William Hudson O’ Hanlon
Rajces profundas
Principios basicos de Ia terapia
y de la hipnosis de Milton Erickson
”
PAIDOS1, FUNDAMENTO: INTRODUCCION
ALA OBRA DE ERICKSON
En 1973, yo trabajaba en la Galeria de Arte Matthews de la
Universidad Estadual de Arizona. Cierto dfa, un caballero aiioso,
acompafiado por su esposa ¢ hija, vino a la galeria en una silla de
ruedas para comprar algunas tallas en madera. Cuando se fue, un
colega de la galeria me pregunté si sabia quién era el anciano
caballero; le respond{ que no, y entonces me hizo ver un articulo
sobre ese hombre que habfa aparecido en el niimero de esa sema-
na de la revista Time (“Svengali in Arizona”, 22 de octubre de
1973). As{ conoci a Milton Erickson.
Un caso de Brickson sobre el que se informaba en ese articulo
suscit6 mi interés. Se trataba de una joven deprimida. Admitia con
renuencia que la avergonzaba mucho su aspecto horrible. Tenfa
una pequefia separacién entre sus dientes delanteros que ella
pensaba que la desfiguraba; como no vefa perspectiva alguna de
egar a casarse y tener hijos, perdié la voluntad de vivir. Proyecta
ba suicidarse, pero consider6 que antes debfa darle una oporcuni-
dad a la psicoterapia. Erickson descubrié que la joven contaba con
algéin dinero ahorrado y, observando su aspecto desprolijo, le
recomendé que fuera a cierta tienda y comprara alguna ropa.
También le indujo que se hiciera atender en un salén de belleza,
donde le harfan un nuevo corte de pelo y le darian instrucciones
sobre higiene y maquillaje. Finalmente, le dijo que tenfa que prac-
ticar arrojando chorros de agua a través de la separacién de sus
dientes mientras estaba en la ducha, hasta que pudiera lanzar el
agua con precisién a una distancia de entre dos metros y dos
metros y medio.
En raz6n de algunas respuestas que la joven habia dado a sus16 RAICES PROFUNDAS
muchas preguntas, Erickson se habfa hecho alguna idea de que
cierto joven, compaiiero de trabajo de ella, se sentia atraido por
la paciente. Cada vez que Ia joven se acercaba a tomar agua al
vertedero, él muchacho aparecia alli, invariablemente. Pero ella
no apreciaba el interés de él, y también invariablemente
emprendia una pronta retirada a su esoritorio, donde hundia la
cara entre los papeles. Después de varias sesiones, Erickson
consiguié que aceptara vestir su ropa nueva més elegante, que
se peinara con esmero y se pusiera maquillaje para ir a trabajar.
Cuando el muchacho se presentara en el vertedero, ella tendria
que Ienarse 1a boca de agua y lanzérsela a él a través de la
separaci6n de los dientes. Darfa un paso acercdndose, y después
se volveria y correria “como un demonio”.
Al principio, la mujer se manifesté reacia a cumplir con esas
indicaciones, hasta que Erickson le sefialé que no parecta tener
ni un solo buen recuerdo; puesto que proyectaba morir, debia
hacerlo contando por lo menos con un recuerdo bueno. La
muchacha Hevé a cabo el procedimiento y, para su sorpresa, el
joven la persiguié, la aferr6, la hizo dar vuelta y le dio un beso.
Al dia siguiente, é1 se presenté en el vertedero con una pistola
de agua, ella respondi6 con otro chorro lanzado a través de los
dientes, y asi se inicié un flirteo que terminé en una cita. La
cliente ‘salié de la depresién, hizo nuevas relaciones, y final-
mente se cas6. jEste era por cierto un enfoque diferente del que
yo estaba aprendiendo en mis cursos de psicologia en la univer-
sidad! Parecia desaforado, pero de alguna manera tenia sentido,
¥y segtin se informaba, habia dado resultado. Al salir de la gale-
ria compré el libro de Jay Haley sobre Erickson (Haley, 1973),
yen adelante quedé “enganchado”.
Me Ilevé algunos afios reunir coraje para pedirle a Erickson
que me permitiera estudiar con él. Mientras tanto, yo habia obte-
nido mi titulo de bachelor, y trabajé por un corto tiempo como
jardinero, Cuando por fin tomé contacto con Erickson, habia
vuelto a la facultad, para obtener un titulo de master. Le escribs
tuna carta diciéndole que a lo largo de los afios yo habia Negado a
desarrollar diversos esquemas para justificar que me concediera
una entrevista. Por ejemplo, mi idea era que alguien tendria que
escribir un articulo sobre su obra para Psychology Today, 0
quiza trataria de ponerme a prueba redactando su biografia, pues
-FUNDAMENTO: INTRODUCCION A LA OBRA DE ERICKSON 7
la historia de su vida cra fascinante; también pensé que podria
hacer un trueque con él, trabajando como jardinero a cambio de
su ensefianza. Pero le escribf que, al final de cuentas, lo que yo
realmente queria era ir y encontrarme con él y su esposa.
Poco tiempo después, salf durante un fin de semana, y al
volver, mi compafiero de cuarto me dijo que el mas extraiio de
los hombres habia estado Hamando todas las majianas, tempra-
no. Querfa hablar con el “Servicio de Jardineria O’Hanlon”.
Cuando ie decian que no estaba, colgaba sin dejar mensaje.
A la matiana siguiente soné el teléfono, y era el “hombre
extraiio” que pedia por el Servicio de Jardinerfa O'Hanlon. Le
dije que yo era Bill O’Hanlon. Entonces pregunt6: “;No le pare-
ce que tendria que inspeccionar el terreno antes de decidirse a
tomar el trabajo?” Indagué si quien hablaba era el doctor Erick-
son, y cuando me lo confirmé, le dije que por cierto inspeccio-
narfa el terreno. Hicimos una cita para la semana siguiente.
Al llegar, vestido con mi mejor ropa, él y su esposa Betty
me mostraron la casa y algunos albumes de recortes que tenfan.
Entonces Erickson me Iev6 con él al jardin. Yo habia pensado
que el punto acerca del servicio de jardinerfa era sélo una meté-
fora, Por cierto podria haber sido una metafora, pero pronto
comprendi que no era sélo una metéfora. Me dijo que queria
que escardara la tierra alrededor de los rosales. Esto me hizo
sentir muy incémodo, porque estaba vestido con ropa de calle,
pero me sentia demasiado intimidado como para protestar.
Después de esa vez, durante algin tiempo trabajé con regulari-
dad en su jardin, y ocasionalmente participé con él en una
sesin. A menudo salia sintiéndome mds confundido que nunca
acerca de lo que él estaba haciendo. :Estaba haciendo terapia
cuando se sentaba y me hablaba mientras yo me dedicaba al
jardin? Siempre respondia en forma directa a mis preguntas
acerca de lo que queria hacer en ese jardin, pero nunca era ni de
cerca tan esclarecedor cuando mi interrogante se referia a la
terapia. De modo que al cabo de ese tiempo de trato con Erick-
son quedé més confundido que al principio. Juré que algin dia
descifraria su enfoque. Tenia la sensacién (como habia dicho
Jay Haley) de que sélo si entendia més de lo que Erickson
decia, mi terapia se perfeccionarfa en gran medida. Los siguien-
tes son los resultados de mi bisqueda y los frutos de mi labor.