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EL CERNÍCALO

PEQUEÑO GRAN HALCÓN


“Guía de adiestramiento del principiante”
POR: JUAN SEBASTIÁN DEL FRESNO CONTELL

EL CAMINO DE LA ALTANERÍA
“Diario”
POR: LIDIA RODRÍGUEZ LÓPEZ
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EL CERNÍCALO
PEQUEÑO GRAN HALCÓN

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EL CERNÍCALO
“GUÌA DE ADIESTRAMIENTO DEL PRINCIPIANTE”
“EL CAMINO DE LA ALTANERÌA”

POR: JUAN SEBASTIÁN DEL FRESNO CONTELL


Y
LIDIA RODRÍGUEZ LÒPEZ

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A Umbría mi fiel compañera...
Juanse

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PRESENTACIÓN

"EL ENCUENTRO"
Mi nombre es Juanse y desde hace diecisiete años comparto la vida con una
hembra de cernícalo vulgar llamada Umbría “ La vieja Umbría”.
Como os podéis imaginar he vivido mil y una aventuras con mi compañera
alada.
Todo comenzó en el año 1994, concretamente el 8 de febrero de 1994, día
en que tras diez meses de interminable espera, Umbría que nacía en
Inglaterra llegaba al aeropuerto de Madrid-Barajas.
No puedo describir la emoción que sentí en ese momento, aunque creo
suponer que todos la habréis sentido en mayor o menor medida con la
llegada de vuestro primer pájaro.
Recuerdo que al coger la caja de transporte en donde venía ese tesoro tan
preciado para mi, miré a través de un agujero respiradero de la misma y por
primera vez se cruzaron nuestras miradas. Sentí tal escalofrió que sin poder
evitarlo se me saltaron las lágrimas de la emoción. Comenzaba para mi una
aventura que me llevaría a descubrir, tantos y tantos secretos que la
naturaleza guarda, y que a través de la cetrería puedes llegar a conocer.

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"PRIMEROS VUELOS"

La primera vez que pesé a Umbría pesaba 273gr, con lo que pude darme
cuenta de que era una hembra y muy grande por cierto. Tenía un
temperamento muy bravo y me costó conectar con ella, pero el tesón del
principiante ilusionado no tiene igual. Estuve lo poco que restaba de
temporada y la siguiente volando sin emisor. Aún siento como se me
aceleraba el corazón cada vez que Umbría se alejaba más de la cuenta.
Con la llegada del emisor fui ganando confianza y empecé a disfrutar
mucho más dejándola volar a su antojo. Por aquella época no solía levantar
más de tres o cuatro metros del suelo, llamándola al puño, volándola al
señuelo o soltándola algún escape. Confieso que con eso ya era
verdaderamente feliz, por tener la suerte de poder volar con mi amiga y
sentir que el lazo que había entre nosotros comenzaba a crecer, dándome la
sensación de que empezaba a surgir un bonito compañerismo. Disfrutaba
enormemente estando con ella en el campo, llegando a sentir que podía
verlo a través de sus ojos, desvelándome secretos del mismo que yo solo
creo que nunca hubiera descubierto.
Como digo, creía que era completamente feliz volando con el pájaro a mí
alrededor, simplemente llamándole al puño o disfrutando de su compañía,
pero un día me mostró lo que era la “Altanería”.

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"LA ALTANERÍA"

Que placer dios mío ver como tu pájaro va escalando el cielo en alas del
viento. Podía sentir como nuestro hilo de unión se estiraba, pero sin llegar a
romperse. Era así como desaparecían todas y cada una de las
preocupaciones que todos cargamos con nosotros y solo existíamos
Umbría, yo y un campo infinito puesto allí para nosotros. En esos
momentos da la sensación de que el tiempo se ralentiza, todo parece
transcurrir a cámara lenta… y como traída por el viento una voz que te dice
"AHORA, ES EL MOMENTO" y sin quitar la vista del pájaro, sacas el
escape y lo lanzas al cielo.
El primer picado fue para mí una de las experiencias más bonitas que he
vivido nunca, recordándolo ahora, creo sentir el viento en mi cara a la vez
que las imágenes se aceleran por la caída. Verdaderamente no solo fue el
primer picado de Umbría sino también el mío.
Después de ese primer picado vinieron muchos más, comencé a disfrutar de
volar a Umbría como nunca hubiera imaginado.
Intenté la caza de pajarillos, pero me di cuenta de que ni Umbría ni yo
teníamos los conocimientos necesarios para afrontar este reto con garantías
de éxito. Todo se complicaba en demasía, pero era tan grande ya nuestro
compañerismo que no me importó reconocer que no podíamos y busqué
otros caminos para seguir avanzando.

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"EL PERRO"

Así fue como llegó Alba, una preciosa cachorra de Epagneul bretón.
Con Alba se abría todo un abanico de nuevas posibilidades y desde el
primer momento dediqué tanta atención a su adiestramiento, como al
de Umbría. Cómo me sorprendió Alba, no imaginaba que se pudiera
disfrutar tanto enseñando a un perro a ser cetrero. Qué afición, qué
instinto, cuánta pasión desbordada por la caza. Era sin duda la
compañera ideal para disfrutar del campo.
Umbría por su parte no estaba muy contenta con su nuevo compañero de
caza pero, poco a poco y gracias a que Alba era muy pequeña cuando llegó,
conseguí convencer a Umbría de que Alba no representaba ninguna
amenaza, llegando a darse cuenta de que si se lo proponía podía intimidar a
Alba recordándola su lugar en el grupo. Cuando Alba terminó su
aprendizaje básico, comencé a salir al campo una o dos horas antes a soltar
un par de codornices para luego buscarlas con la perra y el pájaro.
Qué sensación tan diferente entrar en el campo sin saber si las codornices
seguían en la zona o si por el contrario se habrían desplazado. Algunas
veces ya no estaban y otras descubría que era el conocido cernícalo
zahareño quien había almorzado a mi cuenta, pero si las codornices seguían
en los alrededores Alba se encargaba de dar con ellas.

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Ver a Alba quedarse clavada en la muestra y mirar arriba y ver a Umbría
esperando en su sitio era verdaderamente precioso y muy emocionante,
dándome cuenta que las codornices voladas de esta manera salían mucho
más bravas, deparándome lances infinitamente más espectaculares y
movidos.

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"LA CAZA"

No sé si recordareis que hace unos cuantos años, de repente, la población


de ratones de campo vivió una gran explosión, llegando incluso a
comentarse si no habrían sido los ecologistas los responsables de dicha
explosión. El caso es que un día mientras estaba volando a Umbría (por
aquella época volaba más altanera que nunca), la vi caer en un picado
fantástico hasta que desapareció tras una pequeña colina. Sorprendido corrí
a su encuentro y lo que encontré me dejó alucinado. Umbría había
capturado un gordísimo topillo a la misma puerta de su madriguera. Recogí
a Umbría sobre el puño y, mientras llenaba sus oídos con grandes
alabanzas, cebé a placer sobre su merecida captura. Todo esto que os
cuento hubiera quedado en una simple anécdota (anécdota que a mí me
llenaba de orgullo) de no ser por Alba, pues días más tarde, observando a la
perra, pude darme cuenta que parecía encontrar los rastros que los ratones
dejaban en sus correrías. Comencé a animar a Alba para que persistiera en
la búsqueda mientras llevaba a Umbría en el puño y de repente, mientras
seguíamos los vientos de la perra, surgió delante de la misma, saltando
entre los rastrojos, un pequeño ratoncillo de campo. La aparición del ratón
y la salida del puño de Umbría fue todo uno y en un lance precioso de
mano por mano Umbría conseguía hacerse con su segundo ratón de campo.

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Cortando por lo sano con la altanería, puse todo mi empeño en la
búsqueda de los pequeños roedores. Ver como Alba daba con el
paradero de las diminutas presas era un verdadero deleite, llegando
incluso a desalojarlos de sus madrigueras escarbando.
Se daba el caso de que estábamos en un año excepcionalmente lluvioso y
era bajo la intensa lluvia cuando más ratones encontrábamos fuera de sus
refugios. Parece ser que con la abundante lluvia las madrigueras quedaban
anegadas, no teniendo más remedio que permanecer en la superficie.
Tenía la sensación de estar cazando con un azor en miniatura. Los
lances eran preciosos, llegando incluso a capturar tres ratones en un
mismo día y, con el buche lleno, continuar cazando. Umbría no intentó
nunca llevar en mano, sino que al contrario como sabía que la iba a dejar
comerse su merecida captura, al ofrecerle el puño saltaba ligera sobre el
mismo con el ratón bien cogido entre sus garras.

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Fue una temporada realmente increíble, terminando la misma con 68
ratones capturados en nuestro haber. Lamentablemente no volvió a
repetirse esta gran proliferación de ratones en temporadas siguientes,
volviendo a dedicarme a las codornices por altanería, eso si, habiendo
saboreado el dulce veneno de la caza con este pequeño gran halcón llamado
"UMBRÍA".
Tan solo me resta comentaros que también he conseguido criar con
Umbría desde hace ya unos años y podéis imaginaros la experiencia
tan bonita que esto supone, para cualquier cetrero o amante de los
animales. Como podéis ver el cernícalo vulgar de vulgar solo tiene
inmerecidamente el nombre, pues a mi entender y haciendo justicia a
todo lo vivido con este bravo halconcillo debería ser conocido con el
nombre de “Cernícalo Real”.

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CARACTERÍSTICAS

EL CERNÍCALO VULGAR

El cernícalo común (Falco tinnunculus) es ese pequeño gran halcón que se


cruza en nuestras vidas de la manera más variada. Cuantas veces no habré
observado algún ejemplar desde el coche, posado en alguna farola o
esgrimiendo su más famoso arte de cernirse sobre los barbechos más allá
de las cunetas. El cernícalo es el halcón de todos nosotros, sin duda el
primero que aprendemos a reconocer y por lo tanto a admirar.
En poco tiempo de observación comenzaremos a diferenciar los machos de
las hembras. Ellos son los más llamativos, con su cabeza y cola de un
precioso gris azulado semejante al de un cielo nublado y el dorso como los
arcillosos suelos de los campos de castilla, adornado por pequeñas manchas
negras semejantes a gotas de agua y manchas mas grandes con forma de
corazón. Cuanto mas viejos son los torzuelos (o machos) más finas y
delicadas se vuelven dichas manchas.
Si por algo destacan los torzuelos a parte de por su belleza, es por su figura
esbelta y su rapidez en vuelo. Esto es debido a su menor corpulencia, ya
que los pesos de los machos rondan entre los 135 a los 225 gr.

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Las primas (o hembras) no son por sus colores apagados menos hermosas.
No tienen los grises de los machos y en el dorso tienen manchas más
grandes adornando un fondo marrón más discreto. Como es lógico esto
tiene una misión bastante clara y extendida en muchas especies, en las que
los machos son mas llamativos que las hembras y no es otra que las
hembras, al tener que pasar mas rato echadas en el nido y criando a los
pollos tienen un mimetismo más marcado que los machos haciéndolas
pasar más desapercibidas.
Se dan casos de hembras que con los años tienden a tener la cola azulada
(como por ejemplo las dos protagonistas de este libro, Umbría y Cisco,
madre e hija) pero nunca será tan intenso como el precioso azul que
alcanzan los machos.
La hembra suele ganar en cuestión de peso al macho ya que puede oscilar
entre los 170 y los 270 gr. Destaca también su forma más corpulenta, con la
espalda algo más ancha. Esto le hace tener algo menos de agilidad en
vuelo. Pero por el contrario dada su mayor corpulencia y peso, sus picados
tienen mayor contundencia.
Sea como sea, tanto torzuelo como prima ostentan una bravura digna de
admiración.
Hay otro cernícalo en nuestros campos, el primilla (Falco naumanni), que
se puede confundir con el vulgar. Los primillas son algo más pequeños y
sobre todo destacan por tener las uñas blancas y por volar muchas veces en
grupo cerca de sus colonias de cría.

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Como decía al inicio y tras conocer un poco la figura de estos halconcillos,
es raro mirar a los campos de la península y no ver al valiente cernícalo
oteando el herbazal. Lo encontramos a orillas del mar, en los típicos
cantiles que adornan nuestra geografía, en cualquiera de nuestras montañas,
viviendo incluso en el interior de nuestras ciudades… Se suele decir que es
un ave esteparia. Pero si bien prefiere los espacios abiertos, se adapta muy
bien a casi todos los hábitats de nuestro país como se suele comprobar si
somos un poco observadores. Y esta capacidad le ha servido para ganarse
durante su existencia un lugar en Europa, Asia y África con sus diferentes
subespecies.
El cernícalo es un gran luchador que no se amedrenta ante enemigos o
competidores que le superen en tamaño a la hora de defender su territorio.
No se libran ni águilas, ni cuervos, ni halcones. Una tarde después de volar
a nuestras aves observamos una tremenda persecución de una gavilana tras
un cernícalo que poco antes había caído en picado sobre ella para
expulsarla de su territorio.
Sus ataques llegan a ser furibundos, haciendo pasadas de vértigo a
cualquier rapaz que se introduzca en su zona, más si cabe si se trata de la
época de cría. No faltan en estos casos los gritos de guerra de este pequeño
gladiador que llena el cielo con su canción de lucha.
En otras ocasiones ellos mismos son perseguidos y atosigados por las
numerosísimas urracas de nuestros campos. Pero rápidamente se zafan de
ellas y continúan sus vuelos en busca de posaderos con vecinos menos
conflictivos.

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A finales del invierno empiezan los solitarios cernícalos a buscar pareja.
Los machos se pavonean en el cielo para seducir a la hembra con su
agilidad y sus capturas. Es entonces cuando, si un intruso osa adentrarse en
el territorio, ambos congéneres luchan totalmente coordinados para
expulsarlo lejos.
Como buen halcón, el cernícalo no construye nido alguno. Si le es posible
se aprovecha de nidos abandonados de otras rapaces o córvidos, pero si no
siempre encuentra alguna oquedad en un cantil, un edificio e incluso un
puente de carretera. Todo es factible para el adaptable y prolífico cernícalo
vulgar. La puesta es normalmente de entre 4 y 6 huevo, semejando a joyas
pardo moteadas que eclosionan tras un mes de incubación. Pero se han
llegado a ver hasta 8 escandalosos pollos demandando fervientemente su
comida como enlatados en un pequeño nido.
El cernícalo tiene varias maneras de obtener su alimento. Recuerdo una vez
en la que Cisco tubo que defender su captura cuando uno de sus congéneres
silvestres descendió del cielo para robarle la presa que tenía ya trabada en
el suelo. Solo cuando me acercarme corriendo a ellos – para evitar peleas –
el cernícalo salvaje salió volando y desistió de su empeño. Como veis, el
cernícalo cuando puede es un gran oportunista, además de un incansable
oteador que busca el sustento desde el amanecer hasta el anochecer para
satisfacer las demandas de un acelerado metabolismo impuesto por su
pequeño tamaño. Llegando a ser asombrosa su capacidad de encontrar
alimento en la época de cría, cuando la numerosa prole les espera
hambrienta en el nido.

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En las campiñas cerealistas, los barbechos y herbazales o los matorrales
bajos es común observar al cernícalo cernido, con la cola abierta en abanico
y batiendo alas rítmicamente cuando el viento no le ayuda a mantenerse
estático en el cielo. Desde allí vigila el más mínimo movimiento o rastro
que le indique la presencia de un suculento bocado, que pasa por el topillo
o el ratón, lagartijas o avecillas a los abundantes insectos de la primavera y
el verano. Es por tanto un gran aliado del campo controlando animales que
con facilidad pueden llevar a suponer plagas.
Cuando detecta una presa, este halconcillo se deja caer en picado para
capturarla (a veces hace un primer amago descendiendo parte de su altura,
para volverse a quedar cernido y una vez situada perfectamente la presa,
vuelve a dejarse caer en picado). Es común también verles posados en los
postes telefónicos o los cables desde los cuales observan el terreno cercano
y descubren presas sin el esfuerzo de cernirse.
Si tienen la oportunidad de toparse con un grupo de pajarillos debilitados
por los rigores del invierno, juveniles inexpertos en la época estival o
pájaros distraídos, no dudan en hacer espectaculares persecuciones o
empuestas para hacer presa.
Otro caso es el de los cernícalos acostumbrados a cazar en nuestros pueblos
y ciudades. Es digno de ver como una flecha que cae desde el cielo en un
sencillo jardín de ciudad captura al confiado gorrión que picotea en el
suelo. Estos halcones urbanos, se convierten en verdaderos especialistas de
la caza de pájaros por sorpresa, tapándose con árboles y edificios para que
sus presas no adviertan lo que se les viene encima, y sus vuelos de caza son
vertiginosos. Casi como una exhalación, pues igual que aparecen se
esfuman entre las casas. También se ciernen mucho en la primavera y
verano entre los tejados en busca de los inexpertos pollos de los pajarillos
de ciudad o incluso llegando a perseguir al atardecer a los ágiles y
escurridizos murciélagos.
A fuerza de sus virtudes, el cernícalo común se ha ganado no solo su
merecido lugar en el difícil teatro de la vida, si no también la fascinación
más profunda de todos cuantos llegamos a conocerle.

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EL HERRAMENTAL CETRERO

Antes de pasar al adiestramiento y demás fases que se tratan en esta guía,


es de obligado cumplimiento el tratar de los utensilios que nos permitirán
manejar y conducir al pájaro en los diferentes momentos del mismo.

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LAS PIHUELAS
Son unas pequeñas correitas de cuero que se fijan a los tarsos de la
rapaz . El cuero más utilizado para confeccionarlas es la ternera
engrasada, cuero este muy liviano y resistente. También tiene buena
fama la piel de canguro. Estas correas sirven para sujetar al pájaro,
evitando que se nos escape de las manos y desde la antigüedad llevan el
nombre de pihuelas. Hay dos modelos de pihuelas que son los más
utilizados en la actualidad.
Las primeras son las llamadas tradicionales, pues vienen directamente de
las utilizadas por los cetreros en la edad media y que incluso mucho antes
eran ya utilizadas por los cetreros de la antigüedad para sujetar a sus
pájaros.
Estas pihuelas están fabricadas de una sola pieza. Las correas de cuero son
de aproximadamente 20 cm. de largo y 1 cm. de ancho (estamos hablando
por supuesto de pihuelas para cernícalos) a las que como veis en las fotos,
se les hace una serie de incisiones - concretamente tres- que nos sirven cada
una de ellas para diferentes cometidos.

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Las dos primeras incisiones, que están alojadas en un extremo de la correa,
están destinadas a la sujeción de las mismas a los tarsos del pájaro de forma
ingeniosa y podríamos decir sencilla - la forma de colocarlas queda
explicada en el dibujo adjunto -. La tercera de las incisiones que se efectúa
en las pihuelas esta realizada en la parte final de la correita y tiene como
misión enganchar a la misma el tornillo de manufactura cetrera, que se usa
de quita vueltas para que las correas no se enreden entre ellas.

El otro modelo de pihuelas, de utilización más reciente que las


tradicionales, consta de dos elementos y son denominadas aylmeri.
Por un lado se fabrica una especie de brazalete - como veis en el dibujo que
viene a continuación - que abrazando el tarso del pájaro se cierra por detrás
con un broche de cierre fijo.

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Este broche debe ser un ojal a través del cual se meterá la correita
propiamente dicha, fabricada de tal forma que en su extremo final
termine en un botón que se consigue con un doblez sencillo. El botón
sirve de tope, de manera que frene la correita y no permita que salga
por el otro lado del ojal. Este tipo de correita por supuesto tiene
también una incisión al final de la misma para poder sujetar el tornillo.

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EL TORNILLO
El tornillo es un elemento que cumple las funciones de evitar que el pájaro,
en sus debatidas, enrede las correas entre si - cosa esta bastante peligrosa
pues deja al pájaro impedido de realizar cualquier movimiento - y su otra
función es la de unir las pihuelas a la lonja - correa esta más larga que es
atada al guante o al banco donde se depositará el pájaro.
El tornillo, como todos los herramentales utilizados en cetrería, debería ser
de manufactura cetrera, de forma que sus medidas y características estén
pensadas para el fin concreto al que nos hemos referido. En su defecto nos
puede servir un quita vueltas tradicional que se utiliza mayormente para la
pesca, aunque como es lógico estos no están fabricados para utilizarlos con
las rapaces de cetrería y por esta razón no son en ocasiones tan fiables, ni
en cuanto a su resistencia, ni en la misión concreta que tienen que cumplir.
Por lo tanto lo recomendable es que tratemos de conseguir uno de
manufactura cetrera como los que se muestran en la siguiente
fotografía.

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LA LONJA

La lonja es una correa más larga y gruesa (también se suele utilizar la


misma ternera engrasada que para las pihuelas pero de mayor grosor), de
aproximadamente metro y medio de largo, y que cumple la misión de atar
el pájaro al guante o a cualquier otro sitio donde tenga que permanecer
atado.
Desde hace algún tiempo se viene utilizando también cuerdas del tipo de
escalada, pero como es lógico en el caso que nos ocupa con el cernícalo, de
un grosor bastante menor, pues el cernícalo pesa muy poco y por lo tanto
no ejercerá excesiva fuerza al tirar de la misma.
Estos cordones dan también muy buenos resultados, aunque en mi
opinión pierden algo de ese aire tradicional que tienen todos los
utensilios de manufactura cetrera.
Para atar el pájaro al guante o a cualquier otro lugar donde queramos que
permanezca se utiliza un nudo que lleva el nombre de nudo cetrero. Este es
un nudo muy resistente que tiene la particularidad de que se realiza con una
sola mano, pues tenéis que tener presente que al llevar el pájaro en una de
vuestras manos tan solo dispondremos de la otra para hacer nudos y
muchas otras cosas, que os tendréis que acostumbrar a hacer con la mano
libre.

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Con el tiempo este nudo del que os hablo será realizado por el cetrero con
toda facilidad y naturalidad, pues precede a todos los momentos que
pasamos con nuestros pájaros. En el dibujo que se muestra a continuación
podéis ver como se realiza.

NUDO CETRERO

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EL GUANTE O LÚA
La lúa, es el guante que protege la mano del cetrero de las garras de la
rapaz mientras permanece en el puño. En el caso que nos ocupa, este debe
ser de un cuero bastante fino, de forma que prime el tacto que tengamos
con el puesto al grosor del mismo, pues el cernícalo no tiene garras lo
suficientemente poderosas como para que tengamos que protegernos más
allá de una fina capa de cuero.
Como siempre, recomiendo lúas o guantes de fabricación cetrera. Creo que
es algo que no deberíamos perder pues no cabe duda que realizamos una
actividad que consta de una tradición muy larga y elaborada. Por lo tanto el
guante será de cuero también, inspirado en los patrones más utilizados en la
larga vida de la cetrería.
Es importante que procuréis mantener la limpieza del mismo, limpiándolo a
diario con un cepillito de raíces, pues el guante y el señuelo, al ser donde el
pájaro recibe su comida, de no limpiarlos a diario acaban deteriorándose y
convirtiéndose en una fuente de bacterias que podrían llegar a ser
peligrosas para el pájaro. Esto que os digo debe convertirse en una rutina
que os llevara apenas un par de minutos. Cada vez que cebéis al pájaro en
cualquiera de ellos, se le dará un nuevo repaso con dicho cepillo y así
conseguiréis que estos elementos tan conocidos y preciados por vuestro
pájaro os duren muchísimo más tiempo del que durarían sin duda sin
hacerlo.

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LA CAPERUZA

La caperuza es una cofia de cuero, cual gorrito, que se pone en la cabeza de


la rapaz con la misión de privarla de la vista, consiguiendo de esta forma
que el pájaro se mantenga quieto y más o menos tranquilo, puesto que las
rapaces, al igual que el propio hombre, son animales de cerebro óptico. Al
privar a los pájaros de la vista se mantienen quietos, sin que se asusten de
todos los elementos de nuestra ajetreada vida diaria, evitando que se
estresen innecesariamente con cosas que no entienden y que podrían causar
graves daños en el pájaro, provocándoles un estrés que en ocasiones puede
llegar a ser mortal. La caperuza se utiliza mayormente en los primeros
momentos del amansamiento, en caso de que el pájaro sea tan nervioso y
asustadizo que no pueda estar en nuestra presencia sin debatirse y
asustarse.
Después de esta fase del amansamiento, cumple la función de mantener al
pájaro tranquilo en los desplazamientos que tengamos que hacer con él para
llevarle por ejemplo a volar al campo, manteniéndole calmado mientras
esperamos el momento en que queramos comenzar con la lección o
cualquier otro cometido que queramos llevar a cabo. Así posibilitamos que
el pájaro se mantenga mentalmente estable y no nervioso como sin duda
estaría si pudiera estar viendo las cosas que ocurren a su alrededor.

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Con la caperuza quisiera ser más pesado si cabe en que la misma sea
realizada por un maestro artesano y que, si bien nosotros vayamos
practicando para confeccionar nuestras propias caperuzas, las primeras que
utilicemos para nuestro nuevo pájaro estén hechas de forma que nos
aseguremos de que no molestan al pájaro rozándole en los ojos o en
cualquier otra parte, evitando crear resabios innecesarios y totalmente
contraproducentes en estas primeras fases a las que hago referencia, como
es el amansamiento propiamente dicho.

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LOS CASCABELES
Como no, estos utilísimos elementos están hechos por las manos expertas
de los magníficos artesanos cetreros que tenemos la fortuna de contar entre
nosotros. Los cascabeles cumplen mil y una funciones, siendo la principal
la de ubicar al pájaro mientras vuela en la espesura o en la distancia y no
nos es posible verle directamente. El sonido de los cascabeles viene a ser
para el cetrero la música que ameniza todos los momentos tan intensos que
pasa con su pájaro en el campo. El sonido de los mismos viene marcado
por la diferencia de que uno sonará más agudo y otro más grave, se dice
que deben ser “Bordón” y “Prima”. Esta diferencia de sonidos hace que
aumente considerablemente la distancia a la cual el sonido se hace audible.
Por la música de los cascabeles, el cetrero con experiencia podrá ser capaz
de ver, a través de las variaciones del sonido mientras el pájaro vuela, ese
lance que por ejemplo transcurre fuera de su vista, llegando a leer en el
sonido de los mismos las fintas y regates del pájaro tras de su presa.
Como digo la principal misión es la de ubicar al pájaro que sabemos que
anda cerca pero que no somos capaces de descubrir gracias a su marcado
mimetismo. Pero también cumplen otras misiones, como podría ser el saber
como se encuentran nuestros pájaros por ejemplo cuando están en sus
bancos enjardinados, advirtiéndonos con su sonido de cualquier peligro que
pueda molestarles, con lo que los cascabeles nos avisarían de que algo esta
perturbando al pájaro, provocando sus debatidas.

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Normalmente los pájaros que permanecen en sus mudas son despojados de
ellos (podrían hacerse daño o engancharse al picarlos) y no los vuelven a
portar hasta que no salen de nuevo al campo, donde nos volverán a servir
para saber que el pájaro esta tranquilo en los desplazamientos y para seguir
sus evoluciones en el campo.

En el campo lo normal será ponerle tan solo uno en una pata y en la otra le
pondríamos el emisor de contar con él, para evitar sobrecargar al pájaro que
ya lleva sobre peso con tanto artilugio.
Los cascabeles van atados a los tarsos del pájaro con unos pequeños
correones confeccionados también en cuero, como podéis ver en el dibujo.

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EL SEÑUELO
El señuelo es un armadijo hecho de cuero en cuyo interior meteremos
esparto o cualquier elemento de relleno que nos sirva para que coja
forma, procurando que no sea material duro que pudiera lastimar al
pájaro en caso de chocar contra él mientras lo volteamos al llamarle.
El mismo lleva unas correitas en los dos lados, en las cuales ataremos la
comida.
El señuelo se podría decir que es uno de los utensilios más importantes -
dentro de que lógicamente todos son importantes -, pues será el principal
estímulo que nos devolverá al pájaro siempre que sea necesario hacerlo y
estando a la distancia que este, mientras sea capaz de descubrirlo con su
poderosa vista en el horizonte.
El señuelo siempre significará para el pájaro comida abundante y segura,
por lo tanto como digo será el estímulo “correcto” más poderoso para
recuperar al pájaro mientras se encuentra libre.
Este utensilio, junto con las pihuelas, es de los de más fácil manufactura y
por lo tanto el cetrero aprendiz puede confeccionarlos el mismo. Al señuelo
se le pondrá una lonja a través de un ojal para poder voltearlo, por otro lado
esta lonja nos servirá de repuesto en caso de perder en las carreras por el
campo la que le ponemos al pájaro.

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EL SILBATO
El silbato es un elemento que como es lógico se utiliza para llamar al
pájaro cuando queremos que acuda a nosotros. El silbato no tiene por que
ser propiamente dicho un silbato, unos preferirán utilizar el silbido, si saben
producir este con potencia, o incluso habrá quien no utilice ningún tipo de
silbido y se limite a llamarle a viva voz.
El silbato o cualquier tipo de llamada que en lo sucesivo utilizaremos para
llamar al pájaro debe implantarse en el cerebro del pájaro desde las
primeras lecciones en las que empecemos a llamarle al puño y después
cuando le introducimos al señuelo, de forma que sirva de estímulo y el
pájaro lo reconozca como el preámbulo de la comida.
Lo utilizaremos cuando llamemos al pájaro haciéndolo sonar una primera
vez en la propia llamada y otra vez cuando ya esta en el puño comenzando
a comer. Si vemos que no le asusta el sonido, en las demás lecciones
también reforzaremos el estímulo haciéndolo sonar mientras se acerca
volando y de nuevo cuando esta comiendo. Con la llamada al señuelo
haremos de igual forma.
Es importante recordar que si hemos acostumbrado al pájaro al sonido del
silbato deberíamos tener cuidado de no olvidarlo en casa, por ejemplo con
las prisas por salir a volar, - cosa que ocurre en muchas ocasiones - por lo
cual yo particularmente que tengo un silbido muy potente no utilizo el
silbato y de esta forma no me lo olvido nunca, pues el silbato va siempre
conmigo.

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EL MORRAL

En los morrales utilizados en cetrería se podría decir que encontraremos la


mayor variedad de tipos diferentes de los mismos.
El morral debería permitir al cetrero llevar guardados los elementos que
utilizaremos con el pájaro y los recambios que pudiera ser necesario utilizar
en caso de perdida de alguno de ellos.
Estos elementos son: el señuelo, un tornillo de recambio, unas pihuelas de
recambio, un pequeño cuchillito que nos pueda facilitar rematar a las
posibles presas evitando sufrimientos innecesarios, la lonja de recambio…
Un trozo de cuerda fino de unos dos metros también puede sernos de
utilidad en el caso de que el pájaro, reticente a acudir a nuestra llamada por
estar falto de hambre o por haberse alejado asustado por algún elemento
extraño, no quiera venir al señuelo y tenga que utilizarse un señuelo vivo
para reclamar más su atención, pudiendo atar dicha cuerda a una
extremidad de este señuelo viviente de forma que podamos soltarlo de
manera controlada para atraer la atención de nuestro pájaro asustado o
desganado. Es recomendable llevar una caperuza de repuesto por si la
moscas y también debería tener sitio para llevar un escape (una presa viva),
tanto si lo utilizamos para el vuelo del día o como último recurso a la hora
de recuperar a un pájaro extraviado. Por supuesto debe llevarse la comida
que le daremos al pájaro y que, independientemente de si vamos a cazar o
no, deberemos llevar en buena cantidad por si se nos estropea algún trozo,
cayéndose en la tierra o perdiendo el que llevamos atado en el señuelo al
salir disparado al voltearlo sin que nos demos cuenta.

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Y por último deberían llevarse los permisos y documentación del propio
pájaro.
Como podéis comprobar, en principio se deben llevar bastantes cosas,
aunque luego cada uno decida llevar más o menos de las comentadas. Por
lo tanto el ingenio del cetrero a la hora de confeccionar dicho morral no
tiene límites. Algunos llevan un tipo de chaleco parecido a los que se
utilizan en la caza y que tienen todo tipo de bolsillos para las diferentes
cosas.
Otros se decantaran más por la tradición cetrera y llevaran grandes
morrales que cuelgan de un hombro para descansar en un costado -estos
últimos no hay que negar que tienen una tradición y un aire que huele a
cetrería, aunque a la hora de la verdad puedan ser un poco incómodos, pues
en las carreras que todo cetrero tiene que dar en muchas ocasiones tras de
su pájaro este tipo de morral suele ser un poco molesto porque se bambolea
molestando al cetrero.

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Yo particularmente utilizo el morral de cinturón y, para poder llevar todo lo
necesario, uso diferentes compartimentos que reparto a lo largo del
cinturón. Como podéis ver en la foto, tengo un primer morral en el que
llevo el señuelo y los recambios además de la comida del día para el pájaro,
otro pequeño compartimiento me sirve para guardar la caperuza una vez
que se la quito al pájaro, también llevo el cuchillito al que hacia referencia,
también un carnero donde llevo comida troceada en pequeñas picadas que
luego iré dando al pájaro según se desarrollen los vuelos y por último un
compartimiento donde guardo el escape que siempre me acompaña como
último reclamo.

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EL FIADOR
El fiador es un largo cordel que nos servirá para atarlo al tornillo que va
unido a las pihuelas del pájaro en las primeras lecciones que demos al aire
libre, de forma que evitamos que el pájaro pueda escapar volando al no
estar entrenado ni correctamente adiestrado. El fiador debe ser de un
material fuerte pero liviano, pues el pájaro tendrá que tener fuerza
suficiente para arrastrarlo. Para evitar que el fiador se enrede con las
hierbas y las matas del campo yo utilizo un sistema denominado “Trole”
que después en el apartado correspondiente del adiestramiento explicaré
con fotos para que no haya ninguna duda. Este sistema del que os hablo lo
llevo utilizando desde hace muchos años dándome un resultado excelente.
En cualquier caso el fiador debe ser una cuerda de larga longitud, pues nos
servirá para volar al pájaro a distancias que pueden superar los 50, 80 y
hasta 100 m.
Es sumamente importante que pongamos muchísimo cuidado con los nudos
que realicemos para atar el fiador al pájaro y al sitio donde lo atemos en su
otro extremo. Cuántos pájaros se habrán perdido por un mal nudo del fiador
o por una rotura del mismo... se deben tener todas las precauciones al
utilizarlo de forma que no nos llevemos una sorpresa tan desagradable.

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POSADEROS
Los bancos son los posaderos que utilizaremos para dejar al pájaro
cuando este reposando, por ejemplo, en el campo después de los vuelos,
para enjardinarlos en casa o simplemente tenerlo dentro de casa, si no
disponemos de una muda donde dejar al pájaro descansar. Los posaderos
pueden ser de muy diferentes formas, siendo los más utilizados los bancos
y los arcos (de los cuales incluyo fotografías). Lo que tenemos que tener en
cuenta a la hora de fabricarnos un banco o comprarlo es que tengan una
base muy estable para los diferentes terrenos en los que los utilicemos.
Unos están pensados para el campo, de manera que suelen estar provistos
de fuertes pinchos que clavaremos en el suelo. Otros son para superficies
duras, como por ejemplo los utilizados para el interior de las casas, y se
busca que tengan buena base y que sean pesados para que el pájaro no los
arrastre en sus debatidas.

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Sea cual fuere el sistema por el que nos decantemos, se debe buscar ante
todo la seguridad del pájaro y deben ser sencillos, sin aristas que puedan
dañar o enredar al pájaro y que no sean muy altos, de forma que el pájaro
en caso de llegar a enredarse no quede nunca colgado del mismo sin
posibilidad de llegar al suelo, pues moriría rápidamente.
Los bancos son los más utilizados con los halcones y tienen una superficie
plana y lisa. Se debe mirar que tengan la anchura suficiente para que el
pájaro no pueda engancharse con las pihuelas pasando una pata por un lado
y la otra por el otro, deben ser mayores que la distancia existente entre una
pihuela y la otra.
Todos los diferentes tipos de posaderos tienen que estar recubiertos de
césped artificial, astroturf o de cualquier otro elemento que no dañe al
pájaro pues tendrá que permanecer, en ocasiones, mucho tiempo sobre el
mismo.

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LA BÁSCULA
La báscula es un instrumento se podría decir indispensable para la cetrería
moderna. Antiguamente no existían estas básculas tan precisas y cómodas.
Los cetreros tenían que guiarse por el tacto del pecho de los pájaros y sobre
todo por el comportamiento de los mismos. En la cetrería moderna
debemos utilizar también los métodos usados en la antigüedad pero con la
diferencia de que la báscula nos dará un valor en el que apoyar nuestras
apreciaciones. La báscula que debemos utilizar para el cernícalo o las
rapaces pequeñas en general, debe pesar de gramo en gramo para poder
llevar un control lo más preciso posible del peso.

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Los pájaros deben ser pesados a diario en la época de vuelo y siempre a una
misma hora antes de comer para poder apreciar como le ha afectado en el
peso la comida dada el día anterior. Puede ser recomendable, sobre todo
cuando no se tiene mucha experiencia, el pesar al pájaro también después
de comer para saber cuanta comida le hemos suministrado y tener una idea
más precisa de cómo le afecta la misma. Como digo, la báscula debe
cumplir la misión de ponerle cifras al comportamiento del pájaro, de
manera que podamos comprobar como responde en los diferentes pesos
que iremos probando a lo largo del adiestramiento.
Es importante comprender que un pájaro que esta en periodo de
amansamiento, y por lo tanto que no tiene un alto grado de confianza hacia
el cetrero, necesitara de un temple más recio y riguroso que un pájaro que
esta volando y que conoce y confía en el cetrero, sobre todo al ir
mecanizándose por la rutina de las lecciones diarias.
Según vaya aumentando la confianza del pájaro y el trabajo realizado por el
mismo el peso debe ir aumentando, de forma que el pájaro tenga un mayor
aporte alimenticio acorde con el gasto de energía que poco a poco ira
aumentando mientras el pájaro va ganando músculo y fuerza con el
ejercicio diario. El indicativo de que el aumento de peso es el correcto lo
marcará por supuesto el pájaro con su comportamiento, de manera que al ir
subiendo poco a poco el peso el pájaro podrá contrarrestar, correctamente,
el incremento en el consumo de energía que le supondrá el ir
manteniéndose cada vez más en el aire, mientras las lecciones diarias se
van alargando.

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LA TELEMETRÍA
La telemetría es sin duda una de las mejores aportaciones que la tecnología
ha tenido a bien el regalarnos a los cetreros (aunque no te la regalan
precisamente).
La telemetría consta de dos aparatos, uno que emite una señal y otro que la
recibe, lógicamente el aparato que manda la señal lo llevará el pájaro
consigo y el que la recibe lo llevará el cetrero. Han acaecido muchos
avances en este campo en los últimos tiempos y cada vez se fabrican
aparatos más precisos y sobre todo más ligeros. Es debate muy común la
necesidad o no de la telemetría con el cernícalo. Yo no voy a entrar en ese
debate, lo que si os diré es que cuando uno pasa tanto tiempo intentando
conseguir que el pájaro entienda en que se basa nuestra relación y, por
encima de todo, cuando uno empieza a comprender lo que supone el pájaro
para nosotros en términos afectivos, creo que no hay cosa mejor que se
pueda hacer por la propia seguridad del pájaro que hacernos con uno de
estos aparatos, que nos deberían permitir tener una relación con nuestro
pájaro larga y fructífera.
Como os digo, el emisor es el que llevará el pájaro y tiene un tamaño
muy reducido, pensado para molestar lo menos posible a este en sus
evoluciones. Se suele colocar en un tarso del pájaro con un correón como el
utilizado para los cascabeles o también es muy común el que se coloque
por mediación de un enganche en forma de clip en la cola del pájaro - este
último sistema pensado para intentar evitar en lo posible que la antena que
irremediablemente tiene que llevar el aparato emisor pueda engancharse en
algún elemento del entorno y por lo tanto pudiera llegar a ser peligroso para
el pájaro si lo llevara en la pata.

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Este sistema tiene un único problema y es que el cernícalo, dado su
pequeño tamaño, tiene unas plumas muy finas y frágiles, lo que dificulta un
poco el utilizar dicho sistema sin que suframos a lo largo de la temporada
la rotura de alguna pluma, por la manipulación que debemos llevar a cabo
al quitárselo y ponérselo a diario.
Este emisor como os digo manda una señal que puede ser recogida por el
receptor a grandes distancias (hay aparatos de los que dicen que alcanzan
más de 50 kilómetros, dependiendo un poco de la ondulación de terreno y
demás elementos) y a través de dicha señal, podremos ir a la búsqueda de
nuestro pájaro, en la mayoría de las ocasiones con una precisión
asombrosa.
De cualquier forma la telemetría no asegura al cien por cien el recuperar un
pájaro perdido y por lo tanto el cetrero no debe nunca bajar la guardia, ni
jugarse el pájaro en situaciones complicadas y peligrosas.
No puedo dejar de escribir sobre la telemetría sin imaginarme que hubieran
dicho nuestros admirados maestros de la antigüedad de haber podido
disponer de un aparato tan sumamente útil. Sin duda la sonrisa de alegría
que les provocaría el saber que podrían ir a la búsqueda de sus más
queridos pájaros cuando se extraviaran sería, por si sola, algo digno de
contemplar.

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LA CÁMARA DE MUDA
Cámara de muda se denomina al habitáculo preparado para el pájaro en
donde vivirá mientras no tiene que estar volando o con su maestro.
El término en realidad viene de la antigüedad y se refiere a la cámara
donde todos los años se deja al pájaro en soledad y tranquilidad para
que mude las plumas. Esto sigue siendo así, pero también se viene
utilizando la cámara de muda para la permanencia continuada del pájaro en
ella, siendo en muchos casos - si se dispone del espacio necesario para ello
- la forma preferida por muchos cetreros para tener al pájaro, estando este
en su interior en libertad y no atado como debe permanecer en caso de estar
en un banco o una “alcándara” (que es una especie de banco alto en el que
se depositan a los pájaros para su permanecía, estando provista esta de una
malla para que el pájaro pueda agarrarse y alzarse en caso de quedar
colgado en una debatida).
Las mudas pueden ser de muy variadas dimensiones, tantas como
diferencias de espacio de las que dispongan los cetreros para
prepararles a sus pájaros. Las hay desde varios metros cuadrados
hasta las de metro escaso.
Es muy común que el cetrero principiante, en su afán de que el pájaro este
los mas cómodo posible en su interior, tienda a recargar de posaderos el
interior de la muda, pudiendo llegar a ser peligroso, pues el pájaro en sus
debatidas o pequeños vuelos por la misma puede golpearse con ellos
llegando a estropearse el plumaje o incluso haciéndose daño por los golpes.

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También deben de estar provistas de un cuenco con agua donde pueda
beber y bañarse y en el caso concreto del cernícalo se debería poner
también un cuenco con tierra fina de forma que el pájaro pueda darse
también los baños de tierra de los que tanto gusta. El cernícalo, como buena
ave esteparia que es, gusta de este tipo de baños, pues en un medio tan
hostil y falto de agua como suelen ser las estepas dichos baños cumplen la
misión de limpiarles el plumaje de la misma manera que los gorriones de la
gran ciudad hacen para su limpieza.
De cualquier forma, este espacio destinado al pájaro siempre será útil para
permitirle al mismo descansar y sentirse protegido entre sus paredes del
ajetreo diario que la vida moderna provoca.
Es recomendable también que una parte de la muda reciba los beneficiosos
rayos de la luz solar, pero siempre contando con que a su vez dispongan en
todo momento de una zona resguardada de dicha luz, de forma que el
pájaro pueda permanecer expuesto a ella o no a su conveniencia.

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“NOCIONES BÁSICAS DE ALIMENTACIÓN”

Como dice el título de este capítulo, lo que pretendo es daros unas nociones
básicas de alimentación - que comen, como preparar la comida o que
cuidados debemos tener al alimentar a nuestros pájaros -. Para empezar
trataremos sobre cual es la comida que debemos dar a nuestro cernícalo. El
cernícalo, en su condición de pequeña rapaz y por lo tanto de metabolismo
bastante acelerado, requiere de una alimentación nutritiva y lo más fresca
posible.
Para esto que os comento, creo que la comida que nos será mas fácil de
conseguir y que cumple los requisitos y necesidades del pájaro es,
sin duda, la codorniz.
La codorniz la podemos encontrar de diferentes formas.
Unas las encontraremos en granjas de cría y por lo tanto tendremos
posibilidad de comprarlas vivas.
Otras las encontraremos en pollerías y establecimientos similares para el
consumo humano y las compraremos muertas y desplumadas, además de
prácticamente desangradas. Los dos tipos de codorniz pueden servirnos de
alimento para nuestros cernícalos, aunque como es lógico las que
compremos vivas siempre tendrán mayores aportes energéticos y
vitamínicos. La codorniz recién sacrificada conserva sus fluidos y aparte de
ser mucho más sabrosa para nuestros pájaros les proveerá de una
alimentación mucho más equilibrada.

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“LA CODORNIZ”
A la hora de dar una de estas codornices a una rapaz debemos tener en
cuenta una serie de precauciones. La principal es la observación del
ejemplar que vamos a sacrificar, comprobando que se mantiene en buenas
condiciones físicas y que no apreciamos ningún síntoma alarmante como
puede ser delgadez extrema o falta de viveza y vitalidad. Nunca, repito
nunca alimentaremos a ninguna rapaz con un animal en el que apreciemos
síntomas de adormecimiento injustificado, plumaje erizado o debilidad
muy acusada, ya que la mayoría de los casos de enfermedad en los
animales destinados a la alimentación vienen acompañados de alguno de
estos síntomas.
A la hora de comprar animales para la alimentación de las rapaces, lo que
debemos mirar a ser posible son las condiciones en las que han sido criadas
dichas piezas o la seriedad con que trabaja el sitio en el que las compremos,
para asegurarnos de que todo esta más o menos controlado.
Una vez sacrificadas las piezas podemos proceder a congelarlas troceando
las mismas de forma que a la hora de descongelarlas podamos hacerlo
únicamente con la cantidad que vayamos a suministrar ese día al pájaro y
que no nos sobre nada, pues la comida descongelada debe ser desechada
pasadas 24 horas de su descongelación. El motivo de congelar la carne que
le daremos al pájaro es porque al hacerlo muchas de las bacterias y agentes
infecciosos que puedan tener dichas piezas mueren.
Yo personalmente no suelo congelar la comida que le doy a mis pájaros,
pues prefiero dárselas lo más frescas posible de manera que no pierdan los
nutrientes que en el proceso de congelación es inevitable que pierdan.
Desde hace muchos años compro las codornices a un mismo proveedor y
nunca he tenido problemas de salud con mis pájaros, dándome la confianza
necesaria para procurárselas recién sacrificadas.

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A la hora de preparar las codornices sigo un proceso de limpieza que
detallo a continuación: Primeramente y tras el sacrificio, hago una incisión
en el bajo vientre de la codorniz y extraigo todo el tracto intestinal, pues es
hay donde más elementos perjudiciales podemos encontrar.

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Seguidamente abro con unas tijeras el pecho de la codorniz por la mitad
y retiro los conductos de la traquea, los tubos del esófago que van desde el
pico hasta el corazón y la molleja respectivamente. En el proceso corto
también el pico, pues el mismo es materia indigerible para el pájaro y
podría causarle daños a la hora de tragárselo o en el propio buche.

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El corazón y los higaditos los dejaremos pues tienen muchas vitaminas que
le vendrán bien al pájaro.
Ahora que tenemos la codorniz abierta comprobaremos que todo parece
correcto y que no nos encontramos con partes del interior que pudieran
estar afectadas por algún mal, viendo que no haya durezas, bultos o
secreciones sospechosas. En caso de encontrar algo fuera de lo normal
desecharemos inmediatamente la comida y la sustituiremos por otra. Las
patas – solo las manos - son otra de las partes desechables de la codorniz,
pues al estar en contacto con los suelos de las jaulas tienen mucha suciedad
y podrían contaminar a nuestro pájaro. Seguidamente troceamos la
codorniz de forma que cada parte corresponda a la gorga diaria del pájaro.
Normalmente un cernícalo viene a consumir entre 20 o 30 gramos diarios
de comida, dependiendo por supuesto del ejercicio diario que realice o de
las condiciones ambientales del momento - léase frió o calor -, pues según
sea el caso el pájaro necesitará mayor o menor cantidad de comida. Esto
intentaré explicároslo un poco más detenidamente en un apartado referente
al peso y al temple del pájaro.

“Despiece de codorniz de engorde”

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“RATONES”
Otra comida muy recomendable para nuestros cernícalos son los ratones.
Los cernícalos en la naturaleza se alimentan de gran cantidad de estos
pequeños roedores y por lo tanto serán una comida excelente para nuestros
pájaros. Se suelen utilizar los ratones de laboratorio, criados en cautividad
y muy utilizados para la alimentación de otros animales carnívoros.
Se debe evitar dar ratones silvestres a nuestros pájaros cuando estos
provengan de zonas cercanas a enclaves humanos puesto que podrían
haber injerido algún tipo de veneno o similar, muy utilizado para
controlar a tales animales.
A estos ratones les quitaremos también el tracto intestinal, aunque en este
caso no sea tan necesario el hacerlo pues no debería causar ningún
problema que nuestro pájaro ingiriera estos órganos.

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“POLLITOS”
Otro de los alimentos que más se vienen utilizando para alimentar a las
rapaces son los pollitos de un día.
Todos los diferentes tipos de alimentos que les demos a nuestros pájaros
tienen sus propios valores nutricionales. En el caso de los pollitos de un día
estos valores son bastante bajos y por lo tanto la cantidad de comida que
tendremos que dar al pájaro utilizando dichos pollitos deberá de ser mayor
por su escaso valor energético.
A los pollitos les quitaremos la llamada yema, una bolsa amarillenta que
llevan en el vientre y que estos utilizan para su alimentación en sus
primeros días de vida. Dicha yema es muy fuerte para los pájaros y por lo
tanto la eliminaremos, dándosela tan solo una vez cada 15 días
aproximadamente. La mayor ventaja de los pollitos es que, dado su bajo
valor energético, nos permitirán alimentar al pájaro con una buena cantidad
de comida de forma que pueda hacer un buen buche.
Así tendrá la sensación de haber comido abundantemente y, sin embargo,
no le hará subir de peso como lo haría con la misma cantidad de comida de
otro alimento de mayor aporte energético. Por esta razón este tipo de
comida es muy utilizado en las primeras fases de amansamiento y
adiestramiento, en las cuales el pájaro no tiene un gran gasto energético
como el que tendrá más adelante cuando pueda volar, y nos servirá para
mantener en peso al pájaro sin tener que reducir drásticamente la cantidad
de comida que tendríamos que suministrarle en caso de utilizar otro tipo de
alimento.

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“PALOMAS”
Las palomas son sin duda uno de los alimentos de mayor nivel nutricional
que podemos dar a nuestros pájaros, teniendo estas una carne roja muy
apetecible para ellos. Lamentablemente las palomas suelen ser portadoras
de gran cantidad de enfermedades que se pueden contagiar a nuestros
pájaros y por lo tanto su uso debe ir acompañado de un mayor control si
cabe de la salud de las mismas, pues en muchas ocasiones los pájaros son
infectados por las dolencias que acompañan a las conocidas palomas. En
este caso, lo más recomendable como dije antes es congelar la carne de las
mismas para que en el proceso mueran gran cantidad de los agentes
contagiosos que podrían ser fatales para nuestros pájaros. Se comenta
mucho sobre el tiempo que deben estar congeladas dichas presas para
asegurarnos de que quedan libres de enfermedades. Se dice que tienen que
estar al menos dos semanas congeladas para poder dárselas a los pájaros.

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Es muy buena alimentación para cualquier tipo de rapaz, aunque puede
causar algunos problemas con pájaros que no estén acostumbrados a
comerlas. Su gran valor energético puede saciar a un pájaro de tal forma
que incluso estando en peso no tenga hambre aparente. Por lo tanto este
tipo de comida se debe dar con precaución y solo en pájaros con un gasto
energético muy alto ocasionado por grandes esfuerzos a la hora de volar o
cazar. Si no fuera así, el pájaro al no quemar completamente este exceso de
energía, podría guardarla como energía almacenada y jugarnos una mala
pasada por la inapetencia que esto puede generar, afectando a su grado de
atención y por lo tanto a su obediencia.
La paloma es muy utilizada también para recuperar fuerzas con pájaros que
hayan sido excesivamente templados hasta el punto de perder la viveza,
buscando que la carne roja de paloma les devuelva la fuerza y la vitalidad
perdida.

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Por último es muy importante comprobar que la carne que vamos a
suministrar al pájaro este en buenas condiciones, ósea que no tenga mal
olor y que tenga buena presencia. Nunca daremos a un pájaro carne de la
que dudemos de su frescura por cualquiera de estos síntomas.
Si sacamos la carne de la nevera, debemos tener la precaución de dejarla un
buen rato a temperatura ambiente y no dársela al pájaro nunca estando la
misma fría, pues podría sentarle mal.
Por supuesto con la comida congelada también esperaremos a que esta esté
totalmente descongelada y a temperatura ambiente para ofrecérsela a
los pájaros.

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EL TEMPLE Y LOS PESOS
¿Qué es el temple?
Templar un pájaro es llevarle a un estado en el que estando fuerte, sano y
musculado mantenga su apetencia por la comida y por lo tanto, codicie el
perseguir a las presas o este receptivo a los estímulos, permitiéndonos
poder manejarle y guiarle. Os pondré un ejemplo simple para que
comprendáis lo que siente un pájaro al perseguir su sustento para pasar un
nuevo día. Imaginar que para comer cada día tuvierais que perseguir por
ejemplo un conejo… por supuesto si el hambre aprieta perseguiréis a dicho
conejo hasta conseguir su captura, pues sabéis que lo necesitáis para
subsistir. Pero por el contrario, si no sentís ese hambre porque habéis
comido lo suficiente para manteneros ese día esta claro que no perseguiréis
con la misma codicia a la esquiva presa. Sabéis que no lo necesitáis y
preferiréis sentaros en el sillón de casa a ver la televisión o echaros una
siestecita, a correr detrás del “maldito” conejo.
Con los pájaros ocurre lo mismo. Si un pájaro esta alto de peso y tiene
suficientes reservas para pasar el día, no querrá trabajar para ganarse la
comida y preferirá posarse tranquilamente en el primer árbol que encuentre
y ver pasar la vida sin más. Cuando observamos por ejemplo a un cernícalo
salvaje que busca comida de sol a sol, es ni más ni menos porque lo
necesita.

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La mayoría de sus presas son de pequeño tamaño y el gasto que supone el
buscarlas e intentar su captura apenas le deja reservas, por lo que debe
persistir en una búsqueda constante de alimento, para mantener el
equilibrio entre lo que alcanza con cada captura y lo que consume para
conseguirla. A este estado en la naturaleza se le llama el hambre del campo
o “Yarak”. Se podría decir que el pájaro del campo siempre tiene hambre y
por lo tanto siempre esta dispuesto a conseguir ese poco de excedente
energético que le permita tomarse un respiro. Con nuestros pájaros
deberemos trabajar para encontrar ese temple o Yarak que nos permita
manejar al pájaro de forma que siempre este dispuesto a volar para ganarse
el sustento y así poder conducirle por los diferentes caminos que nos
plantea el adiestramiento. Como es lógico, este temple se consigue
controlando a diario el peso del pájaro y no dejándole comer cuanto quiera.
En las primeras fases del adiestramiento, cuando el pájaro aun no confía en
nosotros, este temple tiene que ser más rígido de forma que llevado por el
hambre pierda parte de sus recelos, centrándose en la comida que sabe que
necesita para superar un nuevo día.
Por supuesto en nuestra relación con el pájaro, no todo se reduce al
hambre. Para conseguir llegar al pájaro debemos trabajar en que
entienda que no queremos hacerle daño. Nuestro trato con él debe ser
exquisito, manejándole con tacto y delicadeza, y es el hambre el
elemento que nos permitirá ir puliendo la desconfianza congénita que
tienen las rapaces hacia el hombre tras siglos de persecuciones por
parte del mismo.

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Según vayamos ganándonos su confianza podremos ir probando otros
pesos más altos en los que el pájaro pueda estar en plenitud de
facultades, pues lo necesitará al ir aumentando la dificultad y la duración de
las lecciones que tendremos que darle. Se debe buscar el temple en el que
el pájaro, estando lo más alto posible de peso, siga reaccionando como
debe a los estímulos que utilizamos. Como os digo, para controlar el temple
debemos tener muy en cuenta el incremento del gasto energético que tiene
el pájaro en las diferentes fases del adiestramiento. No es el mismo el gasto
energético que tiene un pájaro que pasa todo el día en el banco, en la muda
o sobre nuestro puño, que el gasto de un pájaro que tiene que volar a diario
y pelear con las difíciles presas. Por supuesto el gasto que tiene un pájaro
adiestrado y que vuela todos los días es mayor que el del pájaro que apenas
hace ejercicio. Esto debéis tenerlo muy claro, pues si os limitarais a
encontrar un peso en el que el pájaro se mantenga tranquilo en nuestra
presencia sin que tenga que hacer un ejercicio en el que consuma energía y
después, cuando el adiestramiento vaya avanzando con el consiguiente
incremento de exigencia y por lo tanto de mayor consumo energético, os
limitarais a mantenerle en el peso inicial, estaríais corriendo el riesgo de
que el pájaro gastará más de lo que obtiene, con lo que podríamos entrar en
lo que se da por llamar el hambre torcida.

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Resumiendo, en las primeras fases de amansamiento, para poder llegar al
pájaro, tendremos que darle un temple más recio de forma que nos permita
manejarle con mayor facilidad que si estuviera alto de peso y por lo tanto
menos receptivo. Más adelante, según vallamos ganándonos su confianza,
podremos ir subiéndole el peso pero siempre buscando que siga
respondiendo con prontitud a nuestras llamadas al puño. Al subirle un poco
de peso nos aseguramos de que tenemos un margen el cual podemos
utilizar en caso de necesitarlo, por ejemplo a la hora de sacarle al campo en
donde le daremos las primeras lecciones de señuelo.
Las rapaces son animales de costumbres y por lo tanto entienden la rutina
en la que se convierten las lecciones diarias que les damos. Pero por esto
mismo, cuando introducimos algún cambio inesperado para ellas, la forma
de conseguir que no se distraigan demasiado con las cosas nuevas es
volviéndoles a dar una vuelta de tuerca con el peso. Si no tuviéramos ese
pequeño margen en el peso al que hacia referencia antes, no podríamos
utilizar este elemento en nuestro beneficio para conseguir que el pájaro nos
preste de nuevo toda su atención.
También tendréis que tener en cuenta, como os he explicado brevemente en
el apartado de alimentación, que no es lo mismo 25 gramos de pollito de un
día que 25 gramos de codorniz recién sacrificada.

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La primera es una carne liviana y apenas afectara al peso del pájaro
mientras que la segunda es una carne mucho más rica en nutrientes y por lo
tanto afectará de muy diferente forma en el peso del pájaro. Por esta razón
en las primeras fases del adiestramiento utilizaremos el tipo de carne más
liviano, como son los pollitos de un día, que nos permita ir templando al
pájaro sin que tengamos que reducir drásticamente la cantidad de comida
que le damos. Según vaya avanzando el adiestramiento y por lo tanto el
ejercicio realizado por el pájaro sea mayor, podremos ir introduciendo otro
tipo de comida más nutritivo pues sabremos que el pájaro gastará el exceso
de nutrientes que acompaña a este tipo de alimento, manteniéndole en peso
y en perfectas condiciones.
Como dije antes en el apartado de la báscula, el peso del pájaro debe
ser controlado a diario, siendo muy recomendable el llevar una pequeña
bitácora donde apuntaremos los pesos del pájaro y un pequeño resumen de
nuestros avances diarios con el mismo. Esta especie de diario nos será muy
útil por varios motivos. Por un lado podremos apreciar de un solo vistazo
cual ha sido la progresión de los pesos, teniendo una visión más amplia de
como ha ido variando el mismo. Estos datos también nos servirán para
tener una referencia en las siguientes temporadas (puesto que tras la muda
anual de las plumas que tienen que llevar a cabo todos los pájaros, de la
cual hablaré brevemente en otro apartado, los pájaros estarán desentrenados
y altos de peso), en las cuales nos guiaran para volver a conseguir el temple
adecuado perdido tras la muda. También el breve resumen diario de lo que
hemos hecho con el pájaro hará que, al tener que pararnos a escribir sobre
ello, nos demos cuenta de detalles que quizás en un primer momento nos
hayan pasado desapercibidos.

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Como veréis más adelante, la cetrería se basa en pequeños detalles que, tras
días de tratar con el pájaro, vamos asimilando y analizando para intentar
comprender un poco mejor que es lo que les mueve a hacer las cosas y que
es lo que les motiva. No es broma cuando los cetreros con experiencia os
dicen que se debe ser cetrero las 24 horas del día. A través del profundo
análisis de lo que nos traemos entre manos podemos dar con las soluciones
que, si bien para ello os puede ayudar este tipo de guías o libros, os aseguro
que las mismas deben salir de un entendimiento al que nada más que
podréis llegar gracias a vuestra preocupación y vuestro esfuerzo.
Realmente os podría hablar de pesos concretos para los pájaros y
cantidades de comida que debéis suministrarles a los mismos. Pero sería un
grave error puesto que como ocurre con las personas cada pájaro es un
mundo. Unos pájaros serán más nerviosos con el consiguiente gasto
energético mayor a otros que sean más tranquilos y por lo tanto gasten
menos. Unos machos serán más pequeños y otros serán más grandes y unas
hembras serán más pequeñas y otras serán más grandes. Por lo tanto no se
puede generalizar con los pesos que deberían tener machos y hembras, al
igual que no se puede con la cantidad de comida que estos consumen.

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PERIODO DE MUDA
Como imagino que todos sabréis, los pájaros mudan el plumaje todos los
años coincidiendo con la época de cría. En la naturaleza el motivo de esta
coincidencia no es otro que aprovechar la mayor abundancia de presas,
dada por la renovación de individuos que tiene lugar durante dicha época
en la fauna en general, siendo más fácil capturar a las presas jóvenes y
inexpertas y por lo tanto compensando la merma que supone para el vuelo
el tener el plumaje incompleto por la muda. Este incremento en el número
de presas disponibles proporciona a las rapaces el exceso de nutrientes
necesario para la renovación del plumaje. Las plumas de los pájaros
durante el periodo de muda requieren de riego sanguíneo para su
crecimiento, cosa de la que carecen durante el resto del año, y por lo tanto
supone un gasto energético añadido que se suple por supuesto con aumento
del alimento ingerido.
Como iréis viendo a lo largo de esta guía, una gran parte de nuestra
relación con los pájaros se basa en el control del peso de los mismos por
parte del cetrero, que templa al pájaro de forma que no permite una
acumulación excesiva de grasas o reservas de energía.
Un pájaro alto de peso preferirá disfrutar de un merecido descanso a
trabajar para conseguir su sustento, pues estando gordo sabe que no lo
necesita.

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Es aquí donde las necesidades del pájaro durante la muda y la necesidad del
cetrero de volar al pájaro templado chocan. El pájaro, al no tener una
reserva importante de energía durante la temporada de vuelo, no podrá
hacer uso de dichas reservas para suplir el incremento del gasto que supone
la renovación de las plumas. Si continuamos volando a un pájaro templado,
el ciclo de la muda puede verse seriamente afectado.
Un pájaro al que no se le para durante el periodo de muda suele retardar y
ralentizar la misma, llegando incluso a no mudar en su totalidad las plumas
como lo haría uno que al estar parado se le pueda suministrar mayor
cantidad de alimento, pues no necesita estar templado.
En la época de muda los pájaros se vuelven algo más nerviosos y,
coincidiendo con un clima mucho más benigno que en el crudo invierno, el
cetrero se suele ver obligado a volar al pájaro más bajo de peso de como lo
hacía normalmente en la época de frío. Esto como os podréis imaginar
dificulta aún más el volar al pájaro durante el periodo de muda. También
habría que añadir que al coincidir con la época de cría los pájaros sienten
de forma más acusada la llamada del campo, cambiándoles en muchas
ocasiones el carácter y por lo tanto también su comportamiento.
El cetrero se encontrará entonces con un pájaro que, sin razón aparente,
comienza a comportarse de forma extraña, volviéndose más desobediente a
los estímulos que utilizamos para reclamarle. En ocasiones parece como si
algo les asustara, volando nerviosos sin motivo aparente.

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El cambio de temperatura también propicia que se formen grandes
térmicas en las que los pájaros se montan y les cuesta bajar. Es la
época del año en la que más pájaros se suelen perder y por lo tanto hay que
extremar las precauciones para que esto no ocurra.
Lo normal es volar los pájaros, desde finales de agosto o mediados de
septiembre, que es más o menos cuando terminan la muda, hasta
mediados de febrero o principios de marzo, que es cuando las cosas
comienzan a complicarse. Desde luego cada uno hará como crea
conveniente, pero no esta de más el avisaros de los riesgos que se corren.
En la época de muda se debe buscar ante todo la tranquilidad del pájaro, de
forma que al evitar situaciones de estrés propiciemos un correcto
crecimiento de las plumas. Se le debe suministrar al pájaro mayor cantidad
de comida para que pueda suplir el mayor gasto que supone el regenerar el
plumaje, pero no conviene tampoco tenerle demasiado gordo, pues se
vuelven inapetentes y la excesiva acumulación de grasa puede llegar a ser
peligrosa. Lo mejor sería que siguiéramos tratando con el pájaro, dándole
de comer a diario en el puño, de forma que podamos vigilar cualquier
posible síntoma de que algo no va bien. En época de muda es también
cuando los pájaros, al no estar tan vigilados por el cetrero, en caso de
enfermar corren mayor riesgo al pasar desapercibidos estos síntomas de
enfermedad o decaimiento, tan importantes de detectar a la hora de actuar
con la rapidez necesaria que requieren estos casos.

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En caso de que el pájaro al estar muy alto de peso no consienta el comer de
nuestro puño sin asustarse o estresarse, procuraremos comprobar a diario su
estado a través de la observación del pájaro, actuando enseguida ante
cualquier síntoma que nos parezca sospechoso de que algo pasa. Es
conveniente que tenga siempre a su alcance agua limpia donde pueda beber
y refrescarse y tener mucho cuidado, en caso de tenerle mudando en un
banco, de no exponerle durante mucho tiempo bajo los fuertes rayos del sol
que en estas épocas calurosas podrían llegar a ser realmente peligrosos.

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ADIESTRAMIENTO

“EL CERNÍCALO VULGAR”

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“ADIESTRAMIENTO”
Bueno amigos, tras muchos años adiestrando y volando cernícalos y ante la
falta de tratados o libros que se dediquen a este pequeño gran halcón y al
cetrero principiante, he decidido intentar aportar mi pequeño granito de
arena en el entendimiento de esta pequeña pero fascinante falcónida
escribiendo esta guía, apoyándome en mis propias experiencias con dichos
pájaros.
Espero que os sea útil a la hora de aclarar todas esas dudas que nos invaden
cuando nos adentramos en el vasto mundo de la cetrería de la mano de uno
de estos bonitos y valientes pájaros.
Lo primero que os diría es que en esto de la cetrería una de las cosas más
importantes que debéis aprender es a poneros en el lugar de vuestro pájaro
y, de alguna manera, intentar pensar como lo haría él. Sé que esto es difícil
y más cuando no se tiene experiencia con estas aves.
Tenéis que pensar que cuando el pájaro llega a vuestras manos, es un
animal indefenso que solo conoce la seguridad de su nido y la compañía
protectora de sus padres.
Cuando son separados de sus progenitores, se encuentran totalmente
desprotegidos y no son capaces de asimilar lo que les esta ocurriendo.

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Tenéis que daros cuenta de que las rapaces no forman parte de los llamados
animales de compañía - los animales de compañía de alguna manera llevan
siglos compartiendo su vida con el hombre y suelen ser animales sociales
que tienen ya de por si un contacto entre individuos que les capacita para
comprender un lenguaje social y jerárquico. En las rapaces esto no existe -
a excepción quizás de los harrys. Por norma general, las rapaces son
animales solitarios y absolutamente autosuficientes, dependiendo
únicamente de sus capacidades individuales para sobrevivir en la dura
lucha diaria de la naturaleza. Esto los hace animales esquivos y
desconfiados en los cuales el contacto incluso con un congénere en la
mayoría de los casos es una amenaza. Teniendo esto un poco claro,
intentaré contaros lo que haría yo a la llegada del nuevo pájaro.

72
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XÄ tÅtÇátÅ|xÇàÉÊ

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1ª PARTE:

“EL AMANSAMIENTO”
En primer lugar, los pájaros suelen venir del criadero, metidos en una caja,
unos con caperuza y otros sin ella. Cuando lo sacamos de la caja por
primera vez lo que debemos hacer es, a la vez que le sacamos de la misma,
palpar el pecho del pájaro para intentar deducir si el pájaro viene gordo o
por el contrario delgado (aunque no tengáis experiencia deberíais notarlo).
Esto es tan sencillo como palparle el pecho en su parte central de forma que
toquemos con la yema de los dedos el hueso central o quilla del pecho de
nuestro pájaro. No hay que saber mucho para darse cuenta de si la quilla
del pájaro al tocarle el pecho - por el tacto - se nota mucho o poco. Si la
carne es escasa y se escurre demasiado a los lados de la misma haciéndola
muy pronunciada, es que esta delgado y si por el contrario el hueso central
de la quilla se nota poco y el pecho esta redondeado uniformemente, es que
viene gordo. Acordaros del famoso dicho de los tratados medievales “el
pecho a la española”, ósea, como las antiguas corazas españolas que tenían
como un filo en la parte central del mismo y que sus lados se combaban de
forma uniforme y sin grandes depresiones…

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A ser posible pesaremos al pájaro para hacernos una idea de en que
peso ronda, aunque en este momento el peso del pájaro en muchos de
los casos no signifique que el pájaro venga gordo por el hecho de suponer
que al estar con los padres habrá comido cuanto quiera. No, como os digo
será al palparle el pecho y más tarde su evolución en la báscula la que os
diga como se encuentra el pájaro. Aprovecharemos también este momento
para armarle con las pihuelas y así evitar el volver a tener que abatirle más
tarde.
Para empezar lo mejor sin duda es disponer de una muda aunque esta sea
pequeña, pero hoy en día esta claro que en muchos casos no será posible y
nos tendremos que conformar con un banco o una percha. Yo os
recomendaría que si disponéis de esa pequeña muda le dierais la
oportunidad a vuestro pájaro de acostumbrase a la misma, dejándole un par
de días tranquilo en ella, de forma que le dejéis algo de comida dentro para
que él tranquilamente y sin interferencias coma por sí solo. De esta manera
os aseguráis que el pájaro come, pues en estos primeros días hay muchos
pájaros que si intentarais darles de comer desde el primer día en el puño o
no comería o lo haría en poca cantidad con el consiguiente riesgo. En estos
primeros días lo que más os debe preocupar es el bienestar del pájaro y eso
pasa por que coma bien. A su vez el pájaro, al comer tranquilamente en la
muda, esta dando un paso muy importante para adaptarse con más facilidad
y rapidez a la misma.

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Pasados estos primeros días comenzareis con el amansamiento
propiamente dicho. En esta fase no le daréis nada de comer hasta la
noche, momento en que con mucho tacto recogeréis al pájaro en el puño, si
es necesario por su nerviosismo le pondréis la caperuza, y os iréis a un
cuarto tranquilo donde solamente estéis el pájaro y tú (en muchos casos
incluso no será necesario el uso de la caperuza en estos primeros
momentos, pues hay pájaros que no se muestran tan asustados como para
tener que usarla). Si llevase la caperuza, tras un buen rato de tenerle
tranquilo sobre el puño sin movimientos bruscos, cogeréis una pequeña
picada con la punta de los dedos y le tocareis las manos - las patas - de
forma que el pájaro al sentirse tocado baje la cabeza para intentar
defenderse picando y lo que se encuentra es la picada de carne que tenéis
en los dedos. La primera vez lo más seguro es que la tire extrañado, pero si
en estas primeras picadas le dais carne roja, como los higaditos de una
codorniz o similar, se le quedará el sabor de la carne en la boca y en la
siguiente picada lo normal es que se la coma (sino llevara la caperuza
actuareis de igual forma).

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Tras varias picadas y con mucho cuidado aflojareis los cerraderos de la
caperuza y le daréis alguna picada más, para con mucho cuidado quitarle la
caperuza.
Es importante que el cuarto tenga poca luz, que este un poco en penumbra
y que cuando le quitéis la caperuza mováis muy despacio las manos y no le
miréis mucho directamente a los ojos.

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Con mucho cuidado cogeréis una picadita de las que tenéis preparadas
aparte de la comida que tendréis también en el puño entre sus manos y se la
ofreceréis como cuando tenía la caperuza. Si no la coge se le pueden
acariciar las manos de nuevo para que baje la cabeza y al intentar picaros se
lleve otra picada. Cada vez que coge una picada os quedáis muy quietos y
así picada a picada vais consiguiendo que vaya comiendo, intentando que
baje la cabeza tocándole las manos para conseguir que empiece a comer de
la comida que tenéis en el puño. Si comiera el solo del puño os quedareis
muy quietos sin mover un solo pelo mientras come y si para, con mucho
cuidado de nuevo, picadita hasta que vuelva a comer él solo y otra vez
quietos.
Cuando ha comido una buena cantidad de comida y antes de que termine le
pondréis de nuevo con mucho tacto la caperuza, teniendo cuidado de no ser
bruscos al cerrar los cerraderos, y tras darle unas picadas le dejareis de
nuevo en su banco o en su muda tranquilo, para que piense en lo ocurrido.
Como dirían los maestros antiguos, “QUE PIENSE DE SI”.

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Os recomiendo que para dejarle dormir si esta en un banco le dejéis en un
cuarto tranquilo y con muy poca luz. Le quitáis la caperuza, os retiráis muy
lentamente y, apagando la luz, le dejáis tranquilo hasta la mañana. Si tiene
su muda le quitareis la caperuza y le dejareis tranquilo en la misma, pero
dejándole en estos primeros días atado en un banco bajo de forma que no
pueda quedarse colgado. El motivo de dejarle atado en estos primeros días
es facilitarnos el recogerle al día siguiente, sin que tengamos que estar
persiguiéndole por la muda, implantando en su cerebro miedos
innecesarios. Más adelante cuando empiece a confiar en nosotros podremos
dejarle suelto en la muda. Debéis evitar tenerle muchas horas encaperuzado
pues no es bueno para el pájaro. Pues de lo que se trata es de conseguir
cuanto antes y de forma progresiva que pueda estar sin caperuza, sin
asustarse demasiado.
Es muy importante que controléis el peso del pájaro y que deduzcáis
como varía el mismo con la cantidad de comida que le deis cada día, de
forma que le peséis antes y después de comer, siempre a la misma hora del
día, para saber en el peso que estaba y la cantidad de comida que come,
viendo como le afecta la misma al día siguiente.

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El peso es muy importante y más en estos primeros días, pues debéis
encontrar la cantidad de comida que tenéis que dar al pájaro de forma que
ni gane ni pierda peso acusadamente. Si perdiera peso por ejemplo dos días
seguidos de forma clara y le habíais dado de comer en el puño hasta que no
quisiera más, significa que el pájaro esta más asustado de la cuenta y por
miedo no come lo suficiente. En tal caso, deberíais aseguraros de que come
bien y dejarle algo de comida aparte en la muda o en el banco para que
terminara de comer él solo. De esta forma os aseguráis que paráis la bajada
de peso, cosa muy importante.
Como os digo en estos primeros días no debéis tener ninguna prisa en
conseguir cosas del pájaro y lo que debéis hacer, en vez de enseñarle algo a
él, es aprender vosotros primero del pájaro para después utilizarlo en
vuestro beneficio. Como bien decía Nick Fox de lo que se trata es de
comprender al ave de presa para poder utilizar ese conocimiento en
conseguir lo que buscáis de vuestro pájaro.

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Resumiendo, Lo más importante es que en estos primeros días consigáis
que coma bien y suficiente en el puño.
Una vez conseguido esto empezareis a tener al pájaro sobre vuestro puño el
mayor tiempo posible, de forma que ahora si vaya acostumbrándose a las
personas y las cosas que serán parte de su nueva vida, pero siempre con la
seguridad de que el pájaro come lo suficiente para estar sano.
Si un pájaro esta muy bajo de peso, aunque coma bastante seguirá
bajando de peso y, por el contrario, si esta alto con poca comida
seguirá subiendo. Debéis encontrar como os digo ese equilibrio en el
que el pájaro comiendo bien se mantenga en peso o suba o baje muy
poquitos gramos (2 ó 3). Si fuera bajada subiríais un poco la cantidad de
comida hasta estabilizarle y una vez estabilizado si fuera necesario se le
volvería a bajar poco a poco.

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Conseguido esto se debe intentar que el pájaro salte por primera vez al
puño. Para hacer esto esperareis a que este comiendo del puño
engolosinado y con mucho cuidado le dejáis sobre algún sitio - una
silla, una mesa o cualquier superficie que tengáis preparada cerca para tal
efecto - y ponéis el puño a un palmo, que casi llegue con el pico a la
comida, de forma que tenga que dar un pequeño salto para seguir
comiendo.
En estas primeras lecciones con ese pequeño salto y una sola vez será
suficiente. Tras cada salto le cebareis con la cantidad de comida que
corresponda a ese día. En días sucesivos vais alargando la distancia del
mismo un poco, pero como os digo con un solo salto y solamente cuando
haga este salto con toda la confianza y a una distancia de unos metros
podréis darle algún salto más. Así día tras día, pero siempre teniendo
cuidado de que si le vais a dar un salto más sea porque sabéis que lo dará y
no le costará. Si por el contrario pensáis que no lo hará, no intentarlo.

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Quiero terminar esta primera parte del adiestramiento diciéndoos que
tengáis mucho cuidado si dejáis al pájaro en una alcándara o banco de que
sea lo más bajo posible para que el pájaro, en caso de debatirse, llegue
siempre al suelo y no tenga ninguna posibilidad de quedar colgado de la
misma, pues moriría en muy poco tiempo. Y sobre todo tener muchísimo
cuidado a la hora de recoger al pájaro de su banco. Tener siempre presente
que en un simple descuido al desatar un nudo o cambiar una lonja por un
fiador el pájaro, en un susto repentino, puede dar un tirón y escaparse de
vuestras manos. No bajéis nunca la guardia y haced estas cosas con total
concentración en lo que hacéis y os evitareis un gran disgusto. Si le ponéis
un fiador, antes de quitar la lonja atar el fiador al tornillo y después desatáis
la lonja. Repito, muchísimo cuidado con el exceso de confianza y siempre
atentos y apercibidos a que esto no os pase.
En esta fase deberéis encontrar el peso adecuado para que el pájaro
responda correctamente a los estímulos y por supuesto deberéis ir
regulando ese peso en función de la respuesta del pájaro hacia la
comida, pero siempre teniendo muchísimo cuidado de no bajar
demasiado al pájaro ni hacerlo de forma precipitada. Recordar, a la
hora de bajar el peso a un pájaro hay que hacerlo de forma muy
progresiva y vigilando que no lo haga de forma descontrolada.

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2ª PARTE:

“EL SEÑUELO”
Una vez que hayáis conseguido que el pájaro salte con toda confianza
dentro de la casa, debéis introducir el silbato que utilizareis en lo sucesivo
en las llamadas y cuando ya vuele toda la longitud del cuarto donde le dais
los saltos sin miedo alguno, habrá llegado el momento de introducirle al
señuelo. Para introducirle en el señuelo tenéis que seguir los siguientes
pasos.
A la caída de la tarde - como siempre que dais un nuevo paso pues estáis
utilizando el momento de más apetencia del pájaro, porque él sabe que el
día se acaba y se terminan las posibilidades de comer ese día - le ponéis en
el jardín de casa en su percha (si tenéis la suerte de disponer de un jardín,
en su defecto se utilizará algún lugar tranquilo de la casa) y, colocándoos
muy cerca de él, le lanzáis el señuelo encarnado justo debajo, ósea a un
palmo. No tenéis que voltear el señuelo, tan solo se lo dejáis caer
suavemente delante y esperáis a que baje a comer. Si el pájaro baja y
comienza a comer, le dejáis comer un rato en el señuelo y muy despacio os
agacháis sin inclinaros encima de él y le ofrecéis picaditas con la punta de
los dedos para que las coja y siga comiendo.

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Cuando lleva un rato comiendo le cogéis sin levantaros del sitio, - ósea
sentándoos -, y recogiendo el señuelo junto con el pájaro le termináis de
dar de comer sobre el señuelo en el puño. Cuando vaya a terminar le dais
por ejemplo un muslito de codorniz o un ala que tenga poca carne,
intentando que lo agarre y suelte el señuelo. Y con mucho cuidado y
escondiendo el señuelo con el cuerpo, se lo retiráis sin que vea que os lo
guardáis y termináis la ceba en el puño con el trozo de carne que le habéis
dado. Si le dais un ala de codorniz con sus plumas os servirá de roedero y
podréis alargar el tiempo que esta engolosinado en el puño comiendo y
desplumando, con lo que ganará confianza, acostumbrándose a permanecer
en el puño sin sustos ni debatidas.
Cuando termine le lleváis al sitio donde vaya a pasar la noche y le dejáis
tranquilo para que piense en lo ocurrido.
Al día siguiente hacéis exactamente lo mismo pero este día le dais
menos de comer en la lección, para que se quede con hambre para el
próximo día, y mientras esta comiendo en el señuelo, con delicadeza
empezareis a tocar el silbato o cualquier otro reclamo que hayáis
utilizado para reclamar al pájaro anteriormente en sus vuelos al puño
(recordar que si tenéis un silbido potente también podéis utilizarlo en lugar
del pito) y de nuevo a pensar tranquilo en su banco hasta el día siguiente.
Al tercer día procuráis que no coma nada en todo el día, ni picadas ni nada,
y por la tarde con todo el cuidado y el tacto del mundo os vais al campo.

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El paso de sacar el pájaro al campo debe ser dado en un peso que sea él
más bajo hasta la fecha, pero siempre con cuidado de no pasaros. Esto lo
conseguiréis poniendo ahora en práctica los conocimientos sobre los pesos
del pájaro que habéis ido acumulando a lo largo de este tiempo en el que
habéis ido aprendiendo de sus reacciones. El motivo de haberle enseñado
antes el señuelo es que en estos primeros días de campo los pájaros suelen
venir mal al puño y sin embargo responden mejor al señuelo. Como os digo
este día os iréis con él al campo, a poder ser solos, y buscaréis un lugar
muy tranquilo donde le podáis dejar en su banco mirando que este en un
sitio en el que su espalda quede protegida por alguna mata grande, árbol o
algún declive del terreno, dejándole en su banco tranquilo el tiempo que sea
necesario hasta que veáis que el pájaro empieza a acostumbrase a lo que le
rodea y, de repente, se acuerda de que tiene hambre y entonces os mirará,
pidiéndoos con la mirada o con reclamos su comida.
Hasta ese momento habéis estado cerca de él sentados, tranquilos
observando al pájaro y el entorno, tan solo acompañándole y disfrutando
como él de lo que os rodea. Pero cuando veáis que el pájaro os mira con
ganas de comer preparáis el señuelo sin moveros del sitio mientras él os ve
hacerlo y muy despacio os acercáis un poco y le tiráis el señuelo delante de
forma que llegue a él sin tener que ponerle fiador, que lo alcance con la
longitud de la lonja con la que esta atado al banco. Cuando salte os
comportáis de igual manera que en los días anteriores en casa y, al terminar
de cebar, caperuza y para casa, a dejarle tranquilo que piense en lo
ocurrido.

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Al día siguiente todo igual, pero esta vez antes de dejarle en el banco
utilizáis para atarle al mismo un fiador teniendo mucho cuidado de
que quede muy bien atado al tornillo y al banco. Le dejáis unos dos o
tres metros de fiador, no más, y os volvéis a sentar a esperar que el
pájaro os diga cuando empezar con la lección. Hacéis lo mismo que los
otros días pero esta vez le lanzáis el señuelo un poco más lejos, a la
distancia que le hayáis dado con el fiador y de nuevo ceba, caperuza y para
casa. Día tras día vais alargando la distancia del fiador y poco a poco vais
adelantando el momento de llamarle, pues él ya sabe a que habéis ido allí y
estará más atento a ese momento y sin daros cuenta tendréis a un pájaro
viniendo al señuelo desde 40 o 50 metros y sé ira acercando el momento de
hacerlo libre por primera vez.
Quiero ser muy rígido al comentaros que debéis ser muy escrupulosos a la
hora de seguir los pasos que os he dicho, sin introducir más que las dichas
variaciones de un día para otro. Las lecciones diarias deben convertirse en
una rutina y realizarse de forma mecánica todos los días. Antes de quitar la
caperuza al pájaro habremos preparado los fiadores y todo lo necesario,
evitando que se asuste en el proceso. En esta etapa debéis olvidar los saltos
al puño y dedicaros en cuerpo y alma a implantar el señuelo en el cerebro
del pájaro. Esto lo conseguiréis si la única comida que consume a lo largo
del día es sobre dicho señuelo, terminándola sobre el puño, y siendo tan
solo una llamada al día en la que le cebéis con la gorga completa (la
cantidad de comida diaria).

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Debéis seguir cogiendo al pájaro a lo largo del día pero sin darle
comida, tan solo minúsculas picadas al recogerle para que os reciba de
buen grado, preocupándoos de que el contacto con vosotros sea
placentero para él, como dirían los antiguos dándole placer al pájaro. Esto
se consigue llevándole a algún lugar tranquilo de la casa (si tienes jardín,
perfecto) y, poniéndole el baño de agua o de tierra, os sentáis cerca de él
para ver pasar la vida junto a vuestro nuevo amigo sin molestarle
demasiado, de forma que cuando llegue el momento de la lección se
encuentre a gusto y mentalmente preparado para hacerlo bien.
Cuando superéis este punto que os estoy comentando estaréis
preparados para el siguiente paso, él más delicado y entre comillas
importante, pues habrá llegado el momento de volar al pájaro libre
por primera vez. Intentad ser muy serios en vuestro trato con el
pájaro. Con esto me refiero a que no le toquéis demasiado si a él no le gusta
y que vuestra relación con él sea placentera y tranquila.
Recordad que no es un animal de compañía al que le gusta que le
toquen. Al contrario, él sabe que tocándole le estáis perjudicando el
plumaje pues le quitáis el óleo que se da en el mismo con el pico - el
óleo es un aceite que consigue de su glándula uropigial que tiene en la
base de la cola y que sirve para impermeabilizar y mantener limpio el
plumaje - y de esta manera se siente agredido por vuestra mano.
Con el tiempo podréis tocarle algo, aunque esto no sea del gusto del
pájaro, pues no entienden de caricias.

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Quiero complementar esta parte del adiestramiento con un sistema
para el fiador que me ha dado muy buenos resultados siempre, pues el
fiador no sé enreda y el pájaro en caso de variar su trayectoria en
pleno vuelo no puede irse por ejemplo a un árbol, como lo haría con un
fiador normal.
Se trata de un sistema - como veréis en el siguiente dibujo - en el que se
pone una cuerda fija y tensa a través de la cual se mete por ejemplo un
tornillo como el que utilizamos para unir las pihuelas a la lonja. Por uno de
sus dos óvalos se mete la cuerda fija y al otro ovalo del tornillo atamos un
trozo pequeño de cuerda que será el que atemos al tornillo que lleva el
pájaro, de forma que al volar vaya arrastrando este trozo pequeño de fiador
y no se enganche en el suelo como suele pasar con los fiadores habituales,
cosa esta muy mala a la hora de dar la lección al pájaro.
Lo más importante a la hora de utilizar este sistema es que debéis colocar la
cuerda fija en la dirección correcta en que viene el viento de manera que el
pájaro vuele siempre pico a viento. Si no esta bien colocado, el pájaro, que
siempre tiende a apoyarse en el viento (ósea que vuelan de cara al viento),
se torcerá en la dirección que lleva el viento y se quedaría frenado porque
el pequeño trozo de cuerda que arrastra no le permite volar dando un rodeo.

“Sistema de fiador Trole”

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3ª/PARTE

“VOLANDO LIBRE”
Nos habíamos quedado en un pájaro que empieza a venir muy bien al
señuelo a distancias de 40 ó 50 metros.
Lo principal en estos momentos es trabajar en que la repuesta del
pájaro sea inmediata. Los vuelos pueden alargarse más en distancia,
pero lo verdaderamente importante es la repuesta del pájaro hacia el
estímulo del señuelo. Se debe buscar que el sacar el señuelo, signifique que
el pájaro inmediatamente salga en un vuelo directo y decidido a la captura
del mismo. El pájaro debe volar dando alas constantemente, con la única
fijación de llegar al señuelo. Si tarda en salir o duda en pleno vuelo es que
todavía no esta preparado para dar el paso de volar libre. Lo normal sería
que el pájaro conocedor de la lección que estamos realizando y mecanizado
por la repetición de las acciones, incluso no nos dé tiempo para colocarnos
correctamente a la distancia que queremos llamarle, pues sabedor de lo que
toca a continuación se adelanta a la salida del señuelo y vuela en pos
nuestra a la búsqueda de su comida. Esto que os cuento suele ocurrir y por
lo tanto debéis estar atentos al pájaro cuando os alejéis de él para que, si
pasa esto, estéis preparados y podáis sacar el señuelo rápidamente
recogiéndole en el mismo y premiándole por lo bien que lo ha hecho.

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Conseguido esto que os comento o alcanzado el momento en que no
hagas más que sacar el señuelo del morral y ya este volando el pájaro hacia
su captura, ha llegado el momento sin duda de volarlo libre por primera
vez.
Ahora os voy a contar como hago yo para volar al pájaro en libertad
por primera vez.
Lo que hago es tan sencillo como repetir - al día siguiente por supuesto –
lo que venimos haciendo cada día, pero con la diferencia de que esta vez el
pájaro lo hará en total libertad.
Lo principal en este día tan señalado es que elijáis el momento adecuado
para hacer el ejercicio (como siempre las últimas horas del día). Para ello
dejareis al pájaro en el banco atado con la lonja y, como hacíais al principio
de los vuelos al señuelo, esperareis la señal del pájaro que os diga que es el
momento y os pondréis en movimiento para realizar el ejercicio.

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Aclarar que antes de este momento y como os comente anteriormente,
habréis trabajado en que el pájaro tras los días de repetir la lección diaria ya
no tenga que esperar en el banco a avisaros que esta preparado.
Ya habréis conseguido que el llegar al campo y quitar la caperuza para
dejarle en el banco dé paso inmediatamente a que os retiréis para comenzar
con la lección, sin ningún tipo de espera.
Por lo tanto este día que por fin decidís que es el momento de volar libre, al
dejarle un pequeño rato en el banco para esperar la señal que nos diga que
se encuentra preparado (como hacíamos en las primeras lecciones al aire
libre), estáis asegurándoos que va a responder correctamente. Por otro lado,
el pájaro acostumbrado ya a comenzar con la lección inmediatamente, se
pondrá más impaciente con lo cual estará más pendiente si cabe del
comienzo de la lección. Esta espera desde luego no debe ser larga en
absoluto. En caso de que no diera muestras de impaciencia es que no esta
preparado, con lo que abandonaríamos la idea de volar libre y
continuaríamos trabajando con el fiador.
Si todo esta correcto, este pequeño espacio de tiempo que os comento
os debiera ser suficiente para controlar que el entorno se encuentra
despejado y libre de amenazas en este momento tan importante en el
que os lo vais a jugar todo a una carta. Recordad, todo debe estar
tranquilo y debéis vigilar que no haya nada ni nadie por la zona que
pueda de alguna manera distraer o asustar al pájaro en este momento.

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Bueno vamos haya....
Todo esta correcto y el pájaro nos mira pendiente de cada movimiento que
hacemos. Con toda la calma del mundo nos acercaremos a él y le
recogeremos con una picada en el puño, con lo que volvemos a comprobar
por su actitud que esta apetente y preparado. Respirando hondo y con
naturalidad le retiraremos la lonja y el tornillo y le dejaremos de nuevo en
el banco, comenzando a alejarnos inmediatamente sin perder de vista al
pájaro por si viéramos cualquier reacción en el mismo que nos dijera que
algo no va bien. No alargaremos en demasía la distancia a volar en este
primer vuelo libre.
Rápidamente sacaremos el señuelo y es entonces amigos cuando el
tiempo parecerá detenerse y, mientras un escalofrió os recorre todo el
cuerpo, seréis testigos de la magia que se encierra en este arte cuando, por
primera vez, veáis a vuestro pájaro viniendo a vuestro encuentro en total
libertad. Seréis testigos de lo diferente que es para vosotros este primer
vuelo en libertad y disfrutareis de ver volar al pájaro con una ligereza y una
facilidad nunca vista hasta la fecha de este día tan señalado.

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Este primer ejercicio es sin duda mucho más importante para la
confianza del cetrero que para el pájaro en sí, pues él, en su
ignorancia, no es consciente de que ha hecho algo tan especial. Aunque eso
sí, habrá notado que algo es diferente, sintiendo esa ligereza y esa facilidad
en el vuelo que le proporciona el volar libre de ataduras.
Todavía deberemos seguir muy concentrados en lo que hacemos y no
dejar que la alegría de haberlo conseguido nos distraiga de recoger al
pájaro como debemos y asegurarle al guante con tranquilidad, con
movimientos seguros y firmes. Es entonces cuando podemos sonreír y
dejar que la adrenalina que corre desbocada por nuestras venas nos
nuble los sentidos con una sensación única, de entre las vividas a lo
largo de toda una vida.
Bueno, ya hemos conseguido que el pájaro haga su primer vuelo en
libertad y es en estos momentos tan importantes para nosotros cuando
debemos echar mano de la sangre fría y no dejar que este primer triunfo
nos dé pie a relajarnos creyendo que ya lo hemos conseguido. Esto que os
digo es un error muy común. Sin darnos cuenta nos relajamos y no
prestamos la suficiente atención a esos pequeños detalles que componen el
intricado mundo que es el arte de cetrería... Esos pequeños detalles son los
que hacen que esa magia de la que estamos hablando, tenga un efecto tan
maravilloso y sorprendente.

99
Volviendo al mundo de los mortales, abandonamos el Olimpo de los
dioses para seguir trabajando con las mismas ganas e ilusión que con
tanto esfuerzo nos han llevado a donde estamos.
El siguiente día lo hacemos prácticamente igual pero esta vez, volvemos a
aligerar un poco - no esperamos tanto - y le damos mayor distancia al vuelo
del día y ya, sin el lastre que supone el volar a un pájaro con fiador,
disfrutamos más tranquilos esta vez de ver volar al pájaro en total libertad,
clavándonos sus ojos mientras viene hacia nosotros y terminando como
siempre con la correspondiente ceba, caperuza y para casa, a que piense de
sí.
En estos dos días (no tienen por que ser dos exactamente cada uno lo
hará de la forma en que se sienta más seguro y si son cuatro, pues son
cuatro) nos han servido para comprobar que el pájaro evoluciona y se
adapta correctamente a esta forma de volar. Si todo esta en orden, podemos
comenzar a introducir algún cambio pero siempre cuidando que todo
evoluciona correctamente y si pensáis que el pájaro necesita más tiempo o
sois vosotros los que necesitáis ese tiempo, no precipitéis las cosas y
tomaros el tiempo que sea necesario.

100
Si por el contrario pensáis que todo está como debe, en este día
actuareis de esta forma. Como siempre dejareis al pájaro libre en el
banco y comenzareis a alejaros siempre sin perderle de vista - ósea girando
la cabeza. Pero en esta ocasión mientras os estáis alejando y cuando estéis
como a media distancia, reclamareis al pájaro sin dejar de andar de la
misma forma en que lo hacéis cuando sacáis el señuelo, (unos lo harán con
el pito, otros le silbarán ellos mismo y otros le reclamaran con la voz
acostumbrada). Si el pájaro esta pendiente como debería, lo normal es que
salga volando detrás vuestro y, al llegar a vosotros y no ver el señuelo,
debería pasaros por encima rebasándoos para ponerse por delante. Es en
ese momento justo en que os rebasa y le tenéis volando frente a vosotros
cuando sacareis rápidamente el señuelo llamándole como siempre, de
forma que el pájaro lo vea y gire en el aire a la caza del señuelo, que le
entregareis en el suelo y le recogeréis como se debe felicitándole por lo
bien que lo ha hecho.
También podría ocurrir que el pájaro al no ver el señuelo se posara al lado
vuestro extrañado. En este caso le hablareis tranquilizándolo y volveréis a
alejaros para reclamarle de nuevo y que consigáis lo que antes os decía. En
días sucesivos, vais haciendo lo mismo, pero cada día intentando conseguir
que de un torno más alrededor de vosotros.

101
Esto lo haréis dejándole que os rebase una primera vez como ayer y
reclamándole de la misma forma con la grita o el silbato para que gire y
venga hacia vosotros, pero de nuevo sin sacar el señuelo. Cuando vuelve a
rebasaros por segunda vez, sacáis el señuelo y se lo entregáis en el suelo.
Es conveniente que os mováis andando deprisa de forma que el pájaro
tenga que seguiros y no se pose a vuestro lado como sin duda haría si
estuvierais quietos. Así día tras día le vais sacando tornos alrededor
vuestro. Ya no tendréis que hacer sonar el silbato sino que tan solo con una
voz deberíais conseguir que gire y de otra vuelta, de forma que no utilicéis
el conocido silbato de reclamo de la salida del señuelo cuando en realidad
todavía no ha salido, pues si hicierais mucho esto, dicho reclamo iría
perdiendo su efecto poco a poco, sintiéndose el pájaro engañado por no
sacarle el esperado señuelo. Es muy importante que el señuelo salga
siempre antes de que el pájaro pierda interés y se distraiga con el
consiguiente riesgo de que se aleje y pueda perderse. Si todo va bien podéis
ir alargando los vuelos y el pájaro dará tornos alrededor vuestro a la espera
del codiciado señuelo y una vez conseguido esto, habrá llegado el momento
de sacar los escapes a escena.
En esta fase el pájaro ya esta acostumbrado a volar todos los días y
podréis comenzar a soltarle como lo haréis siempre en lo sucesivo.

102
Os colocareis en un lugar central del voladero que utilicéis, dicho lugar os
debería permitir ver una gran cantidad de terreno y con toda la calma del
mundo le quitareis las ataduras que le unen a vosotros cual cordón
umbilical para que, quitándole la caperuza, le dejéis observar el terreno
estando vosotros más pendientes de las reacciones del pájaro al escrutar el
terreno que de vuestra propia vista. El pájaro con su capacidad visual muy
superior a la vuestra os indicara con su actitud si en el campo de vuelo esta
todo correcto o si por el contrario descubre alguna amenaza, con lo que con
su actitud nos avisará de que algo no anda bien y tan solo tendremos que
seguir la dirección de su mirada para descubrir el motivo de su
preocupación.
Debéis darle el tiempo necesario para que escrute el terreno, de hay esa
típica imagen del cetrero que con el puño levantado espera a que el pájaro
decida salir por si solo o por el contrario con su actitud relajada (suelen
sacudir el plumaje y echar una tolledura antes de salir) os diga que todo
esta correcto y podréis lanzarle al aire, que es su elemento.

103
104
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4ª PARTE:

“LOS ESCAPES”
El motivo de sacar el escape a escena no es otro, que al pájaro le motivará
más si cabe el escape que el señuelo. El escape es una presa viva que huye,
por lo que despertara el instinto cazador que nuestro pequeño depredador
lleva inscrito y por lo tanto estará más pendiente de nosotros sabiendo que
tiene que estar muy atento y centrado, pues los escapes vuelan y pueden
escapar en caso de no reaccionar a tiempo y el señuelo no escapa y está
siempre asegurada su captura. Para soltar los primeros escapes -léase los 2
ó 3 primeros escapes - recomiendo, aunque quizás alguien no este de
acuerdo, que el pájaro vea que salen de vuestra mano. De esta forma nos
aseguramos que el pájaro los reconoce como suyos y hay muchas más
posibilidades que reaccione como debe persiguiendo el escape y
deleitándoos con las primeras capturas, que os aseguro saben a gloria. Para
soltar estos primeros escapes actuareis de la misma forma que veníais
haciendo con el señuelo, esperando que dé unos cuantos tornos alrededor
de vosotros y en el momento en que aparecería el señuelo, con el mismo
reclamo (el pito, el silbido o la grita), hagáis que el pájaro gire y cuando os
mira tras girar para capturar el señuelo, lo que se encuentra es el escape que
sale de vuestras manos, al cual reconocerá enseguida como la comida de
ese día.

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En los siguientes días iréis trabajando en que el pájaro pendiente como esta
de la salida del escape vuele en torno vuestro y os siga por el campo,
terminando la lección siempre antes de que el pájaro se canse y se distraiga.
De esta forma comenzareis a disfrutar de ver volar al pájaro en torno
vuestro y a su vez el pájaro empezará a aprender del viento y de los demás
elementos que componen, eso que al querido maestro Félix le gustaba
llamar…
“EL TEATRO DE LA BELLEZA DE SUS VUELOS”, que no es otra cosa
que el cielo, incomparable escenario en el cual cada día se representa el
drama de la lucha por la vida.
Una vez conseguido que el pájaro marche buenas distancias volando en
torno vuestro, si queréis que el pájaro descubra que hay otra forma de volar
como es la “Altanería” deberéis hacer de tripas corazón y dejarle volar más
a su aire, de forma que descubra por sí solo que existen unas corrientes que
se llaman térmicas y que apoyándose en ellas aprenda como os digo una
nueva y embrujadora manera de volar.
Hay que estar muy pendiente en esta época y tampoco dejarle que se aleje
en demasía, sobre todo si voláis sin emisor, siendo este artilugio el mayor
aliado a la hora de dejar volar a nuestro pájaro más libremente.

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Es muy importante que llegado el momento crítico en el que descubre la
altanería estéis cerca del pájaro, pendientes y preparados para sacarle
correctamente de su altura. Esto debe hacerse con ese escape maravilloso
que os hará descubrir, al pájaro y a ti, lo que es capaz de depararnos, este
incomparable arte que es la cetrería por altanería.
Se me pasaba comentaros que en las lecciones debéis intercalar los escapes
con el señuelo (unos días volareis a escapes y otros al señuelo) de forma
que refresquéis correctamente los estímulos que os devolverán al pájaro
sano y salvo a vuestras manos. Esto se consigue siendo fiel a los estímulos
que utilizamos, ósea que si es el señuelo el que sale a escena signifique
para el pájaro el terminar con la lección de ese día con la consiguiente ceba
y si por el contrario es el escape, igualmente daremos por terminada la
lección. También es recomendable que variéis la duración de los vuelos, de
forma que unos días terminéis muy pronto con la lección y otros días
alarguéis la duración de la misma para que el pájaro no sepa cuanto tiene
que esperar para dar por terminada la jornada de ese día.

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También en esta etapa podemos encontrarnos con un contratiempo, muy
común con pájaros que están en su primera temporada de vuelo.
Contrariamente a como cabría esperar, en muchas ocasiones el aprendiz - y
el veterano cetrero también, todo hay que decirlo – se encontrará con que el
pájaro, cuando pretendemos que empiece a volar dando tornos alrededor
nuestro, en vez de volar - ahora que supuestamente debería hacerlo pues le
estamos dando mayor libertad, volándole durante más tiempo y dejándole
pensar más pues ya no vuela con un estímulo frente a sí como antes que
volaba directamente hacia el señuelo - se dedica a posarse al poco de salir
del puño y a esperar a que le llamemos con el señuelo o con cualquier otro
reclamo, buscando economizar el gasto de energía que le supone estar
dando tornos alrededor nuestro, a la espera de recibir la recompensa de
dicho reclamo.
Esto que también ocurre con los grandes halcones se intenta solucionar con
la introducción de los stooks o pasadas al señuelo. Los stooks sirven para
que el pájaro vuele entorno a nosotros dando pasadas al señuelo sin que le
permitamos su captura hasta que consideremos que ha trabajado suficiente.
De esta manera vamos musculando al pájaro y sobre todo evitamos que se
pose negándose a volar. Una vez que el pájaro esta bien musculado se
sentirá más fuerte y lo normal es que empiece a volar más y con más ganas
y podremos continuar con el ritmo normal del entrenamiento, haciéndole
volar tras de nosotros mientras nos desplazamos por el campo a la espera
del señuelo o del escape.

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Lo lógico por tanto sería que llegado el caso de que nuestro cernícalo no
quisiera volar le hiciéramos trabajar con los stooks, pero al hacer esto
volveremos a encontrarnos con otro problema. El cernícalo tiene una
morfología similar a la de los demás halcones, sin embargo posee una
cualidad que le diferencia de la mayoría de sus congéneres y esta es su
larga cola. Este apéndice caudal capacita al cernícalo de una
maniobrabilidad en pleno vuelo muy superior a la de sus grandes
hermanos, permitiéndole pararse súbitamente en pleno vuelo, con lo cual al
intentar burlarle retirándole el señuelo según pasa junto a nosotros, este
optará por pararse en seco y intentar la captura del mismo, incluso llegando
a suspenderse en el aire a la espera de que vuelva a aparecer el señuelo.
Como os digo esto no pasa con los grandes halcones pues no disponen de la
capacidad de pararse de esta forma en pleno vuelo, viéndose obligados a
dejarse llevar por la inercia que traen para girar de forma más o menos
amplia y volver a intentar capturar el señuelo con otra pasada.
El cernícalo, pájaro muy hábil e inteligente, lo que intentará es arrebatarnos
el señuelo volando en giros muy cerrados entorno a nosotros y en la
mayoría de los casos, a no ser que el cetrero tenga mucha experiencia a la
hora de voltear el señuelo y mirando de mantenerse constantemente en
movimiento para que el pájaro tenga que seguirle y no pueda quedarse
estático, se verá en serios apuros para burlar al pájaro que enfadado y
extrañado se posará a nuestros pies reclamando el codiciado señuelo, con lo
que no habremos conseguido nada.

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Con esto no quiero decir que no se pueda enseñar al cernícalo a dar pasadas
al señuelo de forma más o menos correcta. Lo que quiero decir es que el
cetrero principiante - y la principal misión de este escrito es guiar al cetrero
que comienza - se verá en serios apuros para enseñar a su pájaro a
comportarse como lo hacen los grandes halcones, propiciando por lo tanto
que las lecciones se vuelvan imprecisas, de manera que al pájaro le costará
mucho definir en su pequeña cabeza cual ha sido la lección del día.
Ante este contratiempo, lo que yo hice fue buscar un sistema que,
asemejándose a los vuelos al señuelo, me permitiera volar a mi cernícalo
sin preocuparme de si el pájaro me quitaba el señuelo mientras yo intentaba
que no lo hiciera o que se posara en el suelo piando desconsolado porque
no le dejaba capturar el señuelo.
Este sistema es muy sencillo de llevar a cabo a la vez que muy divertido
sobre todo para el cetrero principiante. Consiste en sacar a volar al pájaro al
campo lanzándole desde el puño y, sin dejar que se aleje más de unos
metros y antes de que se pose, volverle a reclamar de vuelta al puño en el
que tendremos preparada una pequeña picadita que recibirá como premio
por haber retornado al mismo sin haberse posado.
Para conseguir esto conviene que durante un par de días os dediquéis a
llamarle al puño en casa en vez de sacarle al campo. Le llamareis muchas
veces seguidas al puño, de forma que repartamos la comida de ese día en
muy pequeñas picaditas que le iremos dando de una en una en cada salto.

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Esto se tiene que convertir en una especie de juego y debemos de darle
muchos saltos seguidos con su correspondiente picada en cada salto. Los
saltos los haremos de seguido, lanzándole a alguna repisa de casa o
colocándole en el suelo y llamándole inmediatamente de nuevo al puño
para recibir la pequeña recompensa.
Pasados un par de días de realizar los saltos al puño en casa le volveremos
a llevar al campo, colocándonos en una zona del mismo libre de árboles o
grandes matas donde pueda posarse y le lanzaremos al aire para reclamarle
inmediatamente de vuelva al puño, recibiendo la picada correspondiente.
Seguidamente volvemos a lanzarle y de nuevo le llamamos para que vuelva
al puño. Es muy importante que nunca llamemos al pájaro al puño mientras
este posado en el suelo o cualquier otro sitio. De lo que se trata es de
hacerle comprender que recibirá su premio siempre que tras salir del puño
se mantenga volando hasta que le reclamemos de nuevo.
Por su puesto en las primeras lecciones diarias le llamaremos de esta forma
sin alargar demasiado dicha lección; hay que evitar que se distraiga y se
marche por su cuenta a posarse en algún sitio como venía haciendo, de hay
que estemos intentando inculcarle algo nuevo.
Día tras día iremos alargando las lecciones de vuelos al puño y esto lo
conseguiremos espaciando cada vez más la siguiente llamada al puño. Poco
a poco el pájaro irá entendiendo que para recibir el premio de la codiciada
picada, tendrá que mantenerse volando alrededor nuestro sin posarse.

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Nosotros podremos empezar a desplazarnos por el campo mientras el
pájaro da vueltas y vueltas en torno nuestro esperando la nueva picada.
Recordar, si se posa nos acercamos a él y recogiéndole sin darle ninguna
picada lo volvemos a lanzar al aire para llamarle mientras se mantiene en
vuelo.
En estas lecciones también se puede seguir llamando al señuelo al pájaro
para terminar con la lección de ese día, de forma que dejaremos un trozo de
la gorga un poco más grande y lo pondremos en el señuelo. En uno de sus
giros y cuando queremos dar por terminada la lección sacaremos el señuelo
y terminaremos de cebarle en el mismo. Cuando consigáis que el pájaro
vaya cogiendo fuelle y aguante más tiempo en vuelo, vais progresivamente
dejando de llamarle al puño y retomáis el hilo del adiestramiento en el
punto en el que lo dejasteis, dejándole volar ahora si más a su aire.

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5ª PARTE:

“LA ALTANERÍA”
¿Cómo conseguir que el pájaro suba?...
Lo que esta claro es que los pájaros - lógicamente hablamos del grupo de
las denominadas falcónidas - prácticamente todos acaban por subir. Unos
tardarán más, otros tardarán menos y nosotros podremos ayudar a que el
pájaro entienda que tiene que subir, pero realmente será él quien un día,
decida que ha llegado el momento hacerlo.
Cuando un pájaro empieza a dar sus primeros vuelos en libertad buscamos
que este muy pendiente de nosotros, pues todavía no tenemos la suficiente
confianza en él y por lo tanto le volamos en pesos, podríamos decir, bajos.
Desde luego una vez superada esta primera y delicada fase (fase que durará
tanto como crea conveniente el cetrero, no dejando que las prisas nos hagan
precipitarnos) debemos empezar a confiar más en el pájaro y en nosotros
mismos, pues tras estos primeros vuelos hemos podido comprobar que el
pájaro está reaccionando correctamente y que ya no existe tanto riesgo de
que se distraiga y se aleje demasiado con peligro que esto supone. Por lo
tanto podremos ir volándole, progresivamente y con mucho cuidado, en
pesos más altos.

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Se podría decir que ante nosotros parten dos caminos que se muestran
como los más indicados para conseguir que un pájaro acabe subiendo.
Uno pasa por empezar a trabajar con los escapes – presas precapturadas -
procurando que dichas presas sean cada vez más fuertes, intentando
aumentar la dificultad de la captura - cosa esta nada fácil - de forma que el
pájaro, en su progresivo entendimiento de la dificultad cada vez mayor de
capturarlas, busque de forma natural la manera de conseguir dominar a las
presas y la mejor forma para conseguir esto es sin duda la altura. Esta
opción es la más utilizada con grandes halcones (peregrinos y similares) y
con estos suele dar buen resultado, pues tenemos la posibilidad de hacerle
escapes digamos más voladores, como son las palomas. Dichos halcones
son también más propensos por sus características congénitas de vuelo a
buscar la altura en su beneficio. Sin embargo con los cernícalos esto es más
difícil. Partiendo de la base de que es más o menos complicado el
conseguir que las primeras presas adecuadas para esta falcónida vayan más
allá de las codornices (con el tiempo podrán ser tórtolas o incluso palomas)
y al utilizar como es habitual este tipo de escape - codornices -, nuestro
cernícalo no encontrará demasiada dificultad para capturarlas y por lo tanto
no tendrá tanta necesidad de buscar nuevas formas de vuelo para conseguir
su captura. Esto puede retardar un poco el que el pájaro suba.

118
El segundo camino pasa por ir dando poco a poco a nuestro pájaro la
oportunidad de volar más tiempo cada día, a la vez que probamos a volarle
en pesos algo más altos. De esta forma, al no estar tan pendiente de
nosotros, tendrá mayor oportunidad de investigar y aprender por sí mismo
de los elementos que le rodean (léase, el viento y los accidentes del terreno
que provocan las corrientes ascendentes de aire caliente llamadas térmicas),
encontrando nuevas formas de volar que le permitirán seguir
evolucionando.
Hay que dejarle volar.

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Es muy importante que en esta delicada fase del adiestramiento seamos
ahora nosotros los que estemos muy pendientes del pájaro, vigilando que
en sus evoluciones cada vez mayores no pueda meterse en líos que podrían
llegar a ser peligrosos. Estos peligros pueden ser otras rapaces y similares
que vivan en el terreno que hemos elegido para volar a nuestro pájaro o
que, embrujado por el viento y empujado por sus ganas de aprender, se
aleje demasiado de nosotros con el riesgo que esto sin duda conlleva. De
ahí que siempre haga tanto hincapié en que seáis muy cuidados y fieles al
implantar los estímulos en el pájaro, y sobre todos ellos, el señuelo, es sin
duda el más importante. El pájaro tiene que tener una fe inquebrantable en
el señuelo, de forma que sepa que el señuelo es siempre sinónimo de
comida, seguridad y sosiego, por lo que nos será mucho mas fácil recuperar
al pájaro en situaciones que podrían llegar a complicarse.

120
Por lo tanto una vez que consideréis que el pájaro esta más musculado -
pues comprobareis que aguanta más tiempo en el aire y que empieza a
utilizar el viento como un aliado, apoyándose en él para evitar cansarse y
viendo como gana fuerzas en su forma de remar (de dar alas) - es cuando
debéis templar los nervios y dejarle volar más a su aire sin reclamarle tanto,
acompañándole en sus incursiones cada vez mayores y por lo tanto más
peligrosas.
Todo esto que os cuento debe ser hecho con mucha paciencia y mucho
tacto, no hay que ser impacientes y obsesionarnos con el siguiente paso a
dar. Cada paso debe ser dado con firmeza, implantando en el pequeño
cerebro de nuestro pájaro una mecánica alcanzada por la repetición
machacona y constante de los ejercicios que realizamos a diario.
Por lo tanto debéis intentar disfrutar con el pájaro en todos y cada uno de
los momentos tan importantes en los que nos encontramos, sabiendo que
este arte siempre dará sus frutos con la realización de un trabajo a largo
plazo en el que deberemos poner todos nuestros sentidos, para poder
templar y guiar a nuestro pájaro en sus evoluciones, como si fuéramos
nosotros mismos los que estuviéramos volando. De esta forma, cuando
creamos que el pájaro sabe como comportarse en la mayoría de las
situaciones que se nos puedan presentar en el campo, es momento de
dejarle pensar más - cosa que antes no permitíamos - y este pueda hacer
uso de la libertad de movimientos que poco a poco le vamos dando.

121
De esta manera, un día cualquiera de los muchos que debemos pasar
volando junto a nuestros pájaros, nos encontraremos con que de repente
comienza a subir. Es entonces cuando hay que saber actuar - reclamándole
antes de que se aleje demasiado o se descentre distraído por las nuevas
perspectivas que se revelan ante sus asombrados ojos - sacando a escena
ese escape que le muestre lo que es capaz de hacer apoyándose en la altura.
Os aseguro que si esto lo hacéis así, para el pájaro significará un antes y un
después en su forma de volar a partir de ahora, pues una vez ha descubierto
lo que significa la altanería el pájaro tenderá a seguir subiendo cada día,
limitándonos nosotros a esperar a que el pájaro decida cuando subir ese día.
Es importante a partir de este momento terminar la lección de cada día
habiendo conseguido que el pájaro suba. De esta forma conseguiréis que el
pájaro comprenda que esto es lo que debe hacer para que la recompensa
que recibe cada día aparezca en escena.

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CONCLUSIONES:

Hay que empezar a tener claro que es lo que pretendemos de nuestro primer
pájaro.
Si lo que pretendemos es tener un pájaro que llegue a capturar presas
salvajes, con la gran dificultad que esto conlleva, lo que tenemos que tener
claro es que el pájaro debe trabajar única y exclusivamente con la mente
puesta en la caza real. Para esto en lo que tendremos que trabajar es en
tener un pájaro centradísimo con nosotros y deberemos disponer de un
número muy grande de escapes similares a las presas que perseguimos. No
sirve de nada dedicarnos a soltarle codornices y luego pretender que
capture presas mucho más difíciles como son los pájaros silvestres. Como
os digo la caza de presas silvestres pasa, única y exclusivamente, por
disponer de dichos escapes y trabajar con un pájaro muy musculado y
conocedor de la técnica necesaria para conseguir esto.
¿Y cuál es esa técnica? Diréis.

123
Esa técnica supone el enseñar al pájaro que lo que tiene que hacer es
perseguir la caza real, de forma que llegue a asustar tanto a sus presas como
para que estas, al sentirse acosadas, decidan buscar refugio en una mata o
cualquier herida que les proporcione el terreno. Para conseguir esto se debe
trabajar única y exclusivamente con escapes similares a las presas que
pretendemos dar alcance. Los escapes deben ser hechos de forma que el
pájaro crea que esta persiguiendo a presas salvajes. De esta forma se
consigue que el pájaro confié en sus posibilidades y que esa fe se trasforme
en la codicia y la audacia que sin duda necesitará para poder llegar a las
presas salvajes.
Conseguido esto - cosa bastante difícil -, el pájaro debe aprender a
esperar en el aire dando pasadas a media altura para bloquear a la
presa en su refugio - de poco nos servirán ahora las grandes alturas -
a la espera de que nosotros desalojemos a la presunta presa en el
momento justo en que el pájaro tiene más posibilidades.

124
Ese instante será cuando el pájaro, en una de sus pasadas entorno a la mata
donde se encuentra escondida la presunta presa y ayudado por la velocidad
que le proporciona llevar el viento en cola, se encuentra cerca de pasar
junto a dicha mata. Es entonces cuando nosotros sacaremos a la presa en la
dirección que trae el pájaro, de forma que la hagamos volar hacia campo
abierto y nuestro cernícalo utilice la velocidad que trae en su pasada para
llegar a dicha presa. Y que así, azorada y asustada como está por la
presencia del pájaro y la nuestra, pueda llegar a cometer un error fatal
traicionada por los nervios que permita a nuestro pájaro trabarla en el aire
antes de que gane muchos metros, pues será el miedo que consigamos
meterle a presa el factor determinante para llegar a conseguir su captura.

125
Esto que os comento es a mí entender la forma más real y factible de
conseguir una captura, pues creedme si os digo que es extremadamente
difícil que nuestro cernícalo llegue a alcanzar alguna presa a primer vuelo o
en persecución directa partiendo este desde nuestro puño ( hablamos claro
esta de la caza a pie y no desde el coche o en situaciones excepcionalmente
favorables) .
Se debe buscar una semi altanería en la que el pájaro se mantenga en
alturas de 10 ó 15 metros, de manera que, cuando se deje caer en picado, a
la presa no le dé tiempo de volver a ocultarse como pasaría estando el
pájaro más alto de contar la presa con otra herida cercana.
¿Qué es lo que complica esto que os estoy comentando?
Lo primero es que el pájaro debe saber perfectamente cual es su papel y
cual es su altura y posición para conseguirlo.

126
Con esto os podréis dar cuenta de que se requiere un control sobre el pájaro
y un dominio sobre su vuelo muy difícil de alcanzar, os lo aseguro.
Se deben buscar lugares y situaciones muy concretas para conseguirlo.
Dichos lugares deben ser despejados para que el pájaro pueda evolucionar
de forma correcta y deben tener unas heridas aisladas en las que
consigamos encerrar a las presas, de forma que estas, en su posterior huida,
no tengan más remedio que salir a campo abierto, no pudiendo burlarnos
cambiando de herida como harían sin duda de contar con más refugios
cercanos. Por lo tanto esto supone que debéis encontrar dicho sitio - como
el que describo - y que se dé la casualidad de encontrar una presa propicia
cerca del mismo.
Como os podéis imaginar esto comienza a ponerse cada vez más
complicado. El pájaro destinado a la caza de presas silvestres deberá
disponer de una fe y una confianza grandísima en la captura de dichas
presas y la única forma de conseguirlo será disponiendo como os decía de
escapes propicios para ello.
¿Qué dificultades conlleva esto último?
Por un lado, deberéis poner en práctica métodos de captura de escapes que
en la mayoría de los casos están prohibidos - y como es lógico esto es muy
poco recomendable -, con lo que correríamos un gran riesgo al hacerlo pues
estamos hablando de algo muy serio.
Por otro lado deberíais mantener dichos escapes en perfectas condiciones
de vuelo, pues si os limitarais a tenerlos en una caja (por ejemplo dándoles
tan solo de comer) dichos escapes perderían toda o casi toda su bravura,
por lo que ya no nos servirían para lo que estamos persiguiendo puesto que
necesitamos de escapes en plenitud de facultades.

127
Los escapes deben cumplir la misión de enseñar al pájaro a medirse con
dichas presas salvajes, por lo que debemos utilizarlos con astucia, pues si
no se daría cuenta enseguida de cuales son las presas de escape y cuales
son las de verdad, persiguiendo con energía las primeras y dejando las
segundas por saber que son más difíciles.
Por lo tanto es sumamente difícil saber utilizar los escapes de forma
correcta, consiguiendo que sirvan para que el pájaro crea que captura
presas salvajes y no escapes, mucho más fáciles y sencillos.
Como podéis comprobar, cada vez se complica más la cosa...
El siguiente problema lo encontrareis, en el entrenamiento del pájaro
propiamente dicho.
En este entrenamiento todos y cada uno de los pasos deberían ir
encaminados a conseguir que entienda como debe comportarse para
medirse con este tipo de presas y esto que os comento no se consigue
siguiendo unos consejos o pautas que de alguna manera podamos daros en
los libros o similares… ¡no! … Esto se aprende en el campo y sobre todo
con la práctica. Pues os aseguro que de momento bastante tenéis con
conseguir que el pájaro vuele en libertad estando pendiente de vosotros -
pues sabe que de vosotros saldrá la comida que necesita - como para que
consigáis depurar tanto un entrenamiento, tan complejo como el que estoy
intentando explicaros.
Desde luego si estuviéramos hablando de algo legal, que nos permitiera
conseguir los elementos necesarios para intentarlo, esto sería mucho más
fácil.

128
Pero cuando pasas un día con la red vertical puesta o con cualquier otro
método de captura que se utilice, con el miedo constante que supone el que
nos pillen y sabiendo que no es tan fácil la captura de escapes como el
poner una red y sentarnos a esperar que caigan solos, os aseguro que se os
quitaran las ganas de seguir jugándoos tener un serio problema, cuando en
realidad las dificultades no han hecho más que comenzar con la captura de
dichos escapes.
Por lo tanto, ¿qué es lo que pretendéis de vuestro primer cernícalo?
¿Pretendéis tener una súper maquina de volar y cazar? (con lo que sin duda
nos habríamos equivocado de pájaro). ¿O lo que pretendéis es el aprender
los misterios y embrujos que se esconden en este arte, en el cual
disfrutareis de ver volar y evolucionar a vuestro pájaro, volando y
evolucionando vosotros junto a él?

129
“RECOMENDACIÓN”
Bajo mi punto de vista, lo que deberíais perseguir es aprender vosotros
mismos junto con vuestros pájaros, de la naturaleza, del viento, de las
presas y de todas y cada una de las cosas que nos enseña el compartir la
vida con semejantes seres vivos.
Por lo tanto, en mi opinión no deberíais obsesionaros tanto con tener un
pájaro súper musculado y pensando en hacer una súper maquina de volar y
por el contrario deberíais disfrutar y valorar la grandísima oportunidad que
os brinda el compartir la vida con vuestros pájaros, de forma que lo que
busquéis sea enriqueceros con el placer que supone el contacto con la
naturaleza y con todos sus seres vivos.
Una vez conseguido esto, podréis plantearos futuros retos que exijan de
vosotros el utilizar toda la experiencia acumulada en el tiempo que lleváis
con vuestro pájaro, de forma que ahora si intentéis alcanzar con el mayores
desafíos.
Lamentablemente cada vez es más habitual ver a cetreros principiantes que
un día pensaron que cazar con una rapaz sería más sencillo y que cuando
comprueban la verdadera dificultad que esto conlleva, se sienten
defraudados perdiendo gran parte de esa ilusión tan necesaria para llegar a
conseguirlo.
“Si perseveráis y tenéis paciencia, llegareis a conseguir grandes cosas que
os llenen de orgullo”.

130
EL FINAL
Bueno amigos, llega el final de este largo y agotador intento de ayudaros.
Me gustaría terminar diciéndoos que esto que os he explicado sea utilizado
con el respeto y la admiración que sin duda profesamos los que amamos la
naturaleza, hacia esos otros animales de nuestro entorno, respetando que la
cetrería que debemos practicar hoy en día debe ir encaminada única y
exclusivamente hacia las rapaces criadas por nosotros en cautividad.
Debemos mantener un respeto absoluto y responsable hacia los hermanos
salvajes de nuestros pájaros, para que las generaciones futuras puedan
seguir disfrutando de ellos como nosotros y no puedan decirnos desde los
organismos más radicales que fuimos nosotros, precisamente quienes más
amamos a semejantes animales, los que contribuimos de manera activa en
la disminución y en muchos casos la desaparición de tan queridos seres
vivos.
Desde aquí hago un llamamiento con el corazón para que respetéis a la
naturaleza como lo que es, un tesoro de incalculable valor, y a todos y cada
uno de sus elementos como lo que son, los verdaderos protagonistas de esta
maravillosa “AVENTURA DE LA VIDA”.

131
132
“EL CAMINO DE LA ALTANERÍA”

“DIARIO”

POR
“LIDIA RODRÍGUEZ LÓPEZ”

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134
T Å| ÅtxáàÜÉ M
La brisa fría recorría la linde de aquel sembrado abandonado a las malas
hierbas. Salvo unos pocos que habían sido arados y quedaban ahora atrás, los
campos eran una mezcla de reverdores otoñales y restos del seco verano.
Recorríamos aquel paraje que desde la carretera casi parece un retazo en la
inmensidad, pero una vez adentrado en su corazón, se hace extenso y hermoso.
Quizá ese paisaje, a un lado del bullicio de la gran ciudad y al otro silencio
armonioso del monte mediterráneo, pueda parecer a los ojos de algunos de
escaso valor… pero para unos pocos es ese refugio de tranquilidad donde
olvidar para sumergirte en lo más profundo de los sentidos, allí donde el alma
viaja en cuanto tiene oportunidad.
Ante el eco lejano de la civilización, el silencio de la naturaleza se deja
escuchar. El frío aire del norte va acariciando desde el pie de la montaña todas
las tierras hacia el sur. Sientes el murmullo de los pinos cuando sus acículas
parlotean con el viento, las desnudas ramas de los almendros entrechocar, la
ráfaga removiendo los herbazales salvajes como oleadas de colores verdosos y
dorados, el trino de los pequeños pájaros o la silueta lejana de la rapaz oteando
el páramo... ese indescriptible silencio que tranquiliza y alerta los sentidos, solo
roto por nuestros pasos entre las resecas espigas y por la brisa que acaricia el
instinto perdido en el asfalto...
Y allí, en medio del quebrantado silencio, te veo caminar solitario ave al puño
como cada tarde, antes de que el sol decline, antes que el ocaso alcance.
Te sitúas en un alto donde el viento choca de frente con el rostro.

135
Casi parecería una rutina, pero como cada día te acompaña esa congoja de
soltar pihuelas y no saber que deparará la jornada... y alzas el puño al cielo.
Con la única diferencia de que yo te observo entre curiosa y embelesada, hasta
que como un proyectil, esa ofrenda alada al cielo sale del puño y comienza su
coqueteo con el viento. Me fijo en cada detalle, cada gesto queda grabado en mi
mente. Y pienso que no hay mejor aprendizaje que observar a tu maestro.
El dulce tintineo de los cascabeles se oye aquí y allá mientras caminamos
observando nuestro alrededor. Algunos pajarillos se espantan a nuestro paso.
Andamos cara al norte, enfrentándonos al soplido incesante y frío del aire.
Algunos cirros y nubes altas rasgan el cielo en mil franjas blanquecinas. Esa
pájara conocedora ya de su quehacer, vuela a su antojo disfrutando del cielo
que le ha sido entregado. Pero siempre va atenta de nuestros pasos. La vieja
Umbría me fascina con sus vuelos. Entre verla surcar el cielo, dejo volar mi
imaginación y puedo ver a su hija que va sobre mi puño haciendo grandes cosas,
emulando a su madre que navega ahora en el viento… Aunque sepa que para eso
nos queda mucho por aprender y tiempo por transcurrir.
De vez en cuando en su deambular, Umbría pasa cerca. Tú bien conoces que
esta pidiendo el desenlace de sus vuelos, pero con un solo gesto la dices que no,
que vuele, que siga jugando con el viento. Mientras seguimos la marcha y sin
perderla de vista me das detalles, sobre todo del viento, sobre como saber
cuando soltar esa codorniz que siempre se espera que de una hermosa batalla.
En el pasado quizá la muerte de un ser vivo de tal forma me hubiera causado
una extraña contradicción y bien me has demostrado que es natural sentir pena
cuando realmente amas el campo y la vida de tal manera. Y sin embargo, ¿hay
muerte más digna que morir midiendo tus fuerzas con las de un adversario para
el que la naturaleza le ha dotado de sus propias armas? Es el juego de la vida,
ese juego en el que no siempre vence el mismo. Empiezo a sentir ese profundo
respeto y admiración por la presa, ese del que tanto te he oído hablar. Tanto
respeto y admiración como siento por nuestros pájaros, el mismo que siento al
mirar el cielo, el riachuelo, los bosques o las estrellas…
Abres el porta escapes para sacar la presa de hoy y Umbría ya adivina en tus
movimientos que es hora de dejar los juegos. Antes de soltar me indicas que
aquella es la manera de la que me habías estado hablando, de cómo hay que
esperar que el pájaro nos rebase volando contra el viento. Mientras la
observamos podemos ver como nos mira desde el cielo, girando su cabeza sobre
el ala. Y es en ese momento cuando la codorniz propulsada hacia el cielo
empieza a batir sus alas, se lanza cola al viento en una desesperada búsqueda de
la herida más cercana. Ella sabe que es la única salvación que le queda ante la
inminente llegada de su perseguidor. Por un momento hay más silencio en los
alrededores, como si todo se hubiera prestado a observar el desenlace de
aquella lucha. Un final, que tras segundos de incertidumbre, acaba con Umbría
sobre la codorniz entre un montón de espigas, cerca de la linde donde había
adivinado que se iba a esconder la desafortunada presa. Las cosas suceden tan
fugazmente que para mí es complicado asimilar todo lo visto. Falta de práctica,
me digo. Sonreímos por lo contemplado y rápidamente vas a buscar y a felicitar
una vez más a la compañera de tus vuelos.
Saboreamos un rato la escena en nuestras mentes mientras parece que alrededor
todo sigue en calma y la percepción del tiempo vuelve a la normalidad.

136
Mientras recoges a Umbría, me dedico a observar el horizonte. Contra el cielo
se recortan las cumbres blancas de la sierra.
Las observo casi con nostalgia mientras el sol continua advirtiéndonos de que
los días de otoño se hacen cada vez más cortos. Ya cebando a la pájara
continuamos recorriendo el campo, volviendo sobre nuestros pasos mientras
piensas un buen lugar donde hacerle unas tiras al señuelo a su hija, que sigue
tranquila en mi puño. Realmente hay rincones maravillosos escondidos tras las
lomas donde, tras los vuelos, terminas preso en la tranquilidad con la que solo
un lugar tal puede obsequiarte.
Puede parecer que, al lado de los largos vuelos de Umbría, el vuelo directo de
Cisco hacia el señuelo mientras la anilla que le une al fiador va deslizándose
hacia mí sea menos importante. Pero para el que siente la cetrería como
nosotros es igual de hermoso, es una alegría que solo puedes sentir cuando
sabes que tú y tu pájaro vais por un buen camino.
Desde aquel primer momento en el que comió en el puño su primera gorga o
desde ese otro en el que apenas le tiras el señuelo a las garras para que salte a
él, hasta el día en el que té invade la emoción al quitar la lonja y el tornillo, para
dejarle por primera vez libre. No hay un solo momento que no disfrutes solo con
ver los breves pero firmes avances. Ese ayer que parecía no marcharse, cuando
el pájaro era una criatura salvaje que apenas comía con tranquilidad en el puño,
queda tan lejos que casi olvidas que un día tuviste en tus manos una fiera a la
que parecía imposible tranquilizar y enseñar.
Con que satisfacción recoges de nuevo a tu compañero mientras se ceba en su
merecida comida y como premio final obtienes la aprobación de ese maestro que
te guió desde el primer momento para que sacaras el arte cetrero que reside
dentro.
Y no contentos con tales regalos, aún tenemos tiempo de deleitarnos con la
belleza que nos rodea, del sosiego y las luces del atardecer en el campo,
protegidos del crudo viento y con los pájaros en sus bancos al sol. Entre los
comentarios de la jornada cada uno navega por sus pensamientos, observando
como los pájaros se convierten en una bola de plumas y se olean con los últimos
rayos de la tarde. Sus miradas inquietas nos advierten de la presencia de
cualquier imprevisto, inclusive esas rapaces salvajes que buscan sustento o
vuelven a su refugio antes de la noche.
Una vez más te pierdes en el mundo de los sentidos, escuchas tú alrededor y te
paras a pensar en la fortuna de poder compartir de un modo tan natural y
hermoso la vida con unos animales tan fascinantes… y al fin al cabo con la
naturaleza que nos rodea, es maravilloso. Acabo entendiendo que para mi no es
tan importante llegar a la presa, “Esa que dicen ser necesaria para hacer
cetrería”como llegar a mi pájaro, llegar, a ser parte de su vida tanto como él ha
llegado a ser parte de la mía, llegar hasta la esencia misma de la desconocida
naturaleza, siendo parte de esa esencia la despiadada lucha por la
supervivencia.
El campo se tiñe con los colores del fuego, el sol se esconde tras el horizonte y
las nubes, entre rosadas y azuladas, reflejan los últimos rayos del astro…
Es entonces la hora de marcharse y volver a esa otra realidad del asfalto… Pero
solo volver en parte, porque sabes que por muy lejos que estés, siempre parte de
tu alma estará perdida en ese campo donde te sentiste un ser libre mientras
volabas con tu compañero del aire.
137
De nuevo recorremos las veredas y los páramos, con los pájaros ya
encaperuzados, con las estrellas apareciendo tímidamente en el firmamento. Se
espantan las cogujadas que ya se acurrucaban unas con otras entre los campos
para aguantar el frío… El silencio es aún mayor... Que pincelada tan acertada
para acabar el día tras la satisfacción de unos buenos vuelos.
Aún seguimos hablando, aún comentamos dudas, nuevas enseñanzas, sueños que
no abandonan nuestro pensamiento mientras regresamos. Pero a veces solo
puedo escucharte como un eco lejano, un instante en el cual solo puedo pensar
en mi fortuna. Una vez estuve segura de que volar un halcón era uno de mis más
añorados sueños. Sin embargo siempre lo vi lejano. Acudía a mí la añoranza de
algo que aunque desconocido latía en mi interior al mismo ritmo que los latidos
de mi corazón. En los primeros pasos no tuve más apoyo que mi voluntad. Pero
he aquí que mi fortuna cambio cuando alguien pudo ver, con solo leer en unas
simples palabras que en mi timidez conseguí escribir en un foro de Internet, ese
sentimiento que deseaba con todas mis fuerzas dejar salir de mí. No sé si tengo
más suerte por haber encontrado un gran maestro o un gran amigo...
El maestro me transmitió un legado que espero que jamás caiga en el olvido y
consiguió con su ayuda cumplir mi sueño y calmar mis dudas. Gracias a ello mi
sueño esta hoy sobre mi puño.
El amigo comprendió esa parte de mí que hasta el momento nadie había
entendido y fue el apoyo que me había faltado.
Tengo la satisfacción de saber que cada vez que vuele a mi querido pequeño
gran halcón o con los años quizá otras aves recordaré las palabras y la pasión
por este arte de mi querido maestro.
Gracias.
Gracias por siempre y de todo corazón.

“Lidia”

138
“Diario”

~ El duende gavilán ~
“Cisco”
Peso:197 gr.

Es una tarde de octubre, de esas aún calurosas en las que el sol se resiste de
apagar un poco su calor... la campiña esta desierta. Se oye una llamada desde
unos árboles lejanos y las alondras sobrevuelan el páramo con sus cantos,
resistiéndose a dejar el celo atrás mientras las hojas de los almendros
amarillean y el pasto dorado da paso a la hierba verde y fresca.
No es mucho lo que se contempla desde la hondonada, en una isla de árboles en
medio de un sembrado ya herido por el arado. Tan solo un muro de tierra que
partirá en dos el corazón de aquellos campos inundando el ambiente con el
incesante ruido de los coches... Más allá de la nueva carretera aún quedan
reductos de encinar, de aquel que algún tiempo cubrió aquellas tierras y que aún
hoy da cobijo a seres camuflados e ignorados por la mayoría de los humanos.
Allí estamos Cisco y yo… Ella debatiéndose alguna vez, aún desconfiada de mí
recién salida como esta de la muda y yo intentando adivinar que es aquello que
llama poderosamente su atención. Y aunque muchas veces es imposible verlo,
otras me descubro compartiendo la visión de aves lejanas que sin los ojos de mi
amiga jamás hubiera descubierto en el cielo.
En un instante cambia su actitud desconfiada y vislumbro a mi amiga, aquella
con la que disfrutaba del arte de volar por el cielo... Arrastrando el señuelo
levemente por el suelo consigo que capture su simulada “presa” y que coma
después picaditas de mi mano. Y todo habría sido esperado, como pensábamos
que iba a ser... Todo menos el teatro de la vida, ese que se representa todos los
días en nuestros campos al alcance de unos pocos ojos afortunados...

139
Cuando me disponía a marcharme el silencio del campo se llena de sonidos de
alerta lanzados por un grupo de pajarillos que parecen asustados. No puedo
verlos, pero escuchó como se aproximan hacia nosotras. En breves instantes me
sorprenden viniendo de frente hacia el lugar donde nos encontramos. No puedo
percibir que mal les atemoriza tanto, pero el miedo se palpa en su vuelo... De
repente, un relámpago gris ataca desde la retaguardia a las avecillas. Es rápido,
como una flecha que corta el viento. Le veo seleccionar la presa y fintar en el
aire intentando alcanzar su pequeño trofeo... Su pecho es rojizo, aunque poco
más puedo ver ante tal velocidad. La suerte a favor de la presa quiso que las
ramas de un almendro se interpusieran entre las garras del cazador, que sin
embargo intenta capturar dentro de la maraña de hojas y troncos. No lo
consigue y la presa se refugia en lo más profundo del follaje evitando a la
muerte vestida de gavilán. Aún boquiabierta contemplo como el resignado
cazador, ignorando por completo mi presencia y la de Cisco que observa en mi
puño la escena, sale por nuestro lado del árbol y empieza a dar tornos hacia las
alturas del celeste firmamento. El duende sube firme... seguro que aún con el
regusto amargo de la derrota. Pero no se rinde y sé que volverá a intentarlo
cuando, otra vez desprevenidas las presas, la altura le sirva de atalaya para la
caza. El gavilán altanero se pierde donde la vista no alcanza a los pocos
instantes para alivio de los pajarillos, que huyen de las heridas del lugar
despavoridos. Tal como apareció, el fantasma se desvanece.
Escucho al pájaro afortunado que aún sigue entre las ramas, seguro que
recuperando aún el resuello de la vida que casi se le escapa entre las garras de
su enemigo mortal. Un día más para vivir... y sin embargo que belleza la de la
caza, que maestría y que arte el de los depredadores, belleza que sin presas y sin
muerte no sería posible. Belleza de la vida que pervive en nuestros campos y que
cada vez se ve más acorralada por la civilización, por carreteras que cruzan sus
dominios, por casas que cercan a su territorio... belleza que poco a poco se
retira a los confines de nuestra geografía huyendo de la “quema” de los
humanos...
Belleza que rara vez verán ya nuestros sucesores, en los campos donde antaño
nuestros ojos vieran instantes que marcaron nuestro profundo respeto,
admiración y veneración hacia lo más puro que navega por nuestra alma: la
vida, la sencillez encerrada en la complejidad de la naturaleza, encontrar que no
somos tan distintos del resto, que sufrimos, morimos, crecemos, amamos y
vivimos, conscientes o no de ello. La felicidad de encontrarse a uno mismo,
perdiéndose en el mundo de los sentidos donde no existen más que las leyes de la
vida...

140
~ El “túnel” de viento ~
“Cisco”
Peso:192 gr.

Tras casi una semana de rutina campera empiezo a vislumbrar en los ojos de mi
compañera aquella chispa que nos unía y nos hacia libres en nuestra especial
amistad. Aún es reticente a la caperuza, ese instrumento que le trae por el
camino de la amargura cada vez que lo ve venir hacia sí. Aunque ahora donde
más intenta evitar con sus debatidas la caperuza es en el campo, cuando
debemos marcharnos.
Pero ya no es como antes... su mente ha cambiado de nuevo y en cuanto ve el
señuelo no duda en aletear y volar hacia el. Por fin nos hemos aclimatado de
nuevo al quehacer de una nueva temporada, venciendo a los gramos de más y
también a la propia pereza que muchas veces intenta vencer a nuestra pretensión
de volver a la rutina de los vuelos. Pero algo que he aprendido es que las ganas
de volver siempre vencen, por mucho que se oponga la costumbre de la
inactividad que para el cetrero supone la muda.
Hoy en el campo hacía viento... normalmente me gusta el viento aunque a veces
trae ruidos que me inquietan. Cisco en cambio no parecía alertada por nada.
Una vez fuera la caperuza, he volteado el señuelo y al poco ha acudido volando
asegurada por el fiador... no ha sido un vuelo largo, tan solo lo necesario para
comprobar si ya estaba realmente dispuesta. Una vez encima me he acercado de
rodillas como siempre a ofrecerla suculentas picaditas a por las que acude de
buena gana. Es una alegría descubrir como el pájaro va recordando poco a
poco lo aprendido en las temporadas anteriores.
Muchos acabarían la jornada ahí, encaperuzando al halcón antes de que acabe
su comida.
141
Yo retiro el señuelo con cuidado para que termine la gorga sobre mi puño y,
una vez acabado el festín, nos acomodamos en la hierba o el barbecho de los
campos y disfrutamos de un baño de sol y de la brisa. Miramos el infinito hasta
donde la vista alcanza, deleitándonos con la vida que se muestra en toda su
belleza ante nuestros curiosos ojos.
Hoy la pájara ha empezado a olearse algunas plumas que quizá tenía
descolocadas por el vuelo. Luego hemos contemplado a las urracas, un grupo de
seis que jugaban a perseguirse entre los almendros o que intentaban volar a
duras penas contra el viento, como retozando en alas de Eolo. Quizá impulsada
por la visión de las urracas, Cisco ha abierto las alas a la corriente del noreste.
Era como si volara sin despegar del puño, como si entrenara para volar jugando
con la brisa racheada... como un pollo que aletea en el nido días antes de iniciar
sus vuelos.
Luego las cerraba un rato, para volver a colocar las plumas o para mirarme con
esa pose tranquila que se reconoce en un pájaro que esta a gusto en el puño. Me
ha parecido ver alegría en el brillo de esa mirada oscura. Y me he divertido
viendo a mi compañera de nuevo feliz y con mayor confianza sobre el puño. Un
gran premio el de esta jornada de viento, mientras la pájara volaba suspendida
en la lúa, como en un túnel de viento.
Quizá me advertía: “nos esperan grandes jornadas de vuelos, ya lo veras”...

142
~ El recuerdo ~
“Cisco”
Peso:187 gr.

Han pasado algunos días ya desde la tensa primera salida al campo. Hemos
vivido grandes momentos desde entonces. Como era de esperar, Cisco ha
evolucionado a mi favor. Renovadas de nuevo las buenas costumbres mi amiga
voló libre hace tres escasos días.
He de decir que yo también he sufrido ese renacer de la costumbre hasta que la
rutina ha nutrido mis ganas de salir a volar, aunque quizás lo que más me
agrada de todo son los momentos que pasamos después del ejercicio, cuando nos
sentamos a ver el mundo, a contemplar el campo y los seres que habitan en él
ignorando por un momento a la humanidad... El canto de los alaudidos, las
grullas sobrevolando a mucha altura mientras gritan desde el alto cielo... o esa
rapaz furtiva que nos mira curiosa desde la atalaya, ya sea árbol, tocón o
firmamento, para después desaparecer tal y como vino en el infinito de cualquier
horizonte.
Los grillos cantan en estas bocanadas de estío otoñal. Ella inflada, hecha una
feliz bola de plumas. Y yo más feliz viéndola a ella y al campo.
El primer vuelo libre fue el regreso del ritual. Estábamos allí, en el campo de mi
maestro, ese lugar que tanto añoro en incontables ocasiones. El aire tranquilo
que se respira en ese lugar y que de momento me es muchas veces imposible de
apreciar en mi propio campo...
Esos terrenos de paz, con los campos cubiertos de malas hierbas resecas, con
sus veredas de almendros y taludes reverdeciendo, con sus encinas aisladas...
con el horizonte del Madrid de los rascacielos a un lado y a otro el mar de
encinar del monte mediterráneo que se pierde hasta el pie de la Sierra de
Guadarrama. Un lugar colmado de recuerdos, de jornadas cálidas y frías donde
campeábamos aves al puño y perro a la muestra.
143
Donde las codornices, sembradas o lanzadas, nos daban grandes lances y el sol
caía entre murmullos de la brisa, nuestras voces o nuestros silencios. Añoro
mucho de aquella primera temporada que vi volar a Umbría la vieja mama de
Cisco. Pero lo cierto es que ahora, cuando muchas veces me retiro a un
recoveco escondido del campo para contemplar el mundo tras la jornada, hecho
de menos la compañía de mi maestro. No por mucho me repito. Volverá pronto
seguro.......
Tras probar el emisor, voy al lugar de costumbre. No ha cambiado nada desde el
año anterior, solo que hay más maleza. Tras quitar lonja y tornillo, dejo a la
pájara en un tocón de hormigón de esos que abundan en este campo y que
parecen delimitar unos campos de siembra de otros. Sé que esta impaciente. Me
alejo dándole la espalda y preparando el señuelo; “casi puedo notar sus ojos
clavados en mi espalda”. Y sé que una vez más no tengo nada que temer porque
la pájara esta preparada para dar de nuevo el paso a la libertad.
Efectivamente viene rauda, con más limpieza y más altura al no estar ya
impedida por las limitaciones del fiador. Persigue el señuelo con garra mientras
cae al suelo. No sé si serán mis ojos, pero este año noto algo diferente en el
vuelo de mi pequeño gran halcón, sus aletazos me parecen más firmes, más
limpios.
Al terminar los vuelos nos acomodamos cerca de la conocida charca que se
encuentra casi seca. Muchas tarabillas cazan insectos desde la espesa zarza que
se alimenta de ese agua. Y muchas veces el gavilán o el esmerejón sobrevuelan
de improviso la zona por si encuentran a alguna de estas avecillas
despreocupadas en desventaja.

144
~ ¡Vuela Cisco, vuela! ~
“Cisco”
Peso:183 gr.

Tras estos dos días saliendo desde algún posadero que nos brindaba el campo,
empezamos los vuelos saliendo desde el puño. Después de breves tornos premio
con el señuelo sin esperar que se distraiga. Y así alargamos día a día la lección,
intentando que cada vez sean más los tornos. Alguna vez se posa en el suelo pero
no es como el año pasado. Cuando despega de nuevo vuela muy fuerte, dando
unos tornos con una garra que no le había visto nunca en las dos temporadas
anteriores. Se nota la fuerza que va adquiriendo gracias a que salimos todos los
días.
Llegó el puente de los santos y el viernes fue el día de las sorpresas. Para
empezar un ratonero nos salió casi de los mismos pies con una paloma blanca
entre sus garras. Se perdió entre los pinos aunque me dejó ese punto avizor que
da el saber que rapaces más grandes baten la zona. También tuvimos la visita de
la gavilana altanera.
Los vuelos fueron fantásticos. Cisco salió con ganas y voló muy bien, tanto que
no se llego a posar en el suelo. Lo malo de estas jornadas es que los vuelos
acaban tan rápido que casi no da tiempo a saborearlo. No obstante, bajamos la
loma para ir a parar a la charca, en donde terminamos la ceba. En esos
instantes vuelve a salir el ratonero ya después de su merienda y con una térmica
alcanza la altura idónea para alejarse hacia la espesura. Nos pasamos un buen
rato, más de media hora, mirando el campo hasta que encuentro preciso volver.

145
Pero justo cuando me decido a levantarme, aparece Juanse que viene a hacernos
una visita para ver que tal nos va.
Bajamos a los árboles que hay descendiendo la loma del cañaveral. Es un lugar
tranquilo donde rara vez te molesta nada y es donde hicimos muchas tiras de
fiador antes de llegar hasta hoy. La pájara esta muy desconfiada de Juanse
cuando le quito la caperuza. Yo creo que aún se acuerda de muchas que le ha
hecho el maestro y se las tiene guardadas je,je.je... Eso sí, cuando la dejamos en
su arquito le entra una gran felicidad de saber que aún va ha estar otro rato en
el campo y no se va para casa.
A mi como siempre me parece una maravilla observar sus movimientos curiosos
cuando mira el campo... se retoca algunas plumas... nos mira y mira a los
pajarillos en los almendros. Me atrevo a decir que si no tuviera otra cosa que
hacer en la vida que mirarla, la pasaría embobada desde el primer momento
mirándola sin alcanzar aburrimiento alguno. Jamás me cansó de verla.
Juanse me comenta que la nota distinta, con el plumaje ya de ave adulta y sin
esa cara de pollo... aunque sigue siendo un poco tontuela, esperemos que se le
pase este año. Le falta arrancar hacia la curiosidad de volar, de jugar con el
aire, de elevarse en sus brazos y abandonarse por un momento al viento
olvidándose un poco de mí. Tampoco mucho, no quiero que se pierda. Pero es
una pájara muy apegada desde que la tengo, que le gusta poco alejarse y volar.
Y yo digo que es a lo que yo la he acostumbrado con mi falta de tiempo... y
cuando tenía tiempo quizás por mis miedos. Aunque mi maestro se apresura a
decirme que he aprovechado bien el tiempo que se me ha dado para ello. Y es
cierto, tengo un buen cernícalo. Solo le falta arrancar de una vez y descubrir de
lo que es capaz.
La curiosidad de la pájara nos alerta y miramos al cielo. Descubrimos un ave
enorme, con un plumaje oscuro casi negro. Sin duda parece un águila y aunque
no hemos visto las hombreras blancas, llegamos a la conclusión de que
posiblemente sea un águila imperial aún joven y con escasas hombreras. No es
la primera vez que se las ve por allí. Una vez una me regalo su concierto de
cante desde gran altura.
El maestro me confiesa que va a empezar ya con Umbría y que va a dejar ya las
siestecitas de por la tarde... je, je... Le entiendo bien, ponerse al tema da una
pereza increíble... Es extraño, la verdad. Nos pasamos la muda pensando en
volar y cuando llega la nueva temporada siguen las ganas de volar pero no las
de moverse para hacerlo. Todo es hacerse de nuevo a la rutina… como ya he
dicho antes, al igual que el pájaro necesita recordar nosotros también lo
necesitamos. Al fin y al cabo somos animales de costumbres, como ellos.
El caso es que me alegra sobremanera la noticia de la vuelta de Umbría a los
campos de mano de mi maestro. Tengo ganas de verla algún día volar con esas
ganas que solo ella tiene. Aunque ahora nos las veremos para volar los dos
pájaros y trabajaremos el doble seguro. Pero la compañía lo merece. Y tengo
muchas ganas de rememorar aquellas andanzas de mi primera temporada. Me
trae muy buenos recuerdos... que ganas tengo, aunque no se lo confieso a mi
maestro. Es posible que él lo sepa. Y a pesar de su pereza yo también sé que
desea de nuevo disfrutar de los vuelos de su querida Umbría.
Decidimos que lo mejor es seguir dejando al pájaro dar tornos y esperar que
quizá un día la suerte le haga encontrar una térmica.

146
Juanse me recomienda algunos lugares propicios del campo, con hondonadas y
altos donde la brisa y los vientos se revuelven con más facilidad y dan ventajas
al vuelo.
El sol desaparece tras la loma entre nuestras palabras y decidimos marchar. Es
increíble como en cuanto cae el sol desaparece el ambiente primaveral y se
extienden los fríos. A la pájara le cuesta un mundo la caperuza. A mi me cuesta
irme de la agradable compañía y de la buena conversación. Pero me digo que en
breve se repetirá más a menudo. Ultimamos los preparativos y nos vamos sin
más sorpresas. Nos acompaña el anaranjado intenso del cielo despejado. El
horizonte se come al sol en minutos, las montañas antes azules se tornan a un
color violáceo oscuro. Los campos antes dorados se vuelven ocres, el verde
pierde su brillo amarillento hasta abatirse a las sombras. La oscuridad de la
noche poco a poco se adueña del campo y de los seres que habitan en él...

147
~ Los reencuentros ~
“Cisco”
Peso:185 gr.
Los maestros han vuelto al campo así como el frío ha llegado a las tierras bajas
mecido desde el norte. Ya pasaron los días de otoño veraniego... Ya no se ven
tanto a los gavilanes, ni los ratoneros, ni siquiera los cernícalos. En cambio el
campo empieza a bullir vida. La vida de los bandos de pajarillos que
seguramente huyen del frío de las alturas y del norte descendiendo a la meseta.
Eso hace pensar que pronto llegará el esmerejón con sus empuestas, al igual que
pronto han de llegar las ansiadas lluvias que harán reverdecer al páramo y, al
fin y al cabo, hacerlo revivir de este estío tan largo que se ha mantenido en los
campos. Ya no sale tanto el pastor ni los campistas campan por doquier. Ahora
el barbecho pertenece a quienes sepan hacer de lo inhóspito un lugar de tardes
inolvidables.
Al abrigo de una loma me preguntaba hace ya más de una semana cuanto le
faltaría a Umbría para ponerse a tono y volver a su feudo.
Cisco ya volaba bastante bien, posándose poco y dando muchas vueltas a mí
alrededor mientras caminaba. Poco a poco parece entender que hay que ganarse
el sustento volando. Como temporadas atrás tiene una fe inquebrantable en el
señuelo, fruto de buenas lecciones. Toda la gorga del día en semejante
instrumento es suficiente para convencer a un ave de presa de que el señuelo
será a partir de ahora como su “plato” de comida.

148
Y así se convierte en el más preciado instrumento, junto con la telemetría, a la
hora de recuperar un halcón. Su solo volteo hace que venga desde cualquier
lugar cuando es bueno el apetito.
Hoy llegábamos al campo sabiendo que el primer escape de la temporada nos
esperaba. Fue un lance precioso. Cisco volaba hacia delante cuando propulse a
la codorniz desde mis manos. La presa aprovechó el aire en cola para huir con
rapidez. Cisco fintó para tomar el favor del viento y se colocó a ras de suelo
dando alas con fuerza. Por un instante estuvieron igualados y de repente pensé
que la codorniz embarraría inevitablemente en una zarza cercana y se
escondería en tan buena herida. Tuvo intención de ello pero dudó y la duda
sentencio su final pues se paso ligeramente la zarza y cayó al otro lado donde
Cisco la atrapó con gran agresividad. La pájara terminó la ceba en presencia de
Alba, la bretona de mi maestro. No hizo muchos extraños, pero en cuanto
aquello se movía la inquietud le alisaba las plumas. La búsqueda de la perra
entre las matas secas provocaban continuas debatidas.
Al acabar con los vuelos del día íbamos hacia el alto de la loma de las encinas
para descansar cuando la perra hizo una muestra. El ratón era diminuto y se
escabulló entre los cardos. No obstante seguimos la busca. Nos alejamos un
poco con Umbría preparada para el lance que se presentase. Alba regresó al
lugar donde habíamos visto al roedor y volvió a hacer la muestra. Allí estaba de
nuevo. Y esta vez en un lance corto no pudo escapar de las garras de la ya
cebada Umbría. La mía nada más que hacía asustarse así que el intento de
buscar uno para ella se quedo en eso.

149
~ “La Martirio” ~
“Cisco”
Peso:191 gr.
Todo empezó un viernes de este Noviembre que ya casi alcanza a su fin. Llegué
al campo sobre las cuatro tras aguantar el atasco de costumbre de los viernes.
Juanse me esta esperando en el campo.
Tocaba volar en la parte alta por la venida propicia del leve viento. Primero
Cisco, que hace buenos vuelos hasta que la veo cansada y doy señuelo. Al poco
nos viene a visitar la cernícala salvaje que da una vuelta de reconocimiento y se
posa en uno de los postes de hormigón. Según nos acercábamos a ella levanta el
vuelo y desaparece... Juanse me dice que aquella semana Umbría había tenido
pelea con ella.
Mientras cebo, Juanse prepara a Umbría y charla con un harrisero que debió
vernos desde la lejanía. Umbría empieza a volar al rato. Vuela bien aunque se
posa bastante, producto de su aún baja forma. Mientras vuela aparece de nuevo
la pájara salvaje. Esta vez va directa dando su grito de guerra… ha reconocido
a Umbría. Se enzarzan en una batalla entre graznidos y lances increíbles. Se
agarran, pero antes de que Juanse pueda llegar ya se han soltado. Se suceden
los encuentros. En cuanto nos confiamos reaparece la cansina dueña del páramo
para echar a la “intrusa”. Pero Umbría siempre ha gastado un carácter
agresivo y valiente. No se deja amedrentar y responde.

150
Los lances se suceden como las carreras para evitar las peleas y los agarres.
En la última ambas desaparecen en la hondonada. Veo a Juanse desaparecer
tras la loma corriendo mientras que las pájaras luchan y chillan. Juanse se da
un tortazo de campeonato por intentar socorrer a Umbría que pelea con su
congenere en el suelo
Al cabo de un rato consigue regresar con Umbría volando y, sin que ya moleste
la cerní salvaje y se le hace un escape.
La codorniz, en vez de tomar viento en cola loma abajo, lucha contra el viento en
cara hasta que sin salida y vencida por el viento se deja caer en lo alto de la
loma y es capturada por Umbría.
Mientras cebamos decidimos que nos vamos a alejar por un tiempo de la zona
pues los pájaros no están todavía fuertes y la cerní salvaje a la que bautizamos
como la Martirio, es mucha cerní.

151
~ Simulando la caza ~
“Cisco”
Peso:192 gr.
Hoy hemos quedado para simular un día de caza y, para evitar un poco los
ataques de la Martirio, elegimos un lugar más escondido. El sitio es idóneo, la
ladera que cae hacia el camino del río se convierte en nuestro escenario. Allí dos
horas antes algunas codornices fueron soltadas por Juanse.
Hoy es el día para probar a Cisco con la perra. Estoy segura de que no hará
ningún extraño y todo irá a la perfección. Empieza volando mi estimada
compañera. Nada más salir se posa en las encinas que nos acompañan en el
camino. Alba empieza a buscar entre la densa espesura que cubre los suelos y
nosotros caminamos tranquilamente. Cisco nos va siguiendo de árbol en árbol
hasta que finalmente se arranca a volar sin posarse tan a menudo.
Es un espectáculo ver a Alba recorrer de arriba a abajo los campos buscando
las codornices embarradas entre las matas de hierbas secas. La pájara pasa
cerca muchas veces e incluso sobrevuela a Juanse y a Umbría, que va
encaperuzada. Breves minutos después y tras haber recorrido bastante trecho
descubrimos a la presa. Alba hace la muestra mientras Cisco sigue
sobrevolando. Nos colocamos en posición para levantar la codorniz de su
escondite ladera abajo y esperamos a que la pájara se sitúe en el lugar
adecuado. La codorniz sale con premura bajo nuestros pies al verse acosada y
Alba corre detrás. Al mismo tiempo doy la grita y la pájara voltea en pos de la
presa. Rápido Juanse llama a la perra para impedir que continúe persiguiendo
el lance y pueda asustar a Cisco.

152
La codorniz, tras un buen vuelo decide embarrar y Cisco entra sin dificultad
para trabarla. Mientras cebo continuamos nuestra búsqueda... ahora le toca a
Umbría.
Repetimos la ceremonia hasta que encontramos la siguiente codorniz que Alba
nos muestra con su agudo olfato. Nos preparamos y la codorniz sale volando
fuerte ladera arriba, tanto que embarra antes de que Umbría pueda llegarle.
Alba vuelve a encontrarla entre las matas y esta vez conseguimos que salga
hacia abajo. Vuela igual de apresurada o quizá más. Umbría le pisa los
talones... Extrañamente cruzan el cauce seco sin que la codorniz se escabulla en
las amplias zarzas que crecen a su alrededor... Umbría la barre en el otro
extremo cuando intenta zafarse de sus garras en el aire.
Ha sido un lance muy bonito y para recordar.

153
~ El ratón ~
“Cisco”
Peso:195 gr.
El camino de entrada al campo esta cortado y tenemos que entrar por detrás. El
cambio de rumbo nos hace elegir un nuevo campo de vuelo bastante despejado
que desciende hacía el cauce reseco y las lomas de más allá. Hoy Umbría volará
primero. El paso lento de un jinete impide iniciar la jornada, ya que a Umbría
no le hacen especial gracia los caballos y podría no querer volar. Al cabo de un
rato podemos empezar. La pájara se posa primero en una retama para luego
volar hasta el tejadillo de una de las casetas de ladrillo que tenemos en la
cercanía. Seguimos caminando mientras pasa un ciclista por debajo de ella y se
pega un leve susto. Al poco viene en pos nuestra y empieza a volar bastante bien,
alejándose e investigando su territorio. Lo esta haciendo muy bien... pero
aparece la Martirio y tienen una pequeña trifulca. Por suerte, tras darse un poco
de leña, la cernícala salvaje se vuelve a ir y nos deja para el resto de la jornada.
Umbría regresa a volar como hasta entonces y Juanse suelta la codorniz, que da
un vuelo fuerte y largo. Embarra en el último momento haciendo dudar a la
pájara que ya iba a trabarla en vuelo. Pero las dudas se disipan con rapidez y se
vuelve para barrer la presa en el suelo.
El turno de Cisco comienza entonces. Nada más salir del puño va a parar a la
misma retama que eligió Umbría, la llamo al poco y acude dando un poco de
alas hasta que vuelve a buscar una atalaya que encuentra en los almendros del
lado opuesto. Sigo avanzando mientras Juanse avisa de que viene el tractor, que
nos ve y nos regaña un poco por pisar un campo muy extrañamente sembrado. A
mi me descentra un poco... la pájara viene y vuela muy bien un rato.

154
Hasta que viéndola colocada suelto la codorniz. La persecución es
impresionante y termina como su madre barriendo la presa en el suelo.
Es pronto y decidimos ir un rato a la hondonada. Colocamos a las pájaras en la
ladera de la colina y observamos como la tarde se va marchando. El pastor ha
perdido algunas ovejas y vuelve a buscarlas con otra persona. Al poco
escuchamos los berridos. En un carro de obra trae nueve corderillos con sus
madres detrás persiguiéndoles sin perder el paso. Es entonces cuando decidimos
marchar sin sospechar que un ratoncillo temerario nos aguarda en el camino.
Alba muestra casi cuando llegamos al límite de las matas. Al acostumbrado
“Busca”, la perra intenta hallar la presa para mostrarnos su posición. De
repente lo veo cruzar ante mis ojos en una mata más arriba. Juanse prepara a
Umbría, aunque sabemos que se ha cebado mucho... El ratón es el colmo de lo
temerario. Se cruza al lado de mis piernas y Umbría se frena al verme delante.
El roedor se ha salvado en este lance... paso tan cerca que me digo que quizá
Cisco lo hubiera querido, aunque también ha recibido una buena ceba. Y lo
intentamos, pero suelto antes de que la pájara se centre y acaba yéndose por
detrás de la loma... Toca correr con todos los trastos encima (cámara incluida).
Suerte que tras insistir volteando el señuelo regresa sin dudarlo. La conozco
bien y sabía que iba a volver, aunque no deja de ser bastante imprudente a la luz
escasa de la joven noche. Recibe cortesía y volvemos a intentarlo, esta vez
templando la paciencia de ver al ratón delante de nuestras narices, exhibiéndose
sin ningún reparo. La pájara lo ve por fin... la veo dispuesta y lanzo. Pero se tira
a plomo, supongo que más por ver el bicho en movimiento que por hambre. El
ratón corre y escapa ante nuestras incrédulas miradas quedando Cisco un tanto
confundida. Se ha lanzado inocentemente, quizá por la falta de apetito. Eso en la
caza real es un fracaso seguro.
Juanse intenta buscarlo de nuevo tras recoger con gran cuidado a la pájara.
Pero se lo ha tragado la tierra... seguramente haya podido llegar a su
madriguera. Mejor así, se ha ganado seguir viviendo después de tentar tanto a la
suerte y burlarnos de tal manera a unos experimentados “ratoneros” y a sus
aprendices. Otro día caerá contando con la imprescindible ayuda de Alba,
seguro.

155
~ Doblete ~
“Cisco”
Peso:196 gr.

Varios días habían pasado ya desde los anteriores lances, cuando después de
despegar Cisco de mi puño notamos que la pájara no estaba muy dispuesta por
volar ese día. Al cabo de unos minutos estaba más en los árboles que en el cielo,
con las plumas ahuecadas y mirando su feudo. Era un día con algo de viento y
bastante frío, pero no rendimos la tarde por las malas expectativas en los
vuelos... quizá hoy era el día de dedicarse exclusivamente a la caza real...
Fue fácil recoger a Cisco que bajo rápidamente hacia el puño desde su atalaya
en el árbol. Mientras la premiaba con unas pocas picaditas caminábamos hacia
las primeras retamas tras la linde de almendros. Alba se puso a trabajar a la
primera orden y buscó los topillos con su particular maestría. Pero los rastros
no parecían indicar nada factible y seguimos caminando por encima de la loma
hasta las siguientes retamas que se cruzaban en nuestro camino.
Donde comenzaba a descender la ladera hacia el camino dos retamas contiguas
sirven de escondite a un buen número de senderos y alguna madriguera. Además
tiene la ventaja de ser bastante desparramada y no tener mucha maleza por el
suelo que nos impida ver a las presas. Alba se adentra hasta lo profundo de la
mata. Husmea nerviosa porque ha encontrado un rastro y de pronto se para
mirando el suelo, señalándonos el punto donde esta el topillo o estaba hace unos
instantes.
Con esta prueba fidedigna de que tenemos caza, Juanse se adentra en la mata
para ayudar a la perra mientras Cisco y yo nos quedamos un poco apartadas.

156
Cisco esta más atenta que nunca. Hoy que no ha cazado la codorniz con
anterioridad se come el suelo con los ojos y mueve la cabeza continuamente
cuando ve entre las ramas algún leve movimiento. Yo sé que esta viendo a la
presa pero que aún no la tiene a su alcance. Pero esta en peso y se precipita
hacia la presa aún cuando sabemos que lo más fácil es que se escurra por sus
escondrijos. Efectivamente un recoveco entre las ramas impide que las garras se
topen con el pelaje del topillo y Cisco se queda mirando como entre las uñas
solo tiene hierbajos. Como si intentará comprender que ha podido ocurrir para
errar su lance... Sin duda el apetito ha hecho que mi compañera se precipite.
Me sorprendo cuando pongo el puño a su alcance y ella salta con gran rapidez
buscando esta atalaya de caza que sin duda tanto la beneficia en su empeño. Me
emociona. Cisco no es un pájaro que le guste mucho acudir al puño, por eso
verla trabajar de tal modo mientras la ayudamos en la caza me llena de un
orgullo que solo se puede sentir por el compañero en el que tanta dedicación
empeñas.
Decidimos que es mejor cambiar el lugar de espera. Juanse y Alba se adentran
por la zona donde nosotras estábamos antes. Cisco y yo nos situamos en el
camino que cruza entre las dos retamas. Apenas es un hueco de hierba corta
donde las ramas de uno y otro arbusto se entrechocan en el aire. Pero es seguro
que será suficiente para que Cisco tenga su oportunidad.
Una vez más la pájara se acalora y se tira entre las ramas de la primera retama
sin obtener éxito alguno. Inmediatamente regresa al puño y pone sus ojos de
nuevo en encontrar a la presa que persigue. Esta vez el topillo, hostigado por
Alba y por Juanse, cruza por delante de nosotros. Es muy rápido. Cisco se lanza
desde el puño, cae con facilidad desde la atalaya y aprieta tras la presa. Pero el
topillo alcanza una rama que cubre su sendero y Cisco vuelve a quedarse con un
pequeño montón de hierbas entre las garras.
El error no importa, la pájara aprende...
Juanse guía a la perra hasta la otra retama donde comienza de nuevo el intento
por hacer moverse a la presa. El topillo se mueve entre las ramas. Cisco quiere
ir pero ahora se llena de paciencia y espera, comprendiendo donde radica su
posibilidad de éxito. El topillo asoma cerca. Nos quedamos totalmente quietas
evitando asustarle y entonces se decide a cruzar de nuevo hacia la retama más
grande de donde antes fue desalojado. Allí esta su madriguera y su mayor
posibilidad de salvación. Pero Cisco no perdona. Antes de que el roedor llegue a
cruzar el sendero, cae sobre él con una rapidez y una viveza increíbles.
El ímpetu frena por completo la rauda carrera del topillo que emite un grito de
desesperanza cuando cae presa de su natural cazador. Por fin la merecida presa
es capturada y nos felicitamos por esta esperada primera captura de Cisco. El
topillo es hermoso y sirve de justo premio por haber conseguido su captura.
Al cabo de un rato tras saborear nuestro primer triunfo y dirigirnos contentos al
coche vemos que Alba ha dado con un nuevo rastro. Tras deliberar un rato que
hacer, Cisco disipa todas nuestras dudas pues se muestra súper atenta a la
nueva presa que sin duda ha llegado a ver entre las retamas. Cuando por fin
nosotros también conseguimos ver a la presa, comprobamos que es un ejemplar
de un tamaño muy considerable, quizá de los más grandes que hemos visto.
Cruza casi delante nuestra por un camino que le lleva a una gran y densa retama
entremezclada con un pequeño arbusto de encina… Aunque mis compañeros lo
buscan parece imposible sacar al inquilino de la herida.
157
Seguimos la búsqueda en las retamas más pequeñas y accesibles. Entre ellas los
caminos de los roedores son numerosos, como una auténtica red de carreteras
que cubre todo el pasto. Se dan varios rastros. Pero hasta que no ha
transcurrido un buen trecho no damos de nuevo con nuestro objetivo.
Alba nos lo muestra con su olfato y Cisco ladea la cabeza al verlo moverse entre
los gruesos tallos de la retama que tenemos enfrente. En un descuido se escapa
por detrás sin dar opción a un lance y tenemos que seguirlo hasta otra mata. Allí
volvemos a encontrarlo. Esta vez el topillo sale a una nueva mata y Cisco lo
advierte. Sale del puño con rapidez pero casi cuando ya lo tenía el topillo
consigue llegar a la retama, ganándose su refugio por milímetros. ¡¡¡Huyyy!!!...
Por un rato perdemos la pista del roedor. Y en realidad no sabemos si el topillo
que encontramos unas matas más allá es el mismo al que perseguíamos o un
nuevo individuo que se ha cruzado en nuestro camino. Tras un rato de mover la
herida con insistencia, el topillo sale por un camino lateral sin que lo veamos.
Pero Cisco vuelve a salir del puño como una exhalación y vemos alucinados
como en un vuelo precioso lanza sus garras hacia delante, dándole caza antes de
que llegue a un nuevo refugio. Increíble........
Se ceba a placer sobre la segunda presa y mientras el sol se esconde tras el
horizonte y el cielo se torna violáceo no paramos de revivir una y otra vez,
contagiados por la euforia de la caza, los lances tan bonitos y movidos que los
topillos nos han deparado. ¡¡Bravo Cisco!!...

158
~ Lance en campo abierto ~
“Cisco”
Peso:200 gr.
Volamos en campo nuevo. Después de aguantar el atasco por fin llegamos al
lugar, un llano de sembrados sumergido entre carreteras y centros comerciales.
Parece que te adentras en un mundo totalmente distinto del que acabas de
abandonar y sin embargo esta a escasos metros. Los aviones de Barajas
despegan sin cesar hacia el frente.
Umbría vuela primero y sigue sin querer volar demasiado. Seguimos lamentando
los constantes encontronazos que ha tenido con la Martirio, pues sin duda han
frenado la evolución que debería haber tenido Umbría en sus vuelos diarios. La
codorniz embarra varias veces antes de que Umbría consiga hacerse con ella.
Juanse no ceba mucho buscando templar un poco a Umbría.
Cisco se sigue posando pero vuela bien. Lo lógico sería acortar las lecciones
esperando que el pájaro, al llamarle antes de que se pose, vaya aprendiendo que
ha de volar para comer. ¿Pero realmente es eso lo que buscamos? Creo que no...
Al menos de momento. En esta etapa en la que nos encontramos, les dejamos
volar sin que las obsesiones de nuestra mente frenen sus alas, disfrutando de
cada batido, de sus sacudidas, de su satisfacción por ver el campo y tomar el sol,
sintiendo la brisa o sufriendo el viento gélido y la lluvia como nosotros mismos,
así nos sentimos libres...
Es por eso que no buscamos que nuestros pájaros nos den más de lo que nos dan
y frenamos las obsesiones por no posarse, por no subir o por no cazar cuando
afloran en nuestro sentir.

159
Porque realmente no necesitamos más que esta emoción que nos invade,
sintiéndonos realmente afortunados por el simple hecho de vivir una experiencia
tan extraordinaria como es la cetrería. Buscando tan solo disfrutar por el simple
echo de ver disfrutar a nuestros pájaros.
Cisco sigue volando con nosotros, sin alejarse nunca de nuestras miradas. No
sube mucho, solo unos pocos metros. A veces más a veces menos... se divierte
volando, se le nota. De repente en uno de los tornos vemos como se lanza en un
mini picado hacia el suelo y nos asombramos al contemplar como intenta
capturar un pajarillo muy pequeño. La presa se escabulle entre las matas.
Valoramos que en el lance anterior ha estado muy cerca de conseguir una
sorprendente captura y buscamos al pajarillo para intentar un nuevo lance. Su
refugio es un pastizal de altas hierbas del que, por más que peinamos el terreno
en su busca, el pajarillo no sale dejándonos un sabor agridulce por haber
podido contemplar el primer lance, pero sin posibilidad de volver a intentarlo.
Se necesita más que empeño para hacer presas reales en campo abierto con un
cernícalo, se necesitan medios poco accesibles y en su mayoría de escasa
legalidad, aparte de jornadas llenas de casualidades...
Soltamos la codorniz que Cisco captura en un buen lance y nos vamos con la
satisfacción de los vuelos, de los lances y de la libertad.

160
~ Intento de caza real ~
“Cisco”
Peso:197 gr.
Hoy salimos tarde y nos atrevemos de nuevo en los dominios de Martirio.
Encuentro a Juanse, que ha ido antes a volar, aún con Umbría suelta. Anda
posada por el tejadillo de la caseta. Aún debe estar desconfiada por los ataques
incesantes de la cernícala salvaje.
Finalmente vuelve a levantar el vuelo pero sin remontar demasiada altura. Si se
aleja hacia la caída del vallecito es posible que la Martirio venga a fastidiar un
rato. No sería la primera vez que nos ocurre. Por eso, cuando se ha mantenido
unos minutos en el aire trabajando se libera el escape. Una buena codorniz que
cruza el llano en busca de alguna herida. Pero Umbría va detrás, rápida y
dispuesta. Tras un vuelo de unos metros Umbría traba con todas sus ganas
dando por finalizados un día más sus vuelos.
Con Cisco decidimos intentar algo distinto. Viendo que la pájara intenta cazar
pajarillos que salen cuando se encuentra volando, decidimos intentar algún
lance de mano por mano a presa vista.
Subimos a un conjunto de pequeñas encinas donde quizá encontremos alguna
posible presa. Mientras caminamos hacia nuestro objetivo oímos una
amenazante voz. Desde las torretas da su aviso la Martirio que ya nos ha visto
aunque no estemos todavía volando. En breve vendrá a sobrevolarnos,
quedándose bien centrada sobre nosotros el resto de la tarde.
Hacemos caso omiso de la contrincante y comenzamos a instigar las matas.
Al principio nada se mueve entre las heridas. Pero de repente una pequeña presa
cruza el escaso aire entre dos pequeños matorrales.
161
Nuestra estrategia consiste en llevarla al borde y obligarla a realizar un vuelo
largo hacia las lejanas encinas de la ladera. Para su suerte nos sale antes de
tiempo y la vemos alejarse realizando el vuelo deseado, nos lamentamos
dándonos cuenta de que hubiera sido el vuelo perfecto para intentarlo... que
mala suerte la nuestra. Aunque la buscamos de nuevo no hay suerte, pero
entonces se cruzan en nuestro camino otras posibles presas. Se encuentran entre
las hierbas de la ladera. Intentamos acercarnos lo máximo posible a ellas pero
van desplazándose de lado a lado huyendo de nuestra persecución. Yo me
encuentro encima de la ladera mientras Juanse intenta llevarlas a un lugar
óptimo. Pero se hace complicado. Finalmente lanzo a Cisco sin éxito y esta
acaba posada en uno de los muchos almendros de la zona.
Nos cuesta horrores bajarla de su atalaya y encima la Martirio anda vigilante
dispuesta a entrar a por el intruso. Lanzo un ala de codorniz al aire para que
baje. Una de las veces que cae al suelo baja a recogerla pero para colmo se la
lleva volando a otro almendro más alto para degustarla a gusto. Juanse se ríe,
no me extraña. La Martirio acude a montar gresca y Cisco defiende su bocado.
Al final conseguimos que sienta más apetencia por una codorniz casi entera que
por el alita que posee entre sus garras.
Pero cuando la recogemos descubrimos que las presas se han marchado. Vamos
hacia la zarza donde suelen esconderse si no se encuentran entre las matas de
las laderas. Y allí efectivamente encontramos a la pareja. Como vía de escape
tienen un espino y algunos árboles bajos. Conseguimos que el machito vaya al
espino.
Nos colocamos, la presa sale con un golpe acertado en la mata hacia un
arbolillo. Lanzo a Cisco con fuerza y parece fijarse en su presa. Va tras ella con
ganas. Pero el arbolillo interrumpe un lance increíble donde Cisco ya estaba a
pocos centímetros del pajarillo. Cisco queda frenada por las ramas mientras la
presa hace un quiebro entre ellas para volver de nuevo al espino y luego
escabullirse a la zarza otra vez.
Tras rendirnos a la evidencia, con varios intentos más, finalmente nos vamos al
llano donde voló Umbría y allí hacemos lo de siempre, volar nuestro escape de
codorniz.
¿Es posible la caza? Tal vez con más medios, más escapes menudos, más
perseverancia y toda la entrega posible. Quizá con suerte lo es, pero esta vez no
nos acompaño. Pero nos marchamos felices de haber podido ver tales imágenes
y pensando que puede ser posible aunque no hayamos podido.

162
~ El llano ~
“Cisco”
Peso:204 gr.

Durante muchos días hemos acudido de nuevo al llano, a pesar de que vuelan
allí un grupo de halconeros que asiduamente acuden al lugar con sus diversos
peregrinos y algún híbrido y hacen sueltas de palomas. Esto nos ha hecho tener
que acudir temprano, antes de que llegaran ellos, siempre mirando el reloj y
también el camino por donde debían aparecer. Supongo que esto no nos ha dado
la libertad que teníamos en otros lugares, sabiendo que aquí, al contrario que en
nuestros paraísos robados por la Martirio, el tiempo de vuelo esta limitado por
la silueta de los grandes halcones.
Conseguimos que las pájaras volaran bien, posándose de vez en cuando pero
dispuestas a trabajar cuando lo creían oportuno. Los lances de las codornices
empezaban a ser bastante buenos, muchas veces con dos o más vuelos a la
misma presa que se encerraba siempre que podía en las matas de hierba o en la
linde del sembrado que se alzaba más enmarañada por encima del resto del
terreno.
En el llano los días se hicieron un tanto monótonos para nosotros que somos de
terrenos más irregulares, echando de menos nuestras lomas y hondonadas.
Habíamos disfrutado de muy buenos lances pero había ganas de cambiar un
poco. Quizás en la única colina que se yergue en este campo los vientos nos
serían más favorables y las térmicas más accesibles para nuestros pájaros. Por
eso al día siguiente subimos la colina y descubrimos un lugar distinto, con
lomas, con un pinar al fondo, con barbechos sin arar y sembrados retoñando,
con zonas de denso herbazal dorado, reino de los ratones. El primer día allí fue
espectacular.
163
Volamos primero a Cisco, que no lo estaba haciendo mal, pero esperamos
demasiado cuando estaba bien situado, quizá con la ilusión de que cogiera la
térmica que nunca aparecía y subiera, y se nos posó en el suelo por arrancarle
unos tornos más. Cuando volvió al cielo volaba algo más bajo pero cuando
estuvo en buena posición soltamos la codorniz que capturó tras un vuelo bonito.
De nuevo subimos a la cumbre para soltar a Umbría. Estuvo volando un buen
rato a su bola en el otro lado de la cima, jugando con el viento como solo ella
sabe hacer. Luego volvió para volar con nosotros... solo que nos ocurrió lo
mismo que con Cisco. Por esperar hasta el borde de una de las lomas para
soltar la codorniz el pájaro se posó en el suelo. Al volver a remontar el vuelo y
volverse a colocar en su sitio, se sucede el lance más largo a una codorniz que
jamás recordamos. Pendiente abajo, la codorniz vuela alta mientras Umbría
intenta ganarle terreno más a ras de suelo. No dejan de volar ni una ni otra, una
en su empeño por escapar y otra en su tesón por hacer presa. Las perdemos
cerca del pinar en la lejanía... Juanse baja a buscarla, pero no hay rastro de ella
ni sus cascabeles suenan para alertarnos de su presencia. Juanse decide ir a la
furgoneta (bastante lejos por cierto) en busca del receptor mientras yo busco
alejada del pinar por si se ha marchado hacia algún punto peligroso. Al cabo de
unos minutos veo que el maestro ha subido con el coche hasta la cima de la
colina y baja desde allí buscando el palpito de esperanza que lleva en el tarso su
pájaro. Señala hacia el pinar. Vamos hacia el pinar y finalmente hallamos a la
pájara. Juanse la encuentra tumbada sobre la codorniz medio pelada,
refugiándose de nuestras miradas. Al levantarlas del suelo se queda el rastro de
un colchón de plumas que señalan el desenlace del lance. Se respira tranquilidad
de nuevo y Juanse y Alba se sientan cansados mientras Umbría se ceba en el
puño.
El maestro esta contento. Su pájara había sido encontrada con la codorniz entre
las garras después de unos cuatrocientos metros de persecución. Parecía
increíble, jamás olvidaremos ese lance. El más largo de los hasta ahora
contemplados por nuestros ojos.
Con la luz del atardecer charlamos satisfechos y felices por lo que nos ha
deparado la jornada. Un día para recordar mientras el ocaso devuelve todo a su
lugar...A partir de este día salieron unas codornices buenísimas.

164
~ El día que se volvió altanera ~
“Cisco”
Peso:199 gr.
El año nuevo empezó con mucha suerte a nuestro favor. Volvimos al campo de
los halconeros como días atrás y Umbría voló primero. No recuerdo el lance,
aunque seguro que fue bueno. Si recuerdo que antes de volarla pasó un halcón
hacia el campo de vuelo que suelen utilizar los otros cetreros. Pero desapareció
en breve. Cisco también voló como de costumbre, a veces más alto, otras más
bajo, posándose al principio. Pero luego cogió su merecida codorniz.
Lo curioso vino cuando, tras recoger el pájaro y andar hacia los coches, aparece
de nuevo el halcón. Juanse extrañado saca el señuelo, señoleando hacia el
pájaro que se aleja y para nuestra sorpresa el peregrino gira viniendo hacia
nosotros como un rayo. Finalmente, tras muchas pasadas en las que intenta
robarnos el señuelo, lo recuperamos y localizamos tras varias llamadas por el
móvil a su dueño, con la consiguiente alegría del mismo cuando viene a
recogerlo.
Es el paso de las horas el que nos hace percibir el peligro al que hemos estado
exponiéndonos volando en la tierra de los grandes halcones. En cualquier
descuido o mismamente por la perdida de uno de estos pájaros, nuestros
pequeños cernícalos corrían un grave peligro de resultar presas accidentales de
los mismos.
De nuevo teníamos que buscar otro lugar de vuelos, un lugar donde los
cernícalos del campo tampoco se interpusieran en las lecciones de nuestros
pájaros... Cuántas veces una de estas reyertas ha arruinado un vuelo constante o
un inicio de ascensión.
Decidimos probar un pequeño campo inmerso entre carreteras y ciudades.

165
Es un llano salvaje con escasos caminos abruptos, cuyo horizonte son edificios y
coches, que resulta ser como un oasis en un desierto, hermoso en su escasez, en
sus cauces, en su charca escondida entre cortados y su manto dorado de hierba
hastiada. Quizá un lugar horrendo para algunos, pero en realidad tiene algo de
especial, quizás la magia de lo inhóspito y lo solitario a pesar de estar rodeado
por la sociedad asfixiante.
Para nuestra sorpresa descubrimos que es refugio de alondras, de tarabillas y de
otros pajarillos. Un buffet libre de ratones para unos cuantos cernícalos
salvajes. Es la morada de avecillas que habitan entre las junqueras de los cauces
escondidos. Los buitrones son dueños de tal maraña de juncos. Vuela de vez en
cuando una gavilana altanera, increíblemente es cazadero de lechuzas
campestres... ¿Quién dijo que este barbecho asalvajado no tiene interés alguno?
Quizá la belleza más simple esta presente solo para quien la quiere ver...
El campo nos presenta un nuevo reto solo asumible con la siempre beneficiosa
ayuda de Alba. Los espesos pastos silvestres son herida segura y eficaz para las
codornices. Pronto embarraran las presas en esta maraña de hiervas altas y muy
difícilmente se las podría sacar de su escondrijo sin los vientos de un buen perro.
Empezamos a disfrutar de este campo nuevo. Las pájaras volaban bastante bien.
Cisco se mantenía volando mucho más tiempo aunque la altura no era lo suyo.
Umbría muchas veces no quería volar. Pero al final de una forma u otra cazaba
su codorniz, siempre con sorprendente agresividad. Con Cisco se sucedieron los
revuelos debido a su falta de garra a la hora de trabar a la presa en el aire, su
manía de acuchillar le complicaba a menudo los lances. A veces parecía
entenderlo y se empleaba para capturar a primer vuelo. La falta de árboles
incitaba al vuelo y en bajando una hondonada del terreno conseguíamos más
altura de la que el pájaro quería remontar. Pasamos muchos días sin escapes,
por lo que el señuelo volvió a ser el aliado de nuestros vuelos.
Incluso sin codornices las cosas cambiaron en una de estas jornadas... quizá el
día indicado.
Las motos que raramente acudían allí aparecieron y nosotros caminamos
huyendo de su estruendo hacia la zona final del campo, donde las lomas y
quebradas paredes de arena formaban pequeños cortados.
Fue por aquellos rincones donde descubrimos una charca escondida entre
algunos árboles. Un lugar asombroso en medio de toda esa “nada”, oculto y
cobijado por las laderas de las lomas. Aquel día aparte de descubrir tan
recóndito entorno disfrutamos viendo volar a los pájaros. Recuerdo el vuelo de
Cisco. Le soltamos desde lo alto de los cortados y se posó en el suelo nada más
salir. Finalmente conseguí que torneara a mí alrededor a baja altura, mientras
caminaba por el borde de la pendiente. Juanse se quedó abajo en la hondonada.
Los tornos se sucedieron hasta que Juanse desde abajo pensó en reclamarle con
el señuelo. De repente Cisco descendió hacia la hondonada realizando el primer
picado largo de su vida y capturó el señuelo entre la maleza del borde de un
camino.
Este vuelo debió sorprenderle, descender cortando el viento, veloz y ligero.
Tanto, que desde este día, Cisco se volvió halconcillo altanero... No se explicar
como... pero poco a poco los pocos metros que ascendía se fueron
incrementando y con ellos los picados se hicieron más largos, más complejos...
más bellos.

166
Poco a poco la pájara volaba sin descanso, disfrutando de una libertad que
acababa de descubrir en sus alas. El cielo se convirtió en su feudo. Aprendió que
la fuerza de la caída propiciaba la captura. Cuando la codorniz embarraba tenía
que volver a volar y en breve comprendió que si volvía a las alturas le volvería a
ser mucho más fácil alcanzarla. Aprendió a entrar a nuestra vertical en busca de
la presa. Al principio perdiendo algo de altura y con el tiempo, realizando su
entrada emballéstada y sin perder ni un ápice de su techo.
Lo más hermoso de todo esto no son los picados, ni los lances de los que nos
hace disfrutar. Lo más valioso, es ver como ha aprendido de los vientos para
desenvolverse con soltura allá arriba y como por fin disfruta de sus alas y se
sabe libre en las alturas...
¿Cómo hemos conseguido esto?...
Sin duda con la constancia de cada día, la repetición y la rutina diaria, sople el
vendaval, haga frío, llueva o diluvie. Sin perseguir más objetivo que el de
disfrutar del más sencillo vuelo, sin necesidad de conseguir más, sin
obsesionarnos con que día será el que por fin suba y sin sufrir porque no vuele
como deseamos, sino disfrutando porque tiene la oportunidad de volar.
Acumulando paciencia cuando parece que se agota, dando gracias porque los
malos días en los que los peligros nos acecharon volvió a nuestro lado. Con
buenos escapes que también ayudaron y Alba para levantarlos... y sin duda con
la ayuda de mi maestro, para guiarnos en el arduo arte de la altanería.
Simplemente un día el halcón descubre que hay cielo más allá del aire que rodea
a su cetrero. Y ese día preparaos para sufrir y disfrutar.

167
~ Una tarde con el maestro ~
“Cisco”
Peso:198 gr.

Juanse me dijo que hoy había quedado con Carlos, su maestro, y que este traía
consigo una sorpresa. Mientras voy de camino al campo no puedo imaginarme
que sorpresa puede ser la que nos espera en el páramo olvidado. ¿Quizá un
nuevo pájaro? ¿Algún lance inusual? No acierto a pensar que puede ser.
No esperamos a que llegue Carlos con el todo-terreno y directamente nos
adentramos por los tortuosos caminos embarrados aún a riesgo de que cualquier
día se nos quede el coche atrancado. Incluso Juanse intenta cruzar el camino del
cauce con el sufrido Corsa pero resulta imposible. Al final conseguimos llegar al
lugar de otras veces sin mayor sobresalto y vamos preparando los utensilios y
los escapes mientras esperamos. Con Cisco ya en el puño contemplo el día
mientras Juanse corta las picaditas para Gala.
Ya hace unas semanas que Umbría ha pasado de nuevo al descanso de su muda
y ha adquirido su relevo Gala, la gavilana, con lances que dan alas a los sueños.
Hace buen tiempo y el cielo esta despejado como acostumbra en este atípico
invierno.
Continuo dándole vueltas a la sorpresa que traerá Carlos, mientras esperamos
que en cualquier momento aparezca en lo alto de la loma. Juanse sigue
hablando de ello con emoción, diciendo cuanto me va a gustar... Empiezo a
sospechar de qué se trata.
No hace muchos días, en una de las varias jornadas que coincidimos con Carlos
volando los pájaros, comenzaron a hablar de Aurelio Pérez, ese gran naturalista
y cetrero que había sido mano derecha de Félix Rodríguez de la Fuente.

168
Aurelio era gran amigo de Carlos y Juanse le comentó que algún día podía
traerlo a disfrutar de una de nuestras tranquilas jornadas cetreras.
El recuerdo me vino a la cabeza de repente y descubrí la sorpresa antes de verla.
Carlos traía Aurelio. Se lo comenté a Juanse que me miró un instante
asombrado, antes de confirmármelo con una amplia sonrisa.
Segundos después aparecía el coche de Carlos en la colina y Aurelio con él.
Sentí nerviosismo. Iba a conocer a alguien que había trabajado codo con codo
con Félix y que había visto tantas y tantas maravillas de la naturaleza que hasta
me costaba llegar a alcanzar en mi imaginación. Alguien a quien admiraba tanto
como al propio Félix. Y de repente se me brindaba la oportunidad de conocerle y
de disfrutar de una tarde de vuelos en compañía de un cetrero de esos a los que
no puedes más que admirar, un cetrero que por encima de todo ama el campo.
Nunca me gusto demostrar nada en el campo, nunca tuve nada que demostrar. Y
con Aurelio en seguida te das cuenta de que puedes ser tu mismo. Con Aurelio se
va a disfrutar de la jornada en buena compañía, a escuchar sus palabras y a
absorber sus sabios consejos.
Tras saludar a Aurelio, Juanse nos presenta y al poco comenzamos los vuelos. Y
quizá los vuelos son lo menos importante de aquel día. Guardo en mi mente
todas esas palabras que Aurelio nos decía.
No importa cuantas cosas te diga Aurelio. Nunca será un reproche sino un
consejo a tomar muy en cuenta. Como cuando apoye al pájaro en mi rodilla para
retirar el emisor y me recordó algo que a veces olvido: que es mejor hacerlo
levantando la cola y apoyando la parte trasera de los tarsos sobre la superficie
donde deseas que suba el halcón.
Yo volé con Cisco como todos los días y allí abajo en la hondonada nada podía
escuchar de lo que arriba opinaran los maestros. Ese día Cisco voló más bajo y
no subió tanto. Quizá porque había bajado unos gramos más de lo deseado. Pero
no importó demasiado... lo hizo bien y se lanzó a por su escape de manera
sublime cuando Juanse y yo, como todos los días, se lo soltamos. Aunque cuando
parecía que la cuchillada era inevitable, la codorniz se tiro al suelo. Me dio un
poco de pena que lo hiciera. Podía haber sido precioso. Pero nos conformamos
con la trabada entre la espesa maleza del suelo una vez más.
Aurelio dijo que era un pájaro morralero, por lo centrado que se mantenía en
todo momento, en lo que no le faltaba razón. No es un pájaro cazador si no un
cernícalo puesto a codornices de escape.
Si lo hubieras visto los dos años anteriores... Entonces no era morralero sino
una lapa.
Lo viste en una de sus mejores etapas, cuando empezaba a descubrir junto a mí
la altanería... me hubiera gustado que la hubieras visto más avanzada la
temporada, Aurelio...
Carlos voló su torzuelo de peregrino, un pájaro que trabajaba de muy buenas
maneras y que en seguida se ponía alto y atacaba su paloma.
Gracias a ese peregrino y al medidor de altura de Carlos nos hicimos una idea
de a cuantos metros puede estar un pájaro.
Aurelio nos dejo boquiabiertos cuando mientras Carlos sostenía en el puño una
hermosa hembra de peregrino dijo que aquella hembra era mezcla de escocesa.
Recuerdo la sonrisa de Carlos mirando al experimentado maestro y diciendo que
así era.

169
Por supuesto, Aurelio no sabía nada sobre la sangre de aquella pájara y lo
había supuesto con solo ver la estampa del halcón. Todos nos preguntamos como
era capaz de diferenciar esos pequeños detalles con solo echar un simple vistazo
sin si quiera acercarse a verla más de cerca. Ni más ni menos que diferenciar en
un mismo individuo las subespecies de las que procede. A mi me maravilló tanta
sabiduría cetrera.
Recuerdo nuestra pequeña charla, cuando me preguntó cómo es que me gustaba
la cetrería. Y yo no pude más que responderle que siempre me habían gustado
los pájaros y me había llamado la atención este arte. Me falto decirle que
gracias a él y a Félix pude conocer la existencia de esta forma de vida. La
respuesta pareció sorprenderle. Luego Juanse añadió que también por culpa de
que le había conocido a él, mi maestro cernicalero. Además le dijo que estudiaba
biología y Aurelio se dio la vuelta con un soplido que parecía decir “haber
empezado por ahí” y añadió después, no me digas más.
Le pregunte después, sabiendo a los muchos cetreros que el conoce en toda
España, si había tenido la dicha de conocer alguna mujer gavilanera. Es algo
que me planteo para un futuro y Juanse, que me ha estado enseñando muchos de
los intrincados secretos del gavilán, se sentiría más que encantado de verlo
algún día. Dijo que no conocía a ninguna, cosa que me imaginaba.
Continuó hablándome de que había conocido a varias cetreras pero que la
mayoría lo dejaban. Muy pocas seguían al pie del cañón con el paso de los años.
Yo le prometí que sería una de esas pocas. No concibo ya mi vida sin la cetrería.
Hablamos también sobre las aves de cetrería, sobre el esmerejón para cazar
ciertas presas. Aurelio nos dijo que el aplomado era una seria opción en ese
desempeño. Nos enseñó una foto de unos hermosos aplomados que aparecían en
la que pronto presentaría como su autobiografía.
No podré olvidar cuanta gracia me hizo cuando Juanse dijo que a él le gustaban
mucho las pequeñas para la cetrería y de repente el maestro dijo muy serio “a
mi lo que me gustan son las mujeres”. Nos reímos todos largo y tendido tras
semejante afirmación.
No recuerdo si fue antes o después de estas palabras cuando acudió en
compañía de Juanse a cazar con la gavilana y con Alba siempre cerca. Carlos y
yo nos quedamos en la loma, observando el cauce por el que andaban el cazador
y el maestro que observaba de cerca. Es como si les viera a ambos cada vez que
lo recuerdo, caminando en el páramo... y me admiró aún al recordar a Aurelio
caminando allí mientras se buscaba el lance, como si de uno de sus
documentales se tratara. Gala no defraudo y tras trastejar un poco los carrizos
que invaden un seco y viejo cauce de un rió, consiguió su captura, en un bonito
lance que Carlos y yo solo llegamos a intuir desde la distancia.
Mientras Gala se cebaba hablamos un rato, sobre todo del libro de Aurelio, de
que lo iba a presentar en breve.
En plena charla poco antes de marcharnos apareció un hombre con unos perros
que solíamos ver a menudo siempre que acudíamos a aquellos campos.
En principio solo parecía alguien atraído por la belleza de los pájaros pero de
repente se puso a hablar de halcones como alguien que sabe de cetrería,
preguntando sobre todo por los peregrinos de Carlos. Resultó ser un cetrero
ingles retirado de este arte y que ahora vivía en Madrid.

170
Mantuvimos una charla agradable en la que nos comentó esos puntos de vista
que tienen allí de no volar escapes, además de que lo tienen prohibido. Luego,
hablando más resultó ser amigo de otro cetrero que conocían Juanse y Carlos.
El mundo es un pañuelo.
La charla solo se interrumpió por el paso de una parejita de cernícalos que
según presintió el maestro Aurelio deben anidar en los cortaditos cercanos que
veíamos.
Carlos hablaba sobre Aurelio con admiración delante del curioso halconero
ingles. Aurelio en cambio parecía como si con él no fuera la cosa cuando se
hablaba de que él había sido el ayudante de Félix. Una prueba más de la
humildad y sencillez de este naturalista del que dicen que siempre decía ante las
alabanzas, que él solo era un pastorcillo soriano.
El último punto del día que despertó nuestras sonrisas fue cuando el cetrero
ingles pidió a Aurelio que le apuntaran algo, no recuerdo que, en la invitación
que este le dio de la presentación de su libro, a lo que Aurelio respondió todo
serio “yo no sé escribir” arrancándonos con su ingenio y su buen humor
grandes carcajadas. Aurelio Pérez, que gran personaje eras...
Agraciadamente este día fue uno de esos días en los que la enfermedad que tenía
el maestro parecía concederle una tregua y pudo disfrutar del campo un día
más. Afortunados nosotros, que se nos permitió su compañía por unas horas que
quedarán gravadas en la memoria y que jamás se olvidarán...
Este es mi humilde homenaje a ese maestro que conocí aquella tarde, que vivía
cada instante que se le ofrecía. A muy pocos he visto mirar el campo como a ti.
Siempre que este en el campo, volando a mis aves o intentando disfrutar de lo
recóndito de la naturaleza, recordaré que en mi emoción palpitan las mismas
ilusiones que todos vosotros sentisteis antes que yo, maestros que nos
inculcasteis un modo de vida, que nos disteis a conocer el mundo de los sentidos
y nos mostrasteis el teatro de la vida.

171
~ Ese aliado del cetrero moderno ~
“Cisco”
Peso:206 gr.

Quiero hablar de una experiencia única por la que tarde o temprano todos los
amantes de la cetrería tenemos que pasar. Pero sobre todo deseo transmitir con
esto una idea que debería de rondar la cabeza de todo aquel que ame a su
compañero alado.
Hoy era un día lluvioso, de mucho viento, de cielo gris y frío del que cala hasta
los huesos. Una vez más dos cetreros van al campo sin importarles demasiado
tales inclemencias. El día ya apuntaba raro desde su comienzo. Cisco se había
dado un baño en la muda y al recogerla para pesarla antes de irnos descubrí
como el agua impregnada en sus plumas no me dejaba averiguar certeramente
su peso, aunque mostraba claramente que era alto. No me preocupaba
demasiado pues llevábamos ya unos días subiendo el peso para intentar que el
pájaro no estuviera tan centrado con nosotros... “Esto por supuesto conlleva sus
riesgos, pues un pájaro menos dependiente de nosotros puede llegar a ser
peligroso. Pero para intentar practicar la altanería, se debe fomentar de alguna
manera que el pájaro interactué más con los elementos del entorno, como puede
ser el viento o las corrientes ascendentes que se forman en las irregularidades
del terreno. Si llevamos al pájaro muy templado, ósea muy hambreado, estará
demasiado pendiente de nosotros y esto le impedirá pensar en otra cosa que en
terminar pronto con el vuelo del día para conseguir el alimento. Si por el
contrario no tiene tanta necesidad de alimento, esto fomentará que el pájaro
investigue más por su cuenta, aprendiendo a utilizar su entorno para alcanzar
esa altura que él ya sabe, por la repetición de las lecciones y por el premio
recibido por alcanzar dicha altura, que es lo que buscamos.
172
Por supuesto para hacer esto el pájaro tiene que estar ya totalmente mecanizado
por la rutina diaria. Para conseguir su sustento debe volar y seguir unas pautas
que nosotros fomentamos, al premiarle por ejemplo la altura y la intensidad de
los vuelos con la salida del esperado escape o del señuelo”...
Lloviznaba y Cisco estaba en mi puño, sin decidirse a salir a ese cielo que desde
hace días domina con tanta soltura. El agua no tienta a las alas a pesar de que
el viento nos espolea sin miramientos. Finalmente lanzo aún sin estar el pájaro
demasiado convencido y sabiendo que lo más probable es que intente posarse.
Sin saberlo, la situación se nos iba a complicar en breve...
Cisco empieza a volar bien y acaba poniéndose a una altura estupenda, tanto
como ayer con el sol y la brisa que nos acompañó.
Nos sorprende gratamente porque el tiempo no esta para bromas y en cambio
este valiente cernícalo vuelve a desafiar al cielo con sus alas y su corazón.
Intentamos preparar el lance, embarrando a la brava codorniz en una mata.
Empieza a llover con fuerza mientras Alba aguanta la muestra. Descubrimos
como las gotas nos juegan una mala pasada y las nubes se ríen de nosotros.
Cisco comienza a descender, ya mojado y quizá algo extenuado por esa causa.
Intenta posarse en unos árboles desnudos pero el viento no se lo permite y vuelve
a remontar.
Pero ni por asomo vuelve a esa altura donde antes dominaba el aire. No
obstante decidimos no perder la oportunidad y levantar la codorniz. La presa
revuela varias veces acosada por la perra. Pero Cisco no logra su captura y
termina posándose en el suelo totalmente empapada.
Las cosas empiezan a pintar mal y maldecimos no haber soltado la codorniz
cuando la tuvimos tan alta y centrada. Caminamos hacia ella. Y de repente, sin
saber bien por qué, Cisco se aleja despavorido y Juanse advierte que algo va
mal. Cisco se pierde en la distancia mientras señoleo y la llamo a viva voz con
todas mis fuerzas, pero no aparece ni da señal alguna de su presencia.
Desde la cima de la loma no se ve más que lluvia, nubes y un campo desolado
por el mal tiempo. Ya imagino, con la lluvia intensa que cada vez nos azota con
más fuerza, que no me ve o que quizá me oye pero no se siente con ánimos de
regresar. Empapada como estaba y algo alta de peso nos tememos que hoy es el
día en el que por primera vez tenemos que buscar a Cisco a base de telemetría.
La lluvia no moja en estas circunstancias, ni tampoco se nota el frío, ni el
cansancio vence. El señuelo no surte el efecto deseado y oigo la lejana llamada
de mi maestro. Esta en lo alto de las lomas siguiendo el sonido de la vida que le
trae la telemetría, el susurro capaz de devolver el compañero perdido a las
manos de su afligido dueño. Es un como un latido de esperanza en medio del
temporal. Pero las cosas aún no pintan del todo bien. La señal se dirige a una
finca privada que esta vallada.
Cuando llegó a la cumbre descubro a Juanse al otro lado de la valla siguiendo
la señal del receptor. La finca se encuentra en una amplia hondonada y
coronada por unas torretas eléctricas en su ladera más alejada.
¿Qué se piensa en esos instantes? Es difícil de recordar las de cosas que pasan
por la mente. Maldices que no venga al señuelo al que nunca dudo en acudir y
empiezas a temer que se haya ido lejos, asustada, confusa y mojada. Miras esas
amenazadoras torres de metal con profundo pesar. No obstante nunca se posó en
ninguna de ellas así que te tranquiliza la idea de que no las buscará como
posadero y las tendrá recelo.
173
Intento saltar pero la perra que permanece conmigo se niega a dejarme ir y me
empuja para impedírmelo. No quiere quedarse sola al otro lado de la verja. Pero
yo quiero ir a buscarla... Oigo gritar a Juanse desde lo lejos que me quede ahí.
Sin saltar.
Desciendo siguiendo la verja señoleando. ¿Donde se habrá metido según esta el
día? Los peligros acechan por todas partes y empiezas a temer que haya podido
suceder algo. Los minutos pasan y la incertidumbre crece. Alba me sigue
nerviosa, quizá pendiente de que no me vaya al otro lado y la deje sola. Jamás
maldeci más que le pongan “puertas” al campo.
Mientras tanto al otro lado de la verja surgen las mismas dudas y mi maestro
mira a las torretas eléctricas con temor. La señal da hacia ellas. Por el camino
ha de vadear una zanja repleta de zarzas que se antoja insuperable cruzar por
en medio tras varios intentos. Cuando lo consigue la señal que da hacia la
eléctrica es intensa pero no tanto como la que da a sus espaldas un instante
después. Ya sabe que no esta en esa trampa y que tan solo seguía un rebote de la
señal. Aún así no la encuentra, no responde al señuelo, teme que otra rapaz haya
echo presa del cernícalo aprovechando su confusión y sus plumas caladas de
agua.
Cuando finalmente la encuentra sana y salva posada en el suelo, mojada como
una sopa, la alegría es inmensa. Tan sorprendida esta la pájara por la situación
que no quiere el señuelo, ni la codorniz viva que revolotea atada a la cuerda.
Hay que acercarse y cogerla aun sabiendo que Cisco es bastante asustadiza en
esos casos. Una pechuga fresca invita al ave a acercarse al puño. Instantes
después una picada la despierta de su shock y es entonces cuando Juanse
consigue por fin subirla al puño y recuperarla por completo.
La alegría hace olvidar el mal rato pasado y la fortuna inunda el pensamiento.
Pues somos afortunados por haber recuperado a Cisco. Como explicar la
sensación que te invade cuando ves a tu pájaro de nuevo comiendo sobre tu
puño. Realmente es una emoción tan fuerte, tan profunda, que hasta que no la
vives no eres capaz de concebirla.
Hoy tengo certeza de que la lúa habría vuelto desnuda de no ser por ese aliado
material que es la telemetría. Que habríamos sufrido lo indescriptible por
recuperarla y que quizás nunca hubiéramos dado con ella. Y se habría quedado
allí sola, en el campo, en el duro escenario de la naturaleza, sobre el suelo,
empapada y expuesta a cualquier peligro. Que ahora mismo la lluvia que oigo
caer tras los cristales seguiría calando sus plumas, acordándose mientras de ese
hogar donde el agua no llega, allí donde le proporcionan comida y refugio todos
los días.
¿Volar sin telemetría? Sin duda la mayor insensatez que puede cometer un
cetrero moderno.

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~ Cernícalo peregrino ~
“Cisco”
Peso:211 gr.
Cuantas veces he soñado con ese día en el que mi pequeño gran halcón volara
como uno de sus congéneres, fuerte y libre demostrando todo su potencial. Allí
en lo alto, como el mejor de los halcones, jugando con las nubes y conversando
con los vientos. Ayer lo vi...
No era un día cualquiera. Confieso que el día anterior me había dejado tocada
de una advertencia. Mi cernícalo estaba alto de peso, se había perdido bajo la
intensa lluvia y el señuelo no había hecho su efecto. El día no se mostraba
mejor: el peso era incluso más alto y aunque esta vez no llovía si soplaba de
nuevo el viento.
Y además era un día en soledad, pues el maestro no podía venir con nosotras...
Acudimos a ese pequeño oasis entre los edificios de las ciudades. Lleve el
receptor encima a sabiendas de que las cosas podían torcerse. El emisor daba su
latido y en breve subí hasta lo alto de la loma para desencaperuzar y soltar
pihuelas. No iba pensando en que las cosas fueran a salir mal, todo lo contrario,
tenía confianza en la pájara. Pero aún así quedaba esa duda, ese palpito de
saber que jugar con pesos altos puede llegar a ser peligroso... Se acerca el final
de la temporada y quizás debería ir pensando en acabarla con el pájaro en la
muda...
No quise verlo en su salida nerviosa, ni cuando se alejaba quizás más de la
cuenta, pero cuando la vi perderse tras una loma lateral, entonces si que pensé
que otro día más me la estaba jugado. Cisco desapareció por largos minutos y
entonces, tras haber visto lo ocurrido el día anterior, me asuste. Señoleando
largo rato la pájara no hacia acto de presencia. Subí a lo más alto, buscándola
en lo lejano. No se la veía.

175
Quizá estaba posada fuera de la vista y por eso no acudía al siempre grato
señuelo. Aliviada al fin descubrí su figura en el cielo a baja altura.
Quizá cometí una estupidez guardando el señuelo de nuevo para dejarla volar en
condiciones, esperando que se centrara y subiera a su altura. Y quizá no era el
momento de hacerlo sabiendo que el día anterior se había negado a acudir a ese
estímulo que siempre ha tenido tan marcado en su mente. Pero me sabía
demasiado amargo aquel pequeño susto y deseaba acabar con mejores
sensaciones, borrando de una vez los temores que me hubieran perseguido
habiendo hecho Cisco esos raros amagos huidizos dos días seguidos.
La pájara empezó a tornear cerca y centrada como en días anteriores y volví a
sentirme tranquila, sabiendo que esta vez estaba trabajando. Caminaba
despacio, primero acercándome para después alejarme de ella e intentar guiarla
hacia el lugar que me parecía más propicio para soltar la codorniz. Cuando
miré de nuevo a mi espalda la observe más alta y lejana, quizá a la altura que
solía llegar todos los días pero torneando de manera extraña. No batía las alas y
seguía alejándose más y más de donde yo estaba. Subía y subía, elevándose con
total facilidad... Comprendí entonces que Cisco había encontrado una térmica.
No sé que sentí antes, alegría o miedo. Me quede allí unos instantes observando
fascinada como la pájara subía y subía sin esfuerzo a muchos metros de mí.
Luego decidí que debía acercarme a ella para intentar llamar su atención,
centrarla y que bajara a terminar su jornada. Pero según se acercaban mis
pasos Cisco se alejaba peligrosamente. Rozando las nubes no era más que una
muesca en el cielo, una mota que se perdía de vista en el infinito del firmamento.
Saque el señuelo pensando que no podía soltar la codorniz, sabiendo que si lo
hacia podía perder en la maraña de pastizal uno de mis recursos más preciados
para recuperarla aunque intuía que al señuelo no iba a bajar y mientras daba
vueltas y vueltas en el aire iba perdiendo en el cielo a mi compañera que aún
seguía subiendo sin descanso. Empecé a sentir esa incertidumbre que te anega
cuando las cosas escapan de tu control. Saqué la codorniz llevándola en la mano
mientras corría, sabiendo que perdía a Cisco en un sitio rodeado por todos los
puntos cardinales de edificios y calles, de peligros. Me paré exhausta de gritar
su nombre, mirando al cielo, buscando esa mota oscura mientras señoleaba. Y
por un momento la perdí...
No sabía que hacer. El señuelo no servía y la codorniz, estando tan lejos no
llegaría ni aunque le hiciera algún caso. Así que me paré a mirar el cielo,
buscándola y casi echando ya la mano al receptor.
De repente la vi bajando desde las alturas lentamente haciéndose cada vez más
grande esa muesca del cielo, con las alas afiladas y en picado oblicuo. Seguía
señoleando, pero mientras bajaba guarde el señuelo y solté la codorniz que
había llevado sujeta en mi mano durante toda la carrera.
La codorniz se embarró en seguida y Cisco se quedó cernida a una altura más
acorde a la de días anteriores. Recorrí todas las hierbas hasta que la codorniz
salió como un proyectil loma abajo y pico al viento. Cisco plegó sus alas de
nuevo y bajo impulsado por la inercia en pos de la presa.
La persecución fue de unos cien metros, con Cisco pegado a la cola y finalmente
la codorniz intentó esconderse tiràndose al suelo pero fue en balde, Cisco trabó
con energía.
Llegue a la carrera para comprobar si el lance había tenido el desenlace
deseado y allí estaba con su codorniz trabada, orgullosa y precavida.
176
Y pensé que mi pequeño gran halcón era magnífico mientras se me saltaban
lágrimas de emoción por haber contemplado tales hazañas... después de tantos
sustos e incertidumbres, allí estábamos de nuevo. Jugando al filo de una navaja
habíamos conseguido salir de nuevo airosos y regresar a casa una vez más con
nuestro compañero sobre el puño. Solo podía mirar al firmamento y preguntarle
a mi amiga“¿a cuántos metros habrás ascendido para parecer una mínima mota
adornando el cielo?”

177
~ Altanería ~
“Cisco”
Peso:208 gr.
Un día después de que Cisco llegará al techo más alto jamás visto aunque algo
descentrada, volvió a su rutina y a trabajar como esta acostumbrada. Subió a
una buena altura, picó y agarró su codorniz tras hacerla tirarse al suelo. Pero
dos días después de que todo se estabilizara como antes de que ascendiera a las
grandes alturas, las cosas fueron cambiando de nuevo, dando un giro a nuestros
vuelos que, aunque esperado en algún momento según avanza esta temporada,
nos ha hecho disfrutar más si cabe.
Como casi siempre la pájara sale y se posa en algún árbol o retama. Allí termina
de acicalarse… si no se sacude las plumas unas siete veces parece que no se
siente preparada para volar. Al poco vuelve a levantar el vuelo y como de
costumbre comienza a trabajar sin ninguna distracción más. Se eleva con
suavidad y rapidez ayudada por los soplos de la brisa y comienza su andadura
por ese cielo azul que nos acompaña casi todos los días. Revuela en rededor del
llano donde nos encontramos, buscando el lugar más idóneo donde ascender con
mayor facilidad. Cuando lo encuentra cerca de la encina solitaria sube y sube
sin parar hasta alcanzar un techo que seguramente puede superar los cien
metros. Allí en lo alto sigue dando alas y de vez en cuando nos sobrevuela
pidiendo su codorniz.
Con la codorniz embarrada, Alba hace la muestra y esperamos a que la pájara
entre emballestada sin perder su altura para levantar la presa.

178
Cuando la codorniz salta y la grita resuena en el páramo el halcón se afila y se
deja caer en un picado casi vertical, sacando las garras casi al final del trayecto
y cerca del suelo cual águila en pos de su presa.
Pero la codorniz embarra antes de que Cisco llegue y no consigue localizarla en
el suelo mientras Alba vuelve a hacer muestra. Cisco esta muy cerca pero sigue
sin verla aunque la busca a su alrededor. Finalmente se lanza de nuevo al aire y
comienza a subir sin descanso, a coronar el cielo. En pocos instantes la pájara
ha vuelto a las alturas y se emballesta de nuevo. Esta vez soltamos la codorniz
de reserva en un lance vertiginoso. De nuevo el picado es impresionante, Cisco
parece haber aprendido del anterior lance pues tras llegar a la codorniz la traba
en el aire de forma espectacular. ¡¡Vaya lance!!
Absortos miramos al cielo, imaginando la brecha que abrió en el aire en su
descenso de las alturas.
Al día siguiente acudimos al campo con un nuevo reto: una tórtola.
La pájara sale bien, sin posarse al principio y volando con ganas alcanzando
con rapidez su altura asombrosa de los estos últimos días. Una vez centrada
Juanse da la grita con anterioridad a la salida de la tórtola. Cisco empieza su
picado y ataca a la presa, pero cuando la misma coge velocidad y altura decide
abandonar ante la duda que le presenta tan fuerte y diferente oponente. Era algo
que nos esperábamos y no nos importa en absoluto ver como la que era presunta
presa, huye con su recién ganada libertad. Sabemos que para introducir en una
nueva presa al pájaro hay que efectuar una serie de pasos que no hemos
cumplido, pero era demasiado tentador como para no intentarlo. Quizás la
siguiente temporada, pues esta está cerca ya de su final.
Dejamos que Cisco se centre de nuevo a su altura para levantar, esta vez si, la
codorniz. Apenas ha volado unos metros cuando Cisco corta el cielo con su
picado y la traba en el aire una vez más. Bravo Cisco.

179
~¿Qué más se puede pedir?~
“Cisco”
Peso:208 gr.

Hoy hemos vuelto a nuestro campo habitual. El viento sopla en ráfagas


irregulares y eso nos favorece para aprovechar la extensión del llano. Como
siempre Cisco se acicala en el puño antes de salir hasta que la lanzo al aire. Se
vuelve a posar en las cercanías. Las retamas, las ramas secas de los árboles
caducos o la copa de la encina solitaria son sus posaderos predilectos para
acabar esos últimos retoques al plumaje. Como siempre levanta el vuelo por si
sola a los pocos minutos para inmediatamente comenzar su ascensión hacia las
alturas.
Hoy empieza a tornear en la dirección de donde viene el viento y se aleja
subiendo.
Al principio se la ve a la mitad de los altos rascacielos que se recortan en el
horizonte, pero rápidamente los sobrepasa y sigue ascendiendo. Apenas da alas
y sube con la facilidad de una cometa empujada por el aire. Sin lugar a dudas
sus alas se ven espoleadas por la fuerza de una térmica que ha atrapado en su
vuelo. Empieza a irse hacia atrás siguiendo la corriente y subiendo cada vez más
alto.
180
El sol nos impide ver con detalle su ascensión durante largos instantes. Luego se
aleja de su luz cegadora y nos deja admirar su altura. Es de nuevo un punto en
el cielo y, aunque no esta tan alta como aquella otra vez, esta cerca de llegar a
esa altura tan descomunal. Fácilmente llega a los doscientos metros o más y
continúa ascendiendo. Me marcho rápido a embarrar la codorniz en una mata
mientras se acerca y sin perder su altura se dirige a la vertical de Alba, que
espera ya paciente en la muestra... La grita al unísono resuena en el campo y la
pájara finta levemente hacia arriba antes de dejarse caer a plomo. Mientras la
codorniz sale, nosotros solo tenemos ojos para mirar arriba, al cielo... Cisco
cierra alas y se lanza verticalmente hacia el suelo. Nunca había visto que picara
tan perpendicular al llano. La codorniz consigue embarrar tiràndose
aparatosamente al suelo en el último instante, con lo que Cisco se pasa de largo
haciendo una pequeña punta por la gran velocidad que le ha proporcionado el
impresionante picado. Pero justo en ese momento Alba que venía siguiendo a la
codorniz en su huida vuelve a levantar a la codorniz y Cisco retoma la
persecución de su presa ganándola centímetro a centímetro con asombrosa
facilidad y trabándola en el aire de forma espectacular.
Nos miramos maravillados pues Cisco vuelve a sorprendernos con esta
impresionante muestra de su valía, mostrándonos el gran corazón que palpita en
el pecho de este pequeño gran halcón...
Después de volar a Cisco en el llano dejamos los barbechos del sembrado para
adentrarnos en las zonas de matorral donde se esconden las presas del gavilán.

“Gala”
Peso:226 gr.

Es curioso recorrer el campo con uno de estos pájaros, que miran todo como si
en cada rincón fueran a encontrar algo que perseguir con ahínco. Armados de
palos y con Alba a nuestro lado, vamos escudriñando cada herida.
Cisco nos mira con curiosidad desde mi puño. Me preguntó que pensara al ver
las capturas de Gala...
Las presas muchas veces escurridizas se van fugando de nuestro alcance y otras
veces parece como si el campo se hubiera quedado completamente desierto...
Cuando la figura del gavilán recorre el páramo hasta parece ahogarse el
murmullo del viento.
Algo descubrimos por fin entre las matas. Parece un zorzal que esta picoteando
en el suelo. Gala sale a su encuentro convirtiéndose en una sombra. Estática
observó el lance... Gala vuela de empuesta pegada al terreno para tapar todo lo
posible su llegada a la presa. Cuando parece que la va a capturar en el suelo,
por fin se percata el zorzal intentando una huida desesperada, pues no ha podido
poner en acción su maniobra de defensa preferida que es subir como una
exhalación hacia el cielo. Es una persecución de poder a poder, dramática y
hermosa, en la que predador y presa parecen unidos por un hilo invisible. De
repente y para nuestra sorpresa, el zorzal escoge pasar a través de un
abandonado tubo de hormigón intentando sin duda que su perseguidor quede
frenado en el interior del mismo. El engaño, aunque de inteligente estratega, es
en balde. Gala sobrevuela el tubo adivinando que la presa saldrá por el otro
extremo. Y así sucede...

181
Gala sabe que ha llegado el momento de terminar y en un vertiginoso sprint le
llega golpeándole en el aire pero no es capaz de atraparle. El zorzal cae al suelo
y rebota confuso con gala a su lado...
Con desesperación intenta rehacerse de nuevo pero, poco antes de llegar a la
posible salvación de otra herida, Gala le envuelve en el aire con tal rapidez que
el cerebro apenas es capaz de asimilar lo que ha ocurrido ante tus asombrados
ojos.
Al recoger a Gala comprobamos que el zorzal no parece tener grandes daños y,
con un rápido y habilidoso movimiento, Juanse le cambia la presa a Gala por
una codorniz recién sacrificada mientras que, ocultándolo de los ojos de la
pájara, me pasa por detrás al tembloroso zorzal. Me dice que le eche un rápido
vistazo y que si no tiene alguna herida aparatosa que lo suelte sin que Gala se
percate. Y así lo hago para total satisfacción de ambos.
La caza sin muerte........ ¿se puede pedir más?....... creo que no.
Este lance quedará grabado en nuestra memoria como uno de los más llamativos
que hemos visto, no por ser el más bello sino por esa actitud del zorzal tratando
de zafarse del ataque usando la cañería y por la veterania de Gala por no caer
en tan ingenioso engaño.
Lances como este que acabo de relatar sin duda fueron los culpables de que los
cetreros de la antigüedad tuvieran ese respeto tan profundo por la caza con
gavilán. Me doy cuenta de que cazar con este pequeño diablo es vivir la cetrería
en su más pura esencia. En la caza con gavilán no existen las medias tintas. Si el
gavilán se encuentra en peso y no hay demasiadas interferencias que nos puedan
molestar durante los vuelos, la misma se convierte en algo tan bello, tan puro,
que absorbe completamente los sentidos. Pero si por el contrario el campo esta
movido y el gavilán no anda fino, acabará con los nervios del cetrero más
templado. En la caza con gavilán o se está en el paraíso o desciendes al
mismísimo infierno.

182
~ Un paseo... ~
“Cisco”
Peso:206 gr.
Hoy no vuela Gala y acudimos al campo con el fin de disfrutar de los vuelos de
Cisco. Pero cambiamos un poco la rutina. Cisco no coge una altura
desmesurada - más bien algo medio - y por ello nos alejamos caminando entre
las lomas para observar los campos mientras Cisco nos sigue desde las alturas.
La pájara parece algo sorprendida pero pronto entra en el juego y viene
alternando sus vuelos con ratos de reposo en las ramas de los árboles.
Lo mejor de estos días es observar la fauna. En nuestro camino se cruzan
urracas y liebres, los carpinteros o las alondras se levantan a nuestro paso. Alba
va a su ritmo, se divierte buscando rastros al trote. Descendemos el cauce de un
rió seco, cuando de repente, mientras Cisco revolotea por el aire, Alba se queda
de muestra.
No se hace de esperar el vuelo de las perdices y Cisco, desde su poca altura, se
lanza en picado en su persecución desapareciendo tras una loma.
Al asomarnos oímos los cascabeles largo tiempo hasta la loma de enfrente donde
seguro han embarrado las perdices. Nos quedamos parados un rato intentado
adivinar lo que ocurría en la distancia, hasta que descubrimos a Cisco posado
en una encina. Quizá esta vigilando el encierro de alguna perdiz. Acudimos a la
ladera y pronto vuelve a volar la cernícala siguiéndonos en nuestro caminar. De
repente Alba vuelve a hacer una muestra, debe haber encontrado alguna de las
perdices embarradas en el interior de una retama. Intentamos que Cisco acuda
antes de levantarlas. Cuando se levanta la primera perdiz Cisco esta un poco
alejado, pero aun así la sigue. Vuelven a perderse las dos en un vuelo largo
detrás de una loma.

183
Al poco volvemos a ver a Cisco dando tornos, mientras regresa a nuestra
vertical. Después de divertirnos y de alabar el corazón de estos pequeños
cernícalos, decidimos viendo que Cisco esta volando bien que es el momento de
soltarle el escape. La primera codorniz aparte de muy voladora sabe lo que se
hace y se esconde en una mata con rapidez antes de que Cisco la de alcance.
Esperamos a que Cisco vuelva a colocarse en su altura y echamos mano de la
codorniz de recambio que estará más fresca. Somos testigos entonces de un
lance precioso entre los árboles del cauce donde Cisco vuelve a mostrarnos que
aprende de los errores, trabando a la codorniz con gran agresividad antes de
que vuelva a ganar otra herida.
Tenemos un largo camino de regreso al coche en el cual aprovechamos para
comentar los bonitos momentos que hemos pasado mientras recorremos el
páramo.

184
~ Una tarde para el recuerdo ~
“Cisco”
Peso:205 gr.
Los campos vuelven a vestirse de intensos colores. Las pocas lluvias han
reverdecido el páramo y la primavera va anunciándose en los floreados
almendros. También se anuncia en cada sonido, en cada ser que se descubre al
caminar por las veredas. Aquí y allá las urracas se pelean, los ratoneros vuelan
en parejas y las alondras se exhiben sin reparos.
Esta vez el campo nos espera con un cielo encapotado que amenaza lluvia…
Lejos de amilanarnos, nos produce alegría pues como dice mi maestro estos son
días de cetrería, días en los que el campo respira esa tranquilidad de la que el
sol y las temperaturas agradables nos privan. Hoy parece que podremos
disfrutar del campo en soledad compartida con nuestros pájaros. Tan solo hay
un elemento que acompaña a este cielo nublado que preocupa un poco a Juanse
y es el viento algo molesto, que dificulta la caza con gavilán. Sin embargo con
Cisco no es ningún problema. Es más, este viento pone una nota más de color a
los vuelos de esta cernicalita altanera. Volamos en un precioso rincón cercano a
la sierra norte. Son los feudos de Gala con sus pequeñas colinas y sus heridas
dispersas.
Cisco acude a lo alto de los cielos con la sencillez adquirida por sus ya
acostumbrados vuelos altaneros. Entre las lomas de este bonito cazadero, el
viento envuelve sus alas y da soltura a su vuelo. Comienza a batir las alas y a
recorrer ese campo que ya tan bien conoce. Se nota que tiene ganas de trabajar
y de disfrutar del aire. Descubrimos en sus tornos que ha atrapado una térmica
cosa que nos sorprende. Lo delata el abanico de su cola abierta y los ligeros
bandazos que a veces le dan los vientos ascendentes de la corriente.

185
En esta ocasión no sube demasiado pero se va desplazando poco a poco hacia la
hondonada del campo. Allí empieza de nuevo a ascender hasta alturas que nos
dejan fascinados mientras observamos su pequeña figura en la distancia.
Intentamos no pensar demasiado en el peligro que sin duda representan tales
alturas. Se nota que Cisco esta disfrutando.
Aún maravillados, embarramos la codorniz en una mata y Alba hace muestra al
poco rato. Estamos intentando centrar a la cernícala llamándola y elevando la
palma de la mano. Pero de repente aparece junto a ella otra pequeña silueta. Es
otro cernícalo que aparece de la nada en aquellas alturas desorbitadas.
Nos preguntamos si estaría aún más alto que Cisco y nos parece extraordinario.
Dan unos tornos estudiándose y el cerní silvestre inicia un picado para espantar
a Cisco. Nuestra compañera esquiva el ataque y se rehace para enfrentarse al
adversario. Se intentan agarrar en el aire aunque no por demasiado tiempo.
Finalmente ambos abandonan la batalla. El dueño del territorio desaparece de
nuevo en los cielos mientras Cisco acude a nosotros con orgullo. Aunque viene
perdiendo toda su altura para posarse en uno de los árboles desnudos que
adornan las lindes de este pequeño llano, donde se pone a arreglarse el plumaje
como si nada hubiera pasado.
Juanse saca a Alba de la muestra para evitar que el pájaro se centre sobre ella
antes de coger altura. Cisco ha entendido a la perfección la función del perro y
sabe que allí donde se queda quieta la bretona esta la codorniz que levantaremos
para que ella le dé caza.
Nos sorprende mientras tanto una alondra que vuela a gran altura emitiendo sus
melodiosas notas, dando tornos y pequeñas caídas en el aire. Nos admira un
picado oblicuo en pos del suelo al finalizar su exhibición.
Unos pocos minutos después Cisco vuelve a levantar el vuelo casi sin darnos
cuenta por el escaso ruido que ha hecho el cascabel. Empieza a volar más
centrada sobre nosotros, dando tornos amplios a nuestro alrededor y a media
altura. Parece que esta vez no quiere ascender como la anterior y durante largos
minutos se queda centrada. Puede que la vuelta de Alba a la muestra sea en
parte causante de este comportamiento en el pájaro. Vemos como en vez de
entrar emballestada sobre nosotros lo hace sobre la perra, señal inequívoca de
que sabe perfectamente la función que Alba desempeña. No obstante, hacemos
caso omiso de su cercanía y continuamos caminando sin prestarla demasiada
atención. Finalmente parece entender que ha de trabajar más para obtener su
presa.
El viento la mece y abre el abanico caudal, descubriendo nosotros desde el suelo
que de nuevo ha cogido una térmica. Pero esta vez lo ha hecho sobre nuestras
cabezas.
La vemos ascender con facilidad hacia las nubes. Parece que va a entrar a una
altura perfecta, pero da un torno más. Finalmente y sin perder altura se
encamina buscando la perpendicular a nosotros, se emballesta de nuevo y nos
encaminamos a levantarle la codorniz. La grita resuena en el páramo y la
codorniz, tras unos instantes de indecisión, sale propulsada por una increíble
fuerza hacia la hondonada cola al viento.
Cisco cierra completamente las alas y cae en picado como un proyectil que nos
deja maravillados. La codorniz aún así consigue sacarle algo de ventaja, pero el
cernícalo, aprovechando la fuerza de la caída da alas endiablado en pos de la
presa.
186
Vemos como antes de que se pierdan tras la loma Cisco va tomando ventaja y
ganando terreno en el lance. Desconocemos el desenlace, pero Alba con su
regreso de la escena en aptitud relajada nos anuncia que la codorniz ha caído en
garras del pequeño halcón.
Tardamos todavía un rato en encontrar al pájaro, que parece haber
desaparecido.
Finalmente Juanse la encuentra altiva sobre una roca, desplumando con alegría
a la abatida codorniz. Intentamos imaginar como habrá sido ese final que una
vez más nos hemos perdido tras la colina. Quizá la capturó en vuelo y ayudada
por el viento llegó hasta el roquedal donde se posó a degustar su captura. O tal
vez la codorniz embarró una primera vez y le obligó a realizar un segundo vuelo
que acabó cerca de la roca. Acaso llevó en mano la presa desde el descubierto
llano del sembrado hacia las rocas más abrigadas y sombrías.
Recojo aún admirada a mi compañera y le halago con la cortesía que suponen
algunas picadas suculentas antes de ofrecerle su media pechuga de la reciente
presa. Esa presa que nos ha hecho disfrutar con tan espectacular vuelo y con la
bravura con la que intentó zafarse del ataque de este pequeño y efectivo halcón
“codornicero”.
La jornada no acaba aquí, es el turno de Gala, la gavilana. Un pájaro fascinante
que lleva la sabiduría y experiencia de un cazador escrita en sus ojos amarillos.
Tras cinco temporadas volando junto a su maestro, nos muestra en cada vuelo la
veterania adquirida con el paso de las mudas.

Gala
Peso:217gr

Nos encaminamos expectantes a la búsqueda de la misteriosa presa que como


bien decía el querido maestro Félix “ siempre parece ser la primera y en verdad
puede ser la ultima” y pocos días podía ser mas acertado pues el viento continua
poniendo una nota de incertidumbre a los vuelos que nos disponemos a realizar
con Gala.
Tras un corto rato de caminar tapándonos del fuerte viento con las laderas de
las lomas del cazadero, Gala sale disparada del puño en un lance de empuesta…
parece que va a por unas presas de las llamadas imposibles, que están en una
zarza a 60 o 70 metros de nosotros. Esto es una muestra de que la pájara sale
con ganas, pues sabe que a este tipo de presas no es capaz de llegarlas en vuelo
batido, aunque esto no sea motivo para que de vez en cuando intente darles una
sorpresa volando de empuesta... empuesta que como suele ocurrir, es un lance
fallido pero sirve para desfogar las ansias de la pájara por terminar pronto la
jornada. Gala espera paciente sobre la misma zarza que servia de posadero a
las presas fugadas y al acercarnos a ella retorna al puño de Juanse a la primera
llamada.
Mi compañero me dice que es posible que alguna presa que estuviera cerca de la
herida se haya escondido en la misma al ver llegar a Gala. Por lo que tomamos
posiciones para abordar un posible lance. Como siempre Juanse se queda en un
lado de la herida y Alba y yo intentamos desde el otro lado desalojar a la posible
presa. Gala esta muy atenta a todo lo que ocurre, pasan los segundos y parece
que no hay suerte, pues nuestros esfuerzos parecen no dar el resultado
apetecido…
187
...pero repentinamente escuchamos mas que vemos que algo se a movido dentro
de la zarza y es entonces cuando oigo chillar a Juanse desde el otro lado...¡¡¡ es
un conejo!!!... Tan inesperada es la salida del conejo, pues no es precisamente lo
que andábamos buscando, que hasta a Juanse le cuesta unas décimas de
segundo reconocer que es un lance factible… se trata de un gazapo bastante
crecido que corre como alma que lleva el diablo hacia el cauce seco del río, en
busca sin duda de su madriguera.
Como dice mi maestro “en estos lances el tiempo toma otra medida dando la
sensación de que se ralentiza. Solo son décimas de segundo y en cambio da
tiempo a analizar multitud de detalles del lance… parece increíble pero el
cetrero avezado es capaz de ver en este pequeño lapsus en el tiempo, detalles que
parecería llevar mas tiempo discernir, como por ejemplo si la presa tiene un
tamaño que podría dar alguna posibilidad de culminar con éxito tamaña
empresa para un gavilán o que la carrera del conejo le lleva por un terreno
bastante despejado hacia las madrigueras que el cazador en su conocimiento del
terreno adivina en la distancia …
Desde el otro lado de la zarza no veo la salida de Gala del puño, aunque si oigo
el conocido sonido de los cascabeles que me dice que la veterana gavilana a
aceptado el reto una vez mas. En otras ocasiones ha tenido lances a conejos pero
ninguno a terminado en captura. Cuando por fin, al rebasar la zarza puedo ver
el vuelo, va volando como una centella rozando el suelo con las puntas de las
alas en pos de su presa y milésimas de segundo después, Juanse les sigue
corriendo anticipándose a la posible captura. Mientras observo paralizada el
lance, veo que gala le llega al conejo con un golpe fortísimo y dan una voltereta
increíble en el aire. La gavilana no ceja en su empeño a pesar de la peligrosa
acrobacia y mantiene la presa que ha hecho en el conejo. Cuando caen de nuevo
al suelo vemos con sorpresa que Gala sigue aferrada al cuello del conejo y que
lo ha parado con una autoridad asombrosa... será capaz de sujetarlo asta la
inminente llegada de Juanse que corre cuanto puede detrás de ellos??...
La gavilana sujeta a la presa con mano férrea y veo a Juanse entrar sin
miramientos. Gala parece sorprenderse un poco por la impetuosa llegada de su
compañero. Pero es imprescindible, pues en cualquier momento el conejo puede
rebelarse y escaparse de sus garras como ha ocurrido en otras ocasiones. Pero
en esta ocasión Juanse consigue sujetar con manos temblorosas a las presa y me
mira con una cara que delata su inmensa emoción, por haber culminado con
éxito un lance tantas veces soñado por mi maestro…
Cuando Alba y yo llegamos para compartir la alegría de este lance de ensueño,
no puedo mas que pensar en lo afortunada que he sido, de ver a Juanse emular
la hazaña que tan solo unos pocos han conseguido, de cazar un conejo con un
gavilán……….
No contentos con tan impresionante jornada aún nos aguarda otra sorpresa. De
vuelta hacia el coche, cuando ya casi hemos superado la pendiente de las lomas,
Alba se para en un arbusto de encina que no llega a la cintura. La muestra es
clara. La perra mira en el suelo que cubre el matorral lo que nos hace llegar a
la conclusión de que la presa que alberga esta encina no es otra que el topillo.
Pero durante un rato, aunque la perra se mueve de un lado a otro del arbusto
indicando que el roedor se mueve entre la hojarasca, no vemos al escurridizo
inquilino.

188
Cisco y Gala parecen advertir algún movimiento mientras descansan en nuestros
puños. Incluso cebados, muchas veces en otras ocasiones se han lanzado a
intentar dar caza a los topillos. Al rato por fin consigo ver la esquiva presa en un
lateral de la mata. Junto con la perra que no deja de atosigar al roedor allá
donde se desplaza, nosotros comenzamos a hostigar otros puntos de la mata.
Empezamos a verle mucho más. Se mueve rápido esquivándonos con acierto y
sin salir de su denso escondrijo.
Por momentos pensamos que puede llegar a esconderse en su madriguera. Pero
tal cosa no ocurre, no tiene su refugio en esta herida, y Cisco esta a punto de
arrojarse en varias ocasiones tras de el.
La cooperación da sus frutos al cabo de unos minutos eternos. De repente el
topillo, acosado y perseguido en su refugio, decide que es mejor buscar uno
nuevo. Gran error… Casi sin verlo y a una velocidad increíble, se lanza en una
carrera desesperada bajando una pendiente hacia una zona de heridas mas
cerradas donde poder esconderse. Las matas y refugios quedan no están todo lo
cerca que este querría… Y pagara cara su decisión... Cisco ve la presa en su
carrera y sale cuando esta ya ha sacado algunos metros de ventaja. Se arranca
del puño y da alas frenética adquiriendo gran velocidad. Sin heridas que
puedan interponerse entre el cazador y su presa, vemos como la cernícala gana
terreno y desciende hasta casi tocar el suelo con sus alas… El topillo no cesa en
su carrera. Pero Cisco tampoco en su persecución… De repente sus garras se
disparan hacia delante como un resorte y atrapa entre sus llaves al descuidado
topillo sin dejar ni un segundo de volar. Una vez lo recoge entre sus garras el
viento la empuja y vuela unos metros para posarse en lo alto de una de las lomas
con una orgullosa estampa por haber obtenido otra presa del campo.
Con gran satisfacción nos vamos habiendo cazado con nuestros dos pájaros y
con una jornada que recordaremos con gran cariño en nuestra memoria.

189
~ El juego de la caza ~
“Cisco”
Peso:202 gr.

El cielo amenaza lluvias y algunas gotas han caído sobre el campo. La hierba
aparece cuajada de diminutas gotas que brillan cuando el sol se asoma entre las
nubes. Por suerte la tormenta viaja hacia el sur perdiéndose poco a poco en la
lejanía. Y no sé porque, pero estas nubes hacen que la luz de la tarde sea distinta
a la de otras tardes. No sé si más intensa o más cautivadora.
Juanse ha ido al campo de nuevo unas horas antes para soltar un par de
codornices en la zona.
Al llegar soltamos a Cisco y ponemos a la perra a buscar. Es realmente
emocionante ir a buscar las codornices de esta forma, pues no sabes cuando ni
donde darás con ellas, si es que llegas a encontrarlas. Cisco una vez más vuela
de maravilla. Al principio se posa como de costumbre. Luego sube a media
altura y no se aleja demasiado de nosotros. La perra pronto encuentra una de
las codornices embarradas, pero la dejamos un poco que aguante la muestra
esperando que el pájaro se decida a subir un poco más. Le cuesta salir de la
altura que tiene… pero de repente empieza a dar alas mientras tornea y vemos
como se va elevando a las alturas solo con la fuerza de sus aleteos.
No tarda en entrar emballestada y esta vez no somos nosotros quienes
levantamos la codorniz, solo somos meros espectadores que dan la grita al
halcón.

190
Es Alba quien realiza semejante trabajo y Cisco cae en picado algo oblicuo. La
codorniz vuela alta, más de lo que lo hacen normalmente. Casi la ha alcanzado
cuando se interpone una retama donde la codorniz se tira azorada por el arrojo
del cernícalo y cae al suelo confusa buscando el refugio del espino cercano.
Cisco se posa en otro de los espinos.
Otra nueva nube empieza a teñir de nuevo el páramo de luces sombrías. Pero
nada ensombrece el corazón de nuestro pequeño gran halcón. Tras unos minutos
de descanso regresa al cielo donde es libre y tornea en el aire elevándose con
una facilidad en su batir de alas que abruma.
Esta vez no buscamos de nuevo grandes alturas. Esta vez queremos enseñar otra
valiosa lección a Cisco. Levantaremos la misma codorniz encerrada en el
espino. Para que todo parezca lo menos artificial posible y los escapes se
conviertan en un juego de caza en apariencia semejante a la persecución de
codornices de campo. Alba esta en la muestra desde hace rato y Cisco nos
sobrevuela. No esperamos mucho más. La vemos acudir con su característica
silueta. La codorniz hace un primer intento de salir y Alba finalmente la saca.
Vuelve a volar alta y el picado se sucede, más veloz quizá y con las alas cerradas
casi al máximo. Cisco no perdona cuando la presa intenta lanzarse de nuevo al
suelo y resuena el golpe seco con el que atrapa a la codorniz entre sus garras,
descendiendo suavemente sobre la tierra revestida de pasto.
Qué belleza de lance… ¡Qué bonita es la altanería con un cernícalo así!

191
~ La última y más larga jornada... ~
“Cisco”
Peso:202 gr.
Los fines de semana calurosos son días incómodos para volar. Hay demasiada
gente quebrantando los silencios del campo.... Aunque son cosas que con un
cernícalo más o menos se soportan, son una fuente sucesiva de inconvenientes
para cazar con un gavilán. Por eso un domingo más acudimos a la zona norte,
para disfrutar de una jornada más tranquila si es posible en este campo más
solitario.
Cisco esta en 202 gramos, un peso bastante bueno, más bajo que días atrás, que
llego a volar en 211, aunque sigue estando alta. Gala, que también nos
acompaña hoy, por lo visto ha salido de la muda más baja de lo esperado
aunque en el límite normal de su peso.
Recuerdo que en el camino que nos separa del alejado campo de hoy le comento
a Juanse que el día anterior estuve viendo una foto, una imagen de hace muchos
años en blanco y negro, donde Madrid acababa en la Plaza de Castilla sin ni un
solo edificio. El resto era campo, un páramo hoy día cada vez más arrinconado
por las construcciones. Juanse me cuenta sus recuerdos de esos lugares y como
hace más veinte años el campo que hoy vemos empezaba en la puerta de su casa.
Hablamos de como parece que nuestra naturaleza humana tiene el único fin de ir
consumiendo la Tierra y de cambiarlo todo hasta sus últimas consecuencias... El
paisaje de casas y carreteras corrobora nuestros pensamientos.
El sol justiciero nos promete un día de térmicas sin igual. Juanse advierte al
poco de llegar al campo que hoy nos vamos a tener que agarrar fuerte cuando
Cisco vuele.

192
Lo que no sabíamos es que hoy íbamos a probar el doble filo de estas corrientes,
tan abundantes ahora que se acerca la primavera y que se instalan con todo su
esplendor en las tardes de buen tiempo en nuestros campos.
Salvo un cernícalo posado sobre una retama no parece que haya más
adversarios para Cisco. El cielo esta tranquilo, despejado y apenas sopla una
brisa ligera desde el oeste. El firmamento un día más se le ofrece hasta el
horizonte.
Según avanzábamos hacia el sembrado voy quitándole la lonja a mi pájara.
Es en esos pasos, en los que observo detenidamente que pronto debo cambiar las
pihuelas y mientras voy pensando esto, Cisco sale del puño algo espantada. No
le presto demasiada atención ya que no es el primer día que levanta el vuelo
como asustada para luego empezar a volar como debe y sin ningún temor.
Siempre lo he achacado a que es una pájara nerviosa y por eso no le doy
demasiada importancia.
Los siguientes instantes lo confirman. Se pone a elevarse cerca siguiendo un
poco la corriente de la brisa, como suele hacer siempre. Allí permanece unos
instantes, bandeada por los vientos. Parece que ha cogido una térmica.
Al llegar a la hondonada se elevaba con suavidad hacia el cielo alejándose poco
a poco de nosotros. Sube hasta ser de nuevo un punto distante y no podemos
evitar sentir cierta preocupación. Juanse advierte medio en broma que me vaya
despidiendo de la pájara, algo ha visto el maestro que no le ha gustado.
Intentamos llamarla a viva voz, centrarla levantando el brazo como
acostumbramos últimamente y en un último intento señoleo con todas mis fuerzas
observando como la pájara hace caso omiso de nosotros. Esta lejos, muy lejos
ya... apenas somos capaces de distinguirla en el azul del cielo...
Cisco nos esta diciendo adiós y cada vez tenemos menos bazas a nuestro favor
para intentar que regrese hacia nosotros. Busco hasta el silbato al que no esta
acostumbrada por si pudiera servir de algo, pero no lo encuentro. Consternados
vemos como se va adentrando en los cielos del monte del Pardo y el punto que se
dejaba ver dando tornos en las alturas desaparece irremediablemente en los
inmensos campos del cielo.
Cuando acudimos en busca del receptor, Carlos que había venido a visitarnos y
que lleva un rato viendo toda la escena desde donde solemos aparcar los coches,
ya ha sintonizado su propia telemetría y mientras que me la ofrece apunta que la
señal es buena.

193
Yo se lo acerco a Juanse que se ha quedado en el campo señoleando y mientras
se marcha siguiendo el constante sonido en busca del pájaro acompañado por
Alba, me dice que me quede señoleando por si Cisco decide volver por la zona.
Es extraño pero en estos instantes aunque preocupada no pienso realmente que
podemos perderla. Quizá porque supongo que volverá o porque esta atada con el
lazo invisible de la telemetría. Quizá porque ya aprendí varias veces que los
nervios no dejan actuar y pensar con la claridad que requiere estos casos.
Los momentos siguientes se hacen eternos y según avanza la tarde siento que la
pájara se aleja de nosotros sin escuchar siquiera el sonido del receptor.
Durante un rato camino fuera del sembrado y busco a Juanse entre las lomas. Al
fin le veo en lo lejano gracias a Alba. Esta cerca de la valla que nos separa del
Pardo y veo como busca la señal a la par que señolea sin descanso.
Pasado un rato sin ninguna novedad, me acerco hacia el coche ya sesgada por
la incertidumbre para intentar saber hacia donde da la señal de mi receptor
después de todo este rato. Me provoca un vuelco al corazón cuando descubro
que el hilo que nos une a mi pequeño halcón se ha roto y no hay señal alguna
que llegue desde ningún punto.
Juanse regresa al poco. Él también ha perdido la señal. Dice haberla visto de
nuevo montar sobre una térmica como un punto minúsculo en la lejanía sobre el
bosque. Hasta que todo se convirtió en silencio...
Carlos prepara la antena para coche y él y Juanse se marchan en busca de la
señal con mi receptor, debido a que el de Carlos que esta bajo de batería se
estropea al intentar cargarlo en el todo terreno. Antes de marcharse recibimos
en el receptor un ¡bip! débil hacia el sur que se pierde y reaparece
constantemente. Pensamos que quizá se ha ido hacia otro campo donde volamos,
más cercano a Madrid y del que nos separa el monte del Pardo. Esa quizá sería
la mejor baza, pero cuando busco con la mirada aquel campo distante, no soy
capaz de ver mas allá, del profundo y inquietante monte del Pardo. El monte
prohibido...
Me quedo sola sin el tranquilizador sonido de la telemetría, señoleando a cada
cernícalo que pasa aunque no escuche el ansiado tintineo del cascabel. El
desasosiego me alcanza y me siento en medio del sembrado sin dejar de dar
señuelo por encima de mi cabeza. Aunque me duele ya la mano del roce de la
cuerda, continúo intentando aferrarme a la débil esperanza de verla surgir del
cielo. Pero la tristeza que siento aferrada en mi alma me sumerge por fin en sus
oscuras aguas... sé que ya no va a regresar allí.
El sol se ha marchado y las luces del mundo se extinguen, llevándose con sigo
toda esperanza de recuperarla antes de que la noche caiga. Al fin cuando la
penumbra inunda los campos me alejo derrotada al coche. Gala, la pobre
gavilana que estaba algo baja de peso, me recibe con la lastimera voz del
hambre. Me acurruco en el coche con el palpitante dolor de cabeza, esperando
recibir noticias desde el móvil. Mientras se me cruzan por la mente los peligros
de la noche, las bestias nocturnas que buscan su alimento entre los árboles y
pienso en cuanto le quedarán a esas pilas del emisor de Juanse...
Miro a la oscuridad donde se extiende el bosque... ¿Dónde estas Cisco? Cuídate
de las sombras...
Mientras tanto los dos amigos encuentran la señal del emisor entre el tráfico de
la M-40. Paran en el arcén y Juanse se adentra en el monte armado únicamente
de mi receptor en busca de Cisco.
194
La noche se le echa encima sin móvil y sin más ayuda que el sonido del
transmisor y su orientación para el regreso… saltando vallas y sorteando ríos
profundos que calan la ropa, escondiéndose de todos aquellos que guardan el
paraje del alcance de la gente de a pie…
Carlos me llama al rato para decirme que han encontrado la señal y que mi
maestro sigue en el monte.
Consciente de que en la noche no podrá recuperar a la pájara ni aunque llegue
bajo el árbol que haya elegido como posadero, Juanse por fin se da la vuelta
sabiendo que ya no puede hacer nada más por Cisco. Sabe que esta cerca
mientras escudriña la oscuridad. Pero no tiene sentido continuar y correr el
riesgo de perderse en plena noche. Aunque encontrara al pájaro en el posadero
exacto no habría manera de bajarlo en la oscuridad. Se asustaría y sabe dios
que pasaría después. Solo cabe esperar que las pilas aguanten la noche y que no
se suceda ninguna desgracia en esas horas.
Hay que esperar al alba...
Juanse me llama al llegar al coche con Carlos para darme ánimos y escucho el
sonido esperanzador de la telemetría a través del teléfono. La señal es fuerte.
Es noche cerrada cuando regresan a las Rozas. Juanse me dice de nuevo que la
señal esta localizada. Debemos regresar antes del amanecer y adentrarnos en el
Pardo para encontrarla. Intenta consolarme con su optimismo… pero yo estoy
en otro lugar, pues mi alma esta en el monte con Cisco.
He dado ya demasiadas vueltas a las cosas que se me pasan por el pensamiento
y me duele tanto la cabeza que ya apenas soy capaz de pensar en nada.
Juanse me ofrece su casa para quedarme esta noche y regresar antes del alba al
monte.
De camino a las mudas, me relata sus aventuras, como saltó la valla delante de
los guardias civiles sin que le vieran, como le miraron algunos domingueros de
un recinto privado donde se coló, como el agua del río le empapo de rodillas
para abajo. También que la antena del coche que tiene Carlos ha dado alas a la
posible recuperación de Cisco encontrando la señal y situando así un lugar
desde el que iniciar mañana la búsqueda. Suerte que si era hoy el día que tenía
que perderse eligió el día en que Carlos se había ofrecido a acompañarnos.

195
La jaqueca me tiene demasiado mareada como para darle más vueltas a las
cosas e intento concentrarme únicamente en que el coche no me maree más y en
lo que me va contando mi compañero. Todo esto parece más un mal sueño que
una realidad...
Nunca el transito de las horas de la madrugada se me hizo tan lento y agobiante.
El cansancio y el sueño me venció hasta las dos de la madrugada. Luego el
pasar de las horas y la preocupación apenas me dejó dormir. Suerte que ya no
me dolía la cabeza. De vez en cuando calmaba mis nervios sentándome en la
litera observando la luz de la calle entrar por las rendijas de la persiana. Algún
mirlo cantaba melodías nocturnas en las cercanías... No podía dejar de pensar
en los búhos, en los gatos monteses o en alguna jineta que pudiera hallar a
Cisco entre las ramas de una encina. Quién sabe que habrá en el Pardo. Y
cuanto más deseaba que terminara la noche más lentos pasaban los minutos en
el reloj...
Pero finalmente el tiempo pasa. Llegado el momento nos preparamos para el
acontecimiento que nos esperaba. Desayunamos poco e intento que de nuevo se
me quite el dolor de cabeza que ha regresado.
Pasadas las seis salíamos de Fuencarral guiados por el GPS, armados con
señuelos, un par de codornices y dos receptores. Nuestro destino era una calle
solitaria pegada al muro que separaba el Pardo de una urbanización al lado de
la M-40. Cuando llegamos aún es de noche aunque comienza ya a clarear por el
horizonte. Lo primero que hace Juanse es comprobar la señal del receptor. Es un
momento delicado... Con gran alivio escuchamos claramente la señal que nos
transmite el emisor desde algún lugar de la negrura del bosque. Durante la
noche había pensado mucho en ese sonido y en si lo volveríamos a escuchar
antes del alba... Cisco sigue atado con el hilo invisible que nos une a él y
comienza la aventura de su rescate.
El muro esta coronado por una verja oxidada, con alambres llenos de pinchos en
la zona superior. Superamos este primer obstáculo bastante mejor de que lo que
me pensaba. Pero por impaciente la oscuridad me hace calcular mal la altura y
me golpeo en la rodilla contra el muro al caer al otro lado. Un dolor agudo me
acompaña desde este momento durante todo el viaje.
Un camino y sucesivas casetas que van siguiendo el mismo separan el primer
muro de la siguiente valla. Comprobamos con alivio que esta tiene una puerta
que abrimos con facilidad sin necesidad de saltos y que volvemos a cerrar sin
problemas. No es así la siguiente valla que encontramos a pocos pasos. Por
suerte tiene un tramo que es como una escalera y no es demasiado complicado
llegar por fin al otro lado.
Nos encontramos ya en el bosque donde reina un silencio que hace resonar
nuestras pisadas. Hablamos lo justo y siempre en voz baja. Esta zona es bastante
clara, con numerosos retoños de encina cubriendo los suelos. Nuestros furtivos
pasos en el reciente amanecer alertan a los animales del monte. No creo que
estén muy acostumbrados a ver gente paseando por la zona. Cruzamos un cauce
húmedo, embarrado pero sin apenas agua en su fondo. El barro muestra
infinidad de huellas de animales.
Adivinamos entre las escasas luces las figuras de los jabalís y de algún venado
mientras cruzamos cauces medio secos y tropezamos con numerosas ramas que
no vemos en el suelo. Sin embargo nada enturbia la esperanza del sonido que
nos guía entre los árboles bajos del bosque mediterráneo.
196
El paisaje que empieza a dibujarse con la insinuación del amanecer es como una
porción más que acompaña a este mal sueño. Los árboles son como centinelas
de los campos, impasibles y firmes al paso del tiempo. El mundo se tiñe de tonos
azulados, oscuros como las profundidades del mar. Una ligera neblina adereza
el mágico entorno...
Me llama poderosamente la atención como en cada camino embarrado, en cada
vereda entre los árboles y cada senda que cruza la hierba esta dibujada por las
huellas de los venados y los jabalíes. Solo nuestras propias pisadas rompen un
poco la armonía de estos senderos surgidos por el continuo trasiego de estos
animales.
Pronto alcanzamos un lugar más claro, más adehesado que los parajes que ya
hemos atravesado. Miro un momento hacia Madrid mientras caminamos. Las
altas torres se dibujan entre los anaranjados tonos del amanecer con unas nubes
purpúreas al fondo. Hay neblina rojiza en una hondonada del bosque que hace
que varios árboles recorten su silueta contra la coloreada bruma matinal. Es
una imagen preciosa, como si te encontraras sumergido en un lugar escondido
del mundo, un lugar donde la mano del hombre no alcanza a moldear el entorno.
Me recuerda a esas imágenes de las selvas perdidas, vestigios de un pasado más
natural e indómito del mundo...
Abandono la embrujadora visión para seguir a mi maestro.
Adivino el sonido del tren que cruza constantemente los bosques y que rompe la
paz de la naturaleza... Juanse se vuelve de cuando en cuando para preguntarme
como voy. La verdad es que me duele la pierna pero no me importa demasiado,
lo único que me preocupa es seguir adelante siguiendo sus pasos que con certeza
nos acercan cada vez más a nuestro ansiado objetivo.
Descendemos por un pequeño barranco y vemos como algunos grupos de gamos
y ciervos huyen entre las sombras y los jabalís dejan sus quehaceres en el suelo
del bosque para perderse en la espesura, hasta que nos encontramos con una
nueva traba. La hondonada esta cruzada por una carretera por la que de cuando
en cuando vemos pasar las luces de algún coche.
197
Las sombras nos cobijan de las miradas mientras nos acercamos a la calzada y
los gruesos troncos de los árboles se convierten en el escondite adecuado,
mientras esperamos que pase un coche para franquear el asfalto hacia el otro
lado. Corremos cuanto podemos entre las sombras cuando Juanse que va más
adelantado me advierte preocupado... unas nuevas luces surgen cuando estamos
cruzando y corremos con todas nuestras fuerzas.
Los árboles y las sombras nos ocultan de nuevo. Ha faltado poco... Siento una
tremenda serenidad cuando nos alejamos del transito de los coches para
adentrarnos de nuevo en lo profundo y misterioso del monte.
Mientras recuperamos el aliento rodeamos una nueva valla y cruzamos un cauce
seco y arenoso. Siguen surgiendo figuras que se cruzan con nuestro paso. Las
perdices comienzan a cantar al amanecer y se levantan con su característico
vuelo. Montones de pajarillos huyen de los árboles que dejamos a los lados. Las
cornamentas de los venados se confunden con las ramas de las encinas...
Al poco hayamos un nuevo camino. Esta vez es una carretera más sencilla que la
que cruzamos anteriormente, con más años observando el bosque desde sus
irregulares arcenes. Otra vez los escasos árboles pero de gruesos troncos y las
retamas de los alrededores nos sirven de escondite cuando esperamos a que se
halle solitaria antes de cruzarla. De nuevo la adrenalina se dispara en la
carrera en pos de la otra orilla... Esta vez no hay mayor contratiempo y nos
adentramos de nuevo en el bosque dejando atrás el temor al descubrimiento de
nuestros furtivos pasos.
Inmediatamente el bosque vuelve a cerrarse mientras las luces se van
acrecentando con el paso del alba y la llegada del nuevo día. Es la zona más
tupida de cuantas hemos franqueado hasta ahora... por dondequiera que mires
se descubren siluetas observando nuestros pasos, vigilando nuestro caminar, con
las altas cuernas coronando la figura esbelta de los venados antes de
desaparecer en la espesura.

198
Algunas manadas nos asombran por su cercanía y nos regalan sus brincos entre
las matas. Todo parece sacado de algún lugar mítico y aislado, un mundo
perdido, como si el tiempo, la tecnología y el ser humano nunca hubieran
turbado la armonía de este lugar.
Asombra el pensar que alguna vez así debieron ser los bosques de la península...
y estremece hasta lo más profundo del alma su sola contemplación.
Llegamos a un pequeño cortado arenoso que ha debido contornear el río con el
paso de los años. Descendemos con cuidado entre la inestable arena que
conforma la pendiente. El cauce se ve bañado por una capa de agua fina y
cristalina muy poco habitual en tales cercanías a la capital. Es tan maravilloso y
mágico que no puedo dejar de admirarme por estos paisajes que van surgiendo a
nuestro paso. Me siento absorta y ajena al mundo. Esto debe ser lo que sienten
aquellos que saben estar viendo paisajes que no están al alcance del resto del
mundo.
El río se ve adornado por álamos enormes, seguro que con muchos años sujetos
en sus cortezas. Es una zona de juncos bajos, repleta de nuevas huellas en el
firme húmedo. Todo el bosque esta bañado por el rocío de la mañana que
empieza a verse como un manto blanquecino sobre la hierba con estas primeras
luces del sol.
Se nos descubre otro paraje adehesado, entre caminos que nos mantienen más
alerta a posibles transeúntes que a las manadas de ciervos que cruzan de lado a
lado este páramo olvidado. El sonido del emisor se hace más cercano,
avisándonos de que se acerca el desenlace. Eso hace que me sienta más nerviosa
a la par que los despejados caminos me hacen temer por nuestro anonimato.
Solo la visión clara de los grupos de gamos y ciervos corriendo hace olvidar por
unos instantes los problemas a los que nos debemos enfrentar.
Para salir de esta franja tan peligrosa nos hayamos con el mayor obstáculo
encontrado hasta el momento: dos verjas altas que separan la línea ferroviaria
del monte del otro lado. Al menos no presentan las típicas espinas en su remate...
Una vez más odio con toda mi alma “las puertas del campo”
Por unos minutos apagamos la telemetría que guía nuestros pasos. Buscamos
algún lugar donde sean más bajas o más fáciles de cruzar. Los trenes pasan
cada pocos minutos en ambos sentidos. No hallamos más que metros y metros de
valla. En la lejanía se observa un puente, pero no podemos arriesgarnos más
tiempo; ya hemos tardado demasiado y debemos cruzar de inmediato. Cada
nuevo minuto nos exponemos a que alguien nos descubra y arruine nuestro
propósito. En una pequeña salida de agua desde las vías, más escondida de los
caminos y del propio tren, Juanse salta la verja con rapidez. Llega mi turno, me
ayuda doblando la verja a modo de escalones. La rodilla me duele horrores
cuando la fuerza depende de su único apoyo. Él consigue doblar el extremo de la
verja para que pueda apoyarme y cruzar con mayor facilidad y nuevamente me
ayuda a descender.
Un par de trenes pasan antes de que lleguemos al lugar elegido desde la
distancia para saltar la siguiente valla. Tras el paso del último tren, mientras las
vías aún vibran estrepitosamente, cruzamos hasta el otro extremo.
Allí la valla, al contrario de lo que nos había hecho parecer desde el otro lado,
es igual de alta. Además tiene un problema, los cables superiores están
tumbados hacia dentro con lo que saltar se hace más tedioso y complicado si
cabe.
199
Una chapa oxidada tirada en el suelo nos sirve a modo de escalera para
alcanzar la mitad de la valla.
Cuando ya ha saltado él, consigo por indicación de Juanse meterme entre la
verja y los cables de encima de esta, me sujeto en la espalda de mi sufrido amigo
y por fin estamos al otro lado de las malditas vías. Me pregunto si alguno de los
viajeros del tren nos habrá visto mientras realizábamos nuestra hazaña. Solo
espero que la velocidad haya impedido, a algún iluminado demasiado despierto
para las horas que son, la ocurrencia de tomar una imagen o video tan de moda
en estos tiempos ¡¡saldremos en el youtube o en el telediario!!
Rápidamente nos alejamos de los caminos para introducirnos nuevamente en el
encinar. Un bosque denso, de árboles bajos y juntos, con gran cantidad de
matorral y pequeños retoños de encina que algún día contribuirán a mantener
esta espesura.
Los primeros rayos de sol que llegan al suelo, descubren un mundo de miles de
gotas transformadas en pequeños espejos que convierten a la hierba verde en un
reflejo del cielo iluminado. Un azor observa nuestra marcha desde una torreta
eléctrica. Le miro por primera vez en mi vida con desazón, sabiendo que es un
cazador mortal de los que he temido en las largas horas de incertidumbre...
La señal se incrementa mientras guía nuestros pasos en la espesura. Los nervios
se acrecientan sabiendo que estamos más cerca que nunca. Son las ocho de la
mañana y el bosque mediterráneo se nos muestra en todo su esplendor.
Juanse me dice que estamos muy cerca. Nos encontramos en la cima de la
pendiente con otro páramo adehesado, con numerosos espacios entre los árboles
que dejan ver el cielo con claridad. Es una suerte porque si Cisco aparece le
podremos ver más fácilmente para reclamarle al señuelo. El maestro vuelve a
decir que esta cerca, que saque el señuelo y que le hable. Como en un sueño
empiezo a voltear el señuelo mientras susurro su nombre entre las encinas. Por
unos segundos nada cambia en el inmutable estado del monte... Hasta que llega
claro a mis oídos el precioso sonido de un cascabel...
Recuerdo mi voz quebrada anunciar “la he oído”. La llamamos de nuevo para
orientar su vuelo y Cisco aparece breves instantes después entre los árboles. No
puedo creerlo. Viene hacia nosotros con la magia de siempre, la del principio de
sus vuelos, la de días atrás... Los nervios hacen que al lanzar el señuelo caiga en
unas matas de encina que cubren gran parte del suelo de la dehesa. Cisco lo
sobrepasa para posarse sobre un árbol aislado y nos mira, nos mira, aliviado
quizá, como pensando ¿pero dónde os habíais metido?...

200
<< Cisco >>
<< Yo volaba alto en la tarde, remontado por el calor en mis alas a lomos del viento.
Creía que el cielo era mío. Os veía pequeños allá abajo en el llano mientras el viento me
llevaba sobre extraños rincones, me sentía libre, llena de ganas de ver más mundo bajo
mis alas. El bosque fue ganando terreno mientras me alejaba del llano. Cuando mire
atrás os vi volteando el señuelo, pero los lejanos horizontes me llamaban
poderosamente y la constante corriente me transportaba... No necesitaba comer y tan
solo quería volar. Y la corriente me arrastraba y yo me dejaba arrastrar. No quería
descender de un cielo del que me hice dueña por unos instantes, del que había bajado ya
tantas veces. No, no quería volver al suelo. Y me aleje con ligereza hasta que vuestra
visión se borró de mi horizonte y solo vi árboles, infinitos bosques de encinares, con
extrañas criaturas corriendo bajo sus sombras, con cientos de aves entre sus ramas. ¿No
es este el mundo salvaje para el que nací? Por un momento olvido lo aprendido con
vosotros, soy fuerte, libre... me espera todo un mundo por descubrir.
Cuando el ocaso me alcanza en el firmamento las corrientes que me elevaban se van
apagando... Allí donde antes había luz comienzan a cernirse las sombras. Vuelo bajo.
No sé donde estoy y empiezo a pensar en que quizá tengo algo de hambre. Pero no os
veo por ninguna parte ni sé de donde vine ni a donde volver. Solo hay árboles... y lo que
no son árboles me da miedo. Ya no hay vientos que me lleven a lugares conocidos, me
siento cansada para remontar en este firmamento que oscurece... El viento me ha
traicionado. Se apagan los cielos y ya no veo esos monstruos de metal y cristal de la
ciudad que me guíen hacia mi conocido campo, en el que tan acostumbrada estoy a ver
esas torres mientras vuelo. Veo luces lejanas que se encienden como estrellas en el suelo
y que quizá me recuerdan a las que otras veces observe en casa, desde mi muda.

201
La noche me sorprende en este bosque olvidado y desciendo a su floresta. Un árbol me
sirve de atalaya mientras observo todo desorientada, confusa... ¿dónde estáis? Solo veo
árboles.
Quizá una de esas bestias del bosque me mira desde el suelo. Oigo ruidos, furtivos
pasos que me atemorizan. Revuelo de nuevo sin rumbo, entre las sombras,
exponiéndome a la mirada de algún enemigo que ignoro en estos momento de
incertidumbre y que me observan desde su oculta guarida.
Los cables que diviso no me gustan, no me dan confianza. No sé que son y aunque los
he visto muchas veces mientras volaba, me dan miedo. Los trenes me han hecho
esconderme en lo profundo del bosque. Aún escucho su aullido de metal entre estos
parajes... Pronto cesaran en la noche. Me acecha el murmullo del desasosiego mientras
me adentro en las ramas de una frondosa encina. La oscuridad me trae el ulular de la
muerte cerca de mi refugio. Siento miedo.
Al recordar que tengo hambre pienso en vosotros... ¿dónde estáis? ¿Dónde esta mi
muda? Mi cálido y protegido banco, de césped mullido, mi agua clara que tanto me
gustaba beber tras los vuelos y ese toldo que me evita las heladas...Temo a la noche, a
los ruidos que me rodean. Todo es desconocido para mí. Miles de ojos observan en la
oscuridad y quizás puedan verme... Yo si les veo y me acurruco asustada en estas ramas
para evitarles. Los peligros acechan. Escucho un maullido de dolor que anuncia que la
muerte ha pasado cerca... pero me ha ignorado. La humedad y el frío empiezan a calar
en mi cuerpo. Sin dormir escucho, veo y espero hallar en esta oscura noche un sonido
familiar que no llega...
Pasan los minutos sobre esta rama sin que se aclare mi confusión, sin que algo conocido
acuda a mis sentidos para recobrar mi anterior vida. No hago otra cosa que permanecer
inmóvil para que los sonidos que trae la oscuridad pasen de largo. Sin duda, este
recoveco entre las ásperas hojas de la encina es el más seguro refugio del que me he
podido adueñar. O quizá solo sea la suerte lo que me ampara de los peligros.

202
El más leve de mis movimientos hace que el cascabel tintinee con su delator sonido. Lo
picoteo molesta, pero suena más. Es un milagro que nadie me descubra aún estando en
la espesura de estas ramas.
Las horas pasan con sigilo en esta noche cerrada que apenas rompe la fina hoz de la
luna. Si cierro los ojos algo me alerta sacándome del refugio del sueño. Despierto del
leve descanso en la noche sin reconocer mi muda, hasta que recuerdo... Recuerdo que
estoy sola en el monte, en esta rama fría donde el agua del rocío, que se empieza a
acumular en sus hojas, empapa mi nuca y mi espalda por momentos. Intento de nuevo
escuchar en vano un sonido familiar. Pero nada aventura que mi suerte vaya a cambiar
y permanezco en mi refugio mientras la noche es dueña del mundo.
Todavía una vez más intento dormir, pero despierto de un leve sueño alertada. Algo
pulula por los alrededores agitando la hojarasca del suelo. Se me alisan las plumas pero
permanezco en mi atalaya.
Entre las hojas adivino como clarea el cielo oscuro allá en el horizonte. Se acerca el
final del reino de las sombras vencido por la luz de un nuevo día.
Aún paso un rato encogida por el frío de la noche, hasta que me desperezo, estiro mis
alas con delicadeza y coloco alguna de mis plumas siempre atenta a lo que me rodea.
Los pajarillos empiezan a pulular de rama en rama. Algunos acuden a mi árbol y me
descubren con sorpresa en mi atalaya. Por un momento nuestras miradas se cruzan y
pienso en mi hambre. Pero pronto desaparecen en la espesura.
Comienza a sonar de nuevo el estruendo del metal de las vías que surcan los trenes. Se
renuevan los cantos que rompen el silencio de la oscuridad mientras el sol poco a poco
va llegando a este océano de árboles.
Justo cuando empiezo a pensar en lo que me depara el nuevo día, cuando el cielo
comienza a llamar a mis alas, no sé bien si para recuperar lo perdido el día anterior o
para buscarme sustento que me alivie, escucho algo.
Es un leve pitido, un sonido rítmico, constante, que se alterna a la perfección con su
propio silencio. De repente me doy cuenta de que no es la primera vez que escucho ese
mismo ruido... Otras veces lo escuche antes de que me retiraran la caperuza que velaba
mi vista, antes de ser libre. Oigo nuevos pasos, susurros de voces que me acongojan.
Aflora mi innato nerviosismo, mi cautela. Pienso en irme, en desplegar las alas y
alejarme de los sonidos que me atormentan...
... Y entonces escucho vuestras voces entre la floresta... Por un momento me paralizan.
Pero descubro en ellas ese ansiado timbre familiar que he esperado en esta larga noche
bajo las estrellas. El nombre con el que me acostumbras a llamar resuena entre los
árboles como el susurro de la esperanza. Y yo acudo de nuevo a tu encuentro, con más
ganas que nunca de veros y de librarme de todos estos miedos que me han perseguido en
las tinieblas.
Habéis venido, habéis cruzado el bosque siguiendo el pálpito de la esperanza y aquí
estoy... Nunca me alegre tanto de veros...>>>>

203
Conmovidos observamos como la pájara se posa con delicadeza sobre una
solitaria encina y nos contempla feliz, contenta por nuestro encuentro.
Me recorre una emoción indescriptible, un escalofrío desde que escuche su
cascabel tras pronunciar su nombre al cielo.
Recojo el señuelo y tras voltearlo de nuevo lo lanzo al suelo. Pero no se decide a
bajar ni al mío ni al de Juanse. No puedo dejar de mirarla mientras acuden a
mis ojos las lágrimas de alegría que mi maestro advierte con una sonrisa,
mientras me da un apretón afectuoso en el hombro seguido de un fuerte abrazo.
Todo lo sufrido se ha reconvertido en alegría ante la aparición de Cisco.
Sabemos que ya es nuestra y nos armamos de paciencia esperando que decida
bajar, llamada por el hambre de una noche al raso. Varias veces señoleamos y
lanzamos los señuelos sin resultado.
Los señuelos quedan bajo el almendro y Cisco los mira de vez en cuando. Juanse
se pone a preparar una codorniz que ata por las patas a una cuerda. La lanza
varias veces intentando que el aleteo desvalido del ave llame la atención del
cernícalo. Pero la mira con poco interés y se entretiene viendo a los pajarillos
entre los árboles, como a gusto con nuestra sola presencia allí cerca. Tras varios
intentos recoge de nuevo mi señuelo y lo lanza más cerca del árbol. Cisco estira
el cuello para verlo. Lo remira varias veces con intención de descender al suelo
en su captura. Da un aleteo indeciso y a los pocos segundos por fin se deja caer
desde las ramas y captura el señuelo.
Poco a poco empieza a dar algunas picadas. Cojo un ala de codorniz que guardo
en el morral y se la muestro mientras me acercó despacio y cuidadosamente. No
hace intención de marcharse y sigue picoteando la carne del señuelo.
Por fin me arrodillo y despacio pongo a su alcance mi puño. Tras un momento
de indecisión se abalanza a por el ala sin soltar el señuelo, que yo recojo y alzó
sobre el puño para después agarrar las pihuelas dando fin a la aventura de
Cisco.

204
Hemos vencido. Hemos ganado al tiempo. Hemos salido victoriosos de este
encuentro con el mundo salvaje. Es imposible describir la alegría que siento en
estos instantes. La misma que seguro siente Juanse mientras satisfecho desata el
pedazo de codorniz de mi señuelo para que sirva también de ceba.
La pájara esta perfecta, con la nuca y la espalda algo mojadas por el rocío. De
ahí que suponga que por suerte ha debido dormir bien cobijada en el interior de
un árbol. Habrá que dar gracias a la sabiduría innata de la naturaleza...
Juanse me presta su lonja y su preciado tornillo para amarrarla. Con una jugosa
pechuga, Cisco se ceba sobre el puño lentamente entreteniéndose a menudo con
el paso cercano de pajarillos. Veo un enorme jabalí delante de nosotros que aún
no nos ha visto pero que si nos ha debido oír pues parece alertado mientras
camina y se para un momento. Al final nos descubre y se marcha a la carrera
quedando solos en mitad del bosque. Es momento de dar la buena nueva a los
que la esperan...Nos sentamos relajados mientras la pájara se ceba en el puño.
Ahora, cumplido nuestro objetivo, disfrutamos más si cabe de este paraíso
acotado. Todo brilla bajo el sol, los pájaros cantan a la mañana que promete ser
antecesora de un hermoso día primaveral y el azor se marcha de la torreta en
busca de alimento.

205
Hablamos de nuestra fortuna al contemplar este lugar donde parece que no ha
pasado el tiempo desde años inmemoriales. Pero los realmente afortunados son
todos estos seres que aún pueden disfrutar de este enclave misterioso y apartado
de la civilización. Porque si no fuera así, el monte del Pardo no sería lo que es
hoy día mientras lo contemplamos admirados.
A pesar de que el sol ilumina los campos aún corre el relente de la mañana y
hace que empecemos a sentir frío. Pero colmados de felicidad esperamos a que
Cisco acabe su gorga, sentados bajo uno de estos árboles centenarios.
Retiro el cascabel que tanta alegría nos trajo con su sonido, pues ahora, en el
regreso, podría delatarnos. Porque nuestra aventura aún no ha terminado y
quizá nos queda lo más complicado: regresar a la luz del día ave al puño.
Tras el disfrute de la ceba, Cisco recibe con escasas ganas la caperuza.
Hemos pensado en intentar cruzar las vías del tren por el puente que divisamos
más arriba. Es la única manera de no complicarnos en exceso ahora que
llevamos al halconcillo. Además seguro que mi rodilla lo agradece, pues el frío
de esta parada en el monte ha hecho acrecentar la molestia.
El GPS nos guía de regreso a la calle donde quedó aparcado el coche. Marca
unos cuatro kilómetros de separación hasta nuestra libertad. Descendemos la
cuesta que nos lleva entre los árboles hacia la zona más despejada donde
transitan los trenes. Pronto hayamos el puente, dejando atrás las lomas de ese
enclave inolvidable donde recuperamos a Cisco que quedará para siempre
gravado en lo más recóndito de nuestra alma.
El puente tiene una puerta cerrada por un candado viejo y una cadena de
eslabones rojizos por el óxido. Sin embargo al otro lado no hay puerta ni verja,
por lo que solo debemos saltar la puerta. Además son dos recuadros de verja
enmarcada de madera, con dos troncos cruzados de esquina a esquina que hacen
de perfectos soportes para los pies. Al otro lado, el muro del puente ayuda a
descender más fácilmente de la puerta.
Salvado el primer obstáculo, la dehesa se nos muestra con más esplendor ahora
que no nos persigue la premura de hallar a mi compañera alada.
Cuando nos disponemos a subir la cuesta y abandonar el pequeño valle
adehesado del río, un búho real sale de entre los árboles alertado por nuestra
cercanía. Parece a nuestros ojos que la naturaleza misma nos desafía
mostrándonos el peligro al que Cisco pudo estar expuesto en la noche. Quizá
diciéndonos “pude encontrarle allá en las sombrías ramas entre las tinieblas...
Pero no quise”. Sea lo que fuere, resulta espectacular ver salir al gran duque de
entre las encinas y difuminarse entre los bosques... Agradecemos su hermosa
aparición y su escasa suerte al no encontrar a Cisco esta noche.

206
Una vez ascendemos la empinada pendiente embarrada y plagada de huellas, el
bosque denso y enmarañado vuelve a rodearnos. Los encuentros con los venados
se suceden. Allá entre las ramas un grupo nos observa estático hasta que rompen
en saltos y estrepitosa carrera.
Los machos de gamos nos sorprenden con sus cuernas aplanadas recortándose
entre los verdes paisajes del interior de la floresta. Los ciervos, más grandes y
corpulentos, despiertan el estruendo de sus cascos en el suelo del bosque. Vuelve
a revolar un gran búho, quizá el mismo que nos salió al paso instantes atrás.
Allí donde miramos descubrimos una nueva manada o la anterior que nos huye y
se detiene de cuando en cuando para ver si seguimos cerca.
Hay grupos de más de una docena de ejemplares que son un auténtico regalo
para la vista.
Es curioso como los grupos aún en esta época del año son solo de hembras o de
machos.
Me parece tan increíble que exista todavía un rincón así en Madrid... Tantas
veces había escuchado a mi maestro hablar de ello, cuando aquella vez tuvo que
estar persiguiendo en estos bosques densos a Gala, la gavilana... y sin embargo
no es sino hasta que no lo ves con tus propios ojos cuando asimilas la riqueza
que se esconde tras los muros que delimitan este inmenso coto, cautivo rincón de
los señores de España. Tan hermoso que quizá falten palabras para trasladar su
belleza a estas letras...
Le digo a mi compañero cuanto hecho de menos en estos instantes mi cámara de
fotos para retratar estos paisajes únicos, testigos de nuestro allanamiento en
busca de mi querido pequeño halcón. Y él con palabras sabias me contesta
“guárdalo en tu cabeza... y en tu corazón”.
Más pronto de lo deseado de nuevo se abre el bosque y los espacios entre los
árboles. Las retamas salpican algunas zonas despejadas y los animales salvajes
se hacen más escasos. Esto significa que nos acercamos a la primera carretera,
uno de los puntos negros en nuestro regreso, donde vamos a vivir uno de los
momentos más peligrosos y tensos de este viaje... Tras el paso de un coche nos
lanzamos a la carrera.

207
De repente escucho decir a Juanse que nos han descubierto. Un coche de la
Guardia Civil viene por la carretera ya muy cerca. Nos quedamos quietos y
nerviosos temiendo que en cualquier momento el vehículo se detendrá a nuestro
lado.
Absortos contemplamos como el guardia pasa a buena velocidad a escasos
metros de nosotros sin apenas mirar más que a la carretera. Totalmente
alucinados vemos como el coche se aleja de nosotros y sin pensarlo dos veces
cruzamos al otro lado invadidos por la tensión pero también por el alivio.
¿Cómo es posible?
No acaban aquí nuestros posibles problemas. Aún asombrados por lo que acaba
de acontecer andamos entre las retamas cerca de un camino de arena que sale
de la carretera. Súbitamente Juanse advierte que hay una caseta de guardia
ocupada por un vigilante. Sin dejar de caminar con paso tranquilo nos dirigimos
paralelos a la carretera y cruzando el camino para rodear la caseta. Pero el
guardia, que parece un soldado del ejército, nos mira con unos prismáticos de
buen tamaño. Durante largos momentos nos tiene a la vista y nos observa,
mientras nosotros evitamos mirar en su dirección y continuamos nuestro camino
como si no tuviéramos nada que ocultar. Cuando por fin desaparecemos de su
vista nos damos cuenta de que en las cercanías hay una casa bastante lujosa que
es sin duda lo que vigilan...
Los pequeños cauces secos se suceden entre los encinares hasta alcanzar a ver
la valla circular que lindaba con la siguiente carretera. En un álamo
achaparrado dos abubillas revolotean encrestadas y llenan con sus gritos el
silencio. Descubrimos con pesar como los coches pasan con más frecuencia de
la deseada. Nos adentramos en el cauce arenoso por un nuevo lugar más
abrupto, inmovilizando nuestros pasos cuando un coche pasa cerca. Un grueso
álamo nos sirve de escondite cuando apenas nos separan escasos metros del
asfalto. Los coches no parecen reparar en nuestra presencia. Esta vez nuestra
carrera en busca de la orilla opuesta se sucede sin sobresaltos y ascendemos la
colina para adentrarnos de nuevo en el bosque más cerrado.
Bajo las sombras observamos la vivienda que emerge entre los árboles. Más
tarde descubriremos que se trata de la Zaruela y el palacio de los príncipes...
... De la que nos hemos librado al no ser descubiertos...
Paramos a echar un trago de agua sentados en la floresta mientras nos reímos
de nuestra suerte y echamos la vista atrás refugiados en las umbrías. No es la
primera vez que esto ocurre, ya cuando Juanse buscó a su gavilana le paso algo
parecido con la Guardia Civil, que llamándoles a viva voz y todo, ignoraron su
presencia. Luego recordamos también la hazaña de mi maestro el día anterior,
saltando una verja en plan película al lado de un grupo de policías y cruzando
un recinto recreativo privado delante de numerosas personas que le miraban
saltar vallas con ojos desorbitados...Nuestra tremenda aventura esta colmada de
suerte y de momentos un tanto inverosímiles.
No tardamos en iniciar el regreso por si acaso nos andan buscando. Escasos
metros nos separan ya de las últimas vallas. Los venados aparecen igual que
desaparecen en la espesura. Otra vez son grupos numerosos los que nos huyen.
Hasta que por fin divisamos las casetas que bordean el camino y suplicamos que
estén vacías. Superamos la primera verja con facilidad y a pocos metros
volvemos a cerrar tras nuestro paso la puerta del siguiente cercado para dejar
todo lo que hemos visto refugiado en este edén de la meseta madrileña.
208
Comprobamos que nadie parece ocupar las garitas. El último muro nos separa
de la calle tras cruzar el camino. De nuevo con la ayuda de mi maestro
conseguimos superarlo airosos, caminamos lentamente por la piedra y el
hormigón hasta alcanzar la chapa que separa el descampado desolado de la
urbanización. Cerca se escucha el estruendo de los coches de la M-40. La
ciudad, que parecía un pequeño espacio de humanidad entre los encinares,
convierte ahora al Pardo en el oasis entre toda esta civilización que nos rodea.
Lo primero que hacemos es librarnos de todos los pesos y de la ropa de más que
llevábamos para aguantar el frío de la madrugada. Estamos agotados, calados
de sudor, sin apenas haber dormido.
Juanse se sienta en el suelo apoyado en el muro para beber las últimas gotas de
agua que nos quedan. Le imito y durante unos instantes nos abstraemos de todo
lo sufrido para quedarnos con la intensidad de lo vivido en estas horas.
Ha sido una experiencia única e inolvidable, plagada de riesgos que hemos
superado sin vacilar ni poner en duda nuestro cometido: salvar a mi pequeño
gran halcón de las seguras garras de las penalidades.
Lo que hemos visto quedará grabado en nuestras memorias, imborrable.
Dice mi maestro mientras descansamos que esto forma parte de la cetrería y esta
temporada que hoy damos por finalizada me ha hecho pasar por todos y cada
uno de los escalones de este arte. Desde el sublime Olimpo de alcanzar la más
perfecta altanería hasta el infierno en que se reconvierte todo cuando tu pájaro
se marcha.
Ha sido la temporada más asombrosa que pudiera esperar, consiguiendo
alcanzar metas que en otro momento se me antojaban inalcanzables. Un
cernícalo altanero, incansable volador, que una vez fallaba el lance volvía a
subir a su altura para repetirlo cuantas veces hicieran falta. Un halcón hecho de
manera inigualable a la ayuda del perro, que cortaba el viento con sus alas y se
manejaba entre las corrientes como el más versado ave de campo.
Y todo ello logrado sin más intención que la de ir a disfrutar al campo hasta del
vuelo más sencillo con el que Cisco adornaba el cielo.
209
Pero sin duda, lo más asombroso de estos días junto con la altanería ha sido el
último acto de este teatro de la vida del que otros días no hemos sido más que
meros espectadores. Hoy, en los dominios de lo salvaje, cruzándonos con esas
criaturas que viven ajenas a la naturaleza en declive que estamos acostumbrados
a ver fuera de estos muros, hemos sido protagonistas de la más apasionante
aventura de la vida.
Solo sé que tras vivir en primera persona todos estos momentos me siento más
viva, como si alguien me hubiera mostrado el mayor tesoro del mundo y me
hubiera dejado palpar todo su esplendor con los sentidos.
Ahora no miento si digo que deseaba contemplar lo contemplado. Y en vista del
resultado, volviendo con Cisco, creo que ha merecido la pena el atrevimiento.
Quizá lo único indeseable de toda esta aventura son esas horas muertas de
incertidumbre, de impotencia, de larga espera que ya han quedado atrás... pero
qué larga se hace la noche cuando tu amigo alado duerme en el campo.
Juanse me dice entre bromas que mañana volvemos a soltar a Cisco para
perderlo de nuevo y así tener una excusa para volver a adéntranos en este
paraíso. Pero espero que Cisco no siga tentando a la suerte, pues un día puede
que no este de nuestro lado... Aunque ¿quién se niega a volver detrás de este
muro? Y brindar de nuevo a nuestros ojos la oportunidad de observar las
maravillas de un mundo escondido, de admirarnos del frágil equilibrio reinante
y de respirar la armonía del monte... Ojala no hicieran falta excusas como esta
para poder regresar...
No sé si volveremos algún día para tentar a la suerte. Pero de momento me doy
por satisfecha por haber vivido una de las mayores aventuras de mi vida durante
esta jornada y en todos estos días de la temporada, disfrutando de la más pura
esencia de la cetrería: la de aquellos que además de cetreros son naturalistas.
Ahora mientras miro al horizonte, veo los páramos que dejamos atrás, a donde
no volveremos hasta la próxima temporada con las aves al puño... a donde por
suerte podremos regresar en compañía de este pájaro que ha llenado de
ilusiones los días de campo. Dejaremos de ser amos del cielo para preguntarnos
de cuando en cuando, mientras el viento nos trae los soplos de la nostalgia, que
nos depararán los cielos en el futuro...

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Por último solo me queda decir que sin ti, maestro, nunca habría sido posible
vivir estos momentos, conseguir lo soñado en las alas de la hija de Umbría. Solo
a tu lado y con tu ayuda, aparte de tu incomparable manejo de la telemetría,
habría podido yo encontrar a Cisco en medio de la densidad del Pardo, salvando
cada traba del camino con tu apoyo y reforzando las esperanzas con tu aplomo y
la fuerza de tu confianza y convicción. Solo con tu auxilio Cisco volverá a pintar
el firmamento con sus vuelos en jornadas venideras. Vuelos que no habrían
llegado tan alto ni tan lejos sin el tiempo que has dedicado a nosotros desde el
día en que Cisco vio por primera vez la luz del sol.
¿A quién si no iba a dedicar estos relatos sino a quien hizo posible que pudiera
escribir cada uno de ellos?
Gracias otra vez mi amigo, por ser el cómplice de nuestros sueños...

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211
212
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“]âtÇáx”

213
214
Â_t vxàÜxÜ•tÊ
¿Qué es la cetrería para mí?
Puff… como explicar lo que siento… tendría que remontarme a cuando era
niño…
Recuerdo cuando de niño salía a la montaña con mi padre, desde muy
pequeño me cogía de la mano y me llevaba a contemplar algo que para él sin
duda era de gran importancia, “La naturaleza”.
De alguna manera consiguió que yo captara a través de sus ojos la belleza
que nos rodeaba, él me enseñó que había que respetar a todos y cada uno de
los seres vivos, pues hasta el más pequeño de ellos cumplía con un
importante papel en la representación diaria que tenía lugar ante nuestros
asombrados ojos. Me llevó hasta las altas cumbres desde las cuales podías
ver como cada ser formaba parte de un conjunto en el que los sonidos, los
colores y las formas cobraban vida ante nosotros, era como si pudieras sentir
que la propia tierra fuera un ser vivo, que arropaba bajo su manto colorido a
los seres que en ella vivimos. Desde el principio me fascinaron los infinitos
colores que nos rodeaban, representando cada uno de ellos un canto a la
vida y la armonía.

215
Los que mas llamaban mi atención eran los verdes y los azules en sus
infinitas tonalidades. Pero sobre todo me fascinaba un elemento invisible
que todo lo tocaba y que se llamaba “Viento”.
El viento traía los olores de la vida y aclaraba la mente como si la limpiara
de un soplido de toda impureza. El viento en mi cara me hacía sentir
inmensamente libre y vivo y desde la cima de la montaña pude decirle a mi
padre con la mirada que lo había comprendido…
A partir de entonces caminábamos siempre que podíamos el uno junto al
otro, sabiendo que compartíamos la misma pasión por descubrir nuevos
horizontes y nuevas vidas que nos hicieran comprender un poco más esa
alegría de estar vivos…
Así fue como un día estando en la cima, de repente mi padre me mostró un
ser que venía cabalgando en el viento que yo tanto admiraba. Desde el
primer momento pude ver que su armonía con el viento era total y quede
embrujado al ver como sus plumas acariciaban la brisa de una forma tan
bella...sin duda aquel era un ser especial.

216
Mi padre me dijo que era una de las grandes águilas que viven en las altas
cimas. Inmediatamente la reconocí como un ser poderoso, que dominando el
viento se erigía sobre los otros seres y que con su vista penetrante parecía
que todo lo veía.
Sin duda estaba viendo al señor de los vientos y no pude más que
maravillarme ante la majestuosidad que desprendía.
Un día pude ver como uno de estos seres se dejaba caer en un picado
fulminante y le pregunte a mi padre que es lo que hacía...
Mi padre me explicó con un brillo extraño en sus ojos que estaba “Cazando”.

217
Al principio sentí pena, pues ya había aprendido a amar a los animales y en
mi inocencia no podía concebir que ese ser al que tanto admiraba pudiera ser
un ser malvado y temido por los demás animales.
Poco a poco fui ganando en compresión y empecé a darme cuenta que lo que
en un principio confundí con maldad era simple supervivencia y que todos y
cada uno de los seres vivos, incluyéndome a mí, estábamos unidos en esta
constante lucha por la vida. No había maldad oculta cuando un ser mataba
a otro para poder sobrevivir.
La vida estaba siempre acompañada por la muerte pero los animales, lejos
de desesperar ante esta verdad que ahora se rebelaba ante mis ojos, lo que
hacían era vivir si cabe con mayor intensidad. De repente los cantos de los
pájaros se convirtieron en un canto a la alegría de seguir vivos, los
reverdores de los campos en el renacer de una nueva vida, comprendí que la
muerte de un ser vivo significaba la vida para otros muchos y casi podía
sentir como si al morir devolvieran sus cuerpos a la tierra para que con su
sacrificio pudiera seguir subsistiendo la vida.

218
El comprender esto, me hizo ver con otros ojos a esos animales llamados
depredadores y de repente me sentí atraído de forma inconsciente hacia ese
instinto de la caza, que descubrí que yo también tenía.
Sin saber como, mi tristeza y mi pena se tornaba en emoción cada vez que
veía a estos seres que con valentía luchaban por su vida, la sangre se me
aceleraba y los sentidos se acentuaban de forma increíble, daba la sensación
de que las imágenes se ralentizaban para poder percibir con mayor precisión
lo que acontecía ante mis ojos.
En ocasiones me veía del lado del cazador que perseguía …y en otras
ocasiones me descubría del lado de la presa que huía…
Paso el tiempo y mi padre y yo seguimos disfrutando de todo cuanto
veíamos y fue entonces cuando descubrí que esa atracción instintiva que yo
sentía por las rapaces, muchos otros antes que yo ya la sentían. Descubrí
que esta pasión tenía un nombre y ese nombre era “CETRERÍA” y que
desde la antigüedad se practicaba un arte que llevaba al hombre a una
intima alianza con las rapaces, a través de la cual podría colmar con creces
mis ansias de ser testigo de este espectáculo que es la lucha por la vida.

219
A través de la pequeña pantalla conocí a un hombre que marcó de forma
decisiva mi vida. Ese hombre era “Félix Rodríguez de la Fuente” y a partir
de ese momento pude sentirme acompañado por él de igual forma en que
siempre lo hacía mi padre, mostrándome maravillas de la vida que hasta ese
momento habían permanecido ocultas. Félix me enseñó que podía compartir
con los animales la vida, de una forma que se me antojaba mágica pues ya
no era un simple observador de la vida, él me mostró que podía ser también
protagonista en la increíble aventura de la vida.
A mi padre le debo cuanto soy, nunca podré agradecerle lo suficiente el que
me mostrara la belleza de la vida…
A Félix le debo mi más profunda admiración. Con su forma incomparable de
relatarnos las aventuras de esos seres tan cercanos y a la vez tan
desconocidos, despertó en muchos una pasión por la vida que hasta su
llegada desconocíamos.
A la cetrería le debo él haberme hecho mejor persona, más sensible, mas vivo.

220
Gracias a la cetrería me he encontrado en la soledad compartida con un
pájaro, con sentimientos y sensaciones que de otra forma jamás hubiera
sentido…A la cetrería le debo el sentir el mundo de forma muy diferente a
como lo siente la gran mayoría. A través de la cetrería hablo con el viento, y
el viento me trae noticias de los seres con los que comparto la vida. A través
de la cetrería entiendo mejor al ser animal que todos llevamos dentro,
haciéndome comprender que los animales que nos rodean viven y sienten de
igual forma que nosotros y que por lo tanto se merecen el respeto que muchos
les niegan.
La cetrería es para mí el bálsamo que calma mi temor a que algún día me
aparte tanto de lo que en realidad soy que ya no sepa hablar con el viento y
los animales como lo hago ahora.
La cetrería es el vínculo que me une a la vida, esa vida que la gran mayoría
ya no sabe reconocer como suya.

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La cetrería es la máquina del tiempo que me permite caminar al lado de tan
ilustres cetreros como lo fueron y lo son el canciller Pero López de Ayala, el
Fabrique Zúñiga de Sotomayor, Félix Rodríguez de la Fuente o Manuel
Diego Pareja Obregón... y al caminar junto a ellos, puedo sentir que mi
pasión y mis desvelos son los mismos que los que sin duda tuvieron y tienen
los grandes maestros cetreros.
Para mí esta es la verdadera grandeza del ARTE DE CETRERÍA.
“A mi padre, mi primer maestro”

222
XÄ àxÜÜ|àÉÜ|É
El día esta tranquilo, la brisa acaricia los campos y como siempre voy
observando el terreno antes de llevar a Umbría a su sitio elevado donde
soltarla. Todo parece sereno y mi vista no descubre ninguna amenaza. De
cara al viento libero de ataduras a mi vieja amiga y murmurando las mismas
palabras de siempre abro los cerraderos de la caperuza… "Bien chica, bien
mi Umbría, tranquila chica, tranquila"… Umbría como siempre me mira a
los ojos, busca en mi mirada que todo este bien y a continuación observa su
feudo, su territorio tras tantas temporadas… Abriendo sus alas juega con
la brisa sin soltarse de mi puño y tras una sacudida se suelta del puño
elevándose como una hoja llevada por el viento. Un ligero movimiento de la
punta de sus alas la hace girar veloz, pasa muy cerca de mi cara y puedo ver
como me miran sus oscuros ojos y mi mente como siempre imagina las
imágenes de lo que debe ver Umbría………………………
<< Umbría >> . . . << Veo a mi compañero hay abajo mientras giro y giro
entorno a él. Su figura pareciera tener la atracción de un imán, pues todo
gira entorno a ella. Desde la altura veo que mi compañero comienza a andar
cara al viento como siempre y yo comienzo a jugar con el viento dejándome
llevar pero siempre atenta a esa figura que me mira desde abajo. Desde lo
alto puedo ver mejor mi territorio y descubro en la lejanía al grupo de
conflictivas urracas, parece que hoy no molestaran y podremos volar
tranquilos…

223
…De repente algo llama mi atención, en un árbol descubro una silueta que
me es conocida y aún en la distancia puedo ver sus ojos amarillos, fijos en
mi. La rabia invade mis pensamientos, este es mi territorio y tengo que
defenderlo o en mi debilidad serán ellos los que me expulsen de él....
La altura me da la ventaja y me dejo caer como un rayo hacia mi peligroso
enemigo… A mis oídos llegan las llamadas de mi compañero pero no hago
caso de ellas. El duelo se acerca y tengo que poner todos mis sentidos
en la inminente batalla...
Mi enemigo levanta el vuelo y huye pues sabe que desde mi posición soy más
fuerte. Calculo mi trayectoria para pasar a pocos centímetros de él en una
pasada fugaz… Cuando estoy pasando junto a él, se gira en el aire con una
agilidad que me deja pasmada lanzando sus garras al cielo… abriendo el
timón de mi cola hago una finta desesperada que hace que pase a
centímetros de sus garras… Me dejo elevar con la inercia y esta vez estoy
justo en la vertical de mi enemigo. Plegando mis alas me dejo caer como una
piedra. Ahora puedo percibir el miedo en mi objetivo, esta vez intento
golpear yo, saco las garras y me dispongo a resistir el impacto… pero de
nuevo mi escurridizo contrincante se quita del medio con una rapidez
asombrosa… Nuestras miradas se cruzan y sin darme cuenta me oigo chillar
con mi grito de guerra, ki,ki,ki,ki,ki,ki… mientras me dejo llevar de nuevo a
la altura….
Ahora me mantengo en lo alto dominando desde arriba y por la forma de
volar de mi adversario descubro que su intención es alejarse del campo de
batalla y le dejo que lo haga…

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De nuevo, llegan a mis oídos las llamadas de mi compañero al que veo venir
a la carrera en mi ayuda. Pero la batalla ya está vencida y vuelvo a mis
tornos cerrados con la mirada aún enrojecida por la adrenalina del combate.
Por un movimiento allá abajo reconozco que la presa de hoy no tardará en
salir. Me coloco pico a viento delante de mi compañero mientras giro la
cabeza por encima del hombro para controlar la salida de la presa… la grita
llega clara a mis oídos y antes de ver la salida de la presa ya estoy picando
con toda la rabia latente todavía por el reciente encontronazo. Mis ojos se
tornan en finas líneas en la caída mientras el viento ruge en mis oídos. La
esperada presa surge de pronto y en mi caída rectifico la trayectoria para
acoplarla a su huida. Nuestras trayectorias se cruzan, pero no puedo más
que tocar ligeramente a mi presa que se desequilibra y cae al suelo. Abriendo
la cola y mis alas cuanto puedo, freno en el aire y en un giro vertiginoso me
precipito al suelo donde inmovilizo a mi presa en décimas de segundo
atrapándola del cuello y la doy muerte con un picotazo certero.
Mientras recupero el resuello siento las conocidas pisadas que se acercan
cautelosas y recojo las picadas ofrecidas con admiración por mi único
compañero. Me recoge del suelo para proteger mi cola del roce y sus susurros
van calmando mi espíritu guerrero mientras comienzo a saborear mi
merecida recompensa.
Hoy vencimos nosotros la batalla por la vida, mañana quien sabe…….”>> >>

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226
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<< Umbría>> … << Salimos de la muda y con la caperuza puesta puedo
sentir que el día esta revuelto, las gotas de agua mojan mis plumas. De
camino al campo como siempre los sonidos me van diciendo lo que ocurre, ya
siento los golpes y los baches cuando salimos de la carretera para entrar en
el campo.
El coche se detiene y sigo oyendo la lluvia que golpea en el cristal. Mi
compañero se queda quieto y los dos nos mantenemos alerta escuchando la
lluvia. Poco a poco el sonido de la lluvia va decreciendo y puedo oír como mi
compañero se pone en movimiento, lo que me indica que pronto vamos a
salir. Cuando me recoge y salimos al aire libre el viento sopla con toda su
fuerza haciéndome agazaparme sobre el puño para evitar su empuje. Como
siempre nos alejamos andando y tras un rato nos detenemos cara al viento.
Los susurros que preceden a la liberación de la caperuza resuenan en mis
oídos y la luz lo invade todo cuando por fin me veo libre de ella.
Estamos en el llano como de costumbre y salgo volando a ras del suelo
luchando con el viento. Este es demasiado fuerte como para combatir con él
en el llano y decido partir hacia el valle cercano donde poder apoyarme en
las corrientes de sus laderas, donde me es mucho más fácil dominar el viento.
Vuelo alejándome de mi compañero, el cual sé que me seguirá al valle donde
le esperaré mientras juego con el viento.
227
Ya estoy en el valle y como me esperaba es mucho más fácil volar aquí que
en el llano. Las laderas forman unas corrientes ascendentes que me facilitan
el montarme en ellas manteniéndome suspendido, flotando en el aire sin
esfuerzo. Vuelo por encima de pequeños grupos de árboles cuyas ramas
azota el viento. De repente un movimiento en el suelo atrae mi atención...
me acerco flotando hasta ese punto y cerniéndome escruto el terreno. Como
me imaginaba un ratoncillo se mueve por el suelo sin percatarse de mi
presencia. Sin duda la insistente lluvia ha anegado su madriguera e intenta
llegar a otra que esté más seca. La caída dura apenas unos segundos y junto
a la base de un árbol me hago con mi presa...
Cuando me dispongo a darle muerte a mis oídos llega un ligero susurro del
viento…algo no anda bien... cuando me estoy girando para ver lo que ocurre
siento un impacto demoledor en mi espalda y mientras ruedo siento como
unas garras se hunden en mi ala...De repente unos ojos vienen a llenarlo
todo, ojos amarillos llenos de una ira que me aplasta. Sé de quien son esos
ojos, los he visto en más ocasiones y sé que esta vez no hay ventajas.
Intuyendo el siguiente golpe certero me revuelvo y levanto una garra
intentando interceptar el siguiente golpe. Por suerte consigo atrapar la
garra demoledora que venía hacia mi cabeza y por un momento nos miramos
cara a cara midiéndonos mutuamente. Aun tengo clavada una garra en mi
hombro y la fuerza de su presa hace que el pánico se apodere de mí por un
momento…Pero sacando fuerzas del miedo lanzo mi otra garra hacia el
pecho de mi adversario y hago presa en él con todas mis fuerzas. Las pupilas
amarillas se abren y se cierran como si tuvieran vida propia y con un grito
mi oponente forcejea soltándome y parece que huye…conociéndole sé que no
ha dado por terminada la batalla y a trompicones huyo con todas mis
fuerzas hacia el fondo del valle... Por el rabillo del ojo puedo ver que el
pequeño pirata, como me temía, vuelve a la carga… no puedo escapar
pues su vuelo es mucho más rápido que el mío, por lo que espero su llegada
para en el último momento fintar hacia arriba con lo que mi perseguidor
se pasa de largo. Desesperadamente doy alas hacia el cielo poniendo todo mi
alma en ganar altura, el hace lo mismo y de nuevo vuelvo a intuir el
siguiente ataque anticipándome con una nueva finta. Por milímetros he
escapado y continuo ganando altura desesperadamente… por encima del
hombro veo que mi enemigo abandona la persecución y con una última
mirada de ira vuelve a la espesura de donde surgió... El pánico hace presa de
nuevo en mí y dolorido y cansado huyo y huyo, sin rumbo…
Después de no sé cuanto tiempo llego a un pequeño grupo de árboles en
medio de la nada y me refugio en ellos mientras siento la sangre reseca sobre
mis plumas.

228
El tiempo pasa y se acerca la noche, el frió viento va mermando mis fuerzas
y el pánico poco a poco disminuye dando paso a un cansancio que nunca
había sentido.
De repente en la lejanía oigo un susurro que trae el viento, que me hace
recordar algo, pero el silbido del viento me impide seguir oyéndolo, de nuevo
el frió se apodera de todo…Estoy solo...
La noche se cierne y el miedo vuelve a tomar posiciones. Otra vez el viento
parece burlarse trayéndome recuerdos de algo, pero esta vez los sonidos son
cada vez más fuertes, esta vez una llamada llega clara a mis oídos… y de
golpe recuerdo que antes no estaba solo, antes tenía un compañero que
velaba por mi cuando el peligro me acechaba, un compañero que siempre
llegaba cuando más le necesitaba… De pronto una silueta se recorta en el
rojo cielo de la tarde y recuerdo lo que me une a ella…
Desentumeciendo mis alas acudo a su llamada y volando a ras del suelo con
las pocas fuerzas que me quedan voy a su encuentro… ahora puedo ver que
sus ojos me han descubierto y sus gritos de alegría lo llenan todo. Con un
último esfuerzo me encaramo a su puño y mirándole a los ojos le doy las
gracias…gracias…mi compañero… mi aliado…>> >>”
>>

229
230
 dâx ÄtÜzt áx {tvx Ät ÇÉv{x5
Era noche cerrada y el silencio invitaba a dormir...
pero no todos lo conseguían….
El día concluido había estado lleno de emociones y lances, lances que ahora
en el silencio de la noche se repetían una y otra vez en la mente acelerada
del Gavilanero. Cada finta y cada regate provocaban una nueva vuelta
entre las sabanas, no puede evitar volver a sentir la rabia de cada lance
fallido, una rabia carente de egoísmo o de fracaso, una rabia llena de retos y
esperanzas. Retos de vencer de nuevo a la presa que lucha con valentía por
su vida, esperanzas de ser capaz de volver a superar la dura prueba que el
campo plantea cada día... Una y otra vez los lances se repiten en la mente
del cetrero, incapaz de poner fin, incapaz de darse por vencido… “En aquel
lance, debería haber soltado antes y en ese otro, debería haberlo abordado
desde el otro lado”… el Gavilanero se imagina a su aliada en la soledad de
la muda y sabe que en la mente de su compañera se suceden los mismos
lances y se buscan las mismas soluciones… que larga se hace la noche. Las
dudas hacen presa en los pensamientos, el Gavilanero teme haber sido
demasiado exigente con su aliado y piensa si no debería haber cebado al
pájaro, pues, aún sin conseguir el éxito, no duda que el pájaro había puesto
el alma en cada lance como siempre. Ahora se le antojaba poca al Gavilanero
la reducida ceba que el instinto cetrero le había indicado que tenía que
suministrarle para que pasara la noche.
231
Las dudas le hacen levantarse de nuevo y asomarse a la ventana para
analizar el frío de la noche, pero el instinto le dice que todo esta bien y que
el pájaro descansa en su resguardada muda recuperando fuerzas para el
amanecer de un nuevo día.
Que larga se hace la noche………
El Gavilanero no recuerda cuando consigo por fin dormirse, tan solo sabe
que la noche esta llegando a su fin cuando de nuevo se despierta, el reloj le
dice que la hora ha llegado y que tiene una cita con el amanecer a la que no
piensa llegar tarde. Mientras recoge sus preciados aparejos dejados la noche
anterior en prefecto orden, su mente sigue inmersa en lances, pero esta vez
los lances no son los lances fallidos ayer, los lances que se suceden ahora en
su mente son los lances que el nuevo día promete…
Sale a la calle y el silencio todavía reina en la noche. En segundos y sin
pensar conscientemente en ello, ha analizado el día que hace, el viento, el
frío, el cielo… en su mente solo existen los recovecos de su conocido
cazadero y los regates y las fintas de las presas.
En la muda encuentra a su aliada esperándole y las dos miradas se cruzan
sabiendo que el campo les aguarda. Realmente el Gavilanero siente que
puede percibir en cada movimiento, en cada gesto de su pájaro, una
comunicación que esta mas allá de la conseguida con el lenguaje o con
cualquier otro medio, se comunican a través del instinto como si estuvieran
unidos por unos genes compartidos. Son cazadores, son guerreros y una sola
mirada entre ellos les dice cuanto necesitan saber. Se tienen el uno al otro y
con eso les basta, no necesitan nada ni nadie, el campo espera.

232
El Gavilanero conduce en las carreteras desiertas mientras observa receloso
la línea del horizonte, no quiere llegar tarde a la cita... Ya
en el lugar habitual donde siempre deja el coche, prepara todo con
movimientos mecánicos… “corta las picadas que le ira dando al pájaro
mientras vuelan, revisa el emisor que sabe le llevaría hasta el pájaro en caso
de que algo perturbe la complicidad que alcanzan cuando los dejan
tranquilos, encarna el señuelo y comprueba que la codorniz de escape, que es
el último y más poderoso estímulo que le devolverá el pájaro en caso de
extravió, se encuentra perfectamente en su porta escapes”… Mientras, el
gavilán escucha todos estos conocidos sonidos que preceden el vuelo de cada
día y los nervios le hacen piar con un lamento, impropio de un pájaro
mudado y curtido en tantas batallas.
Gavilán y Gavilanero esperan el rojo amanecer en el alto talud del conocido
río. No dicen nada, no se agitan, tan solo esperan, esperan, a que el astro sol
les bendiga con su luz y su energía…

Hoy sin duda será nuestro día.........

233
234
ÂXÄ ÜÉ}É tàtÜwxvxÜ5
tàtÜwxvxÜ5
.........El Gavilanero descansa ya, apoyado en la vieja higuera que tantos
lances ha presenciado. El sol sonríe entre las nubes y el Gavilanero le
devuelve la sonrisa, a su lado el cascabel de su aliada pone notas musicales
a un tapiz que a los ojos del cetrero se le antoja demasiado bello, demasiado
prefecto para ser real… Sus sentidos siguen acentuados al máximo tras las
carreras y los lances que ha vivido, representándose en su mente con detalles
y matices que en el fragor de la batalla no había sido capaz de percibir. Su
piel se estremece erizándose al recordar esa finta final que le arrancó un
grito de jubilo, realmente se siente un privilegiado al poder contemplar
semejante espectáculo de naturaleza viva y de compartir sensaciones con un
ser tan puro…
El Gavilanero vuelve la mirada a su lado y se encuentra atrapado en el
fuego de esos ojos que parece que todo lo ven, esos ojos que le son tan
conocidos, esos ojos donde al verse reflejado recibe una imagen de sí mismo,
más pura, más noble…
El sol les calienta los cansados músculos y la sensación del trabajo cumplido
les infunde una serenidad y una paz que les capacita para ver lo que les
rodea con otros ojos, ojos que casi se podrían decir de creador, ojos que son
capaces de percibir la armonía en el desorden ordenado que les rodea… El
Gavilanero siente que podría quedarse allí tumbado, recostado en la higuera
junto a su aliado, tanto tiempo como le fuera dado.

235
El Gavilán le mira... las plumas de la frente esponjadas, la poderosa garra
ahora guardada, el vértigo de su mirada ralentizado… y lo que ve en el
Gavilanero, es un ser que siente y vive con la misma intensidad con que él lo
hace, un ser que sabe ocupar su lugar en la batalla, un ser que le trata con
tal respeto, que él no puede más que respetarle de la misma manera. Juntos
se complementan a la perfección, el uno confía en la capacidad del otro y
juntos son capaces de superar con éxito el reto que plantea la aventura
diaria… No necesita saber más, no intenta buscar más, con eso le basta y
por eso sigue con él cuando podría marcharse...
El Gavilanero sabe que son estos momentos de paz los que le hacen sentirse
vivo, el Gavilanero se encuentra consigo mismo y le gusta lo que encuentra,
encuentra tranquilidad y sosiego, encuentra la paz que a muchos se les
niega…
El día va llegando a su fin y el rojo atardecer descubre a Gavilán y
Gavilanero en el mismo sitio donde los dejo ayer al concluir el día… al
atardecer ya no le extraña esta alianza, los conoce y sabe que aun siendo
muy diferentes, por sus venas corre con igual fuerza la sangre, sangre roja
como la de sus presas y le alegra poder ver que juntos de nuevo le
contemplan. El atardecer sonríe y, con un último rallo de luz, calienta sus
cuerpos y después se marcha, se marcha sabiendo que mañana volverá a
verlos mientras le miran atrapados por el fuego de su mirada…

236
iÉvtuâÄtÜ|É VxàÜxÜÉ
~A~

Abajar: Desainar. Adelgazar al ave, quitarle el saín o grasa.

Acuchillar: Acción de los halcones, tras un picado a gran velocidad, en


una pasada golpean a la presa con las garras sin trabarla.

Adiestramiento: Proceso completo de la doma de un ave. Incluye el


amansamiento, señoleo y la introducción.

Afeitar: Amansar y entrenar a un ave de presa para su empleo en la


cetrería.

Alcahaz: Cesta para transportar las aves

Alcándara: Posadero conformado por una vara de madera forrada de tejido


suave en la que se dejan posadas las aves de cetrería.

Aljaba: Bolsa o zurrón en la que los cetreros y cazadores llevan trozos


carne para ofrecérselas a sus aves.

237
Altanería: Modalidad de caza en la que el ave debe de coger altura (en
"tira" o en "tornos"), y posicionarse "centrado" encima del cetrero. Llegado
este momento el cetrero puede "levantar" la pieza (la cual puede haber sido
marcada anteriormente por un perro de caza), y el ave, aprovechando su
altura se dejará caer (desemballesta) para capturar a su presa.

Amansamiento: Primera fase del adiestramiento.

Apiolar: Poner las pihuelas al ave de cetrería, armar.

Arco: Posadero bajo en forma de arco que se usa especialmente con los
accípitres para enjardinarlos.

Armar: Poner las pihuelas a una ave de presa.

Atalaya: Lugar donde el ave observa el vuelo de las aves de caza y sus
presas.

Atrainar: Entrenar un ave de cetrería para que cace un presa determinada,


soltándole escapes de la misma.

Aylmeris: Pihuela desmontable con ojales que permiten al ave volar sin
correa.

~B~

Bajar: Abajar, Desainar.

Bajo Vuelo: Haccion de caza que se realiza llevando al ave sobre el puño
durante la misma, saliendo tras de la caza desde el puño.

Banco: Posadero con base plana redonda que se utiliza mas para los
halcones.

Bloquear: asentar. Acción del ave de caza en que el pájaro tras la


persecución, se posa o queda cerca de donde se ha escondido la presa para
dominarla por si se levantase antes de que venga en su ayuda el cetrero.

Bordón: De los dos cascabeles que se le ponen a las aves de cetrería el que
produce el sonido más grave.

Botón: Tope de la lonja y pihuelas aylmeri.

238
Buche: Estómago del ave. Bolsa que esta debajo del pico del ave donde
almacena la comida que ingiere para después ir gastando de ella poco a
poco.

Burchaca: Bolsa o zurrón de los cetreros.

~C~

Calzas: plumas del tarso de las aves.

Cámara: Muda. Habitáculo en el que cambian las plumas las aves.

Cría campestre: Procedimiento de crianza para los halcones niegos,


teniéndoles total o parcialmente libres durante su primer periodo del
desarrollo de los vuelos.

Cañón: Vástago hueco de las plumas de ave, o la pluma entera cuando


empieza a crecer y aún no tiene barbas.

Caperuza: Capucha de cuero que cubre la cabeza de la rapaz para evadirla


temporalmente de los estímulos visuales que pudiesen ser rechazables o
estresantes para la rapaz. Fundamental en la etapa de amansamiento y
adiestramiento.

Cascabel: Bola hueca de metal, ordinariamente del tamaño de una avellana


o de una nuez, con asa y una abertura debajo rematada en dos agujeros.
Lleva dentro un pedacito de hierro o latón para que, moviéndolo, suene.

Cebar: Dar de comer al ave sobre la presa que acaba de cazar. También
introducir en la caza

Cera: Zona desnuda que presentan las aves de cetrería en la base del pico

Cerradero: Correita que cierra la caperuza.

Cetrero/a: Persona que caza con aves de presa. Léase azorero, gavilanero,
halconero, cernicalero etc, etc...

Clavos: Enfermedad que afecta a las manos de las aves rapaces.

Copla: Dos rapaces cazando por cetrería juntas compartiendo lances

Correón: Correa de cuero con la que se atan los cascabeles al zanco de las
aves.

239
Cortesía: Premio que reciben las rapaces sobre la pieza cobrada,
permitiéndoles comer una pequeña parte de la misma.

Cuchillo: Régimes primarias de las aves de cetrería.

~D~

Desainar: Hacer perder grasa al ave mediante la reducción de la gorja.

Desbuchar: Administrar a las aves carnes poco nutritivas para que


adelgacen.

Descañar: Criar un pollo hasta que pierde los cañones, por lo tanto
descañado es el pollo que ya ha desarrollado el plumaje.

Desemballestar: Dejarse caer en picado tras la presa.

Desplumadero: Lugar donde despluma y come un ave de presa.

~E~

Egagrópila: (también conocida como plumada). Materias indigeribles por


el buche del ave (plumas, huesos, élitros...) que son expulsadas por la vía
oral del ave después de la digestión.

Emballestado: Acción en la que el halcón acude a la vertical de su maestro


manteniendo la altura deslizándose por el cielo con las alas afiladas y
preparado para dejarse caer en cualquier momento en picado

Embarrar: Acción de la pieza que se deja caer en tierra para esquivar al


halcón.

Empuesta: Lance de caza en el que se suelta el ave mientras la pieza está


posada, para que la sorprenda o lance que se realiza sobre una pieza desde
lejos, a gran distancia.

Encaperuzar: Poner la caperuza.

Enjardinar: Poner una ave en el césped, al aire libre.

Ensainar: Engordar.

Entremudado: Ave que ha hecho su primera muda y todavía conserva


algunas plumas de su etapa juvenil.

240
Escape: Presa precapturada y que sirve pata iniciar a una ave cetrera en la
caza de presas silvestres.

Estirar: Aumentar la resistencia de una ave en el vuelo.

~F~

Fiador: Cordel largo empleado durante el adiestramiento para que el ave


no se escape y crea que esta libre.

~G~

Gastar: digerir.

Gorga: Ración de comida completa, para un ave de cetrería.

Grita: Grito o llamada que emite el halconero cuando se levanta la presa.

~H~

Hacer: Adiestrar a un pájaro.

Halconera: Lugar donde se mantienen las aves de cetrería.

Halagar: Dar pedacitos de carne a un ave de cetrería.

Hamez: Imperfección del plumaje.

Herida: Lugar donde se oculta la pieza de caza atemorizada por el ave de


presa.

~I~

Injerto: Reconstrucción del plumaje deteriorado del ave con plumas


guardadas por el cetrero por ejemplo durante la muda del pájaro, con las
cuales por medio de una fina aguja se inserta en ambos cañones de las
plumas uniéndolas.

Introducir: Entrenar a un pájaro para la captura de una pieza determinada.

~J~

Jaldado: Ave que presenta la cera del pico y los tarsos y dedos amarillo-
anaranjado o dorados.

241
Jalde: Color amarillo que algunos halcones presenta en la cera del pico y
en los zancos.

~L~

Liar: Acción de atrapar la presa con las garras.

Llave: Los dedos más poderosos, primero y cuarto, de la mano de las aves
de presa.

Llevar en mano: Huir con la pieza capturada cuando se acerca el cetrero.

Lonja: Correa, tradicionalmente de cuero, empleada habitualmente para


atar a la rapaz a su posadero o similar. Va unida a las pihuelas por medio de
un tornillo que evita que éstas se enreden.

Lúa: Guante de cuero con el que el cetrero se protege la mano y el brazo


cuando lleva un ave en el puño.

~M~

Mano: Garras de las aves de cetrería.

Mano por mano Lance de caza en el que se suelta el pájaro desde el puño,
después que la pieza se ha levantado.

Montar: Elevarse el halcón altanero hasta conseguir la altura óptima para


cazar.

Montar sobre cola Persecución directa sobre una presa que huye,
copiando por parte de la rapaz las maniobras de huida de la presa. Elevarse
tras de su presa pegado a su cola.

Muda: Cambio estacional de la pluma del ave que se sustituye por una
nueva. Cámara o habitación en la que se encierra a las aves durante la
muda.

Mudado: Es el pájaro que ha terminado ya la segunda muda, y ha perdido


todas las plumas de "pollo".

~N~

Niego: Pájaro de cetrería sacado del nido.

242
~O~

Olear: Acción de engrasarse el plumaje las aves, secretado por la glándula


uropigial.

~P~

Papo: Abultamiento del buque del pájaro después de comer una buena
ración de comida.

Pasajero: halcón pollo, capturado después de septiembre y antes de la


primera muda.

Pegar: Chocar en el aire con la presa.

Pico a viento: Cuando el ave se sitúa volando en contra del viento para
gastar menos energías.

Pieza: Animal objeto de la caza.

Pihuelas: Correitas de cuero, que se fijan a los tarsos del ave.

Placear: llevar al ave a plazas, al bullicio de la calle, para que se amanse.

Plumada: Egagrópila; amasijo de materias indigestibles -plumas,


huesecillos, ternillas- que las aves expulsan por el pico.

Pollo: Ave de presa que aún no ha mudado por primera vez.

Presa: Animal capturado por un ave de cetrería.

Presión: Grandes presas que las aves de cetrería no suelen capturan por sí
solas cuando están en estado silvestre.

Prima: Cualquier ave de cetrería que es hembra. Antiguamente se creía


que las hembras eran las primeras en nacer del y los machos los terceros,
de hay que se les denominara, Prima a las hembras y terzuelos o torzuelos a
los machos.

~R~

Rabo a viento A favor del viento.

Ralea: Pieza de caza inconveniente que la rapaz persigue alejándola

243
Recazador: Pájaro que repite los ataques a una pieza difícil.

Rizo: Giro que da un pájaro de altanería tras haber acuchillado a una presa
para liarla, también llamado punta.

Roedero: Trozo de carne dura que entretiene y abre el apetito de las aves
de cetrería.

~S~

Saín: Grasa que han acumulado las aves de cetrería durante la muda.

Señolero: rapaz que ha sido introducida al señuelo.

Señuelo: El señuelo es una imitación de una presa del halcón.


Normalmente tiene forma de herradura. Existen señuelos de todo tipo
según la presa hacia la que se quiera orientar al halcón. Se suelen hacer de
cuero o incluso con alas de volátiles. En torno al señuelo se colocan piezas
de carne para atraer la atención del ave. En un extremo se ata una cuerda
para que el halconero pueda voltearlo.

Sopesar: Acción en la que el pájaro tras capturar se le ve intención de


llevar en mano.

~T~

Templar: Poner a un ave en las condiciones adecuadas de hambre para el


vuelo y la caza.

Tercia: Sesión alternativa en el adiestramiento de un ave. Día si día no.

Timoneras: Plumas grandes de la cola.

Tira: Vuelo en línea recta, sin hacer tornos.

Tolledura: Excrementos.

Tornillo: Doble anillo giratorio que se pone entre las pihuelas y la lonja.

Tornos: Los círculos que describe el halcón altanero para ganar altura o
mantenerla.

Torzuelo: Cualquier ave de cetrería que sea macho.

Trabar: Agarrar a la presa en el aire.

244
~V~

Varal: Percha para las aves.

Viento abajo: Lance a favor del viento. También llamado rabo a viento.

Viento arriba: Lance en contra del viento.

~Y~

Yarak: punto óptimo del temple de un pájaro.

~Z~

Zahareño: Halcón capturado después de la primera muda.

245
246
INDICE
PRESENTACIÓN:

EL ENCUENTRO – 9 Pág.

PRIMEROS VUELOS –10 Pág.

LA ALTANERÍA –11 Pág.

EL PERRO – 12 Pág.

LA CAZA – 14 Pág.

CARACTERÍSTICAS:

EL CERNÍCALO VULGAR – 17 Pág.

EL HERRAMENTAL CETRERO:

EL HERRAMENTAL CETRERO – 23 Pág.

LAS PIHUELAS – 24 Pág.

EL TORNILLO – 27 Pág.

LA LONJA – 28 Pág.

EL GUANTE O LÚA – 30 Pág.

LA CAPERUZA – 31 Pág.

LOS CASCABELES – 33 Pág.

EL SEÑUELO – 35 Pág.

EL SILBATO – 36 Pág.

EL MORRAL – 37 Pág.

EL FIADOR – 40 Pág.

POSADEROS – 41 Pág.

LA BÁSCULA – 43 Pág.

LA TELEMETRÍA – 45 Pág.

LA CÁMARA DE MUDA – 47 Pág.

NOCIONES BÁSICAS DE ALIMENTACIÓN:

LA CODORNIZ – 50 Pág.

RATONES – 54 Pág.

POLLITOS – 55 Pág.

PALOMAS – 56 Pág.

EL TEMPLE Y LOS PESOS:

EL TEMPLE Y LOS PESOS – 59 Pág.

PERIODO DE MUDA:

PERIODO DE MUDA – 65 Pág.

ADIESTRAMIENTO DEL CERNÍCALO VULGAR:

ADIESTRAMIENTO – 71 Pág.

EL AMANSAMIENTO – 75 Pág.

EL SEÑUELO – 87 Pág.

VOLANDO LIBRE – 95 Pág.

247
LOS ESCAPES – 107 Pág.

LA ALTANERÍA – 117 Pág.

CONCLUSIONES – 123 Pág.

RECOMENDACIÓN – 130 Pág.

EL FINAL – 131 Pág.

EL CAMINO DE LA ALTANERÍA “ DIARIO”:

A MI MAESTRO – 135 Pág.

EL DUENDE GAVILÁN – 139 Pág.

EL TÚNEL DE VIENTO – 141 Pág.

EL RECUERDO – 143 Pág.

¡VUELA CISCO, VUELA¡ - 145 Pág.

LOS REENCUENTROS – 148 Pág.

LA MARTIRIO – 150 Pág.

SIMULANDO LA CAZA – 152 Pág.

EL RATÓN – 154 Pág.

DOBLETE – 156 Pág.

LANCE EN CAMPO ABIERTO – 159 Pág.

INTENTO DE CAZA REAL – 161 Pág.

EL LLANO – 163 Pág.

EL DÍA QUE SE VOLVIÓ ALTANERA – 165 Pág.

UNA TARDE CON EL MAESTRO – 168 Pág.

ESE ALIADO DEL CETRERO MODERNO – 172 Pág.

CERNÍCALO PEREGRINO – 175 Pág.

ALTANERÍA – 178 Pág.

QUÉ MAS SE PUEDE PEDIR – 180 Pág.

UN PASEO – 183 Pág.

UNA TARDE PARA EL RECUERDO – 185 Pág.

EL JUEGO DE LA CAZA – 190 Pág.

LA ÚLTIMA Y MÁS LARGA JORNADA – 192 Pág.

RELATOS:

LA CETRERÍA – 215 Pág.

EL TERRITORIO – 223 Pág.

LA REVANCHA – 227 Pág.

QUE LARGA SE HACE LA NOCHE – 231 Pág.

EL ROJO ATARDECER – 235 Pág.

DICCIONARIO:

VOCABULARIO CETRERO – 237 Pág.

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