En la Escritura no hay una enseñanza formal sobre su persona, sólo
ocasionalmente aparecen algunos rasgos de esta figura. El término «anticristo» sólo se halla en las Epístolas de Juan (1 Jn. 2:18, 22; 4:3; 2 Jn. 7) para indicar a los maestros de falsas doctrinas, pero el trasfondo se encuentra indudablemente en el pensamiento último del AT y concretamente en la apocalíptica judía, donde se había desarrollado la idea de un líder político que se declararía a sí mismo de naturaleza divina e incitaría a las naciones paganas a un asalto definitivo contra el pueblo de Dios. Ezequiel habla de un príncipe poderoso y violento a quien da el nombre enigmático de Gog (Ez. 38:2,14,16,18; 39:1,11,15). Jesús mismo habla de «falsos cristos y falsos profetas», que tratarán de engañar a los creyentes y hacer milagros (Mc. 13:21-22; Mt. 24:24). Estos pseudo-Cristos pueden engañar, de ser posible, a los escogidos, pero no son específicamente el Anticristo, sino pseudoprofetas, meras prefiguraciones del falso profeta final al que se refiere Ap. 16:14. El Anticristo es el gran impostor que se opone a Cristo con la intención de arrebatarle sus seguidores; es el perseguidor de los cristianos e instrumento del diablo, no el diablo mismo. Se trata de una figura individual de los últimos tiempos, cuyos precursores son los herejes en el curso del tiempo.