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Beatriz BOSCH.
Urquiza, el Organizador.
Buenos Aires, Eudeba, 1963, cap. 5, pp. 37-50.
Capitulo V
Pródromos de Revolución
La gestión progresista de Urquiza y la templanza de sentimientos aparejada
trascienden auspiciosamente. Entre Ríos aparece cual refugio de paz y de trabajo
creador. Ha advenido la hora del regreso de los proscriptos. Antiguos unitarios o
federales, comerciantes, periodistas, militares, educadores, solicitan de manera
directa o indirecta radicarse allá. Desde 1848 se los acoge sin reparos y se los
protege abiertamente. Libros, folletos y extensos oficios de franco tono
subversivo dirígensele al gobernante que suscita positivas esperanzas de
redención. Desde Chile, Domingo F. Sarmiento le dedica Argirópolis en 1850,
volumen relativo a los asuntos de incumbencia del recIamado congreso. Son ellos
los prescriptos en la atribución quinta del artículo 16 del Pacto Federal, es decir,
además del dictado de la Constitución el arreglo de las rentas generales, de la
navegación de los ríos, de las aduanas, etc. Sarmiento realza el futuro de Entre
Ríos bajo un régimen legal eficaz.
El poeta José Mármol en carta del 31 de agosto de 1850 reitera el cuadro del
desequilibrio económico generado por el cierre de los ríos.
“El puerto de Buenos Aires expone continúa siendo la llave de los puertos de
esa provincia, cerrados a la bandera extranjera. Y Vuestra Excelencia sabe
prácticamente todo cuanto tienen que sufrir la industria y el comercio de Entre
Ríos, obligados a pasar sus efectos de exportación por la aduana de Buenos Aires.
La multiplicación de costos y las demoras consiguientes, dan al comercio de las
provincias, no sólo una pérdida considerable, en relación a la exportación
directa, sino también cierta lentitud que se comunica inmediatamente al
desarrollo de la industria sobre que especula el comercio.
Calcular hasta dónde progresará el uno y el otro en una provincia con la riqueza
y la felicidad de Entre Ríos, una vez que sus puertos fuesen abiertos al comercio
directo y la riqueza de su suelo ofrecida a la inmigración; al especulador y al
capital extranjero, sería casi imposible si se atiende a lo que esa provincia ha
progresado en población y riqueza con el bien solamente de algunos años de paz
bajo la administración de Vuestra Excelencia, a pesar del obstáculo ruinoso que
opone a su comercio el gobernador de Buenos Aires, en su sistema de tener
siempre bajo la dependencia de Buenos Aires a las demás provincias de la
República”.
Hacia 1850 han concluido los conflictos internos v externos. Los unitarios dejan
de representar un peligro luego de la batalla de Vences. En cuanto a las
cuestiones mantenidas por el gobierno de Buenos Aires con Inglaterra y Francia se
solucionan respectivamente en los tratados Arana-Southern (24 de noviembre de
1849) y Arana-Lepredour (31 de agosto de 1850). Las provincias se encuentran al
fin en paz. Por lo demás, repercuten entre nosotros las revoluciones producidas
en 1848 en Francia, Austria, Prusia, Suiza y los estados italianos, a consecuencia
de las cuales se acordaron constituciones donde no regían o se reformaron las
existentes en sentido liberal. Argentina es por entonces el único país de América
carente de las garantías de un régimen de derechos. Justo J. de Urquiza se hará
cargo de la trascendental faena de conquistárselas a su patria.
En Buenos Aires se pretende salir al paso del clamoreo exaltando a Rosas a una
presidencia de hecho, iniciativa prohijada en el interior por los gobernadores de
Salta, Jujuy, Tucumán y Catamarca, quienes en el mes de abril la proponen
formalmente por intermedio del último. Justo J. de Urquiza denuncia la
maniobra en una circular 3 de dicho mes. Manifiesta a los gobernadores de las
provincias: “Ha llegado el momento de poner coto a las temerarias aspiraciones
del gobernador de Buenos Aires, quien no satisfecho con las inmensas dificultades
que ha creado a la República por su caprichosa política, pretende ahora
prolongar indefinidamente su dictadura odiosa, reproduciendo las farisaicas
renuncias, a fin de que los gobiernos Confederados, por temor o interés mal
entendido, encabecen el suspirado pronunciamiento que lo coloque de nuevo, y
sin responsabilidad alguna en la silla de la Presidencia Argentina”.
“Vuestro sufragio en favor de Rosas fue para que constituyera esa Nación que es
nuestra. Pero él sólo quiere oprimiros…”.
Agenda de lecturas
La correspondencia de Diógenes J. de Urquiza la dimos a conocer en nuestro libro
Urquiza Gobernador de Entre Ríos 1841-1852. Paraná, 1940; la carta de Mármol
en Presencia de Urquiza con una selección documental. Buenos Aires, Raigal,
1953; el discurso de Seguí, en El Colegio del Uruguay. Sus Orígenes - Su edad de
oro. Buenos Aires, 1948; los demás documentos se encuentran reunidos en
Presencia de Urquiza.
Capítulo VI
Diplomacia y guerra
Un lustro de proficuas experiencias corre entre 1846 y 1851. Al cabo, el
gobernador de Entre Ríos puede respaldar ampliamente su desafío, sea por el
alcance de los recursos propios, sea por el aporte complementario de oportunas
alianzas. Todo ha sido previsto en el detalle. El plan actual no difiere
mayormente del de 1846: finca como entonces, en la acción coordinada de las
dos provincias del litoral. El acuerdo con la de Corrientes se decide en una
conferencia celebrada en Concordia en el mes de setiembre de 1850 con el
gobernador Benjamín Virasoro. En respuesta a la circular de 3 de abril, el pueblo
correntino retira a Rosas el encargo de mantener las relaciones exteriores y
reasume la soberanía territorial veinte días después que el entrerriano: el 21 de
mayo de 1851. Los dos ejércitos reunidos suman 15.930 hombres. Es necesario,
sin embargo, contar con auxiliares. Así como en 1846, se busca, también ahora,
el concurso de Paraguay. El 2 de abril se comisiona al efecto al doctor Nicanor
Molinas. El Presidente Carlos Antonio López vuelve a negarse, a pesar de la
promesa de reconocimiento de la independencia.
“Mi silencio y mis sacrificios han tenido dos objetos: primero destruir el partido
de los unitarios cuyas opiniones pugnan con la voluntad de los pueblos
enérgicamente pronunciados por el sistema federal; y segundo, restablecer y
asegurar la paz pública, con la halagüeña esperanza de que ese hombre que
nosotros habíamos elevado al poder, y en quien habíamos depositado tanta
confianza, no desmentiría de los principios fundamentales del pacto que nos une
y ha proclamado, con la esperanza de que, destruido el bando unitario que se
oponía a las instituciones suspiradas por los pueblos, estableciese el cuerpo
nacional, que dictase la Carta Constitucional sobre las bases sancionadas por la
opinión pública. He aquí por lo que he combatido y he hecho todo lo que usted
sabe, hasta humillamos”.
Es la anterior otra muestra del nuevo espíritu instaurado por el entrerriano desde
el 1º de mayo. A poco se complementa con los decretos de 4 y 6 de noviembre,
en cuya virtud desaparece el lema ¡Mueran los enemigos de la organización
nacional” reemplazándolo por el de “¡Viva la Confederación Argentina!”
simplemente y se permite en lo venidero el libre uso de los colores azul y verde,
prohibidos por la dictadura.
Se forma así el Grande Ejército Aliado de la América del Sur, fuerte de 28.189
hombres, al que se incorpora la mayoría de los antirrosistas expatriados. Una
imprenta volante al cuidado de Domingo F. Sarmiento, el escritor y periodista
que se traslada desde Chile, difunde boletines informativos de las frecuentes
adhesiones. El 23 Y el 25 de diciembre se pronuncian a favor los pueblos de Santa
Fe y Rosario, respectivamente. De tal manera el litoral argentino se alinea en la
causa constitucionalista. En todas las proclamas Urquiza insiste en sus propósitos
de organización constitucional. En la de 10 de diciembre afirma:
“La campaña que vamos a emprender es santa y gloriosa, porque en ella vamos a
decidir la suerte de una gran nación, que veinte años ha gemido bajo el pesado
yugo de la tiranía del dictador de los argentinos, y a completar la grande obra
de la regeneración social de las repúblicas del Plata, para que dé principio la
nueva era de civilización, de paz y de libertad, y se ciegue para siempre el
abismo donde el tirano quería sepultar las glorias, el valor y hasta el renombre
de los argentinos”.
Después de atravesado el río Paraná ratifica que sus intenciones “...no son otras
que ver a la heroica Confederación Argentina organizada, feliz, poderosa, y a sus
hijos, que son mis hermanos, viviendo bajo el amparo de las leyes que, en los
pueblos civilizados protegen la vida y la propiedad de sus ciudadanos”.
Agenda de lecturas
La historia de los convenios con Brasil se estudia en: José Antonio Soares de
Souza, A vida do Visconde do Uruguay, caps. XII y XIII. Río de Janeiro, 1944. Las
actividades de Cuyás y Sampere se relatan en su libro Apuntes históricos sobre la
provincia de Entre Ríos en la República Argentina. Mataró, 1888. La reacción
porteña la ofrece: Adolfo Saldías, Historia de la Confederación Argentina, Rozas y
su época, tomo V, cap. LXV. Buenos Aires, La Facultad, 1911. La carta a Ignacio
Oribe la trae Martín Ruiz Moreno, La revolución contra la tiranía y la organización
nacional, tomo 1, pp. 302-303. Rosario, La Capital, 1905. Los textos de los
convenios y proclamas figuran en nuestro libro Presencia de Urquiza.
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