Está en la página 1de 2

La Constitución Política que instituye el derecho a la igualdad menciona dicho

principio como que “todas las personas nacen libres e iguales ante la ley”. De esta
manera se exaltaba como génesis del marco estrictamente exacto de la igualdad,
la Corte Constitucional obligaría a entender que “no es que haya una igualdad de
todos con respecto a todas las posiciones”1, lo anterior perturbaría el atributo eficaz
de la norma ya que no conllevamos al orden de la igualdad sino del igualitarismo lo
que nos demuestra que no se trata de casos sui generis sino de nociones generales;
la doctora Armenta (2012) no impulsa a entender “ que es necesario dar lugar a la
igualdad real o aplicada”2, dando a la comunidad que no pueden ser admitidas
desigualdades de trato que sean injustas, abusivas y subjetivas o que no estén
argumentadas coherentemente con el trato digno. Esta regla constitucional más allá
de la prohibición para los particulares está dirigida y emanada para el estamento,
como garante de los derechos sociales y fundaméntales.

La formulación de la igualdad formal esta estipulada el artículo 13 de la carta magna


e implanta la regla de prohibición de trato discriminado, que es aquella que prohíbe
diferencias de trato apoyadas en juicios dudosos, de sexo, raza, origen nacional o
familiar, lengua, religión, opinión política o filosófica; ordenando al Estado la
exigencia de acoger disposiciones a favor de colectividades marginadas o
discriminadas; y dictamina la protección a personas en escenarios de “debilidad
manifiesta”.

Según la Doctora Armenta (2012) La Corte Constitucional, nos establece “tres


situaciones: al derecho a trato igualitario, partiendo de la base que formalmente somos
iguales pero materialmente no; el derecho a ser tratado como igual y a no aceptar diferencia
de trato, y, en el evento de darse, estas deben estar justificadas constitucionalmente por
hacer parte de un grupo especial de protección constitucional, como es el caso de las
mujeres, niños, personas de la tercera edad, discapacitados, indígenas, afrocolombianos;

1
Igualdad, razonabilidad y género en los procesos de constitucionalización e internacionalización del
derecho, Manuel Fernando Quinche Ramírez y Angélica Armenta Ariza, 2012, página 44
22
Igualdad, razonabilidad y género en los procesos de constitucionalización e internacionalización del
derecho, Manuel Fernando Quinche Ramírez y Angélica Armenta Ariza, 2012
y, finalmente, la prohibición de discriminar usando categorías sospechosas, como son sexo,
raza, origen nacional o familiar, lengua, religión, opinión política o filosófica, las que, por su
nivel de permanente e histórica discriminación, han sido identificadas por la comunidad
internacional como generadoras de discriminación.”

Nuestro Estado Social de Derecho obliga al poder público a “proteger especialmente


a aquellas personas que por su condición económica, física o mental, se encuentren en
condiciones de debilidad manifiesta” Armenta (2012), situando la protección especial de
las personas en situación de discapacidad, vulnerabilidad o pobreza. La igualdad
Nunca es absoluta, envuelve la inexistencia de discriminaciones implantadas en
juicios de preferencia injustos y poco efectivos. Razón por la que en las normas
jurídicas generales deben propender para que tengan como finalidad ayudar a las
personas desfavorecidas. Es necesario disponer de los aparatos de participación,
donde sea viable la identificación del individuo diferente como sujeto político.

Se debe reconocer al otro como sujeto de posibilidad, e implica “creer en la palabra


como aquello más propio del sujeto y, en consecuencia, el mejor camino para la
comunicación y el crecimiento. Y ésta sería un segundo supuesto a considerar al
enseñar saberes sobre política: el sentimiento de tener derecho a la palabra” Cesca
y Denkberg, 2008: 31.

También podría gustarte