijo, está preocupada porque },'rancia depende del ex-
tranjero para el combustible de sus automóviles o de sus industrias. En
realidad, es mucho más grave que dependamos de la soja americana pa-
ra poder ~omer carne y de la petroquimica paia nuestros cereales y le·
gumbres.
"La defensa del territorio exige, en primer lugar, su ocupación, dijo
el primer ministro. La soberanía nacional depende de nuestra capaci-
dad para sabemos alimentar nosotros mismos." De ahí que el gobier-
no pondrá todo de su parte para estimular el establecimiento de cien
mil personas anuales en regiones en vías de abandono, para reintrodu-

179
cir y perfeccionar en lu misma, la agricultura y la pnader{a biológicas
uí como las tecnología "suaves". Durante cinco ailoa, 1e la concede-
r, toda la ayuda científica y material deseada a lu nuevas comunida-
des rurales. Estu contribuirán mucho mú al combate contra el ham-
bre en el mundo que lu exportaciones de centnlea nucleares y de fá-
bricas de insecticidas.
El primer ministro acab6 anunciando que, para favorecer la imagi·
nación y los intercambios de ideas, la tc:lcvision dejaría de funcionar
101 vieme1 y 1ábados.

• EldrÚdo de Eco1oste et UMIIÍ (Gllll6e. 1977). (Exllle edid6a m Cllllelllao: Eclolaaf• y


U'-tad, (E.. GaltPO Gül, 1979, Baroaloll&).

180
INDICE

TEMAS PARA UNA IZQUIERDA FU1UR.A .


1 ADIOSALPROLETARIADO... 21
Introducción . 23
l. EL PROLETARIADO SEGUN SAN MARX. . . • . • . . . . . . . . . . • . . 25
De la teofanía hegeliana a la religión del proletariado.- La conciencia
separada.- En las raíces del espíritu de la ortodox.ia.
2. LA IMPOSIBLE APROPIACION COLECTIVA................. 31
Del artesanado al trabajo genel1ll abstracto.- El proletariado ideal en
busca de su existencia.- El puffltesil anarco-sindlcallsta.- El Proleta-
riado, potencia separada de lot proletarios.- De la disciplina de la f6bri·
ca a la ideología militar.- Apropiación o rechazo del yugo de la produc-
ción.
3. EL PROLETARIADO COMO CALCO DEL CAPITAL. . 40
La represión en nombre de la clase.- De la reificación al ruentimien·
to.- La demanda de Estado.- La sociedad dislocada..- La evaporación
del sujeto.
4. ¿PODER OBRERO? . . 49
Del control obrero de la producción a la oipnización patronal del tra·
bajo.- El poder abandona la íibrica.- La experiencia de los comejo1 de
taller.- El universo del no-poder.- El poder es el organigrama.

Il PODER PERSONAL Y PODER FUNaONAL . 59


El empresario schumpeteriano.- Del ll!x..ito de lo1 más capaces a la pre-
determinación de funciones.- lodo el poder al aparato.- El burócrat-
ta.- EJ Fuhrer te liben del sistema: la tentación fucilta.- Del populh-
mo al Estado total.- Poder y revolución.

m MAS ALLA DEL SOCIALISMO . 73


l. MUERTE Y RESURRECCION DEL SUJETO HISTORICO: LA NO-
CLASE DE LOS PROLETARIOS POSTINDUSTRIALES . 75
De la abolición del trabajo a la dilolución de las clases.- La 1ubjetividad
liberada: la no-sociedad.
2. LA REVOLOCION POSTINDUSTRIAL . 82
La primacía d_el individuo.- U sociedad como exigencia exterior.-
Una oposición-ficción: el Plan democri.tico.- Ubenr el tiempo.- Re-
volución postinudstrial y feminismo.
3. PORUNASOCIEDADDUALISTA ••••••••••• , • • . . • . • • . . • • 94
•) lmpeathe *81my alpadl.maal
El illdhiduo lrnducüble.- Reslll lia moial, moral lkl ,.iu.- Nada de
monlidad 11a autommía. ·
b) Autoaomfa y lacteroaDm.la pdcdal: la dOI ..._
El trabajo heterónomo al aervicio de la actividad autónoma: Marx e
Ulich.- La orpmzm6n dualiata"del espacio-tiempo.- De Ja-,ciallza-
cl6n del aber • 1a trtmlizaci6n del tn.bajo.- Umitu de la autoge..
t16a.- Por la e8cacla, contn. la auaarquia.- Relad6n dial6ctica de tu
dos a:fmu: la altemanc.il.
4. LA ESFERA DE LA NECESIDAD: EL ESTADO . . . . . . . . . . . . . • . 107
La expami6n de la esfera de la necesidad: el crecimiento de lo1 apan.-
tos.- Pallu 1bolicJonea de la neceaidad: la tubUmad6D relfpoa;el De-
ber del Amor;la familia.- La neceaidad delimitada: el Derecho, el Bita·
do, el Plan.- La contndicción permanente de lal do• eaferu: el espacio
(vacío) de la política.
EPILOGO • • • . . . . • • . • • . . • . . • • . . . . • . 12S

ANEXOS
l. "Loa atnp del p,opao". . . ............. 13S
11.a) LaEdaddeorodelparo..... .. . .. .. .•. . . .. 141
b)¿V"ffiraiatnbajar? ........ . .............. 154
111. ¿Sociedad Inform6dca? . . . • . . . . , . . • . . . . • • . . • • . 161
IV. Trabajarmeaoa. .. ymtr.-jor(MlchelRolant) 169
V. Um utopla dualida .••......... , . . . . . 174

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