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La memoria viva de un dirigente fundamental

Francisco Tamarit

Rector UNC

Es un gran orgullo para la Universidad Pública poder participar en la edición de un


texto tan necesario que honra con un merecido homenaje a uno de los cordobeses
ejemplares de toda nuestra historia. La vida de Hipólito Atilio López, el “Negro”, es
representativa de los valores y acontecimientos políticos más trascedentes de nuestro
país en el siglo pasado. Y si bien la memoria de su lucha siempre estuvo presente, en
distintos homenajes por parte del movimiento obrero organizado como de toda nuestra
sociedad, es momento de que Córdoba, a 40 años de su trágico desenlace, vuelva a
repensar y resignificar su ejemplo.

La práctica política y sindical de Atilio nos deja un legado para pensar en toda
circunstancia, y entre todos. Precisamente porque siempre reivindicó una práctica
organizada con distintas fuerzas políticas, sociales y sindicales, aunque no fueran
necesariamente de extracción peronista, como Atilio lo fue durante toda su vida. El propio
Cordobazo, gesta popular de indiscutida relevancia en todo nuestro Continente, nunca fue
tomado unánimemente por ningún personalismo, sino por el protagonismo colectivo de
toda la sociedad cordobesa, con la referencia de tres de sus representantes sindicales de
mayor envergadura como, además de Atilio, Elpidio Torres y Agustín Tosco. Fue también
Atilio López –junto con tantos otros dirigentes sindicales–, el que abrió varias veces las
puertas a un diálogo y a una actuación conjunta con nuestra Universidad y su movimiento
estudiantil, que participó también protagónicamente de muchas de las gestas sociales que
movilizaron a Córdoba y repercutieron en todo el país. Creo entonces que es necesario
volver a rescatar, política y humanamente, ese esfuerzo constante de Atilio –desde sus
primeros momentos como delegado sindical hasta sus últimos tiempos de una legendaria
vice gobernación– por la integración con diversas fuerzas políticas, sectores sociales y
generaciones, respetando siempre tanto el convencimiento de sus propias posiciones
ideológicas, como las de sus aliados. Fue precisamente este valor, quizás, el que más
indignó a sus asesinos.

Los programas de La Falda y Huerta Grande –con el significativo protagonismo de


nuestro Atilio– siguen siendo, a más de medio siglo de su redacción, una referencia
insoslayable (incluso con las distancias que el transcurso de la historia nos impone) para
las discusiones en marcha, y las aún pendientes, de todos los argentinos. Porque un
mérito fundamental del sindicalismo de la estirpe de Atilio, fue generar las condiciones
para pensar los dramas y tareas de la clase trabajadora siempre en el contexto de los
avances de toda la sociedad.

El libro que aquí presentamos, y que la Universidad co-edita con una parte del
movimiento obrero organizado, también rescata una porción esencial para la
comprensión de toda vida política: la honestidad y la solidaridad constante de Atilio en
todo momento –relatada en este libro en algunos conmovedores pasajes, como los de su
hija Patricia, entre otros–, símbolos de la entrega de su vida en la lucha por una sociedad
más igualitaria.

Su terrible asesinato fue uno de los primeros signos más patentes del genocidio
que vendría después, y que no habría de cesar por casi una década entera. La oposición de
Atilio López al Plan CONINTES –también reseñada en el presente libro–, y su militancia por
la liberación de muchos dirigentes sindicales y luchadores sociales detenidos por esa
orden, muestra a todas luces su temprana preocupación y atención a la defensa de los
derechos y las libertades conculcadas en tantos momentos de la historia cívica argentina
del siglo XX.

Es nuestro deseo que este libro, que reúne voces plurales y testimonios de diversa
naturaleza, sirva como una de las semillas para mantener viva su memoria, con las
conversaciones y discusiones necesarias sobre un legado de tanta relevancia para todos.

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