Está en la página 1de 2

Soy como mi mamá: valiente y exploradora.

Mi trabajo consiste en rastrear nuevos


lugares.

Esta mañana una compañera cantó tan bella vibración que todas acudimos a su
encuentro, señalizamos el lugar y cortamos una hoja cada una que nos pusimos de
sombrero y en fila volvimos a casa con la carga. A la noche saldríamos casi todas a
recolectar.

Mi sed de aventura me tentó a seguir por otro camino que mis compañeras, así que con
mi carga a cuestas emprendí mi aventura. Pensé que no tendría problemas para
encontrar el camino de vuelta, pero lo cierto es que el entusiasmo de pasar por parajes
nuevos me alejó bastante de casa.

De repente sentí unas vibraciones muy fuertes. Aminoré mi marcha, me costaba mucho
seguir el paso y sabía que no podía mandar ninguna señal de alerta a mis compañeras.
La vibración era cada vez más fuerte, me hacía volar y aunque podía volver a mi
camino con esfuerzo, yo era fuerte y resistí el combate.

Pensé que no tendría que haberme desviado del grupo, ahora seguro que están en casa y
sienten mi falta.

Resistí todo lo que pude, pero mi orientación empezó a fallar: qué raro, no conseguía
encontrar el camino de vuelta.

Al final lo encontré, y cuando ya estaba cerquita pude sentir en mis patitas una llamada
de socorro de mis compañeras, me apresuré todo lo que pude, ¿qué debía pasar?

Al llegar contemplé un espectáculo desolador, se habían producido derrumbes que


seguro habían atrapado a mis hermanas hormigas dentro, descargando la cosecha,
inmediatamente empecé a hacer agujeros por un sitio, por otro, no conseguía
comunicarlos con las galerías interiores donde estaban atrapadas, seguí y seguí.
Finalmente ya no se oía vibración de auxilio alguna. Prorrogué mi insistencia un tiempo
más pero era inútil las galerías se debían haber derrumbado.

Entré en pánico, no podía hacer nada más. Empecé a llorar y por más que lloraba más
ganas tenía de seguir llorando, me había quedado sola en el mundo, ¿qué iba a hacer?

Sentí una pequeña vibración y me giré:

-Lo siento mucho, no llores más. Tú y yo vamos a formar una familia como la que
tenías.

-Asentí, era mi deber con mi especie.

Y así es como me convertí en reina.

También podría gustarte