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Alternativas de poder popular

La libertad consiste en hacer del Estado, de un órgano situado por encima de la sociedad,
un órgano completamente subordinado a ésta.
Crítica del Programa de Gotha

¿Cómo entendemos el poder popular en una perspectiva marxista?


¿Qué condiciones histórico sociales existen para el desarrollo del poder popular en
nuestra sociedad?
¿Cuál debe ser la responsabilidad y tareas de los sectores revolucionarios ante el poder
popular?
¿Cómo entendemos el poder popular en una perspectiva marxista?
Para nosotros que el pueblo conquiste el poder político y construya una nueva sociedad es el
asunto cardinal que nos define como revolucionarios y orienta nuestra acción. Por eso
entendemos el poder y particularmente el poder político como una relación social con un
doble aspecto, una fuerza emancipadora y a la vez dominadora. En sociedades de clase y
particularmente en la sociedad moderna burguesa, el poder se ha vuelto poder estatal, y
mediante la dominación del Estado, ese poder se usa para viabilizar la acumulación
capitalista y, como decía Marx, subordinar el conjunto de la sociedad al Estado, a la clase
dominante.
El capitalismo y la clase burguesa, mediante el ejercicio del poder político expropia, destruye
y re-articula las relaciones sociales, económicas, políticas, culturales contrarias a su
dominación y al fetichismo del individuo, despojado o reduciendo la capacidad creadora del
vínculo social, que supuestamente compite en el mercado libre y limita la idea del ciudadano
(individualista) pleno. Por eso, las formas autónomas de organización de la sociedad, la
economía popular, la solidaridad y energía social, entre otras, son permanentemente
absorbidas, destruidas o neutralizadas, pero al mismo tiempo y de manera asimétrica,
reconstruidas y vividas en la sociedad.
Para devolverle a la sociedad, al pueblo, la autonomía, la libertad apropiadas por el Estado
burgués, los revolucionarios hemos desarrollado dos estrategias. La primera, que asume que
el nuevo poder solo puede surgir de las relaciones sociales más desarrolladas, gestadas en la
sociedad capitalista, ya que el capital, al generalizar el trabajo asalariado consolida y
universaliza la clase obrera, generando un gigantesco proceso de socialización de la
producción que sienta las bases materiales y sociales para el socialismo. Esa estrategia
considera que, sin desarrollar el capitalismo, incluso capitalismo de Estado, no se puede hacer
ninguna transformación política y cultural. Por eso, en esa perspectiva, el socialismo ha sido
entendido como estatización absoluta de la sociedad. Esta estrategia se fundamenta en la
interpretación del trabajo de Marx acerca de que solamente es el desarrollo capitalista el que
general a la clase obrera, la única capaz de enterrar a sus explotadores.
La otra estrategia se ha planteado sobre la base que no existe el poder omnímodo del Estado
y que es posible construir un nuevo poder, autónomo, aunque más pequeño e inicialmente
más débil, en la periferia del poder estatal o en sus fisuras, condición que da origen a diversas
experiencias organizativas de poder popular. Las experiencias históricas que conocemos
sobre estas formas son las bases apoyo en las guerras populares y los gobiernos populares en
armas, pero también las organizaciones autónomas de trabajadores, pobladores urbanos,
comunidad indígenas, afrodescendientes y comunidades campesinas. Esta estrategia se
sustenta, en los planteamientos de Marx acerca de la potencia revolucionaria de formas
comunitarias no capitalistas, que Marx estudio paralelamente a su estudio del capitalismo, y
sobre todo cuando varios revolucionarios, principalmente los socialistas rusos como Vera
Zasulich, le discutieron si la tarea política de las fuerzas revolucionarias era contribuir al
desarrollo capitalista o construir una nueva sociedad no capitalista. Producto de ese intenso
debate, intercambio y aprendizaje, Engels escribió lo siguiente en el prefacio a la edición rusa
del Manifiesto Comunista de1892:

El "Manifiesto Comunista" se propuso como tarea proclamar la desaparición próxima e


inevitable de la moderna propiedad burguesa. Pero en Rusia, al lado del florecimiento febril
del fraude capitalista y de la propiedad territorial burguesa en vías de formación, más de la
mitad de la tierra es posesión comunal de los campesinos. Cabe, entonces, la pregunta:
¿podría la comunidad rural rusa —forma por cierto ya muy desnaturalizada de la primitiva
propiedad común de la tierra— pasar directamente a la forma superior de la propiedad
colectiva, a la forma comunista, o, por el contrario, deberá pasar primero por el mismo
proceso de disolución que constituye el desarrollo histórico de Occidente?

La única respuesta que se puede dar hoy a esta cuestión es la siguiente: si la revolución rusa
da la señal para una revolución proletaria en Occidente, de modo que ambas se completen,
la actual propiedad común de la tierra en Rusia podrá servir de punto de partida para el
desarrollo comunista.

Hoy entendemos que en sociedades capitalistas como la nuestra, así como los procesos de
acumulación originaria, vuelve a ser repetidos por el capital en forma de acumulación por
despojo, sigue existiendo la contradicción entre las fuerzas burguesas de expropiación de las
potencias comunales del pueblo y la reproducción incesante de esas relaciones económicas,
sociales y políticas de carácter comunal-popular. Su existencia es la base social material del
poder popular, pero que, como lo sostiene el prefacio del Manifiesto de 1892, solamente se
puede desarrollar si se complementa y articula con las dinámicas anticapitalistas más
desarrolladas que existan en la sociedad. Esa es la única manera en que el pode popular pueda
disputar el monopolio y apropiación del poder estatal burgués , socializando y colectivizando
el ejercicio del poder y socializando la economía, posibilitando las formas autónomas
productivas, la economía popular, que se convierta si no en la fuerza y base material de la
nueva sociedad, si en un factor determinante.
¿Qué condiciones histórico sociales existen para el desarrollo del poder popular en
nuestra sociedad?
Siendo el poder popular expresión de las formas comunitarias populares, articuladas con la
perspectiva revolucionaria socialista, nosotros reconocemos en la experiencia histórica
colombiana y en la práctica cotidiana del pueblo una rica producción de estas formaciones,
surgidas para existir y para resistir, mantener autonomía, defender la vida, el territorio y
establecer legislación popular. Desde los palenques de los esclavos fugados, y las rochelas,
asentamientos de gente libre que decidía vivir sin la tutela del orden colonial, pasando por
los levantamientos populares y gobiernos provisionales de militares republicanos y artesanos
en el siglo XIX, hasta llegar a las Juntas revolucionarias de Gobierno, como la que en el
municipio petrolero de Barrancabermeja hizo mal población en abril de 1948, que durante un
mes produjo una alianza obrero-popular que tomó medidas como la disolución de la policía,
creó una milicia popular, organizó la ayuda mutua y decretó la nacionalización del petróleo.
O las formas organizativas y políticas que Manuel Marulanda Vélez y Pedro Vázquez
Rendón implementaron en las zonas campesinas del sur del Tolima en la década de 1950, o
las Juntas Patrióticas d liberación, órganos de poder para distribuir la tierra y organizar el
poder que impulsó el EPL entre1965 a 1970.
Al lado de estas experiencias de resistencia y revolución, el pueblo ha creado formas de
organizar su vida autónomamente o en una relación ambigua con el Estado burgués, los
cabildos y resguardos indígenas en los que la guardia indígena y el cabildo tienen formas de
gobierno y control del territorio, los concejos comunitarios de la población afrodescendiente,
las zonas de reserva campesina y forestal campesina, los comités de mujeres defensoras del
territorio, contra la explotación minero-energética de los monopolios imperialistas, o
experiencias urbanas de autonomía y resistencia como la lograda por los pobladores del
Barrio Potosí en Ciudad Bolívar en la década de 1990 y primeros años del siglo XXI, que
crearon una administración comunitaria, un proyecto educativo y formas comunes de cuidar
la vida y ejercer el derecho a la ciudad.
Es decir, ha existido y existe una base material y social que muestra que el pueblo puede,
cuando se ha visto obligado, a organizar sus fuerzas pasando por grados diferenciados de
ejercicio de poder territorial y resistencia ante las arremetidas del estado que busca destruirlos
o asimilarlos. Ante esta realidad histórica social, los revolucionarios no podemos permanecer
indiferentes.
Un problema que no se ha podido resolver adecuadamente es la relación entre estas formas
populares de poder y los gobiernos locales controlados por fuerzas progresistas. De una parte,
porque algunos sectores radicalizan sus posturas y desarticulan procesos ya sea porque
suponen que lo verdaderamente importante es llegar al gobierno local y acumular fuerzas con
reformas institucionales, o por el contrario, defender la autonomía local, sin ninguna relación
con el Estado y las instituciones. El caso es que necesitamos balancear el verdadero alcance
de experiencias como las alcaldías de la UP en la década de 1980, o las alcaldías del PDA y
Petro en Bogotá. A manera de tesis diríamos que si bien estos esfuerzos han sido importantes,
no han logrado potenciar la fuerza social de los procesos populares y el papel de los
revolucionarios. En el caso Bogotá es cierto que un importante contingente de las direcciones
de izquierda terminaron como funcionarios de esas alcaldías, perdiendo su autonomía y su
papel de ampliar el horizonte político u organizativo de los sectores populares. Esto es un
asunto clave a resolver, la complementariedad, diálogo y autonomía de los procesos
populares y los gobiernos de izquierda.
¿Cuál debe ser, entonces, la responsabilidad y tareas de los sectores revolucionarios
ante el poder popular?
Para nosotros este es un momento de formación y reconstrucción de las fuerzas sociales de
la revolución, duramente golpeadas por el los gobiernos fascistas y neoliberales de Uribe
Vélez y Juan Manuel Santos y de construcción de una apuesta de convergencia de los sectores
democráticos y revolucionarios para confrontar el régimen fascista y neoliberal de Duque y
por supuesto un bloque popular en el que converjamos los sectores más consecuentes y
decididos.
Por eso, el hilo conductor es desarrollar, acorde a las condiciones de la correlación de fuerzas
en este momento y por un periodo más o menos largo, las alternativas de poder popular en
los territorios apuntando a construir poder popular. Y esto implica aprender a relacionar las
autonomías territoriales urbanas y rurales, con experiencias de gobierno y legislación
popular sobre economía popular, educación popular, protección y autocuidado popular. Es
tarea del bloque popular en función de potenciar las alternativas de poder popular, articular
programáticamente la lucha de los territorios con la que desarrollan sectorialmente los
obreros y trabajadores, los estudiantes, las mujeres, los ambientalistas, los maestros y
proyectar su conexión con los territorios.
Igualmente el trabajo territorial y sectorial, sin perder su autonomía necesita aprender a
coordinar, apoyar exigir y proponer iniciativas y políticas a los eventuales gobiernos locales
o nacionales que puedan emerger, pero que sin el respaldo organizado y territorializado del
pueblo, no solo como fuerza votante, se convierta en masa acrítica que solo se activa en las
contiendas electorales.
Nosotros los revolucionarios tenemos el deber histórico de cualificar, educar y ampliar el
horizonte de lucha de las fuerzas desorganizadas del pueblo, para transformarlas en fuerza
organizada que construya poder popular y avance hacia la transformación y abolición del
capitalismo, el imperialismo. En ese devenir, juega un papel importante el intercambio de
experiencias de las fuerzas políticas agrupadas en la Liga Internacional de lucha de los
pueblos y otras expresiones internacionalistas de coordinación práctica de luchas.

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