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NICOLAS IVANOVICH BUJARIN

La economía
política del rentista
(Crítica de la
economía
marginalista)

Escrito: 1927
Fuente digital de la versión al español:
Roketeil.com
Traducción: A. Dorado el 1 y 3 de agosto, 2013
- parte I y II.
Digitalización /HTML: Rodrigo Cisterna, 2014

Capítulo I.
Fundamentos metodológicos de la Teoría de la
Utilidad Marginal y del Marxismo
Una teoría bien ordenada debe presentar un conjunto definido cuyas partes
queden unidas mediante un sólido vínculo lógico. Por lo tanto, una crítica
consistente debe ocuparse inevitablemente con los fundamentos de la teoría,
con su método, pues este y no otra cosa es lo que liga las distintas partes de la
estructura teórica. Por lo tanto, comenzaremos con una crítica de los
presupuestos metodológicos de la teoría de la utilidad marginal, con lo que no
denotaremos su carácter deductivo, sino sus rasgos característicos dentro del
marco del método abstracto deductivo. En nuestra opinión, cualquier teoría de
política económica si es que ha de ser teoría en absoluta, es una materia
abstracta; en este sentido el Marxismo concuerda perfectamente con la Escuela
Austriaca.

Pero este acuerdo tiene un carácter meramente formal; de no existir, no se


podría comparar la teoría Austriaca con la de Karl Marx. Pues lo que aquí nos
interesa son los contenidos concretos del método abstracto propio de la Escuela
Austriaca, y que la hace tan diferente del marxismo.

La economía política es una ciencia social y su presupuesto, ya sean


consciente los teóricos de la política económica de ello o no, es alguna
concepción u otra de la sociedad y de sus leyes evolutivas. En otras palabras,
cualquier teoría económica depende de ciertos presupuestos que tienen un
carácter sociológico y que sirven como fundamento de la investigación de la
fase "económica" de la vida social. Esos presupuestos pueden expresarse con
claridad o pueden quedar sin expresar. Pueden enunciarse como un sistema
ordenado o permanecer "una cosmovisión general indefinida" pero no pueden
quedar ausentes en absoluto.

La economía política de Karl Marx posee tal fundamento en la teoría


sociológica del materialismo histórico. La Escuela Austriaca, sin embargo, no
posee un fundamento sociológico bien acabado o sencillamente bien definido;
es necesario reconstruir los vestigios de tales fundamentos a partir de la teoría
económica de los austriacos. En el proceso, encontraremos constantemente
contradicciones entre los pensamientos generales fundamentales sobre la
naturaleza de la "política económica" y los fundamentos reales de la teoría
económica austriaca. Son los anteriores, por lo tanto, los que recibirán nuestra
principal atención.

Los siguientes fundamentos sociológicos de la ciencia económica son


característicos del marxismo; reconocimiento de la prioridad de la sociedad
sobre el individuo; reconocimiento de la naturaleza histórica y temporal de
cualquier estructura social; y finalmente, reconocimiento del papel
predominante desempeñado por la producción. La Escuela Austriaca, por otro
lado, se caracteriza por un extremo individualismo metodológico; por un punto
de vista no histórico; y por tomar el consumo como punto de partida.
En nuestra introducción hemos tratado de presentar una explicación genética-
social para estas diferencias fundamentales entre el marxismo y la Escuela
Austriaca; esta diferencia, o más bien, esta radical oposición, la hemos
caracterizado como un contraste social psicológico. Ahora analizaremos ese
contraste desde el punto de vista de la lógica.

1. Objetivismo y Subjetivismo en la Economía


Política.
Werner Sombart, en un bien conocido artículo en el que comentaba el tercer
volumen del capital de Marx, después de haber contrastado las dos
metodologías de la economía política, el método subjetivo y el objetivo, señaló
que el sistema alemán era una extensión del "objetivismo extremo", mientras
que la Escuela Austriaca, en su criterio, era "el desarrollo más coherente en la
dirección opuesta". Consideramos que esta presentación es perfectamente
adecuada.

Es cierto que el estudio de los fenómenos sociales en general y de los


económicos en particular puede ser abordado de una de esas dos maneras;
podemos asumir que la ciencia parte del análisis de la sociedad como un todo,
en el cual cualquier momento dado determina las manifestaciones de la vida
económica del individuo, en cuyo caso la tarea de la ciencia es revelar las
conexiones y la cadena causal obtenida de los distintos fenómenos de tipo social
y que son determinantes en los fenómenos individuales; o, se puede asumir que
la ciencia debe proceder a partir del análisis del nexo causal de la vida
individual, puesto que los fenómenos sociales no son sino la resultante de los
fenómenos individuales, en cuyo caso ha de ser la tarea de la ciencia comenzar
con los fenómenos de las relaciones causales de la vida individual a partir de
los cuales deben derivarse los fenómenos y la causalidad de la economía social.

Y no hay duda de que Marx era un "objetivista extremo" en tal sentido, y no


sólo en sociología sino también en política económica. Por esta razón, su
doctrina económica fundamental, la doctrina del valor, debe distinguirse
totalmente de la de los economistas clásicos, como Adam Smith. La teoría de
este último se basa en la evaluación individual de las mercancías, que se
corresponde con la calidad y cantidad del trabajo empleado. Es una teoría del
valor trabajo subjetiva; y en comparación con ella la de Marx es objetiva, la
teoría de Marx es una ley social de los precios. La teoría de Marx es por lo tanto
una teoría objetiva del valor trabajo, que no se basa de ningún modo en ninguna
evaluación individual, sino que sólo expresa la conexión entre las fuerzas
sociales productivas dadas y los precios de las mercancías como estos se
determinan en el mercado. De hecho, es con el ejemplo de la teoría del valor y
del precio como mejor puede Sombart mostrar la diferencia entre ambos
métodos. "A Marx no le importa en ningún momento", dice Sombart, "los
motivos individuales de los que participan en el intercambio, o en asumir como
punto de partida consideraciones como los precios de producción. Su
razonamiento es como sigue: los precios los crea la competencia, pero la
competencia está regulada por la tasa de ganancia: la tasa de ganancia por la
tasa de plusvalía; la tasa de plusvalía por el valor, que es en sí mismo la
expresión de un hecho socialmente condicionado, las fuerzas productivas
sociales. El sistema de Marx enumera ahora esos elementos en orden inverso:
valor, plusvalor, beneficio, competición, precios, etc.

Si debiéramos resumir la cuestión en una frase tajante, podríamos decir que


a Marx no le preocupa nunca la motivación, sino la definición (la limitación)
de los caprichos económicos del individuo". (Werner Sombart, op. cit., p. 591)

Bien distinta es la escuela subjetiva. Por todas partes no vemos sino


"motivaciones" para cada transacción económica individual" (Ibidem p. 592)

Aquí se expresa la distinción de un modo muy hermoso. De hecho, en tanto


que Marx considera "el movimiento social como un proceso de la historia
natural regido por leyes que no sólo son independientes de la voluntad,
conciencia e inteligencia humana, sino por el contrario, que determinan tal
voluntad, conciencia e inteligencia, el punto de partida de Bohm-Bawerk es el
análisis de la conciencia individual de la persona desde el punto de vista
económico.

"Las leyes sociales", escribe BB, "cuya investigación es la tarea de la política


económica, dependen de las transacciones concurrentes de los individuos. Esa
uniformidad de acción es a su vez consecuencia de la operación de dichos
motivos que determinan la acción. En esas circunstancias, no es fácil dudar de
lo propio de explicar las leyes sociales retrocediendo hasta los motivos
causantes que determinan las acciones de los individuos, o comenzar a partir
de esos motivos".

La diferencia, por lo tanto, entre el método objetivo y subjetivo es poco más


que el contraste entre el método social y el individualismo metodológico. (R.
Stolzmann: Der Zweck in der Volkszwirtschaftslehre, Berlín, 1909, p.59.)
Sin embargo, es preciso ampliar la definición de los dos métodos. Debemos
recalcar sobre todo la relativa importancia de la voluntad, de la conciencia o de
las intenciones individuales de los hombres, de las que Marx habla. En segundo
lugar, el "individuo económico" debe ser definido con más claridad, puesto que
supone el punto de partida de la Escuela Austriaca. "Estas relaciones sociales
determinantes se originan tanto por los hombres individuales como por el lino,
la tela (Karl Marx, la Pobreza de la Filosofía) No se sigue de ninguna manera,
que las consecuencias sociales, "el producto social", del que habla Marx, este
inserto en la conciencia de esos individuos como un fin o un motivo impulsor.
La sociedad moderna, con su anárquica estructura, (la teoría de la economía
política hace precisamente esta sociedad el objeto de su estudio) con sus fuerzas
de mercado y su acción elemental (competencia, fluctuación de precios,
mercado de valores, etc.) ofrece números ejemplos a favor de la presunción de
que el "producto social" se impone sobre sus creadores, que el resultado de las
motivaciones de los hombres individuales (pero no aislados) no sólo se
corresponde con esas motivaciones, sino que en ciertos momentos entra incluso
en directa contradicción con ellas. Eso puede explicarse de la mejor manera si
atendemos al mecanismo de formación de precios. Un número de compradores
y vendedores acuden al mercado con una cierta (y aproximada) idea del valor
de sus propios vienes y del valor de los bienes de los demás; el resultado de esa
pugna es un precio de mercado determinado, que no coincidirá con las
estimaciones individuales de la gran mayoría de las partes contratantes. Lo que,
es más, en el caso de que haya un cierto número de "individuos económicos" el
precio establecido puede operar con efectos destructivos: precios demasiado
bajos pueden llevarlos a la quiebra y a la ruina. Este fenómeno es todavía más
impactante en la bolsa de valores, donde las apuestas son la regla. En todos esos
casos, que son típicos y propios de la moderna organización socioeconómica,
podemos hablar de la independencia de los fenómenos sociales de la voluntad,
la conciencia y las intenciones de los hombres; pero esa independencia no
debería entenderse que implica dos fenómenos diferentes, completamente
independientes unos de los otros. Sería absurdo presumir que la voluntad
humana no hace la historia, el problema es no tener en consideración a la
historia (esa "concepción materialista de la historia es una vulgar caricatura
burguesa del marxismo) La verdad es lo contrario. Ambas series de fenómenos,
las transacciones individuales y los fenómenos sociales, están en una íntima
conexión genética.

Esa independencia debe entenderse sólo en el sentido de que tales resultados


de los actos individuales se han vuelto objetivos y fundamentales en relación
con otros elementos más parciales. El producto domina a su creador; en
cualquier momento dado, la voluntad individual se determina por la resultante
ya alcanzada de las voluntades en conflicto de los distintos "individuos
económicos". El empresario que pierde en la lucha competitiva, el banquero
quebrado, han de retirarse del campo de batalla, aunque no ha mucho que
funcionaban como elementos activos, como "creadores", del mismo proceso
social que los destruyó. El fenómeno es expresión de la irracionalidad del
carácter "elemental" del proceso económico en el marco de la economía
mercantil, que queda claramente expresado en la psicología del fetichismo de
la mercancía, expuesto primeramente y brillantemente analizado por "Marx".
Es precisamente en una economía mercantil en el que el proceso de
"objetivación" de las relaciones entre los seres humanos tiene lugar, en que esas
"expresiones de cosas" conducen a una existencia específica "independiente"
debido al carácter elemental de la evolución, una existencia sujeta a una ley
específica propia.

Así pues, estamos tratando con varios tipos de fenómenos individuales y con
un número de series de tipos sociales: no hay duda de que existe una cierta
conexión causal entre estas dos categorías (individuales y sociales) y entre las
varias series de la misma categoría, particularmente entre las varias series de
fenómenos sociales dependientes unos de otros. El método de Marx consiste
precisamente en averiguar la ley de relaciones causales entre los diversos
fenómenos sociales. En otras palabras, Marx analiza la naturaleza causal de la
resultante de las diversas voluntades individuales, sin analizar estás últimas en
sí mismas; analiza las leyes subyacentes a los fenómenos sociales, sin atender
a su relación con el fenómeno de la conciencia individual.

Pero ocupémonos ahora de los "sujetos económicos" de Böhm-Bawerk.

En su artículo sobre el libro de Karl Menger (Untersuchungen, etc) Bohm-


Bawerk, de acuerdo con los adversarios de la Escuela Austriaca y con el propio
Menger, admite que los "sujetos económicos" presentados por los
representantes de la nueva escuela no son ni más ni menos que los átomos de la
sociedad. La tarea de la nueva Escuela es la "eliminación de los métodos
orgánicos e históricos como los métodos dominantes de investigación teórica
en las ciencias sociales…y… la restauración de esa tendencia claramente
atomística"
(Böhm-Bawerk: Zeitschrift für Privat- und öfftentlickcs Recht der
Gegenwart, Vienna, 1884, vol. XI, p.220.)

El punto de inicio de ese análisis no es evidentemente el miembro individual


de una sociedad dada, en sus relaciones sociales con sus congéneres, sino el
"átomo" aislado, el Robinson Crusoe económico. Los ejemplos que escoge
Böhm-Bawerk para clarificar su punto de vista son también de este tipo. "Un
hombre está sentado al lado de un arroyo de agua", esa es la introducción de
Bohm-Bawerk a su análisis de la Teoría del Valor. Böhm-Bawerk: "Grundzüge
der Theorie des wirtschaftlichen Güterwerts." Hildebrandt's Jahrücher für
Nationalökonomie und Statistik, vol. XIII, p.9.)

Después nos presenta a un nómada del desierto, (ibid., p. 9) a un granjero


aislado del resto del mundo (ibid., p. 9) a un colono "cuya cabaña de troncos se
yergue solitaria en el bosque primigenio" (ibid. P. 30) Y encontramos ejemplos
similares en Karl Menger "El habitante del bosque primigenio" (Karl Menger:
Grunsätze tee der Volkswirtschaftslehre, Vienna, 1871, p.82), los moradores de
un oasis (ibid., p.88), "un habitante de una isla lejana" (ibid., p.95), "un granjero
aislado" "náufragos" (ibid., p.104).

Aquí nos encontramos de nuevo con el punto de partida que formuló en su


día Bastiat, el más "dulce" de los economistas. En sus "Armonías Económicas"
Bastiat dice "las leyes económicas operan de modo uniforme, ora estemos
tratando con una totalidad de individuos aislados o con sólo dos personas, o con
un solo individuo forzado a vivir aislado. Si el individuo puede vivir durante un
cierto periodo de forma aislada, ese individuo sería simultáneamente un
capitalista, un emprendedor, un trabajador, un productor y un consumidor. Toda
la realidad económica estaría implicada en él mismo. Y debido a esta
oportunidad de observar cada paso en esa evolución, a saber, la necesidad, el
esfuerzo, la satisfacción de la necesidad, el disfrute del libre uso del beneficio
del trabajo, podría hacerse una idea de todo el mecanismo, aunque en su forma
más sencilla".

(Frederic Bastiat, Harmonies économiques, Bruxelles, 1850, p.213.)

En la misma obra y con anterioridad, Bastiat nos dice "mantengo que la


economía política lograría su objetivo y completaría su sagrada misión si
demostrara definitivamente el siguiente hecho: que lo que vale para una persona
vale para la sociedad (Ibid., p.74
Jevons hace una declaración equivalente: "La forma general de las leyes de
la economía es la misma en el caso de los individuos y de las naciones".

Pues ya puede ser muy venerable este punto de vista en virtud de su solera,
que sigue siendo una completa falacia. La sociedad (se asuma de forma
consciente o inconsciente) no es un mero agregado aritmético de individuos
aislados; por el contrario, la actividad económica de cada individuo específico
presupone un entorno social definido en la que la relación social de cada
economía individual encuentra su expresión. Los motivos del individuo que
vive sólo son completamente distintos de los del "animal social" (zoon
politikon) El primero vive en un ambiente natural, de cosas en toda su prístina
sencillez. El otro no sólo está rodeado de "Materia" sino de un peculiar "social
milieu". La transición del humano aislado a la sociedad es posible sólo en virtud
de ese "magma social". Y de cierto, si sólo tratáramos de una mera
yuxtaposición de economías individuales, sin nexos de contacto entre ellas, en
el que el magma social que tan correctamente ha denominado Rodbertus la
"Comunidad Económica" quedaría ausente, no existiría sociedad alguna. Por
supuesto, teóricamente se podría abarcar un número de economías aisladas y
remotas en un único concepto y después meterlas con calzador, por así decir,
dentro de una totalidad. Pero esa totalidad o conjunto no sería ninguna sociedad,
un sistema de economías íntimamente interconectadas unas con otras y en
constante interacción.

En tanto que el primer agregado sólo podría ser un constructo artificial, el


segundo no es sino la realidad presente. Por lo tanto, el individuo económico
aislado puede ser considerado sólo como un miembro de un sistema social y
económico, nunca sólo como un átomo aislado. EL sujeto económico, en sus
acciones, se adapta a la condición dada de los fenómenos sociales; y estos
imponen barreras y restricciones a las motivaciones individuales, o, en palabras
de Sombart "les constriñen". Esto es cierto no sólo por lo que concierne a la
"estructura económica de la sociedad", es decir, a las condiciones de
producción, sino también a los fenómenos socioeconómicos que surgen sobre
el fundamento de una estructura dada.

Así, por ejemplo, las evaluaciones individuales del precio comienzan con
precios que ya han sido fijados; el deseo de invertir capital en un banco depende
del tipo de interés en el momento; la inversión de capital en una industria u otra
se determina por la tasa de beneficio que rinda dicha rama industrial; la
estimación del valor de una parcela depende de su renta y de la tasa de interés,
etc. No hay duda, los motivos individuales ocasionan "efectos contrarios", pero
esos efectos hay que recalcar que ya de inicio están permeados por un contenido
social, y por lo tanto no se pueden sencillamente derivar "leyes sociales" del
sujeto aislado. Pero si no comenzamos con el individuo aislado en nuestro
análisis, pero consideramos el factor social en sus motivos como dados, nos
encontraremos en un círculo vicioso; cuanto intentemos derivar lo "social", o
sea, lo "objetivo" en este contexto, de lo "individual, o sea "Lo subjetivo"
estamos derivándolo de lo social, o haciendo algo peor todavía que desnudar a
un santo para vestir a otro, como se dice popularmente.

Como hemos visto anteriormente, los motivos del individuo aislado


constituyen el punto de partida de la Escuela Austriaca (Böhm-Bawerk)

Para ser justos, algunas de las obras de los representantes de esta escuela más
de una vez presenten concepciones esencialmente correctas de la esencia de la
estructura social en su conjunto. Pero, de hecho, la Escuela comienza primero
con un análisis de los motivos de los sujetos individuales, sin consideración a
los nexos sociales entre ellos. Este punto de vista es bastante característico de
los últimos teóricos de la burguesía, y es precisamente el punto de vista que la
Escuela Austriaca aplica de forma regular a lo largo de todo su desarrollo.

Se sigue que la Escuela se verá obligada de manera inevitable a escamotear


la noción de lo "social" en los motivos individuales de sus átomos, siempre que
intenta explicar cualquier fenómeno social. Pero dado su método están
abocados a un inevitable y monstruoso círculo vicioso.

De hecho, esta falacia lógica inevitable está ya presente en el análisis de la


Teoría Austriaca del valor subjetivo, la piedra angular de toda su estructura
teórica del valor subjetivo, de la que tan ufanos se muestran sus representantes.
Y sin embargo basta sólo con esta falacia para destruir toda la trascendencia de
esta ideología económica pseudo-científica de la moderna burguesía económica
que han edificado con tanto ingenio, "pues", dice BB con toda razón, "es un
pecado mortal metodológico ignorar lo que uno debería explicar en una
investigación científica". Por eso concluimos que el "subjetivismo" de la
escuela austriaca, su deliberado aislamiento del "sujeto económico" y su
desconsideración absoluta hacia las relaciones sociales deben llevarles de un
modo inevitable a la quiebra de todo su sistema; un sistema que es tan poco
satisfactorio como la antigua teoría de los costes de producción, que también se
debatía en ese callejón sin salida.
Ahora surge la cuestión de si es posible presentar una formulación teórica de
la vida económica, y determinar sus leyes causales, sin implicar las leyes
causales de los motivos individuales; en otras palabras, ¿es posible el
"objetivismo" que constituiría el fundamento de la teoría Marxista?

Y es el propio BB el que admite esta posibilidad: "no, sin duda, acciones sin
motivación causal, sino ciertamente el reconocimiento de acciones causales sin
el reconocimiento de la motivación presente". Pero BB asume que la "fuente de
conocimiento objetivista, en el mejor de los casos sólo puede contribuir en muy
pequeña medida, y en una medida que es especialmente exigua para sus propios
propósitos de conocimiento total, pues nos ocupamos en el campo económico
de manera particular con acciones humanas conscientes y calculadas". (Zum
Abschluss der Marxschen System, p.202)

Ya hemos visto, en contraposición a lo anterior, que son precisamente las


abstracciones psicológicas individualistas promulgadas por los austriacos las
que rinden tan escasa cosecha. Y estamos hablando aquí, no de las abstracciones
como tal. De hecho, lo que hemos recalcado anteriormente es que la abstracción
es un elemento necesario en la adquisición de conocimiento. El error de los
austriacos consiste en ignorar precisamente los fenómenos sociales que están
estudiando. Y esto lo presenta magníficamente R. Stolzmann: "Los tipos
económicos pueden ser simplificados mediante la individualización y la
abstracción tanto como se quiera, pero deben ser tipos sociales, deben ocuparse
de una economía social. (R. Stolzmann, op. cit., p.63; también su Soziale
Kategorie, pp. 291, 292; cf. también D. Lifschitz: Zur Kritik der Böhm-
Bawerkschen Werttheorie, Leipzig, 1908, chapter iv, particularly pp. 90, 91.)

Pues no es posible pasar de lo meramente individual a lo social: incluso si


alguna vez hubiera existido en la realidad tal proceso histórico de transición, es
decir, incluso si los seres humanos lo hubieran hecho, incluso en este caso, se
trataría de una descripción histórica y concreta del proceso, una solución del
problema puramente cinematográfica.

Incluso en este caso, sería imposible plantear una teoría cinematográfica.


Asumamos, por ejemplo, que ciertos productores aislados entran en relaciones
unos con otros, se unen mediante el intercambio de bienes y construyen
gradualmente una sociedad de intercambio en sentido moderno.

Ahora analicemos las evaluaciones subjetivas que realiza el hombre


moderno. Esas evaluaciones están basadas en precios ya establecidos con
anterioridad (como se mostrará en detallé más adelante); estos precios, pueden,
a su vez, ser moldeados por los motivos de los sujetos económicos de alguna
época anterior; pero esos precios también habrían sido dependientes de precios
establecidos en un periodo aún más temprano, y estos a su vez de otro más
antiguo, etc. Por lo tanto, nos encontramos con las valoraciones de los
productores individuales, valoraciones que en realidad ya no implican ningún
elemento de precios, puesto que todas las relaciones sociales, la propia
sociedad, es lo que falta. Pero tal análisis de las valoraciones subjetivas que
comienza con el hombre moderno y se remonta a un hipotético Robinson
Crusoe no tendría más significado que la mera descripción histórica del proceso
de transformación de los motivos de los hombres aislados en los motivos del
hombre moderno, con la diferencia de que el proceso iría en la dirección
contraria.

Eso no es un análisis es una descripción; es imposible fundar una teoría


general de los precios o una teoría del intercambio sobre tales fundamentos.
Cualquier tentativa de construir esa teoría llevará inevitablemente a círculos
falaces dentro del sistema, pues en tanto deseemos permanecer en el marco de
una teoría general, debemos, en vez de explicar el elemento social, comenzar
con él como una cantidad dada. Ir más allá de esta cantidad sería equivalente,
como hemos visto, a transformar la teoría en historia, es decir, en entrar en un
tipo completamente diferente de trabajo académico.

Así que sólo nos queda, por lo tanto, un modo adecuado a nuestro juicio de
análisis, que no es sino la combinación de la deducción abstracta y del método
objetivista. Esa combinación es extremadamente característica de la economía
política marxista. Sólo mediante este método será posible fundar una teoría que
no implique contradicciones constantes y repetidas, sino que nos aporte un buen
medio para el examen de la realidad capitalista.

2. El Punto de Vista Histórico y el Punto de Vista


no Histórico.
Karl Marx en su Theorien über den Mehrwert (vol. I, p.34) dijo de los
fisiócratas: "su mayor logro fue haber concebido estas formas (es decir las
formas del modo capitalista de producción) como formas fisiológicas de la
sociedad: como formas que surgían de la propia necesidad natural de producir,
y que eran independientes de la voluntad, de la política, etc.
Son leyes materiales; la falacia de los Fisiócratas consistía en haber
concebido la ley material de una fase histórica específica de la sociedad como
una ley abstracta que dominaba todas las formas de sociedad de modo
uniforme".

No hay mejor manera de presentar la diferencia entre el punto de vista


puramente social y el punto de vista histórico-social. Es posible considerar la
"economía social como un conjunto" y al mismo tiempo no comprender todo el
significado de las formas específicas de sociedad como se han desarrollado
históricamente. Por supuesto el punto de vista no histórico en los tiempos
modernos aparece con frecuencia junto con una falta de entendimiento de las
conexiones sociales; y sin embargo debemos distinguir entre estas dos
cuestiones metodológicas, pues la posibilidad de un "tratamiento objetivo" por
sí sola no nos ofrece ninguna garantía de que los problemas vayan a ser
emplazados en su contexto histórico. Un ejemplo de esto lo aportan los propios
Fisiócratas. Y lo mismo pasa, en la moderna literatura económica, en Tugan-
Baranovsky, cuya "teoría de la distribución social" es aplicable a cualquier
sociedad dividida en clases (y por lo tanto no explica nada)

Marx recalca en todo momento el carácter histórico de su teoría económica y


la relatividad de sus leyes. "Según su opinión, cada periodo histórico tiene sus
propias leyes… tan pronto como la vida ha avanzado más allá de un periodo
dado de evolución, ha pasado de una fase a otra, comienza a ser guiada por otras
leyes". Por supuesto no se sigue necesariamente que Marx negara la existencia
de cualquier ley general que domine el curso de la vida social en sus diversas
fases evolutivas.

La concepción materialista de la historia, por ejemplo, formula ciertas leyes


concebidas como explicaciones de la evolución social en todo momento. Pero
no excluyen las leyes históricas específicas de la economía política, que, como
opuestas a las leyes sociológicas, expresan la esencia de una estructura social
específica, es decir, la de la sociedad capitalista.

Aquí nos anticiparemos a una objeción que puede presentarse: se podría decir
que aceptar el principio histórico nos llevaría directamente a un tipo de teoría
puramente descriptiva e ideográfica, es decir, precisamente el punto de vista
defendido por la llamada "Escuela Histórica". Pero esa objeción supone
confundir varias cosas. Tomemos al azar cualquier método general de las
ciencias ideográficas más características, por ejemplo, la estadística: tenemos
la "ley empírica" de las estadísticas de población que suponen que hay entre
105 y 108 varones nacidos por cada 100 mujeres. Esta "ley" es puramente
descriptiva y no implica relación causal alguna. Por otro lado, cualquier ley
teórica en la economía política debe poder formularse así: y A, B y C están
presentes, D, debe asimismo resultar; en otras palabras, la presencia de ciertas
condiciones, "causas", implica la aparición de ciertas consecuencias. Es patente
que estas "consecuencias" pueden tener también un carácter histórico, es decir,
pueden sobrevenir en realidad sólo en un momento dado. Desde un punto de
vista puramente lógico, da bastante lo mismo dónde y cuándo esas condiciones
se dan, e incluso tiene menos importancia aún si se dan en absoluto, en ese caso
estamos "tratando con leyes eternas"; pero, en la medida en que ocurren en la
realidad, son "leyes históricas", pues están conectadas con "condiciones" que
suceden sólo en una cierta fase del desarrollo histórico. Pero una vez que estas
condiciones están presentes, sus consecuencias también se indican.
Precisamente este carácter de las leyes teóricas económicas hace posible su
aplicación a naciones y épocas en las que la evolución social ya ha alcanzado
un cierto nivel; fue posible por tanto que los marxistas rusos pudieran vaticinar
de forma esencialmente correcta "el destino del capitalismo en Rusia" aunque
el análisis marxista se basara en evidencia empírica concreta recogida en
Inglaterra.

En otras palabras, el carácter "histórico" de las leyes de la economía política


de ningún modo las transforma en otro una ciencia de tipo ideográfico. Por otro
lado, sólo el punto de vista histórico puede tener algún valor científico en el
campo que nos ocupa.

La economía política como ciencia puede tener sólo como objeto una
sociedad de mercancías: una sociedad capitalista. Si nos ocupamos de una
economía que esté organizada de cualquier modo que se nos ocurra, por
ejemplo, la economía oikos o doméstica de Rodbertus, o la primitiva sociedad
comunista, con los feudos o con una economía socializada y planificada de un
"Estado" socialista, no podemos encontrar un solo problema cuya solución
pueda encontrarse en el dominio de la economía política teórica. Estos
problemas están conectados con la economía mercantil, particularmente con su
forma capitalista: los problemas del valor, del precio, del capital, de los
beneficios, de la crisis, etc. Esto por supuesto no ocurre con accidente; es
precisamente en este momento, a la vista de la preponderancia más o menos
acentuada del sistema de la "libre competencia" que la naturaleza elemental del
proceso económico logra expresiones particularmente impactantes, quedando
relegadas tanto la voluntad individual como los fines individuales al trasfondo
en contraposición a la cadena que se va desarrollando objetivamente de los
distintos fenómenos sociales. Es sólo en la producción de mercancías como tal,
en su expresión más elevada, la producción capitalista, cuando podemos aplicar
el fenómeno descrito por Marx como el "fetichismo mercantil" y analizado por
él en "El Capital".

Precisamente en este punto la relación personal de los seres humanos mismos


en el proceso de producción llega a ser una relación impersonal entre cosas, en
tanto que las últimas asumen la forma de un "jeroglífico social" del valor. (Karl
Marx: Capital, vol. I, p.85).

De ahí que el "enigmático" carácter peculiar al modo capitalista de


producción y los rasgos característicos de los problemas son aquí por primera
vez sujetos a investigación teórica. El análisis de la sociedad capitalista posee
un interés particular y conforma una forma lógica especial en la ciencia
económica, que investiga las conexiones causales en la vida elemental de la
sociedad moderna, formula una serie de leyes que son autónomas en relación
con la conciencia humana, "leyes naturales regulativas" similares a la ley de la
gravitación, "como cuando una casa se derrumba al lado nuestro, y no por el
carácter típico de la libertad económica, sino por la particularidad
epistemológica del sistema competitivo, que implica, como lo hace, el mayor
número de enigmas teóricos, así como la mayor de las dificultades en su
solución". (Heinrich Dietzel: Theoretische Sozialökonomik, p.90.)

Este carácter rudimentario, una consecuencia de condiciones


extremadamente complejas, es en sí mismo un fenómeno histórico peculiar al
sistema de producción de mercancías. Sólo una economía social no organizada
presenta esos fenómenos particulares en los que la adaptación mutua de las
diversas partes del organismo productivo procede independientemente de lo
que la voluntad humana pretenda conscientemente.

En una dirección planificada de la economía social, la distribución y


redistribución de las fuerzas sociales productivas constituye un proceso
consciente basado en datos estadísticos. En la presente anarquía de producción,
el proceso tiene lugar a través de un mecanismo de transferencia de precios,
mediante la subida y la bajada de estos, la presión que ejercen en los beneficios,
las crisis, etc, en una palabra, no mediante un cálculo consciente por parte de la
comunidad, sino por el ciego poder del elemento social, que se trasluce en toda
una cadena de fenómenos socioeconómicos, particularmente en el precio de
mercado. Todas ellas son las características de la sociedad moderna y
constituyen el objeto de la economía política. En una sociedad socialista, la
economía política perdería su razón de ser: sólo existiría "geografía económica"
una ciencia de tipo ideográfico, y una "política económica", una ciencia
normativa; pues las relaciones entre los hombres serían claras y simples, la
formulación fetichista de esos objetivos desaparecería y las consecuencias
causales de tales elementos desembridados serían suplidas con las
consecuencias causales del desempeño consciente de la sociedad.

Ese hecho por sí mismo es bastante para mostrar que una investigación del
capitalismo debe tomar en cuenta sus rasgos fundamentales, aquellos que
distinguen el "organismo de producción" capitalista, de cualquier otro; pues el
estudio del capitalismo no es sino el estudio de lo que distingue el capitalismo
de cualquier otra estructura social. Una vez que pasamos por altos las
peculiaridades típicas del capitalismo, pasamos a categorías generales que
pueden ser aplicadas a cualquier sistema de producción social y que por lo tanto
no pueden explicar el proceso evolutivo históricamente condicionado del
"capitalismo moderno" Es precisamente en virtud de su capacidad para olvidar
este principio, nos decía Marx, "donde radica toda la sabiduría de los
economistas modernos, que demuestran la eternidad y la armonía de las
condiciones sociales existentes". También debe notarse que el capitalismo es la
forma desarrollada de la producción de mercancías, caracterizada no por el
intercambio por sí mismo, sino por el intercambio capitalista. En este sistema
el potencial de trabajo se presenta como una mercancía y las condiciones de
producción (la estructura económica de la sociedad) incluyen no sólo las
relaciones entre los productores de mercancías sino también aquellas que se dan
entre la clase capitalista y los asalariados. Un análisis del capitalismo por lo
tanto implica no sólo un análisis profundo de las condiciones generales de la
economía mercantil (este elemento invariado sería equivalente a la teoría de la
producción simple de mercancías) sino también una investigación de la
estructura específica del capitalismo. Una teoría económica verdaderamente
científica no puede ser desarrollada a menos que las cuestiones se formulen
como hemos presentado anteriormente. Sólo si el objeto es glorificar y
perpetuar las condiciones capitalistas, y no investigarlas teóricamente, uno
puede omitir el análisis y el énfasis de sus características típicas. Por lo tanto,
Marx presenta el Capital con las siguientes palabras "La riqueza de las
sociedades en las que tiene preponderancia el modo de producción capitalista
se nos aparece como un inmenso cúmulo de mercancías, siendo su unidad una
sola mercancía. Nuestra investigación debe por lo tanto comenzar con el
análisis de la mercancía".

Ya desde los comienzos, por tanto, la investigación de Marx procede a través


del curso histórico; sus análisis subsiguientes muestran que todos los conceptos
económicos fundamentales son históricos en su carácter. "Cada producto del
trabajo" dice Marx a propósito del valor "es, en todos los estados de la sociedad,
un valor de uso, pero es sólo en una etapa histórica definida en el desarrollo de
la sociedad que tal producto deviene una mercancía, esto es, en la época en la
que el trabajo gastado en la producción de un bien o servicio útil se expresa
como una de las cualidades objetivas de tal bien o servicio, como su valor".

Las palabras de Marx en "El Capital" son parecidas: "Pero el capital no son
"cosas". Es una interrelación definida en la producción social que pertenece a
una formación concreta histórica de la sociedad. Esta relación se expresa
mediante una cierta cosa y le confiere a esta cosa un carácter social específico.
El capital no es la suma del material y de los medios de producción elaborados.
El capital implica que los medios de producción se han convertido en capital, y
que los medios de producción por ellos mismos no son más capital que el oro o
la plata lo son en sí mismos". (Capital, vol. III, part VII, pp. 947, 948.)

Es muy ilustrativo comparar estas palabras con la definición de Capital que


nos da B-B.

"El capital como tal es el término con el que denotamos una suma de
productos totales que sirven como medios para la adquisición de mercancías.
El concepto más estrecho de capital social puede ser separado de esta
concepción general de capital. Asignamos el término capital social a una serie
de productos que sirven como medio de adquisición de mercancías
socioeconómicas; o, para decirlo más sucintamente, un grupo de productos
intermedios".

Resulta patente que estas dos definiciones proceden de puntos de partida


totalmente diferentes. En tanto que Marx recalca el carácter histórico de una
cierta categoría como su rasgo principal, BB ignora completamente el elemento
histórico; mientras que a Marx le preocupan las relaciones históricas entre los
hombres, BB presenta formas universales de relaciones entre los hombres y las
cosas. Y, de hecho, una vez que uno decide ignorar las relaciones entre los
hombres, sujetas como están al cambio histórico, sólo quedan las relaciones
entre el hombre y la naturaleza; en otras palabras, en lugar de categorías
sociohistóricas, sólo nos quedan las categorías "naturales". Y sin embargo es
claro que las categorías "naturales" de ningún modo pueden explicar las
categorías sociohistóricas, pues como observa muy propiamente Stolzmann
"Las categorías naturales tan sólo pueden permitir posibilidades técnicas para
el desarrollo de los fenómenos económicos". (R. Stolzmann: Der Zweck in der
Volkswirtschaftslehre, 1909, p.131.)

Y, de hecho, el proceso de trabajo, el proceso de producción y de distribución


de mercancías, siempre asume ciertas formas históricas variadas, que son por si
mismas capaces de producir fenómenos socioeconómicos específicos. Es
ciertamente insostenible el punto de vista de hombres como el "coronel
Torrens" y BB que consideran la "piedra labrada del salvaje con el origen del
capital", y al propio salvaje como un incipiente capitalista. Sólo después de que
los medios de producción en una sociedad mercantil han sido monopolizados
por una sola clase en contraposición a la única mercancía que aún está en
posesión de los trabajadores, su potencial de trabajo, tenemos el fenómeno
peculiar conocido como capital; y por supuesto el "beneficio del capitalista"
comienza sólo en este punto.

Lo mismo puede decirse de la renta. El hecho del diferente rendimiento del


suelo en varias parcelas de tierra, o, como lo explicita la famosa fórmula "La
Ley de Rendimientos Decrecientes del Suelo" no debe de ningún modo resultar
(incluso si se diera en la forma que defienden los Malthusianos más radicales),
en el fenómeno de la renta de la tierra. La Renta como tal comienza sólo cuando
las tierras parceladas, equipadas en el marco de la producción de mercancías,
son monopolizadas por los terratenientes. En cuanto a la diferencia entre el
rendimiento de las diferentes tierras y la "ley" en cuestión, se trata meramente
de condiciones técnicas, por cuanto ellas son las que hacen posible el fenómeno
social de la renta.

De ahí que BB lamenta y reprocha a muchos de sus críticos no ser capaces de


distinguir la "esencia de la cuestión" de su "manifestación." Pero eso no tiene
fundamento. La esencia del capitalismo no reside en el hecho de que suponga
un "agregado de productos intermedios" (la "esencia" de los medios de
producción) sino en constituir una peculiar relación social que resulta en una
serie de fenómenos económicos desconocidos en otras épocas. Puede por
supuesto defenderse que el capital es una manifestación de los medios de
producción en la sociedad de hoy en día, pero no puede mantenerse que el
capital en sentido moderno es la manifestación universal del capital y que este
último es lo mismo que los medios de producción.

Incluso el fenómeno del valor tiene un carácter histórico. Incluso si


admitimos la corrección del método individualista de la Escuela Austriaca, y
pretendemos derivar el valor del valor "subjetivo"; esto es, de las evaluaciones
individuales de distintas personas, debemos también considerar el hecho de que
en la economía moderna la psicología del "productor" tiene un contenido
completamente diferente de la del productor en una economía natural (y muy
diferente del individuo que está al lado de un arroyo o sediento en un desierto)
el capitalista moderno, y da igual si es un representante del capital comercial o
industrial, no tiene el menor interés en el valor de consumo de sus productos:
el "trabaja" mediante manos ajenas, y para obtener un beneficio: lo que le
interesa es el valor de cambio. Es obvio que incluso el fenómeno fundamental
de la economía política, el del valor, no puede explicarse sobre un fundamento
o una circunstancia válidas y común para todos los tiempos y pueblos, que los
bienes siempre satisfacen una necesidad humana. Y con todo ese es el método
de la Escuela Austriaca. Por lo tanto, llegamos a la conclusión de que la Escuela
Austriaca está siguiendo un curso metodológico completamente erróneo e
ignorando las peculiaridades del capitalismo.

Una economía política que trate de explicar las relaciones socioeconómicas,


es decir, las relaciones entre los hombres, debe ser una ciencia histórica".

Como dice Engels con cierta pero merecida mala intención, "un tipo que se
ponga a clasificar la Economía Política de la Tierra del Fuego con las mismas
"leyes" que las que rigen en Inglaterra hoy en día, no dirá más que banalidades
y lugares comunes". Esas banalidades pueden organizarse de modo más o
menos ingenioso, como es el caso de BB, pero incluso estas no pueden explicar
las peculiaridades del orden capitalista, al haber sido eliminadas de antemano.
Así que la "economía hipotética" construida por BB, cuyas "Leyes" él trata de
explicar, está tan alejada de nuestra pecadora realidad que no rinde un átomo
de eso, de realidad. Y no es que los inventores de esta tendencia sean del todo
inconscientes de ello. Por ejemplo BB, en la última edición de su libro, dice:

"Me hubiera gustado particularmente acabar con la laguna que aún queda
en la investigación de la naturaleza y la importancia de la llamada "categoría
social", de las relaciones de poder y autoridad que emanan de las instituciones
sociales… este capítulo de la economía política aún no ha sido escrito
satisfactoriamente… ni siquiera por la teoría de la utilidad marginal"

(Prefacio a la Tercera edición de Kapital und Kapitalzins, vol. II, pp. 16, 17)

Por supuesto podemos predecir que este "capítulo" no puede ni podrá ser
escrito nunca "satisfactoriamente" por los representantes de la teoría de la
utilidad marginal, puesto que no consideran la "categoría social" como un
ingrediente orgánico de la categoría "puramente económica", sino que la
consideran una sustancia extraña ajena a la economía. Aquí Sotlzmann se
vuelve a oponer, como uno de los representantes del método "social-orgánico"
a BB, a quien nos hemos referido repetidas veces: "El llamado objetivismo entra
en una nueva fase en la que deviene no sólo social sino también histórico; ya
no existe un océano entre la ciencia lógica sistemática y la ciencia histórico-
realista, ahora tienen un campo común de trabajo, ambas tienen como objetivo
el estudio de la realidad histórica". Pero esa tarea de unir el método clásico
abstracto con el objetivismo y el historicismo fue resuelta mucho antes por Karl
Marx y sin accesorios éticos. Parece que la "anticuada" teoría del proletariado
es superior a las demás también en esto.

3- El Punto de Vista de la Producción y el punto


de vista del consumo.
"El primer tratamiento teórico de los modernos modos de producción", dice
Karl Marx, "surgió necesariamente de los fenómenos superficiales del proceso
de circulación… la ciencia real de la moderna economía no comienza, a menos
que el análisis teórico pase del proceso de circulación al proceso de
producción..." (Capital, vol. III, p.396.)

Por otro lado, BB y toda la Escuela Austriaca toman el consumo como punto
de partida de su análisis.

En tanto que Marx considera la sociedad sobre todo como un "organismo


productivo" y la economía como un "proceso de producción" BB relega la
producción enteramente al trasfondo; para él la cuestión predominante es el
análisis del consumo, de las necesidades y deseos del hombre en cuanto agente
económico.

Por lo tanto, no puede sorprendernos cuando le encontramos tomando como


punto de partida no las mercancías consideradas como productos, sino, como
una cantidad dada de productos "a priori" una "oferta", cuyo origen es incierto.
Eso también hace que su teoría del valor sea el elemento central de todo su
sistema teórico.

Puesto que el factor de producción se excluye desde el inicio, es obvio que la


resultante teoría del valor debe ser enteramente independiente de la producción.
Bastante parecido es la peculiar aplicación del método de la "abstracción
aislada", por ejemplo, en vez de hacer que sus Robinsones, en su análisis del
valor, produzcan mercancías, él les hace perderlas, "prescindir de ellas": Eso
hace que se pueda considerar a la producción y a la reproducción no como un
fenómeno que requiera algún análisis, sino como un factor perturbador.

Es por lo tanto completamente natural que la "utilidad" sea el concepto


fundamental de la Escuela Austriaca, a partir del cual el concepto del valor
subjetivo (también después del objetivo) se deriva en su momento; no expresa
ninguna relación activa entre las cosas, sino una relación pasiva; no una
"actividad objetiva" sino una cierta relación con un estado uniforme y dado. Es
por esta razón que este concepto de utilidad puede aplicarse con tanto éxito en
situaciones tan importantes como las que implican a este tipo de agentes activos,
"proscritos, náufragos, nómadas" y otros monstruosos constructos de la
imaginación del catedrático.

Pero está bastante claro que este punto de vista evita de antemano cualquier
posibilidad de comprender los fenómenos sociales su evolución. La fuerza que
motiva estos últimos es el incremento de las fuerzas productivas, de la
productividad del trabajo social, la extensión de las funciones productivas de la
sociedad. Sin consumo no hay producción: nadie va a negar esto, es cierto que
las necesidades son siempre el motive de cualquier actividad económica. Por
otro lado, la producción tiene también una influencia decisiva en el consumo.
Marx explica cómo se hace sentir esta influencia de tres maneras: en primer
lugar, en que la producción crea el material para el consumo; en segundo lugar,
en que determina el modo del consumo, es decir, su carácter cualitativo; en
tercer lugar, en que crea nuevas necesidades.

Esos son los hechos si consideramos las relaciones mutuas entre la


producción y el consumo en general, sin referencia a una estructura histórica
específicamente dada. En el estudio del capitalismo, debe considerarse un factor
añadido, a saber, en las palabras de Karl Marx "la "demanda social", el otras
palabras, lo que regula el principio de demanda, está condicionada
esencialmente por las relaciones económicas de las diferentes clases
económicas y su posición económica relativa, es decir, primero en la proporción
del trabajo excedente en relación con los salarios, y en segundo lugar, en la
proporción de las distintas partes en que el trabajo excedente se divide
(ganancia, interés, renta del suelo, impuestos, etc.)

(Capital, vol. III, Part I, p.124.)

Esta relación entre clases es, a su vez, moldeada y alterada bajo la influencia
del crecimiento de las fuerzas productivas.

De este modo podemos observar en primer lugar lo siguiente: la dinámica de


las necesidades se determina por la dinámica de la producción. Se sigue
primero, que el punto de partida en el análisis de la dinámica de las necesidades
debe ser la dinámica de la producción; en segundo lugar, que la cantidad dada
de productos necesaria para asegurar una producción estática también implica
un consumo estático, en otras palabras, una condición estática en el conjunto de
la vida económica, por lo tanto, en toda la vida misma.

Marx concede preminencia a la "evolución de las fuerzas productivas"; pues


el objetivo de sus enormes trabajos teóricos era, por usar sus propias palabras "
poner al desnudo las leyes de movimiento de la sociedad moderna".

(Capital, vol. I, p.14.)

Por supuesto, sería muy difícil revelar las "leyes de movimiento" donde no
hay movimiento alguno, donde un conjunto de productos pareciera que "baja
del cielo".

Puede por tanto asumirse de antemano que el punto de vista del consumo que
subyace a todo el sistema Austriaco acabará siendo completamente infructuoso
en todas aquellas cuestiones que atañen a la dinámica social, es decir, los
problemas más importantes de la economía política. "Ellos (los representantes
de la escuela austriaca, NB) son incapaces siquiera de formular y no ya digamos
de resolver, cuestiones tan fundamentales como la evolución de la técnica en
una sociedad capitalista, el origen del beneficio capitalista, etc.", dice
Charasoff. En este sentido la confesión de uno de los principales representantes
de la Escuela Austriaca Josef Schumpeter, serán de interés. Fue lo bastante
valiente y honrado como para reconocer con toda franqueza que la Escuela
Austriaca nada tenía que aportar en todos los temas que tocaran a procesos
evolutivos. "Vemos, por lo tanto", dice él, "que nuestro sistema estático de
ningún modo explica todos los fenómenos económicos, por ejemplo, el interés
y la ganancia del empresario".

(Josef Schumpeter: Des Wesen und der Hauptinhalt der theoretischen


National-ökonomie, Leipzig, 1908, p.564.)

"Nuestra teoría parece derrumbarse, a pesar de sus sólidos fundamentos,


ante los más importantes fenómenos de la vida económica moderna".

(Ibid., p.587.)

"Vuelve a derrumbarse confrontada con cualquier fenómeno que… sólo


pueda comprenderse desde el punto de vista de la evolución. Entre estos
problemas están la formación del capital y otros, especialmente el progreso
económico y las crisis".

(Ibid., p.587.)

Es claro que la última teoría de los académicos burgueses fracasa


precisamente en las cuestiones más fundamentales de nuestros días. La enorme
y rauda acumulación de capital, su concentración y centralización, el progreso
increíblemente rápido de la tecnología y finalmente las crisis industriales
recurrentes, que son específicamente un fenómeno capitalista que conmueve al
sistema socioeconómico en sus mismos fundamentos: pues todas estas cosas
son "Un libro con siete sellos" según la propia confesión de Schumpeter. Y justo
cuando acababan las "filosofías" del burgués instruido, la teoría Marxista llega,
y tiene tal impacto, que por más que se empeñen, hasta fragmentos mutilados
de esta doctrina se aceptan como la última palabra de sabiduría, a veces
inconscientemente, por los más enconados enemigos del Marxismo.

4-Conclusiones.
Hemos investigado las tres falacias iniciales de la Escuela Austriaca: su
subjetivismo, su punto de vista no histórico, y el énfasis que da al consumo.
Esos tres puntos lógicos de partida, conectados, como están con los tres rasgos
mentales básicos del rentista burgués, inevitablemente traen consigo los tres
errores fundamentales de la Escuela Austriaca, que encontramos repetidos una
y otra vez en las distintas partes de su "sistema" teórico", los círculos viciosos
resultantes del método subjetivista; su incapacidad de explicar las formas
históricas específicas del capitalismo, debido a su punto de vista no histórico, y
por último su fracaso total a la hora de tratar con los problemas que presenta la
evolución económica, un problema íntimamente conectado con su filosofía de
consumo. Pero sería un error asumir que todos esos "motivos", operan de modo
independiente, sus puntos de partida psicológicos y lógicos son cantidades
complejas en los que varios elementos se unen y fusionan, con los efectos
siendo más poderosos o más débiles dependiendo de los demás factores
concurrentes. Por lo tanto, cada falacia concreta que vamos a desvelar en el
análisis exhaustivo subsiguiente de la teoría de BB no será el resultado del
simple "marco mental" de los nuevos teóricos de los rentistas, sino de varios
simultáneamente. Y sin embargo esto no debe impedirnos seleccionar de todos
los factores relacionados los tres fundamentales que en todas las exposiciones
son la fuente de las incontables pifias de BB. Estás pifias no demuestran más
que la total incapacidad de la burguesía de final de siglo para el pensamiento
teórico.

Capítulo Segundo
La Teoría del Valor
1-La importancia del problema del valor.

El problema del valor ha constituido una materia fundamental de la economía


política desde los albores de esta ciencia. Todas las demás cuestiones, como el
trabajo asalariado, el capital, la renta, la acumulación de capital, la lucha entre
las operaciones a gran escala y a pequeña escala, las crisis, etc., están
involucradas directa o indirectamente en esta cuestión fundamental.

"La teoría del valor, se yergue, como si dijéramos, en el centro de toda la


doctrina de la economía política" BB observa, con toda la razón del mundo.
(Grundzüge der Theorie des wirtschaftlichen Güterwerts, p.8.)

No es muy difícil comprender porque esto es así; el precio, y, por lo tanto, el


patrón que lo determina, que es el valor, es la categoría fundamental
omnicomprensiva en la producción de mercancías en general y en la producción
capitalista de mercancías en particular, cuyo vástago es la economía política.
Los precios de las mercancías regulan la distribución de las fuerzas productivas
en la sociedad capitalista; la forma de intercambio, que presupone la categoría
del precio, es la forma de distribución del producto social entre las distintas
clases.

El movimiento de los precios conduce al ajuste de la oferta a la demanda,


puesto que el auge y la caída de la tasa de ganancia hace que el capital fluya de
una a otra rama de producción. Los precios reducidos son el arma con la que el
capitalismo se abre camino y al fin conquista el mundo; son sus bajos precios
los que permiten al capital erradicar la producción artesana, y pasar de la
producción a pequeña escala con la producción a gran escala.

El contrato entre el capitalista y el trabajador, siendo la primera condición


para el enriquecimiento del capitalista, asume la forma de la adquisición o
arrendamiento de la fuerza de trabajo, es decir, la forma de una relación de
precio. La ganancia como expresión en términos de valor monetario, pero no
como expresión natural del producto excedente, es la motivación predominante
en la sociedad moderna: en ella resta todo el proceso de acumulación de capital,
que da al traste con todas las antiguas formas de economía y se distingue en
gran medida de estas al tratarse de una fase completamente nueva y específica
en dicha evolución, etc.

Por lo tanto, el problema del valor una y otra vez ha atraído la atención de los
teóricos económicos en mucha mayor medida que cualquier otro problema de
la economía política. Adam Smith, David Ricardo. Karl Marx - todos tomaron
el análisis del valor como el fundamento de sus investigaciones. La Escuela
Austriaca también hace del valor la piedra angular de su sistema, pero con la
intención poco disimulada de combatir a los clásicos y a Marx y crear su propio
sistema teórico.

Se sigue que la teoría del valor en realidad todavía ocupa la oposición central
en las discusiones teóricas presentes, aunque John Stuart Mill consideraba
amortizada la cuestión. (John Stuart Mill, ibid., p.209.)

Pero en oposición a Mill, BB, cree que la teoría del valor sigue siendo una de
las "menos claras, más confusas y más disputadas áreas de nuestra ciencia”.
(Böhm-Bawerk, Grundzüge, etc., p.8), pero espera que los estudios de la
Escuela Austriaca pongan fin a este estado de confusión. "Me parece que ciertos
esfuerzos realizados recientemente" nos cuenta "han introducido pensamiento
fértil en este confuso fermento, y aportarán fructíferos y clarificadores
desarrollos" (Ibid., p.8.)
Trataremos de someter tal "pensamiento fértil" a un donoso escrutinio; pero
digamos ya desde el principio que los críticos usuales de la Escuela Austriaca
suelen señalar que los últimos confunden el valor con el valor de uso; por lo
tanto, que su teoría pertenece más a las regiones de la psicología que a la
economía política, etc.

No hay duda de que tal objeción es en esencia correcta. Pero no pensamos


que tengamos que detenernos aquí. Debemos partir del propio punto de vista de
los representantes de la Escuela, debemos comprender todo el sistema en sus
relaciones internas, y sólo entonces revelar sus contradicciones e insuficiencias,
que no son sino el producto de sus errores fundacionales.

Por ejemplo, el valor ha sido definido de distintas maneras, y la definición de


BB diferirá necesariamente de la de Marx. Pero no basta con que digamos que
BB no analiza la esencia del problema, es decir, que no trata lo que debe ser
tratado; lo que debemos mostrar es porqué ese enfoque del problema es falso.
Más aún, debemos demostrar que los presupuestos de los que parte la teoría en
cuestión parten de constructos contradictorios o no consiguen incluir y explicar
una serie de fenómenos económicos importantes.

¿Pero cuál es el punto de partida de la crítica en este caso? Si la concepción


del valor es tan diferente en las distintas escuelas, esto es, si como lo plantea
Marx no hay punto alguno de encuentro con BB, ¿Cómo podemos formular una
crítica?

En este punto, no obstante, nos ayuda la siguiente circunstancia: por muy


grandes que sean las diferencias entre las definiciones del valor, y por mucho
que en algunos momentos puedan ser contradictorias unas con otras, no
obstante, tienen algo en común, que conciben el valor como un "patrón de
cambio", que sirve para explicar los precios. Por supuesto la explicación de
los precios por sí sola no es suficiente, o, para ser preciso, no tenemos derecho
alguno a limitarnos a explicar los precios; y sin embargo la teoría del valor es
la base directa de la teoría de los precios. Si la teoría del valor resuelve la
cuestión del precio sin contradicciones internas, es correcta; si no, debe ser
rechazada.

Estas son las consideraciones de las que partiremos en nuestra crítica de la


teoría de BB.
Hemos visto en el capítulo precedente que BB considera el precio la
resultante de las valoraciones individuales. Su "teoría" por tanto se divide en
dos partes. La primera investiga las leyes de formación de las valoraciones
individuales "la teoría del valor subjetivo" y la segunda investiga las leyes del
origen de su resultante "la teoría del valor objetivo".

Valor objetivo y subjetivo.

Ya conocemos que, según la visión de la escuela subjetivista, debemos buscar


el fundamento de los fenómenos socioeconómicos en la psicología de cada
hombre. En el caso del precio, esta demanda requiere que comencemos nuestro
análisis del precio con las evaluaciones individuales. Comparando el enfoque
de BB con el tratamiento de la cuestión de Marx, la diferencia esencial entre los
dos se aprecia claramente: en Marx el concepto de valor es una expresión de la
conexión social entre dos fenómenos sociales, entre la productividad del
trabajo y el precio; en la sociedad capitalista (en contraposición a una simple
sociedad mercantil) esa conexión resulta muy compleja.

En BB el concepto de valor es la expresión de la relación entre el fenómeno


social del precio y el fenómeno individual-psicológico de las distintas
valoraciones.

La valoración individual presupone un sujeto que valora y un objeto que es


valorado; la resultante de las relaciones entre ambos es el valor subjetivo. Para
la Escuela Austriaca, el valor subjetivo es por lo tanto no un carácter específico
inherente a las mercancías en cuanto tales, sino un estado psicológico específico
del propio sujeto que realiza la valoración. Cuando hablamos de un objeto,
hablamos de su relevancia para un sujeto dado. Por lo tanto "valor, en el sentido
subjetivo, es la relevancia que posee una mercancía o un grupo de mercancías
para el bienestar de un sujeto". Esa es la definición del valor subjetivo.

Muy diferente es el concepto de BB del valor objetivo: "El valor en sentido


objetivo, por otra parte, es la virtud o capacidad de una mercancía para rendir
un resultado material concreto. En este sentido hay tantos tipos de valor como
resultados. Podemos hablar del valor nutritivo de la comida, del valor del
carbón o la madera como combustibles, o de la potencia destructiva de los
explosivos. En todas esas expresiones hemos eliminado de la definición del
valor cualquier mención al bienestar o malestar del sujeto".
Entre estos valores objetivos, así declarados neutrales respecto del "bienestar
o malestar del sujeto" BB también enumera valores de tipo económico, como
el "valor de cambio", "la renta", "el valor de producción" y similares. La mayor
importancia se confiere al valor de cambio objetivo. BB define este como
sigue: "el valor de cambio objetivo de las mercancías es su capacidad de
intercambio o, en otras palabras, la posibilidad de adquirir a cambio de ellas
una cantidad de otras mercancías económicas, contemplándose esta
posibilidad como una función o cualidad de las primeras mercancías"

Esta es la definición del valor de cambio objetivo. Esta última definición no


es correcta en esencia, ni sería correcta de haber aplicado coherentemente
BB su propio punto de vista. El valor de cambio de las mercancías se cuenta
aquí entre sus "cualidades objetivas" similares a sus cualidades físicas o
químicas. En otras palabras, "el efecto utilidad" en el sentido "técnico" de
la palabra, se identifica con el concepto económico de valor de cambio. Esto
evidentemente no es sino el punto de vista del tosco fetichismo mercantil
tan propio de la economía política vulgar. De hecho "la existencia de
mercancías qua mercancías, no tiene conexión alguna con sus propiedades
físicas y con las relaciones materiales que de ellas surgen". (Karl Marx:
Capital, vol I, p.83.)

Incluso desde el punto de vista de BB esa afirmación no puede mantenerse


en principio. Si el valor objetivo no es más que la resultante de las valoraciones
subjetivas, no puede contarse entre las propiedades químicas o físicas de la
mercancía. Se diferencia de ellas conceptualmente; no contiene "un átomo de
materia" pues desciende y es formada por factores inmateriales, es decir, las
valoraciones individuales de los distintos "sujetos económicos".

Por muy "peculiar" que suene todo esto, debemos no obstante señalar que
este puro psicologismo tan característico de BB es perfectamente compatible
con un fetichismo vulgar y toscamente materialista. En otras palabras, con un
punto de vista esencialmente acrítico e ingenuo.

BB por supuesto pondría el grito en el cielo si se definiera el valor subjetivo


sin incluir ninguna relación entre las mercancías y el sujeto que las valora, pero
el propio BB, cuando define el concepto de valor de cambio objetivo, lo
identifica con las propiedades técnicas de las mercancías independientes o
neutrales en relación con "bienestar o malestar del sujeto" olvidando que ha
destruido la relación genética entre el valor subjetivo y objetivo que es después
de todo el fundamento de su teoría.

Por lo tanto, estamos tratando con dos categorías del valor; una representa
una cantidad básica, la otra una cantidad derivada. Es por tanto necesario en
primer lugar poner a prueba la teoría del valor subjetivo. Además, es en esta
parte de la teoría austriaca donde se despliega más ingenio y originalidad en su
tentativa de ofrecer un nuevo fundamento para la teoría del valor.

Utilidad y valor (subjetivo)


"El concepto central (de la Escuela Austriaca) …. Es la utilidad." (Werner
Sombart: Zur Kritik des Ökonomischen Systems von Karl Marx, in Braun's
Archiv, vol. VII, p.592.)

Mientras para Marx la utilidad es sólo condición o presupuesto para el origen


del valor, sin que determine el grado del valor, BB deriva el valor por completo
de la utilidad y lo hace directa expresión de esta.

BB diferencia, sin embargo (apartándose, piensa, de la vieja terminología,


que identificaba utilidad y valor de consumo) entre "utilidad en general" y valor,
que es, como si dijéramos, utilidad certificada. "La relación con el bienestar
humano", dice BB, "se expresa a sí misma en dos formas esencialmente
diferentes; la inferior se presenta cuando una mercancía tiene capacidad en
general de servir el bienestar humano. La superior, por otro lado, precisa que
la mercancía no sea sólo causa eficiente sino al mismo tiempo condición
indispensable de un bienestar resultante… la fase inferior se denomina (en el
lenguaje común) "utilidad", la superior, "valor".

Y BB nos da dos ejemplos para aclarar esta diferencia: el primero es un


"hombre" que se sienta "al lado de un arroyo que le ofrece un buen suministro
de agua potable", el segundo ejemplo "un nómada del desierto". Está claro que
no es lo mismo un vaso de agua para el bienestar de ambas personas. En el
primer caso el vaso de agua puede no ser condición indispensable, pero en el
último caso la utilidad es "extrema", porque un vaso de agua de menos puede
tener consecuencias fatales para nuestro viajero.

Y a partir de aquí, BB, deriva la siguiente formulación del origen del


valor: "las mercancías cobran valor cuando la oferta total de mercancías de un
tipo específico es tan escasa como para no satisfacer en absoluto la demanda
que se hace de ellas, o cuando la satisface de modo tan escaso que es
imperativo el empleo de esas mercancías específicas, si es que ha de haber
esperanza alguna de satisfacer la demanda en una mínima medida".

En otras palabras, la utilidad "certificada" de las mercancías se toma como


punto de partida para un análisis de los precios de las mercancías puesto que
cualquier teoría del valor sirve principalmente para explicar los precios, es
decir, BB toma como punto de partida lo que Marx excluye de su análisis como
una cantidad irrelevante.

Consideremos ahora la cuestión con más detalle. No debemos olvidarnos de


que el punto de partida de la Escuela Austriaca son los motivos de los sujetos
económicos en su forma más "pura" y simple: "será ahora nuestra tarea
apostar un espejo al frente de la "casuística de la elección en la vida", como si
dijéramos, y formular estas reglas que se aplican de modo tan seguro e
instintivo en su actuación por el hombre común, exponiéndolas como principios
de igual certidumbre, con la cualidad añadida de ser conscientes". (Böhm-
Bawerk: Grundzüge, etc., p.21.)

Vamos a ver ahora como el "espejo" teórico manipulado por el capitán de la


Escuela Austriaca refleja esta "práctica de la vida".

Es característico del moderno modo de producción, sobre todo, que no se


produce para las propias necesidades del productor, sino para el mercado. El
mercado es el último eslabón en la cadena de varias formas y procesos de
producción, en las que la evolución de las fuerzas productivas y la
correspondiente evolución de las relaciones de cambio han acabado con el
antiguo sistema de economía natural, desencadenando nuevos fenómenos
económicos. Podemos distinguir tres fases en el proceso de transformación de
una economía natural a una economía mercantil capitalista.

En la primera fase, el centro de gravedad radica en la producción para el


propio consumo; el mercado recibe sólo el excedente. Esa fase es característica
de las formas iniciales de intercambio. Poco a poco la evolución de las fuerzas
productivas y la amenaza de la competencia conducen a un desplazamiento del
centro de gravedad en la dirección de la producción mercantil. Pero todavía se
consume un escaso número de productos en la sede del productor (esas
condiciones pueden observarse con frecuencia aún hoy en día en la agricultura,
especialmente en los pequeños agricultores)
Y sin embargo esto no implica que el proceso de evolución se detenga. La
división social del trabajo sigue avanzando, alcanzando finalmente un nivel en
el que la producción en masa para el mercado se convierte en el fenómeno típico
y ninguno de los productos se consume en el establecimiento que los produce.

¿Cuáles son pues los cambios en los motivos y en la "vida práctica" de los
sujetos económicos, mutaciones que deben ir en paralelo con el proceso
evolutivo descrito anteriormente?

Podemos responder a esta cuestión sucintamente; la importancia de las


valoraciones subjetivas fundadas en la utilidad disminuye: "uno fija (para
retener nuestra terminología actual) no valores de cambio como tales
(determinados de forma puramente cuantitativa) sino meramente mercancías
de consumo, en otras palabras, objetos con diferencias cuantitativas". (Werner
Sombart, Der Bourgeois, p.19.)

Pero en las fases más elevadas de valoración podemos establecer esta


regla "un diligente padre de familia se preocupa más con la ganancia y la
durabilidad de los objetos que por la satisfacción momentánea o con la
inmediata utilidad" [Ibid., p.50; cursivas mías. - N.B.]

Y ciertamente, una economía natural presupone que las mercancías


producidas tendrán valor de uso para esa economía. En la siguiente fase
evolutiva, el excedente pierde su significación como valor de uso; además, la
mayor porción de los productos no se evalúa por el sujeto económico según su
utilidad, pues no la poseen por el sujeto económico; finalmente, en esta última
fase, todo el producto de la unidad de producción individual carece de "utilidad"
para esta unidad. Es precisamente la completa ausencia de valoraciones basadas
en la utilidad de las mercancías lo que es característico de las economías que
las producen. Pero no debe asumirse que ese estado de la cuestión es así sólo
para el vendedor: igual pasa con el comprador. Eso se manifiesta
particularmente en la valoración por parte del comerciante. No hay hombre de
negocios, ni mayorista ni minorista, que piense en lo más mínimo en la
"utilidad" o "valor de uso" de su mercancía. En su mente, el contenido tan
vanamente perseguido por BB no existe. En el caso de los compradores que
compran para su uso propio, la cuestión es algo más complicada; más adelante
hablaremos de la adquisición de medios de producción. De nuevo aquí el
sendero que transita BB no nos lleva a ninguna parte. Pues cualquier ama de
casa, en su "práctica" cotidiana, parte de unos precios dados y del dinero que
tiene. Es sólo dentro de esos límites que cierta valoración basada en la utilidad
puede hacerse. Si con una cantidad de dinero x, podemos obtener la mercancía
A, por la suma y la mercancía B, y por la suma z la mercancía C, cada
comprador adquirirá la mercancía que le sea más útil. Pero esa valoración
presupone la existencia de precios de mercado. Y, además, la valoración de
cada mercancía individual en absoluto está condicionada por su utilidad. Un
ejemplo llano es el de objetos de uso cotidiano; ningún ama de casa que vaya
al mercado estima el pan por su inmenso valor subjetivo, por el contrario, su
valoración fluctúa en relación con los precios de mercado ya establecidos, y lo
mismo vale para cualquier otra mercancía.

El hombre solitario de BB (y da lo mismo si está al lado de un arroyo o


viajando por el ardiente desierto) no puede ser ya comparado (desde el punto
de vista de los motivos económicos) ni con el capitalista que lleva al mercado
sus productos ni con el mercader que los compra para revenderlos, o con el
simple comprador que vive en una economía dineraria mercantil, ya sea un
comerciante o un capitalista. Se sigue que ni el concepto de valor de uso (Karl
Marx) ni el de "valor de uso subjetivo" (BB) puede tomarse como base de un
análisis de los precios. El punto de vista de BB está en abierta contradicción
con la realidad, y eso que se supone que está empeñado en explicarnos la
realidad.

El resultado al que hemos llegado, es decir, que el valor de uso no es un


posible fundamento para el análisis de los precios, también se aplica a esa fase
de la producción de mercancías en la que no toda la producción está destinada
al mercado, sino sólo el "excedente", puesto que estamos tratando no con el
valor del producto consumido en la unidad de producción original sino
precisamente con el valor del excedente. Los precios se originan no por la
valoración de los productos como tales, sino en tanto que mercancías; las
evaluaciones de los productos consumidos en tu propio establecimiento no
tienen efecto en la formación de los precios. Pero si el producto deviene una
mercancía, el valor de uso deja de desempeñar su papel anterior. "El hecho de
que una mercancía sea útil para otros es un presupuesto del intercambio; pero
si no es útil para mí, el valor de uso de mi mercancía no es una medida siquiera
de mi propia valoración individual, para no mencionar cualquier nivel objetivo
de valor. (R. Hilferding: Böhm-Bawerk's Marx-Kritik, p.5)

Por otro lado, cuando las condiciones de cambio se han desarrollado


suficientemente, la valoración de los productos según su valor de cambio se
extiende asimismo a ese grupo de productos que cubre las necesidades del
propio productor. Como dice muy acertadamente W. Lexis, "en una economía
mercantil de intercambio, todos los bienes son considerados y reconocidos
como mercancías, incluso aunque se pretenda que los consuma el productor”.
(W. Lexis: Allgemeine Volkswirtschaftslehre, 1910, p.8.)

Esa es la explicación de los esfuerzos de BB para presentarnos la moderna


organización socioeconómica como una economía mercantil
subdesarrollada "… bajo la dominación de la producción basada en la división
del trabajo y del intercambio, principalmente son los productos excedentes los
que se ponen a la venta" (Böhm-Bawerk: Grundzüge, etc., p.35); en el caso de
la moderna organización del trabajo "cada productor produce sólo unos pocos
artículos, pero muchos más de los que necesita para sus propias
necesidades." (Ibid., p.491.)

Esa es la descripción de BB de la economía política capitalista. Por supuesto,


no se sostiene; y sin embargo vuelve a repetirse una y otra vez en esos autores
que basan su teoría del valor sobre el fundamento de la utilidad. Por lo tanto,
podemos aplicar literalmente a BB lo que Marx le dijo a Condillac "vemos como
en este pasaje Condillac no sólo confunde valor de uso con valor de cambio,
sino que de forma increíblemente pueril asume que, en una sociedad, en la que
la producción de mercancías está bien desarrollada, cada productor produce
sólo sus medios de subsistencia y arroja a la circulación sólo el excedente".

Marx a nuestro juicio tiene toda la razón en no adoptar el valor de uso como
fundamento de su análisis de los precios. Por otro lado, es un error fundamental
de la Escuela Austriaca que el "principio central" de su teoría no tenga nada que
ver con la realidad capitalista actual. Y como veremos más adelante, esta
circunstancia influye en toda la estructura de la teoría.

4- La medida del Valor y la Unidad del Valor.

¿Cómo podemos determinar el nivel del valor subjetivo? En otras palabras;


¿de qué depende el nivel de la valoración individual de la mercancía? Es en la
respuesta a eta pregunta en la que radica la "novedad" de la doctrina presentada
por los representantes de la Escuela Austriaca, así como de sus acólitos en otros
países.

Puesto que la utilidad de la mercancía es su capacidad para satisfacer alguna


necesidad, es preciso analizar cuáles son estas necesidades. Según la Escuela
Austriaca debemos analizar primero, la variedad de las necesidades, segundo,
la urgencia de las necesidades para lograr un fin específico. Las varias
necesidades pueden clasificarse según el orden de su importancia creciente o
decreciente para el "bienestar del sujeto". Por otro lado, la urgencia de las
necesidades de un tipo particular depende del grado en que en que la
satisfacción se produce. Cuanto más se satisface la necesidad, menos "urgente"
es la propia necesidad. Sobre la base de esas consideraciones Menger dispuso
su famosa "escala de necesidades" que aparece de un modo u otro en todos los
trabajos sobre el valor producidos por la Escuela Austriaca. Reproducimos esta
escala como BB nos la presenta:

I II III IV V VI VII VIII IX X


10
9 9
8 8 8
7 7 7 7
6 6 6 6 6
5 5 5 5 5 5
4 4 4 4 4 4 4
3 3 3 3 3 3 3 3
2 2 2 2 2 2 2 2
1 1 1 1 1 1 1 1 1
0 0 0 0 0 0 0 0 0 0

Las series verticales, representadas, por los números romanos, representan


los distintos tipos de necesidades, empezando con las más básicas. Los números
de cada serie vertical indican la urgencia decreciente de una necesidad según el
grado de satisfacción.

La tabla muestra, entre otras cosas, que la necesidad concreta de una categoría
importante puede ser menor en volumen que la concreta necesidad de una
categoría menos importante, siempre que la necesidad haya sido satisfecha. "la
saciedad en las series verticales puede reducir la urgencia de las necesidades
más importantes a 3, 2 o 1, en tanto que un menor nivel de saciedad en la serie
VI, puede elevar la urgencia de esta necesidad, teóricamente menos
importante, al grado cuatro o cinco".

Con el fin de determinar qué necesidad concreta se satisface mediante una


mercancía específica (es esta condición la que determina su valor de uso
subjetivo) debemos conocer "qué necesidad quedaría sin satisfacer si la
mercancía a valorar no estuviera disponible; la necesidad en este caso es
obviamente una variable dependiente". (Böhm-Bawerk: Grundzüge, etc.,
p.27.)

Sobre la base de este método, BB llega al siguiente resultado: puesto que


todas las personas prefieren dejar insatisfechas las necesidades menos
importantes, una mercancía se valorará según la menor necesidad que pueda
satisfacer. "El valor de una mercancía se mide por la importancia de la
necesidad concreta o de la necesidad parcial que es la menos importante entre
las necesidades que pueden ser satisfechas por el stock disponible de
mercancías de ese tipo". O más sencillamente "el valor de una mercancía se
determina por su utilidad marginal (adicional)" (Ibid., pp. 28, 29.).

Esta es la famosa doctrina de la Escuela, de la que la teoría recibe el nombre


"Teoría de la Utilidad Marginal", y este es el principio general del que todas las
demás "leyes" se derivan.

El método anteriormente indicado de determinar el valor presupone una


unidad de medición. De hecho, la cifra del valor es resultado de una
medición; pero esto presupone una unidad fija de medición. ¿Cuál es la de
BB?

Es aquí donde los austriacos se encuentran con un serio problema; que aún
no han resuelto ni nunca resolverán. Primero debemos señalar lo enormemente
importante que es la selección de una unidad de valor desde el punto de vista
de BB. "El hecho es que nuestro juicio de valor puede, en relación un mismo
tipo de mercancías, en la misma época y bajo las mismas condiciones, ser de
grado variable, dependiendo de si se someten a valoración unas pocas
unidades o grandes cantidades de mercancías consideradas como un
conjunto”. (Böhm-Bawerk: Grundzüge, etc., p.15.)

O sea, que no solo la graduación del valor depende de la selección de la


unidad de medida, sino que podría cuestionarse si el valor existe en absoluto.
Si (por usar el ejemplo de BB) un granjero consume diez litros de agua por día
y dispone de 20 litros, el agua carecerá de valor para él. Pero si escogemos como
unidad una cantidad superior a 10 litros, el agua tendrá valor. Por lo tanto, el
valor como tal parece depender de la elección de una unidad. Y otro fenómeno
se conecta con lo anterior. Asumamos que tenemos un número de mercancías
cuya utilidad marginal se reduce con el aumento de su número. Asumamos que
este valor decreciente se expresa con las series 6, 5, 4, 3, 2, 1. Si tenemos seis
unidades de una cierta mercancía, el valor de cada unidad se determina por la
utilidad adicional de esta misma unidad, es decir, sería igual a 1. Si tomamos
como unidad una combinación de dos de las anteriores unidades, la utilidad
marginal no sería 1 x 2 sino 1 +2 o sea, no 2, sino 3; y el valor de tres unidades
ya no seria 1 x 3, sino 1 + 2 +3, o sea, no 3, sino 6. En otras palabras, el valor
de un mayor número de mercancías no varía directamente con el valor de un
ejemplo específico de esas mercancías materiales. La unidad de medición tiene
un papel importante. ¿Pero cuál es esa unidad de medición? BB no nos da una
respuesta clara y tampoco los demás austriacos. BB responde esto "Esta
objeción no es razonable. Pues los hombres no pueden escoger de modo
arbitrario su unidad de valoración. Puesto que las circunstancias externas que
son de otro modo uniformes… pueden demandar imperativamente que una
cantidad y no otra sean consideradas como una unidad en la
evaluación. (Böhm-Bawerk: Grundzüge, etc., p.16.)

Y sin embargo es claro que la unidad de medida puede estar presente


particularmente en casos en los que el intercambio de mercancías es un
fenómeno accidental de la vida económica, no su fenómeno típico.

Por el contrario, los mediadores en el intercambio de mercancías de una


economía desarrollada no se sienten obligados a seguir patrones obligatorios en
la selección de su "unidad de valor". El fabricante que vende lino, el
representante que compra y vende, los mediadores, todos ellos miden sus bienes
por el metro y el centímetro, o a piezas (un gran número de metros tomado
como unidad) Pero en todos esos casos no hay diferencias de valoración. Ellos
disponen de sus bienes (la moderna forma de venta es un proceso regular donde
el productor o uno de sus asociados se desprenden de los bienes); a ellos les da
lo mismo la unidad física de medida en relación con la cual se miden las
unidades vendidas. Encontramos el mismo fenómeno en el análisis de los
motivos de los compradores que adquieren para su propio consumo. La
cuestión es muy simple. Los agentes económicos actuales valoran las
mercancías según los precios de mercado, pero los precios de mercado no
dependen para nada de la selección de una unidad de medida.

Y otra cuestión. Ya hemos visto que el valor total de las unidades según BB
no es en absoluto equivalente a una unidad multiplicada por el número de
unidades. En el caso de las series 6, 5, 4, 3, 2, 1, el valor de seis unidades (de
toda la "oferta") equivale a 1 + 2 + 3 + 4 + 5 + 6. Esa es una perfectamente
lógica conclusión de los supuestos fundamentales de la teoría de la utilidad
marginal; pero es totalmente falaz. Y la culpa la tiene el punto de partida de la
Teoría de BB, que ignora el carácter social e histórico de los fenómenos
económicos. De hecho, nadie que esté en la producción moderna calcula el
valor de la "oferta" o sea, del conjunto de mercancías, según el método de BB.
No sólo el espejo teórico manipulado por el capital distorsiona la "vida práctica"
sino que su imagen no refleja en absoluto los hechos. Cada vendedor de n
unidades considera estas unidades como n veces tanto como una sola unidad. Y
lo mismo vale para el comprador. Un industrial considera que la decimoquinta
máquina en su fábrica tiene la misma importancia y el mismo valor que la
primera, y que el valor total de las 50 no es 50 + 49 + 48 … + 2 + 1 = 1275;
sino, sencillamente, 50 x 50 = 2500."]

Tan conspicua es la contradicción entre la "teoría" de BB y la "práctica" que


el propio profesor no pudo ignorar el problema. Esto es lo que tiene que
decir "en nuestra vida práctica ordinaria, no tenemos ocasión normalmente de
observar el fenómeno casuístico descrito anteriormente (o sea la ausencia de
una relación proporcional entre el valor de la suma y de la unidad, N.B) Esto
se debe al hecho de que, bajo el sistema de producción bajo la división del
trabajo, ¡¡¡¡¡las ventas comerciales proceden principalmente de un
excedente!!!! que no estaba en principio destinado para las necesidades
personales del dueño…”. (Böhm-Bawerk: Grundzüge, etc., p. 35).

Todo fenomenal. Pero esa es la cuestión: si este "fenómeno casuístico" no


puede ser descubierto en la vida actual económica, está claro que la teoría
de la utilidad marginal será lo que tú quieras, pero no puede ser una ley
que describa la realidad capitalista, porque precisamente este fenómeno
sería consecuencia lógica de la teoría de la utilidad marginal de la que nace
y por la que se derrumba.

Por lo tanto, vemos que la ausencia de proporción entre el valor de la suma y


el número de unidades añadidas es, por lo que a la realidad económica actual
concierne, una pura ficción. Está tan claramente en contradicción con la
realidad que el propio BB no pude llevar su propio enfoque a su conclusión
lógica. Refiriéndose al gran número de evaluaciones indirectas, dice "pero si
somos capaces de juzgar que una manzana tiene para nosotros el valor de ocho
plumas, mientras que una pera tiene el valor de seis plumas, podemos también
juzgar, después de sacar una conclusión de estas dos premisas, como tercer
juicio que una manzana es precisamente un tercio más valiosa para nosotros
que una pera"(Ibid., p.50)

Esta observación es esencialmente correcta, pero no es una aplicación


correcta del punto de vista de BB. ¿Por qué cómo llegamos en este caso al
"tercer juicio" de que la manzana es un terció más valiosa que una pera? Pues
porque ocho plumas son evidentemente un tercio más que seis plumas. Estamos
suponiendo que existe una proporción entre el valor de la suma y del número
de unidades; el valor de ocho plumas sólo puede ser un tercio mayor que el
valor de seis plumas, si el valor de ocho plumas es ocho veces el valor de una
pluma y el valor de seis plumas seis veces el valor de una pluma. El ejemplo
vuelve a mostrarnos lo poco que se parece la teoría con los fenómenos
económicos de la realidad.

Puede que su exposición sea aceptable como explicación de la psicología del


"nómada" del "colono", del "hombre del arroyo" y en todos estos casos en los
que los individuos no tienen oportunidad de "producir". En sentido moderno,
los motivos económicos que postula BB son psicológicamente imposibles y
absurdos.

Capítulo III.
La Teoría del Valor por sustitución.
Ahora arribamos a un puerto en la que esta nueva teoría encalla y se va a
pique tan sin remedio, que ni un curtido marinero como Böhm-Bawerk puede
hacer nada.

Hasta ahora habíamos considerado sólo los casos más simples de valoración
de mercancías. Hemos asumido con Böhm-Bawerk que la valoración de las
mercancías dependía de la utilidad marginal de la mercancía en cuestión. De
hecho, la cuestión no es tan simple, y esto es lo que tiene que decir el propio
Böhm-Bawerk:

"La existencia de un sistema de cambio desarrollado puede producir serias


complicaciones, pues, al hacer posible convertir mercancías de un tipo en
mercancías de otro tipo en cualquier momento, también hace posible suplir la
carencia de mercancías de un tipo con mercancías de otro… esa carencia por
tanto influye en la utilidad marginal de las nuevas mercancías sustituidas, y en
la utilidad marginal del grupo de mercancías de otro tipo que cumplen con esa
función de sustitución". Böhm-Bawerk: Grundzüge, etc., pp. 37, 38)

El profesor nos da el siguiente ejemplo:

"Alguien me roba la única gabardina que tengo para afrontar los rigores del
invierno. No puedo suplirla inmediatamente con otra gabardina, porque sólo
tenía una. Tampoco estoy muy dispuesto a sufrir la pérdida que me ocasiona
ese robo donde más puedo sentirla … así que "transferiré" la pérdida a otros
tipos de mercancías, lo que haré comprándome un nuevo abrigo a cambio de
mercancías que en otro caso podría haber adquirido" (Ibid. p.38)

Böhm-Bawerk venderá aquellas mercancías que tengan menos


"importancia". Aparte de la venta directa se pueden dar otros supuestos,
dependiendo de la situación material concreta de su "sujeto económico". Si es
un hombre acaudalado:

"los cuarenta florines que puede tener que pagar por su nueva gabardina
pueden salir de su dinero en efectivo, lo que puede resultar en una reducción
de otros lujos o gastos; si no es ni rico ni muy pobre, tendrá que pasar sin
algunas cosas algún tiempo. Y si esto no es posible, tendrá que vender o
empeñar parte del menaje; sólo en casos de extrema pobreza se tendrá que
quedar sin gabardina. En todos estos casos, salvo en el último, la valoración
de las mercancías no es por tanto una valoración aislada, sino que está
íntimamente en relación con la valoración de otras mercancías" (…) "Me
inclino a pensar que en la mayoría de las evaluaciones subjetivas que se
realizan están presentes estas valoraciones conjuntas. Pues rara vez estimamos
las mercancías que nos son indispensables por su utilidad directa, sino casi
siempre por su "utilidad en sustitución" de otros tipos de mercancías". (Ibid. P.
39)

Ahora ya la cosa se acerca más a la realidad de lo que decía el autor antes,


pero el valor es muy "negativo" para el "bienestar" de toda la teoría de BB y sus
acólitos. Ya que, por ejemplo, ¿de dónde se saca BB lo de los 40 florines, y por
qué 40 precisamente? ¿Por qué no 50 o 1000? Está claro que en este caso
Böhm-Bawerk acepta los precios de los mercados como dados. Asumiendo
la compra y la venta, o incluso sólo la compra, como una condición
necesaria, también presupone un precio objetivo. (Cf. R. Stolzmann: Der
Zweck in der Volkswirtchaftslehre, 1909, p.723.)
Y no es que Böhm-Bawerk no se percate de la cuestión, pues formula su
punto de vista con extrema claridad:

"Pero debo recalcar expresamente", observa, "que incluso inmersos en una


vida comercial desarrollada… no siempre tenemos ocasión de aplicar el último
modo de valoración (es decir por la utilidad de sustitución NB) solo lo
aplicamos… cuando los precios de las mercancías y simultáneamente la
cesación de los distintos tipos de necesidades están dispuestos de tal forma que
una pérdida en ese tipo específico de mercancía ocasionaría que necesidades
relativamente más importantes quedaran insatisfechas, más que si el precio de
compra del artículo sustituido se debiera deducir de la satisfacción de otras
necesidades"

Böhm-Bawerk por lo tanto admite que en nuestra valoración subjetiva


(modestamente admite que en la mayoría de los casos) se asume un valor
real objetivo. Pero como su tarea consiste precisamente en derivar el valor (el
patrón que determina el precio) de las valoraciones subjetivas, es claro que esta
doctrina de la utilidad por sustitución incurre en un círculo vicioso. El valor
objetivo se deriva de las valoraciones subjetivas, que a su vez se explican por
el valor objetivo. Y Böhm-Bawerk es culpable de este escándalo teórico en el
mismo momento en que no tiene más remedio que explicar el problema de
explicar una economía real, con un sistema de intercambio desarrollado, no una
economía hipotética sin contacto alguno con la realidad.

Es interesante notar que el propio BB reconoce la "seria dificultad teórica"


que esta cuestión supone para la teoría de la utilidad marginal. Pero intenta
evadirse como puede de este laberinto de contradicciones. Así es como intenta
vendernos la moto. Según él, que yo asuma que un abrigo vale 40 florines se
basa en la anticipación de "una condición que sólo puede crearse más tarde en
el mercado". Por lo tanto:

"Tales evaluaciones subjetivas no tienen otra influencia en las acciones


prácticas de los hombres en el mercado que cualquier otra expectativa general
de adquirir la mercancía necesaria a un cierto precio, por ejemplo 40 florines.
Si el artículo se adquiere a este precio, muy bien; si no, uno no tiene que volver
a casa con las manos vacías, sino abandonar esas expectativas que se han visto
frustradas por la realidad y considerar si el estado general de las
circunstancias le permitirá ofrecer un mayor precio" (Ibid., p.517.)
Böhm-Bawerk toma la decisión dependiendo de si el comprador puede acudir
a un solo mercado o a varios. En el último caso:

"Si no hay otro mercado, el comprador sin duda continuará subiendo el


precio, si es necesario hasta obtener el pleno nivel de utilidad marginal directa
que espera de la mercancía". (Ibid., p.518.)

"El comprador, por lo tanto" concluye Böhm-Bawerk, y este es el resultado


que es importante para la teoría de los precios:

"contribuirá a la formación de los precios resultantes no según utilidad


marginal directa inferior, construida sobre un precio de mercado hipotético,
sino según la mayor utilidad marginal indirecta".

En el segundo caso:

"La evaluación hipotética, puede, en cualquier caso, hacer que el cliente


compre en otro mercado, pero no puede impedir que aplique todas sus
facultades de valoración, hasta la utilidad marginal indirecta, a alguna porción
de todo el mercado". (Ibid. p.518)

Y de aquí se sigue la conclusión:

"Las evaluaciones subjetivas, basadas en la conjetura de que será posible


adquirir la mercancía deseada a un cierto precio, constituyen un notable paso
psicológico en nuestra actitud en relación con el mercado sobre el que tal
conjetura se proyecta, pero no una ley final de conducta. Esta sólo puede
basarse en la consideración del grado de utilidad marginal indirecta". (Ibid.,
pp. 518, 519.)

Así es como Böhm-Bawerk despacha la mencionada "dificultad teórica". Y


sin embargo esta explicación es imaginaria y no tiene sustento. Vamos a un
ejemplo clarísimo, el de los alimentos. Su valor subjetivo, basado en la utilidad
(tomemos una unidad correspondiente al menor grado de satisfacción y al grado
mayor de utilidad) es infinito. Asumamos, por lo tanto, que la valoración basada
en la anticipación de las condiciones de mercado de una barra de pan es un euro.
¿Qué decisión se tomará, según BB? En otras palabras, ¿cuándo nuestro
“individuo” decidirá pagar el precio que sea, darlo todo por una “barra de
pan”? Está claro que esto sólo puede ocurrir en situaciones muy
excepcionales del mercado.
Y no sólo deben sobrevenir situaciones anormales, sino también estados
excepcionales, esto es, que no exista en absoluto producción social, una
economía social, etc, en la acepción común del término. Eso puede pasar en una
"ciudad asediada" (A BB le encanta poner este ejemplo) o en un barco que ha
encallado en una isla desierta, o en un nómada del desierto. Pero no puede
ocurrir en la vida moderna cuando el proceso de producción y reproducción
social sigue su curso normal. El proceso aquí es muy diferente. Entre la
valoración subjetiva según la utilidad y la cifra presumible del precio de
mercado (en el presente caso entre el teórico infinito y un euro) hay una gran
cantidad de precios posibles (ignoramos de momento que pueda bajar de un
euro) Como regla general, cada transacción se llevará a cabo sobre un
fundamento muy cercano a los precios anticipados, y en algunos casos
coincidirán completamente, como es el caso de los comercios que ponen un
precio fijo. Pero sea como fuere, hay algo que está claro: asumiendo el
curso normal de la producción social, la relación entre la demanda social y
la oferta social se configura de tal modo que impide que las evaluaciones
individuales de utilidad desempeñen un papel dominante, de hecho, casi no
aparecen en la superficie de la vida social en absoluto. (Wilhelm Scharling,
op. cit., p.29; también Lewin: Arbeitslohn und soziale Entwicklung. Appendix.)

Nuestro ejemplo es apropiado para analizar los dos casos citados por Böhm-
Bawerk. Aún hemos de analizar otro caso que atrae su atención, a saber, la
compra para reventa posterior, en la que:

"Un comprador estima la mercancía completamente de conformidad con su


valor de cambio (subjetivo) y en absoluto por su valor de uso”.

En esos casos Böhm-Bawerk representa la condición de este modo:

"El precio de mercado es influido por la valoración (de cambio) del


comerciante; esta se basa en el precio supuesto de mercado de un segundo
mercado, y este, a su vez, entre otras cosas, en las valoraciones de los
prospectivos compradores en este segundo mercado" (Ibid., p.519.)

Aquí la cosa es aún más compleja. Böhm-Bawerk mantiene que el comprador


valora el artículo útil sobre la base de la suma de dinero que "uno espera
obtener en otro mercado (deduciendo los costes de transporte y demás) por él".

Esta suma de dinero se analiza en función de las valoraciones de los


compradores (según la utilidad) en el segundo mercado. Pero la cosa no es tan
sencilla. El comerciante quiere sacar tanto beneficio como pueda, y su cuantía
depende de muchas circunstancias. Böhm-Bawerk apunta algunas, costes de
transporte, costes indirectos, etc. Pero esto significa que Böhm-Bawerk
simplemente introduce nuevas series (cada una con sus elementos constitutivos)
de precios comerciales, como cantidades que no requieren explicación alguna.
Pero en realidad hay que explicar cada "ingrediente" de tales costes. Además,
Böhm-Bawerk se cree que ha llegado al punto final de su análisis cuando llega
a la valoración de los consumidores en el segundo mercado. Pero aquí se engaña
de todo en todo lamentablemente. Porque esas evaluaciones pueden aún
subdividirse. Seguro que no pueden basarse en la mera "utilidad". Puesto que
de nuevo los nuevos comerciantes que adquieren la mercancía quieren
revenderla en otros mercados; por otro lado, incluso los que van buscando
utilidad no valoran la mercancía directamente, sino por su valor de
sustitución. La presencia de intermediarios nos obliga a ocuparnos de un tercer
mercado, y puesto que puede haber intermediarios allí también, pues habrá unos
cuatro mercados, un quinto, y así hasta el infinito. Más aún, hemos visto como
se ha pasado por alto una serie de precios comerciales y evaluaciones por
sustitución al tomarse en el fondo como dados como Böhm-Bawerk. El hecho
definitivo es que el fenómeno total se divide en una serie de elementos de los
que no se puede dar cuenta del todo con plena satisfacción.

Vamos a detenernos por un momento en la defensa que hace Böhm-Bawerk,


debido a su importancia: parece una tentativa de responder a la objeción de que
la teoría cae en un círculo vicioso:

"La objeción de circularidad radica en que las valoraciones subjetivas


basadas en los precios conjeturados de mercado son diferentes de las
valoraciones en las que se basa el precio de mercado. La aparente circularidad
se basa simplemente en el parecido semántico de las palabras usadas en ambos
casos "valoraciones subjetivas", cuando lo que ocurre es que no hablamos del
mismo fenómeno, sino de diferentes fenómenos, que abarcan los mismos
términos".

(Böhm-Bawerk: Kapital and Kapitalzins, vol. II, part I, p.403.)

Böhm-Bawerk intenta aclararnos esto con este ejemplo:

"Una comisión parlamentaria ha adoptado esta norma: sus miembros deben


votar según la decisión de los miembros de la mayoría dentro de la comisión.
Obviamente, las decisiones de la comisión se explicarán correctamente como
resultado del voto de los integrantes de la comisión, y los votos de los miembros
de la comisión en el parlamento, se explicarán por la decisión de la comisión.
Pero esa explicación no implica circularidad alguna".

(Ibid., p.403.)

En otras palabras, Böhm-Bawerk busca justificarse asimismo por haber


explicado una serie de valoraciones subjetivas a partir de otra serie de
evaluaciones subjetivas. Podríamos decir que la "otra" serie también tiene una
"tercera", una "cuarta", tras ella. Y no sirve decir que las valoraciones son
diferentes, pues la teoría de los costes de producción que tanto denuncian los
austriacos, también parte de unos costes a otros, de un grupo de precios a otros,
sin que se evite caer en el mismo círculo vicioso. La razón es muy simple, no
estamos remontando unos fenómenos a otros fenómenos del mismo tipo, sino
explicando una categoría de fenómenos a partir de una diferente categoría de
fenómenos. En el primer caso solo nos limita la infinitud del tiempo y el
espacio, con el resultado de que cualquier valoración nos llevará mucho más
allá del tiempo presente; deberíamos proyectar una película infinita
retrospectivamente, que estaría lejos de constituir una solución a un
problema teórico, sino una historia infinita de todas las etapas. Y eso no es
desde luego un accidente. Böhm-Bawerk no puede evitarlo como consecuencia
del individualismo extremo de la escuela. Los austriacos no se percatan que la
psicología individual está condicionada por el magma social, que las
características "individuales" de los hombres son en su mayor parte
características "sociales", y que el "átomo individual" no es más que una
fantasía austriaca, parecida al débil proletario de los bosques primigenios de
Wilhelm Roscher. La exposición parece excelente mientras el análisis de los
motivos y las valoraciones se ocupa de Robinsones. Pero cuando analizamos la
economía actual, aparecen dificultades insoslayables; no podemos realizar un
salto teórico desde la psicología del "sujeto aislado" a la del hombre en una
sociedad productora de mercancías. Pero si partimos de la psicología del
anterior, los elementos "objetivos" de los fenómenos económicos de la
economía mercantil ya están dados; en consecuencia, no pueden derivarse
(exclusivamente) de los fenómenos psicológicos individuales sin
enfrentarse al pliego de cargos de que uno está explicando las cosas ídem
per ídem.

En la teoría de la utilidad por sustitución, la incorrección de la metodología


de la escuela y su insuficiencia teórica aparecen muy claramente. La falacia
fundamental de Böhm-Bawerk es derivar el valor subjetivo del objetivo, que a
su vez se deriva del subjetivo: muchas soluciones de los problemas presentan
la misma falacia.

1. La cuantía de la utilidad marginal y la cantidad de las mercancías.

Al investigar la cuestión del nivel del valor (n del t, aquí Bujarin habla del
valor como "patrón que determina los precios"), hallamos que Böhm-Bawerk
lo hace depender del nivel de la utilidad marginal. Ahora podemos avanzar para
analizar qué factores definen este nivel.

"En este punto, debemos mencionar la relación entre la oferta y la


demanda". En su análisis de esta relación Böhm-Bawerk descubre la siguiente
ley sencilla, que pretende ser expresión de la relación entre el consumo y las
mercancías:

"Cuanto mayor y más importantes sean las necesidades que requieren


satisfacción, y menor la cantidad de mercancías disponibles para esos fines…
mayor "debe" ser por tanto la utilidad marginal".

(Böhm-Bawerk: Grundzüge, etc., p.40.)

En otras palabras, el nivel de la utilidad marginal se determina por dos


factores: un factor subjetivo (necesidades, preferencias, etc.) y un factor
objetivo (la cantidad de mercancías). Pero ¿cómo se determina esta cantidad?
No hay respuesta austriaca. Se supone que hay un cierto número de artículos
presentes, y se asume un cierto grado de "escasez" como dado. Pero este
punto de vista es teóricamente flojo, pues los fenómenos que ha de analizar
la ciencia económica incluyen las actividades económicas y por encima de
todo la producción de mercancías económicas. La noción de una "oferta" de
mercancías, como A. Shor ha observado correctamente, presupone un proceso
anterior de producción, un fenómeno que de un modo u otro ha de tener una
enorme influencia en la producción de mercancías. La producción es todavía
más importante cuando pasamos de la estática a la dinámica. Es claro que la
teoría austriaca, al empezar con una oferta dada de mercancías, no puede
explicar los fenómenos más elementales de la dinámica económica, por
ejemplo, las variaciones de los precios, para no hablar de otros fenómenos más
complejos. Y en íntima conexión con ese hecho, la explicación que da Böhm-
Bawerk de la cuestión del nivel del valor suscita nuevos problemas:
"Las perlas y los diamantes existen en tan pequeñas cantidades que la
necesidad de ellos puede ser satisfecha sólo en pequeña medida, y la utilidad
marginal provocada por tal satisfacción es relativamente elevada, en tanto que,
afortunadamente, el pan y el hierro, el agua y el aire, por regla general están
disponibles en cantidades enormes de modo que pueden asegurar que sean
satisfechas las necesidades más importantes en relación con dichas
sustancias". (Böhm-Bawerk: Grundzüge, etc., p.32.)

"Existen", "como regla general"… ¿Qué diría Böhm-Bawerk de las llamadas


"revoluciones de precios" cuando una productividad incrementada del trabajo
produce una catastrófica caída de los precios? Aquí no vale salir del paso con
decir "por regla general". El lector avisado ya habrá notado con qué
parcialidad elige sus ejemplos el profesor. En vez de ofrecernos una
explicación del valor de los productos más conspicuos, productos que son
mercancías, productos que se reproducen en masa y que llevan marca de
fábrica, prefiere hablar del agua y del aire. Incluso el pan revela las lagunas
de la posición del profesor; solo tenemos que recordar la súbita caída en los
precios del grano en el comienzo de la crisis agrícola de 1880 a 1890 debido a
la nueva competencia de ultramar. La "oferta de mercancías" se alteró al
momento, por la simple razón de que nuevas condiciones de producción,
que no menciona Böhm-Bawerk ni de pasada, desempeñaron un gran
papel. El proceso de producción, sin embargo, no es "una circunstancia
compleja" una "modificación de los supuestos esenciales" como imagina
Böhm-Bawerk. Por el contrario, la producción es el fundamento de la vida
social en general y de sus fases económicas en particular. La "escasez" de las
mercancías (excepto en algunos casos que tenemos derecho a pasar por
alto) no es sino la expresión de ciertas condiciones de producción, una
función del gasto de trabajo social. Por lo tanto, un producto "escaso" un día
puede llegar a ser muy común cuando cambian las condiciones.

"¿Por qué el algodón, las patatas y el whiskey son la palanca de la sociedad


burguesa? Porque su producción precisa de menos trabajo y su precio en
consecuencia es menor”. (Karl Marx, Miseria de la Filosofía)

Pero estos productos no siempre desempeñan tal papel. Tanto el algodón


como las patatas adquieren su importancia sólo con modificaciones en el
sistema de trabajo social, sólo cuando los costes de producción y reproducción
de tales productos (y de su transporte) han llegado a un cierto nivel.
En otras palabras, sin que se nos ofrezca una respuesta al problema del modo
en que se determina la cantidad de mercancías, Böhm-Bawerk tampoco nos
explica exhaustivamente el segundo problema, qué es lo que determina los
diversos niveles de utilidad marginal.

Al alimón con Böhm-Bawerk, hasta ahora hemos examinado la cuestión


desde el punto de vista abstracto. Ocupémonos ahora de la "influjo
modificador" de la economía mercantil. Como se podía esperar de antemano,
las explicaciones de Böhm-Bawerk serán aquí asaz confusas:

"La existencia de un sistema de intercambio también introduce mayor


complejidad. En cualquier momento hace posible una satisfacción parcial de
una necesidad, para ser exactos al precio de no satisfacer otras necesidades, o
de reducir la satisfacción de las mismas en consonancia… esto complica el
círculo de factores que influyen en el nivel de utilidad marginal del siguiente
modo: se ejerce una influencia, en primer lugar, por la relación entre la oferta
y la demanda de las mercancías del tipo específico que han de ser valoradas,
en la sociedad unida por el tráfico mercantil. Pues esta relación (de la oferta y
la demanda) influye… en el nivel de precios que hay que pagar por el artículo
deseado sustitutivo, y simultáneamente el volumen de privación que hay que
sufrir en relación con otros tipos de mercancías que han de ser sustituidas. En
segundo lugar, existe la influencia de la oferta y la demanda en el propio sujeto
que evalúa, en relación con los tipos de necesidades que deben ser reducidas
en virtud de la sustitución. Porque dependerá de esta condición si la reducción
de mercancías afectará a un nivel más o menos elevado de la satisfacción de
las necesidades, en otros términos, si existe una mayor o menor "utilidad
marginal" de la que se deba prescindir".

(Böhm-Bawerk: Grundzüge, etc., pp. 40, 41.)

Hallamos, por tanto, que la relación entre la oferta social y la demanda social
de bienes es un factor determinante del nivel de la valoración individual
subjetiva (o del nivel de la "utilidad marginal") pues es esta relación la que
determina el precio. Cuanto mayor sea el precio de un artículo nuevo, mayor es
la valoración subjetiva del antiguo.

No es difícil percatarse de que esta cuestión vuelve a conllevar una serie de


contradicciones. En primer lugar, todo lo que ya hemos dicho en nuestro
análisis de la teoría de la utilidad por sustitución se aplica aquí también; la
valoración subjetiva de la que el precio ha de derivarse en realidad comienza
con el precio mismo. Además, la circunstancia final que gobierna el precio es
la ley de la oferta y la demanda, que según los austriacos proviene de leyes que
determinan las valoraciones subjetivas, y en última instancia, en la ley de la
utilidad marginal.

Pero si el precio se puede explicar sin más por la ley de la oferta y la


demanda, sin mayores disquisiciones, ¿no es superflua una teoría subjetiva
del valor? Y, por último, puesto que la ley de la oferta y la demanda debe
explicarse, incluso según la teoría de la utilidad marginal, sólo por las leyes que
determinan las valoraciones subjetivas, los "precios" que se pretenden como
explicación de las evaluaciones subjetivas tienen que explicarse a su vez por las
valoraciones subjetivas.

En una economía de intercambio mercantil, sin embargo, incluso estas


valoraciones subjetivas se someten a la ley general y dependen de los precios.
Es siempre la misma historia, basada en la equivocada concepción de los
austriacos sobre la relación entre el individuo y la sociedad en su conjunto.

2. La fijación del Valor de las Mercancías en


distintos tipos de consumo. Valor de cambio
subjetivo; El Dinero.
Hasta ahora hemos considerado solamente casos en los que la mercancía que
hay que evaluar ha satisfecho sólo una necesidad; ahora seguiremos con Böhm-
Bawerk para ocuparnos del caso en el que una simple mercancía puede servir
para satisfacer varias necesidades.

"La respuesta a esta cuestión" dice Böhm-Bawerk, "es muy sencilla. La


máxima utilidad marginal es siempre el factor determinante…. La verdadera
utilidad marginal de una mercancía es idéntica a la menor utilidad en la que
pueda ser empleada económicamente. Y si varios usos mutuamente excluyentes
están concurriendo en una mercancía disponible, es claro que un proceder
económico racional asignará prioridad al uso más importante. Esto sólo es
económicamente admisible; todos los usos menos importantes se cancelan y no
tienen más influencia en la valoración de la mercancía, que no va a servir para
eso". (Böhm-Bawerk: Grundzüge, etc., p.52.)

A partir de ello, deriva Böhm-Bawerk la siguiente fórmula general:


"En el caso de las mercancías que permiten varias aplicaciones que
conllevan una muy pequeña y variable cantidad de utilidad marginal, la mayor
de las utilidades marginales alternativas de aplicación es la dominante a la
hora de fijar el valor de su valor económico".

(Ibid., pp. 52, 53; italics mine. - N.B.)

Lo primero que nos sorprende es la peculiar terminología empleada. "La


mayor utilidad de la mercancía resulta ser la "menor utilidad" en la que puede
emplearse económicamente". Porque razón es precisamente la menor resulta
completamente oscuro. Pero esto no atañe a la esencia de la cuestión. Si
aplicamos la fórmula de Böhm-Bawerk a la vida económica, volvemos a
encontrarnos con la misma falacia de siempre, el círculo.

Vamos a poner un ejemplo sencillito: tenemos la mercancía A, con el dinero


que saquemos por ella podemos comprar una serie de cosas, con el dinero x la
mercancía B, con el dinero y la mercancía C, con el dinero z la mercancía D,
etc. Es claro que la mercancía que se compre, y en consecuencia la aplicación
que se dé a esa mercancía dependerá de los precios de mercado actuales;
podemos comprar esa mercancía o no, dependiendo de si es cara o barata.

Y de modo similar, si lo que nos preocupa es la elección de los "medios de


aplicación" de los medios de producción, hacemos nuestra elección según los
precios de los productos de las diferentes ramas de producción o, en otras
palabras, la cuestión de los "modos de aplicación" presupone el precio, como
bien ha señalado Gustav Eckstein. (Gustav Eckstein: "Zur Methode der
politischen ökonomie," Die Neue Zeit, Vol. XXVIII, part I, p. 371).

La falacia llega a su punto culminante en la teoría del valor de cambio


subjetivo.

Böhm-Bawerk distingue entre dos variedades de "versatilidad" de las


mercancías, basadas en dos variedades de su "aplicación"; a saber, los distintos
modos de aplicación son el resultado de su "versatilidad técnica" de la
mercancía o de su capacidad de ser intercambiada por otra mercancía. Lo último
suele ser el caso, cuando más implicado está uno en las relaciones de cambio.
La división del valor subjetivo en valor de uso subjetivo y valor de cambio
subjetivo se basa en la significación dual de la mercancía, de ser capaz directa
o indirectamente un medio para satisfacer una necesidad por un lado (o sea su
uso como medios de producción) o un medio de cambio.
"La magnitud del valor de uso", dice Böhm-Bawerk, "se mide… por el nivel
de utilidad marginal implicado en la mercancía que hay que evaluar para tal
propio uso. La magnitud del valor de cambio subjetivo debe por tanto medirse
por la utilidad marginal de las mercancías que han de ser intercambiadas por
ella". (Böhm-Bawerk: Grundzüge, etc.… pp. 53. 54.)

Se sigue que la magnitud del valor de cambio subjetivo "debe depender de


dos circunstancias: primero en el valor de intercambio objetivo (valor de
cambio objetivo) de la mercancía, pues este determina si uno puede obtener
muchas o pocas mercancías a cambio de ella; y, en segundo lugar, en la
condición de las necesidades y recursos del dueño”. (Ibid. p.54.)

Hemos citado literalmente a Böhm-Bawerk, pues no se podría expresar mejor


el absurdo y la contradicción implicados en el concepto de valor de cambio
objetivo. El propio Böhm-Bawerk nos dice que la "medida del valor de cambio
subjetivo… debe depender en el valor de cambio objetivo".

Aquí el profesor no mete de contrabando el mundo "objetivo" del mercado.


Por el contrario, el colapso de una teoría fundada en las arenas movedizas de la
psique individual se hace patente en la misma definición del patrón del valor de
cambio subjetivo.

Es normal que la completa quiebra de la teoría austriaca se revele de la forma


más palmaria en la cuestión del dinero.

"La mercancía más versátil" dice Wieser, "es el dinero…. No hay ninguna
otra mercancía que nos dé una oportunidad de formarnos una más clara noción
de la utilidad marginal (Friedrich von Wieser, Der natürliche Wert, Vienna,
1889, página 13.)

Esta afirmación de uno de los más prominentes teóricos de la escuela suena


bastante irónica si lo parangonamos con los resultados obtenidos por la nueva
escuela en este campo. Como es bien sabido, el dinero se distingue de otras
mercancías por ser un equivalente universal de las mismas. Precisamente esta
propiedad, en virtud de la cual el dinero es la expresión universal del valor de
cambio abstracto, hace extremadamente difícil analizarlo desde el punto de
vista de la utilidad marginal.

De hecho, el agente del moderno capitalismo siempre considera el dinero, en


todos los intercambios, exclusivamente en función de su "poder de compra" es
decir, su valor de cambio objetivo. No hay un solo "sujeto económico" que
piense en estimar su efectivo disponible de oro desde el punto de vista de la
satisfacción de sus "necesidades estéticas".

En vista del valor de uso dual del dinero, a saber, como mercancía y como
dinero, su valoración solamente atañe a su última función. Si ya en el análisis
del valor de las mercancías normales, es posible discernir la presencia de
relaciones sociales, que impiden cualquier interpretación exclusivamente
individualista de los fenómenos económicos (repasar nuestro análisis de la
utilidad por sustitución) estos fenómenos sociales encuentran su más plena
expresión en el caso del dinero. Pues el dinero es la "mercancía" cuya
valoración subjetiva, según la terminología austriaca, es el valor de cambio
subjetivo. Al exponer las contradicciones y el absurdo lógico de esta noción,
hemos revelado el error fundamental de toda su teoría del dinero. Gustav
Eckstein expone este error con mucha gracia:

"El valor objetivo de cambio del dinero, por tanto, resulta de su valor de uso
subjetivo, y este consiste en su valor de uso subjetivo que a su vez depende de
su valor de cambio objetivo. El resultado final parece tan coherente como el
famoso teorema que decía que la indigencia es resultado de la pobreza".

En otras palabras, el valor de cambio objetivo del dinero se determina por el


valor de cambio objetivo del dinero.

La teoría del dinero y de la circulación de este son piedra de toque en cierto


sentido de cualquier teoría del valor, puesto que el dinero es precisamente la
más clara objetivación de complicadas relaciones humanas. Sólo por esta razón,
"el enigma del fetiche del oro" que "ciega por su lustre" es uno de los problemas
más difíciles de la economía política. Marx presentaba un ejemplo clásico en
su análisis del oro (en El Capital y en su Contribución a la Crítica de la
Economía Política) y esas páginas son de las mejores cosas que se han escrito
en este terreno. En cambio, la "teoría" del dinero de los austriacos revela
claramente la esterilidad teórica de sus constructos, su completa bancarrota
teórica.

4- El Valor de los Bienes Complementarios, la


Teoría de la Imputación.
Una de las cuestiones más confusos abordadas por la Escuela Austriaca es la
del valor de los llamados "bienes complementarios" (Karl Menger) o la "teoría
de la imputación" un término introducido por Wieser. Por bienes
complementarios con mucha gracia entiende aquellos bienes que se
perfeccionan mutuamente: en este caso:

"La cooperación de varias mercancías es necesaria para lograr una utilidad


económica, de tal modo que si faltara una mercancía de la serie la utilidad no
podría obtenerse, o se obtendría de manera imperfecta"

(Böhm-Bawerk: Grundzüge, etc., p.56.)

Los ejemplos de esos tipos de mercancías, citadas por Böhm-Bawerk son: el


papel, la pluma y la tinta, la aguja y el hilo, dos pares de guantes, etc. Es claro
que dichos grupos de bienes complementarios se encuentran con particular
frecuencia en las materias primas, pues las condiciones de producción
imponen la cooperación de toda una serie de factores, y si faltara uno sólo
quedaría en nada toda la operación, así como la efectividad de los demás
factores.

En su análisis del valor de los bienes complementarios Böhm-Bawerk llega a


una serie de "leyes" especiales, que operan todas en el seno de la ley general de
la utilidad marginal. Su punto de partida en este análisis es el valor total de todo
el grupo, para el que expone el siguiente teorema:

"El valor total de todo el grupo se determina por regla general por el grado
de utilidad marginal que son capaces de producir conjuntamente" (Ibid., p. 56)

Si tres mercancías A, B y C, empleadas conjuntamente pueden obtener una


mínima utilidad económica de cien unidades de valor, el valor total del grupo
será igual a 100. Pero esos casos tan sencillos, según Böhm-Bawerk, se
encuentran sólo "en el caso más general y normal". Debemos distinguir entre
los casos especiales y este caso "normal". En los anteriores la ley de la
sustitución de la que hemos hablado anteriormente es operativa (ver el análisis
de la teoría de la utilidad por sustitución)

Por ejemplo, si la utilidad marginal en una utilización conjunta es 100 "en


tanto que el valor de sustitución de los tres miembros del grupo puede ser
individualmente sólo 20, 30, 40, un total de sólo 90, la obtención de la utilidad
conjunta de 100 no depende evidentemente de todas tomadas conjuntamente,
mientras que la de la baja utilidad de 90 es tan dependiente".

(Ibid., p.57)

Esas "cuestiones subsidiarias" (en realidad algo de lo más frecuente en la


economía capitalista, podríamos decir) aparentemente no le interesan mucho a
BB; el analiza sólo el caso principal "en la que la utilidad marginal que ha de
ser obtenida por una aplicación conjunta es simultáneamente el verdadero
determinante del valor de la utilidad marginal". (Ibid. Pag 57)

En otras palabras, el valor de todo el grupo se asume como dado. La cuestión


es simplemente determinar las proporciones según las cuales el valor agregado
se distribuye entre las mercancías individuales que forman el grupo. Este es el
problema de la "imputación económica".

Esta imputación económica debe distinguirse, según la escuela austriaca, de


toda otra responsabilidad económica, por ejemplo, de la responsabilidad moral,
legal y física. Los teóricos más tempranos, según Wieser, incurrieron en la
siguiente falacia:

"Intentaban determinar que porción del producto total considerada


físicamente, había sido producida por cada factor, o, que porción del efecto
debía ser asignado a cada causa física, Pero es imposible determinar esto".

(Friedrich von Wieser: Der natürliche Wert, p.72; también, Peter Struve, op.
cit., vol. II, Moscow, 1916, en ruso)

La actitud de Böhm-Bawerk es parecida; en esta cuestión está totalmente de


acuerdo con Wieser. Al distribuir valores a las diversas fracciones del grupo,
surgen diferentes combinaciones, que dependen, según la terminología de
Böhm-Bawerk, de la "peculiaridad casuística del caso". Examinemos los tres
casos fundamentales analizados por Böhm-Bawerk.

I-Las mercancías dadas pueden rendir utilidad sólo cuando se emplean juntas
y no pueden remplazarse. En cada caso el portador del valor total es todo el
grupo complementario.

II- Los distintos miembros del grupo pueden ser destinados a otros usos
diferentes del grupo complementario. "En este caso el valor del artículo
individual ya no fluctúa entre "nada" y "todo" sólo entre la magnitud de la
utilidad marginal que puede rendir sola, como el mínimo, y la magnitud de la
utilidad marginal total de los demás miembros, como máximo" (Ibid., p.58.)

Asumamos que tres artículos, A, B y C, en su efecto conjunto producen una


utilidad marginal de 100; asumamos que fuera del grupo complementario (en
otro "modo de empleo") sus valores aislados son A=10, B=20 y C=30; en este
caso el "valor aislado" de A es 10. Sin embargo, el valor de A como miembro
del grupo complementario (que se halla asumiendo que A se suprime y se acaba
con el grupo) es igual a 100 - (20 + 30) esto es, 50.

III-Ciertos elementos del grupo pueden remplazarse. En este caso la ley de


sustitución deviene operativa. La fórmula general que explica el caso es:

"El valor de los elementos remplazables, con independencia de su concreto


valor complementario, se fija en una cifra específica, que determina su grado
de participación cuando el valor total del grupo se distribuye entre sus diversos
miembros. La distribución se efectúa primero asignando su valor fijo a los
miembros que pueden remplazarse, para deducirse del valor de todo el grupo
que resulte de su unión, y después asignando el remanente, que puede variar
con la magnitud de la utilidad marginal, a los elementos no remplazables como
su valor individual". (Ibid., p.50.)

Menuda teoría de la "responsabilidad económica" en su aspecto general.

Sin duda el adscribir (imputar) el valor de un producto a los diversos factores


de producción constituye hasta cierto punto un proceso psicológico que se da
en la realidad. Por supuesto, si el estudio de estos fenómenos puede conducir a
una solución satisfactoria del problema es otra cuestión. Baste aquí examinar el
caso más típico, a saber, el caso en que la introducción de evaluaciones por
sustitución es el factor determinante. Aquí la cuestión es por encima de todo
¿qué "valor del producto" se ha de asignar al grupo complementario? ¿Qué
representa a ojos del capitalista?

Hemos visto anteriormente que incluso Böhm-Bawerk presenta las


valoraciones de las mercancías por sus productores capitalistas en poco más que
cero. A ojos del capitalista, no hay utilidad marginal de los bienes como patrón
de su estimación.
Por otro lado, sería absurdo hablar de una "utilidad marginal social". Pero es
posible en este caso que el capitalista hable (y lo hace) del precio del producto,
que imputa a una operación, luego a otra, de su capital productivo. Se sigue que
la introducción de uno u otro factor de producción a una u otra porción del
grupo complementario depende sobre todo del precio del producto y en
absoluto de su utilidad marginal como dice Böhm-Bawerk. Además, en nuestro
caso típico, las porciones del grupo complementario pueden remplazarse,
pueden obtenerse en cualquier momento en el mercado. Y tampoco le da igual
al capitalista cuanto debe pagar por una máquina u otra, o que salarios reciben
sus trabajadores, etc.

En otras palabras, está interesado en el precio de mercado de sus factores de


producción, de estos depende la adquisición de nueva maquinaria, su empleo
de nueva fuerza de trabajo, y aumentar o disminuir la producción.

Por último, hay otra categoría de categorías económicas objetivamente dadas:


el tipo de interés. Por ejemplo ¿cómo valorará el campesino su tierra?

Según Böhm-Bawerk lo hará de este modo:

"en la práctica presente los "costes" de deducen primero del rendimiento


total. Los costes son … precisamente los gastos de los medios de producción
remplazables de un valor de sustitución dado".

(Böhm-Bawerk: Grundzüge, etc., p.60.)

El resto el campesino los adscribe (imputa) a la tierra (Ibid. p. 60)

Esto es lo que llamamos renta de la tierra: una capitalización que nos dará su
precio. No hace falta probar que cada porción de una finca se valora de esta
forma, capitalizando la renta de la tierra; cualquier ejemplo práctico confirmará
este hecho. Pero esa evaluación presupone la tasa de interés como dada; el
resultado de la capitalización depende plenamente de esta.

Así que vemos que Böhm-Bawerk no logra siquiera describir bien la


"psicología fetichista del productor" puesto que excluye los factores "objetivos"
que siempre están presentes en cuanto estamos en un sistema producción de
mercancías y más aún en un sistema capitalista de producción de mercancías.
La teoría de la "responsabilidad económica" (imputación) supone una
transición directa a la teoría de la distribución en lo que atañe a los austriacos.
Por lo tanto, ignoraremos de momento una serie de cuestiones que toca Böhm-
Bawerk, porque vamos a ocuparnos de ellas en su teoría del interés.

5. El Valor de las mercancías productivas, costes


de producción.
La escuela clásica de economía, al analizar los elementos que componen el
valor de las mercancías de consumo, hacían derivar el valor principalmente del
valor de las materias primas consumidas. Cualquiera que fuera la forma de
análisis en un caso concreto, la idea subyacente siempre era esta: el valor de los
medios de producción constituye el patrón determinante del valor de las
mercancías que pueden reproducirse ad libitum. Pero para los austriacos esto
no es así.

"El valor es igual al "valor esperado del rendimiento esperado" de las


mercancías marginales. Esta es la verdadera idea fundamental del moderno
sistema económico en contraposición a los clásicos. La idea es que, partiendo
del valor de los artículos de consumo procedemos fundando nuestra teoría de
la formación de los precios en este valor, que de este modo crea el valor de las
mercancías productivas, un valor que necesitamos en este procedimiento,
derivándolo de las mercancías de consumo"

(Joseph Schumpeter: Bemerkungen, etc., p.83.)

Analicemos esta idea fundamental más despacio. Según Menger, o mejor


según el ejemplo de Gossen, Böhm-Bawerk divide todas las mercancías en
categorías, dependiendo de su mayor o menor proximidad al proceso
productivo. De este modo obtenemos mercancías de consumo, mercancías
productivas en contacto directo con mercancías de consumo dadas o
"mercancías productivas del primer orden", etc.

A esas últimas mercancías se las denomina mercancías del "mayor" o de


"remotísimo" orden. ¿Cómo se determina el valor de estas mercancías del
mayor orden? Böhm-Bawerk aborda el problema así, toda mercancía, por lo
tanto, toda mercancía del "mayor orden" esto es, mi instrumento de producción
puede tener valor sólo cuando de modo directo o indirecto satisface una
necesidad. Asumiendo que tratamos con la mercancía de consumo A, resultado
de la utilización de las mercancías productivas G2, G3, G4 (las cifra 2, 3 y 4
indican el orden de las mercancías, su grado de lejanía de la mercancía de
consumo A) es obvio que la utilidad marginal de la mercancía A resultará de
las mercancías G, "La utilidad marginal de A dependerá del grupo G2, así como
del producto final A mismo". (Böhm-Bawerk: Grundzüge, etc., p.64.)

Böhm-Bawerk llega al siguiente teorema:

"De todos los grupos sucesivos de mercancías productivas del más remoto
orden depende uno y el mismo resultado, a saber, la utilidad marginal del
producto final" (Ibid., p.64.)

Se sigue que:

"La magnitud de la utilidad marginal se expresará primero y directamente


en el valor del producto final. Este constituye la guía para el valor del grupo
de mercancías del que procede, y a su vez, del valor de las mercancías del
tercer orden, y el último, finalmente del valor del grupo final, el del cuarto
orden. En cada fase el nombre del factor decisivo puede cambiar, pero el mismo
hecho está siempre presente bajo diversos nombres, la utilidad marginal del
producto final".

(Ibid., p.65.)

Esta condición se encuentra siempre que ignoremos la circunstancia de que


uno y el mismo medio de producción puede servir, y así suele ser el caso, para
la producción de varios medios de consumo. Imaginemos que la mercancía
productiva G puede emplearse en tres diferentes ramas de producción, que
resultan en los productos A, B y C, que tienen utilidades marginales respectivas
de 100, 120 y 200 unidades de valor. Böhm-Bawerk vuelve al mismo tipo de
razonamiento que empleó en el análisis del valor de las mercancías del consumo
e infiere que la pérdida de un grupo de las mercancías productivas de la
categoría G2 llevará a una disminución de esa rama de producción que
proporciona el producto que tiene la menor utilidad marginal. De ahí resulta
este teorema:

"El valor de la unidad medios de producción se determina por la utilidad


marginal y el valor del producto que entre todas las mercancías que podrían
haberse producido por esa unidad tiene la menor utilidad marginal."
(Ibid., p. 69.)

Esta ley, según Böhm-Bawerk, también sirve para explicar la ley "clásica" de
los costes de producción de tal modo que el valor de las mercancías cuya
utilidad marginal no es la inferior (los grupos B y C) en nuestro ejemplo, no se
determinan por su propia utilidad marginal, sino por el valor de los medios de
producción (coste de producción) que dependen a su vez del valor y de la
utilidad marginal del producto marginal, es decir, del producto que tenga la
menor utilidad marginal. En otras palabras, la mencionada ley de sustitución
sigue operativa aquí. Con la excepción del "producto marginal" los costes de
producción son, por tanto, el factor determinante de todos los tipos de
"mercancías relacionadas con la producción" pero su propia magnitud, es decir,
el valor de los medios de producción se determina por el valor del producto
marginal, por su utilidad adicional:

"en un último análisis, la utilidad marginal aparece como la cantidad


determinante, puesto que la ley de los costes de producción son una ley
particular, puesto que los costes no son el final, sino sólo una causa intermedia
del valor de las mercancías".

(Ibid., p.71.)

Pues vaya con la forma general del valor de las mercancías productivas según
esta escuela. Vamos a criticar esta teoría, comenzando con su idea fundamental,
a saber, la dependencia del valor de los medios de producción del valor del
producto. La caída de los precios de las mercancías implicada en el progreso de
la industria es el hecho empírico más importante sobre el que trabajaba la
"vieja" teoría, que decía que los costes de producción eran un factor
determinante del valor (o precio) del producto. La conexión entre la reducción
de los costes de producción y la caída de los precios de las mercancías está muy
clara. Debemos llamar la atención a Böhm-Bawerk sobre este fenómeno por
encima de todo como piedra de toque de toda su teoría. Böhm-Bawerk tiene lo
siguiente que decir:

Asumamos, nos dice, que se descubren nuevos yacimientos de cobre. Esta


circunstancia (a menos que existiera un gran incremento simultáneo en la
demanda de cobre) supondría una caída de valor de los productos
confeccionados con cobre. La causa inmediata de esta caída se encuentra, por
tanto, en el campo de las mercancías productivas, que no significa, como nos
sigue diciendo Böhm-Bawerk, que la causa original es la caída del valor del
cobre. Representa el proceso como sigue: aumenta la oferta de cobre, esto hace
que se produzcan más artículos hechos con cobre; a esto le acompaña un valor
decreciente de estos productos, que a su vez resulta en una reducción del valor
de la mercancía productiva (el cobre)

Examinemos esta proposición. En primer lugar, es claro que cada mercancía


productiva puede tener valor solo en tanto que (sea cual sea nuestra definición
de valor, la marxista o la austriaca) siga siendo verdaderamente una mercancía
productiva, es decir, un medio de producción de cualquier artículo útil. Sólo en
este sentido podemos hablar valor del producto como una "causa" del artículo
productivo. Que asumamos "el nexo causal" como precisamente "la causa" es
otra cuestión.

El nexo causal, emana, como hemos visto, del campo de las mercancías
productivas. La cuestión ahora es si estamos tratando sólo con la cantidad total
de medios de producción, como asume Böhm-Bawerk, o de si una reducción de
su valor ya está implicada simultáneamente con su número incrementado, como
resultado de lo último (lo que significaría que el valor del producto es la
magnitud por determinar)

No hay duda de que no tenemos razón en contraponer la cantidad total de los


medios de producción con su valor. Es claro especialmente, que una caída del
valor, por ejemplo, a largo plazo, el precio (ver más adelante) de las mercancías
productivas ocurre con anterioridad de la caída de valor de las mercancías de
consumo. Cualquier mercancía que está presente en el mercado no sólo está
presente en una cierta cantidad, sino que también representa una cierta
magnitud de valor. El cobre en crudo, si se arroja al mercado en exceso, bajará
de precio mucho antes de que sean más baratos los productos de cobre. Böhm-
Bawerk piensa en una objeción incluso aquí. apuntando que el valor de las
mercancías "del mayor orden" no se determina por el valor de las mercancías
de "menor orden" un valor que poseen en el momento, sino por valor que
tendrán como resultado de un aumento en la cantidad total de los medios de
producción insertados en toda la esfera de producción. Pero la distancia entre
los medios de producción y de consumo es en general tan amplia que incluso
los representantes de la Escuela dudan de la dependencia del valor de los medios
de producción del valor del producto. Es obvio que la alteración en la cantidad
de medios de producción introducidos en el mercado hará inviable discernir la
dependencia que sostiene Böhm-Bawerk. Para aclara la cuestión basta con
oponer las afirmaciones de c Böhm-Bawerk con su propia tesis, que dice:
"cuando consideramos… que un producto de mayor, más inmediata utilidad
marginal vale la pena, debemos considerar que vale la pena sólo porque las
mercancías productivas valen la pena, pues con ellas podemos en cualquier
momento reproducir el producto. Siguiendo con nuestra búsqueda, al
preguntar cuánto valen los medios de producción llegamos a la utilidad
marginal. Pero una y otra vez debemos prescindir de más análisis. Una y otra
vez somos perfectamente conscientes del valor de las mercancías que suponen
un coste sin la necesidad de derivarlo de sus fundamentos en cada caso…"

En una nota a pie de página dice:

"En especial, la intervención de la división del trabajo y del proceso de


intercambio contribuye demasiado frecuentemente a hacer que el valor de los
productos intermedios se fije independientemente".

(Böhm-Bawerk: Grundzüge, etc., pp. 70, 71.)

Por desgracia Böhm-Bawerk no desarrolla este pensamiento; no muestra


porque la división del trabajo y el intercambio deberían tener una influencia tan
decisiva en la "independencia" del valor de las mercancías productivas. En
realidad, la cuestión es así: La sociedad moderna no es un todo armónicamente
desarrollado en la que la producción se adapta perfectamente al consumo; al
presente la producción y el consumo están en cierto modo separados, siendo
polos opuestos de la vida económica. Esta separación entre producción y
consumo se manifiesta en las conmociones económicas como las crisis.

Las estimaciones que los agentes hacen de los productos de ningún modo son
según la "utilidad marginal"; y esto es cierto, como hemos visto, incluso para
las mercancías de consumo; es incluso más cierto en la fabricación de los
medios de producción. Una sociedad anárquica, en la que no hay una relación
planificada entre las distintas fases productivas, en la que las relaciones
económicas se regulan en última instancia por el consumo social, llevará
inevitablemente a un estado de cosas que podemos denominar como "producir
para producir". Esta circunstancia tiene efecto, por un lado, en la psicología de
los agentes del modo de producción capitalista (análisis que es parte de la tarea
de Böhm-Bawerk) en una manera bien distinta de la que piensa Böhm-Bawerk.

Comencemos con las estimaciones de los vendedores de medios de


producción. Son capitalistas cuyo capital se invierte en ramas de producción
que producen medios de producción. ¿Cómo se determina la valoración de los
medios de producción resultantes por el dueño de la empresa concreta? De
ningún modo estima sus mercancías (mercancías productivas) por la utilidad
marginal del producto fabricado con su ayuda; estima sus mercancías sobre la
base del precio que podrá sacar en el mercado. En la terminología de Böhm-
Bawerk lo estima según su valor de cambio subjetivo.

Asumamos que el mencionado "productor" introduce una técnica nueva y


aumenta la producción; ahora puede lanzar al mercado muchos más bienes
(medios de producción) ¿En qué dirección se alterará la valoración de la unidad
de mercancía? Por supuesto bajará. Pero esta reducción, a sus ojos, no será
producida por la bajada de los precios fabricados con sus máquinas, sino por su
propio esfuerzo para reducir sus precios para quitar clientes a sus rivales y
obtener mayores beneficios.

Ocupémonos ahora de la otra parte del trato, los compradores, en el ejemplo


actual, los capitalistas de la rama de producción que producen artículos de
consumo con las máquinas que producen los otros capitalistas. Su valoración
por supuesto tomará en consideración el precio al que es ofrecido el producto;
pero ese precio asumido de producción como mucho puede servir como límite
superior. En realidad, la estimación de las mercancías productivas es siempre
inferior; y la cuantía en la que la estimación de las mercancías productivas se
reduce por los compradores en el presente caso es ni más ni menos que una
cierta corrección del precio, provocada por la mayor cantidad de mercancías
productivas arrojadas al mercado. Esa es la verdadera psicología de los agentes
en una sociedad de producción de mercancías. El valor de los medios de
producción en verdad se fija de modo más o menos independiente, y la
alteración del valor de los medios de producción ocurre antes que la alteración
del valor de los medios de consumo. En consecuencia, el análisis debe
comenzar con las variaciones del valor en la esfera de los medios de producción.

Y aquí debemos de nuevo señalar una grave falacia lógica. Hemos visto antes
que el valor de los medios de producción según Böhm-Bawerk se determina por
el valor del producto: "en última instancia" la utilidad marginal del producto
marginal es el factor decisivo. ¿Pero qué determina la cuantía de esta utilidad
marginal? Ya sabemos que la cuantía de la utilidad marginal está en una ratio
inversa a la cantidad del producto a evaluar. Cuantas más unidades haya de un
tipo de mercancía, menor será la estimación por cada unidad en la "oferta" y
viceversa. La cuestión surge naturalmente, ¿cómo se determina esta cantidad?
Nos dice nuestro profesor
"La cantidad total de mercancías en una región del mercado se determina a
su vez… en una gran medida y particularmente por el nivel de los costes de
producción. Pues cuanto más altos sean, menos son, relativamente, el número
de artículos que la oferta proporciona a la demanda".

(Ibid., p.521)

Podemos parafrasear así la "explicación": el valor de las mercancías


productivas (costes de producción) se determina por el valor del producto; el
valor del producto depende de su cantidad; la cantidad del producto por los
costes de producción o, en otras palabras, los costes de producción se
determinan por… ¡los costes de producción! Esta es una de las espurias
explicaciones tan abundantes en los austriacos.

El propio Böhm-Bawerk está tan atrapado en el mismo círculo vicioso que el


mismo observa correctamente que aún opera la vieja teoría de la producción.

Para terminar, dejadme decir unas palabras en relación con la fórmula general
de Böhm-Bawerk para determinar el valor de los medios de producción. Como
hemos visto el valor de la unidad de los medios de producción… se determina
por la utilidad marginal y el valor del producto que, entre todos los que podrían
haber sido usados económicamente para la producción de la unidad de medio
de producción en cuestión tiene el menor valor marginal. Considerando, por un
momento, la producción capitalista observamos enseguida que la palabra
"económicamente" ya presupone la categoría del precio como dada. Es de
nuevo un error "inmanente" de los austriacos; nace, como ya hemos señalado,
de su no querer entender la función de las relaciones sociales en la formación
de la psique individual del moderno hombre económico.

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