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La primer obra
del arte argentino
El "Jesús de la Humanidad y Paciencia" del indio José, el misionero
das, hubiera necesitado desde la infancia, más -¿Qué miras?- dijo el reverendo.
que otro alguno, quien se ocupará solícito de -Ese árbol, Padre.
despertar su cerebro virgen y de abrir sus ojos -¡Y bien! ¿No has visto más hermosos en los
soñolientos a la belleza del ambiente; pero el magníficos bosques de tu país?
abandono de las autoridades era completo, y en -Sí, padre; los he visto más elevados y más
la larga siesta de los funcionarios coloniales na- frondosos, pero ese árbol es excelente para ta-
die velaba sino en la suspición. llar una estatua. Qué hermosa efigie haría de su
tronco.
Como en la pampa no había minas de ninguna (…)
especie, ni bosques naturales; como lo que -Podría tallar una estatua sentada… la naturale-
abarcaba la vista en su ámbito infinito, era sole- za parece haber imitado en su forma a un hom-
dad y pobreza; como su aparente desventura la bre… -balbuceaba el indio preocupado-; y diri -
relegara al extremo sud del Continente, la coro- giéndose con resolución al Padre:
na de España la consideró un estorbo. Sucede -Haré la imagen del "Señor de la Humildad y
a menudo que las riquezas más ocultas son las Paciencia".
que están a la vista. Las minas de la pampa ya- La inspiración del genio había iluminado el alma
cían a flor del suelo, en el manto inmensurable del artista.
de la tierra de aluvión, traídas en alas del vien-
to desde la remota selva virgen (la del Chaco). El reverendo, impresionado por la actitud de Jo-
La pampa carece de arboledas, pero las gramí- sé, se dirige a la modesta familia que descansa-
neas que crecen apretadas en la superficie for- ba en ese momento tomando mate a la sombra
man como un mar de verdura movido por el del árbol, gestiona y obtiene su adquisición pa-
viento, por el suyo, porque al par del océano o ra el Convento de la Merced.
de desierto, la llanura argentina tiene el Pampe-
ro, que no es soplo agostador y mortífero, sino Tal parece haber sido, si la tradición no miente,
ráfaga vigorizante que fecunda y purifica. Es el el origen de la primera obra argentina con la
padre nutricio de los campos argentinos. que se inicia el arte nacional.
pulsión de los Jesuitas, pero cuya cultura sub- presenta la cruz, alzada en la mano izquierda.
sistía en algunos de sus educandos. Ya hemos Aunque las fechas no tengan en las tradiciones
visto que, debiendo bastarse a si mismos en populares un valor tan estricto, aquí coinciden
sus vastas posesiones del Tucumán y del Para- perfectamente. José, el tallista misionero, que
guay, importaban entre sus afiliados, hombres residía en Buenos Aires obtiene del padre mer-
versados en todas las artes y oficios; la Compa- cedario en 1780, el tronco añoso pero verde, de
ñía no les preguntaba de qué nación eran oriun- aquel adecuado naranjo; lo asierra en sus dos
dos, sino si eran capaces de obrar y de ense- extremos y lo deja secar por largo tiempo. En el
ñar. Ellos elegían el asiento de las Reduccio- ínterin, el Padre Altolaguirre vuelve de España
nes, embalsaban las aguas, construían acue- con el "San Pedro de Alcántara". Su llegada es
ductos, fabricaban iglesias de noble y elegante un acontecimiento en la aldea porteña. ¿Dejaría
estilo, tallaban los altares, las imágenes sagra- de ir a verlo el tallista José, mientras se evapo-
das, decoraban el interior de sus templos y ca- raba lentamente la sabia de "su" tronco? ¿Y en
pillas, y glorificaban en adecuados lienzos o ta- el mudo coloquio entre el genio de Alonso Ca-
bleros, los fastos de la religión católica. no, la prédica del santo, la admiración respetuo-
El misionero José, que no tenía apellido, como sa y comprensiva del ignorado artífice, no sería
tampoco lo tuvieron los maestros atenienses, a éste el primer evangelizado y el primer conver-
quienes se distinguía sencillamente por Fulano, tido? ¿San Pedro de Alcántara no había funda-
hijo de Mengano, ha vinculado su modesto do su orden precisamente para convertirlos a
nombre a esta doliente imagen, sin necesidad ellos? De aquella muda lección salió este "Je-
de firma. José debió asilarse en el Convento de sús de la Humanidad y Paciencia". ¿Y quién po-
la Merced, a raíz de la expulsión de sus protec - día ser más versado en aquellas oscuras virtu-
tores y allí trabajaría en modestos menesteres des que el ignorado indígena, cuya entera raza
de tallista, hasta que un acontecimiento inespe- había pasado la insigne pasión de Cristo?
rado le abrió nuevos horizontes y le mostró pal- Mal grado su deficiente policromía y la sustitu-
pablemente las posibilidades de su arte. ción del clásico lienzo, por el más impropio de-
Por esos mismos años, en 1783, el Padre Alto- lantal bordado y el singular aditamento, a guisa
laguirre, recoleto, al regresar de España a Bue- de cíngulo, de un cordón con borlas, que parece
nos Aires al seno de su orden, recibió de Carlos haber pertenecido a un estandarte, es una obra
III la imagen de "San Pedro de Alcántara", fun- vivida, sentida y emocionada, de la que se exha-
dador de los reclusos (en 1554), para que fuera la clamor de angustia. Es la primera obra argen-
venerada en la iglesia del Pilar, que formaba tina, en el tiempo y el espacio, y anuncia noble-
parte de aquel Convento. mente desde los albores de la nacionalidad, con
Esta hermosa escultura en leño, atribuida a cien años de anticipación y de esterilidad escul-
Alonso Cano, fue policromada en su tiempo, se- tórica, la aparición de Rogelio Yrurtia, llegado en
gún usanza española; después el color ha en- horas de mayor cultura y bienestar.
negrecido y tomado un tinte uniforme, marcada-
mente oscuro pero armonioso, como si fuera de (Texto extraído del libro de Schiaffino: "La pintura
patinado bronce. y la escultura en la Argentina (1783-1894)", Bue-
El ascético monje, de pie, en actitud de predicar nos Aires, 1933; edición del autor, págs. 53 y ss.)
a sus oyentes, con místico arrobamiento les