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SAN QUINTIN:

EL VALLE DEL OLVIDO


Por: Jaime Martínez Veloz

1. Peor que en los tiempos de Don Porfirio

2. Alta producción agrícola, con escasos derechos laborales

3. El calvario de las mujeres indígenas en San Quintín

4. Baja California: Un estado multicultural y pluriétnico

5. Los grandes rezagos sociales se acumulan en las mujeres


indígenas

6. ¿Se respeta el derecho de acceso a los servicios de salud?

7. La salud en San Quintín, un derecho en el olvido

8. Los niños jornaleros de San Quintín

9. La injusta distribución del agua en San Quintín

10. San Quintín ¿Dónde está el estado de derecho?

(Apuntes sobre la problemática de San Quintín, municipio de Ensenada, Baja California, que realice hace
algunos años y que creo pueden brindar ciertos elementos para entender el grado de inconformidad que existe
en la región).

(Paralelo a este documento existen otros dos que contienen, el primero, una propuesta para elaborar un
Programa de Desarrollo Regional; y el segundo, una propuesta de Reglamento para crear una verdadera y
representativa organización comunitaria, que permita brindar cauces a algunos de los conflictos que han
generado tensión social en la región)

Baja California a 5 de Febrero del año 2012


1. Peor que en el Porfiriato.
Los esclavos del Valle Nacional de la Oaxaca porfiriana de hace más
un siglo tendrían poco que envidiarle a sus paisanos jornaleros en el
San Quintín de la Baja California del nuevo milenio. En el trasfondo
histórico hay semejanzas en ambos casos.

Entre los desterrados al sur del México bárbaro de Porfirio Díaz había
yaquis indómitos que fueron a pagar su rebelión en el infierno de las
haciendas henequeneras de Yucatán, sitio menos terrible que las
haciendas oaxaqueñas.

En Baja California, San Quintín constituye un claro ejemplo de lo que


ocasionan el crecimiento y desarrollo desiguales en una región con
marcadas ventajas geográficas.

El nombre de este valle lo asociamos con el proceso sociológico de la


migración jornalera en el país.

Una característica peculiar del fenómeno laboral que se registra en


esta zona, es la ubicación de enclaves culturales en regiones muy
distantes al sitio de origen de quienes migran.

Baja California puede vanagloriarse de vivir los resultados de la


bonanza manifestada en la evolución de algunas variables
macroeconómicas que tal parece ya estamos habituados a escuchar.

En los años 2009 y 2010 diversos hechos registrados en el Valle de


San Quintín sacudieron nuestras conciencias.

El accidente de un autobús en la carretera de La Rumorosa con


destino a Villa de Juárez, Sinaloa, donde fallecieron 16 personas entre
niños, niñas, mujeres y hombres, y con igual número de heridos, todos
jornaleros agrícolas y en su mayoría indígenas.

La desesperación de miles de familias indígenas jornaleras al verse


sin alimentos e ingreso debido a los desastres ocasionados por las
tormentas que azotaron los principales poblados de la región de San
Quintín, y otro accidente de carretera a la altura de Punta Colonet, de
un camión que transportaba jornaleros que laboraban en la Empresa
Agrícola Vicente Camalú, propiedad de la familia García, y que
provocó la muerte de una persona y 10 lesionados de gravedad.

Es imperdonable que después de lo ocurrido en el accidente de La


Rumorosa y de escuchar declaraciones de parte de funcionarios
federales, estatales y municipales de hacer una revisión profunda del
marco jurídico del transporte, de la seguridad social, del respeto a los
derechos laborales, nos enteremos de que poco o nada se ha hecho
para prevenir y solventar las consecuencias de este tipo de
accidentes.

Este último percance pone a la vista que la empresa agrícola Vicente


Camalú contrató el servicio de transporte de un autobús cuyos
documentos no guardan ninguna relación con la transportación de
trabajadores; que para cubrir las apariencias el camión fue pintado del
mismo color que una línea de transporte autorizada; que de nueva
cuenta, la situación de los heridos en términos de su atención vuelve a
indicarnos las maniobras patronales para no afiliar a sus trabajadores
al régimen ordinario del Seguro Social.

Los recursos jurídicos a favor del trabajador difícilmente son


reclamados, por ignorancia de los mismos trabajadores, y que el papel
del sindicato con el cual está firmado el convenio laboral es de
extorsión para ambas partes, a unos les impone el contrato con la
dádiva de proteger a la empresa y de tener todo en calma, y a los
otros simplemente la posibilidad de trabajar para mantener a sus
familias sin el recurso de exigir ningún derecho.

Los jornaleros agrícolas cruzan no una sino varias fronteras para


llegar a su destino.

También son víctimas de sujetos sin escrúpulos y la intrincada red de


corrupción que existe en el país.

Ellos no son chinos y por eso no los regresan en avión a sus lugares
de origen. No hay organismos internacionales preocupados por su
situación.
A los organismos nacionales que luchan por sus derechos no se les
escucha. A ellos, menos aún.

Pareciera que hay una conspiración entre algunos medios,


autoridades y partidos para hacer un silencio, ahí donde debería haber
un foco rojo encendido.

Ellos son principalmente mixtecos, zapotecos, triquis y purépechas,


vienen de Oaxaca, Guerrero y Michoacán. Traen consigo sus
costumbres y un pedazo de esperanza.

Muchas veces también traen a sus familias.

Ellos son los indocumentados mexicanos en México.

Pero sus condiciones de vida y de trabajo son tan o más difíciles que
la de aquellos compatriotas que cruzan la frontera.

Son los indocumentados que no gozan de la protección de las leyes ni


de las autoridades federales y estatales, a pesar de ser mexicanos.
Solamente saltan a la primera plana de los diarios cuando ocurren
accidentes que incluso les cuestan la vida.

Los jornaleros se encuentran en una permanente desprotección


jurídico-laboral, para ellos no existe seguridad en el empleo. Se les
contrata por día o por temporada, encontrándose siempre expuestos al
trabajo eventual y al desempleo; su permanencia en el trabajo
depende del tipo de cultivo, de las fluctuaciones del mercado de
trabajo, así como de la modalidad que asume el salario, que puede ser
por destajo o por tarea.

2. Alta producción agrícola, con escasos


derechos laborales

Este Valle del municipio de Ensenada, Baja California, se ubica a 200


kilómetros al sur de la cabecera municipal.
La región destaca por estar entre los primeros lugares a escala
nacional en producción de hortalizas para exportación.

Cuenta con más de 20 mil hectáreas de riego, con tecnología de punta


que le permite aprovechar al máximo el recurso del agua; cuenta
además con la modernización de sus procesos productivos, semillas
mejoradas, fertirrigación, invernaderos computarizados y empacadoras
que garantizan calidad y presentación de los productos.

Los niveles de productividad impactan en altos rendimientos que lo


llevan a competir en el mercado mundial de las hortalizas, en cultivos
como tomate, pepino, calabaza, coliflor, brócoli, y en los últimos años,
en la producción de fresa.

Su cercanía con la frontera de Estados Unidos y los costos de mano


de obra son dos condiciones que hacen que las empresas
agroexportadoras de San Quintín sean altamente competitivas en el
mercado mundial.

El despegue de la región obedece principalmente a la presencia de


miles de jornaleras y jornaleros agrícolas, migrantes indígenas que
desde hace más de cuatro décadas provienen del sur y sureste del
país, siendo Oaxaca, Guerrero, Hidalgo y Veracruz los estados con
mayor oferta de mano de obra agrícola: mixtecos, zapotecos, triquis y
nahuas son los grupos indígenas que en mayor proporción viajan a
Baja California, dando trabajo, riqueza y desarrollo a la región.

Las comunidades de origen de las y los jornaleros agrícolas se


caracterizan por ser de alta y muy alta marginación debido a la
escasez de fuentes de trabajo, por lo que la migración hacia las zonas
agrícolas del noroeste resulta una atractiva estrategia de
sobrevivencia.

Durante la temporada alta de las cosechas se llega a contar con la


presencia de hasta 40 mil trabajadores y trabajadoras jornaleros
migrantes. En un principio la migración era mayoritariamente de
hombres solos, quienes por tradición proveían el sustento familiar,
pero por necesidades económicas se convirtió en nuclear, por lo que
actualmente familias enteras emigran a la zona.
En el año 2011, existían 14 empresas agrícolas en la región con
alrededor de 20 campamentos que albergaban a las familias de los
jornaleros por temporada. Asimismo, existían 43 asentamientos en
colonias, de familias de jornaleros con una población de más de 30 mil
pobladores, que representaban la mano de obra cautiva.

Del total, 45 por ciento eran mujeres, un 10 por ciento correspondía a


mano de obra infantil, y, más de 65 por ciento hablaba una lengua
indígena.

Cerca del 45 por ciento de la mano de obra jornalera percibe un


ingreso de menos de dos salarios mínimos. Con motivo de las crisis
recesivas, el mercado de hortalizas se contrajo, por lo que en diversas
épocas de temporada sólo se labora un promedio de cuatro días,
afectando seriamente el ingreso familiar, lo que incrementa la
necesidad de que más miembros de la familia se incorporen al trabajo
agrícola.

La situación de la mujer jornalera y el de la mujer miembro del hogar


refleja altos niveles de exclusión y discriminación, se acentúan el nivel
de analfabetismo y los niveles de violencia familiar sicológica, física,
económica y comunitaria.

A escala regional el avance en infraestructura social sigue siendo


insuficiente en los servicios educativos y de salud.

No hay justificación alguna para postergar la atención que los


jornaleros de San Quintín y sus familias demandan.

El Congreso de la Unión y los tres órdenes de gobierno están


emplazados a brindar una atención integral a esta problemática, antes
de que se presente una situación de mayor explosividad social.

3. El calvario de las mujeres indígenas en San


Quintín
Baja California ha sufrido un retroceso en el campo de los derechos de
las mujeres.
La reciente modificación al contexto legislativo que establece que el
embrión es una persona y que será penalizado el uso de algún método
que provoque su expulsión, incluso en casos de violación, riesgo de
muerte materna o deformación, ha puesto a la mujer indígena
migrante en una situación de altísima vulnerabilidad en cuanto a sus
derechos sexuales y reproductivos.

La sistemática violación a los derechos colectivos de los pueblos


indígenas es el factor principal de la violencia de género.

Por otra parte el consumo de sus alimentos tiene que salir de su


ingreso a diferencia de su lugar de origen donde siembran y
cosechan, lo que provoca que para completar el gasto se sumen al
trabajo los hijos e hijas.

De acuerdo a la ONU, asegurar los derechos humanos de las mujeres


indígenas, en especial el de una vida libre de violencia, es
fundamental para garantizar los derechos indígenas como grupo.

El trabajo infantil es una costumbre, una manera en la que los y las


hijas de los jornaleros agrícolas se enseñan a trabajar, a valorar su
vida, siendo el mayor temor que puedan caer en las garras de las
adicciones.

Las mujeres indígenas, además, se ven enfrentadas entre dos


realidades: por una parte se les menciona que en Baja California las
mujeres tienen más derechos, como el trabajar y que se les pague a
ellas, el derecho a la salud, etcétera; sin embargo a la hora de
ejercerlos, en su comunidad, en su familia, entre las autoridades, les
ratifican que deben obedecer al esposo y si éste sabe de los derechos
las amenaza para no ejercerlos.

Algunas mujeres mencionan que se sienten deprimidas, sin


esperanza, y cuando están embarazadas viven con el miedo de tener
una niña.

En el caso de las mujeres indígenas el derecho a decidir sobre su


cuerpo se ve limitado por el escaso acceso a la información y la
insuficiencia de promotoras indígenas en salud.
Las mujeres plantean dos conflictos con los sistemas de salud en la
región: los médicos no aceptan que ellas prefieran hacer un trabajo de
parto en cuclillas, así como que durante el periodo de gestación
consulten a la partera y se soben.

Cuando algunas mujeres indígenas manifiestan que acostadas les


duele demasiado el trabajo de parto, los doctores se molestan
exigiendo que se acuesten y que no sean escandalosas, lo cual es
violencia discriminatoria e institucional del sistema, que carece de
interculturalidad y sensibilidad de género para relacionarse con la
mujer indígena.

La fuerza laboral jornalera es relativamente joven: el promedio de


edad fluctúa entre 19 y 50 años, por lo que los empresarios contratan
a las y los jornaleros en su etapa de vida más productiva (Moret y
Cossío, 2004).

A partir de los años 80 las mujeres se incorporaron de forma directa al


mercado laboral y con ello se inicia el proceso de la feminización de la
fuerza laboral agrícola y se considera que su aportación en mano de
obra es importante: entre 25 y 30 por ciento de la actividad agrícola
corresponde a las mujeres (Sánchez-Moreno, 1998).

En lo que se refiere a trabajos pesados durante gestación, parto y


posparto, los derechos de las madres trabajadoras no se respetan:
menos de uno por ciento de las mujeres ha recibido permiso en tiempo
para amamantar a su bebe, y menos de 9 por ciento ha recibido
algunas semanas de pre y posparto que establece la ley.

Durante 2007, bajo el reglamento a la ley de los trabajadores


eventuales del campo del IMSS, los patrones negaron la afiliación a
cientos de jornaleros.

La mayoría de las mujeres trabajadoras han expresado que al asistir a


solicitar su afiliación al IMSS el patrón inmediatamente las amenaza
con el despido. A escala estatal, la población femenina de Ensenada
es la que posee el menor índice de jubilación.

En el Valle de San Quintín debe terminar el múltiple proceso de


discriminación que sufre la mujer en sus derechos, por el hecho de ser
mujer, indígena, jornalera, migrante y pobre.
Las premisas de una relación social intercultural adecuada deberán
basarse en la interacción con igualdad de condiciones entre grupos
humanos con culturas diferentes, así como en la eliminación de
asimetrías y de la imposición de una cultura dominante.

La diversidad no se elimina, se asume. La diversidad representa una


riqueza.

4. Baja California es un estado multicultural y


pluriétnico

Uno de sus desafíos es lograr una sociedad plural y justa, en la cual


los diversos pueblos y culturas convivan armoniosamente, y los
conflictos puedan resolverse por vías no violentas y con respeto a los
derechos individuales, colectivos y de grupo.

La población indígena, especialmente las mujeres, jovencitas y niñas,


requiere atención específica para erradicar la inequidad de género,
que se traduce en mayor vulnerabilidad respecto de la salud sexual y
reproductiva, así como la violencia familiar y de género.

Un estudio reciente de El Colegio de la Frontera Norte presenta casos


en los que el detonante de la violencia física hacia la mujer indígena
embarazada que habita en el Valle de San Quintín, fue la disputa por
la comida.

Otros casos muestran que los abusos en edad temprana fueron


perpetrados por un familiar cercano, desarrollando en la agredida
sentimientos de indefensión, desesperación, depresión, desórdenes
alimentarios, aislamiento, inseguridad, miedo a tomar decisiones y
culpabilidad.

Para que las indígenas puedan acceder a una vida libre de violencia
es necesario romper los esquemas ancestrales que les impiden el
ejercicio de sus derechos sexuales y reproductivos.
Las consecuencias derivadas de la falta de respeto a estos derechos
fundamentales, las afectan en todos los ámbitos y tienen
consecuencias que ejemplifican dos testimonios.

“Llegué y le dije que me hiciera Papanicolau y me dijo que cobraba 50


pesos y le pregunté:

¿Por qué vas a cobrar, si mi marido trabaja en el campo agrícola?,

y me dijo que así cobraba a las que atendía, que a él no lo mandaba el


centro de salud; y tuve que pagar.

“Siempre me engañan porque yo no sé.”

“Me hizo el Papanicolau y tardó seis meses para entregarme el


resultado y la enfermera salió a la puerta y me lo entregó, y había
mucha gente y me dijo que salí con infección, y me lo dijo delante de
la gente”.

Una de las consecuencias más graves de la lejanía de los servicios de


salud es el riesgo en que se colocan las mujeres ante una posible
enfermedad, aun cuando está demostrado que detectado a tiempo el
cáncer es curable.

La falta de personal de salud especializado en la revisión de laminillas


es una constante en esta zona.

Es común que la migrante jornalera padezca enfermedades


gastrointestinales, desnutrición e intoxicaciones causadas por los
agroquímicos empleados en el campo de cultivo, lo que aunado al
desgaste por exceso de trabajo, en ocasiones ha producido abortos.

Respecto de la planificación familiar la gravedad de los casos


documentados por estas mujeres amerita un análisis institucional
sobre las razones por las cuales se hace caso omiso al consentimiento
informado, uno de los avances que la sociedad civil organizada ha
demandado desde los años 70.

Lamentablemente, el acceso a la seguridad social es uno de los


derechos más restringidos.
A finales de 2006, un estudio del Consejo Nacional para Prevenir la
Discriminación señaló que a pesar de las reformas realizadas al
reglamento del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), mediante
las cuales se obliga a atender a las trabajadoras del campo y
otorgarles el derecho a la atención médica, hospitalización y
guarderías, en el Valle de San Quintín sólo la mitad de ellas estaban
registradas como derechohabientes; únicamente existían 10
guarderías para el cuidado de hijos menores de cinco años.

Que no se aplique el citado reglamento obedece, en gran parte, a la


resistencia de los empresarios agrícolas, quienes han promovido
amparos para protegerse del incumplimiento de este derecho.
Además, funciona bien la amenaza de despido para quienes insistan
en ser afiliados al IMSS.

No obstante, las indígenas del Valle de San Quintín han visto una luz
de esperanza desde el momento en que han tomado conciencia de su
situación y adaptado sus costumbres –que determinan el pudor y la
vergüenza como propios de su cultura– para favorecer el cuidado de
su salud.

Sin embargo, no han cambiado ni se han flexibilizado las prácticas


médicas en la detección y atención del cáncer cérvico-uterino.

El Colectivo para la Promoción del Desarrollo Integral Jesús Rubiell,


AC, (COPRODI) y Mujeres por un Nuevo Amanecer, reconocen que
existen convenciones internacionales que nuestro país ha suscrito
obligándose a respetar los derechos de las mujeres y eliminar la
violencia basada en el género, y que también hay leyes nacionales y
estatales, así como normas oficiales de salud.

Los grupos organizados de mujeres indígenas cada día toman


conciencia de sus derechos y de que pueden ser las mejores aliadas
en la implementación de programas –especialmente orientados a la
mujer y vigilados socialmente por ellas– y políticas públicas con
perspectiva de género e interculturalidad, para hacer real el derecho a
una vida libre de todas las formas de discriminación, una vida con
justicia y dignidad.
5. Los grandes rezagos sociales se acumulan en
las mujeres indígenas

El municipio de Ensenada, Baja California, ocupa el primer lugar en


población indígena, al concentrar 39 por ciento de la población de ese
sector del estado.

La población indígena en Ensenada posee los porcentajes más altos


de analfabetismo (27.7%) del estado, a la vez que el promedio más
bajo de escolaridad con 3.4 años. Los hogares indígenas presentan
desventajas respecto a los no indígenas en el contexto estatal en
derecho a servicios médicos.

Son las mujeres quienes acumulan los mayores rezagos sociales del
país, discriminadas y afectadas por la pobreza y por referentes
culturales que en ocasiones fomentan desigualdad, traduciéndose en
menores oportunidades para acceder a mínimos de bienestar (PNDPI
2009-2010).

Lograr que las instituciones encargadas de la atención a la salud que


tienen dentro de su mandato la responsabilidad de trabajar para las
comunidades indígenas, incorporen el enfoque intercultural como una
estrategia válida operativa, permitiría disminuir los índices de
mortalidad materna e infantil, la adopción de prácticas de detección
oportuna del cáncer cérvico uterino y el acceso a métodos
anticonceptivos bajo el principio del consentimiento informado.

El Artículo 8 de la Convención de Belem do Pará, igualmente,


establece deberes del Estado mexicano y por tanto, del estado de
Baja California como: “Obligación de adoptar, en forma progresiva,
medidas específicas, inclusive programas para: fomentar el
conocimiento y la observancia del derecho de la mujer a una vida libre
de violencia, y el derecho de la mujer a que se respeten y protejan sus
derechos humanos…”

Un diagnóstico reciente en el tema de salud realizado por el COPRODI


señala que los casos de violaciones de derechos humanos en materia
de salud se presentan en primer lugar en el Valle de San Quintín en el
rango de edad de 16 a 20 años, al que si se suma el siguiente rango
hasta 25 años, juntos concentran un 39%.

La edad reproductiva es considerada por la OMS a partir de los 12 y


hasta los 49 años, aunque también se presentaron casos de inicio de
la vida sexual a partir de los 11 y 12 años, casos asociados a una
práctica cultural de usos y costumbres de inicio de la maternidad a
edad temprana, así como el casamiento o la unión forzada, o los
embarazos producto de la violación; sin embargo en el marco del
acceso a la justicia y a una vida libre de violencia, se requiere de un
análisis más minucioso para identificar las razones por las cuales se
detectaron casos de jóvenes de 16 y 17 años que han vivido
violaciones a sus derechos sexuales y reproductivos.

Acudir a atenderse el parto con una partera es una de las alternativas


accesibles para las mujeres indígenas, pero esto es penalizado en el
ámbito de salud; sin embargo, ante condiciones institucionales que no
valoran la vida y la salud de las mujeres, cabe preguntar:

6. ¿Se respeta el derecho de acceso a los


servicios de salud?

Algunas mujeres mencionan la manera en la que ya es costumbre ser


atendidas: “La doctora me regañaba: que si no tenía experiencia, que
si no miraba televisión, que estaba muy grande para tener hijos, y
tenía miedo y vergüenza de ir a revisarme el embarazo”.

“Duré cuatro días con dolor y el día 13 de septiembre ya tenía mucho,


no aguantaba ni caminar y entré a urgencias, me revisó el doctor y dijo
que me faltaba 6 de dilatación, que me fuera a caminar o a comer, que
todavía me faltaba mucho, salí de urgencias y entré al baño y se me
fue la respiración, no hallaba dónde detenerme, y me senté en la taza
y entró una señora y me dijo que me metiera a urgencias porque ya
me iba a aliviar y entré y el doctor me dijo, otra vez, no le dije que le
faltaba mucho, y me revisó y dijo ‘que raro si ya estás pariendo’.
“Yo iba a que me revisaran al bebé porque no se me movía y la
enfermera me dijo que estaba tranquilo (el bebé ya estaba muerto)”.

La diversidad cultural en nuestro país ha sido reconocida en el plano


formal a partir de 1992, año en que se incluyó en la Constitución
Mexicana la composición pluricultural de la nación.

Este hecho es el resultado de los movimientos políticos y sociales que


los pueblos indígenas han impulsado desde hace décadas,
reclamando reconocimiento, respeto y equidad con miras a construir
un estado-nación multiétnico, pluricultural, multilingüe y democrático;
sin embargo, es la discriminación, por razón de lengua, edad, estado
civil, condición indígena, otra de las barreras de acceso a los servicios
de salud, barreras invisibles pero presentes de acuerdo con los
testimonios de mujeres que acuden en búsqueda de atención.

En Baja California, como en otros estados del país, las campañas de


detección oportuna de cáncer cérvico uterino son prioritarias; sin
embargo, cuando se presentan situaciones como las que expresan las
mujeres de la delegación de San Quintín, se puede entender que una
de las consecuencias primeras es el alejamiento de éstas de los
sistemas de salud.

La falta de personal especializado en la toma de la prueba, el que ésta


se realice sin la privacidad que corresponde y que los resultados no
sean entregados en los tiempos que marca la norma oficial mexicana,
van tejiendo condiciones que vulneran la salud de las mujeres.

7. La salud en San Quintín: un derecho en el


olvido

La región de San Quintín se localiza a 300 kilómetros de la frontera


con el estado de California, EUA, lo que representa ventajas a las más
de 14 empresas agroexportadoras en la competencia con otros
productores no sólo nacionales sino estadunidenses, lo que se traduce
en la reducción de costos en el proceso de comercialización.
No sólo estamos hablando del insumo del transporte, sino también del
costo del agua y, por supuesto, del pago de salarios y prestaciones de
los miles de hombres y mujeres que contratan las empresas, desde la
siembra, limpieza, fertilización y cosecha.

La preocupación de garantizar la mano de obra en Baja California y


tener mayor control en la regulación del mercado de trabajo llevó a
propiciar asentamientos de las familias jornaleras, que al paso de más
de 20 años llevan al Valle de San Quintín a contar con más de 45
asentamientos con cerca de 20 mil jornaleros como reserva de mano
de obra entre hombres, mujeres, niños y niñas.

De ahí que si bien es cierto la población asentada no es suficiente y se


requieren flujos de mano de obra, éstos cada vez resultan menores:
de las 35 a 40 mil personas que se requerían hace 30 años, su
número se ha reducido a cerca de la mitad, de ahí que de los 40
albergues o campamentos que existían ahora son menos de 15.

Para esta fuerza de trabajo, la salud se enmarca en el ámbito de la


seguridad social. La Constitución, la Ley Federal del Trabajo y la Ley
del Seguro Social la enuncian como un derecho irrenunciable de los
trabajadores que garantiza la prevención y atención en los riesgos y
accidentes de trabajo, de enfermedades, la gratuidad en el costo de
medicamentos, la atención especializada de segundo y tercer nivel y
prestaciones sociales como la atención de las mujeres trabajadoras
antes, durante y después del embarazo, el derecho a todos estos
servicios por la familia, esposa e hijos, y aquellos dependientes
económicos como pueden ser los padres y personas con
discapacidad.

La demanda por parte de los trabajadores ha sido, sigue y será el de


ser afiliados al régimen permanente del Seguro Social.
Institucionalmente la responsabilidad recae en el gobierno federal, y es
ahí donde el Poder Legislativo debe actuar.

La infraestructura de salud está rebasada por el alto crecimiento


demográfico que tiene la región, la tasa es arriba de 5.6 por ciento.

¿Con qué se cuenta?


Existen dos servicios de atención médica en el Valle de San Quintín,
que brindan atención abierta de primer y segundo nivel; uno por parte
de Isesalud, del gobierno del estado y otro por parte del IMSS, los
cuales se ubican en la Delegación municipal de la Colonia Vicente
Guerrero, en donde sólo se trabaja de lunes a viernes, y las guardias
que se establecen, poco o nada resuelven la demanda.

No existe en la región un hospital con especialidades que responda a


las necesidades de la población, y esto es más preocupante, si
consideramos que no existe infraestructura médica en la región,
menos aun en la región Sur-Sur del municipio de Ensenada.

Es decir, más de 170 mil ciudadanos no obtienen servicios de tercer


nivel, por lo que los traslados de pacientes y familiares se tiene que
dar, si es del Valle de San Quintín, a más de 200 kilómetros, y si es de
las delegaciones de la Sur-Sur, les resulta más económico viajar por
avión al estado de Sonora.

Las alternativas a esta situación no pueden encuadrarse solamente en


el ámbito de la infraestructura; aunque es de alta prioridad, la salud
debe concebirse tomando en cuenta las características de la
población.

Debe observarse que en los programas de prevención y atención no


existe un enfoque de interculturalidad, en donde las acciones de
fomento tomen en cuenta los valores, usos y costumbres de la
diversidad indígena que existe en la región.

La tarea recae en todos los niveles de gobierno, pero quien es el


responsable directo es el Ejecutivo estatal, quien debe convocar a
todos los actores involucrados en la revisión de las políticas públicas
que se ejecutan, sin seguir postergando la demanda de los pueblos
indígenas en materia de justicia y seguridad social.

8. Los niños jornaleros de San Quintín

El gobierno del estado nos dice que para 1998 el ingreso per cápita
anual fue de alrededor de cinco mil dólares, lo cual es alto comparado
con los estándares nacionales. Para el Gobierno de Baja California es
el paraíso del empleo. Sin embargo, hay otras cifras siniestras que se
ocultan debajo de la alfombra, pero sobre todo aquellas relacionadas
con las condiciones del Valle de San Quintín.

Los trabajadores migratorios permanecen periodos fluctuantes en la


zona. Se asientan en campamentos adjuntos a los campos de trabajo,
pero en condiciones sumamente deplorables.

Esta población flotante concentra un caudal significativo de niños


jornaleros, auténtica carne de yugo en la entidad del paraíso del pleno
empleo y la inversión. Los infantes, virtualmente arrancados de un
entorno natural sano, necesario para su desarrollo como seres
humanos, deben contribuir desde pequeños a la subsistencia familiar.

En 1996 se estimó que uno de cada cinco trabajadores estacionales


en el Valle de San Quintín era un niño de entre 8 y 14 años. Algunos
de ellos ya son auténticos veteranos de las faenas agrícolas. Como
diría el poeta Miguel Hernández, el niño jornalero no sabe contar sus
años y ya sabe que el sudor es una corona grave de sal.

Las virtudes del libre mercado saltan a la vista en la oferta y demanda


laboral en el Valle de San Quintín.

Para los apologistas de la economía de mercado, gran becerro de oro


de la actualidad, todo es posible y todo está permitido. Hay ajustes
naturales y el mercado se encarga de corregir cualquier exceso.

Debemos reconocer que a Baja California fluye la inversión, atraída


por los bajos salarios y por la oferta ilimitada de mano de obra. Sin
embargo, las condiciones sociales en San Quintín dejan de cubrir
todos los supuestos sobre los que se construye la justificación
económica del libre mercado, a pesar de la pretendida “libertad” de
que gozan los jornaleros para elegir si trabajan o no.

La enumeración de estos hechos de violencia refleja la dificultad de las


instituciones para garantizar la tranquilidad social en Baja California. El
trato hacia los jornaleros es despótico.

En medio de la crísis se oculta un componente altamente racista,


alimentado por la ignorancia y el prejuicio.
La situación actual en San Quintín es más vergonzosa que la de hace
un siglo en el Valle Nacional.

En aquel entonces se vivía una dictadura, cobijada en un pacto social


altamente clasista.

Ahora vivimos en un Estado de derecho, que en la realidad sólo


parece ser de palabra.

En nuestro Valle, en la Baja California del tercer milenio, la


inconstitucionalidad se palpa a flor de tierra. La tierra que labran los
niños jornaleros.

9. La injusta distribución del agua en San Quintín

Mientras en la ciudad de México el gasto diario de agua por persona


es un promedio de 300 litros diarios y 10 mil 500 litros serían
consumidos por una familia de cinco miembros en una semana, en el
Valle de San Quintín una familia de jornaleros consume a la semana
apenas un tambo de 200 litros, a un costo de 15 pesos.

Esta injusta situación motivó que representantes de colonias en donde


se asientan miles de familias indígenas jornaleras del Valle de San
Quintín se plantaran en la oficinas del gobierno del estado solicitando
la destitución del representante en aquella región de la Comisión
Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) y del
representante de la Comisión Estatal de Servicios Públicos de
Ensenada (CESPE).

El reclamo de los habitantes de San Quintín se produce ante una


situación en donde los empresarios agrícolas sin límite alguno extraen
millones de litros de agua para sus cultivos de exportación y cuyo
abasto proviene de la Cuenca de San Simón.

La problemática que reviste el agua en la región para el abasto de las


familias y el uso agrícola se ha agudizado al paso del tiempo; los
mantos acuíferos de tipo superficial se han venido salitrando ante la
sobreexplotación que se hace de los más de 700 pozos
concesionados a ejidos, particulares y empresas agrícolas, en donde
más del 85 por ciento se utiliza en los diferentes cultivos de
exportación, cuya propiedad pertenece a una nueva generación de
empresarios asociados al capital trasnacional.

Según datos oficiales, la región presenta una extracción de 47


millones de metros cúbicos y 35 millones de metros cúbicos de
recarga, por lo que existen de 10 a 12 millones de metros cúbicos de
sobrexplotación anual de los mantos acuíferos.

Las concesiones otorgadas por la Comisión Nacional del Agua (CNA)


a estas empresas con volúmenes de agua asignados, mas no
respetados por éstas, han sido la prioridad en la región, dejando de
lado a miles de familias jornaleras que no cuentan con este recurso
que les permita garantizar condiciones mínimas de higiene y salud.

Por ello en los hogares de los jornaleros, las enfermedades más


frecuentes son las gastrointestinales y de la piel, ocasionadas
principalmente por falta de agua.

Existen colonias con redes de agua potable hoy inservibles que por
cuestiones de desabasto dejaron de operar, donde han surgido otros
ganadores; los ejidatarios y ex ejidatarios que siguen contando en
calidad de patrimonio propio, pozos que venden y abastecen de agua
cobrando a 15 pesos el tambo de agua potable.

En temporadas de calor la autoridad especula con el precio sin control


alguno, socavando el ingreso familiar.

El movimiento de las familias indígenas afectadas por el desabasto de


agua y la duda generada sobre la palabra empeñada por los
funcionarios de estas instituciones no responde sólo al retraso de la
ejecución de las obras, sino al desvío de los beneficios.

Por ejemplo, la CDI y el gobierno del estado construyeron un camino


de acceso con cemento hidráulico al campamento de El Vergel,
propiedad de la empresa Rancho Los Pinos, con un presupuesto de
más de 4 millones de pesos; la gestión la realizó directamente la
empresa, con el acompañamiento del ingeniero Antonio Rodríguez,
Secretario de Fomento Agropecuario y copropietario de esta
compañía, que ha crecido exponencialmente en la última década.
Después de 10 años de reclamos en esta materia, con recursos de la
CDI y del gobierno del estado se están perforando tres pozos para
abastecer a más 30 colonias, cuya población es mayor de 30 mil
personas, principalmente indígenas, que viven en pobreza extrema.

Las obras, para abastecer de Agua a la población de San Quintín, son


la respuesta que las autoridades de gobierno dieron después de una
lucha de más de 10 años ante el problema del desabasto de agua
potable que existe en la región, principalmente en los hogares
indígenas.

En aquel tiempo de protestas por falta de agua para la población, las


autoridades se comprometieron a reunirse de nuevo por segunda
ocasión para establecer entre las instancias de gobierno y los
representantes de las colonias un plan de seguimiento a las diferentes
demandas planteadas, que no sólo es garantizar la fuente de agua,
sino su conducción hasta los hogares de los jornaleros.

Sin embargo el problema no se resuelve del todo; existen más de 80


colonias entre las delegaciones municipales de San Quintín, Colonia
Vicente Guerrero y Camalú que sufren desabasto permanente del
recurso y cuyos integrantes laboran como mano de obra asalariada de
las empresas que existen en la región.

Seguramente ante el crecimiento anual de población, que rebasa 11


por ciento, se tendrá que buscar una solución en donde el estado
tendrá que asumir que la prioridad es la población y en segundo los
desarrolladores agrícolas; de lo contrario, San Quintín se volverá un
polvorín ante tanta injusticia social.

10. San Quintín ¿dónde está el Estado de


Derecho?

La justa preocupación que se ha manifestado en la sociedad y en el


gobierno ante las violaciones a los derechos humanos y laborales que
se cometen en contra de nuestros connacionales allende nuestras
fronteras, debe traducirse en la misma preocupación por las que se
cometen en nuestra propia casa.

En el Valle de San Quintín, en Baja California, se violan


cotidianamente los derechos fundamentales de miles de mexicanos.

Documentos proporcionados por diversas organizaciones de


jornaleros agrícolas, muestran que muchos mexicanos viven en
condiciones infrahumanas.

Algunos patrones se comportan como hacendados de principios de


siglo.

También hay empresarios con sus trabajadores, que acompasan


productividad con buen trato para el personal, pero han sido
arrastrados por quienes prefieren burlar las normas jurídicas.

El problema no es nuevo, tiene décadas de ser una herida abierta que


se ha pretendido soslayar.

Las denuncias son muy concretas.

Los jornaleros trabajan en condiciones irregulares, muchas veces sin


contrato y en condiciones claramente violatorias a lo que la Ley
establece para los trabajadores rurales.

Las condiciones de hacinamiento e insalubridad, los bajos salarios y la


falta de una cobertura suficiente de los servicios de salud, aunado al
uso de pesticidas y plaguicidas sin el cuidado debido, condenan a la
muerte temprana y a la enfermedad a un elevado número de mujeres,
hombres y niños.

Enfermedades y muertes que son evitables.

Igualmente, se señala el empleo de menores de edad en jornadas de


trabajo que exceden con mucho los límites establecidos por la Ley,
que establece limitaciones concretas al trabajo infantil y reglamenta
con precisión el trabajo de los menores, limitando la jornada laboral
para evitar un deterioro físico y mental que dañe su desarrollo
posterior.
Esta misma situación obliga a los jornaleros a trabajar en condiciones
de inseguridad para ellos y sus familias.

Los casos de violencia y de violación a su integridad física y moral no


son pocos. La perspectiva de los ancianos jornaleros es la de ser
desechados después de haber dejado la vida en un trabajo que no les
garantiza ninguna seguridad.

La suma de problemas y la búsqueda de su solución abarcan no sólo


la esfera de la responsabilidad del gobierno de Baja California, sino
también requiere de la concurrencia del gobierno federal y del
esfuerzo de otros gobiernos estatales.

Con respeto a la soberanía del Estado, pero sin eximirlo de la


responsabilidad que tiene, se deben buscar las soluciones que,
conforme a la Ley, procedan.

Este asunto no se refiere sólo a una desavenencia salarial o laboral


entre partes, estamos hablando de la violación sistemática a la
Constitución General de la República y las leyes fundamentales.

¿Dónde están ahora los constitucionalistas que se indignan ante


una iniciativa de Reforma Indígena, que pretende mejorar las
condiciones de vida de los indígenas, pero callan ante el hecho
concreto de la violación cotidiana de sus derechos más
elementales?

La intervención decidida de las instituciones republicanas es


imprescindible para evitar que el ahondamiento de la situación actual
derive en una agudización de las contradicciones presentes en San
Quintín, que signifiquen una mayor violencia y polarización que a
nadie beneficiaría.

La Ley no debe ser letra muerta en ninguna porción de la Patria.

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