Tradicionalmente se ha entendido el término de “economía pública” o la “economía de lo
público” como aquella subdisciplina de la ciencia económica que busca explicar la forma como se priorizan y se satisfacen, con recursos escasos, las crecientes necesidades de la sociedad y/o colectividad; desde la perspectiva de la administración, está se avoca al papel y rol que desempeña el gobierno y sus instituciones dentro del sistema económico. Un aspecto clave de la economía pública es el papel de la política económica, esto es las acciones y estrategias impulsadas desde el sector público para el fomento y/o desarrollo económico. Ello quizá sea el propósito central de su análisis. Pese a que es generalizada la idea de que la presencia del gobierno en la economía es crucial como agente estabilizador, promotor e interventor en los mercados y ámbitos de producción, todavía debatimos sobre el “nivel” de intervención que el éste debe tener en el ámbito económico; incluso en las últimas 3 décadas se registra una filosofía que avala más los mecanismos de mercados más que el del sector público, alegando que el desempeño de este último es menos eficiente que el primero. Desafortunadamente, la presencia de crisis y desequilibrios recientes ponen en tela de juicio si el mercado tiene suficiente fuerza para conllevar la dinámica del ciclo económico. El entorno global actual con sus correspondientes presiones y la presencia de recurrentes crisis, que, aunque cortas en términos de tiempo han sido duras en los efectos, han provocado un sentimiento de incertidumbre constante sobre los agentes económicos: consumidores, empresas y gobierno. Fenómenos modernos como “crisis alimentaria”, “seguridad hídrica”, “sostenibilidad” y “sustentabilidad”, son resultados de la extrapolación de los fenómenos económicos a escala global, pero también se deben a una ausencia de políticas económicas eficientes, que contengan los efectos devastadores de la nueva economía global. Hay crecientes demandas sociales sobre la economía y sus estrategas, entre estos los gobiernos nacionales, dado su papel como promotores del desarrollo económico y del bienestar social. Como se dijo antes, el gobierno ha sido un componente del sistema económico desde tiempos lejanos, incluso desde antes de la conformación de los estados nación y/o países, sin embargo, la definición del peso que éste debe tener dentro del proceso no es claro aún. Las atribuciones y aspectos que definen la correcta intervención de sector público en la economía, tales como ser un agente estabilizador, promotor, proveedor, se mantienen vigentes, pero ahora se adicional al debate teórico nuevos elementos que incluyen no sólo los aspectos vinculados al funcionamiento del mercado y la provisión de recursos y bienes, sino que ahora los gobiernos deben considerar dentro de la definición de sus estrategias los contextos político, social e incluso cultural; al menos, de acuerdo a los especialistas, esa sería la base de la construcción de un proyecto sólido de economía pública. Aunque la formula no es fácil de replicar en la práctica, esto es economía de mercado eficiente y economía pública eficaz, hay algunas experiencias exitosas en algunos países desarrollados (países nórdicos, Alemania, entre otros) e incluso en algunos emergentes (China); en el aspecto contrario, todavía la mayor parte de los países navegan entre estos “dos mares”, sin enfilar un proyecto unificador. Peor aún, vemos con tristeza la reincidencia de proyectos políticos arcaicos, que propugnan por el cierre de fronteras y políticas de contención económica-nacionalista, una estrategia opuesta al funcionamiento del sistema económico global. Si ello no fuera suficiente, los graves problemas de corrupción pública y de coerción de los diferentes órganos de gobiernos en algunos países desvirtúan considerablemente el aporte de la economía público al desarrollo del sistema en general. Ambos aspectos además de ser duros de resolver sus repercusiones generan toda una serie de eventos que aún no somos capaces de sopesar, y que complican aún más el entendimiento y resolución de las graves crisis y problemáticas que enfrentamos en el escenario actual. Una enseñanza para los que somos estudiosos de la economía y de sus impactos en la sociedad, es la necesidad de ampliar el espectro de visión y de colaboración. Los gobiernos deben ofrecer propuestas que permitan articular las relaciones de empresas y consumidores a nivel global, esto es, ser capaces de reconocer los vínculos y enlaces a fortalecer hacia fuera y hacia adentro de sus países. Por su parte, las empresas y sociedad, debemos hacer nuestra parte dándole seguimiento a estas acciones; sólo así el sistema podrá funcionar y arrojar resultados favorables para todos.
*Rosana Méndez Barrón
Economista y especialista en Ciencias Sociales, Asistente de investigación en CEGAP-COLSON.