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DE LOS BIENES1
CAPÍTULO I
GENERALIDADES
1. CONCEPTO DE COSA
El derecho de los bienes, se construye a partir de la noción básica de cosa. Noción que ha
sido objeto de abundantes estudios doctrinarios, tendientes a delimitar su contenido. Sobre el
formulado respecto cabe apuntar tres posturas doctrinarias:
a) Cosa es todo aquello que ocupa un lugar en el espacio, es decir, que sea
susceptible de corporeidad sensible. Este concepto corresponde al término corpora, más tarde
extendido en el de res.
El citado concepto se agota en la materialidad de las cosas, como objetos de relaciones
jurídicas y no comprende ciertas clases de bienes, expresamente reconocidos por nuestro
legislador como son las producciones del talento o del ingenio, según establece el artículo 584
del Código Civil.
c) Cosa es todo aquello que tiene existencia en el mundo material, ya sea en forma
corporal o espiritual, natural o artificial, real o abstracta. Debemos desprender que la expresión
cosa es el género, siendo los bienes una de sus especies.
En efecto, no todas las cosas son bienes sino que para que lo sean se requiere que las
cosas, pudiendo procurar al hombre una utilidad, sean susceptibles de apropiación privada3. Lo
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Estos apuntes están basados en el libro del profesor Daniel Peñailillo: “Los Bienes. La propiedad y otros derechos
reales”, Editorial Jurídica, cuarta edición, Santiago, 2006.
2 Ob. cit., pp. 14.
3 Ob. cit. Se suele agregar como requisito a la apropiabilidad, la apropiación actual. En materia de ocupación,
como modo de adquirir el dominio, la doctrina suele distinguir entre bienes apropiables y bienes apropiados. Los
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que caracteriza a los bienes es la circunstancia de poder ser objeto de propiedad privada, y no el
hecho de producir una utilidad al hombre, pues hay cosas como el aire, el sol, la alta mar que
producen gran utilidad, y que, no obstante ello, no son bienes por no poder ser objeto de
apropiación por los particulares.
La doctrina no da por coincidente los conceptos de cosas y objeto de derecho, éste puede
recaer sobre cosas, pero no sólo sobre ellas.
Tratándose de los derechos reales, éstos recaen sobre cosas, el objeto del derecho es una
cosa determinada, incluso tratándose del derecho de dominio se llega hasta identificar el
derecho con la cosa sobre la que recae. Pero en el campo de los derechos personales, la
coincidencia sólo tendrá cabida en cuanto a las obligaciones de dar, que recaen sobre una cosa
determinada, pero si la prestación es de hacer o no hacer, entonces ya no recae sobre una cosa,
sino en una conducta positiva o negativa, que ha de adoptar el deudor.
El artículo 565 del Código Civil dispone: “Los bienes consisten en cosas corporales o
incorporales. Las corporales son las que tienen un ser real y pueden ser percibidas por los sentidos, como
una casa o un libro. Las incorporales son las que consisten en meros derechos, como los créditos o las
servidumbres activas”.
primeros son aquellos susceptibles de tener como titular al hombre, luego, los bienes apropiados son aquellos que
tienen actualmente un titular.
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a) Cosas corporales
De acuerdo al concepto antes transcrito, las cosas corporales son aquellas que tienen un
ser real y pueden ser percibidas por los sentidos.
A su vez, el artículo 566 del Código Civil señala: “Las cosas corporales se dividen en muebles
e inmuebles”.
Conforme al primer inciso del artículo 567 del Código Civil, muebles con las que pueden
transportarse de un lugar a otro, sea moviéndose ellas mismas, como los animales, que por eso
se llaman semovientes, sea que sólo se muevan por una fuerza externa, como las cosas
inanimadas. Sin embargo, como veremos más adelante, hay cosas que, siendo muebles por su
naturaleza, el legislador las considera inmuebles atendiendo al fin a que están destinadas,
conforme lo señalado en el artículo 570 del Código Civil.
Por su parte, el artículo 568 del Código Civil dispone: “Inmuebles o fincas o bienes raíces son
las cosas que no pueden transportarse de un lugar a otro, como las tierras y las minas, y las que se
adhieren permanentemente a ellas, como los edificios, los árboles. Las casas y heredades se llaman predios o
fundos”.
Tanto las cosas muebles como las inmuebles tienen en nuestro Código Civil una distinta
reglamentación, basada más bien en razones históricas que prácticas. El Código otorga gran
preferencia a los inmuebles y ello se manifiesta en las siguientes diferencias:
i) La venta de bienes raíces debe efectuarse por escritura pública, mientras que la de
los muebles es calificado como un contrato consensual, conforme al artículo 1801 del Código
Civil.
ii) La tradición de los inmuebles se efectúa por la inscripción en el Registro del
Conservador de Bienes Raíces (en adelante “CBR”) conforme al artículo 686 del Código Civil; la
de los muebles por la simple entrega material conforme al artículo 684 del Código Civil.
iii) En materia de prescripción adquisitiva ordinaria, para los muebles se requiere un
plazo de dos años; para los inmuebles cinco años, conforme al artículo 2508 del Código Civil.
iv) En materia de sucesión por causa de muerte, los herederos no pueden disponer de
los inmuebles mientras no se les haya otorgado la posesión efectiva y se hayan practicado las
inscripciones que contempla el artículo 688 del Código Civil; exigencias que no se aplican a los
bienes muebles.
v) La venta de los bienes raíces del pupilo debe hacerse en pública subasta y previo
decreto judicial conforme a los artículo 393 y 394 del Código Civil, requisitos que no rigen para
la generalidad de las cosas muebles.
vi) La acción rescisoria por lesión enorme sólo procede en la venta o permuta de bienes
raíces, conforme al artículo 1891 del Código Civil.
vii) En materia de sociedad conyugal, porque mientras los bienes muebles que los
esposos aportan al matrimonio o que los cónyuges adquieren a cualquier título durante él,
entran a formar parte de la sociedad conyugal, los bienes raíces que se hayan aportado o que se
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Pertenecen a esta categoría aquellos bienes que pueden transportarse de un lugar a otro sin
que pierdan su individualidad, sin que dejen de ser lo que son. Se dividen en muebles por
naturaleza y muebles por anticipación.
ii) Muebles por anticipación. Son aquellas cosas que, sin perjuicio de ser inmuebles
por naturaleza, por adherencia o por destinación, son consideradas como muebles por la ley,
para el efecto de constituir derechos sobre ellas a favor de una persona distinta del dueño, antes
de su separación del inmueble al que pertenecen. A ellos se refiere el artículo 571 del Código
Civil que dispone: “Los productos de los inmuebles y las cosas accesorias a ellos, como las
yerbas de un campo, la madera y fruto de los árboles, los animales de un vivar, se reputan
muebles aún antes de su separación, para el efecto de constituir un derecho sobre dichos
productos o cosas a otra persona que el dueño. Lo mismo se aplica a la tierra o arena de un
suelo, a los metales de una mina y a las piedras de una cantera”. La enumeración contemplada
no es taxativa sino meramente ejemplar.
Derivado del carácter de muebles de los señalados bienes, se deriva la lógica
consecuencia de que se aplica íntegramente la reglamentación de los muebles a su respecto.
El artículo 571 del Código Civil está basado en el principio de que lo accesorio sigue la
suerte de lo principal. Consecuentemente con el principio indicado, el artículo 1801 del Código
Civil dispone: “La venta de los bienes raíces, servidumbres y censos y la de una sucesión hereditaria no
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se reputan perfectas, mientras no se ha otorgado escritura pública. Los frutos y flores pendientes, los
árboles cuya madera se vende, los materiales de un edificio que va a derribarse, los materiales que
naturalmente se adhieren al suelo, como piedras y sustancias materiales de toda clase, no están sujetos a
esta excepción”.
Por otra parte, el artículo 574 del Código Civil prescribe: “Cuando por la ley o por el hombre
se usa de la expresión bienes muebles sin otra clasificación, se comprenderá en ella todo lo que se entiende
por cosas muebles conforme al artículo 567 del Código Civil”. Quedan pues excluidos los muebles por
anticipación y los muebles incorporales.
Muebles de una casa. El inciso final del artículo 574 del Código Civil dispone: “En los
muebles de una casa no se comprenderá el dinero, los documentos y papeles, las colecciones científicas o
artísticas, los libros o sus estantes, las medallas, las armas, los instrumentos de arte y oficios, las joyas, la
ropa de vestir y de cama, los carruajes o caballerías o sus arreos, los granos, caldos, mercancías ni en
general otras cosas que las que forman el ajuar de una casa”.
La disposición citada cobra real importancia, dentro del derecho de familia, dado a que
la declaración de bien familiar puede recaer tanto sobre el inmueble que sirve de residencia
principal a la familia, como en los muebles que guarnecen el hogar.
El artículo 568 del Código Civil dispone: “Los inmuebles o fincas o bienes raíces son las cosas
que no pueden transportarse de un lugar a otro, como las tierras y minas, y las que adhieren
permanentemente a ellas, como los edificios o los árboles”.
Se clasifican en:
ii) Inmuebles por adherencia o por accesión. Son ciertos bienes, que sin perjuicio de
ser muebles, son considerados inmuebles, por estar permanentemente adheridos a éstos. Los
contempla el artículo 568 del Código Civil al decir que inmuebles son las cosas que adhieren
permanentemente a ella, como los edificios o los árboles. La ley exige la concurrencia de dos
requisitos para darle a un bien el carácter de inmueble por adherencia: primero, que la cosa esté
adherida a un inmueble; y, segundo, que la adherencia sea permanente. Sobre este punto, el
profesor Daniel Peñailillo señala que los inmuebles por adherencia, una vez separados, del
inmueble al cual se encuentran unidos, se reputan bienes muebles, incluso antes de su
separación para efectos de constituir derechos a favor de terceros. De lo anterior, se desprende
que un mismo bien, puede ser considerado, respecto de la adherencia permanente, bien
inmueble y mueble respecto de los derechos constituidos sobre terceros. La importancia de la
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naturaleza jurídica de un bien, como inmueble por adherencia o como mueble por anticipación,
radica en el perfeccionamiento del contrato de venta que recae sobre ellos4.
El artículo 569 del Código Civil dispone: “Las plantas son inmuebles mientras adhieren al
suelo por sus raíces, a menos que estén en macetas o cajones, que puedan transportarse de un lugar a
otro”. Se debe tener presente que los frutos de los árboles son también inmuebles por adherencia,
ya que el artículo 571 del Código Civil los considera muebles para el solo efecto de constituir
derechos a favor de otra persona que el dueño. Luego, no es necesario que la adherencia sea
hecha por el propietario del inmueble, por lo demás, así lo han declarado en forma reiterada los
Tribunales.
La enumeración que hace el artículo 568 del Código Civil no es taxativa, como no lo es
ninguno de los contenidos en esta materia. Esta circunstancia ha permitido a la jurisprudencia
determinar que son inmuebles por adherencia los ferrocarriles, los túneles, los diques, las obras
portuarias, las líneas telegráficas, etc.
iii) Inmuebles por destinación. El artículo 570 del Código Civil dispone: “Se reputan
inmuebles, aunque por su naturaleza no lo sean, las cosas que están permanentemente destinadas al uso,
cultivo y beneficio de un inmuebles, sin embargo de que puedan separarse sin detrimento”. Si dejan de
estar al servicio de un inmueble recobrarán su primitivo carácter de muebles. La norma reside
en el deseo del legislador de evitar que una finca sea despojada de lo necesario para su
explotación.
El mismo artículo 570 se desprende que deben reunirse dos requisitos para dar a un bien
mueble el carácter de inmueble por destinación: primero, la cosa debe estar destinada al uso,
cultivo y beneficio de un inmueble; y, segundo, el destino de dichos bienes debe ser permanente.
Doctrinariamente se dice que no basta la destinación permanente de dichos muebles para que
pasen a ser inmuebles por destinación, sino que es preciso que dicho destino le sea dado por el
dueño del inmueble.
Lo anterior cobra relevancia en materia de responsabilidad extracontractual, respecto de
los daños producidos por un animal fiero que no reporta utilidad para la guarda o servicio del
predio, en donde existe una presunción de culpabilidad que afecta al dueño del predio, y que no
admite prueba en contrario, según lo establece el artículo 2327.
El profesor Daniel Peñailillo señala que celebrado un acto jurídico sobre un bien
inmueble, se entienden incluidos aquellos bienes muebles calificados como inmuebles por
destinación, pero la voluntad de las partes puede excluirlos. Sin perjuicio de lo anterior, una
doctrina distinta estima que como se han incluido también en los inmuebles por destinación
algunos que lo son por su adherencia, no podemos decir que sea una característica de los
inmuebles por destinación el que su destino les haya sido dado por el dueño del inmueble.
4 Si se trata de bienes inmuebles por adherencia, según establece el artículo 1801 CC, el contrato de venta se
perfecciona de forma consensual y no por escritura pública. Si se trata de bienes muebles por anticipación, la venta
cuenta con el mismo carácter, pero la tradición puede hacerse a través de la separación por parte del tercero, de los
muebles sobre los cuales se ha constituido el derecho en su favor.
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La diferencia entre los inmuebles por adherencia y los por destinación reside en que los
primeros están unidos a un inmuebles formando un solo todo, de manera que no pueden
separarse de ellos sin detrimento; en cambio, los inmuebles por destinación no están unidos al
suelo, pues si lo estuvieran perderían gran parte de su utilidad.
Conforme al artículo 572 del Código Civil: “Las cosas de comodidad u ornato que se clavan o
fijan de las paredes y que pueden removerse fácilmente sin detrimento de las mismas paredes, como
estufas, espejos, cuadros, tapicerías, se reputan muebles. Si los cuadros o espejos están embutidos en las
paredes, de manera que formen un mismo cuerpo con ellas, se considerarán parte de ellas, aunque puedan
separarse sin detrimento”. Resulta, por lo tanto, que estas cosas pueden ser inmuebles si están
embutidas en las paredes aunque puedan separarse sin detrimento, en cambio, si están
simplemente clavadas o fijadas en la pared, son muebles. Es esto una cuestión de hecho que
deberá apreciarse en cada caso concreto que se presente.
b) Cosas incorporales
El artículo 565 del Código Civil dispone que las cosas incorporales: “Son las que consisten
en meros derechos, como los créditos y las servidumbres activas”.
Las cosas incorporales se caracterizan porque no pueden ser percibidas por los sentidos,
sino por la inteligencia.
Luego, el artículo 576 señala que “Las cosas incorporales son derechos reales o personales”5.
A su vez, de los derechos reales nacen las acciones reales y de los derechos personales
nacen las acciones personales.
5 “Según esta identificación, para e Código no puede haber cosa incorporal que no consista en un
derecho, aunque se trate de algo que no tenga un ser real ni pueda ser percibido por los sentidos o aunque
se trate de una creación del derecho (objetivo); de lo que también se sigue que no puede haber un derecho
sin que sea cosa incorporal.” (Guzmán Brito, Alejandro. Las Cosas Incorporales en la Doctrina y en el
Derecho Positivo. p. 54. Editorial Jurídica de Chile, 1995.)
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específicos: primero, las acciones en una sociedad anónima son bienes muebles; segundo, la
acción dirigida a obtener la cancelación de una hipoteca es inmueble; tercero, la acción
relacionada con el mandato es inmueble si se exige al mandatario la entrega de los bienes raíces
adquiridos en el ejercicio de su encargo; y, cuarto, los derechos litigiosos deben estimarse como
bienes muebles o inmuebles según sea la cosa que se persigue por medio de la acción ejercida en
el juicio respectivo.
Los derechos personales pueden recaer sobre cosas o sobre derechos. Si la obligación es
de hacer, atendiendo a si la cosa debida es un hecho o una abstención, no podría atenderse a la
naturaleza de la cosa para calificar el derecho personal de mueble o inmueble. De allí que el
artículo 581 del Código Civil dispone: “Los hechos que se deben se reputan muebles. La acción para
que un artífice ejecute la obra convenida, o resarza los perjuicios causados por la inejecución del convenio
entra por consiguiente en la clase de los bienes muebles”.
Por su naturaleza, esta clasificación es aplicable sólo a los bienes muebles. Se encuentra
confusamente contenida en el artículo 575 del Código Civil.
Se ha llegado a precisar en esta clasificación una distinción entre consumibilidad objetiva
y subjetiva.
Son objetivamente consumibles los bienes que atendida su natural función se destruyen
por el primer uso. En este sentido, se concibe una destrucción natural y una civil. Se destruyen
naturalmente si desaparecen físicamente o sufren una alteración substancial; se destruyen
civilmente si su uso implica enajenación. Así los alimentos son naturalmente consumibles; las
monedas son civilmente consumibles, pues su uso implica enajenarlas.
Son objetivamente no consumibles los bienes que, considerando su natural función, no se
destruyen ni natural ni civilmente por el primer uso (como una mesa o un automóvil).
Son subjetivamente consumibles los bienes que, atendido el destino que les asigna su
actual titular, su primer uso importa enajenación o destruirlos. Son subjetivamente no consumibles
los bienes que, atendido ese destino, su primer uso no importa enajenarlos.
Combinando ambas clasificaciones, puede haber bienes que pertenecen a una de las
consumibilidades y no a la otra. Por ejemplo, los libros de una librería son consumibles
subjetivamente para el librero, pero son no consumibles objetivamente. En otros casos, el bien es
consumible desde ambos puntos de vista, como los alimentos de un almacén, que son
consumibles subjetivamente para el almacenero, y también objetivamente consumibles.
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En general puede señalarse que son fungibles las cosas que por presentar entre sí una
igualdad de hecho, se les considera como de igual poder liberatorio.
Si una cosa en un acto jurídico está determinada en cuanto al género puede decirse que
es fungible. Una cosa es fungible cuando en concepto de las partes, puede ser reemplazada por
otra equivalente, por contar con igual poder liberatorio; por ejemplo, el vino, la leche, el agua,
etc. Una cosa no es fungible cuando no existe otra equivalente que pueda reemplazarla, por
ejemplo, un cuadro famoso.
La fungibilidad o no fungibilidad de una cosa va a depender de la voluntad de las partes:
si la cosa es única en su especie, y el pago no puede efectuarse sino con dicha cosa, ella no es
fungible. En todo caso, la similitud es graduable por las partes, por lo que la fungibilidad va a
depender del grado con que esa semejanza de exija, por ejemplo, el deudor debe el cuadro
Guernica de Picasso, pero al final acepta el cuadro los Tres Músicos, del mismo pintor.
Desde otro punto de vista, el concepto de fungibilidad también se puede aplicar a los
hechos. Así habrá hechos que se considerarán fungibles (como aquellos cuya ejecución no
requiere de condiciones o destrezas especiales), y otros no (como un concierto del tal cantante).
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Una apreciación general permite concluir que la fungibilidad es más frecuente que la
consumibilidad, ya que muy corrientemente la fungibilidad concurre en las cosas consumibles y
además se presenta sola; así ocurre con todos los artículos de uso habitual, durables, y
producidos en serie.
Lo anterior puede servir como explicación de la confusión en que incurre el artículo 575,
según el cual las cosas consumibles pertenecen a las fungibles, significando que las cosas
consumibles son una especie de las fungibles.
A propósito de esta misma disposición conviene aclarar la situación de las especies
monetarias; sin duda son fungibles, ya que las de igual valor tienen idéntico poder liberatorio; y
además, son consumibles, pues empleadas en su normal destino perecen, se destruyen
civilmente con el primer uso. Cuando el Código Civil afirma “en cuanto perecen para el que las
emplea como tales, son cosas fungibles”, debe enmendarse el último término y concluir
“consumibles”.
Fungibilidad subjetiva. Sin que sea aceptada unánimemente, se ha propuesto una acepción
subjetiva de la fungibilidad. Conforme a ella, dos o más cosas son subjetivamente fungibles
cuando el interesado les atribuye igual valor económico y de uso y, en todo caso, igual poder
liberatorio, sin que intervenga el valor de afección.
Con esta noción, hay cosas que, siendo objetivamente fungibles, subjetivamente pueden
no serlo; ocurre sobre todo cuando está presente el llamado valor de afección (así, un reloj
corriente, por ser un antiguo recuerdo familiar puede no ser fungible para su actual propietario).
Acogida esta idea de fungibilidad subjetiva, adquiere importancia en instituciones como
la dación en pago, las obligaciones alternativas, la compensación convencional.
Bienes principales son aquellos que tienen existencia independiente, sin necesidad de
otros. Bienes accesorios, los que están subordinados a otros sin los cuales no pueden subsistir (el
suelo es un ejemplo de la primera clase; los árboles de la segunda).
El Código Civil no formula esta clasificación, pero la reconoce implícitamente en muchas
de sus disposiciones (artículos 587, 1122, 1127, 1830).
La clasificación no sólo se aplica a los bienes corporales; también a los incorporales o
derechos, así la servidumbre es accesoria del derecho de dominio sobre el predio en que la
servidumbre se ejerce, la hipoteca es accesoria del crédito que garantiza, etc.
La clasificación tiene importancia debido a la existencia del principio de que lo accesorio
sigue la suerte de lo principal. Así, traspasado un derecho sobre una cosa principal,
generalmente se entiende traspasado el derecho sobre las accesorias; extinguido un derecho
sobre una cosa principal, se extingue el derecho sobre las accesorias.
Hay autores, e incluso ciertas legislaciones que distinguen tres especies de cosas
accesorias:
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a) Partes integrantes. Son los componentes de una cosa que, estando incorporados a
ella, pierden o carecen de individualidad, como las partes de un reloj.
b) Pertenencias. Son cosas muebles que tienen una propia individualidad, pero que
están destinadas al uso, cultivo o beneficio de otro mueble o inmueble.
c) Cosas accesorias en sentido estricto. Son las cosas que sin ser integrantes ni
pertenencias de otra, por voluntad de las partes se incluyen en otra que se reputa principal, sin
tener con ésta una unidad de destino económico.
Una cosa es físicamente divisible cuando puede ser separada en diversas partes, sin que
por ello pierda su individualidad. Ejemplo de lo anterior son los alimentos. Una cosa es
intelectualmente divisible cuando es susceptible de dividirse en según su utilidad, por ejemplo,
respecto de dos copropietarios de un automóvil.
Todas las cosas son divisibles, por lo menos intelectualmente; sin embargo, algunas son
indivisibles por expresa disposición de la ley, por ejemplo, el derecho de servidumbre de
tránsito, la prenda, la hipoteca, etc.
Son bienes singulares los que constituyen una unidad, natural o artificial. Son bienes
universales las agrupaciones de bienes singulares que no tienen entre sí una conexión física,
pero que forman un todo funcional y están relacionados por un vínculo determinado.
a) Las universalidades de hecho pueden ser definidas como un conjunto de bienes que, no
obstante conservar su individualidad, forman un todo al estar unidos por un vínculo de igual destino,
generalmente económico. Los bienes que la componen pueden ser de la misma o distinta
naturaleza. Esto permite distinguir dentro de las universalidades de hecho dos categorías: las
colecciones y las explotaciones6.
Los bienes que la componen mantienen su propia individualidad, función y valor, por lo
que no se consideran universalidades de hecho las meras partes o fracciones de un bien singular.
El vínculo que une a las cosas singulares para formar la universalidad de hecho es el
común destino o finalidad, que generalmente es de carácter económico y otorgado por el dueño
de los bienes singulares. Impreso el destino unificante (por el dueño), se mantiene la
universalidad aunque algunas cosas sean objeto de negociación separada.
6 Las colecciones de objetos están constituidas por bienes singulares de naturaleza homogénea (como un
rebaño o una biblioteca). Por otra parte, las explotaciones están constituidas por bienes singulares de diversa
naturaleza; las más de las veces conformados por cosas incorporales, como un establecimiento de comercio.
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Sin embargo, las distinciones anteriores son supuestas por el Código Civil, por ejemplo,
en los artículos 1317, 2304, 951 y 788.
Atendiendo a la existencia real de los bienes al momento de crearse una relación jurídica
se clasifican en presentes o futuros. Los presentes son los que a un momento determinado, al
celebrarse una relación jurídica, tienen una existencia real. Los futuros son los que a esa época
no existen y tan solo se espera que existan.
a) La futureidad puede considerarse desde un punto de vista objetivo o desde el
punto de vista de alguna de las partes: en este último sentido, la cosa es estimada futura cuando,
existiendo realmente, no pertenece al sujeto, pero se espera que en el futuro la adquiera.
b) La futureidad admite graduaciones, tratándose especialmente de cosas
compuestas (así por ejemplo, a la época de la relación jurídica un edificio puede encontrarse en
una etapa inicial de construcción, y entonces puede resultar dudoso su calificativo de bien actual
o futuro).
c) Asimismo, existe una graduación en relación con las probabilidades de existencia
de las cosas futuras. En este sentido se distinguen bienes futuros de existencia esperada y de
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existencia aleatoria, según haya más o menos probabilidades de existencia (el fruto de un árbol
es ejemplo de los primeros; el producto de una pesca, de los segundos).
Bienes comerciables son los que pueden ser objeto de relaciones jurídicas privadas, de
manera que sobre ellos puede recaer un derecho real o puede constituirse a su respecto un
derecho personal (artículos 1461, 2498).
Bienes incomerciables (o no comerciables), son los que no pueden ser objeto de relaciones
jurídicas por los particulares; no puede existir a su respecto un derecho real ni personal.
Entre los bienes incomerciables puede distinguirse:
a) Bienes incomerciables en razón de su naturaleza (como la alta mar, el aire); en
realidad, estas cosas (llamadas "cosas comunes a todos los hombres" conforme al art. 585), son
las únicas que no son objeto de relaciones jurídicas en general y las únicas a las que se puede
aplicar la expresión de cosas que están fuera del comercio humano; más aún, si en el concepto
de bien se incorpora la apropiabilidad, estas cosas no son “bienes”.
b) Bienes incomerciables en razón de su destino, los que, siendo naturalmente
comerciables, se han substraído del comercio jurídico para dedicarlos a un fin público, como las
plazas, calles y otros bienes nacionales de uso público. Puede observarse que pueden ser objeto
de ciertas relaciones jurídicas, aunque de carácter público, como las concesiones que otorga la
autoridad; sólo desde el punto de vista del derecho privado pueden ser considerados
incomerciables.
La regla general es que las cosas sean comerciables. Los preceptos que contemplan la
incomerciabilidad de ciertas cosas son excepcionales; por lo tanto, deben interpretarse
restrictivamente. Otra clasificación de la incomerciabilidad distingue entre incomerciabilidad
absoluta o permanente, versus incomerciabilidad transitoria o momentánea.
Son absolutamente incomerciables las cosas comunes a todos los hombres, conforme al
artículo 585 del Código Civil, los bienes nacionales de uso público, los derechos personalísimos,
etc.
Son transitoriamente incomerciables las cosas enumeradas en los números tercero y cuarto
del artículo 1464 del Código Civil, es decir, las cosas embargadas por decreto judicial a menos
que el juez lo autorice o el acreedor consienta en ello y las especies cuya propiedad se litiga sin
permiso del juez que conoce del litigio, respectivamente. La importancia de esta clasificación
reside en el hecho que las cosas incomerciables no pueden ser adquiridas por prescripción, de
conformidad a lo establecido en el artículo 2498 del Código Civil.
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El profesor Peñailillo señala que las llamadas "cosas destinadas al culto divino", es decir,
bienes que están destinados al cultivo de la actividad religiosa, son bienes comerciables, pues la
ley civil chilena no los excluye de las relaciones jurídicas privadas; y que los preceptos citados
(artículos 586, 587, 1105) que, por la época en que fueron dictados, se refieren a la Iglesia
Católica, demuestran la comerciabilidad de estos bienes, en cuanto pueden ser objeto de
relaciones jurídicas privadas.
Artículo. 589. Se llaman bienes nacionales aquellos cuyo dominio pertenece a la nación toda.
Si además su uso pertenece a todos los habitantes de la nación, como el de calles, plazas, puentes y
caminos, el mar adyacente y sus playas, se llaman bienes nacionales de uso público o bienes públicos.
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Los bienes nacionales cuyo uso no pertenece generalmente a los habitantes, se llaman bienes del
Estado o bienes fiscales.
Como se señaló, bienes privados son los que pertenecen a los particulares. Bienes
públicos o nacionales son “aquellos cuyo dominio pertenece a la nación toda” (artículo 589).
Son aquellos cuyo dominio pertenece a la nación toda y su uso a todos los habitantes
(artículo 589). El mismo Código se encarga de señalar algunos ejemplos: plazas, puentes, calles,
caminos, mar adyacente). La tuición de estos bienes queda encargada a distintas autoridades,
según su naturaleza.
Presentan como características las siguientes:
i) Su uso pertenece a todos los habitantes de la nación.
ii) Aunque en el Código no se expresa que estos bienes son incomerciables, por su
destino están fuera del comercio.
iii) La autoridad puede otorgar “permisos” o “concesiones” sobre ellos (artículos 598,
599 y 602).
Puede ser necesario o conveniente para el Estado desprenderse del dominio de alguno de
estos bienes; para ello es menester que se “desafecte” de su condición de bien nacional de uso
público, eliminándose tal calidad y destino.
b) Bienes fiscales
El Estado puede ser sujeto de derechos privados. Son los llamados bienes fiscales los que
constituyen el patrimonio privado del Estado; le pertenecen en cuanto sujeto de relaciones
patrimoniales privadas. Con el artículo 589 puede decirse que estos bienes fiscales son los bienes
nacionales cuyo uso no pertenece a la nación toda.
Teóricamente, el régimen jurídico de estos bienes sería el de las normas de Derecho
privado. Sin embargo, siempre se han dictado leyes especiales que reglamentan la adquisición,
administración y disposición de estos bienes (actualmente, DL. 1.939; y deben tenerse siempre
presente las importantes disposiciones de los artículos 19 N° 21 y 60 N° 10 de la CPR).
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CAPÍTULO II
El inciso 2° del artículo 577 señala que son derechos reales el de dominio, el de herencia,
los de usufructo, uso o habitación, los de servidumbres activas, el de prenda y el de hipoteca.
Luego agrega que se estos derechos nacen las acciones reales.
El artículo 579 agrega que el censo, en cuanto se persigue a la finca acensuada, es
también un derecho real.
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e) Prenda (artículo 2384). Por el contrato de empeño o prenda se entrega una cosa
mueble a un acreedor para la seguridad de su crédito. La cosa entregada se llama prenda. El
acreedor que la tiene se llama acreedor prendario.
8 Legislaciones extranjeras reconocen otros derechos reales: el derecho real de enfiteusis y el derecho real de
superficie. El primero consiste en una relación en virtud de la cual sobre un fundo (rústico) y sus accesiones, es
concedido (a cambio de una retribución de carácter periódico), un derecho perpetuo o temporal, de utilización de
naturaleza real y alienable, a una persona llamada enfiteuta, con el deber de mejorar el fundo, generalmente a través
del cultivo. El derecho de superficie es un derecho de propiedad que recae sobre los edificios o plantaciones existentes
en un terreno cuyo dominio pertenece a otra persona. Esos edificios o plantaciones toman el nombre de superficies
(ALESSANDRI R. Arturo y otros, Tratado de los Derechos Reales, Tomo I, p. 27, Editorial Jurídica, Quinta Edición,
1993).
9
ALESSANDRI R. Arturo, ob. cit. p.23.
18
Derecho de Bienes
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Los derechos reales pueden ser clasificados en derechos reales de goce y derechos reales
de garantía. Los primeros, permiten la utilización directa de la cosa (como el uso y el usufructo)
y los segundos, permiten la utilización indirecta de la cosa, por su valor de cambio (como la
prenda y la hipoteca).
Otra clasificación, señala que en virtud de carácter integral del derecho de dominio
conduce a considerarlo separadamente, ante los demás que, en conjunto, suelen denominarse
“derechos reales en cosa ajena”.
Derechos personales o créditos son los que sólo pueden reclamarse de ciertas personas
que, por un hecho suyo o la sola disposición de la ley, han contraído las obligaciones
correlativas, como el que tiene el prestamista contra su deudor por el dinero prestado, o el hijo
contra el padre por alimentos. De estos derechos nacen las acciones personales conforme lo
dispuesto en el artículo 578 del Código Civil.
Se puede efectuar el siguiente paralelo entre los derechos reales y los personales:
i) En cuanto a su fuente. Los derechos reales nacen de los modos de adquirir y son
sólo los que la ley señala, siendo su número limitado, no hay otros que los que la ley determina
(numerus clausus). El número de derechos personales es ilimitado, hay tantos derechos
personales como relaciones jurídicas puedan crearse (numerus apertus) y nacen de las fuentes
de las obligaciones.
ii) Elementos constitutivos de uno y otro derecho. En el derecho real hay sólo dos
elementos: el sujeto activo y el objeto del derecho. En el derecho personal hay tres elementos: el
acreedor, el deudor y el objeto.
iii) En cuanto al objeto. El objeto del derecho real es siempre una cosa; el objeto del
derecho personal puede ser la prestación de una cosa, de un hecho o una abstención.
El titular del derecho real se aprovecha directamente de la cosa objeto del derecho o de la
utilidad que éste pueda proporcionar. La relación entre el titular del derecho personal, el
acreedor, y la cosa es indirecta, es a través del deudor.
iv) Carácter absoluto del derecho real y relativo del personal. El derecho real, dado
que se ejerce directamente en la cosa, sin consideración a determinada persona, es absoluto. El
derecho personal es relativo.
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Derecho de Bienes
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Por derecho absoluto se entiende aquel derecho cuyo titular puede hacerlo valer contra
todos los demás sujetos (erga omnes), porque se estima que sobre todos ellos pesa el deber de no
perturbar ni violar el derecho mismo10.
Por derecho relativo se entiende el derecho cuyo titular puede hacerlo valer sólo contra
una o más personas determinadas, ligadas por un vínculo específico.
v) Diferencias en cuanto a las acciones que dan lugar. De los derechos reales nacen
las acciones reales y de los derechos personales las acciones personales (artículos 577 y 578)
La acción real, igual que el derecho real, es una acción absoluta, pues se ejerce sin
respecto a determinada persona. La acción personal, en cambio, sólo puede ejercerse en contra
de la persona que contrajo la obligación correlativa; es por tanto, una acción relativa.
A partir de la trilogía conformada por los artículos 565, 576 y 583 se ha elaborado la
doctrina de la cosificación de los derechos. La primera disposición citada entrega la distinción
entre cosas corporales e incorporales. El artículo 576 establece que las cosas incorporales son
derechos reales y personales y, finalmente, el artículo 583 señala que “Sobre las cosas incorporales
hay también una especie de propiedad. Así el usufructuario tiene la propiedad sobre su derecho de
usufructo”.
La distinción entre derechos corporales e incorporales viene dada desde el Derecho
Romano. El profesor Ramón Domínguez Águila señala que en el Derecho Romano el dominio se
excluía de los derechos reales, lo que acarreaba la consecuencia de que no se producía la
superposición de derechos, como se produce en nuestra legislación.
Los derechos, al ser considerados cosas, como objetos de derechos, han sido reducidos en
la terminología de “propietarización de los derechos”, que cuenta además, con rango
constitucional, en el artículo 19 Nº 24 de la Carta Fundamental.
La cosificación o propietarización de los derechos, consiste en que existe una especie de
propiedad sobre los mismos. A mayor abundamiento, respecto del derecho de dominio -en
donde existe identidad entre el derecho y el objeto del derecho; es decir entre el dominio y la
cosa. De allí que se exprese “mi casa” y no “mi derecho de dominio sobre esta casa” se produce
la superposición del dominio sobre el dominio. Luego, sobre el resto de los derechos reales, se
da la superposición de derecho sobre derecho (dominio sobre un derecho real limitado). Luego
de permanecer mucho tiempo en el Código Civil, la cosificación de los derechos adquiere
consagración constitucional en el precepto contenido en el artículo 19 Nº 24 de la CPR y amparo
a través del artículo 20, con el recurso de protección sobre el dominio, ante privación,
perturbación o amenazas.
Finalmente, cabe señalar que el profesor Alejandro Guzmán Brito, afirma que la
expresión “especie de propiedad” y “propiedad en sus diversas especies”, referidas por el
Código Civil y la CPR, en los artículos 583 y 19 Nº 24, respectivamente, no son fortuitas y que
10 Nos remitimos a la discusión acerca de la obligación pasivamente universal que generarían los derechos
reales.
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DE LA PROPIEDAD
1. GENERALIDADES
Se ha dicho que la actual organización social descansa sobre dos bases: la propiedad y la
familia. El derecho de propiedad es el más amplio y completo de los derechos reales, pues
otorga a su titular la plenitud de las facultades que se puede tener sobre una cosa. La labor de
los filósofos y economistas de la revolución francesa hace triunfar la idea de libertad para
cultivar y enajenar las tierras. A fines del siglo XIX surge una nueva doctrina que ve en la
propiedad una función social12, que hace primar sobre los derechos del dueño, los que tiene la
colectividad sobre los bienes susceptibles de satisfacer sus necesidades.
1.2 Concepto
El artículo 582 del Código Civil dispone: “El dominio, que se llama también propiedad, es el
derecho real en una cosa corporal, para gozar y disponer de ella arbitrariamente, no siendo contra la ley o
contra derecho ajeno”.
Tal definición es consecuencia de una concepción analítica del dominio, que lo concibe
como un conjunto de facultades o prerrogativas identificables y de cierta autonomía y, por tanto,
con un criterio cuantitativo se dedica a enumerar las facultades que el dominio confiere al
propietario.
Se opone a ella la concepción sintética, que lo concibe como un señorío monolítico o
poder pleno sobre el objeto de la propiedad, con prescindencia de facultades identificables que
puedan describirse separadamente y con autonomía.
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El artículo 582 sólo hace alusión al derecho de propiedad sobre una cosa corporal; para
llenar el vacío el artículo 583 señala: “Sobre las cosas incorporales hay también una especie de
propiedad. Así, el usufructuario tiene la propiedad de su derecho de usufructo”.
1.3 Caracteres
Es un derecho real, como lo indican los artículos 577 y 582 del Código Civil. De ahí que
esté amparado por una acción real, la reivindicatoria conforme al artículo 890 del Código Civil.
El uso, es la facultad para utilizar la cosa según su naturaleza; así, el propietario de una
casa puede habitarla.
El goce, consiste en el derecho de gozar de la cosa, percibiendo todos los frutos que ella
es susceptible de producir; así, el propietario de una casa recibe el pago de la renta y el de un
fundo su cosecha, goce jurídico y natural, respectivamente.
13 Algunos autores agregan una quinta característica, que el dominio es elástico, esto significa que el dominio
puede ampliarse o contraerse dependiendo si su titular tiene todas o alguna de sus facultades.
14 El artículo 582 sólo menciona las facultades de goce y disposición y omite la de uso. Sin embargo, la doctrina
ha señalado que dentro de la facultad de gozar la cosa se encuentra comprendida de la usarla, por lo que el dominio
confiere el ius utendi, abutendi y fruendi sobre la cosa.
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El abuso, o sea, el derecho de hacer con la cosa lo que a uno le plazca, viene a darle
fisonomía propia al derecho de dominio, distinguiéndolo de los demás derechos reales. Otros
derechos reales como el usufructo o la habitación, conceden a su titular el derecho de usar y
gozar de la cosa, pero sólo en el dominio encontramos la facultad de disposición. La expresión
abuso no debe entenderse en el sentido de ser contraria a la ley, sino únicamente debe dársele el
alcance de que el dueño puede abusar de la cosa jurídicamente, enajenándola, o destruyéndola
materialmente, consumiéndola o transformándola.
En el Código Civil existe una serie de disposiciones que tienen por objeto impedir que se
entorpezca la libre enajenación de la propiedad, por ejemplo, los artículos 745 y 769 que
prohíben la constitución de fideicomisos y usufructos sucesivos; el artículo 1126 que prohíbe los
legados con la condición de no enajenar la cosa; el artículo 1964 que prohíbe el arriendo con la
condición de no enajenar la cosa, etc. Todos estos preceptos nos permiten afirmar que, en
nuestro derecho, la libre enajenación es una facultad de la esencia de la propiedad.
Mucho se ha discutido en torno a la validez de la “cláusula de no enajenar” (convención
en la que el propietario de un objeto se obliga a no disponer de él), en torno a los casos no
reglamentados por el legislador, ya que, como en otras materias, la ley permite y prohíbe su
aplicación en diversos casos, pero no sienta un principio general de validez o invalidez.
i) Artículo 751 del Código Civil que permite que el constituyente prohíba al
propietario fiduciario que enajene la propiedad fiduciaria;
ii) En materia de usufructo, el constituyente puede prohibir al usufructuario que
enajene o ceda su derecho conforme al inciso tercero del artículo 793 del Código Civil;
iii) En materia de donación, el legislador establece que puede donarse una cosa con
la condición de no enajenar, conforme al primer número del artículo 1432 del Código Civil.
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Derecho de Bienes
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Por otra, se opta por la libertad de los particulares de contratar los convenios que estimen
y entre ellos, la de limitar la mencionada facultad dispositiva, además, señalan:
a) No hay una prohibición expresa general de estos pactos, y es principio
generalmente aceptado el que en Derecho privado se puede efectuar todo lo que no esté
expresamente prohibido por la ley.
b) Hay ocasiones en que la ley prohíbe expresamente esta cláusula de donde se
desprende que por lo general es posible convenirla.
c) Si el propietario puede desprenderse del uso, goce
y disposición, caso en el que enajena la cosa, más bien podría desprenderse de sólo esta última
facultad.
d) Por último, el Reglamento del Registro Conservatorio permite precisamente
inscribir "todo impedimento o prohibición referente a inmuebles, sea convencional, legal o
judicial, que embarace o limite de cualquier modo el libre ejercicio del derecho de enajenar"
(artículo 53 N° 3).
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El propio artículo 582 del Código Civil, al definir el derecho de dominio, establece que él
tiene dos limitaciones: el derecho ajeno y la ley.
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ii) Limitaciones establecidas por la ley. Todas ellas se fundan en el principio que
expresa que el interés social debe primar sobre el interés particular de los respectivos dueños.
Las más importantes son las expropiaciones por causa de utilidad pública, materia propia del
derecho administrativo, las restricciones de carácter sanitario, la servidumbre, el usufructo, la
propiedad fiduciaria, etc.
b) En cuanto a su extensión
17 La propiedad austral es aquella constituida en el sur de Chile, tanto respecto de los predios indígenas como
de los predios de particulares y fiscales. El Decreto Ley 1.600, dictado en marzo de 1931, impulsó un nuevo proceso
tendiente a definir los territorios de dominio fiscal en el sur de Chile.
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c) En cuanto al sujeto
LA COPROPIEDAD
1. GENERALIDADES
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Desde otro punto de vista, se conocen las comunidades proindiviso y prodiviso. La primera
es la auténtica comunidad, en los términos antes definidos, en la que el derecho de cada
comunero se extiende a la totalidad del objeto común. La segunda, denominada comunidad
prediviso es aquella en la que el derecho de cada sujeto recae sobre una parte físicamente
determinada del objeto de que se trata, ejerciéndolo exclusivamente sobre esa parte, y además,
se extiende a otros sectores de la cosa en que hay efectiva comunión con los otros comuneros,
por ejemplo, la propiedad horizontal.
La comunidad está reglamentada, siguiendo la doctrina de Pothier, dentro de los
cuasicontratos, artículos 2304 y siguientes del Código Civil.
2. DURACIÓN DE LA INDIVISIÓN
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Nuestro Código Civil parece seguir la doctrina romana, con la dualidad de situaciones ya
vistas. Sobre su cuota cada comunero tiene un derecho absoluto, como se desprende de los
artículos 892, 1812 y 2417 del Código Civil, que autorizan al comunero, respectivamente, para
reivindicar, vender o hipotecar su cuota en forma absolutamente libre, sin necesidad del
consentimiento de los demás comuneros.
La materia relativa a derechos, obligaciones y responsabilidades de los comuneros, y
extinción de la comunidad, se regula fundamentalmente en el párrafo del cuasicontrato de
comunidad (artículos 2304 y siguientes).
Silenció el Código el importante tema de la administración de la cosa común,
probablemente por estimar a la comunidad como una situación transitoria, textos posteriores
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Derecho de Bienes
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han remediado es parte la deficiencia (Código de Procedimiento Civil artículos 651, 653, 654 y
655; en materia de frutos artículos 1338 N° 3, 2310 del Código Civil).
Importante mencionar en relación a la administración de la cosa común, es el derecho a
veto, éste constituye una notoria concreción de la doctrina romana y que, por lo mismo,
contribuye a distinguirla. Consiste en la facultad que cada comunero tiene de impedir las
actuaciones de los otros en la cosa común, y esto es simple, pues aquella doctrina postula que
cada comunero es dueño de su cuota, resulta que ninguno, ni la mayoría, puede adoptar
decisiones sobre la administración de la cosa común porque afectaría las cuotas ajenas.
La doctrina ha acudido a diversos mecanismos para sortear el inconveniente del ius
prohibendi (que impone la unanimidad); así se ha propuesto considerar que el comunero que
actúa lo hace como un agente oficioso de los demás. Más acogida ha logrado la denominada
doctrina del mandato tácito y recíproco, en virtud del cual entre los comuneros existe un mandato
que es tácito (no formulado expresamente) y que es recíproco (cada uno lo ha recibido de los
demás), con el cual cualquiera puede efectuar actos de administración de la cosa común. En
nuestro país, la existencia de este mandato este discutido.
4. CLASES DE INDIVISIÓN
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Derecho de Bienes
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esperan la remoción de algún obstáculo para ser divididos entre los comuneros. De la lectura de
las normas del cuasicontrato de comunidad se colige que el Código tiene más bien la visión de
estas comunidades pasivas.
d) Según el objeto sobre el cual recaen. En este caso puede haber comunidad sobre
una universalidad o sobre una cosa singular.
La doctrina se ha dividido en cuanto a establecer el tipo de universalidades sobre las
cuales puede existir comunidad. Un sector, estima que la indivisión puede recaer tanto sobre
universalidades jurídicas18 como también sobre universalidades de hecho. Otra postura, señala
que sólo puede existir comunidad sobre las universalidades de hecho, dado que respecto de las
universalidades jurídicas o de derecho, no puede haber indivisión sobre el pasivo de la misma,
ya que éste se encuentra dividido por el solo ministerio de la ley (artículos 1354 y 2306).
Efectos de la partición19
Para la teoría romana, la partición tiene efectos atributivos; esto que el comunero es
reputado dueño del bien adjudicado desde el día de la adjudicación. Opuesto al efecto atributivo
de la partición, aparece el efecto declarativo de la misma, que consiste en que el comunero es
considerado dueño del bien adjudicado desde el origen de la comunidad, por una ficción legal, a
través de un efecto retroactivo de la adjudicación.
De lo antes expuesto fluye una radical importancia en torno a optar por uno u otro efecto
atribuible a la adjudicación, en la medida en que se hayan realizado enajenaciones –en el sentido
amplio de la expresión- por alguno de los comuneros antes de la partición y posterior
adjudicación. Si se le confiere un efecto atributivo, el comunero que enajena algún bien común
antes de la adjudicación –en el supuesto que le sea posteriormente adjudicado; es decir su cuota
se individualice en dicho bien-, enajena cosa ajena, dado a que el dominio no se encontraba
18 El ejemplo clásico de indivisión sobre una universalidad jurídica es el caso de la herencia, artículo 2306, como
bien señala el profesor Daniel Peñailillo.
19 La partición es el conjunto de actos tendientes a distribuir los bienes comunes entre los comuneros, en
proporción a sus cuotas.
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Comunicabilidad de la cuota
Dentro de la concepción romana, la cuota comunica su carácter a los bienes que integran
la comunidad, desde dos perspectivas. En primer término, se establece que la cuota se imprime
en cada uno de los bienes de la comunidad21. Luego, la comunicabilidad implica que la
naturaleza de la universalidad queda determinada por la naturaleza de los bienes que la
integran. La discusión doctrinara radica en establecer si la cuota comunica su carácter a los
bienes de la universalidad, toda vez que el Código Civil no se haya pronunciado al respecto. Un
sector doctrinario se inclina por la comunicabilidad, sosteniendo sus postulados en la tradición
de la concepción romana a la que adhiere el Código Civil. Disposiciones fundantes de tal
postura son los artículos 951 inciso 2º y 580. Suma a la postura anterior, el hecho de que el efecto
declarativo de la adjudicación que recoge el Código Civil, no implica que nuestro legislador
haya excluido los demás efectos de la teoría romana de la comunidad. A fortiori, si se piensa que
la partición no es la única fuente de terminación de la comunidad22.
Por otra parte, el sector doctrinario dominante, señala que la comunicabilidad no se
produce, dado a que el legislador se separó de la doctrina romana, teniendo como principal
argumento el artículo 1909, respecto de la cesión del derecho real de herencia, el cedente sólo se
hace responsable de la calidad de heredero que detenta, mas no de la existencia de bienes
determinados, en virtud del principio de que lo cedido sea la universalidad,
independientemente de los bienes singulares que la conforman. Se puntualiza además, que
nuestra legislación se opone al ya explicado efecto de la partición en la concepción romana: el
atributivo.
5. TÉRMINO DE LA COMUNIDAD
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El artículo 1317 del Código Civil autoriza a los comuneros a solicitar la partición, en
cualquier momento, es decir, nadie está obligado a permanecer en la indivisión. De ahí que la
acción de partición sea imprescriptible. Sin embargo, hay casos excepcionales en que no puede
hacerse uso de este derecho por las siguientes razones:
i) Cuando se ha pactado la indivisión por plazo, que no exceda de cinco años,
renovables a voluntad.
ii) En los casos de indivisión forzada, como el que existe en los lagos de dominio
privado, de las tumbas y mausoleos y en la propiedad horizontal.
6. COPOSESIÓN
Son los que no confieren todas las facultades del dominio, por ejemplo, la facultad de
gozar la cosa en el derecho de habitación, la facultad de disponer de la cosa en el derecho de
usufructo, uso y habitación. Lo dicho es sin perjuicio de la facultad que tiene el usufructuario de
disponer de su derecho de usufructo, facultad que no tiene el usuario ni el habitador. Se les
conoce también como desmembraciones del dominio o como derechos reales en cosa ajena.
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b) Derechos reales limitados de garantía. Son aquellos que sólo dan derecho sobre
una cosa para hacer efectiva en ella una obligación. Son, fundamentalmente, el derecho de
hipoteca, el de prenda y el de censo.
Son los que limitan o restringen las facultades que otorga el derecho de dominio a su
titular. Por regla general, los derechos reales limitados son limitativos del dominio. No lo es el
fideicomiso ya que la limitación que tiene el propietario fiduciario es en beneficio del
fideicomisario, que no es titular de ningún derecho real. Es decir, la limitación le es impuesta
por la ley y no por otro derecho real. Tampoco lo serían los derechos de usufructo o uso sobre
cosa mueble abandonada al primer ocupante pues, si bien es cierto que el usufructo y el uso
normalmente limitan al derecho de dominio, no lo harían en el caso propuesto por no existir tal
derecho mientras la cosa no es ocupada por alguna persona.
Ya hemos visto como hay otras imitaciones del dominio, por ejemplo, la hipoteca, la
prenda y el censo. También hemos visto que hay limitaciones del dominio que no son derechos
reales, por ejemplo, las obligaciones reales, el abuso del derecho, las que derivan de la vecindad,
las que se establecen en razón de salubridad pública, etc.
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CAPÍTULO III
1. CONCEPTO
Para la transferencia de bienes por acto entre vivos se han ido configurando diversos
sistemas. Con precedentes romanos en muchas legislaciones, entre ellas en la nuestra, para la
transferencia del dominio y demás derechos reales, y aun personales, se exige la concurrencia de
dos elementos jurídicos: un título y un modo de adquirir.
Titulo es el hecho o acto jurídico que sirve de antecedente para la adquisición del
dominio.
Modo de adquirir es el hecho o acto jurídico que produce efectivamente la adquisición del
dominio23. Concepto que también es aplicable a los demás derechos reales.
Con el solo título no se adquiere el dominio de las cosas: de él nace solamente un derecho
personal, el derecho de exigir que posteriormente se transfiera el dominio por el obligado,
mediante el correspondiente modo de adquirir.
El Código Civil sólo se limita a enumerarlos en el artículo 588 diciendo que son tales la
ocupación, la accesión, la tradición, la sucesión por causa de muerte y la prescripción. El
legislador olvidó enumerar un sexto modo de adquirir el dominio: la ley24.
La ocupación, definida en el artículo 606 del Código Civil, como aquel modo de adquirir
el dominio de las cosas que no pertenecen a nadie y cuya adquisición no es prohibida por las
leyes chilenas o por el derecho internacional. Este modo de adquirir, sólo se aplica a los bienes
muebles, ya que los inmuebles que carecen de dueño, pertenecen al Estado, con arreglo a lo
dispuesto en el artículo 590 del Código Civil.
La accesión, en conformidad con el artículo 643 del Código Civil, es un modo de adquirir
por el cual el dueño de una cosa pasa a serlo de lo que ella produce o de lo que se junta a ella.
Este modo de adquirir se aplica sólo a las cosas corporales, sean muebles o inmuebles.
23 Otro concepto: “Hecho o acto jurídico que sirve para hacer nacer o traspasar el dominio”.
24 La ley es modo de adquirir, por ejemplo, en la expropiación por causa de utilidad pública; los inmuebles que
carecen de dueño que pertenecen al fisco (artículo 590); o en el caso de la sociedad conyugal que se hace dueña de los
frutos producidos por los bienes propios de los cónyuges. Otro ejemplo que se solía señalar era el caso del usufructo
legal del padre o del marido, sin embargo, la doctrina moderna sostiene que ese “usufructo” no es tal, sino que se
trata sólo de un derecho legal de goce.
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Por último, por medio de la sucesión por causa de muerte se pueden adquirir no sólo las
cosas corporales e incorporales, sino también las universalidades jurídicas, específicamente el
derecho real de herencia. Excepcionalmente, por tradición también es posible adquirir este
derecho real.
La fuente de los derechos personales son las fuentes de las obligaciones (contrato,
cuasicontrato, delito, cuasidelito y la ley) y las fuentes de los derechos reales son los modos de
adquirir; pero también es posible la transferencia de un derecho personal ya existente, que
tendrá lugar a través de un modo de adquirir. Así, un acreedor, puede vender su crédito y en tal
caso tendrá que efectuar la tradición de ese derecho personal al que se lo ha comprado, el cual
entonces lo adquiere por dicho modo.
Se discute si pueden adquirirse o no derechos personales por prescripción, básicamente
porque se discute si pueden poseerse o no25.
a) Originarios y derivativos
Son originarios aquellos que provocan el nacimiento de un derecho sin que haya relación
de causa a efecto con el antecesor, esto es, cuando el primer titular es la persona que adquiere la
cosa. Son modos de adquirir originarios la ocupación, la accesión y la prescripción.
En cambio, el modo de adquirir es derivativo cuando el dominio no nace
inmediatamente en el titular sino que hay traspaso de dominio, habiendo relación directa de
25 La mayor parte de la doctrina postula a que los derechos personales no son susceptibles de adquirirse por
prescripción, dado a que no permiten la aprehensión material. Respecto de los derechos reales, la aprehensión o
elemento material recae sobre la cosa sobre la cual se ejercen.
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causa a efecto entre el antecesor y el sucesor. Tal sucede en la tradición y en la sucesión por
causa de muerte.
Tiene importancia práctica esta clasificación por cuanto si el modo de adquirir es
originario, para medir al alcance del derecho que se adquiere, basta con atender al titular y nada
más. Por el contrario, para ver el alcance del derecho que se tiene tratándose de un modo de
adquirir derivativo, hay que atender al derecho que tenía el otro dueño, porque nadie puede
transmitir o transferir más derechos que los que tiene.
Los primeros son aquellos en que opera el traspaso del dominio en vida de las personas
que intervienen en él, como sucede con la ocupación, accesión, tradición y prescripción. La
sucesión por causa de muerte, en cambio, requiere para que opere, la muerte del causante.
Es ésta una verdad indiscutible. En cambio, como lo señala el artículo 701 del Código
Civil, se puede poseer una cosa por varios títulos. Si bien se puede poseer una cosa por varios
títulos, el dominio se adquiere por uno solo y, en consecuencia, basta un modo de adquirir, no
pudiendo concurrir varios respecto de un mismo bien.
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Además de exigirlo el artículo 703 del Código Civil, es indispensable que la tradición sea
acompañada por un título, dado a que en nuestra legislación; a la inversa de lo que sucede en
Francia, de los contratos sólo nacen derechos personales, como fuentes de las obligaciones y
jamás derechos reales. En todo contrato, para que pueda cumplirse la obligación de transferir el
dominio, debe haber un modo de adquirir. En la tradición, por tanto, el título no se pide tanto
como un antecedente, sino más bien para cumplir la obligación personal que nace del contrato.
a) Porque en la sucesión por causa de muerte se puede suceder a una persona parte
intestada y parte testada. Si se aceptara la opinión de Alessandri llegaríamos al absurdo que se
podría adquirir en virtud de dos títulos, tesis que es rechazada generalmente.
c) Porque el artículo 588 del Código Civil sólo habla de modos de adquirir el
dominio y para nada de título, deduciéndose por tanto, que basta con la existencia del modo de
adquirir. Excepcionalmente el legislador, tratándose de la tradición, menciona y exige un título
traslaticio de dominio; en los demás modos de adquirir no se hace referencia alguna a los
títulos.
26 Lo anterior puede ser relacionado con la teoría de la causa; específicamente respecto de la causa eficiente que
comprende el título o antecedente jurídico de la obligación originada.
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LA OCUPACIÓN
1. Concepto
La ocupación es este el modo de adquirir más antiguo y natural y, por lo mismo, más
independiente de una consagración legal; sin embargo, el Código le dedica minuciosas
disposiciones, para varias clases de objetos ocupables.
2. Elementos
3. Campo de aplicación
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a) La cosa aprehendida carezca de dueño (artículo 606). Son las denominadas res
nullius. Puede tratarse de cosas que nunca han tenido propietario (como los llamados por el
Código animales bravíos), o que han tenido dueño pero dejaron de tenerlo (como los animales
domesticados que recobran su libertad natural), o que han sido abandonadas por su dueño al
primer ocupante (res derelictae).
Establecida esta exigencia de cosa sin dueño, con lo prescrito en el artículo 590 resulta
que este modo de adquirir el dominio sólo se aplica a los bienes muebles.
Si la aprehensión con ánimo de adquirir la cosa para sí recae sobre una cosa que tiene
dueño, no operará la ocupación como modo de adquirir el dominio, pero permitirá al ocupante
entrar en posesión de la cosa, y podrá, después de un tiempo, adquirirla por prescripción. La
ocupación entonces funcionará como "título para poseer".
b) Que la adquisición no esté prohibida por las leyes o por el Derecho Internacional.
Este requisito es más bien un supuesto de toda actuación jurídica, pero se menciona para
recordar que en ciertas actividades (como la pesca, la caza, la guerra) en las que la ocupación es
aplicada ampliamente, surgen numerosas restricciones legales (anunciadas en el artículo 622).
Se suele agregar que, por falta del elemento aprehensión material, no es posible la
aplicación de este modo a los bienes incorporales, derechos, que sólo son abstracciones,
quedando limitado a las cosas corporales muebles; si se acepta la posibilidad de posesión de
tales bienes, podría quizás aceptarse la ocupación como modo de adquirir el dominio de ellos,
puesto que la ocupación implica, como la posesión, tenencia con ánimo de dueño.
4. Reglas particulares
En esta materia el Código Civil ofrece un variado conjunto de normas para especies de
distinta naturaleza:
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LA ACCESIÓN
1. Concepto
El artículo 643 del Código Civil señala que “la accesión es un modo de adquirir por el cual el
dueño de una cosa pasa a serlo de lo que ella produce, o de lo que se junta a ella”.
2. Accesión de frutos
El Código Civil artículo 643) dispone que “los productos de las cosas son frutos...”. El
precepto confunde los términos, haciéndolos sinónimos; sin embargo, hay algunas otras
disposiciones que distinguen los dos conceptos, en el sentido antes descrito (por ejemplo los
artículos 537 y 784).
La distinción entre fruto y producto resulta de interés práctico pues hay textos legales, y
puede haber acuerdo entre particulares, por los que se conceden a alguien "los frutos" de un
determinado objeto.
a) Frutos naturales. "Se llaman frutos naturales los que da la naturaleza, ayudada o
no de la industria humana" (artículo 644). Para un adecuado concepto de esta clase de frutos
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debe recordarse la distinción doctrinaria entre fruto y producto ya analizada. En este sentido,
hay que tener presente que los frutos naturales (por ser frutos), deben
reunir los caracteres de periodicidad y conservación de la substancia de la cosa de la que
emanan.
Desde otro punto de vista, el precepto citado comprende a los frutos naturales
propiamente tales, que da la cosa espontáneamente, y a los denominados "frutos industriales",
que produce con la ayuda de la industria humana (como el
vino).
En cuanto al estado en que pueden encontrarse estos frutos naturales, el Código distingue
entre frutos pendientes, percibidos y consumidos (artículo 645). La distinción puede adquirir
importancia cuando el propietario celebra negociaciones con terceros sobre la cosa que los
produce (también en la expropiación de predios rústicos, en que a la época de efectuarse hay
frutos pendientes cuyo dominio e indemnización pueden discutirse entre el expropiado y la
institución expropiante).
b) Frutos civiles. Fruto civil es la utilidad equivalente que el dueño de una cosa
obtiene al conferir a un tercero el uso y goce de ella. El Código no lo define; se limita a ofrecer
ejemplos (artículo 647), de los que se puede desprender la noción. La renta de arrendamiento es
el más típico de estos ejemplos.
En cuanto al estado en que pueden encontrarse estos frutos, el artículo 647 dispone que
se llaman pendientes mientras se deben, y percibidos, desde que se cobran (más bien debe
entenderse que están percibidos desde que efectivamente se pagan ).
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3. Accesión continua
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modo de adquirir accesión opera, cuando se construye, planta o siembra con materiales o
semillas que pertenecen a persona distinta del dueño del suelo.
Incorporados definitivamente los materiales al suelo o arraigadas las semillas, por cierto
sin la existencia de un pacto o vínculo contractual entre los participantes, el Código aplica una
vez más el principio de que lo accesorio sigue la suerte de lo principal; y en esta materia, por su
orientación territorial, entiende que siempre el suelo es el elemento principal. El dueño del
predio adquiere por accesión lo edificado, plantado o sembrado.
LA TRADICIÓN
1. GENERALIDADES
Para la adquisición del dominio el Código Civil sigue la doctrina del derecho romano,
que distingue entre el contrato, por una parte, y el modo de adquirir, por otra29. Del contrato
nacen solamente derechos personales. El dominio se adquiere por el modo de adquirir, en este
caso, la tradición. El contrato es simplemente un antecedente, o título como lo denomina la ley,
que justifica la adquisición del dominio por la tradición.
Cabe considerar que toda tradición supone una entrega, a la cual se obliga, por lo
general, una de las partes que celebra un contrato que impone tal obligación. Pero no todos los
contratos que se celebran hacen nacer para una de las partes la obligación de entregar una cosa.
Sólo presentan este carácter los contratos translaticios de dominio, en virtud de los cuales una de
27 El profesor Daniel Peñailillo, señala que el artículo 670, pareciera discriminar entre los requisitos exigidos al
tradente y al adquirente para hacer la tradición, por cuanto al primero se le exige la “facultad” de transferir el
dominio y al segundo la “capacidad” para adquirirlo. Sin perjuicio de lo anterior, el mencionado autor señala que, a
raíz del carácter de convención de la tradición, ambos deben ser plenamente capaces.
28 Denotado en doctrina, el efecto “real de los contratos”, consiste en la transferencia del dominio u otros
derechos reales que éstos producen por el mero perfeccionamiento de los mismos.
29 Lo anterior se contrapone al efecto de los contratos atribuido por el Código Civil Francés, en virtud del cual,
por el mero contrato, se transfiere el dominio, sin requerir la presencia de un título.
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las partes asume la obligación de hacer la tradición con la significación jurídica de transferir el
dominio.
Cuando el Código Civil utiliza la palabra tradición, por lo general lo hace como sinónimo
de entrega, y no bajo la perspectiva de un modo de adquirir el dominio, lo que debe tenerse en
consideración para evitar equívocos. La tradición que permite la adquisición del dominio y que
es la definida por la ley, supone siempre la entrega de una cosa de manos del tradente al
adquirente; pero no toda entrega produce el efecto de la tradición como modo de adquirir el
dominio. Sólo la entrega que hace la parte que contrajo la obligación de dar, en virtud de un
título translaticio de dominio, constituye jurídicamente una tradición, operando la transferencia
del dominio si se cumplen los requisitos legales. También debe destacarse que por la tradición se
puede adquirir, no sólo el dominio, sino que también los demás derechos reales. Cabe
mencionar, finalmente, que también se pueden adquirir por tradición los derechos personales, lo
que permite apreciar el amplio alcance de la tradición como modo de adquirir, tanto cosas
corporales como incorporales, sin limitación alguna.
La tradición es un acto jurídico bilateral o convención, que requiere para que nazca a la
vida del derecho, de la manifestación de voluntad de dos partes: tradente y adquirente. La
primera, efectúa voluntariamente la entrega de la cosa y la segunda, voluntariamente, la recibe.
30
En la obligación de dar se comprende la de entregar.
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Cabe preguntarse cuál es la intención que persiguen las partes cuando celebran el acto jurídico
tradición, entendido como modo de adquirir el dominio.
Lo primero que cabe advertir es que la tradición no crea un derecho. Solamente opera
como un traspaso del derecho de dominio que ya existía, de manos del antiguo titular hacia uno
nuevo.
En síntesis, podemos concluir que las partes que celebran la convención llamada
tradición, persiguen un doble propósito:
a) Mirada desde la perspectiva del dominio que se adquiere, las partes tienen la
intención de modificar el derecho de dominio radicado en un titular determinado, lo que se
logra cambiando la titularidad del dominio de una persona a otra.
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Ello no obsta para que pueda convenirse que la tradición no transfiera el dominio
mientras no se produzca la muerte de una persona.
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La tradición del derecho real de herencia, que tiene por objeto el patrimonio de una
persona difunta o una cuota del, constituye el caso de excepción en que la tradición es a título
universal.
El efecto que produce la tradición es muy distinto del que deriva de una simple entrega.
El que recibe una cosa porque se le hizo la tradición adquiere el dominio, siempre que el
tradente sea dueño y que la tradición cumpla los demás requisitos en post de la transferencia del
dominio. Y aunque el tradente no sea dueño, procediendo la tradición de un título translaticio,
la persona que recibe la cosa, adquiere su posesión. En cambio, el que recibe una cosa por la
simple o mera entrega y no por tradición, es obvio que no adquiere el dominio, pero tampoco
adquiere la posesión. Es un mero tenedor de la cosa que reconoce dominio ajeno. En doctrina, se
afirma como aforismo que toda tradición constituye una entrega pero no toda entrega constituye
una tradición. Se observa, asimismo en doctrina, que entre los términos entrega y tradición hay
una relación de género a especie; la entrega es el género y la tradición una especie de entrega
que conlleva la transferencia del dominio.
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El profesor Daniel Peñailillo señala que entrega y tradición no son conceptos sinónimos,
aun cuando el Código Civil los confunda en varias disposiciones, entre las cuales destaca la
relación hecha en el artículo 670 del mismo cuerpo legal, en donde el legislador expresa que la
tradición consiste en la entrega32…. Sin perjuicio de lo anterior, no toda entrega comprende la
tradición de la cosa. La tradición sólo se perfecciona, cuando la entrega va acompañada de la
intención de transferir el dominio; lo que se manifiesta además, en el título traslaticio de
dominio.
2. REQUISITOS DE LA TRADICIÓN
Los artículos 670 y siguientes del Código Civil señalan los requisitos que debe reunir la
tradición para que transfiera el dominio. Antes de entrar a su análisis nos parece necesario
considerar cuáles son los requisitos esenciales o indispensables para que el acto jurídico que el
legislador llama, en general, tradición, adquiera existencia jurídica, independientemente del
hecho que transfiera o no el dominio.
La existencia jurídica del acto llamado tradición supone la concurrencia de dos elementos
esenciales:
Primero, la presencia de dos parte, ya que la tradición es una convención y en tal calidad,
requiere la manifestación de voluntad de dos partes; y,
Segundo, el traspaso de una cosa de manos de una persona a otra. Dicho traspaso opera
como consecuencia de dos actos. El primero, el de la persona que pone la cosa en manos o en
poder de la otra; y, el segundo, el de la persona que recibe la cosa ya sea materialmente en sus
manos o de otra manera por la cual ésta quede en su poder.
Por lo tanto, es indispensable para la existencia de la tradición que la parte que tiene
derecho a exigirla reciba la cosa que la otra pone en su poder. No es suficiente que ésta última
manifieste su voluntad de hacer la entrega de la cosa si la persona a quien quiere traspasarla no
consiente en recibirla. Ello, a lo más, constituiría una oferta de entrega, pero no una tradición,
porque la tradición supone que una de las partes voluntariamente pone la cosa en manos de la
otra. Cumplidos estos requisitos, nace a la vida del derecho el acto jurídico llamado tradición.
Con su sola concurrencia la parte que recibe la cosa puede adquirir la mera tenencia de la
misma, pero no es suficiente para que la tradición transfiera el dominio.
32 Otros preceptos legales en donde el legislador confunde los términos tradición y entrega, son los artículos
1824, 2196, 2174, entre otros.
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Para que la tradición opere los efectos de modo de adquirir el dominio o para que haga
posible la transferencia del dominio, deben cumplirse los requisitos que establece la ley cuando
regula la tradición como modo de adquirir el dominio. Tales requisitos son los siguientes:
a) Existencia del tradente, por una parte, y del adquirente, por la otra.
b) Consentimiento de ambas partes
c) Entrega que de la cosa hace el tradente al adquirente, y que supone el
consentimiento de ambos.
d) Existencia de un título translaticio de dominio.
Lo que la ley requiere es que una de las partes tenga la calidad jurídica de tradente y que
la otra tenga la de adquirente. Para que la tradición transfiera el dominio la parte que entrega
tiene que tener la calidad jurídica de tradente y, la que recibe, la calidad de adquirente. La
calidad jurídica de tradente o de adquirente, se adquiere en la medida concurran los supuestos
de hechos que la ley exige para la producción del mencionado efecto. Así, la parte que entrega la
cosa debida, será considerado tradente siempre y cuando haga la entrega, a través de alguna de
las formas de transferir el dominio que el legislador pone a disposición de las partes, en atención
de la naturaleza del bien tradido. Junto a lo anterior, debe anexarse la intención de transferir el
dominio33.
El inciso primero del artículo 671 del Código Civil expresa que se llama tradente a la
persona que, por la tradición, transfiere el dominio de la cosa entregada por él o a su nombre, de
lo que se desprende que no es suficiente que una de las partes entregue la cosa para que tenga la
calidad jurídica de tradente, sino que es indispensable para ello que por la tradición transfiera el
dominio de la cosa que entrega él, personal y directamente, u otra persona a su nombre como
representante legal o voluntario.
El mismo inciso primero del artículo 671 del Código Civil preceptúa que se llama
adquirente a la persona que por la tradición adquiere el dominio de la cosa recibida por él o a su
nombre. De lo anterior se desprende, a su vez, que no basta para tener la calidad jurídica de
adquirente, que se reciba la cosa que otro entrega sino que es necesario que la persona que
recibe la cosa personal o directamente o por intermedio de un representante legal o voluntario
que la recibe a su nombre, adquiera por la tradición el dominio.
33 Tanto en la tradición, como en la ocupación, y en la posesión –como hecho jurídico- el legislador requiere de
un elemento objetivo o material y de uno subjetivo, denominado animus. Se puede agregar otros ejemplos, como el
concepto de domicilio civil.
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no transfiere el dominio, como tampoco hay adquirente si por la tradición la persona que recibe
o a nombre de quien se recibe la cosa no adquiere el dominio. El artículo 671 del Código Civil
supone, en todo caso, que aún cuando no se den las calidades jurídicas de tradente y adquirente
existe el acto jurídico tradición, pues parte de la base que una parte entrega y la otra recibe,
independientemente del hecho que la tradición no transfiere el dominio, precisamente por faltar
el tradente o el adquirente.
De las premisas anteriores, es posible colegir, que aun cuando -prima facie-, las calidades
de tradente y adquirente existen en el marco legal de la tradición como modo de adquirir el
dominio, en términos fácticos se considera tradente y adquierente, a las partes de una
convención en virtud de la cual se entrega la cosa debida, concurriendo los demás requisitos
legales, si la entrega la hace quien no es dueño de la cosa; toda vez que deje al adquierente, no
como dueño, pero si como poseedor de la cosa tradida.
Tradente y adquirente, deben ser plenamente capaces34. Sin perjuicio de lo anterior, cabe
señalar que el tradente debe tener la facultad de disposición; esto es el poder de disposición que
importa idoneidad del sujeto para celebrar el acto de que se trata35.
El artículo 671 del Código Civil revela que tanto el tradente como el adquirente pueden
concurrir personalmente a la tradición, o bien representados por una persona con poder de
representación. Lo anterior significa que se aplica a la tradición el principio general que permite
a las personas celebrar actos jurídicos por intermedio de representantes, produciéndose los
efectos de la representación señalados en el artículo 1448 del Código Civil.
El inciso tercero del artículo 671 del Código Civil presenta una particularidad en lo que
atañe a la representación, pues establece un caso de representación legal que se da en la
tradición: la del tradente en la enajenación que se hace como consecuencia de una venta forzada
por decreto judicial a petición de un acreedor, en pública subasta. En tal enajenación el juez tiene
la calidad de representante legal de la persona cuyo dominio se transfiere. En cuanto a la
voluntariedad requerida, tanto en la tradición, como en el contrato de venta, la doctrina ha
fundamentado la transferencia del dominio de la cosa subastada –aun cuando, claramente no
aparezca la voluntad del deudor o ejecutado, de hacer dueño al subastador-, en la denominada
garantía de prenda general, regulada en el artículo 2465 del Código Civil, ya que una persona al
contraer una obligación y al obligar a todos sus bienes al cumplimiento de la referida obligación,
consiente tácitamente en una eventual ejecución en su contra, para hacer pago al acreedor con el
producto del remate, de la obligación que no cumplió íntegramente en su oportunidad.
34 Considérese la prevención hecha con anterioridad respecto de la irrelevancia de los términos “facultad” y
“capacidad” que utiliza el Código Civil en el artículo 670.
35 Peñailillo Arévalo, Daniel: “Los Bienes. La propiedad y otros derechos reales.”, editorial jurídica, año 2006,
Santiago. pp. 95.
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Es necesario que las partes que celebren el acto lo hagan con una intención precisa: en el
tradente, transferir el dominio; en el adquirente, adquirirlo. Para que pueda configurarse esa
intención, será indispensable, en primer término, que la tradición tenga como antecedente un
título translaticio de dominio, pues sólo en éstos surge la obligación de realizar una tradición
que transfiera el dominio, tal cual dispone el artículo 675 CC: “Para que valga la tradición se
requiere un titulo traslaticio de dominio, como el de venta, permuta, donación, etc.”. En cambio, jamás
podrá presumirse esta intención si la entrega se fundamenta en un título de mera tenencia.
Tratándose de la tradición de las cosas corporales muebles, el artículo 684 del Código Civil exige
que la intención del tradente de transferir el dominio -no obstante sea posible presumirla del
título translaticio-, se exteriorice en forma expresa, por alguno de los medios que el citado
precepto legal establece, de modo tal que no pueda surgir duda en cuanto a que el tradente
quería transferir el dominio de la cosa que ha adquirido el adquirente.
b) Título y tradición
Para que valga la tradición, requiere de un título válido. De la relación o repercusión que
ha de tener un vicio en título en la validez de la tradición, como modo de adquirir el dominio, la
doctrina impartida por el profesor Daniel Peñailillo, distingue entre:
i) Tradición como un acto causado: Implica concebirla dentro de un marco en
donde el título influye directamente en la validez de la misma. El título es concebido como un
antecedente necesario de la tradición, por tanto, los vicios y vicisitudes que acaezcan en el título
importan consecuencias jurídicas respecto de la tradición36.
ii) Tradición como un acto abstracto: Significa concebir la tradición como una
convención independiente o autónoma del acto que le antecede. De allí, que esta concepción
postule a la producción de efectos de la tradición –transferir el dominio- sólo con la voluntad de
transferirlo. Los vicios o causales de ineficacia del título no influyen en la validez o eficacia
traslaticia de la tradición.
De la conjugación preceptiva que importan los artículos 676 y 677, se desprende que la
tradición es concebida en nuestra legislación como un acto causado, dado a que la primera
disposición citada dispone que para que valga la tradición debe estar precedida de un título y
que éste debe ser válido37. Sin perjuicio de lo anterior, la invalidez del título no priva a la
tradición de todo efecto jurídico, toda vez que, si bien, no transfiere el dominio, deja al
adquirente en posesión de la cosa tradida.
36 Junto con los efectos de la nulidad –entre las partes y respecto de terceros-, el resto de las causales de
ineficacia afectan a la validez y la estabilidad de los efectos que produce la tradición, como son la resolución,
revocación, inexistencia, inoponibilidad, etc.)
37 Si no hay título o éste es inválido, la tradición es nula.
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2.2 Consentimiento
La tradición es un acto jurídico bilateral, por tanto la intención del tradente debe estar
dirigida a realizar la tradición, con ánimo de transferir el dominio y la del adquirente dirigida a
adquirirlo.
El consentimiento de las partes debe recaer sobre el título, sobre la cosa tradida y sobre la
persona del adquirente.
Del carácter de acto jurídico de la tradición, se desprende que dicha convención debe
cumplir con todos los requisitos de existencia y validez de aquellos. Por tanto, los vicios de que
puede adolecer el consentimiento en la tradición se rigen por las reglas generales. Sin perjuicio
de lo anterior, el legislador establece algunas normas especiales en materia de tradición respecto
del error de que puede adolecer el consentimiento. El error puede recaer sobre:
iii) En el título. El error en el título vicia la tradición. Lo anterior deriva del carácter
de causado de la mencionada institución.
38 En el supuesto una de las partes entiende entregar una cosa, pero realmente se entrega otra.
39 Es la postura sostenida por el profesor Daniel Peñailillo.
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Conforme a las normas procesales si un deudor no paga lo que debe, puede el acreedor
embargarle bienes, rematarlos y pagarse con el producto del remate; entonces pueden surgir
dudas acerca de la legalidad de la tradición por la cual el subastador adquiere el objeto que se
adjudicó en el remate, ya que el deudor propietario está lejos de consentir en efectuar la
tradición.
Para tal situación se dispone que en esas ventas forzadas el juez es representante legal de
la persona cuyo dominio se transfiere. Así, el consentimiento es otorgado por el juez en su
nombre (artículo 671 inciso 3°).
Siendo una situación excepcional, para que esta representación legal proceda deben
darse las condiciones que determinadamente prescribe el precepto. Concretamente, debe
tratarse de ventas forzadas y no simplemente de ventas que de efectúan "por el ministerio de la
justicia" (como las que se hacen de bienes de ciertos incapaces).
2.3 Entrega que de la cosa hace el tradente al adquirente, y que supone el consentimiento
de ambos.
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3.1 Tradición de cosas corporales muebles o de derechos reales constituido sobre éstos.
Tradición ficta. La tradición de los derechos reales sobre una cosa corporal mueble debe
hacerla el tradente, entregando la cosa corporal mueble al adquirente, por alguno de los medios
señalados en el artículo 684 del Código Civil. Resulta obvio reiterar que toda entrega supone que
una persona traspasa a otra una cosa y que ésta la recibe, sea materialmente o de otra manera
que le permita incorporar la cosa bajo su poder o dominio. Si el título es translaticio de dominio
en relación con la cosa que debe entregarse, sólo cabe entenderse cumplida la obligación del
deudor, si el medio por el cual pone en manos o poder del acreedor la cosa mueble, permite a
éste la adquisición de la posesión. En cambio, si el título es de mera tenencia, la entrega debe
permitir a quien recibe la cosa, adquirir la nueva tenencia de la misma.
Analizaremos a continuación la enumeración del artículo 684 del Código Civil que
dispone:
La tradición de una cosa corporal mueble deberá hacerse significando una de las partes a
la otra que le transfiere el dominio y figurando esta transferencia por uno de los medios
siguientes:
40 A mayor abundamiento, algunos estiman que son constitutivos de tradición real los numerales 2 y 3 de la
citada disposición.
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2° Mostrándosela.
Esta especie de tradición, supone también, la presencia conjunta de tradente y
adquirente. Los romanos la conocían con el nombre de tradición de larga mano, consistente en
que el obligado a hacer la tradición pone la cosa a la vista de la otra parte, con la intención de
que quede a disposición de ésta41, lo que el adquirente acepta. En esta forma de entrega hay una
suerte de aprehensión simbólica, resultante hecho de que a quien se muestra la cosa la mira
como suya, como si realmente la hubiera tomado o cogido materialmente
Nos encontramos en presencia de una tradición ficta, es decir, de una tradición que finge
la ley como consecuencia de la celebración de un contrato translaticio, en virtud de la cual, si
bien el adquirente no tiene materialmente la cosa en su poder, porque el tradente sólo se la ha
mostrado, adquiere de igual forma la posesión, porque se entiende que el tradente tiene la cosa a
nombre y en lugar del adquirente y que es un mero tenedor de la misma. Esta interpretación, si
bien jurídicamente posible, presenta el inconveniente de que el Código Civil se refiere
expresamente a las tradiciones fictas en el tercer número del artículo 684.
3° Entregando el tradente al adquirente las llaves del granero, almacén, cofre o lugar
en que esté guardada la cosa.
En el derecho romano se le denominaba tradición simbólica, y consiste en la entrega
material de las llaves del lugar en que está guardada la cosa que hace el tradente al adquirente,
quien las recibe. Hay un traspaso material de las llaves de manos del uno al otro. La entrega y
recepción de las llaves opera la transferencia del dominio, aunque no se haya entregado
materialmente la cosa que está guardada en el almacén, cofre o granero. Ello, porque las llaves
figuran, representan o simbolizan la cosa; y porque con la recepción de las llaves se incorpora la
cosa que éstas simbolizan al poder de dominación del adquirente, sin necesidad de tomar
materialmente su posesión.
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Algún sector de la doctrina postula a que esta es una forma real de tradición, al permitir
la toma inmediata en posesión por parte del adquirente42.
5° Por la venta, donación u otro título de enajenación conferido al que tiene la cosa
mueble como usufructuario, arrendatario, comodatario, depositario, o a cualquier otro título no
translaticio de dominio; y recíprocamente, por el mero contrato en que el dueño se constituye en
usufructuario, comodatario, arrendatario, etc.
Estas son las llamadas tradiciones fictas y que corresponden a lo que en derecho romano
se conocía con el nombre de tradición brevi manu y constitutum possessorium.
La tradición brevi manu consiste en suponer que el que tenía la cosa como mero tenedor,
sin ánimo de dueño, por el hecho de adquirir respecto de ella un título translaticio de dominio,
ha recibido la cosa misma, como si se le hubiese entregado corporalmente, permitiéndosele que
la tome por sí mismo, brevi manu, y suprimiéndose así, por lo tanto, el acto de restitución de la
tenencia de la cosa al propietario para que éste inmediatamente hiciera entrega material de ella
al adquirente que antes la había tenido en su poder en virtud de un título no translaticio de
dominio. En el quinto número del artículo 684 del Código Civil la ley finge una tradición porque
42 Por cierto la entrega de las llaves debe ser real, no puede ser simbólica.
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el adquirente de la cosa en virtud de la tradición ficta tiene de hecho la cosa bajo su señorío o
poder de disposición. Lo que ocurre es que la relación que se tenía sobre la cosa va a cambiar:
primero se tenía una relación de mera tenencia, que emana del título de mera tenencia; y
después se tiene una relación de dominio o de posesión, que se adquiere como consecuencia de
la tradición que finge la ley.
El constitutum possessorium consiste en que el dueño de una cosa mueble celebra en
relación con la misma un contrato translaticio de dominio, estipulándose en el mismo contrato
que el dueño se constituye usufructuario, comodatario, arrendatario, etc., o lo que es lo mismo,
que el dueño conserva la cosa en su poder, pero no a título de tal sino de mero tenedor. La ley
finge una tradición que en el hecho no se efectúa, entre el vendedor y el comprador, que habilita
a éste para adquirir el dominio y la posesión de la cosa. Si bien el adquirente de esta posesión
ficta no tiene materialmente la cosa, se da a su respecto el corpus como requisito de la posesión,
porque el poseedor puede tener la cosa por sí mismo o por otra persona que la tiene en lugar y a
nombre de aquel, y el tradente que conserva la cosa como mero tenedor la tiene a nombre y en
lugar del adquirente.
Resulta conveniente reiterar, respecto de de las maneras de hacer la entrega en la
tradición que tiene por objeto una cosa corporal mueble, el principio general que hemos
comentado en relación con cada uno de los números del artículo 684 del Código Civil. La
entrega de las cosas muebles puede efectuarse por cualquier medio que permita al adquirente
entrar en posesión de la cosa, considerando que ésta supone como elemento esencial la tenencia
de la misma. Si en virtud de la entrega que hace una parte a la otra esta última incorpora la cosa
bajo su poder o dominio, en términos tales que la puede detentar con ánimo de señor y dueño,
debe estimarse que la entrega ha permitido la adquisición de la posesión y que se ha verificado
la tradición a que el tradente se encontraba obligado.
Luego, cabe recordar que el mero contrato translaticio no permite entrar en posesión de
la cosa porque falta la tradición, sin perjuicio de que sirva como título posesorio43.
3.2 Tradición de piedras, frutos pendientes u otras cosas que forman parte del predio-
muebles por anticipación.
El artículo 685 del Código Civil establece: “Cuando con permiso del dueño de un predio se
toman en él piedras, frutos pendientes u otras cosas que forman parte del predio, la tradición se verifica en
el momento de la separación de estos objetos.
Aquel a quien se debieren los frutos de una sementera, viña o plantío, podrá entrar a cogerlos,
fijándose el día y la hora de común acuerdo con el dueño”.
Existe armonía en cuanto a técnica legislativa entre las disposiciones contenidas en los
artículos 57144 y 685 antes citado.
43 Sin embargo, en el mutuo, que es un contrato real, y que también tiene la calidad de título translaticio de
dominio, la tradición de la cosa, indispensable para que el contrato se perfeccione, sirve, al mismo tiempo, para que el
mutuario entre en posesión de la misma
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La tradición del dominio y de los otros derechos reales sobre bienes raíces, con la sola
excepción del derecho real de servidumbre, debe hacerse por la inscripción del título en el
Registro del CBR, de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 686 del Código Civil.
La mencionada excepción, esto es, la tradición del derecho real de servidumbre, en
cuanto no se realiza a través de la inscripción del título en el Registro del CBR, presenta una
contra excepción, referida a la tradición de la servidumbre de alcantarillado en predios urbanos,
en donde se vuelve a la regla señalada en el artículo 686.
Algunos estiman errada la referencia que el artículo 686 del Código Civil hace a los
derechos reales de uso y habitación, toda vez que dichos derechos son intransferibles e
intransmisibles, por lo que tienen la característica de ser personalísimos, esto es, nacen y se
44 Artículo 571. “Los productos de los inmuebles, y las cosas accesorias a ellos como las yerbas de un campo, la madera y
los frutos de los árboles, los animales de un vivar, se reputan muebles, aun antes de su separación, para el efecto de constituir u n
derecho sobre dichos productos o cosas a otra persona que el dueño.
Lo mismo se aplica a la tierra o arena del suelo, a los metales de una mina, y a las piedras de una cantera”.
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extinguen en un solo titular, de manera que mal podría suponerse, en consecuencia, la tradición
de uno de estos derechos reales, más todavía si la ley establece que su enajenación adolece de
objeto ilícito en el segundo número del artículo 1464 del Código Civil. Sin embargo dicha
interpretación resulta errada, dado a que el artículo 686 del Código Civil se aplica para la
constitución de un derecho de uso y habitación, que tiene como antecedente un contrato gratuito
u oneroso. Para que se adquiera el respectivo derecho es indispensable la tradición, la que se
efectúa por la inscripción.
Efectuada la inscripción en los casos que la ley la requiere, la ley finge que se ha
efectuado la entrega, con la connotación que tantas veces hemos mencionado, esto es, que una
parte entrega y la otra recibe. A mayor abundamiento, a través de la correspondiente inscripción
el adquirente entra en posesión del inmueble respecto del cual se hizo la tradición, aunque la
entrega material no se haya verificado.
Sin embargo la inscripción, que es una entrega jurídica o ficta si se quiere, que, como
veíamos, permite entrar en posesión del derecho real de que se trata, no constituye el medio por
el cual el adquirente puede asumir la posesión material o, en su caso, tenencia del inmueble
sobre el cual se ejerce el derecho real. Sin embargo, las facultades que reconoce la ley para el
titular del dominio o para el poseedor del derecho de dominio, uso, goce y disposición de la
cosa, requieren para su ejercicio la posesión material del inmueble. De este modo, podemos
decir que el vendedor del inmueble tiene dos obligaciones conceptualmente diferentes: primero,
hacer la tradición del derecho real de dominio, obligación que se cumple con la inscripción; y,
segundo, hacer la entrega material del inmueble que permita su posesión material, la que se
cumple con el traspaso material del mismo, de manos del vendedor al comprador.
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De varios preceptos del Código se desprende que la sucesión por causa de muerte es un
modo de adquirir el dominio, el cual opera por el solo fallecimiento del causante (artículos 588,
722, 955, 956, 1344).
Para la ordenación de la transmisión patrimonial y su reflejo en el Registro se establece
un procedimiento cuyo trámite básico es la denominada "posesión efectiva", que es una
resolución que declara a una persona heredera de otra que ha fallecido.
Esta materia ha sido objeto de una reforma al Código y a otros textos legales mediante
ley 19.903. Hasta entonces, la posesión efectiva se obtenía mediante un procedimiento judicial
no contencioso; sin embargo, a partir de dicha ley el procedimiento es, por regla general,
administrativo, llevándose a cabo ante el Servicio de Registro Civil e Identificación;
excepcionalmente continúa siendo judicial para las sucesiones testadas y las abiertas en el
extranjero.
Si el heredero quiere disponer de un mueble hereditario, para ajustarse a la ley de impuesto
de herencias debe obtener posesión efectiva e inscribirla (artículo 25); por su parte el Código de
Procedimiento Civil, contempla el trámite aunque no haya inmuebles (artículo 883).
Para disponer de un inmueble hereditario, es necesario que el heredero obtenga la posesión
efectiva de la herencia y que practique las inscripciones que señala el artículo 688 del Código
Civil, y son:
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La sanción aplicable a la enajenación de inmueble que se efectúa sin cumplir con las
inscripciones que exige el artículo 688 ha sido extensamente discutida.
Los artículos 689 y 25413 del Código Civil y el artículo 52 del Reglamento requieren que
la sentencia que declara la prescripción adquisitiva se inscriba en el Registro del CBR. Siendo la
prescripción un modo de adquirir, es evidente que la inscripción no desempeña el rol de
tradición; funciona para mantener la historia de la propiedad raíz, dar publicidad y así hacer
oponible a terceros los efectos del fallo y, en general, obtener las ventajas de la posesión inscrita.
La tradición del derecho de servidumbre se rige por el artículo 698 del Código Civil que
exige para que se verifique escritura pública en que el tradente exprese constituir servidumbre y
el adquirente aceptarla, agregando la disposición que la escritura podrá ser la misma del acto o
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Los derechos sobre sucesión futura sólo pueden constituirse una vez abierta la sucesión,
so pena de adolecer de objeto ilícito si se vulnera la disposición contenida en el artículo 1463 del
Código Civil45.
El Código Civil no contiene ninguna disposición que señale como debe efectuarse la
tradición del derecho real de herencia. Como punto de partida, el artículo 686 no incluye al
derecho real de herencia entre aquellos para cuya tradición es necesaria la inscripción, ni aún
cuando la herencia comprenda bienes raíces. Este vacío legal determina la necesidad de
establecer el medio idóneo para hacer la tradición del derecho real de herencia, surgiendo cuatro
interpretaciones.
a) La primera, del profesor José Ramón Gutiérrez, distingue si entre los bienes
hereditarios existen o no inmuebles. Si hay uno o más inmuebles, la tradición del derecho real
de herencia requiere inscripción, pues ésta es la regla general tratándose de la tradición de
derechos reales que se ejercen sobre inmuebles.
45 Sin perjuicio de lo anterior, en nuestra legislación se permite un pacto sobre sucesión futura; esto es, el pacto
de no disposición de la cuarta de mejoras, celebrado entre el causante y un legitimario, sólo en lo relativo a la
mencionada porción hereditaria.
46 GUZMAN BRITO, Alejandro: “Las cosas incorporales en la doctrina y en el derecho positivo”, 1999.
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El inciso final del artículo 686 señala que se estará a lo dispuesto en el Código de Minería.
La tradición de los derechos personales que un individuo cede a otro se verifica por la
entrega del título47, hecha por el cedente al cesionario, conforme lo dispuesto en el artículo 699
del Código Civil. Cabe mencionar que la entrega del título, por una parte, y su recepción por la
otra, perfecciona la tradición de los derechos personales entre las partes. Sin embargo, para que
la cesión de un crédito produzca efectos contra el deudor o terceros, debe ser notificada por el
cesionario al deudor o aceptada por éste, conforme lo dispuesto en el artículo 1902 del Código
Civil.
La omisión de la referida notificación o aceptación, acarrean la inoponibilidad de la
cesión al deudor.
La doctrina ha debido precisar el sentido de la expresión “cesión” utilizada en el artículo
1901 del Código Civil. El profesor Daniel Peñailillo señala que debe ser entendida como
sinónimo de tradición y no como contrato de cesión.
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48 Esta es la ocasión de hacer una referencia a la discutida y frecuente, "enajenación de cuota de una universalidad,
referida a un bien determinado". Durante el estado de indivisión (en comunidad hereditaria o de otro origen) el comunero
de una universalidad suele disponer de su cuota, pero referida a un bien de los que integran la comunidad (generalmente
un inmueble, que es el que más interesará al adquirente), dispone usualmente mediante una venta. En cuanto al título
puede señalarse que los efectos definitivos se establecerán al terminar la indivisión, sea por partición o por la reunión
de todas las cuotas en un solo sujeto (comunero o extraño). Desde luego, si se trata de venta y se llega a la partición,
habrá que distinguir si se le adjudica o no al enajenante la cosa cuya cuota enajenó (la situación es la misma sea que
enajene una cuota en cosa determinada o una cosa determinada en su integridad). También puede advertirse que, si
no se le adjudica, habrá venta de cosa ajena (artículo 1344) que es válida (artículo 1815). Por esos precarios efectos, en
suspenso hasta el término de la comunidad, la negociación no es aconsejable.
En otro sentido puede observarse que, en teoría, esta disposición de cuota en cosa determinada de una
universalidad armoniza mejor con la doctrina que sostiene la comunicación de la cuota con los bienes específicos, que
con la que la rechaza.
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c) Por otra parte, si el tradente tenía algún derecho respecto de la cosa, como sería el
exigir el pago de las rentas de arrendamiento a la persona a la cual la tenía entregada en
arrendamiento, transfiere dicho derecho al adquirente.
De acuerdo con lo dispuesto en el artículo 679 del Código Civil: “Si la ley exige
solemnidades especiales para la enajenación, no se transfiere el dominio sin ellas”. La ley exige, en
algunos casos determinados, solemnidades especiales para la enajenación. Así, generalmente en
atención a la particular calidad o estado de la persona del tradente y con el objeto de protegerlo,
la ley puede requerir solemnidades para la enajenación de los bienes de propiedad de éste, por
ejemplo, al artículo 255 del Código Civil que dice que tratándose de la enajenación de los bienes
raíces del hijo de familia y pupilo se requiere autorización previa del juez con conocimiento de
causa.
Las enajenaciones, o lo que es lo mismo, las tradiciones que se efectuaren sin cumplir las
solemnidades especiales que requiere la ley, podrán ser declaradas nulas, con lo que se entiende
que nunca operaron con el efecto de transferir el dominio. Nótese que la nulidad en este caso
afecta directamente al acto jurídico tradición, porque el vicio se advierte en éste y no como
ocurre en otros casos en que el vicio de nulidad existe en el título translaticio de dominio, con lo
cual la ineficacia de la tradición para transferir el dominio se produce como consecuencia de la
declaración de nulidad del título.
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Más propiamente que la tradición, los efectos de ella pueden someterse a modalidades
(artículo 680). Y esta modificación de los efectos se establece en el título respectivo; de modo que
habrá que remitirse a él para conocer si hay o no modalidades.
Artículo 680. “La tradición puede transferir el dominio bajo condición suspensiva o resolutoria,
con tal que se exprese.
Verificada la entrega por el vendedor, se transfiere el dominio de la cosa vendida, aunque no se
haya pagado el precio, a menos que el vendedor se haya reservado el dominio hasta el pago, o hasta el
cumplimiento de una condición.”
Puede someterse asimismo a una condición con efecto resolutorio para el adquirente (A
dona a B un automóvil y se lo entrega, estableciéndose en el acto de la donación que lo restituirá
si obtiene un título universitario). En esta situación se ha planteado la controversia de si el
artículo 680 se aplica también cuando opera la llamada condición resolutoria tácita (del artículo
1489). La dificultad, en definitiva, no me rece plantearse; es evidente que si al incumplirse una
obligación de las contenidas en el título se recurre al artículo 1489 y se obtiene por sentencia
judicial la resolución del contrato, por aplicación de los principios de la resolución quedará sin
efecto la tradición y debe restituirse lo que se recibió en virtud del título resuelto;
prescindiéndose del artículo 680, al resultado de la restitución igualmente se llega por los efectos
de la resolución.
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CAPITULO IV
LA POSESION
1. GENERALIDADES
La prescripción es un modo de adquirir las cosas ajenas por haberse poseído las cosas
durante cierto lapso de tiempo y concurriendo los demás requisitos legales.
Los requisitos para que opere la prescripción adquisitiva son:
a) Transcurso del tiempo y la inactividad del dueño;
b) Posesión
ii) Concepción objetiva. Esta teoría, postula a la bastedad del elemento material o
corpus, dado a que el curpus sea omnicomprensivo en cierta medida de la intención de poseer.
iii) El código civil chileno define la posesión en el inciso 1º del artículo 700, en
términos subjetivos: “La posesión es la tenencia de una cosa determinada con ánimo de señor o dueño,
sea que el dueño o el que se da por tal tenga la cosa por sí mismo, o por otra persona que la tenga en lugar
y a nombre de él”.
Del artículo 714 CC se desprende la distinción categórica entre mera tenencia y posesión.
La noción subjetiva imperante en nuestra legislación, trata al elemento subjetivo como la
conciencia de poseer o de tener la cosa para sí; esto es como dueño, a través de la realización de
una serie de actos que implica la mencionada calidad jurídica, en cuanto el ejercicio de los
atributos del dominio.
49 La configuración está presente a través del elemento material o corpus y el elemento intelectual que consiste
en tener la cosa como dueño.
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El legislador chileno optó por concebir la posesión como un hecho, por tanto,
intransmisible50. Sin perjuicio de lo anterior, las tesis contrarias han intentado atenuar la firmeza
de la posesión hecho jurídico, a través de lo dispuesto en el artículo 2500 inciso 2º del Código
Civil. El profesor Daniel Peñailillo señala que la norma en comento, no trata de la
transmisibilidad de la posesión, sino que más bien de la continuidad de ésta entre el causante y
el heredero, una vez aceptada la herencia51.
Dentro de una correcta interpretación la posesión debe ser entendida como una situación
de hecho de la cual emanan consecuencias jurídicas y que es protegida por el derecho.
Las vinculaciones entre el dominio y la posesión pueden ser esbozadas dentro del
contexto de las facultades del dueño de una cosa sobre la misma. De esta manera, el dueño
ejerce sus facultades sobre la cosa objeto del derecho de propiedad, lo que acarrea el lógico
otorgamiento del derecho a poseer o ius possidendi52. En este orden de ideas dominio y posesión
aparecen conjugados –como situaciones de hecho y de derecho coetáneas-, sin embargo, la
posesión puede tener existencia con prescindencia del dominio, en los casos en que el poseedor
detenta la cosa con ánimo de señor y dueño, sin serlo realmente. Lo anterior da origen a lo que
los romanos denominaron ius possesionis, en virtud del cual el poseedor goza de una serie de
ventajas, en lo relativo a los frutos, a la protección de la posesión y en cuanto a la prescripción.
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La mera tenencia es la que se ejerce sobre una cosa, no como dueño, sino en lugar o a
nombre del dueño. El inciso final del artículo 714 del Código Civil agrega que existe mera
tenencia respecto del que tiene una cosa reconociendo dominio ajeno.
La trilogía comparativa de la extensión de los derechos sobre una cosa, comienza
posicionando al dominio en la cumbre, a la posesión en el medio y a la mera tenencia en el final
de la cadena.
La tesis que postula la posibilidad de que la mera tenencia se mude en posesión ha sido
generalmente rechazada, dado a que el elemento central y distintivo de la mera tenencia es la
tenencia de una cosa reconociendo dominio ajeno. De allí que mientras subsista el elemento
subjetivo en virtud del cual existe un dominio ajeno que es reconocido por el tenedor, la
tenencia de la cosa no será jamás posesión (corpus + animus).
Algunos han pretendido que los artículos 716, 730 y 2510 permitirían la mutación de la
mera tenencia en posesión.
El primero de los artículos en comento señala: “El simple lapso de tiempo no muda la mera
tenencia en posesión; salvo el caso del artículo 2510, regla 3ª”.
De su lectura pareciera desprenderse que efectivamente la mera tenencia puede
transformarse en posesión en el caso del artículo 2510 regla 3ª. Sin embargo, esto no es así
porque esta norma exige que el mero tenedor haya poseído la cosa durante 10 años, entonces no
se puede ser mero tenedor y poseedor al mismo tiempo. ¿Cómo se explica la norma? Es muy
simple, alguien comenzó siendo mero tenedor, pero luego su ánimo mutó, cambió (el ánimo es
lo único que diferencia al poseedor del mero tenedor) y se transformó en poseedor, existiendo
por ende un cambio de conducta, por ejemplo, cuando uno pide un libro prestado y nunca lo
devuelve, al principio se reconoce el dominio ajeno, pero luego de un par de años uno se siente
dueño de él.
El artículo 730 inciso 1º del Código Civil expresa que la enajenación que el usurpador
realiza a nombre propio pone fin a la posesión anterior, pero no es el usurpador quien adquiere
la posesión de la cosa, sino que el tercero adquirente, por lo tanto, tampoco sería una mutación
de la mera tenencia en posesión.
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2. LA POSESION
2.1 Concepto
tenencia y no posesión.
ii) Animus: Es la intención de actuar como dueño, y no sólo la convicción de serlo.
Lo anterior se manifiesta en el título posesorio.
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De acuerdo al concepto del artículo 700, la posesión ha de recaer sobre cosas determinadas.
No es concebible la posesión sobre cosas inciertas, o indicadas sólo por su género. Pero esta
exigencia no impide la posibilidad de que dos o más personas posean en común una cosa
singular, teniendo cada comunero la posesión de su cuota.
El principio general es que todas las cosas son susceptibles de posesión, salvo aquellas
que la ley exceptúa expresamente. Sólo las cosas determinadas pueden ser objeto de posesión54.
La determinación de la cosa sobre la cual ha de recaer la posesión no implica la necesidad de
que se trate de una cosa singular, sino que por el contrario, también puede haber posesión sobre
una universalidad.
Luego, existen ciertas cosas que no son susceptibles de posesión.
i) Cosas corporales que no son susceptibles de posesión: cosas inapropiables55.
ii) Cosas incorporales. A raíz de la profundidad del debate, este punto se analizará
en el acápite siguiente.
54 Sin perjuicio de que sea perfectamente posible la posesión de 2 o más personas sobre una misma cosa
(coposesión).
55 Cosas comunes a todos los hombres, bienes nacionales de uso público (con la salvedad de las concesiones en
éste último caso).
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La mayoría de la doctrina suele admitir la posesión de los derechos reales, que se llama
cuasiposesión, sea por su estrecha vinculación con la cosa sobre la cual se ejercen, más no sobre
los derechos personales, dado a que no pueden ser aprehendidos.
Sin perjuicio de lo anterior el artículo 715 establece: “La posesión de las cosas incorporales es
susceptible de las mismas calidades o vicios que la posesión de una cosa corporal”. Por su parte, el
artículo 576 del mismo cuerpo legal expresa: “Las cosas incorporales son derechos reales o
personales”. La interpretación armónica de ambas normas, lleva necesariamente a concluir que
tanto derechos reales como personales, con cosas incorporales y por tanto, susceptibles de
posesión, sin distinción alguna.
El profesor Alfredo Errázuriz sostiene la postura antes señalada. Agrega al argumento
señalado56, aquel contenido en el inciso 2º del artículo 1576, que expresa: “El pago hecho de buena
fe a la persona que estaba entonces en posesión del crédito es válido, aunque después aparezca que el
crédito no le pertenecía”.
Otra norma que se refiere a la posesión de los créditos es el artículo 2456 inciso 3° que
dispone: “De la misma manera, si se transige con el poseedor aparente de un derecho, no puede alegarse
esta transacción contra la persona a quien verdaderamente compete el derecho”.
Si bien es cierto en Roma no se admitía la posesión de los derechos, la jurisprudencia de
la época creó la institución de la cuasi-posesión; esto es, la posesión de las cosas incorporales.
Distinción que fue refundida en el Código Civil Francés, comprendiendo a ésta como a la
posesión de las cosas corporales. Finalmente, cabe agregar que si una persona se hace pasar por
mandatario de otra y cede un crédito de ésta a un tercero, dicho tercero puede ganar por
prescripción este crédito57.
Al iniciar el desarrollo del presente acápite se dejo establecido que la doctrina dominante
sostiene que los derechos personales no son susceptibles de posesión. Los argumentos que
esgrimen son los siguientes:
i) Sólo los derechos reales tienen el carácter de continuos; mientras que los derechos
personales se agotan en su ejercicio. De allí que sólo sea posible la posesión respecto de los
primeros.
ii) El Mensaje del Código Civil señala textualmente: “El usufructuario no posee la cosa
fructuaria, es decir, no inviste ni real ni ostensiblemente el domino de ella; posee sólo el usufructo de ella,
que es un derecho real y por consiguiente susceptible de posesión.
Pero el arrendatario de una fina nada posee, no goza más que de una acción personal para la
conservación de los derechos que le ha conferido el contrato”. En este punto, la voluntad e intención
del autor del Código quedan de manifiesto, puesto que descarta de plano la posesión de un
derecho personal.
56 El artículo 715 CC no distingue entre derechos reales y personales. En donde no distingue el legislador no le
es lícito distinguir al intérprete.
57 Argumento entregado por el profesor Rozas Vial.
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iii) Descartan que la referencia hecha por el artículo 1576 inciso 2º CC, sea a la
posesión del crédito o derecho personal, sino que más bien se refiere a la posesión del título o
materialidad del mismo.
iv) Si en nuestra ley hubiere posesión sobre los derechos personales, ella conduciría a
la prescripción adquisitiva. Sin embargo, el artículo 2498 dice expresamente que: “Se gana por
prescripción el dominio de los bienes corporales raíces o muebles, que están en el comercio humano, y se
han poseído con las condiciones legales. // Se gana de la misma manera los otros derechos reales que no
están especialmente exceptuados”.
No hay duda que esta regla distingue entre cosas corporales e incorporales, y al referirse
a estas últimas se limita a los derechos reales, excluyendo los derechos personales. De lo cual se
sigue que no puede haber posesión de los derechos de crédito porque si la hubiere sería inútil y
no conduciría a la prescripción, y no hay más posesiones inútiles que aquellas reguladas en la
ley (violenta y clandestina).
3. TIPOS DE POSESIÓN
Se distingue, por un lado, entre posesión regular e irregular; y por otro, entre posesión
útil e inútil, siendo manifestaciones de esta última, la posesión violenta y la clandestina.
Algunos señalan que existe sólo una clasificación de la posesión: útil e inútil, y que la
posesión regular e irregular son subespecies de la posesión útil.
a) Justo título
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Para estos efectos entiéndase por título el hecho o acto en que se funda la posesión, y por justo
título aquel que por su naturaleza es apto para atribuir dominio y es real, auténtico y válido.
i) Títulos constitutivos de dominio. Son aquellos que hacen nacer el dominio. Son
los llamados títulos originarios: prescripción, accesión y ocupación. Respecto de los
mencionados títulos, téngase presente que son calificados por el artículo 588 del Código Civil,
como modos de adquirir. Luego, el inciso 2º del artículo 703 del mismo cuerpo legal, les confiere
el carácter de títulos para poseer. Lo anterior, encuentra sustento en el hecho de que, por regla
general, dichos títulos confieren el dominio de la cosa, pero también puede ocurrir, que la
posesión no esté acompañada del dominio, por faltar a éste algún requisitos establecido por el
legislador. En el mencionado supuesto, sólo actuarán como títulos constitutivos de posesión58.
ii) Títulos traslaticios de dominio. Son aquellos que por su naturaleza sirven para
transferir el dominio.
Ambas categorías son consideradas por nuestro Código Civil, como justos títulos59.
Respecto de la ocupación, el artículo 726, opera como sostén normativo, de éste modo de
adquirir originario, como título para poseer. Lo antes expuesto, ha sido fuertemente criticado
por la doctrina nacional, entre la cual destaca, el profesor Daniel Peñailillo. El mencionado autor,
sostiene que considerar a la ocupación como un título para poseer, es derecha y directamente,
admitir la prescindencia del título; dado a que el título debe ser entendido como justificación o
sustento de la posesión; lo que en el caso de la ocupación equivale a decir que: “poseo porque
poseo”.
El título, considerado como antecedente de la posesión; debe ser justo, para que el
poseedor adquiera la cosa por prescripción adquisitiva ordinaria (5 años de posesión de
inmuebles; 2 años de posesión de los muebles, cumpliéndose los demás requisitos legales).
58 Ejemplo de lo antes expuesto, es el caso en que se ocupe un bien que tiene dueño. En tal situación, el
ocupante no quedará como dueño de la cosa, pero sí como poseedor.
59 Sin perjuicio de que exista al respecto, una discusión doctrinaria, en cuanto a determinar si la dualidad título
y modo, se requiere respecto de todos los modos de adquirir el dominio, o sólo respecto de la tradición.
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Sobre el primer título declarativo mencionado, cabe apuntar el arduo debate que ha
generado, la contraposición del artículo 703 -que le atribuye a la partición un efecto traslaticio de
dominio- y del artículo 1344 del mismo cuerpo legal –que le confiere el carácter de declarativo-.
La controversia puede ser dirimida, aceptando que la partición sólo tiene efecto traslaticio de
dominio, cuando la “adjudicación” se produce respecto de un tercero, y no respecto de uno de los
comuneros –en todo caso esta adjudicación a un tercero no es más que una compraventa-.
El artículo 704 enumera taxativamente los títulos que han de ser considerados injustos
para efectos posesorios.
60 Entiéndase por sentencia dictada en juicio divisorio a aquella emanada del juez partidor. Y por actos legales de
partición como la convención de partición celebrada por los comuneros.
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61 Artículo 705. La validación del título que en su principio fue nulo, efectuada por la ratificación, o por otro medio legal,
se retrotrae a la fecha en que fue conferido el título.
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darse el caso que el interesado en que se tenga por injusto el título no tuviere la acción de
nulidad relativa.
Para sanear la dificultad se ha propuesto que se debe permitir a quien tenga interés en
que el título sea injusto, que invoque la nulidad relativa para el solo efecto de tenerse por
injusto, manteniéndose el acto respectivo como válido para los demás efectos legales, los cuales
se extinguirían sólo cuando se anule a petición de quien tenga la acción de nulidad. Aunque
algo artificiosa, la solución parece funcional.
En contra, Luis Claro Solar, quien sostiene que la nulidad no requiere ser declarada. Es
más, él señala que la regla general es que el acto que adolece de un vicio de nulidad es válido y
produce todos sus efectos mientras no haya sido declarada, sin embargo, este principio tendría
dos excepciones: el artículo 1470 N° 1 y el artículo 703 N° 3, apoyándose en la redacción de
ambas normas, la primera dice “las contraídas…”, y la segunda, “el que adolece de un vicio de
nulidad”.
b) Buena fe posesoria
i) Dentro de una noción subjetiva, la buena fe, puede ser entendida como la
convicción de actuar conforme a derecho.
ii) En un ámbito objetivo, la buena fe puede definirse como el comportamiento
conforme a la conducta media de un sujeto corriente y que es socialmente exigible a los
particulares.
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Dentro del primer ámbito, la buena fe se aprecia en concreto. Respecto del segundo, se
aprecia en abstracto.
En materia posesoria, la buena fe está definida en el inciso 1º del artículo 706 Código
Civil, en términos subjetivos: “La buena fe es la conciencia de haberse adquirido el dominio de la cosa
por medios legítimos, exentos de fraude y de todo otro vicio”.
La mencionada conciencia o convicción, puede adolecer de error. En este punto, el
legislador distingue entre error de hecho y de derecho. La disposición en comento, establece que
un justo error de hecho no es opuesto a la buena fe. Sin embargo, el error en un punto de
derecho constituye una presunción de mala fe que no admite prueba en contrario (presunción
de derecho).
La buena fe, como requisito de la posesión regular, es exigida al iniciar la posesión;
teniéndose por poseedor regular a aquel entre a poseer en buena fe, aun cuando posteriormente
la pierda. La buena fe se presume, salvo excepción legal. La mala fe debe probarse.
Artículo 706. “La buena fe es la conciencia de haberse adquirido el dominio de la cosa por medios
legítimos, exentos de fraude y de todo otro vicio.
Así en los títulos translaticios de dominio la buena fe supone la persuasión de haberse recibido la
cosa de quien tenía la facultad de enajenarla, y de no haber habido fraude ni otro vicio en el acto o contrato.
Un justo error en materia de hecho no se opone a la buena fe.
Pero el error en materia de derecho constituye una presunción de mala fe, que no admite prueba en
contrario”.
Artículo 707. “La buena fe se presume, excepto en los casos en que la ley establece la presunción
contraria. En todos los otros la mala fe deberá probarse”.
c) Tradición. Presunción
Junto al justo título y a la buena fe, la posesión regular requiere de la tradición cuando se
trata de un título traslaticio de dominio.
El inciso 4º del artículo 702 ha establecido una presunción de tradición: La posesión de
una cosa a ciencia y paciencia del que se obligó a entregarla, hará presumir la tradición; a menos
que ésta haya debido efectuarse por la inscripción del título.
Sin perjuicio de lo anterior, la doctrina ha sostenido que dicha presunción sólo se aplica a
la posesión de los bienes muebles.
Finalmente, cabe señalar que la posesión regular goza de las ventajas de poner al
poseedor en aptitud de adquirir la cosa por prescripción dentro de un menor transcurso de
tiempo (prescripción ordinaria). Asimismo, el poseedor regular dispone de la acción publiciana.
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Es aquella que carece de uno o más requisitos de la posesión regular, según lo establecido en el
artículo 708 del Código Civil, sin perjuicio de que deban concurrir los elementos esenciales de la
posesión; corpus y animus.
En todo caso, hay un elemento que nunca puede faltar, y es la tradición cuando se invoca
un título translaticio de dominio, pues si no hubo tradición, el adquirente nunca adquiere la
posesión de la cosa tradida.
En doctrina se llama posesión útil, aquella que habilita para ganar el dominio por
prescripción, y posesión inútil a la que no sirve para lograr dicho objetivo.
En Chile, la gran mayoría de los autores coinciden en que el Código Civil no reconoce
esta clasificación, pues toda posesión, sea regular o irregular, e incluso las posesiones viciosas,
permiten que se pueda adquirir el dominio por prescripción.
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En nuestro concepto, la clasificación que distingue entre posesión útil e inútil encuentra
asidero en el Código Civil, pues de diversas disposiciones se desprende que no basta el mero
hecho de la posesión para adquirir el dominio por prescripción adquisitiva. No todo poseedor
puede llegar a ser dueño por prescripción, de lo que se infiere que la posesión, en este caso, será
inútil. La posesión que no lleva a adquirir el dominio por prescripción es aquella que no va
aparejada del ejercicio de actos posesorios, es decir, de actos positivos; de aquellos que sólo
hubiera tenido derecho a ejecutar el dueño, y que para prescribir debe necesariamente efectuar
el poseedor sin pedir el consentimiento o autorización de aquél.
La mencionada interpretación se funda en un hecho indiscutible: que la prescripción
supone como elementos esenciales, por una parte, la inactividad e indiferencia del dueño; y, por
la otra, la actividad del prescribiente, lo que significa que el poseedor no puede limitarse a tener
la cosa en su poder con el ánimo de señor y dueño que presume la ley en el título posesorio, sino
que es indispensable que manifieste o exteriorice la voluntad o intención de dueño a través de la
ejecución de aquellos actos que sólo el dueño hubiere podido ejecutar.
Precisamente tales actos externos y ostensibles son los que permiten a quien puede
oponerse a la prescripción advertir o enterarse de que otra persona posee la cosa y revertir esta
situación.
En tal sentido, cabe señalar que la ejecución de actos posesorios es de la esencia de la
prescripción, siendo corroborado lo anterior, por lo dispuesto en el primer número del artículo
2502 del Código Civil que considera interrupción natural de la posesión, cuando sin haber
pasado la posesión a otras manos, se ha hecho imposible el ejercicio de actos posesorios. A
fortiori, si el poseedor no ejecuta actos posesorios, no exterioriza su ánimo, no tiene lugar la
institución de la prescripción, por lo que su posesión será inútil. Otro fundamento lo
encontramos en el artículo 894 del Código Civil que establece el tipo de acción reivindicatoria
que la doctrina llama acción publiciana: “Se concede la misma acción, aunque no se pruebe dominio, al
que ha perdido la posesión regular de la cosa, y se hallaba en el caso de poder ganarla por prescripción”.
De la citada disposición se infiere que, quien entabla esta especie de acción reivindicatoria debe
cumplir dos requisitos: haber sido poseedor regular de la cosa cuya posesión perdió; y haberse
encontrado en el caso de poderla ganar por prescripción. Este último requisito estaría
absolutamente demás si toda posesión y, con mayor razón la posesión regular, que por su
calidad es la que privilegia la ley, fuera útil, en el sentido que llevara a prescribir. Ello
comprueba que sólo el poseedor que ha ejercido actos posesorios se halla en el caso de poder
ganar el dominio por prescripción. Cabe hacer presente que la referencia al poseedor que se
halla en el caso de ganar el dominio por prescripción ha sido objeto de especial reflexión por la
doctrina nacional.
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En el Derecho nacional parece haber acuerdo en concluir que, según nuestros textos, la
posesión no se transmite. Se trata de un hecho, por lo que no pasa del causante a su heredero.
Para tal conclusión se acude a varios preceptos del Código como el artículo 688, según el cual el
heredero obtiene la posesión no del causante sino por gracia de la ley; el artículo 72262, que
implica la misma idea; el artículo 71763, cuyos términos son bastante categóricos (y amplios,
aplicables a la transferencia y a la transmisión) .
Pero no puede dejar de mencionarse lo dispuesto en los artículos 2500 inciso 2º64 y 91965,
que inducen a la transmisibilidad (muchos Códigos del siglo XX disponen expresamente que se
transmite a los herederos; con todo, la denominada transmisión debe ser entendida más bien con
referencia al "derecho a poseer", al ius possidendi, y aun a algunas ventajas de la posesión, del ius
possessionis).
Se sostiene que la posesión no se transfiere por acto entre vivos; los artículos 717 y 2500
inciso 1° conducen a esa conclusión.
En todo caso, debe precisarse que lo dicho no se opone a la transferencia o transmisión
del derecho a la posesión (o ius possidendi); en los casos en que un tradente es dueño de la cosa
entregada, al transferir el dominio se transfiere, por lo mismo, el derecho a poseer.
Desde un punto de vista teórico, la posibilidad de transferencia y transmisión de la
posesión depende, en gran medida, de la naturaleza de la posesión concebida como hecho o
derecho.
Finalmente, la doctrina considera que la negación de la transmisión y transferencia de la
posesión contribuye al mejoramiento de los títulos de dominio, en cuanto evita que un sucesor
vea enturbiada su posesión, que puede haber adquirido legítimamente, con vicios existentes en
la de su antecesor. Y los beneficios que puede obtener sumando a la suya la posesión exenta de
vicios de su antecesor se pueden lograr con la facultativa agregación de posesiones.
62 Artículo 722. “La posesión de la herencia se adquiere desde el momento en que es deferida, aunque el heredero lo
ignore. // El que válidamente repudia una herencia se entiende no haberla poseído jamás”.
63 Artículo 717. “Sea que se suceda a título universal o singular, la posesión del sucesor, principia en él; a menos que
quiera añadir la de su antecesor a la suya; pero en tal caso se la apropia con sus calidades y vicios. // Podrá agregarse en los
mismos términos a la posesión propia la de una serie no interrumpida de antecesores.”
64 Artículo 2500 inciso 2°. “La posesión principiada por una persona difunta continúa en la herencia yacente, que se
entiende poseer a nombre del heredero.”
65 Artículo 919. “El heredero tiene y está sujeto a las mismas acciones posesorias que tendría y a que estaría sujeto su
autor, si viviese.”
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Para que proceda la agregación es necesario que la posesión del poseedor que agrega sea
contigua con la anterior, y si son varias, todas ellas deben ser contiguas, sin solución de
continuidad; así se desprende de los términos del precepto (si una cosa ha sido poseída
sucesivamente por A, B, C y D, éste no podrá pretender agregar a la suya la posesión de C y la
de A, excluyendo la de B). Tampoco procederá la agregación si en la cadena de poseedores tuvo
lugar una interrupción de la posesión, ya natural, ya civil.
Por otra parte, como lo dispone el precepto, la agregación se efectúa con las calidades y
vicios. De modo que si a una posesión de buena calidad se agrega una defectuosa (por ejemplo,
de mala fe), ésta inficiona a aquélla; a la inversa, no por agregar una posesión exenta de defectos,
se va a purificar la defectuosa del poseedor que la agrega.
Se ha llegado a admitir que si alguien tiene una posesión defectuosa (por ejemplo, de
mala fe) y observa que la de su antecesor era regular y había completado el plazo de
prescripción ordinaria, puede "disociar" su posesión de la del antecesor y utilizar sólo la de éste,
alegando prescripción ordinaria basada en ella. En definitiva, en esa actitud se está admitiendo
al sucesor alegar la prescripción que (ya) podía invocar el antecesor; el fundamento es que si
bien (concebida como un hecho) la posesión no se transfiere ni se transmite, sí pueden
traspasarse las facultades o prerrogativas que tenía el antecesor (el ius posessionis).
Como la generalidad de los textos positivos que contemplan la agregación se refieren a
un sucesor que lo sea a cualquier título respecto de un antecesor (como ocurre con nuestros
artículos 717 y 2500), se rechaza la posibilidad de que el ladrón o el usurpador pudieren agregar
posesiones; no son sucesores por algún título (la han obtenido por un mero hecho); más aun, no
son "sucesores".
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a) Bienes muebles
La posesión de los bienes muebles puede ser adquirida por toda persona, salvo por los
dementes e infantes (artículo 723 del Código Civil). Lo anterior por la imposibilidad de que
concurra en elemento subjetivo de la posesión; esto es, el animus, dado a que los dementes y los
infantes carecen de voluntad66.
Las personas capaces y aquellos incapaces –que no sean dementes o infantes- pueden
adquirir la posesión de los bienes muebles, sin autorización alguna. Pero los incapaces,
impúberes no infantes, interdictos por disipación, menores adultos y sordos o sordos mudos que
no puedan darse a entender claramente, pueden adquirir la posesión, pero no pueden ejercer
derechos posesorios sin la autorización de quien sea competente, según dispone el inciso 1º del
artículo 723.
b) Bienes inmuebles
Se aplican las reglas generales. Esto es, los incapaces relativos pueden adquirir la
posesión y ejercer actos posesorios sólo a través de sus representantes o autorizados por ellos.
Como toda posesión deben concurrir corpus y animus. El corpus se adquiere a través de
cualquiera de las formas del artículo 684.
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quien mantiene el animus aun cuando no tenga el corpus. En ejemplo clarificador de lo anterior
es el arriendo (también el comodato), en virtud del cual el dueño de una cosa –conservando el
animus- cede la tenencia material de la cosa, sin importar cuán extenso sea el periodo de tiempo
en que otra persona la detenta en calidad de mero tenedor; no produce la perdida de la
posesión.
Por otra parte, en cuanto al elemento subjetivo de la posesión, cabe señalar que es posible
que se pierda temporalmente, sin que prive al titular de la posesión. El profesor Daniel
Peñailillo, explica lo anterior a través del ejemplo del demente –que no pierde el animus, por
tanto conserva la posesión, en el estado temporal de demencia- y del periodo del sueño.
67 El distinto tratamiento de los artículos 726 y 730, se debe al abuso de confianza o ánimo de aprovechamiento
a la que alude el artículo 730.
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En los inmuebles este tema presenta diferencias respecto de los muebles, por obra de a lo
menos estas dos circunstancias:
a) Porque, por su naturaleza, el corpus en los inmuebles se torna más ficticio o
simbólico que en los muebles. En muchos de éstos la aprehensión es factible en términos reales,
auténticos, lo que no es posible en los inmuebles.
b) Porque en la generalidad de los países, como se ha dicho, la titularidad de los
inmuebles se incorpora a un Registro, frecuentemente, esa incorporación se vincula no sólo con
el dominio, sino también con la posesión. Así ocurre en Chile.
Hay que tener presente que el Registro no cubre la totalidad de los predios existentes en
el país, lo cual obliga a distinguir entre inmuebles inscritos y no inscritos.
68 Artículo 590. “Son bienes del Estado todas las tierras que, estando situadas dentro de los límites territoriales, carecen
de otro dueño”.
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iii) Prescripción. Dentro de los títulos constitutivos, no puede alegarse como título
para poseer, la prescripción, dado que, precisamente, uno de los requisitos de la prescripción,
sea la posesión.
Tampoco se requiere inscripción, si opera como título de posesión, la sucesión por causa
de muerte, sin perjuicio de lo previsto en el artículo 688 del Código Civil.
Artículo 730: “Si el que tiene una cosa en algún lugar y a nombre de otro, la usurpa dándose por
dueño de ella, no se pierde por una parte la posesión ni se adquiere por otra; a lo menos que el usurpador
enajena a su propio nombre la cosa. En este caso la persona a quien se enajena adquiere la posesión de la
cosa, y pone fin a la posesión anterior.
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Con todo, si el que tiene la cosa en lugar y a nombre de un poseedor inscrito, se da por dueño ella y
la enajena, no se pierde por una parte la posesión ni se adquiere por otra, sin la competente inscripción”.
El precepto transcrito es importante, dado que un importante sector de la doctrina,
sostiene que la norma distingue, por un lado, entre bienes muebles e inmuebles no inscritos
aplicándose a ellos el inciso 1º, y por otro, a los inmuebles inscritos, a los que se les aplicaría el
inciso 2°.
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Pero quienes conceden mayor valor a las situaciones reales (para evitar inscripciones de
papel ), aun en detrimento de lo que conste en las inscripciones, estiman que no obstante las
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pretensiones del sistema de llegar con el tiempo a identificar dominio, posesión e inscripción, no
pudo evitar la fuerza de los hechos y habría dejado abierta en los propios textos la vía para que
en determinadas circunstancias triunfara la posesión material; sin inscripción se alcanzaría a
adquirir posesión, al menos irregular, los artículos 702, 708, 729 y 730 así lo demostrarían.
Del examen de las distintas discusiones se observan unas posiciones constantes, que
permiten delinear dos tendencias centrales, o se concede preponderancia fundamental a la
inscripción, o se atiende más bien a la posesión material.
69 Las inscripciones de papel son aquellas en que hay un poseedor inscrito, pero que no ejerce actos
posesorios.
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este hecho posesión, que debe existir en la realidad; la inscripción solemniza ese hecho, de modo
que si éste no existe, queda transformada en forma vacía; los beneficios de prueba y garantía de
posesión que concede la inscripción sólo los alcanza el que tiene la posesión material del
inmueble.
iii) La jurisprudencia. Los fallos han oscilado entre las posiciones mencionadas, y en
ocasiones parece más bien que, sin pretender sentar precedentes interpretativos sobre materia
tan fácilmente controvertible, han sentenciado en favor de quien exhibía más razonables
antecedentes para sus pretensiones.
No es fácil constatar un estado actual. Puede observarse una inclinación en favor de la
inscripción; pero una posesión material muy prolongada ha llegado a prevalecer. Y, en todo
caso, sin llegarse al extremo de proteger "inscripciones de papel", en las que injustificadamente
no hay indicios de posesión material.
Por cierto, en situaciones de hecho extremas, cada tesis se encuentra en mejor o peor
posición. Así, cuando lo poseído es un inmueble no inscrito, en el que se aduce título
constitutivo y se pretende sólo posesión irregular (porque se tiene posesión por más de diez
años), la tesis que privilegia la posesión material se encuentra en su mejor situación y con ella se
tiene la más alta probabilidad de obtener que el juez resuelva que se adquirió posesión aun sin
inscripción y, por tanto, que se ha adquirido por prescripción. En el otro extremo, cuando lo
poseído es un inmueble inscrito (inscrito a nombre de otro, por cierto), se aduce título traslaticio
y se pretende posesión regular, la tesis que privilegia a la inscripción se encuentra en su mejor
situación y se tiene la más alta probabilidad de obtener que el juez resuelva que al no tenerse
inscripción por el que se pretende poseedor, no se tiene posesión y, por tanto, que no puede
ganar por prescripción.
Para que cese la posesión inscrita, es necesario que la inscripción se cancele, según
dispone el tenor del artículo 728 del Código Civil. Las fuentes de la cancelación son:
i) Voluntad de las partes. Puede acontecer cuando dos contratantes entre los cuales
se ha transferido el dominio (compraventa con la que el inmueble se ha inscrito a nombre del
comprador) acuerdan dejar sin efecto la transferencia (rescilian el contrato). Habrá de exhibirse
al Conservador un instrumento auténtico en que conste la voluntad de dejar sin efecto la
inscripción existente a nombre de uno de ellos (comprador), con lo que cobrará vigencia la
precedente (del vendedor): bastará una subinscripción al margen en que se exprese que se
cancela (art. 91 del Reg1.) y así el inmueble volverá a quedar sometido a la inscripción anterior.
ii) Decreto judicial. Tal cancelación, se produce judicialmente, cuando una sentencia
establezca el cese de la posesión, dentro del contexto de un juicio reivindicatorio.
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5.4 Síntesis
Ahora puede comprenderse cuán discutidos han sido aquellos roles que se han atribuido
a la inscripción, de ser "requisito, prueba y garantía de posesión de inmuebles70" y dado que la
postura de la jurisprudencia ha sido favorable a ella, recapitularemos estas funciones de la
inscripción:
c) Prueba. Esta materia, respecto de los bienes inmuebles, será tratada a propósito
de las acciones posesorias.
El artículo 2505 del Código Civil se ha mencionado dentro de las disposiciones relativas a
la posesión inscrita, por lo que se hace necesario analizarla con un poco más de detalle:
70 También se agregan otras funciones de la inscripción: publicidad, por ejemplo, cuando se trata de
la inscripción de la sentencia que declara la prescripción adquisitiva de un inmueble; o para mantener la
historia de la propiedad raíz, en el caso de la inscripción especial de herencia.
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dominio u otro derecho real sobre el mismo por prescripción, a menos que la posesión del
prescribiente se haya adquirido por un título, asimismo inscrito en el CBR.
Dicho alcance sería plenamente válido si todos los títulos posesorios requirieran
inscripción, lo que hemos establecido, no es así. En efecto, los títulos posesorios accesión y
sucesión por causa de muerte no necesitan ninguna inscripción, de manera tal es que posible
después adquirir el dominio por prescripción.
Por otra parte, inclusive el título tradición que invoca el poseedor para adquirir por
prescripción, puede no estar inscrito si el objeto de la tradición era un derecho de servidumbre.
De lo anteriormente expuesto concluimos que el alcance del artículo 2505 es más
restringido que el que sugiere su tenor literal, y que en el fondo éste no hace más que aplicar el
principio de que para adquirir la posesión de un derecho real inmueble, si se invoca el título
tradición, es indispensable la inscripción, de modo tal que sólo en virtud de ella se podrá
adquirir por prescripción, permitiendo en algunos casos, prescribir en contra de otro título
también inscrito.
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CAPITULO VI
PRESCRIPCIÓN ADQUISITIVA
71 Se ha sostenido que sólo procede alegarla como acción; es necesario obtener una declaración positiva del
tribunal en orden a que habiéndose cumplido las exigencias, la cosa es del dominio del prescribiente, de modo que
una pura excepción opuesta en base a la prescripción se ría insuficiente. Como el artículo 310 del Código de
Procedimiento Civil se refiere a la "excepción de prescripción", y dispone que ella puede oponerse en cualquier estado
del juicio, se estima que el precepto es sólo aplicable a la prescripción extintiva (por lo demás la adquisitiva, por su
naturaleza, vinculada indisolublemente al dominio y, en la práctica, a una disputa sobre él, exige un juicio de lato
conocimiento, lo que no sería posible si se permitiera oponerla como excepción en cualquier estado del juicio). De esta
manera, si el prescribiente es demandante, en su demanda accionará de prescripción, en tanto que si es demandado,
al contestar deberá alegarla –como acción- mediante una reconvención.
También se ha sostenido que puede alegarse tanto en forma de acción como de excepción, advirtiendo que la
acción y la excepción no son sino simples medios o posiciones procesales que adoptan los derechos o intereses
controvertidos; en ambas hay un derecho o interés que se hace valer y será la sentencia la que declarará cuál merece la
garantía legal. Y se ha llegado a objetar que sea correcto procesalmente permitir al demandado reconvenir,
estimándose aceptable en tal caso sólo la vía de la excepción.
Otra postura señala que tratándose de la prescripción adquisitiva del dominio, no existe la acción de
prescripción, porque ésta es sólo un modo de adquirirlo. Así, lo que el prescribiente puede hacer es, sosteniendo que
es dueño, ejercer una acción que derive de su dominio (como la reivindicatoria) , mencionando la prescripción como
causa de pedir; se dirá dueño porque adquirió el dominio por prescripción (debiendo probar dicha prescripción). Y si
se le demanda, sí podría excepcionarse, ya que el artículo 310 del Código de Procedimiento Civil no distingue entre
prescripción adquisitiva y extintiva. Sólo existe, pues, la excepción de prescripción.
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2.1 Concepto
La prescripción es un modo de adquirir el dominio de las cosas ajenas, por haberse poseído las cosas,
durante cierto lapso de tiempo, y concurriendo los demás requisitos legales (artículo 2492).
2.2 Características
3. REQUISITOS
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Para determinar cuál es el tiempo exigido por el legislador para adquirir una cosa por
prescripción se debe distinguir entre prescripción adquisitiva ordinaria y extraordinaria:
5. INTERRUPCIÓN DE LA PRESCRIPCIÓN
Es la pérdida del tiempo corrido para ganar por prescripción una cosa, en virtud de un hecho al
que la ley le atribuye tal mérito, acaecido antes de que se cumpla el término de prescripción.
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ii) Cuando se ha perdido la posesión por haber entrado en ella otra persona.
Se funda también en la imposibilidad de ejercicio de actos posesorios por parte del prescribiente,
pero con una diferencia con respecto a la causal anterior. En el primero éste conserva la
posesión; en el segundo, en cambio, la posesión se pierde porque ha pasado a otras manos, es
decir, otra persona tiene la cosa en su poder con ánimo de señor y dueño porque, por ejemplo,
se ha apoderado de la cosa mueble o del inmueble no inscrito.
El primer efecto que produce este segundo tipo o especie de interrupción natural es que
la prescripción que estaba corriendo se detiene, efecto común a toda interrupción de cualquier
tipo. El segundo efecto es que el tiempo de prescripción ganado con anterioridad se pierde, a
menos que se haya recobrado legalmente la posesión, conforme a lo dispuesto en el título De las
Acciones Posesorias, pues en tal caso no se entenderá haber habido interrupción para el
desposeído, conforme al segundo número del artículo 2502 del Código Civil. Conforme a lo
señalado, sólo tiene aplicación si se recobra la posesión de inmuebles, pues sólo ésta es la que
amparan las acciones posesorias y no si se recupera legalmente la posesión de una cosa mueble.
Sin embargo, no es posible desconocer que esta interpretación se aparta del principio general
contenido en el artículo 731 del Código Civil que dispone: “El que recupera legalmente la posesión
perdida, se entenderá haberla tenido durante todo el tiempo intermedio”, artículo que no distingue
entre muebles e inmuebles, por lo que se aplica a ambos, lo que aparece corroborado por el
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hecho de que no menciona a las acciones posesorias como el único medio de recuperar
legalmente la posesión perdida. Estimamos que el artículo 731 del Código Civil establece la
regla general en el sentido que el poseedor de cosa mueble o inmueble que recupera por los
medios que franquea la ley la posesión perdida y que descartan las vías de hecho que suponen
hacerse justicia por sí mismo, no pierde el tiempo de prescripción ganado antes de haber sido
privado de la posesión, hecho que provocó la interrupción de ella. En el caso del poseedor de
bienes raíces, las acciones posesorias constituyen, por expresa disposición de la ley, uno de los
medios de recuperar la posesión perdida en virtud del cual no se pierde el tiempo de posesión
anterior, pero no el único. Otros medios de recuperar legalmente la posesión que se tenía tanto
sobre cosa mueble como inmueble son, por ejemplo, la acción reivindicatoria y la acción
publiciana.
En general, los efectos de la interrupción de la prescripción son los siguientes: por una
parte, como efecto inmediato y directo, la prescripción que estaba corriendo se detiene; por otra,
y como efecto adicional, el tiempo de prescripción ganado con anterioridad se pierde.
6. SUSPENSIÓN DE LA PRESCRIPCIÓN
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a) Los menores, los dementes, los sordomudos, y todos los que estén bajo potestad
paterna o bajo tutela o curaduría.
Son los incapaces de ejercicio, sea absolutos o relativos. No se menciona al pródigo
disipador, pero quedan igualmente comprendidos dentro del mismo numeral ya que está sujeto
a curaduría.
c) La herencia yacente.
Son los bienes de un difunto cuya herencia no ha sido aceptada y a los cuales el juez
designa un curador con facultades que dicen relación con la administración, custodia y
conservación de los bienes de la herencia, incluyéndose dentro de ellas la de interrumpir las
prescripciones por medio de las cuales podrían adquirirse bienes del difunto comprendidos en
la herencia yacente.
El inciso final del artículo 2509 del Código Civil termina diciendo que la prescripción se
suspende siempre entre cónyuges, en consecuencia, entre los cónyuges (independiente del
régimen en que se encuentren casados) no opera la prescripción.
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no en un numeral, sino que en el inciso final. Como en toda discusión, hay posturas a favor y en
contra.
En cuanto a los efectos de la suspensión, debe mencionarse que en contra de las personas
y de la herencia yacente que enumera el artículo 2509 del Código Civil no corre la prescripción
adquisitiva ordinaria. Entre los cónyuges, independientemente del régimen bajo el cual se
encuentren casados, jamás corre prescripción ni ordinaria ni extraordinaria, lo que revela que la
posesión de los bienes del otro será inútil. En caso que hubiere corrido algún tiempo de
prescripción antes que se hubiera configurado la causal de suspensión, se detiene la prescripción
hasta que cese la causal y después sigue corriendo. En todo caso, el tiempo ganado con
anterioridad a la suspensión no se pierde y se computa para el plazo de prescripción.
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CAPITULO VII
ACCIONES
LA ACCIÓN REIVINDICATORIA
1. CONCEPTO
El artículo 889 del Código Civil dispone: “La reivindicación o acción de dominio es la que tiene
el dueño de una cosa singular, de que no está en posesión, para que el poseedor de ella sea condenado a
restituírsela”.
No es la única forma en que puede ampararse el derecho de dominio pues, del contrato
de arrendamiento, del comodato, etc., nacen acciones personales para obtener la restitución de la
cosa. El dueño, en todo caso, puede emplear la reivindicación; ello no es frecuente debido a las
dificultades de prueba, ya que es necesaria la prueba del dominio. En cambio, si se emplea la
acción derivada del contrato basta con acreditar la existencia de éste.
El artículo 893 del Código Civil dice que puede reivindicar el propietario cualquiera sea
la calidad que tenga, propiedad plena o nuda, absoluta o fiduciaria. Podrá, entonces, también
reivindicar el comunero, en cuanto es propietario de su cuota, conforme al artículo 892 del
Código Civil.
Excepcionalmente el poseedor podrá reivindicar la cosa, aunque no pruebe su dominio,
ejerciendo la llamada acción publiciana contemplada en el artículo 894 y que se concede al que ha
perdido la posesión regular de la cosa y se hallaba en el caso de poder ganarla por prescripción,
pero no se podrá ejercer ni contra el verdadero dueño ni contra el que posea con igual o mejor
derecho. Muchas veces es difícil probar el dominio y, en cambio, es posible acreditar la posesión,
además, conforme al artículo 700 del Código Civil, al poseedor se le presume dueño por tener
generalmente esa calidad.
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Los litigantes de esta acción sin el propietario no poseedor contra el poseedor no dueño.
El objeto de la litis es la posesión de la cosa. En la acción reivindicatoria el dominio sirve como
antecedente, como causa a pedir. Se observa la diferencia que existe entre esta acción y las
posesorias: en la reivindicatoria el dominio es la causa a pedir; en las posesorias la causa a pedir
es la posesión.
El que reivindica una cosa, diciéndose dueño de ella, debe acreditar su dominio, ya que
al entablar la acción reconoce en su contrincante la calidad de poseedor, el cual está amparado
por la presunción consagrada en el artículo 700 del Código Civil. Pero hay una excepción:
cuando el reivindicante es el Fisco, no está obligado a probar su derecho de dominio, ya que el
artículo 590 del Código Civil señala que son bienes del Estado todas las tierras que carezcan de
dueño. Hay que tener presente que esta presunción a favor del Fisco se refiere al dominio y no a
la posesión.
Para probar el dominio se aplican las reglas generales referentes a la prueba. Recordemos
que si el modo de adquirir es originario bastará que el reivindicante pruebe su propio dominio;
en cambio, si el modo de adquirir es derivativo, tiene que probar, además, el dominio de sus
antecesores, porque nadie puede adquirir más derechos que los de sus antecesores. Hemos
dicho que la inscripción representa la posesión, es el corpus y el animus. Si un poseedor inscrito
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ii. Tampoco pueden reivindicarse los derechos personales, sin perjuicio de que
pueda reivindicarse el documento en el cual consta el crédito.
iii. De acuerdo al segundo inciso del artículo 890, no pueden reivindicarse las cosas
muebles cuyo poseedor las haya comprado en una feria, tienda, almacén u otro establecimiento
industrial ñeque vendan cosas muebles de la misma clase. Se desprende que hay una protección
a la buena fe ya que justificada esta circunstancia, no estará el poseedor obligado a restituir la
cosa si no se le reembolsa lo que ha dado por ella y lo que ha gastado en repararla y mejorarla.
Hay otras situaciones, donde la cosa siendo reivindicable, el legislador priva al dueño de
la acción reivindicatoria:
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La regla general es que la acción reivindicatoria se dirija en contra del actual poseedor
conforme al artículo 895 del Código Civil. Para el reivindicante tiene importancia determinar
quién es el poseedor, porque él debe litigar contra legítimo contradictor. Por otra parte, las
sentencias judiciales producen efectos relativos, de ahí que si el reivindicante entabla la
demanda contra quien no es poseedor ha perdido su tiempo porque esta sentencia no va a
producir ningún efecto contra el verdadero poseedor.
Por este motivo, se toman medidas de resguardo a favor del reivindicante para que sus
esfuerzos no sean inútiles:
i. Puede suceder que el reivindicante conozca al mero tenedor, pero no sabe quién
es el poseedor. En este caso, el artículo 896 del Código Civil dispone: “El mero tenedor de la cosa
que se reivindica es obligado a declarar el nombre y residencia de la persona a cuyo nombre la
tiene”.
ii. Si una persona de mala fe se hace pasar por poseedor sin serlo, está obligada a
indemnizar de todo perjuicio al reivindicante, conforme al artículo 897 del Código Civil.
Puede ocurrir que el poseedor haya fallecido dejando varios herederos. La acción
reivindicatoria tiene por objeto no sólo la entrega de la cosa sino que también el pago de otras
indemnizaciones: deterioros, devolución de los frutos o de su valor, etc. El artículo 899 del
Código Civil dispone: “La acción de dominio no se dirige contra un heredero, sino por la parte
que posea en la cosa, pero las prestaciones a que estaba obligado el poseedor por razón de los
frutos o de los deterioros que le sean imputables, pasan a los herederos de éste a prorrata de sus
cuotas hereditarias”. La razón de esta diferencia está en que existan dos obligaciones: una
divisible, las indemnizaciones; y la otra indivisible, que es la restitución de la cosa.
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El principio indicado en el artículo 895 del Código Civil de que la acción de dominio se
dirige contra el actual poseedor tiene excepciones:
En este caso se pueden presentar dos situaciones: que el poseedor esté de buena fe o de
mala fe, considerando el momento inicial de la posesión.
Si el poseedor está de buena fe, se dirige la acción para que le entregue el precio que
recibió por la cosa al enajenarla. Se produce la figura llamada subrogación real, se sustituye una
cosa por otra, se reemplaza la cosa por el precio. Puede suceder que el poseedor de buena fe
haya enajenado la cosa sabiendo que era ajena. Esto es perfectamente posible ya que para
considerar la buena fe se atiende al momento en que empezó la posesión. Entonces, además,
debe pagar las debidas indemnizaciones. El reivindicador, al aceptar y recibir el precio, está
confirmando un acto que le era inoponible conforme al segundo inciso del artículo 898 del
Código Civil.
Si el poseedor estaba de mala fe, y por un hecho o culpa suya ha dejado de poseer,
conforme al artículo 900 del Código Civil podrá intentarse la acción de dominio como si
actualmente poseyese a disponer: “De cualquier modo que haya dejado de poseer y aunque el
reivindicador prefiera dirigirse contra el actual poseedor, respecto del tiempo que ha estado la cosa en su
poder tendrá las obligaciones y derechos que según este título corresponden a los poseedores de mala fe en
razón de frutos, deterioros y expensas”. En caso que el que dejó de poseer pague al reivindicante lo
que recibió por la cosa, se entiende que ratifica la venta.
El comprador que ha sido privado de la cosa en juicio por el verdadero dueño tiene dos
derechos: primero, que el vendedor lo ayude en el juicio en contra del verdadero dueño; y,
segundo, si es vencido en este juicio el vendedor debe indemnizarlo. El saneamiento es una
obligación que tiene el vendedor con respecto al comprador de la cosa y que consiste en
indemnizarlo, especialmente cuando el comprador es privado de todo o parte de la cosa por
sentencia judicial. Es lo que se llama evicción de la cosa, respondiendo el vendedor al
comprador de saneamiento por evicción. El inciso final del artículo 900 del Código Civil nos
revela que el saneamiento no pesa sobre el reivindicante sino que recae sobre el poseedor de
mala fe que dejó de poseer. Por el contrario, el artículo 898 del Código Civil, que se refiere al que
dejó de poseer de buena fe, no dice nada al respecto, por lo que se entiende que el reivindicante
responde del saneamiento.
El artículo 915 del Código Civil dispone que el arrendador o el comodante tienen dos
acciones para obtener la restitución de la cosa arrendada o dada en comodato: primero, la acción
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personal que nace del respectivo contrato; y, segundo, la acción reivindicatoria. Generalmente se
emplea la acción derivada del contrato porque es de tramitación más corta.
El demandado está muy protegido ya que goza de la presunción de ser dueño de la cosa,
aún durante el juicio. Además, conserva el goce la cosa conforme al primer inciso del artículo
902 del Código Civil. Aplicados estos principios a las cosas muebles, llegamos a establecer que el
poseedor podría enajenarlas. El reivindicante podría ser burlado por el poseedor de la cosa, por
ello, los artículos 901 y 902 del Código Civil lo autorizan para solicitar ciertas medidas
precautorias con el objeto de asegurar los resultados del juicio.
Si la cosa que se va a reivindicar es muebles, el reivindicante tiene derecho a solicitar el
secuestro de ese bien, es decir, el depósito hecho por orden judicial en manos de una persona. Si
la cosa que se va a reivindicar es inmuebles, se puede pedir nombramiento de uno o más
interventores. Pueden solicitarse, además, otras medidas precautorias como, por ejemplo, la
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prohibición de celebrar actos y contratos relativos a la cosa objeto de la litis, medidas para evitar
los deterioros de la cosa, etc.
7. PRESTACIONES MUTUAS
a) Restitución de la cosa. De acuerdo al artículo 904 del Código Civil debe hacerse
en el plazo que el juez señale. Esta es una norma excepcional en nuestro derecho ya que el juez
no puede fijar plazos, salvo en casos excepcionales en que la ley lo autorice. La sentencia que da
lugar a la demanda, se cumple en conformidad a las reglas especiales de procedimiento, y éste
va a depender de la época en que se exige el cumplimiento. Si se pide dentro del plazo de un
año contado desde que la ejecución se hizo exigible, se cumple en forma incidental. Si el
reivindicante pide el cumplimiento del fallo pasado el plazo de un año, debe entablar un juicio
ejecutivo. La sentencia le servirá de título ejecutivo.
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Después de ella se asimila automáticamente al poseedor de mala fe. Debemos relacionar esta
materia con el artículo 913 del Código Civil que dispone: “La buena o mala fe del poseedor se refiere,
relativamente a los frutos al tiempo de la percepción y relativamente a las expensas y mejoras al tiempo en
que fueron hechas”.
b) Debe abonarle las mejoras. Mejora es toda obra que se ejecuta en una cosa y que
tiene por objeto su conservación o un aumento de su valor, o en razón de su ornato o recreo. Las
mejoras pueden ser de tres clases: primero, las mejoras necesarias, son aquellas indispensables
para la conservación y mantenimiento de la cosa; segundo, mejoras útiles, son aquellas que
aumentan el valor venal de la cosa; y, tercero, mejoras voluptuarias, son las que consisten en
objetos de lujo y recreo, y si aumentan el valor de la cosa es en forma insignificante. Para el pago
de las mejoras se atenderá a dos factores: a la buena o mala fe del poseedor, y a la calidad de las
mejoras.
En el pago de las mejoras necesarias prevalece la calidad de las mejoras sobre la buena o
mala fe del poseedor. Siempre el reivindicante debe abonar al poseedor vencido estas mejoras ya
que si hubiere estado en su poder, también las debería haber hecho. Estas mejoras pueden ser:
primero, obras materiales, caso en que el reivindicante abonará al poseedor estas mejoras en
cuanto hubieren sido realmente necesarias pero reducidas a lo que valgan al tiempo de la
restitución porque antes el poseedor gozó de estas mejoras; y, segundo, obras inmateriales, caso
en que el reivindicante las pagará en cuanto le aprovechen y se hubieren ejecutado con mediana
inteligencia y economía.
Con respecto a las mejoras útiles, se hace el distingo entre el poseedor de buena o de
mala fe y se atiende al momento en que se ejecutan las mejoras y no al momento en que se inicia
la posesión. Debe rembolsar al poseedor de buena fe las mejoras útiles existiendo la buena fe al
momento en que ellas se ejecutan. Se da al reivindicador el derecho optativo según el cual puede
elegir entre pagarle al poseedor de buena fe el valor de las mejoras útiles o bien el aumento de
valor que la cosa hubiere experimentado. El poseedor de mala fe no tiene derecho a que se le
restituyan las mejoras útiles sino que se le autoriza a llevarse los materiales que hubiere
invertido en la cosa siempre que ellos puedan separarse sin detrimento de la cosa y si, además,
el reivindicante se niega a pagar el valor de esos materiales. Se entiende que la separación no
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ocasiona detrimento a la cosa cuando esta no queda en peores condiciones de las que estaba al
hacer las mejoras. Si los materiales no se pueden sacar sin detrimento de la cosa el poseedor de
mala fe pierde esas mejoras.
Con respecto a las mejoras voluptuarias, el reivindicador no está obligado a pagarlas ni
al poseedor de buena fe ni al poseedor de mala fe, sino que ambos tendrán el derecho de
llevarse los materiales siempre que el reivindicante no se allane a pagarles el valor de dichos
materiales. El poseedor de buena y mala fe están en igualdad de condiciones.
c) Derecho de retención del poseedor vencido. El artículo 914 del Código Civil autoriza al
poseedor vencido para retener la cosa, es decir, le da el derecho legal de retención, hasta que el
reivindicante verifique el pago o se lo asegure a su satisfacción. Los bienes retenidos se
equiparan a los bienes dados en prenda e hipoteca, para los efectos de las preferencias y de las
realizaciones, conforme al artículo 546 del Código Civil.
ACCIONES POSESORIAS
1. CONCEPTO
2. CARACTERÍSTICAS
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3. REQUISITOS
b) El objeto debe ser susceptible de acción posesoria. Lo son los bienes raíces y los
derechos reales constituidos en ellos (artículo 916).
No habiendo duda en cuanto a los inmuebles por naturaleza y por adherencia, se ha
resuelto que la protección alcanza también a los inmuebles por destinación.
En la protección a los derechos reales constituidos en inmuebles deben tenerse en cuenta
la regla del artículo 922 y la exclusión de las servidumbres discontinuas y continuas inaparentes
(artículos 917 y 882).
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Artículo 920. “Las acciones que tienen por objeto conservar la posesión, prescriben al cabo de un
año completo, contado desde el acto de molestia o embarazo inferido a ella.
Las que tienen por objeto recuperarla, expiran al cabo de un año completo contado desde que el
poseedor anterior la ha perdido.
Si la nueva posesión ha sido violenta o clandestina, se contará este año desde el último acto de
violencia, o desde que haya cesado la clandestinidad.
Las reglas que sobre la continuación de la posesión se dan en los artículos 717, 718 y 719, se
aplican a las acciones posesorias”.
4. PRUEBA
Quien entabla una acción posesoria fundamentalmente debe probar: a) que es poseedor
tranquilo y no interrumpido, por un año a lo menos; b) que se le ha arrebatado o turbado la
posesión.
Los artículos 924 y 925 del Código Civil se refieren a la prueba de la posesión.
Artículo 924. “La posesión de los derechos inscritos se prueba por la inscripción y
mientras ésta subsista, y con tal que haya durado un año completo, no es admisible ninguna prueba de
posesión con que se pretenda impugnarla.”
Artículo 925. “Se deberá probar la posesión del suelo por hechos positivos, de aquellos a
que sólo da derecho el dominio, como el corte de maderas, la construcción de edificios, la de cerramientos,
las plantaciones o sementeras, y otros de igual significación, ejecutados sin el consentimiento del que
disputa la posesión.”
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5. LA QUERELLA DE AMPARO
Es la que tiene por objeto conservar la posesión de los bienes raíces y derechos reales constituidos
en ellos.
Del concepto se desprende que el querellante aún no ha perdido la posesión y,
precisamente, se querella de amparo para impedir o poner término a la turbación o embarazo
que, en ciertos casos, de continuar pudieren concluir en una privación o despojo de la posesión;
puede pedir conjuntamente que se le indemnice el daño causado y se le den seguridades contra
el que fundadamente teme (artículo 921).
Turbación, embarazo o molestia causada a la posesión es todo acto o hecho voluntario,
ejecutado de buena o mala fe que, sin despojar a otro de su posesión, supone disputar o
controvertir el derecho de ejercerla que pretende tener el poseedor (tal como se desprende de
sentencias en que ha sido aplicada, los hechos son de variada naturaleza: ingresos al predio,
corta de árboles, extracción o ingreso de materiales, remoción de cercos, etc.). Queda dicho,
entonces, que no toda agresión de hecho funda una acción posesoria; debe importar discutir la
posesión del agredido; una agresión que carezca de esa dirección (como el lanzamiento de una
piedra a una ventana) no la justifica la protección por esta acción.
La acción puede intentarse tanto cuando se ha tratado de turbar la posesión como
cuando en el hecho ya se ha turbado (artículo 551 N° 2 del Código de Procedimiento Civil).
6. LA QUERELLA DE RESTITUCIÓN
Es la que tiene por objeto recuperar la posesión de bienes raíces o derechos reales constituidos en
ellos (artículos 916 y 926 del Código Civil y 549 del Código de Procedimiento Civil).
El querellante ha sido ahora despojado de su posesión y por la querella pide que le sea
restituida; puede pedir además indemnización por los daños causados.
Previéndose la posibilidad de traspasos, se permite dirigir la acción contra todo el que
derive su posesión del que efectuó el despojo (artículo 927). La privación puede ser total o
parcial, y no importa si el autor no tiene ánimo de entrar él en posesión. Se ha en tendido que si
privado de la posesión, luego el poseedor puede entrar en ella libremente, se está en presencia
más bien de una turbación.
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Por otra parte, se ha resuelto que, persiguiendo análogo fin jurídico, son compatibles las
acciones reivindicatoria y posesoria de restitución, teniendo presente que mientras para
reivindicar no es necesario haber entrado en posesión, para tener la posesoria de restitución es
preciso haber tenido la posesión que se intenta recuperar (sin perjuicio de la necesidad de
probar dominio en la primera).
7. QUERELLA DE RESTABLECIMIENTO
También denominada "querella de despojo violento", por cierto tiende a evitar que los
particulares se hagan justicia por sí mismos.
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Las restantes acciones posesorias se encuentran reguladas en los artículos 930 a 950 del
Código Civil y 565 a 583 del Código de Procedimiento Civil.
Esquemáticamente, estos textos regulan las que se denominan "denuncia de obra nueva",
"denuncia de obra ruinosa" y otras acciones posesorias especiales. Tratan de su consistencia, sus
requisitos, el tiempo en el cual prescriben y la concesión de acción popular en ciertas situaciones.
Son destacables los artículos 937 y 948, particularmente para la protección ambiental.
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