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Durante el siglo XVI España se halla en una etapa de plenitud política y social que, bajo el
influjo de Italia, impulsa las manifestaciones literarias, artísticas y de pensamiento. Llega
así una época de esplendor de nuestras letras que recibe el nombre de Renacimiento,
constituyendo el llamado “Primer Siglo de Oro”.
La vida cultural estaba dominada por la renovación, el dinamismo y el contacto con otros
países europeos. España era un país abierto y receptivo a las ideas extranjeras. La reina
Isabel tenía fama como protectora de letras, lo cual atrajo a España a importantes
humanistas italianos. Hubo también españoles que fueron a estudiar a Italia, como Elio
Antonio de Nebrija. Este humanista publicó en 1942 la primera Gramática de la Lengua
Castellana.
EL SIGLO DE ORO
El llamado Siglo de Oro de la civilización española abarca en realidad casi doscientos años,
desde el comienzo del siglo XVI hasta fines del siglo XVII.
Por lo general, llamamos barrocos Barroco al período histórico y estético europeo que va
desde el final del Renacimiento hasta el principio del Neoclasicismo, es decir, una época
que más o menos coincide con el siglo XVII, sacudida por la clase social y económica, el
derrumbamiento de los valores y del idealismo renacentistas y el descenso paulatino pero
imparable del poder español y de la influencia de nuestra cultura en Europa. Es también, y
ellos resultan menos paradójico de lo que podría imaginarse, un tiempo de esplendor
artístico y literario para España.
En un sentido más general, se ha utilizado el término Barroco para nombrar todas las
épocas que han sucedido a los periodos estéticos e ideológicos considerados como clásicos,
es decir, no sólo a este siglo XVII, precedido por la divulgación del ideario humanista, sino
también, por ejemplo, al período alajandrino, que sucedió a la época clásica griega; o al
comienzo de nuestra era en la Roma imperial, una vez concluida la floreciente época del
emperador Augusto; o al desbordante romanticismo, que siguió al neoclasicismo, etc.
Desde este punto de vista, toda la época barroca señala el final de otra en la que el hombre,
inmerso en una sociedad que podríamos llamar estable y floreciente, ha creído encontrar
cierta forma de equilibrio artístico, político y económico que se refleja en su pensamiento y
en sus obras armoniosas, concebida bajo la inspiración de la gran obra de la naturaleza. Así
pues, lo barroco sería el agotamiento de esta concepción del mundo y el paso a una
vivencia social agotada; el tiempo del hombre en desacuerdo con su posición, en conflicto
consigo mismo, con su obra, con su modo de vivir, con el poder bajo el que se organiza su
sociedad.
Claro está que ésa es una visión demasiado general de la historia del hombre para no
resultar idealizada; pero como veremos al estudiar la obra de estos tres poetas: Góngora,
Lope y Quevedo, algo de todo ello hay, al menos en la época que ellos vivieron.
La tensión social
Tal vez la más significativa del siglo XVII es llamada tensión social, y no solo en España.
Algunos estudios han querido comparara la organización social de la época con la feudal.
Innovación y conservadurismo
La corte
“Sólo Madrid es la corte” la frase, convertida en dicho popular, sirve para imaginarse la
altanería con que en la época veían a su villa los madrileños, comparándolas con las otras
cortes europeas.
Aspecto de la villa
Pero lo más sorprendente para el visitante llegado de la aldea debía de ser la curiosa fauna
que poblaba las calles de Madrid.
Los mentideros
Los puntos de reunión más concurridos eran los mentideros, atractivos centros de
chismorreo y discusión en los que se formaban diariamente corrillos espontáneos de
avisados hablando y curiosos.
Vivir en Madrid
Quienes carecían de capilla y sacerdote particular tenían que conformarse con escuchar la
misa diaria en cualquiera de las muchísimas iglesias del lugar.
Día de fiesta
En los días feriados por decreto, a causa de la visita de un extranjero, la boda de algún
miembro del rey o político o noble, se podría celebrar esas excelentes fiestas.
El primero en nacer fue Luis de Góngora y Argote, en Córdoba (1561), un año antes de
nacimiento de Félix Lope de Vega Carpio (1562) y casi veinte por delante del de Francisco
de Quevedo y Villegas (1580) estos dos últimos en Madrid.
Góngora era hijo de jurista noble y erudito que poseía una biblioteca de renombre y estaba
casado con una mujer cuya familia era sospechosa de judaizante. Su posición estaba
asegurada por las rentas agrícolas que producían los cortijos, molino, huertas etc. La cuna
de Lope era mucho más humilde, su padre se ganaba la vida como bordador. Por su parte la
familia de Quevedo, que provenía de la montaña de santanderina, sus padres fallecieron
cuando él era un niño.
Gongora llego a estudiar a Salamanca a los catorce años, como caballero: casa instalada y
sirvientes. Dejó sin acabar sus estudios de leyes, pero logró crearse pronto un sólido
renombre por su soltura en los vicios de componer coplas y barajar los naipes, allí
permaneció cinco años.
Entre tanto Lope llegó a estudiar en la universidad de Alcalá de Henares con quince años.
Ambos lograron pronto fama de poetas hábiles, cada uno en su ciudad. Se dedicaba a
componer romances de aire popular muy a la moda del momento.
Como ya sabemos Quevedo es menor casi veinte años que los poetas antes mencionados,
éste empezó cursando estudios en Alcalá, estaba por terminar los de Teología en
Valladolid. Ya se había conseguido hacerse notar con su prosa.